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JAVIER CERCAS PALOS DE CIEGO

De cara a la pared
JAVIER CERCAS 11/01/2009

Según un informe elaborado por la Fundación SM en colaboración con la Organización de Estados


Iberoamericanos, más de la mitad de los profesores españoles piensan que los estudiantes de ahora son
peores y menos disciplinados que los de hace unos años. Ustedes disculpen, pero yo me permito dudar de que
los chavales de ahora sean más zoquetes que nosotros: mi impresión es que ignoran algunas cosas no siempre
útiles que nosotros sabíamos, pero también que saben muchas cosas valiosísimas que nosotros ignorábamos;
además, como todo el mundo, los profesores tienen mala memoria. Poco después de que un amigo del colegio
empezara a dar clase de filosofía en un instituto me encontré con él. "¡Qué desastre!", se lamentó mientras nos
tomábamos una cerveza. "A los chavales de ahora no les interesa Aristóteles, ni Spinoza, ni Kant, ni nada de
nada". Le dejé desahogarse, pero mientras lo hacía nos recordé a los dos sentados en el mismo pupitre de los
maristas y aprovechando la menor distracción del profesor para mirar fotos de tías en pelotas mientras el
buen hombre trataba de explicarnos el imperativo categórico kantiano. Comentando un libro de Daniel
Pennac, Savater lo ha dicho así: "El alumno que no quiere aprender, que se aburre en clase, que piensa en
otras cosas, que no comprende las razones por las que se le priva de su ocio y sus diversiones no es un caso
imposible, sino normal. La chiripa es el alumno que no desea más que aprender". Quién más, quién menos,
todos hemos sido unos zoquetes (y algunos todavía nos esforzamos por abandonar esa condición); la tarea del
profesor consiste en ayudarnos a dejar de serlo.

Lo de la indisciplina es otra cosa. En este punto sí parece haber un acuerdo general con la mayoría de los
profesores; somos padres pusilánimes, profesores pusilánimes, ciudadanos pusilánimes, y el descrédito del
principio de autoridad, que es en parte el fruto de una salvaje tradición de autoritarismo, ha convertido
muchas aulas en un guirigay sin freno en el que prospera la violencia. Es verdad que estas cosas no pasaban
antes, porque antes se solucionaban a guantazos; lo que por lo visto no sabemos es cómo impedir que pasen
ahora. Bien. No hace mucho recorté del diario Abc la noticia de que una niña de seis años, alumna de un
colegio de Playa de Aro, en Gerona, había sido castigada por sus profesores a pasarse tres días de cara a la
pared por haber agredido a una de sus compañeras; una foto tomada por el padre de la agresora ilustraba la
noticia: en ella se ve a la niña sentada en su pupitre, de espaldas a la maestra y a sus compañeros, frente a la
pared; M. R. Castillo, que es quien firma la noticia, anota que en la imagen la niña está "marginada, excluida,
separada del resto y señalada". Según Castillo, el colegio acusaba al padre de la niña de haber agredido a su
vez a una maestra y a la directora del centro como respuesta al castigo impuesto a su hija; la asociación de
padres del colegio respaldaba la acusación; el padre admitía haber perdido los estribos, pero negaba haber
agredido a nadie. Hasta aquí, los hechos, o al menos los hechos tal y como los contaba Abc (que yo sepa,
ningún otro medio de comunicación se hizo eco de ellos).

En un colegio, la violencia es la manifestación más sangrante de la indisciplina; también es el primer enemigo


de la educación, y el deber fundamental de un profesor es extirparla del aula. No existe una fórmula mágica
para hacerlo, pero hay que hacerlo. Por supuesto, lo ideal sería hacerlo por las buenas; pero, si no se puede
hacer por las buenas, hay que hacerlo por las malas: igual que el Estado castiga a quien comete un delito, la
escuela debe castigar a quien transgrede una norma, y si hay que marginar, excluir, separar del resto y
señalar a quien la transgrede, pues se hace, para que no sólo el transgresor, sino quienes sientan la tentación
de imitarlo entiendan que esa regla no debe transgredirse. En eso también consiste educar. Desde luego, los
guantazos sólo generan más guantazos (o gente pusilánime por reacción a los guantazos), así que no son la
solución. Es posible que po¬¬ner a una niña de cara a la pared no sea una solución muy imaginativa, aunque
nadie ha demostrado todavía que sea ineficaz. Es posible que tres días de cara a la pared sean muchos días,
aunque eso depende de la naturaleza de la agresión. En fin: todo esto es discutible. Lo que no es discutible es
que agredir a los profesores que intentan imponer su autoridad en la clase es la peor forma de discutirlo. Lo
que no es discutible es que no podemos lamentarnos de los males de la falta de autoridad de los profesores en
las aulas y luego reaccionar como energúmenos cuando los profesores intentan mal que bien imponer su
autoridad. Lo que no es discutible es que, para que puedan ejercer su autoridad, hay que apoyar a los
profesores.

Una última cosa. No soy partidario de criticar a la competencia; salvo en casos excepcionales, quienes

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De cara a la pared http://www.elpais.com/articulo/portada/cara/pared/elpepusoceps/200...

escribimos en un periódico quizá sólo deberíamos criticar a quienes escriben en nuestro periódico, o a nuestro
periódico, que para eso nos paga. Así que ustedes disculpen otra vez. Abc llevó la noticia que comento a su
portada, y también la foto que la ilustra: no creo que sea la mejor forma de contribuir a que los maestros
impongan su autoridad y eliminen la violencia de la escuela.

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