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Introduccin general homicidio de necesidad, determ inado por el struggle for Ufe darwiniano, ya sea la lucha por el alimento,

o la lucha a vida o m uerte que enfrenta a dos colectividades. Por otra parte el crimen-defensa de la ciudad, que se abate sobre el criminal, el traidor o el enemigo, responde al imperativo del grupo y escapa, por el momento, al problema que nos ocupa: presenta la paradoja de la sociedad que tan pronto se com porta como especie, que como instrum ento del individuo. Ms adelante examinaremos esta paradoja. Pero incluso en la guerra, el homicidio va ms all de la necesidad, aparece en la hecatombe desenfrenada de los ven cidos, en la que se incluyen m ujeres y nios, en la voluptuo sidad de la masacre y de la tortu ra a muerte. Que el crimen sea fruto de la clera, de la furia, de la locura si se quiere, como cuando los legionarios furiosos penetran en Corinto o en Numancia; que, por el contrario, obedezca a una decisin fra como cuando el em perador bizantino ordena la ejecu cin de sus prisioneros blgaros; que el crimen sea a la vez lcido y loco como cuando Nern quiere ver perecer a los cristianos bajo las garras de las fieras; que sea en fin la in dustria clave del universo hitleriano, todo esto nos revela saa, odio, sadismo, desprecio, o voluptuosidad criminal, es decir, una realidad propiam ente humana. Que la violencia del odio pueda traducirse en tortura cri minal u homicidio nos dem uestra sin dificultad que el tab de proteccin de la especie ya no juega ningn papel. El crim en no es ms que la satisfaccin del deseo de m atar que nada ha podido detener (1). Pero esto no es ms que el as pecto negativo. El aspecto positivo lo constituyen la voluptuo sidad, el desprecio, el sadism o, la saa, el odio, que traducen una liberacin anrquica, pero real, de las pulsiones de la individualidad en detrim ento de los intereses de la especie. Estas pulsiones no son otra cosa que agresividad biol gica incontrolada. El crimen, no slo es la satisfaccin de un deseo de m atar, la satisfaccin de m atar as, por las buenas, sino tambin la satisfaccin de m atar a un hombre, es decir, de afirmarse por la destruccin de alguien. Este ms all de
(1) Alain, en Mars oti la G uerre juge, constata que el hom bre am a la guerra. Todo com batiente es, potecialm ente, capaz de en co n trar placer en el hecho de

m atar.

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