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El Corazon De La Psicologia: Descifrando Los Misterios De La Mente
El Corazon De La Psicologia: Descifrando Los Misterios De La Mente
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El Corazon De La Psicologia: Descifrando Los Misterios De La Mente

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About this ebook

Dr. Eduardo Chapunoff Dr. Howard Paul
Jefe de Cardiologa Psiclogo Clnico
Nombrado por el Customers Profesor Universitario
Research Council of America Reconocido internacionalmente
2009, uno de los cardilogos topes
de Estados Unidos

Dr. Arnold Lazarus Dr. Peter Nathan
Distinguido Profesor Emrito de Profesor Emrito, Universidad de
Psicologa. Universidad Rutgers Iowa.

salpicado con humor. Un libro humanoaccesible y
La lectura de este libro fue para con mucha compasin. Focaliza
mi un placer y una experiencia luminosa. en el corazn de conflictos
psicolgicos por los que todos
hemos atravesado.
Dr. Myron Gessner
Profesor Asociado de Psiquiatra de Nios y Dr. Carol Goodheart
Adolescentes. Universidad Robert Wood Presidente de la
Johnson, Facultad de Medicina American Psychological Association
2010
El Dr. Paul muestra notables conocimientos y
El Dr. Chapunoff despliega una maravillosa
instrospeccin y sensibilidad. Este libro superior Escuche las conversaciones de
es penetrante, informativo, profundo pero de amplio espectro de dos
lectura facil y fascinante Contiene importante eminentes profesionales del
informacion para todas las personas. campo de la salud sobre los
misterios de la menteque
conduce a la gente a la tristeza, la
avaricia y todo tipo de conflictos,
incluso el asesinato
Encontrar explicaciones entendibles y
humanas de hechos que las justifican
y conducen al sentido del valor
individual y la salud mental. Una
bienvenida adicion para cualquier
biblioteca.
LanguageEspañol
PublisherAuthorHouse
Release dateMay 29, 2012
ISBN9781468560244
El Corazon De La Psicologia: Descifrando Los Misterios De La Mente

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    El Corazon De La Psicologia - Eduardo Chapunoff

    EL CORAZÓN DE

    LA PSICOLOGÍA

    DESCIFRANDO LOS MISTERIOS DE LA MENTE

    HOWARD PAUL, PhD, ABPP, FAClinP

    EDUARDO CHAPUNOFF, MD, FACP, FACC

    Prólogo por el Dr. Arnold A. Lazarus

    Distinguido Profesor Emérito de Psicología, Universidad Rutgers

    US%26UKLogoB%26Wnew.ai

    AuthorHouse™

    1663 Liberty Drive

    Bloomington, IN 47403

    www.authorhouse.com

    Teléfono: 1-800-839-8640

    © 2012 HOWARD PAUL, PhD, ABPP, FAClinP and

    EDUARDO CHAPUNOFF, MD, FACP, FACC.

    Los nombres y las características que identifican a las personas en este libro han

    sido alteradas para proteger su identidad y mantener la confidencialidad.

    Todos los derechos están reservados.

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, guardada en un sistema de recuperación

    o trasmitida por cualquier método o medio sin la autorización escrita de los autores.

    Publicado por Author House 5/23/2012

    ISBN: 978-1-4685-6026-8 (sc)

    ISBN: 978-1-4685-6025-1 (hc)

    ISBN: 978-1-4685-6024-4 (ebk)

    Librería del Congreso - Número de Control: 2012904136

    Debido a la naturaleza dinámica del Internet, cualquier dirección de web o lazos

    contenidos en este libro pueden haber cambiado desde la publicación de esta

    obra y no ser más válidos. Las opiniones expresadas en este trabajo pertenecen

    a los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista del publicador,

    el cual declara que no tiene ninguna responsabilidad por su contenido.

    La fotografía de la tapa del libro es una cortesía de Michael Davenpot.

    CONTENTS

    Prólogo

    Los Autores

    Introducción

    LAS CONVERSACIONES

    1

    El carácter controversial de la tristeza

    2

    La rabia descontrolada

    3

    Los celos

    4

    Un método para tu locura

    5

    La salud mental del psicoterapeuta

    6

    El conflicto entre la

    sinceridad y la discreción

    7

    Un problema serio con

    un hijo homosexual

    8

    El desorden obsesivo-compulsivo y su base de ansiedad

    9

    La crueldad humana

    10

    La culpa, la religión y un

    juramento comprometedor

    11

    El matrimonio: ¿Es algo

    bueno para ti, o no?

    12

    La personalidad: ¿De qué

    se trata, realmente?

    13

    La violación y el incesto

    14

    El síndrome de estrés

    postraumático

    15

    La avaricia y el síndrome

    de Bernard Madoff

    16

    La castración no-quirúrgica

    17

    La estima propia y la

    importancia de no perderla

    18

    El narcicismo: yo, yo, y yo…

    19

    El suicidio: Escape final

    20

    La terquedad

    21

    Los periles de la pornografía

    22

    La codependencia

    23

    El bravucón y sus malos tratos

    24

    El desorden de atención

    deficiente e hiperactividad

    25

    La violencia doméstica

    26

    La anorexia

    27

    Educa a tus hijos correctamente

    28

    El futuro de nuestra salud mental

    Para el lector

    Prólogo

    Hay mucho que se aprende leyendo este libro. Consiste en una serie de conversaciones entre el Dr. Eduardo Chapunoff, un cardiólogo altamente capacitado cuyo inquisitivo intelecto va mucho más allá de la medicina, y el Dr. Howard Paul, un psicólogo clínico de grandes conocimientos y experiencia. El Dr. Chapunoff indaga sobre la conducta de los seres humanos y explora el significado de muchos conflictos de la mente sobre los cuales nunca nos hemos detenido a pensar. El Dr. Paul le otorga brillo y claridad a sus respuestas, las que son sencillas y accesibles. Las discusiones que sostienen los autores, invitan a pensar en profundidad.

    Si usted revisa la lista de los títulos de las conversaciones, tendrá una idea de los territorios interesantes e importantes que estos doctores han tratado. Algunos ejemplos son los siguientes: ¿Cómo se explica la crueldad humana, qué hay detrás de los trastornos obsesivos-compulsivos, la rabia descontrolada, los celos, la tristeza, la ansiedad, la culpa, la avaricia, la estima propia, la terquedad, las actitudes ofensivas y agresivas hacia otras personas, y la codependencia, entre otros ?

    El libro contiene toques humorísticos que se añaden al goce de su lectura.

    Es digno de notar que el Dr. Chapunoff relata casos auténticos que ha observado y de los que se originan sus preguntas, y el Dr. Paul distingue entre aquellos que tienen una explicación científica y otros cuyas respuestas son especulativas.

    Puedo afirmar que he disfrutado la lectura de este manuscrito y que también significó para mí, una experiencia luminosa.

    Dr. Arnold A. Lazarus, Distinguido Profesor Emérito de Psicología, Universidad Rutgers.

    Presidente, Instituto Lazarus, Skillman, New Jersey.

    Los Autores

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    El Dr. Howard A. Paul es profesor de psiquiatría de la Universidad de Medicina y Odontología de New Jersey-Facultad de Medicina Robert Wood Johnson, y supervisor en la Escuela para Graduados de Psicología Aplicada y Profesional, Universidad Rutgers, New Brunswick, New Jersey.

    Obtuvo un doctorado en psicología clínica en la Universidad Rutgers, y completó su internado en el Instituto Americano para Estudios Mentales.

    El Dr. Paul ha sido certificado por el Board Norteamericano de Psicología Profesional y es un fellow de la Academia de Psicología Clínica. En la actualidad es el editor de críticas y revisiones de libros para la revista médica Child & Family Behavior Therapy. Es un maestro terapeuta entrenado en los campos de la psicología clínica y escolar así también como en neuropsicología y medicina de conducta. Provee supervisión clínica a internos y residentes de psicología y psiquiatría. Mantiene una práctica privada de psicoterapia y por los últimos 45 años ha escrito más de 100 artículos.

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    El Dr. Eduardo Chapunoff es el Jefe de Cardiología del Doctor’s Medical Center y sus seis facilidades localizadas en Miami, Florida. Es graduado de la Universidad de Buenos Aires y completó su entrenamiento de posgraduado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami. Es un diplomado del Board de Medicina Interna y del Board de Enfermedades Cardiovasculares, fellow del American College of Physicians y fellow del American College of Cardiology. Fue Profesor Asociado de Medicina en la Universidad de Miami desde 1985 hasta 1997.

    El Dr. Chapunoff es el autor de varios libros, todos publicados en inglés y español: El Sexo y el Paciente Cardiaco, Contestando sus Preguntas Sobre Padecimientos Cardiacos y el Sexo, La Obesidad Mórbida: ¿Permitirá Usted que le Quite la Vida? Cómo Evitar el Caerse Muerto: Una Guía para la Prevención de 201 Causas de Muerte Súbita o Rápida. Ha sido incluído en los registros biográficos de Marquis Who is Who Publication Board, Personalidades de Norteamérica, Líderes Comunitarios de Estados Unidos (American Biographical Institute) y Quién es Quién Entre los Intelectuales Internacionales, (International Biographical Centre, Cambridge, Inglaterra). Fué nombrado El Hombre Internacional del Año 1991-1992 por el International Biographical Centre, Cambridge, Inglaterra. El Customers’ Research Council of America (El Consejo de Investigación de los Consumidores de Norteamérica) seleccionó al Dr. Eduardo Chapunoff como uno de los Cardiólogos Topes de Estados Unidos (One of America’s Top Cardiologists).

    Introducción

    Los misterios de la mente y las

    preguntas que generan.

    Francisco era un paciente octogenario que admití a la Unidad de Cuidados Intensivos por un infarto masivo de miocardio. Falleció. Un par de minutos después de haber sido declarado muerto, su segunda esposa y el hijo de un primer matrimonio, un hombre como de 50 años, entraron en la habitación donde yacía el cadáver y comenzaron a gritarse mutuamente. Cada uno luchaba por retener el dedo 4to (el anular) de una de sus manos que tenía un anillo de oro y diamante. Durante el enfrentamiento, la mano y el brazo del finado, tironeado por ambos contendientes, se movía para arriba y para abajo, y de adelante hacia atrás, tan agitadamente, que el difunto daba la impresión de estar vivo y de haberse añadido a la lucha de los otros dos. Una enfermera detuvo el combate y nunca supe lo que pasó con el anillo. Y eso no importa. Lo que sí me importó, fue la conducta de estas dos personas: ¿De qué material estaba construída sus mentes para haber actuado de esa manera, no respetando el cuerpo del esposo y padre?

    Pero no todo el mundo reacciona negativamente a eventos trágicos. Una vez traté una paciente británica de más de 80 años, inteligente y educada. Había estado en Londres durante el bombardeo devastador de los nazis en la segunda guerra mundial. Me dijo: Yo tuve una hermosa experiencia en Londres mientras las bombas destruían la ciudad. Le pregunté: "No entiendo. ¿Cómo pudo ver hermoso un lugar en donde la gente era aniquilada y destrozada por el bombardeo?" Contestó: La experiencia fue hermosa porque nunca vi a los seres humanos ayudándose tanto unos a los otros mientras enfrentaban extremo peligro, corriendo el riesgo de perder la vida. Fue muy hermoso, por cierto, ver tanto sacrificio y abnegación.

    Usted puede apreciar las reacciones tan dispares que experimentan las personas con sus emociones. Esta mujer me dió la impresión de haber disfrutado, no la destrucción y muerte a su alrededor, obviamente, sino el hecho de haber podido asistir a personas con heridas terribles y compartir momentos heroicos con sus compatriotas.

    Las cicatrices de la piel son permanentes, si un cirujano plástico no las remueve con el bisturí. Las emocionales tienen el mismo destino, a menos que un psicólogo las corrija y así evite sus efectos nocivos y a menudo, destructivos. Las cicatrices psicológicas varían de tamaño y matiz: pueden ser pequeñas o enormes, tolerables o intolerables, y evocar amargura, tristeza, desengaño, dolor, frustración, odio, y otras reacciones preocupantes, incluyendo el suicidio.

    Durante muchos años de práctica médica, observé los gestos, argumentos, acciones, la manera de pensar y de sentir de muchos individuos, lo cual resultó en una densa colección de signos de interrogación.

    También alterné con todo tipo de pacientes: intelectuales, policías, agentes anti-terroristas que inactivan bombas y explosivos de todo tipo, artistas, médicos, políticos, psicólogos, ingenieros, abogados, espías profesionales de la CIA, plomeros, obreros de la construcción, choferes taximetreros, limpiadores de ventanas de los edificios más altos de New York, miembros de familias mafiosas, negociantes de drogas, hombres y mujeres pobres como las ratas, y otros con tanto dinero que no sabían en qué gastarlo.

    No recuerdo a ninguno de estos individuos que no tuviera algún tipo de trastorno emocional o conducta disfuncional.

    También traté numerosos veteranos de Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial, las guerras de Corea, Vietnam, y más recientemente, la del Golfo, en Iraq. El relato de esas experiencias demandaría volúmenes. Sólo mencionaré algunos episodios: la invasión de Normandía (el día D), la vida y la muerte en campos de concentración, los duelos de combate aéreo, el miedo de la tripulación de un submarino que se estremecía con las bombas que explotaban muy cerca, peleas cuerpo a cuerpo luchando con bayoneta y machete, la sobrevivencia de soldados perdidos y hambrientos en las junglas del sudeste de Asia. Debían almorzar insectos o el jugo de una víbora que era succionado con sus labios de la parte media del cuerpo del reptil. Pero primero había que encontrar la víbora y matarla.

    Muchos de estos veteranos sufrían de un síndrome de estrés postraumático (SEPT) y en algunos, la enfermedad condujo a la incapacidad mental total y permanente.

    Vivimos en un mundo difícil. No dudo en llamarlo un mundo loco. Con frecuencia se observa gran violencia, mentes enojadas y destructivas. Abundan los avaros, los ladrones y corruptos en corporaciones y gobiernos. La mayor parte de los seres humanos poseen pensamientos erróneos, disturbios emocionales o conductas disfuncionales. Algunos están peor que otros pero un cierto grado de disturbio emocional o mental is casi universal. Aún personas que parecen normales sufren de conflictos, no siempre confesados o identificados.

    Hay gente casada que no sabe cómo alcanzar armonía y felicidad, y menos que menos, sosiego espiritual. Muchos tienen que enfrentar los problemas de relaciones matrimoniales o extra-matrimoniales, de sus padres, hijos, la rivalidad de los hermanos, celos, dificultades económicas, desempleo, pérdida de sus propiedades, bancarrotas, enfermedades serias, accidentes con alto grado de discapacidad física, batallas legales, contiendas con compañeros de trabajo, supervisores o subordinados… y ¿cómo podría olvidarme de algo tan importante? … ¡su vida sexual!

    Cuando usted vea las preguntas que presento en este libro, le será obvio que no estoy interesado en los hechos y realidades de las personas afectadas. Todos sabemos que un mentiroso es un mentiroso, que un ladrón es un ladrón y que un violador sexual es exactamente eso.

    Lo que a menudo no sabemos, y lo a mí me interesa saber, siempre que sea posible, es por qué y cómo estas conductas anormales ocurren. ¿Qué sucedió en la mente de los afectados para que llegaran a ser tan retorcidas, tan perversas o pervertidas? ¿Qué ocurrió en sus vidas? ¿Fueron sus familias, la sociedad que los vió crecer, problemas sociales y culturales los que afectaron sus neuronas cerebrales o simplemente nacieron con genes tóxicos o dislocados? También presenciamos la disfuncionalidad y el sufrimiento de gente noble, cuyos padres carecieron del conocimiento, la habilidad o la motivación suficiente para criar y educar a sus hijos. Y naturalmente, cometieron errores, algunos de ellos, serios. Gente buena tiene todo tipo de conflictos personales, interpersonales, íntimos y familiares que generan emociones insalubres, expresadas o reprimidas.

    En honor a la verdad, mis preguntas al psicólogo en este libro son la reflexión de mi ignorancia y no de mis conocimientos. Siendo yo el que hizo las preguntas, simplemente significa que no sabía las respuestas. Si las hubiera conocido, mis diálogos con un experto en psicología y el libro que usted está leyendo, no existirían. A través del tiempo acumulé tantas preguntas que no supe contestar, que gradualmente adquirieron la forma y el tamaño de una pirámide egipcia. Estoy comparando la punta de una pirámide con mi deseo de entender la mente humana. A menudo me vi trepando la pirámide sin poder llegar a su cima. Me recuerda la historia mitológica de Sísifo. Para refrescar su memoria, Sísifo fue condenado por los dioses a empujar una bola gigante y pesada hacia la punta de una montaña. Cuando estaba por alcanzarla, la bola volvía rodando a la base de la montaña y Sísifo estaba condenado a empujarla hacia arriba de la misma manera, una y otra vez, eternamente.

    La historia de Sísifo es mitológica, pero la mía no lo es. Recientemente, decidí buscar un experto psicólogo que pudiera contestar mis preguntas y aclarar, dentro de lo posible, las actitudes desconcertantes del ser humano. El doctor Howard Paul aceptó esa responsibilidad. Es un experimentado psicólogo clínico, profesor de la facultad de Medicina y supervisor de psicólogos y psiquiatras. Es internacionalmente renombrado y alcanzó prominencia por sus logros académicos y la publicación de un gran número de artículos científicos y revisión de libros. Tiene cuarenta y cinco años de experiencia en práctica privada y ha ejercido considerable influencia en sus pacientes, colegas, estudiantes, y la sociedad en general. Durante décadas ha entrevistado miles de pacientes, enfrentando situaciones y complicaciones, casi todas manejables, pero difíciles de tratar. Él nos explicará porqué y cómo las emociones negativas ocurren. Nos dirá cual es la mejor forma de prevenirlas o tratarlas de manera positiva.

    Yo lo invito a leer los comentarios del Profesor Paul y que piense sobre ellos. No los lea rápidamente. Tómese su tiempo. Él emplea frases metafóricas que enseñan lecciones útiles. Sus amigos o los que lo han tratado, las llaman los Howardismos. Muchos de ellos, aunque no todos, son de su creación. Aquí les muestro algunos que compartió conmigo:

    •   No es una buena idea poner su dedo adentro de un sacapunta de lápices que está funcionando.

    •   Si no quiere arruinar su día, comience no pensando que lo que usted desea no se va a realizar.

    •   El tigre más enorme que la gente enfrenta es el temor que su defectuoso caudal emocional será descubierto y que éste lo devorará.

    •   Hay problemas grandes, medianos y pequeños. La mayoría de los problemas que la gente define como grandes no son más que pequeños problemas que causan disgusto.

    •   Si usted no sabe adonde va, asegúrese que llegará a su destinatario.

    •   Los humanos somos criaturas de hábitos, no de conocimiento.

    •   Si la gente supiera cual es la mejor conducta a seguir, los psicoterapeutas estarían todos desempleados.

    •   Nunca hable, a menos que un par de oídos quieran escucharlo.

    •   La mente es un lugar peligroso. Nunca la visite sin compañía.

    En este libro, el Doctor Paul compartirá con nosotros la experiencia de toda una vida de estudio y observación, sus conocimientos y sabiduría.

    Únase a mí en este viaje exploratorio. Indagaremos sobre el origen de sentimientos, pensamientos y conductas erróneas, aberrantes, o irracionales.

    Correremos (o trataremos de correr), el velo que oculta estos disturbios para lograr, en cierta medida, un mejor entendimiento de los misterios que preocupan, y a veces abruman, la mente de los seres humanos.

    Dr. Eduardo Chapunoff

    LAS CONVERSACIONES

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    1

    El carácter controversial de la tristeza

    Algunas reacciones emocionales son difíciles de explicar.

    Chapunoff: Eran las 22 horas. Mi esposa Cristina estaba en la sala de estar (living room) y yo acostado en mi dormitorio. Al lado mío yacía Duke, mi amado perrito Yorkie, de diez años de edad. No se había sentido bien en los últimos días y lo trataba un veterinario. Súbitamente, lo noté inmóvil y pensé que estaba durmiendo. Pero entonces observé sus hermosos ojos, abiertos pero sin expresión, y concluí que había muerto. Con la velocidad de un rayo, comencé su resucitación cardiopulmonar pero sólo obtuve un sonido respiratorio agonal. Sus ojitos permanecían abiertos y me miraba como diciéndome: Papito, ya no existo. Me he ido para siempre. Debes aceptarlo. ¡Yo te amo y siempre te amaré!.

    Mi sufrimiento y la intensidad de mi tristeza alcanzaron niveles desgarradores. Creí que no podría tolerarlos. Pensé que si me hubieran hundido un hierro candente en un ojo, no hubiera experimentado tanto dolor. Pero aquí viene el punto que deseo señalar: Cuando mis padres fallecieron, yo lloré bastante, pero menos de lo que lo hice después de la muerte de mi mascota. Como yo amaba a mis padres intensamente, me sentí perplejo por la forma que reaccioné, y también culpable.

    Howard ¿pudieras decirme qué sucede en las profundidades de nuestras almas, (o por lo menos de mi alma) que pudiera explicar porqué la expresión de sufrimiento emocional que experimenté por el deceso de mi animalito fue bastante más intensa que la que sentí cuando mis padres murieron?

    Paul: Eduardo, te ofrezco mi más sentido pésame por esa pérdida. Es muy cierto que el lazo afectivo entre una persona y su mascota puede llegar a ser muy intenso y su muerte sea una tragedia. Los lazos emocionales que desarrollan los humanos varían de persona a persona. Su calidad e intensidad son influenciados por las tempranas experiencias de nuestras vidas y la calidad de los vínculos afectivos establecidos con nuestros padres.

    Muchos estados psicopatológicos emanan de defectos generados por estos tempranos vínculos y mucho de la habilidad para formar y mantener esos vínculos derivan de actitudes positivas y de apoyo de los padres.

    Para aquellos que pudieran estar interesados, un psiquiatra británico, Edward Mostyn Bowlby (1907-1990), es considerado uno de los más destacados profesionales en el estudio de los lazos emocionales. Él sostuvo que un infante requiere tener una relación importante por lo menos con una persona que lo cuide para que su desarrollo social y emocional ocurra normalmente. También pensó que futuras relaciones dependen de la solidez de estos tempranos vínculos. La teoría de los vínculos emocionales se aplicó a los seres humanos, pero pienso que también puede aplicarse a la relación entre una persona y un objeto amado, especialmente una mascota.

    Los lazos emocionales sólidos son la base de nuestra fuerza interior para la temprana exploración del mundo en el que vivimos, y en última instancia, influencian nuestras emociones, pensamientos y lo que anticipamos y esperamos de nuestras futuras relaciones.

    Si tuvimos la fortuna de haber tenido vínculos positivos en nuestra infancia y relaciones de calidad en nuestra vida adulta, la sensación de pérdida y disgusto cuando deja de existir un ser querido, puede, normalmente, ser muy intensa. Con vínculos fuertes siempre deseamos estar cerca del ser amado y lo extrañamos profundamente cuando cesa de existir.

    Ahora bien, mientras la pérdida es dolorosa, también es adaptable. Es un momento de alta vulnerabilidad y la probabilidad de generar conductas de menor capacidad de adaptación es más grande.

    Las tempranas experiencias con las personas que nos crían y educan, impactan mucho nuestras memorias, pensamientos, creencias, conductas y emociones. La experiencia de nuestros tempranos vínculos emocionales crea lo que se ha llamado el modelo interno de futuras relaciones sociales. Esto, naturalmente, se modifica con el tiempo y las vivencias individuales.

    Chapunoff: De acuerdo a lo que estás diciendo, Howard, uno debería lógicamente concluir que los vínculos emocionales de la temprana vida con las personas que nos cuidan, cuando no son adecuados, representan un preludio o anticipación de futuras disfunciones psicológicas.

    Paul: ¡Correcto! Mary Dinsmore Salter Ainsworth (1913-1999), una psicóloga Canadiense, expandió el trabajo de Bowlby e identificó las fallas de distintos tipos de los lazos emocionales. Los clasificó como seguros e "inseguros". Los niños que se desarrollan con estos últimos (y los adultos en los que se transforman), tienden a evitar situaciones de la vida que implican ciertos desafíos, son ambivalentes, ofrecen resistencia o desarrollan vínculos desorganizados.

    Cuando los padres hacen lo posible para convencer a los niños que no lloren y los estimulan exageradamente a ser independientes y no reaccionar a situaciones estresantes, éstos tratan de evitar situaciones que deberían enfrentar.

    Como terapeuta de la conducta a menudo trabajo con padres que reaccionan excesivamente al estrés, e inadvertidamente refuerzan conductas disfuncionales. No reaccionar a una situación estresante o reaccionar desmedidamente, puede crear problemas.

    Los niños que tienen padres no expresivos y que se comunican pobremente, tienden a tener dificultades compartiendo o expresando calor humano con otras personas y sufren de pobre estima propia.

    A veces los padres responden apropiadamente al estrés pero no son consistentes y no tratan a la situación estresante con el respeto que ésta se merece. Estos padres se inclinan a responder solamente después que el niño ha amplificado su respuesta estresante. No proveen una base segura para las emociones del niño y esto conduce a un incremento del estrés durante una separación, lo cual se asocia con ambivalencia, resentimiento, y un distanciamiento afectivo cuando los padres retornan al hogar.

    Estos niños buscan el contacto con los padres pero responden con disgusto cuando ese contacto ocurre, no son fácilmente calmados por otras personas y típicamente sufren de ansiedad, ya que carecen de la seguridad que los padres no se ausentarán nuevamente.

    En los modelos de vínculos o lazos afectivos desorganizados, los padres a menudo se atemorizan al observar el estrés del niño y esto puede resultar en actitudes negativas y confusión. Los niños muestran conductas ambivalentes tales como el alejarse de los padres o acercarse a ellos.

    Es evidente que el vínculo tan positivo que tuviste hacia tus padres tiene mucho que ver con la profundidad del sufrimiento que experimentaste con la pérdida de tu animalito.

    En el proceso de tu propia individuación, estableciste la independencia de tus padres. Esta "individuación" no aminora de ninguna forma el amor hacia tus padres, pero estableció una distancia emocional adaptativa entre tú y ellos.

    Con una mascota esta individuación no existe, ya que somos sus eternos compañeros y los cuidamos sin reservas.

    Hay un viejo adagio que ha sido confirmado por estudios de investigación: "Si tú realmente deseas que alguno guste de ti, permite que te hagan un favor". Con los animalitos siempre nos estamos haciendo favores y ellos hacen lo propio, incrementando el lazo de amor que nos une a ellos.

    Para el resto de mis comentarios, tendré que ponerme el sombrero de psicoterapeuta cognitivo: Cuando somos niños, si tenemos un accidente, como el caernos de una bicicleta que resulta en una abrasión del codo, si llamamos a nuestra madre y le decimos: "Mamá, me caí y tengo una pequeña molesta en mi codo", probablemente ella no le otorgará importancia al incidente. Pronto aprendemos que si decimos: Mamá, me caí de la bicicleta y el dolor de mi codo me está matando… tendremos más probabilidades de que ella nos prestará más atención.

    Existe una fuerza inexorable que nos enseña a utilizar un lenguaje amplificado cuando hablamos de situaciones muy estresantes. Tú, obviamente, eres un hombre que utiliza el lenguaje positivamente y con un cierto estilo, y te refieres a tu dolor como desgarrador e intolerable. Es precisamente el lenguaje que nosotros usamos lo que determina la intensidad de la reacción emocional.

    Chapunoff: Howard, ¿pudieras explicarme cuál fue el origen de mi sentido de culpabilidad?

    Paul: Tú te sentiste culpable por la intensidad de tu reacción hacia tu mascota la cual excedió la que tuviste por tus padres. En un nivel subconsciente estás diciendo que no debías haber tenido sentimientos más fuertes hacia tu perrito que el expresado a tus padres. Esto hizo que te enojaras contigo mismo. Ese enojo se tradujo en culpa.

    Chapunoff: El conocer psicología, obviamente, marca una gran diferencia. Un sentido de culpa así como otras situaciones emocionales, yo presumo, se agravan cuando uno no sabe porqué y cómo ocurren.

    Paul: ¡Exactamente! Tú demandabas de ti mismo que el amor hacia tus padres nunca debería ser superado. Eso se transformó en un hábito, lo cual garantiza su ubicación en el subconsciente. Tu habilidad para confrontar esto con una mente adulta se compromete si no sabes contra quién estás argumentando.

    Los padres, sin importar cuánto los amamos, y si ellos van a ejecutar su rol paterno correctamente, deben en algún momento decir NO. Las mascotas se dan el lujo de prácticamente no decirnos nunca NO, y muy rara vez nos desengañan. Aún si entendemos eso claramente, el amor incondicional hacia los padres, es un asunto más complicado que el tratar un perrito. Rara vez tenemos un conflicto con él. Las mascotas usualmente no nos dicen qué debemos hacer, y si lo hacen, manejan la situación como si fuera un pedido, no una demanda.

    Eduardo, me agradaría concluir esta discusión notando que hay una continuidad de sentimientos que comienza en alegría y termina en tristeza y que es normal y necesaria. Es solamente cuando dejamos atrás la alegría y no nos invade la pena que desarrollamos pensamientos distorsionados.

    Es imposible, en los tiempos que vivimos, evitar esas distorsiones. Esa es la razón que explica porqué, cuando sufrimos un dolor, necesitamos ser diligentes para evitar su amplificación y que no exceda un determinado límite.

    Ningún pensamiento distorsionado puede transformar algo malo en algo bueno. Sin embargo, se requiere muy poco para transformar algo malo en algo peor.

    La tristeza es dolorosa y a nadie le gusta sufrir. Mucha gente piensa que el dolor emocional hay que evitarlo a toda costa.

    Una manera sencilla de reducir el dolor es, infortunadamente, enojarse con otras personas o con uno mismo. Cuando tú dijiste que tu dolor era intolerable, estabas, subconscientemente, diciéndote a ti mismo que habías excedido tu límite de tolerancia.

    Los seres humanos no pueden vivir demasiados años sin experimentar la pérdida de un ser querido. Una de las opciones disponibles para recuperarse de ese tipo de dolor, es completar el proceso de duelo y encasillarlo en un marco diferente para que pueda ser superado.

    Tu dolor fue muy real, pero no fue razonable de tu parte transformarlo en una competencia para ver si ganaba el dolor hacia tus padres o el amor hacia tu perrito. También quiero sugerir que tu selección de palabras amplificó tu estrés. Menciono esto no para criticarte, sino para explicarte cómo podemos agravar aún más, un dolor intenso.

    Chapunoff: Howard, ésta ha sido la primer pregunta que te presenté y ya he aprendido mucho. La mayoría de las personas nunca consultan a un psicólogo y acarrean conflictos sin resolver.

    De tus lúcidas explicaciones, aprendí lo siguiente:

    1)   Lo importante que son los vínculos afectivos y emocionales que nos unen a nuestros padres y las personas encargadas de nuestra crianza, y la diferencia que existe para la salud mental el tener lazos emocionales correctos o deficientes, organizados o desorganizados.

    2)   El sufrimiento es inevitable cuando existen vínculos de calidad y bondad superior. Cuanto mejor son, mayor será el dolor cuando el ser querido cesa de existir. Los que no llegan a entender este concepto y no logran un cierto estado de adaptación a su dolor, están destinados a sufrir un desconsuelo permanente.

    3)   El proceso de individuación que se adquiere tratando a padres queridos lleva a una cierta independencia de sentimientos que no existe con una mascota. Los padres son compañeros frecuentes. Los animalitos caseros son compañeros constantes.

    Tú me has ayudado mucho, y aunque la tristeza por haber perdido a Duke continuará, ya no tengo la culpa por haber expresado mis sentimientos más intensamente por mi perrito que por mis padres.

    El sufrimiento es normal, es una realidad inevitable en el curso de nuestras vidas y es fundamental que entendamos eso claramente. Por otra parte, el sentido de culpa es una intrusión que nos impone una pesada carga, difícil de sobrellevar.

    El sufrimiento nos causa tristeza, pero la culpa nos hace sentir miserables. Te agradezco mucho que me hayas librado de ella.

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    La rabia descontrolada

    Una bala disparada que no tiene un blanco predecible.

    Chapunoff: Enrique tenía 53 años, y fue referido a mí por un internista debido a una marcada elevación de su presión arterial, la cual no cedía con el uso de varias medicinas antihipertensivas.

    Hay distintas razones que explican la falta de mejoría de la hipertensión cuando se la trata adecuadamente. Una de ellas es el enojo, lo que llamamos en criollo el encabronamiento.

    Y Enrique lo almacenaba en grandes cantidades. Hablaba de esto incesantemente. La expresión de sus ojos, sus labios apretados, la camisa húmeda por excesiva sudoración, el pulso acelerado, y naturalmente, su presión arterial, todos reflejaban su severo estrés. Se había divorciado de su primera esposa y en el proceso perdió dos millones de dólares. Volvió a casarse y esta vez tuvo un matrimonio feliz. Exitosas inversiones le hicieron ganar un par de millones de dólares nuevamente.

    Sin embargo, el odio que sentía hacia su primera esposa era

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