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ELOGUENGIA SAGTADA TRATADO TEORICO-PRACTICO POR EL LIGENCIALO DON MIGUEL YUS RECTOR Y CATEDRATICO DE SAGRADA TEOLOGIA EN EL SEMINARIO DE SAN GAUDIOSO DE TARAZONA CON APROBACION DEL ORDINARIO + 4Volusnas aon solum intelligenter, verum etiam Ubenter audirt, (8. Avousr.: De doct. ehrist., Hd. IV, nim. 56.; SEGUNDA EDICION MADRID LIBRER{A CATOLICA DE GREGORIO DEL AMO Calle de la Paz, nim. 6, 1894 NOS EL DOCTOR DON JOSH MARIA DE GOS, POR LA GRACIA DE Dros ¥ DE LA Santa SEDE AposTorica Arzosisro-OxisPo Ds Maprip-ALcatd, CABALLERO Gran Cruz DE LA Rea ORDEN DE IsABeL LA CaTouica, SENA- DOR DEL REINO, ETC. , ETC. JAceMos saBER: Que por el presente y por lo que 4 Nés corresponde, concede- mos licencia para que pueda reimprimir- se y publicarse en esta nuestra Didcesis la obra titulada Elocuencia sagrada: Tra- tado tedrico prdctico, escrita por el Pres- bitero D. Miguel Yus, Rector del Semina- rio de Tudela; mediante que de nuestra orden ‘ha sido leida y examinada, y, se- -gin la censura, nada contiene que sea contrario al dogma catélico y sana mo- ral. = En testimonio de lo cual, expedi- mos el presente, rubricado de nuestra mano, sellado con el-mayor de nuestras armas.y refrendado por nuestro Secreta- rio de Camara y Gobierno en Madrid'a 9 de Diciembre de 1893. Sort Marta, AcrzotibarObispo de Madrid-Alcala, We mandado de S. E. I. el Arzobispo-Obispo mi Sefior, Dr. Julian de Diego Gulcolea, Archidiacono-Secretario, PROLOGO Todo libro tiene una doble historia: la una precede, la otra sigue 4 su aparicién. Al autor toca sdlo escribir Ja primera para satisfacer la exigencia del piblico, que le impone el deber de revelarla, de manifestar las circunstancias que provocaron sus investigaciones y los moti- vos principales que le impulsaron 4 publicar su trabajo. He aqui lo que vamos 4 decir al lector, esperando tranquilos entre tanto el juicio que de nuestro trabajo se haga. Este libro debe su origen 4 unos apuntes formados para uso de nuestros discipulos, que carecian de autor de texto; su publicacién obe- dece al’ deseo de evitarles la molestia’ de escri- bir y de ofrecerles una obra que, 4 la vez que reuniese lo mejor-y lo mas ttil:de lo que'se halla esparcidy en muchas de este género, los Ievase como de -la mano, desde Ios primerog. elementos del arte, hasta el conocimiento.mds completo.de la Elocuencia Sagrada. * Antes de comenzar nuestra tarea, ‘hemos consultado las mejores obras de esta elase; y ne limitandonos 4 tomar de ellas las idéas‘que hia~ 6 cian 4 nuestro intento, hemos trasladado con frecuencia 4 nuestras paginas sus propias pala- bras, toda vez que no aspiramos 4 pasar por originales, sino, cuando mas, al modesto titulo de traductores unas veces, de anotadores otras, y de compiladores las mds de ellas. . Esto no obstante, hemos respetado la auto- ridad hasta el punto que la sana critica lo exi- ge. Sin ser ciegos partidarios de ninguno, he- mos aprovechado las instrucciones de todos; y si alguna vez nos separamos de respetables opi- niones, no lo hacemos sin mostrar los funda- mentos en que descansan las nuestras. Hacemos estas ingenuas declaraciones para quitar desde la primera pagina 4 nuestra obra el cardcter de pretenciosa que pudiera tener, manifestando, 6 mejor todavia, confesando que sin la ayuda de otros trabajos reputadisimos y sin el aliento del consejo, no hubiéramos osado de- cidir sobre algunos puntos importantes. Poco nuevo, pues, se hallara en este tratado, exami- nadas y discutidas ya de tantos siglos las reglas de ta elocuencia; muy poco que de una manera 4 otra no haya sido dicho alguna vez por escri- tores ilustres; pero en libros de esta clase, no tanto es de apetecer la novedad en el fondo y en la esencia, cuanto en el método y en la forma. . Persuadidos de que la buena division de las materias facilita el estudio, economizando 4 la vez tiempo y trabajo, después de principiar nuestro tratado con algunas nociones generales y una resefia de la historia de la elocuencia, hemos dividido la obra en tres partes: la pri- mera contiene las reglas generales de la elo- cuencia distribuida en tres libros, que compren- 7 den los elementos, formas y cualidades de la elocucién en general; la segunda trata de las reglas particulares en otros tres libros que abra- zan todo lo relativo 4 la énvencién, disposicién y elocucién oratoria, 4 la que va unida la accion, memoria é improvisacién; la tercera parte, en fin, se ocupa de las varias especies de la elo- cuencia sagrada en otros tres libros como los anteriores y llevan los titulos de género didas- calico, panegirico y exhortativo, abrazando en ellos, ademas de todas las especies de discursos sagrados, un modelo en forma de-sinopsis para eada uno. . Hemos procurado presentar con riguroso método y notable claridad los preceptos de la retérica, confirmandolos, con los més bellos pa-. sajes que hemos podido entresacar de la Sagra- da Escritura, de los Santos Padres y de los es- escritores eclesidsticos, atendiendo 4 que los lugares citados presentasen rasgos de buen gus- to y envolviesen algvin pensamiento util, para formar al mismo tiempo el coraz6n y el espiritu de los jovenes. Sin las numerosas autoridades que se insertan, hubiéramos podido reducir notablemente nuestro trabajo; pero siempre creimos que los ejemplos, oportunamente trai- dos y juiciosamente analizados, proporcionan més eficaz ensefianza por las mas luminosas explicaciones. : am Con este mismo objeto hemos intercalado en el texto algunos cuadros analiticos, que forman reunidos la sinopsis de toda la obra, y sirven al propio tiempo para fijar la atencién del lector y ayudar su memoria. Todas nuestras aspiraciones, en fin, se han dirigido 4 escribir un Tratado, donde la juven- 8 tud estudiosa de nuestros Seminarios encontrase una buena parte, 4 lo menos, de lo que necesita saber'para eso efiar dignamente el alto mi- nisterio de la predicacién. Si no hemos logrado nuestro deseo, nos queda la esperanza de ser Juzgados con benignidad; pues todos saben que «es dificil, como dijo San Jeronimo, leer mucho, y més dificil atin elegir con acierto» (1). Micugt Yus. Tarazona 12 de Abril de 1879. (1) Prélogo del Comentario de San Mateo. ELOCUENCIA SAGRADA TRATADO TEORICO-PRACTICO NOCIONES GENERALES I Idea de la elocuencia. «La Elocuencia, dice Labruyére, es un don del alma, por medio del cual nos hacemos duefios del corazén y del espiritu de los demas.» Para Blair es el arte de hablar de manera que se consiga el fin para que se habla». A pesar de la diferencia que se advierte en estas y otras definiciones que se dan de la Elocuencia, donde unos la consideran como facultad y otros como arte bastaré una‘ligera meditacién, para que desde luego se comprenda que esa divergencia ‘no esté tanto en el fondo como en la forma. «La Elocuencia y el arte de la ’ Elocuencia, ha dicho un escritor profundo (1), son una sola cosa, que se nos ofrece bajo distintos aspectos; la palabra arte, que precede 4 la voz elocuencia, no es mas que un término que expresa la elocuencia de una ma- nera determinada, esto es, dirigida en su desarrollo por los principios de la sana razéu.» Por esto dijo San Agustin: «Elocuentia vero facultas dicendi est, con- ~ (1) D, Manuel Martinez y Sanz: Lecciones de Oratoria Sagrada. 10 gruenter explicans quae sentimus >» ; definicién completa y acertada de la elocuencia, toda vez que es suficiente _ para darnos 4 entender el doble significado de esta palabra. . . La elocuencia, pues, al mismo tiempo que es una facultad natural, es también un arte, cuyas reglas no han sido dictadas por el capricho, sino que se fundan en ja naturaleza, la cual las sugiere muchas veces en la practica, cuando esta excitada la pasién. Todo hom- bre, colocado en una situacién extrema, suele ser elo- cuente, aunque no tenga idea alguna del arte de la elocuencia, El arte no hace sino seguir las huellas que la naturaleza trazé & los hombres , ascendiendo de casos particulares & principios generales. Poco importa averiguar quién fué el primero que cumplié las reglas de la elocuencia; lo cierto es que los hombres refiexivos, impresionados vivamente por los efectos de la elocuencia natural, se dedicaron 4 buscar en la mente y en el) corazdn humano la razdn secreta del poder de los oradores ; se observé lo que contribuia y lo que perjudicaba al buen éxito; se descubrieron las causas de la eficacia de la palabra en unos, y las razo- nes de su nulidad en otros; se indicd lo que se debia observar y lo que habia que omitir, y se propusieron como modelo los que mejor habian logrado deleitar y persuadir. De manera que las reglas existen: indepen- dientemente de los que las siguen y de los que las han formulado. Sin que nos sea dado elevarnos 4 las verdaderas regiones de la literatura, cumplenos rectificar aqui el vulgar error de confundir la Retérica con la Oratoria y ésta con la Elocuencia, Retérica es el «arte de bien decir»; Oratoria es «la que ensefia 4 componer buenos discursos con sujecidn 4 los preceptos de la Retérica»; Elocuencia es el «arte de persuadir la verdad para hacer 4 los hombres mejores». La diferencia entre 11 estas palabras es notable: pues dice mas la Oratoria que la Retérica, y la Elocuencia tiene una esfera mas dilatada que la Oratoria (1). Asi, no todo retérico es orador;. no todo retérico es hombre elocuente, pero el orador se supone retérico, y siendo buen orador ha de brillar por la Elocuencia. El retérico ensefia las re- glas del arte; el orador, instru{do en los preceptos de la Retérica, puede hablar de un modo adecuado 4 la ensefianza y 4 la persuasién; el elocuente enseiia, de- leita, mueve y persuade. En fin, la Retdrica es la teo- ria de la Oratoria y de la Elocuencia. Sin embargo, 4 pesar de la diferencia que existe entre estas tres artes, como se hallan tan relacionadas y se encaminan & un mismo fin, autorizados por la costumbre, usa- remos indistintamente uno U otro nombre en este tratado. . El jin de la Elocuencia es convencer y persuadir. Para convencer 4 uno es necesario hablar 4 su enten- dimiento, presentandole con claridad las verdades que. se trata de inculcarle, confirméndolas con razones po- derosas, con pruebas sdlidas y concluyentes. Es tam- bién un poderosisimo recurso para convencer, deleitar el Animo de los oyentes con las galas de la diccién, con la gracia del estilo y 1a novedad de las palabras. Para persuadir es preciso hablar 4 la imaginacién, ha- ciendo una viva y enérgica pintura de los objetos, po- ner en movimiento las pasiones y tocar los varios re- sortes del corazén ; pues una vez herido, los sentimien- tos que de él broten pondran en conmocidn (2) el alma, y la voluntad no podré menos de obrar. Persuadir es (1) , La Blocuencia no se limita & la palabra: son elocuentesel gesto, el semblante, las miradas, las légrimas, etc. Puede haber elocuencia en las obras de la pintura, de la escultura y de la musica; es elocuente el ejem- plo, es elocuente el silencio. (2) No entendemos por conmocién el movil que, seduciendo la sensibi- lidad, consigue él fin que se propone él que habla. * 12. triunfar ; la persuasién es el gran triunfo de la Elocuen- cia; mas la persuasién que no vaya cimentada en la conviccién, no puede ser duradera. La conviccidn y la persuasién sirven de fundamento 4 las acciones hu- ‘ manas. De lo dicho se desprende que la Elocuencia se pro- pone convencer y persuadir deleitando. Asi, San Agus- tin (1), tomando 4 la letra las deficiniones y preceptos de los retéricos, declaré que el fin de la Elocuencia era «ut veritas pateat, veritas placeat, veritas moyeat». Los varios asuntos sobre que versa la Elocuencia se dividen cominmente en cinco géneros. E] oratorio, el histérico, el novelesco, el diddctico y el epistolar. El 1.°, tiene por objeto convencer y persuadir; el 2.°, narrar los sucesos verdaderos; el 3.°, referir sucesos ficticios; el 4.°, instruir en las artes y en Jas ciencias, y el 5.°, da reglas para comunicar por escrito con las personas ausentes. Nosotros sédlo nos ocuparemos del género oratorio. A este género corresponden los discursos 6 razona- mientos pronunciados de viva voz delante de un audito- torio mas 6 menos numeroso. Los antiguos dividieron los discursos publicos en tres géneros, que llamaron demostrativo, deliberative y judicial. El fin del prime- ro era Ja alabanza 6 el vituperio, 6 inclufan en él los panegiricos, inventivas, las oraciones gratulatorias y las fiimebres:-el fin del segundo era persuadir 6 disua- dir, y en él comprendian los asuntos de interés gene- ral ventilados en las asambleas, publicas: la acusacién 6 defensa era el fin del tercero y abrazaba los asuntos pertenecientes al foro. La clasificacién de los modernos, mas clara y mas conforme 4 nuestras costumbres, es ta siguiente: ora- toria sagrada, oratoria politica y oratoria forense, se- (1) De Doctrina Cristiana, lib. iv, nim. 61. 13 gun que es el pulpito , la tribuna 6 el foro, el teatro del orador; 6 segiin que éste’se propone instruir y mejo- rar al pueblo, ventilar asuntos de interés mas 6 menos general 6 defender los sacrosantos fueros de la justicia. Acerca de la importancia de la Elocuencia, sdlo adelantaremos aqui, que entre todas las artes es la que mayor influencia ejerce sobre el corazén humano. Conmueve, excita 6 reprime las pasiones, seguin con- viene 4 sus particulares thiras; y manejando las volun- tades 4 su arbitrio, triunfa de la indecisién, vence la -Yesistencia, afiade estimulos 4 la virtud, y de los mas helados pechos hace brotar el pecho del entusiasmo. La elocuente voz de un solo hombre, ha bastado en oca~ siones 4 salvar 4 todo un pueblo. jOjalé que el hombre, comprendiendo sus deberes, no abusara nunca de este arte divino y lo empleara.s6lo para escudar al inocente, confundir al culpable, incitar 4 las acciones heroicas, despertar los sentimientos generosos, difundir, en fin, las luces de una filosofia sana y reparadora, compazie- ra inseparable de la virtud, sin la cual no hay bienes- tar posible! Il Elocuencia sagrada, La Elocuencia sagrada, objeto de nuestro tratado, es el arte que se ocupa de la palabra de Dios predicada 4: los hombres para que alcancen la salvacién ‘eterna; 6, como dice Audizio, «es la facultad de convencer y persuadir con la sabiduria y edificacién dé Ja palabra divina (1)». La Elocuencia sagrada tiene mucho de peculiar que la distingue notablemente de la elocuencia profana. (1) Compendio delle Lizioni di Elocuenza Sacra. 14 Ambas emplean el misterioso don del lenguaje; pero desde que Jesucristo dijo 4 los Apdstoles: «Id 4 ensefar 4 todas las gentes... (1)», convirtid el milagro de la pa- labra, como le llama San Agustin, en otro mayor mila- gro; pues, sin dejar de ser el vinculo misterioso de la so- ciedad humana, comenzd 4 ser el instrumento de la pa- labra divina, viniendo 4 transformarse la elocuencia en un himno sagrado del hombre 4 su Criador. Hay en la predicacién mucho que es divino y algo que es humano. La misién, la doctrina y lo3 auxilios para el que predica y para los que oyen, son cosas di- vinas; el predicador y el oir la predicacién, son cosas humanas. Cuanto aqui hay de divino es invariable y eficaz, respetable siempre é incensurable, bajo cuyo concepto la predicacién en todos los tiempos y en todos los pueblos, ha sido una misma cosa. No, sucede lo mis- mo respecto 4 aquello que en la predicacién hay de hu- mano; esto varia segun cambian los tiempos 6 sun dis- tintas las dotes personales del orador. : El ministerio de la predicacién es un ministerio au- gusto, aun en 16 que tiene de humano. «En todas par- tes, dice La Harpe, es el orador un hombre que habla 4 los demés hombres; pero en la cétedra es un ser de otra especie, elevado entre el cielo y la tierra, un me- diador que Dios coloca entre El y sus criaturas; porque, superior & las consideraciones mundanas, anuncia los oraculos de la eternidad y hasta el lugar en que habla y en el que se le escucha, confunde y hace desaparecer todas las grandezas, para que sdlo aparezca la suya... todo cuanto le rodea da mds autoridad & su palabra, pues su voz resuena en un recinto sagrado y en medio del recogimiento y silencio universal. Si cita 4 Dios, presente lo tiene sobre el altar, y si anuncia lo perece- dera que es la vida, detras de él esta la muerte, pata (1) San Mateo, cap, xiv, v. 19, 15 . justificarlo y demostrar a los oyentes que estan sentados * sobre sus tumbas. » Nada de esto reune la elocuencia profana; ésta debe su poder al talento, 4 las cualidades, al arte del hombre; aquélla lo debe principalmente al espiritu, 4 la gracia de Dios. Obtener el perdén de un acusado, ganar un pleito, hacer pasar una ley, una medida puramente po- litica, hacer que todo un pueblo abrace el partido de una paz humillante 6 de una guerra ruinosa, son triun- os que puede obtenerlos el orador politico 6 civil con s6lo los resortes de la retérica. Pero elevar al hombre hasta los sentimientos que rehusa la naturaleza corrom- pida, persuadirle 4 renunciar 4 sus vicios, 4 sus pasio- nes, 4 é] mismo; hacer del pecador un santo es un éxito que no puede ebtenerse por un hombre con sus solos recursos y sus solos esfuerzos. E] mas grande orador no puede conseguirlo, y si lo consigue, aunque parece ser el hombre, es Dios quien ha operado el prodigio. «Ne- que qui plantat est aliquid neque qui rigat, sed qui in- crementum dat Deus (1). » : No encomiamos en este sitio la eficacia de la gracia para desalentar & los que nos lean, no, si de esto hace- mos mérito; es para que no se fie demasiado en lo co- rrecto de la frase y en el brillo de las palabras, aunque muchas veces podré ser esto mismo el instrumento de que Dios se vale para conceder sus dones. TIL Facultades que exige la Elocuencia. El cultivo de la elocuencia exige ciertas disposicio- nes naturales (2}, que todos tenemos en un grado mas (1) A los Corintios, 1.*, cap. u1, ¥. 7. (2) II Cualidades esenciales de los pensamientos. Las cualidades del pensamiento se dividen en esen- ciales y accidentales; las esenciales son: verdad, exac- titud y claridad (3). (1) Poem., lib. vin. (2) Arte Podtica, {8) Todos los pensamientos deben tener estas cualidades, y por eso se Maman esenciales, 51 Verdad de los pensamientos.-Son serdaderos los pensamientos, cuando representan el objeto tal como es: en el caso contrario son falsos. «La justicia es la reina de las virtudes»; este es un pensamiento verda- dero. «Los buenos Arboles dan fruto desde que nacen»; he aqui un pensamiento falso. La verdad de los pensamientos puede ser absoluta y relativa. La absoluta consiste en 1a conformidad con la naturaleza de las cosas, segiin existen 6 han existido, como este hecho: «Julio César fué asesinado por Bruto y Casio,» La relativa consiste en esa misma conformi- dad con las cosas, cual se les supone que son 6 fueron. Esta no se diferencia de la verosimil (1). «Eneas fué causa de la muerte de Dido»; aqui hay verdad relativa, admitidas las suposiciones hechas por Virgilio. En las obras destinadas 4 instruir, es indispensable la verdad absoluta; en las de recreo suele bastar la rela- _ tiva; en las jocosas & veces se toleran los pensamientos falsos. . Ezactitud de los pensamientos.—Se dice que un pen- samiento es exacto, cuando conviene perfectamente 4 su objeto, bajo cualquier punto de vista que se le con- sidere. Es Ja verdad en su mas alto grado. El P. Es- tella presenta un pensamiento exacto en estas palabras: «Delante del enemigo miras como hablas, porque sabes que en errando ha de murmurar: miras como vives, porque en haciendo el mal lo ha de publicar.» Claridad de los pensamientos.—El pensamiento es claro, cuando la mente lo concibe sin esfuerzo, como éste: «La paz interior es una consecuencia de la virtud.» Cuando hay necesidad de pararse 4 meditar para per- cibir su sentido, se llama profundo, asi: «La sensualidad y la avaricia destrozan el corazén por caminos diferen- tes.» Cuando, aun después de meditar, no se descubre (1) De las palabras latinas verus, verdadero, y similis, parecido, 52 facilmente el sentido, es odscuro; sila obscuridad pro- viene dela asosiacién de ideas que debian estar sepa- radas, el pensamiento se dice con uso: si no pueden des- enmarafiarse las ideas sino 4 costa de grandes esfuer- zo8, se llama embrollado, y si ta confusidn llega & ser tanta que hay que adivinar lo que el autor quiso decir, entonces recibe el nombre de enigmdtico. TL Cualidades accidentales 6 especiales del pensamiento. Las cualidades accidentales del pensamiento son: sencilles, naturalidad, agudeza, finura, gracia, nove- dad, solidez, valentia, energia, sublimidad y oportu- nidad (1). Sencilles de los pensamientos: —Consiste en presen- tar 4 la mente objetos que no tienen nada de elevacién ni de bajeza. La sencillez es una de las mas preciadas virtudes de la expresién, por lo cual se ha repetido con acierto por los mas doctos preceptistas, que Ja noble sen- cilles sélo es sublime. Como ejemplo de pensamiento sencillo puede servir el siguiente: «La muerte 4 nadie perdona.» Para real- zarle y hacerle nuevo de algin modo, es menester pa- rafrasearle como lo han hecho algunos. Malherva lo presenta de este modo: «La muerte igualmente destruye - los palacios de los reyes que las cabaiias de los pas- tores.» _ Naturalidad.—Consiste en que no sean hijos del es- fuerzo, sino nacidos del fondo mismo del asunto , guar- dando con él la debida proporcién: en el caso cgntrario, Ql) Estas cuslidades se Yaman accidentales 6 especiales, porque slo convienen 4 ciertos pensamientos, segun e) objeto que representan. 53 son violentos, forzados y rebuscados. Cuando José se dié & conocer 4 sus hermanos, sélo dijo estas palabras sacadas de la misma naturaleza: « Yo soy José. gVive atin mi padre (1)? Si los pensamientos brotan tan es- pontaneamente del asunto, que parece le salen al paso al escritor sin esfuerzo alguno, se llaman odvios y fa- ciles. : Agudera.—Se dice que un pensamiento es agudo6 ingenioso cuando no se presenta mas que bajo un pun- to de vista, dejando al espiritu el placer de descubrir lo_ demas. Al referir San Gregorio Magno el hecho del Evangelio, en que se dice que la Magdalena mirdé dos veces al sepulero del Seiior, pregunta: «gPor qué mira nuevamente? Y responde: porque al que ama, no le basta haber mirado una sola vez.» Este pensamiento, si bien muy natural, por Jo que todos observamos, es _al mismo tiempo muy ingenioso. Finura y delicadeza.—Se dice fino y delicado el pensamiento cuando se presenta como encubierto con un ligero velo, dejando 4 los oyentes el mérito de adi- vinarlo, 6 cuando no se manifiesta todo cuanto se quiere decir. Como en este ejemplo: Diciendo Jestis 4 la Cananea que no era bueno dar el pan de los hijos 4 los extrafios, ella le respondid: «Asi es, Sefior, mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus Sefiores (2).» Cuando con esfuerzo se pretende ser ingenioso, se degenera en suéil, y si se extrema la su- ‘tileza tanto, que no se descubre la relacién que hay entre las ideas de que consta e] pensamiento, se llama alambicado. Gracia.—Un pensamiento es gracioso cuando nos presenta objetos risueiios 6 agradables por si mismos, 6 por la manera con que se.dicen. Negdndose Faraén “Q) Gen., 45, (2) S. Math., cap, xv, v.27. 54 & dejar salir de Egipto al pueblo hebreo con sus reba- fos, Moisés le respondid: Nuestros ganados vendran con nosotros sin quedarse ni una uita (1). Novedad.—Son nuevos los pensamientos cuando & ningtin otro escritor le han ocurrido antes, y también cuando se combinan las ideas de tal modo, que los sa- quen, por decirlo asf, de la senda comin y trillada. En el caso contrario, se llaman comunes; si lo son tanto, que andan en boca del vulgo, se dicen vulgares; y si los repite toda clase de personas, toman el nombre de triviales. Es comin este pensamiento: «Las piramides de Egipto son muy antiguas.» Tendra novedad si se dice: «En las piramides de Egipto toca el viajero los primeros siglos del mundo. » Solidez.—Son sélidos los pensamientos cuando prue- ban lo que se propone el que los empled; en el caso con- trario son /udiles. Ejemplo: «La grandeza de alma en los peligros, si no va acompaiiada de la justicia, ya no merece llamarse grandeza de alma.» Valentia.—Se dice que el pensamiento es valiente 6 atrevido cuando presenta objetos extraordinarios 6° de un modo que parece salir de lo regular. El exceso de esta cualidad conduce 4 la Ainchazdn y & la extra- vagancia, defectos que deslucen la mayor parte de los escritos de Géngora. Como ejemplo de pensamiento valiente, bien podra citarse el siguiente, tomado del Cantico de Moisés (2): «Soplé tu espiritu y cubridlos le mar: fueron sumergidos como plomo en aguas impe- tuosas.»> Energia.—Se dice que un pensamiento es enérgico, cuando produce en el 4nimo una impresién viva y fuerte, de tal manera, que parece ha de quedar para siempre impreso en la memoria. Amenazando el empe- Q) Exodo, 10. @) Wen, 15. 55 rador Valente con el destierro 4 San Basilio, éste le con~ testé: «Nada temo: no hay destierro para aquel que, encontrando 4 Dios por todas partes, encuentra por to- das partes una patria.» Sublimidad.—Consiste en presentar una grande idea expresada con una gran concisién. Tal es el famoso dicho de Moisés: «Y dijo Dios: sea hecha la luz; y fué hecha Ja luz (1}.» . Oportunidad, — Cualesquiera que sean los pensa- mnientos, y sean las que fueran sus cualidades, importa, ante todo, que convengan con el asunto, con el tono dominante de Ia obra, con la persona que habla y con los oyentes (2). La primera de las reglas es la oportunidad, decia Cicerén. Se faltaria 4 ella empleando pensamientos agu- dos y graciosos en un asunto terrible, 6 pensamientos enérgicos, atrevidos y sublimes, en una composicién festiva, etc. Del mismo modo que son ajustados los ves- - tidos cuando vienen bien al cuerpo y estan proporcio- nados 4 Ja persona que ios lleva, igualmente son ajus- tados los pensamientos en cuanto convienen perfecta- mente 4 las cosas que representan. Esto no quiere decir que no puedan emplearse pensa- mientos de una clase en composiciones cuyo cardcter dominante sea otro; con tal que sea oportuno, no hay inconveniente en emplear cualquiera de los pensamien- tos admitidos como buenos. () Gén,, v.38. (2) La oportunidad se ama también conveniencia, congruencia y de- cOre. CAPITULO IT CONTINUACION DE LOS ELEMENTOS LOGICO8 DE La ELOcuciON I ldea de los sentimientos. Los sentimientos son afectos y movimientos del co- raz6n ocasionados por una impresidn moral: se dife- rencian de las pasiones en que obran violentamente sobre la voluntad y tienden 4 arrastrarla, al paso que aquellos conmueven suavemente el animo, dejéndole. su tranquilidad y su libertad. También se distinguen de la sensacién, por cuanto ésta es una modificacién agradable 6 desagradable ocasionada por una impresién corporal u organica (1). Los sentimientos son el alma de la elocuencia: por- que se puede facilmente desarrollar la verdad y comu- nicarla 4 los demas, lo cual es tan propio de la filosofia como de la elocuencia; pero excifar la sensibilidad, apoderarse del corazén, producir grandes emociones, sofocar unas pasiones y comunicar otras nuevas es obra exclusiva de la elocuencia, que ha sabido avivar los sentimientos. . Si el sol no tuviera mas que luz sin calor, seria de todos modos el mds hermoso adorno del universo, mas no serfa su vida el principio de todas las hermosuras (1) Véase lo que se dice en ta seccién 3", parte 2%, lib. 1. 7 de la naturaleza. Del mismo modo, un discurso que no mueve el corazén ni le hace tomar grandes resolucio- nes, podra ser ingenioso y abundante en bellezas, mas no sera ciertamente un buen discurso, Es preciso llegar al coraz6n y hablar su.propia lengua, y San Francisco de Sales ha dicho muy bien que sdlo el corazén sabe hablar al corazén. ; Feliz el que conoce este lenguaje, & cuyo contacto el corazén se abre 4 los grandes afectos, como la flor de la mafiana 4 los rayos del sol para _exhalar sus perfumes! No se puede desconocer la influencia que sobre nues- tras resoluciones ejercen los sentimientos; el insistir en probar esto , seria demostrar una verdad demasiado co- nocida; pero esa influencia dejara de ser saludable, cuando en ella no presida como sefiora la razén, porque los sentimientos buenos no son buenos sino cuando la razon los dirige y modera; abandonados 4 si mismos, se exageran , se hacen malos. Se ha dicho que los grandes pensamientos salen del corazon; también pudiera afiadirse que del corazén sa- len grandes errores, grandes ‘délirios, grandes crime- nes. Del corazén sale todo: es una arpa suberbia que despide toda clase de sonidos; desde el horrendo estré- pito de las cavernas infernales, hasta la mas delicada armonia de las regiones celestes (1). I Cualidades esenciales de los sentimientos. Bajo el punto de vista literario, los sentimientos, como los pensamientos, tienen cualidades esenciales 6 gene- rales, y accidentales 6 especiales. () Balmes, en Et Criterio. 58 Las cualidades esencieles, son: La verdad, la ternura y la naluralidad; y las accidentales: la delicadeza, la energta, la nobleza y la sublimidad. Las primeras con- vienen 4 todos, y las segundas se aplican 4 diferentes géneros de sentimientos. _ Verdad.—Un sentimiento es verdadero cuando no es fingido ni afectado; cuando parte del corazdn y se di- rige al corazén , como en este ejemplo: Presenciando la muerte de San Martin, sus discipulos le dijeron entris. tecidos: «gPor qué nos desamparas, Padre Santo? ;A quién nos dejas desconsolados?... Los lobos hambrien- tos darian en este rebafio; y perdido el pastor, ¢quién de sus dientes se podra defender? Bien sabemos tus an- sias por ver & Cristo; mas tu premio esta seguro, y por dilatarse un poco no se disminuird. Ten cuenta con nuestra necesidad, que quedamos en tan manifiesto peligro.» No pudo el Santo dejar de enternecerse al oir 4 sus discipulos, y volviendo los ojos con grande afecto al cielo, dijo: «;Oh, Seiior, si yo todavia soy necesario 4 tu pueblo, no huyo del trabajo; hagase tu santa vo- luntad (1) 1» . Zernura.—¥s la disposicién del alma que la hace apta para sentir y conmoverse. Instando Noemi 4 Ruth para que se volviese 4 su pais, ésta la respondié: «No te me opongas mas para que te deje y me vaya; porque dondequiera que fueres, iré, y donde morases, yo también moraré. Tu pueblo sera mi pueblo, y tu Dios sera mi Dios. La tierra que te recibiere en tu muerte, en esa moriré, y all{ tendré el lugar de mi sepulcro (2). Naturalidad.—¥E sentimiento es natwral cuando conviene 4 la situacién de la persona afectada 6 cuan- do se cree que debe experimentarle. San Ignacio, mér- tir, ardiendo en deseos de sufrir el martirio, escribia 4 (1) Vida de San Martin de Tours, @) Lib. de Rath, 1. 59 los romanos: «Vuestra caridad y vuestra compasién pueden perjudicarme; 4 vosutros sera facil conseguir mi libertad; pero 4 mi, gme ser posible llegar 4 Dios, si vuestra ternura no lo consiente hoy? Os suplico, pues, de nuevo, que no uséis conmigo de benevolencia. Per- mitid que me haga pasto de las fieras, y consiga por ellas & mi Dios.» Il Cualidades accidentales de los sentimientos. Delicadeza.—Esta cualidad se parece 41a agudeza de los pensamientos; pero ésta da 4 entender mAs de lo que dice, y aquélla cubre los sentimientos con un velo para que produzcan mayor encanto. Después de haber hecho ver el profeta Nathan al rey David, por mediv de una parabola, su ingratitud para con Dios, y lo inicuo de su conducta, David, lejos de excusarse, reconoce todas Sus faltas en estas admirables palabras: «Pecavt Domi- no; pequé contra ei Sefior (1).» No puede menos de no- tarse la delicadeza de esta lacénica confesidn , que deja entrever los diversos sentimientos de amargura y de dolor de que esta poseido su corazén. Hnergia.—Esta cualidad proviene de un alma en la cual los sentimientos se agolpan. San Pablo, escribien- do & los romanos (2), les dice: «,Quién nos apartard del amor de Cristo? , Habra tribulacién, 6 angustia, 6 persecucién, 6 hambre , 6 desnudez, 6 peligro, 6 cuchi- llo que para ello baste? Cierto estoy, que ni la muerte ni la vida.» Nobleza. — E\ sentimiento noble nace de un alma @) Lib. 11 de los Reyes, cap. x11. (2 Cap. vin. 60 hermosa y de un corazén magndnimo; una vez expre- sado , hace experimentar un placer acompafiado de ad- miracién. Acosado el anciano Eleazaro por sus cobardes amigos, mientras caminaba al Siplicio, para que co- miese de las viandas prohibidas por la ley, les decia, despreciando sus instancias: «Muriendo varonilmente, me mostraré digno de esta ancianidad. Y dejaré 4 los jévenes un ejemplo de fortaleza (1).» Sublimidad. — Un sentimiento es sublime cuando, conservando su verdad y naturalidad, se eleva sobre las fuerzas de la naturaleza humana; si le vemos ex- presado, excita el entusiasmo y transporta el alma 4 regiones adonde no se eleva en circunstancias comunes. Fortalecido con los consejos de su madre, dijo 4 sus verdugos el joven macabeo: «;A quién esperdis? No obedezco al mandato del rey, sino al mandato de la ley que nos fué dada por Moisés (2).» (1) Lib. II de los Macabeos, cap. v1. {2) Idem, cap. vis. CAPITULO IIT CONTINOACION DE 1.08 ELEMENTOS LOGICOs DE LA ELOCUCION I Idea de las imagenes. La imagen es como el vestido de la idea, cuyo obje- to hace sensible, si no lo es, 6 mas sensible, si no lo es bastante. El] lenguaje hmuano se compone de image- nes; pero como la costumbre nos hace ya ligar 4 cier- tas palabras la idea de objetos inmateriales 6 que sdlo tienen una existencia moral , en literatura se da e} nom- bre de imagen 4 las expresiones y 4 los giros que pin- tan los objetos con colores més vivos que el lenguaje: comun. . La imagen no es un cuadro completo, ni una des- cripcién acabada; no es mas que una pincelada y dicho rapido, que deja 4 la imaginacién el placer de contem- plar el cuadro y de acabar el dibujo (1). Ejemplo: «Moi- sés toma en su mano la vara prodigiosa y la levanta en alto 6 la extiende sobre el rio para obrar aquellos prodigios que sacaron al pueblo hebreo del cautiverio.» Aqui, en las palabras «Moisés toma en su mano la | vara», hay una imagen; un hombre que coge la vara es un objeto visible que se puede pintar. . . (1) Sanchez Casado: Prontuario de Retérica y Podtica. 62 El objeto de la imagen es avivar la tencién del oyen- te, al mismo tiempo que le hace concebir con ma- yor lucidez y experimentar mas intimamente los sen. timientos. : No deben confundirse las imagenes con las metdfo- ras, porque si el objeto de que se trata es material en si mismo, las palabras que componen la expresién po- dran estar tomadas en sentido propio. Tampoco toda expresién enérgica es una imagen. Una expresidn pue- de ser muy enérgica, y, con todo, no formar imagen. «Anatema al poderoso, que corrompe 6 compra las plu- mas y las conciencias»; he aqui una expresién muy enérgica, sin que forme imagen. Para que una expre- sién forme imagen es menester, generalmente, que no haya en ella palabra alguna que signifique ideas abs- tractas ni objetos invisibles. Ya hemos. consignado en otro lugar que la verda- dera elocuencia pide 4 la fantasia y al coraz6n sus rique- 7a8, pero no las emplea como adornos prestados; se los pide, 6 mejor, los toma de Ja fantasia, porque es tan hija de ella como del entendimiento y el corazén; y porque todas las facultades del alma concurren 4 la formacién del pensamiento oratorio, como el aire y el calor contribuyen al desarrollo de la semilla depositada en la tierra. Sentados estos antecedentes, se deduce na- turalmente de ellos que las im&genes son tan insepa- tables de las ideas, y los afectos de unas y otras, cual lo es la facultad de pensar de la de imaginar y de sen- tir. Sin embargo, como las operaciones del alma pue- den, ya que no dividirse , analizarse separamente, estu- diaremos las que por punto general se consideran como productos inmediatos de la imaginacién, cual lo hemos hecho con las que se ha convenido en lamar hijas del entendimiento y del corazdn, sin que al hacerlo preten- damos convertir en adorno del discurso lo que es una parte esencial del mismo. 63 Il Cualidades de las imagenes. La imagen supone una semejanza y encierra una comparacién, de cuya exactitud depende la transparen- cia de la misma. De esta semejanza nacen la verdad, la claridad y \a ewactitud de las imagenes, cualidades indispensables para que causen placer. Cuando el Doc- tor extatico San Juan de la Cruz dice: «Las criaturas son como un rastro del paso de Dios», emplea una imagen que es verdadera, porque las criaturas son obra de Dios; es clara, porque no sdlo se entiende desde luego, sino que hace comprender mejor e] p€nsamiento; y por ultimo, es evacia, porque el rastro es la sefial del hom- bre, que camina, como las criaturas indican, la exis- tencia de Dios, que les ha dado el ser. Ademas de estas cualidades que han de reunir las imagenes, pueden ser: sublimes, grandes, atrevidas, finas 6 delicadas, graciosas, vivas. Sublimes.—Una imagen es sublime cuando repre- senta objetos grandes de suyo, con rasgos tan extra- ordinarios, que nos llenan de admiraciéu. Sublime y magnifica es la imagen que emplea Fray Luis de Leén al hablar de las maravillas de la creacién: «Las nubes son tu carro, tus alados caballos son el viento.» Grandes.—No han de tener esa grandeza precisa- mente que raya en lo gigantesco y que seduce por un instante y acaba por parecer falsa y ridicula, sino una grandeza relativa y proporcionada 4 la importancia de los asunitos que tratamos y al tono con que la hacemos. Sirva de ejemplo la que Bossuet usé al pintar la mise- tia de los ricos en el lecho de su agonia: «Entonces, dice, no queda sino la muerte y el pecado; todo lo de- 64 mas se escapa, semejante al agua helada, cuyo vil cris. tal se derrite entre las manos, no haciendo mas que mancharlas.» Atrevidas.—Se liaman as{, cuando se presentan los Objetos con rasgos tan extraordinarios, que parecen traspasar los limites de la naturalidad , como éste: «Yo os daré una tierra por donde corren arroyos de leche y_ miel (1).» Finas 6 delicadas.—Fstas consisten en sorprender la imaginacién; y donde Ja novedad falta es imposible la sorpresa. Esta cualidad reune la que usa el P. Eliseo; carmelita descalzo , en su oracién funebre del Delfin, el cual, teniendo que decir que la Infanta de Espaiia su primera esposa habia muerto a) dar 4 luz su primogé- nito: «j Ay de mi!, exclamd; esos lazos, que fortalecian mas y mas la indvencia de sus inclinaciones, duraron un solo instante; semejante 4 la flor que se agosta al dar su fruto, la primera prueba de su fecundidad es la Sefial de su muerte.» Graciosas.—Esto es , que impresionen agradablemen- te, afiadiendo esta cualidad 4 la belleza del pensamien- to: tal es la que presenta Malon de Chaide, aludiendo ‘al Cantar de los Cantares, al destribir la diligencia de. la Magdalena en buscar al Sefior: «En el lecho y en Ja cama de mis contentos, de noche buscaba al que ama mi alma: busquéle, mas no le hallé.» Vivas.—Llamanse asi porque representan el objeto de tal modo, que parece que lo vemos, como estd. «Le- vantd Moisés las manos 4 Jehova, y cesaron los truenos y telampagos.» He aqui una viva pintura. Las imagenes deben acomodarse al tono del discurso, y aunque no pueden darse reglas para hallar esos mo- dos de expresarse, se procurara sacarlas del espectaculo de la naturaleza, como lo hicieron los grandes maestros (1) Exodo, cap. m1, v. 8, 65 : del arte y los escritores inspirados de] Antiguo y Nuevo Testamento. Las imagenes deben usarse con discrecién y sobrie- dad. Una imagen no conviene mas que cuando sirve para hacer mds sensible una idea, que no lo es bastante por si misma, 6 para embellecer una idea que merece serlo. En el primer caso recrea el espiritu, y en el se- gundo deleita la imaginacién; pero fuera de estos ca- sos, es inutil é importuna y el buen gusto la condena. La profusién de imagenes y el empleo de imdgenes pomposas y brillantes para cubrir pensamientos tri- viales, constituye un defecto que se llama relumbrén y oropel, del cual adolecen muchas poesias de Géngora y de su escuela. Cuadro sindptico de los elementos logicos de la elocucién. 3 Esenciales,,. Verdad, exactitud, claridad. 3 . 'E ) Cualidades... Sencillez, naturalidad, agu- a 3 deze, finura, gracia, nove- She Accidentales.{ dad, solidez, valentia, ener- & gia, sublimidad y oportu- SS nidad. A n/é . Verdad, ternura-y natura- 2 g Esenciales... i lidad. Zz : Cualidades... Se Js tao Delicadeza, energia, nobleza z é Accidentales. y sublimidad. 4 : Allg Verdad, claridad , exactitud. & § B { Cvalidades...) sarpimes, grandes, atrevidas, ‘elicadas, gra- & ciosas y vivas. CAPITULO IV ELEMENTOS GRAMATICALES DE LA ELOCUCION idea y origen del lenguaje. A la expresin del pensamiento, efectuada por medio de la palabra , se da el nombre de lenguaje (1), el cual se divide en oral y escrito. Lenguaje ora es el que usa- mos en la conversacidn, y escrito el fijado por medio de signos. El lenguaje oral, 4 la vez que es contempordéneo al género humano, hay que reconocer que no ha podido ser inventado por el hombre. Dios, que le habia dado una inteligencia y un corazén capaces de comprender y de amar, le did también la palabra para que pudiese comunicar sus ideas y sentimientos. «Ninguna lengua ha podido ser inventada, dice el conde de Maistre (2), ui por un hombre, que no hubiera podido hacerse obe- decer, ni por muchos, que no hubieran podido enten- derse.» «El hombre, aiiade, no hubiera hablado si Dios no le hubiera hablado antes.» Hugo Blair ha dicho (3}: «Cuando consideramos la curiosa analogia que hay en (1) La palabra es un signo oral para expresar una idea. El lenguale es la coleccién de palabras que tiene cada nacién pata formar su lengi propia. @) Veladas de San Petersburgo. @) La retérica y tas bellas artes 67 la construccién de casi todas las lenguas y la profunda ldgica en que estén fundadas, se presentan por todas partes tantas dificultades, que es preciso referir el ori- gen de toda lengua 4 una inspiracién divina.» Son notableslas palabras de Humboldt, cuyo testimonio no es sospechoso sobre este punto: «El lenguaje, dice, no ha podido ser inventado sin un tipo preexistente en la inteligencia humana; mas bien que creer en una marcha uniforme y mecdnica que lo vaya formando paulatinamente desde el principio mas grosero é infor- me, hasta llegar 4 la perfeccién, abrazaria la opinién de aquellos que refieren el origen de las lenguas 4 una revelacién inmediata de la divinidad. Ellos, por lo me- nos, reconocen 1a chispa divina que brilla al través de todos los idiomas, aun los mas imperfectos y menos cul- tivados (1). A conclusiones andlogas conducen los trabajos de Klaporth, Remusat, Mediam y de tantos otros distin- guidos etndégrafos. Por Ultimo, muchos escritores, siguiendo en la cuestién que nos ocupa mas 6 menos ostensiblemente las huellas de los Santos Padres (2), consultando el gran libro donde estos aprendieron 4 conocer la verdad, reconocen como unico origen del lenguaje la revelacién, viniendo de este modo 4 coincidir los trabajos etnogra- ficos con el sagrado texto que dice: «Consilium et linguam dedit illis (3).» (1) Citado por Wisseman, Discurso 2.° sobre el estudio comparativo de las lenguas. | (2) San Atanasio, San Basilio y San Agustin. « (8) Libro del Eclesiastico, cap. xvn. 68 Il Origen de la escritura. Dénde y como nacis la escritura, este admirable modo de representar el pensamiento 4 la vista, de ha- cer permanente y monumental la palabra, es un secreto cuya explicacién es sumamente dificil. Los antiguos egipcios la suponen invencidn de sus divinidades: Jos indios la llaman Deve nagari, es decir, escritura de los dioses: los griegos, 4 pesar de tener dispuesto un in- ventor nacional para cada cosa, se contentan con reci- birla de un extranjero: Lucano presenta 4 los fenicios como inventores de la escritura. De todos modos, es in- dispensable, para buscar su origen, acercarse 4 la cuna del género humano, !o cual quita la esperanza de des- cubrir 4 los inventores (1). A dos géneros puede redu- cirse la escritura: el primero se Nama ideografico, por: que consigna inmediatamente las ideas, que intenta dar -4 conocer por medio de la pintura de los objetos (2): el segundo fonografico 6 fonetico, en cuanto no represen- ta inmediatamente estas mismas ideas sino sdlo los so- nidos articulados, La escritura de este segundo género se divide en sildbica y alfabética, en cuanto comprende las sflabas 6 las letras. \ Entre e] género ideografico y el fonografico se coloca un tercero, por medio del cual, el hombre usa de sig- nos arbitrarios 6 naturales para la expresién grafica de su pensamiento, y recibe el nombre de jerogltjico 6 sim- délico, usado por los egipcios para explicar las cosas sagradas (3). . (1) No tenemos dificultad en confesar que puede llegar el hombre 4 it ventar este arte sorprendente. @) De esto nos dan una prueba auténtica ios Mejicanos. @) Jerogiifico, significa esculpido en el templo. 69 : No es facil averiguar si precedié Ja escritura ideografi- ca 4 la fonética, esto es, silos hombres representaron an- tes la idea que el sonido. Los que creen que la humani- dad empezé por la ignorancia, suponen que los hombres se convinieron primero en figurar lo quedeseaban expre- sar, y que luego, habiéndose compendiado las figuras, resultaron los jeroglificos. Puede que aconteciera asi; pero éstos, representando la idea, no era posible se con- virtiesen jamas en el sentido de signos con que expre- sar los sonidos y transmitir una noticia 6 la memoria de hechos. Por otra parte, la historia contradice esta genealogia. La Biblia habla ya de libros escritos por los Patriar- cas, y algunos salmos de David son acrésticos , esto es, escritos necesariamente con letras alfabéticas. Quedan, sin embargo, las escrituras egipcias: pero, en primer lu- gar, no pueden considerarse como las mas antiguas, y ademéas se necesita saber si los jeroglificos son fonéti- cos 6 simbdlicos. Al ver los obeliscos y las cajas de las momias cubier- tas de jeroglificos , los eruditos imaginaron que cada figura expresaba la palabra de cuya forma era repre- “sentacién. Algunos presumieron leerlos, pero otros du-’ daron que hubiese en los jeroglificos un elemento foné- tico. En diferentes épocas se ha tenido la esperanza de conseguir la interpretacién de esos signos misteriosos, cuya esperanza no hemos visto realizada. Como quiera que sea, Champollion conviene en que la escritura je- Toglifica no es ideografica, sino fonética, combinada de modo que una letra esté indicada con la imagen 6 con el simbolo de un objeto, cuyo nombre empiece por esa misma letra. De donde provienen los homéfonos, que constituiran siempre la mayor dificultad y la mas fuerte objecién de este sistema: pero entre tanto esta proba- do que la jeroglifica fué posterior & la escritura alfa- bética, lo cual es bastante 4 nuestro presente asun- 710 to (1). Es cosa bastante dificil poder fijar la época en que aparece la escritura alfabética: se conviene, sin embar- go,en que fué en el Oriente donde antes se conocid. Se po- seen manuscritos en caracteres hierdticos, de diez y ocho siglos antes de Jesucristo. En tiempo de Moisés se habla de las letras como muy conocidas, y en sus escritos se hace mencidn del libro de las guerras del Sefior, como anterior 4 los suyos. Calistenes encontré en Babilo- nia observaciones astrondémicas consignadas por escri- to 1234 afios antes de Jesucristo. Recientemente se ha traido de Egipto un papiro que se cree ser el manus- crito mas antiguo del mundo; ‘y en estos momentos es- tan llamando la atencién de los eruditos los ladrillos encontrados en las ruinas de Ninive, escritos en carac- teres cuneiformes. La escritura de las naciones semiticas 6 arameas, es alfabética : el ejemplo mas antiguo es una inscripcida caldea sobre un ladrillo encontrado en las ruinas de Ba- dilonia. El alfabeto semitico mas importante es el he- braico; pero Ja primitiva forma no es desconocida, ha- biendo adoptado los hebreos en tiempo de su cautividad en Babilonia el caldeo, que tiene mucha afinidad con el fenicio. De los griegos tenemos muy pocas noticias acerca de los primeros medios que usaron para comunicar 4 ls posteridad sus pensamientos. Ignoramos si conocieron los jeroglificos, porque ningun indicio encontramos en la historia. La escritura alfabética fué introducida muy tarde en esta parte. de Europa. Cadmo, segun refieren los mejores historiadores, fué el primero que comunicd 4 los griegos este precioso conocimiento. Algunos cri- ticos modernos, sin embargo, han afirmado que ya antes de esta época tenian los griegos una escritura al- fabética. _—_— (Ql) César Canté: Historia universal. 7 Parece que los griegos, igualmente que todos los pue- blos de la antigiiedad, hicieron muy poco uso de la escritura en los primeros tiempos, y hay motivos para asegurar que la escritura se aplicaba con preferencia 4 los negocios mercantiles. No podemos terminar esta materia sin sefialar la afinidad que guardan entre si los caracteres de todas las lenguas antiguas. En la inscripcién caldea que he- mos citado, encontrada en las ruinas de Babilonia, se Teconocen las mismas letras de las inscripciones feni- cias y el origen de todas los alfabetos semiticos, y por medio del fenicio también el de los alfabetos griego anti. guo, etrusco, umbrio, sammita, osco, celtibero y roma- no, La comparacién del alfabeto egipcio con el griego es suficiente para manifestar esta verdad. Es evidente que los caracteres griegos no son sino letras fenicias, vueltas de la derecha 4 Ja izquierda, guardando el mis- mo orden y teniendo el mismo significado. Finalmente, algunos escritores modernos convienen en que los caracteres citados entre los pueblos mas dis- tantes sou variaciones de una misma forma, entre los cuales Herder dice que los pueblos presentan una ana- logia tan singular, que, profundizando bien las cosas, puede decirse propiamente que no hay mas que un alfa- beto, y Humboldt parece admitiresta misma opinién (1). ti Elementos del lenguaje. Después de haber expuesto brevemente el origen del lenguaje oral y escrito, conviene indicar aqui cudles son {1) Magnifico testimonioen favor de 1a unidad de las razas humanas. 72 sus elementos, porque han de ser el objeto de los capt. tulos siguientes.” , Asi como el enlace de las ideas da vida al pensa- miento, asi como de una serie ordenada de pensamien- tos relativos entre s{ y colocados segiin sus grados de importancia se compone la obra literaria, asimismo el lenguaje consta de palabras, que enlazadas unas con otras, forman Jas oraciones, las clausulas, los apartes, parrafos, etc., divisiones y formas exteriores, que no son mas que un reflejo de la clasificacién de los pensa- mientos. La divisidn de apartes, parrafos, capitulos y demas miembros superiores de las obras literarias, mas perte- nece al ordenamiento del plan, que al tratado de la elocuencia,, por cuya razén solamente trataremos en este libro de las palabras, oraciones y clausulas. CAPITULO V CONTINUACION DE LOS ELEMENTOS GRAMATICALES DE LA ELOCUCION idea de fas palabras. Se da el nombre de palabra 4 cualquier sonido articu- lado 6 4 cualquiera combinacién de ellos con que se expresa una idea en su mas breve forma. Cuando se tiene en cuenta su valor literario se lama diecidn. Las voces expresién y palabra no deben confundirse. La expresién puede constar de dos 6 mas palabras, que juntas significan una idea, como «al canto del gallo», es una expresién adverbial que consta de varias pala- bras. , Para que una obra despierte en nosotros el senti- miento de lo bello, no basta, segtin dijimos, que lo sea en el fondo, sino que debe ir acompafiada de la belleza de la expresién, sin Ia cual no podria facilmente agra- dar 4 nuestros sentidos y llegar por ellos al espiritu. Unas palabras son por naturaleza sonoras, magnifi- cas, ruidosas , asperas, fuertes; otras levisimas, dulces, suaves, limpias, delicadas. El oido las encuentra 6 no agradables; la costumbre de bien decir las califica tam- bién y Jas precisa. Ademés de este criterio, tenemos la razon. Juzgamos rectamente que las palabras mas gra- ves son aquellas que significan lo que queremos decir, 74 mejor que otras palabras del mismo género, porque valen mAs, porque tienen mas peso que las otras. El valor de estas palabras se aprecia muy bien cuando se juntan con otras y formamos una gradacién. Veamos de qué requisitos deben estar adornadas las palabras para que contribuyan, en lo que de ellas dependa, 4 la belleza de la forma 6 parte exterior de la elocucién. Il Propiedades esenciales de las palabras. Las propiedades esenciales de las palabras son tres: purest, claridad y propiedad. Pureza de las palabras.—Es su conformidad con el uso de los buenos escritores y con el de las personas que hablan bien; con ese uso, como dice Horacio, «pe- nes quem est jus et forma loquendi». Las palabras que gozan de esta propiedad se Naman castizas. Dice Quin- tiliano (1) que las palabras son como las monedas co- rrientes, que no tienen valor nj se les conoce y son ad- mitidas por todos. Se oponen 4 la pureza los vicios siguientes: El arcaismo 6 uso de voces anticuadas, como ma- gier, asaz, fazaia, etc. Es muy bueno usar de palabras antiguas: ellas prestan mucha dignidad 4 la elocuencia y revelan la hermosura y majestad de la lengua; pero el proponerse resucitar las palabras antiguas que caye- Ton en desuso , el empefio de parecer anticuado, el pru- rito de valerse de arcatsmes para dar 4 la composicién un caracter cetusto, es lo que aqui se censura y se con- dena. El darbarismo, que es el uso de palabras extranjeras (1) Lib. 1, cap, vi. 15 6 de castizas viciadas, como soirée, remarcable, hespital, golvimos, etc. Las palabras tomadas del francés se Ma- man galicismos. En el dia conviene estar muy alerta contra los barbarismos, especialmente contra los gali- cismos; pues gracias 4 muchos escritores, que, menos- preciando Ja lengua patria, no se han desdefiado men- digar pobrezas ajenas, el riquisimo idioma de Granada y de Santa Teresa se halla atestado de voces francesas. Esto no es decir que nunca absolutamente podamos trasladar 4 nuestro idioma alguna voz adoptada, pues el diverso giro que en el discurso del tiempo toman Jas ciencias y las artes, hace que se inventen ciertas palabras para designar cosas antes desconocidas, y en ~ semejantes casos, claro es que no ha de haber inconve- niente en adoptar aquellas palabras cuando han lle- gado ya 4 hacerse técnicas en otros paises. Pero fuera de tales casos y quizd en algun otro rarisimo, es siem- pre defectuoso emplear palabras nacidas en pais ex- trafio. El neologismo, que es el empleo de voces nuevas. La necesidad, sin embargo, y aun la utilidad, obliga mu- chas veces 4 inventar voces nuevas. Nuevas cosas piden nuevos nombres. No se crea que estas eon fruslerias de graméaticos; son cosas graves en materia de elocucién, porque si cada uno pudiese variar arbitrariamente la significacién de las palabras y sus accidentes gramati- cales y esta licencia se generalizase, llegariamos 4 no entendernos, y Ja lengua fuera una jerigonza que de un afio 4 otro variara de genio y de cardcter. Claridad.—Sera clara 1a palabra cuando sdlo ofrezca un sentido y éste le comprendan pronto y facilmente las personas 4 quienes nos dirigimos. A esta cualidad se oponen: El empleo de voces ¢éenicas, esto es, pertenecientes & ciencias dartes, como apogeo, aberracién, tropo, etc. En muchas composiciones literarias ocurre 4 menudo ha- 716 blar de cosas que son objeto de una ciencia 6 arte, y conviene que el literato les dé su nombre propio; pero también debe abstenerse de usar los t¢rminos que no han pasado todavia al lenguaje comun 6 que no son bastante conocidos de la generalidad de los lectores. El uso de palabras egudvocas, esto es, de dodle sen- tido, como sierra, cuarto, etc. Las palabras que se escriben y pronuncian de un mismo modo, y que no obstante tienen un significado muy diverso, se llaman homénimas, como yero, fruta, es homdnimo de pero, conjuncién adversativa, Nunca se deben introducir pa- labras equivocas y homénimas para jugar con el voca- blo 6 formar lo que se llama egudvoco, 4 no ser en las obras jocosas, y aun en éstas deben los equivocos ser graciosos y oportunos, E) uso de voces cudéas, esto es, tomadas de las lenguas sabias, que no han sido legitimadas por el uso, como plaustro por carro, auriga por cochero. Este vicio ha merecido el nombre de culteranismo. El orador no debe de emplear las voces cultas, y mucho menos si los sabios no las han autorizado con su uso. Concluimos lo perteneciente 4 Ja claridad de Jas pala- bras, afladiendo que aun sin haber en ellas términos tdenicos, egutvocos 6 cudios, pueden ser obscuras, 6 por- que el escritor, no concibiendo claramente la idea que quiere comunicar, se explica con obscuridad 6 por la mala eleccién de las perifrasis. Propiedad.—Se dice que es propia wna palabra cuan- do expresa la idea que deseamos comunicar. Las palabras mas propias serin aquellas que no pue- dan ser reemplazadas por otras mas significativas. Por tanto, no seran rigurogamente propias las palabras ambiguas, pues que haciendo 4 varios sentidos en un mismo discurso, se pueden tomar en varias acepciones, ni las demasiado generales, en que fluctia el sentido, ni las que significan algo més de lo que queremos decir, vi 6 algo menos, 6 algo semejante: es preciso que expre- sen con exactitud lo mismo que queremos decir, sin ambigiedad, sin vaguedad, sin incertidumére, sin exceso, sin defecto. Conviene, sin embargo, distinguir bien e] valor de las palabras que hemos usado al marcar los vicios que se oponen 4 la propiedad. Cuando Ja palabra denota una idea mas general, se llama vaga; cuando indica otra distinta, se dice que es impropia, y cuando las expresa & medias, recibe el nombre de zmezacta. Hablando de un brazo, el verbo fracturar seria exacto; romper, vago; rasgar, Zmpropio, y quebrar, inezacto. La propiedad de las palabras supone el conocimiento profundo de la lengua que se maneja y la clara per- cepcién de las ideas que se quieren expresar. Una de las dificultades con que tropieza el escritor para encon- trar la diccién propia es la analogia de sentido que pre- sentan ciertas palabras que se aman sinénimos , nom- bre que se da 4 las palabras que expresan una misma idea fundamental, que cada una denota con alguna diversidad de circunstancias. Entre varios sindnimos se ha de elegir el que exprese el concepto 6 determine la cosa con mayor precision y propiedads Las voces sind- nimas se asemejan en quanto tienen una significacién general que les es comin, pero se distinguen por una cierta significacidn particular. Hay entre ellas una gra- dacién 6 diferencia mas 6 menos perceptible , que impi- de usar de unas 6 de otras indistintamente. Hablaré con exactitud el que las elija con acierto. /aventar, descubrir y hallar son sinénimos; porque expresan la misma idea fundamental encontrar, pero con diferentes circunstancias, pues se inventan cosas nuevas, se des- cubren cosas ocultas, se hallan cosas perdidas. También convendra tener presente el valor etimold- gico y usual de las palabras, pues hay muy pocas que, segiin este mismo valor, sean completamente sindnimas; vis} pero muchas que Jo son, atendida sola su etimologia, no se pueden poner indistintamente una por otra, por- que el uso ha consagrado uno de los dos sindnimos para cierta clase de ideas y el otro para otras. Por ejem- plo, el adjetivo rural puede signiticar, seguin su etimo- logia, lo mismo que riéstico ; pero como el uso emplea el primero para designar ciertas cosas pertenecientes al campo y el segundo para algunos otros objetos del . mismo campo, dando ademas 4 este ultimo la acepcién .de tosco y grosero, serla impropio usarlos indistinta- mente. Al contrario, hay ciertos sinénimos de uso que pueden emplearse uno por otro, aunque por el valor gramatical de sus desinencias haya entre ellos alguna ligera diferencia. Tales son, por ejemplo, oferta y ofre- cimiento, certeza y certidumbre, etc., voces que se con- funden casi siempre en el uso, empledndolas indistin- tamente. En estos casos el] oido es el que escoge. Las palabras vagas, ambiguas 6 generales, no per- suaden, porque prueban poco; no mueven, porque no precisan las ideas: tampoco prueban, ni mueven, ni deleitan las oraciones incoherentes. Y como es mas facil decir generalidades que contraerse al asunto, amontonar palabras, abusar de los epitetos, que bien empleados dan fuerza y energia 4 los discursos, pero que mal aplicados desfiguran el sentido de las frases; comv es mas facil valerse indistintamente de los sindni- mos que discernir su valor, por todas estas razones son pocos los escritores y los oradores que ensefian, con- vencen y mueven con sus escritos y con sus discursos. CAPITULO VI CONTINUACION DE LOS ELEMENTO3 GRAMATICALES DE LA ELOCUCION Idea de las oraciones. Oracidn es la expresién oral de un juicio. Si se tiene en cuenta su valor literario, atendiendo 4 su sentido y 4su construccién, se llama frase. Cuando ocurren varias oraciones en una misma clau- sula, se llama principad aquella que por si sola forma sentido, y accesorias las que, tomadas aisladamente, no tienen sentido alguno. Estas se aman éncidentes cuando sdlo afectan 4 una sola palabra de Ja principal, y subordinadas cuando modifican el sentido total de la misma. Ejemplo: «Los primitivos cristianos brillaron por su caridad (principal), poniendo sus bienes a dis- posicién de los obispos (subordinada), que los distri- buian & los pobres (incidente).» Muchas oraciones ofrecen dos sentidos distintos: el literal y el intelectual. El sentido déterad es el que direc- tamente ofrece la frase (se dice que se toman las pala- bras al pie de la letra); el intelectual, el que se deduce del literal , y se conoce por el tono de la voz 6 por las circunstancias del discurso 6 por una relacién intima entre las ideas expresadas literalmente y las que en rea- lidad se intenta expresar. Si se dice de alguna persona 80 que es un Cicerdn, se entendera que es un orador sabio; pero si se dice en tono irdnico, se expresar& el pensa~ miento contrario sin variar una sola palabra. El sentido literal de la oracién quedara el mismo; el sentido inte- Jectual se hallaré en completa oposicidn con el literal. En este texto de la Sagrada Escritura: «la letra mata, el espiritu vivificay, se reconoce la diferencia entre. ambos sentidos. Las oraciones se enlazan unas con otras: 1.°, por medio de las conjunciones; 2.°, por medio del relativo; 3.°, por medio de los modos del verbo (gerundios, infi- nitivos, etc.), y 4.°, por inmediata colocacién. La oracién gramatical puede ser considerada, 6 en sus elementos y diferentes partes de que se compone, tomadas aisladamente, sin tener en cuenta las relacio- nes que entre si pueden tener en la oracién; 6, por el eontrario, sistematicamente, considerando las partes de la oracién en cuanto forman un todo determinado. Nosotros la consideraremos bajo este ultimo respecto, por ser como mas directamente afecta 4 nuestro pro- pésito. Los elementos esenciales, 6 términos de la oracién, son dos: sujeto y predicado. El sujeto es la persona u, objeto de que se afirma alguna cosa; el predicado ex- presa la modificacidn que recibe el sujeto, 6 la cuali- dad que se afirma hallarse en él comprendida. La frase «Dios existe», es una oracién, porque es la expresién de un juicio 6 de un pensamiento: Dios es el sujeto y existe el atributo. De aqui procede que, mientras las demas partes va- tian con los idiomas, el nombre y el verbo son partes de la oracién grammatical en todas las lenguas. ~ A pesar de que el nombre y el verbo son el constitu- tivo esencial de la oracién, no puede desconocerse la gran importancia que para la elocucidn tienen las de- mas partes; pues todas, segtin se las coloque, coutri- 8l buyen 4 la belleza del discurso. Y no se crea que exa- geramos al hacer esta afirmacién ; porque del modo de presentar las oraciones resulta un pensamiento bueno, un sentimiento grande y delicado, 6 una idea feliz. Tres son los modos de colocarlas: el orden gramatical; el vulgar, en que no cuidamos de colocarlas con estu- dio; y el orden inverso, 4 que se llama hipérbaton, en el cual, segun lo permite la naturaleza de la lengua, colocamos las palabras con tal arte, que resulta ele- gante la oracién y m&s 6 menos enérgica. IL Cualidades de la oracidn. Las cualidades de la oracién, son: correccidn, clari- dad, precisién y orden. Correceién.—Consiste en no quebrantar ninguna re- gla de la gramatica ni del uso de las personas cultas. A esta cualidad se opone el sodecismo, vicio que con- siste en la infraccién de las reglas de la sintaxis. No insistiremos en este punto, porque suponemos que los que estudian retérica saben bien la gramatica de la len- gua. El que no posea & fondo todas las reglas grama- ticales, 4 cada paso cometera incorrecciones. A veces, aun sabiendo las reglas de sintaxis, quebrantamos al- gunas, 6 porinadvertencia, 6 porque nos creemos auto- rizados para ello. Las infracciones por inadvertencia se laman descuidos, y las infracciones voluntarias se lla- man licencias. Las reglas acerca de los descuidos y de Jas licencias son las siguientes: 1.° Los desewidos sélo pueden ser disculpables cuando recaen sobre reglas de poca impor- tancia; aun cuando asi, no se cometen sino en obras que por su naturaleza se acercan al tono descuidado y 6 82 libre de la conversacién familiar, y cuando con ellos gana, algo el estilo. Sin estas condiciones todo descuido en materia de correccién es una verdadera falta, 2.° Como las Jicencias son de dos clases, unas autorizadas por el uso, con el nombre de jiguras de construccién, y otras nwevas, téngase presente que éstas sdlo pueden ser tolerables en poesia, y aun asi es necesario que el poeta haya alcanzado eminente autoridad. En prosa no. son permitidas las licencias verdaderamente nuevas, pero si se pueden emplear las ya usadas, 6 sean las figu- ras gramaticales. Los que con supersticiosa nimiedad- huyen cuanto pueden de emplear las licencias autori- zadas por el uso de los buenos escritures, se distinguen de éstos con el nombre de puristas. Claridad.—Depende de la recta y bien concertada colocacién de las palabras. A esta propiedad se oponen las oraciones de sentido ambiguo 6 anfiboldgico. La claridad del lenguaje de- pende, en primer lugar, de la pureza y propiedad de Jas palabras, y en segundo lugar, de su recta y bien con- , certada colocacidn en la frase. El orden de las ideas ha de hallarse sensiblemente expresado por el orden de las palabras. As{ como deben desecharse los términos anfi- boldgicos, deben evitarse también las oraciones de sen- tido ambiguo. Con respecto 4 la claridad de la oracién, la unica re- gla que puede darse es la de colocar las palabras de tal suerte, que no ofrezca ninguna duda su respectivo va- lor gramatical, para que de este modo se descubra la relacidn de las ideas por ellas expresadas. Si esto se comprende bien, no hay necesidad de mas preceptos,- puesto que la ambigiiedad es incompatible con la buena coordinacién. Las. palabras cuya colocacién exige ma- yor cuidado, son log adverbios, los relativos, el pronom- bre de tercera persona y el rec{proco. Precisién. — Consiste en suprimir todo aquello que 83 . no es necesario para la cabal inteligencia del pensa- miento. Evita, por consiguiente, la multiplicacién de adverbios, de adjetivos, de sindnimos y de paréntesis, suprimiendo todo lo que hace perder de vista el pensa- miento principal; pero no excluye los adverbios ni las ampliaciones que acrecientan la claridad y el interés: sdlo suprime lo superfluo y lo inutil. De San Agustin tomamos este ejemplo de precisién : +g Presumes de cris- tiano? Muéstralo por tus obras: sean ellas conformes al nombre que tienes.» No ha de confundirse la precisidn con la concisidn, pues ésta consiste en expresar muchas ideas en pocas palabras. Sirva de ejemplo este pasaje del Evangelio: «Si alguno quiere venir 4 mi, niéguese 4 si mismo, tome su cruz y sigame.» De los oradores 4 cuyo estilo falte la precisién, se podré decir: «cess sonans, zymbalum ti- niens.» A la precisién se opone la redundancia 6 super- Juidad de palabras, y @1a concisién la difusién 6 am- pliacién viciosa del discurso. . Orden de las oraciones. —Consiste esta cualidad en la material colocacién de las palabras, y exige que estén dispuestas de modo que hagan resaltar la idea principal. _ La colocacién de las palabras da 6 quita 4 la oracién Ja belleza del nuiimero; pero como la palabra es expre- sién de las ideas, el orden ldgico de las ideas es la pri- mera ley que las ordena y coloca. El ndémero cede al rigor de esa ley. No se puede decir muerte y pasién. Es preciso respetar la prioridad de tiempo y de lugar, de calidad y de cantidad. La armonia oratoria, ley de la elocuencia, puede alterar, sin embargo, muchas veces el orden que el uso ha establecido, y segun el cual co- muinmente hablamos (1}. (@) Cuando la imaginacién se encuentra muy acalorada, suele inver- tirse este orden por la figura patética Aisterologia, Aai, Virgilio dice en la Eneida: «Muramos y arrojémonos 4 1o'mas recio del combate.» CAPITULO VII CONTINUACION DE 108 ELKMENTOS GRAMATICALES DE LA ELocucION Idea de las cldusulas. Cldéusula es un conjunto de oraciones, de ta} suerte enlazadas entre si, que el sentido no queda enteramente completo sino con la ultima palabra. Algunos designan indistintamente la cldusula con los nombres de sentencia, frase, pertodo, pero con poca ‘exactitud. La palabra sentencia sdlo conviene, en ri- gor, 4 las locuciones que envuelven un dicho senten- cioso como ésta: «Dificil es guardar moderacién en la prosperidad.» El nombre de frase se aplica propiamente 4 ciertas maneras de decir, ya figuradas, como ¢vivir de su trabajo»; ya enfaticas, esto es, que expresan mas de lo que 4 la letra dicen, como aquellas palabras de San Pedro: «Sefior, ¢vos lavarme 4 mi los pies?» ya, en fin, 4 ciertos modismos de la lengua, como «tratarse 4 lo rey». En cuanto al nombre de periodo, sdlo puede convenir, como luego veremos, & las clausulas de cierta extension. De aqui se sigue que la sentencia, asi como la frase, . pueden constituir por sf solas una cléusula, 6 afectar nada mds que 4 una de sus partes, d, finalmente, pue- de haber clausula sin frase ni sentencia, Siguese tam- 85 bién que en todo periodo hay una clausula, mas no al contrario. . Las clausulas, con respecto 4 su extensién, se divi- den en cortas y largas; y atendiendo 4 su forma, en simples y compuestas. Las clausulas de cualquier com- posicién pueden ser mas 6 menos largas, seguin que reunan mas 6 menos pensamientos. La clausula se lla~ ma simple cuando consta de una sola oracién princi- pal, lleve 6 no otras accesorias, y compuesta cuando se compone de varias oraciones principales. Ejemplo de cléusula simple; «Las ideas gobiernan el mundo (1)}.» Ejemplo de clausula compuesta: «La caridad es sufri- da, es benigna, huélgase con la verdad, todo lo sufre- todo lo espera, todo lo lleva bien (2).% II Del periodo. Periodo es una clausula de cierta extensidn en que las oraciones se presentan enlazadas de tal modo, que se suspende el sentido en una parte de la clausula y se cierra en otra. Esta dependencia mutua de pensamien- tos y esta suspensidn del sentido forma el cardcter del periodo y es lo que le distingue de la clausula comun. El periodo esté determinado por las particulas que anuncian con antelacién el enlace y la dependencia de las oraciones que van 4 seguir, como en este ejemplo de Fray Luis de Ledn: «Como en la tempestad de vera- no, cuando el aire se turba, el cielo se obscurece de sti- bito, juntamente el viento brama y el fuego reluce y el trueno se oye y el rayo y el agua y el granizo amon- (1) Bacon, (2) Epistola 1." ad Corintios, xut,4. 86 tonados cayendo, redoblan con increible priesa sus golpes; ansi & Job, sin pensar, le cogid el remolino. de la fortuna, y le alzé y le batié con fuerza y priesa, de manera que se alcanzaban unas 4 otras las malas nuevas.» Las proposiciones principales, cuya dependencia mu- tua constituye el periodo, se llaman méembros; y se dael nombre de incisos 4 las oraciones accesorias que se en- lazan unas con otras, sin que haya entreellas una depen- dencia necesaria. El miembro no puede suprimirse sin que el periodo quede ininteligible, como en este ejemplo: «Si Cristo murié por salvar 4 los pecadores, si establecié su Igle- sia para que en ella se salvaran, gpor qué no...?» El inciso, por el contrario, puede desaparecer sin que pa- dezca el sentido del periodo, como en este ejemplo: «Si con la instruccién que tenéis, si con los avisos dela Providencia , si con los desengafios que habéis tocado, no entréis en razén, no sé qué podra moveros.» Aqui se puede suprimir cualquiera de los incisos sin que el perfodo quede incompleto. El periodo puede ser de dos, de tres y aun de cuatro miembros. Periodo dimembre: «Pues que descendemos de cristianos, tengamos la fe de nuestros mayores.» , Trimembre: Siendo cristianos y preciandonos de serlo, acreditémoslo con las obras.» Cuatrimembre: «Siendo cristianos, preciandonos de serlo y llegada Ja hora de acreditarlo con las obras, acudamos 4 la defensa del Sumo Pontffice, cercado de enemigos.» Se reputa exce- lente el perfodo que consta de cuatro miembros; pero no es raro que tenga muchos mas, como se observa en- el género llamado periddico. El perfodo consta de dos partes: una en que la voz sube y el sentido se suspende, llamada protasis, y la otra en que la voz baja y el sentido queda completo, llamada apodogis, El méritosdel periodo consiste en le 87 justa medida de sus miembros, en su facil enlace y, en ura cadencia haébilmente variada,.. seal Cualidades de las cldusulas. Es evidente que las cl4usulas no hacen otra cosa que traducir los pensamientos con todas las diversas modificaciones que pueden admitir; serén, pues, mds 6 menos largas, segiin que los pensamientos capitales estén mas 6 menos modificados, segun que sea mayor ‘6 menor el ntimero de ideas accesorias, que formen, por decirlo asi, su séquito y escolta; por consiguiente, no se pueden dar regias fijas respecto 4 su extensidn: No serfa menos temeridad pretender dar reglas fijas en orden al sesgo, que deban tomar en su estructura en cada situacién determinada. Pues si cada uno siente como concibe, piensa como siente, y habla y escribe como piensa, es incuestionable que los modos de decir estan sujetos 4 los mismos giros, rodeos, transiciones y mudanzas que las maneras de pensar. Y ,quién es capaz de trazar la senda que precisamente ha de seguir el pensamiento? La ldgica tiene ciertamente reglas para que nuestros raciocinios sean claros, sdlidos y pre- cisos; pero, como puede legarse 4 un mismo fin por caminos diferentes, carece de recursos para sefialar un invariable rambo 4 nuestras concepciones mentales. De aqui las diferencias de estilo que se advierten en los diferentes escritores; de aqu{ el que un mismo asunto, ‘manejado por distintos ingenios, aparezca con tan di- versas formas y matices. La naturaleza, siempre cons- tante y uniforme, ha estampado en esto el mismo sello que distingue 4 todas sus obras; pues comparando unos &8 con otros los escritos de los hombres, se advierte en ellos la misma variedad que en sus fisonomi{as. Asi, pues, las unicas reglas utiles que pueden darse, supuesto el conocimiento del idioma en orden 4 la ex- tensidn y estructura de las clausulas, son las relativas 4 ciertas cualidades comunes 4 todas ellas, para que aparezcan indivisas, enérgicas y rotundas. Las cualidades , pues, esenciales de las clausulas son tres: unidad, energia y rotundidad. Unidad.—Consiste en que las partes de que se com- pone estén tan intimamenté enlazadas, que produzcan en el Animo la impresién de un solo objeto. Para esto se ha de procurar: 1.° Que la idea capital que sirve como de base al pensamiento, descuelle siempre en primer término, no cambiando de supuestos que la interrumpan, porque entonces se derrama el espiritu, se distrae la atencidn, y-no puede verse de una ojeada la conexién y enlace; de las ideas. Si se dijese, por ejemplo: «antes que Pedro saliese de su casa, sus enemigos ya le acechaban, pero la autoridad estaba prevenida, y aquellos no pudieron llevar & cabo su depravado intento», no seria buena construccién: la clausula tendria mas unidad diciendo: «Los enemigos de Pedro, puestos ya en acecho antes de que éste saliese de su casa, no pudieron llevar 4 cabo su depravado intento, porque la autoridad estaba pre- venida.» 2.° Igualmente ha de cuidarse de no acumular en la clausula especies cuyo desenvolvimiento pide clausulas distintas. Escribiendo & una sefiora el maestro Avila, se expresa de este modo: «Sila prosperidad nos decia que en este mundo habla algo de que contentarnos, la hiel pe la tribulacién,-puesta en nuestros ojos, danos luz dara ver que somos en este mundo verdaderamente mi- serables, y que no estamos en nuestra tierra, mas en ‘un muy penoso destierro, y alzando nuestro corazén al 89 cielo, sea nuestra conversacién alla.» La cldusula de- bid cerrarse en la palabra destiervo; los dos incisos si- guientes parecen una como cola de la clausula, y hu- biera sido mejor formar otro, diciendo as{: «Alce- mos, pues, el corazén al cielo y sea nuestra conversa- cidn alla.» 3.° Debe cuidarse mucho de no interrumpir la uni- dad con la frecuencia de paréntesis; pero no diremos que se eviten absolutamente, porque todos los buenos escritores los han usado con frecuencia. Ejemplo to- mado del P. Isla: «Porque { hablemos con puridad ) eso de prélogo galeato, es mucho latin para principio de una obra lega.» Paréntesis por este estilo, son oportu- nos y felices. 4.° Por ultimo, la clausula ha de quedar perfecta- mente cerrada, porque de otra suerte dejaria de ser clausula. Pero sucede muchas veces que, como dice Blair, esta cerrada de mas. Este defecto puede notarse en el ejemplo del P. Avila citado arriba. Energia.—Esta cualidad , que también puede lamar- se nervio, consiste en disponer las palabras y miembros de modo que produzcan en el dnimo una impresién viva y fuerte. Para conseguirlo, se observaran las re- glas siguientes: 1," Debe purgarse la clausula de toda palabra ocio- sa, que nada afada al sentido. En la frase, dice Quin- tiliano , es un estorbo todo lo que no sea un “auxilio po- sitivo: obstat quidquid non adjubat. Los ripios de pala- bras, lejos de dar sentido, lo quitan. : * 2." No deben multiplicarse sin necesidad las pala- bras demostrativas, relativas y conexivas. Sirva el si- guiente ejemplo para estas dos reglas: «No hay nin- guna cosa que sea tan abominable 4 Jos ojos de Dios, como el impio»; nos expresariamos con mas concisién y fuerza, diciendo: «Nada hay tan aboniinable, etc.» He- mos dicho sin necesidad, porque tal vez sea preciso re- 90 petir el pronombre 6 una palabra relativa para evitar ambigiedades. Asi: «disentia Antonio con su hermano sobre el sentido de la carta que acababa de recibir»: aqui no se sabe quien recibié la carta; cesaria la duda, diciendo: «La carté que aquél (6 éste) acababa de recibir.» 3.* Las palabras que expresan ideas fuertes, deben colocarse donde puedan hacer mas impresién. Sirvan de ejemplo estas palabras del conde de Maistre, con refe- rencia al salvaje: «Arranca la cabellera ensangrentada de su enemigo vivo, le despedaza, le asa, y le devora cantando.» Este cantando, jcudnta impresién no hace aqui! En cualquier otra parte , no haria igual efecto. 4.2 Las palabras que constituyen una serie de suje- tos, atributos, verbos, etc., se colocaran seguin su gra- do de fuerza, ascendiendo 6 descendiendo, conforme ~ sea la intencién del escritor, y guardando siempre el orden correspondiente 4 las circunstancias de lugar, tiempo y persona. Diremos bien ‘con Fray Luis de Gra- nada: « Alli se turbaron Jos principales de Edom, tem- Dlaron los poderes de Moab y se pasmaron los morado- res de la tierra de Canaan.» 5." Si es posible, proctirese que los miembros de una clausula vayan siempre aumentando en importancia, por.ejemplo: «No era un perverso , sino el mas perver- so de los hombres; no era un sacrilego , sino un enemi- ‘go declarado de toda santidad y toda religién.» 6.5 Cuando haya una clausula de miembros desigua- les, déjese para lo ultimo el mas largo, si las circuns- tancias lo permiten, y proctrese terminarle con pala- bras llenas, sonoras é importantes. Sirvan de ejemplo estas palabras de. Fray Luis de Granada: «j Oh ange- les de paz! ;Liorad con esta sagrada Virgen! ;Llorad, cielos! | Llorad, estrellas! ; Todas las criaturas del mun- do, contemplad él lanto de Marfals : 7." No debe terminar la clausula por un adverbio t 91 otra palabra poco importante, 4 no ser que tales voces sean enfaticas; pues entonces, como observa Blair, ya no son meras circunstancias, sino figuras capitales como en este ejemplo: «Esta mania de mirar las cien- cias intelectuales como timico objeto de instruccién publica, no es tan antigua como se cree acaso.» La lo- cucién del adverbio, trae consigo languidez y flojedad al estilo; flojedad que desaparece, diciendo: «como acaso se cree.» _ Rotundidad.—Esa cualidad, que también recibe el nombre de cadencia final, consiste en que la cléusula guarde una gradacién constante, procurando, sobre todo, que una conclusién llena y sonora cierre el sen- tido y deje plenamente satisfecho el oido. En cuanto 4 la cadencia final, que por ser la parte mas sensible al ofdo, es la que pide mayor cuidado, la unica regla importante que puede darse, es: Que en las composiciones oratorias, en las cuales se requiere mas pompa y ornato que en ninguna otra de prosa, el sen- tido debe ir acreciendo hasta el fin; que, en general, asi como deben reservarse para el ultimo los miembros mas largos, también deben terminarse los miembros con las palabras mds llenas y sonoras ; y que aun en los es- critos que exigen menos armonia, no se cologuen los monostlabos en el final de las cldusulas. «Fines aptissime cadent in vocabula longiora.» Nada causa tanto placer al auditorio como esos her- mosos y rotundos finales en que una elocucién clara, majestuosa y uniforme, se ajusta con medida precisa 4 Ja extensién del pensamiento y 4 las fuerzas del ora- dor. Una frase menos perjudicaria 4 la claridad, una frase mas sofocaria al orador. En estos finales se fija mas la atencién; los primeros miembros del perfodo se olvidan 6 no se ven; mas cuando los oyentes observan que el orador viene como & carrera tendida con las ideas y las palabras bien pareadas, sacando las ultimas 92 deducciones y gastando sus fuerzas, contienen el alien- to y se sienten poseidos del mayor entusiasmo, viendo que el orador llega & redondear el perfodo con toda felicidad. Cuadro analitico de fos elementos gramaticales de ia elocucién: Pureza, claridad y pro- piedad. . . 7 Correccién, claridad, Oraciones.... Cualidades... { precision y orden." Palabras..., Propiedades... Elementos gramati- cales. Cldusulas,... Cualidades..... ied yro LIBRO II Formas de la elocucién. CAPITULO PRIMERO DEL LENGUAJE FIGURADO Idea del lenguaje figurado. Para convencer, para mover y para deleitar, no basta hablar 6 escribir conforme 4 las reglas de la gra~ matica y de la ldgica. Con estas reglas no se satisface mas que al entendimiento, y el hombre no tiene sdlo entendimiento , sino que posee también otras facultades que es menester conmover y excitar. Sin atavios, la mas sabia composicién languidece bien pronto y se ase- meja 4 un cuerpo inmévil y sin vida. La elocucién es como la pintura, que se compone de sombras y de luz y su belleza resulta de una acertada combinacidn. El hombre muchas veces piensa, discurre, raciocina y ejerce los demas actos de sus facultades tranquila- mente, y en otras ocasiones lo hace mas 6 menos con- movido. A estos diferentes estados del animo corres- ponden diferentes formas’ de elocucién. La expresién del Animo tranquilo se llama lenguaje zatural, y figura- 94 do toda expresidn que, naciendo del espiritu movido, se aparta mas 6 menos de la sencillez natural (1). La palabra figura, tomada en sentido propio, signi- fica la forma exterior de los cuerpos, pero los retdéricos la han empleado metaféricamente para designar los di- versos aspectos que pueden presentar los pensamien- tos y el lenguaje. Asi como la forma de un cuerpo es su limitacién en el espacio y por ella se distingue de los demas que le rodean, de la misma manera las dife- rencias que el entendimiento percibe entre unos pen- samientos y otros y las que presentan las frases en su contextura material, constituyen algo parecido. 4 lo que llamamos figura 6 forma en la materia. Y asi como Ja materia es capaz de muchas formas, también un mismo pensamiento puede ser expresado de muchas maneras. Bf Origen del lenguaje figurado. El lenguaje figurado no es invencidn de las escue- las ni resultado del estudio; es hijo de la misma natu- raleza: las figuras brotan por si mismas de las exigen- cias del pensamiento, de la vivacidad de la imaginacién y del sentimiento. Para convencerse de que las figuras son tan natu- rales como las formas ldgicas del raciocinio , basta fijar la atencién en el hecho de que son las mismas en todas las lenguas y en todos los paises, y observar que Jas persouas menos ilustradas, como son el pueblo bajo ¥ los nifios, usan de ellas con mayor frecuencia, asi es (1) No se crea Por esto que el lenguaje figuralo no sea exprésién ne- tural de Ics fendmenos del alma. 95 que en un solo dia se emplean mas figuras en uno de nuestros mercados, que en.muchos en las academias mas sabias. El arte en esta materia no hace otra cosa que enseiiar el modo de emplearlas con discrecién y cau- tela, haciéndolas esclavas de la razén y del buen gusto. Cicerén (1) nos explica en pocas palabras el origen del lenguaje figurado y su continuacidn. «La invencién, dice, se debid & la necesidad y al reducido caudal del idioma; su continuacidn, cuando éste se fué extendien- do, al placer y 4 la utilidad. Porque asi como el vestido, aiade, destinado al principio 4 cubrir la desnudez del hombre y resguardarle del frio, sirvié después para dar ornato y dignidad 4 su persona, asi el lenguaje figura- — do empezé por satisfacer una necesidad y continud usdndose por conveniencia y placer.» Esta opinién del fildsofo romano, dice D. Raimundo Miguel (2), esté muy conforme con los principios de la sana critica, Es muy natural que los hombres en la in- fancia de los idiomas trataran de ir poniendo nombre & los diferentes objetos que veian y las diversas afec- ciones que experimentaban. Designar cada cosa con un sonido propio hubiera sido una tarea interminable; pero aun suponiendo que el hombre lo hubiese conseguido en fuerza de constancia, todavia su memoria no hubie- ta podido retener el inmenso cuimulo de voces que de- bian corresponder forzosamente 4 Ja infinita variedad de objetos, especialmente 4 los abstractos, 4 las ideas intelectuales y morales. En tal conflicto, gqué recurso Je quedaba? Aprovecharse de los términos ya conocidos, para designar con ellos dos 6 mas cosas distintas; hacer que la voz destinada 4 expresar un objeto, pasase 4 sig- nificar también otro en virtud de alguna relacién 6 se- mejanza que habia 6 creja descubrir entre los dos. Por . (1) De Oras, lib. un. (2) Retérica y podtica. 96 ejemplo: lamaba redampaguear & la accién de infla- marse el rayo en e) horizonte, y trasladando después esta voz 4 significar esta expresién de la vista, dijo: re- lampaguean sus ojos. De la flor de los campos se valié para expresar la flor de la juventud; de \a cabeza del cuerpo humano para designar al cabeza de familia; y he aqui ya el origen del lenguaje figurado , cuyo primer fundamento no puede ser otro que Ja necesidad. Ademas, siendo muy dificil dar nombre & las cosas que no caen bajo el imperio de los sentidos, era preciso trasladarle de los objetos fisicos y tangibles 4 los incor- poreos y metafisicos. Asi se explica el sinnimero de voces figuradas que tienen todos los idiomas, pues si fuésemos 4 descartar todas las que empleamos & cada paso, aun en la conversacién familiar, nos veriamos su- mamente embarazados para ex presar nuestros conceptos. En todas las lenguas hay también un crecido nimero de palabras figuradas, cuyo uso se debe, no tanto 4 la necesidad como 4 la eleccién. Siempre que un objeto hace en nosotros una impresién profunda, va acompa- fiada, como observa Blair, de ciertas circunstancias 6 relaciones que nos hieren al mismo tiempo. Ahora, pues, sucede con frecuencia que estas ideas accesorias interesan & la imaginacidn mds que la idea capital, y en vez de emplear entonces el nombre propio de ésta, solemos emplear el de la accesoria correspondiente. En esto, como seve, procedemos impelidos de la vehe- mente necesidad que experimentamos de comunicar 4 otros las ideas, no de cualquier modo, porque esto no nos satisface, sino con la misma fuerza y evergia, y, por de- cirlo asi, con el mismo colorido con que en aquel mo- mento se presentan 4 nuestra imaginacidn. Esta nece- sidad moral es la que mas ha extendido el uso del len- guaje figurado; pues lo que es una necesidad verdadera y muy real en el que habla agitado de una pasién vio- lenta, ha venido 4 ser una necesidad ficticia en el que 97 ha tenido que imitar el lenguaje vive, animado y pin- . toresco de la imaginacién y de las pasiones. Y como esto es esencialmente propio de los poetas y oradores, de aqui que se haya mirado como exclusivamente re- servado 4 ellos el lenguaje figurado, pero en realidad se extiende 4 todo género de escrito. Siguese de aqui que el influjo deja imaginacién y de las pasiones debié contribuir mucho 4 inventar el lenguaje figurado y mas principalmente 4 extenderle. Al paso que se va perfeccionando la lengua, casi to~ dos los objetos legan 4 tener su nombre propio, y se van estudiando cada vez mas la claridad y precisidn. Con todo, continuian siempre usdndose las palabras figu- rativas, y ademas en todas las lenguas hay muchas pa-~ labras, que aunque figuradas en su primera aplicacién - &ciertos objetos, sin embargo, por el largo uso han lle- gado & perder del todo su poder figurativo, y se consi-~ deran como expresiones sencillas. De esta ultima clase son: , las palabras estan usa- das en su propio significado; pero la frase esta cons- truida con cierta belleza y gracia, y por consiguiente, es una figura de diccién. Pero en este otro: «La flor de la juventud», la palabra jor estd usada en un sentido distinto de su propio significado, y por tanto es un ¢ropo. Las figuras de pensamiento, segin la facultad que los produce y el fin que se propone conseguir el que las emplea, se subdividen en las cuatro clases siguientes: 1.*, Figuras ligicas ; 2.*, pintorescas ; 3., patéticas , y 4.4, oblicuas. Cuadro analitico de ta clasificacidn de {as figuras. de palabra....... rears de diccion. Figuras.... Légicas. de pensamiento. .. Bintoreseas. Oblicuas. CAP{TULO II FIGURA® DE PALABRA Idea y divisién de las figuras de diccién. Por la definicién que acabamos de dar de las figuras de palabra, se comprendera que no se habla aqui de la construccién puramente gramatical de la frase, sino de la manera de disponer las palabras, por cuya virtud adquiere la oracién una forma 6 modificacién particu- lar. De la disposicién que se da 4 las palabras, no sdlo resulta el pensamiento con mas gracia y energia, sino que tiene también mas vida y animacién, y cuando le falta esa cualidad, aparece frio y sin movimiento. Asi como las distintas posiciones de los pies y de las manos, la buena actitud del cuerpo y de la cabeza son acciden- tes tan importantes que dan 4 una estatua la animacién y la vida, esto mismo, y mucho mas, hacen estas figu- ras en Ja oratoria. Embellecen y animan , embargan la razon y la fantasia, dan como fiexibilidad al discurso mas tirante, vuelven suaves y apacibles las verdades mas severas; en una palabra, por medio de ellas el ora- dor se apodera del alma del oyente y le hace abrazar con gusto todo lo que le propone. Las figuras de diccién nacen: 1° De la adicién 6 supresién de palabras. 103 2.° De Ja repeticidn de las palabras. 3.° De la combinacién 6 analogia la cual puede re- sultar & su vez: @), del sonido; 4), de los accidentes gra- maticales; ¢), de la significacién. II Figuras de diccién por adicién y supresién. Corresponden 4 esta clase el asindeton, el polisinde- ton y el eptteto. Asindeton (1).—Esta figura, llamada también disyun- cidn 6 disolucién, consiste en suprimir las conjunciones para dar rapidez al estilo. Cuando el 4nimo esta muy preocupado de alguna idea vehemente, suele usar mas esta figura que su contraria, porque en tal caso es natu- ral procurar desembarazarse de toda especie de trabas, 4 fin de poder expresar con rapidez la idea que preocupa. Asi, San Juan Criséstomo (2), discurriendo sobre el ine- fable misterio de la Encarnacién y deseando manifes- tar que el Sefior no obré en él, seguin Jas leyes genera- les, 1o hace con este rapidisimo y elocuentisimo rasgo: «Pudo, quiso, bajd, salvd.» Polisindeton (3). — Esta elegancia, que también se conoce con el nombre de conjuncidn, tiene lugar cuando aislamos en cierto modo los objetos, repitiendo las con- junciones, lo cual aumenta la energia. Es de muy buen efecto esta figura, pero debe usarse con parsimonia. Precioso es el siguiente ejemplo. El profeta Nahum, des- cribiendo la furiosa entrada de los caldeos en la ciudad de Ninive, emplea esta brillantisima figura: «Voz de Q) De;las palabras griegas a, sin, y syndeton, vinculo. Q) De Div. gener. (3) De las palabras polys, mucho, y syndeton, vinculo, 104 azote y voz de impetu, de rueda y de caballo que relin- cha; y de carro encendido y de caballeria que avanza. Y de espada reluciente y de lanza relumbrante y de muchedumbre de muertos y de grande estrago.» Epiteto (1).—Es una expresion que indica las cualida- des de las cosas, no en abstracto, sino como inherentes & las cosas mismas. Se puede dar el nombre de epizeto los adjetivos solos 6 acompafiados de una modificacién mas 6 menos larga, 4 los sustantivos de adposicién, 4 los complementos indirectos y 4 los proposiciones incidentales, siempre que expresen una cualidad cuya idea queremos excitar, separadamente de las otras que excita el nombre sdlo del objeto. Sin embargo, en retdrica no se aman por lo comin epitetos, sino los adjetivos 6 solos 6 modificados, y los sustantivos de adposicién. Pero cuanto de ellos se diga puede también aplicarse 4 los complementos y 4 las proposiciones incidentales. Téngase presente que epiteto y adjetivo no siempre son una misma cosa: muchas veces hay epiteto sin que haya en Ja frase ningun adjetivo, como en este ejem- plo, diciendo de Cervantes que es perla de la literatura espanola; y otras veces los adjetivos no son epitetos, como cuando unidos 4 un sustantivo, expresan la idea total del objeto, y no indican con separacién ninguna - enalidad suya, 6 cuando sélo expresan el atributo de las proposiciones. El recto uso de los ep{tetos es punto muy capital en materia de estilo. He aqui las reglas que deben tenerse presentes para emplearlos con acierto: 1.°, han de ser oportunos ¢ interesantes; 2.*, han de ser propios; 3.*, no han de ser vagos; 4.*, no han de ser repugnantes al objeto al cual se aplican; 5.*, no han de ser inutiles; 6.*, no deben acumularse muchos sobre -un mismo ay’ De Ja palabra griega epithelos, agregado. 105 objeto;7.*, deben evitarse los demasiado comunes;8,", no se han de multiplicar demasiado, ni se distribuiran con monotona simetria y bajo una misma forma. Los epitetos que no dan gracia, fuerza, dignidad ‘6 nobleza 4 la oracién , los que nada dicen, "tos que nada explican, los que no hacen falta, estorban , debilitan el vigor del discurso. Los escritores estériles de ideas y de flaco ingenio, dice Capmany, suelen ser prédigos de epitetos, creyendo -que asi visten la desnudez del periodo y enriquecen la pobreza de sus conceptos (1). Il Figuras de diccién por repeticién. En. todas las figuras de diccién por repeticién se Tepite una misma palabra en la clausula; y segun el lugar en que dicha palabra se coloca, recibe la figura los distintos nombres de andfora, conversién, comple- xidn, reduplicacién , conduplicacion, epanadiplosis, con-_- catenacién y retruécano. Andfora (2).—Esta figura, que otros aman repedé- cién, consiste en repetir la misma palabra al principio de cada frase: sirve para insistir sobre un mismo pensa- miento 6 para expresar con mayor fuerza una pasién viva, un Sentimiento profundo, etc. Porque cuando una () A las anteriores figuras afiaden alguoos la adjuncién, verdadera zeugma de los gramaticos, que consiste en sobreentender un mismo verbo en diferentes oraciones, como cuando dice Fray Luis de Granada: «Veréis vendidas las leyes, despreciada la verdad, perdida Ja vergfenza, extraga- das lag artes, aduiteracos los oficics y corrompidos en muy gran parte los Estados.» (2) De las palabras griegas ana, 4 la cabeza, y fero, evar. 106 idea es interesante 6, aunque no lo séa, el dnimo esta muy preocupado de ella, es muy natural repetir va- rias veces el término que la expresa. Es de uso fre- cuente, y si esté bien empleada, es de grande efecto para imprimir en el animo de la persona, 4 quien ha- Dlamos la idea que queremos comunicarle. Asi, Fray Luis de Granada, inculcando Ja verdad de que los bue- nos gozarian del premio eterno y los malos de eterno castigo, dice: «Esta es una sentencia que 4 cada paso repiten las Escrituras divinas: esto cantan los Salmos: esto dicen los Profetas: esto anuncian los Apdstoles: esto repiten los Evangelistas.» Conversién.—Consiste en repetir una misma pala- bra del final de los miembros del periodo. Sirve para lo mismo que la anterior, pero se usa mas rafas veces porque es menos natural. Sin embargo, empleada con oportunidad, es de buen efecto, como se ve en la siguiente, en que Fray Luis de Granada, refiriendo lo que Jesucristo hizo por nosotros, dice: «Porque aunque le debes mucho por lo que por ti padecid, mucho mas le debes por el amor con que lo padecid. Y aunque fueron tan grandes Jos tormentos de su pasién , mucho mayor fué el amor de su corazén, y asi amd mds que padecis.» Complewién.—Consiste en que dos 6 més miembros de une clausula empiecen con una misma palabra y acaben también con otra que es también la misma en todas ellas, aunque distinta de aquella con que se em- piezan. Su objeto es el mismo que el de Jas anteriores, pero se usa atin menos que la conversién, porque des- cubre mas artificio. Fray Luis de Granada, hablando de las bellezas y de las maravillas del mundo, dice: «Por cierto, Seftor, e/ gue tales voces no oye, sordo es; y ef gue con tan maravillosos resplandores no os ve, ciego es; y el que vistas todas estas cosas no os alaba, mudo ¢; y e! gue con tantos argumentos y testimo- 107 nios de las criaturas no conoce la nobleza de su Criador, loco es.» Reduplicacién.—Se comete repitiendo consecutiva- mente la misma palabra ‘en la misma oracién. Donoso Cortés, describiendo la revolucién romana del afio 48, exclamé: «Ha trocado el trono de los Pontifices por el trono de los demagogos. Rebelde 4 Dios, ha caido bajo la idolatria del pufial. Eso ha hecho. El pwfal, seiio- res, el pufal demagégico, el putal sangriento es hoy el ddolo de Roma; es el ¢dolo que ha derribado 4 Pio IX; es el ¢dolo que pasean por las calles tropas de caribes, gdije caribes? dije mai: que los caribes son feroces, pero los caribes no son ingratos.» Conduplicacién.—Consiste en repetir al principio de una oracién Ja ultima palabra de la precedente, como en este ejemplo: « No malogréis , jdvenes, el tempo, el tiempo cuyo precio no conocéis aun. Epanadiplosis (1).—Consiste en que Ja ultima palabra de una frase sea igual 4 la primera. Ejemplo: «perdido es quien anda con el perdido.» Concatenacién.—Tiene lugar cuando varios incisos 6 miembros empiezan con las ultimas palabras del an- tecedente. Fray Luis de Granada, al explicar por qué al Espiritu Santo se atribuye toda Ja justificacién del hombre, dice: «El es quien previene al pecador con su misericordia, y prevenido le tama, y Uamado le justi- fica, y justificado le guia derechamente por las sendas de la justicia.» Retrudcano.—Consiste en que una frase esté com- puesta de las mismas palabras que la precedente, pero invertido el orden, los casos 6 los tiempos. Méndez Nufiez, en la bahia del Callao, dijo: «Espaiia quiere mas * honra sin barcos que barcos sin honra.» (1) De las cuatro palabras griegas epi, después, ana, & 1a cabeza, dis, dos veces y plo, doblar, 108 « Como es facil conocer, todas esas figuras no cons- tituyen rigurosamente mds que una sola, 4 saber: la repeticién que toma diferentes nombres segun la di- versa combinacién de las palabras repetidas. El buen escritor no ha de rebuscar estas formas; han-de brotar, por decirlo asi, de su pluma, han de ser sugeridas por la pasidn, que cuando no es fingida, sino real y ver- dadera, naturalmente insiste en las ideas que mds viva- mente interesan al espiritu; las voltea de mil maneras y vuelve 4 ellas una y otra vez, buscando un desahogo y anhelando transmitir 4 los demas las conmociones ardientes que experimenta. Iv Figuras de diccién. por combinacién 6 analogia. Las figuras de diccién por combinacién consisten en reunir en la cldusula palabras analogas que pueden serlo de tres modos: a), por et sonido; b), por los acci- dentes gramaticales; c), por la significacién. a). Por el sonido: Aliteracién. —Tiene lugar esta figura cuando en varias palabras reunidas se repite una misma letra, sea vocal 6 consunante, como en este ejemplo de Balbuena: «Y de mi mismo yo me corro‘agora agora.» Asonancia.—Consiste en que dos 6 mas frases ae una clausula terminen en voces cuya ultima 6 ultimas silabas son idénticas. Fray Luis de Granada, en la medi- tacidn del juicio final, hace prorrumpir al Salvador en estas palabras, dirigiéndose 4 los malos: « Llameos tan- tas veces y no me respondiséeds, toqué 4 vuestras puer- tas y no despertasfeis, extend{ mis manos en la cruzy no las mirasées.» - Lquivoco.—Se comete usando una palabra equivoca, 109 en dos diferentes acepciones. Ejemplo: «Doy el parabién aV.&. de esta sentencia, que en todo Séneca tio he ha- Nado otra tan buena: V. E. es Dugue del Infantado, Dugue de Lerma, Dugue de Cea y Duque de Mandas; que siendo cuatro ducados hacen cuarenta y cuatro rea- des y un real mas con el de Manzanares,» * Paronomasia (1).—Tiene lugar esta figura cuando en una misma cléusula se encuentran dos 6 mas pala- bras que suenan casi lo mismo. Ordinariamente sirve para llamar la atencién hacia la segunde, mas debe usarse rarisimamente, sobre todo en pasajes serios. Ejemplo : «El abusar de la autoridad y del poder no es acatar, sino atacar las leyes.» 4). Por los accidentes: Derivacién.—Se comete empleando en una clausula varios derivados de un mismo radical, como se ve en el proverbio siguiente: «El hombre propone y Dios dis- pone.» - Poliptote (2).—Consiste en emplear una palabra bajo varias formas gramaticales en una misma clausula. Sir- van de modelo estos versos de Santa Teresa: «Quien no tiene ser juntais con el ser que no se acaba; sin acabar, ‘acabdis; sin tener que amar, amdis; engrandecéis nuestra nada.» Similicadencia.—Consiste en que varias frases de una clausula terminan con nombres puestos en el mismo caso, 6 por verbos en los mismos tiempos y personas. Hablando Fray Luis de Granada de los padecimientos de Marfa Santisima al pie de la cruz, apostrofa al Sefior (1) De las palabras griegas para, cerca de, y onoma, nombre. (2) De tas palabras griegag polys, nombre, y ptosis, caso. 110 en estos términos : «Serenad, Sefior, aquel cielo obscu- recido ; descubrid aquella luna eclipsada; deshaced aque- llas espesas nieblas de su alma entristecida ; enjugad las lagrimas de aquellos virginales ojos; mandad que vuel- va el verano florido, después del tempestuoso invierno.+ ¢). Por significacién: Hetadola (1).—Esta figura , llamada también sinoni- mia, consiste en reunir en una clausula varias palabras sindnimas, para expresar una misma idea , como en este ejemplo: «La imagen fatal del homicidio, presente dia y noche 4 su amedrentada conciencia, le acusa, le con- funde, hiere su espiritu de un vértigo... Es un delito que rompe, destruye, despedaza los vinculos sociales en su misma raiz.» Esta figura supone al espiritu muy leno de Ja idea que quiere comunicar, y como ne le satisface ningun signo para expresarla, echa mano de otros, que vayan reforzdndolo por grados, para hacer sentir & los demas la agitacién que le domina. De ahi es que cuando apenas hay diferencia perceptible entre los términos sindnimos , lejos de ser esta forma una belleza, consti- tuye un verdadero vicio, fecundo origen del estilo vago. : Paradiastole (2).—Se comete cuando al reunir tér- minos sinédnimos, se indica que no lo son, haciendo notar su diferencia, como si decimos: « A Dios no basta quererle, es menester amarle», pues con este modo de hablar indicamos claramente que la significacién de los verbos guerer y amar no es idéntica, y, en efecto, no lo es; porque amar supone siempre cierta inclina- cién algo vehemente hacia un objeto: el simple gue- rer no. Es necesario mucho discernimiento y gusto para el buen uso de estas figuras, porque de otra suerte facil- Q) Dela palabra griega metabole, cambio. (2) De la palabra griega poradidstole, distincién. iu mente degenerara en vicio aquello mismo que en deter- minadas ocasiones se recomienda como una belleza. “Cuadro analitico de las figuras de diecién. Adicié: a , ory supre- "{ Astndeton, polisindeton y epiteto. & eS (Andfora, conversién, complexion, re- g Repeticién.....; duplicacién, conduplicacion, epana- & ( diplosis, concatenacion y retriiecano. & 8 Aliteracién, asonan- % Del sonido....} cia, equivoco y pa- £ ronomasia. & & |Combinacion 6 Delosacciden- 'Derivacién, paliptote tes gramati- eae 5 analogia..... cales y similicadencia. De la signifi-|Metabola y paradids- cacién.....} tole, CAPITULO III CONTINUACION DE LAS FIGURAS DE PALABRAS Idea de los tropos y de sus especies. * «Megusta, dice el ingenioso Montaigne, que las pala- bras vayan también ahi donde va el pensamientos; pero como para comunicar una idea con toda su fuerza no basta siempre la expresién ordinaria, es preciso acu- dir & veces & la palabra metaférica, la cual viene 4 ser entonces la propia en el estilo oratorio. Y henos aqui Ievados como de la mano 4 tratar de lo que los retéricos han Namado ¢ropos (1), esto es, del empleo de las pala- bras en sentido distinto de su propia significacién. Dos diferencias hay entre tropos y figuras: una en cuanto 4 las palabras y otra en cuanto 4 la causa que los produce. En los tropos se cambia el sentido de las palabras y en las figuras tan sdlo la forma de la ora- cién. Por lo que hace & la causa, los tropos son, diga- moslo asi, obra del entendimiento; las figuras, de la voluntad ; los tropos representan las grandes ideas, pero sin turbacién; las figuras pintan la violencia de las pa- siones. Estas son el lenguaje del corazén, y aquéllos del entendimiento. El tropo y la figura convienen, sin embargo, en dar 4 Ja oraciéu una forina distinta de (1) _ De la palabra griega tropos, rueds. 113 Ja manera comin de hablar, y por eso se les cuenta en- tre las figuras. El uso es el que fija el sentido de las palabras, ha- ciendo que expresen ideas mas 6 menos andlogas 4 las que primitivamente significaban , y estas nuevas acep- ciones, sancionadas por la costumbre, pertenecen luego al fondo comin de la lengua, convirtiéndose en otras tantas acepciones casi propias. En este caso el nuevo sentido de la palabra recibe el nombre de sentido exten- sivo. Pero cuando el orador 6 escritor da 4 la palabra un sentido ¢rdpico, no porque Ja idea que trata dé ex- presar carezca de voz propia en el idioma, sino con el objeto de comunicar brillo y energia 4 la expresién, el sentido trépico de la palabra toma el nombre de figura- do. Asi, la voz mano en sentido propio, significa la mano del hombre, en sentido extensivo la mano de papel, y si se dijere: «la mano de la venganza clavé en su pecho el puiial», la palabra mano se toma en sentido trépico figurado (1). Se fundan lus tropos en las relaciones que tienen los objetos entre s{ por la naturaleza 6 por institucién hu- mana, en la analogia que en ellos se encuentra y en la asociacién de ideas (2). No de otra suerte podria expli- carse cémo con el nombre de un objeto excitamos la idea de otro objeto distinto, y de qué manera. el sentido literal de una oracién es como el espejo del sentido in- telectual que en él se ha reflejado. De aqui que sus es- pecies son tantas como son los vinculos en que se funda la relacién y asociacidn. (1) No es lo mismo sentido que significado; significado de una voz esla idea de que la voz es signo en el idioma y que se presenta antes que todas al entendimiento del que escucha: sentido es la idea que excita la voz en la mente del que lee u oye el escrito. . (2) Las ideas se enlazan en el entendimiento como los eslabones de Una cadena: la presencia de unas evoca el recuerdo de las que tienen con ella mas 6 menos relacién. En esto consiste la asociaciOn de ideas, 8 114 Los retéricos, en vista de esto, han puesto en tortura su ingenio para multiplicar los tropos y dividirlos como con un compas, seguin la expresién de Blair, en un gran niimero de especies; pero todos ellos pueden ser de tres modos: por seméjanza, por correspondencia y por com- prensién. El primero se llama metéfora; el segundo, metonimia, y el tercero, sindcdogue. IL Tropos por semejanza. Aunque los tropos por semejanza no son, como ob- serva Quintiliano, mas que una comparacién abrevia- da, sin embargo, puede asegurarse, por punto general, que es mayor 6 sise quiere mas instantaneo el efecto que produce el tropo que el que causa la comparacién, por Ja razén de que aquél parece que confunde 6 iden- tifica los dos términos de la comparacidn, mientras que la otra los presenta 4 la fantasia como separados. El tropo, que nace de la semejanza entre dos objetos, es, pues, el que se conoce con el nombre de metafora, de la que aqui vamos 4 ocuparnos. Neti fora (1).—Es el tropo por excelencia; por ella se traslada la significacién propia de una palabra 4 otro sentido, que no le conviene sino en virtud de una com- paracién tacita, una comparacién mental que desapa- rece en la forma. Asi, cuando digo: «la juventud es como \a primavera de la vida», hago una comparacion; pero si digo: «la juventud es la primavera de la vida», cometo una metafora. (Q)) De las palabras griegas meta, mas alld, y ero, llevar; esto es, traslacién. . 115 La metdfora puede ser de tres maneras, simple, conti- nuada y alegérica. Es simple, cuando en la frase no hay mas que un término metafdrico; v. gr.: «gQuién podra salvar la nave del Estado?» Es continuada, cuando hay dos 6 tres 6 mas términos metaféricos juntamente con otros que se toman en sentido propio; v. gr. «,Quién podré salvar la nave del Estado, proxima 4 estrellarse en los escollos de la anarquia?» Es alegérica, cuando todos los términos de la expresién son metaféricos: «Quién podra salvar Ja vacilante navecilla préxima & estrellarse en los escollos dél irritado mar?» Parese la atencién y se vera que los dus primeros ejemplos sdlo pueden tomarse en un sentido figurado; hay de consi- guiente en ellos verdadera metafora ; pero e] ultimo, si bien puede tomarse en sentido figurado, pudiera tam- bién entenderse en sentido propio, esto es, con aplica- cién & una nave real y verdadera; y para comprender que se habla del Zs¢ado, es preciso penetrar por los an- tecedentes y consiguientes la mente del orador 6 escri- tor. De ahi es que la alegoria propiamente dicha, mas bien que entre los tropos deberia incluirse entre las figuras de pensamiento llamadas indirectas u obli- cuas. El lenguaje mas sencillo esté lleno de metaforas; pues los nombres, los adjetivos , los participios , los verbos y los adverbios pueden usarse metaféricamente. Asi, se dice: «el fuego de la pasidn, el hombre sediento de ho- nores». : Las metéforas, cuando se emplean con discernimiento y juicio, recrean la imaginacidn, regalan el ofdo, sal- - pican de bellezas el discurso, dan gracia y dignidad al estilo, novedad & los conceptos, blandura & los sonidos, rotundidad 4 las frases, energia y vigor 4 las ideas, y en fin, cierta majestad y nobleza 4 los pensamientos mas comunes. Sirven ademés para realzar la descrip- cidn, dandole luz y figura y para hacer en algin modo 116 visibles las ideas intelectuales, por comparacién con los objetos visibles y corpéreos. La alegoria (1) no es mas que una metafora continua- da. Es la representacién de wna cosa que se parece 4 otra y que se pone para significarla. La contamos entre los tropos en cuanto que Jas palabras qué la componen pueden interpretarse en un sentido tropolégico. Aun cuando ya hemos puesto algun ejemplo de esta figura, no podemos menos de presentar aqui la corta, pero bella como pocas, de San Ignacio, martir, el cual, condenado - & las fieras, dijo: Frumentum Christi sum, dentibus be- stiarum molar, ut panis mundus inoenia. No se olvide que en las verdaderas alegorias todas las imagenes han de estar derivadas de un mismo princi- pio y no traidas de objetos de orden diferente. OL Uso de las metaforas. El buen gusto exige que no se olviden las siguientes reglas para el uso de las met&foras: 1." Deben evitarse, aun en los asuntos familiares, las tomadas de objetos desagradables, bajos 6 repug- nantes, Diremos bien que el sol es la antorcha del dta, pero la metéfora seria intolerable NamAndole el candid del universo. De tal califica también el P. Decolonia aquella célebre metafora de Tertuliano, que lamé Jejta de la naturaleza al diluvio. Igual calificativo merecen las denominaciones metaféricas que puso al trueno y 4 la luvia el célebre Géngora. 2." Debe huirse de las metdforas tomadas de objetos poco semejantes. Cuando entre dos objetos no hay real- ql) De Jag palabras griegas atlos, otro, y agoreuo, hablar. nv mente la semejanza que se supone, la metéfora se llama impropia, como por ejemplo: «Un orador elocuente es una piramide de Egipto.» Esta metafora es impropia, 6 mejor dicho, aqui no hay metafora, porque no se descu- bre semejanza alguna. Cuando entre los dos objetos hay alguna semejanza, pero débil, muy vaga, genérica, la metafora se dice Jorvada, dura, violenta, obscura, afectada, enigmatica 6 traida de lejos. Bjemplo: «La muerte es el solsticio de Ja vida.» Las metaforas también son forzadas cuando no hay mds semejanza que la del sonido entre palabras equivocas i homénimas, como ésta,; en que se llama al tul-y-pan ropa y alimento. Téngase presente que cuan- do la metafora pueda ser algo obscura, es preciso acla- rarla, poniendo delante otras que la exciten. También se suavizan las metaforas que pueden parecer atrevi- das, haciendo preceder un «por decirlo asi», «si asi vale expresatse>, 6 cualquier otra de las formulas correlati- vas que hay para ello. 3.* Deben ser continuadas y sostenidas, no presen- tando ideas que no puedan enlazarse entre si, por ejem- plo, si decimos: «un sabio fildsofo es un faro que repri- me los apetitos desordenados y hace germinar en el hombre las semillas de la virtud», cometeremos una metdfora mal sostenida, porque los faros no reprimen ni hacen germinar, sino que alumbran , etc. 4° Han de ser autorizadas por el uso. Estas son las reglas que deben tenerse presentes en el uso de las metaforas y en la composicién de las ale- gorias, si alguna vez se escribe en género y asunto en que puedan introducirse; pues en muchas no tienen lu- gar las alegorias rigurosamente tales, & lo menos las muy largas. ig Iv Tropos por correspondencia. Metonimia (1).—Es un tropo que consiste en desig- nar un objeto con el nombre de otro en cuya existencia 6 modo de existir haya influido. Se funda en la depen- dencia. Como las razones en que estdn fundadas las distin- tas especies de metonimia no proceden de una misma causa, es imposible dar una definicién clara y expresa; Pero la que acabamos de exponer quedara suficiente- mente explicada, luego de recorridos los varios aspec- tos que presenta este tropo. Todas las metonimias pueden reducirse & las ocho especies siguientes: 1.“ La causa por el efecto; v. gr.: Israel por el pue- blo hebreo. 2." Elefecto por la causa; v. gr.: Las canas por la vejes. 3." El signo por la cosa significada; v. gr.: La erws por el eristianismo. 4° El instrumento por el que lo maneja; v. gr,: El trompeta por el que la toca. 5.* El autor por sus obras; v. gr.: Danée por la Di- vina Comedia. 6." El antecedente por el consiguiente; v. gr.: Vivid por ha muerto. 7. El consiguiente por el antecedente; v. gr.: Los graneros rebosaron, en vez de hubo una gran cosecha. 8." El lugar por la cosa que de él procede; v. gr.: Jerez por el vino de esta localidad. (1) De las palabras meta, que significa cambio, y onoma, nombre, 19 Vv Tropos por comprensién. Sinécdogue (1).—Es un tropo que pone lo mas por lo menos, 6 viceversa; extiende 6 restringe la significa- cién de las palabras. Su fundamento es la coexistencia. Los principales casos de la sinécdoque son los si- guientes: 1.° El género por la especie; v. gr.: Los mortales por los hombres. . 2.° Las especies por el género; v. gt.: El yan por toda especie de alimento. 3.° El todo por la parte 6 1a parte por el todo; v. gr.: Cien velas por cien naves. 4.° ‘La materia por la obra; v. gr.: El acero por la espada. 5.° El singular por el plural, y viceversa; v. gr.: Los Tomases por Santo Tomas. 6.° Lo abstracto por lo concreto; v. gr.: La héstoria refiere por los Aistoriadores. 7.° El continente por el contenido; v. gr.: Se bebié un vaso. ' . 8.° Un nombre comun por un nombre propio; v, gr.: El Apéstol por San Pablo, 9.° Un nombre propio por uno comin; v. gr.: Un Nerén por un hombre cruel. Estos dos ultimos casos se designan con e] nombre de antonomasia. Estos modos de traslacién, de los cuales unos se atribuian 4 la sinécdoque 6 4 la metonimia y otros cons- tituian tropos distintos, deben referirse todos 4 la si- (1) De te palabra griega sinéedoque, comprensidn. 120 nécdoque, porque en ellos el signo propio de una idea se emplea para designar otra con la cual esta enlazada por el principio de coevistencia 6 en virtud de la simul- taneidad de las impresiones. No sera inutil prevenir, para que se vea por qué per- tenecen 4 este tropo las traslaciones de esta clase, que el tomarse el género por la especie, ésta por el individuo, yel plural por elsingular, 6 al contrario, es en substan- cia Io mismo que poner el todo por la parte, 6 al revés; pues los géneros, las especies, los individuos y los nu- meros son respectivamente ¢odo y parte en el orden légico 6 metafisico, y sus ideas siguen el mismo enlace y relacién y las mismas leyes que las de los objetos fisicos. En la metonimia y sinécdoque es preciso que la tras- lacién que se emplea esté autorizada por el uso. Cuadro analitico de los tropos. Defensor... Esoudo. | Cristianismo... Cruz.) Nave... Vela. : Dependencia. Conexién. La semejanza da lugar & la metbfora. Una escuadra™ de la inocencia.|quedé vencedora.{de cien velas.| canbopapuis 2) y pepauonnwuie A upixouod 9) A Lé sucesién y dependencia é la metonimia. CAPITULO IV FIGURAS DE PENSAMIENTO Idea y divisién de las figuras de pensamiento. Las diferentes formas bajo las cuales se pueden pre- sentar los pensamientos, resultan 6 de,la misma natu- raleza, 6 de la situacién moral y la intencién del que habla. En efecto, estamos viendo en nosotros mismos qué de distinta manera combinamos nuestras ideas cuando deseamos enunciar simples reflexiones 6 racio- cionios, y cuando queremos representar por medio del lenguaje las imagenes de los objetos trazados en nues- tra fantasia; cuando hablamos en estado de tranquili- dad interior, y cuando desahogamos nuestro corazén, haciendo sentir & los demas los varios afectos que nos agitan; cuando queremos comunicar un pensamiento abierta, franca y directamente, y cuando deseamos presentarle con cierto disfraz y de una manera oblicua. Ahora bien; en la clasificacién general de las figuras, dijimos , al hablar de las de pensamiento, que se divi- dian, segiin qué facultad prepondera, cuando el pen- samiento toma aquel giro especial que constituye la figura. Bajo este principio las dividimos, y ahora lo hacemos mas particularmente en: 1° Figuras ldgicas, las cuales proceden del entendi- miento y sirven para dar al pensamiento mayor clari- 122 dad y energia: se emplean generalmente para instruir y convencer. : 2.° Figuras pintorescas, que son obra de la imagi- nacién: estin destinadas 4 cautivar y fijar su ligereza, y su fin especial es deleitar. 3.° Figuras patéticas , que son inspirddas por la pa- sidn: se dirigen al corazén, y su fin es enternecer y conmover. 4° Figuras oblicuas, que proceden de la reflevidn: sirven para presentar el pensamiento con cierto disfraz 6 disimulo, cuando hay que hablar de objetos repug- nantes 6 innobles, 6 también cuando hay que despertar ideas que no conviene enunciar directamente, y su fin es darse & entender, pero sin herir la delicadeza de los oyentes 6 lectores. II Figuras légicas. No se trata aqui de las formas ldgicas del raciocinio, conocidas en dialéctica con los nombres de silogismo, entimema, dilema, etc., sino de las formas oratorias que emplea para presentar sus pensamientos un hombre que discurre tranquilamente, y trata mds bien de ins- truir 4 sus oyentes que de conmoverlos y entusiasmar- los. En este caso coordina paralela y simétricamente sus ideas opontendo unas & otras las que son contrarias; siembra su discurso de sentencias; insiste sobre aque- los persamientos que le parecen mas interesantes , va- tiandolos, extendiéndolos; observa escrupulosamente la gradacién de las ideas, y las coloca en Ja debida pro- porcién; pica, por decirlo asi, Ja curiosidad de sus oyentes, y ejercita su inteligencia con inspiradas y aparentes paradojas ; hace, en fin, comparaciones entre 123 los objetos , haciendo sentir lo que tienen de semejante. A estas varias maneras de presentar los pensamientos dieron los retéricos antiguos los nombres de anitéesis, sentencia, expolicién, gradacién, paradoja y compa- racion. Antitesis (1).—Es una figura por la cual se oponen unos pensamientos 4 otros por medio de palabras que hacen sensible esta contraposicién. Sirve para hacer resaltar las ideas que deseamos presentar con viveza, pues es ley general del contraste avivar unos 4 otros los objetos contrastados. Asi, vemos que lo blanco nunca - Tesalta tanto como cuando est4 junto 4 lo negro, ni lo hermoso como cuando est& junto a Jo feo, Del mismo modo, pues, nunca nosotros conseguiremos hacer re- saltar tanto una idea en el entendimiento del oyente como cuando la opongamos 6 asociemos 4 su contraria. Obsérvese si no la viveza que el contraste de ideas co- munica al pasaje siguiente del P. Nieremberg : «Hacer injuria el mas ruin puede; sufrirla es de dnimo gene- roso. No hay cosa mas facil que Aacer mal, ni cosa mas dificultosa que sufrirle.» Debe cuidarse, sin embargo, que este contraste pa- Tezca natural y sugerido por las circunstancias mismas; y aunque puede caber muy bien en las circunstancias apasionadas, es mas propio de los pasajes tranquilos. La naturaleza de cada composicién nos indicaré tam- bién si la antitesis, que queremos emplear, es 6 no oportuna, y si conviene 6 no al tono general y dominan- te dela obra. Adviértase ademas que si la contraposi- cidn no esté en las ideas, sino inicamente en las ex- presiones, no hay verdadera antitesis, sino un juego pueril de palabras. Sentencia (2).—Es una reflexion breve y viva, inspi- (1) De las palabras griegas anti, contra, y del verbo ¢ithemi, poner. (2) Del verbo latino sentio, pensar, sentir , juzgar. 124 rada por el asunto mismo, y que contiene una maxima general, que se quiere grabar en el alma. Si la senten- cia es puramente especulativa, se Hama principio, como ésta: «La envidia es ciega y sdlo tiene vista para depri- mir las virtudes de los otros.» Si se dirige 4 la practica, _ toma el nombre de mézima, como ésta: «Si amas la vida, economiza el tiempo, porque el tiempo se compone de vida.» Si la sentencia no es del que habla, sino to- mada de otro, se llama apotegma, como ésta: «La elo- cuencia, dice Pascal, es la pintura del pensamiento», y si la sentencia es muy vulgar 6 sabida, se llama ada- gio 6 proverbio, como éste: «Del viejo , el consejo.» Las sentencias morales no deben prodigarse, y en todo caso han de ser oportunas y como inspiradas por las circunstancias mismas del asunto de que se trata. Los refranes 6 adagios rara vez tienen lugar en compo- siciones serias, y en las jocosas y familiares han de ser naturales y oportunos. Cuando la sentencia viene como conclusidn de una narracidn, de un cuadro 6 de un ra- zonamiento , se llama epifonema (}). Esta puede ser su- gerida 6 por el simple raciocinio , y entonces pertenece en todo rigor 4 las figuras ddgicas, 6 por algun afecto del Animo, y entonces pertenece 4 las pateticas. Ejem- plo de Jo primero: «Algunos salvajes, dice Solis, ma- tan 4 los nifios huérfanos para que no perezcan de hambre y de miseria: tanto pierde el hombre en no estar civilizado.» Ejemplo de lo segundo: «| Oh profundidad de las riquezas de la sabiduria y ciencia divina! ; Cuan incomprensibles son sus juicios é impenetrables sus caminos (2).9 Muchas veces la reflexin sentenciosa con que termi- na un pasaje, esth propuesta como una razén 6 prueba de lo que se ha dicho, y entonces es mds fina, porque (1) De la palabra griega epifonems , exclamacién, (2) S. Pablo ad Rom:, 11, 33. 15 se descubre menos el artificio retérico; como éste del P. Roa, hablando de la gloria de los padres en la buena educacidn de sus hijos: «Muchos de nuestros mayores, dice, cuando no alcanzaban de Ja pluma del historiador ‘6 de la trompa de la fama la paga de sus merecimien- tos, contentébanse de ver premiado su valor en sus se- mejantes; que el premio de la virtud es, no de la perso- na.» Como se ve por estos ejemplos, la epifonema puede plegarse 4 todos los tonos, pero de todos modos ha de - ser oportuna y nacer espontaneamente del asunto. Las sentencias son excelentes para atraer los 4nimos y ganar su benevolencia. Ojos de Ia elocuencia las Nama Quintiliano. Como la sentencia concentra todo el pen- samiento, nada se le debe afiadir. Es el fin de la ora- cién ; nada mas pide el auditorio, nada mas necesita. Sigale una nueva oracién, porque ya quedé perfecta- mente acabada. No parecen bien las sentencias, sino en boca de los oradores de edad madura, porque son hijas de la obser- vacién y de la experiencia; implican el conocimiento del corazon humano; suponen una historia que no tiene la juventud falta de antecedentes. Pero un predicador joven no debe tener reparo en citar las sentencias co- munmente recibidas, los proverbios, 6 tomar algunas al amparo de graves escritores, presentando la fuerza del testimonio ajeno, mas reservando el propio, que por sf solo carece de autoridad 6 no tiene la necesaria. Fepolicién (1).—Esta figura, llamada también conmo- racién (2) 6 amplificacidn (3), consiste en presentar un objeto bajo todos sus aspectos para darle mejor 4 cono- cer. Véase cémo amplifica Fray Luis de Granada la idea (1) Del verbo latino expotio, pulir, alisar, hermosear, dar la Ultima mano. {2 Del verbo latino commoror, detenerse , insistir. (8) Del verbo latino amptifco, engrandecer, encarecer, ponderar. 126 de la condicién humana: «4 Qué es el hombre sino una anima en todo miserable, en sus consejos ciego, en sus obras vano, en sus apetitos sucio y en sus deseos des- variado. Y finalmente, en todas sus cosas pequefio y en sola su estima grande?» Esta figura, introducida con oportunidad, es graciosa; pero si no se emplea con tino y discernimiento, degenera en lo que los griegos lamaron tautologta (1) y perisologia (2). Gradacién (3) 6 climax (4).—Consiste en presentar una serie de ideas, de imagenes, de sentimientos 6 sim- plemente de matices de un mismo pensamiento, cuya fuerza va siempre creciendo 6 decreciendo. Asi, la gra- dacién puede ser ascendente 6 descendente. Fray Luis de Granada, describiendo la muerte de] Salvador, pre- senta esta gradacién: «Grandisima gloria fué obscure- cerse el cielo, temblar la tierra, despedazarse las pie- dras, abrirse los sepulcros, aparecer los difuntos, hacer sentimiento todos los elementos.» Las gradaciones que consisten en la respectiva correspondencia de las ideas con las circunstancias del asunto, son mds finas que aquellas que en cierto modo se anuncian 4 si mismas, tanto por la significacién material de las palabras, como por el orden progresivo en que estén colocadas. ~ No se confunda esta figura con la concatenacidn. Esta Ultima es relativa & las frases, aquélla 4 las ideas. La. concatenacién supone siempre gradacién, mas no al contrario. Recuérdese lo que dijimos hablando de la sinonimia en las figuras de palabra , que igualmente es aplicable 4 la gradacién. Paradoja (5).—Es una idea contradictoria 6 falsa en ja apariencia, aunque verdadera en el fondo. «Mira al ) Decir lo mismo. (@ Nimia verbosidad. @® De la palabra latina gradus, escalén. (4) Dela palabra griega climax, escalera, 6) De lag palabras griegas para, contra, y doxa, opinién, 127 avaro en sus riguezas pobre.» He aqui otro ejemplo: «No hay cosa que 4 la larga canse mas, que el no hacer nada.» Es harto faci] que esta manera de presentar los pensamientos degenere en conceptillos epigramaticos y en juegos de palabras. Sea raro, pues, dice Monlau (1), el uso de esta figura, y cuando parezca algo estudiada, afiadase alguna expresidn clara y sencilla del mismo pensamiento. Pero aun con estas precauciones y salva- guardias, las paradojas de esta clase tienen siempre algo de concepto, y lo mejor es no emplearlas. Semejanza, stmil (2) 6 comparacion. —Consiste en poner frente 4 frente dos objetos, que se parecen bajo cierto punto de vista, 4 fin de hacer uno de ellos mas claro, mas sensible 6 mas enérgico. La semejanza que existe entre dos cosas puede ser para hacer sensible una idea abstracta 6 dar mas claridad y hermosura 4 un objeto. Ejemplo de lo primero: «No tiene sombras el sol cuando esté en la mayor altura; pero al paso que va declinando, crecen y se extienden: asi, la envidia persigue con mayor fuerza al que empieza 4 caer, y como hija de animus cobardes, siempre teme que podr4 volver 4 levantarse (3}.» Ejemplo de lo segundo. Ha- blando Fray Luis de Granada de la aparicién de Jesu- cristo resucitado 4 su santisima Madre, dice: «No sale tan hermoso el lucero de la mafiana, ni resplandece tan claro el sol de mediodia, como resplandecié en los ojos de la Madre aquel rostro lleno de alegria y aquel claro espejo de la gloria divina.» Dijimos al hablar de la metafora que ésta no era mas que una comparacién abreviada; de consiguiente, son igualmente aplicables al sémi? las reglas que alli dimos para el buen uso de Jas metdforas. No obstante, las (1) Obra citada. (2 Del adjetivo latino similis, semejante, (8) Saavedra. 128 comparaciones deben ser claras, exactas, breves, no acumuladas, nobles y nuevas. El simil puede emplearse también como medio de prueba en los discursos orato- tios. Concluiremos haciendo observar que dos objetos pueden muy bien compararse aunque no sean semejan- tes en si mismos, bastando que Jo sean sus efectos. De este género es la semejanza en que se funda el siguien- te simil: «Los versos improvisados son como las noti- cias; al dia siguiente no valen nada.» CAPITULO V CONTINDACION DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO Figuras descriptivas. Las principales figuras que usa el orador para acla- rar sus pensamientos, haciéndolos interesantes & la imaginacién , y por este medio al corazin, son las que designamos con el nombre de descriptivas. Mas de una vez hemos dicho, y ahora repetimos, que uno de los fines de la elocuencia es agradar. Para obte- ner este fin sirven las figuras descriptivas, embelle- ciendo el discurso y dando aia verdud un aire grato. Se le prestan estos encantos inocentes, ya oponiendo y haciendo contrastar uno con otro diversos pensamien- tos, ya haciendo brillar los menos conocidos por otros mas familiares; ora por pinturas variadas de tiempos, de lugares y de personas, ora, én fin, dando nobleza al estilo, que no tendra Ja dignidad conveniente, sila cosa ha sido pobremente expresada. Todas las figuras de . esta clase pueden reducirse 4 dos especies: si el objeto que se ha de dar 4 conocer es wnico, se le describe; si son varios, se enumeran. La forma que en ambos casos toma el pensamiento se llama, en consecuencia y con toda propiedad, en el primero descripeién, en el segunda enumeracion. Las principales figuras que pertenecen al primer grupo, son variedades de la Aipotiposis. 130 Hipotiposis (1).—Es una pintura animada de los obje- tos. Los colores que emplea deben ser tan vivos y ver- daderos, los rasgos tan naturales y los cuadros tan ani-. mados, que no parezca que se lee sino que se ve. No hay cosa en que no pueda tener lugar la hipoti- posis, siquiera sea por comparacidn 6 por relacién las cosas que caen bajo el imperio de Jos sentidos. Los objetos materiales, como un palacio, un volean, una pradera; los seres abstractos, como la envidia, la glo- Tia, la vanidad; Jos sucesos pasados, como una batulla, un naufragio ; los acontecimientos futuros, como el fin del mundo; las épocas del tiempo, como la primavera, el otofio; los sitios 6 paisajes, el exterior de una per- sona verdadera é ideal, las cualidades morales de un individuo, las de una clase entera, como el clero, la mnilicia, etc., todo puede describirse y pintarse con los colores mas vivos y fuertes, y presentarse 4 la imagi- . nacién por el lado mas interesante y favorable. Las principales variedades de esta figura, son:. el cuadro, la descripcidn, el retrato, la prosopografia, la ezopeya, el cardcter, el paralelo, la topografia y \a defi- nicion. Cuadro-—Se da este nombre 4 la figura precedente, cuando esté condensada en un bosquejo vivo y pare- cido que le hace equivaler 4 una verdadera pintura, como en este ejemplo: «El martir se presents ante el tribunal, le ofrecen el incienso para que lo queme ante los dioses, pero él lo rechaza; 4 una seffal del tirano, los verdugos se precipitan sobre él» Deseripcion.—Recibe este nombre ja hipotiposis, cuando tiene mayor extensidn que el cuadro. El Padre Fr. Luis de Granada describe de este modo el encuen- tro de la Virgen con el Salvador, cuando cargado con la cruz se dirige al lugar del suplicio : «Oye (la Virgen) (1). De las palabras griegas hizo, debajo, y sipao, figurar. 131 desde lejos el ruido de las armas, y el tropel de la gen- te, y el clamor de los pregones con que lo iban prego- nando. Ve luego resplandecer los hierros de las lanzas y alabardas que asomaban por Jo alto. Acércase mas y mas 4 su amado Hijo, y tiene sus ojos obscurecidos con el dolor para ver, si pudiese, a) que tanto amaba su alma. ;Oh amor y temor del corazén de Maria! Por una parte deseaba verlo, y por otra rehusaba de ver tan lastimera figura. Finalmente, legada ya por donde lo pudiese ver, miranse aquellas dos lumbreras del cielo una 4 otra, y atraviésanse los corazones con los ojos, y hieren con su vista sus Animas lastimadas. Laslenguas_ estaban enmudecidas, mas al corazén de la Madre ha- plaba el del Hijo dulcisimo, y le decia: «%Para qué vi- niste aqui, paloma mia?» Retrato.—Recibe este nombre la descripeién que tiene por objeto un hombre 6 un animal en particular, como este ejemplo de Solis: «Era (el cardenal Cisneros) varén de espiritu resuelto, de superior capacidad, de corazon magninimo, y en el mismo grado religioso, prudente y sufrido, juntandose en su persona sin embarazarse con su diversidad, estas virtudes, morales y aquellos atributos heroicos.» Prosopografia (1).—Es el retrato que no se ocupa mas que de los rasgos exteriores de la figura, del aire y del continente de un hombre 6 de un animal. El Pa- dre Isla describe asi el démine con quien estudié gra- matica latina su Fray Gerundio: «Era un hombre alto, derecho, seco, cejijunto y papuloso, de ojos hundidos, nariz adunca y prolongada, barba negra, voz sonora, grave, pausada y ponderativa, furioso tabaquista y per- petuamente aforrado en un tabardo talar de pafio pardo, con uno entre becoquin y casquete de cuero rayado, (1) De las palabras griegas prosopon, figura, y grapho, describir, 132 que en su primitiva fundacién habia sido negro, pero ya era del mismo color que el tabardo.» Etopeya (1).—Es el retrato de las prendas y de los defectos, de las virtudes y de los vicios, 6 de las cos- tumbres de una persona. El P. Isla describe asi las cua- lidades morales de un pariente de su Fray Gerundio: «Era hombre ya hecho, sabio, agudo, discreto, muy leido, gran tedlogo é insigne predicador.» : Los caracteres y costumbres no deben retratarse con demasiada simetria, ni se han de recargar con contras- tes estudiados. Se hace uso de esta figura en los pane- giricos de los santos y en las oraciones funebres. Cardcter.—Recibe este nombre el retrato que versa acerca de una clase de individuos cuyas aficiones, cu- yas buenas prendas, cuyos defectos y manias son igua- les. Citaremos para muestra el siguiente ejemplo toma- do de Fray Luis de Ledn, al describir la buena madre de familia: «La buena mujer, dice, en su casa reina y resplandece, y convierte 4 si juntamente los ojos y los corazones de todos. Si pone en el marido !os ojos, des- cansan en su amor; si los vuelve 4 sus hijos, alégrase -con su virtud; si 4 sus criados, halla en ellos bueno y fiel servicio, y en ‘s hacienda provecho y acrecenta- miento.» Paralelo (2). cuando Se oponen frente 4 frente dos retratos, dos caracteres, dos cosas 6 dos estados dife- rentes de una misma persona, se hace un paralelo. He aqui el que hizo Donoso Cortés entre Moisés y Homero: «Moisés, que es el mas grande de todos los fildsofos, el mas grande de todos los fundadores de imperios, es también el mas grande de todos los poetas. Homero canta las genealogias griegas; Moisés las genealogias del género humano : Homero cuenta las peregrinacio- ”() De las palabras griegas ethos, costumbre, y poieo, describir. (2) ‘De la palabra griega paraletios, colocado frente 4 frente. 133 nes de un hombre; Moisés las peregrinaciones de un pueblo : Homero nos hace asistir al choque violento dé la Europa y del Asia; Moisé, nos pone delante las ma- ravillas de la creacidn: Homero canta & Aquiles; Moisés & Jehova...» : Topografta (1).—Es la descripcién viva y circunstan- ciada del lugar que ha servido de teatro al suceso que se narra , como ésta de B. L. de Argensola: «Es Ceilan una de las mas raras islas del orbe y la mas fértil. Yace frontera del cabo Comorin, poblada y cultivada con magnificencia. Nacen en ella todas las plantas conoci- das en las otras partes de la tierra. Riéganla diferentes rios y fuentes purisimas, con excelentes propiedades de aguas deleitosas y medicinales, entre las cuales nacen otras de betiin liquido y alguna de puro balsamo. Vol- canes de perpetuas llamas que arrojan entre las aspe- rezas de las montaiias losas de azufre, y alli mismo al- tas arboledas, en cuyas ramas se suelen ver géneros de aves de cuantas vuelan en las demas partes del mundo.» Definicién.—La definicidn oratoria explica la natura-. leza y propiedades de un objeto, le considera bajo sus diferentes puntos de vista 6 le da 4 conocer por las cau- sas, por los efectos 6 por las circunstancias, y siempre de modo que impresione el animo 6 la imaginacién de los lectores 6 de los oyentes. Véase ésta de Donoso Cor- tés: «Y qué, sefiores! gs ese patriotismo por ventu- ra? 4 Es eso ser patriota? ; Ah, no! gSabéis lo que es ser patriota? Ser patriota, sefiores, es amar, es aborrecer, es sentir como ama, como aborrece, como siente nues- tra patria.» Facil seria acumular ejemplos de esta clase de des- cripciones, sino temi¢ramos traspasar los limites que ‘nos hemos propuesto en este tratado. Nos contentare- (2) De las palabras griegas topos, tugar, y grapho, describir: 134 mos, por lo tanto, con indicar las reglas ms principales que deben tenerse presentes en cada una. Las descrip- ciones de edificios , sitios y paisajes deben estar traba- jadas con tal arte, que al leerlas ui oirlas pudiera facil- mente copiarlas un pintor. Se ha de procurar ademas que sean oportunas, y no han de repetirse las ya hechas por los grandes maestros , 4 no ser que se les afiada al- guna novedad. La misma regla se observard con res- pecto al exterior de una persona verdadera; mas si fuere ideal, se le atribuirdn las propiedades y caracteres que mejor le convengan, segun las leyes de la verosimili- tud. Los seres abstractos se describiran enumerando sus causas y sus efectos ; los sucesos pasados, observan- do las leyes de toda buena narracidn, y los futuros tras- ladandose con Ja imaginacién, que debera estar gran- demente acalorada, al momento del suceso, como si ya estuviera presente. Las épocas del tiempo se describiran procurando que resalte siempre en ellas aquella circuns- tancia que mas Ilame la atencién; y por ultimo, las cualidades morales de un individuo 6 de una clase, cui- dando de que los caracteres que se le atribuyen 4 nin- gun otro objeto convengan, sino al que se intenta des- cribir. Sin esta clase de figuras, dice Fenelén, todo es seco, languido y enojoso. Desde el pecado original, el hom- bre esta como hundido en las cosas sensibles, y de aqui ‘su gran mal; él no puede estar atento por largo tiempo & lo que es abstracto; por lo tanto, hay necesidad de dar cuerpo 4 todas las instrucciones que se quieren insi- nuar en su espiritu; hay necesidad de imagenes que lo arrebaten. De aqui viene el que inmediatamente des- pués de la caida del género humano, la poesia y la ido- latria, siempre reunidas de consuno, fuesen la religién de los antiguos. 135 II Continuacion de las figuras descriptivas. Acabamos de ver que las descripciones se hacen, 6 enumerando simplemente las partes, cualidades 6 cir- cunstancias del objeto, 6 diciendo ademas algo de cada - una de ellas. Mas como también se pueden enumerar cosas que no sean rasgos descriptivos y decir algo de cada una de ellas, se han considerado estas dos formas como distintas de la descripcién, y se distinguen con nombres particulares. La simple enumeracién se llama enumeracién de partes, y \a enumeracién, acompaiiada de afirmaciones 6 negaciones sobre cada una de las co~ sas enumeradas, lleva el titulo de distribucidn. Enumeracién de partes.—Consiste en expresar rapi- damente una serie de ideas que se refieren al mismo ob- jeto, hasta dejarle completamente individualizado. Tal es la siguiente enumeracién de las circunstancias que favorecen 4 un escritor para que sus obras salgan per- . fectas hecha por Cervantes: «El sosiego, el lugar apa- cible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espi- ritu, son grande parte para que las musas mas estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravillas y contento.» Distribucion.—Esta afiade 4 la simple enumeracidn el afirmar 6 negar algo de las cosas que se enumeran, San Cipriano comete esta figura en este pasaje del libro de Las Virgenes: «Llevan las virgenes la imagen del hombre celestial; estables en la fe, humildes en el te- mor, fuertes para sufrirlo todo, mansas para soportar la injuria, faciles para hacer obras de misericordia, unanimes y concordes en la paz fraternal. » 136 En la simple enumeracién hay mas rapidez y viveza, en la distribucién mas calma y tranquilidad. En la pri- mera se ve cierto movimiento apasionado; en la segun- da ese movimiento se templa con la frialdad del racio- cinio. Una y otra se emplean con acierto cuando son espontaneamente sugeridas por la naturaleza del asunto y las circunstancias que le rodean. De otra suerte, si el orador se afana en traerlas por hacer un vano alarde de ingenio, esta muy 4 riesgo de que el estilo resulte afec- tado y redundante (1). {l) Miguel: Retérica y Poética. CAPITULO VI CONTINUACION DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO Figuras patéticas, Las figuras de que vamos 4 tratar pertenecen espe - cialmente 4 las fuertes conmociones del alma avivada por la imaginacién, y 4 los sacudimientos impetuosos que, comprimidos por algiin tiempo, terminan en la violenta explosidn de los transportes. Aqui todo es sen- sibilidad, todo accién rapida, que, extendiéndose por la naturaleza, la anima y la hace participe de las més vi- vas impresiones. El alma, una vez agitada, distingue los objetos con mayor fuerza, los expresa con mayor in- terés y debe sentirlos con mas vivacidad y calor. Eis verdad que la dicha y el infortunio agitan el alma de diverso modo, pero siempre con grande actividad; ya se encamine directamente 4 todo lo que le interesa, ya se entregue 4 Ja admiracién. Aqui vacila, delibera con- sigo misma; alli, arrastrada por las mas fuertes impre- siones, impele y arrastra 4 los que ponen obstaculos 4 sus deseos. En fin, cuando la violencia de sus transpor- tes llega & su colmo, habla, no sdlo con cuantos la ro- dean , sino con los ausentes y hasta con los objetos in- animados; amenaza, ruega, exclama, sustituye 4 la expresidn débil otra mas fuerte, exagera, invierte el orden ldgico de Jas ideas, para conservar el del interés eye 138 actual. Expone con viveza y ardor lo que desea, supo- ne vida, movimiento é inteligencia en todos los seres; interrumpe el discurso, dejando incompleto el sentido de sus frases; afirma con juramento tal vez imposible lo que dicen sus palabras; pregunta, aun cuando nadie haya de responder, y si se queja de sus desgracias, parece que se complaceria en que se agravaran para tener motivos mas fundados de quejarse. A estas diversas maneras de expresar con verdad y viveza los afectos, se ha dado el nombre de figuras pa- téticas. II Clasificacién de las figuras patéticas, Losdiversos movimientos que producen en el alma las, pasiones, estan ligados 4 diferentes pensamientos con modificaciones particulares, y de aqui han nacido aque- Uas locuciones, que en el idioma de la retérica Nama- mos apdstrofe, exclamacidn, correccién, hipérbole, pro- sopopeya , reticencia & interrogacién. Tales son los nom- bres de jas principales figuras llamadas patéticas que iremos recorriendo brevemente. Apéstrofe (1).—Por esta figura e] orador interrumpe elhilo de su discurso y no se dirige ya @ los oyentes, sino & alguno 6 algunos de sus oyentes 6 bien 4 los au- sentes, 4 los muertos 6 4 personajes ficticios. David, Norando la muerte de Satil y Jonatas, se expresa asi (2):° «Los inclitos de Israel fueron muertos sobre sus mon- tes; gcdmo cayeron los fuertes? No deis la nueva en Geth, ni la publiquéis en las plazas de Ascalén... Afon- tes de Jelbod, ni rocio ni Nuvia venga sobre nosotros, (1) De las palabras griegas apo, lejos, y strepho, volverse, ® Libro II de los Reyes. 139 porque alli fué abatido el escudo de los valientes.» Esta figura es en elocuencia lo que lo maravilloso es en poesia; de aqui la necesidad de emplearla con reserva, pues principalmente conviene 4 los discursos de un gé- nero elevado. . Heclamacién.—Es una figura por cuyo medio se ex- presan con mayor viveza los sentimientos de sorpresa, de admiracién, de terror, de alegria, de furor, etc., de que est&é uno animado, como en este ejemplo: «Jeru- salén , Jerusalén... cuantas veces quise allegar tus hi- jos, como la gallina sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste (1}!> Debe servir de regla para usar esta figura, no afectar Jas pasiones que no se Sienten, porque esta ficcién produce pésimos resultados. No se crea que la gracia de la exclamacién esté en acumular admira- raciones y en hacer pueriles aspavientos, no; ha de ser sugerida por la pasidn y por una pasidn vivisima. Correccién.—Consiste en sustituir una expresién por otra, por parecernos demasiado fuerte 6 demasiado débil, como en este ejemplo: «Los vicios acaban la vida del hombre m4s robusto. Esto digo. No es este el ma~ yor dafio: los vicios perjudican al honor, colman de oprobio y dan muerte 4 las almas.» Hay otra especie de correccién mas ligera 6 delicada que se hace modifi- cando 6 adicionando el pensamiento principal. De Carlo- Magno, dice un politico: «Formé admirables leyes, y aun hizo mas; las hizo ejecutar.» Hipérbole (2\.—Es una figura que consiste en exage- rar las cosas para conmover mas vivamente. Es efecto de pura imaginacién, y 4 veces también de una pasidn exaltada, que teme quedar corta en lo que quiere dar & entender. . Si bien Jas hipérboles son permitidas en pasajes tran- Q) San Mat., 23, 37. @) De ta palabra hipérbote, exageracién. 140 quilos, como en las descripciones, es menester que aun entonces el objeto de que se habla sea en si mis- mo nuevo, grande y oportuno, de suerte que la admi- racién que excite pueda causar en la fantasia el mismo efecto que una pasién muy violenta. La hipérbole es figura grandiosa, pero debe emplearse con mucho cui- dado, porque si no es muy natural , degenera en visible hinchazén. San Jeronimo , hablando de lo sucedido en el Coucilio de Rimini, dice: «Que se admiré el mundo de verse arriano.» La mejor regla para juzgar de la opor- tunidad de las hipérboles, es la de Quintiliano: «Aunque lo que se diga sea inveros{mil para el que lo oye, no lo sea para el que lo dice.» Prosopopeya (\).— Es la mas atrevida y la mas enér- gica de las figuras de pasidn; presta vida, sentimiento, accién y aun habla 4 los seres inanimados, lo mismo -que 4 los animados, & los muertos como 4 los vivos y 4 los objetos puramente imaginarios como 4 los perso- “najes reales. Cuatro son los grados de la prosopopeya: 1.°, cuan- do simplemente se dan 4 objetos inanimados, incorpé- reos, epitetos y calificativos que sdlo convienen a los animados 6 corpéreos; 2.°, cuando se introducen los inanimados obrando como si tuvieran vida; 3.°, cuando se les dirige la palabra, como si pudieran entender lo que les decimos; 4.°, cuando les hacemos hablar 4 ellos mismos. De primer grado—Cuando decimos que la cobardta es cruel, el amor materno es ciego, y otras expresiones semejantes, cometemos una prosopopeya de primer grado. Estas ligeras personificaciones suponen tan poca agitacién en el que habla, que pueden entrar sin vio- lencia en la composicidén menos elevada con tal que no se vea que han sido buscadas con demasiado estudio. -(). De las palabras griegas prosopon, persona, y potso, Aeaeribir. Tam- bién recibe esta figure el nombre de personificacién, 141 De segundo grado.— «La discordia rasga con san- guinosa mano el velo de paz que cubria la Espafia, y dando suelta 4 las viboras sedientas que emponzofian la sangre de su pecho, pronuncia el grito de extermi- nio entre padres é hijos, entre hermanos y amigos.» Las prosopopeyas de este grado son yamas fuertes, y no pueden emplearse sino en composiciones que exijan cier- to grado de elevacién, particularmente si estan en prosa. De tercer grado.—Fray Luis de Granada , hablando de la muerte del Salvador, dice: «jMirad, cielos, esta crueldad, y cubrios de luto por la muerte de vuestro Salvador!» Las prosopopeyas de este tercer grado su- ponen ya tan acalorada la imaginacién del que habla, que en prosa sélo pueden tolerarse.en pasajes muy patéticos de composiciones del género oratorio. Cuan- do nuestro animo esta vivamente conmovido por afec- tos tiernos, melancdlicos recuerdos é impresiones dolo- Tosas, hablar entonces con las cosas que tienen relacién con las que fueron en otro tiempo objeto de nuestro carifio y de nuestra ternura, es hablar el lenguaje de la naturaleza. _ De cuarto grado.—«Escuchad, escuchad la leccién que os da esta tumba: yo, dice, no admito distincién de clases;en mi seno las confundo todas; no tengo mas © que un nivel y una medida.» Estas prosopopeyas son Jas mas atrevidas: para personificar objetos inanimados, poner razonamientos en su boca, preciso es un grande entusiasmo que arrebate y enajene al orador. Sdlo se emplean en asuntos muy importantes. Esta figura es sin duda la mas patética entre todas las patéticas, porque prescindiendo de la nobleza y ro- . bustez que tiene en si misma, adquiere mas calor, més espiritu y mas vida, reforzada por otras de las mas ar- dientes, que generalmente la acompafian, como son la exclamacién, la interrogacién, conminacién, apds- trofe, etc, 142, Reticencia (1).—Por esta figura se detiene el orador de repente, para pasar en seguida & otra nueva idea, pero de modo que los oyentes puedan comprender lo que no se dice y aun 4 veces mas de lo que se dice. E] silencio, en algunas ocasiones, es en efecto mas elo- cuente que las frases més apasionadas, y dejando-é la fantasia el cuidado de interpretarle, se eleva facilmen- te 4 regiones desconocidas. Asi se verifica en aquellas palabras del Salvador, llorando sobre Jerusalén: «Si, conocieses ahora la paz y los bienes que en este dia tuyo te venian... Mas todo esto esta ahora escondido 4 tus ojos (2).» Ocioso es advertir que esta figura no debe emplearse sino cuando el animo se halla agitado de alguna fuerte pasién. Interrogacién, — Consiste en dirigir una pregunta, no para obtener una respuesta, sino para dar mas real- ce al pensamiento: véase este ejemplo de Fray Luis de Granada: «4Qué es, Sefior, todo este mundo visible, sino un espejo que pusisteis delante de nuestros ojos, para que en él contemplasemos vuestra hermosura?... 4Qué es todo este mundo visible, sino un grande y ma- ravilloso libro, que vos, Sefior, escribisteis y ofrecisteis 4 los ojos de todas las naciones del mundo, asi de grie- gos como de barbaros, asi de sabios como de ignorap- tes, para que en €l estudiasen todos y conociesen quién vos érades?» etc. Si 4 la pregunta afiadimos nosotros mismos la res- puesta, la figura se lama entonces subyeccidn. Ejem- plo: «gQuién debe ser el favorito de un rey? Su pue- blo.» Algunos dan también el nombre de subyeccidn & una serie de pensamientos, en la cual cada uno de és- _tos va acompafiado de otro correlativo, que le sirve de ilustracién 6 de causal, 6 contrasta con él bajo cualquier (1) Del verbo latino reticeo, callar. (® San Lucas, 19, 42, 143, respecto que sea. Esta forma se emplea cominmente en los paralelos. De todas las figuras oratorias, la mas dominante y la mas rapida es la interrogacién. Pero si se emplea en los principios sobre que est4 basado el discurso, esparce una obscuridad inevitable y cierta especie de declama- cién y de vaguedad que disgusta 4 los buenos espiri- tus. He aqui por qué debe emplearse después de la ex- posicién luminosa del asunto, 4 fin de despertar luego -los afectos é imponer silencio 4 la mala fe y 4 las va- nas excusas de la debilidad. CAPITULO VII CONTINUACION DE LAS FIGURAS DE PENSAMIENTO Figuras oblicuas. En los escritos, y hasta en la conversacién familiar, es necesario 4 veces hablar de objetos 6 torpes 6 asque- rosos 6 innobles en si mismos, y de ideas que, si bien nada tienen de indecentes, no conviene por ciertos res-' petos que se anuncien directamente. En ambos casos,’ lejos de comunicar franca y abiertamente los pensa-’ mientos, debemos presentarlos con cierto disfraz y de una manera oblicua, que no dejando duda sobre su ver- dadera inteligencia, no muestre, sin embargo, los ob- jetos en toda su deformidad 6 de un modo desagrada- bie. Hay también ocasiones en que al orador conviene_ Namar Ja atencién hacia alguna cosa de que entonces no trata, pero que tiene con su asunto cierta conexién que importa recordar 6 hacer sentir como de paso. La naturaleza sugiere en estos casos ciertos rodeos 6 ino- centes artificios para insinuar lo que no queremos de- cir abiertamente; y el hombre iliterato los esté em- pleando toda su vida sin saber que son figuras de reté- rica; lo tnico que han hecho los preceptistas ha sido buscar nombres técnicos con que distinguirlas unas de otras y establecer después algunas reglas observa- ciones sobre el modo de emplearlas (1). Q) Monlau, ob, cit, 145 Estas observaciones son las que vamos & consignar brevemente bajo los titulos en que se hallan distribui- das; pues aunque algunos de ellos no estén muy bien escogidos, se hallan en los autores y es menester saber lo que significan. st Clasificacién de las figuras oblicuas. Las principales figuras oblicuas son las siguientes: alusién, litote, pertfrasis, pretericion, dialogismo, du- bitacién 6 ironta, con sus diferentes especies. Alusién.— Es una comparacién que se hace en la mente y por la cual se dice una cosa para recordar otra de que no se hace mencién expresa. Enrique IV de Francia, dijo un dia al embajador de Espaiia, que con elejército que habia reunido pensaba ir 4 Italia, al- morzar en Milan, oir misa en Roma y comer en Népo* les, 4 lo cual repuso agudamente nuestro embajador: «Sire (1), & ese paso podria muy bien V. M. llegar & otsperas 4 Sicilia.» Esta respuesta es una picante alu- sién histérica 4 las Visperas Sicilianas. Las alusiones deben ser claras y faciles de entender, pues de lo con- trario no serfan alusiones, sino enigmas. Deben ser ademas acomodadas al tono de la composicién: en obras de estilo grave y elevado, deben, por consiguiente, las alusiones referirse 4 objetos nobles. : Litote (2) 6 atenuacién.—Es una figura que consiste en decir lo menos para dar 4 entender Jo mas. Regular- mente se comete esta figura sustituyendo 4 la afirma- cién positiva la afirmacién de lo contrario, como si (1) Tratamiento que se daba 4 los soberanos de Francia, (2) Dela palabra griega ttos, sencillo, pequeiio. 10 146 para dar 4 entender que una cosa me gusta, digo: «no me desagrada.» Expresiones semejantes ocurren & cada paso en Ja conversacién, pues 4 veces la modestia, e} respeto debido 4 los que nos escuchan y otras conside- raciones nos obligan 4 emplear estas especies de fér- mulas. De ellas hacemos mencién aqui, porque son uno, de los recursos que se pueden emplear para conservar la decencia en el estilo y también porque oportunamente introducidas hacen bellisimo efecto. : Perifrasis (1).—Consiste en expresar, por medio de una circunlocuciédn 6 rodeo, lo que podria decirse en menos palabras, pero de un modo menos gracioso , me- nos noble 6 menos habil. Sirve para presentar de una manera menos chocante ideas desagradables, y para dar novedad 4 las muy comunes. Como ejemplo de pe- rifrasis que se emplean para disfrazar ideas desagrada- bles, citaremos la expresién siguiente de «ensefiar 4 uno la puerta de la calle», por «echarle de casa», Para embellecer ideas triviales: «el Padre de los creyentes», por «Abraham.» Pretericién (2).—Consiste en fingir que se pasa en silencio y que no se tocan sino ligeramente algunas cosas, sobre las cuales se insiste, sin embargo, con fuerza. Ejemplo: «Pasaré en silencio lo que el sacerdo- cio catdélico ha hecho por la causa de la civilizacién; salvando las obras de la clasica antigiiedad, convirtien- do 4 la fe las naciones iddlatras, ilustrando al mundo con sus sabios escritos, y me contentaré...» Esta figura, que Cicerdn usa con gran, frecuencia, es de excelente efecto, si se sabe manejar con tino, y sirve para reforzar los hechos principales que tratamos de comunicar, y hacer que resalte mds lo que tienen de censurable 6 de plausible, seguin su naturaleza y circunstancias. Q): De tas palabras griegas peri, alrededor, y frazo, hablar. (2) Del verbo latino pretereo, pasar por alto. 147 Dialogismo.—Consiste en fingir una conversacién entre dos 6 mas personas verddderas 6 ideales; la cual se cita textualmente, como en el siguiente pasaje de ‘una oracién funebre: El viejo decia 4 sus hijos: «Hijo mio, murié el vardn justo.» El desvalido y el infeliz ex- clamaban : « Cay6é nuestro amparo. » **Cuando esta conversacién la entabla uno consigo mis- mo, se Hama soliloguio. Tal es el ejemplo siguiente, que, con referencia 4 Job, presenta Fray Luis de Leén: «He venido 4 un punto que no sé qué hacerme. Ni puedo sostener esta vida, ni se me permite tomar con mis ma- nos la muerte. Por ninguna parte 4 que vuelvo los ojos me consienten dar paso. Dios me espanta, si le miro; mis criados me desconocen, si les amo; mis hijos, se Jos llevé la muerte; mi mujer misma, es mi enemiga; mi cuerpo, es mi tormento; mi imaginacién, cruda ver- dugo de mi alma.» El dialogismo, asi como el soliloguio, pueden admitir todos los tonos, y, de consiguiente, las expresiones y frases en que se conciban, deben ser acomodadas al témperamento de la obra ¢ importancia de los pasajes. * Hay otra especie de dialogismo que es mas fina y ‘oratoria, que se emplea 4 veces para decir ciertas co- sas sin que parezca que se dicen. Podra servir de ejem- plo el siguiente fragmento de un sermén: «Si el respeto debido 4 este lugar sagrado no me contuviera, yo pre- guntaria 4 ese codicioso: gCon qué derecho atesoras ese oro que con voz lastimera reclaman los infelices sin sustento ni medios de ganarlo? gIgnoras que los verda- deros pobres son los predilectos del divino Fundador de la religién que afectus profesar? Recuerda, por otra parte, la procedencia de estos tesoros que amontonas; recuerda que algunos de ellos estin todavia manchados de sangre. » Dubitacion.— Consiste esta figura en'aparentar cierta perplejidad acerca de lo que conviene decir 6 hacer, 148 por mas que se haya resuelto lo que se crea mas con-° veniente, como en el siguiente ejemplo del P. Zarate: «aQué virtud le faltaba al santo Job, 6 qué pecados me- recieron que el Sefior le tratase con tanto rigor? Por ventura gera soberbio? No; que él dice que con el me- nor de su casa se ponia 4juicio, para satisfacerle si es taba agraviado. 4 Fué avariento, enemigo de la limos~ na? No; que éi dice que jamas comié sin que tuviese parte el pobre y el huérfano. ,Era, por ventura, hom- bre sensual? No; que él dice que tenia capitulado con sus ojos, que ni aun pensamiento malo tuviese con mu- jer. Pues, gqué fué la causa de tan terrible trabajo? Le faltaba esta virtud, que era dar gracias & Dios por las tribulaciones.» . Cuando la dubitacién se lleva por un largo periodo como aqui, recibe el nombre de suspensidn 6 sustenta~ cién, porque en efecto tiene como suspendidos los 4ni- mos de los oyentes, interesando su atencidn y picando vivamente su curiosidad. Il Continuacién de las figuras oblicuas. Jronia (1).—Es una figura que consiste en decir lo contrario de lo que se piensa y de lo que se quiere dar & entender. Hermoso es aquel pasaje de la Sagrada Es- critura (2), en que Elias, para humillar 4 los falsos pro- fetas de Baal, que no podian lograr de su Dios hacer bajar fuego del cielo, les dice por modo de burla: «Cla- mad con voz mas alta... acaso duerme, 6 se esta divir- tiendo, 6 anda de viaje, 6 ciertamente duerme.» (1) De la palabra griega eironeia, disimulo, (2) Lib. IIT de log Reyes, cap. xvi, 149 La ironia debe darse & conocer por Ja entonacién de la voz, por Jos gestos y ademanes; su fin es algunas veces censurar con ingenio éalabar delicadamente; mas por lo comtin, se deja llevar de la malignidad para sa- tirizar y ridiculizar, y no pocas veces es e] ultimo ras- go de laira reducida & la desesperacién. Esta figura toma diferentes nombres, segnn el modo y laintencién con que se usa; tales como antifrasis, carientismo, cleuasmo, mimesis, asteismo y sarcasmo. Antifrasis (1).—Es una especie de'ironia que consiste en sustituir una palabra con otra, que tiene un sentido contrario; como lamar paraiso 4 la entrada general en los teatros (2). + Carientismo (3).— Es una ironia agradable, delicada, y,sin embargo, picante. Puede servir de ejemplo de finisimo carientismo, la respuesta que did el poeta Valher 4 Carlos II de Inglaterra. Leyéndole al rey unos versos apologéticos, éste le dijo que mejores los habia (1) De las palabras griegas anti, contra, y frazo, hablar. (2) Para entender bien on qué se fundan las antifrasis que 4 primera vista parecen absurdas, conviene saber que los antiguos tenfan 4 mal agtero dar 4 ciertas divinidades maléficas 6 encargadas de tristes minis- terios, nombres que recoriasen su malignidad 6 sus desagradables ocupa- ciones. Por esta raz6n, como las Furias eran, segtin su mitologia, las que atormentaban 4 los malos después de muertos, y los agitaban aun en vida con terrores, Suenos y visiones espantosas, en vez de darles un nombre que indicase este funesto ministerio, las aman Euménides, esto es, las denévolas, asi como daban al barquero del infierno, siendo tan feroz como nos Je pintan los poatas, e] nombre de Caron 6 Caronte, que quiere decir gracioso, Por el mismo principio al Mar Negro, en el cual eran tan fre- cuentes los naufragios, y cuyas orillas estaban habitadas por naciones barbaras que degollaban 4 los extranjeros, si por acaso, 6 ignorando la suerte que les aguardaba, aportaban 4 ellas, le llamaron el Ponto Eusino, como si dijéramos, Mar hospitelario, de buena acogida, Es muy impor- tante tener presente esta supersticién de los antiguos, al traducir los autores griegos y latinos, porque si no podemos hacerles decir cosas que, sien nuestra lengua no serfan un disparate, por lo menos quedarian ubs- curas para casi todos los lectores. (Monlau: Obra citada.) (8) Dela palabra griega carientismos, broma. 150 hecho por Cromwell: «Sefior, repuso Valher, los poe- ‘tas siempre nos lucimos mas en el campo de las ficcio- nes que en el de las verdades.» Clenasmo (4).—Es una ironfa por la cual fingimos echarnos la culpa de lo que directamente corresponde a nuestro adversario, 6 bien atribuimos 4 éste Jo que no conviene mas que 4 nosotros mismos 6 4 nuestro de- fendido, come en este ejemplo: «Levanta un poco mas la voz, hijo mio, ti eres aqui el amo; tu nos mantienes con tu trabajo; ti nos educas 4 todos; todo te lo debe- mos 4 ti; todos debemos respetarte risueiios.» Asi decia un buen padre al tinico hijo discolo que contaba en su familia. Atimesis {1}.— Es una ironia por Ja cual se parodia al tono, los ademanes y las palabras de una persona, para ponerle en ridiculo, como ésta de Cervantes: Después de la aventura de los batanes, Sancho repite irénicamente 4 su amo las mismas expresiones que babia empleado éste al empezar la aventura: «Has de saber, Sancho amigo, que yo naci, por querer del cielo, en esta edad de hierro, para resucitar en ella la dorada 6 de oro; yo soy aquel para quien estan guardados los peligros, las. hazafias grandes, los valerosos fechos.» Asteismo (2).—Es una ironia fina con Ja cual se dis- fraza la alabanza 6 Ja lisonja, bajo el velo de la censura 6 la reprensién, como en este ejemplo: Explicando Santa Teresa las primeras palabras del Padre nuestro, después de haber ponderado la gran merced del Salva- dor en darnos su Padre, le dice: «Mirad que vuestro Padre esta en el cielo; vos lo decis, es razén que miréis por su honra. Ya que estdis vos ofrecido & ser deshon- rado por nosotros, dejad 4 vuestro Padre libre, no le (4) Del nombre griego clewasmos, buria. (1) Deta palabra griega mimesis, imitacién, remedo, (2) De ta palabra griega asteismos, urbanidad, elegancia, donaire, 151 obliguéis 4 tanto por gente tan ruin como yo, que le he de dar tan mala gracia. » Sarcasmo (1).—Consiste on un verdadero insulto y recae sobre una persona abatida 6 desgraciada, mas digna de compasién que de desprecio. Los judios de- cian de esta manera al Salvador crucificado (2): «Ah, tu que destruyes el templo de Dios y lo reedificas en tres dias, salvate 4 ti mismo; si eres hijo de Dios, des+ ciende de la cruz... 4 otro salvé y & si mismo no puede salvar.» Las figuras de que acabamos de hablar tienen rarisi- mo uso en oratoria, *y sdlo las ponemos aqui para que tengan de ellas noticia los lectores y puedan aprove- charlas cuando convenga. FORMAS DE LA ELOCUCION Cuadro analitico de las figuras de pensamiento. Légicas. .. Descriptivas.—Hipotiposis. « Patéticas. ..... cece eeeee \Oblictas. . 6... ee. cece ee Antitesis, sentencia, expo- Jicion , gradacion, para- doja y comparacion. Cuadro, descripcién, retra- to, prosopografia , ecto- peya, cardcter, parale- lo, topografia, definicién, enumeracién y distribu- cién. Apéstrofe, exclamacion, | correccion, hipérbole, prosopopeya, reticencia é interrogacion. Alusién, litote, perifrasis, pretericion, dialogismo, dubitacion ¢ ironia, an- tifrasis, catientismo, cleuasmo, mimesis, as- teismo y sarcasmo. Q) De la palabra griega sarcasmos, escarnio, burla sangrienta, (2) San Mateo, 21, 42. 152 Iv Del buen uso de las figuras. Las figuras de diccién, los tropos y las figuras de pensamiento se presentan naturalmente 4 la imagina- cién del orador, pero el buen gusto exige que se em- pleen con discrecién, pues asi como las figuras deleitan y conmueven cuando son oportunas, igualmente dis- gustan y parecen ridiculas cuando carecen de oportu- nidad, Para el buen uso, pues, de las figuras en el es- tilo oratorio 4 pesar de las observaciones que hemos puesto al tratar de ellas en particular , fijaremos con la brevedad posible 4 mayor abundamiento las siguientes reglas: 1.° Las figuras para ser bellas es preciso que broten naturalmente del asunto, como también de Ja imagina- cidn y del sentimiento, cuyo lenguaje forman. Si son producidas por la reflexién y estan distribuidas de in- tento como adorno, producen un efecto deplorable. Asi como no es buen poeta el que mida con los dedos las silabas de un verso , tampoco podraé componer con elegancia el orador que distribuyese simétricamente las figuras para adornar su discurso, pues nada hace los adornos tan despreciables como el designio premedita- do de diseminarlos y su colocacién medida ordenada- mente. No se han de buscar las figuras como el dia- mantista, que formando un rico florén va tomando de ‘aqui y de alli las piedras preciosas que necesita: han de nacer por si mismas y brotar sin impedimento algu- no. Conviene conocerlas y estudiarlas en los buenos es- critores para no extraviarse en su colocacién, pero su formacién ha de nacer siempre de un alma exaliada y poseida de su objeto. 163 2.° Aunen el caso de que el asunto lo consienta, con- viene no prodigarlas. Las figuras acumuladas son de malisimo gusto, y en lugar de embellecer el discurso lo convierten en un enigma. No es mas bello un campo cuando esta cubierto de flores que cuando estan espar- cidas con cierta gracia. Lo mismo sucede con la colo- cacién que se da 4 las figuras retéricas: cuando éstas se multiplican demasiado, el estilo resulta hinchado y obscuro. Por eso Quintiliano decia que las figuras son como los ojos del discurso, y sabido es que los ojos no ocupan todo el cuerpo. .3.°, Hay que prepararlas y presentarlas con arte, principalmente las que tienen por objeto producir afec- to 6 emocién. La aplicacién de esta regla nos la ofrece la misma naturaleza; jamds ella presenta repentina- mente lo que nos agrada y nos hiere con viveza, Las flores no brotan subitamente, ni aparecen de repente formadas: su tallo, débil en un principio, se desarro- lla por grados. El crepisculo precede 4 la aurora y ésta al sol, que se deja ver poco 4 poco. Todo esto nos dice que es necesario preparar en el discurso el lugar que han de ocupar las figuras que empleamos, v que su entrada sea facil y natural y no forzada y repentina. No pueden darse reglas exactas acerca de la corres- pondencia especial que tengan las figuras con los diver- sos estilos y fines del orador. Por lo que toca 4 los dife- rentes estilos, el sencillo admite menos; el que se llama sublime mas, y mas que todos el florido, porque en éste, que mira mas al agrado, parecen mejor los adornos que no en el sublime, donde 4 la grandeza de las ideas y sentimientos conviene tal vez una simplicidad noble y es mas perjudicial 4 su intento la afectacién. Las figu- ras han de realzar el estilo de cada obra. Las que lo desentonan y dan un aire importuno de aparato al sen- cillo, 6 de gravedad al fiorido, 6 de festividad al subli- me, deben desecharse. 154 Tampoco es facil ni seguro determinar las que con- vienen 4 los diferentes fines que se propone el orador. Su distribucién en tres clases corresponde 4 los tres fines en que dividen el arte de hablar. Unas, dicen, son pro- pias para instruir, otras para deleitar y otras para mo- ver. Pero si se excepttian muy pocas consignadas & los movimientos mas fuertes de] alma, tales como la pro- sopopeyg, todas las demas se emplean indistintamente en estilos y con fines diferentes. Porque la figura, asi como da Ja forma al pensamiento, asi recibe de él la intencién, el alma y el valor; de modo que se hace jovial con el pensamiento festivo, majestuosa con el grave, facil y nativa con el sencillo. Esto se ve en la exclamacién, qué sirve para manifestar la admiracién y la burla, el pesar y la alegria, el temor y la seguridad. De Ja enumeracién 6 distribucién se dice que sirven para instruir; de la antitesis y de la armonia, que son propias para agradar , etc., pero pueden usarse muchas de ellas indistintamente. Advertiremos, para concluir, que no puede haber belleza sdlida donde falta la naturalidad. Si el orador domina la materia de que se trata ; si estd bien penetra- do del asunto; si ha juntado un rico caudal de materia- les y de pruebas; si ha educado el ofdo con la asidua lectura de los clisicos; si ha formado su gusto con el andlisis juicioso de los buenos modelos; si tiene, en fin, genio y disposicién natural, las figuras mas propias brotardén espontineamente de su pluma para instruir, agradar y mover, y serd elocuente sin esfuerzo ni arti- ficio que es el mejor género de elocuencia. LIBRO Il Cualidades de la elocucién. CAPITULO PRIMERO CUALIDADES GENERALES DE LA ELOCUCION I Idea de las cualidades generales de la elocucién. Como complemento y remate de esta primera parte, eumplenos tratar ahora de las cualidades de la elo- eucidn. . = Dividense éstas en generales y especiales. Las gene- rales son pocas y se distinguen por su caracter perma- nente; las especiales son infinitas y variables. Asi como la especie humana presenta un tipo general y cons- tante, que distingue al hombre de los demas seres, al propio tiempo que una variedad de razas, pueblos, fa- milias 6 individuos; asimismo las cualidades generales constituyen el tipo fundamental de la buena elocucién, “mientras que las especiales 4 el estilo ofrecen una va- riedad marcada de géneros y especies. La noble expresién de los pensamientos y de los afec- tos, la honestidad y elegancia del lenguaje, el prudente uso de las imagenes, Ja buena colocacién de las figuras, .. 156 el poder ver de una ojeada la conexién y enlace de las ideas, sin que fatigue Ja monotonia y la conveniente eleccién y colocacién de las palabras, son caracteres que deben distinguir 4 !as composiciones literarias. No hay, por otra parte, palabras, por 4speras y duras que sean, que no puedan contribuir 4 la armonia y belleza del discurso, siempre que se hallen dispuestas por una mano habil, asi como en la construccién de un edificio encuentran su lugar adecuado las piedras mas toscas y menos labradas. Estas ligeras indicaciones son suficientes 4 interesar- nos en el estudio de las cualidades generales de la elo- cucién, que 4-continuacién vamos 4 estudiar, dejando para los capitulos siguientes tratar del estilo. I Nobleza y elegancia de ta elocucién. Nobleca.—Esta propiedad, llamada también dignidad 6 decoro, consiste en cierta eleyacién de sentimientos y pensamientos, que evita toda palabra forme, repug- nante 6 baja (1). Las palabras han de ser claras y enérgicas, cuando Jas ideas que deseamos comunicar son tales que no puede haber inconveniente en nombrar cada cosa por su nombre. Pero cuando se trata de cosas asquerosas (1) Si en las palabras se tiene en cuenta el debido respeto & las cos- tumbres, conservan Ia denominacién general de decentes; pero si se falta esta regia, toman nombres particulares, segtin la manera con qué se quebranta. Las expresiones que excitan ideas asquerogas, se llaman inde- centes ; las que son contrarias 4 la buena educacién, groseras, y las que afectan al pudor, sorpes, 157 6 impudicas, lejos de escoger la expresidn mas clara y enérgica, debemos explicarnos con alguna respetuosa obscuridad, dejando entrever en una luz muy confusa lo que, expuesto 4 las claras, podria parecer menos de- _ cente a unos ofdos delicados y puros, cuales debemos suponer los de los oyentes 6 lectores. . Cuando la palabra propia puede ser suprimida, se la podré reemplazar por medio de una perifrasis, de un tropo 6 de una figura oblicua; y cuando el término no puede reemplazarse, se le realza con una habil prepa- cién 6 con un contraste enérgico, agregandole un tér- mino mas notable 6 un epiteto apropiado. Para expresarse con nobleza, se han de escoger dig- nos asuntos, pues son temas de nobles pensamientos y dan pie 4 todos los encantos de la elocucién. No era Newton elocuente por naturaleza, pero lo fué cuando hablaba de Dios; y Bossuet, que lo fué siempre, lo era mucho més cuando hablaba de Ja Divinidad 6 cuando consideraba ante los sepulcros de los reyes la nada de las grandezas humanas. Flegancia.—Consiste en dar al pensamiento un giro primoroso y culto, expresdndolo con palabras escogi- das y gratas al ofdo. ~ La elegancia no se limita 4 la hermosura que resulta al estilo de la pureza, propiedad y colocacién de las pa- labras y frases, porque depende tanto 6 mas del pensa- miento que del lenguaje. No es propio, dice Cicerén, de un padre permitir que su hija se muestre en publico desarreglada y mal ves- tida; antes bien, procura todo lo contrario. Siendo, pues, la palabra hija del pensamiento, ha de procurar éste que se presente adornada con sus propias galas para que rinda con ellas los entendimientos, cautivando dulce- mente los corazones. Sin embargo, no se debe adornar con exceso lo que se dice, porque esta superabundancia de adornos sale fuera de lo natural, y, descubriendo la 158° ostentacién, desagrada. Con los adornos acontece lo que conun bordado: que no debe cubrir todo el fondo (2) I De fa armonfa de 1a elocucién. El sonido, elemento material de la musica, ademas de la sensacién agradable 6 desagradable que produce en el ofdo, tiene Ja propiedad de agitar profundamente Jas cuerdas mas intimas de nuestro coraz6n. Pero la voz humana, eco expresivo del alma, es, entre todos los so- nidos de Ja naturaleza, el mas simpatico, el mas leno de vida, el que més hondamente nos penetra y con- mueve. Por esta razén todas las lenguas aspiran 4 puli- mentar con mas 6 menos cuidado la rusticidad y aspe- reza de las palabras, y por esto mismo, los buenos es- critores se esfuerzan y esmeran en adquirir la armonia del lenguaje, faltando muchas veces, aunque indebida- mente, 4 las mas importantes cualidades del estilo. La voz armonia implica simultaneidad y concordan- cia de sonidos; pero como esta simultaneidad, tan agra- dable en la musica, no puede tener cabida en el len- guaje, entiéndese por armonia en retérica la suave mo- dulacién que resulta del sonido de las palabras y de su buena colocacién, as{ como de la acertada combinacién de los acentos y pausas. La armonia es la misica del estilo, y da 4 la voz humana el encanto y la eficacia de las obras musicales (2). Hay dos especies de armonia: la armonia mecénica, que tiene por objeto principal deleitar al oido; y la ar- 1) Atendids 1a definicién que damos de la Elegancia, creémos que? debe figurar entre las cualidedes generales de Ja buena elocucién, aun-_ que asi no piensen algunos preceptistas, 2) Fray Luis de Granada fué et creador de la armonia de Ja prosa cas- tellana. 159 monia imitativa, que consiste especialmente en la con- formidad de los sonidos con las cosas que representan. La armonia mecanica se encuentra en las palabras y en las clausulas. La armonia de las palabras consiste en la melodia; la de las cldusulas en la melodia y en el titmo 6 numero. La melodia y el ritmo son, pues, los elementos de la armonia. Consiste la melodia en la im- presién dulce y agradable que hacen en el oido las pa labras por la feliz combinacién 6 sucesién de los so- nidos (1). . Se oponen 4 la melodia los vicios siguientes : 1.° El hiato, 6 sea el encuentro de vocales que cho- can unas con otras; porque como para pronunciarlas distintamente es menester abrir mucho la boca, resulta Jo que se llama Azatus (2), el cual es siempre desapacible al oido. Por ejemplo: «oyé otro orador las mismas ra- zones. » -2.° El sonsonete 6 repeticién de las mismas silabas. Mariana dice: «No se conformaron, y asi las armas que dejaron por causa de las treguas que se concertaron, las tornaban 4 tomar.» 3.° La cacofonta, que consiste en’emplear palabras Gificiles de pronunciar por s{ mismas, 6 porque van unidas 4 otras que las hacen atin mas duras , como por ejemplo: «atroz zozobra, error remoto.» 4.° Elir seguidas palabras de las mismas dimensio- nes, como dice Coloma: «comenzaré este trabajo desde el principio del afio 1588, gue fud en el gue Megué 4 los estados de Flandes;» donde se echa de ver el estrépito de cinco ingratos monosilabos eslabonados. Q) Las palabras 6 las series de palabras que més deleitan e! oido son » las que presentan una feliz combinacién de vocales y consonantes de sila- bas breves y largas, las cuales son de ms facil pronunciacién. (2) “Del latino hio, abrir la boca, 160 El ritmo (1) 6 mimero, consiste en cierta proporcién de los sonidos, de las palabras, de los miembros , de los cortes finales de las clausulas, calculada y medida de modo que facilite la respiracién del que habla, que de‘ leite el oido del que escucha y que satisfaga la mente, favoreciendo la atencidn y la inteligencia de lo que sé dice (2). La armonia imitativa consiste en reproducir é imitar por medio de los sonidos y del movimiento de la elocu- cién, los sonidos, los movimientos de la naturaleza y las emociones del alma. En las obras de los grandes maestros se encuentran, en efecto, bellisimas imitaciones de esta clase; pero si no nacen del raudal de la inspiracién , inutiles seran cuan- tas reglag se den para ensayarlas. Apuntaremos, sin embargo, las mAs capitales, las cuales podran servir, ya que no para producir bellezas propias en este dificil género, para saborear 4 lo menos las ajenas. Tres cosas pueden imitarse principalmente con los so- nidos, como queda dicho: los sonidos, los movimientos y los afectos. . 1° Imitacién de los sonidos.—Los diferentes sonidos que se oyen en la naturaleza y los gritos de los anima-~ les, se expresan por lo comin por medio de palabras imitativas, que forman lo que se llama onomatopeya, como: «el suswrro de los vientos», «el zwmdido de los insectos» , etc. Pero es un error creer que para la buena imitacién de los sonidos basta la introduccién de esas voces; pues, 2) Del nombre griego rythmos, movimiento regular y acompasado. (2) Dela armonia de la musica, de las proporciones dela geometria, de lag regis gramaticales sobre la pronunciacién , ge vino 4 erigir en pre- cepto de la elocuencia el ni%mero, Los perfodos numerosos agradan en ex- tremo: tienen fuidez, hacen ruido como un torrente desbordado, 6 mar- muran dulcemente como un arroyuelo; encantan como la misica, embe. lesan , facilitan la pronunciaci6n, excitan el entusiasmo y arrebatan. 161 aunque sean de buen efecto en sus casos respectivos, es necesario que estén auxiliadas por los demas sonidos de ld cliusula. De manera que se imita mas propiamente la armonia de los sonidos, combinando Jas voces, ya asperas, ya blandas, ya rapidas, ya lentas, de tal suer- te, que el sonido que producen al pronunciarlas, reme- de en algtin modo al ruido del objeto exterior que se describe. He aqui cémo imita Virgilio el ruido de la sie- rra: Tum ferri rigor atque argutae lamina serrae, donde el sonido rechinante de las 77 produce en el ofdo un eco parecido al de la sierra. 2° Imitacién de los movimientos.—Aunque realmen- te no haya afinidad natural entre los sonidos y el movi- miento, sin embargo, la imaginacién, como observa Blair, la establece facilmente. Asi, se ve que las silabas largas, cargadas de muchas consonantes, especial- mente si son de dificil pronunciacién, expresan la len- titud del movimiento, como se ve en estos versos de Iriarte: En una catedral una campana habia, Que sdlo se tocaba algun solemne dia. donde lo largo de la medida y ja pesadez con que se suceden los sonidos, dejan entrever cierta semejanza con el pausado movimiento de la campana. Por el contrario, una larga tirada de silabas breves presenta al 4nimo un movimiento vivo, como en este: Quadrupedante putrem sonitu quatit ungula campum... donde Ja rapidez con que se suceden los sonidos , reme- dan en cierto modo e] galope del corcel. 3.° Lmitacidn de los movimientos del alma. ta ar- monia del lenguaje puede imitar los afectos del alma, tanto por causa de la relacién que existe entre ciertos sonidos y muestros afectos, como también porque la imaginacién asocia con frecuencia ambas cosas. i 162 La naturaleza, segin Cicerén, did & cada afecto una voz, un gesto, un color; asi, ciertas exclamaciones ex- presan la admiracién, la alegria, el horror, etc. Pablo Costa (1), observa que la virtud de las palabras depende de la relacién que tienen las pasiones con el numero. El hombre en la ira es impetuoso, vivo en la alegria, inmédvil en el temor, lento en la tristeza, arrebatado en el amor. Como en la misica las notas graves y agudas expresan con sus modulaciones tan varios afectos, asi la palabra, combinando el sonido y el ntimero, se le- vanta 6 se deprime, se acelera 6 se detiene, segun la naturaleza de los sentimientos que expresa. Asi, las silabas lentasy suaves dejan ver la apacible tranquilidad del espiritu , como en estos bellisimos ver-. sos de Fray Luis de Ledn: {Qué descansada vida, La del que huye del mundanal ruido, Y¥ sigue la escondida Senda, por donde han ido Los pocos sabios, que en el mundo han sido! Por el contrario, las sensaciones vivas y fogosas se. retratan con nimeros mas rapidos, como en estos ver- sosdel mismo autor: Acude, corre, vuela, Traspasa la alta sierra, ocupa el Ilano, No perdones la espuela, No des paz 4 Ja mano, Menea fulminando el hierro insano. Finalmente, las sitnaciones tiernas, melancdlicas y tristes, piden palabras llenas y numerosas, y mayor len- titud las comunes , como puede observarse en estos her- mosos versos de Garcilasso : Q) Retorica Sagrada,

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