Una ronda de visitas
By Henry James
()
About this ebook
Henry James
Henry James (1843–1916) was an American writer, highly regarded as one of the key proponents of literary realism, as well as for his contributions to literary criticism. His writing centres on the clash and overlap between Europe and America, and The Portrait of a Lady is regarded as his most notable work.
Related to Una ronda de visitas
Related ebooks
En busca del tiempo perdido - 4 Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLas historias naturales Rating: 4 out of 5 stars4/5La Fanfarlo y otras narraciones Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLuz Fluyente Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEdgar Allan Poe: Novelas Completas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos mejores cuentos de Edgar Allan Poe Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsColección de Edgar Allan Poe Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl parásito Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDavid Copperfield Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos amigos de los amigos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl metodo del doctor Tarr y del profesor Fether Rating: 5 out of 5 stars5/5La condesa de Cagliostro Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos tesoros de Poynton Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos mejores cuentos de Edgar Allan Poe (con índice activo) Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsMaestros de la Prosa - Edgar Allan Poe Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLas aventuras de Sherlock Holmes Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsSodoma y Gomorra: En busca del tiempo perdido IV Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsUna ronda de visitas Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl banco de la desolación Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa edad madura Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLo prohibido Rating: 4 out of 5 stars4/5La patrona Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsColección Marcel Proust Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl Grimorio Rating: 3 out of 5 stars3/5El buey suelto Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLos papeles de Aspern Rating: 5 out of 5 stars5/5El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsAmnesia Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLas cinco estaciones de Vivaldi Rating: 0 out of 5 stars0 ratings
General Fiction For You
El libro de los espiritus Rating: 4 out of 5 stars4/5Orgullo y Prejuicio Rating: 5 out of 5 stars5/5Meditaciones Rating: 4 out of 5 stars4/5Crítica de la razón pura Rating: 5 out of 5 stars5/5Leviatán - Espanol Rating: 5 out of 5 stars5/5Sexópolis: Historias de mujeres y sexo Rating: 4 out of 5 stars4/5La parábola de los talentos Rating: 5 out of 5 stars5/5La Ilíada y La Odisea Rating: 5 out of 5 stars5/5La riqueza de las naciones Rating: 5 out of 5 stars5/5JJ Benítez: desde el corazón Rating: 5 out of 5 stars5/5Cartas a Clara Rating: 4 out of 5 stars4/5Esposa por contrato Rating: 3 out of 5 stars3/5El Principito Rating: 5 out of 5 stars5/5La Divina Comedia Rating: 5 out of 5 stars5/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Rating: 4 out of 5 stars4/5Poemas de amor Rating: 5 out of 5 stars5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Rating: 5 out of 5 stars5/5Las 95 tesis Rating: 5 out of 5 stars5/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Rating: 5 out of 5 stars5/5El amante de Lady Chatterley Rating: 5 out of 5 stars5/5Cartas Filosoficas de Séneca Rating: 5 out of 5 stars5/5La llamada de Cthulhu Rating: 4 out of 5 stars4/5El concepto de la angustia Rating: 5 out of 5 stars5/5La casa encantada y otros cuentos Rating: 4 out of 5 stars4/5Crimen y castigo Rating: 4 out of 5 stars4/5Las siete muertes de Evelyn Hardcastle Rating: 5 out of 5 stars5/5Mañana y tarde Rating: 5 out of 5 stars5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Rating: 4 out of 5 stars4/5El Principito - (Anotado) / (Ilustrado): Incluye ilustraciones / Dibujos Rating: 5 out of 5 stars5/5100 cartas suicidas Rating: 4 out of 5 stars4/5
Reviews for Una ronda de visitas
0 ratings0 reviews
Book preview
Una ronda de visitas - Henry James
UNA RONDA DE VISITAS
1
Había salido Mark Monteith sólo una vez desde su llegada; eso fue un día después: había desembarcado la noche del día ante-rior; entonces todo se le había venido encima, como habría dicho él mismo, todo había cambiado. Había llegado el martes; había pasado la mayor parte del miércoles en el centro de la urbe, informándose sobre el ate-nazante objeto de su ansiedad, esa ansiedad que en una súbita decisión lo había llevado a cruzar el océano hostil en pleno invierno; y fue mediante unos datos de los cuales tuvo noticia la noche del miércoles como midió el grado de su pérdida, midió, ante todo, el grado de su dolor. Eran éstas dos cosas diferen-ciadas, le parecía, pues, aunque ambas eran malas, una era mucho peor que la otra. No fue sino hasta que se hubieron consumido del todo los tres días siguientes, a decir verdad, cuando supo a punto fijo cuán malherido había quedado. El jueves por la mañana se había despertado, en la medida en que cabía decir que había dormido, con la sensación, al propio tiempo, de una cegadora nevasca neo-yorquina y de una profunda aflicción interior.
La furiosa tormenta blanca le habría impedido salir aun en el mejor de los casos, pero su estado de congoja era por sí solo razón más que suficiente.
Hasta tal punto se sentía angustiado, hasta tal punto se le entrecortaba la respiración, ante lo que le había acontecido, ante la afren-ta, la amargura y, por encima de todo, la siniestra extrañeza, que, a medida que iba perfilándose y cobrando relieve el motivo de su consternación, erigiéndose allí frente a él como algo con lo que a partir de ahora tendría que vivir para siempre, le parecía estar a cargo de algo raro y alarmante, alguna violenta, asustada, infeliz criatura en cuya compañía pudiera hallar, a buen seguro, escaso regocijo, pero cuyo comportamiento quizá no lo pondría en evidencia, ni lo comprometería en manera alguna, con tal que permaneciese vigilándola. Ni siquiera una farfullante cría de simio de una de las más salvajes especies, o una joven pantera inquietante, metidas de tapadillo en el ridículo gran hotel y cuya presencia fuese imperativo mantener oculta, habrían podido antojársele más necesitadas de secreta atención. El ridículo gran hotel ––el Pocahontas, con sus pretensiones de estar realizado en un estilo «Du Barry»–– constituía a todo su alrededor, delante, detrás, de-bajo, encima, en bloques e hileras y superpo-siciones, una suficiente magnitud defensiva; de modo que, entre el macizo laberinto y el clima neoyorquino, la permanencia en un faro durante una tempestad difícilmente le habría procurado un mayor aislamiento. Incluso cuando en el decurso de aquel horrible jueves se le ocurrió, a guisa de extraño consuelo, que los odiosos hechos confirmados no habrían de ser su única desdicha y que, habida cuenta de su irritada garganta y su probable fiebre, un coletazo de la epidemia, que eternamente estaba dándole coletazos, también era digno de atención... incluso entonces no supo resignarse a cama y caldo y oscuridad, sino que se entregó a dar aún más vueltas dentro de su elevada jaula y a contemplar aún más intensamente desde la décima plan-ta la furia de los elementos.
Por la tarde solicitó que lo visitara un médico ––el enorme establecimiento, que lo proporcionaba todo en grandes cantidades, tenía uno para cada grupo de las numerosísimas habitaciones–– con objeto de que le confirmara que estaba demasiado grippé para cualquier cosa. Lo que su visitante, restando importancia a su afección, le dijo obstinada-mente