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UN CALCETÍN DE CADA COLOR

De María Despistada.

Acabé el año con un calcetín de cada color.

Bueno no era estrictamente fin de año aún, pero fue mi último día de trabajo, lo
cual pudiera ser significativo. Al llegar a casa y cabiarme de ropa, descubrí que
había llevado durante todo el día un calcetín negro y otro azul. Al menos, los
colores eran bastante discretos, incluso podría decir que fáciles de confundir.

Pero, en unas fechas en la que todo color tiene simbología: Algo rojo en la piel.

Todo gesto va a influir sobre el futuro: que si en la mano derecha algo, que si
en la izquierda también, que si la pierna derecha en una posición y la izquierda
en otra.

Todo objeto es cargado de significado: que si el oro en la copa (cuidado con no


tragárselo que significaría un quirófano de urgencias), que si el muérdago, que
si la maleta al lado, etc.

Fechas en las que los cientos de sms recibidos, entre unos y otros te recuerdan
un catálogo de consejos para que te vaya mejor el futuro, que pasas de parecer
un contorsionista, a alguien que cena con desconfianza hacia quienes te han
invitado, y claro así como vamos a solucionar las tiranteces con la familia.

Como digo, en un momento donde tantas cosas están cargadas de simbología,


quién no se pararía ante sus propios pies, sorprendida de la diferencia de color
y se pondría a pensar en su posible significado.

Claro que como debió ocurrir al principio, cuando alguien decidió que esto o lo
otro significa tal o cual cosa, y no otra, yo me vi envuelta en mi propio estado
de ánimo: Atónita, no sabía qué pensar.

Si hubiera estado pesimista habría podido pensar cosas como: Me espera un


futuro inacabado, situaciones que empiezan y no concluyen pues pasaré a
otras diferentes. Nunca conseguiré algo redondo pues, por equívoco lo
complicaré llegando a algo muy diferente. No se lo que quiero y por eso fluctúo
sin llegar a algo concreto. Me da miedo acabar las cosas. Por alguna razón,
me asusta implicarme del todo.

O algo más problemático aún: Me estoy quedando sin pares de calcetines.

Sin embargo, si hubiera estado optimista, podría haber definido esta nueva
simbología supersticiosa como: Un mundo nuevo se abre ante mí, lleno de
colores oscuros, serios, pero diferentes. Voy a estar abierta a múltiples
posibilidades que van a enriquecer mi realidad. Eso sí, el sentido del ridículo
que tanto corta nuestra expresividad, va a tener que ir desapareciendo pues de
lo contrario no sería viable.
Quizá el futuro me depare un montón de experiencias multirraciales, bueno al
menos algunas, sería divertido... Creo que este significado, lo dibuja más que
el optimismo la necesidad. Pero quién dice que las supersticiones
convencionales no surgieron de ella.

Lo cierto es que de pequeñas cosas poco comunes podemos crear un sueño


que encierra un anhelo de esperanza, de cambio, de protección, que nos ayude
a creer en un futuro menos incierto y más controlado que al fin y al cabo es
donde basamos nuestra seguridad. Y donde radica la razón de las
supersticiones.

Admitamos que nos asusta lo que no controlamos, lo que no podemos cambiar,


y de ahí sale nuestra necesidad supersticiosa, y nuestra afición a esos
pequeños gestos cargandolos de simbología.

Pues bien, yo me quedé atónita ante la visión de mis pies de colores diferentes.

Quizá ahí está la clave del símbolo que estaba ocurriendo: Me voy a quedar sin
saber qué hacer, ni qué pensar antes las cosas que pasan por mi vida. No
participando. O bien, voy a ser la gran sorprendida de las cosas curiosas que
me esperan por vivir.

Bien eso será mañana, en el futuro, durante todo este año puede ocurrir. Pero
hoy, ahora, en este momento, me bajo a comprar calcetines que compruebo
que tengo pocos y descabalados.

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