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GRECIA: DE ORIENTE Y DE OCCIDENTE

Desde los tiempos de la épica homérica y la tragedia helénica hasta la lectura clásica
que Míkis Theodorakis hizo de Odisseas Elitis en los años sesenta, los griegos siempre
han combinado excelentes melodías y poemas para crear una música destinada tanto a
la mente como al cuerpo, que es a la vez apasionante, refrescante, gozosa y melancólica,
y, lo que es más importante, afirmativa de la vida.

La música griega constituye una de las tradiciones más antiguas del mundo, pues se
remonta, al menos al año 2800 antes de Cristo. AI igual que el Teatro y las demás artes,
la música griega antigua se hallaba estrechamente vinculada a la religión. Fue Pitágoras
quien construyó el kanon (precursor del kanun y el santur) para interpretar música
destinada a infundir tranquilidad al espíritu, liberándolo de las pasiones humanas. Esta
idea influyó en la música sufí y, en nuestros tiempos, el pretencioso movimiento New Age
reivindica también para sí el legado pitagórico.
Como todos los estilos musicales anteriores a Bach, la música griega antigua utilizaba
la escala natural y se encuadraba en la gran tradición oriental. Tenía tres genii (cromático,
catónico y emarmómico) y cien escalas. Los griegos utilizaban aproximadamente 3.400
ínstrumentos, entre ellos figuraba el hydraulis, precursor del órgano de tubo, así como
pandouides, guitarras, liras, varvytes, xavyges, aulia y zoumades, algunos de ellos
procelentes de otros pueblos:
Cuando la academia platónica fue clausurada violentamente en el año 529, los
filósofos, que eran también maestros músicos y místicos, encontraron refugio en la corte
de Persia, por lo que aquella música antigua sirvió de fundamento a la música persa. La
música griega antigua influyó mucho en el canto gregoriano y también en la bizantina, la
música griega de la Edad Media.
Pese al carácter multicultural del imperio, el núcleo de la civilización bizantina fue
griego. Incluso los padres cristianos interpretaban la ortodoxia con argumentos platónicos
y muchos ritos provienen de los misterios griegos. Los griegos conservaron su música,
adaptando los textos de los himnos paganos a la nueva religión. Las danzas griegas
relacionadas con los misterios pasaron a convertirse en danzas populares. Los
instrumentos se conservaron en su mayoría, aunque los más importantes fueron el
hydraulis, el salterio y el tambur (estos dos últimos provenían del kanon y el pandouris,
respectivamente, y son los precursores del ud y el saz y del kanonaki, santur o kanun). AI
caer los territorios bizantinos en manos árabes, estos instrumentos pasaron a utilizarse
en la música islámica.
En el siglo VI Damascio modificó el antiguo sistema musical inventando la
"parasemántica bizantina", el sistema musical mas complejo que haya existido. Aun
respetando las peculiaridades locales, los bizantinos enseñaron a los pueblos serbio y
sirio dos variantes de la "parasemántica" de las que ambas tradiciones musicales
provienen respectivamente. Así pues, la música bizantina está en la base de la música
clásica árabe, de la balcánica y posteriormente de la otomana. Habida cuenta de que
todos los grandes compositores de música otomana eran griegos, cabe afirmar que la
música otomana no es sino música postbizantina.

Pero la música bizantina no sólo era de carácter sacro. Lo que ahora consideramos
música popular era la música profana bizantina que se desarrolló inicialmente en las
zonas urbanas del imperio y que después se conservó en las aldeas durante la
ocupación otomana. Los únicos estilos nuevos surgieron en el siglo XIX y fueron la
música de klarino y las bandas de metales de la zona noroccidental de la Macedonia
griega. El klarino (clarinete popular afinado en la escala natural) fue traído por los gitanos
en el siglo XVIII o bien por las bandas militares bávaras de la década de 1830. Las
bandas de música surgieron a raíz de la occidentalización de las bandas militares
otomanas.
Aparte de las bandas y la música de klarino de Épiro y Rumelia que se hicieron
típicas de la música popular griega, existen diversos estilos locales que le otorgan una
variedad con la que resulta imposible competir. Está la música griega oriental de
Constantinopla y Asia Menor, precursora del rebétiko. También están las alegres danzas
de las islas griegas, la aspereza de la música póntica (música de lira del Mar Negro) y la
masculinidad concentrada de la música cretense, las polifonías del Épiro, los sonidos
balcánicos de Macedonia y Tracia, y las kantades de influencia italiana de las Islas
Jónicas (Corfú, etc.). No deja de ser una ironía histórica el hecho de que casi toda la
música que ahora se importa a Grecia fuese antaño exportada desde allí a los pueblos
balcánícos y del Oriente mediterráneo.

Un estilo musical que goza de gran popularidad entre los no griegos es el rebétiko.
Mezcla de elementos griegos y otomanos (ambos provenientes de la música bizantina),
se desarrolló en los barrios griegos de Constantinopla y Esmirna (actual Izmir) en la
década de 1860. Se interpretaba con instrumentos populares típicos como el violín,
kanonaki o sandour, saz o baglamá y klarino. Incluía el quejumbroso canto improvisatorio
denominado amanés. Con posterioridad al desastre de Asia Menor de 1927, que obligó a
exiliarse a un millón de griegos, el estilo se relacionó con los refugiados y más tarde con
los bajos fondos de El Pireo, Tesalónica (o Salónica) y la isla de Siros.
A raíz de la dictadura de loannis Metaxas (de 1936 a 1940), el sabor oriental y los
temas ilegales quedaron excluidos del rebétiko. Durante la guerra y después de ésta, el
rebétiko pasó a servir de entretenimiento tanto a la clase baja como a la clase media. Su
principal representante fue Vasilis Tsitsanis, que fue quien introdujo la influencia
occidental en esta música. El género rebétiko tocó a su fin en 1954, aunque sus mayores
éxitos los conocería más tarde.
Bajo el influjo del rebétiko surgieron dos tipos de música: el laikó, que era un estilo de
la clase obrera fundamentado en el sonido del bouzouki, que también recuperaba
influencias orientales; y, por otra parte, el entehno, que era la música de compositores de
formación clásica cono Mikis Theodorakis y Manos Hatzidakis que combinaban la
influencia del rebétiko con arreglos de estilo occidental y la poesía griega de Odísseas
Elitis, Yannis Ritsos y Nikos Gatsos. Estos dos estilos musicales representaban dos
mundos distintos, aunque los compositores de entehno contratasen a cantantes de laikó
como Stelios Kazadzidis y Grigoris Bithikotsis.
Durante el régimen militar, el laikó quedó marginado, poniéndose de moda una
variedad mas ligera denominada elafrolaikó. Tras la caída de la junta, casi todos los
compositores se dedicaron a imitar la "nueva canción", las obras de Kurt Weill y la
música política soviética, despotricando contra la música de raíz griega. Hasta 1978 no
surgió un nuevo movimiento que ocupó el antiguo trono del laikó, volviendo a popularizar
el rebétiko. Este movimiento sigue todavía vigente y en él se encuadran artistas como
Elefthería Arvanitaki, Nikos Xidakis, Nikos Papázoglou y muchos otros.

Yorgos Pisalidis, crítico musical,


colaborador de la revista inglesa Folk Roots.
CLAVES PARA ADENTRARSE EN LA MÚSICA DE GRECIA

Como tantos otros países del mundo, Grecia cuenta con una abundante y variada
actividad musical autóctona, buena parte de la cual no se deja medir con los raseros
habitualmente utilizados por una crítica habituada a compararlo todo con los productos
anglosajones. La música griega posee raíces muy profundas, que algunos hacen
remontar hasta las perdidas melodías de la Grecia antigua, atribuyéndole el origen de los
sistemas modales imperantes en prácticamente toda la música culta del mundo islámico.
Quizá sea una reivindicación excesiva, dada la falta de una escritura musical fiable hasta
la época medieval, si bien es ya indudable que los cantos religiosos bizantinos, el
equivalente al canto gregoriano en la iglesia ortodoxa, constituyen una sólida base en la
que se fundamentan muchos de los estilos venideros. Este tipo de cantos sigue teniendo
vigencia en la actualidad.
Tanto por su situación geográfica como por sus avatares históricos, Grecia es un país
que pertenece tanto a Oriente como a Occidente. Esa bipolaridad se manifiesta a la
perfección en su música, cuyos elementos orientales se han debatido siempre con la
influencia occidental. Durante mucho tiempo, la sociedad cultivada ha tendido a
desprestigiar lo oriental, tenido por vulgar, fomentando el influjo de occidente y de la
música clásica centroeuropea. Desde el siglo XIX existe una tradición de música clásica
griega que muchas veces adopta rasgos nacionalistas al incluir elementos rítmicos y
modales de la canción popular y de la música religiosa, junto a la evolución posterior del
género hacia la atonalidad y demás tendencias contemporáneas. Sin embargo, tanto los
cantos bizantinos como la amplia tradición de música sinfónica camerística y operística
neohelénica escapan al ámbito de esta recopilación, que pretende principalmente mostrar
un panorama de la música popular griega, en sus distintas vertientes, pero siempre
próximas a la raíz. Por lo que, aunque también se cultivan en Grecia, dejaremos al
margen aquellos estilos internacionales que no cabe considerar propiamente griegos,
como por ejemplo el Jazz o el rock cantado en inglés.
En general, la música griega suele ser inmediatamente reconocible por su tímbrica y
por sus melodías modales orientalizantes. Instrumentos como el bouzouki se identifican
enseguida con lo griego, pues se utilizan en casi todos los estilos populares. Muchos
instrumentos son comunes a otros países limítrofes, aunque a veces reciban
denominaciones distintas. Entre los de cuerda pulsada se emplean con frecuencia el
baglamá, la tzourá, el cümbüs, la tamboura, el laúd (con trastes) y el ud árabe (sin
trastes). Existen también instrumentos de viento como la gaita denominada tsabouna o la
flauta recta Ilamada flógera. También están muy difundidos el salterio (sandouri) y la
cítara (kanonaki) e instrumentos de cuerda como la lira, en sus distintas modalidades.
Por to que se refiere a la música folclórica instrumental, los instrumentos solistas
principales son el clarinete y el violín. Por supuesto, a estos timbres autóctonos se suelen
añadir los de guitarras, teclados, batería, metales, maderas, cuerdas y percusión
habitualmente utilizados en conjuntos y orquestas de Occidente.

Podríamos clasificar la música popular griega en dos bloques principales: a un lado


estaría el estilo llamado dímotikó, es decir, el folclore tradicional, en sus distintas
variedades regionales; al otro, la música de autores conocidos compuesta para el
mercado artístico y el consumo discográfico.
La música tradicional se ha venido transmitiendo oralmente hasta nuestros días y
sus orígenes se pierden en la historia. Cada región de Grecia tiene peculiaridades
propias que asemejan su música a la de sus vecinos geográficos. El estilo propio de las
regiones isleñas recibe el nombre de nisiótiko y oscila entre la influencia italiana de las
Islas Jónicas y las melodías pentatónicas de las Islas del Egeo. En cuanto al dimotikó, el
folclore continental, la música de Épiro, lindante con Albania, incluye polífonías mixtas
(cantadas a veces en un dialecto del albanés) y músicas instrumentales con predominio
del clarinete. Por su parte, las regiones septentrionales de Macedonia y Tracia denotan
en su música un carácter balcánico.
En cuanto a las músicas de autor conocido, cabe diferenciar estilos como el
rebétiko y el laikó. El rebétiko surgió a principios de siglo en los territorios entonces
griegos de Asia Menor, actualmente pertenecientes a Turquía. Era una música
desprestigiada por vulgar y relegada a las capas bajas de la sociedad. Sus letras
hablaban sin tapujos de temas polémicos. Su evolución posterior, el laikó, se convirtió en
los años sesenta en la música preferida de las capas humildes de la sociedad. Su
variedad mas ligera se denomina elafrolaikó, mientras que la música popular urbana
recibe el nombre de laikodimotikó. Paralelamente surgió un género híbrido peculiarmente
griego: el entehno, es decir, composiciones escritas por autores de formación clásica,
sobre textos de poetas e interpretadas por orquestas de instrumentos populares y
cantantes de laikó. También se acuñó en los sesenta el término neo-kíma (nueva ola)
para designar un tipo de entehno más diluido y próximo al pop. Más adelante se haría
revivir el rebétiko y se produciría la integración de todos estos estilos en la nueva
hornada de cantantes y autores actuales.
Para orientarse un poco a la hora de buscar discos griegos, hay que tener en cuenta
varios factores. En primer lugrr, en la música griega no abundan los cantautores, en el
sentido de artistas que compongan e interpreten sus propias canciones. Por lo general, y
salvo excepciones, que también las hay, los cantantes suelen ser sólo intérpretes y los
compositores no escriben letras. A veces resulta confuso saber a quién pertenece un
disco determinado, pues se suele atribuir en las discografías tanto a unos como a otros.
Podemos encontrar, por ejemplo, un disco de Yorgos Dálaras que en realidad sea una
obra de Mikis Theodorrkis en la que Dálaras participa únicamente como vocalista. Esa
misma obra es posible que aparezca en otro disco interpretada por otros artistas.
También puede ocurrir que en la discografía de una cantante como Elefthería Arvanitaki
se enumeren discos que, en rerlidad, constituyen obras de otros compositores en las que
la vocalista ha colaborado sólo en alguna pieza. En tales casos, el nombre que se suele
indicar en la contraportada al lado de cada título corresponde al vocalista, no al autor,
como estamos acostumbrados a ver en occidente. En otras ocasiones, cuando todo el
disco es del mismo compositor, el nombre que se indica junto a los títulos de los temas
corresponde al autor de la letra.
Por supuesto, casi todos los discos griegos van rotulados en caracteres helénicos,
por lo que conviene aprenderse al menos el alfabeto para poder leer los nombres de los
artistas y los títulos. Hay que tener presente que a veces los nombres propios aparecen
declinados, habitualmente en caso genitivo, por lo que la diferente terminación puede
despistar. Incluso cuando la rotulación aparece en caracteres latinos, es posible que
resulte confusa por no existir una norma de transliteración universalmente aceptada. En
cada idioma occidental se translitera el griego de manera distinta, lo que dificulta
encontrar los nombres de los músicos en las discografías. El mismo nombre puede
aparecer con grafías diferentes, a veces hasta incorrectas pues los pocos artistas
griegos que se han dado a conocer en el ámbito internacional adoptan a veces grafias
que no corresponden exactamente a su nombre, como por ejemplo Irini Papá (conocida
en occidente como Irene Papas), Nana Moúshouri (que escribe su apellido Mouskouri,
con una ka inexistente en lugar del sonido jota) o Yorgos Dálaras (que traduce su
nombre al inglés y pone George). Por tanto, es conveniente identificar los nombres por
su pronunciación y tener siempre presente que la grafía real es la griega y las
transcripciones son meras aproximaciones.

José Antonio Torres Almodóvar

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