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Amor en Medio del Conflicto
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Amor en Medio del Conflicto

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Amor Enmedio del Conflicto es una historia que describe los sueños, el coraje, la valentía y la constancia de una familia que sobrevive entre el conflicto y la esperanza.
Con lujo de detalles rescata historias y anécdotas de personas que sufrieron la represión en Centro América durante la guerra de” Las Cien Horas” o “Guerra del Fútbol” sucedido en 1969 entre El Salvador y Honduras y, por circunstancias del destino, fueron obligados a involucrarse en el conflicto interno en El Salvador que abarcó la década de los 80s y 90s.
Amor en medio del Conflicto está combinado entre realidad y ficción para que el lector viva la emoción y el sentimiento que emana de la historia de cada personaje descrito en este libro.
Amor en medio del Conflicto más que una novela transporta al lector al lugar donde se dieron los hechos. Estamos seguros que por momentos dejará de leer para llorar y reír, pero además, para meditar y motivarse a sobreponerse ante los problemas de la vida tal como lo hicieron los personajes.
Amor en medio del Conflicto repara en momentos históricos que no deben quedar desapercibidos por aquellos que quieran enriquecer sus conocimientos sobre los conflictos de Centroamérica.
Es un libro ideal para jóvenes y adultos del presente y futuras generaciones.

LanguageEspañol
PublisherEber Huezo
Release dateDec 31, 2016
ISBN9780976566335
Amor en Medio del Conflicto
Author

Eber Huezo

Hola mi nombre es Eber Huezo, soy de El Salvador, radicado en la ciudad de Los Ángeles California, Estados Unidos. Soy graduado de periodismo de la Universidad de El Salvador. Ejerzo la profesión desde 1987, fecha en que esta en su apogeo el conflicto armado en El Salvador. Desde entonces no he parado de escribir reportajes, artículos de opinión y notas informativas sobre el acontecer nacional y mundial. Pero algo bien importante es que de niño también fui uno de los millares de expulsados de Honduras en 1969. De hecho esa expulsion tuvo lugar en momentos que los grupos de campesinos de Honduras y El Salvador exigían una reforma agraria lo que agravó los problemas de su vecino. De manera que, testigo de dos conflicto armados tuve a bien escribir sobre esos momentos históricos que me tocó vivir en mi país. comparto con ustedes dos libros que creo son interesantes sobre esos acontecimientos: Amor En Medio del Conflicto y Un Grito Desde el Silencio, espero que los puedan leer, recomendarlo y escribir un comentario.

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    Amor en Medio del Conflicto - Eber Huezo

    CONTENIDO

    La Expulsión

    La llegada a la frontera

    San Ignacio el Pueblo de los Recuerdos

    La Guerra que nunca debio suceder

    Prisioneros de Guerra

    San Carlos el primer contacto con los Cafetales

    La Salida de San Carlos

    De Regreso a Honduras

    Peregrinos en Guatemala

    Reprimidos en Guatemala

    La Tía Tala

    El Dilema de Juan

    Rumbo a la Capital

    En los Cerros

    Pasion en Medio del Conflicto

    Una Fiesta Inolvidable

    La Sabana un Campamento Infernal

    Una Fiesta Inusual

    Galera Quemada el Ultimo Refugio

    Cuando Llora un Guerrillero

    De Regreso al Campamento

    Acerca del Autor

    INTRODUCCION

    Esta historia comenzó en un remoto pueblo de Centroamérica allá por el año 1967. Era la época de los dictadores, gobernantes militares, protectores de la riqueza relegando a la gente en simples braceros que se sumergían entre la miseria y la pobreza obligados a servir a los grandes señores que como dioses se revolvían con su riqueza obligando a los relegados a huir del país para buscar nuevas oportunidades.

    Elvira Vázquez había sido afortunada al nacer en el seno de una familia que aunque no se ufanaban detener dinero, poseían terrenos allá en la cima de las montañas de Las Pilas al Norte del país; extensiones de terrenos cultivados de hortalizas, colinas de grama verde donde pasteaba el ganado. Pero todo eso quedó atrás cuando el destino le hizo una mala jugada. Ahora con cuatro hijos mayores y cuatro nietos, su alma no tenía sosiego hasta que emigró junto a sus dos hijos a Honduras, un país que aunque predominaba la pobreza, tenía la dicha de tener tierras in explorables para el que las quisiera trabajar.

    Beto, su hijo mayor había emigrado unos años atrás, se había casado y poseía algunos terrenos que felizmente cultivaba, se los había regalado su suegro Feliz como regalo de boda. De manera que Elvira ansiosa por ver a su hijo a quien no había visto desde hacía algunos años y su deseo de trabajar la tierra al igual que lo había hecho en su juventud se apresuraba en el viaje.

    Para entonces Juan, un niño de apenas siete años, era uno de los cuatro nietos de Elvira. Se destacaba por ser perspicaz, comprendía como facilidad las cosas hasta las más difíciles, con sencillez y lucidez; para su edad, se decía que era muy inteligente, pero sobre todo trabajador.

    Elvira junto a sus hijos se establecieron en la aldea de Chalmeca en el departamento de Copán.

    Mirtala la hija mayor de Elvira ya había estado en ese lugar, por cierto regresaba con nostalgia. Unos años atrás había vivido con una de sus tías a quien mal recordaba. Había perdido a su primogénito Pedrito a causa de una enfermedad, pero ahora regresaba con un nuevo esposo y tres de sus hijas.

    Para su infortunio dos años después cuando creían asegurado su futuro, el dictador hondureño Oswaldo López Arellano, ordena a todos los salvadoreños salir de su país. Organizando a un grupo de campesinos que le denominó la mancha brava, que se dedicó a violar y matar como forma de presión para que los extranjeros abandonaran sus propiedades.

    Elvira y su familia sale huyendo en medio del conflicto armado, pasando por muchas aventuras que pusieron en peligro sus vidas y que son narradas en detalle en esta novela.

    Tío Beto quien no quiso salir por amor a su esposa Isabe,l es capturado y refundido en un campo de concentración, es dejado en libertad y se refugia en Guatemala, pero invadido por la nostalgia por su esposa, lo obliga a regresar caminando por lugares inhóspitos, escalando montañas y nadando por ríos caudalosos por el invierno.

    Mientras tanto, Juan y su familia tratan de sobrevivir en su país, pero se llevan a cabo una serie de acontecimientos incomprensibles para la mente de los niños que se preguntaban por qué los maestros se iban a la huelga y amanecían las paredes manchadas con grafito.

    Con una mente abierta se hace una serie de preguntas que su madre y abuela no logran responder.

    Al crecer y convertirse en un joven apuesto y fuerte, emigra a la capital para trabajar, pero a los pocos meses es reclutado por grupos guerrilleros que ya operaban en la zona urbana y rural de país. Es allí donde se inicia el principio de una serie de aventuras por parte de nuestro personaje.

    Juan se convierte en un experto comandante guerrillero que lleva a sus compañeros ganar innumerables batallas a través de su ingeniosidad y brillantes ideas jamás contadas por periodistas o escritores independientes. Además, muestra la sensibilidad humana de su protagonista al enamorarse de una de sus compañeras, así como el dolor que le causa haberla perdido cuando ésta dio su vida por defender a sus compañeros cuando su campamento es atacado por los soldados.

    La Sabana se ubica en la zona central del país, es un campamento guerrillero, desde ahí se puede controlar gran parte de territorio por lo que es rodeada centenares de soldados que combatieron hasta acabar con el último rebelde, excepto Juan quien con su ingeniosidad logra sobrevivir.

    En otra aventura Juan es enviado junto a seis experimentados combatientes a la capital. Estando allá inesperadamente se le delega la misión de secuestrar a un funcionario de la OEA pero fracasa y sus compañeros son asesinados.

    Juan escapa de nuevo, esta vez con otro compañero y se esconde en Galera Quemada un centro para refugiados donde permanece tres días; sin embargo, temiendo poner en peligro a los refugiados huye hacia el Cerro de Guazapa, un bastión de la guerrilla, pero en el camino conoce a un sabio anciano llamado Chebo que lo invita a quedarse unos días en su casa. Su filosofía de la vida, su sabio consejo sobre el futuro le hace comprender mejor la razón de su lucha y la lealtad que debe guardias hacia sus compañeros así e ideales de justicia social.

    Al final de la guerra, Juan logra ver una vez más a sus camaradas, pero no volvió a ser el mismo; los once años de guerra y la pérdida de muchos de sus amigos lo volvieron melancólico comprendiendo que el viejo Chebo, habían acertado en muchas de las conclusiones que hoy se hacía.

    AMOR EN MEDIO DEL CONFLICTO está basado en hechos y narraciones verdaderas que el periodista Eber Huezo ha sabido combinar con ficción para que el lector pueda sentir la emoción que emana de la historia.

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    LA EXPULSION

    Aquella mañana se había levantado una hora antes que despuntara el sol, se suponía que como niño fuera su primer día de clases en la escuela local, pero en su lugar, el pequeño Juan se preparaba para acompañar a su tío Miguel a su primer día de trabajo. Estaba dispuesto a demostrar que era todo un hombre así que su abuela se esmeraba atizando el fuego en la hornilla de arcilla para calentar el comal de barro y hacer rápidamente unas pupusas de frijol para su almuerzo.

    En las calles empedradas y oscuras del pueblo comenzaban a escucharse el tropel de los caballos cuyos jinetes no eran más que lugareños que acostumbrados al trabajo duro del campo, se dirigían a sus sembradíos que estaban no muy lejos de la aldea. Eran días de verano, y amanecía muy temprano de manera que apresuraban con sus espuelas sus bestias para hacer la tarea del día y regresar cuando el sol estuviera en su cenit.

    Miguel montado en una mula grito desde afuera de la casa: ¡Juan es hora de irnos!

    El niño con su morral sobre el hombro salió apresurado mientras su abuela con ojos de lástima veía como su pequeño nieto se subían en las ancas de la mula, para luego salir a galope escondiéndose entre las tinieblas que pronto cederían a la fuerza del astro rey.

    Los días y los meses iban pasando, los terrenos estaban sembrados y solo había que esperar a que el maíz creciera hasta que la misma diera mazorcas frondosas para venderlo, tener dinero y seguir trabajando la tierra hasta ahorrar algún dinero para expandir los cultivos. Pero Juan fue obligado por su abuela a estudiar en la escuela de la aldea, quería que aprendiera a leer y escribir y que no se quedara como ella sin saber que la o es redonda porque sus padres lejos de mandarla a la escuela a ella y sus hermanas las habían obligado a trabajar de sol a sol.

    Si te esmerás a aprender el abecedario y aprendés a leer y escribir este año, te voy a comprar de la próxima cosecha un caballito que la yegua de don Porfirio va parir pronto, le dijo Elvira a Juan.

    El niño ilusionado se esforzaba en la escuela, trataba de hacer sus tareas, aunque por ser tartamudo le costaba pronunciar algunas palabras.

    Tener un caballo era su ilusión por eso la promesa de su abuela le hizo esforzarse tanto que, con apenas ocho años de edad, aprovechando las vacaciones de la escuela, trabajaba sin descanso junto a sus tíos en el cultivo de maíz y frijoles, además de ayudar a su abuela a alimentar a los cerdos y las gallinas en el corral.

    -Tenés que dormirte temprano, mañana tus tíos quieren que les ayudés a limpiar la milpa- advertía su abuela, mientras que Juan jugaba a las chibolas con su hermano menor.

    Cada mañana se levantaban muy temprano. Elvira hacía un fogón con los trozos de leña que sus nietos recogían fuera del pueblo, hacía un poco de café que se lo tomaba rápidamente para aliviar el frío de la mañana, y luego calentaba el comal para hacer las tortillas que después de cocerse, envolvía rápidamente sobre la manta, ponía frijoles en una cacerola de aluminio, un pedazo de dulce de molienda para el postre y el almuerzo estaba listo para que Juan comiera a la hora del almuerzo a las 10 de la mañana.

    Aquel día era como cualquiera excepto que temprano un Jeep entró a la aldea por la calle principal y se dirigió hacia el otro extremo cerca de la quebrada, un pequeño río que bajaba de la montaña donde las mujeres lavaban la ropa y los niños se divertían chapoteando con el agua. El Jeep se detuvo y del mismo se bajó un hombre de mediana edad, se dirigió a la casa de Elvira quien se encontraba barriendo el patio, preguntó por ella y al responder, el hombre le entregó un papel doblado en cuatro partes al tiempo que le decía que se trataba de un citatorio para que se presentara ella sus hijos a la Comandancia del pueblo de La Entrada no muy lejos de Chalmeca.

    Después que el hombre se fue, Elvira siguió barriendo, pero preocupada corrió hacia la casa de Porfirio a que le leyera el papel y cuando éste lo leyó la miró a los ojos y luego le dijo: Quieren que usted y su familia salgan del país.

    Cuando Miguel, Beto y Mirtala llegaron de trabajar, Elvira les dio la mala noticia, se preguntaron una y otra vez cual era el motivo, pero ninguna respuesta llegaba a sus mentes excepto que en la radio se decía de un juego de fútbol en que se enfrentó las selecciones nacionales de El Salvador y Honduras, con motivo de las eliminatorias para la Copa Mundial de Fútbol de 1970.

    Había escuchado, además, que el gobierno hondureño estaba realizando un censo para saber exactamente el número de salvadoreños que había en el país.

    El día siguiente Miguel no había llegado a recoger a Juan, en su lugar había encomendado a Moncho un lugareño que se había ganado la confianza de Elvira qué tenía un sembradío cerca del suyo a quien, ante la insistencia de Juan de ir a trabajar, se hizo cargo de cuidarlo; montó a una vieja mula que le había prestado el tío Jorge y acompañó a su amigo quien ya está montado en su caballo. Cuando llegaron a la milpa, Juan pidió a Moncho que le midiera unas 12 brazadas cuadradas del terreno al que se había propuesto deshierbar, tomó su azadón y con mucho cuidado comenzó a quitar la maleza de alrededor de las matas de maíz.

    El sol brillaba más que nunca aquel día y los rayos pegaban de frente en su cabeza haciéndole sudar, pero lejos de resistirse agotado seguía removiendo la pequeña hierba hasta que el sol se escondió. Moncho tuvo que detenerlo pues ya oscurecía; con lastima, tomó su azadón, cavó un hoyo y enterró su herramienta para esconderlo y trabajar el día siguiente, pero ese día nunca llegó. Su suerte y la de su familia estaba echada por el general Oswaldo López Arellano entonces Presidente de Honduras, que reunido ese mismo día sus ministros, había determinado expulsar a los salvadoreños y despojarlos de sus tierras.

    -Es necesario que saquemos a los guanacos del país para echar andar la reforma agraria, dijo el dictador quien antes les había explicado que organizaciones de campesinos le exigían una reforma a las leyes agrarias para tener acceso a las tierras.

    -¿Cómo le haremos?, le preguntó su ministro de agricultura.

    Aquel viejo militar que había tomado el poder mediante un golpe militar, 10 días antes de que las elecciones presidenciales que se realizarán en 1965, consideraba utilizar a los mismos campesinos para liberarse de los extranjeros. Formó grupos de campesinos que más tarde fueran reconocidos como La Mancha Brava que llegaban sin aviso a las chozas de humildes campesinos y los obligaban a salir. Abusaban de las mujeres y mataban a los que resistían.

    El pequeño Juan se llenó de miedo cuando escuchaba esos comentarios de los adultos, y no solo él sino toda la gente incluyendo a los mismos hondureños que habían emparentado con salvadoreños como la esposa de Beto cuyo padre también era salvadoreño.

    Una semana después que el hombre del Jeep había llegado con el primer citatorio, otro hombre llegaba con otro telegrama, pero esta vez para informarles que debían salir de inmediato de Honduras o de lo contrario se atuvieran a las consecuencias.

    Juan en su inocencia no entendió aquella advertencia, pero el miedo reflejado en los ojos de su abuela y de sus tíos, así como el ambiente de odio y de zozobra que se respiraba en el ambiente, lo hizo temer; niños de su misma edad no escapaban del odio que se había apoderado entre los hondureños hacia los salvadoreños gracias a las campañas nacionalistas del gobierno que hizo que en aquella comarca los campesinos salvadoreños sufrieran agresiones por parte de sus vecinos.

    Les llamaban sin razón guanacos y hasta los golpeaban cuando trataban de jugar con ellos tan solo porque eran extranjeros.

    Elvira junto a sus hijos y nietos entre ellos Juan, se apresuraron a salir de la aldea y con ello, quedaron truncados sus sueños. Juan no tendría el soñado caballo que le había prometido su abuela cuando ilusionados había llegado a la aldea de Chalmeca por primera vez.

    La guerra estaba casi por iniciar, la expulsión era un hecho inevitable, una realidad que había que afrontar. La abuela Elvira, sus hijos exceptuando Cholina la madre

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