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CESAR VALLEJO

POETA PERUANO Y UNIVERSAL

Por Alvaro Arditi


http://letrasperuanasyuniversales.blogspot.com/

BIOGRAFÍA DE CÉSAR VALLEJO


ESQUEMA DE SU OBRA: POÉTICA, NARRATIVA, DRAMÁTICA Y ENSAYÍSTICA
PUBLICACIONES
CESAR VALLEJO Y SU OBRA LITERARIA por Antonio Cornejo Polar.
INTERPRETACIÓN DE LA POÉTICA VALLEJIANA
- LA BÚSQUEDA DEL LENGUAJE UNIVERSAL
- LOS HERALDOS NEGROS
- TRILCE
- FASE POST TRÍLCICA
- ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
LA VIGENCIA DE LA POESÍA DE VALLEJO
EL NARRADOR
ANÁLISIS Y COMENTARIO DE TUNGSTENO
ACERCA DE PACO YUNQUE
VALLEJO, PERIODISTA
LA OBRA DE VALLEJO VISTA POR JORGE BASADRE
GEORGETTE, LA VIUDA DE CÉSAR VALLEJO
Lima-Perú
Marzo del 2009
arditi2004@hotmail.com
BIOGRAFÍA DE CÉSAR VALLEJO

César Vallejo fue el undécimo y último hijo del matrimonio de


Francisco de Paula Vallejo Benites con María de los Santos Mendoza y
Gurrionero, ambos naturales de Santiago de Chuco e hijos de dos
sacerdotes españoles –don José Rufo Vallejo y don Joaquín Mendoza– y
dos indígenas peruanas –Doña Justa Benites y Doña Natividad Gurrionero.
La familia pertenecía a la clase media baja. De la investigación hecha por
André Coiné, ratificada por el testimonio definitivo de Alcides Spelucín, se
puede afirmar que nació en esa ciudad el 16 de marzo de 1892.

Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco.

Tuvo vida escolar anómala e interrumpida quizás por razones


económicas. En 1900 fue matriculado en el primer año en la Escuela Fiscal
de Santiago de Chuco y concluyó cinco años después su instrucción básica
en el Centro Escolar Nº 271 destacando, dicen sus biógrafos, en
“Castellano, Historia y Lecciones de cosas”. Sus padres le vieron
predestinado para la carrera sacerdotal, lo que él en su primera infancia
aceptó de muy buena gana; de ahí que existan tantas referencias bíblicas y
litúrgicas en sus primeros poemas.

Pasó a Huamachuco (1904), donde siguió la educación secundaria en


el Colegio Nacional San Nicolás (1905-1908), con muy buenos resultados
aunque en medio de la estrechez económica. El curso correspondiente al
año 1907 lo hizo como “alumno libre” permaneciendo en su casa de
Santiago. Concluidos sus estudios secundarios, retornó a su pueblo natal,
dedicándose durante un año a realizar pequeños trabajos, teniendo como
meta ahorrar para sus estudios universitarios.

En 1910 trasladose a Trujillo y se matriculó en el primer año de la


Facultad de Letras de la Universidad Nacional de La Libertad, pero al cabo
de unos meses se le agotaron sus ahorros y tuvo que volver a Santiago de
Chuco, con ánimo de trabajar por un año más y tener los recursos
necesarios para sostenerse. Ayudó a su padre, por entonces Gobernador, en
la tramitación y confección de papeles y expedientes. Tomó entonces
contacto directo con los trabajadores de las minas de Quiruvilca (cerca de
Santiago), que más tarde se convertiría en el escenario de su novela El
Tungsteno.

A fines de 1910 ya tenía puesta una meta más alta: seguir estudios de
Medicina en Lima. En 1911 partió a la capital del Perú y obtuvo matrícula
en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, la decana de América. Una vez más no pudo sostenerse por
motivos económicos y al cabo de unos meses tuvo que abandonar las aulas
universitarias, a cuya rutina de asistencia tampoco pudo acostumbrarse. Es
posible que también se desilusionara de la medicina y decidiera tomar otro
rumbo. Alentado por un contrato de trabajo, viajó a Tarma y Acobamba
(Junin, sierra central peruana), a unos 200 kilómetros de Lima, en calidad
de preceptor privado de los hijos de Domingo Sotil, un rico hacendado de
la zona. Labor terriblemente aburrida para su temperamento, pero en la que
se mantuvo durante siete meses.

Al concluir aquel año de 1911, retornó a Trujillo, donde halló un


modesto empleo como ayudante de cajero y “confeccionador de planillas
de pago para la peonada” en la Hacienda “Roma” de Chicama, que era
propiedad de don Víctor Larco Herrera (1912). Esta experiencia le sería
valiosa saliendo de ella “marcado” al ser testigo de la bárbara explotación
de los peones en los plantíos de caña de azúcar, que luego sería tema de
inspiración y reflexión de muchos de sus escritos posteriores. Por entonces
ya escribía poemas y relatos breves, que leía, en las horas de descanso, a su
compañero de habitación en la hacienda.

En 1913 renunció a su empleo en la hacienda y retornó nuevamente a


Trujillo. Ya decidido a sustituir las ciencias por las letras, reanudó sus
estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo (marzo de
1913). Allí conoció a Víctor Raúl Haya de la Torre, quien fue su
compañero de aula y su temprano amigo. Al mismo tiempo pasó a ser
preceptor en el Centro Escolar de Varones Nº 241 (1913-1914) y tras ser
apartado de este cargo sin razón justificativa, asumió el cargo de profesor
del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan (1915). Se
recuerda que entre sus pequeños alumnos estuvo Ciro Alegría, quien
llegaría a ser un gran novelista1. Fue nombrado también bibliotecario de la
“Sociedad de Preceptores” de Trujillo, y luego, secretario de la misma. En
la biblioteca pudo saciar ampliamente su sed de lectura.

Optó grado de Bachiller en Letras (22 de setiembre de 1915) con una


tesis sobre El Romanticismo en la poesía castellana, que era, como su
nombre lo dice, un discurso ensayístico sobre el romanticismo literario
europeo, latinoamericano y peruano. Leer aquí la tesis:
El Romanticismo en la poesía castellana

Ese mismo año de 1915 se matriculó en la Facultad de Derecho,


aunque sin mayor entusiasmo. Nunca llegaría a doctorarse en ambas
carreras: ni en Letras ni en Derecho, pese a que reiteradamente lo
intentaría.

Cultivó la adhesión y el afecto del grupo literario “La bohemia de


Trujillo”, antecedente del célebre Grupo Norte, grupo de gran importancia
en la vida cultural del país, de la que también formaban parte Antenor
Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Juan Espejo Asturrizaga,
Macedonio de la Torre, Víctor Raúl Haya de la Torre,2 en pugna con el
1
Tiempo después, Ciro Alegría contaría que “había algo profundamente desgarrado en aquél hombre (…)
aunque había ratos en que la alegría se paseaba por su alma (…) y entonces era uno mas entre nosotros,
salvo que grande”. El César Vallejo que yo conocí. Publicado originalmente en ''Cuadernos
Hispanoamericanos'' (México, año III, vol. XVIII, núm. 6, noviembre-diciembre de 1944).
2
Antenor Orrego y Haya de la Torre se convirtieron, desde temprano, en los más entusiastas admiradores
y difusores de la poesía vallejiana. Se recuerda el afecto que prodigó Haya a Vallejo en los años
universitarios de Trujillo; incluso el futuro fundador del APRA escribió en 1916 una comedia titulada
“Triunfa vanidad” que tenía por objeto alabar el don poético de Vallejo, víctima frecuente de burlas por
grupo de Víctor Alejandro Hernández; y en ese ambiente amplió su cultura
y desarrolló su personalidad (hasta 1917).

Vallejo se dedicaba ya a componer versos, tarea que había empezado


desde muy joven. Por un tiempo fue gran admirador del mexicano Manuel
Acuña. Las reuniones nocturnas en casa de José Eulogio Garrido, las
controversias ideológicas dentro de la universidad, las lecturas de Darío,
Herrera, Reissig, Maeterlinck, Whitman y Verlaine, fueron conformando su
personalidad de poeta insurrecto e iconoclasta. ¡Años aquellos de fecundas
inquietudes literarias!

Sus primeros poemas fueron publicados en periódicos y revistas locales


como La Industria, La Reforma, Cultura Infantil, La Semana; uno de ellos,
titulado “Aldeana”, fue publicado en Balnearios de Barranco de Lima y
reproducido en El guante de Guayaquil y El liberal de Bogotá. Algunos de
esos poemas serían después recogidos en Los heraldos negros, su primer
poemario, en 1919. Sobre versiones antiguas de algunos de estos poemas
publicados en la prensa trujillana y limeña, ver aquí:

César Vallejo: Nuevos textos

Pero como es natural, se ganó las críticas y envidias en una ciudad como
Trujillo, donde -se decía sarcásticamente- todos presumían ser poetas. Su
lenguaje poético solía ser rechazado por los críticos academicistas o
conservadores. Tiempo después, Vallejo logró abatir a sus menguados infa-
madores ganándoles olímpicamente en un torneo literario convocado por la
Municipalidad por el centenario de la proclamación de la independencia de
Trujillo (1920). Su poema premiado se titulaba Fabla de Gesta (Elogio al
Marqués de Torre Tagle)"3 y estaba dedicado al noble limeño libertador de
Trujillo. El poema terminaba así:

Tú, la sangre de España, que se embarcó al Misterio

sus versos entonces exóticos. Por su parte, Vallejo correspondió a tal afecto y en una celebración
estudiantil con motivo de haber obtenido Haya la elección de Secretario del centro universitario, le dedicó
estos versos:
Yo poeta, brindo mi copa por este pichón de cóndor;
Yo profeta, anuncio que volarás muy alto y serás grande,
grande.
Por su parte Juan Espejo Asturrizaga ha sido el biógrafo del poeta de su primera etapa, peruana (1892-
1923), con su obra “César Vallejo: Itinerario del hombre''. Lima, Librería Editorial Juan Mejía Baca,
1965,
3
Lo notable de este episodio, contado por Espejo Asturrizaga, es que César Vallejo había entregado dicho
trabajo encubriéndose bajo la identidad de su amigo Julio Gálvez Orrego. Al día siguiente de la entrega
del premio, cuenta Antenor Orrego que como director del diario “Reforma” publicó una nota de Julio
Gálvez en donde aclaraba a la comunidad que la composición ganadora no le pertenecía y que en realidad
era creación del poeta César Vallejo Mendoza, habiendo actuado él solo como un sustituto a fin de darle
imparcialidad al evento.
en velas de coraje, pecho de par en par,
tú regresaste al fondo de la gran raza hispana
valor cuajado en bronce y amor en libertad.

Vallejo joven.

En 1911 Clemente Palma había rechazado en Variedades una


composición poética de Vallejo; lo mismo hizo en 1917 con otra que luego
perteneció al poemario Las heraldos negros (el ahora conocidísimo poema
“El poeta a su amada”), dedicándole comentarios despectivos que
aparecieron en aquella revista y donde se leían las palabras de
"mamarracho", "adefesio", "tontería poética".4

A la incomprensión y las críticas despiadadas hacia sus creaciones


poéticas, se sumaron las decepciones amorosas. Hacia 1916 se enamoró de
la trujillana María Rosa Sandoval, una joven bella e inteligente, quien sería
la inspiradora de algunos versos de su primer poemario publicado, Los
Heraldos Negros. Fue un amor de gran intensidad romántica que
4
Clemente Palma era hijo de Don Ricardo, el ilustre tradicionista, y oficiaba de crítico literario de la
revista Variedades, en cuya sección denominada Correo Franco (22 de setiembre de 1917), profirió
contra Vallejo una crítica despiadada, a raíz del envío que éste le hiciera de un poema intitulado El Poeta
a su Amada (que más tarde sería incluido en Los Heraldos Negros). Citaremos parte de dicha crítica:
"También es usted de los que vienen con la tonada de que aquí estimulamos a todos los que tocan de afi-
ción la gaita lírica, o sea a los jóvenes a quienes les da el naipe por escribir tonterías poéticas más o
menos desafinadas o cursis. Y la tal tonada le da margen para no poner en duda que hemos de publicar
su adefesio (... )" Pero eso no es todo. Más adelante, Palma, menos clemente aún, apunta y dispara:
"Hasta el momento de largar al canasto su mamarracho, no tenemos de usted otra idea sino la de
deshonra de la colectividad trujillana (...)". El soneto de marras decía algo así como: "Amada: en esta
noche tú te has crucificado / sobre los dos maderos curvados de mis besos". Preguntaba Palma sobre esto:
"¿A qué diablo llama usted los maderos curvados de sus besos? ¿Cómo hay que entender eso de la
crucifixión? ¿Qué tiene que hacer Jesús con esas burradas más o menos infectas? Nos remite usted un
soneto que en verdad lo acredita a usted para el acordeón o la ocarina más que para la poesía." Para
finalizar, solo acotaremos que Clemente Palma pasó al olvido impecablemente, mientras que la poesía de
Vallejo ha escalado las cumbres de la universalidad.
culminaría definitivamente con la muerte prematura de María Rosa, el 10
de febrero de 1918. Pero el poeta tuvo simultáneamente otros idilios. En la
primavera de 1917 trabó un apasionado romance con Zoila Rosa Cuadra
(una quinceañera a quien apodó “Mirtho”), pero duró poco y al parecer
César intentó suicidarse a causa del desengaño. Años después le confiaría a
un amigo íntimo que luego de rastrillar el arma (que contenía una sola bala)
contra su sien, sin producirse el disparo, se sintió lleno como una oleada de
vida. Otra versión dice que fue él quien intentó matar a Mirtho. Al mismo
tiempo, se sintió atraído por una joven de apellido Murguía, a la que
esperaba en la esquina de una calle donde solía pasar y para quien escribe
el poema “Bordas de hielo”.

Sus amigos le convencieron que viajara de nuevo a Lima. Tentado


pues, una vez más, por el atractivo de la capital, abandonó Trujillo al
terminar su tercer año de estudios en la Facultad de Derecho (1917). Se
embarcó en el puerto de Salaverry, en el vapor Ucayali, y llegó a Lima el
30 de diciembre de 1917. Allí conoció a Manuel González Prada5, el
apóstol de los nuevos tiempos (febrero de 1918). También conoció a José
María Eguren, a Juan Parra del Riego, a Abraham Valdelomar (quien llegó
a profesar una sincera admiración por Vallejo, calificándole como un poeta
“en la más noble acepción de la palabra”), a Juan José Lora, a Juan Luis
Velásquez y a José Carlos Mariátegui.

Muy pronto, los escasos recursos económicos que trajo de Trujillo se


le agotaron. Sin embargo, ya un tanto conocido en el medio intelectual
limeño, entró en contacto con los periódicos y revistas que le publicaron
uno que otro reportaje o poema. También consiguió un puesto de profesor
en el Colegio Barrós, cuya dirección ejerció tras la muerte de su director y
fundador (6 de setiembre de 1918 a mayo de 1919).

Por entonces se enteró de una noticia desgraciada: el fallecimiento de


su madre (8 de agosto de 1918), a los 78 años de edad. También por esos
días entabló una fogosa relación erótica con una muchacha de quince años,
Otilia Villanueva (cuñada de uno de sus colegas en la administración del
colegio Barrós), relación que fue más lejos de lo que esperaba. Otilia queda
embarazada, y al parecer Vallejo, que no quería casarse, la obligó a abortar;
a raíz de ello se ganó la enemistad de su colega del “Barrós” y perdió su
puesto en el colegio Barrós.

A mediados de 1918 editó su poemario titulado "Los Heraldos


Negros", que fue impreso en los talleres de la Penitenciaría de Lima. Tras
5
A tal insigne y venerable literato le dedicaría poco después uno de sus poemas de “Los heraldos negros”,
el titulado “Los dados eternos”.
esperar vanamente el prólogo que debía ser escrito por su amigo
Valdelomar, la obra circuló recién en julio de 1919, en corto tiraje,
figurando impresa en los ejemplares el año de 1918. El volumen contenía
69 poemas; unos pocos datan de 1915 y 1916, pero la mayoría fueron
escritos en el período de 1917-1918. Se ha dicho que “Los Heraldos
Negros” fue recibido en su momento con indiferencia o desdén por la elite
intelectual peruana. Sin embargo, Alcides Spelucín ha exhumado los
elogios que recibió de parte de Manuel González Prada, José María Eguren,
Abraham Valdelomar, Juan Parra del Riego, Antenor Orrego, Luis
Góngora, Ezequiel Balarezo Pinillos.

En ese año de 1919 entró a trabajar como docente de 4º y 5º años de


primaria en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe: su cargo
fue de inspector disciplinario y profesor de Gramática Castellana.
Paralelamente, con el deseo de conseguir el doctorado de Letras y de
Derecho, prosiguió sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos. Colaboró también en la revista de Mariátegui Nuestra Época,
publicación ésta que tuvo corta duración. A raíz de la trágica muerte de su
entrañable amigo Valdelomar, escribió una nota conmovedora para el diario
La Prensa: “Abraham Valdelomar ha muerto; el cuentista más autóctono de
América, el nombre más sonoro de la última década de la literatura
peruana. La campana de la basílica lírica está tocando vacante…” (4 de
noviembre de 1919).

El año de 1920 empezó de mala manera al ser declarado cesante en su


puesto de profesor del Guadalupe. En abril decidió viajar a Trujillo. Se
encontró con sus viejos amigos del “Grupo Norte”, pero comprobó que su
ímpetu se había amenguado. En mayo visitó su pueblo natal, Santiago de
Chuco. Allí fue testigo de los desbordes ocasionados por una rivalidad
pueblerina, entre partidarios del ex presidente Pardo y los leguiístas,
culminados con el incendio, el saqueo de una tienda y la muerte de tres
personas (1º de Agosto de 1920). A los pocos días pasó a Huamachuco,
donde supo que algún malqueriente lo había implicado en los hechos, junto
a diecinueve personas más, calumniándolo de incendiario, ladrón y
homicida. Resultó que la familia afectada en dicho incidente fueron los
Santamaría, rivales tradicionales de los Vallejo en Santiago de Chuco y la
acusación tenía claros visos de ser una calumnia por venganza. Vallejo
huyó a Trujillo y se albergó en casa de su amigo Antenor Orrego. Pero,
aconsejado por alguien (cuya identidad no ha sido revelada), cambió de
refugio y terminó siendo descubierto, apresado y arrojado a un calabozo de
la Cárcel Central de Trujillo. Allí permaneció durante 112 días (del 6 de
noviembre de 1920 al 26 de febrero de 1921.) Desde la prisión, entre rejas,
escribió varios de los poemas y cuentos que después aparecerían
publicados en "Trilce" y "Escalas”.

Vallejo en 1920.

Hubo gestiones de intelectuales y estudiantes en su favor, llegándose a


una campaña nacional, animada por Antenor Orrego en Trujillo, el poeta
Percy Gibson en Arequipa y el carpintero anarquista Manuel Uchofen en
Chiclayo. A principios de 1921, y merced a la tenacidad de sus amigos y de
Carlos A. Godoy, su abogado, obtuvo la libertad condicional. No obstante,
aquella experiencia le dejó una huella imborrable.6 En uno de sus poemas
posteriores diría que la experiencia más grave que le tocó vivir fue en una
cárcel del Perú.

Tras recobrar la libertad, volvió transitoriamente a Santiago de Chuco


y se embarcó luego a Lima (marzo de 1921). Allí participó en un concurso
de cuentos organizado por la Sociedad Entre Nous, con su relato "Más allá
de la vida y de la muerte", el cual ganó un premio, en efectivo. La entrega
del premio se realizó el día 27 de mayo de 1922, durante una función de
gala en el Teatro Forero (hoy Municipal), a la que no asistió el poeta. El
premio, consistente en 200 soles, lo recibió, a nombre de Vallejo, su amigo
trujillano Francisco Xandóval. El dinero le permitió poder realizar su más
caro anhelo: poder ver en letras de molde otras obras suyas.

6
Hace poco, a fines del 2007, el Poder Judicial de Perú decidió desagraviar a Vallejo, con una muestra
documental, por la injusta prisión que sufrió entre 1920 y 1921. El escritor peruano Eduardo González
Viaña, autor de “Vallejo en los infiernos” (2008) -primera novela de corte biográfico sobre el célebre
poeta peruano-, ha demostrado que el juez encargado de la investigación de ese entonces fue comprado
por los enemigos del poeta, al punto de que "falsificó documentos y firmas".
Durante esta nueva estancia en Lima estuvo alojado en el actual Jr.
Quilca 273, altos, casa de la familia Vásquez Díaz, para pasar luego a
Acequia Alta 422 altos (hoy 526 del jirón Cailloma). En Octubre de 1922
apareció en Lima su libro de poemas "Trilce", impreso en los Talleres
Tipográficos de la Penitenciaría, con prólogo de Antenor Orrego, su
admirador y consejero de muchos años, quien al respecto dijo del poeta que
"a partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad, de la
autonomía poética, de la vernácula articulación verbal". Fue el único
comentario entusiasta hacia dicha publicación; en el resto de críticos
produjo en cambio desconcierto. Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, se
preguntaba por qué Vallejo escribiría una obra tan extraña e
incomprensible7. "El libro ha nacido en el mayor vacío” reconoció
entonces Vallejo al mismo Orrego. Y agregó estas bellísimas palabras:

"Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su


estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí una
hasta hoy desconocida obligación sacratísima de hombre y de artista,
¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que
gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me
doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha
artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad!
¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa li-
bertad y cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes
espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que
todo se vaya a morir a fondo para mi pobre ánima viva".8

Por entonces Vallejo volvió a ejercer la docencia en el Colegio de


Guadalupe. Se dedicó también a una vida de bohemia que incluyó el
alcohol y las drogas (las célebres sesiones de opio en los fumaderos
chinos), pero ello no lo alejó de la creación literaria. En marzo de 1923,
publicaba una corta edición de 200 ejemplares de sus "Escalas” o
“Escalas Melografiadas" (como reza la carátula del original)9, colección
de relatos y cuentos. Otra narración suya, titulada "Fabla Salvaje", fue

7
Sin embargo, tiempo después, L.A.S. se declararía ferviente admirador de la poética vallejiana y
escribiría un epílogo de sus Poemas humanos, editados póstumamente.
8
Fragmento de una carta de César Vallejo a Antenor Orrego citada por José Carlos Mariátegui en: “7
ensayos de interpretación de la realidad peruana”. El proceso de la literatura. Lima, 1928.
9
El título correcto, tal como lo concibió el autor, es indudablemente Escalas, a secas. Lo de
melografiadas se debe a una lectura equívoca posterior. Sucede que en la cubierta de la edición príncipe
se lee con letras grandes Escalas, cerradas por un adorno o viñeta, y sólo luego de la viñeta figura en una
línea más abajo y con letras más pequeñas Melografiadas, palabra conectada con las líneas siguientes:
por / César A. Vallejo, de tal modo que debe leerse el conjunto como Escalas / melografiadas / por /
César A. Vallejo. Siendo la melografía la escritura musical, equivale pues a "Escalas escritas por César
Vallejo". Es lógico, pues, suponer que melografiadas no puede formar parte del título. En la página o
portada interior, aparece, para mayor claridad, solo ESCALAS.
publicada el 16 de mayo de 1923 por Pedro Barrantes Castro en su serie
“La novela peruana”.

Hay un episodio de la vida de Vallejo en Lima que se suele pasar por


alto en sus biografías: su participación en 1923 en la lucha contra la
consagración del Perú al Corazón de Jesús, maniobra urdida por la
dictadura de Leguía. En la «La Crónica» del 22 de mayo de 1923 aparece
su nombre entre los convocantes para una asamblea estudiantil que vería el
caso. Entre los firmantes están Haya, el mismo Vallejo, Jorge Basadre,
Manuel Seoane y Manuel Alarcón Vidalón. Este último moriría, al igual
que el tranviario Salomón Ponce, en el choque que se produjo entre
estudiantes y obreros con la fuerza pública. Esto ocurrió el 23 de mayo,
apenas terminada la asamblea estudiantil, que rechazó por unanimidad la
consagración proyectada por Leguía. En las horas siguientes, Lima, fue
estremecida por un huracán de cólera popular. El entierro de Ponce y
Alarcón congregó a 40 mil personas, en una Lima de 200 mil.10

La hostilidad de los literatos mediocres, la algidez del medio social en


que vivía y la noticia de que el juicio que se le promoviera en Trujillo sería
reabierto, hicieron que Vallejo apresurara su viaje al Viejo Continente, en el
cual ya pensaba desde, por lo menos, el año de 1920. El 17 de junio de
1923 se embarcó en el vapor “Oroya”, en compañía de su amigo Julio
Gálvez Orrego11. Llevaba en el bolsillo una moneda de 500 soles. Meses
antes había sido declarado cesante –una vez más– en su puesto de profesor
de primaria del Colegio Guadalupe. Ya nada lo retenía en el Perú.

La víspera de su partida escribió una carta a su abogado en Trujillo, el


doctor Carlos C. Godoy, en la que expresaba los sentimientos que le
embargaban:

“Habría querido bajar, a mi paso, por Salaverry, más


lamentablemente, no toca el “Oroya” en ese puerto, y me quedo con la
mano en el aire sin alcanzar a estrechar las de los poquísimos amigos
que, como usted, ocupan mi corazón. Que vamos a hacer. Ya lo haré a
mi retorno. Me permito rogarle, si ello no lo distrajera mayormente,
tenga la bondad de dar un vistazo por el expediente sobre el juicio de
agosto, el que, según me dicen, ha vuelto al tapete negro del tribunal
de Trujillo. Hágalo, doctor, por mi ausencia y por la tranquilidad de

10
Lévano, César: Cesar Vallejo: Los Pasos Perdidos. Publicado en el suplemento “Domingo” de “La
República”, Lima, 31 de enero de 1993.
11
Se dice que Julio Gálvez, quien tenía un pasaje de primera clase (que sus parientes le enviaron a cuenta
de la herencia paterna que acababan de recibir), cambió dicho pasaje por dos boletos de tercera para hacer
posible que viajara en el mismo barco su gran amigo César Vallejo.
los míos, por cuya suerte me voy inquietado acerbamente. Yo se lo
agradeceré con toda el alma.”

Pese a sus deseos, nunca más regresaría a la patria.

Tocó suelo francés el 12 de julio y el día 13 llegó a París. Planeaba


vivir de los ingresos que le reportaría el periodismo, ejerciendo como
corresponsal del diario “El Norte” de Trujillo (hasta 1930) y como
colaborador de las revistas L'Amérique Latine de París, “España” de
Madrid y “Alfar” de La Coruña, aunque sus ingresos eran más bien
modestos.

Durante sus dos primeros años de estadía en la capital francesa se


enfrentó con una dura y amarga realidad derivada de la escasez de medios
económicos y de la angustia de ser un exiliado. Hubo momentos en que
tuvo que dormir a la intemperie, en las bancas de la calle y en los parques
públicos. Felizmente, un escultor de Costa Rica, Max Jiménez, le dejó su
"atelier" de la calle Vercingétorix, aliviándole aunque muy relativamente,
su apremiante situación económica.

El 24 de marzo de 1924 falleció su padre en Santiago de Chuco. La


noticia tuvo profundo impacto en César, como antes la de su madre. Cayó
en una crisis psicológica, espiritual y hasta física, agravada por la mala vida
que llevaba en esos primeros meses de la “aventura parisina”. El 4 de
octubre de ese año de 1924 fue internado en el hospital La Charitê (hospital
de caridad pública), víctima de una hemorragia intestinal; un amigo de
apellido Piérola le garantizó. El día 21 fue dado de alta, pero el 26 tuvo una
recaída siendo internado de emergencia, para salir el día 28. Se dirigió a
descansar a Meudon, al sudeste de París y cerca de Versalles. Estuvo al
borde de la tumba; una vez más, sin embargo, salió airoso.

Desde 1925 envió periódicamente colaboraciones a revistas y diarios


del Perú: la revista Mundial (1925-1930), la revista Variedades (1926-
1930) y el diario “El Comercio” de Lima (1929-1930); la colaboración en
estas publicaciones, sumada a la de El Norte de Trujillo, fue la fuente
principal de sus ingresos en París. Algunos artículos aparecieron
simultáneamente en varios periódicos y revistas de América Latina; tal es el
caso de “Autopsia del surrealismo” que se publicó en “Variedades” y en
“Amauta” de Lima, en “Nosotros” de Buenos Aires y en “Letras” de
Santiago12. También desde 1926 la revista “Amauta” de su amigo
Mariátegui le reprodujo algunos artículos periodísticos y un texto narrativo.

En 1925 consiguió también un trabajo como secretario de la recién


fundada Les Grands Journaux IberoAméricains ó Los Grandes Periódicos
Iberoamericanos (1925-1926), una vasta organización publicitaria dirigida
por Alejandro Sux.

También en 1925 obtuvo una beca del gobierno español13 con el


propósito de finalizar en España sus estudios de Derecho y Jurisprudencia,
que dejara truncos en el Perú. En octubre de ese año viajó a Madrid y
retornó a Paris en diciembre. En los dos años siguientes continuará yendo
periódica y brevemente a Madrid a cobrar a plazo fijo el monto de la beca,
aunque sin estudiar.

Su situación económica tendió pues, a mejorar. En 1925 se le podía


encontrar trabajando en el estudio del Nº 3 de la rue Vercingetórix, cerca de
Montparnasse, de donde se trasladó al Hotel Richelieu (20, rue Moliere).
Montparnasse y el Café “La Régence”, frente a la Comédie Francaise,
cerca del Hotel, le proporcionaron el ambiente bohemio que necesitaba
para su actividad creativa.

Bohemio César Vallejo en París con amiga Henriette y Carlos More en 1926.

En 1926 publicó junto con el escritor español Juan Larrea la revista


Favorables París Poema; fundó también “La Semana Parisien”, con Pablo
Abril y Emilio Ribeyro. Publicaciones que tuvieron efímera duración. El
12
Dicha labor periodística será suspendida forzosamente en 1930 a raíz de la crisis mundial, cuando las
revistas ''Variedades'' y ''Mundial'' dejaron de circular, al igual que el suplemento dominical de El
Comercio donde se publicaban sus artículos
13
Su amigo Pablo Abril de Vivero, escritor y diplomático peruano que residía por entonces en España, fue
quien le tramitó dicha beca. Era una de esas becas que el gobierno del general Primo de Rivera otorgaba a
los estudiantes latinoamericanos a fin de que siguieran o terminaran sus carreras universitarias en España.
español Larrea, a quien conoció en casa de Vicente Huidobro (poeta
chileno), llegó a ser uno de sus grandes amigos y admiradores; después se
convertiría en su biógrafo y fervoroso estudioso de su obra, que la
difundiría abnegadamente.

También en 1926 empezó a convivir con Henriette Maisse, una


humilde modistilla, a quien había conocido en el café de La Régence el año
anterior y con quien convivió hasta octubre de 1928. Fue su primera
compañera sentimental de Europa, si descontamos a las “zorrillas” como
llamaba a las otras de trato fácil y pasajero.

En 1927 se retiró de “Los Grandes periódicos Iberoamericanos”, y


empezó a pasar dificultades causadas por la ansiedad económica y el
silencio de su familia en el Perú. En ese año visitó otra vez Madrid para
cobrar los estipendios de la beca, pero en setiembre renunció a ella, cuando
empezaron a pedirle pruebas de que realmente estaba estudiando. Dijo al
respecto que ya no se hallaba en edad de vivir del usufructo de una beca.
Retornó luego a Paris, ciudad por la que sentía especial obsesión.

Durante estos años de estancia parisina conoció a distintas


personalidades del mundo de la cultura. Ayudó a ello su trabajo de
periodista. Se hizo muy amigo del pintor Juan Gris cuya grata relación se
cortó forzosamente en 1927 por el fallecimiento prematuro del artista.
Conoció también a Picasso, quien años después le haría un retrato célebre
(publicado en una de las primeras ediciones del poemario España, aparta
de mi este cáliz). También conoció al escritor Tristan Tzara y al escultor
Jacques Lipchitz. Entre las personalidades latinoamericanas que conoció
entonces se debe mencionar con especial relieve al chileno Vicente
Huidobro, quien, como él, fue un revolucionador del lenguaje poético.
También conoció al chileno Pablo Neruda, otro de los grandes de la lírica
hispanoamericana.

Igualmente, se sitúa en esta primera parte de su estancia parisina, que


va de 1923 a 1929, la composición de algunos cuantos poemas (reunidos
después bajo el título de “Poemas en prosa”), un libro o recopilación de
ensayos y relatos diversos titulado "'Contra el secreto profesional", y un
proyecto de novela incaica titulado “Hacia el reino de los Sciris” (que
también serían publicada de manera póstuma). La razón de esta escasez de
creaciones literarias se debía a que se hallaba más absorbido en producir
artículos y crónicas para diarios y revistas pane lucrando.
César Vallejo y Mlle. Georgette Philippart en el Parque de Versalles.
Verano de 1929. Foto Juan Domingo Córdoba. Reproducción del
mismo negativo sin recorte.

En 1927 empezó su romance con Georgette Phillipart-Travers14, una


joven de 18 años que vivía con su madre en una calle que daba a los
Campos Elíseos, en frente donde se hospedaba el poeta. Era “una francesa
un poco burguesa”, como la describió más tarde el poeta Rafael Alberti15.
La conocía de vista desde el año anterior, pero solo recién se animó a
entablarle diálogo.

En abril de 1928 su salud se volvió a deteriorarse seriamente y fue a


recuperarse a Ris Orangis, al sur de París, cerca del actual aeropuerto de
Orly. Le acompañó cariñosamente en dicho trance Henriette. Se restableció
en julio de ese año. Entonces pidió a la embajada peruana el importe de un

14
Georgette Marie Philippart Travers, nació en París el 7 de enero de 1908. Sus padres fueron Alexandre
Jean Baptiste Philippart y Marie Travers. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio
Sevigné de Vitré, de la inspección académica de Rennes, los que culmina en 1922. Al término de sus
estudios, viaja a París a trabajar en el oficio de costura con su madre. “Desde mayo de 1926, recién
conozco a Vallejo -afirmó Georgette- solo de vista, pues nunca nos hablamos y ni siquiera ha buscado
entablar una conversación”. En pleno invierno parisino, febrero de 1927, al caer la noche, Georgette
conoció directamente al poeta. “Estamos en la calle Montpensier…Vallejo, quitándose el sombrero me
saluda y veo una gran luminosidad blanca-azul alrededor de su cabeza…”. Datos tomados de Georgette
Vallejo al fin de la batalla de Miguel Pachas Almeyda.
15
Lo dijo en una entrevista publicada en el suplemento literario El techo de la ballena, del diario La
República de Lima, en edición conmemorativa por los 50 años de la muerte de Vallejo, 10 de abril de
1988.
pasaje para retornar al Perú; le consiguieron el dinero, pero él, ya
recuperado, decidió emplearlo para un viaje a Rusia.

Y es que por esta época empezó a interesarse con más ahínco por las
cuestiones sociales. Desde 1925 pertenecía a la célula francesa de la
Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, fundada por su gran
amigo y compañero de estudios Haya de la Torre. Pero se sintió atraído por
el comunismo y en Octubre de 1928 viajó a Rusia, llegando a Moscú el día
19. Fue con el propósito de no volver, pero en noviembre ya estaba de
vuelta en París. “Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual
estafa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome
revolucionario y revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas
aprendidas”, le escribió el 27 de diciembre a Pablo Abril y al día siguiente
firmó un documento de ruptura con el APRA, debido a la “nueva
orientación contrarrevolucionaria” que, según él, le diera Haya. Casi de
inmediato fundó la célula marxista-leninista peruana en París cuyos
conspicuos representantes eran Eudocio Ravines (posteriormente renegado
del comunismo) y Armando Bazán. Su adhesión al Partido Socialista del
Perú (después llamado Partido Comunista Peruano), fundado poco antes
por su gran amigo y admirador, José Carlos Mariátegui, era ya una
realidad. A propósito, en 1928 Mariátegui publicó sus célebres “7 ensayos
de interpretación de la realidad peruana” y en el ensayo correspondiente a
la literatura, incluyó con especial relieve a Vallejo calificándolo de un “gran
poeta… precursor del nuevo espíritu, de la nueva conciencia” y cuyos
Heraldos Negros, según él, marcaban el inicio de una nueva poética en el
Perú.

En 1929, en una carta enviada a su hermano Víctor, Vallejo hizo saber


su deseo de volver al Perú. Decidió también vivir con Georgette,
mudándose a la casa de ésta, cuya madre acababa de fallecer dejando en su
hija su departamento y una respetable herencia pecuniaria16. La situación
económica del poeta mejoró entonces. Ese mismo año (julio) se tomó dos
semanas de descanso en Bretaña, acompañado por Georgette. En setiembre
viajó por segunda vez a la Unión Soviética, junto con Georgette, y este
periplo abarcó también los países de la Europa Central y Oriental: Italia,
Austria, Hungría, Alemania y Checoslovaquia. Se detiene en Berlín,
Leningrado, Moscú, Varsovia, Praga, Colonia, Viena, Budapest, Trieste,
Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Niza, hasta retornar a París. Tal gira,
indudablemente muy costosa, se cree que fue financiada con el dinero de
Georgette.
16
En cuanto a Henriette, la anterior pareja de Vallejo, se dice que se enojo muchísimo al saber que el poeta
se había ido a vivir a la casa de Georgette y fue a confrontar a ésta. Georgette le entregó una cuantiosa
suma de dinero a cambio de que desapareciese de la vida de Vallejo. Henriette, una chica humilde y de
escasa instrucción, debió quedar satisfecha, pues no se supo más de ella.
Vallejo ante la Puerta de Brandenburgo, Alemania.

Este segundo viaje a Rusia a través de sus grandes ciudades es de


suma importancia para su desarrollo ideológico y literario. Escribió a
propósito un largo reportaje que por entregas fue publicado en las revistas
Amauta, Mundial y Variedades, y el diario El Comercio de Lima; Nosotros
en Buenos Aires y Bolívar de Madrid. Dicho material informativo se
convertiría después en su libro Rusia en 1931. También por esta época
redactó una serie de ensayos y pensamientos, que seguiría escribiendo hasta
1931, y que solo muchos años después de su muerte saldría a la luz,
reunidos bajo el título de “El arte y la revolución”.

En mayo de 1930 volvió a España, esta vez a raíz de la segunda


edición de su poemario "Trilce" (1930) que su amigo Juan Larrea auspició
y que fue publicado con prólogo de José Bergamín y un tributo (poema-
salutación) de Gerardo Diego. Este hecho señaló el descubrimiento de
Vallejo en España. Por este tiempo habría que fechar también una obra
teatral suya, titulada "Mampar", pero que luego destruyó sin haberla
concluido.

De vuelta en París, tendría que soportar inconvenientes de corte


político. Su dos viajes a la Unión Soviética, sus reuniones y entrevistas
“sospechosas”, además de ser lector del diario L´Humanité (órgano del
partido comunista francés), fueron motivo suficiente para que las
autoridades francesas lo acusaran de hacer propaganda subversiva y lo
consideraran “indeseable”. Su expulsión se ordenó el 2 de diciembre de ese
año de 1930. Entre otros afectados por tal orden estaban Armando Bazán y
Juan Luis Velásquez. Aunque el gobierno francés les concedió un plazo de
casi dos meses para abandonar el país, Vallejo y Georgette viajaron a
España el 29 de diciembre y llegaron a Madrid en víspera de año nuevo de
1931.

Por entonces, el periodista César González Ruano le hizo la única


entrevista que se conoce de Vallejo, aparecida en El Heraldo de Madrid, el
27 de enero de 1931; el periodista le hizo la siguiente descripción: «Este
hombre muy moreno, con nariz de boxeador y gomina en el pelo, cuya risa
tortura en cicatrices el rostro, habla con la misma precisión que escribe y
no os espantará demasiado si os juro que en el café se quita el abrigo y le
duerme en la percha»

En España Vallejo y Georgette presenciaron la caída de la monarquía


y la instauración de la Segunda República Española (14 de abril de 1931).
Contrariamente a lo que se ha asegurado, Vallejo vio dicho cambio con
absoluta indiferencia, no exenta de amargura, "Una revolución sin efusión
de sangre -y la experiencia lo confirma- no es una revolución", afirmaba y
mantenía Vallejo, según testimonio de Georgette. Su amigo Larrea ha
testimoniado también al respecto: “Vallejo era un marxista mas que
convencido (…) creía necesaria la revolución y juzgaba indispensable una
planificación que permitiera el establecimiento de una verdadera justicia
social, y hasta creía en la necesidad de la dictadura del proletariado (…)”.

Ello no le impidió estar siempre presto a participar en la organización


de las bases republicanas y más aún cuando poco después la amenaza
fascista se abatió sobre la flamante República. Su estancia en España
también le permitió estrechar relaciones con los más notables escritores
españoles del momento, como el ya mencionado Juan Larrea, los Machado,
Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, Rafael Alberti17, Luis
Cernuda, Gerardo Diego, José Bergamín y otros más. Fueron sin duda, los
días más felices de Vallejo.

De acuerdo a sus convicciones, Vallejo se inscribió en el Partido


Comunista Español y enseñó las primeras nociones del marxismo a
estudiantes obreros simpatizantes. Para remediar la precariedad material
que le apremiaba, trabajó como traductor para la Cenit Editores. A
17
El poeta Rafael Alberti, quien tuvo una longeva vida, nunca olvidaría al “triste y hondo cholo peruano”
quien, un día del año de 1931, estuvo en su casa, a donde le había invitado para ser testigo de un evento
único: la lectura que el mismísimo Miguel de Unamuno haría de una de sus obras teatrales, titulada “El
hermano Juan” (según relató en su libro “Imagen primera de…” Capítulo referido a Unamuno).
instancias también de los editores, escribió una “novela proletaria” titulada
"El Tungsteno", emergida de su experiencia juvenil en la Hacienda
“Roma” de Chicama, y que se publicó en 1931; al año siguiente fue
traducida al ruso. En julio de ese mismo año salió a la luz otro de sus
escritos, de tipo ensayístico: “Rusia en 1931. Reflexiones al pie del
Kremlin”, que se convirtió en un éxito editorial al tener tres ediciones en
un lapso de cuatro meses. Sobre pedido escribió también "Paco Yunque",
su más logrado cuento, que sin embargo, fue rechazado por los editores
españoles por ser "demasiado triste". Por ironías del destino, dicho cuento
se convirtió, tras ser publicado finalmente en 1951, en el más leído de las
escuelas del Perú. En el campo periodístico, suspendida sus colaboraciones
con los diarios y revistas del Perú, colaboró con La Voz de Madrid.

Vallejo en Moscú.

En ese mismo año de 1931, por tercera y última vez se dirigió a Rusia,
para concurrir al Congreso Internacional de Escritores solidarios con el
régimen soviético (octubre). No le acompañó esta vez Georgette, tanto por
no haber sido invitada como por motivos de salud. Visitó varias ciudades
rusas y llegó hasta los Urales.

Una vez acabado el Congreso, retornó a España. Allí, las carencias


económicas empezaron nuevamente a acicatearle, ya que pese al evidente
éxito de su obra “Rusia en 1931”, los editores rechazaron otro escrito suyo
que seguía la misma línea del anterior: “Rusia ante el segundo plan
quinquenal”, por ser de carácter marxista y revolucionario.
Sistemáticamente otras obras suyas fueron igualmente rechazadas, entre
ellas dos piezas teatrales “Moscú contra Moscú” –que ahora conocemos
bajo el título de “Entre las dos orillas corre el río”-, y “Lock-out”, debido
a que su estilo y lenguaje no parecían ajustarse a las exigencias del gran
público. Todo ello pese al apoyo que el gran Federico García Lorca le
prestó recomendándole ante los editores18. También le negaron la
publicación de su libro de ensayos sobre estética titulado “El arte y la
revolución”.

Vallejo prefirió entonces retornar a París tras ser levantada la anterior


prohibición de ingreso y luego de haber conseguido permiso para radicar en
dicho país (11 de febrero de 1932).

Sin embargo, en ese año de 1932 su situación económica empeoró.


Tras retornar a París, Georgette vendió su departamento que recibiera como
herencia materna, y ambos desde entonces vivieron en hoteles. Para colmo,
ese mismo año Georgette se agravó y tuvo que ser llevada al hospital.
Según cuenta Larrea, dicho mal era consecuencia de los continuos abortos
provocados, llegando al extremo de llevar un feto muerto dentro de su
vientre durante tres meses. No obstante, la pareja pudo capear el temporal,
por el momento.

En 1933 Vallejo se encontraba afanado en nuevos proyectos de libros.


Escribió entonces una serie de siete artículos sobre la situación político-
social del Perú, titulada “¿Qué sucede en el Perú?” y publicada en el
semanario “Germinal” de París. Continuó participando en actividades
políticas, pese al riesgo de ser expulsado nuevamente de Francia.

En 1934 mejoró su situación económica. Contrajo matrimonio con


Georgette, por lo civil y casi en secreto, el 11 de Octubre de 1934. Fueron
testigos Ismael González de la Serna -pintor granadino amigo de Federico
García Lorca- y su mujer, Susanne Putois. Esta nueva estada en París se
caracterizó por continuas mudanzas de uno a otro hotel. La pareja vivía por
entonces en el Nº 41 de Boulevard Garibaldi; posteriormente se trasladaron
al Hotel du Maine. También frecuentó Vallejo por esos años los cafés Le
Dôme, La Coupole, La Rotonde, y el restaurant François Villón. Entre sus
amigos más íntimos se contaban Gonzalo Rose, Helba Huara, Elsa
Henríquez, Manuel Jesús Chávez Lazo, Emile Savatry.

Su espíritu atormentado y febril no hallaba ya sosiego; desbordábase


en pasión vital y artística. Por este tiempo termina de escribir otra de sus
obras teatrales: "Colacho hermanos o presidentes de América'', una sátira
contra los gobiernos latinoamericanos sumisos al imperialismo yanqui,
18
No tan conocida por el gran público es la gran amistad que profesaron ambos geniales poetas: el
granadino, el más grande poeta español del siglo XX, y el cholo de Santiago de Chuco, considerado ahora
poeta universal. Cuando en 1936, a poco de estallar la guerra civil, Lorca fuese salvajemente asesinado
por una turba de facciosos (y fascistas), este hecho abrumaría profundamente a Vallejo y lo
comprometería aún más a solidarizarse con la causa que él, con todo derecho, consideraba justa.
pero que ningún editor se animó a publicar. También le rechazaron otro
libro de ensayos que quiso dar a la prensa, titulado "Contra el secreto
profesional". Ambas obras serían publicadas muchos años después de su
muerte. Entre 1935 y 1936 escribió una serie de cuentos, titulados El niño
del carrizo, Viaje alrededor del porvenir, Los dos soras y El Vencedor,
bosquejos narrativos que igualmente serían publicados póstumamente.
También trabajó por entonces en proyectos para hacer guiones de cine, uno
de ellos adaptado de Colacho hermanos y otro titulado Charlot contra
Chaplin.

Del mismo modo seguía arrumando en su gaveta una serie de poemas


que luego de su muerte serían agrupados con el título genérico de “Poemas
humanos”, que empezara a escribir desde 1931. "A qué escribir poemas",
cuenta Georgette que exclamaba un día Vallejo, "¿para qué y para quién?
¿Para el cajón?"... Sin embargo, a principios de 1935 se decidió proponer
una selección de sus versos a un editor de Madrid. El estallido de la guerra
civil en España motivó que el proyecto quedara, por lo pronto, suspendido.

En 1936 se le puede encontrar en París, mudándose definitivamente al


Hotel du Maine y dando lecciones de lengua y literatura española.
Colaboraba en las revistas Beaux-Arts y L’Amérique Latine de París.

Al estallar la guerra civil en España (Julio de 1936) y vista la


magnitud del acontecimiento, Vallejo depuso toda discrepancia que podía
tener con la República española, y se entregó de lleno a colaborar en la
creación del "Comité Iberoamericano para la Defensa de la República de
España" y de su vocero, el boletín “Nueva España”, así como en mítines,
reuniones y colectas de fondos a favor de la causa republicana. Escribió
una serie de artículos en los que denunció lo inicuo de la política de “no-
intervención” de parte de las potencias occidentales, solo provechosa para
el fascismo internacional, que en contraparte, apoyó decisivamente a sus
pares españoles: la falange fascista y el ejército, levantados contra la
República española.

Su ya prolongada estancia en París solo la truncó dos veces: la primera


en diciembre de 1936, cuando partió a Barcelona y Madrid, inquieto por el
desarrollo de los acontecimientos; y en julio del año siguiente, para asistir
al “Congreso Internacional de Escritores Antifascistas”, sucesivamente
reunido en Barcelona, Valencia y Madrid, en demostración de solidaridad
con el gobierno republicano (2 al 12 de julio de 1937). Vallejo, en esa
oportunidad, representó al Perú, al lado de escritores de la talla de Pablo
Neruda, André Malraux y Octavio Paz.
El 12 de julio de 1937 Vallejo retornó a Francia. Fue elegido secretario
de la sección peruana de la Asociación Internacional de Escritores. Se retiró
del “Comité Iberoamericano para la Defensa de la República” cuando el
boletín “Nueva España” pasó a ser controlado por Pablo Neruda, cuyas
actividades siempre parecieron a Vallejo interesadas y demagógicas.

Fue en esos días de fragor y sangría que se desgarró su estro para dar
origen a ese gran poemario que es "España, aparta de mí este cáliz", que
sería publicado después de su muerte, en 1939. Vallejo presentía la caída de
España y la de él mismo también. Y este último presentimiento se patentizó
nítidamente en la profecía de estos versos, incluidos en su también póstumo
poemario titulado “Poemas humanos”:

"Me moriré en París con aguacero,


un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París - y no me corro
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso


estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto
con todo mi camino a verme solo”.

(Piedra negra sobre una piedra blanca19).

En los últimos meses de ese año de 1937 escribió también el drama de


tema incaico "La piedra cansada". A principios de 1938 se encontraba
dedicado a una campaña en pro del restablecimiento de las garantías
democráticas en el Perú. En marzo de dicho año, cayó postrado en cama…
de cansancio, a decir de él mismo. Algunos amigos, médicos compatriotas
suyos, le visitaron recetándole una que otra pastilla sin tratarlo
debidamente. El mal, desconocido20, no cesó sin embargo. Alertado por el
Dr. Raúl Porras Barrenechea, por entonces delegado peruano ante la
Sociedad de Naciones, la legación peruana en Paris apresuró el traslado de
Vallejo a un centro hospitalario. Fue internado el día 24 de marzo de 1938
en la Clínica Quirúrgica de Villa Arago. El 7 y 8 de abril su enfermedad
hizo crisis. Después de muchos días de resignación de parte suya, de per-
plejidad de parte de los médicos y de angustia de parte de sus amigos, dejó
de existir en la mañana de Viernes Santo del 15 de Abril de 1938, a las 9.20
a.m. (según la partida de defunción que consta en la oficina de registros
públicos) o a las 9.30 a.m. (según los registros de la clínica).
19
El título de esta composición, tantas veces recitada, deriva de una tradición de los habitantes de
Santiago de Chuco: el colocar una piedra negra sobre una piedra blanca para señalar los entierros.
20
Según Georgette, se supo después que aquel extraño mal fue un viejo paludismo reaparecido después de
20 o 25 años, a consecuencia de su estado general debilitado.
"César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro,

también con una soga; son testigos


los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos..."
(Idem).

Aunque no fue un jueves como el poeta hubiera deseado, ni tampoco


un “París con aguacero”, sino de una leve llovizna primaveral. Sus restos
fueron inhumados el día 19 en el cementerio de Mont-Rouge. Los discursos
necrológicos estuvieron a cargo de Louis Aragon, poeta francés; de
Gonzalo More, peruano; y de Antonio Ruiz Villaplana, español. Aragon
juró difundir la obra de Vallejo. Sin embargo, sería su viuda Georgette
quien realizaría tal labor de manera intensa y abnegada, muchas veces
incomprendida.

Georgette le sobrevivió 45 años, un lapso casi equivalente a los años


de vida del “cholo universal”. Sistemáticamente se negó trasladar los restos
del poeta al Perú. El 3 de abril de 1970 los hizo trasladar al cementerio de
Montparnasse, escribiendo en su epitafio: “He nevado tanto, para que
duermas”. Allí reposan aún: división 12, 4 norte, 7 este.

Vallejo en su lecho de muerte.


Tumba de Vallejo en París.

BIBLIOGRAFÍA
*Basadre, Jorge: ''Historia de la República del Perú'', octava edición, tomo 14.
* ''César Vallejo. Poemas humanos. España, aparta de mi este cáliz''. Edición, introducción y notas de
Francisco Martínez García. Madrid, Ediciones Castalia, 1988.
*Cornejo Polar, Antonio: ''Historia de la literatura del Perú republicano''. Incluída en “Historia del
Perú, Tomo VIII. Perú Republicano”. Lima, Editorial Mejía Baca, 1980.
*Coyné, André: ''Medio siglo con Vallejo''. Lima, Fondo Editorial PUCP, 2000.
*''Enciclopedia Ilustrada del Perú.'' Alberto Tauro del Pino. Tercera Edición. Tomo 2. Lima,
PEISA, 2001.
*Espejo Asturrizaga, Juan: ''César Vallejo. Itinerario del hombre. 1892-1923'', Librería Editorial
Juan Mejía Baca, Lima, 1965.
*''Grandes Forjadores del Perú''. Lima, Lexus Editores , 2001.
*Mariátegui, José Carlos: ''7 ensayos de interpretación de la realidad peruana''. En: “El proceso
de la literatura”. Lima, Ediciones Cultura Peruana, 2004.
*Monguió, Luis: ''César Vallejo, vida y obra''. Lima, Editora Perú Nuevo, 1952.
*''Obra poética de César Vallejo''. Lima, Ediciones PEISA, 2002. Incluida en la Gran Biblioteca
Literatura Latinoamericana de ''El Comercio'', Tomo 2, con guía de lectura.
*Santonja, Gonzalo: ''César Vallejo, traductor''. Cuadernos hispanoamericanos, ISSN 0011-
250X, Nº 456-457, 1988 (Ejemplar dedicado a: Homenaje a César Vallejo), pags. 1011-1028.
ESQUEMA DE SU OBRA: POÉTICA, NARRATIVA,
DRAMÁTICA Y ENSAYÍSTICA

La creación literaria de Vallejo se clasifica en los siguientes géneros:

Poética (lírica y épica), Narrativa (cuentos y novelas), Ensayística


(crónicas y ensayos) y Dramática (obras teatrales). Se suma a ello su densa
producción periodística (artículos para diarios y revistas). Entre paréntesis
se menciona lugar y año de la edición príncipe (primera edición) de cada
obra.

A) POÉTICA:

- "Los Heraldos Negros" (Lima, 1919)

- "Trilce" (Lima, 1922)

- "Poemas en prosa" (París, 1939)

- "Poemas Humanos" (París, 1939) .

- "España, aparta de mí este cáliz" (España, 1939) .

Los dos primeros poemarios fueron publicados en vida del poeta. Los
tres siguientes, de publicación póstuma, merecen una explicación. Según
Georgette, los Poemas en prosa fueron escritos entre 1923 y 1929; los
Poemas humanos, entre 1931 y 1937; y España, aparta de mi este cáliz,
nació dentro del conjunto anterior, en su último período, pero que el poeta
quiso que formara una unidad aparte, como homenaje a los combatientes
del bando republicano de la guerra civil.

Habría también que aclarar que la división y los títulos de dichos


poemas en Poemas en prosa y Poemas humanos, fueron impuestos por
Georgette, pues Vallejo no dejó la instrucción de cual sería el título de
dicho poemario ni el orden en que se publicarían los poemas, ni menos si
formarían bloques diferenciados. El único poemario que dejó
orgánicamente realizado fue, como ya queda dicho, España, aparta de mí
este cáliz y fue precisamente el primero en publicarse póstumamente, en
España, en enero de 1939, en una labor de impresión realizada por los
mismos soldados republicanos del Ejército del Este21 en la imprenta de la
abadía de Montserrat (Cataluña). Luego, bajo la supervisión de Georgette y
Raúl Porras, se publicaron en julio de 1939 (París, des Presses Modernes.
Au Palais Royal) los poemas póstumos de Vallejo que bajo el nombre de
Poemas humanos englobaba a los Poemas en prosa, los Poemas humanos
propiamente dichos, y a España, aparta de mí este cáliz.

Años después, se publicó la Obra poética completa (Francisco


Moncloa Editores S. A., edición y diagramación por Georgette de Vallejo,
bajo el cuidado de Abelardo Oquendo, 1968) que reproducía en facsímil los
originales manuscritos; allí quedó demarcada ya de manera explícita la
obra poética vallejiana:

- Los heraldos negros (publicado en 1919)

- Trilce (publicado en 1922),

- Poemas en prosa (escritos entre 1923-1929 y publicado en 1939),

- Poemas humanos (escritos entre 1931-1937 y publicado en 1939), y

- España, aparta de mí este cáliz (escritos en 1937 y publicado en


1939).

Posteriores ediciones de las obras completas del vate peruano han


respetado tal división (conocida como edición de Moncloa), aunque no han
faltado las posiciones divergentes, de parte de quienes consideraban lo
21
Hubo un tiempo en que se creyó desaparecida totalmente la edición príncipe de España, aparta de mi
este cáliz, de enero de 1939, hasta que varios ejemplares fueron hallados en la biblioteca del monasterio
de Montserrat -Cataluña-, en 1983, luego de un largo período en que se la consideró perdida o destruida
por los franquistas. Su edición se hizo al cuidado de Manuel Altolaguirre y su prólogo fue escrito por
Juan Larrea. Como editorial rezaba: Ediciones literarias del Comisariado, Ejército del Este.
hecho por Georgette como invención suya. En 1978 Juan Larrea publicó
una nueva edición de los poemas póstumos de Vallejo bajo otro orden: los
agrupó en Nómina de huesos (1923-1936), Sermón de la barbarie (1936-
1937) y España, aparta de mi este cáliz. Como respuesta a este desorden se
publicó en 1988 una nueva edición de las creaciones poéticas de Vallejo,
bajo el título de César Vallejo - Obra poética, coordinada por Américo
Ferrari y donde se ha preferido agrupar los ya tradicionalmente poemarios
conocidos como Poemas en prosa y Poemas humanos bajo el título de
“Poemas póstumos I”. Bajo el rótulo de “Poemas póstumos II” figura
España, aparta de mi este cáliz. No obstante, la distribución impuesta por
la edición de la Moncloa ha seguido siendo la más mencionada, sin duda
por la costumbre.

VERSIÓN ON LINE: Se puede descargar la obra poética de Vallejo


en un solo volumen (basada en la edición de Moncloa) desde este link:

César Vallejo. Obra poética completa.

O visualizar una versión online aquí:

Vallejo. Poesía completa.

B) NARRATIVA: NOVELAS Y CUENTOS:

- "Escalas"22 (colección de relatos y cuentos; Lima, 1923). Se divide


en dos secciones perfectamente equilibradas, tituladas Cuneiformes y Coro
de vientos, con seis composiciones cada una. La primera sección agrupa
estampas lírico-narrativas cercanas al lenguaje poético empleado en
"Trilce"; la segunda consta de relatos que se acercan más al género del
cuento propiamente dicho, al que se puede calificar de psicopatológico, con
fuerza muy dramática; de entre ellos hay que destacar el titulado Cera, que
para muchos críticos es el más logrado cuento de Vallejo, y “Más allá de la
vida y la muerte”23, relato éste que se podría calificar de “fantástico”.
Algunos de ellos ya se pueden definir como vanguardistas.

Las 12 relatos o cuentos son los siguientes: Muro Noroeste, Muro


Antártico, Muro Este, Muro dobleancho, Alféizar y Muro occidental
(englobados en Cuneiformes); y Más allá de la vida y la muerte,
Liberación, Los caynas, El unigénito, Mirtho y Cera (reunidos en Coro de
vientos).
22
Ya explicamos en una nota anterior que el título correcto es Escalas y no “Escalas melografiadas” como
generalmente se conoce a este libro de relatos.
23
Es el mismo cuento con el que ganó un premio en un concurso literario realizado en Lima, en 1922.
- "Fabla Salvaje" (novela corta o cuento largo de carácter psicológico;
Lima, 1923). Fue publicada por Pedro Barrantes Castro en su serie “La
novela peruana” publicación quincenal ilustrada (Lima, 16 de mayo de
1923). El argumento se centra en la locura de un campesino de los Andes,
Balta Espinar. Luego de observarse en un espejo que se hace trizas ante su
reflejo, Balta es presa de una angustia espantosa. De un momento a otro se
siente observado por un ser fantasmal y termina por creer que se trata del
amante de su esposa Adelaida, quien se halla embarazada. Presa de celos,
insulta y maltrata a su mujer de la manera más innoble. Abandona luego su
cabaña, se sube a un risco y contempla el paisaje que parece tranquilizarle
por un momento, cuando de pronto siente nuevamente la presencia del ser
misterioso que le roza la espalda; voltea ansioso para descubrirlo, pero
pierde el equilibrio y cae al abismo. Ese mismo día su esposa da a luz,
ignorante del espantoso fin de su esposo. Este relato es cercano al género
conocido como “fantástico” y nos recuerda mucho la atmósfera y
personajes de los cuentos de Edgar Allan Poe.

- "Hacia el reino de los Sciris" (Novela corta de tema incaico, escrita


entre 1924 y 1928, y publicada en 1944). La revista limeña Nuestro Tiempo
la publicó en tres entregas, en números correspondientes a enero, marzo y
mayo de 1944. Aunque se ha descubierto que en 1931 el autor publicó
pasajes o avances de dicha novela en La Voz de Madrid. Mas que novela, es
un proyecto de novela, que el autor planeaba ampliar. Está ambientada en
el reinado de Túpac Yupanqui, quien junto a su hijo, el príncipe Huayna
Cápac, aparece en escena ampliando las fronteras del imperio incaico y
consolidando su grandeza. El título alude al reino legendario de los sciris,
situado en el actual Ecuador. Preocupado por el alto costo de las campañas
militares el Inca decide suspenderlas y dedicarse a las labores de paz. Pero
ocurren una serie de desgracias que son interpretadas por los sacerdotes
como la ira de los dioses ante la desobediencia del mandato primigenio
dado al primer inca, de conquistar y civilizar a los pueblos. Túpac
Yupanqui reanuda entonces las conquistas y envía a su hijo Huayna Cápac
con un poderoso ejército a la conquista del reino de Quito. Esta novela se
inspira en varios pasajes de los Comentarios Reales de los Incas, aunque su
intención no se centra en lo simplemente folklórico sino que contiene un
mensaje político-social, al igual que otros escritos del autor de fines de los
años 20 y comienzos de los 30.

- "El Tungsteno" (novela social o “proletaria”; Madrid, 1931). Esta


novela, la única que publicó en vida el autor, relata de manera cruda la
explotación y los abusos cometidos por la clase dominante contra los indios
y peones en una mina de los Andes. Ello como consecuencia de la
penetración del imperialismo yanqui, ante el cual la clase dominante
nacional demuestra servilismo. El relato tuvo gran acogida pues apareció
en plena depresión económica mundial y en medio del auge de las
ideologías antiimperialistas, como el comunismo, entre la clase proletaria.
Es a la vez un ejemplo temprano de novela indigenista que poco después
popularizaran Ciro Alegría y José María Arguedas; éste último ha
reconocido la marcada influencia que tuvo el Tungsteno en su narrativa. El
relato, corto al ser comparada con otros de su género, ha gozado también de
popularidad entre los escolares peruanos, sin duda por ser de esas novelas
que se leen de un tirón (más adelante, leer un análisis más amplio en el
artículo “Dos narraciones de Vallejo”).

- "Paco Yunque" (cuento realista, escrito en 1931 y publicado en


1951). Se cuenta que la editorial española para la cual trabajaba Vallejo le
pidió un día un cuento infantil y así nació este relato con una fuerte carga
de denuncia social. Los editores lo rechazaron por ser un relato “muy
triste”. Actualmente, no existe peruano que en sus años de escolar no haya
leído el cuento, reproducido en toda antología y texto escolar publicado en
el país (por ello mismo no nos extenderemos en él). Es una pequeña obra
maestra, pese a su sencillez estilística y al esquematismo de su trama.

- Otros cuentos: El niño del carrizo, Viaje alrededor del porvenir,


Los dos soras y El Vencedor, escritos entre 1935 y 1936, y publicadas
conjuntamente en 1967, dentro de “Novelas y cuentos completos” (Lima,
Francisco Moncloa Editores, edición supervisada por Georgette de Vallejo).
Aparentemente son solo bosquejos narrativos, que el autor no pudo darles
su forma definitiva por su prematura muerte en 1938. No obstante, merecen
algunos breves comentarios, para satisfacer la curiosidad:

EL NIÑO DEL CARRIZO.- Muestra momentos de la vida de un niño,


observado por otro durante un viaje que realizan para conseguir carrizo especial,
material necesario para las andas de una procesión religiosa que se iba a realizar en el
pueblo donde viven. Llevan consigo a una jauría formada por cinco perros. Los
hechos observados son mínimos, pero el narrador los resalta: como cuando el niño,
de nombre Miguel, toma agua de una fuente “arqueado a cuatro pies”, imitando a los
perros. Su estructura se asemeja a una estampa. No hay desenlace.

VIAJE ALREDEDOR DEL PORVENIR.- El protagonista, Arturo, es


administrador de una hacienda y está casado con Eva. Arturo se había casado por
conveniencia, pues Eva era parienta del hacendado, don Julio, y gracias a esta unión
fue ascendido de simple mayordomo a administrador general, con un sueldo más
elevado. Tienen una hija, pero el hacendado don Julio, arrogante y hostigador, quiere
un varón; ofrece incluso diez mil soles de premio si la pareja logra hacer un “hijo
macho”. Cabe resaltar la figura singular del hacendado, de ascendencia italiana,
despótico y frío, que hablaba con dejo chino, pues había crecido al lado de los peones
coolíes, que eran explotados bárbaramente en las plantaciones de caña. Pero la
interrogante salta por si sola ¿cómo lograr un hijo varón por voluntad? La pareja se
desgañita: ¿cuestión de alimentarse bien o de técnica amatoria? ¿o solo de simple
suerte? Una madrugada, Arturo se levanta bruscamente del lecho y medita en lo
absurdo de todo ello. Sin embargo regresa a acostarse con su esposa y una vez más
“intenta” con ímpetu hacer un hijo varón. Siete meses después nacerá una mujercita.

LOS DOS SORAS.- Juncio y Analquer son dos jóvenes soras (indígenas) que
llegan a la aldea de Piquillacta, y recorren sus calles, contemplando asombrados las
casas y la gente, todo lo cual es nuevo para ellos pues hasta entonces no habían
salido de su tribu, circunscrita en una región muy alejada de la modernidad. Analquer
es el más equilibrado y Juncio el más atolondrado. Los pobladores sienten rechazo
por ellos y los llaman “salvajes”, entre otros calificativos despectivos. Los niños, en
cambio, les siguen con curiosidad. Los jóvenes soras ingresan a la Iglesia del pueblo,
donde se celebraba una ceremonia religiosa; los niños les siguen. Juncio se ríe a
carcajadas mientras que Analquer se limita a contemplar pasmado el ceremonial. La
risa de Juncio contagia a los niños. Los feligreses se llenan de ira por lo que
consideran un sacrilegio, y a la salida de la Iglesia se forma un tumulto. Llegan los
gendarmes y se llevan preso a los dos soras.

EL VENCEDOR.- Este relato recrea la pelea entre dos escolares, uno de


condición humilde, llamado Juncos y otro de “buena familia”, llamado Cancio. El
hecho ocurre en las afueras de un pueblo, después de clases. La narración es en
primera persona, de parte de uno de los alumnos, quien va siempre acompañado de
otro, llamado Leonidas. El narrador se circunscribe a describir los gestos y acciones
de ambos contrincantes; siente algo de simpatía por Cancio, a quien conoce más que
a Juncos. Este parece llevar las de perder, pero reacciona y somete a su rival, a quien
deja muy maltrecho. Juncos es el vencedor, pero mientras todo el grupo de alumnos
retorna a la aldea, él se aparta a un costado del camino y se sienta con la cabeza
gacha. Leonidas se acerca y nota que está llorando.

VERSIÓN ON LINE: Se puede visualizar y bajar una antología


amplia de la narrativa de Vallejo (novelas y cuentos) desde este link:

César Vallejo. Novelas y cuentos.

De El Tungsteno pueden ver una edición individual, con introducción,


argumento y crítica:

César Vallejo. El Tungsteno

C) ENSAYÍSTICO:

Vallejo publicó un libro de crónicas titulado “Rusia en 1931” (1931)


y preparó para las prensas otro similar titulado “Rusia ante el segundo
plan quinquenal” (terminado en 1932 pero que fue editado tiempo
después, en 1965).

Además, organizó dos libros de prosa ensayística y de reflexión:


"Contra el secreto profesional" (escrito, según Georgette, entre 1923 y
1929), y "El Arte y la Revolución" (escrito entre 1929 y 1931), que reúnen
diversos artículos, algunos de los cuales fueron publicados en revistas y
periódicos en vida del autor. Ninguna editorial en España quiso publicarlas
por su carácter marxista y revolucionario. Fueron publicados en 1973
(Lima, Editorial Mosca Azul).

VERSIÓN ON LINE: Ver texto de “El Arte y la Revolución” en este


enlace:
César Vallejo. El arte y la revolución

Y el de “Contra el secreto profesional” desde aquí:

César Vallejo.Contra el secreto profesional.

D) DRAMÁTICO:

Aparte de haber destruido los originales de una primera obra de teatro


que tituló Mampar,24 Vallejo dejó inéditos cuatro dramas que han sido proli-
jamente editados por Enrique Ballón Aguirre en dos tomos (Lima,
Universidad Católica del Perú, 1979). Los cuatro dramas son los siguientes:

- Lock-Out (escrita en francés hacia 1930; el propio Vallejo hizo una


traducción al castellano que no se conserva) trata de un conflicto obrero en
una fábrica metalúrgica.

- Entre las dos orillas corre el río (escrita por los años 1930) fue el
producto de un largo y difícil proceso. Entre los títulos de versiones
anteriores se encuentran Varona Polianova, Moscú contra Moscú, El juego
del amor, del odio y de la muerte y varias permutaciones de este último.

- Colacho hermanos o Presidentes de América (terminada en 1934).


Una sátira que expone la democracia peruana como farsa burguesa bajo
presiones diplomáticas y de empresas transnacionales.

24
Sin embargo, se conocen unos fragmentos de dicha obra en su versión francesa bajo el título de Les
taupes, de la que también se hacen referencias en una carta crítica del productor Louis Jouvet. Fue escrita
entre 1929 y 1930 y trataba del conflicto de un esposo con su suegra.
- La piedra cansada (escrita en 1937), obra de tono poético
ambientada en la época incaica e influida por el Ollantay y las tragedias
griegas.

VERSIÓN ON LINE: Pueden encontrar en la red dos de dichas obras


teatrales, en versión completa:

Colacho Hermanos o Presidentes de América (versión en castellano):


César Vallejo. Colacho hermanos

La piedra cansada:
César Vallejo. La piedra cansada

E) CRÓNICAS Y ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS:

Se ha recopilado también la extensa producción periodística


vallejiana, desperdigada en diarios del Perú y de Europa. En tal labor se
han destacado Enrique Ballón Aguirre (Crónicas, 1984-1985) y Jorge
Puccinelli; este último ha editado las siguientes publicaciones:

- Vallejo desde Europa, crónicas y artículos (1969, 1987) acuciosa


compilación de la obra periodística cumplida por César Vallejo a través de
tres lustros (1923-1938); y
- Obras completas de César Vallejo. Tomo II; artículos y crónicas del
período 1918-1939 (1997).

Las llamadas crónicas “Desde Europa” se destacan particularmente


por la atenta mirada del poeta del acontecer cultural europeo y la
percepción de la profunda crisis que empezaba a socavar el modelo cultural
europeo. Lo notable es que no hay tema cultural que no toque con
solvencia el poeta: Vallejo habla lo mismo del cine que del arte cubista, del
surrealismo que de la vanguardia musical, de los falsos nuevos poetas
viciados por la retórica de la novelería, del verdadero nuevo teatro, al igual
que de la política, mostrando, como pocos, una gran independencia de
criterios propios y sólidos para abordar sin desméritos las conflictivas
relaciones entre la estética y la ética. Vallejo veía en la animación y locura
de las modas y las formas una especie de movimiento cinematográfico muy
del siglo XX.
VERSIÓN ON LINE: Ver y descargar desde el siguiente link una
breve antología de las crónicas y artículos periodísticos de Vallejo:
Crónicas de poeta por Manuel Ruano (Bib. Ayacucho, Caracas, 1996):

César Vallejo. Crónicas de Poeta

La labor de recopilación ha continuado, particularmente de su dispersa


creación publicada en diarios y revistas de su período trujillano y limeño de
la década de 1910 y principios de los 20.
PUBLICACIONES

De su poética, sin duda su género cumbre, y de su obra narrativa, de


menos valor comparativamente, aunque no por ello menos importante, se
han hecho sucesivas ediciones. Así tenemos: "Trilce" (Madrid, 1930),
"España, aparta de mi este cáliz". 15 poemas. Profecía de América
(México, 1940, prologado por Juan Larrea y donde figura el célebre retrato
de Vallejo dibujado por Picasso), "Antología de César Vallejo" (Selección y
prólogo de Xavier Abril, Edit. Claridad, Buenos Aires, 1942) , "Novela:
Tungsteno. Fabla salvaje. Escalas melografiadas" ("Hora del Hombre",
Lima, 1948), "Poesías Completas" 1918-1938 (Prólogo de César Miró,
Editorial Losada, Buenos Aires, 1949), "El Romanticismo en la Poesía
Castellana"25 (Lima, 1954), "Tungsteno" (Mejía Baca, 1955), "Antología de
Vallejo" (México, 1955).

Toda su obra narrativa fue recopilada en una edición supervisada por


Georgette de Vallejo en “Novelas y cuentos completos” (Lima, Francisco
Moncloa Editores, 1967). Incluye Escalas, Fabla Salvaje, El Tungsteno,
Paco Yunque, Hacia el reino de los Sciris, El niño del carrizo, Viaje
alrededor del porvenir, Los dos soras y El Vencedor. Del mismo modo,
todos sus poemarios fueron reunidos en una “Obra poética completa”
(Lima, Francisco Moncloa Editores, 1968, prólogo de Américo Ferrari, con
apuntes de Georgette de Vallejo, 506 págs.) que reproduce en facsímil los
originales manuscritos.

Otras ediciones de su obra poética:

- Obra poética completa (Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979);

- César Vallejo. Obra poética. (Madrid, Edición crítica de Américo


Ferrari, coordinador. Archivos Nº 4, 1988).

- Poesía completa César Vallejo (1988, Editorial Arte y Literatura –


Casa de la Américas-. Introducción y notas de Raúl Hernández N.).

- Poesía completa (Lima, Banco de Crédito del Perú, colección


“Clásicos del Perú”, edición de Ricardo González Vigil, 1991).

25
Es la tesis universitaria con la que se graduó de Bachiller en Letras en 1915 en la Universidad de
Trujillo.
- Poesía completa, (Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. 4
vols. Edición de Ricardo Silva-Santisteban, 1997).

Ya mencionamos que su obra ensayística, representada por dos libros


titulados "Contra el secreto profesional", y "El Arte y la Revolución",
fueron publicados en 1973 (Lima, Ed. Mosca Azul). Asimismo, su obra
dramática fue reunida en dos volúmenes, con prólogo, traducción y notas
de Enrique Ballón Aguirre (Lima, Universidad Católica del Perú, 1979).

También ya mencionamos que sus crónicas y artículos periodísticos


han merecido la atención de los compiladores, destacando las publicaciones
de Jorge Puccinelli (“Desde Europa”, 1969, 1987; “Artículos y crónicas”,
1997).

Aparte de ello, es enorme la bibliografía de estudios y comentarios en


torno a la obra de Vallejo. Peruanos y extranjeros figuran en esta tarea de
análisis y divulgación. Entre los primeros, tenemos: a Mariátegui, Basadre,
Porras Barrenechea, L. A. Sánchez, Estuardo Núñez, Spelucín, Xavier
Abril, Ciro Alegría, Cueto Fernandini, Azálgara Ballón, Alfonso Mendoza,
Samaniego, Eielson, Salazar Bondy, Bacacorzo, Elsa Villanueva, J. L.
Romaña, Antenor Orrego, César Miró, Tamayo Vargas, Jorge Puccinelli,
Gustavo Valcárcel y Tauro del Pino.

Entre los extranjeros también hay numerosos, pero basta citar a los
siguientes: Juan Larrea, José Bergamín, Concha Meléndez, André Coyné,
José María Valverde, Fernández Spencer, Andrés Iduarte y Luis Monguió.
CESAR VALLEJO Y SU OBRA LITERARIA por
Antonio Cornejo Polar.

César Vallejo (1892-1938) impone al proceso de la poesía peruana una


ruptura tan radical —o más— que la que produjo Eguren. Con él comparte
una misma y dolorosa experiencia de la realidad como categoría negadora
de los valores humanos, pero, al revés de lo que intentó el autor de
Simbólicas, Vallejo decide hundirse en esa realidad, asumiéndola como
único horizonte legítimo de la existencia humana. A la nostalgia del espíritu
solitario que se refleja a sí mismo en la perfección del acto poético y a la
sustitución imaginaria de la hiriente objetividad, Vallejo prefiere la trágica
confrontación con los límites e imperfecciones del mundo concreto, la
impregnación de su destino personal con el dolor de todos y la inmersión
de su poesía en el flujo de una cotidianeidad que se esencializa al ser vivida
a fondo, incondicionalmente. De aquí emana la energía que le permite
imaginar finalmente un mundo distinto y mejor, pero tan real como el
presente, y la fuerza para intentar la realización histórica de esa imagen
desiderativa. Dialécticamente Vallejo se abre hacia una positividad madura
que, sin escamotear el cimiento trágico de la existencia, dignifica la
aventura terrena del hombre y humaniza la realidad concreta del mundo. Le
confiere ("para que todo el mundo sea un hombre") un sentido.

Vallejo nació y vivió su infancia y adolescencia en un pequeñísimo


pueblo andino, Santiago de Chuco, y nunca dejó de evocar las experiencias
fundadoras de este tiempo primero: el hogar ceñido a viejas tradiciones
bajo el amparo bienhechor de la madre; el ascetismo de la vida campesina y
la omnipresencia de contenidos y signos religiosos; el paisaje como inicial
y espontánea experiencia estética y al mismo tiempo como espacio de
trabajo y producción material; la miseria y la injusticia de la sociedad
campesina y los recursos míticos con que explica sus carencias y las refiere
a designios sobrenaturales; y, sobre todo, en un nivel más profundo, el
doble ritmo socio-cultural de un pueblo mestizo pero aún desintegrado.
Refiriéndose especialmente a Los heraldos negros, Mariátegui privilegió,
como nota fundamental del arte vallejiano, su sentimiento indígena
(Mariátegui: 1928). Pero, por encima de la pluralidad de factores que
impactaron en la conciencia inicial de Vallejo, parece ser el desconcierto,
una aguda sensación de confusión y debilidad frente a las dolorosas
incógnitas de la existencia, la huella que más, profundamente marcó el
periodo formativo del poeta. Es sintomático que el estribillo del poema
inicial de su primer libro: "Yo no sé!", exprese precisamente ese
desconcierto ante la vida,, ente el dolor y el absurdo que parecen
dominarla.
En cierto sentido las experiencias posteriores, primero en Trujillo
(1910-1917) como estudiante y miembro del grupo formado alrededor de
Antenor Orrego, más tarde en Lima (1918-1923, con un breve retorno a
Trujillo y Santiago de Chuco) intensamente dedicado a la literatura y con
eventuales trabajos en la docencia y el periodismo, e inclusive durante su
estada en Europa (a partir de 1923), pueden entenderse como tentativas de
resolver mediante aproximaciones distintas que a veces sin embargo se
acumulan, las incógnitas que hirieron desde muy. temprano su sensibilidad.
Durante los años limeños y los primeros de Europa Vallejo ahonda el
examen de la condición humana, centrándolo en su propia vivencia,
marcada a fuego por dos acontecimientos infaustos: la muerte de su madre
(1918) y su encarcelamiento en relación a una asonada en su pueblo natal
(cuatro meses, entre 1920 y 1921), sin obtener otra conclusión que no sea
un estoico fatalismo y consiguientemente una profundización en el sentido
trágico de la existencia, apenas aliviado por un creciente y cálido
sentimiento de fraterna solidaridad con sus semejantes. Más tarde,
conforme va asumiendo el marxismo y comprometiéndose en la militancia
partidaria, en relación con los Partidos Comunistas de Francia y España y
el Partido Socialista del Perú, fundado por Mariátegui, Vallejo comienza a
encontrar respuestas a sus preguntas iniciales y deriva su obsesionada
introspección hacia el auscultamiento de las condiciones sociales de la
existencia y hacia el sentido que portan los sucesos históricos de su tiempo,
en todo lo cual es evidente la acción de sus experiencias adquiridas en los
viajes a Rusia (1928, 1929, 1931) y sobre todo el impacto de las luchas
políticas en España y la tragedia de su Guerra Civil.

Su poesía expresa, en sus rasgos básicos, este mismo itinerario: "la


circunstancia histórico-social que contempla el poeta durante sus años en el
viejo continente, lo lleva a postular una explicación que ya no es individual
ni idealista, sino interpersonal y objetiva […] el hombre "golpeado" o
"encarcelado" de los primeros libros, en Poemas humanos aparecerá como
el trabajador expoliado [...]. Pero este mismo hombre, al descubrir su
situación y reconocerse en los otros, en sus semejantes, adviene en su
miseria a la capacidad de re-humanizar la vida y convertirse en constructor
de un nuevo régimen social. En esta forma, el mal llamado pesimismo de
Vallejo se colora de una fuerza que concierta con el enfoque de la lucha
clasista y la dialéctica de la historia humana. Lo que está en debate y se
cuestiona ya no es un designio personal, ni el fracaso de Dios o la trampa
del lenguaje; es la crisis de un sistema […] y descoyuntamiento de un juego
de valores enmascarador" (Escobar: 1973, 328-329). Subyace también en
este tenso proceso vital las precarias condiciones de existencia material que
tuvo que soportar Vallejo, con frecuencia hundido en la miseria, durante
casi toda su vida (Coyné: 1957, 1968; Monguió: 1960; Espejo: 1965; G. de
Vallejo: 1959, 1968).

En vida Vallejo publicó sólo dos libros de poesía: Los heraldos negros
(1918) y Trilce (1922); después de su muerte aparecieron España, aparta
de mí este cáliz (1939) y Poemas humanos (1939) que contenía España...,
Poemas en prosa y Poemas humanos, todo lo que ha sido recogido en
Obra poética completa (1968). En narrativa Vallejo editó Escalas
melografiadas (1923), Fabla salvaje (1923) y El tungsteno (1931). Este
material, más otros textos que no se habían publicado en libro e inéditos,
fue recopilado en Novelas y cuentos completos (1967). La prosa ensayística
y de reflexión está representada por Rusia en 1931 (1931) y los libros
póstumos Rusia ante el segundo plan quinquenal (1965), El arte y la
revolución (1973) y Contra el secreto profesional (1973). Queda todavía
algún material inédito, del que se tiene referencia generales o se conoce
sólo fragmentariamente, falta recopilar convenientemente su vasta
producción periodística y algunos textos, especialmente poemas tempranos
que no han sido recogidos en libro. Falta sobre todo una edición crítica de
su obra.

Evidentemente el más alto valor de la obra vallejiana reside en su


poesía, lo que no resta méritos a su prosa de ficción y de reflexión que a
veces tiene consistentes vínculos con algunos poemas (Monguió: 1960;
Espejo: 1965; Ballón: 1974) y que siempre actualiza sistemas de
significación que, al margen de su valor intrínseco, contribuyen a esclarecer
y contextualizar el discurso poético del autor. En el origen de éste se
descubre la marca modernista, pero, casi al mismo tiempo, se descubre
también una voluntad de deslinde y superación. Tal vez la muestra más
notoria de este movimiento sea la, corrección hecha por Vallejo, para su
publicación en Los heraldos negros, de sus poemas más tempranos. Basta
recordar que los versos 11-12 de "Los heraldos negros": "esos golpes
sangrientos son las crepitaciones/ de algún pan que en la puerta del horno
se nos quema", sustituyen a estos otros de la primera versión: "son esos
rudos golpes las explosiones súbitas/ de alguna almohada de oro que funde
un sol maligno". En la poesía de Vallejo se produce entonces una rápida y
certera superación del modernismo, en especial del modernismo peruano,
en sus manifestaciones chocanescas, y casi paralelamente, con igual
prontitud y' eficiencia, una asimilación crítica de las novedades de la
vanguardia. De aquí que Trilce, publicado pocos años después de Los
heraldos negros, evidencia que. Vallejo, ha alcanzado una espléndida
originalidad. Ciertamente es posible encontrar en Trilce ecos de diversa
procedencia, desde los clásicos españoles hasta los simbolistas y los
vanguardistas contemporáneos (Abril: 1958, 1962), pero todo esto no es
más que un lejano trasfondo: lo que de verdad interesa en Trilce es la
escueta renovación del acto poético esencial, el reencuentro del hombre con
el lenguaje, y la realización de este hecho, simple y asombroso al mismo
tiempo, en la más estricta contemporaneidad.

Trilce es una experiencia límite. Supone un atroz y lucidísimo buceo


en las simas de una conciencia desgarrada frente al hiriente misterio de la
existencia y supone también una correlativa hazaña verbal: la de reinventar
un lenguaje que pueda plegarse al movimiento de esa conciencia y
trasponerla a la objetividad implícita en todo. sistema de signos (Coyné:
1958, 1968; Yurkievich: 1958; Meo Z.: 1960; Paoli: 1964; Neale-Silva:
1978). Para Vallejo la creación de Trilce significó la experiencia de la
libertad, ("Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor
cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad!
¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y
cayera en libertinaje!") y del horror ante la inevitable y múltiple tragedia
humana ("¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado,
colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para mi
pobre ánima viva!"). Aunque en Trilce ciertamente están presentes, los
grandes temas poéticos: el destino, Dios, la muerte, el amor, etc., lo que
mejor define la índole profunda de este libro es la persistente liquidación de
sus, resonancias metafísicas y el tenaz esfuerzo por aprehenderlos en sus
concreciones cotidianas. Las aperturas semánticas no se producen entonces
por la vía de la abstracción, sino, al revés, por la profundización de las
experiencias concretas. Así se despoja al discurso poético de todo
prestigioso revestimiento filosófico y se le desnuda de toda retórica
sublimizante. La revelación del sentido de la existencia es en Trilce un
hecho simple y compacto, una tensa emoción con capacidad de
conocimiento y un lenguaje sometido a requerimientos torturantes, a veces
excesivos.

El problema de Trilce —del que Vallejo tuvo conciencia plena más


tarde— es su casi excluyente dimensión individual. En el plano del
lenguaje esto se advierte cuando la apelación poética revierte sobre el
sujeto de la enunciación y clausura la opción comunicativa, cuando parece
consumirse en el nivel de la expresión y desiste del diálogo posible con el
lector. En el hermetismo extremo de algunos poemas subyace el silencio, la
muerte de la poesía. También en esto una experiencia límite, el lenguaje de
Trilce se fuerza hasta el agotamiento y en algunos casos, agónicamente, se
destroza a sí mismo, aunque en otras oportunidades, llevado por la misma
fuerza, alcance una insólita y admirable plenitud. No es casual que Vallejo
demorara varios años para intentar la edición de un nuevo libro de poesía
—que, finalmente, sólo aparecerá después de su muerte. Resolver las
abrumadoras tensiones trilceanas suponía recomponer el mundo interior y
restaurar la socialidad del lenguaje y hacer lo uno y lo otro a partir de las
inalienables conquistas obtenidas en Trilce.

Entre 1923 y 1924 Vallejo habría escrito la mayor parte de sus


Poemas en prosa, corregidos y aumentados en 1929 (G. de Vallejo: 1968) y
tal vez también más tarde, pero sólo se publicaron póstumamente,
englobados dentro de Poemas humanos. En cierto sentido los Poemas en
prosa son todavía dependientes del sistema de Trilce, pero, por otra parte,
suponen algo así como una incursión exploratoria en lo que serán los
Poemas humanos. Son, dentro de la relatividad que tiene este término
tratándose de gran poesía, textos de transición. En ellos el empleo de la
prosa parece obedecer a la necesidad de airear el lenguaje, de ofrecerle un
espacio más amplio para su despliegue, casi como una compensación frente
al rigor impuesto por el ascetismo del libro anterior. Por esto a los
luminosos y terribles impactos de Trilce sigue una manera más bien
envolvente, en más de una ocasión aliterativa, que sin disminuir la
temperatura poética la expande en densas capas sobre puestas.

La espléndida culminación de la poesía vallejiana está en Poemas


humanos, que escribe a partir de 1931 pero sobre todo en 1936 y 1937.
Precisamente en 1931 Vallejo realiza un agudo análisis de la "decadencia
de la literatura burguesa", resultado de "las contradicciones congénitas,
crecientes y mortales en que se debate la economía capitalista", y observa
que la clave de este proceso de deterioro está en "el agotamiento de
contenido social de las palabras". En otros términos: "el verbo está vacío.
Sufre de una aguda e incurable consunción social. Nadie dice a nadie nada.
La relación articulada del hombre con los hombres se halla interrumpida.
El vocablo del individuo para la colectividad se ha quedado trunco y
aplastado en la boca individual". Con esta reflexión Vallejo sistematiza y
perfecciona aproximaciones anteriores en las que cuestionaba el estado de
la literatura española e hispanoamericana y las limitaciones de una poesía
"nueva" sólo en apariencia, y al mismo tiempo propone una suerte de arte
poética que él será el primero en ejercitar en su propia creación. Se trata de
restaurar (o fundar) el contenido social del lenguaje poético. Naturalmente
es una decisión que excede los límites de la literatura y se engloba en una
interpretación general del mundo; la marxista, que justamente privilegia las
categorías sociales tanto en la existencia individual como en los procesos
históricos. En esta perspectiva se inscriben Poemas humanos y España,
aparta de mí este cáliz —el segundo libro con la doble evidencia de su
lenguaje, estructura y significación, por una parte, y su explícita apelación,
por otra. Su inserción en la historia queda graficada, adicionalmente,
cuando se sabe que, según se lee en la portada de su primera edición,
"soldados de la República fabricaron el papel, compusieron el texto y
movieron las máquinas" con que se editó, por el Ejército del Este, el libro
de Vallejo.

La lectura de Poemas humanos y de España... demuestra que Vallejo


no entendió el reclamo social en términos de facilismo denotativo. Prefirió
una alternativa más compleja: la de asumir íntegramente la experiencia de
los "hermanos humanos" (la de todos, pero primero la de los desgraciados,
los "que ni siquiera tienen cuerpo") hasta "llegar a ser lo que es uno entre
millones/ de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas", pero ya
no, como en Trilce, a través de la desesperanzada fraternidad de los
sufrientes, sino, mucho más profundamente, mediante la participación en
una historia de combates y heroísmo que presagia, por encima del dolor y
los fracasos, el advenimiento de una nueva realidad. Ciertamente esta
perspectiva se advierte sobre todo en los poemas con alusiones sociales,
pero inclusive en los otros, los que parecen contener sólo la vivencia del
poeta, se descubre la vigencia de esa asimilación del vivir colectivo. La
desbordante emotividad de este encuentro con los otros, en una tarea
histórica común, impregna todos los niveles de Poemas humanos y de
España, aparta de mí este cáliz (Higgins: 1970; Flores (comp.): 1971;
Escobar: 1973; Franco: 1976).

Como en Trilce, pero no exactamente desde la misma perspectiva, en


los últimos libros de Vallejo se busca la esencialización de lo cotidiano y la
universalización de lo particular. De esta manera la renovada evocación de
la experiencia peruana o la entrega a la pasión española rompen el
enclaustramiento de su especificidad y se expanden, como significado,
sobre la totalidad de la existencia individual y colectiva, personal e
histórica. En este orden de cosas es significativa la insistencia, también
anunciada desde Trilce en la dimensión corporal del hombre y en la
practicidad de la vida social. En ambos casos Vallejo apela a las categorías
más elementales para definir en ellas el horizonte común, en que inserta su
poesía y para reivindicar la trascendencia de los órdenes materiales —el
cuerpo, la economía— en que se asienta su visión del mundo. En forma
paralela Vallejo profundiza en el lenguaje en busca no de la complejidad
del razonamiento sino, más bien, de la emotividad que se impone en la
palabra esencial. Expresa e invoca, entonces, ese sustrato primero de la
lengua y se vincula con los lectores —en pos de la sociabilidad del lenguaje
poético—en la inmediatez de la palabra convertida en emoción. Habría que
determinar si en esta aventura del lenguaje creador, simple y perfecto en su
condición inaugural, no subyace la energía de una cultura soterrada que se
está apropiando —recién— de un idioma que no le pertenece.
Como todo poeta genial, Vallejo trasciende el espacio de su época; sin
embargo, para hacerlo, se afinca raigalmente en ella y reproduce sus
categorías básicas en el plano de la creación poética. También aquí
universaliza lo circunstancial. En este sentido no es posible desligar la
poesía vallejiana de la crisis nacional e internacional de, los años 20 y 30,
en especial de los agudos conflictos sociales que por entonces dominan el
panorama peruano y de las respuestas que suscitan en las clases medias y
en el pueblo ya en ese momento tocados por la prédica socialista de
Mariátegui. Aunque Vallejo asume esta ideología en Europa, lo hace en
consulta con la realidad del Perú y en contacto con sus movimientos
políticos. De esta manera en la poesía de Vallejo se descubren los
desajustes y quiebras de una sociedad en crisis y la voluntad de enrumbar la
historia por un camino nuevo y distinto. Ruptura y construcción, ejes de la
dinámica social que le tocó vivir, están presentes en su obra poética.
Mientras dure este proceso la poesía de Vallejo será actualísima y vigente,
como lo es —también—el pensamiento de Mariátegui. Más tarde, cuando
"todo el mundo sea un hombre", la poesía de Vallejo conservará su
condición presente: la mantendrá no sólo por su espléndida plenitud poética
sino, también, por haber fundado la imagen de la realidad que viene.

Antonio Cornejo Polar, “Historia de la Literatura del Perú Republicano”, incluida en el


Tomo VIII de la Historia del Perú – Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1980.
INTERPRETACIÓN DE LA POÉTICA VALLEJIANA

- LA BÚSQUEDA DEL LENGUAJE UNIVERSAL

La obra poética de Vallejo puede interpretarse, principalmente, como


la búsqueda incesante de un lenguaje nuevo y original, que empieza en Los
heraldos negros, pasa por los audaces experimentos realizados en Trilce y
culmina con Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, donde el
poeta consigue finalmente ese acento totalmente personal y universal.
Por otro lado, si bien es cierto que existe una continua afirmación de
las obsesiones del poeta a lo largo de toda su obra, hay una diferencia
importante entre los textos trílcicos, de apariencia hermética, y los
relativamente accesibles España, aparta de mí este cáliz o Poemas
humanos: en los textos post-trílcicos, la búsqueda por acercarse al pueblo
hizo que su poesía se tornase mucho más accesible al lector común.
Para entender la obra poética de Vallejo en su totalidad es necesario
tener en cuenta su convicción de que era necesario fundar un lenguaje
diferente para acompañar el anhelo y la esperanza de forjar una nueva
humanidad.

- LOS HERALDOS NEGROS

Los heraldos negros es el comienzo de la búsqueda de Vallejo por una


diferenciación expresiva, la cual se irá consolidando a lo largo de toda su
obra. La muerte, el dolor, la conciencia de orfandad, el absurdo, el hogar de
infancia, son algunos de los temas que Vallejo ya empieza a tratar desde
este poemario con un acento muy personal. El motivo principal del poema
más conocido de Vallejo, cuyo nombre da título a esta obra, es la
perplejidad. Este sentimiento revela la angustia del ser humano por
encontrarse perdido en el mundo en el que debe cargar una culpa gratuita y
en el que está condenado a sufrir un dolor injustificado. La misma
atmósfera de desesperación y angustia estará presente en la mayoría de sus
poemas.

- TRILCE

Trilce significa la creación de un lenguaje muy personal. Desde Los


heraldos negros, la perplejidad del poeta ante el mundo se ha ido
acrecentando: la pérdida de la madre, los fracasos amorosos, la experiencia
de no ser aceptado totalmente en Lima y su estadía en la cárcel de Trujillo,
son los principales acontecimientos que marcan el profundo sentimiento de
exclusión del poeta en su fase trílcica. Estas experiencias forjan en Vallejo
este sentimiento de ser humano preso de la existencia o de la sociedad y
son el origen del desgarramiento del poeta (que se evidencia también en las
distorsiones a las que somete el lenguaje), del dolor infinito que encierra
cada poema del libro, y de su densidad y hermetismo.

- FASE POST TRÍLCICA

Tras la aventura de Trilce y un largo período de inactividad poética,


Vallejo escribe los poemas que más adelante formarán parte de tres
poemarios, titulados: Poemas en prosa; Poemas humanos y España,
aparca de mí éste cáliz. Aunque estos textos tratan algunos temas
recurrentes del autor; muestran claras diferencias respecto a su obra poética
anterior. Según diversos autores, uno de los factores que más influyó en
este cambio de rumbo de su poesía fue la adhesión del escritor al
marxismo, pensamiento que coincidía con algunas de las preocupaciones e
intuiciones que lo habían acompañado a lo largo de su vida.
La evolución que ocurre en Vallejo se debe a que éste asume la
imposibilidad de pensar en términos individuales, puesto que su propia
situación está ligada a la de los demás: por ello, comienza a pensar en
función de la redención de toda la humanidad y ve en la solidaridad
humana una posibilidad de liberación de su angustia personal. Así, Vallejo
cree que, tras la eliminación de la injusticia social por medio de la
resolución; los hombres, unidos por el amor, trabajarán para eliminar el mal
y crear un mundo unido y armonioso.
- ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

Como observador profundo de la cultura y de la política de España,


Vallejo se sintió comprometido con la guerra civil, y la convirtió en tema
de su poesía. Pero el poeta no deseaba defender la posición política de
ningún grupo de izquierda español sino apoyar a aquellos españoles que
luchaban voluntariamente contra el fascismo. Lo que más entusiasmaba a
Vallejo era que el pueblo se movilizaba ante los acontecimientos.
El compromiso voluntario del miliciano que no peleaba por un líder
sino para preservar un sistema político, ético y cultural que propiciaba la
abolición de la injusticia, despertó en Vallejo la esperanza de una unión
armónica entre los hombres. Así, el miliciano español representa en el
poemario un nuevo tipo de hombre que ya no piensa solamente en términos
individuales sino que es capaz de sacrificar su vida por el bien de la
humanidad. Para Vallejo, en España se estaba llevando a cabo una guerra
que marcaría definitivamente a la humanidad: si la causa republicana
triunfaba, los hombres se verían liberados de las angustias materiales y
espirituales a las que estaban sujetos; si perdía, quedarían condenados a
padecer las consecuencias del individualismo y la incomunicación.
La grandeza de este poemario no proviene de su valor documental,
sino de la forma como Vallejo ilumina el acontecimiento histórico. La
lucha simbolizada en la causa republicana española adquiere en su obra
dimensiones cósmicas: el triunfo supone el restablecimiento de la armonía
universal.

(Jéssica Tapia Soriano)


LA VIGENCIA DE LA POESÍA DE VALLEJO

La poesía de César Vallejo sigue sorprendiendo por su frescura, por su


novedad. ¿Cual es el secreto de esta larga juventud? Es difícil aseverarlo
rápidamente. Algunas notas pueden contribuir a iluminarlo. En primer
lugar, la vitalidad de la poesía vallejiana. A lo largo de su carrera literaria,
Vallejo maneja unos pocos temas, vivamente sentidos: el hogar lejano y
perdido, el amor erótico nunca totalmente satisfecho, la amarga experiencia
de la cárcel, la angustia existencial de un hombre arrojado en un mundo "al
que nunca dijo que lo trajeran", la solidaridad entrañable con la humanidad
doliente, con los desvalidos de la tierra, la esperanza en una revolución que
haga de la tierra una patria para todos los hombres. En segundo lugar, su
perpetua lucha con el lenguaje para encontrar la palabra, justa, la palabra
singular e incambiable que exprese cabalmente su emoción poética; este
combate permanente con el lenguaje empieza en Los Heraldos Negros y
culmina en Trilce, de una manera arrebatada y angustiosa, pero no deja de
percibirse en los Poemas Humanos y en España, aparta de mi este caliz.
Una nota más: desde sus primeros poemas, Vallejo es un poeta concreto,
objetivo, vale decir épico. Poemas como "Los arrieros" o "Terceto
autóctono", nos muestran a un poeta alejado de las tentaciones fáciles del
folclorismo ingenuo o del sentimentalismo vacuo. En sus obras posteriores,
sobre todo en la dedicada a la guerra civil española su objetivismo, riguroso
y conciente, se acrecienta. El poeta se eleva de su primigenia objetividad
andina, localista, hasta una visión totalizadora y magnífica de la historia
contemporánea. Son diversos los temas poéticos que preocuparon
continuamente a César Vallejo: el hogar perdido, el amor insatisfecho, la
cárcel, la solidaridad humana, la revolución regeneradora.
DOS NARRACIONES DE CÉSAR VALLEJO

EL NARRADOR

El de Vallejo es hoy un nombre universalmente reconocido,


especialmente en el ámbito poético. Su poesía es objeto de constante
estudio y apreciación. En cambio, menos transitadas, sus obras de creación
en prosa aún guardan aspectos que la crítica puede desentrañar con alguna
novedad. Escalas melografiadas (1922), Fabla salvaje (1923), Tungsteno
(1931) y Paco Yunque (1931), además de bosquejos narrativos que no
alcanzó a pulir como para suponerlos en versión definitiva, cual Hacia el
reino de los sciris (novela breve), El niño del carrizo (relato), Viaje
alrededor del porvenir (cuento), Los dos soras (cuento), El vencedor
(cuento para niños), constituyen el bloque de su prosa creativa. Aunque –
dada la correlación que guardan en fechas de redacción, impulso inspirador
y motivaciones– aquí ensayaré especiales consideraciones con Tungsteno y
Paco Yunque, corresponde también una leve caracterización de las
restantes, para inscribir una imagen de la significación de Vallejo en el
campo de la narrativa.
Escalas melografiadas reúne una serie de estampas y cuentos,
verdaderos poemas en prosa, donde se trasluce la experiencia carcelaria de
Vallejo. El tratamiento literario de los temas aparece avanzado en alardes
imaginativos, juegos metafóricos, vocabulario y estructuras. Vallejo, en
ellos, instala imprevistamente al lector en un mundo surrealista donde las
mutaciones de personalidad, lo onírico, lo fantástico y lo poético se
alternan con el realismo más directo e inmediato. Por ejemplo, en “Muro
doble ancho”, uno de los relatos al presentar el caso del presidiario
condenado por ladrón y por homicidio cometido en estado de embriaguez,
reconstruye el proceso psíquico del asesino en el momento del crimen,
cuando fue increpado por la víctima, de este modo:

El varón sin tacha le arresta al bebedor diptongos de alerta; le endereza por la cintura, le
equilibra, le increpa sus heces vergonzantes:
–¡Anda! Esto te gusta. Tú ya no tienes remedio.
Un asalto de anónimos cuchillos. Y errado el blanco del ataque, no va la hoja a rayar la
carne del borracho, y al buen trabajador le toca por equívoco la puñalada mortal.
Este hombre es, pues, también un asesino. Pero los Tribunales, naturalmente, no sospechan
ni sospecharán jamás esta tercera mano del ladrón.26

En Escalas melografiadas va incluido “Más allá de la vida y de la


muerte”, el cuento premiado en 1922, cuya lectura por el lector actual, casi
medio siglo después de escrito, con el conocimiento de los pormenores del
movimiento surrealista, admira por lo que comporta de temprano
26
Cita tomada de: César Vallejo: Novelas y cuentos completos (Lima: Francisco Moncloa, editores, S. A.,
1967), p. 20.
tratamiento de lo fantástico, del mundo onírico, de pesadillas y
alucinaciones; admiración que es también dirigida a aquel jurado que lo
laureó y a la genialidad del enfoque narrativo que Vallejo repite en “El
unigénito” y en “Los Caynas”, este último con estremecimientos
paroxísticos de una familia de locos, cuyos integrantes se creen monos; sin
contar con los que, con no menor acierto, aluden a premoniciones y a
efecto de drogas, como el titulado “Cera”.
Otro aspecto señalable concierne al vocabulario de Escalas
melografiadas, rico en acoples inusitados de efecto metafórico novedoso y
abundante en vocablos neológicos y recreaciones lingüísticas, de feliz
plasm.ación, como “angustia anaranjada”, “ojitriste”, “talento gran
deocéano”. “relaciones estadizas”, “mordisco episcopal”, “torionda”,
“hechor”, “víctimas”, “ecar”, etc.
En Fabla salvaje deja la resonancia poemática y accede a la novela
breve. Su protagonista, Balta Epinar, indio trabajador, feliz en su hogar
junto a su mujer, rompe un espejo. A partir de ese momento, el presagio
supersticioso cambia la normalidad de la vida cotidiana y lo envuelve en
una maraña de desgracias buscadas. Varía su carácter bondadoso, entra a
celar enfermizamente a la mujer y la abandona cuando está a punto de dar a
luz. Mientras, desesperado, repasa el cambio experimentado en su vida al
borde de un precipicio en lo alto de la montaña, en un movimiento
inconsciente, alucinado, siente la atracción del vacío y de la muerte. En
Fabla salvaje, la gradación y el suspenso están tan hábilmente conducidos
como el proceso analítico de los sucesivos estados de ánimo de Balta, que
sondea con rigor de psiquiatra.
En esta etapa de la creación narrativa se advierte en Vallejo al
observador sagaz, al escritor que aborda con simpatía todo lo humano,
esencialmente lo proveniente de los humildes de su tierra. Si de sus páginas
brota un clamor por los postergados y sufrientes, no se descubre, en
cambio, el alegato. No se trasluce aún el narrador que trazará cuadros de
miseria, agobio y dolor, de explotación e injusticia, con intención de
protesta, con propósitos de afirmar un credo ideológico. Este aparecerá en
Tungsteno y Paco Yunque, narraciones que, escritas en España hacia 1931,
subrayarán tales aspectos; la primera con carácter de novela, según se la
clasifica habitualmente; la segunda, como cuento infantil. Ambas
configuran sendos cuadros de indignada protesta contra los abusos
cometidos por los poderosos, contra las injusticias padecidas por los
humildes, contra la olvidada condición humana en el trato soportado por
los indígenas del Perú. No tienen moraleja ni tesis declaradas. Sólo la viva
acción, de la cual el lector siente contagiarse la indignación y descubre el
mensaje implícito.
Con razón, la de Vallejo fue señalada como “pluma fuerte, hecha de
amor y de santa rabia”; los relatos citados equivalen a una especie de
enxiemplos ilustrativos de las razones que le mueven a desnudar el alma de
los perversos, a exhibir el calvario que padecen los hermanos oprimidos. El
resorte que los dinamiza es la humana comprensión, su amor por el
prójimo, el mismo que por vía de las sugerencias y de la síntesis poética
vitaliza Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), España, aparta de mí
este cáliz y Poemas humanos (póstumos).
La vinculación entre los poemarios y las prosas de Tungsteno y Paco
Yunque es cercana en contenidos y actitudes. Contenidos de libertad y
dignidad, actitudes de protesta, rebeldía y ruptura. A tal punto existe que,
respecto de ellas, Vallejo pudo haber repetido lo que, a propósito de Trilce,
escribió ocho o nueve años antes a Antenor Orrego:

El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad
de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí una hasta ahora desconocida
obligación sacratísima, de hombre y de artista –¡la de ser libre!–. Si no he de ser libre, no lo seré
jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la
forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y
verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y
cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de
miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva!27

Espíritu rebelde por naturaleza, alma en fermento sin tregua por los
golpes recibidos, incomprendido por los apoltronados, Vallejo arrastró una
existencia de luchador idealista, una pobreza mendicante, hasta el
desdichado y presentido fin, anunciado en el soneto “Piedra negra sobre
una piedra blanca”:

Me moriré en París con aguacero


un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Vallejo se quejaba tempranamente en Los heraldos negros:

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!


golpes como el odio de Dios; como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

se revolvía impotente en el poema LX, de Trilce:

Es de madera mi paciencia,
sorda, vegetal.
Día que has sido puro, niño, intítil,
que naciste desnudo, las leguas
de tu marcha, van corriente sobre
tus doce extremidades, ese doblez ceñudo
que después deshiláchase
27
Cfr. Juan Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (Lima: Amauta,
1928), cap. XIV.
en no se sabe qué últimos pañales...

y estallará en el poema escrito para encabezar Paco Yunque:

La cólera que quiebra al hombre en niños,


que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro en huevecillos,
la cólera del pobre
tiene un aceite contra dos vinagres.

Tres momentos distintos de su existencia, mas tres momentos de


incubación de las motivaciones paralelas que vigorizarán Tungsteno y Paco
Yunque. Lo anotó exactamente su condiscípulo Luis Alberto Sánchez, en
las líneas escritas para la edición póstuma de Poemas humanos,
reconstruidos por Georgette Vallejo y costeada por algunos amigos,
especialmente Sánchez, Jean Cassou, Juan Larrea y Raúl Porras
Barrenechea:

Trajo Vallejo de sus breñas de Santiago de Chuco una sensibilidad poética incomparable.
Puede haber poetas más intensos; más vitales, no. En él afloraban resabios del Incario, el cholo de
ojos brujos y risas de hontanar –“Coraquenque ciego, corazón de brasa”– con su mentón agresivo,
su frente bombacha y esa boca que llevaba prendido un rictus de infierno. Que eso fue la vida
mucho tiempo, casi todo, para él.28

La razón de queja, revuelta y estallido queda concretada en ambas


prosas. Y hoy que Vallejo es poeta de todos conocido y admirado, hoy que
universalmente se lo estudia como auténtico creador de avanzada poesía
social, con relación directa a los problemas de los hermanos indios
peruanos explotados por la plutocracia foránea y por los propios
compatriotas entregados a la fiebre del oro, se pueden recorrer aquellos
relatos y advertir, tras la forma elemental, la nota dramática exacerbada, el
alegato implícito. La verdad de “la pluma fuerte hecha de amor y de santa
rabia”, mojada en propia sangre de heridas no restañadas, en lágrimas
amargas de injusticias e incomprensión. Se pueden ver, también,
impotencias y resignaciones, crisis y desesperaciones, palpables en el
hecho de que ninguno de los dos relatos ofrezca un desenlace, feliz o
infeliz., sino que ambos se interrumpan abruptamente.
Como obras narrativas, Tungsteno y Paco Yunque se corresponden.
Ambos están sostenidos por la actitud reivindicatoria de las clases
oprimidas y olvidadas. Pero los matices y perspectivas marcan las
diferencias: Paco Yunque enmarca la denigradora conducta clasista en el
tratamiento para con la infancia y entre niños; muestra cómo pesa ya el
menosprecio al indígena en el rudimentario medio escolar, cómo abusan
contra el indio los hijos de los ricos y extranjeros, cómo el favoritismo de
los adultos interesados se descarga en arbitrariedades aberrantes.
28
Poemas humanos (Paris: Editions Les Presses Modernes, au Palais Royal, 1939
Proyectando luego iguales tensiones al mundo adulto, Tungsteno exhibe
cómo, inicuamente explotados hombres y mujeres nativos, son víctimas
propiciatorias tanto de millones del capitalismo foráneo como de propios
compatriotas aprovechados, al servicio de los mandones de afuera.

ANÁLISIS Y COMENTARIO DE TUNGSTENO

Quede aclarado de antemano que el título de esta novela ha variado


según las distintas ediciones: en unas es El tungsteno; en otras,
simplemente, Tungsteno. Como no he tenido oportunidad de confrontar el
original vallejeano, me atengo a la segunda forma, que corresponde a la
versión editada en Lima, en 1957, por Juan Mejía y P. L. Villanueva, de la
cual proceden también las citas que más abajo transcribo.
Tungsteno fue escrita en España (1931) para la colección “Novelas
proletarias” de la Editorial Cenit; la misma que poco después rechazaría
Paco Yunque. Tungsteno aspiró a la categoría de novela. Sin embargo,
considerada estructuralmente, se la nota fallida en el logro total de esa
aspiración. Cuenta, más bien, como novela breve, pues, en realidad, está
constituida por tres brochazos crudos en los cuales los personajes se van
revelando sucesivamente. En el primero, la mina de tungsteno de Quivilca,
en el departamento de Cuzco, comienza a ser explotada por disposición de
la propietaria lejana y anónima, la firma neoyorquina “Mining Society”. El
proceso de cómo se animan las dormidas aldeas de los contornos ante la
fiebre comercial suscitada por la explotación minera, de cómo crece un
nuevo poblado en torno del yacimiento, de cómo se van creando negocios e
intereses, de cómo aparecen inescrupulosos y audaces que hacen fortuna
rápidamente, está pintado a lo vivo por Vallejo.
Al propio tiempo, frente a este desarrollo económico inusitado, ofrece
el cuadro, los sentimientos y modos de vida del mundo edénico
sobreviviente de los indios soras, que puros, ingenuos, limpios de alma,
facilitan bienes, comidas, viviendas, tierras, vestidos, hacienda y terminan
por ser despojados y exterminados de la manera más inicua.
La primera estampa aporta el conocimiento de casi todos los
personajes gravitantes en la anécdota de Tungsteno: José Marino, turbio
comerciante; el ingeniero Rubio, el agrimensor Benites: tres seres que se
unen y ponen al servicio de Mr. Taik y Mr. Weiss, gerente y subgerente,
respectivamente, de la “Mining Society”. El conglomerado humano de
Tungsteno, tanto corzo juega individualmente, actúa, también, en función
de entidades representativas: el comercio sórdido y envilecido, el
profesional universitario sin principios, el capitalismo foráneo, la masa
explotada. José Marino deriva de simple bolichero improvisado a
especulador en tierras y esclavos. Despoja a los indios soras y crea, con los
compinches, una especie de sociedad, que tiene por objeto conchavar
peones e indios para los diversos trabajos de la mina, para ir reemplazando
a los exterminados por la despiadada explotación de jornadas de trabajo sin
fin y labores infrahumanas.
El segundo boceto sigue los pasos de José desde Quivilca a Colca,
ciudad cercana a donde éste va a ultimar negocios de la sociedad. En
Europa la guerra es buena fuente consumidora del mineral. La “Mining
Society” exige intensificar la explotación de la mina. Hace falta multiplicar
el número de trabajadores. Se incorpora a la narración un nuevo personaje:
Mateo Marino, hermano menor de José. Y la historia de ambos, sucias
trampas y sordideces, cambia el foco de atención del relato. No faltan
episodios de lúbrico naturalismo al detallar, por ejemplo, la doble posesión
por los hermanos de la hermosa y sensual indiecita Laura; así como se
conoce, también el medio burocrático de la justicia y gobierno locales,
corrompido, repugnante, mezquino e hipócrita. La resultante novelesca es
la presentación de un friso de increíble crueldad al referir el tratamiento de
un grupo de indios yanacones, reclutados forzadamente para el servicio
público por un par de brutales gendarmes; reclutamiento descrito y narrado
en todo su feroz proceso y en las etapas más degradantes, de manera cruda,
directa e indignante, dejando al descubierto los atropellos cometidos, el
avasallamiento de la dignidad humana, los menoscabos padecidos por los
infelices indígenas.
El tercer brochazo vuelve la acción a Quivilca y se corresponde con la
presentación, ahora en primer plano, de un personaje simpático hasta
entonces sólo circunstancialmente mencionado con relación a un acto de
protesta popular en favor de los yanacones: el herrero Servando Huanca,
idealista que comienza a soliviantar a los hermanos en el dolor y en la
miseria y va creando una atmósfera de rebeldía, cuyas consecuencias
Vallejo no apuró hasta las últimas instancias, pues la narración se
interrumpe bruscamente.
Es probable que Tungsteno haya sido escrita al correr de la pluma, sin
previo y sólido plan; por lo menos sin plan mantenido inalteradamente de
comienzo a fin. El tratamiento general del relato es naturalista, existencial,
de un existencialismo avant la lettre. Pero también aquí, como en Escalas
melografiadas, la prosa de Vallejo aparece cuajada de hallazgos
impresionistas de buen observador: “Todos mostraban aire de viaje –dice
un pasaje–. Hasta el modo de andar, antes lento y dejativo, se hizo rápido e
impaciente” (p. l0). Otro trozo descriptivo de la pocilga donde yace
Benites, está tratado así:

La noche había llegado y empezó a nevar. La habitación de Benites tenía la puerta de


entrada y la ventanilla herméticamente cerradas. La señora tapó las rendijas con trapos, para evitar
las rachas de aire. Una vela de esperma ardía y ponía toques tristes y amarillos en los ángulos de
los objetos y en la cama del paciente. Según éste se moviese o cambiase de postura, movido por la
fiebre, las sombras palpitaban ya breves, ya largas, truncas o encontradas, en los planos de su
rostro cejijunto y entre las almohadas y las sábanas” (pp. 32- 33).

Hay aciertos de captación psicológica notables en la presentación del


modo de ser ingenuo, primitivo, inocente de los soras. Estos quedan
exhibidos al lector como conjunto, a través de toques y circunstancias
individuales, según la técnica que se advierte en el siguiente fragmento:

–¿Por qué haces siempre así? –le preguntó un sora a un obrero que tenía el oficio de aceitar
grúas.
–Es para levantar la cangalla.
–¿Y para qué levantas la cangalla?
–Para limpiar la veta y dejar libre el metal.
–¿Y qué vas a hacer con el metal?
–¿A ti no te gusta tener dinero? ¡Qué indio tan bruto!

El indio vio sonreír al obrero y él también sonrió maquinalmente, sin


motivo. Le siguió observando todo el día y durante muchos días más,
tentado de ver en qué paraba esa maniobra de aceitar grúas. Y otro día el
sora volvió a preguntar al obrero, por cuyas sienes corría el sudor:

– ¿Ya tienes dinero? ¿Qué es el dinero?


El obrero respondió paternalmente, haciendo sonar los bolsillos de su blusa:
–Esto es dinero. Fíjate. Esto es dinero. ¿Lo oyes?...
–Dijo el obrero esto y sacó a enseñarle varias monedas de níquel. El sora las vio, como una
criatura que no acaba de entender una cosa:
– ¿Y qué haces con el dinero?
– Se compra lo que se quiere. ¡Qué bruto eres, muchacho! Volvió el obrero a reírse. El sora
se alejó saltando y silbando.
En otra ocasión, otro de los soras que contemplaba absortamente y como hechizado a un
obrero que martillaba en el yunque de la forja, se puso a reír con alegría clara y retozona. El
herrero le dijo:
– ¿De qué te ríes, cholito? ¿Quieres trabajar conmigo?
– Sí. Yo quiero hacer así.
–No. Tú no sabes, hombre. Esto es muy difícil.
Pero el sora se empecinó en trabajar en la forja. Al fin, le consintieron y trabajó allí cuatro
días seguidos, llegando a prestar efectiva ayuda a los mecánicos. Al quinto día, al mediodía, el sora
puso repentinamente a un lado los lingotes y se fue.
–Oye –le observaron– ¿por qué te vas? Sigue trabajando.
–No –dijo el sora–. Ya no me gusta.
–Te van a pagar. Te van a pagar por tu trabajo. Sigue no más trabajando. –No. Ya no quiero.
A los pocos días, vieron al mismo sora echando agua con un mate a una batea, donde lavaba
trigo una muchacha. Después se ofreció a llevar la punta de un cordel en los socavones. Más tarde,
cuando se empezó a cargar el mineral de la bocamina a la oficina de ensayos, el mismo sora estuvo
llevando las parihuelas... (pp. 13 y 14).

En cambio, la presentación de los demás personajes es menos vivaz y


activa, más intelectualizada y retórica, con la técnica del retrato ofrecido
por un narrador omnisciente. Esta es la presentación de José Marino, de
Rubio y de Benites:

El primero en operar sobre las tierras, con miras no sólo de obtener productos para su propia
subsistencia sino de enriquecerse a base de la cría y del cultivo, fue el dueño del bazar y contratista
exclusivo de peones de Quivilca, José Marino... Gordo y pequeño, de carácter socarrón y muy
avaro, el comerciante sabía envolver en sus negocios a las gentes, como el zorro a las gallinas. En
cambio, Baldomero Rubio era un manso, pese a su talle alto y un poco encorvado en los hombros,
que le daba un asombroso parecido de cóndor en acecho de un cordero. En cuanto a Leónidas
Benites, no pasaba de un asustadizo estudiante de la Escuela de Ingenieros, débil y mogigato,
cualidades completamente nulas y hasta contraproducentes en materia comercial... (p. 16).

La imagen comparativa del zorro y del cóndor, en los casos de Marino


y de Rubio, anticipa al lector conducta y carácter de los mismos. Por el
contrario, sobre Benites volverá a detallar los perfiles más adelante, en feliz
estilo indirecto libre,

Leónidas Benites no hacía más que expresar por medio de palabras lo que practicaba en la
realidad de su conducta cotidiana. Benites era la economía personificada y defendía el más
pequeño centavo, con un celo edificante. Vendrían días mejores, cuando se haya hecho de un
capitalito y se pueda salir de Quivilca, para emprender un negocio independiente en otra parte. Por
ahora había que trabajar y ahorrar, sin otro punto de vista que el porvenir. Benites no ignoraba que
en este mundo, el que tiene dinero es el más feliz, y que, en consecuencia, las mejores virtudes son
el trabajo y el ahorro, que procuran una existencia tranquila y justa, sin ataques a lo ajeno, sin
vituperables manejos de codicia y despecho y otras bajas inclinaciones que producen la corrupción
y ruina de personas y sociedades... (pp. 26-27).

Benites cae enfermo y las descripciones de sus pesadillas y visiones


febriles ocupan la parte final del primer brochazo, aportando cabal
radiografía de alucinadas supersticiones, restos de religiosidad pueril que
confirman a Vallejo maestro de la narración onírica, tanto como, luego, el
relato de la brutal posesión de la chola Graciela Rosada por Marino, el
comisario Baldasari, Mr. Taik y el cajero Machuca, matizada con el cruel
tratamiento inferido a una india que busca medicamentos para el padre
agónico y con la paliza asestada al sobrino de Marino, una criatura de diez
años que cuida animales bajo la nieve y presencia la macabra orgía de
posesión del cadáver de Graciela, lo muestran artífice del realismo trágico.
Puesto que, como dije, Tungsteno aparenta estar redactada al correr de
la pluma y sin ceñido plan previo, la narración salta de una motivación a
otra, espontánea, obediente a los estímulos que la mueven. La acción
alterna dinámicamente con lo pictórico y aún, si se descuenta que los
aspectos descriptivos responden a la técnica evocativa, resultan vivaces e
igualmente dinámicos, como puede advertirse, por ejemplo, en este
procedimiento, en acción y acumulación, del primer brochazo:

Todos mostraban aire de viaje. Hasta el modo de andar, antes lento y dejativo, se hizo
rápido e impaciente. Transitaban los hombres vestidos de caqui, polainas y pantalón de montar,
hablando con voz que también había cambiado de timbre, sobre dólares, documentos, cheques,
sellos fiscales, minutas, cancelaciones, toneladas, herramientas. Las mozas de los arrabales salían a
verlos pasar, y una dulce zozobra las estremecía, pensando en los lejanos minerales, cuyo exótico
encanto las atraía de modo irresistible (p. 10).

Y ese dinamismo de las alternativas descriptivo narrativas, en la


animal escena simultánea en el dormitorio y en la cocina de Mateo Marino,
con las tensiones de los hermanos aspirantes a la posesión de Laura y que,
sucesivamente, la poseerán, crean un cuadro de áspero y brutal sabor,
rematado por el procedimiento dialogal en estilo directo, con la confesión
de Laura a José, que constituye uno de los hallazgos patéticos de la novela:

Si no olvidamos que José no hacía más que engañar a Laura y que la caricia y la promesa
terminaban una vez saciados sus instintos se comprenderá fácilmente por qué José se alejase, unos
minutos más tarde, de Laura, diciéndole desdeñosamente y en voz baja:

–Y para esto he esperado dos horas enteras...


–Pero, ¡oiga usted, don José! –le decía Laura, suplicante–. No se aleje usted que voy a
decirle una cosa...
José incomodándose y sin acercarse a la cocinera, respondió:
– ¿Qué cosa?
–Yo creo que estoy preñada...
–¿Preñada? ¡No friegues, hombre! –dijo José con una risa de burla.
–Sí, don José, sí. Yo sé que estoy preñada.
–¿Y cómo lo sabes?
–Porque tengo vómitos todas las mañanas...
–¿Y desde cuándo crees que estás preñada?
–Yo no sé. Pero estoy casi segura.
–¡Ah! –gruñó Marino, malhumorado–. ¡Eso es una vaina!. ¿Y qué dice Mateo?
–Yo no le he dicho nada.
–¿No le has dicho nada, ¿Y por qué no le has dicho?
Laura guardó silencio. José volvió a decirle:
–Responde. ¿Por qué no se lo has dicho a él?
Este él sonó y se irguió entre José y Laura como una pared divisoria entre dos lechos. Laura
y José conocían bien el contenido de esa palabra. Este él era el padre presunto, y José decía él por
Mateo, mientras que Laura pensaba que él no era precisamente Mateo, sino José. Y la cocinera
volvió, por eso, a guardar silencio.
–¡Eso va a ser una vaina! –repitió José, disponiéndose partir. Laura trató de detenerlo con
un gemido:
–¡Sí, sí! Porque no estoy preñada de su hermano, sino de usted... José rió en la oscuridad,
mofándose:
–¿De mí? ¿Preñada de mí? ¿Quieres echarme a mí la pelota de mi hermano?
–¡Sí, sí, don José! ¡Yo estoy preñada de usted! ¡Yo lo sé! ¡Yo lo sé! ¡Yo lo sé!
Un sollozo la ahogó. José argumentaba:
–Pero si yo no he estado contigo hace ya más de un mes...
–¡Sí, sí, sí, sí!... Fue la última vez. La última vez...
–¡Pero tú no puedes saber nada!... ¿Cómo vas a saberlo, cuando, muchas veces, en una
misma noche, has dormido conmigo y con Mateo...
Laura, en ese momento, sintió algo que la incomodaba. ¿Era el sudor? ¿Era la posición en
que estaba su cuerpo? ¿Eran sus luxaciones? Cambió de posición y algo resbaló por el surco más
profundo de su carne... Instantáneamente, cruzó por el corazón de Laura, una duda compacta,
tenebrosa, inmensa. En efecto: ¿cómo iba a saber cuál de los dos Marino era el padre de su hijo?
Ahora mismo, en ese momento, ella sentía oscuramente gravitar y agitarse en sus entrañas de
mujer las dos sangres confundidas e indistintas. ¿Cómo diferenciarlas? (pp. 85 a 87).

Los tres brochazos tienen propio desarrollo y ambientación. No


obstante, la transición de uno a otro –brusca, en lo formal– obedece a
interna ligazón y trabadura. Cierra el primero el viaje de José Marino a
Colca. Abre el segundo, con técnica de flash-back, recapitulando lo
sucedido entre Mr. Taik y José Marino para decidir a éste a viajar.
Recompone la historia de los hermanos Marino, los sucios
encumbramientos económicos y la narración del procedimiento empleado
para el reclutamiento y “arreo”–no cabe otra expresión– de peones para la
mina, denuncia toda la miseria y podredumbre humana de la burocracia
colquense, imagen en miniatura de todas las burocracias del mundo, de la
Burocracia, abstracción mayúscula. El tercer momento de la novela vuelve
temporalmente a lo que, mientras tanto, ha ido sucediendo en Quivilca a la
partida de José Marino, y desnuda los resentimientos que dejó en ese
instante. En esta parte final, la figura odiosa de José Marino se eclipsa y
sólo será mencionada por los rencores de Benites. Desaparecen, además,
los “gringos”, el comisario, el cajero. En cambio, ocupa su breve desarrollo
la chispa de rebeldía, cuidada por Huanca; chispa que se convertirá en
llama... o se apagará. Se trata de un resquicio abierto a la esperanza, que
Vallejo ha preferido no alentar y concluye el relato bruscamente.

LA TEMPORALIDAD EN TUNGSTENO

Toda narración supone desarrollo de hechos en el tiempo. La


novelística contemporánea se ha complacido en jugar con la temporalidad,
eludiendo su acumulación lineal. La estructura de Tungsteno, en este
sentido, delata su modernidad no sólo en las omisiones frecuentes de los
valores de causalidad, puesto que Vallejo pinta causas y deja librada la
recreación mental de los efectos al lector; o, viceversa, consigna efectos y
el lector hierve en indignación y desea arrasar las causas. Dicho de otro
modo: si cada vez más, frente a la actual novelística hispanoamericana,
para explicar su génesis, se busca asimilarla a la del poema, a la de la
metáfora en acción, Tungsteno ofrece, desde este punto de vista intrínseco,
señalables anticipaciones. El hecho mismo de su brusco desenlace no es
sino un trampolín para que la mente, la imaginación y el apasionamiento
suscitados en el lector sigan operando.
Pero también Vallejo ofrece interesante enfoque en la acomodación
del tiempo, al que unas veces puntualiza reiterativamente y otras dispone
en sincronías de acciones que, aunque relatadas en pasajes diversos, deben
ser repuestas figurativamente a su real coetaneidad. Desde luego, de sobra
son conocidos sus avances poéticos con la temporalidad. Recuérdese la
notable coexistencia de presente, pasado y futuro, en el soneto “Ausente”,
de Los heraldos negros y la obsesiva composición II, de Trilce:
¿Y qué decir del tiempo-premonición, del entrañado anuncio que con
acierto relativista une futuro, pasado y presente, en el agorero presagio de
Poemas humanos?:

Me moriré en París con aguacero,


un día del cual tengo ya el recuerdo...

En Tungsteno, la inserción temporal, aparte de todo el efecto de


sincronismo y coetaneidad presupuesto en el tercer brochazo en relación
con el segundo, aparecen otros rasgos que reclaman observación. Así, por
ejemplo, la puntualización cronológica, actitud expresionista, que es visible
(en lo relativo al tiempo, entiéndase bien) en este pasaje:

–¿Salieron los gendarmes por los “conscriptos”?


–Sí, su señoría.
–¿A qué hora?
–A la una de la mañana, su señoría.
………………………………..
–¿A qué hora volverán los gendarmes con los “conscriptos”? –preguntó José a la autoridad.
–Supongo que en la tarde, a eso de las cuatro o cinco.
–Bueno. Entonces los gendarmes pueden ir con nosotros por los peones, en la noche, entre
ocho y nueve, por ejemplo...
………………………………
–En fin –repuso el subprefecto, en tono conciliador–. Ya veremos el modo de arreglarnos y
conciliar intereses. Tenemos tiempo...
Los hermanos Marino, despechados, refunfuñaron a una voz:
–Muy bien, perfectamente...
El subprefecto sacó su reloj:
–¡Las once menos cuarto! –exclamó–. A las once tenemos sesión de la junta … (pp. 89 y
ss.).

Otro efecto del tiempo, donde concurre su transcurso para subrayar en


la imaginación del lector una nota macabra, se halla en este fragmento:

El doctor Ortega sufría de una forunculosis y, originario de Lima, llevaba ya en Colca unos
diez años de juez. Una historia macabra se contaba de él. Había tenido una querida, Domitila, a
quien parece llegó a querer con frenesí. La gente refería que el doctor Ortega no podía olvidar a
Domitila y que una noche, pocas semanas después del entierro, fue el juez en secreto y disfrazado,
al cementerio y exhumó el cadáver. Al doctor Ortega le acompañaron dos hombres de toda su
confianza. Eran éstos dos litigantes de un grave proceso criminal, a favor de los cuales falló
después el juez, en pago de sus servicios de esa noche. Mas, ¿para qué hizo el doctor Ortega
semejante exhumación? Se refería que, una vez sacado el cadáver, el juez ordenó a los dos
hombres que se alejasen, y se quedó a solas con Domitila. Se refería también que el acto solitario –
que nadie vio, pero del que todos hablaban– que el doctor Ortega practicara con el cuerpo de la
muerta, era una cosa horrible, espantosa... (p. 92).

La inserción retrospectiva del calvario de los yanacones –o sea la


odisea sufrida durante su “arreo” desde la tribu a Colca–, cuando éstos ya
se encuentran frente a las autoridades, es tan natural, pasa tan inadvertido
su mecanismo a la primera lectura, que sólo la relectura permite descubrir
el habilidoso juego temporal. Asimismo está logrado el tratamiento del
tiempo hipotético y psicológico en el relato del envío de veinte indios a
Quivilca, también ensayado en estilo indirecto libre:

La marcha de estos forzados, para evitar encuentros azarosos en la ruta, se hizo en gran
parte por pequeños senderos apartados. Nadie dijo a estos indios nada. Ni a dónde se les llevaba ni
por cuánto tiempo, ni en qué condiciones. Ellos obedecieron sin proferir palabra. Se miraban entre
sí, sin comprender nada, y avanzaban a pie, lentamente, la cabeza baja y sumidos en un silencio
trágico. ¿A dónde se les estaba llevando? ¿Quién sabe; al Cuzco, para comparecer ante los jueces
por los muertos de Colca? Pero, ¡si ellos no habían hecho nada! ¡Pero, quién sabe! ¡Quién sabe! ¿O
tal vez los estaban llevando a ser conscriptos? ¿Pero también los viejos podían ser conscriptos?
¡Quién sabe! Y, entonces, ¿por qué iban con ellos los Marino y otros hombres particulares, sin
vestido militar? ¿Sería que estaban ayudando al subprefecto? ¿O acaso los estaban llevando a
botarlos lejos, en algún sitio espantoso, por haberlos agarrado en la plaza, a la hora de los tiros?
¿Pero, dónde estaría ese sitio y por qué esa idea de castigarlos botándolos lejos?... Cuando ya fue
de mañana y el sol empezó a quemar, muchos de ellos tuvieron sed... ¡Ya todo iba quedando
lejos!... ¿Hasta cuándo? ¡Quién sabe! ¡Quién sabe!... (p. 114).

Catalogada dentro de la literatura social y de protesta, Tungsteno


entra, además, en el contexto americano de la narrativa indigenista y
regional. Su escenario es típico en la ambientación, y en el desarrollo
atiende más los sufrimientos externos de las personas que su mundo
anímico, como ocurre en Aves sin nido (1889), de la peruana Clorinda
Matto de Turner. En su trasfondo se mueve un personaje-masa: el indio,
como en Raza de bronce (1919), del boliviano Alcides Arguedas. La
destrucción de las comunidades indígenas anticipa a Huasipungo (1933),
del ecuatoriano Jorge Icaza y a El mundo es ancho y ajeno (1941), del
peruano Ciro Alegría. Creo –aunque habitualmente la crítica no lo ha
sugerido– que Tungsteno debe integrar esa serie de la literatura indigenista,
de aliento épico, clamor por sufrimientos e injusticias, espíritu político y
revolucionario, ansias de reformas, redención y justicia social.
Por otra parte, el lenguaje crudo –sin las distorsiones de los
vanguardismos poéticos vallejianos, con sintaxis cuidada de nexos y
puntuaciones milimetradas– las interjecciones cropológicas, los reflejos del
sexo, alcohol y droga (aunque esté insinuada en el doble sentido
supersticioso y aniquilador), hacen de Tungsteno vivo documento literario,
anticipador de motivaciones que las letras universales transitarán en la
segunda postguerra para plasmar zonas límites de lo infrahumano.
Además, frente al enfoque naturalista de la barbarie de los blancos
revelable en el destemplado vocabulario, la sufrida dulzura indígena
emerge, tanto cuando asume la palabra Vallejo-expositor, como cuando se
expresan los indios por sí, confirmando lo que tempranamente subrayó José
Carlos Mariátegui, a propósito de Los heraldos negros:

Lo fundamental, lo característico en su arte, es la nota india. Hay en Vallejo un


americanismo genuino y esencial: no un americanismo descriptivo. Vallejo no recurre al folklore.
La palabra quechua, el giro vernáculo, no se injertan artificiosamente en su lenguaje; son en él
producto espontáneo, célula propia, elemento orgánico. Se podría decir que Vallejo no elige sus
vocablos. Su autoctonismo no es deliberado. Vallejo no se hunde en la tradición ni se interna en la
historia para extraer de su oscuro substrato perdidas emociones. Su poesía y su lenguaje emanan de
su carne y de su ánima. Su mensaje está en él. El sentimiento indígena obra en su arte, quizá sin
que él lo sepa ni lo quiera.29

ACERCA DE PACO YUNQUE

29
José Carlos Mariátegui: “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”.
En Tungsteno concurren tres elementos conformadores: el espíritu
indígena de la montaña, la resaca humana de la colonización y el nuevo
avasallamiento imperialista extranjero. Bien advirtió Jean Cassou –en el
apunte preliminar de la ya citada edición de Poemas humanos– que
Tungsteno es algo así como “la atroz historia de la servidumbre india, del
dominio del capital yanqui sobre el suelo americano y la gran traición de la
burguesía hispanoamericana”. Si Vallejo hubiera contado con las mínimas
condiciones ambientes, con cierta estabilidad del diario sustento, para
intentar una novela amplia y artísticamente abarcadora de la problemática
humana que le inquietaba; si no le hubiera compelido la necesidad
económica de entregar material, medido a espacio fijo, para recibir
paupérrima paga, es probable que hubiese comenzado Tungsteno con los
cuadros de infancia desvalida e injustamente atropellada, que bordó en
Paco Yunque. Tal es la estrecha relación que este cuento ofrece con aquélla;
relación, por lo demás, intuible en el hermoso poema que decidió debía
encabezar, alguna vez, Paco Yunque, compuesto en París, el 26 de octubre
de 1937.

La cólera que quiebra al hombre en niños,


que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro, después, en huevecillos;
la cólera del pobre
tiene un aceite contra dos vinagres.

La cólera que al árbol quiebra en hojas,


a la hoja en botones desiguales
y al botón, en ranuras telescópicas;
la cólera del pobre
tiene dos ríos contra muchos mares.

La cólera que quiebra al bien en dudas,


a la duda, en tres arcos semejantes
y al arco, luego, en tumbas imprevistas;
la cólera del pobre
tiene un acero contra dos puñales.

La cólera que quiebra al alma en cuerpos,


el cuerpo en órganos desemejantes
y al órgano, en octavos pensamientos;
la cólera del pobre
tiene un fuego central contra dos cráteres.

Según los editores Juan Mejía Baca y Pablo L. Villanueva, este relato
fue conocido –y hasta que ellos lo reeditaron en 1957 no había llegado al
libro– en un número de la revista Letras peruanas. En 1967 lo publica
nuevamente Francisco Moncloa, editores, con asesoramiento de Georgette
Vallejo, y en la Noticia con que abren el volumen Novelas y cuentos
completos de César Vallejo, la viuda del poeta manifiesta que Paco Yunque
apareció por primera vez en la revista Apuntes del hombre (Perú, Año 1, Nº
1, julio 1951). Según Raúl Porras Barrenechea, Paco Yunque, escrito
también para la Editorial Cenit, de España, en 1931, fue rechazado por ésta
–como dije anteriormente– “porque es demasiado pesimista y
revolucionario”. Yo diría, en cambio, que no es cuento para niños, sino
sobre niños que padecen. Y agregaría: más que pesimista y revolucionario,
es sobrecogedor, indignante. Quien lo lee no puede menos que sentir en
carne propia las injusticias soportadas por el pobre cholito Paco, los abusos
de los compañeros en el primer día de clase, la pusilánime conducta del
maestro. Y no puede menos que sentir deseos de infligir ejemplar castigo a
Humberto Grieve, el hijo del inglés, patrón de los Yunque, gerente de
ferrocarriles y alcalde del pueblo.
Es cierto que los temperamentos de Paco y Humberto están
polarizados en la configuración literaria: uno toda bondad pasiva, silencio
sufriente; otro, altanería, prepotencia, orgullo, maldad, despotismo. Es
cierto que los comportamientos de cada niño están presentados
retóricamente a la manera de “carácter”, viéndose a través del modo de ser
del primero todo el dolor indio y, a través del segundo, toda la saña
explotadora de los poderosos. Sin embargo, el friso escolar tallado por
Vallejo está logrado artística y psicológicamente: el lector se identifica con
el pobre Paco, protesta y asume su causa; sobre todo en el desenlace del
relato, cuando Humberto roba a Paco sus deberes, los firma y el maestro, a
sabiendas, lo premia, honrándolo ante la clase, asombrado testigo de la
injusticia; y estampa el nombre de Grieve en el Cuadro de Honor de la
semana, mientras Paco queda castigado por no cumplir con las obligaciones
escolares.
Las injusticias, escarnios y atropellos padecidos por el cholito son
anticipo de los que esperan al hombre y al conjunto humano explotado. La
causa de los “cholos” tiene un verdadero precurso literario en la redención
preanunciada por Vallejo. Lo señaló bien Luis Alberto Sánchez en uno de
los trabajos encabezadores de la edición francesa de Poemas humanos:

En el Perú se ha discutido mucho, hace poco, sobre la precursoría del cholismo.


¡Desmemoriados!: Vallejo los antecedió a todos. El cholismo no es un ‘ismo’, sino una manera de
ser, de sentir y expresarse. No admite escuela, como no la admiten el buen ver, la cojera, la
credulidad, el ser linfático o sanguíneo. Es un hecho. Se es o no se es cholo: parecerlo resulta
difícil y, lograrlo, artificioso. A Vallejo le fluía naturalmente la amargura, pero sin grandilocuencia,
deshilachada, balbuceante.

Cabría añadir: amargura indignada para construir, en estos relatos, un


fondo patético, de honda dramaticidad, alimentado por razones profundas y
valederas.
Los hallazgos expresivos están en su pluma, en el vocabulario
regional que, a menudo, le aflora; las ansias sociales idealistas pujan desde
el ancestro; se amasan en denso telurismo, en dolor compartido por los
hermanos sufrientes. La resultante es –palabras de Jean Cassou, referentes
a la guerra española, pero aquí aplicables– “una forma desgarrada que
conviene a un asunto terrible”.

RAÚL H. CASTAGNINO

State University of New York, at Albany


VALLEJO, PERIODISTA

CÉSAR VALLEJO: CRÓNICAS DE POETA

ANOTACIONES

"Por delicadeza he perdido mi vida"


RIMBAUD

Si bien la poesía representó para César Vallejo "los números del alma"
(según se desprende de una carta a su amigo Antenor Orrego), su prosa, y
en este caso las crónicas aparecidas entre 1915 y 1938, representaron
alternativamente, acaso, con el resto de su obra narrativa, un álgebra de las
ideas, es decir, un desiderátum en el que el tacto escribe, el oído selecciona
y el espíritu organiza el corpus de las ideas con recurrencia interior,
perspectiva deductora y aquella rigurosidad cuestionante que, no por
casualidad, se pusiera de manifiesto en su obra poética. En una palabra, en
un concierto y en un desconcierto a la vez, que sintetiza para el observador
una lucidez penetrante.
Podría decirse que Vallejo se redescubre en sus crónicas con un
temperamento incisivo acorde a su pensamiento crítico, que de alguna
manera va a traslucirse en obras de diversa índole que, también, escribiera
por aquellos años (Contra el secreto profesional, tal vez aludiendo a la obra
del poeta Jean Cocteau, El Arte y la Revolución, aparecido años después de
su muerte, etcétera), incorporando, de una vez por todas, una
correspondencia y un sentido de análisis en torno a la vigencia estética y al
valor de la poesía en sí como género cotidiano en la época moderna. "Mis
votos son siempre por la sensibilidad", dice, sintetizando su credo en un
artículo suyo aparecido en Mundial en enero de 1926.
Un antecedente brillante del autor de Trilce es el que había iniciado ya
con un célebre —aunque para muchos tempranamente realizado— estudio
sobre "El romanticismo en la poesía castellana", publicado como tesis para
optar al grado de Bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras en la ciudad
peruana de Trujillo en 1915. De allí que aquella organización textual,
pienso, evidencia ya fuera de toda duda la fibra de un escritor al que le
preocupa tanto el oficio en el camino de las letras como las circunstancias
de compenetración con las mismas, en una consustanciación de "caos
primigenio" que prevalecerá durante toda su existencia.
En tanto que la escritura cobra en el cronista, una vez en Europa, un tono
y una afirmación correspondidos por una sensibilidad sobrecogedora por lo
reflexiva y reflexiva por lo sobrecogedora. Algunos de esos conceptos llega
a desarrollarlos tardíamente en "La responsabilidad del escritor", sin agotar
el tema (Revista El Mono Azul, N° 4, Madrid, 1939).
De modo que aquella escritura, ahora evaluada a través del tiempo de
"jornada entera" a la que se había entregado, llega a cumplir la función de
un lenguaje de serena introspección ante los acontecimientos de orden
internacional que, con mayor rigor, debería llamárseles notas de
pensamiento por la importancia que, como "crónicas", han ido tomando a
medida que pasan los años. Y en este sentido, el poeta es un intelectual de
hondura que concibe la actitud de informar más allá del sentido
periodístico, en efecto, al elaborar y reelaborar el texto en una conciencia
de la verdad en toda su dimensión. Así, por ejemplo, argumentó sobre el
proceso del fascismo en "Un millón de palabras pacifistas" (1927) y de la
misma forma analizó la situación de su país en la nota "¿Qué pasa en el
Perú?", aparecida en Germinal en junio de 1933.
En resumidas cuentas, en la década de los treinta, la situación en España
había llegado a un punto tal de agravamiento por la situación interna, que
se precipitaba patéticamente en la Guerra Civil. Tal expectativa, Vallejo la
vivió en toda su dramaticidad, como también llegó a entrever el peligro
inminente de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias inmediatas
en el espectro internacional.
Asimismo, muchas otras páginas estremecedoras fueron condensadas en
Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin, obra editada en Madrid por
ediciones Ulises. Un libro, es cierto, que concibe la historia de los
acontecimientos sociales con la certeza de que debe irse siempre "al pasado
para comprender el futuro". De tal manera que encontrar la libertad, para su
fuero íntimo, era una forma de salvar el alma, que, como en la poesía, es la
"oración verbal de la vida". O sea, por añadidura, la piedra fundamental del
vértigo en la naturaleza de los grandes temas, en la memoria del ser y la
palabra: "El artista no se circunscribe a cultivar nuevas vegetaciones en el
terreno político, ni a modificar geológicamente ese terreno, sino que debe
transformarlo química y naturalmente", dice en "Los artistas ante la
política", refiriéndose en su mayor parte a las conclusiones estéticas del
pintor mexicano Diego Rivera.
¡Qué universal aparece ahora el bosquejo de las horas, la irradiación de
las manifestaciones artísticas y la retórica, en esas páginas apenas habitadas
por la intranquilidad!... ¡Qué vocación secreta de mundo inspira su
pluma!...
LAS CRONICAS DEL INSOMNE

"Quedéme a calentar la tinta en que me ahogo"


(De Poemas humanos, 24 de set. de 1937)

Con la tesis "El romanticismo en la poesía castellana"30, uno de los más


antiguos trabajos ensayísticos de Vallejo, podría decirse que se inicia un
periplo en su obra prosística (hasta ahora conocida) y el punto de partida de
los primeros trabajos de dimensión periodística para algunos diarios de la
región (El Norte, La Semana, La Reforma, entre otros, de Trujillo), y que
más tarde se extenderán a la ciudad de Lima (La Prensa, El Comercio,
Mundial y Variedades), hasta el momento de viajar a Francia en 1923 y
dedicarse, desde allí, a la tarea vertiginosa de colaborar con revistas y
periódicos de América del Sur y de Europa. Esa serie de colaboraciones
que sucesivamente irán apareciendo con el emblema "Desde Europa",
denominación característica que antecede al título de cada uno de los
artículos, y que comienza con el texto "En Montmartre", fechado en París
en julio de 1923 y publicado en el ya mencionado El Norte, del 26 de
octubre de ese año.
Aquella primera crónica es una semblanza que el poeta peruano recoge
de la conversación con un español en las proximidades de los Campos
Elíseos. Son impresiones curiosas que despiertan la capacidad de captación
de su interlocutor y ponen de relieve un intercambio de anhelos que,
sigilosamente, eso es, va demarcando un cuadro de situación geográfica en
el poeta y configurando el perfil de un personaje novelesco, por lo curioso,
en el segundo. Es un cuadro lleno de vivencias personales cuyo trasfondo
sigue siendo el papel del desterrado y la ironía de las cosas que se
manifiestan a su alrededor. Secretamente, sigue ligado aún a sus "números
apostólicos", como una clave misteriosa y sarcástica que, por ende, lo hace
autocalificarse como "obrero" en busca de una oportunidad de trabajo.
Sin embargo, no es sino hasta 1924 cuando Vallejo empieza a mantener
para El Norte, casi exclusivamente (salvo una nota aparecida en Alfar de La
Coruña, España), que comienza con El pájaro azul —ópera prima de
Maurice Maeterlinck—, que el cronista desmenuza, parte por parte, desde
la representación en el teatro Cora Laparcerie. De ahí que su punto de vista
no se haga esperar y, a pesar de la celebración crítica que todos los medios
hacen de la obra, el poeta dice de la misma: "Desde luego que tan fantástica
mise en scène, ante tal derroche de sensualismo epidérmico, montando
emociones en las tablas, mis nervios se encabritan, se desorbitan y una
sensación de insólita burdez los asalta, aserrándolos a grandes molares.
¿Por qué se nos maltrata así, enterrando el color en nuestra piel hasta el

30
Universidad de La Libertad, Trujillo, Tipografía "Olaya" —Progreso 511—, 1915.
pomo del vocablo? ¿Por qué el infierno, hecho sietes como espadas en los
siete satanes de la retina? ¿Por qué se nos aporrea así la sensibilidad? ¿Por
qué se nos grita y se nos da de piedras en el alma? ¿Acaso estamos sordos o
embotados? ¿Eso es acaso una sesión de vil piromanía? Una Luz, un atavío
brillante, de pedrerías y perlas como histéricas; un Tiempo, en albo traje de
plata, cana patilla padretérnica y yatagán hecho de 181 grados del
cuadrante; un Roble, en verde irredimible... ¿Por qué se nos aporrea así la
sensibilidad, chamuscándonos de color? Sí. La Luz. Sin duda. Pero no
basta que sea la Luz. Menester es que se vista de Luz. Y que cada velo suyo
clarinee a todas las orejas: ¡Luz! Ello mueve a volver a la comadre
escandalosa, y responderle, en acto medular, con una orden al lacayo, para
que nos la aparte enseguida".
Necesariamente, esta crónica ya pone en evidencia la capacidad crítica
de su autor, desafiando el ánimo y el temperamento europeo del
espectáculo y de la puesta en escena de la obra en sí. Una obra y un escritor
del calibre de Maeterlinck, al que Manuel González Prada hace reiteradas
alusiones por su influencia en las letras peruanas...
No. De ninguna manera Vallejo se postula como un reseñador más del
conjunto de reseñadores de la cultura del viejo mundo. El carácter de sus
notas está promovido por una sensibilidad inusual, de raro talento, de
descreimiento del acontecimiento fácil. Y esta sensibilidad de un hombre
que clama por la luz y por las coordenadas eternas de la sensualidad, no es
solamente la sensibilidad de un hombre atormentado por los parámetros de
una territorialidad intelectual proveniente del suelo americano. Porque es,
seguro, la razonada visión de un poeta condolido por la hipocresía y la
superficialidad en el decorado humano, en la hora veinticinco de todo ser.
Ni más ni menos. Y aquel interruptor sagaz de la mente permanecerá
encendido, acaso, en la dimensión real de la escritura: porque "el arte
descubre caminos, nunca metas".

LAS COORDENADAS DEL PENSAMIENTO CUANTITATIVO

"Confianza en el anteojo, no en el ojo'


(De Poemas humanos, 5 de oct. de 1937)

En marzo de 1925 Vallejo se emplea como secretario del llamado Bureau


des Grands Journaux Latino-Americains, entidad recientemente
conformada. Tiene preocupantes problemas de salud y por ese entonces
recibe una beca en España que lo obliga a viajar de París a Madrid. Con el
pasar del tiempo, renuncia a esa pensión por cuestionamientos morales.
("Tengo 34 años y me avergüenza vivir todavía becado", dice a su amigo
Pablo Abril de Vivero). Y es el primero de mayo que da cuenta, en
Mundial, acerca de "Los grandes periódicos latinoamericanos", en una
reseña exhaustiva de la empresa dirigida por Alejandro Sux a la que está
ligado laboralmente.
Durante aquel año César Vallejo escribe unas dieciocho crónicas
publicadas casi todas en Mundial, salvo "La inmigración amarilla al Perú",
entre otras, que se publicó en L'Europe Nouvelle de Francia.
En este período hay un especial interés en todo lo relacionado con las
artes plásticas, la literatura y sobre cualquier otra disciplina o miscelánea,
hay un obsesivo y tangencial desglosamiento de los temas afines al amor, la
metafísica y, fundamentalmente, el teatro. En este sentido, argumenta: "Por
lo que respecta al teatro francés moderno, su valor es el de siempre:
mediocre". Y en cuanto a las manifestaciones de la plástica, agrega en
"España en la exposición internacional de París", con referencia al escultor
Joseph Decrefft: "la estética interpretativa ha muerto, dejando lugar a la
estética creadora". Y es en este mosaico donde hay una singularísima nota,
"Las fieras y las aves raras en París" (del 6 de noviembre de 1925), que
conlleva una expectativa de inclinaciones político-literarias y de
información cultural que más bien reproduce la calidad de un retablo de la
época. Una época en la que sobresalen figuras como Isadora Duncan, Ana
Pavlova, Conan Doyle, el Ku-KluxKlan, un congreso espiritista y, todavía,
una mención a Lenin y la literatura rusa. El texto, es verdad, recompone el
exotismo ambiental en una galería inesperada de reflexiones donde el
humor, el ácido humor, va descifrando un delicioso encuadre ilustrativo de
las personas, a base de observación, pesimismo y delicadeza poética. Eso
mismo que vuelve a repetirse, una y otra vez, en otros artículos no menos
importantes registrados para ese controvertido e inquietante período en la
existencia de Vallejo. De modo que en "El Salón de Otoño en París" (27 de
noviembre), hay una vuelta de tuerca en lo referente al pensamiento del
poeta en torno a la plástica, no exento de ironía al referirse, de paso, al
autor de El secreto profesional31. Una evaluación de la pintura moderna en
Picasso, Braque y Van Dongen, entre otros, pasando por el cubismo en
boga y las reminiscencias del impresionismo, así como los románticos que
condenaron en toda su extensión el arte pagano y las excentricidades del
renacimiento, claro está, como Delacroix y Corot. Y esa evaluación es
edificante cuando afirma que: "El ojo, más que el espíritu, gusta lo simple y
no lo intrincado. Caótico, o por lo menos complejo, es el arte que quiere
decir algo y significa algo, es decir, el arte hecho para el espíritu, mientras
que este otro arte hecho para la retina no aspira sino al placer fisiológico, o
lo que es igual, a la dicha subconsciente profunda, universal, permanente.
La retina y toda nuestra sensibilidad, en general, goza cuando está ante algo
que no padece de lo que podría llamarse pedantería de conciencia o
31
Jean Cocteau.
pedantería de símbolo, éste o el otro". En este aspecto el poeta se acerca a
Coleridge. Para concluir afirmando que la vanguardia se congratula con
Tabory, Foujita, Decrefft, De Gargallo, Brecheret y el artista mexicano
Bracho.
En definitiva, son del mismo tenor analítico y francamente variado ante
los temas, las notas que llevan por título: "La conquista de París por los
negros" (11 de diciembre); "El hombre moderno" (13 de diciembre); en la
que no oculta un particular goce instintivo hacia lo esencialmente literario.
O no se encuentra eso en uno de sus aforismos lanzados a la paisajística
moderna, cuando dice: "Hacedores de imágenes, devolved las palabras a
los hombres".
Todo lo demás es una visión nocturna, un espejismo sobre el que insistirá
después. De ahí las otras historias cuantitativas que darán la razón a
Antenor Orrego: "César Vallejo está destripando los muñecos de la
retórica".

LA BUSQUEDA IMPLACABLE

"Me viene, hay días, una gana ubérrima, política"


(De Poemas humanos, 6 de nov. de 1937)

Entre las idas y venidas de Vallejo de París a Madrid, las angustias


económicas no dejan por un instante de ser un elemento descontrolador en
su vida. Y en 1927 cambia de trabajo; aunque no deja en ningún momento
de colaborar en los periódicos acostumbrados. Es más, se produce el
abandono definitivo hacia los "Grands Journaux" y entra en estrecha
relación con un vespertino de Argentina en condiciones al parecer
deplorables. Eso se desprende de una carta dirigida a Pablo Abril de
Vivero: "He entrado a trabajar a La Razón de Buenos Aires, con un sueldo
de quinientos francos y con un trabajo enorme, de once a doce y de dos a
seis y media de la tarde. Soy aquí un poco secretario, portapliegos,
traductor, portero, etcétera. Como usted ve, he vuelto a caer en 'amanuense'
en la calidad económica de amanuense". Y entre otros pormenores el poeta
narra con lujo de detalles las circunstancias de aquella experiencia. Su
ánimo es taciturno y desconsolador. Pero no obstante eso, su fibra crítica,
de acuerdo a las notas de esa época, no baja su perfil ni desmerece la
calidad de sus hipérboles deductivas en el replanteamiento estético y
mucho menos en los parámetros éticos de su visión de las cosas y de la
naturaleza humana. De aquella misma carta, prosigue diciendo: "Salí de los
Grands Journaux y caigo ahora en esta otra cosa. Es irremediable. El que
nació para esto, no puede ser aquello. Estaba escrito. Mientras tanto, los
hay quienes son económicamente felices, con tanto o menos mérito vital
que yo. Tanto peor. Le aseguro, Pablo, que tengo a veces momentos de fe
en el 'reino que no es de este mundo' de Nuestro Señor. De otro modo, hay
que concluir en que no hay justicia en el universo".
Acaso una de las crónicas más bellas que Vallejo escribiera en esos días
(tanto por su valor poético como por su detenido espectáculo surreal al que
obstinadamente recurre), es el titulado "La Fiesta de las Novias en París",
con el que inicia sus publicaciones en Mundial del 1° de enero. El texto,
claro está, es decididamente prosa poética. Y la magia no deja de rondarle
como por encantamiento y resurrección de las penurias parisienses. Allí
vibra el esplendor dialéctico de las metáforas sin descuidar el encuadre
social y el anecdotario cotidiano del entorno urbano.
De aquel periplo que va de lo reflexivo a lo nostálgico, se cuenta una
variedad importante de temas relacionados con el cine (al que Vallejo rinde
admirable testimonio), a la plástica (donde alude a la muerte de Claude
Monet), a la ópera y la danza (con la muerte de Isadora Duncan) y en el
entreacto político y social, "El otro caso de Mr. Curwood", relacionado con
la ejecución de los anarquistas Sacco y Vanzetti. Hay, además, una
constante preocupación del poeta ante los temas específicos del arte y, en
particular, de la literatura en relación con las tendencias vanguardísticas. La
polémica de la literatura proletaria era un tema vigente y él lo trata en
varias crónicas ("Sobre el proletariado literario", "Ejecutoria del arte
socialista" y "Literatura proletaria", etcétera). Pero también se desliza en un
tema que linda con la psiquiatría, "La locura en el arte", polemiza en torno
de Maiakovsky, indaga sobre el teatro moderno y se detiene en una
semblanza de "La Nueva Poesía Norteamericana", así como entrevista al
poeta Tristán Tzara, creador del movimiento Dadá, rinde homenaje a
Baudelaire y, en suma, hace una constante indagación acerca del
surrealismo ("Autopsia del surrealismo", 1930) y entre otros textos
paralelos afines ("La Gioconda y Guillaume Apollinaire", 1927), donde
concluye diciendo: "De Mallarmé a Guillaume Apollinaire. Tal es la
cordelada en la poética francesa. El tiempo irá diciéndolo, más y más claro,
con su enorme vozarrón". Es ésta una referencia a un suceso en el que
Apollinaire es acusado de haber robado La Gioconda de Leonardo Da
Vinci, por su vinculación con el aventurero belga Géry Pieret. En esa
historia, éste huye, pero Apollinaire es detenido el 7 de septiembre de 1911
y puesto en celda en la Santé en París; aunque seis días más tarde su
abogado obtiene su libertad y al año siguiente se le concede el
sobreseimiento definitivo al comprobarse su total inocencia.
De modo que Vallejo, retomando aquel célebre suceso y dotándolo de un
ingrediente humorístico que, por lo insólito, revive el caso desde el punto
de vista del absurdo, juega con la imaginación hasta reconstruir la anécdota
y su relación con la vanguardia y su alcance en la poesía moderna. En este
aspecto, se burla de la misma historia judicial y reconoce en Apollinaire la
dignidad de su merecimiento intelectual en cuanto al mito: "Guillaume
Apollinaire fue, pues, el ladrón de Monna Lisa, el padre del superrealismo
y el primer que, antes que nadie, recolectó en los vastos cementerios de la
guerra, donde todos le mataron, las nuevas wagneritas del espíritu nuevo en
poesía. Por todos estos hechos inolvidables, desaparecido Apollinaire, se
empieza a admirar y a enaltecer su nombre, haciéndole justicia. Se empieza
a descubrir los ricos yacimientos de radio en grano lírico, ocultos en su
obra y en su vida. Un archipiélago de amor y desagravio surge en torno a su
recuerdo".
Antes de 1930, realiza dos viajes a Rusia de donde viene profundamente
impresionado; pero también aterrado ante la incomprensión del idioma y
esperanzado porque ha conseguido, al menos, la promesa de colaboraciones
para algunos periódicos soviéticos. Consecuentemente, muchos de aquellos
escritos se vertieron en Rusia en 1931 y otros en El arte y la Revolución
aparecido póstumamente.
En enero de 1930 el poeta interrumpe los envíos a Mundial y, en cambio,
los inicia en la revista Bolívar que dirige su amigo Pablo Abril de Vivero,
en un total de diez artículos.
Desde allí hasta su muerte, el autor de Los heraldos negros, asume una
posición cada vez más involucrada con la lucha española y el estudio del
marxismo. Escribe "Las grandes lecciones culturales de la Guerra Civil
Española" (1937) y culmina con una nota incompleta acerca de "La
responsabilidad del escritor", publicada, como ya se dijo, en la revista de
Neruda El Mono Azul, un año después de la desaparición del poeta.
No obstante estas deducciones, y del gran interés que el poeta peruano
manifestó por la política, él ya había tomado partido sobre la diferencia que
existe entre el poeta y el político, estableciendo sus personales
coordenadas: "El poeta es un hombre que opera en campos altísimos,
sintetizantes. Posee también naturaleza política, pero la posee en grado
supremo y no en actitudes de capitulero o de sectario. Las doctrinas
políticas del poeta son nubes, soles, lunas, movimientos vagos y
ecuménicos, encrucijadas insolubles, causas primeras y últimos fines. Y
son los otros, los políticos, quienes han de exponer e interpretar ese verbo
universal caótico, pleno de las más encontradas trayectorias, ante las
multitudes. Tal es la diferencia entre el poeta y el político".

MANUEL RUANO
LA OBRA DE VALLEJO VISTA POR JORGE BASADRE

Vallejo, por Picasso

En su primer libro poético, Los heraldos negros, hay huellas de Rubén


Darío, quizás de algunos simbolistas franceses que conoció por antología
de Diez Canedo y, sin duda, de Herrera y Reissig; pero, al mismo tiempo,
aparece un poeta completamente liberado, en plena posesión de sí mismo,
con temas y expresiones nacionales, regionales, populares o indígenas y, a
la vez, con un romanticismo esencial, o sea un sentimiento trascendente de
desolación mística, una angustia metafísica que expresa un dolor inmenso y
un hondo acento de solidaridad humana. Pero si Los heraldos negros fue la
pugna entre una estética que venía del pasado y otra que otea el futuro,
Trilce (aunque quizás tiene algún reflejo de las innovaciones formales
aportadas por el ultraísmo) es una violenta ruptura con toda imitación o
influencia literaria, una liberación audaz de los cauces usuales del metro y
de la rima, a la vez que de la sintaxis y de la lógica aparente. De la "pureza
poética" de Trilce a través de su descoyuntado idioma, de su armazón
esquelética ha hablado José Bergamín y José María Valverde ha dicho que
en el lenguaje de Vallejo las palabras se encuentran en un estado que bien
podríamos llamar radiactivo, disparándose y saltando de su lugar de
clasificación a otros, salidas de sus casillas, con una fuerza de sugestión
fantástica y emotiva. Vallejo exhuma palabras antiguas (con lo que
evidencia su conocimiento de algunos clásicos del idioma) o inventa otras
nuevas o utiliza, de un lado, términos científicos o técnicos y, de otro;
expresiones populares y de la vida cotidiana. Pero para él el atuendo verbal
no importa. Trata de reducir el lenguaje a lo indispensable para alcanzar un
meollo o entraña esencial. Su estilo, brotado del candor y la iracundia, tiene
un sentido genésico para las palabras que usa. Pero debajo de todo ello
balbucea una vital emoción humana, se arremolinan recuerdos e imágenes
subconscientes, aparecen las huellas de estupendos fracasos, refléjanse
experiencias de pobreza, prisión y soledad en una vida que no tiene sentido,
donde priman el dolor y la angustia que sumen a los hombres en triste
orfandad, un mundo hostil cuyo alquiler todos quieren cobrar, unidos al
dulce recuerdo de la infancia y del hogar arrebatados por el tiempo y a una
solidaridad esencial con los que sufren y con los que son oprimidos.
Muchos poemas son autobiográficos; pero estos motivos son una causal
para descender a las entrañas más profundas del ser.

Hombre de su tiempo, Vallejo se apasionó por las cuestiones sociales a


partir de 1928 y él, tan personal y casi anárquico (sedicioso nato, insurrecto
total lo llama Juan Larrea) militó en la organización revolucionaria. En
artículos y crónicas y también en libros como El tungsteno y Rusia 1931
(donde aparece inferior a sí mismo) quedó constancia pública de la fe y la
doctrina del autor de Trilce. "A diferencia de otros minuciosos, voraces
aprovechadores, Vallejo (ha escrito Guillermo de Torre) en cuanto poeta,
en cuanto hombre de letras, nunca se apoyó en ninguna plataforma
extraliteraria, política; su único sostén estuvo en sí mismo. Si fue a Rusia
en dos ocasiones, lo hizo a sus expensas; el libro-reportaje que escribió,
más allá de una simpatía apriorística, no rebasa los límites de la
objetividad. Cierta arisquez temperamental, cierto libertarismo ingénito lo
hicieron inmune probablemente a todo enrolamiento sectario".

La guerra española precipitó en él una eclosión poética de pureza,


intensidad y hondura metafísicas y visionarias dentro de su aparente
incoherencia entrecortada en la cual se reafirmó su condición de auténtico
poseso que (según las palabras de Juan Larrea) "lúcidamente y sin reflexión
alguna, trata por todos los medios de extraerse de sí, de alienarse
apelando al absurdo".

El romanticismo inició la controversia acerca de las formas


tradicionales y convencionales del lenguaje al bregar en principio contra la
falsificación de la experiencia por la forma; y esa lucha prosiguió al punto
de que la historia literaria a lo largo de los siglos XIX y XX ha sido, en
cierta forma, la historia de la renovación del lenguaje mismo. Pero al
avanzar el siglo XX, coincidiendo con las postrimerías de la Primera
Guerra Mundial, se intensificó en todas las artes la protesta contra los
medios convencionales de expresarse, la ruptura con la tradición estética, la
resistencia contra las tentaciones de las formas ya hechas y de los clichés
quizás convenientes pero gastados y no valiosos. Ha sido un tremendo
esfuerzo por la expresión directa, la pura y virginal inspiración
enfrentándose a la coagulación, la consolidación la externalización, la
institucionalización de lo vivido.

Vallejo, sin desmedro de su originalidad, toma parte en ese épico


combate. Pero lo hace a solas, con el aporte de su dolor inmenso, con el de
su genio y el de su sentido humano. Su obra en conjunto, como expresara
Antenor Orrego proféticamente en el prólogo de Trilce, “retrae hacia su
origen la esencia del ser”. Su voz suele dar la impresión de un abismo.
Coloca a los hombres frente a su propio drama y las nuevas generaciones
encuentran allí un desasosiego, unas contradicciones, un malestar síquico
que son como los de ellos y los del mundo y de la época en que viven. Con
Vallejo se inicia en América un nuevo proceso cultural, un proceso de
alcance y sentido universales.

(“Historia de la República del Perú”).


GEORGETTE, LA VIUDA DE CÉSAR VALLEJO

Por Beltrán Gambier / 2005.

La autobiografía puede ser un modo de defensa. Es el caso de


Georgette de Vallejo quien hace más de veinte años escribió un hoy
desconocido libro de corte autobiográfico titulado “Allá ellos, allá ellos,
allá ellos!” (Lima, 1978), en el que procuró refutar a algunos amigos y
críticos literarios de César Vallejo que la criticaron severamente. Pude
constatar en Lima que la personalidad y estilo de Georgette tiene dividida
la opinión en los ambientes culturales. Son muy pocos los que la quieren.

Según lo cuenta Georgette Philippart, ella ya conocía de vista a César


Vallejo cuando en febrero de 1927, a las seis de la tarde, éste se le acercó y,
quitándose el sombrero, la invitó a un encuentro en Le Carillon, un café de
la Avenida de la Opera donde Vallejo solía tomar el desayuno y leer los
periódicos. La escena tuvo lugar en la calle Montpensier que bordea el
jardín del Palais Royal cerca del Hotel Richelieu, donde Vallejo vivía con
Henriette Maisse. Muy cerca, en la calle Molière, Georgette vivía con su
madre.

Pese a que Georgette y Vallejo se encontraron varias veces en 1927 y


Henriette llegó a increpar a Georgette por ello, solo estuvieron juntos a
partir de 1929 y hasta la muerte del poeta. Se casaron en París por civil,
casi en secreto, el 11 de octubre de 1934. Fueron testigos Ismael González
de la Serna -pintor granadino amigo de Federico García Lorca- y su mujer,
Susanne Putois.

Eran tiempos durísimos para los escritores y artistas. La vocación y el


talento no alcanzaban para vivir. Y si París era una fiesta, ellos no estaban
invitados. Y a la bohemia había que sumarle el idealismo y la militancia en
el Partido Comunista. Al hablar de la relación de los escritores con el
poder, dice Octavio Paz que éstos tuvieron: “...una larga pasión desdichada
por la política...La Revolución ha sido la gran Diosa, la Amada eterna y la
gran Puta de poetas y novelistas. La política...envenenó los insomnios de
César Vallejo...” (“Obras Completas”, Tomo 8, pag. 546).

“Georgette Philippart es la mujer más linda de este encuentro” dijo


Octavio Paz, “es insoportable para todos” confesó Pablo Neruda. Fue con
ocasión del itinerante II Congreso Internacional de Escritores para la
Defensa de la Cultura -o Congreso de Escritores Antifascistas- de 1937.
“España bajo las bombas” titula Alejo Carpentier su crónica del encuentro.
Doscientos escritores que desafiaron a los bombardeos y dieron apoyo a la
República en medio de la Guerra Civil Española: Vicente Huidobro, Raúl
González Tuñon, Tristán Tzara, Waldo Frank, Ernest Hemingway, Ilya
Ehremburg, André Malraux, Rafael Alberti, María Teresa León, Corpus
Barga, Nicolás Guillén, Pablo Neruda con Delia del Carril y tantos otros.

En 1930 Vallejo fue expulsado de Francia por razones políticas y


aprovecha ese pretexto para viajar con Georgette a Madrid donde se
vincula con escritores y poetas y desarrolla una intensa militancia en el
Partido Comunista. Quizás eso fue lo que tiñó su estilo de matrimonio de
cierto antihedonismo. Entre ellos había un tácito acuerdo: no se
pronunciaba nunca la palabra felicidad, personal o conyugal; vivían por y
para la revolución mundial. “En aquel cuarto/donde no había más que
nosotros/nosotros y solo dos/contra tantos/pesaba un silencio más
fuerte/que todo el ruido del mundo/y de los malos”, escribe Georgette en su
libro “Máscara de cal”(Lima, 1979). “Vallejo, que, en tanto revolucionario
militante, se niega el derecho a tener hijos, es responsable de sus angustias,
y éstas no son menores para su mujer”, dijo Georgette.

César Vallejo tenía la obsesión de morir en jueves, pero murió en la


mañana de un viernes, Santo, el 15 de abril de 1938. Junto a él estaban
Georgette, Juan Larrea y Cuto Oyarzun. “Me moriré en París con aguacero,
/un día del cual tengo ya el recuerdo...” (“Poemas Humanos”, París, 1939).
Pero era una mañana extraordinariamente soleada aquella del entierro en el
cementerio de Mont Rouge y allí lo despidieron, entre otros, Louis Aragon,
Tristán Tzara, Antonio Ruiz Villaplana y Gonzalo More. “...Uno de los
defensores más abnegados de la cultura mundial”, dijo el primero.

Georgette se quedó sola y pobre en la vida, su madre ya había muerto


para ese entonces y lo que heredó se lo gastó con Vallejo en el viaje a Rusia
de 1929. Como había sido educada con la idea de que no había que pedir
ayuda a nadie se arregló como pudo con un telar con el que hacía
alfombras.

Muchos años después, en 1951, decide conocer el Perú. Viajando en


un camarote de tercera del vapor “Reina del Pacífico” llega al puerto del
Callao el domingo 6 de mayo. Y en 1952 llegó hasta Santiago de Chuco,
tierra natal del poeta, de la mano de un sobrino, Oswaldo D. Vázquez
Vallejo. El gobierno del Perú le concedió una pensión y Georgette se quedó
a vivir en Lima. El ilustre historiador Raúl Porras Barrenechea fue su
protector mientras pudo. Pero más tarde su pensión fue reducida a una
suma irrisoria y su enojo fue tal que llegó a destruir algunos recuerdos del
poeta.

Todos coinciden en que Georgette tenía un pésimo carácter y no era


generosa en el terreno del afecto. El propio Vallejo -que no la menciona en
su obra literaria- dice que era egoísta, aunque se debatía en una dialéctica
egoísmo-altruismo. Lo cierto es que poco a poco se fue enemistando con
los amigos del poeta. Algunos no compartían su modo de administrar la
memoria del difunto. La más dura y desagradable lucha la mantuvo con
Juan Larrea de quien llegó a decir “deploro tener que reconocer que
Vallejo… ha merecido como biógrafo a este siniestro fugitivo de la guerra
civil de su propio país, necrófago del ‘cadáver’ de Vallejo”. En su libro
“Vallejo” (Buenos Aires, 1958), Xavier Abril, amigo íntimo del poeta, no
menciona a Georgette ni una sola vez. Una mujer dura, me dice Francisco
Vallejo Ciudad, ahijado del poeta. Podría decirse que fue la contrafigura de
Delia del Carril que si parece haber sido una mujer encantadora.

A Georgette le quedó un solo amigo que resistió con estoicidad


vallejiana los malhumores de la viuda, el pintor Fernando de Szyszlo, quien
hoy la recuerda con sentido afecto: “Con un dinero que pudo juntar,
Georgette consiguió que los restos de Vallejo fueran trasladados al
cementerio de Montparnasse. Ella escribió el epitafio ‘He nevado tanto
para que duermas”. Diez años antes de morir, Vallejo estuvo a metros del
lugar donde definitivamente descansarían sus restos. Fue con motivo de un
homenaje a Charles Baudelaire. El Extranjero, La invitación al viaje, La
danza macabra y La muerte de los amantes, se dijeron en un clima de
emoción cautivante, conmovedora, dice en Vallejo en su crónica.

Georgette terminó sus días en la Maison de Santé, una clínica de la


Sociedad Francesa de Beneficencia que le prestó atención gratuita a la
viuda del gran poeta hasta su muerte. Allí solía recibir la visita del
Embajador de Francia, Paul Henri Gaschignard, quien me contó desde
París su dura experiencia con esta señora. Es estremecedor el testimonio
del Dr. Felizardo Osorio Valverde, Director de la clínica, quien atendió a
Georgette en sus últimos días.

En la cálida madrugada del 4 de diciembre de 1984 Georgette murió.


Tenía setenta y seis años. Fue enterrada en el cementerio de la Planicie de
Lima. Quizás nadie se ocupe de cumplir su deseo de que sus restos
descansaran junto a los de quien casi sesenta años antes, en una apacible
tarde parisina, le creara la ilusión de que la vida era algo mejor que un
amargo tránsito.

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