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UNA VUELTA AL PLURALISMO LIMITADO? APROPOSITO DE LA GOBERNANZA DEMOCRATICA No hay ni originalidad ni eficacia en repetir el inventario de los dlversos tipos de gobernanza ya realizado por sus mejores entendi y menos atin en alegrarse por el suplemento de democracia —partici- pativa, ni qué decir tiene— del que serfan portadores o bien en conde- nar exactamente lo contrario a eso, la regresién democratica inducida por las pricticas de la gobernanza’. Dejemos eso para después. Pero jcémo hacer ttl un trabajo sobre la gobernanza en tales condiciones? Ahora, sobre todo, cuando io de evaluacién de la democracia se reduce demasiado ficilmente a la anotacién formal de algo que se pa- rece a los walores a declarar» por el candidato, es decir por el pats, el actor 0 el proceso que reivindica la etiquera democrética 0 que quiere ponérsela como hoja de patra. Y eso, especialmente cuando, entre estos valores a declarar, figura justamente la ebuena gobernanza», requisito Una versa ligeramente distinta de est articulo se put mente en la Reame frangaive de science ‘Mélanges offets 2 Guy Hermet, Pass, Karth remance: Problems of Democratic Acco European Journal of Political Research, 42 ( junio del 2003, pégi- 35 que entraia tna gran dificultad para ls aluminos jvenes del curso ele- mental de introduccién a la democracia. Primera consecuencia de esto: de acuerdo con un proceso circular, la edemocraciay no puede ser verificada en un lugar 0 un caso dado sin satisfacer el requisito previo de una declaracién de buena gobernanza (porlo general, a continuacién del noviaego contraido en la vispera por esta udemocracia» con el Estado de derecho y el humanismo de los fil6- sofos de la Hustracién, un noviazgo que se la obliga a proclamar sin cesar sus principios, sino a respetarlos realmente). Segunda consecuen- cia: desde el momento en que cualquier democracia nacional, interna- cional, plobal, local, urbana o, més modestamente, industrial? se apro- pia el vocablo gobernanza, esta gobernanza se reconoce ipsa facto como Hemocrética, Es en tales condiciones que la esociedad civil global» (o sea la red planeraria de los controladores del epolitically correct») acepta 6 tehisa considerar que esta democracia puede disfrutar de un puesto honorable en el nuevo orden mundial. Girando en torno a lo dicho sin progresar mucho al pri esta relacidn de la nocién de gobernanza con la democracia hizo resurgit en m{, a partir de esta neblina de palabras, la memoria de las dos cues nes primordiales que Aristeles establecié en relacién con la pol como ejercicio del poder supremo. Primera pregunta: ;quién tiene el derecho de gobernar? Segunda cuestién: ;cudl es el mejor gobierno? Obviamente, es el pueblo quien tiene el derecho legitimo de gobernar- se. Sin embargo, el buen gobierno es siempre un régimen pol rmixto, en parte atento a los deseos del pueblo, pero pricticamente diri- gido por una élite profesional mas 0 menos cooptada y bastante pare- ida a una aristocracia, Por lo cual hay que preguntarse si el fildsofo no fue un perverso, un «perturbador de la gobernanza» antes de tiempo, 0 bien un humorista oculto, debido a que parece dificil tratar las dos inte- rrogaciones de manera compatible en la medida en que la primera, tde- nica, se refiere en lo esencial a la udireccién de sistemas complejo, 2, La gobernanza asocatva fltaa la lamada, lo que probable do, o el efecto de ciertaincomodidad ante el funcionamiento autoritario de muchas asociaciones. 36 mientras que la segunda, normativa o politica en el sentido estricto de Ia palabra, se relaciona con la legitimacién de la autoridad. En tales condiciones, la probabilidad de una contradiccién frontal surge inmensa, pues hay que pensar que el mal gobierno del pueblo aparecerd como el mds legitimo en la medida en que serd el que més guste a la mayorfa de la gente hasta que se produzca la catéstrofe final otra cosa con la simple invocacién de su nombre. Para di ‘mente, zno representarfa la gobernanza democrética la titima cobertu- ra verbal del proceso nodal de todos los regimenes politicos internos y externos, pasados, presentes y futuros? Es decir, de ese proceso en vit- cud del cual los actores dominantes 0 a punto de llegar a serlo han es- quivado constantemente de diversas maneras el riesgo de una parti- cipaci6n duradera en el eercicio de la autoridad de sus competidores indeseables; 0 sea, de esos rivales que los actores ya instalados no esta- ban dispuestos a cooptar,tratindose en particular de aquellos que pro- pugnaban una expiesién menos estrctamente simbélica de la sobera- nfa popular. Este rechazo sistemético aunque no confesado de una fraccién del «Pueblo soberanoy, por lo demés erigido en mito de legitimacién de los gobernantes, representa la aporfa imprescriptible de la democracia in- terna o nacional; una aporfa justificada, como afirman algunos, por el argumento de la ignorancia del pueblo, a menos que se aluda a su ta de tiempo y gusto por la vida pitblica (como caracteristica de ul bertad de los modernos» de Benjamin Constant’), Pero a pesar de este clima de temor al Pueblo, se produjo primero el descubrimiento total- mente inesperado del efecto conservador del sufragio universal mascu- lino, cuando, en 1848, se inauguré en Francia y en Suiza, Fue cuando los cuadtos politicos de estos pases pioneros tuvieron la paradéjica sor- presa de descubrir que, con el sufragio universal masculino que habfan 3. Benjamin Constant, «De la libertad de los antiguos comparada con la de los ‘modernos, en Exritr poles, Madtid, Centro de studios consticucionales, 1989. 37

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