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A proposito de la historia de la historiografia Jaime Massardo «El hombre, ser historico, solo alcanza el conocimiento de si en la historia». (Juan Gémez Millas) «L'esperienza dei popoli sono le catastrofi». (Antonio Labriola) I El tiempo histérico, el tiempo de los seres humanos —valga la redundancia—, no parece de ninguna manera desplazarse de una forma lineal. Cierta es que las co- rrientes historiograficas liberales (y marxistas) que arrancan del siécle des lumiéres han venido propagando y legitimado una concepcién lineal del tiempo tributaria en ultimo anilisis de los trabajos de San Agustin, ' que trece siglos antes, buscan- do desplazar la nocién del eterno retorno fundada en las referencias césmicas de la Antigiiedad, ? habia colocado las piedras de una representacién que piensa la historia como una sucesién de acontecimientos que se desarrollan entre la Crea- cién y el Juicio final 2, Sin embargo, esta concepcién encontré siempre sus limites cada vez que la subjetividad de los seres humanos ocupé un lugar significativo en el acaecer histérico, cada vez que estos mismos seres humanos se sintieron llama- dos a transformarse en actores de la vida social, ergo, en los constructores de la sociedad y de la vida misma. 1 Cfr, San Agustin, Confesiones, traducido del latin por Eugenio de Zevallos, Barcelona, Iberia, 1964, véase en particular, Libro xi, capitulos x-xxi, pp..318-342; La Ciudad de Dios, tradu- cido del latin por José Cayetano Diaz de Beyral, segunda edicién, Madrid, Apostolado de la prensa 1933; véase en particular, Libro xi, capitulo iv, pp. 456-458, 2 «El punto de vista de una interpretacién cristiana de la historia esta fijado en el futuro como el horizonte temporal de su objeto y meta definitiva; y todos los intentos modernos de trazar la historia como progreso leno de significado, aungue indefinido hacia una consumacién, depen- de de este pensamiento teolégico(...) El cristianismo tenia que refutar la clasica nocién del tiempo como un ciclo etemo, e] modelo visible del cual es tz revolucién ciclica de los cuerpos celestes». K. Lawith, El sentido de la historia, traducido del inglés pot Justo Fernandez Rojas, Madrid, Aguilar, 1958, p. 229. 3 «El cristianismo es una religion de historiadores -escribe Marc Bloch- ,..Otros sistemas religio- sos pudieron fundar sus creencias y sus ritos sobre una mitologia hasta cierto punto fuera del tiempo humano. Por libros sagrados los cristianos tienen libros de historia, y sus liturgias Revista de la Academia / N° 10 / Primavera 2005 / pp. 239-254 240 Jaime Massardo Asi, por encima de la representacién normativa o compulsiva del tiempo que impone la compra-venta de la fuerza de trabajo y de la ilusién positivista de un progreso permanente que desde la segunda mitad del siglo xix viene siendo forma- lizada desde el discurso de Ja é/ite (barbarie-civilizacién; desarrollo-subdesarro- llo...), el tiempo de los seres humanos —siempte mucho mas barroco—, se organi- za en torno a nudos y pliegues, esta sujeto a aceleraciones, se detiene y se profon- ga de acuerdo a las implantaciones culturales que lo construyen. Como dice ese inmenso pensador latinoamericano que es Sergio Bagit, «el tiempo de nuestra realidad social nace con nuestra realidad socialy. * Si despejamos entonces ab initio la ilusién de su linealidad, este tiempo de los seres humanos se nos presenta como una vivencia colectiva siempre diversa, cambiante, aleatoria, inestable, in- conmensurable y al mismo tiempo nunca arbitraria, nunca exterior a la praxis de los seres humanos que, dentro de sus propios limites hist6ricos, la moldean y que son, a su tumo, moldeados por ella. De otra manera, por decirlo simplemente, el tiempo no es nunca un dato exterior a la propia historia. Justamente por esto, en aquellos momentos algidos en los que la lucha social impone su fuerza, o cuando surge la crisis, o también cuando vivimos colectiva- mente la amargura dc la derrota, es esta misma historia la que nos ofrece genero- samente una suerte de atalaya sobre la cual poder observar el mundo desde un peldafio mas alto que aquel del dia anterior, un peldafio mas alto desde cl cual ~- raro privilegio— nosotros, seres humanos, fragiles entes que poblamos el plane- ta, humildes actores y testigos dei drama singular que la propia historia anima, podemos observarnos también nosotros mismos en nuestras falencias y en nues- tros errores. Atalaya privilegiada que nos otorga un nuevo horizonte de visibili- dad y nos asigna en consecuencia un nuevo momento de identidad entre filoso~ fia ¢ historia > («La naturaleza de las cosas —escribja Giambattista Vico, y no esta demas recordarlo aqui— no es sino que éstas nacen en ciertos tiempos o bajo. ciertas circunstancias, las cuales, siempre que scan las mismas, las mismas y no otras cosas nacen»). * Como sabemos, este desplazamiento de nuestra perspecti- va asociada a la experiencia y a la sensibilidad humanas, queda registrado en la forma de escribir la historia. ’ Es en esos momentos de percepcion intensa en el conmemoran, junto con los episodios de la vida terrestre de un Dios, los fastos de la iglesia y los santos. El cristianismo es ademas histérico en otro sentido, tal vez mds profundo: colocado enire la Caida y el Juicio final, el destino de la humanidad aparece ante sus ojos como una larga aventura, de la que cada vida individual, cada «peregrinacién» particular es a su vez un reflejo. Es en la duracién, por Io tanto en la historia, que se desarrolla e] gran drama del pecado y de la redencion, eje central de toda meditacién cristianan, Mare Bloch, Apologia para la historia 0 ef oficio de historiador, (Apologie pour l'histoire ou Métier d’historien, Paris, Armand Colin Editeur, 1997), edicion anotada por Etienne Bloch, México, Fondo de Cultura Econémica, 2003, p. 42. Esta representacién seria refrendada hace no mucho mas de trece lustros por Jacques Maritain en sus conocidas conferencias en la Universidad de Notre Dame. 4S. Bagit, Tiempo, realidad social y conocimiento, sexta edicién, México, Sigio veintiuno editores, 1979, p. 104 (cursivas nuestras). 5 Sobre la nocién de «horizonte de visibilidad», véase, R. Zavaieta, «Clase y conocimiento», en Historia y sociedad, n° 7, México, 1975, pp. 3-8. 6 G. Vico, La scienza nuova, |, ii, xiv, 1744. 7 Para una lectura del tema desde una perspectiva diferente al que aqui desarrollamos, véase, P. Ricoeur, Tiempo y narracién, (Temps et récit, Paris, Editions du Seuil, 1983), Madrid, Ediciones cristiandad, 1987, vol i,. «Configuracién del tiempo en el relato histérico». A propésito de la historia de la historiografia 241 que subimos un nuevo peldafio para mirar el mundo, cuando, guardando por supuesto un cierto sigilo, podemos observarla como de reojo, y ella parece, por una vez, dispuesta a revelamnos sus secretos (o al menos algunos de ellos). Es en esos momentos cuando la subjetividad humana deviene mds intensa y el tiempo se acelera... og En este comienzo del siglo XXI, 0 si se prefiere, en este cruce de siglos (el que podemos considerar como tal a partir de los afios 1980-1990), estamos viviendo justamente una de aquellos momentos privilegiados en que el tiempo se acelera y la historia (pensandolo bien, quizds como argucia para continuar su propio cami- no, non si sa mai...) se deja observar desde nuevos dngulos, facilitindonos el avanzar en la comprensién de su modus operandi. La cultura politica que instala la Revolution francaise durante 1789-1794 y que tiene como base el Etat-nation pensado como ¢l territorio donde la reptiblica se asienta para construir un mercado interno, disolviendo las viejas barreras feudales y la organizacion corporativa del trabajo, comienza a agotarse, en efecto, hacia los afios 1980-1990, con ce} advenimicnto de una nueva fase de la acumulacion capi- talista, con la llamada «globalizacién» (cuyo mercado interno est dado por el conjunto del plancta), clausurando un movimiento organico, un ciclo de larga duracién en el que durante practicamente dos siglos diversas generaciones habian, encontrado las fuentes de su imaginario politico. Como efecto de la «globalizacién» aquellas construcciones que llevan el sclio de la Revolucion Francesa se desmoro- nan.’ El ejército compuesto de soldados-ciudadanos y la conscripcién como su aspecto mas evidente, los partidos como los vehiculos que canalizaban las inquie- tudes politicas de \os ciudadanos, la frontera entre los discursos de la «izquierda» y la aderecha» que habian nacido como referencia al lugar que ocupaban los miembros de la Assamblée nationale y con todo ello e\ propio Estado-nacién se desvanecen como un suefio del pasado y las nuevas referencias de los habitantes del planeta comienzan a ser internacionales, 0 hablando con mayor propicdad «globales» (de paso, una observacién: la «nacién» como el horizonte de la ideo- logia liberal se desintegra, de ello no nos cabe duda alguna, pero conviene retener aqui que también la Revolucién de Octubre, comprendida desde este mismo punto de vista, no puede interpretarse sino como una fase dentro del mismo movimiento organico. Asi, su largo tramo terminal, su agonia y finalmente su clausura, precipi- tada en noviembre de 1989 por la caida del Muro de Berlin, deben considerarse dentro de la légica que exponemos como factores que empujan cl cierre del con- junto del ciclo, reafirmando su propio agotamiento). 8 Gramsci distingue entre movimientos orgénicos «(relativamente coyunturales de los movi- mientos que se pueden llamar de coyuntura (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi actidentales)», A. Gramsci, Cuadernos de la carcel (Quaderni del carcere, edizione critica dell" Istituto Gramsci, @ cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi, 1977), México, Era / Universidad Autonoma de Puebla, 1999, vol ¥, pp. 32-33 9 Desde los dias en que redaciamos este trabajo se viene producicnde una interesante discusién en nuestro pais a propésito de la oportunidad de terminar con Ia conscripcién y adoptar un esquema de ejército profesional, con motivo de la tragedia que tuvo lugar en la Localidad de Antuco, donde numerosos conszriptos perdieron la vida por errores en el mando del Ejército de Chile. Cfr., N. Cisternas, «Antuco: sobre mitos, hérves, villanos y miseria mediatican; A. Ramis, «Milicos for ever», in Revisia SurDA, Santiago de Chile, n° 52, junio de! 2005.

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