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TEMA 27: EDAD ADULTA Y VEJEZ

Índice

1. El ciclo vital
1.1 Tareas del desarrollo
1.2 Crisis de transición

2. Edad adulta
2.1 Edad adulta temprana
2.2 Edad adulta media
2.3 Edad adulta tardía

3. Vejez
1.1 Vejez temprana (presenectud)
1.2 Vejez media (Senectud)
1.3 Vejez avanzada (Postsenectud)

4. Psicopatología del anciano

1. CICLO VITAL
La idea de ciclo vital sugiere la existencia de un orden subyacente al curso de la
vida humana, desde la concepción a la vejez. Aunque cada vida individual es singular,
todas atraviesan básicamente la misma secuencia. Esto tiene una importancia decisiva
en la comprensión de la vida humana, ya que la significación de los sucesos y relaciones
particulares está fuertemente teñida por la fase del ciclo vital en la que ocurren.
Las teorías fásicas del desarrollo proponen una secuencia progresiva de cambios
cualitativos estructurales o funcionales como base para aclarar el modo en que las
personas cambian a medida que pasan por los diferentes periodos de la vida. Durante
dichos periodos habría momentos mejores o preferentes para que tuvieran lugar
determinados acontecimientos.
Las teorías fásicas son, lógicamente, más útiles en el desarrollo temprano, ya que
en él hay vínculos más claramente diferenciados entre la fisiología y el desarrollo
mental. A medida que las personas avanzan en el curso del ciclo vital, la situación se
vuelve más compleja. El entorno tiene un impacto creciente y hay mayor variación o
desviaciones más amplias en las medidas psicológicas, fisiológicas y de otros órdenes.
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1.1 Tareas del desarrollo

Las tareas del desarrollo son aquellos cambios psicosociales que el ser
humano tiene que realizar durante su vida -resultado de la actualización madurativa de
disposiciones intrapsíquicas y del aprendizaje promovido por la demandas normativas
del ambiente- para afrontar adecuadamente las exigencias psicosociales de cada edad y
alcanzar un pleno desarrollo psíquico.
Las tareas del desarrollo se identifican con las respuestas psicológicas a las
experiencias vitales más importantes –socialización, individuación, trabajo, paternidad,
jubilación- que, como resultado de situaciones reales o consideraciones psicológicas,
producen cambios intrapsíquicos en todas las personas de determinado grupo etario. Se
han definido también como cambios sociales, en los ámbitos de la vida familiar y social,
que se resumirían en la apropiación de aquellos roles requeridos para la ejecución de
una serie de tareas: elección de..., aprendizaje de..., adaptación a... En definitiva,
acciones y comportamientos que deben manifestar, que se espera que manifiesten, las
personas que se encuentran en un estatus de edad concreto.
Las tareas del desarrollo tienen mucho que ver con lo que se conoce como
periodo crítico o sensitivo: aquel espacio de tiempo en el periodo evolutivo de una
especie, en el que los individuos se hallan especialmente dispuestos para ciertos
aprendizajes.
En los animales, estos periodos críticos se limitan a intervalos temporales
precisos, fuera de los cuales es dificultoso el aprendizaje (y en ciertos casos imposible ).
En el ser humano, estos periodos críticos son menos restrictivos y en absoluto
vinculantes. Ocurre, sin embargo, que fuera de ellos, el aprendizaje requiere, mayor
coste (tiempo, recursos, repeticiones) y el nivel de competencia alcanzado suele ser
menor al que se hubiera logrado en su tiempo óptimo.
Por esto en el hombre se habla más propiamente de periodo óptimo: Espacio de
tiempo en el proceso evolutivo humano en el que ciertos aprendizajes (hablar, leer,
escribir, etc.) se realizan con mayor facilidad. Así, cada tipo relevante de aprendizaje,
también el de las tareas, tiene su periodo óptimo.
En definitiva, convertirse en adulto exige completar con éxito una serie de tareas
del desarrollo, “tareas que surgen en cierto periodo de la vida del individuo, cuyo
cumplimiento exitoso lo lleva a la felicidad y al éxito en tareas posteriores, y cuyo
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fracaso produce la infelicidad del individuo, la desaprobación de la sociedad y la


dificultad para cumplir tareas posteriores”.

1.2 Crisis de transición


Se conoce como crisis de transición aquellas situaciones de conflicto psíquico
que pueden originar los cambios biopsicosociales que se producen en el propio proceso
evolutivo del individuo. También han sido definidas como los cambios de personalidad
asociados a la revisión que, en ciertos momentos de su proceso evolutivo, hace la
persona de sus objetivos, sus prioridades, sus logros, etc.
El término crisis está estrechamente ligado a la teoría de los estadíos o fases. La
crisis de transición indica un punto de inflexión decisivo, cuyo curso puede tender a la
mejora o al deterioro. Una crisis ofrece la posibilidad de crecimiento pero también de
desorientación y enfermedad.
En la siguiente tabla se recogen todas las crisis de transición que tienen lugar a
lo largo de la vida.

CRISIS DE TRANSICIÓN

La transición del nacimiento


Tránsito de la vida fetal a la vida extrauterina

La transición de los 2 años y medio (edad de la obstinación, primera edad del no)
Se despierta la experiencia del yo y la oposición a la voluntad ajena.

La transición de los 12 años (crisis prepuberal, del 2º estirón, de la segunda edad del “no”)
Disarmonía general con labilidad y negatividad del comportamiento y reacciones paradójicas y
contrapuestas.

La transición de los 16 (crisis juvenil)


Activación postpuberal con disminución del rendimiento corporal y psíquico y rachas
depresivas.

La transición de los 20
Es la transición a la vida adulta. El joven siente necesidad de independizarse de la familia y
establecer un estilo de vida propio y autónomo.

La transición de los 30
Revisión -y confirmación, reconducción, o abandono- de los proyectos, relaciones y criterios
establecidos hasta entonces.

La transición de los 40
Plenitud de autonomía (frente a los que han ejercido la autoridad en sus vidas) y toma de
conciencia de que la primera parte de la vida ha pasado.

La transición de los 50
Vivencia de decadencia de la vida, apaciguamiento interior y afirmación de sí mismo.

La transición de los 60
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Agudización de los procesos de envejecimiento: aumento del cansancio y apagamiento de la


sexualidad.

La transición de los 70
Decadencia psicofísica con limitaciones corporales, estrechamiento del campo de intereses y
reacciones de inseguridad

La transición de los 80

2. EDAD ADULTA
Las tareas del desarrollo adulto se enmarcan en el importante cambio de
estructura que sufre el psiquismo durante esta edad, que constituye la condición
indispensable para ir consiguiendo la madurez de la personalidad que se espera del
hombre conforme avanza en edad y que, trascendiendo el mero desarrollo biológico,
exige el esfuerzo y la autoeducación como tarea que no termina nunca.
Así mismo, este cambio de estructura da lugar al fenómeno paradójico de que la
curva fisiológica del envejecimiento no coincide con la curva psicológica de la
maduración: dicho cambio de estructura "compensa" la tendencia biológica hacia la
decadencia que se hace sentir ya después de los 30 años, y permite, gracias a ello, que
pese al descenso corporal, se siga produciendo una elevación psicológica.

TAREAS DE LA EDAD ADULTA


EDAD ADULTA TEMPRANA (20-21 a 30-32 AÑOS)
1. Orientación: realizar la “síntesis realismo-idealismo”
2. Familiar : realizar la "tercera individuación"
3. Social: establecer relaciones de intimidad
4. Laboral: establecer una identidad laboral adulta

EDAD ADULTA MEDIA (30-32 A 42-44 AÑOS)


1. Orientación: realizar la “determinación específica y definitiva”
2. Familiar : desarrollar una relación de apoyo mutuo e igualdad con los padres
3. Social: desarrollar actitudes de paternidad
4. Laboral: desarrollar generatividad (productividad y creatividad)

EDAD ADULTA TARDÍA (42-44 a 56-58)


1. Orientación: aceptar el envejecimiento corporal y la limitación del tiempo
2. Familiar : “dejar partir” a los hijos y aceptar la inversión de roles con los padres
3. Social: mantener la intimidad y revitalizar las relaciones establecidas
4. Laboral: permitir y apoyar el relevo generacional sociolaboral

2.1 Edad adulta temprana


El adulto joven ha alcanzado la plena madurez corporal y se halla en plena
posesión de sus funciones psíquicas. Desde un punto de vista psicosocial, la edad adulta
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joven se caracteriza por la separación real e intrapsíquica de la familia de origen y el


compromiso con nuevas tareas específicas. El sujeto termina por resolver la
dependencia infantojuvenil, establece la confianza en sí mismo y comienza a formular
nuevos objetivos adultos que inducen nuevas estructuras destinadas a promover la
estabilidad y la continuidad.
Síntesis realismo-idealismo
En primer lugar, los adultos jóvenes aspiran a dar a la vida un sentido más
profundo y a llenarla con un valor. Para ello se hace indispensable un cambio de actitud:
una síntesis de realismo e idealismo, que la mayoría de las veces sólo se consigue, en la
edad adulta media. Esta síntesis es la que permite, por un lado estar convencidos de la
validez de las grandes ideas sin el radicalismo de los años juveniles (como es típico del
doctrinario, del fanático y del “eterno revolucionario") y por otro lado, no capitular ante
la realidad ni sobreestimar el resultado práctico (como sería el caso de los utilitaristas y
materialistas).
Tercera individuación
En segundo lugar, la "tercera individuación" o separación psicológica definitiva
de los padres que se produce en esta primera edad adulta supone la culminación del
proceso de separación-individuación que se inicia en la infancia con la primera
individuación (con ella se establece la sensación de estabilidad y capacidad para
relacionarse con otros) y se continua con la segunda individuación, o separación
psicológica de los padres en la adolescencia. Con esta tercera individuación se induce
una nueva definición interna de sí mismo como sujeto competente y en “soledad
confortable”, capaz de cuidarse real e intrapsíquicamente, y se inaugura el
desplazamiento gradual de sus espectativas, desde la familia de origen a la familia de
procreación.
Relaciones de intimidad
Otra tarea propia de esta edad es la de establecer relaciones de intimidad. Se
trata de la capacidad para formar lazos emocionales estrechos -identidad compartida-
sin temer la pérdida de la propia identidad; de desarrollar relaciones de amistad, de
cooperación con los demás; de comprometerse en empresas comunes y afiliarse a
grupos concretos. Conlleva la habilidad para compartir confianza mutua, para
sacrificarse y comprometerse por estar con el otro, para ser tolerante y aceptar las
diferencias percibidas en los demás. En definitiva supone la capacidad de conferir a las
necesidades y preocupaciones de los otros la misma importancia que a las propias.
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Identidad laboral
Finalmente, en el ámbito laboral, el adulto joven se enfrenta con la tarea de
establecer una identidad laboral adulta. La transición desde el aprendizaje y el juego al
campo laboral puede ser gradual o abrupta, pero en algún momento del segundo decenio
de la vida, el trabajo se convierte en una actividad central para la estabilidad y
progresión intrapsíquica. Sentirse productivo y competente es parte importante del
autoconcepto y de la identidad psicosocial.

2.2 Edad adulta media


La edad adulta media constituye el núcleo de la vida y debería representar la
edad del adulto maduro. En ella se llega a una estabilización de todo lo que hasta ahora
se encontraba en agitación.
Determinación específica y definitiva
Sin duda influenciado por todo lo anterior, el individuo tiene que realizar en esta
edad la tarea de determinarse específica y definitivamente en los aspectos
fundamentales de su vida.

¿En qué consiste la crisis de los 30?

Los adultos jóvenes realizan elecciones y compromisos antes de tener experiencia para
evaluarlos, y desde el final de los veinte años al comienzo de los treinta una persona puede descubrir
nuevos deseos, anhelos, tendencias, y talentos.

Superado el periodo de determinación inespecífica y provisional -de la época del experimentar-


de la edad anterior, el hombre siente la necesidad de tomarse la vida más en serio, de ser más auténtico.
Por ello tiende a examinar sus elecciones previas y a preguntarse si la vida que lleva es la que quiere
realmente.

En parte por procesos inconscientes de estabilización, y en parte por la limitación consciente, la


persona renuncia a una serie de posibilidades en favor de unas pocas que se agotan hasta el máximo, y
tiende a sujetarse y circunscribirse a una determinada dirección y a decidirse definitivamente por una
meta determinada (estado, profesión, puesto de trabajo, etc.).

Mediante la reafirmación de los compromisos y/o la modificación o adaptación en


determinadas áreas, la persona adquiere una nueva sensación de sí mismo y una valoración más realista
de las propias facultades.

Igualmente, “la edad adulta media implica la decisión sobre la orientación


valorativa. Puesto que ahora se produce la fijación de la estructura psíquica, se fija
también la actitud con respecto a las distintas esferas de valores. Gracias a esto, el
carácter adquiere su acuñamiento definitivo, y no simplemente por medio de procesos
espontáneos de valoración, sino también por medio de un activo analizarse y decidirse.
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Con esto se alcanza también ahora, tras haber pasado la época de búsqueda y de
prueba, la madurez del carácter"(Remplein, 1968; p 669).

Relación de apoyo e igualdad con los padres


En segundo lugar, el adulto medio tiene que establecer una relación de apoyo
mutuo e igualdad con los padres. El matrimonio y la paternidad facilitan esta tarea. La
paternidad profundiza la individuación con la familia de origen, y los nuevos padres, al
asumir los papeles que eran prerrogativa de sus progenitores, se equiparan con ellos. Es
decir, en la medida que el adulto joven contrae matrimonio, es padre, trabaja, forma
amistades adultas y se convierte en miembro de la comunidad, se completa la tercera
individuación, transformándose la relación intrapsíquica de dependencia en otra de
apoyo mutuo e igualdad.

Actitudes de paternidad
En tercer lugar, y ya en el ámbito social, se deben desarrollar actitudes de
paternidad. La capacidad de intimidad se completa y concreta al elegir y amar
activamente a otra persona con la que compartir la identidad exclusiva de padres. La
paternidad, bio-psicológica -o en su caso, simplemente psicológica- conlleva actitudes
de vinculación y compromiso progresivo con los "hijos", que inducen cambios
intrapsíquicos profundos. “Ambos sexos debieran haber alcanzado la madurez social,
siendo aptos para un amor profundo y totalizador, así como para guardarse mutua
fidelidad y para asumir la responsabilidad de una familia. Además, están capacitados
para acoger con tolerancia y comprensión la distinta manera de ser y la distinta
orientación valorativa de su cónyuge", de los hijos y, en general de todas las demás
personas. "Esto será tanto más fácil cuanto más se haya realizado la citada síntesis de
idealismo y realismo" (Remplein, 1968; p 669).

Generatividad
Finalmente, el adulto medio tiene que desarrollar, especialmente en el ámbito
laboral (pero también en cualquier otro), el compromiso fundamental de esta edad, que
se ha resumido como “generatividad” (generación de nuevos productos, nuevas ideas,
nuevos seres -incluida la autoregeneración-). La generatividad incluye tanto el interés
altruista por la productividad como la creatividad, que facultan para convertirse en
mentor y modelo de la siguiente generación, actuando como transmisor de los valores
ideales.
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El adulto de edad media se encuentra a caballo entre dos generaciones a las que
ha de proporcionar "apoyos" y "sustentaciones" de todo tipo. Para ello cuenta con una
actitud que a esta edad es predominantemente extrovertida, es decir se encuentra vuelto
hacia el mundo exterior. "...el hombre se siente poseído por el afán de producción y por
los intereses objetivo (s...). Quiere ser eficaz y tener éxito (...) lo que le falta de fuerza
de voluntad juvenil lo suple con una mayor concentración de la misma: constancia,
perseverancia, resistencia y fortaleza. La clara determinación de los fines a que aspira,
junto con la seguridad, experiencia y rutina que ha adquirido, lo capacita para el
máximo rendimiento profesional, hasta tal punto que puede hablarse del estadio de la
madurez profesional." (Remplein, 1968; p 668).
El desarrollo de creatividad -el aportar un algo nuevo en alguno de los campos
de la existencia- proporciona al trabajo y al resto de las tareas de esta edad alicientes de
disfrute, satisfacción de las necesidades de sabiduría y originalidad y sentimientos de
plenitud y progreso personal. La falta de creatividad en esta época suele dar lugar a
desequilibrios, generalmente provocadores de conflictos en alguno de los papeles o
campos de actuación, o a cumplimientos rutinarios que predisponen al empobrecimiento
personal y al estancamiento, con reducción de intereses y experiencias.

¿En qué consiste la crisis de los 40?


Alrededor de los 40, el adulto se encuentra en el ecuador de la vida: cuenta con casi tantos años
de vida por delante como años vividos. La actitud frente a la vida se hace más seria y reflexiva. Desde
el punto cumbre de su vida, el hombre mira no sólo hacia adelante, sino también hacia atrás. Revisa todos
los aspectos de su vida, al tiempo que adquiere una conciencia cada vez mayor de que el tiempo es
limitado.

La sensación de que la primera parte de la vida ha pasado y de que tal vez no se pueda llevar a
término todo lo que se tenía planeado, junto a la actitud de extroversión típica de esta edad, traen consigo,
de modo natural, el riesgo de un exagerado afán de producción y rendimiento, de eficacia y éxito, que
puede hacer peligrar el resto de intereses, incluida la propia vida psíquica.

La transición puede ser vivida sin problemas o alcanzar proporciones de crisis en función de las
distintas personalidades y las situaciones específicas en que se encuentre la persona. El predominio de la
“urgencia por conseguir las metas” conlleva una actitud fundamentalmente económica ante la vida,
con sobreestimación de los valores de utilidad; indiferencia frente a todo lo que atañe al sentimiento, que
apenas se comprende; y falta de tiempo para ocuparse de sí mismo y de sus relaciones personales.

La adecuada reorientación de espectativas y la creatividad propia de esta edad, favorecen


normalmente la flexibilidad y el desempeño equilibrado de la multiplicidad de papeles y actividades -
autocuidado personal; tareas familiares; laborales; sociocomunitarias, de ocio, etc.,- que en esta época
recaen sobre el individuo.
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2.3 Edad adulta avanzada


La edad adulta avanzada, también llamada edad involutiva, es una época de
decadencia biológica y fuertes conmociones psíquicas. De los 45 a los 50 años se
presenta una notoria disposición a las llamadas crisis de inflexión de la vida. Vista en
conjunto, la edad adulta tardía supone una gran prueba de confirmación de la
personalidad.
Aceptar el envejecimiento corporal y la limitación del tiempo
La conciencia universal del envejecimiento, los visibles cambios que se
producen en el aspecto exterior de la persona, y la mayor incidencia de enfermedades
importantes, convierten a las ideas y sentimientos sobre la decadencia de la vida en un
tema relevante y a la necesidad de aceptación gradual de esa realidad en un proceso
necesario para un funcionamiento sano.
El proceso de envejecimiento corporal, la muerte de los padres y de los
contemporáneos, el crecimiento de los hijos, etc., enfrentan cara a cara con la realidad
inevitable de la limitación del futuro y de la muerte personal. La persona tiene que
adquirir la fuerza suficiente para poder superar las cargas físicas y enfrentarse
serenamente con la muerte. “Mientras que hasta este momento se ha vivido vertido
hacia fuera y se ha aspirado a la posesión, al prestigio y al poder, ahora se vuelve
hacia dentro y se preocupa de los valores personales y formativos. Así se produce un
apaciguamiento interior y una afirmación de sí mismo, potenciándose las energías
vitales aún existentes para poder llevar a cabo las tareas de la vida” (Remplein, 1968;
p 674).
De este modo, después que el hombre se ha encontrado de nuevo a sí mismo en
una introversión temporal, se produce, en un plano superior, una nueva extroversión,
una vuelta a la sociedad y al mundo de las cosas. Por una parte, la aceptación de la
limitación del tiempo personal mejora la calidad de vida ya que induce a apreciar el
valor de las relaciones importantes, a evaluar los objetivos y a reordenar las prioridades;
por otra, la aceptación de que la propia muerte es inevitable actúa como un poderoso
organizador psíquico que precipita la revisión de todos los aspectos del pasado y del
presente y la reevaluación de la manera en la que se empleará el tiempo restante.

¿En qué consiste la crisis de los 50?

Al descender la curva de la vida cambia también la vivencia del tiempo. La vivencia de que el
tiempo transcurre cada vez más aprisa se hace más intensa que hasta ahora y se mira mucho más al
pasado.
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Los visibles cambios que se producen en el aspecto exterior de la persona tienden a provocar
sentimientos de inferioridad. En la profesión, disminuye el impulso de trabajo y el rendimiento, a la vez
que aumenta la fatiga.

Como reacción a la vivencia de decadencia de la vida, el fenómeno llamado “pánico a llegar


tarde” (recuperar el tiempo perdido, las metas no alcanzadas, las experiencias no vividas... antes de que
sea demasiado tarde) puede dar lugar, al final de este quinto decenio de la vida, a crisis profesionales,
familiares, matrimoniales y existenciales.

En la personalidad madura se produce un cambio de actitud: a través de una introversión


consciente se renuncia a la satisfacción en lo vital para acceder a la madurez en lo espiritual. Las
aspiraciones de posesión, prestigio y poder dan paso a preocupaciones por los valores personales y
formativos. Apaciguamiento interior y afirmación de sí mismo que potencia las energías vitales aun
existentes para seguir llevando a cabo las tareas de la vida.

Dejar partir a los hijos y aceptar la inversión de roles con los padres
En el ámbito familiar, el adulto de esta edad afronta el reto de los nuevos
compromisos y necesidades del resto de los miembros del grupo. La tarea se podría
resumir en cuatro temas: “dejar partir” a los hijos, alcanzar una relación de igualdad con
ellos, integrar nuevos miembros en la familia y aceptar la inversión de roles con los
padres ancianos.
La conciencia de declinación física y las limitaciones del tiempo se
corresponden con la pérdida inevitable del control sobre los hijos adolescentes y adultos
jóvenes. Los progenitores sanos no sólo aceptan el deseo de independencia y autonomía
de sus hijos sino que estimulan los cambios en esa dirección.
El desplazamiento del equilibrio de poder entre padres e hijos es gradual y
prolongado y se produce a medida que ambos se comprometen con sus tareas del
desarrollo. Las relaciones y capacidades adultas del adulto joven maduro que vive fuera
del hogar paterno, autosuficiente y con compromisos emocionales importantes con
otros, favorecen la relación de igualdad entre padres e hijos.
La tensión universal entre los recién casados y sus familiares debe resolverse
mediante la aceptación de la nueva pareja y el intento de cultivar la amistad de quien
puede añadir una nueva dimensión a su vida, pero que también tendrá cierto grado de
control sobre su relación con su hijo y nietos.
Finalmente, el cuidado de los padres ancianos supone una difícil tarea en la edad
adulta tardía. Además de los problemas económicos y de control que conlleva, obliga a
reelaborar temas de la niñez, centra la atención en las limitaciones del tiempo y en la
muerte personal, y anticipa la inevitable inversión de papeles con los propios hijos.
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Mantener la intimidad y revitalizar las relaciones establecidas


Mantener la intimidad pese a las interferencias físicas, intrapsíquicas y
ambientales, y revitalizar las relaciones matrimoniales y los compromisos adquiridos
durante las etapas anteriores es otra de las tareas importantes en esta edad.
La intimidad puede verse amenazada por las preocupaciones, por el retraimiento
emocional debido al compromiso con otras tareas -obligaciones laborales, cuidado de
los hijos o de los padres ancianos, etc. La intimidad sexual continúa cuando se acepta el
aspecto físico del cónyuge y los cambios normativos del funcionamiento sexual, que se
compensan con los sentimientos de amor y ternura generados por los años de
convivencia.
Las relaciones de amistad también deben ser fomentadas y revitalizadas
activamente, en esta época en que el cansancio y la pérdida de interés por lo establecido,
pueden terminar por aislar al individuo de los normales y necesarios apoyos sociales.
En definitiva, hay que aceptar que la experiencia de monotonía a esta edad es
provocada, en gran parte, por la pérdida del propio impulso vital, y que el estímulo de
novedad que supondría el cambio, sólo la disiparía pasajeramente, y, por supuesto, sin
que con ello se recuperara la vitalidad de la juventud.
Permitir y apoyar el relevo generacional sociolaboral
La mitad de la vida es una época de logros y ejercicio de poder, resultado de los
esfuerzos de las edades anteriores para dominar aptitudes y adquirir experiencia. Pero
también el desplazamiento inevitable producido por la nueva generación conforma el
núcleo de la experiencia en esta edad.
El "conflicto" entre transmitir poder y conocimientos a la siguiente generación y
el reconocimiento de que con ello se acelera el propio desplazamiento, se resuelve
mediante la sublimación y el sentido de generatividad que permite y apoya el relevo
generacional y el acceso a puestos de responsabilidad de las siguientes generaciones.
La preocupación "parental" por los demás -que implica el esfuerzo por fomentar
el bienestar de los más jóvenes- y la creatividad -que incluye el desarrollo de actitudes y
relaciones de orientación-, favorecen la tarea fundamental de la generación dominante:
educar a los adultos noveles y fomentar el desarrollo y la carrera de la generación que
empieza, para que en su momento esté preparada para la sucesión.
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3. VEJEZ
La vejez comprende también tres periodos de edad con características
diferenciadas, dentro del común denominador de una paulatina y “fisiológica”
decadencia física que puede entorpecer y/o distorsionar la manifestación de unas
capacidades psicosociales cada vez más cualificadas para la felicidad y el “éxitus”
(éxito/salida de esta vida).

TAREAS DEL DESARROLLO EN LA VEJEZ (56-58 en adelante)

VEJEZ TEMPRANA (PRESENECTUD) (56-58 a 68-70)


1. Orientación: Aceptar el envejecimiento y la disminución de la vitalidad
2. Familiar : Mantener el apoyo a los hijos y a los padres
3. Social: Superar las “crisis de separación” y la previsión de la muerte
4. Laboral: Realizar la jubilación

VEJEZ MEDIA (SENECTUD) (68-70 a 80-82)


1. Orientación: Alcanzar la sabiduría
2. Familiar : Dejarse “gobernar” por los hijos (y/o familiares más cercanos)
3. Social: Involucrarse en actividades de colaboración social
4. Laboral: Practicar disciplinadamente los autocuidados y las conductas de salud

VEJEZ AVANZADA (POSTSENECTUD) (80-82 en adelante)


1. Orientación:
2. Familiar :
3. Social:
4. Laboral:

3.1 Vejez temprana (Presenectud)


Se agudizan los procesos de envejecimiento comenzados después de los 45 años.
Con todo, el estado de las facultades psicofísicas permite aún, por regla general, el
ejercicio del trabajo profesional.
El presenior se encuentra todavía profesionalmente en condiciones de rendir al
máximo ya que suple con experiencia y madurez la posible falta de movilidad y
dificultad para el cambio.
Desde el punto de vista psíquico es ahora cuando verdaderamente está
capacitado para cargos de responsabilidad. Al estar más por encima de las cosas y con
una cierta distancia sobre la vida puede tener más sosiego, más equilibrio y objetividad
para abordar los problemas y tomar decisiones.
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Después de los 60-65 aumenta al cansancio y se precisan esfuerzos más intensos


para afrontar las exigencias de la vida profesional. De aquí que, en general, el momento
elegido para la jubilación sea precisamente a los 65 años.
La disminución de la vitalidad afecta especialmente a la función sexual. En la
mujer, por regla general, después del climaterio cesan el deseo y la facultad de goce
sexual. En el hombre, el deseo sexual y la facultad de reproducción se mantienen más
allá de los 60 años, aunque después de los 55 disminuyen ostensiblemente la potencia y
el interés sexual.
Al mismo tiempo, parecen separarse de nuevo erotismo y sexualidad
apareciendo un estado semejante al de la pubertad. El apetito sexual se hace otra vez
inseguro en su dirección pudiendo dar lugar, en personalidades menos maduras, a la
emergencia de alteraciones y perversiones sexuales más o menos ocasionales
La época comprendida entre los 65-70 años coloca ya al presenior ante
acontecimientos vitales, como la jubilación y la separación de personas significativas
(cónyuge, hijos, amigos, etc.), que van dando lugar a vivencias de soledad, a la
sensación de un rápido transcurrir del tiempo y a una previsión de la muerte no ya tan
lejana como en épocas anteriores.
Mientras las personalidades maduras superan esta crisis de separación
capacitándose para la aceptación y afirmación de lo que “el destino” les impone, en
personalidades no consolidadas puede despertarse un atormentador miedo a la muerte,
estados de ánimo melancólicos y graves depresiones que pueden llevar al suicidio.

3.2 Vejez media (Senectud)


La senectud implica la definitiva disminución y decadencia de las fuerzas
psicofísicas. Los rasgos más llamativos son las limitaciones corporales –menor fuerza y
movilidad y menor capacidad de los sentidos- y la disminución de las funciones
psíquicas.

CARACTERÍSTICAS PSICOFÍSICAS DE LA SENECTUD

1. Agudeza sensorial y sensitiva disminuida:


Dificultades para el ejercicio profesional y actividad social

2. Déficit e imprecisión de la motórica:


Ligero aumento del tono muscular
Disminución de la fuerza y mayor fatigabilidad
Menor habilidad manual y, a veces, temblor
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3. Déficit mnémico (mayor para los hechos recientes):


Menor capacidad de fijación
Más interés por el pasado que por el presente
Tendencia a vivir recuerdos

4. Disminución de la agilidad mental:


Aunque pueden ser más exactos y atinados:
-Los procesos del pensamiento se hacen más lentos
-Mayor rigidez de los juicios
-Menor necesidad de horas de sueño

5. Transformación de las motivaciones


-Estrechamiento del campo de intereses, proyectos e ilusiones
-Serenidad e inalterabilidad emocional (ataraxia)
-Menor adaptabilidad y tendencia a la rutina

El senior presenta una actitud predominantemente introvertida. El sosiego de los


impulsos facilita el cultivo de los intereses espirituales, la preponderancia de
aspiraciones normativas transcendentes y la disminución de la tendencia a imponerse.
Se acrecienta la orientación de la voluntad hacia el interior y el perfeccionamiento de la
propia configuración espiritual a través de la consolidación del autodominio y el
ascetismo.
Todo ello da lugar a lo que se ha llamado actitud contemplativa. El hombre
contempla el mundo desde una distancia interior, desden la que se halla en condiciones
de distinguir con más precisión que antes, entre lo esencial y lo superfluo, de juzgar lo
efímero atendiendo a valores permanentes. Esta actitud y la disminución de la
intensidad del sentimiento, hacen que el pensamiento de la muerte pierda lo que tenía de
espantoso. Aunque no se ansía la muerte, se acepta como liberación.
El cambio de estructura que sufre el psiquismo compensa las debilidades
biológicas y permite, pese al descenso de la vitalidad corporal, una elevación espiritual:
La curva fisiológica del envejecimiento y la curva espiritual de la maduración no
coinciden: Las personalidades bien dotadas muestran, conforme avanza la edad, un
creciente rendimiento productivo.
Con todo, hay que advertir que en la senectud tienden a agudizarse los rasgos del
carácter y la personalidad previa. De aquí que en personalidades primitivas, que no
cultivaron una orientación espiritual, pueda pasar a un primer plano el impulso de
autoconservación, dando lugar a actitudes de materialismo y avaricia seniles, o que ante
la inseguridad interior y el sentimiento de no poder hacer ya frente a la vida, se protejan
con la preocupación, medrosidad, desconfianza y recelo.
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Así mismo, puede aparecer como un último y desesperado intento de imponerse,


un exacerbado espíritu de contradicción y afán de crítica, avidez de intrigas, espíritu
vengativo, despotismo e intolerancia. De esta forma pueden ir perdiendo el contacto con
la vida, aislarse de los que les rodean y llevar una existencia solitaria, preocupados
únicamente, por miedo a la enfermedad y la muerte, en registrar hipocondriacamente su
estado de salud física.
La personalidad madura alcanza la sabiduría de estar por encima de lo
perecedero y la paz y bondad del que ya nada quiere para sí mientras espera con
serenidad la culminación de la existencia.

3.3 Vejez avanzada (Postsenectud)


Aumenta la decadencia física y adquieren mayor relevancia los aspectos
sociales de soledad y necesidad de asistencia. Las tareas de la edad se confunden con las
de la edad anterior, aunque hacen especial referencia a los autocuidados y al
mantenimiento de la autosuficiencia.

4. PSICOPATOLOGÍA DE LA VEJEZ
El crecimiento de la población anciana ha puesto de relieve una serie de
problemas de salud relacionados con el envejecimiento y, entre ellos, la elevada
prevalencia (15 a 20%) de trastornos psicopatológicos entre los ancianos y las
especiales características que la enfermedad psíquica adopta en estas edades:
-Solapamiento de manifestaciones psicopatológicas con el envejecimiento
normal
-Comorbilidad con trastornos somáticos
-Importancia de los factores psicosociales

4. Psiccopatología del anciano

4.1 Pérdida de memoria


Envejecer no ha de interpretarse como unido inexorablemente a la pérdida de las
funciones intelectivas:
En personas de edad avanzada y óptimamente sanas, únicamente se produce
un enlentecimiento en el procesamiento de la información y cierta ineficacia a la hora de
encontrar estrategias de solución a nuevos problemas
16

El síndrome de pérdida de memoria en el anciano se debe en la mayoría de los


casos a un síndrome de demencia, y especialmente a una enfermedad
neurodegenerativa, la enfermedad de Alzheimer.
-La pérdida de memoria que presentan los pacientes afectados por un síndrome
de demencia es diferente de la asociada al envejecimiento normal.
-Los cambios que se observan en pacientes con demencia reflejan el resultado de
una patología cerebral subyacente.

4.2 Confusión aguda (delirium)


Es uno de los trastornos más frecuentes en los ancianos, aunque es difícil de
estimar, ya que son muchos los episodios que no se detectan debido a su brevedad.
Puede presentarse en cualquier edad, sin embargo es más frecuente en
ancianos debido a la mayor disminución de la "reserva cerebral", especialmente por la
preexistencia de demencia.
Prevalencia del 15 al 25% en unidades médicas y quirúrgicas, especialmente
en la recuperación de cirugía cardiovascular.

Es síndrome de mal pronóstico:


Cuando se diagnostica en un paciente anciano durante una
hospitalización, ésta suele alargarse y tanto durante como después de la hospitalización
hay un aumento de la mortalidad.
Entre el 15-20% de los pacientes hospitalizados con delirium mueren
durante la hospitalizacióni.

4.3 Depresión
1. No es infrecuente que la depresión aparezca por primera vez después de
los 60 años, aunque la mayoría de las depresiones graves, tras cumplir dicha edad, son
recaídas.
2. En la población anciana, la depresión con frecuencia se diagnostica mal, o
no se reconoce, o queda enmascarada por síntomas somáticos o por deterioro
cognoscitivo:
La depresión en el anciano es considerada como una consecuencia
natural del proceso de envejecimiento o de otras enfermedades concomitantes.
Los síntomas de la depresión en los ancianos pueden ser diferentes de los
que aparecen en adultos más jóvenes
17

La depresión en los ancianos se asocia con frecuencia a las enfermedades


médicas que pueden enmascararla.
3. Las dificultades para el diagnóstico conducen a que un elevado porcentaje
de depresiones en el anciano carezca del tratamiento apropiado: a no emplear los
tratamientos antidepresivos, que alcanzan actualmente un alto grado de eficacia (cerca
del 70% de los casos).
4. La depresión no tratada puede tener consecuencias dramáticas, como la
institucionalización, enfermedades físicas, deterioro psicosocial o el suicidio.
5. La prevalencia de depresión es mucho mayor entre los ancianos
institucionalizados. Aproximadamente, entre el 10-20% de los individuos de edad
igual o superior a 60 años ingresados en camas hospitalarias sin deterioro cognitivo
tienen una depresión mayor.

PAUTAS DE ACTUACIÓN ANTE EL ANCIANO DEPRIMIDO


1. Mantener la actividad en tanto sea posible, pero sin plantearse metas difíciles ni aceptar
grandes responsabilidades.
2. Asumir que la enfermedad ha limitado nuestra capacidad: hacer lo que permitan las
fuerzas. No dar prioridad al rendimiento, sino a la curación de la enfermedad.
3. Dividir las grandes actividades en pequeñas tareas; establecer prioridades.
4. No aislarse; esforzarse por estar con otras personas. Intentar que comprendan lo que nos pasa,
pero sin sentirnos obligados a contárselo a todo el mundo. Podemos elegir con quien compartir nuestra
intimidad.
5. Participar en actividades que nos hagan sentirnos mejor, sin grandes esfuerzos (por ej.
leer, ir al cine). Es muy recomendable hacer ejercicio físico, de forma suave.
6. No tomar decisiones trascendentes, por ejemplo, cambio de domicilio, otorgar testamento,
etc. Es aconsejable posponerlas para cuando haya desaparecido la depresión.
7. No aceptar pensamientos negativos: forman parte de la enfermedad.
8. Cumplir las indicaciones médicas o de los profesionales que nos atienden. No cambiar o
iniciar tratamientos por nuestra cuenta. Acudir a las consultas con regularidad. Nunca deben consumirse
drogas, alcohol o sustancias euforizantes; con frecuencia tienen el efecto contrario a medio plazo.
Suspender las dietas o regímenes no controlados médicamente.
9. Rechazar los sentimientos de culpa. La depresión es una enfermedad, no un signo de
debilidad.
10. Una vez se ha superado la enfermedad, reflexionar sobre aquellos factores de nuestra
forma de ser y de nuestra forma de vida que puedan haber contribuido al desencadenamiento de la
enfermedad.

4.4 Insomnio
. Cerca del 35% de los ancianos presenta problemas de sueño, especialmente de
insomnio.
El diagnóstico diferencial del insomnio en el anciano debe hacerse con:
18

-Cambios en el sueño con la edad. Generalmente, con la edad el sueño es más


escaso, fragmentado y superficial, y la latencia de sueño es mayor. Seis a ocho horas de
sueño al día suelen ser suficiente en personas mayores. También se produce con mayor
frecuencia somnolencia diurna, y se pasa más tiempo en la cama. Es frecuente que estos
cambios se perciban como anomalías y que produzcan una queja de insomnio.
-Respiración alterada durante el sueño (apnea del sueño) y mioclonus
nocturno (movimientos o sacudidas periódicas de las piernas que alteran el sueño).
-Insomnio presente en múltiples trastornos psiquiátricos, como en la
demencia, los trastornos depresivos, los trastornos de ansiedad….
-Problemas médicos que contribuyen a los trastornos del sueño, como el dolor
crónico.
-Insomnio producido por el efecto de diferentes medicaciones, como el uso
prolongado de un sedante, consumo de cafeína por la tarde…
-Higiene del sueño deteriorada con una excesiva estimulación previa al
acostarse. Factores ambientales que alteran el sueño, como calor o ruido excesivo.
-Factores psicológicos como la soledad o el aburrimiento.

4.5 Ansiedad
La ansiedad es un síntoma relativamente menos frecuente en ancianos que
entre sujetos más jóvenes, especialmente las formas de comienzo a edad avanzada.
Entre los ancianos abundan los síntomas somáticos de ansiedad. Esta
ansiedad “somatizada”, que se traduce en una queja o en una demanda de atención a
nivel somático, generalmente a un médico no especialista, suele pasar fácilmente
inadvertida.
En el anciano, también hay que tener siempre en cuenta:
-Las formas de ansiedad asociadas a enfermedades médicas
-La ansiedad acompaña con frecuencia a casi cualquier tipo de
trastorno psiquiátrico, pero de forma especial en el anciano a las demencias y a los
trastornos depresivos.
-Los síntomas de ansiedad debidos a un miedo justificado. Existen
numerosas situaciones en la vida moderna, especialmente en las grandes ciudades y en
ancianos que viven solos, que pueden causar miedo e inseguridad a las personas
mayores, especialmente las amenazas a su seguridad personal.
19

4.6 Suspicacia
Las ideas de persecución cuando se presentan en los ancianos son causa de
graves alteraciones tanto en la convivencia familiar y social, como en el ámbito
sanitario para los cuidadores o los profesionales.
Las ideas delirantes en los ancianos pueden presentarse en:
-La esquizofrenia crónica de inicio temprano en la vida.
-Cuadros demenciales en los cuales los pensamientos paranoides pueden
dominar otros síntomas, sobre todo en fases iniciales de la enfermedad, y dificultar
enormemente el abordaje de estos enfermos al enfrentarnos con pacientes sumamente
suspicaces, hostiles y agitados.
-Síndromes orgánicos cerebrales debidos a la ingesta de diversos
medicamentos, al abuso de alcohol o por lesiones cerebrales localizadas.
-Trastornos afectivos: depresiones o manía con síntomas psicóticos.

BIBLIOGRAFÍA
Blanco A: Factores sociales de la vida adulta. En: Carretero M, palacios J, Marchesi A.
Compiladores. Psicología evolutiva 3. Adolescencia, madurez y senectud. Madrid:
Alianza Editorial, 1991; 201-233.
Clemente A: Psicología del desarrollo adulto. Madrid: Narcea, 1996.
Remplein H: Tratado de Psicología Evolutiva (2ª ed.). Barcelona: Labor, 1968.
De la Serna I: Manual de psicogeriatría clínica. Barcelona: Masson; 2000.
Gómez Lavín C: Psicología evolutiva. Autor: Logroño, 1996.

PREGUNTAS DE AUTOEVALUACIÓN

Señale como verdaderos (V) o falsos (F) los siguientes enunciados

1. En el ser humano los llamados periodos críticos para el aprendizaje son menos
restrictivos y vinculantes que en los animales

2. La transición de los 50 se caracteriza por una vivencia de decadencia de la vida,


apaciguamiento interior y afirmación de sí mismo

3. La tercera y definitiva individuación se produce en la edad adulta temprana


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4.Una de las tareas típicas de la edad adulta avanzada es la de mantener el apoyo a los
hijos y a los padres

5. Una de las características típicas de la vejez temprana o presenectud es la actitud de


“aceptación” de la muerte

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