Sie sind auf Seite 1von 33
Poema Fragmentos y tradicion textual Edicion y traduccion de Alberto Bernabé Introduccién, nolas y comentarios de Jorge Pérez de Tudela Epilogo de Néstor-Luis Cordero Edicion bilingiie Coleccién Fundamentos n* 228 Setie Agora de Ideas, dg por Flix Duque Maqueta de portada Sergio Rar Disefio interior y/o cubierta: RAG Para la preparacidn del testo y de la traducci6n, el autor ba contado con la financiacidn de un Proyecto de Investigacién Consolider C (HUM2006-09403) Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el articulo 270 del Cédigo Penal, podran ser castigados con pena ‘de muita y privacin de libertad quienes teproduzcan sin la preceptiva autorizacién o plagien, en todo o en parte, una obra literaia, anistica o ciemtifica, fijada en cualquier tipo de soporte. © de la edicién, taduccién y notas al texto griego, Alberto Bemabé, 2007 © de la introdueci6n, notas y comentarios, Jorge Pérez. de Tudela, 2007 © del epilogo, Néstor-Luis Cordero, 2007 © Ediciones Istmo, S. A. 2007 Sector Foresta, I 28760 Tres Cantos Madrid - Espana Tel: 918 061 996 Fax. 918 044 028 www.istmo.es ISBN: 978-84.7090-358-8 Depésito legal: M-31403-2007 Impresin: Ferndndez Ciudad, S. L. Pinto (Madrid) Impreso en Espatia / Printed in Spain {NDICE en mei anda 35 NOTAS A LA TRADUCCION 4 NOTICIAS SOBRE PARMENIDES « 45 NOTICIAS SOBRE LA VIDA DE PARMENIDE! 45 NOTICIAS SOBRE LA POESIA DE PARMENIDES ..... 51 Norictas Soper La pacrriva DE Parw@fines 5 OTRAS REFERENCIAS ANTIGUAS ... COMENTARIO A LOS FRAGMENTOS DE PARMENIDE’ BIBLIOGRAFIA EpiLoco por NEsToR-LuIs CORDERO Copyrighted material INTRODUCCION Fragmentos trastocados de un mosaico sin remedio Suele acudirse a veces, en materia de filosofia antigua, a una eficaz comparaci6n: reconstruir un todo verbal no es nada dist to, en el fondo, a rehacer estatuas, templos 0 créteras que sélo nos han Hegado de forma trunca o parcial. 1a analogia es poten- te, y muchos argumentos obran en su favor: al igual que el ar- quedlogo, el intérprete, y mAs el editor de textos transmitidos sin unidad, se ve por fuerza abocado a suponer una imagen global de sus materiales que en realidad falta, pero que siempre cabe pro- yectar aceptando ciertas reglas de armonia o cohesién. Contem- plada de este modo, la tarea de devolver un énfora a la vida no parece, pues, tan alejada del trabajo de alzar de nuevo las co- Tumnas y el frontén de eso que Nietzsche llam6 «el mas enterra- do de todos los templos griegos»!, a saber, la filosofia, sobre todo de aquellos autores que él denominé preplat6nicos, y que noso- tros conocemos hoy con el nombre de presocriticos Ahora bien, si se examina mas de cerca, el simil comienza de inmediato a insinuar sus limites. Y es que, por semejantes que sean sus acciones, hermeneula y arquedlogo se las ven con elementos LE Nietzsche, Fragmentos péstumos. Una seleccidn. Edicion de Glinther Wohlfart. Traduccién de Joaquin Chamorro Mielke, Madrid, Abada, 2004, p. M4. que bien pueden no surgir del mismo modo, y que, en conse cuencia, pueden reclamar de sus manipuladores un tratamiento critico peculiar. En efecto: en la mejor de las situaciones, quien se apreste a recomponer un nfora desbaratada, sepultada desde hace siglos y hoy vuelta a traer a la luz, siempre podra contar con los nitidos pedazos, limpiamente identificados, que arroje tras Purificarse el entomo protector de aquélla; entomno de conserva- cién que, sin duda, puede ser crucial a 1a hora de definir aspectos culturales de indudable interés, pero que, en principio, poco o na- da aportard al problema estricto de la reconstruccién, Muy dis- tinta, por el contrario, ser la posici6n de quien trate, primero, de editar, y mas tarde de interpretar, textos provenientes de aquel tiempo de nuestra énfora. Porque aqui, y a no ser que se dispon- ga de una inscripcién en material resistente, la esquirla verbal del organismo que se ha de remodelar se inserta habitualmente, per- dida ya hace mucho la imagen del todo, en artefactos mas ex- tensos, si, pero tan verbales y por ende inciertos como pueda serlo aquél: largas ristras aglomeradas de signos, en euyos pro- pios temibles bajfos tampoco es tan extraiio que embarranque el erudito. En este orden de consideraciones, el caso general de los fildsofos presocriticos, asi como el particular del fil6sofo Parmé- nides, tiene mucho de ejemplar. Efectivamente, aun en el mas que improbable caso de que alguna copia completa de sus textos haya logrado sobrevivir, ninguna de esas supuestas copias se encuen- tra hoy en dia a nuestra disposicién. Y contamos, de este modo, tan slo, si es que se pretenden leer sus palabras pretendidamen- te «originales», con el mas que movedizo apoyo de esos otros au- tores ~Arist6teles, Sexto, Simplicio, Teofrasto, Plat6n, Plotino, Proclo, ciertos Padres de la Iglesia... que juzgaron oportuno re- cogerlas en sus propias obras, transmitiéndolas asi por partes a la posteridad Se afirmaré, pese a lo dicho, que es esta tiltima circunstancia Ja que despeja, en lo posible, un panorama de investigacion tan oscuro como el trazado. Pero tampoco este expediente logra en realidad resolver sin mas todas las dudas, No s6lo por el bien co- nocido hecho de que, en no pocos casos, entre la fuente escrita cuya autoridad se invoca y la probable confeccién de un poema como el de Parménides se extiendan todas las incertidumbres de un milenio completo de avatares hist6ricos. Dificultades como éstas bien podrian solventarse si las ediciones que nos sirvieron 6 Y nos sirven el tenor de tales obras secundarias (secundarias con Tespecto al objeto de nuestro estudio, no por lo que hace a su va- Jor particular) se presentaran ante nosotros con todas las garan- tias y la simple fe que pudiéramos depositar en una tarea critica impecable, inatacable, firme. Quienquiera que se asome, sin em- bargo, a la historia de la confeccién de tales ediciones criticas —y hasta de ediciones universalmente tenidas por «candnicas»—ten- dra pronto motivos para despertar, si alguna vez cay6 bajo su in- flujo, de semejante suefio dogmatico. Pues parece la evidencia misma, y citamos tan s6lo un ejemplo, que el pensamiento par- menideo arribado a nuestras costas de fa mano del Estagirita trae angjo el marchamo de fiabilidad de una edici6n de referencia como Ja que Immanuel Bekker y otros compilaran, entre 1831 y 1870, para la Academia de Ciencias de Berlin. Y resulta no menos evi- dente, en apariencia, que la titénica labor desarrollada primero en 1903— por Hermann Diels y luego desde 1934~ por Walther Kranz. con miras a reunir en tres voltimenes Die Fragmente der Vorsokratiker* (Los fragmentos de los presocrdticos; advertimos que, en adelante, y tanto en texto como en notas, se utilizard el asterisco [*] al final de la mencién de un autor o texto para indi- car que la obra referenciada se cita por extenso en la Bibliogra- fia final) representa un hito insuperable de la ciencia filoldgica, del que s6lo cabe esperar satisfacciones, Certezas como las men- cionadas han constituido hasta anteayer un zécalo comtin del edi- ficio investigador. Para la conciencia critica actual, en cambio, son pocas ya las convieciones de ese jaez que atin pueden mante- nerse en pie. Y es que se impone progresivamente la urgencia de revisar, por venerable que nos parezca, ese ctimulo enorme de de- cisiones, voluntarias o involuntarias, que marcan inevitablemente las apuestas de cada editor. Fue asf como vino a producirse, re- cientemente, ese auténtico terremoto en los estudios presocraticos que fue el ataque lanzado por Néstor-Luis Cordero, epiloguista de este volumen, contra la fiabilidad de la propia compilacidn Diels- Kranz (unénimemente considerada, recordamos, como la Biblia del especialista’); ataque a raiz. del cual todo estudio responsable * Circumstancia que explica muy bien por qué Denis O’Brien y Jes firmantes de la traduccién del Poema de Parménides incluida en la mayor (y me- jor) obra colectiva sobre Parménides producida en Francia en los tiltimos anos a del pensamiento anterior al binomio Sécrates-Plat6n deberia ini- ciar su andadura, en rigor, volviendo a analizar con toda pacien- cia las credenciales exhibidas por un legado tan ingente ~y a la vez miiltiple y disperso- como el que aportan y aportaran nues- tras tradiciones. Quien atin quisiera defender que es legitimo reconstruir, quiera sea como conjetura, la perfeccién de un todo que tiene to- dos los visos de haber sido imponente, majestuoso, podria acudir, sin duda, a un argumento ulterior. Porque ~se aducira— una es la mente humana, y una también la logica que rige en todo tiempo el sentido de la coherencia, los principios compartidos de armo- nia y verosimilitud. Asi que, con ellos en la mano, proyectemos sin mis sobre estos materiales nuestros, por dudosos que hoy re- sulten, la probable figura de conjunto que ya la mera razén nos haga mas plausible, y dibujemos el perfil de un pensar parment. deo que, aun perdido el que «realmente» fue, tiene que ajustarse en todo caso al que sin duda debe ser. Esta forma de proceder no s, por cierto, ajena a la que practica no sélo todo editor de tex- tos antiguos (a quien la convencién filolégica, como se sabe, per- mite alterar en cierto modo ad libitum, aunque siempre bajo su propio riesgo, lecciones por ejemplo undnimes de todos 0 casi to- dos los cédices, y sustituirlas en su edicin por otras que con dere més sensatas), sino también, como ya se ha sefialado alguna ver, todo mero lector que maneje el aparato critico que se recoja al pie. A quien practique un método como éste, por lo demas tan tentador, convendré recordarle siempre ~y que él extraiga de ello, a su Vez, Sus propias conclusiones- que es precisamente en he- xdmetros como los de Parménides donde quiz por vez «primera» toman carta de naturaleza y obtienen derecho de ciudadania esas mismas «leyes de la I6gica» 0 «exigencias de la razén» a que é mismo apela para reordenar reliquias, suplir obvias lagunas y (los Eades sur Parménite* ditigidos por Pcare Aubenguc, se oreen cn a obli- saciin de disulparseexpresamente fomo I, p. XVI. nota 3), sefalando que la fata de tiempo les ba inpedido preparar una autética ediciOn entice, que st pondria consultar personalmente los manuscritos. (Las criticas de Cordero a la Compilaci6a Dick Kranz® (D-K.] basedas en un mievo examen atento de los maniseritos colacionados en Berlin, se encuentran en su ya clisiea obra sobre Parméaldes: «Les deux chemtins de Parménide dans les fragments 6 et 7*) 8 ofrecer, en resumidas cuentas, un perfil sin distorsiones, preten- didamente final. Situacién inevitable que slo podré aceptar quien, renunciando a los ideales del criticismo universalizado, esté dis- puesto a apreciar en su propio trabajo el inevitable efecto de la historicidad. La empresa de presentar en forma asequible, sobre la base de simples restos, qué pudo haber sido «en aquel entonces» la ense- fianza atribuible a un sabio y maestro de sabios que parece se Ila- ii mé Parménides, debe pues hacerse hoy con la mas constante y aguda conciencia de estas dificultades de fondo que empiedran el camino. (Y qué curiosa ironfa, por lo demés, esta de que s6lo nos hayan quedado fragmentos, pedazos de imposible juntura, de este canto, el canto quiz més firme de los posibles a la idea de totali- dad...) Si bien ello no quiere decir que sea, sin mas, imposible. Cierto es que estamos atin muy lejos de conseguir ese estado ut6- pico de la transmisién textual que habré de poner ante nuestros ojos el fetiche mas querido de Dama Filologia, aquel afamado Grial de todo exégeta que Ilamamos «texto limpio». Pero tampoco ‘es menos cierto que ni cabe detener la historia, ni es decente, por 4s, que se estrangule la oportunidad de presentar a nuevos Jo dema lectores lo que de unitario y de variable, de adquirido y de polén co, puede llegar a ofrecer una tradicin tan dilatada, uma herencia interpretativa con dos mil quinientos aiios de antigiiedad (y de la que, como decimos, tampoco es tan ficil que el futuro se permita prescindir). Para el fildsofo, aiiadiré, la tarea se hace tanto mas sen- cilla cuanto que, inhabil como se ve para presentar por cuenta pro- pia una edicién personal de los fragmentos, tiene en cambio la fortuna de poder anclar su comentario en ediciones tan atendibles ‘como la presente, firmada por Alberto Bernabé. Equipaje mas que sobrado para, sin renunciar nunca por ello a la inevitable precau- cin, iniciar sin mayor predmbulo nuestro viaje hacia el Poema: el viaje, segin dijeron muchos y como el propio autor proclama, que de cierto ha de conducirnos a hacer nuestra la Verdad. Armanca pues la exposicién del asunto, mas ya desde los pri- eros pasos encuentran nuestras cautelas una plena justificacién, parece, en efecto, oportuno, con arreglo a una tradicién mas que asentada, que quien se acerque a un complejo retérico como el Poema que nos ocupa indague en primer término acerea de la per- sona que lo compuso, el decurso de su vida y el medio hist6rico ‘en que se desarroll6. Pues bien: tal como anunciamos, los infor- 9 mes y noticias que tenemos -o creemos tener- sobre el hombre Parménides, la materia de sus dfas y el entorno de su actividad son tan desesperadamente escasos como parcos en contenido. Si hay, desde luego, un dato en el que nuestras fuentes se mostrarén und. nimes, y es el de su nacimiento en tierra que algtin dfa se Hamaré italiana: en la colonia maritima que, hacia 540 a.C. (pero esto, en cambio, es discutible, y otros propondran mas bien las fechas de 530 / 520 a.C.), exiliados procedentes de Focea, ciudad del Asia Menor atacada por los persas, fundaron a unos cuarenta kil6me- {ros al sur de Pestum, en Campania, sobre un promontorio cerca- no a la desembocadura del rio Alento y en las proximidades de una fuente, tenida por sagrada, que recibia el nombre de Hyele. Nada distinto relatan, efectivamente, tanto Herddoto como Estra- 6n de Didgenes Laercio, quien hace, por lo demds, a este pensador «de Elea» hi- jo de un cierto Pires. Ahora bien: ni este nombre mencionado de su supuesta cuna, «Elea», ni la fecha exacta del nacimiento en cuestion, han dejado nunca de suscitar perplejidades. Porque la judad, se nos asegura, también tuvo, segiin algunos, el mismo nombre de la fuente, Hyele, que se acaba de citar; o bien, segtin otros, el de Ele; y tampoco eabe hoy olvidar el hecho de que, para los latinos, fue «Velia» (0 «Hlelia», 0 «Veliae») el nombre de nuestra poblacién. Pero no discutamos -se diré— sobre nombres. Centrémonos més bien en la cuestién cronolégica, siquiera sea para aprender que también aqui se encontrarén dificultades. En efecto: como se sabe, un pasaje celebérrimo del Parménides de Plat6n, confirmado por los correspondientes pasajes tanto del So- {fista como del Teeteto, escenifica el hipotético encuentro en Ate- nas, con ocasi6n de las fiestas Panateneas, entre un Sécrates jovencisimo, un Zen6n en la madurez y un ya aneiano Parméni- des; un Parménides que a la saz6n, especifica ademés el recuerdo, tenfa alrededor de 65 afios. La noticia seria, pues, preciosa si Pla- t6n disfrutase, como historiador, del mismo crédito de que goza como filos6fo. Tan preciosa como para colegir en cadena, de 1o dicho, que si un Séerates condenado a morir a los setenta aifos, en 399, vendria a estar por aquel entonces en la veintena, el didlogo 50, con lo que habria necesa- bon; y contundente es en este sentido la afirma se encuadraria en los entornos del 45 riamente que pensar, para el nacimiento de Parménides, en algo asf como el 515..C. Este rotundo célculo, sin embargo, choca en primera instancia con la segunda de nuestras autoridades al res: 10 pecto, a saber, la cronologia establecida por Apolodoro, gramatico Y no menos ateniense, que suele tenerse por base de las afirmacio- nes de Didgenes Laercio; cronologia a tenor de la cual Parménides alcanz6 su akmé, el punto dlgido de su carrera, en la Olimpiada 69", ¢s decir, entre 504 y 501 a.C.; lo que en Laercio significa tan- to como considerar que hubo de venir al mundo hacia 544 / 541. Distintas razones eruditas, que aqui no nos es posible sopesar, de- cantan hacia una u otra de ambas opciones (0 hacia la intermedia mencionada arriba); y no parece sencillo Hlegar a alguna conclusion jante. Nos habremos de conformar, por tanto, con la algo melan- célica constatacién de que Parménides, hijo indubitado, cuando me- nos, de la segunda mitad del s. VI, pudo haberse contado entre los primeros, si no es que entre los primerisimos, fundadores focenses de la ciudad de Flea, sita en aquella zona que los griegos llamaron Enotria. Es obvio, por lo dems, que esta incertidumbre relativa a Jas fechas de su aparici6n arrastra a su vez otra no menos sensible: Ja relativa al momento de composicién de su Poema. Un poema en el que, como veremos, el autor se presenta a si mismo como go- ven» 0 «moro» (kotiros), y que, en consecuencia, algtin estudioso se cree autorizado a ubicar a treinta afios de distancia de la fecha que atribuya a su Iegada a la vida (es asf, por ejemplo, como, fren- te a la prudencia de otros*, un maestro de la talla de Comnford* se atreve a proponer la fecha —tan buena o tan mala, en realidad, co- mo cualquier otra de 485 a.C.). Ahora bien, sobre las actividades mas 0 menos memorables de nuestro elusivo eleata, las fuentes disponibles si se creen en con- diciones de proporcionar, cuando menos, un dato adicional de in- terés: de creer tanto a Estrabén (s. [a.C.-s. 1d.C.) como a Plutarco (ss. LIE d.C_) y Didgenes Laercio (s. III d.C.; vid. «Noticias», te tos mim. 19, 20 y 1.), Parménides realiz6 a las mil maravillas esa acostumbrada obligaci6n de todo sabio que consistia en cumplir adecuadamente con su papel de legislador. Bien es cierto que es- tas mismas fuentes se muestran ellas mismas cautelosas al respec- * Como W. K. C. Guthrie: «Es imposible decir qué edad eseribié Parméni- des su poemafilosbfieo» (Historia de la Filasofia Griega®. I, p. 16). Al igual ‘que Tarin® (p. 5), Guthrie, en efecto, rechaza el argumento cornfordiano, basado, ‘como decimos, en la divina apelaci6n a un «joven *F M. Cornford, Platén y Parménides®, p. 35, u to, y es asf como encontramos, junto al «tengo entendido» (mas el ‘¢y atin antes») con que Estrabén orla su informe, el no menos va- {20 «se dice» preferido por Didgenes Laercio (quien se remite a F: peusipo). En cambio, el Contra Colotes de Plutarco, sin dejar de ser el mas modemo, apenas podria aportar el dato con mayor for- malidad: «Parménides organiz6 su patria con las mejores leyes, de modo tal que cada ailo los magistrados tomaban juramento a los ciudadanos para que se atuvieran a las leyes de Parménides»*. Y tampoco en este punto es necesario insistir: en la préctica doxo- gréfica, atibuir a un «sabio», a un sophds, un poder civico de ins- fauraci6n (naturalmente, benéfico) en materia normativa tiene poco de infrecuente. Cabré pues dudar con buenas razones de la pertinencia de aducirlo. El firmante de este texto, sin embargo, no puede compartir a este propésito la posicién tajante de Tarn, quien afirma que, sea cierta 0 no, la noticia no puede esclarecer en nada la filosofia de nuestro autor®. Opina mas bien lo contrario y se li- mita por el momento a confiar en que el despliegue de su comen- tario pueda hacer plausible su propio punto de vista Del Parménides hist6rico, pues, aceptemos provisionalmente su papel de, digamos, «jurista»: su papel (en el amplio sentido arcai- co) de «nomoteta» 0 legislador. Dimensién «politica» de su tarea que ciertos autores antiguos se cuidan de redondear: de creerles, en efecto, Parménides fue, sobre hombre de leyes, naturalista y astr6- nomo, y por cierto que en ambos aspectos de notable capacidad. Nadie ignora, por supuesto, que también en estas materias fue cos- tumbre doxognifica la de adjudicar a distintas figuras sapienciales hazanas de observacién, medida y / 0 deduccién susceptibles de agrandar su pertil como investigadores. De forma que al leer en Ae- cio, por ejemplo, que es mérito de nuestro eleata haber sido el pri- mero en descubrir la identidad de los respectivos luceros, el matutino (Fésforo 0 Eésforo, el «portador de la Aurora» o «de la Juz que los latinos lamaran Lucifer) y el vespertino (aquel Hés- pero de los complejos miticos), el intérprete avisado no puede dejar de recordar que Diégenes Laercio, sin rechazar la especie, atribuye en cambio esa misma prioridad a Pitigoras (sin por eso dejar tam- ito por la taduccién de C. Eggers Lan, Los fildsofos presocrdticos*. v1 pa. © Tacit, p. 5 bién de atribuirsela, en otro pasaje de las Vidas donde invoca a Fa- vorino, al pensador de nuestros desvelos)”. El signo de interroga- cin, por tanto, se impone siempre al tratar de estas materias. Ahora bien: por dudoso que resulten tanto el informe como su plausibilidad*, je6mo obviar la sugerencia de que, para los anti- guos, enjuiciar por entero a un sabio exige siempre Valorar su «{i- sica», esto es, su sistema de explicaci6n de las cosas naturales? Lo escueto ~y hasta inseguro— de nuestro informe no debe pues ami- norar su alcance. Y su alcance es tan grande, me parece, como pa- a justificar la tesis de que olvidar, eludir o ignorar la dimension digamos césmica de los fragmentos vendria a ser tanto como trai- cionar dimensiones ciertas de nuestra herencia. Apoya este principio de lectura el hecho, por lo demés bien conocido, de que al texto de Parménides, como a tantos otros de Ja Antigiiedad, se le adjudicé un titulo harto expresivo, por més que bien comin: Peri physeos, Sobre la Naturaleza. No ignoro en absoluto, al subrayar este dato, ni el cardcter convencional del distintivo, ni la prolija discusin que puede y debe suscitar, hoy, una correcta comprensién del término physis. Por decir lo mini- mo: rechazar este titulo tradicional seri tanto més facil, como es obvio, cuanto mas proclive sea el intérprete a leer en el Poema un «discurso sobre el Ser»; un discurso meramente «ontoldgico», cuyas ensefianzas sobre el orden del mundo tienen, cuando més, cardeter secundario y hasta parédico -o incluso, en rigor, innece- sario, imttil-. Y a la inversa: aceptarlo le resultara tanto més facil a quien, como aqui se defenderd, tienda a apreciar en la «segun- da parte» del Poema, la «Via de la Opinién», un despliegue ne- cesario de las posiciones te6ricas asumidas en la primera. Debatir este tema, por lo demas apasionante, escapa, por desgracia, a nuestro propésito actual. Recuérdese, sin embargo, siquicra sea a titulo -una vez més— informativo, que ni testigos del pasado co- mo Didgenes Laercio y Simplicio vacilaron en mencionar la obra con el nombre citado, ni JAmblico 0 Menandro, por mucho que todos disten en el tiempo de nuestro autor, dudaron en conside- * Compirase, en este sentido, 8.14 con 9.23. * Fsa supuesta prioridad, en efecto, quiza resulte valida en el interior det mundo griego; con relaci6n a otros mbites cultuales (empezando por el meso- potdmico), la cuestin, como se sabe, es harto més diseutible 13 rarle un pensador «fisico» (uno més, por tanto, de los que tam- bién el Estagirita conocié por ese nombre). (La especifica denominacién phiysikds, «fisico», aparece, por Jo demés, en una pieza arqueolégica de considerable valor, y que, naturalmente, no ha dejado de suscitar la preceptiva polémica. Me refiero al hallazgo, en las excavaciones realizadas en Velia en la década de los sesenta del siglo pasado [para ser exactos, en septiembre de 1962], de una inscripcién epigrifica procedente del s.1d.C., en la que puede leerse: Palrlmeneties Pyretos / Ouliddes / physikbs, es decir: «Par- ménides, [hijo] de Pires, Uliade, fisico». Confirmando, como de- cimos, el caracter de «fisico», esto es, de te6rico de la naturaleza, que corresponde a nuestro fil6sofo, surge la discusi6n acerca del auténtico sentido del término («el propio maestro dijo»: Didgenes Laercio, 8.47), es ya tema distinto, y que mucho tiene que ver con la idemtificaci6n que se mantenga de esos «mortales» a los que el texto alude con tanto despego. Aplazaremos por ello nuestra discusiGn de este crucial aspecto. Queda en pie, como minima conclusion de este breve repaso, que nos enfrentamos los restos mas que dispersos, y de ordenacién més que opinable, de un Poema tan perdido como, hasta hoy, irrecuperable; un Poema cuyo autor apenas presenta rostro, y que arma su edificio sobre un trasfondo intelectual, espiritual y de experiencia tan bo- roo en su dibujo como oscuro en su sentido. Lo intrigante de la situaci6n, sin embargo, radica en un punto imposible de eliminar: Parménides, declaré Platén en una frase memorable, ya por aquel entonces parecia alguien tan «venerable» como «terrible» (vid. texto 7). Mutilados como estin, arcaicos como nos parecen, los despojos de su artificio siguen conservando, mal que nos pese, la misma aura de terribilidad. Y no se diga que es porque, quiérase © no, se trata de los restos del «tinico texto del inicio del pensa- miento occidental que ha llegado hasta nosotros»'5, Esto, sin du- da, es cierto, pero no creo que baste para explicar su impacto. Aun disperso, aun oculto, Parménides sigue siendo aterrador. Son las razones de esa extraiia pervivencia de su magnetismo lo que las siguientes paginas pretenden explicitar. 'S H.-G. Gadamer, Et inicio de ta filosofia occidental*, p. 100. 17 Copyrighted materiat POEMA DE PARMENIDES TIAPMENIAOY [EPI ®YZEQE Fri (anor ta We GEpovaw, dcov 1! Eni Ovpds ixcivor, néunov, Enet w' Bg Sov Bijcav noAvOnHOV cyovoar Boipovec, f Kata nd tort dépet eLdOto. gata Tit GepOUNY: THL YEP HE MOMpactor S€pov (mmo 5 &puc traivovccn, kovpat 8’ O8dv iryepdvevov. déwv 8 ev xvoimow ter cipryyog uty aiouevos, Sotoic yep Enetyeto Sivatoicw KOKAOIG Gyupotépwder, te OMepyoiato REUMEW “HiidSeg Kodpat, mpokimotca Sdota Nv«tds, 10 kig dctoc, doduevar Kpdtwy cimo xepoi Kaintpatc. EvBo. RURAL NuKtbg te Kai "Hutoc eiot KeAevewv, Kai cous dmépOupor Gpdic ExEr Kai Adios obSO¢: cinta 8 aidepicn nAFvtor peycAorcr Oupétpor<: Gv BE AiKn RornOLas EEL KANTBAAG GporBobs, 15 thy 8h mapdapever Kodpar poraKoia A6yorow Teioay Emppaseac, dig cow BaAawwrov dijo. dmrepéws doere nUAEwY dno" Tai 5 OvpétPOY Gon’ dxaves noinooy évaRrEpeEVvar, TOAVACAKOVS dEovas Ev cipryEw dporPabov eidiEacen, 20 youdorg Kai mepovmow dipnpote: tit por 6’ crdtéwv iOdg Exov Kotor Kot’ cqoELtov dpa Kati {nmoVg. Kat HE Bec mpOppwy nedeECLt0, yetpa Se xerpi deEvtepiy Edev, Gbe 8 Enoc ddt0 Kai We MpooTOSa- & Kodp’ dBavctoicr cvvdiopos hnroxorary, 25 innorg tai ce dEpovow ikdvev HHEtepov 8B, xaip’, Enei odt Ge poipa. Kah npodmeume veecdar “THYS' dBOy, 7} Yap an’ avopanav EKtOs NétOD kotLV, GARG Berg te SiKN te. ypEd bE oe ndvTA MvBEGHaL fulev cAnpeing edKLKREDs derpepes Atop 30 SE Pporay SEcs, tails obK EN RiotIg &ANONS. GAN’ Eumng Koi todta WaBijceat, dg tA SoKodvea xT Soxipws evar Sid navridg ndvta mepwvto.. 20 10 TRADUCCION DE LOS FRAGMENTOS DE PARMENIDES Fri Las yeguas que me Hevan, tan lejos como alcance mi énimo me transportaban, una vez que en su arrastre me abocaron al [camino de miiltiples palabras de la deidad, el que con respecto a todo Hleva por él al hombre que [sabe. Por él era llevado, pues por é1 me llevaban las muy discretas yeguas que tiraban del carro; mas el camino unas muchachas lo marcaban. El eje, en los bujes producfa un ruido de siringa, al rojo (pues se veia urgido por dos torndtiles ruedas a uno y otro lado), cuando se apresuraron a escoltarme las j6venes, hijas del Sol —dejada atras la morada de la noche-, hacia la luz, tras haberse destocado la cabeza con sus manos. Alli estan las puertas de las sendas de la Noche y del Dia y las enmarcan dintel y umbral de piedra. Situadas en el éter, cubren el vano con grandes portones; las correspondientes Haves las tiene Justicia prédiga en dar pago. Las muchachas, hablindole con suaves palabras, Ja convencieron habilmente para que el cerrojo con fiador de las puertas en un vuelo descorriese. Y de los portones el vasto hueco dejaron al abrirse, una vez que los muy bronefneos quiciales giraron en sus quicios, el uno tras el otro, provistos como estaban de espigas y clavijas. Por allf, a su través en derechura guiaban las muchachas carro y yeguas por el camino real. Y la diosa me acogié, benévola. En su mano mi mano diestra tomé, y asf me dirigié la palabra y me decia: Joven acompaiante de aurigas inmortales, Hegado con las yeguas que te traen a nuestra casa, salud, que no fue un hado malo quien te impuls6 a tomar este camino (pues es cierto que est fuera de lo hollado por los [hombres), sino norma y justicia. Preciso es que todo lo conozcas, tanto el coraz6n imperturbable de la verdad bien redonda, como pareceres de mortales, en que no cabe verdadera conviccién, aunque, aun asf, los aprenderds, como preciso era que las apariencias sean genuinamente, permeando todas a través [de todo. Fr.2 el 8 dey’ byav Epew, KOOL 6 od WOBOV dKovoU<, aiimep d80i poovor Bifnor6s eicr vonjoo fl pev Smug Eouy te Kai dg obK Eott pi} etven, rewoig Lot. KEAEVOG, ANBeinL yep OrnBet, 5 118 Gc obk Bot te Kai Hs ypedv Eon UH elven, Thy Bf tor dpcito nawonevBea Eupev ceroxpnov- obte yop dv ywoing 16 ye Mi Lov, ob yap dvvordy, obte dpacars, Fr3 2 1 Yap ato voriy kori te Kot efvan. Fr4 Redooe 8 Gums dnedvto. vowr mapedvro. PeBawc: ob yap dnomnger 1 Edv tod LOvtos ExecBat obte oKLSucpevov névem ndvting Karte KOCHOV ovte cuniatdpevor. Fr Evvov 8 poi Louw, onnbdev cipEoon- 161 Yep NdALW LEouon auc. Fr.6 Api 1 Reyew 16 voeiv v’ kdv Euevon: Eou yap elvan, undev 8 obk Eouw: ta y' Ey dpdlecban dvwyar. Tpctng Yep 0 dg’ D800 tavens Srthor0g , adbtdp énert’ dnd tig, fv 6 Bpotoi eidétec obdEv 5 mAderrovton, Sixpavor cunxowin yap Ev adrav 2 Fr.2 Ea pues, que yo voy a hablarte ~y ti retén lo que te diga, tras oftlo—~ de los tinicos caminos de bisqueda que cabe concebir: el uno, el de que «es» y no es posible que no sea, es ruta de conviccién (pues acompaiia a verdad); 5. elotro, el de que «no es» y que es preciso que no sea, ése te aseguro que es sendero del que nada se puede aprender, pues ni podrias conocer lo que no es ~no es accesible ni podrfas hacerlo comprensible. Fr3 Pues lo mismo hay para pensar y para ser. Fr4 Mira pues lo que, aun ausente, esti firmemente presente al entender. Pues nunca podras hacer un corte en lo que es, de forma que no [se siga con lo que es, ni totalmente disperso por doquier, segtin un orden, ni reunido. Fr Indiferente me es por dénde comenzat, pues de nuevo al mismo punto llegaré de vuelta. Fr6 Es necesario decir y pensar esto: que lo que es, es. Pues hay ser, pero nada no la hay. Eso es lo que yo exhorto a meditar. Asi que te aparté, lo primero, de esa via de indagacién, y luego de esta otra que de cierto mortales que nada saben 5 se fabrican, bicéfalos, pues la incapacidad que hay en sus 23 10 1s 20 ompBeow iOwver mraxrdv voor" ol 8 dopodvean Kenpoi OUdS TOAOL Te, TeONROTES, cixprta. OiAdL, ol 10 nédew te Kai obK elvan tabtdV vevoLLoTaL Kov tHdtOV, avin S& MaAAivtpoMds EoTL KEAEVOOS. Fr7 ob yap wiimote tobto Sof elven pr) Bove GARE Od THOS’ 46’ 0500 SGhovos etpye voice Unde o' EO0g noAOmerpov d8ov KarTd. THBE BidoOw woud doxonov Supa. Kai AyREGoav &KOUHY Kai yAGooaw, xpivon 8 Lover noMOEnpLY EheyXov 8E buétev prdévea. Fr8 novos 8’ Ext 1000¢ d8o70 Reinerar dg Eorww: txdTML 8 Eni oHpoet Lao TOAAG Wad’, ds ayEvNtoV kov Kai dvedredpov Eon, oBAov, Howvoyeves Te Kai detpepés HS dtEAECTOV™ ov8e not’ fv OdS' Eoton, enei viv EoTLY OLD nav, tv, opvexéc: tive yap yewwav diLhoeat aivtod; Tin, ROBev CENBEV; Ob’ EK LH LOvtOS Edow coer 0’ Od8E voELv’ ob yap dato ObSE vonTOY Eon bmg obk Eou. ti 8 dv [LW Kati xpe0¢ dpoev Sotepov A} Mover, tod UNBEvdg GpEdpevor, ov; obtws f Mépmav neévor ypedv bow A Odzi. ovSE Tot! EK tod OvtOG EpfoeL MiotIOS Lox VG yiyvecbat 1 nap’ abt6: 100 elvexev obte yeveobou obt OAAVOBOL KvAIKE Ain aAdoaca nEdTLOW, GAN Exer f 88 Kpiorg epi tootwY Ev 118’ Eo Eowv H ob« Eowy: Kéxprtan 8 obv, donep cweryKn, THY pév EGv dvOntov cxdvpoy, od yap dANBNS Eouv d866, thy 8 dare néReww Kati Eviytypov efvon. nad 8 dv Enert’ dnbdovto bdv; Rag 8 dv KE yEvOLTO: al yap Eyevt’, obk Eot, ob8' ef mote UEAREL EoeoBon. was yéveors ev ameoBeotar Kai dmvatos bLe0p06. 24 pechos endereza un pensamiento descarriado. Y ellos se dejan arrastrar sordos y ciegos a un tiempo, estupefactos, horda sin discernimiento a quienes de ordinario ser y no ser les parece lo mismo y no lo mismo y de todas las cosas es regresivo el camino. Fr7 Y es que nunca se violard tal cosa, de forma que algo, sin ser, sea. Asi que tii aparta de esa via de indagacién tu pensamiento, y que la rutina de la mucha practica no te fuerce tampoco a encaminar por esa via ojo desatento, ofdo resonante y lengua: en vez de eso discierne con juicio la prueba muy [argumentada que te he propuesto. Fr8 Y ya s6lo la mencién de una via queda: la de que es. Y en ella hay sefiales en abundancia: que ello, en tanto que es, es ingénito e imperecedero, entero, homogéneo, imperturbable y sin fin, Y es que no «fue una vez> ni «serd>, pues ahora es todo a la vez uno, continuo. Pues zqué origen le buscarfas? {Cémo y de qué habria crecido? Pues «lo que no es» no te dejaré decirlo ni concebirlo, pues ni enunciable ni pensable es el que no es. ,Y qué necesidad lo habria impulsado a crearse antes o después, originado de la nada? Asi que es necesario que sea plenamente 0 que no sea en absoluto. ‘Tampoco la fuerza de la convic« umd que de lo que es nazea algo junto a é1 mismo. Por ello ni nacer ni perecer le permite Justicia, aflojando sus grilletes, sino que lo retiene, La decisién sobre tales cuestiones esti en [esto: «es 0 no es». Mas decidido ya queds, como necesidad, dejar una via inconcebible, ianombrable (porque no es verdadera), de forma que la otra sea, y que sea auténtica Y es que {c6mo lo que es iba a ser luego? ZY cémo habria llegado [a ser? Pues si Heg6 a ser, no es, ni tampoco si va a ser alguna vez. Asi queda extinguido «nacimiento» e inaudita «destruccién». 25, 30 35 40 45 50 55 60 ovse Souperov Eotly, Emel ndv Eo OLOIOV" OvBE TL TIL HEAAOY, 16 Kev eipyor pry GvVexecBaL, Ovse m1 xe1potepov, nav 8 EuMAEoV koTIY BOVTOS. tar Evvexés nav tow: bov yap tovn neAcLer. abtdp ak ivntov peyddav Ev neipacr Seopav tony cevaipyov dnowaroy, enei yevecrs Kati SAeBpos THe NGA’ EnadyABNOUY, andoe dE mious dANOAG. taitév 1 Ev torbtG Te HEVOV KOO! EaVTO te KEtTAL xodws Eumedoy oO pever- Kpartepi yap’ AvaiyKn meipatog ev Seopoiow exer, 10 jv dpidic bépyer, obvexev obk &tehebrntov 16 dv BEuIG efvon Eon yap obx EmBevéc: kov 8 dv navtds eSeito. taitév 8 Eoti voriv te Kai obveKev ou ONO. ob yap dvev tod kovtoc, Ev Gt medaticpEvov EotLY, ebphoes 10 voeiv- obdév yap Eom H Eotor GAO népeE tod Lovtos, émei 1 ye Moip’ Enébnoev oBAov cexivntov t Enevon: tar méve’ bvop’ Eotaxt, boon Bpotoi KaréBevto nenordorec elvan GANDA, yiyvectat te Kai dAAVOBAL, efvot te Kai Odxt, Kai Tonov GAAdaSELY Bic te {pda Gavdv cyLet Perv. airap tmei meipag moparoy, teteheopévov tort nevrobev, edKOKAOV Ghaipne EvaAiyKLov dyKwDt, Heoadev ioonahic navtm: 16 yap obte 1 peiCov obte T Pordtepov neAévon xpebv eon ti A TH. obte yap obK FOV Eo, 16 KEV MoboL pW iKvELoBOL aig Oudy, obt! ko Eottv bmac ein KEV BOVTOS Til HGAAOV tit 8 fjoooy, Enei nav Eo GovAov- ol yap navrobev ioov, OMdc Ev me(pact Képel. Ev TI GOL Rabo Motdv AOYoV SE voc. GLidic GAnoeing: doa 8 and toOde Bpotetag HctwWove KOoHOV EGY Enéwv cematmOY dKovoY. hopodc Yap KartéBEvT0 Bo yuopors OvoudiCerv: Tay pic ob xpedv Eouww Ev di neMAcMEVOL eloiv, atic. 8 Expivavto Sépa¢ Kai ofpat’ EEvt xopig Gn’ AAA, Tit HEV Groyog aiEpLOV nop, mov dv, wey’ Eragpoy, Ewordn néevtoce twirtov, tar 8 Brépen ph TwvTOY: drtdip KéLKeIVO Kort’ CLT tari. VOKT ddaij, muxwov Séya¢ EUBpLBés te. TOV GOL EY B16. KOSPOV EOLKOTA MavEEL GaTiCw, dag ob ph Rote Tig GE Bpottiv YvouN MapEAdcomn. 26 30 40 45 50 55 60 Divisible, tampoco lo es, pues es todo él semejante, ni hay por un sitio algo mas que le impida ser continuo, ni algo menos, sino que estd todo él Ileno de ser. Asi que es todo continuo, pues, como es, toca con lo que es. Mas inmutable, en la atadura de cadenas poderosas estd, sin principio ni fin, pues «nacimiento» y «destruccién» fueron desterrados muy lejos y los rechaz6 la verdadera conviccién. Manteniéndose lo mismo y en lo mismo, yace por sf mismo. y asf permanece firme donde esta, pues la poderosa Necesidad io mantiene en las prisiones de la atadura que lo encierra por ambos [lados, y €s que no es licito que lo que es sea incompleto, pues no esti falto, ya que, en caso de estarlo, todo le faltaria. Asi que es lo mismo pensar y el pensamiento de que algo es, pues sin lo que es, en lo que esté expresado, no hallaras el pensar; que no hay ni habré otra cosa fuera de lo que es. Pues la Moira lo aherroj para que sea total e inmutable. Por tanto sera un nombre todo cuanto los mortales convinieron, creidos de que son verdades, que llega a ser y que perece, que es y que no es, que muda de lugar y cambia de color resplandeciente. Pues bien, como hay una atadura extrema, completo est por doquier, parejo a la masa de una bola bien redonda, desde su centro equilibrado por doquier, pues que no sea algo mayor ni algo menor aqui o allf es de necesidad, ya que ni hay algo que no sea que le impida alcanzar io homogéneo, ni hay algo que sea de forma que haya de lo que es por aqui més, por alif menos, pues es todo inviolable. Y es que, igual a si mismo por doquier, se topa consecuentemente [con sus ataduras. En este punto te doy fin al discurso y pensamiento fidedignos en torno a la verdad. Opiniones mortales desde ahora aprende, oyendo el orden engaiioso de mis frases. ‘A dos formas tomaron la decisién de nombrarlas, a.una de las cuales no se debe -en eso estén descaminados- Contrarias en cuerpo las distinguieron y les atribuyeron sefiales aparte unas de otras. Por un lado, el etéreo fuego de la llama, apacible, muy ligero, idéntico a sf mismo por doquier, pero no idéntico al otro, sino que éste es por si mismo Jo contrario: noche sin conocimiento, densa y pesada de cuerpo. Conforme a este orden, te describiré todo cuanto es oportuno, de forma que ningiin parecer de los mortales te aventaje. a Fr ard Enerdi| mévte patos Kai VOE dvoHaoTa Keito Kata ohetépas Surcpers Emi tici te Kai tois, nev MhEov Eotiv OOD gdLe0g Kari VOKTOS cbcivTOU own cigotépev, Enei odSetépwr pEta LNBEv. Fr. 10 elom 8 cidepiay te door to 1 kv obBépr néveer cipata Kai KaBapdc edaryéos herioro AandSoc Epy’ diSMAG Kai onndVev kEeyevovto, Epya te KOKA@MOG Nebo REpidorta ceAnYNC Kai Ovoty, eLdHoELg dé Kai Obpavov dudic ExovTa Eveev Epv te Kai de LLY Kyovs' EnESNoEV 'AveYKN, meipar’ Exew dorpwv. Fr. Tis youl, Kaui HALog HE oeATYN aiBnp te Evvdc yar T odpdvioey Kai OAvpMOS Eoxior106 f' diotpanv Bepyidv WEVOg pUABNoa yyvecBan. Fr. 12 at yap oteworepar mAfvra mpdg deKPHIEOLO, at 8' Eni tag voKr6<, HETe bE GAOYOG teTOL atoo- bv 8€ pEow tovr@V daipav f mdwta KvBEpve TdvIM Yap OtVYEPOIO TOKO Kai PiELog dpyeL néumove’ dpoent FAV [iyi 16 t Evavtiov abtig époev Onvtépar Fr. 13 Tpdnotov ev "Epeora Gedy unticato naveov. 28 Fro Pues bien, cuando ya todo denominado luz y noche quedé, segiin sus capacidades, en esto y en aquello, todo esté aun tiempo leno de luz y noche invisible; de ambas por igual, puesto que nada hay que no sea parte de una o [de la otra. Fro Conocerds el nacimiento del éter y todas las sefales que en el éter hay, asf como las obras invisibles de la pura antorcha del fulgente sol y de dénde provienen. Te enterards de las acciones errabundas de la luna de redondo ojo y de su nacimiento y conocers también el cielo que por doquier {los abarca, de dénde nacié y cémo Necesidad, que lo gufa, lo aherroj6 para que mantuviera las ataduras de los astros. Fr il Cémo la tierra, el sol, la luna, el éter comin, la celeste Via Léctea, el Olimpo, el mas remoto, y la ardiente fuerza de los astros se lanzaron a nacer. Fr 2 Pues las mas estrechas Henas estn de fuego puro y las siguientes, de noche, mas también fluye una parte de Mama, Y en medio de ellas se halla una diosa que todo lo gobierna, pues por doquier preside el parto odioso y el apareamiento impulsando a la hembra a aparearse con el macho y viceversa, al macho con la hembra. Fr 13 Concibié a Eros el primero de los dioses tod 29 Fr l4 vortigaes nepi yalav GAdpevov GAAOTPLOY Og Fr. 15 aiei mamraivovon mpd¢ abyag herioro. Fr. 15a VBaropitov Fr. 16 dag Yop Excotor Exer Kpdow pehtwv oLvALayKIHY, Was vO0g AVOPaMOLGL RapEstHKEY tO Yap oT Eotuv bnep opovéer pErEwV HLorg cvOpwRoLoLY Koi Réow Kai nave 1 yep mAEov Eoti VOTO. Fr 17 deitepotow pev Kovpous, Aarotor BE KovpAG. Fr. 18 femina virque simul Veneris cum germina miscent venis, informans diverso ex sanguine virtus temperiem servans bene condita corpora fingit. nam si virtutes permixto semine pugnent nec faciant unam permixto in corpore, dirae nascentem gemino vexabunt semine sexum, 30 Fri (La luna) de noctumno fulgor, luz ajena errante en torno de la tierra. Fr. 15 Siempre mirando los resplandores del sol. Fr. 13a Arraigada en el agua (esta la tierra) Fr. 16 Y segtin sea en cada caso la mezcla de los miembros errabundos, serd el entendimiento de que a los hombres se dot6. Pues lo mismo es lo que piensa la hechura de los miembros en los hombres en todas las cosas y en cada una. Pues lo que predomina, es [pensamiento, Fr 7 A la derecha, nifios; a la izquierda, nifia Fr. 18 Cuando hembra y macho mezclan a una las simientes del amor desde sus venas, su poder conformador, aun de sangres diferentes, configura cuerpos bien hechos, con tal de que guarde proporcién. Pues si las potencias, al mezclarse las simientes, entraran en [conflicto, y no se hicieran una en el cuerpo que resulta de su mezcla, crueles atormentaran al sexo que nazca, por la doble semilla. 31 Fro obtw tor Kate. S6Eav Ev thSE Kat voV Exot Koi HeténeIT’ Gnd toOBe teAevTTGOVST Tpadevte: Twig 8 Svop' cvOpwomor KarTEBEVT Emionov ExcoTan. 32 Fr 19 De este modo, pues, segiin el parecer, nacieron es y de aqui en adelante irén muriendo, una vez.criadas. Y Jos hombres les pusieron un nombre acufiado a cada una, 33

Das könnte Ihnen auch gefallen