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Una Jornada De Fe
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Una Jornada De Fe

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About this ebook

Escrito con un lenguaje simple lleno de
metforas y sensibilidad a travs del libro
Daniel Antonio Damiani Una Jornada de
Fe, el protagonista narra las vivencias ms
significativas de su vida. Aquellas que le dieron
forma a su carcter, integridad y vocacin.
Resulta significativo que en este momento
histrico que vivimos todava hay familias que
poseen la capacidad de criar y educar a sus
hijos con metas de futuro.
La roca firme en la que se cra este Pastor
hace la diferencia en su vida, an cuando los
recursos econmicos son escasos y el ambiente no promete nada mejor. El ejemplo que vive a travs de una madre abnegada, la relacin con su padre y la fe de su familia hacen que el joven se torne en un hombre fuerte, sensible ante la necesidad humana y lleno de metas de servicio que slo se alcanzan a travs del ministerio. Esta vocacin la satisface inicialmente pastoreando iglesias evanglicas, ms adelante, ingresa a la Marina de los Estados Unidos de Amrica como Capelln. Llevndole este ministerio a lugares hostiles arropados por la guerra, el dolor y la desolacin.
Su relacin con Dios est clara, firme, no tiene segundos pensamientos, ni preguntas
especulativas. Por ello junto a su amada esposa, Fior, puede llegar a dar lo mejor de
si mismo a los dems. Su recompensa ya la tiene, es el placer de servir a los dems
y en ese placer Dios satisface todas sus necesidades.
Raquel G. Vargas, Ph. D.
Catedrtica
Universidad de Puerto Rico
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateJan 19, 2011
ISBN9781617643972
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    Una Jornada De Fe - Daniel Antonio Damiani

    DANIEL ANTONIO DAMIANI

    Una Jornada de Fe

    Copyright © 2011 por Daniel Antonio Damiani.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso:    2010943292

    ISBN:          Tapa Dura                                  978-1-6176-4395-8

                        Tapa Blanda                                978-1-6176-4396-5

                        Libro Electrónico                        978-1-6176-4397-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    327421

    Índice

    Introducción

    Capítulo 1

    1953

    Capítulo 2

    1959

    Capítulo 3

    1961

    Capítulo 4

    1965

    Capítulo 5

    1967

    Capítulo 6

    1971

    Capítulo 7

    1975

    Capítulo 8

    1976

    Capítulo 9

    1980

    Capítulo 10

    1984

    Capítulo 11

    1988

    Capítulo 12

    1990

    Capítulo 13

    1992

    Capítulo 14

    1996

    Capítulo 15

    1999

    Capítulo 16

    2001

    Capítulo 17

    2006

    Capítulo 18

    2007

    DEDICATORIA

    A mis padres Revdo. Julio César Damiani y Revda. Fior D. Damiani,

    y a mi abuelita Francisca Rodríguez . . . mi gran ejemplo

    A mi esposa Fior Rivera Damiani . . . mi gran tesoro

    A mi hija Juliebeth, a mi hijo Anthony,

    y a mi nieta D’Alissa . . . mi gran herencia

    A mi hermana Ruth y hermanos Rubén, Benjamín,

    Israel, Neftalí y Gerson . . . mi gran bendición

    "Antes que te formase en el vientre te conocí,

    y antes que nacieses te santifiqué,

    te di por profeta a las naciones".

    Jeremías 1:5

    AGRADECIMIENTOS

    Agradezco profundamente a mi amigo

    Daniel Rivera y a su esposa Yuviza y

    a Raquel G. Vargas (Tata), por sus sabias

    sugerencias, y por todas las horas que juntos pasamos

    revisando y corrigiendo el manuscrito.

    Quiero agradecer muy en especial a la congregación

    de la Iglesia Evangélica Presbiteriana El Buen Vecino:

    una iglesia con propósito y visión.

    Mil gracias por su amor y apoyo.

    INTRODUCCIÓN

    AFGANISTÁN HABÍA QUEDADO atrás. Ahora me encontraba bajo una terrible tormenta de nieve en Norfolk, Virginia. El servicio y la fiesta de mi bienvenida estaba previsto para el domingo 18 de marzo de 2007, pero con el mal tiempo que había, no sabía que iba a suceder. Fior y mi cuñado Daniel, comenzaron a investigar para identificar las opciones posibles para que yo llegara a Nueva York antes del día 18 de marzo. La opción por la que se adoptó fue la de viajar en tren, por lo cual se procedió con la reservación necesaria. A muy tempranas horas del sábado, yo era la primera persona en la estación del tren. Después de más de diez horas de viaje, llegue a la estación Pennsylvania en Nueva York, eran poco más o menos las cinco de la tarde. Debido a la inmensidad del lugar, a Fior se le hizo difícil encontrar la puerta de llegada donde yo con ansiedad la esperaba. Finalmente, con la ayuda de un policía de la estación, pudimos hacer realidad nuestro tan esperado encuentro.

    Creo que nunca podré olvidar la alegría y la emoción que sentí al entrar al santuario de la Iglesia El Buen Vecino y ver a mis familiares, amistades, hermanos y hermanas de la iglesia que con tanta alegría y entusiasmo cantaban alabanzas al Señor. ¡Cuántas oraciones habían sido levantadas en esta iglesia en mi favor! Cada una de ellas, Dios la había contestado. Mis ojos se llenaban de lágrimas al escuchar al grupo de alabanza entonar Dios Ha Sido Fiel y Dios Ha Sido Bueno. Himnos como estos fueron los que me ayudaron a confiar y a esperar en Dios en mis momentos más difíciles. Durante mi ausencia Dios había hecho cosas maravillosas en la iglesia. Fior floreció, convirtiéndose en gran líder y con propiedad se ganó el título de pastora. De ella todos dicen que, durante este tiempo crítico, fue una mujer con botas de guerrera. Antes de mi partida, la iglesia había establecido metas para el año 2006. Cada meta, afirmábamos, era una declaración de fe. Ese domingo de mi llegada, Fior, con gran pasión y satisfacción testificó como Dios por su gracia y su poder hizo posible que la iglesia alcanzara cada una de sus metas. Grupo de hombres, ministerios para parejas, jóvenes y niños, y el crecimiento de la iglesia eran el producto directo del favor de Dios y de un pueblo que esforzó sus manos para la batalla. Sin duda alguna al regresar sano y salvo a mi familia y a mi iglesia, Dios concluyó y comenzó un capítulo más en la historia de mi vida, una historia que tengo que compartir.

    Dicen que . . . el tiempo a veces es cruel y, hasta cierto punto, puede ser cierto. Con el correr de los años lugares que fueron testigos mudos de gratas experiencias, ya no existen. Recuerdos e imágenes de mis amigos de infancia se borran de mi mente cada vez más. Seres queridos y personas que jugaron un papel importante en mi vida, hoy no están, mas espero verlos un día allá en la eternidad. Sea lo que sea el tiempo, si algo he aprendido en todos estos años que me han tocado vivir es que Dios ha sido más que bueno al darme la dicha de conocer a tantas gentes, visitar tantos lugares y vivir apasionadamente las emociones que enriquecen el alma y alimentan el espíritu.

    Nuestras vivencias a través de la vida se visten de maestra no solamente cuando nos llevan a la reflexión personal, sino también cuando se comparten con los demás.

    CAPÍTULO 1

    1953

    LA CASA DONDE nací era de dos unidades. En una vivían mis abuelos maternos, José Pinales y Francisca Rodríguez Pinales. Me contó mi padre que en las primeras horas de la mañana del 7 de junio, mi mamá comenzó a sentir dolores de parto. Tan fuertes eran los dolores que no tuvo la fuerza ni la voluntad para ir al hospital. Mi padre avisó de inmediato a mi abuela, que para esos días trabajaba como enfermera en el hospital Juan Pablo Pina, y juntos asistieron a mi madre hasta alrededor del medio día en su labor de parto. Sobre la mesa del comedor que mi padre, como experto carpintero, había construido, llegué a San Cristóbal, República Dominicana. Ese mismo día, me contó mi madre, tembló la tierra e innumerables fueron las veces que escuché a mi abuelita decirme: Yayito, fue sobre esa mesa que Julio y yo te trajimos al mundo.

    Siempre tuve la impresión que mi abuela, a la que todos cariñosamente llamaban Sisi, era una súper abuela, de enormes habilidades, fuerte y tierna a

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