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ÁNGEL MAYA, Augusto. (1997).

A“El ÁNGEL
orden
UGUSTO MAYA
cultural:
introducción a un método de interpretación
ambiental”.

El sistema cultural
A UGUSTO Á NGEL M AYA

“AQUELLO MEDIANTE LO CUAL EL INDIVIDUO

TIENE AQUÍ VALIDEZ Y REALIDAD ES LA CULTURA ”

HEGEL
FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU

Introducción

A l considerar la manera como el hombre modifica los sistemas vivos, la primera tentación
es tratarlo de depredador insolente e irresponsable. En estos calificativos caen algunos
de los movimientos ambientales modernos, especialmente aquellos influenciados por el
reduccionismo biologista, que no comprenden la conducta del hombre sino que se desesperan
con ella. Piensan quizás que la evolución se equivocó al engendrar a un enemigo interno que
vino a desordenar el sistema.
La mayor parte de los ecólogos concluyen cada uno de los capítulos en los que describen
las leyes antes analizadas, con denuestos contra el animal humano. Algunos de ellos hacen
esfuerzos muy poco eficaces por introducir el comportamiento humano dentro de las leyes del
ecosistema. Intentan asignarle al hombre un nicho ecológico o un lugar dentro de las cadenas
tróficas. Sin embargo, para entender el problema ambiental y para buscar soluciones correctas
es necesario entender y apreciar no solamente la naturaleza, tal como se ha desarrollado
en el proceso evolutivo, hasta conformar los ecosistemas modernos, sino que es necesario
entender y apreciar al hombre.
Entender al animal humano no significa exaltarlo por encima de la naturaleza, sino
comprenderlo dentro del sistema de la naturaleza. El sistema natural, en efecto, no se agota
en la estructura maravillosa de los ecosistemas. La evolución siguió adelante y conformó este
extraño mamífero que, para subsistir, tiene que modificar las leyes por las que se había regido
hasta entonces la vida. El hombre ha sido desterrado del paraíso ecosistémico, pero sigue
siendo parte del reino de la naturaleza.
El hombre, sin embargo, no puede entenderse como átomo aislado. Es el resultado de
la cultura. De la misma manera que las especies forman un conjunto articulado que hemos
llamado “ecosistema” o sistema de nichos, los individuos de la especie humana no pueden
entenderse como actores independientes. Forman parte del orden cultural. Para entender el
problema ambiental es necesario estudiar no solamente el orden ecosistémico, sino igualmente
el orden de la cultura.

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EL ORDEN CULTURAL

1.1. El reduccionismo cultural

Ante todo, tenemos que explicar porque asumimos el concepto de cultura o sistema cultural,
para caracterizar la estructura del comportamiento humano. Como dijimos antes, no es la
única expresión utilizada en ciencias sociales. Más aún, el término cultura ha sido acorralado
para designar las expresiones artísticas y literarias, excluyendo incluso la formación del
pensamiento científico.
Esta reducción del término tiene su explicación histórica. Se debe ante todo a la progresiva
división del trabajo social. Es fácil ver a primera vista la articulación de los distintos niveles
de una formación social en las culturas primitivas. La cultura para las comunidades primitivas,
es su herramienta de trabajo, al mismo tiempo que sus formas organizativas y su mundo
simbólico. Todo ello estaba articulado y formaba una unidad consistente.
El análisis sociológico, que intenta interpretar la complejidad de la cultura moderna, se
encuentra, en cambio, con dificultades, tanto por el objeto mismo de su análisis, como por los
métodos adoptados. Por una parte la cultura moderna es, sin duda, mucho más compleja que
las culturas anteriores. Los diferentes niveles de la estructura social se han desarticulado y con
dificultad se pueden observar sus relaciones. La tecnología parece recorrer su propio camino
sin contacto con los intereses sociales y sin relación con el mundo ideológico. Las ideas flotan
en una extraña atmósfera de libertad. Las clases sociales, a pesar de sus diferencias económicas,
crecen cubiertas por el mismo ropaje ideológico, con pequeñas variaciones locales.
Por otra parte, las culturas se han ido homogeneizando al ritmo de la producción
económica y del imperio de los medios masivos de comunicación. Los rituales, las modas,
los detalles típicos de la cultura regional han ido desapareciendo durante el presente siglo
a una velocidad difícilmente percibible. A lo largo de una generación se han ido perdiendo
los encantos de ese parroquianismo regional, que al mismo tiempo ofrecían un sentido de
pertenencia y recortaban los horizontes de la creatividad. La producción artesanal ha sido
reemplazada por la producción en masa. Como cualquier producción, el individuo pasa a ser
modelado en serie por el sistema educativo.
En este proceso, el individuo ha perdido contacto con el medio natural, porque cada vez
depende menos de él en forma directa, para su propia subsistencia. Los productos le llegan
al supermercado o a la plaza de abastos, como por arte de magia. El no tuvo que ver en su
producción. Las máquinas se han encargado cada vez más de sembrar y recoger las cosechas.
Lo único que necesita el individuo es el salario mensual, para intercambiarlo por mercancías
anónimas. El trabajo, al igual que el dinero, es cada vez más abstracto, menos ligado al
entorno inmediato.
El contacto con los instrumentos de trabajo es igualmente genérico e impersonal. La
herramientas son instrumentos que se fabrican lejos del entorno y que, al igual que los
productos de consumo inmediato, se compran en el mercado. Estamos situados lejos de

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

las culturas que fabricaban sus propios utensilios y que desarrollaban en su fabricación la
creatividad artística.
Por estas razones, el mundo simbólico del hombre moderno tiene que ver cada vez menos
con sus urgencias cotidianas. No se relaciona con los elementos inmediatos del mundo natural
ni con la eficacia del trabajo manual. El oficinista o el obrero piensan, si es que puede pensar,
en el estrecho espacio del ocio. Ese espacio, reducido prácticamente a los fines de semana,
está copado por la fatiga o por el pasatiempo no creativo, cuando no por el tedio o por la fuga
hacia los paraísos fáciles de la televisión.
La creatividad artística de los pueblos primitivos estaba arraigada en el esfuerzo
transformador del medio. La tecnología partía del conocimiento de los ecosistemas y se
coronaba en el mundo fantástico de los símbolos. El culto religioso, la filosofía de la vida,
la expresión poética estaban ligados a las exigencias de la vida cotidiana. Eran igualmente
frutos de la tierra. La cultura era una forma adaptativa.

1.2. La evaporación del concepto de cultura.

La antropología, por el hecho de que su objeto de estudio ha sido más frecuentemente


análisis de lo pueblos primitivos, ha logrado con más facilidad entender la cultura como
un todo sistémico. Podemos recordar la definición ofrecida por Taylor en 1871. Taylor la
entiende como “el complejo que comprende conocimiento, creencias, arte, derecho, moral,
costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro
de la sociedad”. En esta definición están incluidos los instrumentos materiales, al igual que
cualquier otra forma de conocimiento.
Tomada en este sentido, la cultura es el conjunto de herramientas, conocimiento y
comportamientos adquiridos, que se trasmiten de una generación a otra. Sobre esta plataforma
se basa necesariamente la subsistencia de la especie y sus posibilidades de progreso. L.A.
White la define en la siguiente forma: “Específica y concretamente la cultura se compone
de instrumentos, utensilios, vestidos, ornamentos, costumbres, instituciones, creencias,
ceremonias, juegos, obras de arte, etc. Todos los pueblos, en todas las épocas y lugares han
poseído cultura.”
La antropología, sin embargo, se ha ido separando poco a poco de esta primera concepción
totalizante de cultura. En ello ha tenido mucho que ver el idealismo de las ciencias sociales
impulsado primero por el kantismo y posteriormente por la reacción contra el método marxista.
La reacción de la antropología americana impulsada especialmente por Boas y sus discípulos
fue convirtiendo el concepto de cultura en una simple expresión de las ideas. Alfred Kroeber,
sin embargo, conserva en sus primeras obras la definición totalizante de Taylor. En esta forma,
todavía en 1948, define la cultura como “el conjunto aprendido y trasmitido de reacciones,
hábitos, técnicas, ideas, valores y comportamientos inducidos por estos”.

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EL ORDEN CULTURAL

CULTURA ES “EL CONJUNTO APRENDIDO Y TRANSMITIDO DE REACCIONES ,

HÁBITOS , TÉCNICAS , IDEAS , VALORES Y COMPORTAMIENTOS SOCIALES ”

(KROEBER)

Sahlins, en cambio, que se había acercado tanto en su primera época a una comprensión
global de la cultura, concluye proponiendo, desde la orilla estructuralista, que la cultura no
tiene por finalidad “ajustarse a las restricciones materiales” de manera simple y directa,
sino que lo hace “según un determinado esquema simbólico, que nunca es el único posible”.
Desde esta perspectiva emprende la crítica contra cualquier acercamiento a los factores
biológicos de la cultura. La teoría de Malinowski que intentaba acercar el concepto de cultura
a las exigencias materiales para la satisfacción de las necesidades básicas, le parece “una
gigantesca prolongación metafórica del sistema digestivo”.
Las determinaciones que el medio ejerce sobre los sistemas culturales, es uno de los
aspectos más importantes en la discusión antropológica. White planteaba en 1949 que, con
el progreso de la antropología se había abandonado por fin el simplismo de las explicaciones
anteriores que hacían depender la cultura de las determinaciones del medio externo. Se
empezó a considerar que “la cultura no es una mera respuesta refleja al hábitat, ni una
manifestación simple y directa de la ‘naturaleza humana’ y que los determinantes de la
cultura están dentro de la cultura misma; que un idioma, una costumbre, una creencia, una
herramienta o una ceremonia son el producto de elementos y procesos culturales anteriores
y concomitantes.”
La sociología, por su parte, se ha definido con mucha más naturalidad por el concepto
idealista de la cultura. Para la mayor parte de los autores modernos, desde Durkheim, la
cultura no pasa de ser otra cosa que el sombrero ideológico del sistema social, con una
gran independencia en sus orígenes y en sus recorridos. Durkheim coloca el objetivo de la
sociología en el análisis de la “conciencia colectiva”. La vida social no es otra cosa que el
medio moral que rodea al individuo.
De allí se puede pasar fácilmente a la concepción neokantiana de Max Weber, para quien
el objeto principal de la sociología no es otro que la interpretación de los valores. Los “tipos
ideales” que se pueden fabricar, solo pueden significar la confluencia probabilísticas de las
conductas individuales.
Desde esta posición se pasa con facilidad a la disolución del objeto de la sociología. Según
Cooley, la sociedad no es más que las ideas que unas personas se forman sobre las otras. Desde
esta perspectiva se hace indispensable rechazar, como lo hace el mismo Cooley, cualquier
determinación del medio, tanto físico como social, sobre los comportamientos individuales.
Las únicas determinaciones posibles provienen del libre juego de las ideas individuales.
Como puede verse a lo largo de este itinerario de las ciencias sociales, la cultura concluye
siendo el remate y al mismo tiempo, el contenido total del sistema social. Todo se explica
desde la autonomía del mundo simbólico, basado en el libre juego de la libertad.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Si estos fundamentos de la ciencia social moderna son válidos, no hay ninguna manera
de interpretar la crisis ambiental. Este modelo significa simplemente la negación de las
relaciones causales entre ecosistema y cultura. El sistema cultural aparece como un parto
virgen, nacido a la manera de la diosa Atenea, de la cabeza de Zeus. Sobre ese mito del
hombre prometéico se ha construido el desarrollo y la interpretación del desarrollo.

1.3. La cultura no está en los genes

La cultura, sin embargo, es un parto de la tierra. Esta expresión puede llevarnos a la otra
orilla, en la que han naufragado la mayor parte de los esfuerzos por acercar la cultura a sus
orígenes terrenos: el reduccionismo biologista. Contra todos los atributos solemnes con los
que el hombre se ha adornado, los biólogos vuelven por los fueros del animal humano. Nada
ha cambiado en forma drástica dentro del proceso evolutivo, con la aparición del hombre. La
cultura es simplemente la continuación del proceso evolutivo y sus leyes pueden descifrarse
desde el fondo genético que determina los comportamientos individuales y sociales.
No vale la pena detenerse en las exageraciones de los organicistas. Los autores
modernos adictos a la sociobiología no llegan a tales extremos. Tratan el sistema cultural
como una prolongación del proceso evolutivo, pero tienen el buen cuidado de reconocerle
cierta independencia. En esta forma, Alexander reconoce que “los cambios culturales se
han acelerado de una manera fantástica en las últimas décadas, sin indicio alguno de una
aceleración paralela en el cambio genético” y que lo característico de la cultura es “su
acción obstructiva de la selección natural de las alternativas génicas relacionadas con el
comportamiento humano”. En lenguaje más comprensible, significa que el cambio cultural
no depende en forma directa del cambio genético. Esta supuesta independencia del sistema
cultural es una de las bases del presente modelo, que explicaremos más adelante.

“LOS CAMBIOS CULTURALES SE HAN ACELERADO

DE UNA MANERA FANTÁSTICA EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS ,

SIN INDICIO ALGUNO DE UNA ACELERACIÓN PARELELA

EN EL CAMBIO GENÉTICO ”

(ALEXANDER)

Dado que, según la sociobiología, los genes pierden el protagonismo del cambio cultural, este
se traspasa a los individuos. Estos, y no lo grupos o las clases sociales, son los vehículos de la
reproducción genética y una vez que la evolución se complica con la aparición de la cultura,
toman las riendas del proceso, desplazando a sus antiguos verdugos, los genes, que habían
manejado a su arbitrio los procesos anteriores.

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EL ORDEN CULTURAL

Sin embargo, se mantiene la antigua alianza. La independencia no es tan drástica como


podría pensarse. Según Alexander, no existe ninguna prueba para demostrar que los individuos
aceptan variaciones culturales que sean desfavorables a los genes. Los individuos lo único que
hacen, por tanto, es seguir garantizando, dentro de una nueva estrategia, la supervivencia de
esos egoístas radicales que son los genes.
En último término, el ser humano, a pesar de las conquistas evolutivas de la cultura “se
guía”, como lo expresa Wilson, “por un instinto basado en los genes”. La lucha entre cultura
y genes, sin embargo, no está decidida y Alexander sospecha que los cambios genéticos
difícilmente podrán seguir “ni de lejos la marcha acelerada de los cambios tecnológicos”.
Este sentido individualista de la cultura coincide de buena gana con las conclusiones
de la ciencia social, incluso de la antropología. Por esta razón Alexander cita con evidente
entusiasmo, una de las expresiones de Murdock, quien, al final de sus días, constataba con
cierta desilusión que “la cultura, los sistemas sociales y todos los conceptos supraindividuales
son abstracciones conceptuales ilusorias, inferidas a partir de observaciones de fenómenos
muy reales de individuos que interaccionan entre sí y con su medio ambiente natural...La
cultura y la estructura social son en realidad meros epifenómenos, productos derivados de la
interacción social de la pluralidad de individuos”.
En esta forma la sociobiología puede mantener, por una parte, el predominio de los
genes, como verdaderos sujetos de la evolución y, por otra, algunas de las características
básicas de la cultura, al menos tal como han sido definidas dentro de la tradición liberal,
como es el predominio del libre arbitrio o la maleabilidad de los caracteres culturales. Para
la sociobiología, la cultura no es otra cosa que un epifenómeno o, según la expresión de
Alexander, “el efecto colectivo de todos los individuos que tratan de armonizar como mejor
pueden las percepciones de sus propios intereses, sean conscientes o inconscientes”.
Como puede verse no es fácil explorar ese extraño mundo de la cultura. Por una parte, el
sobrenaturalismo filosófico de las ciencias sociales impide ver la cultura como un parto de la
tierra. Por la otra, la sociobiología la mira simplemente como un parto de la evolución, que
no ha logrado desplazar el dominio egoísta de los genes.
Sin embargo, a pesar de los precipicios que se extienden a lado y lado en el análisis de los
hechos culturales, la ciencia moderna ha ido ofreciendo instrumentos cada vez más adecuados
para entender los sistemas sociales en- relación con el medio. Cualquiera que sea la forma
que adopten las culturas, el estudio del medio climático y ecosistémico se está convirtiendo
en uno de los elementos fundamentales de los estudios sociales. Durante los últimos decenios
se ha avanzado de manera significativa en el desarrollo de las técnicas para el estudio de las
condiciones externas que influyen en la formación de los sistemas socio-culturales.
Las observaciones meteorológicas se inician de manera sistemática durante el siglo pasado.
La dendrocronología realizada a través del estudio de los anillos de crecimiento de los árboles o
la fenología, que estudia la floración y fructificación de los vegetales, han permitido desarrollar
estudios sobre los ciclos climáticos y sus relaciones con las transformaciones históricas.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Puede decirse que después de los estudios de Gordon Manley y los de H. Von Rudloff,
las condiciones climáticas de Europa durante los últimos siglos están bien estudiadas. La
dendrología, por su parte, impulsada sobretodo por la escuela americana y aplicada con
empeño por los alemanes ha venido a aclarar algunos de los enigmas históricos relacionados
con las pestes y las hambrunas de la edad media. Estos estudios, enriquecidos posteriormente
por el método del oxígeno 18, igual que la glaciología o el estudio de las vendimias han
ayudado a comprender algunos problemas específicamente culturales.
Sin embargo, a pesar del adelanto de los métodos específicos de las ciencias “naturales”
y la ayuda que han prestado al conocimiento de la organizaciones culturales, se siente todavía
un cierto temor a la confluencia de los métodos para un análisis interdisciplinario de la
realidad cultural.
Existe todavía una cierta reverencia fetichista hacia la exactitud de las ciencias naturales
y a su posible contaminación con ese amasijo mal formado y resbaladizo que es la cultura. De
allí proviene un esfuerzo por mantener intactos los límites de las ciencias, de tal manera que
las transformaciones climáticas y ecosistémicas se estudian como paralelas independientes
de los procesos socioculturales. No se ha comprendido todavía con suficiente fuerza que es
la “naturaleza” la que va siendo modificada por el proceso cultural y que cada día es más
difícil establecer barreras artificiales entre el mundo “natural” y el espacio artificial de la
técnica.
La conclusión de lo expuesto debería ser que el análisis ambiental no puede fragmentarse
en sistemas epistemológicos aislados. Sólo un estudio interdisciplinario puede comprender
el problema ambiental, que es el problema de la supervivencia de la vida, y solo él puede
encontrar soluciones adecuadas para resolverlo. Estas no dependen de un supuesto “respeto”
a la naturaleza o de una nueva ética individualista. Depende de una nueva manera de entender
la tecnología, al igual que la producción económica y las formas de relación social. Solo una
sociedad alternativa puede fundamentar una nueva relación con la naturaleza.
En los siguientes numerales del presente capítulo vamos a intentar acercarnos a una
concepción de la cultura que permita la comprensión de la crisis ambiental y la búsqueda de
soluciones.

1.4. De los genes a la cultura. El salto a la instrumentalidad.

Para entender el problema ambiental es necesario comprender la cultura como parte del
sistema natural, pero igualmente la manera como se desprende de los equilibrios ecosistémicos.
Para comprenderlo, es necesario replantearse el lugar que ocupa la especie humana, dentro
del sistema natural.
Los biólogos tienen razón al afirmar que el hombre sigue perteneciendo al philum de
los cordados. Según los sociobiólogos, la aparición del hombre no trae consigo cambios

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EL ORDEN CULTURAL

substanciales que modifiquen el plan mamífero. Su sistema respiratorio es similar al de los


otros mamíferos, controlado desde el cerebro por el centro respiratorio. El sistema digestivo
no es diferente al de muchos otros vertebrados y el sistema circulatorio es el resultado de la
evolución que viene desde los anélidos, se convierte en sistema cerrado en los vertebrados,
y concluye en el sistema altamente especializado de las aves y los mamíferos con cavidades
independientes que permiten una mayor economía en el proceso de oxigenación.
Esta mirada biológica sobre el animal humano olvida, sin embargo, otra serie de cambios
que aparecen con la especie humana y que revolucionan el proceso evolutivo. Es cierto que los
cambios orgánicos introducidos en la especie humana no intentan modificar substancialmente
la organización biológica alcanzada con los mamíferos, ni perfeccionar el proceso de
adaptación orgánica al medio. Todos ellos parecen estar dirigidas al perfeccionamiento de la
capacidad instrumental que en las especies anteriores sólo había jugado un papel secundario
como medio de adaptación.
La evolución biológica llevó por igual a la mano prensil, a la vista estereoscopia, a
la articulación fonética y a ese complejo neuronal que es el neoencéfalo. Las bases de la
estructura cultural se desprenden, por tanto de los resultados obtenidos por el mismo proceso
evolutivo. Más aún, la cultura puede considerarse hasta cierto punto, como la continuación
de dicho proceso. Como lo expresa Marx en los Manuscritos, con un énfasis que puede parecer
reduccionista, “la historia humana es de por sí una parte real de la historia natural”.
La cultura es una forma adaptativa surgida en el proceso mismo de la evolución, pero que
modifica drásticamente los mecanismos adaptativos anteriores. Como lo plantea Dubos, “el
hombre ha adquirido un método parabiológico nuevo para adaptarse a su ambiente...En este
respecto, difiere cualitativamente del resto de la creación animal” (Dubos, 1975).

“EL HOMBRE HA ADQUIRIDO UN MÉTODO PARABÓLICO

NUEVO PARA ADAPTARSE A SU AMBIENTE .

EN ESTE RESPECTO , DIFIERE CUALITATIVAMENTE

DEL RESTO DE LA CREACIÓN ANIMAL ”.

(DUBOS)

Moscovici, por su parte, habla de una estructura tecnológica que inaugura un movimiento
singular en la naturaleza. Expresiones similares encontramos en muchos de los autores
contemporáneos. ¿En qué consiste esa “salida” o ese “movimiento singular”, que caracteriza
el comportamiento humano? Ante todo en la posibilidad de utilizar instrumentos físicos para
transformar el medio. Desde el momento en que la especie humana puede basarse en las
construcciones artificiales para adaptarse al ambiente, desplaza a un segundo plano las
modificaciones genéticas.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

No son, sin embargo, los instrumentos físicos los únicos que posibilitan una nueva
forma adaptativa e impulsan al nuevo proceso evolutivo. La instrumentalidad física está
íntimamente ligada a las otras características que se afianzan y se desarrollan en la especie
humana, aunque muchas de ellas se encuentren ya prefiguradas en las especies anteriores,
como son, entre otras, el perfeccionamiento de los sistemas de comunicación, la capacidad
de relación, el desarrollo de la vista estereotípica. Todas estas formas evolutivas, junto con
la posición erecta, o la conformación de las extremidades prensiles, no se deben tomar en
forma aislada.
En esta nueva estructura funcional de adaptación que es la cultura, cada uno de los
elementos están finamente articulados. La fabricación y utilización de los instrumentos
como nueva forma adaptativa no hubiese sido posible sin el desarrollo del neoncéfalo, la
conformación de la mano, la aparición de la vista estereoscópica y el establecimiento de una
compleja organización social.
La estructura cultural de adaptación incluye no sólo el instrumento físico, sino al que
lo hace y la manera social como lo hace. Incluye la capacidad de relacionar los diferentes
momentos de la experiencia y la capacidad de codificarla en el lenguaje. El artefacto es la
palabra sintetizada. Es una teoría puesta en acción. Con ello se entenderá mejor porqué la
cultura es al mismo tiempo herramienta, organización social y símbolo.
La especie humana y por lo tanto la cultura, pertenecen al orden natural de la misma
manera que las plantas o las especies animales. Es el mismo proceso evolutivo el que conduce
hacia la adaptación instrumental, la organización social y la elaboración simbólica. La
tecnología, la organización social y el símbolo deberían tratarse como formas adquiridas en
el proceso evolutivo de la naturaleza.
Sin embargo, apoyado en su plataforma instrumental, el hombre inicia un proceso nuevo
de adaptación que en un corto espacio de tiempo modifica la organización de las estructuras
ecosistémicas vigentes y amenaza con destruirlas. En ello consiste el problema ambiental. El
procese evolutivo tiene que contar en adelante con este dilema.
El problema ambiental es el resultado de las nuevas formas de adaptación. No es la
consecuencia de las leyes que regulan los ecosistemas, pero tampoco puede considerarse
como la consecuencia de la insensatez humana. Si se ha entendido con suficiente claridad lo
expuesto hasta el momento, se comprenderá que la crisis ambiental es la consecuencia de
la evolución, tal como se da con la aparición de las formas instrumentales de adaptación,
propias de la especie humana.

1.5. La cultura como fase evolutiva

La reflexión ambiental tiene que basarse en la comprensión y la aceptación del hecho


cultural. La cultura no es quizás un extrañamiento o una alienación. No es el don de Prometeo

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EL ORDEN CULTURAL

ni tampoco la conquista autónoma del hombre. Es un hecho tan natural como la evolución
biológica. Más aún, es la prolongación de dicha evolución. Es la naturaleza la que se convierte
en cultura. La cultura no constituye una intromisión extraña en el orden de la naturaleza. Es
una fase de la misma naturaleza. La aceptación o negación de estos supuestos están cargadas
de consecuencias para el pensamiento ambiental.
Es muy difícil aventurarse a pensar la razón de esta “salida” evolutiva. Hace unos
dos millones de años, en el ecotono que separa la selva tropical húmeda de las praderas
africanas, se inicia la carrera evolutiva hacia el manejo de la instrumentalidad. Los primates
habían evolucionado de pequeños mamíferos, posiblemente emparentados con las musarañas.
Insectívoros en un principio, se fueron adaptando poco a poco a la dieta vegetal. Los primates
que se conservaron dentro del régimen de una dieta mixta, pudieron adaptarse al cambio de
bioma, inducido por los cambios climáticos.
Los primeros homínidos evolucionaron a partir de los primates antropoides cuya cuna fue
la selva húmeda tropical y que conquistaron lentamente el ecotono entre estas y las praderas
abiertas. La mayor parte de los simios, sin embargo, desaparecieron juntamente con las
selvas y con los bosques montanos de Europa meridional y del Asia Central y Oriental. Algunos
lograron adaptarse a los biomas de transición y a las sabanas abiertas. Los cambios de dentición
sugieren las exigencias de las nuevas formas adaptativas a dietas vegetarianas dé cierta
dureza. Es muy posible que esta dieta hubiera abierto el camino hacia la instrumentalidad, al
igual que las exigencias de la defensa del campo abierto.
No ha sido fácil encontrar los hilos de este proceso evolutivo y su secuencia ha sido
trazada en bocetos distintos por los antropólogos físicos. Antes se solía trazar un camino
desde el australopithecus grácil, pasando por el australopithecus robustus, hasta el homo
erectus, para desembocar en el Neanderthal y saltar de allí al hombre moderno. Sin embargo,
la secuencia no es tan sencilla y los registros fósiles no permiten identificar si la evolución
siguió una proceso gradual o se debió más bien a saltos episódicos.
El bipedismo y la posición erecta los encontramos ya desarrollados en el Australopithecus,
hace unos tres millones de años. El desarrollo de la visión pudo haberse debido a las necesidades
de defensa en el campo abierto. En ese hábitat se depende más de la vista que del oído para
evitar los grandes predadores. Los ojos de los primates están más desarrollados que los de
cualquier mamífero, tanto por su capacidad estereoscópica, como por la capacidad de captar
un mayor número de colores.
Podemos hacer, siguiendo a Eldredge, un breve resumen de las incertidumbres y las
aproximaciones en la siguiente forma. Hace tres o cuatro millones de años apareció en
Tanzania el australopithecus afarensis, un homínido pequeño y bípedo, con un cerebro poco
desarrollado aún y que no había desplegado todavía la habilidad técnica en el manejo de las
herramientas. Estas aparecen, confeccionadas en piedra hace unos 2.5 millones de años, a
pesar de que no se han encontrado los restos de la especie que las fabricaba.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

El australopithecus robustus y el autralopithecus bosei aparecen de pronto: “hechos y


derechos” hace dos millones de años y desaparecen igualmente de repente hace un millón
de años. Parece que durante algunas de estas etapas convivieron y se disputaron entre sí el
hábitat. Es posible que el “robustus” con sus grandes muelas planas se hubiese especializado en
la dieta vegetal, mientras el grácil prevaleció gracias a su dieta generalizada. Tampoco es fácil
identificar la secuencia de los distintos caracteres. Los últimos descubrimientos sugieren que la
locomoción erecta precedió en un millón de años o más a la aparición de las herramientas.
Viene después el prolongado imperio del Homo erectus que domina la historia evolutiva
desde hace 1.6 millones de años, hasta el hombre de Pekin, hace medio millón de años. El
Homo erectus tuvo éxito. Se extendió por las regiones tropicales y subtropicales y penetró en
la zona templada. Para ello, tuvo que armarse con el dominio técnico del fuego.
Durante esta época no parece que la evolución biológica coincida con la evolución técnica.
“La aparición de una nueva especie no coincide con la introducción de una nueva tecnología”.
Tampoco los avances tecnológicos que una especie hace, desplaza necesariamente las
tecnologías viejas. En África, la cultura Oldowense se mantuvo intacta mucho tiempo junto a
la cultura acheulense.
En los quinientos mil años que van desde el hombre de Pekín a la especie actual nos
encontramos ya con cerebros muy desarrollados, como los pertenecientes a las mandíbula de
Mauer o al cráneo de Petralona y otros muchos encontrados a lo largo del viejo Continente.
Entre ellos, el Neanderthal es nuestro próximo pariente. Se había dispersado por Europa
y Asia desde hace unos 160.000 años, hasta su extinción en la etapa inicial del hombre
moderno del cual alcanzó a ser contemporáneo por un breve período. En él encontramos ya
bastante consolidado el sistema cultural. Además de la multiplicidad de raspadores, puntas
de lanza, piedras cortantes, etc.,podemos barruntar quizás un vestigio de conciencia mítica
en los rastros de polen posiblemente ofrecidos a los muertos. Parece, sin embargo, que su
configuración gutural no le permitía todavía el manejo del lenguaje articulado. Hace un poco
más de treinta mil años desaparece de manera súbita.

1.6. La consolidación de la plataforma instrumental

Con el Homo Sapiens, los homínidos alcanzan plenamente las bases biológicas para el desarrollo
de la cultura. La aparición del lenguaje articulado es posiblemente el distintivo más característico
de la nueva especie. Fue el último rasgo en aparecer y lo hizo sólo cuando el cerebro alcanzó
el volumen que tiene en la actualidad. Sacher supone que fue una “invención instantánea”.
El hombre de Neanderthal, su inmediato antecesor carecía de él. Los cambios anatómicos del
cráneo permitieron el desarrollo de la faringe. El hombre moderno, que aparece hace unos
50.000 años “no era sólo mejor cazador, sino intelectualmente superior en todos los aspectos”.
El desarrollo de la plataforma tecnológica supone, pues, la convergencia evolutiva de
múltiples caracteres. Vamos a enumerar solamente algunos. Ante todo, la posición erecta.

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EL ORDEN CULTURAL

La vida había asumido la posición vertical desde los platelmintos. Esta estrategia evolutiva
tuvo éxito. Posibilitó una mayor movilidad y permitió el desarrollo de un complejo sistema
neuronal y la consecuente aparición del órgano de la vista. Después de millones de años la
evolución abandona el esquema horizontal y adquiere desde el Australopithecus, la posición
erecta y la marcha bípeda.
La posición erecta, a su vez, libera las extremidades anteriores. La liberación de un
órgano no significa necesariamente el perfeccionamiento del mismo. En algunos mamíferos
las extremidades que no se utilizan para la locomoción simplemente desaparecen. En el
caso de la especie humana, en cambio, se desarrolla un órgano prensil de una maravillosa
eficiencia. La mano es, sin duda el instrumento orgánico fundamental del hombre. Como lo
intuyó Anaxágoras, el hombre es ante todo mano.
El tercer carácter es el desarrollo de la vista estereoscópica, que proviene de los primates.
Esta visión se perfecciona con la captación de todas las tonalidades del espectro lumínico.
Las tonalidades del arco iris que son la materia prima para la formación de la vida a través
del proceso de la fotosíntesis, son recuperadas por la conciencia a través de la visión. La
vida adquiere la capacidad de mirarse a sí misma. Esta capacidad maravillosa no es, sin
embargo, privativa de la especie humana. Las aves ya habían llegado a una visión lumínica
y estereoscópica. Los reptiles posiblemente también la tenían, pero por esos extraños
vericuetos de la evolución, estas conquistas evolutivas se habían extraviado con la aparición
de los mamíferos, para recuperarse con los primates y el hombre.
Un cuarto rasgo es la capacidad fonética para el lenguaje articulado. A través de la
palabra, la cultura se asoma definitivamente a la plataforma de la evolución. Con unos
cuántos símbolos, el hombre es capaz de expresar las múltiples facetas de su complicado
mundo simbólico. El hombre es al mismo tiempo mano, ojo y palabra.
Estas bases biológicas de la cultura no pueden desarrollarse ni expresarse sin el
perfeccionamiento del sistema nervioso. La aparición del neoncéfalo acompaña las etapas
evolutivas desde el Australopithecus hasta el Homo Sapiens. El desarrollo del “cerebro nuevo”
no significa solamente un crecimiento cuantitativo de la masa neuronal, sino principalmente
un perfeccionamiento cualitativo. Las dendritas que estaban selladas en las especies
anteriores, para asegurar un sistema fijo de adaptación a través de un nicho definido, se
abren para posibilitar las múltiples posibilidades de las adaptaciones culturales.
Estas características en las que desemboca la evolución no son cualidades divergentes.
Todas convergen en la formación de una estructura de comportamiento y de adaptación al
medio que llamamos “cultura”. La estructura cultural es, pues, al mismo tiempo continuidad
y ruptura. Puede considerarse como la continuación del proceso evolutivo, pero sus niveles
de complejidad implican un salto cualitativo en los mecanismos de adaptación al medio. Los
nuevos mecanismos conforman- una plataforma instrumental creciente que reemplaza las
formas de adaptación biológica basadas en las transformaciones orgánicas.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

1.7. El hombre en el ecosistema o fuera de él.

El hecho de que el orden cultural sea natural no significa que se sitúe dentro del orden
ecosistémico. Este contraste entre las leyes que rigen las relaciones ecosistémicas y las
leyes del orden humano es quizás uno de los problemas teóricos modulares para entender la
significación y alcance de la problemática ambiental. Es, sin embargo, un problema difícil de
abordar por la carga de presupuestos con los que se ha enfocado.
Como vimos antes, dentro del ecosistema cada una de las especies está atada a la
estructura general,a través de un nicho ecológico, es decir, a través de la función que ejerce
dentro del conjunto. Cada una de ellas ocupa un lugar en la transmisión de la energía o en los
ciclos de recuperación de la materia.
En ese preciso equilibrio del ecosistema es difícil encontrar el nicho del hombre. Los
ecólogos se esfuerzan inútilmente en ello. Odum acaba por reconocerle al hombre una
“función dual, como manipulador y habitante de los ecosistemas”. Cualquier tratado de
ecología está lleno de diatribas contra el hombre, porque éste no logra adaptarse a las leyes
de los ecosistemas. La alimentación del hombre, en efecto, no depende de una función o
de un nicho, sino de su capacidad para transformar los ecosistemas en sistemas artificiales.
Depende de su plataforma tecnológica y no de su nicho.
Eso es lo que ha venido haciendo el hombre a lo largo de su historia, sobretodo desde el
neolítico. La caza y la pesca son todavía formas de adaptación intermedias, pero dependen
ya de una instrumentalidad primitiva, y, por consiguiente, modifican el orden ecosistémico.
El pescador y el cazador extraen del ecosistema su alimento, sin necesidad de artificializarlo,
pero sus formas de captación son artificiales, por muy primitivas que sean las herramientas.
La transformación más radical del medio ecosistémico fue obra de las culturas neolíticas.
La agricultura y la domesticación de los animales no son otra cosa que la modificación de las
leyes que regulan, el equilibrio ecosistémico. Para manejar el ecosistema en su provecho, el
hombre necesita anular las especies competitivas, especialmente los grandes predadores’ o
las especies vegetales que compiten por los recursos y que el hombre empieza a considerar
como malezas “plagas o animales dañinos.
Este es el significado de la revolución neolítica, que representa el momento más drástico
de ruptura con el orden ecosistémico. La domesticación de plantas y animales significó la
imposición de una racionalidad tecnológica al conjunto del ecosistema. El hombre introduce
nuevas fuentes energéticas como la tracción animal, modifica los ciclos de los elementos
materiales y acorta los escalones de las cadenas tróficas. Este nuevo orden establecido para
beneficio de un sola especie, ya no puede ser controlado por las leyes del ecosistema, sino que
dependen del equilibrio dinámico establecido por leyes que dependen del cálculo racional.
Lo mismo puede decirse de la domesticación de los animales, que es otro de los grandes
inventos del hombre neolítico. Con ello se apropia el hombre primitivo de una fuente de energía
adicional, que le permite reemplazar la fuerza de su brazo. Esta forma de “esclavización” de

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EL ORDEN CULTURAL

la naturaleza ya había sido prefigurada en algunas especies anteriores y en alguna forma, el


parasitismo es una manera de vivir de la energía ajena. Con la domesticación de los animales,
el hombre tiene a su amaño un depósito disponible de proteínas, sin necesidad de gastar su
energía en las fatigosas jornadas de caza.
Los cambios en las cadenas alimenticias no se deben solamente a la domesticación, sino
también al hecho de. que el hombre emigra con “sus” animales y “sus” plantas. Este ha sido un
aspecto casi totalmente olvidado por el análisis demográfico. El traspaso masivo de especies ha
cambiado el paisaje y ha alterado los equilibrios de los ecosistemas. La introducción en Alaska
del reno de Laponia, que a diferencia del caribú no es migratorio, produjo grandes desequilibrios
en un ecosistema en el que la migración es una importante estrategia de supervivencia. Las malas
hierbas y las plagas pueden trasladarse en las alforjas de viaje. Un pequeño hongo transportado
desde China, acabó con todos los castaños de los bosques apalaches.

1.8. Individuo, sociedad y naturaleza.

Hasta ahora hemos hablado del “hombre”. Es necesario empezar a hablar de “sociedad”
o de “cultura”. El primer aspecto que es importante analizar es el papel del individuo en
la transformación del medio. Es, tal vez, uno de los aspectos más complejos y difíciles de
abordar desde la plataforma de la ciencia moderna. Como se ha podido observar, las disciplinas
sociales no han podido romper el círculo del individualismo kantiano. El individuo sigue
siendo el eje central de las explicaciones sociales. Ya lo vimos en la afirmación categórica
de Murdock. A pesar del esfuerzo de los grandes clásicos tanto de la antropología como de la
sociología para construir las leyes de los sistemas sociales, estas acaban por erosionarse ante
la interpretación subjetiva del hecho social.
Desde la perspectiva del individuo aislado es imposible establecer un modelo de análisis
ambiental que satisfaga las necesidades de la gestión pública. Es indispensable, por tanto,
establecer con claridad las relaciones entre el individuo y el sistema social pasando por
encima de los extremos teóricos que favorecen tanto el individualismo sin cauce, como el
totalitarismo sociológico.
Ante todo, el individuo, a no dudarlo, es el único que existe. Este hecho irrefutable ha
desorientado a la mayor parte de los teóricos sociales. No es de extrañar, o quizás si lo es,
el hecho de que Murdock haya manifestado su sorpresa al final de sus días, sobre este hecho
irrebatible, como lo dejamos consignado más arriba. Por supuesto que las clases sociales o la
estructura social no tienen existencia física. Todo ello no es más que denominaciones diversas
para explicar el comportamiento individual.
El individualismo tiene razón al pregonar que el individuo es el centro de la historia.
Hegel va más lejos aún. La finalidad del proceso histórico es el aumento de la felicidad
individual. En este aspecto es más radical que los liberales más decididos. El problema no se

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

debe plantear, por tanto, en estos términos. No es la ontología o la ética la que está en juego,
sino la explicación científica de los hechos sociales. No existe ninguna manera de entender el
comportamiento individual, sino por las categorías abstractas del sistema social.
Ante todo, el individuo, al mismo tiempo que origen de la acción, es el resultado de los
procesos históricos y sociales. Si un campesino actúa como campesino es porque ha recibido
una carga cultural que lo define como campesino. Las determinaciones son sociales y el
individuo no tiene ningún sentido explicativo por fuera de esas categorías. No existe, como
piensa la filosofía tradicional, una parte individual a la cual se le añada como en una receta
de cocina, un componente social. Todo el individuo es producto de la cultura.

“EL YO ES EL NOSOTROS Y EL NOSOTROS ES EL YO ”

(HEGEL)

Cuando hablamos de cultura, se entiende tanto el componente biológico, como las tradiciones
recibidas a través del aprendizaje social. La dicotomía entre el hombre como ser biológico
y como ser social dotado de un poder evolutivo de transformación tecnológica, sigue
desorientando a los más perspicaces ecólogos. Como se vio antes, Odum caracteriza esa
dicotomía asignando al hombre una “función dual como manipulador y como habitante de
los ecosistemas”. Ello lo lleva a reafirmar la dependencia biológica del hombre con respecto
al medio, por el hecho de ser “un heterótrofo y un fagótrofo que prospera mejor cerca del
extremo de cadenas complejas de alimentos, y ello a pesar de que su técnica se perfeccione”
y a considerar a las grandes ciudades como simples “parásitos en la biósfera”.
No es posible, pues, dividir al ser biológico y al ser social. El resultado final es un individuo
concreto, que, como lo indica su nombre, no es divisible. Es el resultado ajustado y definido
de un proceso social. A través de ese proceso se reproduce la vida y se reparte la herencia
cultural. Incluso el goce es igualmente un producto social. La capacidad de disfrutar de Bach
o de un buen plato de lentejas son productos sociales. Como dice Marx, “cada egoísmo se
ejerce en la sociedad y por el hecho de la sociedad”.
Esta perspectiva social de la actividad del individuo es de una gran importancia en la
construcción de una perspectiva ambiental. Muchas de las soluciones fraguadas en los círculos
ambientalistas no pasan de ser recetas de buena voluntad individual, sin eficacia social.
Cualquier actividad sobre el medio ambiente es en último término la consecuencia de acciones
individuales o de decisiones personales, pero la explicación de estas decisiones son de orden
social. También lo son las soluciones.
El hecho de que un campesino sin tierra se lance por los caminos de la colonización en
la selva amazónica, es el producto, en primer término, de una decisión personal. Hubiera
podido decidirse por morir de hambre en la aldea de sus antepasados. En último término, es
el resultado de procesos sociales que “probabilísticamente”, como diría Harris, lo llevan a la

15
EL ORDEN CULTURAL

colonización o a los barrios marginales de la ciudad. La miseria, al parecer, tiene muy pocas
alternativas probabilísticas.
El individuo representa por tanto, el resultado del proceso por medio del cual la sociedad
se apropia o hace suya la naturaleza. El proceso histórico es el resultado de esa apropiación
que es al mismo tiempo social, tecnológico, científico o artístico, es decir cultural. La cultura,
con sus múltiples facetas es la expresión plástica de un proceso continuo de apropiación y
modificación del medio natural y el comportamiento psicológico individual es la manifestación
externa y perceptible de la cultura.
Evidentemente en la historia se han dado también las soluciones individuales o de
pequeños grupos que se aíslan de las corrientes culturalmente dominantes. Los anacoretas del
cristianismo primitivo acabaron refugiándose en el desierto, en protesta contra el dominio del
Imperio Romano. En esta actitud los habían precedido los cínicos, que forman posiblemente
el primer grupo de contracultura que conocemos. Los Hippies de los años sesenta siguieron
la misma ruta. Se decidieron por la formación de pequeñas comunidades que se aglutinaban
alrededor de algunos ideales negados por la cultura predominante. El ambientalismo se puede
convertir en algo similar, si no se comprende suficientemente las raíces sociales de la crisis
y de sus soluciones.

1.9. La cultura como estrategia adaptativa

Lo primero que habría que aceptar es que el medio ejerce algún tipo de determinación sobre
las organizaciones socio-culturales. La ocupación y transformación del espacio por parte de
la especie humana depende cada vez menos de las leyes biológicas de adaptación. Como lo
expresa Dubos, “el hombre se va adaptando progresivamente a su ambiente, mediante los
métodos sociales y tecnológicos característicos de su cultura, los cuales son mecanismos
adaptativos que no actúan en el resto del mundo.” En esta forma, el hombre ha podido
ocupar todos los biomas, cualesquiera que sean sus condiciones climáticas y está iniciando su
adaptación al espacio extraterrestre.
Ello no significa que el hombre como ser biológico esté libre de las influencias del medio. Por
el contrario su organismo está sujeto a los ritmos circadianos y estacionales igual que al influjo
de la presión atmosférica, de la humedad o de las variaciones de temperatura. Los mecanismos
reguladores biológicos solo actúan dentro de límites definidos. Ya Hipócrates, hace 2.500 años
había comprendido la relación entre “los aires, los vientos y los lugares” con el equilibrio
biológico humano y hacía responsable al medio de las variaciones en los estados de la salud.
El hombre está determinado por el clima, el paisaje y las diversas condiciones del
entorno de muchas otras maneras. La plataforma instrumental que rodea la vida del hombre
no lo independiza de las condiciones del medio, pero a través de ella; él puede regularlas
para hacer habitables los diferentes espacios, para poblarlos con mayor densidad o para

16
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

utilizarlos selectivamente. Gracias al desarrollo de esa segunda naturaleza que es la cultura,


la humanidad ha podido habitar todo el planeta.
Las reflexiones anteriores llevan a comprender que el hombre no se acopla al medio
de manera inmediata, sino a través de las formas organizativas de la cultura y que ésta
se organiza necesariamente con base en el trabajo. La cultura es la forma concreta que
adoptan los procesos de ajuste al medio externo. No es posible, sin naufragar, salirse de los
moldes socio-culturales, como explorador aislado, en búsqueda de una adaptación solitaria.
Los Robinson Crusoe o los Tarzanes no existen sino en la imaginación novelística.
El individuo accede al medio “natural” dotado ya con los instrumentos físicos y simbólicos
que son productos culturales. Como lo expresa Marx, “la actividad y el goce, igual que su
contenido, son también en cuanto al modo de existencia, sociales”. La sociedad no debe
ser considerada como una abstracción frente al individuo, porque el individuo es “un ente
social”. A través del individuo, es la sociedad como un todo la que actúa y transforma el
medio. “La sociedad es la cabal unidad esencial del hombre con la naturaleza.”

“LA SOCIEDAD ES LA CABAL UNIDAD

DEL HOMBRE CON LA NATURALEZA ”

(MARX)

La manera como el medio influye en la conformación de las estructuras culturales, no puede


tomarse, sin embargo, de manera mecánica. La cultura es una plataforma versátil y maleable
que conjuga diferentes mecanismos de adaptación. Los instrumentos físicos, sociales o
simbólicos organizan un modelo flexible que permite contrarrestar o manejar los efectos
directos del medio externo. Las culturas de Mesoamérica tuvieron que enfrentar un medio
escaso en proteína animal, por causa de la desaparición del ganado vacuno en el paso de la
última glaciación, pero ello no impidió la organización de una compleja cultura.
La acumulación cultural, tanto tecnológica como simbólica, le permite a la especie
humana una progresiva independencia con relación al medio. En las culturas paleolíticas y
neolíticas, tanto del pasado remoto, como reciente, existe una mayor influencia del medio
sobre las formaciones simbólicas e institucionales. La base tecnológica sobre la que se apoya
la cultura de los recolectores y de los agricultores les exige un contacto más directo con el
medio natural como base de su subsistencia.
A medida que el sistema cultural se complejiza, disminuye el influjo directo del medio
sobre la formación sociales. Este parece ser un criterio básico para el análisis cultural.
A medida que se desarrolla el comercio, es decir, a medida que la sociedad organiza una
producción ampliada sobre ecosistemas diferentes, las formaciones ideológicas alcanzan
niveles más abstractos y homogéneos y se pierden las características regionales que servían
de acople con el medio inmediato.

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EL ORDEN CULTURAL

En el mundo moderno, la agricultura ha pasado a ser un oficio eminentemente técnico,


controlado por modelos científicos computarizados. Esta producción mecanizada, ha permitido
la concentración urbana de las grandes metrópolis, en las que prácticamente se pierde el
contacto con el medio “natural”. La naturaleza sólo entra a la ciudad moderna por la ventana
de la televisión o por los frutos rigurosamente ordenados de los supermercados. El artesano
guarda todavía relación con las materias primas. La producción industrial mecanizada le
entrega al hombre directamente los objetos de consumo.
La relativa independencia alcanzada por el desarrollo de la técnica no significa que el
hombre pueda ampliar en forma indefinida los límites de los sistemas vivos. Sólo recientemente
el hombre moderno empieza a comprender que ha traspasado peligrosamente el equilibrio.
Como indica Odum, el desconocimiento del hombre sobre la manera como están conformados
dichos equilibrios es todavía y a pesar del desarrollo científico, de tal magnitud, que, por
razón de ésta ignorancia y del manejo inadecuado del sistema natural, el hombre puede estar
amenazando la subsistencia misma de la vida.
La independencia que el hombre ha adquirido a través del desarrollo técnico plantea
el problema ambiental moderno. El instinto inmediato ha sido reemplazado por el manejo
técnico y, por lo general, éste ha avanzado más rápidamente que el conocimiento científico
sobre los equilibrios naturales. Incluso la tecnología moderna ha sido el producto de una
ciencia positiva de especialización que se ha preocupado muy poco por la comprensión de
los equilibrios globales y muchos más por la utilización tecnológica del medio natural. La
invención tecnológica se ha basado por lo general en la utilización aislada de los elementos
naturales, utilizándolos como recursos.

1.10. Equilibrio o némesis

El juego entre cultura y ecosistema es, por consiguiente, el fruto de un equilibrio


complejo, que no depende sólo de las leyes del ecosistema, sino igualmente de las leyes
impuestas por la tecnología y por las formas de organización social y simbólica. Una cultura
es un sistema complejo que se organiza estrechamente ligado a los límites del medio, pero
también a los límites de la tecnología y de la organización social.
Una determinada cultura empieza a construirse sobre las posibilidades del medio, pero
a través del desarrollo cultural empieza a transformarlo, ejerciendo sobre él un impacto
creciente. El cambio del medio externo puede llegar a niveles de inestabilidad, que exigen
modificaciones culturales. En ocasiones, sin embargo, cuando se ha llegado a niveles extremos
de desadaptación, ninguna modificación en la estructura cultural logra superar la crisis y las
sociedades se desmoronan o se debilitan en tal forma que sucumben ante la presión externa.
Es la venganza de la naturaleza que los griegos llamaban poéticamente “Némesis”.
Se puede ejemplificar el juego de estas relaciones con el modelo de análisis diseñado
por el materialismo cultural. Según Harris, las culturas de cazadores se vieron obligadas a

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

perfeccionar su tecnología, a medida que agotaron las reservas faunísticas dentro de los cotos
de caza tribal. Cuando la escasez de la fauna no permitió avances en el desarrollo tecnológico
tuvieron que ampliar los cotos de caza, en competencia con las tribus aledañas y ello trajo
consigo no solo las guerras intertribales, sino igualmente modificaciones substanciales en las
formas de organización social. Sin embargo, puede decirse que sólo con la revolución cultural
del neolítico se logró establecer un nuevo equilibrio con el medio.
Algunas de las comunidades neolíticas, por su parte, tuvieron que intensificar las
modificaciones del medio con base en el trabajo esclavo, para lograr superar las contingencias
de una población creciente dentro de valles cerrados. Este fue quizás el origen de los Imperios
Agrarios. La decadencia de algunos de estos imperios, como el de Ur o el del Valle del Indo,
se debió tal vez parcialmente, a la némesis de la naturaleza ante la imposibilidad de superar
con modificaciones tecnológicas o sociales los límites permitidos por el medio externo. Por su
parte, la crisis de estos imperios o de las culturas subordinadas y saqueadas por ellos, dieron
lugar a profundas modificaciones simbólicas que todavía persisten.
El problema ambiental del mundo moderno tiene diferencias substanciales con las crisis
de las civilizaciones anteriores, pero, sin embargo, parece que se puede someter al mismo
modelo de análisis. Ciertamente, desde la unificación del planeta, iniciada en el siglo XVI con
la expansión europea, se tratan cada vez menos de conflictos exclusivamente regionales, que
agoten o disminuyan las posibilidades de vida de algunas comarcas.
En el momento actual se trata más bien de la supervivencia del sistema global de la
vida, amenazado en su estabilidad por un inmenso desarrollo tecnológico y por formas
capitalistas de organización socioeconómica. Posiblemente, el mayor problema ambiental del
mundo contemporáneo es, como lo reconoce el Informe de Naciones Unidas “Nuestro Futuro
Común”, la división creciente entre países ricos y pobres. Para estos el problema ambiental
se confunde con el saqueo de sus recursos y con la pobreza y en los países industrializados con
los márgenes de acumulación y de despilfarro.

2.11. Hacia una definición ambiental de la cultura.

En esta forma es posible acercarse a una definición ambiental del sistema cultural, desligándolo
de los procesos evolutivos biológicos, pero vinculándolo a la transformación del medio
ecosistémico. La historia como proceso de las transformaciones de la especie humana no es
comprensible si no se considera como un proceso íntimamente vinculado a la modificación de
los ecosistemas. La aventura del hombre no puede considerarse simplemente como un juego
de teatro realizado sobre el escenario de la “naturaleza”. Ha significado más bien un proceso
de transformación del medio, a través del cual la cultura se ha construido como tal.
Si se entiende por el término “cultura” el conjunto de instrumentos físicos, sociales y
simbólicos trasmitidos de una generación a otra, una ciencia ambiental tiene que demostrar
que ninguna de las formaciones culturales puede darse en forma aislada de la transformación

19
EL ORDEN CULTURAL

del medio. El método de cualquiera de las disciplinas sociales, no debería estudiar solamente
la organización social o las formaciones ideológicas. Debería buscar igualmente la vinculación
de esas organizaciones con las exigencias concretas de transformación del medio “natural”
a través del trabajo. Como lo plantea Marx en los Manuscritos, “que el hombre vive de la
naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el que debe mantenerse en un
proceso constante, para no morir”.
Ello significa que la ciencia social no puede abordar el estudio de su objeto específico
en forma aislada de las otras disciplinas, tanto “naturales”, como tecnológicas. La división
artificial entre las ciencias “naturales”, tecnológicas y sociales no puede explicar el fenómeno
cultural, en el que está íntimamente vinculado el conocimiento del medio “natural”, su
transformación tecnológica y las formas de organización que adopta el sistema social en razón
del trabajo productivo.
La plataforma instrumental de adaptación propia de la especie humana incluye, no solamente
las herramientas físicas, sino por igual, los instrumentos de organización social y de cohesión
simbólica. Lo característico de la perspectiva ambiental es el análisis de la manera como se
articulan entre sí estos diferentes niveles de la instrumentalidad en su función transformadora del
medio y la manera como esta transformación influye a su vez en las organizaciones culturales.
Considerada en esta forma, la cultura es la nueva plataforma de adaptación al medio que
reemplaza los mecanismos de adaptación orgánica de las especies anteriores. Como lo expresa
el genetista T. Dobshansky: “Los seres humanos han cedido la supremacía de la evolución
humana a un agente superorgánico o no biológico enteramente nuevo, la cultura.”. Sin duda
alguna, como lo advierte a continuación el mismo autor y lo defiende con celo la sociobiología,
este nuevo agente llamado cultura “depende enteramente del genotipo humano”. En esta
forma está vinculado por su raíz genética al proceso de evolución biológica. Sin embargo, el
hecho de su dependencia genotípica no significa que siga enraizado en las antiguas formas de
adaptación orgánica. Es sin duda la evolución biológica la que “produce” la cultura, pero esta
inaugura “un movimiento singular” o un “agente nuevo” de adaptación.
La manera concreta como se articulan las relaciones entre ecosistema y cultura no ha
sido suficientemente estudiada por ninguna de las disciplinas sean sociales o naturales.
Ambas ramas del conocimiento han venido ejerciendo en forma aislada su imperio y mientras
tanto, el hombre sigue adaptando los paisajes vírgenes a sus formas culturales, poniendo en
ocasiones en peligro los sistemas vivos.
Los equilibrios ambientales de la cultura han sido muy poco analizados. Los biólogos los
reducen a las leyes de los ecosistemas. Los científicos sociales los desconocen. Sin embargo,
es posible que muchas de las organizaciones culturales hayan desaparecido porque no
lograron establecer equilibrios estables con el medio y la “naturaleza” fue implacable con
ellas. Una cultura que no encuentre las formas tecnológicas y sociales para superar los límites
ambientales, no tiene futuro.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

1.12. Medio ambiente y desarrollo

En este curso se ha preferido utilizar el concepto de sistema cultural. En la literatura moderna,


sin embargo, predomina el término desarrollo, que en algunos sentidos es más apropiado para
designar la cultura moderna, pero cuyo uso puede estar cargado de ambivalencias.
Si se quiere conservar el concepto de “desarrollo”, es necesario, por lo menos, exorcizarlo.
El término “desarrollo” carga a sus espaldas toda la acumulación ideológica no solo del
desarrollismo, sino, por igual, de la concepción de continuo progreso, heredada de la filosofía
iluminista. A más de ello, está cargado de mitos. Vamos a analizar, aunque sea rápidamente,
algunas de las críticas que se han venido planteando desde la perspectiva ambiental, al
concepto de desarrollo.
Entre los economistas la crítica coincide generalmente -con los momentos de depresión o
crisis. Desde la época clásica se vienen enfrentando el pesimismo malthusiano y el optimismo
tecnológico. El optimismo triunfa en los momentos de apogeo y la crítica, en los períodos
de descenso. Para los pesimistas, la acumulación será devorada por el crecimiento de la
población. Para los optimistas, la invención tecnológica podrá superar siempre las asechanzas
de la miseria. Los neoclásicos, impulsados por la ola ascendente de la producción, se olvidaron
de las tragedias anunciadas por Malthus, pero la sombra de éste reaparece durante la primera
guerra mundial y la gran depresión.
Durante la fase de optimismo de fin de siglo, sólo algunas voces aisladas como las de Ruskin o
Geddes, previenen sobre los peligros de la bonanza. Ruskin planteaba que el mercado no refleja
fielmente las necesidades de los seres humanos y Geddes enfatizaba que la economía no mide las
pérdidas energéticas y de recursos de la tierra. En la época de Keynes, Frederick Soddy, un físico
nuclear metido a economista, se enfrentaba al dogma básico de la inversión, que él consideraba
un simple gasto energético. Boulding, por su parte, plantea la necesidad de llegar a un concepto
de economía cerrada, que él titula por primera vez “la economía de la nave tierra”.
En el periodo de la posguerra, el optimismo tecnológico crece hasta los años setenta y
la mayoría de los teóricos rechazan las medidas y las amenazas malthusianas. Después de
ellos, reaparecen los malthusianos, cuyo surgimiento coincide con la aurora del pensamiento
ambiental moderno. Ehrlich anunciaba “la bomba poblacional”, como la mayor amenaza de la
humanidad. Por su parte Commoner colocaba la crisis ambiental en el desenfreno del desarrollo
tecnológico, que producía bienes cada vez más peligrosos para el equilibrio de la tierra.
Goldsmith consideraba el crecimiento como una aberración de la cultura occidental y Daly
pensaba que la desarrollomanía engendra los mismos problemas que pretende solucionar.
Algunas de la críticas al optimismo exagerado del crecimiento se han basado, como vimos
antes, en consideraciones sacadas de la física. Es el caso tanto de Geddes como de Sody,
al igual que de Georgescou-Roegen. Según ellos, la expansión de la producción no puede
considerarse como una inversión, sino como un gasto. Representa el gasto de la energía

21
EL ORDEN CULTURAL

acumulada por la fotosíntesis y no hay ninguna posibilidad tecnológica previsible que pueda
evitar la entropía. La riqueza, como cualquier flujo energético, no puede ahorrarse sino
gastarse. El capital no es más que la acumulación ficticia de intereses, realizada sobre el
consumo de energía. El crecimiento es, por tanto, una ficción humana o, más benignamente,
una ilusión. La posición de estos autores se puede resumir en la frase de Georgescu-Roegen:
“En términos de entropía, el costo de cualquier actividad económica o biológica es siempre
mayor que su producto”.

“EN TÉRMINOS DE ENTROPÍA , EL COSTO DE CUALQUIER ACTIVIDAD

ECONÓMICA O BIOLÓGICA ES SIEMPRE MAYOR QUE SU PRODUCTO ”


(GEORGESCU-ROEGEN)

Otros autores rechazan sobretodo las consecuencias sociales del desarrollo, vinculándolas
con la crisis ambiental. Para Mishan y Roszak lo que se llama desarrollo tiende a disminuir los
verdaderos satisfactores del hombre. Schumacher se preocupa sobretodo por la desigualdad
entre los individuos y los pueblos engendrada por el mismo desarrollo. Heilbroner alerta
sobre la manera como las reglas del mercado internacional estaban exportando pobreza y
desarreglo ambiental hacia los países del Sur.
Para la construcción de un pensamiento ambiental es necesario tomar posición ante estas
alternativas ideológicas. En los autores citados se nota, ante todo, la crítica a la identificación
muy escueta y burda, del desarrollo con el crecimiento económico, pero también el rechazo
al mismo concepto de desarrollo.
La identificación de desarrollo y crecimiento es la que ha posibilitado el hecho de
que la economía se haya apoderado de la orientación de la planificación, con las nefastas
consecuencias que ello conlleva. La totalidad de la cultura se ha convertido en una pieza
rentable del mercado. Para ello ha sido menester forjar una economía acomodada a los
nuevos mitos. Según estos, el progreso consiste en la ampliación indefinida del consumo y el
desarrollo histórico significa producir más y consumir más. La economía se ha especializado
en el estudio de la ampliación de la producción o de la reproducción del capital.
Sin embargo, es necesario preguntarse para qué se produce. El gigantesco desarrollo de
la tecnología de guerra, con presupuestos muy superiores al de la salud, o la educación es un
ejemplo suficientemente claro.
La ampliación del mercado se logra a veces por medios que causan grave impacto
ambiental. Uno de ellos es la disminución de la vida útil de los productos. De hecho esa ha sido
una de las estrategias básicas del Capital desde la Segunda Guerra Mundial y es seguramente
una de las causas de la crisis ambiental. El desarrollo del consumo atiende cada vez menos la
satisfacción de las necesidades básicas y cada vez mas las exigencias de un sector elevado en
el que se concentra la riqueza.

22
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Otra de las estrategias consiste en ampliar los márgenes de las necesidades básicas más allá
de los límites de las exigencias biológicas o culturales. La sobredosis de dieta cárnica en los países
desarrollados es en gran parte la causa de la potrerización del planeta. Es la gula proteínica de la
civilización de la hamburguesa. Hay todavía una estrategia más peligrosa. Se puede incrementar
el consumo de satisfactores que son nocivos en general o dentro de determinados ambientes
culturales, como el alcohol, el tabaco o los psicotrópicos. El desarrollo moderno, basado sobre
la conquista de nuevos mercados y la reproducción del capital, tiene que cargar, a su espalda,
el pesado lastre del narcotráfico, que de todas maneras está actuando dentro de lógica de la
ampliación del mercado y de la reproducción del Capital.
La crítica al desarrollo puede llevar, sin embargo, al ambientalismo demasiado lejos. La
exigencia de crear las condiciones necesarias para perpetuar el sistema vivo no debería significar
un rechazo al proceso tecnológico, sino una crítica al concepto actual de desarrollo. La discusión
debería acentuarse sobre los mitos del desarrollo, que han impulsado el sobreconsumo como
ideal de la producción y sobre las doctrinas que lo sostienen o que lo toleran.
El progreso técnico es una de las características de la cultura. Si no hubiese sido por la
revolución tecnológica del neolítico, la especie humana posiblemente hubiese desaparecido.
El ambientalismo no tiene porqué basarse sobre el fisicalismo radical. ¿Porqué destruir, con
base en las leyes físicas de la energía, los castillos culturales construidos por el hombre y
menospreciar los resultados de su lucha prometéica? Con la misma razón podría decirse que
la vida no ha adelantado ningún trabajo de organización, porque su capital se basa en la
acumulación de la energía solar.
La crisis ambiental no es solamente un problema que pueda solucionarse con inventiva
tecnológica. Hay que contar igualmente con los recursos que asigna el sistema de acuerdo
con la prioridad del gasto. Ante la crisis hay que preguntarse hasta qué punto la sociedad está
dispuesta a volcar recursos para evitar la o desea solamente paliarla. Si el problema ambiental
es la consecuencia de una forma de entender y de practicar el desarrollo, hay que contar sin
duda con las resistencias que provienen desde los intereses económicos adquiridos.
Los que tienen sus intereses acomodados en la producción y comercialización de la energía
fósil están dispuestos a defender la tierra amenazada por la destrucción de los bosques y los
países que basan su economía en la explotación de los bosques estaban dispuestos a formar
fila contra la contaminación por energía fósil. Todos somos partidarios de la defensa del
medio ambiente, pero en el terreno que no contradice nuestros propios intereses.
El problema ambiental es, por consiguiente, eminentemente político, entendiendo por
esta ambigua expresión, la capacidad de orientar el rumbo del desarrollo. Con esta palabra
mágica, sin embargo, no se soluciona de por sí la ambigüedad del problema. Lo político
puede significar por una parte, las tendencias que orientan desde el poder actual, la solución
de la crisis ambiental y por otra parte las tendencias contestatarias que no se conforman
con los actuales gestos de buena voluntad y están convencidos de que por el camino de los

23
EL ORDEN CULTURAL

compromisos políticos, que desembocaron en los acuerdos de Brasil 92, lo único que se logra
es prolongar un poco más la agonía.
Casi ninguno de los estudiosos cree que los esfuerzos actuales sean suficientes, pero
muchos de ellos estiman que dentro del actual estilo de desarrollo es posible encontrar la
salida. A la cabeza de este ejército de buena voluntad están Ward y Dubos, quienes exigen sin
embargo transformaciones profundas para superar la crisis. En el campo contrario dirigen la
batalla Pirage y Ehrlich, para quienes “el modelo actual no logrará superar ni la crisis social
ni la crisis ambiental, a pesar de los maquillajes a los que se le someta”.

“EL MODELO ACTUAL DE DESARROLLO NO LOGRARÁ SUPERAR


NI LA CRISIS SOCIAL NI LA CRISIS AMBIENTAL ,

A PESAR DE LOS MAQUILLAJES A LOS QUE SE LE SOMETA ”

(EHRLICH)

En esta orilla se ubica igualmente, el Primer Informe del Club de Roma, titulado “Los Límites del
Crecimiento”, y escrito por un prestigioso grupo de científicos dirigidos por Meadows. El Informe
preveía que si el desarrollo continúa al ritmo actual, los límites se alcanzarían en cien años.
El compromiso de Estocolmo se basó en un supuesto que ha dominado hasta hoy la
conciencia del ambientalismo político y que diferenciaba entre los problemas ambientales de
los países desarrollados, ocasionados por la riqueza y los impactos ambientales de la pobreza
predominantes en el Tercer Mundo. La pobreza entraba, por tanto, en la discusión política y
la conclusión era que, lejos de frenar el desarrollo, había que impulsarlo en los países más
pobres, para evitar el deterioro ambiental ocasionado por la pobreza.
La impresión que dejaron en algunos observadores las discusiones de la Conferencia
de Río es la de que los países industrializados están luchando por conservar los beneficios
del desarrollo actual y no están dispuestos de ninguna manera a colocarlo en la mesa de
negociaciones. La respuesta evidente de los países pobres es que ellos también tienen derecho
a gozar de ese derecho. El haber llegado un poco tarde al convite del desarrollo no los
excluye de sus beneficios. En medio de todas estas discusiones interminables se introducen las
coletillas ambientales que se resumen en el término de “desarrollo sostenible”, canonizado
por el Informe Brundtland.
La crítica que se le puede hacer a las tesis ambientalistas de Estocolmo y Río consiste
en considerar la pobreza como un estado original del desarrollo. Se es pobre o porque no
se ha tenido la voluntad para superar la pobreza o simplemente porque no se han dado las
circunstancias favorables para salir de ella. Basta establecer las condiciones e impulsar con
energía positiva la buena voluntad de los pueblos, para que el desarrollo predomine en todos
los rincones del planeta. Se puede superar la pobreza mundial con los recursos tecnológicos
y económicos actuales.

24
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Esta concepción tiene sin embargo a sus espaldas el enemigo de la historia. Se supone que
la riqueza surge mágicamente del dinero, enterrado como una semilla en la buena voluntad
de los ciudadanos. Desplegando trabajo y buena voluntad individual, el dinero crece por
obra de esta nueva fotosíntesis. La riqueza de las naciones, sin embargo no ha nacido así.
La riqueza, dentro del desarrollo moderno, es necesariamente un proceso de acumulación
desigual y solo con base en la desigualdad se ha dado hasta el momento la acumulación. Ello
significa que la riqueza engendra la pobreza y el desarrollo el subdesarrollo. La utopía de una
tierra íntegramente desarrollada no pasa de ser un sueño imposible.
Por esta razón la historia del desarrollo moderno ha dividido la tierra a lo largo del trópico
de Cáncer. Las explicaciones ambientales tienen que contar con esa profunda herida. La pobreza
del Sur no se explica por la pereza cultural engendrada en las condiciones geográficas del trópico.
Hay de por medio quinientos años de dominio y de explotación de sus riquezas. Oro, azúcar,
minerales, petróleo, sin olvidar la acumulación de fuerza humana en los sistemas esclavistas.
Sin embargo, la acumulación basada sobre la desigualdad no es sólo un recuerdo del
pasado. La brecha entre países pobres y ricos no ha tendido a disminuir sino que se sigue
abriendo como un abismo cada vez más difícil de rellenar. En esta conclusión pesimista están
de acuerdo todos los informes internacionales, desde el Primer Informe del Club de Roma,
pasando por el Informe al Presidente Carter, hasta el último Informe de Naciones Unidas
“Nuestro Futuro Común”. A pesar del cautivante título, parece que el futuro no es tan común.
Este mismo informe plantea con un rasgo de sinceridad apreciable que el mayor problema
ambiental del mundo contemporáneo es la creciente brecha entre países pobres y ricos.

EL PRINCIPAL PROBLEMA AMBIENTAL DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO

ES LA CRECIENTE BRECHA ENTRE PAÍSES POBRES Y RICOS

(INFORME BRUNDTLAND)

Pero la preocupación fundamental desde el punto de vista ambiental no es tanto la miseria


creciente, engendrada por el desarrollo, sino la certeza de que no es posible extender el
patrón de consumo de los países industrializados a todos los habitantes actuales del planeta. La
tierra simplemente no resiste una presión de consumo semejante, al menos en las condiciones
del paradigma tecnológico actual. Si todos los habitantes del planeta estuviesen consumiendo
energía fósil al nivel de los ciudadanos norteamericanos, la tierra ya hubiese perecido de
asfixia. Algo similar se puede decir con relación a la acumulación de toda clase de desechos
tóxicos, sobre todo de origen nuclear.
La perspectiva ambiental plantea el conflicto no sólo desde una perspectiva de desarrollo
social, como la exigía el socialismo, sino en el terreno de las posibilidades de este desarrollo
como alternativa viable para todos los pueblos. No se trata exclusivamente de repartir mejor
la riqueza, sino de las posibilidades mismas de la riqueza, dentro de la estructura del actual

25
EL ORDEN CULTURAL

desarrollo. Es evidente que la riqueza actual puede y debe ser mejor repartida, tanto entre
los pueblos como entre los individuos. Ese es un principio de equidad inmodificable. Pero la
riqueza acumulada no tiene como objetivo satisfacer las necesidades de todos los habitantes
de la tierra, dentro de la actual estructura de producción.
Cómo concebir la sociedad ambiental del futuro? Es casi imposible construir pronósticos
culturales. De la misma manera que la teoría de la evolución ha llegado al convencimiento de
que los procesos evolutivos son difícilmente previsibles, las ciencias sociales deberían ser más
modestas para predecir el futuro. La crítica de Popper y de Harris contra la dialéctica, cuando
ésta se convierte en una fórmula de predicción es justificada. Ello no niega, sin embargo, la
importancia que tiene el ejercicio de la imaginación. Es necesario echar a rodar las utopías,
porque son ellas las que alimenta el cambio histórico.
En la discusión ambiental se han venido definiendo dos tendencias: La que proclama que
sólo un proceso de centralización planetaria puede llegar a dominar la crisis ambiental y la
posición de los que creen en la exigencia de la descentralización de las decisiones.
A medida que las distancias se acortan, tanto por la rapidez de los transportes, como
por la velocidad en la transmisión de la información, es más difícil conservar la diversidad
cultural. Esta va quedando como un reducto arcaico, más para satisfacer la curiosidad histórica
de algunos eruditos que para cumplir una función dentro del mundo moderno. Por otra parte,
el mercado masivo y homogeneizado tiende necesariamente a unificar los comportamientos
culturales. La moda se impone a través de la propaganda. La artesanía se refugia en los
rincones de los gustos exóticos.
Esta es, sin duda, la tendencia predominante. La pregunta inquietante es si esta tendencia
puede llegar a acomodarse a las exigencias de transformación exigidas por la crisis ambiental.
Un poder centralizado, inserto o no en el seno de la Naciones Unidas ¿Puede transformar los
signos económicos para adaptarlos a las exigencias de un desarrollo sostenible? Si este poder
va a ser controlado por las empresas multinacionales, ¿Es ello garantía de sustentabilidad o
de dominio ampliado de las condiciones económicas?
En el otro extremo se agitan las utopías descentralistas que hemos denominado, con la
expresión de O’Riordan, “el neotribalismo ambiental”.
Sin duda ninguna, desde la perspectiva ambiental se percibe con más claridad el futuro
dentro de un escenario de pluralidad cultural. La cultura tiene mucha más capacidad de
convertirse en estrategia adaptativa cuando su inventiva tecnológica, social y simbólica se
ajusta a las necesidades del entorno inmediato.
Este es, sin duda, el gran dilema del futuro. ¿Es posible superar la crisis dentro de un
mundo homogeneizado? ¿Puede la cultura universal de la modernidad tener en cuenta en sus
estrategias productivas la inmensa diferencia de los sistemas vivos? En caso de que ello no
sea posible, ¿será factible regresar a la descentralización económica y cultural, a fin de que
cada región pueda reconstruir sus modelos culturales adaptativos?

26
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Los componentes del sistema cultural


y sus relaciones con el el medio

Introducción

D e la misma manera como se analizaron los componentes del ecosistema, para entender
su estructura y su funcionamiento, es necesario estudiar los componentes del sistema
cultural. La cultura también es un sistema complejo, que es necesario estudiar en
la articulación de sus elementos. Estos componentes han sido formalizados y analizados de
distintas maneras por las ciencias sociales. En este ensayo vamos a organizar el análisis sobre
las características de la plataforma instrumental estudiadas antes.
La cultura ante todo, se cimenta sobre una población. Cada cultura cuenta con una
base poblacional diferente. Ante todo, es necesario entender la manera como la población
humana se libera de las leyes ecosistémicas, para poder responder a la inquietante pregunta
encerrada en el crecimiento de la población moderna. El exceso poblacional es ya de por sí
un problema ambiental.
Sin embargo, la población no puede tomarse en forma aislada. Un análisis ambiental
de la población tiene que tener en cuenta el desarrollo tecnológico alcanzado. El impacto
ambiental no depende solamente del número de habitantes, sino también de la tecnología
utilizada. A esta instancia le hemos dado el nombre de paradigma tecnológico, para significar
que son modelos cambiantes que dependen de las condiciones de cada cultura, pero al mismo
tiempo determinan parcialmente los mismos sistemas culturales.
Pero ni la población ni el paradigma tecnológico explican la totalidad de la problemática
ambiental. La tecnología es un brazo articulado del sistema social. Es indispensable, por
tanto, estudiar la manera como los hombres entran en relación.
Por último, toda cultura organiza una red de símbolos que son, en última instancia, los
que desencadenan los comportamientos individuales y sociales. Esta red está compuesta por
los mitos, la filosofía, la ética, el derecho y las creaciones artísticas y literarias. Sin entender
este mundo simbólico es muy difícil comprender la manera como el hombre actúa sobre la
naturaleza.
Vamos a estudiar, por lo tanto, cada uno de estos niveles por separado, entendiendo,
sin embargo, que forman una unidad cultural, difícilmente separable en cajones estancos.
Estas instancias o niveles de la estructura cultural se influencian mutuamente de manera
compleja. La perspectiva ambiental está llamada a superar el simplismo de las relaciones
lineales defendidas por el idealismo o el materialismo. Tales simplificaciones difícilmente dan
cuenta de las articulaciones de un sistema complejo.

27
EL ORDEN CULTURAL

LA POBLACIÓN

Introducción

La población es, sin duda, el primer hecho de la cultura. Al mismo tiempo, como se vio
en el cuaderno pasado, el avance histórico sobre el manejo del medio natural se refleja
en el hecho de una población creciente. Esto lo podemos observar recordando algunos
datos. Durante el largo período del hombre cazador, la población se mantuvo relativamente
estacionaria. El control poblacional tenía que ser drástico, dentro de una economía de caza
y recolección. El infanticidio era la estrategia más utilizada, con el objeto de rebasar una
densidad aproximada de 1.5 habitantes por milla cuadrada.
La revolución tecnológica del neolítico trajo consigo posibilidad de aumentar enormemente
la densidad poblacional. Los restos encontrados en el relativamente corto neolítico superan
con mucho los escasos restos de prolongado paleolítico. En América, el cultivo del maíz, la
yuca y la papa principalmente, posibilitaron la expansión y densificación de la población
en casi todos los rincones del Continente. A la llegada de los europeos, América contaba
aproximadamente con una población de 90 millones de habitantes.
Una vez alcanzado el límite del desarrollo neolítico, la población permanece relativamente
estable durante el último milenio, hasta la revolución industrial. Vamos a concentrarnos en la
preocupación ambiental durante este último período.

Las preocupaciones

El vertiginoso crecimiento de la población impulsado por el desarrollo moderno ha sido


uno de los principales factores que han inducido a la reflexión ambiental. El maltusianismo
está en el origen de las preocupaciones ambientales. La pregunta que se hacía el economista
inglés Malthus a finales del siglo XVIII era si los recursos necesarios para la subsistencia
humana podían crecer al mismo ritmo que la población. El era francamente pesimista al
respecto, sobretodo después de que el primer censo inglés de 1803 puso en evidencia el
vertiginoso crecimiento poblacional.
Malthus pretendía defender los intereses de una civilización aristocrática y propendía por
medidas elitistas, basándose en el principio de la libre competencia. Según él, la regulación
de la población humana debería dejarse al libre juego del sistema productivo, analizado
algunos años antes por Smith. Por esta razón, Malthus rechazaba las “Leyes de Pobres”, que
la Corona Inglesa acababa de expedir, por medio de las cuales se protegía con recursos del
Estado la miseria que empezaba a acumularse en las grandes ciudades.
El maltusianismo reaparece de vez en cuando, sobretodo en los momentos cruciales de
explosión demográfica. Uno de estos momentos coincidió con la toma de conciencia de la
crisis ambiental moderna y por ello no es de extrañar que la preocupación por el crecimiento

28
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

poblacional haya acompañado el nacimiento de la reflexión ambiental. En 1968, Ehrlich


publicó uno de los libros que sirvieron de base a la reflexión ambiental de los años sesenta y
cuyo título ya era de por sí explosivo: “La bomba poblacional”.
Los documentos propiamente ambientales que empiezan a gestarse a finales de los años
sesenta y que van a presidir la atmósfera de las discusiones de Estocolmo, incorporan como una
de las variables, el tema poblacional. El primer informe de esta naturaleza, que se inscribe
entre los testamentos escatológicos del pensamiento ambiental, es el primer informe del
Club de Roma, titulado “Los Límites del Crecimiento”, elaborado por el Instituto Tecnológico
de Massachusset (MIT) El Informe incluye el factor poblacional en el modelo interpretativo
elaborado sobre los trabajos previos de Forrester. La conclusión del informe se puede resumir
en el siguiente párrafo:

“Estamos convencidos de que la presión demográfica en el mundo ha alcanzado


un nivel tan elevado y una distribución tan desigual, que tan sólo este problema
debe obligar a la Humanidad a buscar el estado de equilibrio del planeta...El
crecimiento de la población se acerca al punto crítico, si es que no lo hemos
alcanzado ya...Dado el acervo finito y declinante de los recursos no renovables y
el espacio limitado del planeta, debemos aceptar el principio de que el creciente
número de habitantes acabará por conducir a un nivel de vida inferior y a una
problemática más compleja. Por otra parte, la estabilización del crecimiento
demográfico no pondría en peligro ningún valor fundamental humano”

(MEADOWS, 1972.)

Los trabajos posteriores, como el informe al Presidente Carter o el i nforme Brundtland de


la Comisión de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, titulado “Nuestro Futuro
Común” han seguido incorporando la variable poblacional, como uno de los factores decisorios
de una supuesta catástrofe ambiental. El Informe al Presidente Carter, titulado “El Mundo en el
año 2000” y preparado por el Consejo sobre la Calidad Ambiental concluye su vasto y amenazador
estudio con estas palabras: “Quizás los problemas más inquietantes son los que se refieren a que
el incremento demográfico y la pobreza conducirán a graves reducciones a largo plazo en la
productividad de los sistemas de recursos naturales renovables”. (Barney, 1977).
Citemos, a modo de ejemplo final, la conclusión del informe de la Comisión Brundtland,
“Nuestro Futuro Común”. “En muchas partes del mundo, la población está creciendo a ratas
que no pueden ser mantenidas por la disponibilidad de los recursos del ambiente, a ratas que
están saltando por encima de cualquier expectativa razonable que permita proveer de casa,
salud, seguridad y energía.” (Brundtland, 1987).
El tema demográfico no está por tanto ausente de la formación de la conciencia ambiental.
Ello no significa, sin embargo, que se haya planteado siempre desde un acertado modelo

29
EL ORDEN CULTURAL

ambiental de interpretación. La perspectiva ambiental, en efecto, apenas está encontrando


sus propios modelos de análisis.

El Problema

El crecimiento poblacional es sin duda y tomado en sí mismo, sin necesidad de entrar


en otras consideraciones, uno de le mayores problemas ambientales del mundo moderno.
Vimos antes lo que significa este hecho y allí se pueden estudiar los datos que configuran esta
amenaza. Podemos resumirlos brevemente.
El desarrollo moderno trajo consigo un rápido crecimiento de la población europea
desde finales del siglo XVIII. Con los procesos de colonización y de expansión del desarrollo,
el crecimiento poblacional se extiende durante el presente siglo, a todo el planeta. Este
crecimiento sin embargo, se ve acelerado de manera vertiginosa desde la segunda guerra
mundial. En la primera mitad del siglo XX, la población mundial creció a una rata promedio
de 0.8 %. Desde 1950 hemos venido creciendo en promedios cercanos al 2.0 %
Sin embargo, a diferencia de las épocas anteriores el crecimiento poblacional de la
segunda mitad del presente siglo es un fenómeno casi exclusivamente del llamado “mundo en
desarrollo”. El 85 % de la población excedente desde 1950 ha nacido en los países pobres por
debajo del trópico de Cáncer. En esta forma, el 80 % de la población mundial a final de
este siglo estará situada en los países subdesarrollados.
El segundo fenómeno que se analizaba en el antes tenía que ver con la densificación del
poblamiento, o sea, con los procesos de urbanización. Igualmente en la escena del crecimiento
urbano, los países pobres son de nuevo los protagonistas. Desde 1980 hasta el año dos mil, la
población urbana de estos países aumentó en más de mil millones de habitantes. Se estima
que en el año dos mil los países pobres tendrán más de 280 ciudades por encima de un millón
de habitantes, contra 155 en los países desarrollados y más de sesenta ciudades con más de
cuatro millones de habitantes, contra 25 en los países industrializados.
Los hechos, por lo tanto, son contundentes. La población humana ha venido creciendo
en este siglo a un ritmo vertiginoso. Este hecho, considerado desde la perspectiva ambiental
significa una presión igualmente creciente sobre los recursos de la tierra. Malthus y los
malthusianos, por lo tanto, tienen razón al preocuparse por el crecimiento desmedido, tanto
del número de habitantes, como de su densificación en los grandes centros urbanos. Pero
en la época moderna tiene un signo todavía más preocupante y es que la población está
creciendo en los países con menos potencial de desarrollo.

Las Explicaciones

Aunque los hechos sean contundentes, las explicaciones ambientales no lo son, tal como
lo vimos en la primera parte. En la tercera parte vimos cómo la población de cada una de las

30
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

especies está regulada tanto por la energía que proviene de las niveles inferiores de la escala
trófica, como por la predación. Una especie puede multiplicarse tanto cuanto le permite el
nivel alimentario inmediatamente inferior y los niveles superiores de predación. Ello significa
simplemente que una especie no puede exceder la acumulación energética almacenada en los
niveles inferiores y su crecimiento excesivo es controlado por la predación de los ni veles superiores.
Como lo expresa Odum, la regulación de la población es una función del ecosistema.
La especie humana, al escaparse a las leyes que regulan los nichos ecológicos, se escapa
a las regulaciones que un ecosistema particular ejerce sobre la población. A través del manejo
científico y tecnológico puede aumentar para sí la producción neta de un ecosistema o concentrar
los recursos de los más variados ecosistemas. Ello le permite aglomerarse en las grandes
megalópolis modernas o en las ciudades comerciales de la antigüedad. El límite de la población
coincide con el límite de su desarrollo tecnológico y con las exigencias sociales de la producción
material. No es posible, como lo propone Odum, aplicarle en forma mecánica la ley de Allee,
según la cual, tanto el exceso como la falta de agregación podrían ser limitativos.
El crecimiento poblacional de la especie humana depende principalmente de la plataforma
tecnológica construida. Entre los recursos y el hombre se interpone esa “segunda naturaleza”
constituida por el instrumento que actúa como elemento mediador en las relaciones entre la
sociedad y el medio físico. La relación Hombre-Ambiente se hace cada vez más mediata, cada
vez menos construida por las leyes de la “espontaneidad” natural. La “selección” poblacional
tiene ya muy poco de “natural” en el sentido que le atribuyó Malthus y la biología darwiniana.
Marx lo había expresado diciendo que el crecimiento de la población resume el desarrollo de
las fuerzas productivas.
Sin embargo, los límites de la población humana no se pueden medir solamente dentro del
sistema productivo. Tiene también limitantes externos que provienen de lo que ha dado en
llamarse “la oferta natural” o la capacidad de carga del medio físicobiótico. El concepto de
capacidad de carga es, sin embargo, muy limitado y no se puede aplicar de manera mecánica
a los sistemas tecnológicos.
Lo que se quiere hacer comprender es que los límites poblacionales no coinciden con los
límites impuestos por los nichos ecológicos. Los límites inmediatos de la población humana
coinciden C0n los límites de su tecnología y de las exigencias de las relaciones productivas.
Por su parte, la tecnología a su vez tiene límites físicos que la obligan a transformarse, pero el
limitante inmediato es siempre la base tecnológica y social de la producción y de la reproducción.
Desafortunadamente estas relaciones complejas entre ecosistema, tecnología y relaciones
sociales han sido muy poco manejadas por los demógrafos o por los científicos sociales.
Los cálculos de la población humana no deberían realizarse, por tanto, contando exclusivamente
a los individuos de ésta especie, sino su desarrollo tecnológico y su capacidad para someter o
domesticar las otras especies. El hombre consume para sí, pero también transforma el equilibrio
de las especies, privilegiando a los animales y plantas que ha logrado domesticar. La población
total del hombre debería estar acompañada con el cálculo de sus animales domésticos.

31
EL ORDEN CULTURAL

Si la densidad del hombre en la actualidad es aproximadamente de un habitante por


cuatro hectáreas, con los animales domésticos esta densidad aumenta a un organismo por
0.7 hectáreas. Si la población humana se duplica, difícilmente se podrá seguir alimentando
de carne vacuna. El conflicto de la dieta cárnica está en el origen de muchos de los cambios
sociales e ideológicos de la historia del hombre.
El cálculo de los niveles óptimos de población depende en gran parte del conocimiento
que se adquiera sobre los 1ímites de equilibrio de los ecosistemas y de su capacidad para
recibir subsidios tecnológicos. Es muy poco lo que se ha avanzado en la construcción de
modelos para medir estos límites, pero de ellos depende gran parte la solución a los problemas
ambientales. Al mismo tiempo, los límites tecnológicos dependen de las formas de cómo el
hombre se organiza socialmente en la producción.
Sería importante incorporar estos criterios ambientales en el análisis de la población
humana. El equilibrio poblacional no se da solamente con base en los soportes biológicos de la
reproducción, ni tampoco en las características socioeconómicas de las formaciones culturales.
Es indispensable articular al hombre a sus bases terrenas. La relativa independencia alcanzada
por el desarrollo de la técnica no significa que el hombre pueda aumentar indefinidamente
su población o ampliar en forma ilimitada los márgenes de equilibrio de los sistemas vivos.
Significa solo que mientras más complejas sea la plataforma tecnológica el efecto sobre el
medio es menos visible en forma inmediata, pero puede ser más desastroso.
Desde el punto de vista ambiental la población no puede considerarse con base en un
cálculo exclusivamente cuantitativo. Un habitante de Estados Unidos consume siete veces la
energía de un latinoamericano y varias veces más la de un habitante de la India o de África.
Los niveles de consumo se corresponden con los niveles de producción. La producción o el
consumo de substancias tóxicas para el ambiente están concentradas por encima del trópico
de Cáncer. Podría decirse que desde el punto de vista ambiental es muy similar si nace o si
muere un norteamericano o siete latinoamericanos.
Esta sobredosis en la explotación de los recursos naturales y en la producción de
contaminantes se empieza a llamar en el lenguaje político, “deuda ecológica”. Los países
del Tercer Mundo, asfixiados por la deuda económica, han inventado este nuevo término para
descargar su inmensa insatisfacción ante las condiciones de un Orden Económico Internacional
que no les permite satisfacer sus necesidades básicas. Tienen que disminuir su población,
para no sobrevivir en condiciones de hambre, siendo así que la producción mundial de granos
daría para alimentar suficientemente a toda la población del planeta.

EL PARADIGMA TECNOLÓGICO

El problema poblacional no puede analizarse desde la perspectiva ambiental, sin considerar


al mismo tiempo el paradigma tecnológico dentro del cual dicha población produce y se

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

reproduce. La tecnología es, por lo tanto, el segundo aspecto básico que es necesario estudiar
dentro de análisis ambiental de la cultura. Intentaremos explicar ante todo lo que entendemos
por paradigma tecnológico, para ubicar luego la tecnología dentro del proceso histórico y al
interior de la estructura cultural.

El Significado

Llamamos paradigma tecnológico al conjunto de conocimientos y técnicas que permiten


un determinado dominio del medio natural y de desarrollo material del sistema cultural
en su conjunto. El concepto de paradigma significa que cada cultura está construida sobre
una plataforma tecnológica diferente. Cuando hablamos de paradigma, nos referimos a
las características tecnológicas propias de cada cultura. Cuando hablamos de plataforma
nos referimos en cambio a la inevitable base tecnológica que fundamenta todo desarrollo
cultural. El paradigma tecnológico no es solamente un manojo de instrumentos físicos. Implica
igualmente la creatividad científica y la capacidad de manejo del mundo instrumental. Por el
momento nos vamos a referir a esta plataforma tecnológica, sin preocuparnos de su inserción
en el mundo social. Ello será el objeto del siguiente capítulo.
La plataforma tecnológica así concebida es, de hecho, una segunda naturaleza. Es lo que
permite al hombre transformar físicamente el mundo natural y, por lo tanto, no sólo subsistir,
sino progresar como especie. De hecho la especie humana es la única que ha podido progresar
aumentando o complejizando su plataforma tecnológica. El hombre ante todo, es un animal
tecnológico y es esa, posiblemente su diferencia más visible y significativa que lo distancia
de las demás especies.
Entender, lo que significa la tecnología es indispensable para lograr una adecuada explicación
del problema ambiental. Puede decirse que la adaptación tecnológica es la raíz de dicho
problema. El término problema no tiene aquí un significado negativo. Es algo que el hombre
tiene que resolver. Por otra parte, el crecimiento poblacional y su densificación, como vimos
antes, depende del paradigma tecnológico adoptado o desarrollado por cada sistema cultural.
Sobre este tema no se ha profundizado suficientemente ni desde la perspectiva de las
ciencias naturales, ni desde las ciencias sociales. La biología da por hecho la técnica, pero no
se ha preocupado por desentrañar su sentido desde la teoría de la evolución. Para las ciencias
sociales igualmente es un hecho, pero la mayor parte de las corrientes ni siquiera le dan
importancia en la determinación de la cultura.

La percepción cultural de la tecnología

Los mitos primitivos resaltan el hecho tecnológico, pero lo matizan con un cierto
sentimiento de culpa. Ello se ve en el mito de Prometeo. Como se recordará, el hermano

33
EL ORDEN CULTURAL

de Prometeo, llamado Epimeteo, había sido el responsable de plasmar al hombre. Lo había


hecho con cierto descuido, pues lo había dejado desnudo e indefenso ante un medio agresivo.
Prometeo, se compadece de esa criatura inválida y le proporciona los medios tecnológicos
para que pueda subsistir. Zeus empieza a temer el poder del hombre y descarga su ira contra
Prometeo a quien encadena en las rocas del Cáucaso y permite que un buitre le desgarre
eternamente las entrañas.
El segundo mito tomado de la mitología griega se refiere al amigo de Zeus, Tántalo, quien
tuvo el atrevimiento de proporcionar al hombre el conocimiento de la agricultura y por ello
fue relegado al Hades, sometido a un castigo singular. Rodeado de frutos y de fuentes de
agua, no podía alcanzarlas y se vio sometido a perecer eternamente de hambre. La eternidad
que acompañaba a los dioses y semidioses, no era por lo visto, un privilegio muy apetecible.
Escenas como estas se pueden recoger en la tradición de muchas culturas. En la mayor
parte de las cosmogonías primitivas, el asombro mítico aflora, no tanto como resultado de
la subordinación del hombre a las fuerzas de la naturaleza, sino por la percepción de que
el trabajo tecnológico significa un rompimiento con el orden que hasta ese momento había
regido la naturaleza. El primitivo Adán babilónico sólo es consciente de su propia historia en
el momento en que se rompe la armonía paradisíaca a través del trabajo agrícola.
Casi todas las cosmogonías recuerdan un pasado idílico y guardan la memoria de un
cataclismo que rompe el orden anterior e introduce el desgaste del tiempo. El mito más
primitivo que conocemos se refiere a un dios ocioso, reemplazado por dioses más activos,
preocupados por el que-hacer técnico. Los dioses anteriores murieron asesinados. La mayor
parte del culto primitivo, como los ritos de iniciación, el canibalismo o los ritos sexuales,
giran al rededor del asesinato del viejo dios, que era la personificación de la naturaleza.
Los griegos fueron los primeros en desacralizar el que-hacer técnico. Todavía en Homero
el termino TEXNE se aplica por igual al conocimiento de los artesanos y a la magia de Efectos
o de Proteo, como también a las prácticas esotéricas de los adivinos, aedas y curanderos.
En la época clásica ya se había logrado la plena secularización del concepto. La técnica
es un que-hacer humano, sin influjo del azar, del Moira divino o de los daimones. Se debe
exclusivamente al saber práctico.
Este movimiento de secularización fue llevado a su máxima expresión por los sofistas,
quienes redactaron manuales para trasmitir el acervo de conocimientos técnicos. Por primera
vez, como dice Espinas, podemos hablar de tecnología como reflexión sobre la práctica.
Los sofistas intentaron incluso reducir a técnicas el uso del lenguaje y le dieron el nombre
de “dialéctica”, al dominio de este instrumento, que era la base del poder político. La
cultura europea recogerá desde el siglo XII la herencia del racionalismo griego e insertará
la práctica tecnológica en la conciencia moderna. Hubo que recorrer de nuevo el camino de
desacralización del mundo que habían intentado los griegos.
La ruptura entre el orden espontáneo de la naturaleza y el orden artificial y técnico
impuesto por el hombre es, pues, el tema dolorosamente sentido por las comunidades

34
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

primitivas. Esta sensación de malestar quizás no valdría la pena mencionarla si no continuase


presente en la tradición de las grandes religiones contemporáneas. El optimismo racionalista
del manejo técnico no ha logrado vencer la carga mítica ancestral y esta dicotomía está en la
base de algunas de las esquizofrenias de la cultura actual.
Se puede seguir el camino de esta ruptura desde el brujo primitivo, pasando por el mundo
esotérico de la alquimia, que Humberto Ecco ha recordado en su novela “El Péndulo de
Foucault”, hasta el mundo contemporáneo poblado todavía de figuras arcaicas, de monstruos
desacralizados pero no menos reales, que surgen de los ambientes primitivos para luchar
contra el progreso técnico. Estas imágenes con las que nos alimenta diariamente el cine o la
televisión, no son sino la continuación ininterrumpida de los viejos mitos.
Esta sensación de ruptura o de esquizofrenia cultural introducida por la actividad
tecnológica del hombre, se siente a lo largo de la historia moderna. En los siglos XVI Y XVII se
agudizan los contrastes. Es la época de la prisión de Galileo y del martirio de Giordano Bruno,
de la Reforma y de la Contra Reforma, y de las guerras de religión.
Los ecos de esa lucha se sienten todavía en épocas mas recientes. La cultura sigue siendo
para Hegel un “extrañamiento del ser natural” y esa enajenación es “tanto el fin como
la realidad (dasein) del individuo”. Las últimas vibraciones de ese malestar se pueden ver
tanto en Freud como en los seguidores de la escuela de Frankfurt. Se puede decir que la
conciencia moderna no ha logrado todavía asimilar las consecuencias del desarrollo científico
y tecnológico. Esa es al menos, la preocupación esencial tanto de Popper como de Monod.
Dentro del pensamiento moderno, el marxismo ha sido quizás, junto con el positivismo,
el que ha asumido con más decisión las bases tecnológicas de la cultura. Para el marxismo, el
sistema social se basa en el trabajo y este se realiza a través de la transformación tecnológica
de la naturaleza. No es posible pensar lo social como sistema, sin comprender sus bases
tecnológicas. Una de las corrientes del marxismo llevó sin embargo a la mistificación del
desarrollo técnico y la Escuela de Frankfurt tuvo razón en descodificar hacia el pesimismo la
opulencia tecnológica del mundo moderno.

La técnica como instrumento adaptativo

La técnica no es un don de Prometeo, sino, como vimos más arriba, el resultado del proceso
evolutivo. La adquisición de la cultura significa ante todo, la conquista de la instrumentalidad
técnica. esta es la base de cualquier adaptación cultural. El hombre, como especie, se adapta
a través de herramientas.
La tecnología es una forma adaptativa surgida en el proceso mismo de la evolución,
pero que modifica drásticamente los mecanismos adaptativos anteriores. La especialización
y complejización orgánica no es, en efecto, el último “hallazgo” de la evolución natural. La
evolución biológica intenta un paso más al establecer las bases de la instrumentalidad. Esta

35
EL ORDEN CULTURAL

“salida” como la llama Dubos es una salida hacia fuera del sistema de adaptación orgánica
y constituye el principio de la evolución cultural.
Las transformaciones biológicas están orientadas ante todo hacia el manejo técnico del
medio. Este resultado del proceso evolutivo puede parecer demasiado pedestre y poco acorde
con la elevada imagen que el hombre se ha fijado sobre sí mismo. Oakley y otros autores han
considerado esta ventaja evolutiva como demasiado limitada e imperfecta para centrar en ella
el análisis. Moscovici ha propuesto reemplazarla por el conjunto estructural de modificaciones
biológicas y sociales que exigió la actividad de la caza. Otros proponen actividades más
espirituales y al parecer más nobles, como la capacidad simbólica, la inteligencia, el lenguaje
para basar en ellas el cambio estructural sufrido por las especies con la aparición del hombre.
Sin embargo, el análisis del hombre y de la cultura hay que iniciarlo por su base técnica. Esta
base, sin embargo, no se puede desligar de los otros atributos que la acompañan, como la
relación social y el lenguaje.
Se trata, por lo tanto, de una plataforma compleja que transforma los sistemas
adaptativos. Ya sería bastante si se aceptara que hubo un cambio estructural en las formas
de adaptación. Algunos de los autores provenientes de la biología no estiman que los cambios
hayan sido suficientemente significativos para aceptar una estructura adaptativa diferente.
Se basan, por supuesto, en la similitud de la organización biológica del hombre con la de otros
cordados y sobre todo con los mamíferos, sus compañeros de clase. Otro de los argumentos
favoritos utilizado, se basa en la comparación entre los comportamientos que se consideraban
privativos del hombre y que los biólogos han ido encontrando en otras especies.
Los chimpancés utilizan mejor que ninguna especie anterior, instrumentos de adaptación.
Los macacos han desarrollado una sorprendente organización social. Casi todos los primates y
otras muchas especies utilizan signos precisos de comunicación, que les permiten manejarse
socialmente en diferentes circunstancias de la vida cotidiana. Todo ello es cierto, pero no
toca lo esencial. La línea evolutiva se desarrolló hacia una mayor organización biológica y
social y ello implica sistemas de comunicación más especializados.
Pero lo que separa al hombre de las otras especies es que estas líneas evolutivas se desarrollan
hasta lograr una independencia de los mecanismos homeostáticos que regulan el conjunto de los
ecosistemas naturales. La evolución se basará en adelante no a través de la transformación de
los órganos, sino gracias a la transformación de la plataforma instrumental.
Lo característico de la instrumentalidad humana no es la utilización esporádica de un
objeto como instrumento utilizado para una actividad concreta. La instrumentalidad humana
es una plataforma creciente de adaptación al medio. Ninguna de las especies anteriores ha
evolucionado con base en el perfeccionamiento técnico de los instrumentos.
Algunos estudiosos han intentado diferenciar la instrumentalidad humana de la animal
por el hecho de que ésta utiliza esporádicamente un instrumento, mientras el hombre los
fabrica (K.P. Oakley, 1961 - G. Childe, 1951, Loyrebee, etc.). Esta distinción podría refutarse,

36
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

porque separar un objeto de los demás para utilizarlo en una actividad precisa, ya es en parte
construirlo. La diferencia va más allá. La instrumentalidad, como soporte de la subsistencia y
desarrollo de la especie humana, es una estructura tecnológica en continuo crecimiento que
ha reemplazado las antiguas formas de adaptación al ambiente.
Como dice Moscovici, “el alcance de lo logrado reside, en esta ocasión, menos en la
separación biológica alcanzada en el interior de un proceso existente, que en la desviación de
éste; está menos en el contenido específico de las propiedades orgánicas, que en el principio
en que se basa la génesis. Si en el nivel elemental de la substancia viva los organismos obedecen
a las reglas de la selección y de la adaptación, en el nivel que aquí nos ocupa no lo obedecen
sino accesoriamente. Lo que llega en la evolución está manifiestamente subordinado a lo que
llega con la evolución. La rama del género humano hace surgir entonces, simultáneamente, una
clase biológica y un movimiento singular en la naturaleza” (Moscovici, 1975:90).

“LA RAMA DEL GÉNERO HUMANO HACER SURGIR

SIMULTÁNEAMENTE UNA CLASE BIOLÓGICA

Y UN MOVIMIENTO SINGULAR EN LA NATURALEZA ”

(DUBOS)

Al hablar de estructura tecnológica que inaugura este movimiento singular, no se hace


referencia solamente al conjunto de los instrumentos físicos que posibilitan la adaptación
e impulsan el nuevo proceso evolutivo. La instrumentalidad está relacionada con las otras
características que se afianzan y se desarrollan en la especie humana, aunque muchas de ellas
se encuentren ya prefiguradas en las especies anteriores. El perfeccionamiento de los sistemas
de comunicación, la capacidad de relación, el desarrollo de la vista estereoscópica, etc.,
todas estas formas evolutivas, junto con la posición erecta, o la liberación o la conformación
de las extremidades prensiles, no se deben tomar en forma aislada. Todas ellas conforman
una estructura de comportamiento y de adaptación al medio.
En esta nueva estructura funcional de adaptación cada uno de los elementos están
articulados para asegurar las nuevas estrategias adaptativas. La fabricación y utilización
permanente y evolutiva de los instrumentos como nueva forma adaptativa no hubiese sido
posible sin el desarrollo del neoncéfalo, la aparición de la mano, la organización de la vista
estereoscópica y la conformación de una compleja organización social.
La plataforma tecnológica de adaptación presupone una estructura combinatoria de
estos diferentes elementos. Es inútil preguntarse si la adaptación instrumental presupone la
conformación craneana del neoncéfalo o si á ambos antecede la posición erecta y la formación
de los órganos prensores. La nueva forma adaptativa es una estructura sistémica en la que
cada uno de los elementos se requiere con exigencia similar, para posibilitar una actividad
coordinada.

37
EL ORDEN CULTURAL

La técnica en la historia

El desarrollo técnico se ha dado, al igual que el proceso evolutivo, más por saltos, que
por evolución constante y regular. Encontramos ya las herramientas por lo menos desde el
principio del Pleistoceno, antes de la Primera Edad Glacial. Instrumentos rudimentarios, sin
duda, pero sin ello el hombre no podía subsistir.
Los primeros instrumentos encontrados en el desfiladero de Olduvai en África, datan de
hace unos dos millones de años y son simples lascas no modificadas que se utilizaban para
cortar, o piedras mas grandes para golpear. Suponía ya un uso premeditado, porque el material
de cuarzo tuvo que ser transportado de lejos. Estas herramientas les servía para desollar las
presas, pero posiblemente no para cazarlas. Es probable que estos homínidos se sirviesen de
las presas obtenidas por los grandes predadores. El homo habilis ya se había independizado de
un nicho trófico muy preciso y podía sustentarse tanto de dieta vegetal, como cárnica.
Es muy escaso el desarrollo técnico durante este largo período de adaptación biológica.
Un poco menos de dos millones de años subsistió y evolucionó la especie con instrumentos
primitivos. Sin embargo, la conquista de las Tierras templadas exigió un nuevo esfuerzo
técnico. Ciertamente el hombre de Pekín había logrado el manejo artificial del fuego y sin este
“instrumento” no se hubiese podido adaptar a los rigores del nuevo clima. No sabemos mucho
sobre el desarrollo tecnológico de estas lejanas culturas, pero trabajaban ya la piedra dura
como el silex, la cuarcita, la diorita y otras, afilando sus caras con puntas rudimentarias.
El siguiente salto se da durante la estación de clima benigno que presidió el largo período
entre las glaciaciones de Riss y Würm, periodo en el que aparece el hombre de Neanderthal,
hace unos 150 mil años. Hachas de piedra, buriles raederas y otras muchas herramientas,
permitieron a este antepasado dominar los más diversos climas y zonas de vida. La entrada de
la última glaciación, hace unos cien millones de años, coincide con el desarrollo de la especie
actual. El desarrollo técnico permitió adaptarse bien a las nuevas condiciones climáticas. A las
herramientas del Neanderthal, el Homo Sapiens añadió agujas, punzones, buriles y arpones.
La fusión de los grandes glaciares, al final de la última glaciación hace unos quince
mil años, significó quizás en sus inicios, un periodo más difícil. Es posible que las grandes
variaciones climáticas y el aumento en los niveles oceánicos haya disminuido en un principio
la presencia del hombre en vastas zonas. En el continente americano, el cambio climático
secó las grandes praderas y acabó con los grandes herbívoros, que serían de alimento al
hombre. Es tal vez ese momento crítico el que ha conservado la tradición de tantos mitos
sobre un diluvio universal que inundó las tierras continentales y amenazó con extinguir a la
especie humana.
Fue sin embargo, un momento definitivo para las nuevas adaptaciones culturales. La
revolución neolítica, que siguió poco después, significo el cambio tecnológico más importante
de la historia. Sólo la época moderna es comparable con esos pocos miles de años que vieron

38
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

nacer la mayor parte de las realizaciones tecnológicas con las que cuenta todavía la humanidad
y que Gordon Childe ha llamado acertadamente “la revolución neolítica”.
Casi todos los animales domésticos que conocemos y la mayor parte de las especies
vegetales fueron sometidos durante el neolítico al dominio del hombre. Aparece la alfarería
que es la primera transformación química inducida por la técnica, lo mismo que la industria
textil. El hombre aprovechó la fuerza de los animales y la del viento, inventó el arado, el
carro de ruedas y el bote de vela. Logró el aprovechamiento de nuevos materiales como el
cobre, los cristales, el barro para la construcción de ladrillos.
La época posterior, conocida como la de los Grandes imperios Agrarios, no significó sino
la consolidación de los descubrimiento técnicos anteriores. Aunque parezca extraño, la época
de esplendor que siguió a los neolíticos tanto en el viejo como el nuevo continente, fueron
pobres en descubrimientos tecnológicos y los pocos que se dieron, como la aleación del
bronce o el manejo del hierro, se pueden considerar como la continuación de la dinámica
neolítica. Los principales hallazgos en tecnología, medicina o arte, sólo llegaron hasta la
tercera dinastía egipcia. Después se implanta como religión el culto al pasado, que restringe
la iniciativa creadora.
Los avances técnicos ocurridos desde el neolítico hasta la revolución industrial moderna, son
relativamente escasos. La agricultura impulsada por tracción animal y las fuentes energéticas
fueron prácticamente las mismas hasta el siglo XVIII. En 1780, el hombre todavía dependía
aproximadamente en un 90% de la energía de los animales de tracción y de su propio brazo.
Ciertamente, China dio un nuevo impulso hacia el siglo X de nuestra era con el invento
del cabestro, el reloj, la brújula, el codaste de timón, la pólvora, el papel y la imprenta.
Son los instrumentos técnicos que adoptará Occidente y que se continuarán con la revolución
industrial moderna, mientras el gran avance chino se estancará con el advenimiento de la
nueva burocracia de los mandarines, que revertían las ganancias en usos suntuarios. Esta
tesis, sugerida por el profesor Needham, coincide con la que Gordon Childe ha formulado para
explicar el estancamiento tecnológico del antiguo Egipto.
El desarrollo tecnológico moderno, que Engels llamó por primera vez, la Revolución
Industrial, requirió un prolongado camino de purificación ideológica y política. Conocemos
los grandes adelantos técnicos de la época: el torno de hilar (1764), el telar hidráulico
(1769), la tejedora de Crompton (1779), herramientas que reemplazaron la fuerza humana
en la industria textil. Por la misma época, el desarrollo científico, aplicado exclusivamente
desde el tiempo de la Royal Society al incremento de la técnica, lograba, tras innumerables
esfuerzos, la condensación del vapor.
Desde Galileo y Newton la ciencia va tomando la delantera sobre la aplicación técnica y
empieza a resolver en modelos teóricos los problemas inmediatos de la práctica. Los estudios de
la termodinámica parecían aclarar todos los problemas. Si se había podido condensar el vapor,
para extraer su fuerzo motriz, ¿Porqué no podía hacerse lo mismo con el fluido eléctrico que

39
EL ORDEN CULTURAL

había sido postulado por los discípulos inmediatos de Newton? Con experimentos rudimentarios
como los de la botella de Leyden y el descubrimiento de la electricidad animal por Galvani,
fue posible llegar a la construcción de la pila de Volta y a la inducción electromagnética de
Faraday. A finales del siglo XIX se logró llevar los nuevos descubrimientos a la solución de
problemas técnicos como la iluminación, la galvanoplastia y la fuerza motriz.
Esta aplicación de la ciencia al desarrollo tecnológico es más clara aún en el presente
siglo. Los modelos teóricos preceden la aplicación inmediata e incluso las observaciones
empíricas. Yukawa predice la existencia del mesón antes de ser observado. Igualmente los
neutrinos fueron previstos por Pauli mucho antes de ser detectados experimentalmente.
Es imposible enumerar en breve espacio la inmensa acumulación tecnológica del presente
siglo. En el microscopio electrónico el hombre ha aumentado mil veces sus posibilidades de
observación del mundo infinitamente pequeño. El dominio de ondas electromagnéticas ha
posibilitado adentrarse en el espacio a distancias de miles de millones de años luz. Los tubos
de rayos catódicos permiten reproducir la imagen y seguirla en su movimiento. La necesidad
de calcular la trayectoria del proyectil hizo posible el descubrimiento de los computadores
electrónicos. Con la fusión de los elementos más simples se han podido condensar productos
que no se encuentran en la naturaleza, como lo polímeros y los plásticos.
En otros campos, el control de la herencia ha permitido mejorar las especies vegetales, al
menos para aplicarla al uso humano y la agroquímica ha permitido aumentar considerablemente
la producción de alimentos. Con el motor de combustión interna se pudo alcanzar una mayor
capacidad de desplazamiento personal, en contraste con Las rutas fijas del ferrocarril y la
aviación superó las barreras de los accidentes geográficos y nos hizo comprender mejor la
unidad del planeta. El servomecanismo no solo reemplaza la fuerza del brazo o prolonga los
sentidos, sino que toma el lugar del hombre mismo en muchas funciones.

Técnica y medio ambiente

El problema ambiental es el precio que el hombre tiene que pagar por su desarrollo
tecnológico. La técnica es una exigencia biológica del hombre. Ella le sirve para adaptarse y
transformar el medio ambiente, pero esta transformación tiene sus costos. A lo largo de toda
la historia de la especie o de las especies, desde el momento en que en el valle de Orduvai
nuestro lejano antepasado pulió unas piedras para defenderse o para prepararse su alimento,
el avance del hombre ha significado la transformación del sistema natural. Una transformación
que no siempre o casi nunca ha resultado favorable al desarrollo de los sistemas vivos.
El problema ambiental no es una característica del hombre moderno. Lo ha compañado
a lo largo de su extensa aventura técnica. El cazador primitivo desde el momento en que
tornó en sus manos la lanza o la flecha, superó a cualquier predador en sus posibilidades de
transformación del medio. La caza, desarrollada por el hombre con instrumentos que a la

40
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

mentalidad moderna le parecen primitivos, significó una fuerte presión sobre la fauna. Ello
se fue incrementando con el desarrollo técnico. Más aún, es muy posible que el desarrollo
técnico de los instrumentos de caza estuviese ligado al agotamiento de la fauna inducido por
la actividad humana.
Es probable que el cazador primitivo haya incidido en la extinción de la fauna característica
de la última glaciación. Junto a los restos de las culturas humanas se han encontrado grandes
depósitos fósiles de animales sacrificados. ¿Qué significan los restos de cerca de cien mil
caballos encontrados alrededor de las culturas de Solutré en la Dordogna francesa o los
innumerables restos de Mamuts que acompañan las culturas de Premont? El cazador primitivo
tenía dos herramientas de un inmenso poder: el fuego y el veneno.
Como vimos, el neolítico significó la verdadera revolución tecnológica del hombre. El
impacto de esta revolución recae principalmente sobre la estructura de las cadenas tróficas.
La invención de la agricultura y la domesticación de los animales es la transformación más
drástica de las leyes generales del ecosistema realizada por el hombre.
Al seleccionar las especies más beneficiosas para su propio sustento, el hombre modifica
las leyes de asociación vegetal. Las especies asociadas al trigo o al maíz empiezan a ser
consideradas como perjudiciales, porque entran en competencia por los nutrientes y demás
elementos ambientales. Se les da el nombre despreciativo de malezas y se inician una lucha
sin cuartel contra ellas. Con el monocultivo, las leyes de regulación poblacional se desajustan
y aparece lo que el hombre empieza a llamar despreciativamente “plagas”. Los conceptos de
maleza y plaga no pertenecen al orden ecosistémico, sino al orden de la cultura.
Algo similar puede decirse sobre el proceso de domesticación. El hombre selecciona
sobretodo los grandes herbívoros, que no entran en competencia con sus recursos alimenticios
y pueden ser aprovechados con la utilización de su fuerza motriz. Los predadores entran en
competencia con el hombre o el hombre con ellos. El recuerdo de la lucha contra los grandes
predadores impregna la conciencia mítica. Los grandes héroes, como Gilgamesh, Teseo o
Sansón, sólo logran la consagración social después de haber abatido al león o al toro salvaje
y después de haberse cubierto con su piel. La figura de Heracles, ceñido con la piel del león,
es el símbolo más expresivo de la Grecia Minóica.
No es posible seguir las incidencias de los impactos provocados por el desarrollo tecnológico
durante la época moderna. A este tema estuvo consagrado la tercera parte. El desarrollo
industrial de los dos últimos siglos es sobretodo una revolución energética. La mayor parte de
las tecnologías dependen del suministro de energía fósil. El tren, el automóvil, el avión, han
marcado la carrera tecnológica moderna. Tras ellos están el carbón y el petróleo, como los
verdaderos motores del desarrollo.
Las consecuencias ambientales del consumo de la energía fósil ya fueron analizadas
antes y significaron la preocupación fundamental de la Cumbre de Río. La lluvia ácida,
la posibilidad del cambio climático, el debilitamiento de la capa de ozono no son simples

41
EL ORDEN CULTURAL

fantasías alarmistas. Representan los márgenes de resiliencia del desarrollo moderno. Las
alternativas, como vimos, no están claras. En el futuro se cierne como una amenaza la energía
nuclear, que, en caso de que se consolide como fuente energética predominante, significará
posiblemente la construcción de una sociedad distinta a la que fue construida sobre los
criterios de libertad y democracia. Ello nos lleva al análisis del siguiente tópico cultural que
deseamos analizar: La organización social.

LA ORGANIZACIÓN SOCIAL

Introducción

El tercer tema que es necesario estudiar es el relacionado con la organización social. Puede
parecer a primera vista un tema menos importante para el estudio ambiental, que el relacionado
con la plataforma tecnológica del hombre e incluso que el tema poblacional. La relación entre
problemática ambiental y organización social ha sido mucho menos estudiada que los otros
temas a los que hemos hecho alusión y, sin embargo, tiene una importancia decisiva. Se puede
decir quizás que es esta relación la que determina en forma más marcada los rumbos del sistema
cultural y, por lo tanto, la que define el comportamiento frente al medio. Si la técnica es el
brazo armado del hombre, son los intereses sociales los que lo arman.

Definición y método

Entendemos por organización social la manera como los miembros de la especie humana
se aglutinan alrededor de objetivos relacionados con la reproducción, la producción material
y el poder social. De allí surgen las tres formas básicas de la organización social: La familia, la
economía y la política. La reproducción, sin embargo, puede referirse tanto a la perpetuación
de la especie, como también a la transmisión de la cultura. Las instituciones diseñadas para
reproducir el sistema cultural también forman parte de la organización social. Tal es el caso
del sistema educativo.
Cada una de estas formas organizativas son distintas en las diferentes culturas. Así, por
ejemplo, las formas de reproducir la especie puede establecerse sobre la unión de una mujer
con varios hombres en los sistemas de poliandria, o de un hombre con varias mujeres en la
poliginia o de un hombre y una mujer de manera estable o transitoria dentro de las formas
modernas de monogamia.
Algo similar podemos decir de las organizaciones que se forman alrededor de la producción.
Las culturas más sencillas conocen solo una división familiar del trabajo productivo. En las
culturas modernas, en cambio, se ha complejizado enormemente la división del trabajo. Ello
ha sucedido igualmente con relación a los sistemas educativos. Las culturas más sencillas no

42
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

requieren sofisticadas instituciones de transmisión de la herencia cultural, como son los colegios
o las universidades modernas. Les basta lo que ha dado en llamarse la educación endógena, en
la que los conocimientos se trasmiten al interior de la familia nuclear o ampliada.
Las organizaciones políticas, o sea, las que se aglutinan alrededor del ejercicio del
poder social, también han ido evolucionando a lo largo de la historia. De la organización
familiar sometida directamente al jefe, hombre o mujer, se pasó al cacicazgo, que reúne
bajo su dominio varias tribus o al Estado propiamente dicho, que disuelve en gran medida
las particularidades de las culturas regionales y se organiza en complejas estructuras para la
administración del poder.
Nos enfrentamos, por tanto, en el caso de la especie humana, a una complejización
cada vez mayor de las organizaciones sociales, de la misma manera que observábamos una
mayor complejidad y sofisticación en la plataforma técnica. Es ese carácter evolutivo de la
cultura lo que diferencia fundamentalmente al hombre de las otras especies. En el capítulo
anterior observamos que lo que caracteriza a la especie humana no es tanto la utilización de
instrumentos, sino el hecho de que esa plataforma técnica evolucione y se complejice a lo
largo de la historia, trayendo consigo necesariamente una complejización de las instituciones
que se encargan de trasmitir el conocimiento.
La validez de plantearse la formación de las sociedades como un proceso evolutivo
ha sido muy cuestionado por las corrientes estructuralistas. Levi-Strauss, basándose en el
nominalismo de Boas reacciona contra el historicismo que considera la cultura actual como
el paradigma hacia el cual evoluciona necesariamente cualquier sociedad. Fletcher habla del
agotamiento de la mentalidad evolucionista en ciencias sociales. Parece, sin embargo, difícil
negar un proceso de acumulación cultural, que no necesariamente es ascendente, como lo
explicaremos más adelante.
El estructuralismo tiene razón al afirmar que el solo criterio evolutivo no explica la
complejidad cultural. Hay que añadirle el concepto de estructura. La cultura es una sistema
en el que todos sus componentes se organizan de manera articulada. La articulación no
significa necesariamente armonía. El balance puede darse entre polos opuestos.
La relación estructural entre tecnología, organización social y mundo simbólico ha sido
posiblemente uno de los terrenos de discusión más fértil y polémica de las ciencias sociales. Es
en este campo en el que se enfrentan idealismos y materialismos. Para los primeros el motor de
cambio son las ideas. Para las corrientes materialistas es la práctica tecnológica o social.
Las corrientes materialistas no se han puesto de acuerdo sobre la preeminencia de
las determinaciones. Dentro de las corrientes marxista, Lefebre explica el paso de la
producción esclavista al feudalismo por el descubrimiento de la collera, del timón de
codaste del molino de agua, mientras para Docqués, por el contrario este desarrollo es
el corolario de las luchas sociales.
Como hemos visto, la mayor parte de las corrientes modernas se inclinan o por un abierto

43
EL ORDEN CULTURAL

idealismo, que implica un orden descendente de las determinaciones, desde el olimpo de las
ideas, hasta el mundo material de la técnica o por un cierto eclecticismo, con predominio de
las ideas, como el que predomina en el método estructuralista de Levi-Strauss, en el que el
apriori kantiano de las ideas mantiene sus privilegios.
Algunas de las corrientes, sin embargo, aceptan la importancia del estudio de la
instrumentalidad física, para entender las organizaciones sociales. La escuela conceptualizante
francesa ha dado especial importancia al análisis de las estructuras materiales. Para Duby
la estructura de una sociedad no puede ser comprendida sin un análisis del espacio que
los hombres han ocupado, transformado y explotado. Ello no significa para esta escuela la
aceptación del determinismo de la técnica. Duby o Braudel ven en los sistemas simbólicos o
en las organizaciones sociales algo similar a líneas paralelas que no coinciden con los modos
de producción material.
A estos criterios puramente culturales hay que añadirle el concepto de adaptación al
medio. Existe un cierto desplazamiento del proceso evolutivo, que va desde la transmisión
genética, a la transmisión de las formas de organización cultural. Algunas tendencias como
por ejemplo la ecología humana, la antropología estructuralista o el materialismo cultural han
puesto énfasis en los aspectos organizativos de la cultura, mirados desde la perspectiva de su
inserción en el medio. Sólo la etología y la sociobiología y algunas corrientes de la antropología
social han intentado penetrar en los caminos evolutivos para explicar el comportamiento
social del hombre. Sus conclusiones, sin embargo, no aportan mucha claridad para entender
el problema ambiental o el problema humano.
Dentro de las corrientes ambientalistas se ha venido fortaleciendo el método de análisis,
para comprender las organizaciones sociales como estrategias adaptativas. La mayor parte de
estas corrientes sólo merecen el nombre de ecológicas, porque estudian los impactos sobre
el medio de las distintas formaciones sociales. Tal es el caso de Donald Hughes, Karl Butzer o
Donald Worster. Otras corrientes de avanzada como el materialismo cultural, que estudiamos
antes, o los trabajos de A. Crosby intentan estudiar de manera más sistemática las mutuas
determinaciones entre ambiente y sociedad.

Sociedad y evolución

Para un análisis ambiental de las formas organizativas adquiridas por la especie humana es
útil estudiar, aunque sea de manera somera, sus diferencias con las formas de organización social
de las otras especies. La organización no es una prerrogativa del hombre. Más aún, podemos
decir que es una característica inherente al proceso mismo de la evolución biológica e incluso
física, al menos en la concepción de Prigogine. La evolución consiste precisamente en la manera
como se han venido complejizando las formas organizativas de la materia El átomo, la molécula,
la célula, el organismo, el ecosistema son manifestaciones de ese proceso de complejización.

44
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Nos interesa, sin embargo, el análisis de lo que podemos llamar organización social y que
podemos definir, de manera muy general y desde la perspectiva evolutiva, como la distribución
de las funciones al interior de una especie o de un nicho. Como vimos en la tercera parte,
cada especie ejerce una o varias funciones al interior del ecosistema. Lo característico de la
organización social es que el ejercicio de esta función se reparte al interior de la especie.
Una de las páginas más interesantes de la biología consiste en el estudio de estas formas
organizativas, que se van complejizando a lo largo del proceso evolutivo. Los mamíferos han
llegado a formas organizativas muy complejas, pero estas no son en absoluto prerrogativa de esta
clase. Los insectos y las aves también han desarrollado sistemas complejos de organización. No
todos los animales son, sin embargo, sociales. Algunos de los grandes predadores, como los tigres,
permanecen la mayor parte del tiempo solos y se unen exclusivamente para el apareamiento.
Las razones, evolutivas o no, que han llevado a los animales a formar “sociedades” han
sido analizadas extensamente por los etólogos. Influyen muchos factores como la defensa
del territorio, la estrategia defensiva contra los predadores o las exigencias de la caza. La
relación social básica es la familia. Sin embargo, la familia no puede ser el centro permanente
de la vida social.
La estrategia evolutiva defiende las especies de una excesiva endogamia que acabaría por
disminuir el material genético. De hecho la vida social tiene que contar con el desprendimiento
del seno familiar. En las aves son generalmente las hembras las que emigran del núcleo
familiar, mientras los mamíferos, que por lo general son matriarcales, desplazan al macho.
Entre los leones, las hembras son las que mantienen el grupo, mientras lo machos se dispersan
integrándose y fecundando diferentes grupos.
Las organizaciones sociales de los insectos son las que han llamado quizás más la atención
por sus características inéditas. Es bien conocido el caso de las abejas. Un panal es un verdadero
matriarcado o mejor aún, es una verdadera tiranía de la reina madre. Es ella la única que
reproduce la especie. Las demás hembras son estériles y están sometidas “biológicamente”
al trabajo. No tienen ninguna posibilidad de aspirar a reemplazar algún día a la reina, porque
ésta es la única que escoge a su sucesora y la prepara proporcionándole un alimento especial.
Los machos, por su parte, no trabajan. Son zánganos, producidos de huevos estériles y que,
en consecuencia, sólo poseen la mitad de la genes de las hembras.
Más compleja aún es la comunidad de los termes. La organización social como estrategia
adaptativa, llega aquí a una extraña perfección. Los termes son tan vulnerables como los gusanos
y no tienen medios de defensa. Sus posibilidades de subsistencia consisten solamente en sus
curiosas formas de organización social. Maeterlinck los ha descrito con encanto poético. Los
termes han logrado hacer ciudades casi inexpugnables, en las que conservan la humedad y el
calor requeridos para su subsistencia. Aquí la reina no gobierna sola. De hecho, ella es sólo una
máquina gigantesca de poner huevos. No hace más, pero ya tiene suficiente trabajo, porque
pone un huevo cada veinte segundos, lo que significa aproximadamente un millón y medio al año.

45
EL ORDEN CULTURAL

La pareja real es vitalicia. Los obreros son ciegos y carecen de alas. Los soldados, por su parte,
son los únicos que poseen como medio de defensa la secreción de una resina venenosa.
Basten estos ejemplos para mostrar la compleja vida social de las especies anteriores al
hombre. Uno puede preguntarse si estas formas de organización social no significan etapas más
evolucionadas que las sociedades humanas. La etología, o sea, el estudio del comportamiento
animal, es una ciencia reciente, pero pocas décadas han sido suficientes para acercar cada vez
más el reino animal del humano. Lorenz, uno de los fundadores de la etología, inició su carrera
investigativa intrigado al observar como los elefantes cumplían un primitivo ritual funerario.
Este asombro ha producido en los sociobiólogos y en gran parte de los etólogos una
explicable reacción de rechazo al antropocentrismo. La investigación ha demostrado que la
organización social de las especies es mucho más compleja que lo que había estimado una
cultura centrada en el predominio del hombre y en su preeminencia tecnológica y social.
Katz lo resume en estos términos: “El extenso paralelismo que existe entre grupos sociales
de animales superiores y de seres humanos ha llevado a la conclusión de que muchos de
los fenómenos sociológicos que hasta ahora habían sido considerados como típicos de las
comunidades humanas se deberían considerar característicos de todos los animales que viven
en sociedad, incluyendo al hombre”.

Analogías y diferencias

Es difícil, sin embargo, aceptar sin reticencias esta conclusión. Las analogías no pueden
tomarse en forma aislada y este es el criterio básico que seguimos en este curso. El animal
humano no está hecho por adición simple de partes. No es un animal al que se le añade
la inteligencia individual y además sus características sociales. El hombre es una unidad
indisociable. Con el criterio dualista se puede llegar a conclusiones como las que extrae Tiger
y Fox que pretenden reducir “el estudio del comportamiento social humano a un subcampo
de la zoología comparativa del comportamiento animal”. Lorerz, por su parte, deplora que
el hombre “no tenga mentalidad de carnívoro”, dado que “buena parte de los peligro que lo
amenazan provienen del hecho de que es un omnívoro relativamente inofensivo”.
Las conclusiones más extremas las ha sacado Morris en su difundido libro “El Mono Desnudo”,
que es una amena divulgación de las investigaciones etológicas. En un lenguaje encantador
quiere convencernos de que los problemas del hombre actual se deben simplemente al “plan
mamífero”, todavía no suficientemente concluido.
En realidad el hombre no es un mono desnudo, como lo pretende Morris, sino cubierto
y armado con el vestido y los instrumentos de la cultura. La respuesta de Callan es clara y
la queremos adoptar en nuestra propuesta. “La opinión que yo propongo no acepta estas
“propensiones naturales del hombre”, debido a los claros indicios de que la programación
genética del mismo lo hace inseparable de “una” cultura y de “una” tecnología”.

46
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

EXISTEN “CLAROS INDICIOS DE QUE LA PROGRAMACIÓN

GENÉTICA HACE AL HOMBRE INSEPARABLE DE “UNA”


CULTURA Y DE “UNA” TECNOLOGÍA

(CALLAN)

La continuidad o no de los comportamientos sociales del hombre se puede apreciar en el


ejemplo de la agresión, preferido en el análisis de los etólogos y de los sociobiólogos. La pregunta
es simple. ¿La guerra y la agresión humanas siguen las pautas del plan mamífero? En otras
palabras, ¿hasta qué punto la agresión biológica y por lo tanto instintiva está en la raíz de los
controles sociales y consecuentemente de la formación de las organizaciones sociopolíticas? Este
es un tema que ha sido extensamente debatido y es imposible seguir en el breve espacio de esta
exposición sus incidencias. Varios simposios internacionales se han desarrollado entre biólogos y
científicos sociales sobre temas concomitantes y sus resultados no han sido muy satisfactorios.
La posición que hemos asumido es la de que no hay ninguna dificultad en aceptar el
análisis filogenético de los comportamientos sociales de la especie humana, con tal de que
se comprendan dentro de la compleja estructura cultural aparecida al interior del proceso
evolutivo. Las tendencias que vienen de la evolución social asumidas dentro de una compleja
estructura de comportamiento que no puede reducirse a sus antecedentes biológicos.
En un contexto ambiental, la pregunta básica se refiere a las diferencias específicas que
presentan las formas de organización social con relación a las desarrolladas por otras especies.
Desde la perspectiva ambiental, no interesa analizar todos los elementos divergentes que
puede presentar la conducta social humana, sino solamente aquellos que inciden en las formas
adaptativas al medio. Para ello habría que partir del presupuesto de que la organización
social puede considerarse también como estrategia adaptativa.
Este aspecto ha sido relativamente descuidado por los estudios sociales. Hegel y Marx
introducen algunos elementos importantes al definir el papel social del individuo y al reconocer
que la cultura se construye necesariamente sobre el trabajo de transformación del medio natural.
A este esquema hay que incorporarle el concepto de “adaptación” que surge de la biología
moderna. No es un concepto fácil de manejar y el abuso que ha hecho de él la sociobiología
aplicándolo indiscriminadamente a la conducta social humana lo ha teñido de desconfianza.
Cuando hablamos de “adaptación” no nos referimos al individuo, como lo hacen Malthus,
Spencer y los organicistas y sociobiólogos. No estamos imaginando el escenario del mercado
social como una lucha competitiva entre individuos, en el que necesariamente se debería
dejar triunfar a los más fuertes, para ser fieles al destino evolutivo. Tampoco nos colocamos
dentro del “apriori kantiano”, queriendo salvar al individuo como motor del desarrollo social
ni queremos caer en la “jerga de la autenticidad” propia de la filosofía heideggeriana. Desde
ninguna de estas perspectivas, en la que campea el individuo como explicación del hecho
social, es posible entender la cultura como estrategia adaptativa.

47
EL ORDEN CULTURAL

Para una definición ambiental del hecho social habría que partir de presupuesto de la singularidad
de la cultura, ampliamente aceptado por muchos de lo científicos modernos. Tal como lo plantea
Harris, en las especies animales anteriores al hombre, las innovaciones del comportamiento recaen
en el fondo genético y siguen dependiendo de él para su perpetuación. En la cultura humana, en
cambio “la misma selección natural ha reducido enormemente el significado del fondo genético
para la preservación y la propagación de las innovaciones de la conducta”.
De ello resultan dos consecuencias que definen en gran parte las diferencias entre
sociedad animal y sociedad humana. Ante todo, el hecho de que los cambios puedan ser
realizados dentro de una sola generación, sin, necesidad de esperar la transformación del
fondo genético. La transmisión de estos cambios culturales se puede lograr sin necesidad
de traspaso genético. Un pueblo puede copiar o adaptar rasgos culturales, sin necesidad de
intercambio sexual. De allí resulta la capacidad de la cultura para transformar sus instituciones
y el complejo andamiaje de sus formas organizativas, sin cambios biológicos que indiquen el
cambio en los depósitos de la herencia genética.

El influjo del medio

Es indispensable, por tanto, extender la sociedad humana como forma adaptativa, dentro
de las características que asume al interior del sistema cultural. Este, como hemos visto, no
es un simple apéndice de las formas adaptativas orgánicas y por lo tanto, no es interpretable
desde la biología, la ecología o la etología. Vamos a estudiar brevemente algunos aspectos
relacionados con las formas adaptativas de la organización social.
El primer aspecto que importa resaltar es el relacionado con la determinación del medio
natural sobre las organizaciones sociales. Esta determinación fue abiertamente defendida por
los médicos griegos y posteriormente por Montesquieu y retomada por geógrafos, sociólogos
y algunos historiadores positivistas como Buckle y Taine.
La doctrina de Montesquieu, no puede considerarse como una doctrina mecanicista o
determinista. Sin embargo, es quizás, la doctrina que inició en la modernidad la teoría más
radical con respecto al influjo del clima sobre el origen de las instituciones. Según él, la democracia
o la monarquía o cualquier otra forma política de organización, se aclimatan y surgen con más
facilidad en determinados contornos geográficos. El influjo del clima sobre las instituciones no
es, sin embargo, determinante, Montesquieu se conserva dentro de la tradición liberal juridicista,
que atribuye a la voluntad humana la formulación de las leyes y a éstas la configuración de
las instituciones. El influjo del clima se atribuye más bien a la modificación ejercida sobre el
temperamento, el que a su vez inclina a adoptar determinadas formas sociales.
La determinación del medio natural sobre las formaciones sociales puede formularse
de distintas maneras. Es evidente que el medio ambiente físico como abastecedor de las
materias primas necesarias para la subsistencia, ha tenido influjo sobre las formaciones

48
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

sociopolíticas. Egipto no puede explicarse sin el Nilo, y en general las culturas de los Imperios
Agrarios se asentaron sobre las vertientes de los grandes ríos, rodeados por cordones secos.
En el paleolítico, el Dordona, con su riqueza de recursos pesqueros permitió una extensa
sedentarización y en consecuencia influyó definitivamente en la modificación de las
organizaciones sociales.
El medio ambiente natural es, en este sentido la premisa fundamental de las formaciones
sociales. Sin embargo, como vimos antes, este influjo no se ejerce de una manera directa,
sino a través del trabajo. Es la producción material la que establece el contacto entre el
individuo y su medio y el trabajo supone algún tipo de organización social. La modalidad del
trabajo social, y por lo tanto, de la organización social necesaria para el trabajo productivo,
está sin duda, influenciada por las posibilidades objetivas que ofrece el medio natural. La
organización para el trabajo de extracción minera, supone, por supuesto, la existencia de
las vetas mineras. Esa afirmación es, como puede verse, una tautología y no es sobre esa
evidencia sobre la que puede fundamentarse la determinación del medio natural.
El argumento de los teóricos del influjo climático tiene otro rumbo. Por lo general,
la influencia del medio se atribuye, no tanto a la existencia de los elementos naturales,
sino a las condiciones climáticas que supuestamente predisponen el temperamento de los
individuos y de esta manera influyen sobre las formas de organización adoptada por estos.
La argumentación supone en consecuencia el presupuesto de que las organizaciones sociales
son el fruto del esfuerzo individual y los individuos a su vez, son el producto espontáneo
del medio natural. El argumento de Montesquieu y sus seguidores, pasa por tanto, por el
retortero del individualismo.
Sin embargo, el individuo no puede considerarse como el fruto espontáneo del medio
natural, ni las instituciones como el producto del esfuerzo individual. Más bien, como lo
plantea Marx, “el cambio individual corresponde a un modo de producción determinado”, y
las instituciones son el resultado de la organización social del trabajo. El individuo aprende
en el seno de lo social las prácticas indispensables para subsistir y las desarrolla como parte
integrante de un sistema. La sociedad, por tanto, está ya constituida como estructura y como
represa de la acumulación cultural, cuando el individuo inicia sus relaciones con el medio.

La sociedad como transformadora del medio

El segundo aspecto que es indispensable estudiar desde una perspectiva ambiental es la


manera como las relaciones sociales influyen en la transformación del medio. En efecto, los
cambios que el sistema cultural induce sobre el medio ecosistémico no dependen solamente de
las herramientas técnicas. Las formas de organización social tienen en ocasiones una importancia
igual o superior. El ejemplo más sencillo que se puede aducir es el de los sistemas esclavistas. Los
grandes Imperios Agrarios o comerciales, desde Egipto o Babilonia, hasta Roma, no modificaron

49
EL ORDEN CULTURAL

el medio basándose en una sofisticada tecnología. De hecho, como vimos antes, los Imperios
Agrarios no transformaron substancialmente las herramientas técnicas heredadas del Neolítico.
Lo que se modifica radicalmente son las formas de organización social.
Desde el momento en que aparece la esclavitud, la organización social pasa a convertirse en
un poderoso instrumento de manejo del medio. El sistema esclavista permitió la realización de las
grandes obras de infraestructura propias de los Imperios Agrarios. La desecación de los pantanos,
la construcción de las grandes obras hidráulicas y el cultivo de vastas extensiones solo fue posible
con base en la utilización de la energía humana, canalizada a través del sistema esclavista.
Es posible que los procesos erosivos, que según Rostzosev fue la mayor catástrofe ambiental
ocasionada por el Imperio Romano y una de las causas de su decadencia, se hubiesen originado
al menos parcialmente por las formas de la organización esclavista. Las propiedades de las
provincias romanas se habían acumulado en pocas manos y eran manejadas por capataces
poco interesados en las consecuencias ambientales, con tal de presentar los rendimientos
económicos esperados por los dueños ausentes.
Si miramos los impactos ambientales del desarrollo moderno podemos ver también las
relaciones entre el deterioro del medio y las formas de organización productiva o política.
El desarrollo moderno no puede comprenderse sin la conquista colonial del mundo y sin
la acumulación de recursos en los países situados al norte del Trópico de Cáncer. La gesta
colonizadora de Europa tuvo un significado ambiental que apenas empieza a estudiarse.
Significó ante todo, la aniquilación de las culturas nativas, que habían logrado estrategias
adaptativas a las distintas condiciones de vida y al mismo tiempo la vinculación de estas
poblaciones a un trabajo productivo en donde predominaba la extracción de recursos minerales
o la producción de recursos agrarios para la exportación.
¿Cómo explicar sin estos cambios en las relaciones productivas los impactos ambientales de
la historia moderna, íntimamente vinculados a los impactos sociales? Baste mencionar algunos
ejemplos. La minería impulsó la deforestación de vastas regiones y concentró población en
suelos generalmente poco fértiles. El azúcar, que fue uno de los productos fundamentales
de las colonias, significó la destrucción de las selvas tropicales en el Este brasileño o en
las Islas del Caribe y, por lo general, dejó suelos maltratados que apenas pueden satisfacer
las necesidades de la población. No sin razón el Nordeste brasileño y Haití registran en la
actualidad unos de los mayores índices de pobreza y de deterioro ambiental. Esa calamitosa
proeza no hubiese sido posible sin el sistema esclavista.
Otro ejemplo de la manera como las relaciones productivas influyen en a transformación o el
deterioro del medio se puede extraer de la comparación entre los dos regímenes de producción
prevalecientes en este siglo. Sin duda, tanto la economía de mercado, como la planificación
centralizada del socialismo han tenido graves impactos ambientales. Las razones que han llevado
allá, son, sin embargo, distintas. En el régimen capitalista el motor del desarrollo es la rápida
reproducción del capital y el incentivo, el aumento de la ganancia individual. Ello requiere la

50
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

ampliación del mercado. Se produce para poder vender más bienes. La ampliación del mercado
se puede realizar o vendiéndole a más gente o vendiéndole más a la misma gente. Esta última
estrategia, como vimos antes, es la que ha predominado desde la Segunda Guerra Mundial.
Para ello ha sido necesario disminuir la vida útil de los productos. Este es el significado del
“consumismo”, término que ha sido popularizado por las corrientes ambientales.
Para entender los impactos ambientales del régimen socialista de producción, es necesario
partir de presupuestos distintos. La acumulación del capital se realiza a través de una rígida
planificación central y es este mecanismo el que ha originado muchos de los deterioros del
medio. Para comprenderlos es indispensable entender el sistema social que los produce.
Dentro de una sociedad que no estimula el consumo, porque no está interesada en el aumento
de la tasa de retorno del capital privado, la producción no tiene que acudir a los mecanismos
de ampliación del mercado, disminuyendo la vida útil de los productos.
Los deterioros ambientales del socialismo soviético provenían de las formas estructurales
de su desarrollo. El centralismo burocrático no tuvo en cuenta las circunstancias regionales de
adaptación ecológica. Por otra parte, el impulso a la industrialización en tiempo de Stalin, dejó
abandonado el campo. La crítica de Kruschev fue contundente en ese sentido. La camarilla del
acero no permitió el desarrollo de la química y, por tanto, su aplicación a los cultivos fue mínima.
Los problemas ambientales de la agricultura soviética se debieron más al despilfarro de recursos
naturales, que a la contaminación por residuos químicos. Los Koljoz no se mostraban interesados
en la compra de máquinas de aspersión del agua, porque nada les costaba, ni propiciaban el
aumento de la rentabilidad del suelo, porque no existía renta de la tierra.
Los ejemplos, se pueden multiplicar. Citaremos, sin embargo, en los capítulos siguientes,
algunos de los problemas ambientales que surgen de la estructura de producción agraria y de
la densidad urbana, consideradas ambas como formas sociales de apropiación del espacio.

Medio ambiente y régimen de producción agrario

Tal vez uno de los problemas básicos del mundo moderno consiste en abastecer de
alimento a una población en continua expansión. Para entender la crisis ambiental, hay que
superar los cálculos puramente físicos de la producción de alimentos, y analizar la estructura
social de la producción. Ello significa superar el simple análisis malthusiano. Para abastecer
de alimento a una población creciente, se han impulsado dos estrategias: la ampliación de la
frontera agrícola y la intensificación de la producción.
Durante los últimos cien años la frontera agrícola se ha abierto en una extensión superior al
área cultivada durante toda la historia. Esta es una de las razones por las que el hombre empieza
a comprender los limites del planeta. La extensión de la tierra para cultivos no es ilimitada.
La mayor parte de la extensión no dominada todavía por la agricultura moderna se halla
ocupada por bosques tropicales en países del Tercer Mundo. No son tampoco tierras baldías.

51
EL ORDEN CULTURAL

Son suelos ocupados durante milenios por comunidades indígenas que han construido en ellos
culturas adaptativas de una gran eficacia. La colonización de estas regiones está destruyendo
los últimos vestigios de estas culturas y está talando el cinturón húmedo de la tierra, lo que
puede ocasionar el desequilibrio térmico del planeta.
Según los cálculos optimistas de algunos tecnólogos agrarios, en América Latina se podría
aumentar nueve veces la tierra actualmente cultivada y cinco veces en Asia. Estos cálculos
físicos no pasan de ser meras suposiciones con poco empalme en la realidad y sobretodo, con
muy poca visión de las consecuencias ecológicas y sociales que traería dicha ampliación.
Otra solución se busca en el desarrollo de la agricultura intensiva. A pesar de las extensas
áreas abiertas al cultivo durante el presente siglo, la mayor parte del aumento cuantitativo de la
producción es el resultado de la tecnificación agrícola. A la tierra se le ha hecho trabajar más con
subsidios energéticos. En los últimos treinta y cinco años aumentó nueve veces el uso de fertilizantes,
treinta y dos veces el de pesticidas y se duplicó la extensión de áreas irrigadas. Con ello se ha
podido duplicar las cosechas, aumentar la biomasa de semillas y partes comestibles y disminuido las
pérdidas. Es el triunfo de lo que se ha llamado con tono épico, “la revolución verde”.
Esta revolución, sin embargo, ha tenido lugar sobretodo en los países desarrollados, que
han alcanzado cierto equilibrio en el crecimiento poblacional, y marginalmente en los países
del Tercer Mundo. Como lo reconoce el Informe Brundtland, en estas últimas décadas se ha
ampliado la brecha que separa la tecnificación de la agricultura entre los países desarrollados
y el Tercer Mundo. Esta brecha explica igualmente las diferencias crecientes en la producción.
Así, por ejemplo, la media mundial de la producción de trigo de los países en desarrollo es
cuatro veces menor que la de los países desarrollados. Mientras un sesenta por ciento de la
tierra cultivada en Japón soporta dos cosechas al año, en la India ello solo es posible en el
15% del territorio cultivado.
Mientras en Nueva Zelanda, un trabajador agrario produce suficiente alimento para
cuarenta habitantes, en Nigeria solo alcanza a producir un excedente de 0.2 sobre el alimento
requerido para la dieta personal. Dicho de otra manera, mientras en los países desarrollados,
un trabajador agrario produce en promedio 2.170 kilogramos de alimento al año, en los
países del tercer mundo solo alcanza a producir 370 kilogramos. Los países industrializados
producen, pues, el 80% del trigo, de la carne y de la leche mundial, y el 60% del maíz.
Estas cifras escuetas quizás ayuden a comprender mejor el grave desequilibrio del mundo
contemporáneo y la crítica relación entre población y recursos alimenticios. En efecto, si
se considera a nivel global, en ningún otro momento de la historia se había producido tanto
alimento, no sólo en términos absolutos, lo que es fácilmente comprensible, sino en relación
a la población mundial. A pesar del explosivo crecimiento poblacional, el stock alimentario
producido, gracias al programa técnico, alcanzaría de sobra para satisfacer las necesidades
biológicas de toda la población. En 1985 se produjeron aproximadamente 500 kilogramos de
cereales y granos por habitante a nivel mundial.

52
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Sin embargo, a pesar de ésta inmensa riqueza producida o en medio de ella, la desnutrición
crece como una de las amenazas más graves del mundo moderno. Según un informe del Banco
Mundial la población que está por debajo de las condiciones nutricionales mínimas pasó de
500 millones en la década de los 70 a 1.300 millones en el año dos mil. El acceso a los recursos
básicos de alimentación va siendo cada vez más difícil para las poblaciones de los países
pobres. En 26 países del África disminuyó el consumo de alimentos básicos per capita, del año
70 al 84. Mientras la dieta mínima de proteína animal establecida por la FAO es de 7 gramos
por día, hay países como Togo, Liberia, Haití, etc. en los que el promedio no sobrepasa el
cuatro por ciento.
Estas cifras no están lejos de nosotros. Se puede citar el caso de Ecuador, que bien podría
ser el de muchos de los países latinoamericanos. La modernización sufrida por ese país,
desde el momento en que se inicia el auge petrolero, no ha significado una mejora de las
condiciones básicas de alimentación. La producción agrícola ha crecido a un ritmo superior
al seguido por la curva poblacional. Sin embargo, la dieta calórica diaria disminuyó de 1881
calorías en 1972 a 1.627 en 1982, una cifra que está muy por debajo de la recomendada por
el Instituto Nacional de Nutrición que sitúa el nivel mínimo en 2.300 calorías diarias.
En países como México, en donde la intensificación de la producción agraria ha sido
considerable, se pueden notar fácilmente las consecuencias. Si la producción agraria creció a
un alto ritmo de un cinco por ciento anual de 1950 a 1960, en el mismo período el promedio
de días de trabajo descendió de 194 a cien y el ingreso campesino de 68 a 56 dólares.
Pero los promedios relacionados con la dieta alimentaria hay que reducirlos todavía para
acercarse a las condiciones de desnutrición y de hambre de los estratos pobres. Efectivamente,
los promedios son engañosos, porque dentro de los países del tercer mundo hay una capa
selecta que vive en condiciones similares a las del mundo desarrollado. En India, por ejemplo,
para un ingreso de 28 rupias al mes, equivale un consumo de 2.500 kilocalorías, mientras
que para un ingreso de 8 rupias, el equivalente es de algo más de mil kilocalorías. Se calcula
que para el segundo decenio del próximo siglo, el déficit proteínico ascenderá a cincuenta
millones de toneladas al año.
Estos ejemplos nos llevan a la reflexión de que el problema alimentaría moderno no es
de producción bruta, sino que radica más bien en las formas sociales de la producción de
alimentos. La gigantesca producción de alimentos no alcanza, y parece alcanzar cada día
menos, a satisfacer las necesidades básicas de una gran parte de la población mundial, sobre
todo de aquella situada por debajo del Trópico de Cáncer y ello a pesar de que la producción
per cápita es superior a la de cualquier otro momento histórico, incluso al interior de algunos
países pobres. Esta aparente contradicción tal vez logre aclararse si se comprende no tanto
la distribución de los recursos alimenticios sino principalmente la estructura social de la
producción moderna.

53
EL ORDEN CULTURAL

LA GIGANTESCA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS NO ALCANZA ,

Y PARECE ALCANZAR CADA DÍA MENOS , A SATISFACER

LAS NECESIDADES BÁSICAS DE UNA GRAN PARTE DE

LA POBLACIÓN MUNDIAL

En primer lugar, la agricultura intensiva favorece los productos que ofrecen una mayor
rentabilidad y estos no suelen ser los que componen la canasta familiar, sino los que son introducidos
como materias primas en el proceso de industrialización. La mayoría de estos productos como el
azúcar, el algodón, el café, son absorbidos en grandes proporciones por los países industrializados
y dejan a los países pobres un saldo de divisas que es reinvertido en proyectos de una supuesta
modernización. En el caso del Ecuador que hemos citado, podemos observar que ha aumentado la
producción de productos de exportación y de oleaginosas y otros productos industriales, pero ha
disminuido la producción de los productos que integran la canasta familiar.
La agricultura industrial desplaza o absorbe las pequeñas parcelas de pan-coger, que están
dedicadas a la satisfacción de las necesidades inmediatas. La modernización del cultivo del café
con la implantación de la especie “caturra” ha desplazado igualmente los cultivos de sombrío,
algunos de los cuales servían para satisfacer las necesidades de la alimentación campesina. Las
tierras que no se dedican a éste tipo de cultivo para la satisfacción de necesidades superfluas,
como el café o semitóxicas como el azúcar, se entregan sin reparo a la ganadería extensiva, que
resulta ser un negocio de alta rentabilidad política, pero de alto costo ecológico.
Por otra parte, los países del tercer mundo han venido siendo desplazados de la
producción de granos. Antes de la segunda guerra mundial, el conjunto de países del tercer
mundo exportaba cerca de once millones de toneladas. Ya para 1950 tenían que importar
2 millones que se convirtieron en 17 millones en 1960. La producción fue absorbida por los
países desarrollados que la utilizan cada vez en mayor proporción, para el consumo animal. A
nivel mundial, el treinta por ciento de la producción de cereales se dedica a la alimentación
de los animales y Estados Unidos esta proporción sube por encima del sesenta por ciento.
En esta forma, cualquier incremento en la producción de alimentos y específicamente
de cereales, es insuficiente para cubrir las necesidades básicas de la población, pero es que
tampoco está pensada para lograrlo. Además el crecimiento de la producción mundial es un
fenómeno fundamentalmente del mundo desarrollado y en sus planes no entra, sino en forma
periférica y caritativa, solucionar el problema del hambre de los países pobres. En 1984, la
producción de alimentos aumentó en un cuatro por ciento y la de cereales en un 8.5%, pero
al mismo tiempo esa producción va disminuyendo en 42 países pobres y en África el consumo
de alimentos básicos per cápita fue menor en 1984 que en 1970.
Si se toman en forma aislada los cálculos físicos sobre población y producción alimentaria,
parecería que el fantasma del hambre se debe más a la inercia de la pobreza y que bastaría
el estímulo externo para propiciar una bonanza sin precedentes. Sin embargo, el panorama no

54
AUGUSTO ÁNGEL MAYA

es tan risueño. El optimismo matemático no se pregunta por los costos económicos o sociales
ni por los efectos ecológicos que acarrea la estructura actual de la producción agraria. Tanto
la ampliación indiscriminada de la frontera agrícola como la intensificación tecnológica de la
agricultura traen consigo distorsiones sociales y costos ecológicos que son necesarios tomar
igualmente en consideración, igual que los costos económicos.
Ante todo hay que tener en cuenta la ley de los rendimientos decrecientes que disminuye
el optimismo ingenuo de los cálculos físicos. Cada aumento de un tanto por ciento de la
producción exige inversiones cada vez más costosas. Así, por ejemplo, para aumentar la
producción en un 34% durante el período de quince años que va de 1951 a 1966, se requirió
un aumento de 63% en tractores, 146% en fertilizantes y 300% en plaguicidas. El siguiente
aumento requirió todavía mayores inversiones. El costo de la producción agraria en Estados
Unidos, aumentó aproximadamente en un diez por ciento anual en 1978 y 79, que es una tasa
superior al aumento de la misma producción. El panorama no es por lo tanto, tan halagüeño
y ello en el caso en que la agricultura intensiva lograra solucionar el problema del hambre lo
que parece cada vez más incierto, entre otras cosas porque la estructura de la producción no
está orientada en ese sentido.
Pero es necesario tener en cuenta también los costos sociales que están incidiendo
directamente en los efectos ecológicos. En los países del tercer mundo, la ampliación de
la frontera agrícola ha sido sobretodo la consecuencia de la expulsión de mano de obra
producida por el desarrollo de la agricultura industrial. Ambos fenómenos están, por tanto,
íntimamente vinculados. La revolución verde ha traído como consecuencia la concentración
de la propiedad agraria y el desplazamiento de la mano de obra campesina.
Las consecuencias sociales están íntimamente ligadas con los costos ecológicos. La drástica
transformación de los ecosistemas es una consecuencia visible de los procesos sociales.
La historia de la tierra está ligada a la historia del hombre. La colonización en las tierras
tropicales penetra preferentemente en el bosque húmedo o en las regiones de páramo, ambas
poco aptas para la actividad agrícola. La maravillosa frondosidad y lozanía del bosque tropical
está sostenida por un suelo poco fértil. El ciclo de los materiales orgánicos se mantiene en
la biomasa en una proporción mucho mayor que en los bosques templados. Una vez talado el
bosque, la madera se lleva consigo la fertilidad y el suelo solo podría ser recuperado con altos
subsidios energéticos.
Por su parte la vegetación de los páramos está diseñada como una gigantesca esponja de
absorción de la humedad y la actividad humana puede deteriorar gravemente los ciclos del
agua. Los colonos que generalmente obedecen a procesos espontáneos de asentamiento, no
conocen la fragilidad de éstos ecosistemas, pero difícilmente se les puede exigir una conducta
racionalmente ecológica, si no tienen otra alternativa de subsistencia. El problema de nuevo
no depende de la buena voluntad de los individuos, sino de la orientación del desarrollo y, por
lo tanto, es eminentemente política.

55
EL ORDEN CULTURAL

Lo mismo se puede decir de los procesos de erosión ocasionados por el sobre pastoreo,
especialmente graves en la India o de la salinización de las tierras, preocupante especialmente
en Pakistán. La salinidad, la alcalinidad y el anegamiento cubrían en 1975 un cincuenta por
ciento de las tierras de regadío en los países el tercer mundo. Puede decirse quizás que el
hombre, mientras abre nuevas tierras al cultivo agrícola, va dejando detrás de sí un desolado
manto de erosión. La desertificación avanza a un ritmo preocupante de seis millones de
hectáreas al año y dos mil millones de hectáreas están clasificadas como de alto riesgo.
Por otra parte, la agricultura intensiva, que es sin duda una de las aventuras tecnológicas
más importantes del hombre, lleva consigo sus propios gérmenes de destrucción. Al imponer
el monocultivo, está amenazando la variedad genética y al mismo tiempo, o por esa misma
razón, está fortificando los gérmenes patógenos. Al acortar las cadenas tróficas, desorganiza
las leyes que regulan el equilibrio poblacional de las mismas y se multiplican las especies
que se alimentan del monocultivo y a las que el hombre denomina significativamente con el
término de “plagas”, como si surgiesen espontáneamente del entorno natural. La agricultura
moderna acaba con los controles biológicos y las plagas van creando defensas orgánicas contra
los químicos que vinieron a sustituir a los predadores naturales. Por otra parte, los plaguicidas
infectan las corrientes de agua y cuenca abajo van desorganizando los ecosistemas.
Estas graves consecuencias ecológicas que trae consigo la agricultura intensiva han puesto
en alerta a los países industrializados, sobre todo después de la alarma que significó el libro
de Rachel Carson “La Primavera Silenciosa”. Sin embargo, la revolución verde de los países
en desarrollo tiende a olvidar ésta negativa experiencia y avanza con un optimismo tanto más
ingenuo cuanto que recae sobre suelos más frágiles.
Como puede verse por los análisis anteriores, el problema ambiental visto desde la
perspectiva del desarrollo agroalimentario, no puede estudiarse solamente en términos
cuantitativos. Es necesario tener en cuenta la estructura social de la producción y los límites
ambientales de la misma. Preguntarse cuántos habitantes puede sostener la tierra, sin entrar
en el estudio de estas variables, no pasa de ser un ejercicio académico inútil y muchas veces
perjudicial. La riqueza de la tierra está distribuida en forma desigual, no solo por las leyes del
mercado, sino por las formas sociales de acceso a la propiedad y a la producción.
La saturación proteínica corre pareja con el hambre creciente en los países del Tercer Mundo.
Ni el análisis ambiental ni el estudio de los procesos demográficos deberían olvidar estas complejas
relaciones. Un cálculo frío de la población puede llegar a ser políticamente culpable.

Medio Ambiente y Ciudad

El segundo aspecto que deseamos analizar es el relacionado con la densidad poblacional


urbana. Corresponde a otra manera de preguntarse y de responderse sobre los problemas del
desarrollo y de responder a la pregunta clásica: ¿cuántos habitantes puede soportar la tierra?

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

En el estudio de la densidad urbana se podrá ver igualmente que esta pregunta carece de
sentido, si no se tiene en cuenta la estructura social del asentamiento. No es un problema
solamente de números, sino de articulación de las variables culturales. Hay que preguntarse
mejor, cuántos son los que verdaderamente viven y cuántos los que sobreviven dentro de la
actual estructura del desarrollo urbano.
Con el aumento de la población, su concentración urbana y la intensa explotación del
trabajo, aparece la miseria y los primeros problemas ambientales de la ciudad moderna, como la
insalubridad o el hacinamiento, descritos por Engels, con datos recogidos de los archivos públicos.
Sin embargo, gracias a la concentración del capital, facilitada sobretodo por la explotación
colonial, las ciudades modernas de los países desarrollados pudieron organizarse dentro de un
costoso proceso de planificación urbana que dio como resultado la discreta elegancia de la ciudad
europea, en la que se combina la tradición cultural con las exigencias de la ciudad industrial.
Algo muy distinto viene sucediendo en el desarrollo urbano de los países del tercer mundo
y especialmente de América Latina. El proceso de urbanización de los países industrializados
significó un crecimiento más orgánico, en el momento de expansión de la industria y de la
modernización de la agricultura. La población excedente se volcó hacia las tierras vírgenes de
Norteamérica y en menor proporción hacia otras regiones similares por sus condiciones ecológicas
al continente europeo, que pueden caracterizarse como “nuevas europas”, como son Australia,
Nueva Zelanda y el Cono Sur de Latinoamérica. La industria por su parte se hallaba en expansión
y podía absorber parte de la mano de obra expulsada de la actividad agrícola.
Las circunstancias actuales en los países pobres son exactamente antagónicas. El nuevo
proceso de industrialización robotizada está desplazando mano de obra hacia el sector terciario
o hacia la economía informal. Estas circunstancias han frenado los procesos migratorios desde
los países subdesarrollados, ante las políticas proteccionistas de los países ricos dispuestos a
defender la ocupación de la mano de obra nativa.
En el Tercer Mundo el flujo poblacional que llega a las ciudades no logra ser absorbido
por la producción industrial y pasa a acrecentar la masa de desempleados o las actividades
improductivas del comercio informal. Este sector de economía subterránea llegaba a 11
millones en 1970 y desde ese momento ha venido creciendo sobretodo durante la presente
década. Se calcula que en algunos países puede ser superior al 25% del empleo total. El
CELADE calculaba que el 90% de los inmigrantes a Santiago de Chile no lograban desarrollar
ninguna actividad que les permitiese un mínimo ascenso social.
Todo ello se puede mapificar en el espacio urbano por el crecimiento de los suburbios
tuguriales. Hay muy pocas probabilidades de que este problema se pueda resolver dentro de
los esquemas productivos del actual estilo de desarrollo. Para 1970 se calculaba el déficit de
viviendas urbanas en siete millones en catorce el déficit rural. La sola construcción de las
viviendas necesarias exigiría un porcentaje del PIB que ningún país está dispuesto a invertir,
porque no coincide con las exigencias prioritarias del desarrollo, tal como se le entiende en

57
EL ORDEN CULTURAL

los círculos políticos. Además los grupos marginales crecen a un ritmo que ninguna inversión
alcanzará a cubrir. El presidente del BID calculaba en 1967 en un 15& el ritmo de crecimiento
anual de la margina1idad en algunas regiones.
Para hacer un justo análisis de los problemas ambientales de la ciudad, es necesario, por
tanto, tomar en cuenta la forma como se organiza la centralización urbana, tanto desde el punto
de vista ecológico, como social. Por una parte es necesario analizar las transformaciones de
los ecosistemas inducidas por el crecimiento de los centros urbanos. Igualmente es necesario
considerar la extensa red de captación de excedentes, que articula la ciudad en polos de
crecimiento o de miseria, con muy distintas formas de solucionar o de padecer los problemas
ambientales inmediatos. Como lo expresa la sátira de Juvenal, “solo siendo rico se puede
dormir en Roma”.
Estas pocas reflexiones quizás nos ayuden a comprender que el problema ambiental urbano
no se refleja solamente en la contaminación de los ríos, sino que tiene que ver con la malla
social en la que se construye el que-hacer de la ciudad. Los problemas ambientales no pueden
ser entendidos mientras no se analice igualmente la manera como se ha venido tejiendo la red
de las relaciones económicas y sociales al interior del perímetro urbano y en intima relación
con el entorno rural agrario y con el medio ecosistémico. Lo mismo se puede decir del sistema
de producción alimentaria y en general de las formas agrarias de producción. Con estos dos
ejemplos relacionados con los sistemas agrario y urbano se ha podido confirmar quizás la
tesis desarrollada en los primeros capítulos de esta parte. No es posible entender el problema
ambiental, sin penetrar en las estructuras sociales que hacen posible una determinada forma
de apropiación del espacio.

EL MUNDO SIMBOLICO

Introducción

Hemos visto que la crisis ambiental no es posible entenderla sin comprender las formas
sociales de organización. Todavía más difícil de entender es la relación entre el mundo
simbólico y la crisis ambiental. El impacto sobre el medio proviene no solamente del paradigma
tecnológico, adoptado por cada cultura, o de las relaciones que se establecen en la producción
o reproducción social. Depende igualmente de la manera como la sociedad teje su mundo
simbólico. La red de símbolos es una de las características básicas de la sociedad humana. Es una
red que puede ser trasmitida a través de un sistema codificado, a las generaciones futuras.
El lenguaje y los símbolos son el soporte básico de la producción y de la reproducción
cultural. A través de ellos, cada generación recibe las orientaciones básicas sobre las pautas
de comportamiento. La actitud que asuma frente al medio, dependerá en gran parte de
los moldes culturales recibidos. La ciencia, la filosofía, el derecho, el mito o la poesía son

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

también construcciones culturales. Su estudio es igualmente importante para comprender la


manera como cada cultura se apropia del medio y lo transforma. A través de ellos cada sistema
cultural establece y trasmite las posibilidades o los tabúes que abren o cierran la puerta a la
acción y a la creatividad. Vamos a estudiar, por tanto, en forma muy breve, las relaciones que
existen entre el mundo simbólico y un manejo adecuado del medio ambiente.

Instrumento y símbolo

La capacidad para crear símbolos es posiblemente la característica más aceptada como


prerrogativa de la especie humana. Dobzhansky, Monod y el mismo Wilson reconocen el mundo
simbólico como una forma evolutiva que difícilmente entra en los esquemas del desarrollo
genético. Como vimos, la posibilidad de un lenguaje articulado solamente se consolida con
la aparición del Homo Sapiens hace unos cincuenta mil años. Es el último de los caracteres
culturales que aparece en el proceso evolutivo.
La palabra es el instrumento fundamental de la cultura. Es el relacionador social,
íntimamente vinculado con el instrumento físico. Palabra y herramienta son dos modos
diferentes pero articulados de una misma estructura adaptativa. El instrumento físico exige
la palabra como su complemento necesario. La herramienta ya de por sí es un relacionador
de la experiencia. Como vimos antes, el instrumento sólo llega a serlo en su sentido humano
en el momento en que puede ser utilizado en distintos momentos de la experiencia. Un
objeto es seleccionado y conservado para ejercer una misma función en el tiempo y en el
espacio. Supone la memoria, es decir, la capacidad de abstraer algunos aspectos de la realidad
multiforme y relacionarlos para lograr el objetivo de una actividad consciente y unificada.
Desde el momento en que un instrumento relaciona diferentes momentos de la experiencia,
exige un nombre. La palabra viene a afianzar y a codificar la experiencia técnica del hombre.
La palabra surge, por tanto, como una exigencia de La plataforma instrumental.
El símbolo es por lo tanto, el mapa abstracto que organiza la experiencia técnica y
social. El logos está íntimamente ligado a la techne, tal como lo entendieron los griegos,
para quienes “logos” significa al mismo tiempo acción y pensamiento. La experiencia técnica
incluye la capacidad de relacionar la experiencia y de codificarla en el lenguaje. La técnica
exige la comprensión abstracta de la realidad. Es al mismo tiempo un presupuesto y una
consecuencia de la conciencia.

¿Qué es el mundo simbólico?

Por mundo simbólico entendemos, sin embargo, no solamente la palabra que designa el
instrumento o la acción, sino la compleja estructura del lenguaje que codifica la experiencia
social. Recoge las diferentes miradas culturales sobre el mundo. Sirve tanto para afianzar la

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EL ORDEN CULTURAL

experiencia social como para criticarla. Es al mismo tiempo tradicional e innovadora. Parece
homogénea, pero oculta todas las contradicciones inherentes a cualquier sistema cultural.
Dentro de esta amplia perspectiva, el mundo simbólico recoge las pautas del que-hacer
social, organiza el mundo de los significados en un tejido filosófico, articula el lenguaje
del conocimiento científico y expresa la sensibilidad poética o el relieve de la experiencia
artística. Entendemos por mundo simbólico, por tanto, toda la rica experiencia del hombre,
que recoge en el lenguaje escrito, oral o artístico, las múltiples facetas de su experiencia
cultural. Es el extenso mapa dibujado por una cultura para orientar los caminos individuales.
Sin esta orientación de la geografía simbólica, el individuo no tendría posibilidad de acceso
a las condiciones de vida más elementales ni podría recorrer los complejos y muchas veces
peligrosos caminos de la experiencia cultural.

Los símbolos como vestido social

El mapa simbólico se teje en niveles diferentes. No es un relieve homogéneo y sin


contradicciones. Se asemeja más bien a un extraño paisaje en el que se van resolviendo
progresivamente las contradicciones de la experiencia social. Una de las primeras facetas que
recoge la estructura simbólica en los períodos de formación de una cultura es la relacionada
con las pautas del comportamiento social. El derecho o la ética social es una de las primeras
etapas de las formaciones culturales.
La normatividad social ofrece los cimientos para la reflexión filosófica. La filosofía ha
surgido en muchas ocasiones para definir ámbitos marcados por la normatividad jurídica.
La filosofía viene así a justificar o contradecir las normas aceptadas o rechazadas por la
experiencia social.
De una manera similar las diferentes facetas de la expresión literaria corresponden a
momentos culturales distintos. La épica se organiza como expresión de los sentimientos de
valor, de competencia y de solidaridad en las culturas feudales en las que predomina la guerra
caballeresca. La expresión lírica solo tiene cabida cuando surge la aceptación de la experiencia
personal. La dramática expresa las contradicciones de la experiencia de la libertad frente a
los grandes imperativos naturales o sociales. Es la segunda fase de la lírica.
Esta sucinta enumeración quiere enfatizar la manera como el tejido simbólico, se adapta
al cuerpo social en sus diversos momentos de desarrollo. La literatura, el mito, la filosofía
o las diversas expresiones del sentimiento artístico o literario no son vestidos que se pueda
escoger arbitrariamente en el depósito de la cultura.
Ello se ruede comprender con más claridad en algunos ejemplos históricos. La cultura
racional griega se inicia con, los grande juristas del siglo VII a.C., que reglamentan, en
un período de crisis, la normatividad social. El desarrollo de la colonización, que se inicia
algunos siglos antes, había modificado profundamente las estructuras del comportamiento

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

social y la cultura requería un nuevo vestido jurídico. Las nuevas pautas del comportamiento
social se empiezan a basar sobre los valores defendidos por los comerciantes, antes que sobre
la ética del valor guerrero, que predomina todavía en Homero.
La nueva ética requería, sin embargo, una justificación. El pensamiento filosófico que se inicia
poco después de los grandes juristas va a cimentar y a justificar el ámbito de los nuevos valores
sociales. Crea una nueva racionalidad, una nueva manera de ver el mundo y la sociedad. Heráclito
intenta definir y precisar el concepto de libertad, mientras Anáxagoras establece los códigos para
entender en forma distinta el mundo. La nueva ética de la subjetividad explora igualmente a
través de la lírica, los nuevos caminos de la sensación, al mismo tiempo que cambian los patrones
de la estética. La estatuaria empieza a desprenderse de las masas arquitectónicas.
Este mismo camino de construcción simbólica tiene que recorrer Europa durante la etapa
de los Renacimientos. No era necesario, sin embargo, tejer de nuevo los vestidos simbólicos
para la nueva etapa cultural que se abría con la conquista del Mediterráneo y la renovación
del comercio. Bastaba desenterrar los viejos manuscritos conservados en las bibliotecas
monacales. Humberto Ecco ha evocado con poder sugestivo esta etapa de reconquista
simbólica. Renace el derecho romano y tras sus huellas tiene que renacer Aristóteles para
cimentar el mundo de la nueva polis. La subjetividad lírica de Petrarca no es posible dos siglos
antes ni Boticelli puede coincidir con las grandes Iglesias románicas.
La construcción simbólica es por tanto un complejo tejido que permiten a cualquier
formación cultural organizar el árbol de sus genealogías ideológicas. La ciencia no escapa
a este destino. Aparentemente representa una elaboración objetiva, sin compromisos con
los fantasmas de la cultura. De hecho, es un tejido más en la red compleja de símbolos. Las
categorías científicas se elaboran en el contacto con la experiencia técnica de la praxis social.
Tiene que abstraer sus categorías de la realidad inmediata, del colorido y de la aspereza
contradictoria de la vida diaria. Generalmente la epistemología que subyace a los métodos
científicos, pasa desapercibida. Se piensa con facilidad que se ha llegado al final de las
ideologías y que en adelante imperará la austera objetividad de la ciencia. Esa esperanza
seguirá siendo una ilusión. Toda ciencia tiene sus compromisos con la realidad. La física
fixista de Newton, justamente criticada por Prigogine obedece con igual sumisión a patrones
sociales que las explicaciones biológicas que Darwin toma de Malthus.

Símbolo y medio Ambiente

La manera como el hombre se ha relacionado a través de la historia con el entorno


natural está reflejado, no sólo en las construcciones monumentales o en los instrumentos
de trabajo recuperados por el esfuerzo arqueológico, sino igualmente en sus mitos, en sus
construcciones científicas o en sus condensaciones filosóficas o literarias. El hombre
no solo ha actuado sobre la naturaleza, sino que la ha pensado y solo ha podido actuar sobre

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EL ORDEN CULTURAL

ella, pensándola. En ocasiones se ha defendido de ella, no sólo construyendo diques, sino


estableciendo tabúes u organizando filtros ideológicos. Para acceder a ella o transformarla,
ha tenido que construir teorías, como ha construido igualmente herramientas. Explorar las
máscaras ideológicas del hombre no significa solamente penetrar en su conciencia falsificada,
sino igualmente en sus buenas intenciones. Para comprender las relaciones de las sociedades
con el medio, es tan importante analizar los hechos, como estudiar las teorías.
Ya en el lenguaje crítico del mito se encuentran escondidas las relaciones de las culturas
primitivas con el medio ecosistémico. El mito no es solo una larga letanía de fábulas
inventada por las culturas primitivas. Contiene una primera aproximación a la naturaleza,
que desde el punto de vista ambiental, impacta por su cohesión y su forma articulada de
comprender las relaciones entre naturaleza y cultura hasta el momento se han realizado muy
pocos esfuerzos por descifrar el lenguaje del mito desde el punto de vista ambiental.
Los reflejos más antiguos de esta larga historia del hombre, se encuentran conservados de
maneras diferentes en la memoria mí tica. Algunos acontecimientos impactaron con especial
vehemencia la imaginación y se conservaron en muchas tradiciones. Entre ellos, la conquista
del fuego, como instrumento de transformación del medio y el hallazgo de la agricultura. El
paso a la actividad tecnológica, que significó la transformación de los medios ecosistémicos
a través del trabajo, es reflejado por la mentalidad mítica, como el efecto de un castigo que
destierra al hombre de los paraísos primitivos. El paraíso puede ser asimilado fácilmente a las
condiciones naturales verdaderas e soñadas, de las cuales se desprende la especie humana a
través de la actividad instrumental. En esta forma, la mayoría de los mitos percibe la historia
como un proceso regresivo desde una realidad original, que se considera como prototipo de la
perfección y de la cual el hombre ha sido desalojado por una fuerza superior.
La aparición de los imperios agrarios trae consigo por igual una radical revolución en
las tradiciones simbólicas. En el momento en que el hombre se asegura un espacio urbano
independiente, se replantea el concepto del orden. El mundo natural empieza a ser considerado
como un espacio caótico que es necesario organizar a través de las grandes obras hidráulicas.
El verdadero orden es la nueva racionalidad urbana o las inmensas obras de desecación o
de conducción de aguas. Los dioses imitan de cerca los nuevos gustos urbanos. Marduk,
que simboliza el nuevo orden, triunfa sobre Tiamat, creador del mundo caótico primitivo.
Urubaba, el protector de los bosques, es asesinado, con la complacencia de ambos. El mundo
ecosistémico, con su regulada armonía orgánica, queda relegado como un penoso recuerdo
primitivo. El paraíso inicial se convierte en caos.
Durante milenios, el hombre cambió los tinglados de la escena mítica, pero permaneció
fiel a los compañeros divinos que nacían y morían en el escenario de la historia, al vaivén
de los avatares humanos. Era difícil prever que el nombre se despojase de pronto del manto
acogedor del mito y se reinstalase en su propia dimensión natural. No era fácil abandonar a
los compañeros de teatro y quedarse solo, desterrando para siempre a los dioses del paraíso

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

terreno. Era más difícil todavía afrontar el desafío de sus propias responsabilidades, sin
refugiarse en la protección continua de los personajes imaginados. ¿Cómo despojar, por
otro lado a la naturaleza de su vestido mítico? ¿Cómo desalojar de los bosques a las ninfas
protectoras o mirar al sol como una piedra incandescente?
La importancia de la cultura griega consiste en haber dado el paso del mito al pensamiento
“racional”. Su mérito histórico es haber intentado desterrar, por primera vez en la historia,
a los compañeros de escena, que habían acompañado hasta entonces la aventura humana.
Este paso va a tener una honda repercusión en la manera como el hombre enfrenta en el
futuro las relaciones con el mundo “natural”. De ahí la importancia de comprender, desde la
perspectiva ambiental, el significado de la racionalidad griega. Puede decirse que el hombre
todavía, y a pesar de la revolución industrial es el heredero de la tecnología del neolítico y
de los instrumentos simbólicos construidos por los griegos.
Prácticamente todas las formas del pensamiento, con las cuales el hombre enfrenta el análisis
de la realidad, fueron descubiertas por los griegos. Ellos organizaron el derecho en su significado
actual, construyeron el análisis filosófico, plantearon las primeras hipótesis sociológicas,
analizaron el lenguaje, forjaron los instrumentos para comprender la historia y, elaboraron,
por último, esos instrumentos analíticos que posteriormente recibieron el solemne nombre
de ciencia. No se contentaron sin embargo, con elaborar los métodos de análisis “racional”.
Recorrieron por igual prácticamente todos los caminos simbólicos de la literatura y el arte.
Esta forma “racional” de pensar la realidad significó una nueva forma de mirar la naturaleza
y de plantearse la relación con ella. Significó ante todo la desacralización del cosmos y
el estudio de los fenómenos naturales, como elementos manejables y, por consiguiente,
controlables. El pensamiento racional significa, por tanto una desacralización no solo del
mundo, sino igualmente de la tecnología. El manejo tecnológico pasa a ser un fenómeno
intramundano, sujeto a control y medida, de la misma manera que lo es la realidad exterior.
Anaximandro describe ya el cosmos en términos absolutamente profanos. Los cuerpos
celestes son simples discos de fuego. La tierra flota sin necesidad de sostén. El viento es una
corriente de aire movida por el sol. La conclusión de estos planteamientos la sacará un poco más
tarde Heráclito. “Este mundo no lo hizo ninguno de lo dioses ni de los hombres, sino que es y será
un fuego eternamente viviente, que se enciende según medida y se apaga según medida”.
Una naturaleza desacralizada y un hombre libre son los dos polos de la nueva relación.
La libertad y la razón intramundana se mantendrán hasta hoy como los instrumentos teóricos
más importantes de la nueva cultura. En esta forma, el hombre acaba por desligarse, por
el sutil puente de la libertad, del mundo de las relaciones con el mundo. El construye su
propio destino. Este es posiblemente el principio cardinal que orientará el comportamiento
del hombre en su aventura tecnológica. Los griegos abrieron el camino para comprenderlo o
lo forjaron como un instrumento de dominio. El concepto de que el hombre es la medida de
todas las cosas, como lo expresaba Protágoras, significa que el conjunto del mundo natural

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EL ORDEN CULTURAL

no tiene ninguna significación fuera de el hombre o que la articulación del cosmos culmina
en la acción del hombre. Bajo este principio se justifica cualquier transformación del medio
natural. Esta tesis representa al hombre prometéico, conquistador y transformador a su
acomodo del mundo ecosistémico.
Sin embargo, los griegos construyeron también los conceptos que señalan el límite de la
libertad. Cualquier acción que sobrepase o atente contra la armonía universal será rechazada,
no por una voluntad externa, sino por la eficiencia misma del orden. El hombre no puede
atentar contra el orden natural, porque Némesis lo volverá necesariamente a sus límites. La
desmesura del hombre no puede exceder los límites que le impone el orden universal. Este
juego dialéctico entre Hibris o desmán humano y Némesis, significa, por tanto, un principio
antagónico a la dicotomía entre Fisis y Nomos, establecida por los sofistas.
Con Platón y los estoicos, sin embargo, triunfa el pesimismo radical sobre la existencia
terrena del hombre, el desprecio del mundo natural y sensible e igualmente una actitud
decepcionada sobre la justicia política que se transmitirá a través de la visión neoplatónica
de los primeros filósofos cristianos. Dentro de esta concepción pesimista del mundo material,
la sensibilidad ocupa en la jerarquía de los seres un lugar despreciable, porque coloca al
espíritu en contacto con la materia degradada. Los objetos del mundo sensible son, conforme
a la expresión de Marco Aurelio, “dignos de desprecio, sórdidos, caducos y precereceros”.
La visión característica del pesimismo místico de Platón y la cosmovisión heredada de
las antiguas cosmogonías babilónicas que predominó durante la Edad Media, entra en crisis
durante el período de los Renacimientos. El renacimiento del derecho romano durante el
siglo XII, que fue seguido por la consolidación del pensamiento aristotélico durante el siglo
XIII se acoplaba mejor que la tradición platónico-agustiniana a las tendencias individualistas
implantadas por la burguesía comercial. Durante los siglos posteriores renacen las tradiciones
artísticas y literarias que pasan de la figuración jerárquica del mito, propias de la sociedad
guerrera del feudalismo, a la expresión del sentimiento individual.
El hombre empieza a ser concebido de nuevo como un transformador del mundo natural.
En él concluyen todas las ramificaciones ocultas o visibles del cosmos. Es la síntesis y al
mismo tiempo el arquetipo de la naturaleza. Sus posibilidades creadoras no le vienen del
fantástico mundo de las ideas, sino de su propia inminencia personal.
El hombre, al mismo tiempo que resume todas las perfecciones del cosmos, no está
limitado por ninguna de ellas. Su mejor definición está condensada en la expresión de Nicolás
de Cusa: El hombre es lo infinito contraído a las dimensiones humanas. Su destino permanece
abierto. “A ti, Oh Adán, no te asignamos un lugar fijo ni un patrimonio exclusivo” (Pico de la
Mirandola). Adán se convierte en la figura del nuevo Prometeo. Transforma el mundo natural
y al mismo tiempo se crea a sí mismo. No está sometido a la naturaleza, porque no es la
naturaleza quien lo plasma. Él es su propio y arbitrario artífice, de acuerdo a la definición de
Pico de la Mirandola.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Sobre estas bases se construye el pensamiento moderno. El período de la ciencia


clásica, por concederle este título amorfo, que se ha implantado ya en la historiografía, se
extiende desde la aparición del libro de Copérnico, hasta la síntesis de Newton. Cubre las
grandes, síntesis científicas, como también la aparición de los grandes sistemas filosóficos: el
racionalismo cartesiano y el empirismo.
Por una parte el empirismo se desembaraza no sin dificultad de los impedimentos ideológicos
de la tradición metafísica que no había logrado desterrar el pensamiento renacentista. La nueva
ciencia necesita un nuevo Organum, o una nueva lógica, despejada de prejuicios, sencilla y eficaz. El
empirismo no se detiene en contemplaciones ni en equilibrios contemporizadores. El racionalismo,
en cambio, descubre con temor los velos ideológicos que cubren la desnudez del hombre.
De todos modos, la nueva visión del mundo desemboca en un antropocentrismo intelectual
que Locke define en las primeras líneas de su Ensayo sobre el Entendimiento: “Puesto que el
entendimiento es lo que coloca la hombre por encima de todos los otros seres sensibles y le
da la ventaja y el dominio que tiene sobre ellos, resulta un objeto digno de nuestro esfuerzo
analizar su noble naturaleza”.

Mundo simbólico y ecosistema

Lo importante desde la perspectiva ambiental es entender la manera como se relaciona el


mundo simbólico con la naturaleza. Ello supone, dentro del modelo que estamos desarrollando,
por lo menos tres tipos de análisis. Ante todo, la manera como el mundo ecosistémico entra a
configurarse en la red de símbolos. Podría hablarse en primera instancia de una determinación del
medio sobre los sistemas simbólicos. El segundo aspecto que interesa analizar es la manera como
los símbolos, una vez formados, influyen en el manejo del medio. El tercer nivel analítico, que
es el que estamos viviendo ahora de manera más acuciosa, se refiere a la manera como el mundo
desestabilizado por la actividad humana, exige un cambio en la estructura de los símbolos.
Ejemplos de estos tres niveles de análisis es encuentran fácilmente en la historia,
si se aprende a interpretarla con una mirada ambiental. Ante todo la determinación del
medio físico sobre las construcciones simbólicas. Basta remontarse a las cuevas paleolíticas
o a cualquier etapa del desarrollo artístico para encontrar la naturaleza inmediata hecha
símbolos. Sin embargo, la interpretación de la naturaleza por el arte o por la literatura sigue
los complicados meandros de la formación cultural. Ello significa que la naturaleza no se
expresa en el mundo simbólico de una manera inmediata. La apropiación de la naturaleza
está mediada por la manera como se tejen las relaciones sociales y los símbolos reflejan
directamente los intereses o desintereses de la cultura.
El análisis, por tanto, de este primer nivel, no es sencillo. Difícilmente podemos encontrar
retratadas en el mundo simbólico las funciones primarias que cumplen las especies en el
mundo ecosistémico. Plantas y animales pasan por el prisma de la sociedad. La cobra es

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EL ORDEN CULTURAL

venerada en la India por que se dice que en un día insolado cubrió al Buda con su cofia y el
Hanuman (Pithecus entellus) porque le ayudó a Rama a conquistar la Isla de Ceilán de allí robó
el fruto del mango, para deleitar las poblaciones indias.
El elevado rango de estima por los halcones en Francia está estrechamente relacionado
con la importancia nobiliaria de la cetrería. El ratón, en cambio, que se acomodó como
parásito en la vida del hombre desde el neolítico, ha tenido que sufrir el desprecio social. El
gato solamente toma prestigio en Europa desde la aparición de la rata negra en el siglo XIII.
En cambio los carroñeros no siempre han recibido el maltrato cultural que los envilece en la
cultura moderna. El buitre blanco de Egipto(neophron) era venerado por su labor permanente
de limpieza y algo similar sucedía con el cóndor en el Imperio Incaico. El recuerdo de la lucha
contra los grandes predadores está asociado al prestigio social.
El segundo nivel de análisis es de gran importancia para el estudio ambiental. Se trata
de definir la manera como las formaciones simbólicas influyen en el manejo del medio.
Algunos ejemplos saltan a la vista. El derecho romano basado en el “ius utendi et abutendi”,
o sea, en el derecho no solo de usar, sino de abusar del medio natural una vez que ha pasado
a ser propiedad privada, ha sido, sin duda, uno de los principales factores de deterioro
ambiental del mundo moderno. Introducir los límites ambientales al derecho de propiedad
es, sin duda, una de las revoluciones ideológicas más importantes que estamos presenciando.
Logró introducirse, no sin discusión, en la nueva constitución colombiana.
La historia del pensamiento se puede revisar desde esta perspectiva. Los símbolos
forman una compleja trama que condiciona el comportamiento social. Muchas de las primeras
leyes tienen un carácter ambiental. Los tabúes míticos obedecen en ocasiones a medidas de
protección del medio.
El último nivel de análisis es quizás el más difícil de comprender, pero es algo que está
sucediendo en nuestro medio. Cuando se habla de la necesidad e introducir la perspectiva
ambiental en los métodos científicos de las distintas ciencias se está admitiendo que la crisis
ambiental moderna tiene que transformar no sólo el paradigma tecnológico, sino igualmente
esos nichos predilectos del hombre, que son sus ideas.
La revolución ideológica que apenas se inicia, irá, sin duda, mucho más lejos de lo que
alcanzamos a percibir con la mirada miope de la actual perspectiva. Es una revolución que
tendrá que abarcar la totalidad del mundo simbólico, desde las ciencias naturales hasta los
templos sagrados del hombre. Las ideologías, sea cualquiera su nivel, que no se adapten a las
exigencias de la vida, serán barridas de la historia.
Ello ya ha sucedido en múltiples ocasiones. Algunas de las revoluciones ideológicas de
la historia humana tienen un trasfondo ambiental. El neolítico barrió con los antiguos dioses
ociosos de los cazadores, que fueron reemplazados por los símbolos de la fertilidad. La tierra
pasó él ser el centro de atención simbólica, desplazando a Uranos y a los dioses astrales. Se
identifica con el poder materno, que conservó su preeminencia en las culturas protoagrarias.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Las diosas gobernaban en el cielo, de la misma manera que las madres orientaban la tradición
cultural en la tierra. El dios solar cede su paso al calendario lunar.
El predominio simbólico de la fertilidad femenina también tuvo su fin. Fue un final trágico.
Zeus y los nuevos dioses masculinos, basados en el dominio guerrero del hombre, invadieron
los santuarios y desterraron a sangre y fuego los viejos ritos de la fertilidad y de la poliandria.
Atenas, que era una de las antiguas diosas de la fertilidad tuvo que nacer de nuevo de la cabeza
de Zeus, para significar que la inteligencia era una prerrogativa masculina. Las rebeldes,
como Diana o Dafne tuvieron que vivir alejadas de la ciudad o acabaron convirtiéndose en
árbol. El nuevo dominio de la naturaleza, presidido por el arado y por el caballo extendió la
cultura machista a lo largo del planeta. Hoy apenas vivimos sus restos. Como lo ha planteado
con claridad Boukchin, el predominio económico, político y simbólico del hombre sobre la
mujer es uno de los rezagos de le antigua civilización que está apenas agonizando.

EL PREDOMINIO ECONÓMICO , POLÍTICO Y SIMBÓLICO

DEL HOMBRE SOBRE LA MUJER ES UNO DE LOS REZAGOS

DE LE ANTIGUA CIVILIZACIÓN QUE ESTÁ APENAS AGONIZANDO .

BOUKCHIN

La revolución simbólica de los Upanishads que preside la cultura oriental moderna, también
tiene un trasfondo ambiental. Fue una revolución casi exclusivamente simbólica, que trastornó
totalmente los cimientos de la cultura aria de los Brahamanes. Los neolíticos del Indo y del
Ganges habían llegado a sus límites ambientales. El exceso de población, que superaba ya
los límites del paradigma tecnológico vigente, se manifestaba en la elitización de la dieta
proteínica. Los Upanishads empiezan a predicar su revolución ideológica desde los montes.
Sus ideas eran sencillas: la cultura se debe basar sobre el principio fundamental de que toda
vida es sagrada. Las ventajas e inconvenientes de este vestido cultural que ha acompañado
al hombre oriental durante dos milenios se pueden observar fácilmente en la dificultad para
adaptarse al desarrollo moderno.
Estamos quizás ante un momento similar, sólo que todavía no suficientemente percibido.
Queremos seguir acariciando nuestros viejos fantasmas. La revolución simbólica que está
empezando acabara sin embargo por desalojarlos de los nichos de la cultura. ¿Cómo serán
los nuevos vestidos ideológicos? Ya empiezan a transformarse pausadamente las normas
jurídicas. Es el primer paso de todo proceso simbólico. Las nuevas pautas sociales exigirán
a su vez una nueva filosofía que sustente el andamiaje social. La filosofía tiene aquí su
compromiso histórico. No existe otro. Hay que reinterpretar el lugar del hombre dentro del
sistema de la naturaleza. Es necesario construir la filosofía del hombre dentro del sistema de
la naturaleza. Los compromisos de la antigua alianza kantiana no podrán impedir la formación
de un pensamiento ambiental.

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EL ORDEN CULTURAL

Las ciencias igualmente necesitan cambiar de traje. Se requiere una ciencia que permita
entender y manejar los sistemas y no sólo explotar los recursos. La biología y la química
tienen todavía mucho que aprender de la ecología. La manera sistémica como la ecología ha
comprendido los equilibrios y desequilibrios de la vida no basta sin embargo, para entender el
mundo humano. Las ciencias sociales tienen que entrar desde su propio campo en diálogo con la
ecología. Solamente en el esfuerzo de un trabaje interdisciplinario se podrán encontrar los nuevos
modelos de interpretación y las nuevas fórmulas para el logro de una cultura adaptativa.

CONCLUSIÓN: HACIA UN MODELO DE INTERPRETACION AMBIENTAL

De lo estudiado hasta el momento se pueden deducir los elementos para la construcción


de un modelo de interpretación ambiental, que evite tanto el reduccionismo biologista,
como el sobrenaturalismo de las ciencias sociales. Concluiremos por lo tanto, con una breve
explicación de dicho modelo.
Ante todo, se reconocen dos órdenes como realidades diferentes. Tanto el ecosistema
como el orden cultural tienen sus propias leyes de funcionamiento. En ello consiste el
problema ambiental. Si el hombre se tuviese que adaptar cumpliendo una función dentro del
ecosistema, no habría problemas ambientales. El ecosistema no tiene problemas ambientales
en el sentido moderno del término. Lo ambiental como problema surge del hecho de que la
especie humana no ocupa ningún nicho específico dentro del ecosistema.
El hecho de que la especie humana haya logrado una cierta independencia en relación a las
leyes del ecosistema no debe interpretarse como un don de los dioses, sino como el resultado
del proceso evolutivo. Los cambios sufridos por la evolución desde hace tres millones de años
condujeron a la organización de una forma de adaptación diferente, que ya no se realiza a
través de los cambios orgánicos, sino con base en una plataforma instrumental creciente. Eso
es lo que significa la historia como etapa evolutiva.
A pesar de que el hombre ha sido arrojado del paraíso ecosistémico, tiene que construir
cultura transformando dicho medio y construyendo nuevos equilibrios, que hemos llamado
“tecnobiológicos”. La creación de una cultura no puede prescindir de las transformaciones
del medio ecosistémico. La historia se hace con animales y con plantas. Aunque no pertenezca
al ecosistema, el hombre sigue amarrado a la naturaleza. Es una etapa de la evolución natural.
La relación entre Ecosistema y Cultura no se da solamente a través de la técnica, sino que
involucra igualmente la manera como los hombres se relacionan entre sí. La relación con la
naturaleza está mediada por la relación entre los hombres. Involucra también la red simbólica
con la que se teje y se transmite la cultura.
La relación del sistema cultural con los ecosistemas se da por lo menos en tres fases que
pueden ser diferenciadas teóricamente, aunque en la práctica estén íntimamente ligadas.

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AUGUSTO ÁNGEL MAYA

Ante todo habría que reconocer una primera relación “A” que va desde el Ecosistema a
los sistemas socioculturales. Ello significa que la cultura como estrategia adaptativa, tiene
que ajustarse al medio externo. Una cultura de tierra árida es diferente a una construcción
en medio de la selva húmeda.
La segunda relación “B” va desde el sistema cultural hacia el ecosistema. Podemos
llamar a ésta la relación de impacto. Ello significa que toda cultura, en el proceso mismo de
formación transforma el medio ecosistémico.
A la tercera relación “C” le podemos dar con los griegos, el nombre de NEMESIS. Es la
venganza de la naturaleza, contra culturas no adaptativas. Cuando una cultura ha traspasado
los límites, los impactos ambientales empiezan a presionar el sistema cultural para que cambie
o desaparezca. Cuando el sistema cultural no logra encontrar el camino para modificar sus
conductas erráticas, la naturaleza lo sepulta en el cementerio de la historia.
Para entender el problema ambiental hay que comprender, tanto el ecosistema, como
los modelos culturales construidos sobre la transformación de la naturaleza. El modelo de
interpretación ambiental tiene que ser, por tanto, necesariamente interdisciplinario. La
interdisciplina no es un simple lujo académico o una afición pasajera. Es el instrumento
teórico que requiere la construcción de una sociedad ambiental.
Pueda ser que al llegar a las páginas finales de este ensayo podamos comprender mejor la
crisis ambiental y aportar soluciones eficaces. Estas no son solamente de orden tecnológico.
Es posible que la crisis ambiental nos obligue a cambiar de piel y a construir una nueva
cultura. Ante la presencia de un problema ambiental la primera solución suele ser de orden
técnico. Ello significa que la tecnología tiene una gran versatilidad y capacidad para ampliar
los márgenes de adaptación del sistema cultural.
Sin embargo, la solución técnica no siempre ha estado a la mano para superar las crisis
ambientales. Cuando un sistema cultural se siente acorralado por la falta de soluciones
técnicas, se ve en ocasiones abocado a modificar sus formas de organización social y sus
estructuras simbólicas. Este es quizás el caso de la crisis actual.
La evolución histórica no es una línea continua de ascenso. No ha sido así, por lo menos,
en la historia pasada. El desarrollo puede verse y se ha visto muchas veces frustrado por los
límites ambientales que lo acechan desde fuera. La crisis ambiental no significa necesariamente
la catástrofe, pero sí posiblemente transformaciones profundas no sólo en los instrumentos
técnicos, sino también en las formas de entender la sociedad y en los símbolos que aglutinan
a los hombres.
Para entender la crisis ambiental actual es indispensable analizar no solamente los
problemas de orden físico o biológico, sino igualmente las articulaciones que conforman el
sistema social. Las soluciones no pueden ser solamente de orden técnico. Es indispensable
repensar la sociedad en su conjunto. No es el primer cambio de piel que ha tenido que sufrir
el hombre a lo largo de su historia.

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EL ORDEN CULTURAL

Hemos recorrido el difícil camino de entender en qué consiste la crisis ambiental. Esa
dificultad surge principalmente de la entraña misma de la filosofía y de la ciencia moderna. Los
caminos simbólicos del hombre se han alejado tanto de las raíces naturales que es difícil tornar a
ellas. Difícil, pero no imposible. El pensamiento moderno se ha extraviado siguiendo la aventura
del hombre prometéico. Un hombre que se ha pensado sin fronteras naturales para su acción y
que ha visto. En la naturaleza un simple depósito de mercancías para su propio desarrollo.
La aventura del hombre moderno es, sin embargo, maravillosa. Como nuevo Prometeo,
ha basado la revolución industrial en nuevas fuentes de energía. Arrancó a la tierra la fuerza
que no había sido utilizada por los procesos evolutivos y que permanecía acumulada en
cementerios milenarios. Logró sintetizar de nuevo en sus laboratorios la energía primordial
que enciende a las estrellas. Venció las distancias e hizo del planeta una patria común,
atravesada instantáneamente por su información y su presencia.
Tenía alguna razón el hombre al pensarse omnipotente. Como lo describió Nicolás de Cusa,
el mismo era “el infinito, contraído en dimensiones humana”. Con esta convicción inventó sus
códigos de dominio. Desde el siglo doce renovó el principio del derecho romano que le permitía
“usar y abusar”. Y usó y abusó, no sólo de la naturaleza, sino del hombre mismo.
El desarrollo moderno está dejando detrás de su deslumbrante aventura, un planeta en
agonía y en él a un hombre cada vez más dividido entre la opulencia y la miseria. Esté es la
otra cara del desarrollo, que de pronto se ha hecho visible con la crisis ambiental. También
la carrera del hombre tiene sus propios límites y ellos están marcados por los límites mismos
de la naturaleza. Después de volar con sus alas artificiales, como Ícaro, el sol ha acabado por
derretir las ilusiones, construidas con cera frágil.
Ello no significa quizás la muerte del universo o el final de ese maravilloso camino de la
evolución. Puede, sin embargo, significarlo. Es más posible tal vez que doblegado por la crisis,
el hombre se encuentre de nuevo con sus raíces naturales y vuelva a ser parte del universo y no
solamente un conquistador aislado. Esa es la revolución epistemológica y cultural que plantea la
crisis ambiental moderna y que se ha querido poner de manifiesto en estas páginas.

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