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A partir de la dcada de 1960 hacen eclosin, bsicamente en Estados Unidos, pero tambin en Europa y en menor medida en Amrica Latina, las denominadas polticas de identidad, basadas en la reivindicacin de rasgos caractersticos por parte de grupos oprimidos. Quienes las asumen se identifican como aquellos que, como consecuencia del proceso de expansin imperial y homogeneizacin social, han quedado en un lugar marginal, no solo en cuanto a su posicin en la divisin social del trabajo y en el goce de derechos, sino tambin en lo referente a sus valores culturales. Segn Todorov, todo grupo humano funciona bajo la ilusin de que el mundo es uno (2003), por lo que todo aquello que queda afuera de lo establecido como norma se constituye como alteridad que acta, en principio, como lo rechazable, no posible. De esta manera se construye un otro que se nutre de una atmsfera donde todo lo pasible de ser rechazado por la cultura convive y, como
artefacto salvador (Herra, 1988: 40), representa aquello que una cultura no puede aceptar como propio. Si esta pretensin de marginalidad es la que justifica la dominacin hegemnica y, para cerrar el crculo, el relegamiento e incluso la encarnacin de aspectos negativos, es tambin la que habilita la nocin de orgullo como parte del programa de reivindicaciones de este tipo de polticas, exaltando lo rechazado, es decir, la orientacin sexual, el gnero, el grupo tnico, la religin. Gloria Anzalda fue una escritora chicana, lo que implica, en principio, una pertenencia oscilante a dos culturas: la mexicana, su cultura de origen, oprimida por la poltica imperial estadounidense, que es a su vez el marco cultural en el que pudo desarrollarse y trascender el destino que, como mujer, le marcaba su origen mexicano: For a woman of my culture there used to be only three directions she could turn: to the Church as a nun, to the streets as a prostitute, or to the home
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