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Quien Lo Encuentra: Las Aventuras de Jane Barnaby
Quien Lo Encuentra: Las Aventuras de Jane Barnaby
Quien Lo Encuentra: Las Aventuras de Jane Barnaby
Ebook255 pages3 hours

Quien Lo Encuentra: Las Aventuras de Jane Barnaby

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About this ebook

Todo lo que la estudiante de arqueología, Jane Barnaby, tenía que hacer era entregar una caja con trozos de cerámica a su profesor en su lugar de excavación, junto con su auto nuevo.  Sí, su oficina se encontraba en Oxfordshire, y su excavación estaba en España, un viaje de 1,400 millas a través de tres países y dos cuerpos de agua.  Sin embargo, debió ser algo sencillo.

Eso es, hasta que todo salió mal.
  
Ahora, Jane tiene la caja equivocada y es perseguida por los ladrones que la buscan y no les importa cómo lograr lo que quieren.
  
Adicionalmente, recogió un par de pasajeros quienes afirman que pueden ayudarla a recuperar la cerámica de su profesor y regresar los artefactos a su legítimo dueño.  Si tan solo supiera quién está trabajando con los ladrones y en quién puede confiar en este juego de alto riesgo de quien lo encuentra.

LanguageEspañol
Release dateNov 5, 2018
ISBN9781547549443
Quien Lo Encuentra: Las Aventuras de Jane Barnaby

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    Quien Lo Encuentra - J.J. DiBenedetto

    Quien Lo Encuentra

    (Una Aventura de Jane Barnaby)

    por J.J. DiBenedetto

    Copyright © 2016 by J.J. DiBenedetto

    All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, distributed or transmitted in any form or by any means, including photocopying, recording, or other electronic or mechanical methods, without the prior written permission of the publisher, except in the case of brief quotations embodied in critical reviews and certain other noncommercial uses permitted by copyright law. For permission requests, write to the publisher, addressed Attention: Permissions Coordinator, at the address below.

    J.J. DiBenedetto

    Arlington, Virginia, U.S.A.

    www.writingdreams.net

    Publisher’s Note: This is a work of fiction. Names, characters, places, and incidents are a product of the author’s imagination. Locales and public names are sometimes used for atmospheric purposes. Any resemblance to actual people, living or dead, or to businesses, companies, events, institutions, or locales is completely coincidental.

    Book Layout: Write Dream Repeat ©2016

    Ordering Information:

    Quantity sales. Special discounts are available on quantity purchases by corporations, associations, and others. For details, contact the Special Sales Department at the address above.

    Finders Keepers/J.J. DiBenedetto—1st ed.

    ISBN-13: 978-1530384204

    Cover Art: designed by Emma Michaels

    También del Autor

    Novelas de la Serie de los Sueños:

    Estudiante de los Sueños

    Doctora de los Sueños

    El Niño de los Sueños

    La Familia de los Sueños

    El Sueño que Despierta

    La Reunión de los Sueños

    El Hogar de los Sueños

    Las Vacaciones de los Sueños

    La Boda de los Sueños

    Fragmentos de Sueños:  Historias de la Serie de los Sueños

    La Excelente Aventura de Betty & Howard

    Una Caja de Sueños: la Colección de la Serie de los Sueños (libros 1-5)

    Todos disponibles en:

    www.amazon.com

    y

    www.writingdreams.net

    ––––––––

    Todas las novelas también están disponibles en Audiolibros!

    Jane escribe a casa (parte uno – bienvenida a Oxford)

    Agosto 30, 1990

    Querido Papito,

    Lamento que haya transcurrido tanto tiempo para escribir, pero he estado increíblemente ocupada.  Antes de continuar, quiero darte las gracias.  Primero, por todo, porque no estaría aquí si no fuera por ti.  Segundo, por hacerme abordar el avión aunque sé que te vuelve loco tenerme tan lejos.  Y tercero, por convencerme de venir dos semanas antes de cuando hubiera venido si lo dejabas de mi cuenta.

    Todo el mundo ha sido muy amistoso y colaborador, pero a pesar de todo, hay muchas cosas que son mucho más difíciles de lo que hubiera imaginado.  Por ejemplo, pasé toda la mañana y parte de la tarde en el banco tratando de abrir mi cuenta corriente.  En casa me hubiera tardado media hora como máximo.

    Eso no es nada comparado con el papeleo que tuve que llenar en la Universidad.  Hay un formato para absolutamente todo, excepto quizás para ir al retrete (estoy intentando usar las palabras Británicas.  Nunca ocultaré mi acento y tampoco quiero hacerlo, pero creo que ellos aprecian que uno haga el esfuerzo, en cuanto al vocabulario).

    En realidad, probablemente exista un formato para usar el retrete, el cual probablemente tenga que ser llenado por triplicado, presentado en dos oficinas diferentes y firmado con sangre, y todavía no me he enterado.  Pero he adelantado mucho.  En todo caso, estoy definitiva, oficial, y apropiadamente inscrita en el Magdalen College de Oxford, ¡y puedes decírselo a todos!

    Esto es hermoso.  Tan pronto como tenga llenos un par de rollos de película, las haré revelar y te enviará fotos.  Aquí casi todo es viejo, hay partes del campus, que si no supiera mejor, ¡pensaría que estamos en 1790 en lugar de 1990!  Sin embargo, tenías razón sobre el clima.  Ha estado gris y húmedo todos los días.  Se siente como si fuera Noviembre, y supongo que esa es otra cosa que debo agradecerte.  ¡He estado usando mi nuevo impermeable a diario!

    Te prometo que escribiré con más frecuencia.  ¿Qué te parece dos veces por semana?  Te contaré más cosas sobre mi dormitorio, y la comida, y el formato especial que debo llenar si quiero tomar vino con la cena.  Espero que la próxima vez que escriba, ya esté aquí mi consejero, para poder contarte de él también.  Hasta entonces, te extraño y pienso en ti.

    Con todo mi amor,

    Jane

    Capítulo 1

    (está muy lejos, pero no lo parece)

    Era otro día frío, húmedo, poco atractivo en Oxfordshire, pero la joven mujer en el impermeable beis no le prestó la menor atención al clima miserable.  Se rehusaba a llamarlo color caramelo a pesar de lo  que dijera la etiqueta; ¡beis era beis!  El abrigo era uno o dos tonos más claro que su largo cabello castaño claro, el cual ondeaba en el viento mientras se arrodillaba, sus manos hurgando en la tierra hasta que encontró lo que buscaba.

    Jane Barnaby recogió una piedra pequeña, lisa y la examinó detalladamente.  Serviría bien, decidió.  Ahora, estaba lista.  Se levantó y se dirigió al Paseo Addison, como ha hecho todos los días desde que llegó a Oxford en Agosto.  El cielo gris no le molestaba en lo absoluto; hasta ahora, Jane se había acostumbrado a no ver el sol durante varios días.  Sinceramente, esta mañana de Diciembre no se notaba diferente que su primera mañana aquí cuatro meses atrás.  Tal vez estuviera algunos grados más frío, pero no más que eso.

    El Paseo todavía estaba hermoso; no hacía ninguna diferencia si el clima estaba soleado o nublado o caía lluvia.  En su mano derecha, Jane llevaba la pequeña piedra redonda que había encontrado en la tierra afuera de Holywell House.  Esto también lo había hecho todos los días desde que llegó.

    Mientras caminaba, Jane no sentía el viento cortando a través de su abrigo London Fog.  Ella no había tenido el corazón para decirle a su padre que el impermeable que le había comprado como regalo de despedida no era para nada un producto inglés.  Y eso no era lo único que no había tenido el corazón para decirle – tres meses aquí, dos cartas semanales para la casa, y todavía no había mencionado su ritual diario.

    Pero a medida que caminaba, eso se escapaba de su mente, como casi todo lo demás.  No estaba pensando en la reunión a la que se dirigía, o lo que pudiera presagiar.  Lo único en su mente en este momento, como siempre que recorría este camino, era su madre.  Jane conversaba con ella, diciéndole todo.

    Su madre la había guiado hasta aquí, no solo a Oxford, sino específicamente al Magdalen College.  Jane estaba segura de eso.  Lo supo el primer día, cuando Olivia, una de las dos Secretarias Sociales de la universidad, le dio una breve gira y lección de historia.  Olivia había guiado a Jane por el hermoso Paseo, explicándole que había sido uno de los lugares favoritos de C. S. Lewis cuando era miembro de la junta.  El momento que Jane escuchó eso, lo supo.  No fue una casualidad que llegara a esta universidad, sino obra de su madre.

    El León, la Bruja y el Guardarropa fue el primer libro de verdad que su madre leyó para ella y su hermano.  Al cerrar los ojos, con sus pies caminando certeramente por el Paseo, Jane era transportada a su habitación de la infancia.  Se veía a sí misma tomando el libro de manos de su madre, y luego lentamente, de manera titubeante, lo leía con su voz cada vez más fuerte y más segura con cada palabra.  Jane recordaba el orgullo en los ojos de su madre mientras ella y luego su hermano se turnaban para terminar el último capítulo y exigían comenzar El Príncipe Caspian inmediatamente.

    Su madre estaría orgullosa de ella ahora, Jane estaba segura de eso.  Abrió los ojos y regresó al presente, apretando la piedra en su puño mientras doblaba en la esquina noreste del Paseo, pasando por el puente peatonal que lleva a Bar Willow Meadow.  No muy lejos, quizás cincuenta pies, está el olmo.  El Árbol de Ángela, con A mayúscula, como lo pensaba ahora Jane.

    Allí había un montón de piedras, cuidadosamente colocadas, justo en la base del viejo árbol nudoso.  Incluso podrías llamarlo un montículo de piedras, decidió Jane, ahora que tenía casi un pie de altura.  Se arrodilló y colocó la nueva piedra, manteniendo el montículo perfectamente balanceado y estable.  Entonces se persignó y susurró como lo hacía todos los días, ─Yo sé que estás conmigo, Mamá.  Te amo.

    Jane se quedó allí, de rodillas, unos minutos más, hasta que el viento se calmó por un momento.  Siempre parecía hacer eso; Jane sabía que era como su madre se acercaba a ella, diciéndole que era momento de continuar con su día.  Jane se levantó, mirando el montículo por otro momento, cuando escuchó pasos detrás de ella.

    Se volteó para ver una estudiante de posgrado y residente de Holywell House, Malenie Harrington.  Melanie solo llevaba una sudadera con capucha y parecía no molestarle el frío y el viento y la humedad; Jane llevaba tres capas de ropa debajo de su abrigo y, ahora que había terminado con su ritual, podía sentir el clima miserable a pesar de toda su ropa.

    Mientras Jane espera que Melanie la alcanzara, comprendió que su compañera de clases probablemente había estado parada ahí atrás, mirándola mientras ella dejaba su regalo diario para su madre.  Ella sabía que su ritual privado no era realmente privado, que sus compañeros en la universidad la habían visto algunas veces, y probablemente se preguntaban qué estaba haciendo.

    Melanie alcanzó a Jane y, sonriendo gentilmente, le preguntó, ─¿Cómo está tú madre hoy?

    ─Siente mucha curiosidad por lo que el Profesor Welldon...─Jane llevaba la mitad de su respuesta antes de comprender completamente lo que Melanie había dicho. ─¿Cómo sabes de eso? ─No se le había ocurrido a Jane que no solo no era privado su ritual, sino que en realidad era de conocimiento público.

    ─Todo el mundo lo sabe, Jane, ─dijo Melanie, palmeando el brazo de Jane. ─En realidad es, ─tomó aire profundamente, ─muy conmovedor. ─Las dos mujeres reanudaron su camino.  Melanie rió suavemente y continuó, ─El Profesor Chary le llamó la atención a los estudiantes de pregrado por eso.  Estaban jugando cerca de tu árbol, y les dijo que mostraran cierto respeto.

    Jane se sonrojó mucho.  ¡El Profesor Chary era el Presidente de la Universidad!  ¿Él sabía sobre su madre, sobre sus caminatas diarias?  ─¿Lo llamó ‘mi árbol’?

    ─Ciertamente lo hizo, ─respondió Melanie. ─Ya sabes cómo son las cosas aquí.  Amamos las tradiciones, aunque solo tengan tres meses de antigüedad.  Dale un año, y tu árbol  será una parada regular en los paseos turísticos por aquí.

    ─A Mamá le gustaría eso, ─dijo Jane suavemente, más para sí misma que para Melanie.  Quizás ya era tiempo de contarle a su padre sobre esto.  Enviarle una foto del Árbol de Ángela, contarle sobre sus caminatas diarias y sus conversaciones con Mamá.  Tal vez ya había llegado el momento de tener una larga conversación con su padre sobre Mamá, y sobre permitirse a sí mismo vivir de nuevo.

    ***

    Jane entró en el Middle Common Room e inmediatamente vio al Profesor Weldon.  Estaba sentado en un mullido sillón, profundamente absorto en un libro.  No pudo evitar sonreír; su consejero siempre estaba profundamente absorto en lo que estuviera haciendo en el momento.  El hombre tenía más energía que nadie que Jane hubiera conocido jamás, y podía concentrarse como un rayo láser en lo que tuviera frente a él.

    Jane se acercó y tomó asiento en la silla junto a él, preguntándose cuánto tiempo le tomaría al Profesor Welldon – no se atrevía a llamarlo Bill, sin importar cuántas veces se lo pidiera – darse cuenta de su presencia.

    La respuesta era: hasta que llegara al final del capítulo que estaba leyendo, alrededor de diez minutos.  Su consejero bajó el libro y le sonrió.  ─¡Justo a tiempo! ─Jane no se molestó en señalar que cuando llegó hacía diez minutos, ya era diez minutos tarde;  había aprendido la primera semana del semestre que el Profesor Welldon no estaba muy pendiente del reloj.

    ─¿Quería hablar conmigo, Profesor?

    ─Sí, ciertamente, ─dijo, con su resonante voz.  No era alto, en realidad, pero Jane tenía que estárselo recordando a sí misma todo el tiempo.  Era apenas más alto que ella, quizás una o dos pulgadas, si acaso.  Y tampoco era grueso en ningún aspecto.  Pero la manera en que llevaba su porte – su aura, la fuerza de su personalidad – lo hacían parecer un hombre grande, un oso.  Con una voz, una risa, acorde.  ─Tengo una asignación para ti, si la deseas. ─Jane también tenía que recordarse que aunque él llevaba viviendo aquí los últimos veinte años; no había perdido ni un ápice de su acento del Bronx con el que ella estaba tan familiarizada.  Ella tenía menos acento que él, y solo llevaba aquí tres meses.

    Jane se preguntaba, no por primera vez, si era esa era la razón por la que el Profesor Welldon la había tomado bajo su ala.  ¿Podría ser algo tan simple – una ciudad natal en común?  Cualquiera que sea la razón, Jane no iba a cuestionarla; si le agradaba a su consejero, y quería guiarla, eso estaba bien con ella.

    ─Sí, Profesor.  Lo que sea, lo haré. ─Ella hubiera dicho eso sin importar sus sentimientos hacia él, o los de él hacia ella.  Era una verdad universal para los estudiantes de pregrado, bien sea aquí en Oxford o en los Estados Unidos:  no le dices que no a tu consejero.

    Su sonrisa se hizo más amplia. ─¡Maravilloso!  Sabes conducir, ¿supongo?

    ─Desde luego, ─le respondió Jane.  No muy bien, como su padre y cualquiera de sus amigos podrían atestiguar, pero el Profesor Welldon no necesitaba saber eso.

    ─¿Puedes conducir un auto con caja de cambios manuales?

    ─Desde luego, ─dijo de nuevo, aunque nunca lo había hecho.  ¿Qué tan difícil podía ser?

    ─¡Perfecto!  No es común que le imponga algo como esto a un estudiante, ─dijo él.  Jane no reaccionó; no importaba por qué se lo estaba pidiendo, o qué, precisamente, quería que ella hiciera. ─Pero mi esposa y yo debemos salir mañana hacia Mallorca, y el auto no será entregado hasta el Lunes en la mañana.  Haría que mi hija lo hiciera, pero Tali no puede irse.  Y sé que puedo confiar en ti, Jane.

    El sabía que podía confiar en ella.  Eso era todo, en lo que concernía a Jane.  Podría aprender a conducir con palanca de cambios  sobre la marcha.  Ella podía conducir su vehículo a donde él necesitara que lo llevara. ─Gracias, Profesor.

    ─¿Podrías, por amor de Dios, llamarme Bill?  No estamos en clase.

    ─Sí, Pro – Bill. ─Nunca le parecería bien, pero lo intentaría. ─Entonces, ¿adónde voy a llevar su auto?

    ─No es muy lejos. ─Su sonrisa era brillante como el sol. ─Solo a España.

    ***

    Jane estaba acostada sobre su estómago, se estiró en la cama y miró hacia el cielo gris y la tierra húmeda.  En realidad era hermoso; nunca se cansaba de la vista.  Pero se obligó a desviar la mirada, concentrándose en la hoja de papel en blanco frente a ella.  Querido Papito, había comenzado.

    Como la mayoría de los niños, cuando Jane era muy joven, llamaba a su padre Papito.  En algún momento alrededor de su cumpleaños dieciocho, decidió que era muy inmaduro y comenzó a llamarlo Papá.  Había comenzado a llamarlo Papito nuevamente hacía cuatro años, cuando se fue a la universidad por primera vez.  Cuatro años – o, en otras palabras, tres meses después del accidente automovilístico de su madre, y dos semanas antes de su muerte.

    Ni Jane ni su padre habían dicho nada sobre el cambio.  Transcurrió una semana, o tal vez dos, cuando Jane se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y una vez que lo hizo, decidió que simplemente se sentía bien.  Podía decir que su padre pensaba de igual modo.  Jane estaba bastante segura de que eso no cambiaría de nuevo nunca; él siempre sería Papito para ella, por el resto de su vida.

    Ella permaneció allí, mirando Querido Papito, y preguntándose si debía decirle sobre su caminata diaria y el Árbol  y todo lo demás que quería decirle.  El merecía escucharlo, necesitaba escucharlo – pero ésta no era la manera correcta.  Las cosas que tenía que decirle a su padre debía decirlas en persona.

    El la visitaría durante la primavera.  No lo había dicho directamente, pero sus últimas cartas le insinuaban el prospecto, con comentarios sobre estar acumulando tiempo para vacaciones y controlando el presupuesto.  Ella se lo diría entonces.  Podría llevarlo al Árbol y decírselo allí.  Él sentiría la presencia de Ángela.  Él sabía que su esposa no se había marchado verdaderamente, que ella lo cuidaba a él tanto como de seguro cuidaba a Jane.

    Definitivamente ese era el enfoque correcto, decidió Jane.  Con ese dilema resuelto, pasó una hora contándole a su padre todo sobre su próximo viaje.  Por su paz mental, omitió algunos detalles.  No necesitaba saber que ella estaría conduciendo el auto nuevo de paquete de otra persona por 1,400 millas.  O que viajaría sola a través de tres países y dos cuerpos de agua.  Solo se preocuparía, ¿y qué sentido tenía eso?

    Pero se aseguró de decirle que era algo grande, y cómo tendría la oportunidad de ver de primera mano las excavaciones en Mallorca.  Señaló que, en el pasado, el Profesor Welldon generalmente se llevaba consigo varios estudiantes, pero esta vez, solo había seleccionado a Jane para ese honor.  Omitió el hecho de que generalmente era en verano cuando su consejero se llevaba los estudiantes a Mallorca, en lugar de la época Navideña, y que la única razón por la que la seleccionó era porque no había nadie más que le llevara el auto.

    Terminó mencionando algo que era 100% cierto:  el Profesor Welldon no solo era del Bronx, como lo eran Jane y su padre, sino del mismo vecindario.  El Profesor había crecido a menos de media milla de la casa donde había nacido el padre de Jane.  Desde luego, el Profesor Welldon era trece años mayor que su padre, y se había enlistado en el ejército a los dieciocho, así que era extraordinariamente increíble que sus

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