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En 1754, hace más de 250 años, y veintidós años antes que Adam Smith
publicara La riqueza de las naciones, la Academia de Dijon lanzó una osada
pregunta y ofreció un premio para quien se atreviera a responderla: ¿Cuál es el
origen de la desigualdad entre los hombres? ¿Es acaso la consecuencia de
una ley natural?
El filósofo francés Jean Jacques Rousseau se interesó por el tema y en
respuesta escribió su obra Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.
En ella, Rousseau sostiene que la desigualdad social y política no es natural, que
no deriva de una voluntad divina y que tampoco es una consecuencia de la
desigualdad natural entre los hombres. Por el contrario, su origen es el resultado
de la propiedad privada y de los abusos de aquellos que se apropian para sí de la
riqueza del mundo y de los beneficios privados que derivan de esa apropiación.
Ya en esa época, buscar respuestas a la desigualdad social era un tema central
para las ciencias sociales. Y eso que en aquel tiempo la desigualdad social era
mucho más reducida.
Las diferencias económicas entre los diversos países y regiones que hay en el
mundo son obvias. Lo que no está claro es la causa de que esto sea así. Algunas
veces ciertos países ricos lo son por tener recursos naturales, pero otros países
pobres los tienen y ni así despegan de la pobreza. Se ha apuntado alguna vez al
periodo colonial que sufrieron algunos de ellos como la causa de su pobreza,
pero muchos países que alguna vez fueron colonia han tenido éxito económico.
¿Son quizás las reglas del mercado que impiden a los nuevos jugadores entrar
con éxito en la economía mundial el origen del problema? ¿Es la falta de cultura
económica de algunos pueblos la causa de todo?
Cuando Putterman y Weil usaron esta "matriz" para investigar el efecto de los
movimientos de la población posteriores al años 1500 sobre las diferencias de
ingresos y desarrollo en los países actuales, observaron un poderoso efecto por
parte del origen de las poblaciones. En los cálculos de regresión sobre 125
países el 44% de la varianza en el actual GPD venía determinado por el origen
europeo en el año 1500 de sus antepasados.
Según los autores el resultado es consistente con otros estudios en los que se
muestra la existencia de un efecto persistente de siglos de duración de los
condicionantes del crecimiento económico, entre los que se encuentran políticas
de estado, pronta transición hacia la agricultura y pronta adquisición de avances
tecnológicos como la escritura y el sistema numérico. Pero según esta
investigación el origen de los antepasados en el 1500 tiene mucho mayor
impacto sobre la riqueza actual de los países.
Las implicaciones del estudio están claras según los autores, arremetiendo
contra la visión que hasta ahora se tenía sobre el asunto.
Dicen que los esfuerzos por ordenar los papeles jugados por la geografía, las
instituciones y otros factores en la explicación de los niveles de ingresos y tasas
de crecimiento pueden ser engañosos a no ser que sean controlados
adecuadamente. Añaden además que la influencia del origen de la población
sugiere que hay algo que las familias y comunidades humanas transmiten de
generación en generación, quizás una forma de cultura económica, un conjunto
de actitudes, creencias o capacidades transmitidas informalmente. Esto tendría
una importancia para el éxito económico como mínimo similar a otros factores
ya reconocidos, como la cantidad de capital físico o incluso el capital humano,
en el sentido más limitado que consideran los estudios oficiales.