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Universidad y familia: Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI... al XX
Universidad y familia: Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI... al XX
Universidad y familia: Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI... al XX
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Universidad y familia: Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI... al XX

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"Universidad y familia. Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI... al XX" gira en torno al doctor Hernando Ortiz de Hinojosa, universitario del siglo XVI que realizó una carrera brillante en la universidad y en la iglesia secular, pero cuyos antecedentes judíos le impidieron consolidar su trayectoria en aquella sociedad discriminatoria. Sin embargo, su historia, vista como un proceso de larga duración, no fue un drama.

Clara Ramírez estructuró el libro en seis capítulos y un epílogo en los que nos habla de los abuelos y abuelas, padre y madre, tíos y tías, hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas del doctor Ortiz para mostrar la complejidad de las relaciones sociales donde familia y universidad se entrelazan. Al tiempo, nos enteramos de las circunstancias que rodearon a la familia: la persecución de judíos, la emigración al Nuevo Mundo, la encomienda, las transformaciones universitarias o el rol de la mujer en una sociedad en construcción.

La pluma amena de la autora nos permite descubrir las estrategias familiares utilizadas para consolidar un linaje desde aquella sociedad del siglo XVI hasta nuestros días.
LanguageEspañol
Release dateFeb 24, 2014
ISBN9786078348176
Universidad y familia: Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI... al XX

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    Universidad y familia - Claudia Inés Ramírez González

    Universidad y familia:

    Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje,

    siglos XVI... al XX

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

    INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOBRE LA UNIVERSIDAD Y LA EDUCACIÓN

    Colección Real Universidad

    Bonilla Artigas Editores

    Iberoamericana Vervuert

    OTROS LIBROS

    DE ESTA COLECCIÓN

    1. Un clero en transición. Población clerical, cambio

    parroquial y política eclesiástica en el arzobispado de México,

    1700-1749

    Rodolfo Aguirre Salvador

    ISBN: 978 607 7588 66 5

    2. Espacios de saber, espacios de poder.

    Iglesia, universidades y colegios

    en Hispanoamérica siglos XVI-XIX

    Rodolfo Aguirre Salvador (coordinador)

    ISBN: 978 607 7588 92 4

    3. Universidad y familia. Hernando Ortíz de Hinojosa

    y la construcción de un linaje, siglos XVI-XX

    Clara Inés Ramírez González

    Coordinación editorial

    Dolores Latapí Ortega

    Edición

    Martha Irene Díaz Cañas

    Diseño de cubierta edición IISUE

    Diana López Font

    Diseño de cubierta edición Bonilla Artigas editores

    Teresita Rodríguez Love

    Primera edición: 2013

    © D.R. 2013, Universidad Nacional Autónoma de México

    Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación,

    Centro Cultural Universitario, Ciudad Universitaria,

    Coyoacán, 04510, México, D. F.

    http://www.iisue.unam.mx

    Tel. 56 22 69 86

    Fax 56 64 01 23

    © Bonilla Artigas Editores

    Cerro de Tres Marías núm. 354, Col. Campestre Churubusco,

    04200, México, D.F.

    editorial@libreriabonilla.com.mx

    www.libreriabonilla.com.mx

    ISBN: 978-607-02-4825-2 (UNAM)

    ISBN: 978-607-7588-96-2 (Bonilla Artigas editores)

    ISBN edición digital: 978-607-8348-17-6

    Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier medio impreso, mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético u otro existente o por existir, sin el permiso previo del titular de los derechos correspondientes.

    Hecho en México

    A la memoria de mi madre,

    Ligia González

    A la memoria de Mónica Quijada

    A Claudia y Belén

    INDICE

    Prólogo

    I

    II

    III

    Agradecimientos

    Introducción

    Los ancestros del doctor Ortiz en la península

    La marca de la inquisición

    Sanlúcar: un remanso para los conversos, pero nunca el olvido

    Los hijos de El rey

    Sanlúcar, puerto hacia América

    Los ancestros de la madre del doctor Ortiz

    Emigrantes a Nueva España: los padres, los tíos y las tías del doctor Ortiz

    El viaje

    La ciudad de México

    Bajo el amparo del fraile dominico

    Guiomar de Hinojosa: el matrimonio y la encomienda

    Elvira: una viuda al convento

    La procreación, el destino para Juana

    ¿Un hermano incómodo?

    Nacidos en la ciudad de México: Hernando Ortiz y sus hermanos, hombres al servicio de la monarquía

    La trayectoria de Hernando Ortiz: universidad y alta jerarquía eclesiástica

    Domingo: el corregimiento y el matrimonio

    Pedro, un simple cura de pueblo

    Nacidas o crecidas en la ciudad de México: las hermanas del doctor Ortiz

    Violante y Hernando Zarfate, un mercader de vinos, surtidor de la flota hacia Filipinas

    Isabel y Jerónimo Cataño Bohórquez, un comerciante urbano con redes en Europa

    Agustina Riquel de Hinojosa y Antonio Bravo: el vínculo con un encomendero de segunda generación

    Inés y Alonso de Mansilla, acaudalado a quien no acompañó la fortuna

    Petronila y Antonio Troche, comerciante y hacendado

    El patrocinio del hermano universitario y los vínculos familiares

    Los sobrinos y las sobrinas: la consolidación del linaje

    Las solteras: Joana Bravo y Juana de Hinojosa

    Las monjas Ana María de San Jerónimo y María de la Concepción

    Los frailes Gaspar de Zarfate, Antonio de Hinojosa y Juan de Bohórquez

    Primos, cabezas de familia: Diego Cataño Bohórquez, Juan de Mansilla y Andrés Troche Arévalo, Domingo de Zarfate y Antón Bravo

    Los universitarios Diego Ortiz de Hinojosa y Pedro Zarfate de Hinojosa

    Francisco de Mansilla e Isabel Quiñones, hermanos con trayectorias dispares

    Juan de bohórquez y Diego cataño Bohórquez, artífices de un mayorazgo

    El mayorazgo: una obra pía, pero laica, fundada por un fraile obispo

    Los bienes terrenales del mayorazgo

    El mayorazgo para un sobrino noble, con una nueva historia

    Epílogo: los ecos de la familia Bohórquez en los siglos XVIII, XIX y XX

    Mayorazgo y universidad en el siglo XVIII

    Comerciante, minero y gobernador interino

    Mujeres, linajes y divorcio en el siglo XIX

    Rector de la universidad y secretario de Educación Pública

    Conclusiones

    Bibliografía

    Fuentes documentales utilizadas

    Anexos

    Criterios de transcripción

    Genealogía de Hernando Ortiz de Hinojosa, presentada ante el Tribunal de la Inquisición en Nueva España, 1592 1

    Índice onomástico y toponímico

    Sobre la autora

    Prólogo

    I

    Las universidades de la monarquía hispánica, en la época moderna, adquirieron un peso notable en la construcción del naciente aparato burocrático. Los reyes católicos demostraron una notable agudeza política —que hoy puede parecernos elemental— al demandar, primero, que los funcionarios de la monarquía validaran sus títulos universitarios; y, segundo, que los nuevos miembros del aparato burocrático hubieran pasado varios años estudiando en los Estudios Generales.¹ Con estas disposiciones queda claro que en las últimas décadas del siglo XV no era una realidad tácita que los miembros de las secretarías, de los consejos y de los tribunales del reino tuvieran una educación universitaria. En cambio, para el siglo XVI, es un hecho que la obligatoriedad de esta formación, plasmada en la real cédula de 1493, estableció una relación cuasiorgánica entre universidades y administración real.

    La llamada revolución educativa, estudiada por Lawrence Stone para Inglaterra, fue potenciada todavía más en España. Miles de estudiantes acudieron a las universidades tradicionales y, más todavía, aumentó el número de Estudios Generales. La universidad de Salamanca, la más poblada del reino, solía tener entre 5,000 y 7,000 estudiantes al año en el último cuarto del siglo XVI y, en total, el conjunto de universidades españolas podría alcanzar los 20,000 anuales.² Los jóvenes estudiantes, durante varias décadas del siglo XVI, podían confiar en que un grado de bachiller les abriría las puertas de un puesto en la administración real, civil o eclesiástica.

    Numerosos historiadores han dado cuenta de este proceso histórico. Los estudios renovadores son, sin duda, los libros de Mariano y José Luis Peset, La universidad española (siglos XVIII y XIX). Despotismo ilustrado y revolución liberal,³ y de Richard Kagan, Universidad y sociedad en la España moderna. Tras ellos se multiplicaron las historias de universidades particulares, si bien ha sido Mariano Peset quien más ha impulsado la articulación de una comunidad de historiadores de las universidades hispánicas, mediante los Congresos Internacionales de Historia de las Universidades Hispánicas, cuyo primer volumen vio la luz en 1987.⁴ Desde entonces y hasta la fecha se han celebrado 12 reuniones. En este periodo destacan —me atrevo a decir— tres equipos de trabajo, uno en Valencia, otro en Salamanca⁵ y uno más en México. Cada uno de estos grupos ha producido, en los últimos 25 años, más de 30 volúmenes científicos sobre historia de las universidades, además de un sinnúmero de tesis y de artículos; y, si añadimos al grupo de Madrid, más reciente, podemos encontrar cuatro colecciones editoriales consolidadas: La Real Universidad de México. Estudios y Textos,⁶ la más antigua, editada por la UNAM; así como Cinc Segles,⁷ de la Universidad de Valencia; la Miscelánea Alfonso IX,⁸ de la Universidad de Salamanca, y los Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija,⁹ de la Universidad Carlos III, de Madrid. Además de estos grupos de investigación y líneas editoriales —insisto— la mayoría de las universidades hispánicas peninsulares del periodo moderno cuenta con una bibliografía reciente y renovada.¹⁰ Del lado latinoamericano, con excepción de México, la comunidad de historiadores de las universidades de la época moderna o colonial necesita ser más numerosa todavía.

    El esfuerzo realizado, sin embargo, sólo revela el tamaño de nuestras necesidades de investigación actuales, de nuestros retos. Para el caso mexicano¹¹ tenemos alguna idea de la organización institucional de la universidad en el siglo XVI, alguna idea de la composición del profesorado en el siglo XVI y de etapas y áreas del XVII y XVIII, también cierto conocimiento de los estudiantes y graduados, en especial, de los siglos XVI y XVIII; contamos con algún estudio fragmentario de las finanzas; y, gracias a nuestros compañeros filósofos y filólogos, sabemos algo de la enseñanza de la filosofía, así como de la gramática y la retórica. Nuestro conocimiento de la enseñanza del derecho y de la medicina, a pesar del trabajo realizado por los historiadores de la medicina, es todavía reducido. Y, si reparamos en las relaciones de la universidad con las instituciones virreinales, tenemos algunos estudios que conectan la universidad con la iglesia secular, con las órdenes religiosas, con la audiencia y apenas tenemos información de los vínculos de la universidad con los colegios, con la inquisición, con el protomedicato o con el ayuntamiento de la ciudad.

    Los referentes conceptuales han aportado innegables conocimientos, pero el desarrollo de las investigaciones demanda una mayor precisión para aprehender las particularidades, los matices, las complejidades de las relaciones interinstitucionales. Hasta ahora, por ejemplo, el peso de la organización familiar en el éxito de las trayectorias en la universidad o en el desempeño profesional no se ha estudiado con profundidad. Parece lógico que una familia poderosa en los ámbitos políticos o económicos tenga descendientes exitosos en la universidad y en lo que hoy llamaríamos mercado de trabajo. Y, los estudios que han tratado de abordar los grupos sociales menos altos no han tenido los mejores resultados todavía. De hecho, estos estudios se inscriben en lo que podríamos llamar historia social de los universitarios. Al respecto, podemos señalar que buena parte de los trabajos se han hecho de manera cuantitativa, entre la estadística y la prosopografía, utilizando conceptos generales o demasiado locales que —repito— demandan nuevos esfuerzos intelectuales para captar con mayor precisión no sólo la composición social de los universitarios, sino también de la sociedad novohispana. Quizá sea recomendable revisar categorías provenientes de otras disciplinas o elaborar las propias. Pienso, por ejemplo, en los conceptos de clases medias o de cacique. El primero puede distorsionar la realidad social de la Nueva España y generar confusiones con las clases medias de las sociedades contemporáneas; o, el segundo que, al ser tan propio de las comunidades indígenas novohispanas, puede ocultar los procesos de concentración del patrimonio tan característicos de la Europa moderna.

    En cuanto a los estudios acerca de las relaciones interinstitucionales de la universidad, podemos decir que algunos trabajos todavía se sujetan demasiado a explicaciones ortodoxas, por ejemplo, los conflictos entre iglesia secular y regular; los procesos de secularización de las parroquias; el apoyo virreinal a ciertas órdenes religiosas… Se trata, sin duda, de procesos históricos que ayudan a comprender también procesos universitarios, y, los resultados, en lo general, son bastante buenos, pero falta mayor grado de problematización para comprender los aspectos que escapan a estas tendencias; aunque en el caso de la historiografía de la universidad de México, a diferencia de otros campos de estudio, se ha reparado mucho en una geografía bastante amplia, quizás haga falta reparar, aún más, en los procesos sociales que experimentaban otras regiones de la monarquía o, más allá. Tal vez sea necesario revisar la dimensión europea para entender tendencias generales y peculiaridades específicas. En este sentido es casi un error hablar de Historia de México para el periodo de los siglos XVI al XVIII. En esa época numerosos procesos políticos, económicos, sociales, culturales… están determinados por los intereses de una entidad política situada del otro lado del Atlántico, que es la monarquía castellana. La historia mexicana no puede explicar, por sí misma, por qué un virrey de la Nueva España pasa con el mismo cargo a Perú; o por qué un universitario de México puede conseguir cargos en catedrales de Guatemala, Panamá, Quito o Venezuela o, por qué, en el siglo XVIII un gobernante de Cuba pasa a dirigir la Luisiana y luego a presidir el virreinato de la Nueva España.

    Probablemente sea necesario cerrar esta breve digresión haciendo un balance positivo del trabajo realizado en los últimos 30 años sobre historia de las universidades hispánicas, en general y, en particular, de México. Los retos pueden vislumbrarse, también, de manera positiva, pues Universidad y familia en Nueva España. Hernando Ortiz y la construcción de redes de parentesco. Una historia del siglo XVI que perdura, de Clara Ramírez, es un excelente resultado de la tradición historiográfica en que se ha formado y a la que, por supuesto, ha alimentado, pero asimismo es una obra que da un paso adelante en esa tradición, encarando con gran solvencia los límites a los que está llegando el grupo mexicano de trabajo sobre historia de la universidad.

    II

    El lector tiene entre sus manos un excelente texto que se articula alrededor del doctor Hernando Ortiz de Hinojosa, un universitario del siglo XVI que llamó la atención de Clara Ramírez desde el comienzo de sus investigaciones sobre historia de la universidad. El primer trabajo donde atisbó la figura del doctor Ortiz se publicó en 1989 y, muy probablemente, había sido escrito en 1987.¹² Es decir, nos encontramos ante una investigación que se extiende a lo largo de 25 años. Este personaje realizó dos brillantes carreras en la universidad y en la iglesia secular.¹³ Tras años de esfuerzo consiguió la cátedra de prima de teología, una de las más altas de la universidad y también obtuvo el obispado de Guatemala. Sus antecedentes judíos dieron al traste con ambas carreras y apenas sobrevivió a la estrepitosa caída. El sólo drama de su vida hacía de este un personaje por demás atractivo para ser investigado.

    Cuando Clara Ramírez conoció las noticias de su destitución en la iglesia, de su jubilación silenciosa en la universidad y de su casi inmediata muerte, sabía que Ortiz, además de ser un caso singular, compartía, con sus compañeros universitarios, una serie de características que nos hablaban de un proceso más amplio, que tenía lugar en la universidad, en la iglesia secular y, sin duda, en la joven sociedad novohispana. En la universidad había compartido con sus compañeros estudiantes y primeros graduados el deseo de hacer carrera académica y, para ello, había tenido que derrotar, mediante concursos de oposición, a los frailes, regentes hasta entonces de las cátedras de artes y teología. El hecho tenía diferentes lecturas, todas importantes. Para empezar se trataba de uno de los primeros universitarios formados en el propio Estudio mexicano que derrotaba a otros académicos y cuya educación había sido recibida en instituciones diferentes. También se trataba de un criollo que vencía a peninsulares y, aún más, se trataba de un clérigo secular que había logrado salir airoso en contra de frailes agustinos y dominicos, es decir, la investigación de Clara Ramírez trascendía al individuo, pero también lo incluía.¹⁴ Durante esa primera investigación o poco después encontró las limpiezas de sangre del doctor Ortiz y su testamento.¹⁵ La dimensión familiar, sin duda, adquirió una notable importancia.

    Luego de varias publicaciones, entre las que destaca Grupos de poder clerical en las universidades hispánicas. Los regulares en Salamanca y México durante el siglo XVI,¹⁶ el mejor libro que podemos encontrar hasta el día de hoy sobre la Universidad de Salamanca en el siglo XVI. Gracias a un año sabático, Clara Ramírez ha logrado plasmar sus investigaciones sobre Hernando Ortiz en dos volúmenes, de los cuales el presente será el primero. En términos formales, el libro se estructura en seis capítulos más una introducción y un epílogo. Si atendemos a que es el doctor Hernando Ortiz de Hinojosa el eje sobre el que se construye la obra podemos decir que el capitulado tiene una organización nítida: un capítulo dedicado a los abuelos; otro, a los padres y tíos; un tercero, centrado en las hermanas; el cuarto, en los hermanos; y el quinto y sexto, relativos a los sobrinos y sobrinas. Mediante esta sencilla organización, plasmada en un texto bien escrito, de lectura amena y rigurosamente documentado, Clara Ramírez da cuenta de una compleja red de relaciones sociales, donde familia y universidad son las dos instituciones que forman parte fundamental del título, pero sobre todo, de la trama de la obra. La riqueza del texto radica en la aparente singularidad del caso: una familia a lo largo de diversas generaciones. El alto nivel de particularidad, sin embargo, nunca se desconecta de procesos generales ocurridos en la península o en la Nueva España: la persecución de judíos, la emigración alNuevo Mundo, la encomienda, las transformaciones universitarias, el papel de las mujeres, la fundación de los primeros conventos novohispanos, los intereses demográficos y reproductivos de la corona y de sus súbditos, las aspiraciones señoriales… Y en esa clave, considero, debe ser leído el libro. Por ello y en este mismo sentido, me gustaría presentar mi lectura personal de Universidad y familia en Nueva España. Hernando Ortiz y la construcción de redes de parentesco. Una historia del siglo XVI que perdura.

    III

    En su obra, Clara Ramírez nos ofrece un acercamiento a las formas de organización, a las prácticas y a las estrategias familiares de ciertos grupos sociales de la Nueva España. Puede argumentarse que se trata de unos pocos casos que no permiten la generalización. Sin embargo, si se cruza esta historia con la historiografía que ha abordado el tema de la familia, en especial la historiografía europea centrada en la época moderna, puede comprenderse la dimensión social de la familia estudiada, pero también la dimensión historiográfica del texto que, ahora, el lector tiene entre sus manos. Para empezar, podemos reparar en la composición. No estamos ante la familia nuclear actual, sino ante un modelo extendido, que incluye a los abuelos, a los tíos, a los cuñados, a los sobrinos, a los sobrinos políticos… y que necesariamente trasciende las generaciones. En este trabajo, Clara Ramírez nos ofrece, entonces, un interesantísimo acercamiento a esa familia extendida, cuyo modelo europeo pasó a la Nueva España.

    Este libro, sin embargo, no versa sobre una familia noble, sino sobre los estratos sociales medios en busca de ascenso. Así pues, veremos algunos comportamientos familiares parecidos a los de la nobleza y, otros, más propios del grupo social específico. El interés por el ascenso, evidente a lo largo del texto, nos obliga a prestar atención al origen social de los cónyuges, pues ello nos permitirá determinar si estamos ante procesos de endogamia o de hipergamia social. Es decir, los parientes del doctor Ortiz se casaban con personas de su mismo grupo social o con individuos de un estrato más alto. En los distintos capítulos de la obra advertiremos cómo las familiares —nótese el género femenino del artículo— del doctor Ortiz contraen matrimonio con hombres de mayor poder económico; son encomenderos, comerciantes o tienen puestos de gobierno. La encomienda y el comercio dieron lugar a dos de los grupos económicos más importantes en la Nueva España de la segunda mitad del siglo XVI. El poder económico de los encomenderos, en este periodo, todavía es importante, a pesar de los duros reveses sufridos desde la expedición de las Leyes Nuevas en 1542, sobre todo, si logran diversificar sus actividades económicas. Pero su prestigio social es quizás todavía más alto. A ellos, en buena medida, dedicó Dorantes de Carranza su Sumaria relación¹⁷ y algunos historiadores se han referido a este grupo social como una primera aristocracia novohispana. El comercio, por su parte, y como nos lo muestran los enlaces estudiados por Clara Ramírez, generó rápidamente un poderoso grupo social y económico.

    Los matrimonios de las tías, las hermanas y las sobrinas de Hernando Ortiz son, sin duda, ventajosos desde el punto de vista económico. Pero ¿significan un ascenso social? Podemos adelantar que los encomenderos, a pesar de sus anhelos señoriales, constituyen un grupo ligado a las actividades económicas, como la minería o la producción agrícola y ganadera. Y, los comerciantes, qué duda cabe, también están movidos por el interés económico. Son dos grupos sociales bien distintos de la nobleza y que en la escala social deberíamos caracterizarlos como burgueses.

    Por su parte, al revisar el origen social de las familiares del doctor Ortiz, debemos remitirnos a la posición de los cabezas de familia. Destacan dos personajes, el fraile Domingo de Santa María y el propio doctor Ortiz. Ambos son eclesiásticos, por lo cual y de manera general, podemos ubicarlos dentro del aparato burocrático de la monarquía. En este periodo, tanto la burocracia eclesiástica, como la real, se alimenta de individuos provenien-tes de los grupos medios de la sociedad, es decir, la familia del doctor Ortiz debe ubicarse dentro de esos mismos sectores medios. Sabemos, también, que los esfuerzos exitosos, realizados por estos funcionarios, sobre todo los que estaban ligados directamente a la burocracia civil, terminaban siendo premiados con títulos de nobleza. Pero tampoco es claro que esta nobleza surgida de los escritorios y despachos reales emparentara con facilidad con la nobleza tradicional, de espada, ni siquiera cuando ambos tipos concurrían a los mismos despachos de los consejos reales.¹⁸

    La universidad, también lo sabemos, formaba parte de ese engranaje. No sólo porque era el centro de formación de tales cuadros burocráticos, sino porque el doctorado de algunas universidades, como la de México, a partir de 1563,¹⁹ conllevaba los derechos y tratamiento de caballero, esto es, un primer peldaño en la escala nobiliaria. En efecto, los privilegios del caballero universitario novohispano están asentados en la cédula real de 1563, es decir, tienen un fundamento jurídico. Pero como acabamos de señalar, este primer ennoblecimiento no oculta el origen burgués de los graduados. Sin embargo, tampoco es posible obviar que el doctor Ortiz aportaba a sus hermanas y sobrinas una primera distinción social que permitía acercarlas a los encomenderos, cuyas consideraciones aristocratizantes provenían del prestigio originado en la conquista y de su poder económico, esto es, el escaso poder económico de la familia del universitario se compensa con el prestigio y el derecho que conlleva el doctorado. En tanto que el poder económico de encomenderos y comerciantes genera distinción y prestigio social.

    El libro de Clara Ramírez nos permite reflexionar acerca de la modernidad del Nuevo Mundo, donde la nobleza no es una realidad en primera instancia, sino una aspiración que, con el paso del tiempo, irá cobrando una entidad, reducida, aunque cercana a las formas europeas. Vistas así las cosas, podemos decir que el Nuevo Mundo fue moderno, formado por una clase social moderna, pero que debido al prestigio y consideración social trataba de alejarse de esa condición. Entonces, podríamos decir que se trata de un proceso regresivo en que la burguesía, verdadera élite novohispana, anhela convertirse en nobleza. Se trata de un proceso que no sólo es característico del Nuevo Mundo, sino también propio de la Europa moderna. Braudel, por ejemplo, para referirse a este fenómeno habló de la traición de la burguesía.²⁰

    Los matrimonios de las hermanas, tías y sobrinas de unos clérigos deseosos de promoción, con encomenderos y comerciantes pueden verse, entonces, como ejemplos de ascenso en lo económico, pero de endogamia en lo social. Es decir, no estamos ante matrimonios notoriamente desiguales. Los esposos provienen de grupos medios con poder económico y emparentan con mujeres cuyo origen también se encuentra en los sectores medios. La posición de las mujeres de esta historia no está determinada únicamente por el lugar que ocupan sus familiares masculinos dentro del aparato administrativo. Tan importante como este dato y en este periodo debe considerarse su misma condición de género y su adscripción al grupo conquistador, o sea, por su condición de mujeres españolas. En este sentido, Clara Ramírez nos hace ver que en la sociedad novohispana del siglo XVI, un elemento de prestigio y de negociación matrimonial es el escaso número de mujeres españolas, por lo que la sola pertenencia al grupo dominante aumenta el valor social de las mujeres. Se trata de una característica que debe tenerse en cuenta en sociedades coloniales.

    En términos amplios Clara Ramírez nos muestra una serie de enlaces matrimoniales dentro del mismo grupo social, pero también es cierto que las esferas económicas, administrativas y culturales son diferentes. Así, en el matrimonio, cada individuo aporta además relaciones específicas, cuya combinación potencia las oportunidades familiares. La familia aparece como el espacio donde confluyen poder económico, político, administrativo, eclesiástico y cultural. En este nivel de generalidad no estamos ante una peculiaridad específicamente novohispana, pues este rasgo está presente en otras sociedades de la época moderna. La especificidad se manifiesta en las instituciones y en las empresas: la encomienda, la primera formulación de las haciendas, el comercio ultramarino, el corregimiento, el gobierno civil y militar, la administración civil y eclesiástica… Todas estas instituciones concurren en la familia gracias a que sus miembros se despliegan en ellas y, más todavía, la manera en que la autora desteje el entramado familiar nos obliga a reflexionar acerca de algunas tesis historiográficas tradicionales, por ejemplo, qué podemos decir acerca de los conflictos entre regulares y seculares cuando vemos a un tío fraile prohijando a un sobrino clérigo secular. Más todavía, las páginas de Clara Ramírez nos permiten descubrir que la opción por la iglesia secular no es una elección vocacional sino una estrategia de colocación orientada por el cabeza de familia, en este caso un fraile dominico. O, en otro nivel de la dimensión social, Clara Ramírez nos descubre cómo en las primeras décadas del siglo XVII, los miembros de la misma familia podían ser obispo, capitán, corregidor, comerciante… en la misma región, prefigurando las conexiones entre servicio público y empresa privada que escandalizarían más de 100 años después al visitador José de Gálvez.

    Desde un punto de vista reproductivo y de género, este trabajo nos permite entender cómo la aparente igualdad de los grupos sociales, que formalizan alianzas matrimoniales, se matiza al entender el peso del poder económico en los criterios de género y reproductivos. Verdaderamente, el lector podrá sorprenderse y comprender una realidad muy distante de la nuestra. Los privilegios del doctorado o del obispado promocionan a la familia a costa de la descendencia propia, debido al celibato impuesto por la iglesia a sus ministros. Esto es, el éxito profesional y social de los clérigos sólo puede extenderse a los hermanos y hermanas o a los sobrinos y sobrinas. En efecto, la capacidad de los tíos clérigos para promocionar a sus parientes, según podemos leer en estas páginas de Clara Ramírez, alcanza, en el caso de los miembros masculinos para apoyarlos en su ingreso a la universidad y a la iglesia. Es decir, se puede apoyar a parientes masculinos que permanecerán a su vez célibes; y, en el caso de las hermanas y sobrinas, se las puede ayudar para ingresar al convento, con su consecuente celibato, o bien para establecer matrimonios ventajosos.

    Es de sumo interés descubrir en este libro el alto número de parientes de Hernando Ortiz que permanecerán célibes debido a la estrategia familiar que busca consolidar, de manera aparentemente paradójica, el linaje. En una sociedad con predominio del hombre sobre la mujer, como era la novohispana, no deja de ser llamativo que sean las mujeres las encargadas de establecer los lazos matrimoniales ventajosos desde el punto de vista económico. Ello se debe, probablemente, al escaso poder económico de los miembros masculinos de la familia.

    En realidad, el predominio masculino no desaparece, sino que se ubica en el otro lado de la alianza matrimonial. Evidentemente, los individuos masculinos que sí podrán reproducirse son los descendientes de encomenderos y comerciantes, aquellos con quienes se casarán las familiares del doctor Ortiz. Da la impresión, entonces, de que el poder económico garantiza la reproducción de la línea masculina. En este sentido y del lado familiar del doctor Ortiz podemos afirmar que nos encontramos ante casos de hipergamia femenina.

    De manera inmediata, esta línea de reflexión le permite a la autora hacer patente el tema del valor económico del celibato, tan característico de la Europa moderna y, según se ve, muy común en la Nueva España, al menos entre los grupos sociales estudiados, aunque en la colonia adquirirá también una dimensión política y demográfica. Efectivamente, en una fecha tan temprana como 1542, el ayuntamiento de la ciudad de México, en su instrucción de noviembre,²¹ solicitaba el establecimiento de un convento, porque se decía que muchas mujeres españolas no podrían casarse. No se trataba, sin duda, de una escasez de cónyuges, pues a la sazón habría más hombres españoles que mujeres españolas. Era, más bien, un intento por evitar la fragmentación de las fortunas, amenazadas por los matrimonios de las hijas y de los hijos segundones. En este libro, Clara Ramírez nos muestra los términos opuestos en que se encontraban tanto la corona como la sociedad en cuanto a la política reproductiva del sector español. En una sociedad con pocos españoles, era evidente que la monarquía deseaba que el celibato, por lo menos el femenino, estuviera reducido al mínimo: las mujeres debían casarse para aumentar la población española. En cambio, para la sociedad, deseosa de consolidar sus fortunas, el matrimonio de varios de sus miembros era un serio peligro de disgregación. El ingreso de los hombres y de las mujeres a la iglesia tenía, sin duda, muchos otros objetivos, pero también es necesario considerar —insisto— el apoyo económico que brindaba el celibato a la concentración de la riqueza familiar. Por lo menos, este interés es el que parece manifestarse en la solicitud del convento femenino por parte del ayuntamiento de la ciudad.

    Así pues, el matrimonio de las hermanas o de las sobrinas nos obliga a reflexionar sobre las pistas que ofrece el libro acerca de las relaciones entre linaje y apellido. Es evidente que nos encontramos, nuevamente, ante una realidad bien distinta de la nuestra, y todos los que estudiamos el periodo colonial lo sabemos. Me refiero al uso flexible de la nomenclatura, en especial, de los apellidos. Los individuos de la época moderna o del periodo colonial utilizaban los apellidos sin una rigurosa sistematicidad, más bien, como una estrategia de promoción o de supervivencia: las páginas que ahora nos ofrece Clara Ramírez ejemplifican las dos situaciones. La historia comienza con la persecución, no sólo de judíos y musulmanes, sino de los cristianos nuevos. Entonces, los apellidos Hernández y Sevilla, propios de los antepasados juzgados por la inquisición, dieron paso al Ortiz, en un probable esfuerzo de reinvención familiar, ahora, como presuntos cristianos viejos. En cambio, en el siglo XVII, el fundador del mayorazgo, Juan de Bohórquez, conoció a otros Bohórquez, ricos, por cierto, cuando ejerció como obispo de Mérida, en la actual Venezuela. La coincidencia le permitía beneficiarse del prestigio de aquella familia construyendo, a su vez, un parentesco inexistente. Por ello, tomó de aquella familia el otro apellido Ximeno y así estableció los apellidos que se vincularían al mayorazgo: Ximeno Bohórquez. En este segundo caso es clara la artificialidad

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