¿Quién fue mi abuela Emilia?
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¿Quién fue mi abuela Emilia? - Gustavo Ortiz Millán
PAZ
I
CUANDO era niño me gustaba mucho ir con mi hermana y mi hermano a dormir en casa de mi abuela y mi tía los fines de semana. Les decíamos a mis papás: ¿Podemos quedarnos a dormir aquí? ¡Ándenle! Dennos permiso
. Mis papás de seguro se veían uno al otro dudando y pensando en que tendrían que volver por nosotros al día siguiente, hecho que con seguridad les daba una gran pereza, porque no vivíamos cerca; pero al final, seguro que después de mucho rogar, nos salíamos con la nuestra. Cuando nos quedábamos a pasar la noche, armábamos las camas y nos poníamos a platicar con mi abuela y con mi tía hasta que al final nos quedábamos dormidos. Al día siguiente nos daban de desayunar, jugábamos y luego esperábamos a que mis papás llegaran por nosotros.
A mí me tocaba dormir en el cuarto de mi abuela, lugar donde ella me empezó a hablar de su vida y de su familia. Ahí me contaba historias sobre sus padres y sus hermanos, sobre el tiempo en que le había tocado vivir. Me hablaba de un montón de personas, de sus antepasados… mis antepasados: gente que nunca conocí, pero sin la cual yo nunca hubiera venido al mundo —probablemente hubiera venido alguien más, pero no yo, aunque de eso nunca me hubiera enterado, porque yo no existiría—. No solo mucha de esa gente fue necesaria para que yo estuviera aquí, sino que de algún modo influyó para que yo fuera quien soy. Una de esas personas fue mi abuela.
Hay muchas cosas de nosotros que no se explicarían sin hacer referencia a nuestras propias familias. En muchas ocasiones, para decir quiénes somos o por qué somos como somos, tenemos que referirnos a nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos: Yo soy así porque mi madre es así
, Ser ordenado se lo saqué a mi padre
, A mí me gusta la filatelia porque a mi abuelo le gustaba y me inculcó el gusto
son un tipo de explicación frecuente. La identidad personal, eso que hace que yo sea quien soy, es en buena medida un reflejo del grupo familiar. Sin lugar a dudas, también está conformada por muchas otras cosas (como nuestras memorias a través del tiempo, nuestro carácter, nuestro cuerpo, etc.), pero la familia ocupa un lugar importante para explicar por qué somos como somos. Por eso, para conocernos y entendernos mejor, tenemos que indagar un poco en nuestros orígenes y en cómo hemos llegado a ser lo que somos: tenemos que indagar en nuestra historia. Este mismo conocimiento también puede ayudarnos para saber qué es lo que podemos llegar a ser.
Oigo a mucha gente decir que no le gusta la historia, que la encuentra aburrida. Algunos alegan que no son buenos para aprender fechas, datos, nombres de héroes, batallas y grandes acontecimientos. Pero esa es solo una parte: no solo los héroes hacen la historia, sino también la gente común: la vamos haciendo todos juntos día tras día. La hicieron mis papás cuando construyeron su casa y tuvieron a sus hijos, mi hermano cuando compró su primera computadora, mi hermana cuando se mudó de ciudad; la hago yo cuando escribo este pequeño libro o tú cuando lo lees. Estos sucesos van formando parte del pasado y tienen su historia. Algunos parecen tan insignificantes que pensamos que la palabra historia les queda muy grande; no obstante, cada cosa tiene su historia y cada persona también.
Cuando revisamos el pasado de los objetos que nos rodean cotidianamente, se vuelven más interesantes; cuando nos preguntamos sobre la historia de los cepillos de dientes o del sistema de tuberías que trae el agua a nuestras casas, apreciamos más esas cosas. La gente también nos parece más interesante cuando conocemos su historia: algún desconocido que pasa junto a nosotros por la calle de pronto se vuelve interesante si nos enteramos de lo que hace y de lo que ha vivido. Cuando fui enterándome de la vida de mi abuela, me pareció más interesante y empecé a apreciarla más, aunque creo que no ha sido sino años después que la he valorado como debía.
Las ciudades, sus colonias, sus calles y sus casas también tienen su historia: van cambiando con el paso del tiempo y eso las hace más atractivas. Hay cosas que aparecen y otras que desaparecen. La casa que estaba ahí hace unos meses ha desaparecido y ahora hay un edificio en su lugar. La calle también es diferente: antes pasaba un tren y ahora ya no pasa. Así, al enterarme de la vida mi abuela, también me fui enterando poco a poco de la historia de partes de la ciudad y de ciertos momentos en la historia de mi país. Creo que estas cosas se entrelazan y buena parte de la vida de una persona no se puede explicar sin hacer referencia al lugar y al tiempo en que ha vivido.
Sin embargo, así como construimos la historia todos los días, así también vamos olvidándola. Acaban de construir ese edificio, pero ¿qué había antes ahí?
, me pregunto con frecuencia. Y así como se nos olvida lo que había en un terreno o cómo era una calle, así también se nos olvida nuestra propia historia familiar. ¿Quién era mi bisabuelo?, ¿a qué se dedicaba?, ¿dónde vivía?
o ¿De dónde viene mi familia?
son preguntas que solemos hacernos. Pero muchas, muchas veces nuestras preguntas se encuentran con la barrera del olvido; la gente que tenía las respuestas ahora se ha ido y no hay modo de saber sobre quienes nos antecedieron.
Y así como nosotros nos vamos olvidando de quienes nos precedieron, es muy probable que nuestros descendientes se olviden de nosotros o se hagan las mismas preguntas que ahora nosotros nos hacemos. No van a saber quiénes éramos, qué cosas nos preocupaban, cuáles eran nuestros sueños, en qué ocupábamos los días de nuestras vidas. Es un poco triste este pensamiento, pero por eso creo que es bueno salvar del olvido aquella parte del propio pasado