Un Rincón De La Sierra
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El telfono, ubicado en el hotel del pueblo, es el nico punto de conexin inmediata entre sus habitantes y los de otras poblaciones, aledaas o lejanas, dentro del estado de Chihuahua o incluso de los Estados Unidos, siendo fuente de buenas nuevas o de malas noticias. El mdico que vive y se integra a la comunidad durante su ao de servicio social, el rico del pueblo que nunca pasa desapercibido, los que regresan del chuco o del otro lado, son algunos de los personajes que participan en las diferentes historias, algunas donde se muestra una solidaridad ejemplar por parte de los vecinos para con el que cae en desgracia, y en otras donde aplica a la perfeccin el dicho, en pueblo chico, infierno grande, pero todas ellas mostrando al lector lo que significa vivir en Un Rincn de la Sierra.
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Un Rincón De La Sierra - Eva Castro Pérez
Copyright © 2013 por Eva Castro Pérez.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2013906621
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-5545-6
Tapa Blanda 978-1-4633-5544-9
Libro Electrónico 978-1-4633-5543-2
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.
Fecha de revisión: 05/06/2013
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CONTENTS
AGRADECIMIENTOS
DEDICATORIA
VEINTE AÑOS DESPUES
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a la vida la oportunidad que me dio de conocer un rincón de la sierra chihuahuense, cuando acompañé a mi esposo Carlos Enrique Morales Ortega, en su año de Servicio Social de Medicina, donde tuve la fortuna de tratar con gente noble, sencilla y llena de sabiduría popular, que me inspiraron a escribir esta historia de personajes ficticios y situaciones de mi propia creación, que probablemente no estén exentos de coincidir con algunos hechos de la vida real, sin embargo aclaro que son solo eso, coincidencias.
Agradezco también a dos Blancas, mi cuñada Blanca Burgos de Castro y a Blanca Chávez Ortega, su atención y paciencia para escuchar mis palabras o leerlas durante la construcción y conclusión de esta historia, por sus sinceras opiniones e incluso por su apoyo para transcribirlo.
DEDICATORIA
A mi esposo Dr. Carlos Enrique Morales Ortega por ser el
mejor hombre que el destino me pudo
haber dado y por supuesto a Gisela
y Carlos, motores de mi vida
Doña Mague, mujer alta y enjuta de carnes, cuya edad era difícil de adivinar, pues a ella, como a todas las personas del campo, el sol y la tierra se encargan de endilgarles prematuramente los años, estaba convencida de que el destino, veinte años atrás, la había puesto de modo para suplantar a su hermana gemela y hacerse de un hijo gabacho, pues por más que buscaba, no encontraba la forma de explicar el hecho de que su gemela se hubiera enfermado precisamente cuando tenía todo listo para viajar a los Estados Unidos. Y como decía su padre, "No están los tiempos para que un ataque de apendicitis, nos haga perder todo el dinero que hemos gastado en los boletos del camión y, sobre todo, en los trámites del pasaporte".
Durante dos años la familia estuvo recibiendo los dólares que Mague a nombre de Consuelo enviaba, puntualmente.
El padre de las gemelas fue quien decidió que no se le avisara a Mague, de la muerte de Consuelo, pero como la vida está hilvanada de casualidades, una tarde en que Mague caminaba por el centro de El Paso, Texas, se topó con Chabela, oriunda del mismo pueblo, se abrazaron, se besaron, brincaron y lloraron juntas. Entraron a un McDonald’s, intercambiaron direcciones y poco a poco fueron desgranando sus logros e infortunios en la tierra del Sueño Americano.
Al despedirse con fuertes abrazos y con la promesa de mantenerse en contacto, Chabela le comentó que por medio de su familia, se había enterado de la muerte de Consuelo.
-No sabes que feo sentí cuando me dieron la noticia.
Al ver que Mague, se había quedado callada, con los ojos bien abiertos y casi sin respirar, pensó que la muerte de su hermana dos años atrás, todavía le causaba mucho dolor.
-Perdóname, no quise ponerte triste, pero es el camino que todos vamos a seguir. Dijo Chabela, repitiendo lo que su madre solía decir en estos casos.
Aunque Chabela deseaba quedarse otro rato con su amiga, tuvo que irse, pues a esa hora tenía que cuidar a unos niños.
Mague salió del Mc Donald’s con la sensación de que le habían arrancado la mitad de su cuerpo, entonces comprendió por qué durante estos dos años, nunca había encontrado a su hermana en casa, sin importar la hora o el día de la semana en que ella llamara. A veces, su hermana estaba en Nicolás Bravo, otras en la Raíz; al recordar todo esto, parecía que escuchaba la voz de su padre.
- Su hermana no está aquí, acuérdese que hay que estar donde está el trabajo, sí, su hermana también quiere hablar con usted, pero acuérdese que de aquí pa’llá es muy caro
Mague llegó a la casa de sus patrones más tarde que de costumbre, pues en lugar de regresar en camión, lo hizo caminando, sin imaginar siquiera la cantidad de cuadras que había recorrido.
-¿Te pasa algo? - Le preguntó su patrón al abrir la puerta.
-¡Se murió mi hermana!
-Your twin?
-Sí. Mi gemela, mi twin.
El hombre se apresuró a llegar a la puerta de la cocina para llamar a su esposa,
-Honey, come here, Mague’s twin has died!
-Oh, my God! What a shame! – Exclamó la mujer desde la cocina y al salir, preguntó – When did she die?
-Two years ago – Contestó Mague.
-What?!
-Necesito regresar a mi pueblo, I need money, I need my salary.
-Of course, tomorrow you will have your salary and some extra money.
Cuando, Mague, se retiró a su recámara, la mujer preguntó - Did she say, two years ago
?
-No, she’s confused, she wanted to say two days ago.
Al llegar al pueblo, Mague tuvo la sensación de que el tiempo se había detenido, todo estaba prácticamente igual, si acaso la tienda de don Cosme un poco más grande.
Al llegar a su casa vio con desilusión que los adobes seguían asomándose sin recato, la casa no había sido enjarrada ni mucho menos pintada, - ¡pos qué chingados hicieron con los dólares que les enviaba cada pinche mes!, se dijo así misma. Entró a la casa pues la puerta estaba abierta, igual que siempre, igual que toda la vida, nada había cambiado.
Con tristeza murmuró, Así son las casas de los pobres, no hay necesidad de cerrar la puerta
. En plena entrada se detuvo para no asustar a su madre, y decidió gritar desde allí -¿Eres tú, Lupe? ¡Pásale! – respondió su madre
-No, no soy Lupe, soy yo amá, Mague.
-¡Mague! ¡Dios bendito! ¡Hija de mi vida! ¡Parece mentira que estés aquí! Te ves diferente pero siempre muy chula mija… ¿A qué horas llegastes?
-Voy llegando amá.
-Pásale hija, descansa. ¿Por qué no avisastes que ibas a venir?
Sin el más mínimo propósito de contestar, preguntó.- ¿Por qué no me dijeron lo de mi hermana? ¿Por qué me mintieron?
-Yo no hija, tu padre, él me prohibió decírtelo, eso pasó casi recién te fuistes, yo creo que todavía ni siquiera llegabas al otro lado.
-Era más importante velar a mi hermana que irme al otro lado. O qué, ¿pa’mi apá eran más importantes los dólares? Yo pensé que iban a arreglar la casa, pero está igual, no, no está igual está peor. ¿Por qué, amá?, no era solo mi hermana, era mi twin.
-¿Tú qué?
-¡Mi gemela!, es como si la mitad de mí se hubiera muerto – Mague reflexionaba sobre su hermana y la razón por la cual no le habían dicho nada, cuando de pronto escuchó unos ruidos - ¿Oyó eso?, ¿es el palomo verdá? ¡Vamos a verlo amá!
-Anda pues hija –respondió su madre
- Mire amá, me reconoció luego, luego.
-Ahí viene tu padre, hija.- dijo la mujer como si no quisiera ser escuchada por alguien más.
-¿Cómo sabe?
-Por el ruido de la Troca
-¿Troca? ¡Compró una troca!
Cuando el hombre llegó a la casa, no venía solo, lo acompañaban dos amigos del pueblo, don Chuy y don Filiberto.
-Mire, compadre- decía don Chuy al padre de Mague- seguro que pa’la semana que entra, usted, ya va a tener unos dólares, entonces nos vamos pa’l lado de la Raíz y le apostamos a un caballo pinto, de un tal Néstor, que dicen que no hay quien le gane, ¿cómo la ve?
-Buenas tardes, don Chuy – gritó Mague, sorprendiendo a los hombres- ¡Ah! pos si también ahí viene Filiberto.
-¡¿Mague?! – preguntó incrédulo el padre.
-No, apá, soy Consuelo, ¿pos que, ya se le olvidó quien le envía los dólares?
-¿Qué pasó? ¿Se le acabó la chamba?
-No, apá, no se preocupe, estoy bien de salú, gracias por preguntar.
-¡Mira, hija de la chingada!-
-¡Cuidado, Apá! ¡Ya no soy una lepa!, y si mi amá le tiene miedo, yo no.
-¡Maguita!, -dijo Filiberto tratando de evitar una bronca – ¡Qué gusto de volver a verte!
-Gracias, Fili.
-Bueno, nosotros nos vamos, ¡qué bueno que te tomastes unas vacaciones, Maguita!
-No son vacaciones Fili, ya estoy de regreso en mi tierra.
-¿Por qué no avisastes que te ibas a regresar? – preguntó su padre.
-Porque traigo puras malas noticias pa’usté, y usté me enseñó que las malas noticias se guardan.
-¡Vienes muy altanera!, ¿Qué, trais muchos dólares?
-¡Lo único que ha de traer es hambre! – gritó, doña Esperanza – vente mija, vente a comer.
Los tres se sentaron a la mesa, al principio la única que hablaba era doña Esperanza.
-Seguro que usté extrañaba la comida de su madre, ¿o no?
-Sí, sí la extrañaba, allá la comida es como si fuera de hule o de plástico, bonita pero sin sabor, como que todo sabe igual, a todo le ponen cátsup…ketchup, dicen, ellos. Aprendí unas palabras en inglés, mis patrones eran buena onda, mi patrón hablaba un poco de español pero mi patrona nada –dijo Mague, sin poder ocultar la sonrisa – Por eso tuve que aprender algo de inglés, porque al principio no nos entendíamos nada, pero mi patrón me estuvo enseñando algunas palabras, mi patrón fue muy buena onda, muy buena onda conmigo. La verdad sí me dio tristeza dejarlos, sobre todo a él.
Doña Esperanza después de escuchar las palabras de su hija, sintió un poco de miedo acerca de la relación que su hija hubiera tenido con él.
-¿Por qué sobre todo a él? – Preguntó su padre.
-Pues por lo que les digo, tenía tiempo para platicar, para enseñarme el inglés. Yo a veces ni salía los domingos, prefería quedarme con él, bueno con ellos, pero ella, pobre, no entendía nada de español y prefería irse a jugar con sus amigas.
-¿Irse a jugar con sus amigas? Pos, ni que fuera una lepa.
-Allá, la gente grande, acostumbra jugar un juego que le llaman BINGO y pos quién sabe cómo será ese juego, pero se divierten mucho, y a veces mi patrona ganaba muy buena lana.
-¿Ah, apostaban? – Preguntó el padre de Mague.
-¿Pos, usté qué cree? ¿Qué iban a jugar nomas por jugar? ¡Claro que también a veces perdía!
-Y hablando de apuestas…
-¡Olvídelo!, yo me fui al chuco a trabajar porque íbanos a arreglar la casa, y no vine a pelear, no le estoy reclamando que no la haiga arreglado pero el dinero que traigo, es poco y es mío.
-Hija, ese dinero lo podemos doblar apostándole a un caballo pinto, de un tal Néstor, allá en la Raíz.
-¡Ay apá!, usté nunca va a cambiar.
-¿Qué? ¿Le apostamos, hija?
-¡No, apá! Y si quiere enmuinarse, enmuínese. Yo ya no me asusto tan fácil. Después de dos años en el Chuco, cuidándose de la Migra para que a una no la descubran que está trabajando, cambia a cualquiera, usté no tiene idea de lo que se siente nomás de pensar que lo agarre la Migra.
-¿Y el pasaporte?, pa’ eso fue el gasto del pasaporte.
-Sí, pero el permiso pa’ estar allá se saca cada seis meses, hay que regresar a México, estar un tiempo y luego sacar otro permiso. Eso se lo dije muchas veces por teléfono, y usté nunca lo entendió, o nunca quiso entenderlo, y gracias a Dios, la migra no me agarró.
Dos meses después de que Mague había regresado a su casa, doña Esperanza, su madre, le preguntó - ¿Hija, estás de encargo?
-No sé, pero ojalá. Ruéguele a Dios para que no sea mentira.
-¡Ay, hija, pero luego tu padre, imagínate!
-¡Usté, ruéguele a Dios!
Cuando el hijo de Mague vino al mundo, su abuelo lloró junto con él, cuando se cercioró que aquello en la entrepierna, no era el cordón umbilical.
VEINTE AÑOS DESPUES
Mague estaba sumida en el recuerdo, cuando escuchó los pasos de su hijo, conocido por todos como Gabacho
. Cada vez que veía a su hijo, agradecía a la memoria de su padre, que la hubiera enviado a los Estados Unidos, pues de otra manera ahora no tendría a su Gabacho.
-Amá, ya llegó el nuevo doctor.
-¿Le dijistes que tenemos servicio de lavado de ropa?
-Ay, amá, ¡cómo es usté!, ¡pos usté vaya y dígale! Al cabo que los que la lavamos somos Fili y yo.
-¡Ay, cómo eres llorón! No, pos si la vida cuesta, no es de gratis, ahorita vengo.
Mague, cruzó la ancha calle de terracería que separaba su casa del Centro de Salud, al que cada año llegaba un joven médico a hacer su servicio social. La mujer dejó caer con familiaridad varias veces sus nudillos sobre la puerta de lámina y vidrio.
Cuando el doctor abrió la puerta, llevaba puesta una gruesa chamarra y al saludar a Mague, salió vaho de su boca.
Mague contestó el saludo seguido de una réplica.- Mire nomás, usté doctor, ¿cómo se le ocurre al gobierno hacer el Centro de Salud con pura lamina y vidrio?, ¡con tanto frío que hace aquí! Pos si en este pueblo las únicas dos estaciones que tenemos son la del invierno y la del tren.
-Pásele, señora – dijo el doctor sonriendo, después de haber escuchado a la mujer.
-Mejor aquí doctor, porque está más calientito, y además el asunto que traigo no es de salú, nada más vengo a ponerme a sus órdenes, por si quiere que le lávenos la ropa. Yo ya tengo muchos años lavándoles la ropa a los médicos que vienen al pueblo, yo vivo allá enfrente.
-Ah, pues eso está muy bien, ¿y cuánto cobra?
-Barato, doctor, pos ustedes no empuercan mucho la ropa, solo cuando la manchan de sangre.
-Oiga, señora, una pregunta, esa casa de enfrente, es una tienda, ¿verdad?
-Sí doctor, es una tienda de ropa, el dueño es Beto, es un buen hombre, y esos dos güeritos que ve usté, son sus hijos y tiene una bebé muy linda también. ¿Entonces en qué quedamos, doctor?
-Pues si no es mucho lo que cobran ustedes,