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LA BASÍLICA DE CORACHO
Materiales Didácticos para el profesorado.
INTRODUCCIÓN:
Este cuaderno está pensado como un instrumento para maestros y profesores, para que posean un
guión de los más importantes temas a destacar durante las visitas didácticas con sus alumnos al
centro de interpretación de la Basílica Martirial de Coracho. Se trata, pues, de un complemento a los
carteles explicativos ubicados in situ en la basílica. Con este material se pretende que los docentes
puedan preparar sus explicaciones y se conviertan, junto con sus alumnos, en protagonistas activos
de las visitas.
La Basílica Constantiniana.
La primera de las tres fases constructivas con que cuenta la basílica de Coracho posee un ábside
orientado a occidente. Esa es una característica peculiar de las primeras basílicas cristianas, espe-
cialmente de las época del emperador Constantino (303-337 d.C.). La arquitectura cristiana de este
momento adopta modelos de edificios civiles romanos, como la basílica, para sus necesidades de
culto. Pero la falta de una tradición arquitectónica anterior hace que el reinado de este emperador
sea un auténtico laboratorio donde se ensayen multitud de modelos de edificios, todos ellos diferen-
tes y condicionados por las tradiciones locales y el presupuesto de los mecenas o las comunidades
que las costean. Estas se volcarán, especialmente, en la edificación de basílicas martiriales
(martyrium) como recuerdos a los mártires de las grandes persecuciones de finales del s. III d.C.,
especialmente la llevada a cabo por Diocleciano. La primera fase de la basílica de Coracho cuadra
perfectamente con el ambiente histórico-artístico de inicios del s. IV d.C. Se trata de un edificio rec-
tangular de 35’40 x 18’60 m (120 x 63 pies romanos exactamente) realizado en mampostería y con
el acceso en el Sur. Tiene un ábside inscrito con forma de letra omega. La nave central (27’5 pies
romanos) está flanqueada por dos naves laterales (12’5 pies cada una), un deambulatorio tras el áb-
side para observar las reliquias de los mártires y una “cuarta nave” a los pies del templo. La nave
central estaría limitada por columnas, separadas unas de otras poco más de 18 pies. Su altura sería
superior a las otras naves, por lo que tal vez debió contar con ventanas para iluminar el interior.
Apenas existen edificios de esta época en Hispania, pero sí en el resto del Imperio Romano. Uno
de ellos, tal vez el más parecido sea la catedral gemela de Aquileia (Italia), cuya sala oriental es casi
idéntica a la basílica lucentina. Igualmente, la iglesia más antigua constatada en Roma, San Crisógo-
no, es muy similar en planta.
Como en toda iglesia, la arquitectura debe adaptarse a la funcionalidad, es decir, al ritual. Veamos
cómo eran los ritos cristianos antiguos. Tras el Edicto de Milán el emperador Constantino no sólo
permitió la libertad de cultos, sino que protegió y concedió privilegios a la Iglesia, que pasó de la
clandestinidad a ser una representante más del mundo oficial romano. Ello conllevó un cambio sus-
tancial en la forma en la que la Iglesia expresaba sus ritos y en la manera en que se mostraba a los
no cristianos. Los obispos se asimilaron a los más altos magistrados romanos y el ritual religioso
adoptó formas del ceremonial de la corte imperial. Los obispos entraban en las nuevas basílicas de
forma solemne, escoltados por los presbíteros. La nave central se reservaba para el clero. La misa
tenía las siguientes fases:
1. Misa de Catecúmenos: en ella se rezaba y se cantaban salmos por todos los creyentes, incluidos
los catecúmenos, personas no bautizadas en periodo de formación. Tenían un espacio reservado
en la iglesia, el locus competentium, que posiblemente sea el gran espacio a los pies de la basíli-
ca.
2. Rito de la Oblación: en solemne procesión todos los fieles aportaban sus ofrendas.
3. Misa de los Fieles: los catecúmenos se marchaban, no podían participar de la comunión. Sólo los
bautizados podía comulgar.
Un elemento que apoya la teoría de que la basílica de Coracho sea una iglesia consagrada a uno
o varios mártires (martyrium) sería la ubicación de ésta junto a una vía importante, en este caso la
vía Corduba-Malaca. Los romanos tenían sus necrópolis junto a las vías. Por eso es posible que la
basílica surgiera, como la gran mayoría de las de tipo martirial, junto a la tumba del mártir,
consagrando el lugar donde fue enterrado. De ahí que se localice relativamente lejos de los núcleos
de población constatados en época romana. DEBAJO: Territorio de Lucena en época romana.
Una de las pruebas de la antigüedad de la necrópolis la tenemos junto a la propia basílica. A po-
cos metros de ella se localizó una estructura (pág. siguiente, arriba) que se trata de una posible tum-
ba que, a la vez, está preparada como mesa para realizar sobre ella los banquetes funerarios, típicas
celebraciones del siglo IV d.C. con las que se honraba a los muertos. Una estructura casi idéntica
fue encontrada cuando se excavó el suelo de la iglesia mayor de la actual ciudad de Bonn
(Alemania), en el contexto de una necrópolis paleocristiana (pág. siguiente, abajo).
El Imperio Bizantino gobernado por Justiniano se aprovechó la ocasión que le brindó una lucha su-
cesoria entre facciones visigodas para desembarcar en la antigua Hispania y, así, conquistar parte
de sus territorios. Las reformas que se producen en la basílica de Coracho nos indican que los bizan-
tinos ocuparon esta zona. De hecho, esta sería una de las pocas construcciones en toda España
donde se ha podido detectar con claridad elementos arquitectónicos realizados directamente por los
bizantinos. Las reformas son tres:
A) Por alguna razón que desconocemos, la cubierta se hundió y se decidió repararla, cambiando
de paso las diferentes columnas. Aunque sólo hemos hallado las basas de época bizantina,
es lógico suponer que la remodelación afectó a columnas y techo. Estas basas se caracterizan
por tener unas molduras muy geométricas y por no
asemejarse mucho a las basas clásicas romanas, aun-
que proceden de ellas.
B) En el ábside se realiza un synthronon, elemento típi-
co de la liturgia bizantina.
C) La última de las reformas consistió en monumentalizar el ábside, creando lo que se llama en His-
toria del Arte “un esquema de arco de triunfo”. En este caso, dicho esquema consistió en un par de
columnas que sustentaban el arco del ábside, que probablemente estuvo decorado con pinturas. Un
ejemplo de este tipo de decoración la encontramos en la iglesia bizantina de Le Kef (Túnez), fechada
en el siglo VI d.C., como las reformas de la basílica de Coracho.
Los visigodos, entre finales del siglo VI e inicios del VII d.C., lograron arrebatar los territorios del sur
de Córdoba a los bizantinos. Inmediatamente iniciaron una política de reconstrucciones de ciertos
edificios emblemáticos, para hacer ver a la población su respeto hacia las ellos y hacia sus tradicio-
nes y, de paso, transformar aquellos lugares que recordaran (auque sólo fuera un poco) a los ante-
riores dominadores, los bizantinos.
En ese contexto hay que situar la reforma de la basílica de Coracho (fig. superior), que nos habla
de un cambio importante en el uso del edificio. La primera reforma será el cierre de la nave central
con un murete de apenas un metro, que usará materiales reaprovechados de la iglesia anterior, por
lo que podemos suponer que, al menos en parte estaba destruida. La intención es hacer un coro,
espacio cerrado reservado a los clérigos en la liturgia visigoda. Éste tenía un acceso al sur y desde
él se accedía a los dos ábsides.
DERECHA: la-
drillo decorado
que se encontró
encastrado en el
muro del coro,
como se ve en
la fotografía
donde aparece
la huella de éste
en dicho muro.
Correo: museo@aytolucena.es