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Crónica de un piojo devorador de libros

Por Alfredo Milano

(Santiago, 3-Julio-2008)

Erase una vez un libro que nadie leía.


Había sido escrito muchas veces por muchas manos, pero escasamente alguien lo
leía.
Lo habían llevado a la imprenta, lo habían hecho libro, lo habían alabado, lo
habían premiado; pero pocos, muy pocos, lo habían conocido.
En algunos estantes lo habían colocado, algunos estudiantes lo habían estudiado;
pero algo pasaba con el libro.
Lo más curioso era que nadie sabía qué era lo que pasaba.
Estaba bien escrito, bien empezado y bien terminado. Tenía intención, fuese la que
fuere. Pero, a nadie interesaba.

Poco a poco lo fueron arrimando, hacia un extremo del estante de madera donde
inicialmente había sido colocado. Luego, llevado al estante de metal: Por último,
trasladado al estante de plástico.
Allí, por accidente, durante la limpieza anual, el libro cayó silenciosamente al
piso. Nadie lo notó, ni siquiera el piso.
Por un tiempo quedó mudo y triste, y sus hojas, otrora orgullosas, se volvieron
amarillas y se cubrieron de polvo.
Finalmente, le cayeron piojitos comedores de papel.

Desde el Prólogo hasta el Índice, los piojos habían construído una maraña de
complicados laberintos que cruzaban al libro en múltiples direcciones. En la parte
central del libro se hallaba el lobby, un espacio muy amplio.

Es necesario aclarar algo: ¡Dentro del libro había mucha actividad!


En esos días se celebraba la Décimo-segunda, multiplicada por diez a la
veinticuatro, Reunión Anual y Casual de los Piojos Comedores de Libros-en-
Desgracia.

En las habitaciones reales, ubicadas cerca del lobby, estaban hospedados los más
importantes personajes de la piojocracia.
En todo el centro del lobby trabajaban las atentas piojas Anfitrionas, quienes
orientaban a los recién llegados.

Los piojos venían de todas partes, aun cuando las delegaciones más numerosas
provenían de los estantes de plástico y de hierro.
Los piojos asistentes eran clasificados según la temática. La delegación de los de
Literatura era enorme. Los de Poesía eran innumerables, sobre todo porque sabían
que había comida y bebida gratis. Casi todos tenían largas cabelleras y lentes de
montura redonda. De vez en cuando aparecía una hembra algo tomada que reía
ruidosamente en rima:
jajaja
jejeje,
¿jajaja?
¡ jejeje...!...

Los piojos Novelistas eran los más solicitados por los piojos Reporteros. De
ellos, sobresalían los que venían de “Cien años de Soledad”. Tenían cabello
ondulado, lentes de montura gruesa y negra, nariz aguileña y un bigote terminado
en puntas. En medio del bigote lucían pelos largos amarillentos que salían del
interior de la nariz. Eran muy alegres y siempre andaban con piojos Musicales que
tocaban ruidosos vallenatos.
Los piojos Cuentistas tenían todos pantalones cortos y siempre andaban con los
piojos Relatos, las piojas Fábulas, los piojos Historias....

Los piojos Tecnológicos eran los más jóvenes y escasos, porque sus hábitats
duraban muy poco tiempo y luego eran llevados a las moledoras de papel. Las
moledoras, por supuesto, eran el terror de los libros.

Hubo un momento cuando todos los piojos guardaron silencio; fue a la entrada de
los piojos Filosóficos.
Todos los respetaban. Eran muy pocos. Ancianos, muy callados. Algunos llevaban
largas barbas blancas, otros no tenían ni un pelo. Llevaban túnicas pálidas e iban
calzados con sandalias. Poder entrevistarlos era un honor reservado a muy pocos y
entre ésos que podían hacerlo estaba este humilde piojo Cronista.

Nuestros sabios piojos entraron al salón reservado para la reunión con los
entrevistadores, formaron un semicírculo y se sentaron en el piso con las piernas
cruzadas. Nosotros hicimos también lo propio con nuestras seis paticas.
Cuando quisimos hablar con el piojo que se alimentaba de Lao-Tse, él se negó con
un gesto. Jamás hablaba pues consideraba que lo que tenía que decir, ya estaba
dicho desde hacía mucho tiempo en el libro del Tao-Te-Kin .
Bueno, menos mal que estaban los piojos de Alan Watts, los piojos de Aristóteles,
los de Socrátes, y los de Platón. Ellos sí estaban dispuestos a hablar. Sobre todo
los piojos de Fernando Savater, que eran muy didácticos y todo se lo querían
contar a los piojitos Amador.
No voy a mencionar lo que dijo cada uno de los filósofos, porque sería demasiado
largo y complicado para nuestros cerebros de piojos, así que, a efecto de la
entrevista, voy a asignarles un nombre genérico para identificar al grupo
completo. Los llamaré piojo Filósofo Tapa Amarilla o mejor dicho, en inglés,
Yellow Cap.

Me dirigí a él.
----"Profesor"
(lo mejor es llamarlos profesores o maestros. Yellow Cap prefirió profesor porque
ganan mas dinero)
---- "Profesor Uay an Ci, (Y&C, abreviatura de Yellow Cap) ¿cómo ve esta
reunión?"

Y el profesor Y&C respondió:


*** "Bueno, yo diría que podría ser una interesante reunión, si se pudieran
aglutinar tres factores determinantes: espacio, líquidos y comida".

Y le pregunté:
----"Pero, ¿cree usted que debería ser importante, algo consustancial con el ser
vivo?".

*** "Pues claro, eso lo dice la lógica. Hay un cuarto elemento consustancialmente
ligado a los tres factores anteriores , y es que debe haber unas buenas y limpias
pocetas o inodoros".

----"Hablando de la vida y la muerte, ¿cómo considera usted que deben trascender


los que escriben? ¿Deben sobrevivir los libros a la muerte de los que escriben, o
lo que escriben debe morir con quienes lo escriben?"

*** "Oye me acabas de hacer una pregunta muy interesante. Yo siempre he creído que
las personas mueren porque están vivas, pero definitivamente cuando uno lee un
libro, éste tan solo se queda durmiendo, hasta que alguien lo despierta".
Ars onga, vita brevis...
---- "¡Qué sabiduría! ¿Y como puede ser útil, por ejemplo un cuento, por mencionar
una de las más modestas expresiones de la literatura?".

*** "Un cuento no tiene por qué ser útil, pero si es útil es porque sirve para
algo. Un cuento puede ser útil para tomar café, o para ir al baño".
Dolce fare niente....
---- "Oooh! ¿Piensa usted que debe existir una fórmula para escribir un cuento?".

*** "Ja, eso es un absurdo. Eso es como pedir que la vida tenga una fórmula. Si yo
le pidiera a los piojos que me cuenten en pocas palabras el cuento de su vida,
todos deberíamos tener un cuento diferente, una manera diferente de empezar y de
terminar el cuento. Además, el cuento es una forma narrativa que, mientras se
cuenta, está vivo. Si lo formulamos, lo reducimos a una ecuación, con algunos
componentes constantes y otros variables. ¡Eso sería tan aburrido como la vida de
un piojo Bibliotecario!".
Vanitas vanitatum, et omnia vanitas...

---- "Uhmmm ¡Qué interesante! Hablando de otro tema, ¿cómo le parecen los libros
de temas políticos?

*** "Controversiales y algunos peligrosos".

---- "¿Puede aclararme y profundizar más, por favor?"

*** "Hablar sobre política nos lleva al espinoso asunto de la ética pública. Marco
Aurelio Plutonio, gran pensador de la Roma Imperial, pensaba que la Polis debía
tener Politicos y Policías. Los Politicos, que gobiernan y gozan de los placeres
del poder y los Policias, que mantienen el orden en la Polis. Ahora bien, no hay
nada más peligroso que un piojo Policía con un libro en sus paticas".
Habló el buey y dijo muuuu

---- " ¿Qué opina usted de los piojos Tecnológicos?"

*** "¡Los pobres! Son los que tienen la vida más corta. Piense, ¿adónde están los
piojos de las tarjetas perforadas de la IBM 360, o los de tantos manuales de
programas que continuamente se vuelven chatarra tecnológica, los de manuales de
mecanografía, telegrafía, topografía, etc. Cada vez es más corta la vigencia de
los manuales tecnológicos y rápidamente los llevan a las máquinas moledoras de
papel. Por eso los piojos Tecnológicos mueren jóvenes".
Observe bien los estantes de madera con puertas de vidrio".

---- "Ah, ya sé, usted se refiere a los Clásicos".

*** " ¡Exactamente! Esos estantes o, mejor dicho, vitrinas, son para los libros
clásicos. Aquí tengo que decir que los clásicos, no sólo están en la literatura o
en las otras bellas artes. Allí también tienen que estar los que han realizado
grandes aportes a la humanidad: Newton, Pascal, Einstein, Darwin, etc. Fisicos,
matemáticos, biólogos, en fin, científicos y filósofos. Desde el más pomposo hasta
el más humilde. También son dignos -y esto lo digo porque me gusta comer fino en
un buen restaurante- los recetarios de cocina, de la buena cocina, libros sobre
vinos, scotch, cerveza. Igualmente, buenos libros de oficios como carpintería,
mecánica, aviación".

De pronto, oímos un ruido en el lobby que iba in crescendo.


Era la turba de piojos Nazis Cabezas Rapadas, y piojos Barbudos Marxistas, con
todas sus derivaciones locales.
Gritaban consignas como:
“los libros son del pueblo, no de la burguesía”,
“libro, socialismo o muerte”,
“piojo, camarada, tu muerte será vengada”;
o en el caso de los piojos Nazis:
“piojos judios, contad con la muerte”,
“sólo lospiojos blancos son bonitos e inteligentes”,
“piojos en la oficina, piojas en la cocina”.

Todos los que estábamos en la reunión salimos corriendo, porque sabíamos de la


ferocidad de la turba política. Protegimos y cargamos a los piojos Filosóficos.

Una vez fuera del libro que nadie leía, vimos cómo éste se iba consumiendo, hasta
que quedaron sólo las tapas.

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