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Operación América Fidel Castro gestor del terrorismo comunista contra Latinoamérica
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Operación América Fidel Castro gestor del terrorismo comunista contra Latinoamérica

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Tras el derrocamiento del régimen de Fulgencio Batista en Cuba, en pleno desarrollo de la Guerra Fría contra Estados Unidos, la Unión Soviética instauró en la isla de Cuba la dictadura encabezada por los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz.

Instalados en el poder los dos dictadores satélites y títeres de Moscú, desarrollaron un proceso de subversión, terrorismo y desestabilización política de la institucionalidad latinoamericana, mediante el entrenamiento de guerrillas comunistas en Cuba que luego fueron enviadas a delinquir en los demás países del hemisferio, diseminación de espías por medio de las embajadas cubanas en Latinoamérica y Estados Unidos, profusa difusión de propaganda marxista-leninista con permanente incitación al odio de clases, la violencia sistemática contra la libertad, y el terrorismo comunista en toda la extensión de sus violentas manifestaciones.

Pese a ser un país pequeño y sin ninguna capacidad militar para enfrentar a las Fuerzas Militares de los países agredidos, la dictadura cubana se apoltronó en La Habana, gracias al ingente apoyo económico de la Unión Soviética, que amenazaba al mundo con desatar un guerra nuclear si algún país agredido, atacaba a Cuba.

A esta realidad se sumó la miopía geopolítica de la mayor parte de la dirigencia política latinoamericana, que a pesar de evidenciar la agresión terrorista cubana, nunca estuvo a la altura del reto, y por el contrario tan pronto cayó la cortina de hierro, toleró la continuidad de los hermanos Castro en el poder y la realidad de su relación directa con los grupos terroristas.

En Operación América el periodista Jules Dubois desenmascara con lujo de detalles la acción subversiva y terrorista dirigida desde la dictadura cubana contra los países del hemisferio e invita a reflexionar acerca de un grave peligro contra la continuidad de la democracia, al cual no se le da la atención adecuada en los países afectados.

LanguageEspañol
Release dateMar 19, 2018
ISBN9781370646951
Operación América Fidel Castro gestor del terrorismo comunista contra Latinoamérica
Author

Jules Dubois

Jules Dubois (31 de marzo de 1910, Nueva York - 15 de agosto de 1966, Bogotá) fue corresponsal de América Latina para el Chicago Tribune (1947-1966) y presidente del comité de libertad de prensa, de la Asociación Interamericana de Prensa, que ayudó a fundar en 1951. Pese a su repentina muerte en 1966, por su brillante trayectoria periodista fue descrito como "el reportero más conocido y más premiado del mundo de los asuntos de América Latina".Dubois trabajó para el New York Herald Tribune (1927-1929), antes de trasladarse a Panamá donde trabajó para varios periódicos allí. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en un oficial de inteligencia del ejército estadounidense, sirviendo en Panamá, África del Norte y Europa así como el Pentágono.Por esta razón se graduó en la escuela de mando y Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos en Fort Leavenworth. La Revista Time lo describió como "un viejo amigo" del presidente guatemalteco Carlos Castillo Armas, con quien estudió en dicha escuela. Inclusive Dubois estuvo en Ciudad de Guatemala durante el año de 1954 Guatemala, cuando se produjo el golpe de Estado que llevó a Castillo Armas al poder.En su obituario declaró que "conocía cada presidente, cada jefe de personal, todos los dictadores, y la mayoría de los aspirantes a presidentes en América Latina", y que en una tarde que podía obtener más información por teléfono desde la habitación del hotel, en comparación a la que la mayoría de los corresponsales podía obtener durante varios meses de viajes".Jules Dubois ganó el premio María Moors Cabot 1952 concedido por la Universidad de Columbia), Premio 1959 héroe de la Libertad de la SIP y Premio de la Pluma de Oro de la Asociación Mundial de la Libertad de Prensa 1966. En 2000, fue bautizada en su memoria la sede del nuevo edificio la Asociación Interamericana de Prensa.

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    Operación América Fidel Castro gestor del terrorismo comunista contra Latinoamérica - Jules Dubois

    OPERACIÓN AMÉRICA

    Fidel Castro gestor del terrorismo comunista contra Latinoamérica

    JULES DUBOIS

    Operación América

    Fidel Castro y el terrorismo comunista contra Latinoamérica

    © Jules Dubois

    Editorial Guadalupe

    AA 50129

    Ediciones LAVP

    Tel 9082624010

    NYC

    Bogotá-Colombia

    Primera edición 1964

    ISBN: 9781370646951

    Smashwords Inc.

    Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio escrito, impreso, reprográfico, de audio, de video, o electrónico, sin que medie la autorización escrita de los editores

    INDICE

    Prefacio

    EI Desafío-Crisis de los misiles

    El Desafío-Dictadura cubana

    El Desafío-Plan Estratégico comunista

    El Desafío-La propaganda comunista

    Los Campos de Batalla-República Dominicana

    Los Campos de Batalla-Panamá

    Los Campos de Batalla- Argentina

    Los campos de batalla- Perú

    Los Campos de Batalla- Brasil

    Los Campos de Batalla-Venezuela

    Los Campos de Batalla-Colombia

    Los Campos de Batalla- Ecuador

    Los Campos de Batalla-Bolivia

    Los Campos de Batalla-Uruguay

    Los Campos de Batalla- México

    Los Campos de Batalla-Nicaragua

    Los Campos de Batalla-Haití

    Los Campos de Batalla-Guyana

    Los Campos de Batalla-Chile

    Los Campos de Batalla-Canadá y Puerto Rico

    La Reacción-OEA

    La Reacción-Bahía Cochinos

    La Reacción-Punta del Este

    Reacción frente a iniciativa estratégica comunista

    APÉNDICE I

    Situación de los partidos comunistas y de los periódicos que les sirven de voceros en la América Latina

    Apéndice II

    Peruanos a sueldo del régimen castro-comunista

    Post scriptum

    Bibliografía

    Prefacio

    Cuando escribí Fidel Castro, ¿Rebelde, Libertador o Dictador?, teniendo como escenario a La Habana y en el espacio de los veinte días llenos de euforia que siguieron a la fuga del dictador Fulgencio Batista, relaté la historia de la guerra civil que sirvió de catapulta a un orador fiero y barbudo, para tomar el poder en Cuba.

    Durante más de treinta años yo había presenciado muchas revoluciones y muchos movimientos revolucionarios en la América Latina. Basado en esto y en la información disponible en aquel momento, me pareció que debía darse una oportunidad a la revolución que había estallado llena de popularidad y de un modo tan violento que produjo la fuga del hombre fuerte de Cuba.

    Yo no estaba solo en esta idea, pues el gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, me telefoneó a Chicago, desde Nueva York, en la mañana del día primero de febrero de 1959, para informarme que él había aconsejado a altos funcionarios de la capital que dieran a Castro y a sus jóvenes seguidores una oportunidad de madurar y afianzarse. Muñoz Marín los había conocido en el exilio durante el gobierno de Batista y creía en las buenas intenciones del reformador y sus colaboradores.

    También uno de los más conocidos periodistas cubanos, Carlos Todd, ahora editor del Servicio Cubano de Información, comentó que un nuevo estilo estaba surgiendo. En su columna del Times of Havana del 11 de abril de 1959, escribió: Tenemos que dar gracias a nuestras estrellas porque el doctor Castro no es comunista.

    El día que los agarre —había aseverado Todd rotundamente— el día que sea evidente que el objeto del comunismo es crear problemas internacionales a expensas del pueblo de Cuba, sin importarle que pueda morir con tal de llevar adelante lo que a ellos importa, toda la furia del gobierno caerá sobre ellos...

    Es evidente que Castro ha probado muchas veces que me equivoqué, como se equivocaron los millones de cubanos que le brindaron entusiasta y espontánea ayuda.

    Los acontecimientos revolucionarios se produjeran en Cuba con tal rapidez, que antes de que mi libro estuviera en las librerías, ya Castro, con sus discursos y hechos, había borrado el valor de muchas de mis conclusiones y apreciaciones, aunque no de todas.

    Mientras esto se escribe, hay en el exilio numerosos cubanos, editores y reporteros, antiguos ministros, ex presidentes y líderes políticos, abogados, médicos y profesores, hacendados, agentes de pasaje y líderes obreros, miembros del Movimiento 26 de julio y de otros sectores revolucionarios que lo apoyaban, y miembros del ejército rebelde, quienes con insistencia me aseguraban, cuando en 1956, 1957, 1958 y 1959 yo les preguntaba acerca del hombre, que Castro no era comunista, afirmando que no permitiría a los comunistas apoderarse del país.

    Muchos subrayaban el hecho de que Castro había sido educado en tres colegios jesuítas y por tanto no podía volverse comunista. Yo estaba equivocado, como lo estaban ellos, al creerlo así. La Asociación Nacional de Ganaderos de Cuba, con la firma de su presidente, doctor Armando Caíñas Milanés, publicó en marzo 5 de 1959 anuncios a toda plana y en todos los periódicos del país, ofreciendo a Castro su más completo apoyo.

    Los anuncios informaban de la decisión de donarle 10.000 novillas preñadas para su plan de reforma agraria y urgía a todos los miembros de la institución a que ayudasen en esta campaña.

    Al regreso de la entrevista que sostuvimos con Fidel Castro en su campamento Santa Bárbara", enclavado al pie de la Sierra Maestra, el pasado 23 de noviembre —decía parte del anuncio— estamos capacitados para informar a los ganaderos y a la ciudadanía en general, que el doctor Castro no es comunista, como muestra la propaganda, sino un católico que usa su medalla religiosa alrededor del cuello...

    Todo el pueblo de Cuba, sin reservas de ninguna clase, apoya y tiene que apoyar a Fidel Castro como el símbolo de la 'esperanza de la patria' en esta grave crisis..."

    En agosto de 1959, el doctor Caíñas Milanés fue arrestado en La Habana, bajo la acusación de complicidad en una conspiración que trataba de derrocar a Castro. Luego fue juzgado y condenado a 20 años de prisión en el penal de Isla de Pinos.

    Por mi parte, después de una breve ausencia, al retornar a La Habana el 8 de abril de 1959, noté un cambio decisivo y peligroso. Tal estado de cosas me urgió a escribir lo siguiente en la dedicatoria de un ejemplar de mi libro que entregué personalmente a Castro:

    Al Dr. Fidel Castro Ruz, quien derrocó a un sargento llamado Batista, para liberar al pueblo de Cuba de su tiranía más sangrienta. Que el pueblo de esta gran nación nunca más tenga que sufrir los horrores de una dictadura, sea de derecha o de izquierda.

    Nunca Castro hizo comentario alguno sobre mi libro y solamente un periódico de La Habana lo reseñó después de haberse publicado en español. Raúl Castro, sin embargo, me demostró su disgusto, recibiendo de mi parte una respuesta áspera.

    El periódico conservador Diario de la Marina, describió el libro como una narración certera de la revolución, aunque entremezclada de prejuicios. Pero el grupo pro-Castro se indignó con el libro.

    Es curioso advertir que, antes de producirse el gran éxodo de los cubanos, ya Castro, metódicamente, había destruido todo vestigio de oposición interna. El paso inicial fue inspirar terror a través del paredón y de los pelotones de fusilamiento, empezando por los asesinos del régimen de Batista. Más tarde comenzaron a liquidar a todos los que obstaculizaban el paso al avance comunista mediante cargos inventados por tribunales del pueblo mientras las claques sovietizantes determinaban el resultado de los juicios.

    Los críticos del régimen amortiguaron sus voces, y el pueblo que había apoyado a Castro en las ejecuciones, empezó a preocuparse.

    La Iglesia Católica respaldó a Castro cuando éste llegó al poder. El profesor universitario exiliado Fermín Peinado, explica la posición de la Iglesia como sigue:

    "... la Iglesia sabe muy bien que el comunismo es intrínsecamente perverso. La jerarquía eclesiástica y las organizaciones y publicaciones católicas brindaron pleno apoyo a Fidel Castro. Su campaña mundial es hasta cierto punto responsable de que la gente, a través de todo el mundo, no viera a Castro como un comunista, sino como un hombre dedicado a hacer el bien a su pueblo y preocupado por los humildes.

    Pero a medida que la conducta de Castro evidenciaba su vincula-ción con el comunismo y sus ataques a la fe religiosa y a la libertad se hacían más audaces, los católicos, seglares y religiosos, tuvieron que asumir la defensa de sus principios cristianos.

    Cuando yo estaba en San José de Costa Rica, con motivo de las conferencias de Ministros de Relaciones Exteriores y de la Organización de Estados Americanos (OEA), el Secretario de Estado, Christian A. Herter, me preguntó:

    —¿Usted cree que Castro ha sido captado por los comunistas?

    —No, señor secretario —repliqué— se ha casado con ellos.

    Esto fue en agosto de 1960, un mes antes de que Castro viajara a Nueva York para abrazar delante de todo el mundo, en la asamblea general de las Naciones Unidas, a Nikita Kruschev, y sellar con ese abrazo la entrada de Cuba en el campo comunista.

    El matrimonio de Castro con el comunismo y su sometimiento a la política del Kremlin, dio ímpetu a la conspiración chino-soviética para la conquista de América. Castro se convirtió en el contacto principal y en el instrumento verbal de esta lucha. Cada uno de sus movimientos producía un impacto subversivo a través del hemisferio occidental.

    Desde su nueva base de operación en La Habana, la conspiración roja, atea y esclavizante, ha desplegado su acción demoledora, de modo implacable, proveyendo a Castro del combustible necesario para encender los cohetes de la propaganda marxista y tratar de subvertir a las repúblicas latinoamericanas para transformarlas en satélites soviéticos.

    El mando supremo de la agitación y subversión comunistas, como comprobará el lector en las páginas siguientes, siempre ha radicado en Moscú. Desde la II Guerra Mundial y tras el triunfo de Mao Tse-Tung, en la China Comunista se ha establecido otro cuartel general, más que nada como base de operaciones.

    Ahora —mientras esto escribimos— el puesto de avanzada está en Cuba. La punta de lanza es Cuba. En mi libro Freedom is my Beat, des-aqué la inclinación de Cuba hacia la dictadura comunista. El libro te puso a la venta en octubre de 1959, aunque terminé de escribirlo en junio de ese año, excepto el epílogo, que fue escrito en el mes de agosto. Ese epílogo finalizaba con el siguiente párrafo:

    Seguiré escribiendo la verdad, como siempre he hecho. Seguiré poniendo al desnudo las astutas maniobras dictatoriales de la conspiración comunista, sin importarme a quién desagrade ni sus consecuencias.

    Los detalles de estas conclusiones pertenecen a un libro futuro, en el cual serán debidamente establecidos. Basta recordar aquí que los comunistas trataron de lincharme en Cuba, en octubre de 1959.

    Ahora —a pesar de la retirada de los cohetes y bombarderos rojos— bajo la dirección colectiva de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORÍ) que absorbieron al viejo Partido Comunista de Cuba y tienen a Fidel Castro como Secretario General, seguirá intensificándose desde La Habana la acción subversiva del comunismo.

    El objetivo soviético es mantener sin tregua el martilleo de la propaganda y el sabotaje contra todos los reductos de la libertad en las diecinueve repúblicas latinoamericanas, para, destruir las instituciones funda-mentales del sistema que no solamente representa la libertad y la decencia, sino también los bienes inapreciables del hogar, la familia y la, dignidad del hombre. Su plan macabro consiste en someter la América Latina al yugo comunista.

    Este libro significa un esfuerzo para poner al descubierto la vasta conspiración roja y aclarar situaciones que, como en el caso de Panamá, pueden afectar la seguridad futura de los Estados Unidos.

    JULES DUBOIS

    Coral Cables, Florida, enero de 1963.

    EI Desafío-Crisis de los misiles

    El 22 de octubre de 1962, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, John F. Kennedy, movilizando el poderío militar de la nación más fuerte del mundo, se enfrentó al presidente del Consejo de Ministros de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Nikita S. Kruschev, y lo conminó a retirar los cohetes y bombarderos rusos de Cuba. Lo contrario conduciría a confrontar una aniquiladora guerra nuclear.

    En su histórico discurso de ese día, dijo el presidente Kennedy: Esta nación considerará cualquier cohete lanzado desde Cuba contra una nación del hemisferio occidental como un ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos. Las represalias serán contra la Unión Soviética.

    El presidente Kennedy dispuso una cuarentena naval de Cuba y ordenó detener y hacer regresar a todo barco soviético que transportara armas ofensivas hacia la isla.

    Doscientos cincuenta mil miembros de las Fuerzas Armadas estaban preparados y en estado de alerta. El noventa por ciento de los bombarderos nucleares del Comando Estratégico Aéreo se mantenían en el aire, listos para reducir a cenizas los centros bélicos soviéticos.

    Los cohetes intercontinentales estaban igualmente dispuestos y los submarinos nucleares, con sus cargas de proyectiles Polaris, se hallaban estratégicamente situados.

    La base naval de Guantánamo en el Mar Caribe, situada en la región oriental de Cuba, fue reforzada fuertemente con marines listos para entrar en combate, tanques y armas antiaéreas. Los niños y las mujeres fueron evacuados.

    Se reforzaron las defensas en la región Sureste de la Florida y se suspendió el tráfico aéreo entre Estados Unidos y La Habana.

    Por razones de seguridad, las líneas comerciales que iban y venían de Sur América, tuvieron que cambiar sus rutas más al Este, sobre Haití.

    Los pueblos de los Estados Unidos, de la América Latina y del mundo entero preveían las peores consecuencias. Pero...

    A requerimiento del Secretario de Estado, Dean Rusk, fue convocado el Consejo de la Organización de Estados Americanos a una sesión de emergencia, en la cual invocó los artículos 6 y 8 del Tratado de Río de Janeiro de 1947.

    El Consejo se constituyó como organismo emergente de consulta bajo las estipulaciones de ese Tratado y del Tratado de Bogotá, apoyando unánimente la decisión del presidente Kennedy de bloquear a Cuba, con algunas discrepancias, en cuanto a la acción colectiva armada, por parte de varias repúblicas americanas.

    Se reclamó la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas cuando el embajador Adlai E. Stevenson, cumpliendo instrucciones del presidente Kennedy, pronunció el discurso más enérgico que se había escuchado hasta entonces en esa organización.

    U Thant, el Secretario General, voló a La Habana para tratar de llegar a un acuerdo con Castro que facilitara la inspección en el terreno de la remoción de las armas ofensivas. Kruschev se replegó. Dispuso el retorno de 12 barcos cargados con material de guerra ofensivo, respetando el bloqueo de los Estados Unidos.

    Así mismo, aseguró al presidente Kennedy que los cohetes de alcance intermedio serían removidos de Cuba, aceptando una verificación en alta mar de la retirada de esos armamentos, sobre los barcos que habrían de devolverlos a Rusia.

    Todo esto sin consultar con el Primer Ministro de Cuba Fidel Castro. Para aplacar las iras de Castro, Kruschev envió a abana al Viceprimer Ministro Anastas I. Mikoyan. Para negociar la crisis cubana con el embajador Adlai Stevenson y los delegados personales del presidente Kennedy, fue enviado a las Naciones Unidas al viceministro del Exterior Kuznetsov.

    Bajo la presión incesante de Mikoyan, el 20 de noviembre de 1962 Castro dirigió una carta a U Thant, tratando de salvar la cara, pero aceptando la remoción de los bombarderos soviéticos IL-28 del territorio cubano. Esa tarde, en conferencia de prensa, el presidente Kennedy anunció que Kruschev le había asegurado que en 30 días sacaría los bombarderos de Cuba y por lo tanto había ordenado la suspensión del bloqueo a la isla.

    La crisis continuaba, pero algo positivo se había obtenido: la Amé-rica Latina y el mundo se enteraron al fin de Castro no era más que un títere soviético.

    En la edición del 15 de enero de 1963 de la revista Look" el presi-dente Kennedy manifestó lo siguiente:

    Antes, algunos países vacilaban respecto a Castro, probablemente para aplacar el ala izquierda interna. Sin embargo, han recibido una vigorosa sacudida por la instalación en Cuba de bases soviéticas desde las cuales pueden realizarse ataques nucleares tanto contra el norte como el del Hemisferio". Hasta ahora, Castro encarnaba para ciertos elementos El símbolo de la libertad, el héroe nacionalista y protector; oprimidos. Pero ha perdido, de golpe, todo su prestigio.

    Se ha visto que es no solo un confundido títere soviético sino un agente de la penetración comunista en este hemisferio. Esto lo ha desacreditado y le ha granjeado la condenación de aquellos a quienes había tenido engañados. Varios países latinoamericanos ofrecieron ayuda militar a los Estados Unidos. Argentina, Venezuela y República Dominicana enviaron cada una dos barcos de guerra para cooperar con las naves norteamericanas en el mantenimiento de la cuarentena. Argentina envió también personal de su Fuerza Aérea para ayudar, en caso necesario, al patrullaje aéreo. Otros países latinoamericanos brindaron sus puertos y aeropuertos.

    Sin embargo, aunque la crisis ha pasado, Castro sigue en el poder como un instrumento soviético. Cuba continúa siendo un país comunista y Castro permanece allí como agente verbal de la agitación y la subversión a través de las cuales Rusia está tratando de convertir en satélites soviéticos a todas las repúblicas del Caribe, Norte, Centro y Sur de las Américas.

    En el cuarto aniversario de su ascenso al poder, Castro organizó un desfile (enero 2 de 1963) en la Plaza de la Revolución —antes Plaza Cívica— donde exhibió todo su poderío militar. La parte bélica incluía cohetes de tierra a aire, artillería pesada, tanques, plataformas de lanzamiento de cohetes, armas antiaéreas y aviones Mig 15, 19 y 21.

    Washington mostró datos sobre la fuerza militar que Rusia le había proporcionado a Castro, a principios de 1963. Esta incluía 500 cohetes de tierra a aire, 144 plataformas de lanzamiento emplazadas en 24 bases de cohetes alrededor de la Isla, más de 100 aviones Mig, 70 helicópteros, más de 60 cohetes de superficie a superficie de corto alcance, 350 tanques medianos y grandes, 3.000 piezas de artillería incluyendo morteros, armas antiaéreas y de asalto, 34 cohetes de caza y lanchas torpederas.

    Previamente, el Departamento de Estado había reportado que quedaban en Cuba, organizadas en unidades, tropas soviéticas con un montante de 20,000 hombres. Y el presidente Kennedy había rehusado hacer pública su promesa de no invadir la Isla, cosa que hubiera asegurado a Castro en el poder.

    En 1562, durante la primera mitad del imperio colonial español, el Rey Felipe II dijo sagazmente: Aquel a quien pertenezca la Isla de Cuba, posee la llave del Nuevo Mundo.

    Los actuales dueños de Cuba representan ahora un peligro mucho más serio que el que representaba antes y durante la II Guerra Mun-dial— la quinta columna del Eje.

    A diferencia de los principales líderes de la política del Eje, los líderes comunistas, nacionales y locales, son ciudadanos que en los diferentes países han confeccionado y están confeccionando partidos políticos y movimientos subversivos clandestinos, los cuales persiguen este doble objetivo: socavar y destruir el prestigio y la influencia de los Estados Unidos y capturar el poder en sus respectivos países para ponerlos, incondicionalmente, al servicio de la Unión Soviética.

    La brecha abierta en la unidad de la América Latina, contenida temporalmente por la resuelta actitud del presidente Kennedy el 22 de octubre de 1962, fue hecha por Fidel Castro cuando incorporó a Cuba al campo comunista. Castro ha encontrado terreno fértil donde trabajar.

    Aquí donde debemos ser más fuertes escribió Kennedy en su artículo de la revista Look somos débiles en muchos aspectos y estamos expuestos a multitud de peligros. Gran parte del continente que nos queda al Sur, a pesar del buen comienzo de la Alianza para el Progreso, se siente inseguro. Bolivia no puede sobrevivir sin la ayuda norteamericana. Brasil se halla al borde del caos. Argentina se hace cada día más vulnerable.

    Existe la posibilidad de que Chile se convierta al comunismo en 1964. Perú y Ecuador vacilan. Panamá puede convertirse con facilidad en un foco de perturbación. Hay, pues, varias razones para esta dependencia de los Estados Unidos. La tradición española no alentó el desenvolvimiento de las instituciones democráticas.

    Faltaba el entrenamiento necesario para hacer una eficiente obra de gobierno. La corrupción se hizo general. El feudalismo, la pobreza y las enfermedades han debilitado a millones de seres en Latinoamérica".

    ¿Qué ha ocurrido desde que Fidel Castro, aquel barbudo guerrero, llevó con éxito a más de 6 millones de cubanos a una guerra civil que forzó a Batista, odiado dictador, a exiliarse ignominiosamente en enero de 1959?

    Castro se ha convertido en el principal agitador de las Américas. A través de él, Rusia proyecta el dominio absoluto de las 20 repúblicas latinoamericanas, y de las colonias europeas del Caribe, Centro y Suramérica.

    Tres meses después de la llegada de Castro al poder, salió del puerto cubano de Batabanó, con destino a Panamá, una fuerza armada integrada en su mayoría por cubanos, cuyo objetivo era derrocar al presidente constitucional Ernesto de la Guardia Jr.

    Los invasores se rindieron en la playa Nombre de Dios —donde Cristóbal Colón desembarcó en el año 1512— mientras una comisión militar de la Organización de Estados Americanos observaba el hecho.

    Dos meses más tarde Castro envió un transporte de la Fuerza Aérea Cubana a Punta Llorona una playa de Costa Rica— con 13.500 libras de armas y municiones a bordo. Los pasajeros del avión eran seis exiliados nicaragüenses y un costarricense naturalizado, nacido en Honduras. El plan era invadir a Nicaragua y ayudar a un levantamiento ya iniciado contra el gobierno del presidente Luis Somoza y de su hermano el general Anastasio Somoza Jr.

    E] levantamiento era anticomunista, pero la consigna traída desde Cuba era entregarles el movimiento a los rojos. El costarricense naturalizado que iba a bordo del avión era el Agente Marcial Aguiluz, aspirante a zar comunista de la América Central, quien posteriormente fue invitado a visitar China Roja.

    En junio de 1959, Castro envió desde Cuba una invasión a la República Dominicana para intentar el derrocamiento del odiado tirano Rafael Leónidas Trujillo. La invasión fue aplastada y un comandante del ejército rebelde de Castro, Delio Gómez Ochoa, fue capturado. Trujillo le perdonó la vida y lo mantuvo como rehén para utilizarlo en futuras negociaciones con Castro. Dieciocho miembros del Partido Socialista Popular (Partido Comunista) de la República Dominicana fueron muertos en la invasión. Trujillo ordenó que les cortaran las manos a la mayoría de los prisioneros. Las órdenes fueron cumplidas.

    En agosto de 1959, encontrándose en sesión, en Santiago de Chile, la Quinta Reunión de Emergencia de los Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos, Castro envió una fuerza invasora desde Cuba a Haití, para derrocar a Francois Duvalier. La invasión fracasó.

    Cuatro meses más tarde —en diciembre de 1959— el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, expulsó a Francisco Pividal, embajador de Cuba, por intervenir en asuntos internos de ese país y por tratar de presionar a funcionarios gubernamentales a fin de que permitieran la ida en Venezuela de líderes comunistas cubanos. Betancourt negó las visas que habían sido solicitadas para el comandante Raúl Castro, viceprimer ministro y ministro de las Fuerzas Armadas, y para el comandante Ernesto (che) Guevara, Ministro de Industrias.

    En abril de 1960, Antonio Rodríguez Echazábal, que había tenido que retirarse de Haití el año anterior, fue declarado persona non grata por el presidente Miguel Ydígoras Fuentes con motivo de haber intervenido en asuntos internos en Guatemala.

    Dos meses más tarde el gobierno de Nicaragua demandó la retirada de Quintín Pino Machado, embajador de Cuba, así como la remoción de todo el personal de la embajada de Cuba en Managua, por haber participado en actividades terroristas y subversivas que se preparaban.

    En julio 26 de 1960, Betancourt expulsó a un segundo diplomático cubano. Se trataba de León Antich, encargado de negocios, acusado de haber participado en actividades subversivas conjuntamente con líderes comunistas venezolanos. Antich fue trasladado posteriormente a Buenos Aires, con un cargo idéntico.

    En septiembre de 1960, el gobierno de Colombia demandó la retirada de Adolfo Rodríguez de la Vega, embajador de Cuba, por haber inter-venido en los asuntos internos del país, así como en la coordinación de operaciones de guerrillas comunistas en las regiones de Sumapaz y Ariari.

    En noviembre de 1960, el presidente de Guatemala, Miguel Ydígoras Fuentes, reprimió un levantamiento militar que, según él, fue desatado por comunistas que habían recibido ayuda e instrucciones del régimen de Castro. El presidente Eisenhower ordenó a la flota de los Estados Unidos que patrullara las aguas del Caribe para prevenir cualesquiera posibles desembarcos desde Cuba en las costas de Nicaragua y Guatemala.

    Más tarde, en el mismo mes, tuvo efecto un asalto a la embajada de Cuba en Lima, Perú. Los archivos fueron ocupados por exiliados cubanos. Como resultado de las pruebas contenidas en los documentos originales que se entregaron al gobierno del Perú, cuya autenticidad quedó probada, el presidente Manuel Prado rompió relaciones con Cuba a fines de diciembre de 1960.

    Casi simultáneamente, el gobierno de El Salvador expulsó a dos funcionarios de la embajada cubana en San Salvador por haber tomado parte activa en los asuntos internos del país y por haber "actuado como intermediarios y agentes de propaganda en doctrinas e ideologías contrarias al sistema democrático. Ellos eran Armando Velázquez Fernández y José M. Valdés.

    El 3 de enero de 1961, Betancourt rehusó aceptar a Adrián García Hernández como encargado de negocios de Cuba en Venezuela, porque había intervenido en desórdenes políticos organizados por los comunistas en Caracas.

    Esa misma noche el presidente Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con Cuba, tras haber tolerado, por encima de todos los límites de la dignidad, abusos e insultos ilimitados por parte de Castro.

    Nueve días más tarde, el Consejo de Gobierno del Uruguay expulsó a Mario García Incháustegui, embajador de Cuba, tras haberse descubierto un plan comunista de subversión, financiado e instigado por él. Castro ascendió a su enviado y lo mandó como Delegado a las Naciones Unidas.

    Dos meses posteriores a este día, el gobierno de El Salvador expulsó a Roberto Lasalle, encargado de negocios de Cuba, después que cayeron en sus manos documentos confidenciales de la embajada de Cuba en ese país y tras haberse probado que esa sede diplomática estaba dirigiendo una conspiración a través de comunistas salvadoreños.

    En enero de 1961, dos gobiernos tuvieron que tomar medidas contra diplomáticos cubanos. El gobierno de Panamá demandó la remoción de José Antonio Cabrera Vilá, Adolfo Martí Fuentes, consejero; Gilberto Conill Iglesias, cónsul; y Rafael Fernández, secretario; por instigar y participar en actividades subversivas dentro del país.

    El gobierno de Bolivia exigió también el reemplazo del embajador de Cuba, José Tabares del Real, debido a denuncias de la prensa de La Paz, por haber intervenido en cuestiones de política interna.

    En marzo 16 de 1961, el gobierno de Honduras ordenó el cierre del Consulado de Cuba en Puerto Cortés y canceló el exequátur derecho de actuar como cónsul de Edelberto Díaz Alvarez, por haber intervenido en asuntos internos del país.

    El mes siguiente fracasó una invasión de Cuba, alentada por los Estados Unidos, en Bahía de Cochinos, a causa de no haberse dado cobertura aérea a la fuerza invasora de 1200 hombres.

    La posición interna de Castro se vio fortalecida como consecuencia de este fiasco, que constituyó una derrota desastrosa para el poderío militar norteamericano, así como para su prestigio político.

    Mario García Triana, encargado de negocios de Cuba en Bolivia, fue declarado persona non grata en julio de 1961, cuando se probó que había intervenido en el financiamiento de actividades subversivas en el país.

    En el mismo mes, Antonio Montané Laredo, cónsul de Cuba en México, y su esposa Gilda Pórtela, empleada del consulado, renunciaron y proclamaron el hecho de que la embajada de Cuba en ese país era un centro de conspiración comunista.

    En el propio mes de julio de 1961, el gobierno de Chile pidió la retirada de Juan Díaz del Real, embajador de Cuba, por su participación directa en mítines comunistas y por recorrer el país en compañía de líderes comunistas y socialistas chilenos. Este conflicto fue resuelto y se le permitió su permanencia en Chile.

    Mientras se encontraba en sesión la Conferencia de la Alianza para el Progreso en Punta del Este, Uruguay, Vitalio de la Torre, un ex oficial del Ejército de 69 años de edad, renunció como cónsul de Cuba en Buenos Aires, Argentina, y sustrajo de los archivos de la embajada de Cuba en dicho país más de 200 documentos originales que probaban la conspira

    ción dirigida desde La Habana para subvertir a la Argentina y hacer al che Guevara Zar comunista de su patria nativa, así como de la mitad sur del continente.

    Además de los Estados Unidos, los gobiernos de República Dominicana, Haití, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Perú, Paraguay, Argentina y Ecuador, habían roto relaciones con el régimen de Castro. México, Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay mantenían las relaciones.

    La Séptima Conferencia de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos, que se reunió en San José, Costa Rica, en agosto de 1960, había reprimido débilmente a Cuba por haberse inclinado al Bloque Chino-Soviético y haber destrozado la unidad hemisférica.

    Castro reaccionó contra la Declaración de San José mediante la Declaración de La Habana, que contenía el proyecto de la subversión comunista de la América Latina. La declaración se hizo en un mitin político celebrado en la noche del 2 de septiembre de 1960.

    Fue un complemento de la bravuconada del 26 de julio de 1960, donde amenazó con convertir la Cordillera de los Andes en la Sierra Maestra de las Américas.

    En octubre 16 de 1961, el gobierno constitucional del presidente Manuel Prado, del Perú, a través del embajador Juan Bautista de Lavalle —su representante en el Consejo de la Organización de Estados Americanos pidió a dicho cuerpo que citara a una reunión especial de Ministros de Relaciones Exteriores de las repúblicas americanas, de acuerdo con el artículo 6 del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca suscrito en Río de Janeiro, Brasil, en 2 de septiembre de 1947.

    El gobierno cubano —decía en parte la petición del Perú— haciendo uso de sus funcionarios diplomáticos, misiones oficiales y agentes secretos, está desarrollando la infiltración comunista en los demás países de América, instigando la subversión y la revolución contra gobiernos legítimamente constituidos y contra las instituciones democráticas, todo lo cual constituye agresión política en escala hemisférica.

    El gobierno constitucional de Colombia había estado manteniendo consultas diplomáticas con otros gobiernos del continente, durante varios meses, para un propósito similar, y la petición peruana fue virtualmente detenida en espera del resultado de la acción de Colombia.

    El Consejo de la Organización de Estados Americanos, mediante una votación de 14 a 2, con 5 abstenciones, aprobó el 4 de diciembre de 1961 la propuesta colombiana de efectuar una conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores para discutir la amenaza que se cernía sobre Latinoamérica debido a la conspiración comunista dirigida desde Cuba.

    El 22 de diciembre, el Consejo se reunió de nuevo para determinar la sede de la conferencia. Mediante votación de 20 a O fue seleccionada Punta del Este, Uruguay La reunión debería comenzar el 22 de enero de 1962.

    El Consejo de la OEA encomendó al Comité Interamericano de Paz que realizara una investigación con motivo de la queja peruana. Al efecto fueron designados los cinco representativos siguientes, integrantes del organismo: Francisco Roberto Lima, embajador de El Salvador, en funciones de presidente del grupo; Carlos A. Clulow, embajador del Uruguay; José Antonio Mayobre, embajador de Venezuela; Alberto Zulueta Ángel, embajador de Colombia, y De Lesseps S. Morrison, embajador de los Estados Unidos.

    He aquí parte del informe rendido por el Comité Interamericano de Paz a la Conferencia de Punta del Este, bajo el subtítulo de Actividades subversivas del gobierno de Cuba:

    Entre los hechos denunciados por el gobierno del Perú, presentan mayores dificultades a la investigación aquellas actividades del gobierno de Cuba que se dirigen

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