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Obras morales y de costumbres (Moralia) IV
Obras morales y de costumbres (Moralia) IV
Obras morales y de costumbres (Moralia) IV
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Obras morales y de costumbres (Moralia) IV

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El volumen IV de los Moralia consiste en las Charlas de sobremesa (Quaestiones convivales), pertenecientes al género del simposio cuyo máximo exponente es El banquete platónico.
En nueve libros, Plutarco escenifica una serie de diálogos entre personajes de variada cultura y formación, aunque siempre por encima de un mínimo, en el que se tratan los más variados asuntos, que la crítica ha catalogado y distribuido de la siguiente manera: un tercio relacionados con las ciencias naturales y la medicina, un tercio concernientes a la gramática y la historia, y el resto repartidos entre astronomía, psicología, poesía, mitología, filología, música y demás disciplinas. Esta riqueza temática, que mantiene concentrada la atención del lector, se corresponde con la variedad estilística, pues Plutarco ensaya los tratamientos más heterogéneos: el diálogo con detalles sobre los participantes, las diatribas, los monólogos extensos y los apuntes impresionistas, todo ello en medio de una abundancia de personajes que se aparta del modelo platónico, donde más bien se da una contención en el número de contertulios.
En las Charlas de sobremesa Plutarco ha alcanzado su estilo de madurez, y se muestra dueño de sus recursos expresivos y compositivos, al tiempo que se confirma seguidor, en lo esencial, de la doctrina platónica, y contrario a la retórica, la sofística y el epicureísmo.
LanguageEspañol
PublisherGredos
Release dateAug 5, 2016
ISBN9788424931513
Obras morales y de costumbres (Moralia) IV

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    Obras morales y de costumbres (Moralia) IV - Plutarco

    LIBRO I

    INTRODUCCIÓN [612C]

    Algunos afirman, Sosio Seneción ¹, que el proverbio: «odio al bebedor de buena memoria» ² se dice de los posaderos ³, por ser un tanto cargantes e incorregibles a la hora de beber. En efecto, los dorios de Sicilia, según parece, [D] llamaban al posadero «el de buena memoria». Otros, en cambio, piensan que el proverbio recomienda olvidarse de lo que se dice y hace durante la bebida ⁴. De ahí que las tradiciones patrias consagren a la divinidad, juntos, el olvido y la cañaheja ⁵, por estimar que o no se debe recordar ninguno de los excesos cometidos con el vino o, en última instancia, no requieren más que una leve e infantil reprimenda. Y como tú también opinas que el olvido de las excentricidades es en realidad prudente, según Eurípides ⁶, pero que olvidar por completo lo que acontezca con el vino es no sólo enfrentarse al reconocido dicho de que la mesa hace amigos, sino también tener en contra como testigos a los más afamados filósofos: Platón, Jenofonte, Aristóteles, Espeusipo, Epicuro, Prítanis, Jerónimo y Dión el [E] de la Academia ⁷, según los cuales es una labor que merece la pena conservar por escrito las conversaciones mantenidas durante la bebida, y como creíste que debía yo recoger lo esencial de los temas que de un modo informal se trataron tanto en Roma ⁸ con vosotros, como entre nosotros en Grecia sentados a una mesa y con una copa en las manos ⁹, puse manos a la obra, y te llevo ya enviados tres libros con diez cuestiones cada uno y te enviaré también enseguida los restantes, si crees que ellas no carecen totalmente del encanto de las Musas y de Dioniso.

    CUESTIÓN PRIMERA

    ¹⁰

    De si se debe filosofar durante la bebida

    Conversan ARISTÓN, PLUTARCO, CRATÓN y SOSIO SENECIÓN

    1. De todas, la primera cuestión que se plantea atañe al filosofar durante la bebida. Sin duda recuerdas que, cuando en Atenas se suscitó un debate tras la cena, sobre si habían de mantenerse conversaciones filosóficas con el [F] vino y qué medida deberían observar quienes las mantuvieran, Aristón ¹⁰ bis, allí presente, dijo: «¡Por los dioses!, ¿hay, efectivamente, quienes no concedan un sitio a los filósofos mientras se bebe?» Y repliqué yo: «Pues claro que los hay, amigo, y además afirman, en un tono irónico muy respetable, que la filosofía, como el ama de casa ¹¹, [613A] no debe dejarse oír con el vino, y que los persas, rectamente en su opinión, no suelen emborracharse ni bailar con sus esposas, sino con sus concubinas, y nos recomiendan que también nosotros hagamos precisamente lo mismo, que acojamos en los banquetes la música y la comedia, pero que no toquemos la filosofía, puesto que ni ella es apropiada para compartir nuestras bromas, ni nosotros en una situación tal nos comportamos seriamente. Pues arguyen que ni siquiera Isócrates, el sofista, aceptó, a pesar de que se lo pedían, hablar nada durante la bebida, salvo esto sólo: ‘Para lo que yo soy experto, no es el momento oportuno; para lo que es el momento oportuno, no soy yo experto’ ¹².»

    2. Y Cratón ¹³ a gritos exclamó: «Y muy bien que hizo, por Dioniso, en jurar que no hablaría, si iba a componer [B] períodos tales con los que fuera a desterrar del banquete a las Gracias ¹⁴. Pero pienso que no es lo mismo excluir del banquete la palabra de un rétor que la del filósofo, y que es otra la labor de la filosofía, cuyo arte, por versar sobre la vida ¹⁵, es natural que no se desligue de cualquier diversión o placer que entrañe un pasatiempo, sino que esté presente, poniendo en todo mesura y decoro; o, de lo contrario, reconozcamos que no se debe admitir ni la templanza ni la rectitud en los banquetes, por considerar ridicula en ellos la seriedad. Pues si, como los que hospedaron a Orestes ¹⁶ en el Tesmotetio, fuéramos a comer y beber en silencio, tendríamos aquí un alivio nada desafortunado de la ignorancia. Y si Dioniso es el Libertador [C] y Liberador de toda preocupación y, en especial, el que quita las bridas de la lengua y otorga plena libertad a la palabra ¹⁷, considero necio e insensato privar de los mejores motivos de conversación a una ocasión pródiga en ellos y eliminar de los banquetes mismos la filosofía, como si no pudiera confirmar de hecho lo que enseña de palabra, mientras andamos buscando en nuestras charlas sobre los deberes convivales cuál debe ser la cualidad de un comensal y cómo hay que hacer uso del vino.

    3. »Y cuando tú dijiste que no valía la pena discutir sobre esas minucias con Cratón, y sí, en cambio, buscar un límite y tipología de los temas filosóficos tratados durante la bebida que eviten ese acertado dicho humorístico, dirigido no sin gusto a los polemistas y retorcidos:

    Y ahora id a cenar, para que trabemos combate ¹⁸, [D]

    y cuando nos animaste a hablar, dije yo que, en mi opinión, lo primero que había de investigarse era el talante de los asistentes: pues en el caso de que el banquete acoja a una mayoría de aficionados a la dialéctica, como el de Agatón a los Sócrates, Fedros, Pausanias, Erixímacos, y el de Calias a los Cármides, Antístenes, Hermógenes u otros más o menos parecidos a éstos, les permitiremos filosofar, mezclando a Dioniso con las Musas no menos que con las Ninfas ¹⁹, ya que éstas nos lo hacen entrar en nuestro cuerpo sereno y tranquilo y aquéllas en nuestras almas en verdad melifluo y alborotador. Pues, aun cuando asistan [E] algunos ignorantes, al estar rodeados, como consonantes en medio de vocales, por muchos hombres instruidos, compartirán un sonido nada inarticulado y una mutua comprensión. Mas, en el caso de que hubiese una multitud de hombres tales que tolerasen el sonido de cualquier pájaro o de cualquier instrumento de cuerda y madera mejor que la voz de un filósofo ²⁰, será provechosa la anécdota de Pisistrato ²¹. Éste, en efecto, con motivo de cierta desavenencia con sus hijos, al ver a sus enemigos alegrarse, convocando la asamblea dijo que, por su parte, quería convencer a sus hijos, pero que, como se mantenían díscolos, [F] estaba dispuesto a hacerles caso y secundarles. De igual manera también un filósofo entre bebedores que no acogen favorablemente sus palabras, cambiando de rumbo los seguirá y acogerá con cariño la conversación de aquéllos, en tanto no se eche por la borda la decencia, consciente de que los hombres son oradores merced a la palabra, pero que filosofan cuando callan y bromean y, ¡por Zeus!, cuando sufren pullas o las gastan ²². Pues si ‘es de una injusticia [614A] extrema’, según afirma Platón, ‘parecer ser justo cuando no se es’ ²³, también es de una inteligencia eminente no parecer filosofar cuando se filosofa y llevar a cabo las tareas de gente seria entre bromas. Pues, como las Ménades en Eurípides ²⁴, desarmadas y sin espadas, hieren golpeando con sus tirsos a quienes les atacan, así las chanzas y las risas de los verdaderos filósofos estimulan y se atraen, en cierto modo, a los que no son del todo invulnerables.»

    4. «Por lo que a mí toca, pienso que hay un género de temas convivales, de entre los cuales unos los proporciona la historia, en tanto que otros se pueden tomar de los asuntos que tenemos a mano, que contienen muchos ejemplos [B] varoniles y magnánimos para la filosofía, y muchos también para la piedad, y otros que provocan la emulación de hechos virtuosos y humanitarios. Si alguien consiguiera instruir a los bebedores haciendo uso de ellos sin infundir sospechas, eliminaría de la borrachera sus vicios no menores. Sin duda, los que mezclan las buglosas en el vino y rocían el suelo con infusiones de verbenas y adiantos ²⁵, en la idea de que éstos aportan a los comensales cierta alegría y amabilidad, por pura imitación de la Helena homérica ²⁶ que, a hurtadillas, drogó el vino puro, no comprenden que también aquel mito, tras recorrer un largo [C] camino desde Egipto, acabó por convertirse en tema de conversaciones convenientes y apropiadas, pues mientras bebían Helena les relata de cabo a rabo sobre Odiseo:

    Qué acción efectuó y afrontó el vigoroso varón,

    después de haberse golpeado a sí mismo con golpes indicorosos ²⁷,

    éste, efectivamente, era, según parece, el brebaje ‘analgésico’ y ‘tranquilizante’, un relato oportuno que se ajustaba a los sufrimientos y avatares del momento. Por su parte, las gentes de gusto, aun cuando filosofen de una forma directa, en tales ocasiones guían su discurso más por el camino de la persuasión que por el violento de las demostraciones. Pues sabes que, incluso Platón, cuando en su Banquete dialoga sobre el fin último, el bien primero y [D] trata en general de la divinidad, no estira la demostración ni se enceniza, tratando de hacer, según acostumbra, una presa firme e ineludible ²⁸, sino que se atrae a los hombres con lazos más fluidos, como ejemplos y mitos.

    5. »E incluso las indagaciones mismas deben ser más fluidas, las cuestiones comprensibles y las preguntas procedentes y nada atosigantes, para que ni angustien a los menos inteligentes ni los excluyan. Pues, al igual que es norma que los cuerpos de los bebedores se balanceen al son del baile y la danza ²⁹, pero si les obligamos a que, puestos de pie, manejen las armas o lancen el disco, el banquete [E] no sólo será desagradable, sino también nocivo, así las indagaciones ligeras excitan armoniosa y provechosamente las almas, y, por ello, hay que suprimir las conversaciones de ‘pleitistas’ y ‘enredalotodo’, en palabras de Demócrito ³⁰, quienes, al extenderse en temas atosigantes y enrevesados, fastidian a los asistentes. Pues es preciso que, como el vino, la conversación sea también algo común de lo que todos participen. En cambio, los que suscitan tales cuestiones en nada se mostrarían más oportunos para la convivencia que la grulla y la zorra de Esopo ³¹. Esta última, derramando un graso puré de legumbres sobre una roca lisa, 〈convidó a la grulla, quien no se banqueteó〉, sino que hizo el ridículo, pues por su fluidez escapaba el puré a su largo pico. Por ello, la grulla, a su vez, le devolvió [F] la invitación, ofreciéndole la cena en una redoma de cuello largo y estrecho, de modo que ella podía introducir fácilmente su pico y saborearla, y la zorra, en cambio, como no podía, recibió la invitación merecida. Así, en efecto, cuando los filósofos, zambulléndose en cuestiones sutiles y dialécticas durante la bebida, importunan a la mayoría, incapaz de seguirles, ésta, entonces, se entrega a ciertas [615A] canciones, relatos hueros y conversaciones de tiendas y plazas, y acaba por perderse la finalidad de la reunión convival y Dioniso resulta injuriado. Pues, como a Frínico y Esquilo, al conducir por primera vez la tragedia al terreno de los mitos y lo patético, se les censuró con lo de: ‘¿Qué tiene que ver esto con Dioniso?’ ³², así a mí al menos se me ocurrió a menudo decir a los que arrastran al banquete al ³³‘Dominante’ ‘¡Hombre! ¿Qué tiene que ver esto con Dioniso?’ Porque cantar lo que llaman ‘escolios’ ³⁴, puesta en medio la cratera y distribuidas las coronas ³⁵ [B] que el dios nos coloca como si nos hiciera libres, quizá 〈sería razonable; pero, en cambio, servirse de conversaciones atosigantes durante la bebida〉 no es ni hermoso ni propio de los

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