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Anas, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo
que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como
t y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se
desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosin de tu mirada
inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frgil y tu
secreto agresivo e insaciable. El recuerdo puede ser cruel cuando ests
volando febrilmente a tu prximo destino, a otros brazos que te reciban
expectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la
humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te
deseo. Te deseo con la desesperacin y el anhelo de lo imposible y ya te has
ido y tal vez, en un sueo imaginativo y romntico, leers estas palabras una y
otra vez, en medio de mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y
la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fuego en la mano derecha.
Henry