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Decir que algo es difícil por lo tanto, no es estar describiendo una de las
características de ese algo, sino que en realidad es determinar el tipo de
relación que establecemos con aquello que juzgamos.
Cuando decimos “es difícil dejar de fumar” estamos haciendo varias cosas
inútiles:
Cuando nos preguntamos acerca de por qué es difícil dejar de fumar (u otro
hábito cualquiera que deseemos modificar), lo primero que debemos hacer es
cuestionar la propia pregunta: ¿tiene sentido la pregunta ?. El sólo hacerla
refleja una mirada inadecuada sobre el problema. No hay que hacer la
pregunta: hay que cambiar la mirada sobre el asunto.
Existen múltiples justificaciones que “se saltan” la voluntad y nos entregan una
buena coartada para no dejar de fumar. Por ejemplo se dice que “es difícil dejar
de fumar porque la nicotina produce adicción”, y si bien es verdadero que la
nicotina es adictiva, resulta absolutamente inapropiado asumir esta
característica como la explicación “válida” de la dificultad para dejar el cigarrillo
(en general esto opera respecto de la modificación de cualquier otra conducta
del ser humano), ya que el hecho de que nuestras decisiones siempre
constituyen un acto volitivo es algo que no resiste análisis. De hecho está
demostrado que la mayoría deja el cigarrillo por su cuenta, de un día para
otro.
S. Covey (Los 7 hábitos de la gente altamente exitosa) dice que nuestra conducta depende
de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Una sentencia
complementaria la aportó H. Ford: “Ya sea que pensemos que algo se puede
o que no se puede, en ambos casos estamos en lo cierto”.
Detrás de cada método para dejar de fumar, está la voluntad del individuo. Los
métodos para dejar de fumar que se venden en el mercado están basados en
la mirada “objetivista” del problema, es decir, aprovechan la mirada tradicional
que los individuos tienen sobre el problema y como producto de ello, las
personas pagan por un tratamiento cantidades bastante elevadas de dinero,
pero finalmente el éxito descansa en la voluntad y disposición emocional del
individuo, algo por lo que no es necesario pagar ya que todo eso lo llevamos
dentro. No queremos decir que dichos métodos resulten completamente inútiles
porque es verdad que en general ayudan a desincentivar los deseos de fumar,
pero la acupuntura, el láser, la auto-hipnosis, los parches nicotinosos, chicles
especiales, y cientos de otros métodos sólo sirven si el individuo está dispuesto
a dejar de fumar. Estos métodos se vuelven más necesarios mientras mayor
sea la inclinación del afectado a explicar su circunstancia de fumador apelando
a condiciones externas como la adicción o la dificultad, pero pierden sentido si
nuestra mirada se orienta más a la forma planteada aquí, es decir, centrando el
problema en la manera como explicamos nuestro quehacer y en la forma en
que nos observamos como observadores.
El diagnóstico que hacemos sobre nuestra situación de fumadores no
corresponde a “lo que ocurre realmente” sino que a la expresión de nuestra
propia forma de observar. Es por ello que para dejar de fumar hay que cambiar
las explicaciones que nos damos sobre lo que nos acontece, de lo contrario lo
único que tendremos es una buena explicación sobre por qué no podemos
dejar de fumar y eso no sirve para dejar de fumar. Las explicaciones son en
cierto sentido “antojadizas”, las acciones no. Hay que dejar de explicar y actuar.
Usted quiere una buena explicación del por qué no puede dejar de fumar o
quiere dejar de fumar ?.
Escarbando un poco en las explicaciones, cada “por qué” tiene una cantidad
innumerable de respuestas.
“Porque para eso me pagan” implica que iré a mi trabajo sin cuestionamientos
“Porque necesito ganar dinero” puede abrir posibilidades de cambiarse a otros
trabajos
“Porque me gusta” puede implicar que trabajaré aunque no lo necesite, etc.
Adviértase que todas son aceptables aunque en este caso habrá que aceptar
la del jefe ya que a él le hemos dado autoridad para establecer la explicación a
adoptar, sin ser ninguna de ellas más “verdadera” que otra.
Una interesante y reveladora experiencia sobre este asunto viví hace unos
años llegando al aeropuerto de Narita, en Tokio. Comenzando el otoño ya
recogiendo el equipaje de mano para bajar del avión miré por la ventana y
advertí que era casi de noche, el cielo estaba oscuro, entonces miro la hora y
constato que son las 5:30 PM. Como me pareció extraño que a esa hora
estuviese casi de noche, en la puerta del avión le pregunto a la azafata ¿por
qué está oscuro?, esperando una respuesta asociada a alguna condición
geográfica que yo desconocía relacionada con las coordenadas de Tokio, algún
tipo de acuerdo horario especial o algo similar. Sin embargo para mi sorpresa la
azafata sonrió y me respondió: “porque son las 5:30 señor”.
Lo revelador del asunto es que lo que para algunos es una explicación, para
otros no lo es y estar conscientes de ello nos ayuda a considerar que no
explicamos realidades, sino que explicamos experiencias y que todas las
explicaciones son válidas en el ámbito de experiencias en que son explicadas
aunque no todas son útiles para lograr lo que deseamos que suceda.
Pretendemos que existe un vínculo entre las explicaciones y el acontecer pero
las explicaciones y el acontecer habitan en mundos distintos.
- Porque es difícil
- Porque no puedo contener los deseos de fumar
- Porque soy irresponsable conmigo
- Porque el entorno social no me lo permite
- Porque no puedo
- Porque necesito el cigarrillo
- Porque la nicotina es adictiva
- Porque no tengo fuerza de voluntad, etc.
Que sean coherentes nos muestra que podemos explicar el fenómeno de miles
de formas sin violar las reglas de la lógica y pone de manifiesto la estrecha
relación entre el contenido de las explicaciones y la emocionalidad que las
produce ya que el adoptar una u otra respuesta como justificación responde a
las condiciones emocionales del individuo en el momento en que busca dicha
justificación. Por otra parte nos invita a considerar que si no adoptamos una
explicación útil para nuestro propósito, de poco sirve explicar, ya que el hábito
de fumar se sigue riendo de nosotros como diciendo “explícame como quieras
pero sigo vigente”.
Francisca me dijo una vez: “papá, ingresé a una difícil carrera universitaria;
estadísticamente al final del primer año sólo aprueba el 20 % de los que
entraron, por lo que la probabilidad de que yo fracase este año es de 80 %”.
Las predicciones o los pronósticos -en tanto son afirmaciones cuya veracidad
puede comprobarse sólo un tiempo después de que se hizo la afirmación-,
sirven cuando no podemos tener control sobre los acontecimientos cuyo
resultado se pretende pronosticar, pero carecen de utilidad y se transforman en
una traba para lograr resultados cuando el motor de los acontecimientos es la
voluntad humana, es decir, cuando hay control de los acontecimientos.
Nuestro enfoque debe ser éste: “yo estaré con absoluta seguridad entre los
que tuvieron éxito porque lo acabo de decidir”.
Sin embargo no debemos concluir, por el hecho de que las cosas tengan
múltiples respuestas o explicaciones, que las explicaciones no sirven. Muy por
el contrario, son las explicaciones que le damos al acontecer lo que guía
nuestro actuar y lo importante es adoptar aquella explicación que sirve a
nuestros objetivos.
Ahora supongamos que es viernes en la tarde, falta apenas media hora para
cerrar la sucursal y sólo queda en el banco usted y el subjefe. Suena el
teléfono y es su esposa que le recuerda que tiene que comprar un regalo para
su hija que ese día se gradúa y usted lo había olvidado y no puede esperar,
entonces le encarga al subjefe que active la alarma y cierre todo.
¿Por qué lo hace si hay una explicación como en el caso de la avioneta?, ¿por
qué lo hace si también hay un mecanismo (la alarma no fue activada) que
genera lo explicado y probablemente tanto usted como el gerente están de
acuerdo en que esa es la explicación?,….. lo hace porque para el gerente esa
no es una justificación, es decir, el gerente no evalúa que el olvido de activar la
alarma (la explicación) sea un hecho que esté más allá de las situaciones que
usted puede controlar como encargado de la seguridad e integridad de la
sucursal del banco. En este caso, la explicación y la justificación no coinciden,
no son lo mismo.
En la vida cotidiana son las emociones las que determinan la coincidencia entre
explicación y justificación, como también las emociones definen en última
instancia el contenido de la explicación y el de de la justificación. Cuando
olvidamos algo relativamente importante como por ejemplo el cumpleaños de
una persona cercana y al día siguiente nos encontramos con esa persona ¿qué
hacemos?. Inmediatamente le decimos: “disculpa, ayer estuve tan ocupado
que no encontré un minuto para llamarte y saludarte”, es decir, le damos una
explicación, pretendiendo que también la asuma como justificación, intentamos
hacer coincidir la explicación (no hubo tiempo para llamar y saludar) con la
justificación (ídem). Sin embargo, nuestro amigo, sentido por lo que considera
una descortesía, nos reprocha: “cómo no ibas a tener dos minutos para darme
aunque fuera un breve saludo”. Como vemos para él la explicación sobre el
exceso de trabajo no justifica nuestra actitud. Es posible que para el afectado la
explicación sea otra; que somos ingratos o que mostramos poco interés por él,
por ejemplo.
Volvamos al tabaquismo.
Si escuchamos que alguien nos dice ”no he dejado el cigarrillo porque es difícil”
normalmente nos quedamos tranquilos con esa respuesta: la hacemos nuestra,
pero esta doble característica de justificación y explicación sin embargo, es lo
que nos deja completamente sin salida. En efecto, los fumadores tienen “la”
explicación y además consideran que su situación se justifica. Cuál es el
resultado ?…. seguir fumando !!, es más que evidente. El fumador que actúa
amparado en este enfoque está guiado por la emoción de la certeza sobre sus
explicaciones, ayudado por la emoción del miedo a sufrir que robustece la
justificación.
Esto es así porque si el afectado 1).- desea dejar el tabaco, 2).- no atribuye su
situación al grado de dificultad y 3).- lo que falta es sólo la decisión, entonces
no tiene sentido más que tomar esa decisión de inmediato o asumir
decididamente que el fumador es un contumaz sin remedio. La contumacia es
la mantención obstinada de un error. A mi me gusta entenderla como “la
diferencia entre las decisiones que pienso que debo tomar y las que
realmente tomo”. Los fumadores que desean dejar de fumar son contumases.
Ahora bien, observemos que sin perjuicio del tipo de efecto psicofísico que
provoca la sustancia adictiva, las definiciones de adicción siempre se refieren a
“conducta orientada a ….”, “búsqueda compulsiva de….”, “necesidad irresistible
de …”, “inclinación obsesiva a….”, “impulso incontrolable de ….”, etc., y por lo
tanto, de un cierto grado mayor de necesidad de la sustancia en relación con el
grado en que necesitamos otros elementos en nuestra vida. La OMS (1957)
establece las siguientes como características propias de la adicción “Deseo o
necesidad abrumadora de seguir tomando la droga y de obtenerla por cualquier
medio. Tendencia a aumentar la dosis. Dependencia psicológica y
generalmente física de los efectos de la droga. Aparición de un síndrome de
abstinencia, con síntomas de sufrimiento agudo, ante el retiro de la droga.
Efectos perjudiciales para el individuo y la sociedad”
Mientras corre, un niño de unos 3 años de edad se golpea contra una mesa y
comienza a llorar. Su madre lo acoge e intenta consolarlo y para ello castiga a
la mesa golpeándola y diciéndole “mesa tonta, mesa tonta, tonta !, por qué le
hiciste eso a mi hijo !!!”. El niño observa, se calma y deja de llorar.
Parece bastante común hacer esto, ver a algunos padres consolar a sus hijos
de esta manera, es decir, asegurándose de que presenciaran cómo era
castigado el “culpable” del sufrimiento. Estas escenas tan cotidianas me
provocaron curiosidad durante mucho tiempo. No lograba encuadrarlas dentro
de mis esquemas, no podía encontrarles sentido del todo, algo no encajaba.
Obviamente la mesa es algo inanimado, desprovisto de voluntad y escuchar
que le hablaban resultaba divertido, más aún si la castigaban y le decían que
era tonta, pero eso era entendible pues había un componente lúdico. De hecho
los adultos se miran mientras reprenden a la mesa buscando entre ellos la
misma complicidad que cuando preguntan a un niño qué le pedirá al viejito para
la navidad.
- El propio niño provocó el accidente ya que por su edad era poco diestro
- Los padres, quienes no cuidaron de los peligros del entorno
- El dueño de la mesa, por mantener una condición insegura para los
niños
- El amiguito que lo perseguía cuando se golpeó
Bueno, en fin....quizás hay muchas alternativas más pero una cosa era clara: el
mensaje que transmitía la madre al niño no estaba asociado a ninguna de las
alternativas enunciadas. El mensaje estaba ligado precisamente con la causa
que yo consideraba imposible: el actuar de la mesa. ¿Qué lectura le daría el
niño al episodio de ver que castigaban a la mesa?, ¿Qué conclusiones sacaría
el infante que lo hacían conformarse y calmarse viendo que castigaban a la
mesa?, ¿Qué prácticas conductuales estaba fomentando la madre en ese
niño?.
Ahora advierto que un episodio tan trivial era parte importante de la manera
como nos enseñaron desde pequeños a evadir la responsabilidad por nuestro
propio destino, era una de nuestras prácticas cotidianas que nos hacen ver
nuestras vidas como algo de lo cual no somos responsables, como algo sobre
lo que no tenemos control, es una de las miles de conductas que modelan
nuestra convicción de que el destino está escrito. Así nos convertimos en
personas que tomamos pocas iniciativas para transformarnos en lo que
queremos ser. Siempre estamos viviendo lo que nos “tocó ser” y de esa
manera nos entrenamos para “desapropiarnos”, es decir, para des-
responsabilizarnos, para no sentir propias las acciones destinadas a provocar
que las cosas resulten, para andar con una justificación bajo el brazo y
mostrarla cada vez que necesitamos explicar lo que nos pasa. Parece que no
es fácil asumir esto cuando durante mucho tiempo nos hemos sentido más bien
víctimas de las circunstancias, pero como señala S.Covey, (autor de Los 7
hábitos de la gente altamente exitosa), mientras no podamos decir que nuestra
situación actual es producto de nuestras decisiones pasadas, tampoco
podremos decir “he decidido cambiar, voy a modificar esto o aquello, seré
diferente, tomaré tal o cual decisión”.
Quizás algo tan sencillo como consolarlo y recomendarle que tenga más
cuidado resulte más útil para su formación. Habrá que explicarle que lo que
sucedió depende de sus propias destrezas, que es controlable y modificable,
qué es él quien hará posible que esos accidentes no ocurran al desarrollar
habilidades motrices.
Ejemplo 1
Ejemplo 2
Ejemplo 3
Ejemplo 5