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1989: la burocracia stalinista entregó los Estados Obreros a Wall Street y al capitalismo mundial
1989: la burocracia stalinista entregó los Estados Obreros a Wall Street y al capitalismo mundial
1989: la burocracia stalinista entregó los Estados Obreros a Wall Street y al capitalismo mundial
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1989: la burocracia stalinista entregó los Estados Obreros a Wall Street y al capitalismo mundial

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La obra que le presentamos al lector está dedicada a introducirnos en cuestiones claves del marxismo que la lucha de clases, a fines del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI, le ha planteado al movimiento socialista revolucionario internacional.

En primera instancia, nos referiremos en este trabajo a la liquidación, entrega y destrucción de los estados obreros por parte de la burocracia stalinista. Estamos hablando de la restauración del capitalismo en la ex-Unión Soviética, en Europa del Este, y en China y el sudeste asiático.

Estos acontecimientos ocurridos en 1989 marcaron la derrota de la primera experiencia de la clase obrera en el poder, que llegara a expropiar a la burguesía en un tercio del planeta, con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, dirigida por la III Internacional y el bolchevismo.

LanguageEspañol
Release dateOct 31, 2017
ISBN9789879814291
1989: la burocracia stalinista entregó los Estados Obreros a Wall Street y al capitalismo mundial

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    1989 - Carlos Munzer

    Dedicatoria

    Dedicamos este trabajo a nuestros mártires Abu Mwawyah Al-Massry, Abu Mussa Al-Jazaery, Abu Al-Qayss, Hesham Abu Salamah, Sanad Abu Jatab y Abu Nur que murieron combatiendo en Siria junto a la Brigada León Sedov (que lleva este nombre en honor al hijo de León Trotsky, asesinado por el stalinismo en los ‘30) contra el genocida Bashar Al Assad, el perro de Obama en Medio Oriente. Hacemos una mención especial a Mohamed Bouazizi, el joven que se inmoló en Túnez por no tener siquiera el derecho a trabajar como esclavo y a sostener su vida con su propio trabajo. Su fuego fue la chispa que encendió la llama de la revolución en Norte de África y Medio Oriente. En su memoria, homenajeamos también a aquellos que murieron luchando con nuestros cuadros internacionalistas, que combatieron valientemente junto a las masas insurgentes en Misarrata, Bengasi, Brega, etc. Ellos no sólo peleaban contra el lacayo de la ENI y la British Petroleum, el perro Khadafy, sino que también enfrentaron a la OTAN que disparaba por la espalda a las heroicas milicias en Libia. Esa cadena de revoluciones abierta en el 2011 tiene y tendrá un protagonista decisivo: las heroicas masas palestinas que tienen su territorio ocupado y son esclavizadas y superexplotadas por el imperialismo y su enclave colonial, el estado fascista contrarrevolucionario de Israel.

    Hacemos una mención especial a los heroicos obreros de la Foxconn en China, que enfrentan en grandes combates de clase a la burguesía esclavista de los nuevos mandarines del PC chino, como ayer lo hicieron los obreros de Tonghua y Lingzou, que se sublevaron y ajusticiaron a los empresarios rojos lacayos de las transnacionales. Ellos vengarán a los mártires masacrados por el stalinismo en la plaza Tienanmen en el ‘89.

    En esta dedicatoria no podemos soslayar nuestra admiración por el coraje, el salto en la consciencia y el combate que dieron los obreros de Lonmin en la ensangrentada África del Sur, donde más de 34 luchadores fueron asesinados por la policía y el stalinismo (la burocracia que dirige los sindicatos en ese país) cuando levantaban el grito de guerra de: nos dan R12.500 o matamos a los gerentes. Ellos habían llevado a la vida el grito desesperado de las mujeres de los mineros despedidos de Asturias en el Estado Español que, mientras eran reprimidas por la guardia civil asesina de los Borbones, gritaban: si nuestros hijos padecen hambre, los vuestros verterán sangre…. Excelente. Así responden los batallones más avanzados de la clase obrera a la despiadada guerra de clases que les lanzaron las transnacionales y el imperialismo a los explotados de todo el mundo.

    Desde el continente americano, dedicamos este libro a la juventud y la clase obrera chilenas, que cada vez que entran en combates decisivos proclaman: los pacos de rojo son los peligrosos. Ellos aún no saben que cuando gritan ésto hacen suya la esencia del programa de la IV Internacional: sin derrotar a las direcciones traidoras no estarán dadas las condiciones para la victoria.

    Esta nueva generación del proletariado y la juventud que entra al combate hoy con su programa y sus consignas de lucha que son verdaderos jalones de socialismo, deben saber que son la continuidad de los obreros que en Checoslovaquia, Hungría, Polonia y en la URSS, con la heroica Oposición de Izquierda aún desde los campos de concentración, combatían al stalinismo entregador de la Revolución de Octubre y la III Internacional.

    La tarea de la revolución política aún no ha terminado. Hoy se trata de extirpar de todas las organizaciones obreras del mundo a la aristocracia y burocracia obreras, y al stalinismo como parte de ella, y a los renegados del marxismo que le han dado una sobrevida. La IV Internacional vive en los combates decisivos de la clase obrera internacional. Allí están las fuerzas y las manos firmes que la llevarán a la victoria.

    El día que refundemos la IV Internacional se habrá puesto en pie la única dirección capaz de guiar al proletariado a la toma del poder, como lo hicieron el Partido Bolchevique y la izquierda de Zimmerwald y Kienthal con los Soviets de los obreros, los campesinos pobres y los soldados rojos en 1917 en Rusia, que se hicieron del poder en la primera revolución socialista triunfante. Entonces habrá comenzado a superarse la crisis de dirección revolucionaria del proletariado y el triunfo de la revolución socialista en los países imperialistas y en el mundo semicolonial estará a la orden del día.

    Nota aclaratoria

    Las elaboraciones que presenta el autor en este libro, son el producto de un enorme esfuerzo colectivo de centenares de revolucionarios internacionalistas sin los cuales hubiera sido imposible dar a luz esta obra en el año 2000. Sin una elaboración colectiva hoy no podríamos reeditarla completando teórica y programáticamente las elaboraciones que realizáramos años atrás sobre los difíciles y complejos acontecimientos que se desarrollaron a partir del año 1989 con la caída de los ex-estados obreros a manos del capitalismo mundial.

    Lo que aquí presenta el autor es la sistematización, el desarrollo del nexo interno y la visión histórica de las elaboraciones más avanzadas de una corriente internacional, que desde sus orígenes sostiene una dura lucha política por el marxismo y que nos ha dado la posibilidad de escribir y editar este libro. Pero queremos hacer una aclaración: los verdaderos compiladores y creadores de esta obra son quienes la conquistaron como programa en la lucha de clases internacional y en el combate apasionado por refundar la IV Internacional, hoy agrupados en la Fracción Leninista Trotskista Internacional.

    Una mención especial...

    ...merecen los compañeros Paloma y Juan, que dedicaron días enteros y un enorme esfuerzo para terminar esta obra.

    También los diagramadores Néstor, Daniel y Avril, que junto a los correctores trabajaron en esta publicación con gran sacrificio.

    Sin esa enorme colaboración esto no hubiera sido posible.

    A Norma, mi compañera de toda la vida.

    Carlos Munzer

    En 1989 el revisionismo y los voceros de la burguesía proclamaban la muerte del marxismo

    Hoy lloran y sostienen juntos la bancarrota del imperialismo

    Prólogo

    La obra que le presentamos al lector está dedicada a introducirnos en cuestiones claves del marxismo que la lucha de clases, a fines del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI, le ha planteado al movimiento socialista revolucionario internacional.

    En primera instancia, nos referiremos en este trabajo a la liquidación, entrega y destrucción de los estados obreros por parte de la burocracia stalinista. Estamos hablando de la restauración del capitalismo en la ex-Unión Soviética, en Europa del Este, y en China y el sudeste asiático. Estos acontecimientos ocurridos en 1989 marcaron la derrota de la primera experiencia de la clase obrera en el poder, que llegara a expropiar a la burguesía en un tercio del planeta, con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, dirigida por la III Internacional y el bolchevismo. Por ello, reeditamos en la primera parte de este trabajo, las Tesis de 1989 en sus capítulos fundamentales, que dan una respuesta desde el punto de vista del marxismo a estos acontecimientos históricos, que son uno de los elementos que, junto al crac del capitalismo mundial hoy en bancarrota y los grandes combates de clase, configuran la situación mundial actual. La primera edición salió en el año 2000 y se denominaba: "Los acontecimientos de 1989. La actualización del programa de los revolucionarios y los combates de la clase obrera mundial a fines del siglo XX".

    El programa de la IV Internacional de 1938 había definido esta posibilidad histórica luego de que la burocracia stalinista, asentada en las derrotas de la revolución europea, derrotara al proletariado soviético y degenerara a la URSS, el primer estado obrero victorioso conquistado por el proletariado. Pero lo que es más grave aún es que la burocracia stalinista terminó estrangulando la conquista más importante del proletariado mundial en el siglo XX, la III Internacional. Solo así pudo el stalinismo imponerse contra el bolchevismo, traicionando y derrotando una cadena de revoluciones, como fuera la de China en el ‘27, Inglaterra, Francia, Alemania y España del ‘36.

    Este programa definía que "el pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del estado obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve a hundir al país en el capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo".

    De la lacra stalinista surgió así una nueva clase poseedora, agente ya no indirecto sino directo de la burguesía mundial al interior de los países donde fuera restaurado el capitalismo. Un socio fiel de las transnacionales y Wall Street que le garantizó nuevos mercados, zonas de influencia y mano de obra esclava al capitalismo mundial en bancarrota.

    A este período abierto en 1989, pseudomarxistas, revisionistas, incluidos los renegados del trotskismo, lo llamaban un nuevo período histórico de expansión del capitalismo mundial unos y, otros decían que el siglo XX había sido un siglo corto, porque había caído el socialismo real. Estos académicos stalinistas le daban tantos superpoderes a la burocracia que, para ellos, ésta no sólo administraba en su beneficio al estado obrero, sino que, como un chiste de mal gusto, podía controlar el tiempo, acortando la duración de un siglo. Una verdadera brutalidad de las cacatúas del stalinismo. La burocracia no fue más que una excrecencia del estado obrero producto de los retrocesos y de las traiciones y derrotas que ésta le impuso a la revolución mundial.

    Pero mucha agua ha pasado ya bajo el puente. Ésta arrastra ríos de tinta de charlatanes contra el marxismo y la clase obrera mundial, que se dieron de bruces con los hechos de la vida misma. El siglo XX duró lo que tenía que durar, con sus triunfos y derrotas. La impronta estuvo puesta por la traición de la dirección que el proletariado tuvo a su frente.

    Nos quieren hacer creer, como hacían Hobsbawn (historiador inglés 1917-2012) y sus seguidores filo-stalinistas, que la suerte de la clase obrera e inclusive la duración de un siglo de lucha, estuvo atada a la suerte o desgracia de los traidores de la burocracia stalinista.

    En el siglo XX, el imperialismo mundial había logrado expropiar tres grandes conquistas del proletariado, corrompiendo para sobrevivirse a la aristocracia y las capas superiores del proletariado: la II Internacional, en la Primera Guerra Mundial; la III Internacional, luego de la derrota de la revolución europea y el aislamiento de la URSS; y, culminando el siglo XX, la liquidación de la IV Internacional, con el salto a la degeneración y el revisionismo abierto de los renegados del trotskismo.

    El siglo XX ratificó entonces, que el imperialismo se sostenía no por el vigor del capitalismo sino por la escisión del socialismo, como planteara Lenin, ya que, el capitalismo en su fase parasitaria se asienta en la aristocracia y burocracia obreras a las que corrompió y corrompe a cada paso.

    La crisis y dispersión de la IV Internacional, la destrucción de sus cuadros, fue el último y más grave golpe dado por el imperialismo mundial a la clase obrera para liquidar todo vestigio de internacionalismo militante en sus filas, cuestión que la distinguiera desde que surgió como clase consciente, en el siglo XIX y en gran parte del siglo XX.

    Por otro lado, los filo-socialdemócratas provenientes de las filas de la IV Internacional, siguiendo a charlatanes de la burguesía como Fukuyama y al sentido común, se referían a la caída de los estados obreros como el fin de la historia. Ellos gritaban a los cuatro vientos que se había abierto un nuevo ciclo de expansión de las fuerzas productivas de carácter histórico.

    Otros más timoratos y vergonzantes, como el PTS de Argentina, mientras se hacía gramsciano -un ala más del stalinismo mundial en los ‘30-, llegaron a afirmar que a partir del ‘89 el imperialismo se iba a expandir desarrollando la democracia burguesa para dominar el mundo. Es decir que para ellos se había reinstalado una nueva época de reformas y de crecimiento orgánico del capitalismo como en el siglo XIX. No se animaban a decirlo hasta el final y por eso planteaban que en momentos de crisis regía el Programa de Transición para la revolución socialista y en momentos de paz, el programa mínimo y máximo y acumular poder popular como decía Gramsci… pero, si el imperialismo desparramaba democracia en el mundo, ellos se preparaban para ser revolucionarios algunos días de su vida y reformistas la vida entera. Esta gente seguramente no estuvo en Irak, en Palestina, en Chechenia o en los Balcanes, recibiendo los bombazos que la OTAN y el imperialismo lanzaban con democracia. La realidad rápidamente hizo chocar también a estas corrientes contra el paredón de los hechos. La aparición de los balances falsificados de la Enron y las transnacionales del Silicon Valley en 1997, que ocultaban los valores reales de las empresas tecnológicas, provocó una crisis mundial hasta el 2001.

    Esta crisis empujó al imperialismo yanqui a nuevas aventuras militares para salir de la misma, como las invasiones a Afganistán e Irak. Y así, con los bombazos de los carniceros imperialistas bajo el mando de las empresas petroleras, se demolían las pseudoteorías de los charlatanes apologetas del capitalismo, como hoy termina de hacerlo la crisis de Wall Street.

    Para nada surgía un nuevo ciclo de expansión capitalista vigoroso de larga duración como añoraban los reformistas. Los apologetas del capitalismo hablaban de los nuevos cinco pulmones o locomotoras que hacían respirar y andar a la economía mundial con nuevos bríos y fortaleza. Sus cinco locomotoras (EEUU, Europa, Japón, China/India y Brasil/Mercosur) no pudieron arrastrar al tren descarrilado del capitalismo, más allá de algunos años, el tiempo que le llevó deglutirse los ex-estados obreros.

    Los posteriores estertores de la crisis económica mundial del 2001, con el crac argentino, turco y el primer golpe recesivo y estancamiento de la economía china en el año 2002, se desarrollaron durante el año 2003-2004. Comenzaban a agotarse las posibilidades de inversión y de acción militar imperialista en el mundo, en base a la relación de fuerzas que había conquistado en el planeta. El aumento incesante del petróleo y los commodities creaban tendencias recesivas y encarecían la producción en los países imperialistas. Así el capitalismo demostraba mantener la agonía pese a sus victorias en los mercados.

    En el 2005, el tren parecía arrancar. Los partidos socialimperialistas aplaudían y decían tenemos razón, ahora sí, China crece y arrastra a la economía mundial. Sin embargo, rápidamente el capitalismo demostró que crecía en ciclos expansivos de corta duración redoblando el saqueo y la explotación obrera y en base a profundizar el parasitismo y preparando destrucciones, guerras y crisis superiores.

    Esta expansión desde 2004-2005 al 2007-2008 fue un pequeño ciclo expansivo parasitario.

    Estados Unidos financiaba Maastricht con créditos clandestinos desde su City de Wall Street para sostener al euro y valorizar las monedas europeas para equipararlas con el poderoso marco alemán. Un ciclo ficticio de créditos parasitarios de la City de Londres y Wall Street le dieron valor al euro sin que aumente la productividad de las potencias imperialistas menores, en relación a la productividad de Alemania, que se transformó en la gran exportadora de Europa. Esto fue así hasta que la calesita se detuvo, se vaciaron las arcas de los estados y estalló Maastricht, puesto que antes habían quebrado los superbancos de Wall Street con el estallido de las burbujas inmobiliarias.

    Es a esto a lo que el reformismo llamaba un súper ciclo expansivo de avance de las fuerzas productivas.

    A decir verdad, lo que permitió que existan ciclos cortos de expansión de la economía capitalista entre 1989 y 2008 fue el saqueo de los nuevos mercados y la mano de obra esclava y altamente capacitada de los ex-estados obreros, reincorporada a la explotación de las transnacionales. Y, por otra parte, el keynesianismo militar, el endeudamiento de los estados y los gastos a cuenta, por parte de la oligarquía financiera mundial, de bienes aún no producidos.

    Desde los años 2002-2005, las potencias imperialistas relocalizaron sus empresas en el mundo colonial y semicolonial, sobre todo en China, Indochina y Malasia, creando así tendencias contrarrestantes, que no fueron otra cosa que maquilas para superexplotar, con una enorme tasa de plusvalía, a la clase obrera mundial y saquear y atar con dobles cadenas a los pueblos oprimidos. A la vez, hundía con mayor parasitismo, como lo demuestra la crisis actual, a las economías más avanzadas del planeta como son las potencias imperialistas.

    Hoy, ya nadie dice que dijo lo que dijo; todos guardan sus recetas de curanderos bajo tierra. Quieren ocultar sus chapucerías a favor del capitalismo. Es que la vida ha dado su veredicto: si la burocracia stalinista fue una excrecencia de la URSS, un estado obrero atrasado, aislado y cercado por el imperialismo y por el retraso de la revolución socialista mundial, podemos decir que las corrientes de la izquierda reformista mundial, sus continuadores, son una excrecencia de las derrotas de esos estados obreros y de la sobrevaloración que, como lacayos, hicieron del sistema capitalista mundial al que siguieron sosteniendo firmemente.

    Como podrá ver el lector, el balance de los acontecimientos y del período post ‘89 y de la crisis mundial de hoy, se encuentra desarrollado en la segunda parte de este libro. Allí damos una visión de 1989 desde los acontecimientos que le sucedieron y desde el punto de vista del crac de la economía capitalista actual, que puso en grave crisis el régimen de dominio mundial impuesto por el imperialismo a partir de 1989.

    Por ello, no sólo nos hemos decidido a reeditar las Tesis de 1989, sino que, dedicamos una parte de este libro a abordar aquellos acontecimientos desde el momento actual signado por la bancarrota del sistema capitalista y el desarrollo de una crisis comparable sólo con la de los ‘30.

    Es que hay y había que desenmascarar que luego de la derrota del ‘89, como en una feria de druidas, brujos y embusteros surgían nuevas teorías que sólo repetían viejas fórmulas que ya habían sido superadas por el marxismo. La cuestión era mucho más sencilla. En 1989 se hundían los estados obreros en manos de la burocracia restauracionista que, estrangulando la revolución socialista internacional, dejó aisladas las revoluciones socialistas en cada país. Se le hizo creer a la clase obrera, que se podía construir el socialismo en países atrasados, e inclusive en islas aisladas.

    El ‘89 es la bancarrota de la teoría y el programa traidor del socialismo en un solo país, pero la tragedia es que esto lo pagó la clase obrera. La IV Internacional, usurpada por el oportunismo, no estuvo a la altura de los combates que la clase obrera emprendía a fines de la década del ‘80 contra la burocracia stalinista. Ya en décadas anteriores se había adaptado, en manos del revisionismo, a las direcciones traidoras de las masas y renunciado a su tarea histórica.

    Luego del ‘89, los renegados del trotskismo  le dan una sobrevida al stalinismo para que siga traicionando al proletariado mundial

    Estamos acercando a nuestros lectores entonces, en la primera parte de este libro, una segunda edición de las Tesis de 1989 escritas por nuestra corriente, hoy Fracción Leninista Trotskista Internacional, en el año 2000. Pasaron ya muchos años desde que diéramos esa dura batalla en el terreno de la ideología, de la teoría y del programa contra el revisionismo que sacudió al marxismo, cuando caían los estados obreros. El revisionismo que liquidaba al marxismo le echaba la culpa de la derrota del ‘89, no a las direcciones traidoras y a la burocracia stalinista, compradas por el imperialismo mundial, sino al marxismo y al programa de la IV Internacional y su combate, que preparó todas sus fuerzas para la pelea histórica de derrocar a la burocracia stalinista, como un eslabón de una única revolución socialista internacional, tanto en el mundo semicolonial como, de forma decisiva, en los países imperialistas.

    Le echaban la culpa al marxismo, los mismos liquidadores de la IV Internacional que habían sostenido al stalinismo sobre sus hombros durante décadas en Occidente. Lo mismo hicieron en Oriente, puesto que capitularon o bien sostuvieron por izquierda a la burocracia stalinista que se dedicó a aplastar cuanto levantamiento revolucionario de la clase obrera hubo contra ella, a fines de la Segunda Guerra Mundial. Así fue en Alemania oriental en el ‘53, en la revolución húngara del ‘56, en la Checoslovaquia del ‘68 y en las sucesivas luchas heroicas del proletariado de la URSS contra la canalla stalinista.

    Los hechos confirmaron que los renegados del trotskismo, que durante Yalta, en la post−guerra, siguieron como el alma al cuerpo al stalinismo o a cuanta dirección traidora oprimía y corrompía a la clase obrera mundial, en 1989 terminaron de cruzar el Rubicón, destruyendo toda continuidad del combate de la IV Internacional.

    Durante décadas sus adaptaciones llevaron a capitulaciones y éstas devinieron en una degeneración abierta del movimiento, que pegó un salto en el ‘89, con un revisionismo desfachatado contra el marxismo viviente, es decir, el trotskismo, echándole la culpa a éste de las derrotas, y no a sus propias capitulaciones y adaptaciones a las direcciones traidoras.

    Se convirtieron en una "nueva hornada de menchevismo" que, como flanco izquierdo de ese nuevo agrupamiento internacional contrarrevolucionario que es el Foro Social Mundial, pasaron a garantizar y legitimar una sobrevida del stalinismo contrarrevolucionario y sus desechos, para que éste siga estrangulando revoluciones a nivel internacional, luego de 1989.

    Como si fuera una paradoja histórica, luego de que la burocracia de Moscú huyera con las valijas llenas de dólares, devaluando el rublo, para esconderlos en el Citibank o la City de Londres; luego de que la burocracia stalinista masacrara a las masas en Tienanmen, China, y pusiera al proletariado de ese país bajo condiciones de esclavitud tales que harían sonrojar al mismo Hitler; los desechos del stalinismo siguen estrangulando los procesos revolucionarios del proletariado mundial.

    ¿Quién los legitima? ¿Quién permitió que esta lacra histórica se sobreviva? En primer lugar la burguesía y el imperialismo, que los colocó como partidos contrarrevolucionarios confiables ya probados en muchísimos países para estrangular los procesos revolucionarios de las masas. Pero esto no se podría haber consumado sin que por izquierda los legitimaran los liquidadores de la IV Internacional.

    En 2011, el PC griego le rompía la cabeza a la vanguardia obrera para que no incendie el Parlamento de la Troika de los banqueros imperialistas. Este es un ejemplo que demuestra que el stalinismo, pese a traicionar las más grandes conquistas del proletariado mundial, pudo seguir jugando todo su rol contrarrevolucionario. Como lo es también la burocracia stalinista del COSATU de Sudáfrica asesinando obreros a mansalva junto a los patrones de la Anglo American. O, para dar otros ejemplos graves de esta continuidad del stalinismo, corrompiendo y estrangulando la revolución proletaria, podríamos hablar de la nueva burguesía cubana, emergente de la lacra stalinista del PC, que está entregando Cuba a Obama y a la resistencia obrera y campesina de Colombia al imperialismo. Ni hablar del stalinismo chileno, que hoy puede volver a jugar el mismo rol contrarrevolucionario que jugara en 1973, estrangulando la revolución de los Cordones Industriales en Chile. Ni del canallesco rol del PC kurdo, cercando actualmente la resistencia siria separándola de las masas de la región, sosteniendo así el genocidio de Bashar Al Assad.

    Alguien le garantizó esta sobrevida a la lacra stalinista y sus desechos. Alguien le dio la razón a sus pseudoteorías y programas traidores con los que estrangularon la revolución durante décadas. Fueron los renegados del trotskismo con sus adaptaciones y su revisionismo contra el trotskismo, desde el ‘89 mismo. Los liquidadores de la IV Internacional de ayer y de hoy le echaron la culpa al marxismo y al trotskismo de las derrotas. El problema, afirmaban, eran las masas atrasadas que tiraban las estatuas de Lenin y no los traidores que usaron a los dirigentes internacionales como íconos, con los que se escudaron para aplastar la revolución internacional y al proletariado soviético. Trotskistas desengañados refunfuñaban por los rincones Trotsky se equivocó, fue muy sectario, la culpa la tuvo el bolchevismo que le dio origen al stalinismo, la culpa es del atraso de los obreros. Mientras, otros llamaban a las derrotas y a la caída de los estados obreros triunfos de revoluciones democráticas.

    Todo el peso y la autoridad del marxismo revolucionario fueron puestos a disposición de cubrirle la espalda al stalinismo y sus traiciones y echarle la culpa a las masas de sus derrotas.

    Afirmamos que en 1989 emergió, de años de adaptaciones y capitulaciones, una nueva hornada de menchevismo. Así vemos al SWP norteamericano sosteniendo abiertamente a la ex-burocracia castrista hoy devenida en burguesía o a Alan Woods llevándole el Programa de Transición a Chávez. Hay decenas de estos ejemplos grotescos de la crónica de una traición anunciada. Como los dirigentes del NPA francés, esa nueva izquierda anticapitalista, yendo a estrangular las revoluciones de las colonias de su burguesía imperialista, como hicieron en Guadalupe en 2009 exigiendo su rendición al grito de los ciudadanos franceses no pagaremos con nuestros impuestos vuestros aumentos de salario. El apoyo desembozado de todas las sectas nacional trotskistas de Argentina, como el FIT, apoyando la política de vía pacífica al socialismo de Syriza en Grecia, una corriente socialimperialista enemiga de la revolución proletaria, es una anécdota más de una cadena de rupturas con el programa del marxismo de gente que ya hace rato ha renegado de la revolución proletaria y de la lucha por la dictadura del proletariado.

    Este prólogo se agotaría de ejemplos. Pero hay uno que no podemos soslayar, porque ya han actuado como la quinta columna stalinista en la España de los ‘30, al acusar a las masas de Libia, Siria y Medio Oriente de ser agentes del imperialismo, cuando éstas enfrentaban a sus jefes, los gobiernos contrarrevolucionarios de Bashar Al Assad y Khadafy, los más grandes agentes del imperialismo en la región. Son los que proclamaban que con asambleas constituyentes triunfaban las primaveras árabes. Sin embargo, hoy presenciamos nuevas sublevaciones revolucionarias de las masas de Egipto y Túnez porque el pan aún no se ha conquistado. Sólo se conseguirá con el triunfo de la revolución socialista.

    La Historia no les perdonará a los renegados de la IV Internacional, a ese nuevo stalinismo rastrero, esas calumnias que significaron verdaderos tiros por la espalda a las heroicas masas de Siria y Libia. Hoy Chávez, Morales y Castro que encabezan el club de lloronas de Khadafy, seguidos por sus perros falderos de la izquierda reformista mundial, han llamado a los obreros a votar por Obama. Los mismos canallas que acusaban de ser tropas terrestres de la OTAN a las milicias de harapientos que combatían en Misarrata y Bengasi o que hoy lo hacen contra los que combaten en Homs y Deraa, contra Bashar Al Assad. Ya han pasado más de 70 años de los tiros por la espalda contra el POUM y el CNT españoles, que les disparara el stalinismo a sus dirigentes que combatían en la avanzada contra Franco. Pero esta vez, sus continuadores están directamente en la barricada del Franco Bashar Al Assad y el Franco Khadafy. La Historia no se los perdonará. Las nuevas generaciones del proletariado no se lo perdonarán jamás.

    De allí la importancia de comprender que el revisionismo en el marxismo, producto de las derrotas de 1989, se encarna hoy y tiene continuidad en una política reformista, socialchovinista y de sometimiento del proletariado a la burguesía como la que tuvieron el stalinismo y la socialdemocracia en el siglo XX.

    La crisis de la humanidad se reduce, en última instancia, a la crisis de dirección revolucionaria del proletariado.

    El revisionismo del ‘89 la ha agudizado aún más

    Esta cuestión está lo suficientemente desarrollada, como verá el lector, en capítulos específicos de esta obra dedicados a ella. Desarrollamos, en la presente edición, un balance histórico de la IV Internacional, el partido fundado a fines de los ‘30 por León Trotsky junto a valientes cuadros revolucionarios internacionalistas con el objetivo de derrotar a la burocracia stalinista que usurpaba el poder en la URSS y de extender la revolución socialista a las potencias imperialistas, dándole continuidad a la III Internacional revolucionaria de Lenin y Trotsky.

    Hoy debemos remarcar que el objetivo de ese cruel revisionismo que acompañó la derrota de 1989 pretendía no dejar piedra sobre piedra del marxismo y que hoy no existieran los cuadros revolucionarios que se preparen para intervenir audazmente en este nuevo período histórico abierto en el 2007-2008 con la crisis y bancarrota de Wall Street y el sistema capitalista mundial.

    Por más que hoy el revisionismo quiera desdecirse y borrar lo que escribió, no podrá hacerlo. Sus huellas están en cada una de las derrotas y traiciones al proletariado mundial de los últimos años.

    A la nueva generación del proletariado estas viejas discusiones quizás le parezcan extrañas, pero debe saber que hubo corrientes que desde 1989 le han dicho al proletariado que fue el culpable de sus derrotas, de la caída de los estados obreros. Ellos dijeron durante años que las conquistas se perdieron por culpa de la clase obrera y no de sus direcciones. De allí la pseudoteoría de crisis de subjetividad con la que justifican todas sus traiciones.

    El ‘89 y los acontecimientos de las últimas décadas no han hecho más que demostrar la premisa del Programa de Transición de los trotskistas que plantea que la crisis real que impide la victoria de los explotados es la crisis de dirección revolucionaria del proletariado mundial. Es la sobreabundancia de direcciones traidoras pagadas por el capital la que impone la más cruel de las derrotas, la que garantiza la pérdida de cada una de las conquistas del proletariado internacional sometiéndolo a la burguesía. Resolver esta cuestión es la tarea fundamental del movimiento revolucionario internacional.

    Como ya vimos, en el período del ‘89 al 2008, primaron los ciclos de crisis pese a que el capitalismo había logrado el triunfo de la conquista de nuevos mercados. Lejos de lo que decía el reformismo, el capital financiero desarrolló una voracidad parasitaria de jolgorio, donde se consumió lo que no se había producido y gastó a cuenta de futuras ganancias. Fueron 20 años de una Belle Époque¹ de pandillas de parásitos saqueando el mundo e impulsando guerras y, ni aun así lograron 20 años de expansión estructural de la economía mundial, sino todo lo contrario, como explicamos antes.

    Tal es así que a sólo dos décadas de la caída de los estados obreros, asistimos a la bancarrota del imperialismo, que ha sacudido al planeta como un tsunami. Como dijo un perspicaz analista burgués, estamos frente a "un 1989 del capitalismo". La Belle Époque se ha esfumado entre los balances falsos de los bancos, las burbujas financiera e inmobiliaria y la bancarrota de los estados imperialistas. La caída de la tasa de ganancia indica que el capital no encuentra posibilidad de revalorizarse en el proceso productivo a tal grado que compense su inversión. El ciclo parasitario se profundiza. Bonos sin valor, prestados por un nuevo valor que luego ingresan como activos nominales a los bancos, preparan nuevos saltos en la crisis mundial, en la recesión y en la inflación provocada por el superdéficit yanqui financiado por todos los dólares del mundo y la maquinita de la Reserva Federal.

    Aún subsumiendo nuevos mercados, nuevas fuentes de materias primas y nueva clase obrera que superexplotar, recuperando los estados obreros, el sistema capitalista mundial no ha hecho más que demostrar su bancarrota. Como ya dijimos, no pudo recrear ningún ciclo de expansión de conjunto de la economía mundial que no sea por dos, tres o cuatro años y sólo en zonas particulares del planeta. Y esto lo ha hecho con nuevas guerras y aumento del saqueo y la barbarie; desarrollando a grados extremos el parasitismo de la superoligarquía financiera mundial que en 2008 estrelló su buque insignia, Wall Street, tirándole toda su crisis a las masas del mundo.

    El estallido de Maastricht, con potencias imperialistas de segunda hundiéndose con nuevos tratados de Versalles en Europa, impuestos por Alemania y EEUU, son un ejemplo de que estamos ante LA crisis. Sobran potencias imperialistas.

    El ciclo expansivo de negocios en el Pacífico o de minerales y commodities en el mundo semicolonial sólo constituyen tendencias contrarrestantes provisorias a la crisis de la economía capitalista, donde las transnacionales extraen fabulosas superganancias pero a condición de hundir en la crisis y en el marasmo a la mayoría del planeta, comenzando por la economía de los países imperialistas, que ya han iniciado una recesión abierta. Y esto sucede mientras el capital financiero internacional tiene atiborradas sus cuentas de bonos devaluados y sin valor.

    La crisis que estallara en 2007 desnudó que el capitalismo se había gastado los beneficios que aún no había producido. Los valores existentes no se correspondían, y no se corresponden aún, con los bienes existentes. Y allí donde el trabajo humano no ha creado un bien, no hay dios que le dé valor a una moneda, a un cheque, a una acción, a una hipoteca o a un bono de deuda que tenga el capital financiero registrado en su contabilidad. No estamos frente a una crisis más sino frente a LA crisis, como la que en los ‘30 conmoviera al planeta y generara acontecimientos históricos de revolución, fascismo y guerras.

    El capitalismo no cae ni caerá solo. Si el proletariado, con una dirección revolucionaria a su frente, no lo derrota en los países imperialistas centrales y a nivel mundial, la civilización humana será arrastrada más y más a la barbarie.

    El capitalismo no tiene solución a esta crisis sin fascismo, sin nuevas guerras y sin aplastar a la clase obrera. En este nuevo ciclo histórico del 2007-2008 hay 90 billones de los U$S 400 billones del comercio y las transacciones financieras mundiales, que no representan valores de bienes reales. Como ya dijimos, esta vez son los balances de todos los bancos los que están falsificados. Éstos cuentan a valor nominal bonos, hipotecas y valores de acciones que se cotizan a un 30 ó 40% de su valor nominal en el mercado real. El capitalismo debe concentrar y volver a destruir, saquear y recrear mano de obra esclava, pero sobre todo, crear mercancías para la destrucción, es decir, fuerzas destructivas.

    En su trabajo de los años ‘40, titulado En defensa del marxismo, Trotsky afirmaba, en el subtítulo No rindamos al enemigo posiciones ya conquistadas, que ante una guerra imperialista contra la URSS, ésta debía ser defendida por las siguientes consideraciones: "La política de derrotismo no es un castigo a tal o cual gobierno por los crímenes que ha cometido, sino una conclusión derivada de las relaciones de clase. Los marxistas no guían una guerra basándose en consideraciones morales o sentimentales, sino en su concepción social de un régimen y de sus relaciones con los otros. Apoyamos a Abisinia no porque el Negus fuera ‘moral’ o políticamente superior a Mussolini, sino porque la defensa de un país atrasado contra la opresión colonial es un duro ataque al imperialismo, que es el principal enemigo de la clase trabajadora de todo el mundo. Defendemos a la URSS, independientemente de la política del Negus de Moscú por dos razones: en primer lugar, porque la derrota de la URSS proveería al imperialismo de nuevos y colosales recursos, y prolongaría durante muchos años la agonía de la sociedad capitalista. Y, en segundo, porque las bases sociales de la URSS, una vez limpias del parásito burocrático, son capaces de asegurar un proceso económico y cultural ilimitado, mientras que la estructura capitalista sólo puede decaer cada vez más".

    Un pronóstico brillante. Esto es lo que está sucediendo. Una agonía del sistema capitalista mundial prolongada por la traición de la dirección del proletariado que permitió que el imperialismo tenga esos nuevos y colosales recursos.

    El proletariado mundial está pagando caro las crisis y capitulaciones que los oportunistas le impusieron a la IV Internacional ensuciando sus banderas, sosteniendo al parásito burocrático en Occidente y en Oriente.

    Pero la bancarrota del imperialismo ya es una realidad. Las crisis y los estallidos del reformismo han empezado. Los que ayer renegaban del trotskismo hoy intentan, sin que nadie se dé cuenta, volver a camuflarse tras el retrato

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