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Todos los grupos sociales, desde la nobleza de sangre a las clases populares,
acabarán coincidiendo en la necesidad de estabilidad, paz y orden social: La nobleza y
la Iglesia habían mantenido su oposición a la revolución de las clases medias y del
pueblo; el ejército sufrirá un cambio de posicionamiento ideológico, asumiendo, en
nombre propio, una actitud socialmente conservadora; las clases medias, que habían
prestado una amplia adhesión de la revolución del 68, no superaron los acontecimientos
del 73 y 74. La necesidad de estabilidad prevalecerá sobre las ideas y las utopías.En
cuanto a las clases populares, por un lado no se consiguió una identificación real entre
las clases trabajadoras y el régimen democrático de la revolución y, por otro lado, la
represión que siguió a la derrota de los focos cantonales significó en España un
considerable retroceso en el papel de las clases populares y trabajadoras como fuerza
política activa, pero sus dirigentes, si aspiraban a una integración dentro del orden
político. Pero esto fracasó en el sexenio y la Restauración tampoco quiso darles cabida.
Sobre este contexto, van a operar los tres motores principales del cambio: el partido
alfonsino, el mundo de los negocios y de los grandes intereses económicos y el Ejército.
En primer lugar está lo que podemos llamar “partido alfonsino”, acaudillado por
Cánovas del Castillo; en su opinión hay que restaurar un conjunto de cosas que estima
esenciales: la monarquía como institución consustancial con la historia de España,
vinculada a los Borbones; un régimen representativo, pero no en su versión democrática
y la defensa de la propiedad y del orden social tradicional.
Tras la abdicación formal de Isabel II, un nuevo partido liberal conservador deberá
encuadrar las fuerzas sociales antes representadas por el partido moderado y la Unión
Liberal; las fuerzas provenientes del progresismo, la democracia, e incluso del
republicanismo, que aceptaran los principios arriba mencionados podrían constituir una
alternativa de poder que diera lugar a un bipartidismo estable; era preciso acabar con el
pronunciamiento como instrumento de cambio político. La nueva monarquía debería
basarse en el poder civil.
El mundo de los negocios colaboró prestando apoyo financiero a la causa de la
Restauración.