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ANTOLOGIA de RUBEN DARIO Seleccién y Prélogo de IN 000.5 Daksa Bed XG) wt Sz pALEAN LUIS, ac BIBLIOTECA Hieodeada: Da, Prosedencia: Dy 2 La presentacién y disposieién en conjunto de: Antologla de Rubén Dario son propiedad del editor, D. R, © 1966 Universidad Nacional Auténoma de México Direccién General de Publicaciones México 20, D.F, Fondo de Cultura Feonémica Av" Universidad 975. México 12, D. F, Primera edicin: 1967 Impreso en México PALABRAS LIMINARES La Universidad Nacional Auténoma de México me confid la re- daccién de un ensayo, destinado a servir de prélogo para la antologia que resolvié publicar —jumtto cén el Fondo de Cultura Econémica— en ocasiin del primer centenario del nacimiento de Rubén Dario. Expresé a las autoridades correspondientes toda mi gratitud. Y, desde luego, principié a trabajar. Pero, conforme avanzaba en la relectura de la obra del gran poeta nnicaragiiense, iban aumentando los capitulas de mi ensayo. Y Jue éste oreciendo, semana a semana, hasta el punto de legar a constituir, por st solo, un libro. Ese libro (que la UNAM y el Fondo de Cultura Econémica editan, en volumen por separado) 6s, en realidad, el prdlogo de este otro, en el cual retina las poe- sias y las paginas en prosa que juzgo més representativas de la influencia histérica de Dario en la perspectiva de las letras uni- versales, 5 La primera seecién de Ia antologia esté consagrada a la pro- duccién poética del autor: la mds importante, por cierto, 9 la més hermosa. Empieza con un soneto, tomado de la segunda edicién de Azul, hecha en Guatemala en 1890. Lo confieso, no sin melancolia. Hube de resignarme al deber penaso de pres- indir de todas las obras de aprendizaje: las que nuestro com- patriota Alfonso Méndez Plancarte incluyé, en su excelente edicién de las poesias completas de Dario, bajo un rubro —La Iniciacién Melédica— que reproduce cierto fragmento de frase de la tiltima composicin insertada en la ediciin parisiense de Prosas Profanas. Antes de descubrirse por entero a si mismo, Dario escribié decenas de centenares de versos: acaso, mds de dieciseis mil... Dentro de ese bosque de silabas, hay mucha madera muerta. Pero hay, también algunas plantas vivaces ~y flores, cuyo per fume noha perdido todo su encanto. Lo que ocurre es que esas plantas, esas flores y ese perfume no son propiamente los suy0s, por excelencia. Estin muy lejos de coincidir con los que ‘evocamos, de pronto, cuando un eseéptico nos pregunta: —Ad- mira usted a Rubén Dariot Si, escoger impone una obligacién, a veces muy dotorosa: la de Preferir. Esto es: la de eliminar. Tuve que someterme al rigor de esa obligacién. .. Sin embargo,-no exageremos. Hay varias categorias de lectores. Dos, entre muchas otras. La de los que CARNAVAL * 17 de febrero de 1899 ‘Le CARNAVAL s'aMust, .. y Madrid se disfraza y danza y toca las, castafiuelas. Se ha divertido el pueblo con igual humor al que hhubiese tenido sin Cavite y sin Santiago de Cuba. Hay fildsofos de periédicos que protestan de tan jovial e inconmovible dnimo; hay humoristas que defienden la risa y Ia alegria nacionales y gue creen que “bien metecen la fiesta los pueblos que saben divertirse”. En hora buena! Yo me siento inclinado a estar de parte de los wiltimos y reconozco la herencia latina. Técito y Suetonio (Anal. TI, 6, Cal. 6) nos han dejado constancia de que los duelos puiblicos se suspendian en Roma los dias de juegos publicos, o mientras se celebraban ciertos sagrados ritos. Hl luto espafiol no se advierte al paso del cortejo de la Locura, y aqui, ‘mis que en ninguna parte, los duelos con pan —y jtorost— son menos, ‘Se ha enterrado la Sardina en su dia, en el dia de la simbélica ceniza; y en medio de la pompa carnavalesca, un periddico ha hecha desflar una carroza macabra con cl entierro de Mevv, ee pico personaje que representa a la Espafia de hoy. La masca- rada en cuestién era de un pintoresco bufotrigico indiscuti la caricatura de los politicos del desastre, las ollas del presu- Puesto por incensarios; Meco camino del cementerio y tras la fimebre mojiganga, una murga trompeteando a todo pulmén Ja marcha de Cadiz. Decid si no es un modo de divertitse con lividos refleos a Io Poe, y si en este carnaval no ha habido, si no Ja mascarada de la muerte roja, la mascarada de la muerte negra. ¥ como un diario hablase de una broma politica dada a Sagasta en su casa, la grave Epoca ha publicado con terrible intencién, ue “no informado del todo el apreciable colega, ha omitido dar cuenta de otra broma, 0, mejor, bromazo que después dio al jefe del Gobierno una numerosa comparsa vestida con més pro- piedad que Ja ya célebre compafiia de los cadetes de la Gascufta. Fue el caso que al filo de la medianoche, cuando mas plicida. mente reclinado estaba en cémoda butaca el sefior Sagasta con- templando cémo se reducfan a cenizas los troncos de su chimenea, ‘i mds ni menos que nuestras posiciones ultramarinas, y evocando * De Bspata Contemporinea, “Garnier Hnos”, Paris, 1901, 201 02 SELECCION DE JAIME TORRES BODET mentalmente los hechos todos de su larga y aprovechada vida, soné en la antesala ruido de extrafia misica, asi como el rascar de huesos con que suelen acompafiar sus tangos los negros de Cuba, Se abrié la puerta y entré la mascarada. Precediale un estandarte enlodado que en otro tiempo fue rojo y amarillo, adornado ahora de oro y azul. A pesar de los desgarrones y manchas del carnavalesco estandarte, podian leerse estos nom- bres: Cavite, Santiago, San Juan de Puerto Rico. Seguian luego con cardtulas que representaban rostros demacrados y eadavéricos, lunos cuantos jévenes que parecian viejos, cojos unos, mancos ‘otros, con el traje de rayadillo hecho jirones por las malezas de la manigua.... Estos ofrecieron al sefior Sagasta una caja de guyaba fina. Tan grotesca era la catadura de las susodichas miscaras y tan oportuno le parecié el susodicho regalo al presi- dente, que el buen sefior prorrumpié en ruidosas carcajadas. ‘También le hicieron desternillar de risa los prisioneros de Fili- pinas. ban disfrazados, con propiedad casi deshonesta, de desnudos y trafan en azafate de abaci, ramos de sampaguitas. Mezclado con los anteriores entraron en el gabinete del sefior Sagasta marinos de Cavite y de Santiago con cabezas tan artisticas Y muecas tan significativas, que no parecia sino que sus posee- dores habian estado meses enteros debajo del agua. ..” Ese acero fino es del marqués de Valdeiglesias. Y esa pintura que hace resaltar que estamos en un pais en que aun flota el espiritu de Goya, es un comentario mejor que cualquier otro, del estado ‘moral que aqui se impone en estos momentos. Ese capricho dice Ja verdad de una manera risuefiamente sombria. Pues bien, me temo que pocos ojos se hayan fijado en la corrosién del agua fuerte, mientras se apagaba en los aires el son de las dulzainas de Valencia Las dulzainas las trajeron los estudiantes valencianos que han venido a la Corte, con naranjas y claveles, con muchachas her mosisimas, a cantar y a bailar y a pedir para un sanatorio que pronto ha de lenarse de repatriados. Ha sido esa estudiantina tuna nota vibradora y sana, por mas que puedan visarla los cro- niistas a ultranza, en el cuadro de la fiesta general. Adin queda en esta juventud escolar un resto de las cldsicas costumbres de sus semejantes medievales, un rayo de la alegria que sorbfan con 1 vino los estudiantes de antafio, un buen animo goliardo, la frescura de una juventud que no empaiia el aliento de las grandes capitales modernas. Y entre lo bueno que han hecho al Iegar a ésta, ha sido la visita al palacio, pues han ido a llevarle cierta- ANTOLOGIA DE RUBEN DARIO 208 mente un poco de sol a ese pobre reyecito enjaulado que ha tenido una ocasién de sonreir. Lucen los estandartes de las distintas facultades; con extrafias vvestimentas, los dulzaineros que han tenido por principal kepell- ‘meister a.un risueftor, como el pifanista de Daudet; 1a comparsa de Ta boda, florida de pafiuelos y de ramos frescos y de mejillas finas como de seda de flor, y en los ojos de esas mujeres Ia salvaje y agresiva luz levantina; y los cuerpos euritmicos y ricos de gracia sensual, cuellos de magnifica pureza, senos y piernas armoniosas; son el vivo encanto entre las notas detonantes decorativas de las mantas y de los cestos de frutas. ¥ en la sala del palacio en que se les recibe, los que fingen labradores se Ponen a departir echados en el suelo, los de las bandurrias y ‘guitarzas se ordenan, y al aparecer Ia reina y su familia, un trueno de cuerdas inicia la marcha real. Los que representan Ia boda animan su risuefio grupo de trajes vistosos. Luego es la danza regional del U y el Dos; y las canciones y las coplas que dos estudiantes improvisan, a dos versos eada uno, y los donsainers que tocan en sus instrumentos de legado arabigo, sones origina Jes que danzan las parejas, mtisicas perfumadas de rosas de Ia Huerta, cadencias y ritmos de una melodia que en vano procu- aria esquivar su origen muslimico; y el canto y Ia danza bordan, cincelan paisajes que en una lejanfa histérica puede evocar el fiador. La austriaca triste se ve como iluminada de musica, el reyecito anémico debe sentir correr por sus venas un 100 estre- mecimiento; las princesas y los cortesanos sienten en medio de los muros antiguos y de los solitarios y maravillosos habitaculos, una invasién de aire libre, una irrupeién de la vigorosa natura- Jeza, una momenténea aparicién del alma sonora de la Espafia popular; es un sorbo de licor latino apurado en horas de decai- miento en una copa labrada por el moro. La reina admira un ico pafiuelo de randas que una valenciana luce en Ia cabeza, y Ja valenciana se quita de la cabeza el paiiuelo y se lo da a la reina. Un estudiante ofrece a una princesita un cesto de limones con el mismo gesto que si fuesen de oro. El sefior rector anda por alli con su frac y su discurso, negro entre la fiesta de colores. En los ojos det rey nifio juega tna inusitada Hama, y la buena Borbén de la infanta Isabel esti en su elemento. Ya el rector ley6 su pliego, ya vuelven a sonar las dulzainas morunas y las valencianas a tejer estrofas con caderas, piernas y brazos. Ya se va Ia comparsa, ya quedan los prineipes solos con su grandeza; ya va a su retiro el pequefio monarca, acompafiado de una aya 206 SELECCION DE JAIME TORRES BODET invisible... pero que el ojo del poeta alcanza a distinguir y a reconocer, pilida, muy pélida. Entre tanto Madrid ha bailado como nunca. No hay recuerdo de una época en que las gentes se hayan entregado a tal ejercicio con mayor entusiasmo. En el Real, en todos los teatros, bailes de sociedades y gremios; en los salones mundanos, bailes de cabezas y de trajes; en las calles mismas, mascaradas con una guitarra y unas castaiiuelas por toda musica, se han descaderado a jotas. Los disfraces han abundado; y mientras uno material- ‘mente no puede dar un paseo por las calles sin que le impidan el paso los mendigos, mientras Ia prostitucién, comprendida la de Ta infancia y causada por el hambre en este buen pueblo, se instala a nuestros ojos a cada instante; mientras los atracos © robos en plena calle hacen protestar a la Prensa todos los dias, se han gastado en los tres de carnaval trescientas mil pesetas cn confetti y serpentinas. Parece que pasase con los pueblos Io que con los individuos, que estas embriagueces fuesen semejantes a la de aquellos que buscan alivio u olvido de sus dolores refu- gidndose en los peligrosos paraisos artficiales. O que la cigarra espatiola después de haber pasado cantando tanto tiempo, a la hhora de los cierzos y en el frio del invierno, siguiese el consejo de la hormiga: “Bailad ahora!” De todas maneras os aseguro que esta alegria es un buen sintoma: enfermo que baila no muere. Y la belleza de estas mujeres espafiolas, Ia abundancia de belleza sobre todo, y de frescura y de vida sana, dan idea de Ja mds fecunda mina de almas y de cuerpos robustos, de donde pueden salir Ios elementos del mafiana. Y yo no sé si me equi- voque, pero noto que a pesar del teatro bajo y de Ia influenci torera —en su mala significacién, es decir, chuleria y vagancia—, tun nuevo espiritu, asf sea homeopaticamente, esti infiltrindose fen Tas generaciones flamantes. Mientras mis voy conociendo el mundo que aqui piensa y escribe, veo que entre el montén tras hhumante hay almas de excepciém que miran las cosas con exac titud y buscan un nuevo rumbo en la noche general. He de ocuparme especialmente en estas manifestaciones de una reaccién saludable y que auguraria, con tal de que esos Iuchado- res se uniesen todos en un micleo que trabajase por la salud de Espafia, un movimiento digno de la patria antigua. Por lo de- ris, las fiestas no hacen dafio, y con fiestas y toros hubo un Gran Capitdn y un duque de Alba. El Aranjuez de la princesa de Eboli corresponde en cierto modo al Retiro de Felipe 1V. Las méscaras suelen ser del agrado de los héroes, y cuando el id se casa y va el rey sacando los granos de trigo de entre los ANTOLOGIA DE RUBEN DARIO 205 senos de Jimena, divierte a las gentes un hombre de buen humor que va vestido de diablo. Lo que hay es que los que quieran proclamar la reconstruccién con toda verdad claridad han de arimse de todas armas en esta tierra de las murallas que sabéis. Hay que luchar con la oleada colosal de las preocupaciones; hay que hacer verdaderas razzias sociolégicas, hay que quitar de sus hormacinas ciertos viejos idolos perjudiciales, hay que abrir todas las ventanas para que Jos vientos del mundo barran polvos y telarafias y queden limpias Tas gloriosas armaduras y los oros de los estandartes; hay que ir por el trabajo y la iniciacién en las artes y empresas de Ja vida modema, “hacia otra Espaiia”, como dice en un reciente libro un vasco bravisimo y fuerte ~el sefior Maeztu-; y donde se encuentran diamantes intelectusles como los de Ganivet —jel pobre suicidal—, Unamuno, Rusifiol y otros pocos, es sefial de que ahondando més, el yacimiento dari de sf. SEMANA SANTA * 31 de marzo de 1899 Ssvita rebosa de forasteros; Toledo Io propio; a Murcia van Jos trenes Tenos de viajantes. No faltan en las estaciones los indispensables ingleses provistos de sus mimisculas “detective” Es en las provincias en donde la santa semana atrae a los turistas, Madrid es religiosamente incoloro, y lo que hace notar que se asa por estos dias de fiestas cristianas, es que desde ayer, por decreto del alcalde —un descendiente del ilustre Jacques de Liniers-, no circulan durante el dia vehiculos por la capital. Las campanas no suenan, reemplazadas litirgicamente por las ‘matracas, y jueves y viernes estas mujeres amorosas en la devo- cidn, recorren Jas calles cubiertas con sus famosas mantillas. En ‘medio de la multitud, algo he advertido de una vaga y dolorosa tristera. Se escucha que viene a Io lejos una suave misica lena de melancolia; despacio, despacio. Luego se va acercando y se oye una cancién, Seis voces: dos femeninas, dos de hombre, dos infantiles. El coro pasa, se diria que se desliza ante vuestros ojos ¥_a vuestros ofdos. Son ciegos que van cantando canciones, pidiendo limosna. Se acompaiian con violines, guitarras y ban. dolinas. Con sus ojos sin dia miran hacia el cielo, en busca de "De Expate Contempordnes, “Garnier Hinos.", Pars, 1901, 216 SELECCION DE JAIME TORRES BODET Al llegar aqui contesta una vor dentro: Las puertas ya estén abiertas Entren si quieren entrar. Confitura no tenemos Para poder convidar. Entran las buenas mozas, a pesar de que no hay confitura, y, cerca de la pila de agua bendita vuelven a cantar a pleno pulmén: ‘Tomemos agua bendita, Mis amiguitas y yo, Tomemos agua bendita ‘Vamos al altar mayor. Tomemos agua bendita, Amigas y compatteras, ‘Tomemos agua bendita ‘Vamos a Ievar,la vela. Al legar aqui van todas con aqucl fameso samo de lausel ornado de peras, manzanas y guindas, y con la vela, que ha Megado de alguna cereria de Madrid o Avila, al altar mayor, a hacer la ofrenda a la Virgen. Las estrofas de esa inocente mé- trica de aldea se suceden entretanto. En todo se admira que, al menos en las mujeres, hay cierta suma de religiosidad y de fe sencilla, junto con el amoral divertiniento, Jo cual es mucho en una’aldea que no pone cruces a sus muertos. La procesién viene en seguida. Se conduce a Ia Virgen por la calle, cantando cl rosario, y se vuelve a depositar Ja imagen. Alli hay un inte resante remate de Ia mayordomia del afio entrante y otras tan- tas pequefias preeminencias. or la tard se ream el baile con la gaitay el tambor, en Ja pradera, donde we merida gozosamente Por In noche ball mis baile. Por largo tiempo resonarin en mis ofdos Ia agu ee oe ee via hasta el chocolate cural, se pasa por Ia rifa del célebre ramo. Atin queda, el dia que viene, tiempo para que sigan dan- zando mozos y mozas, en tanto que los Viejos aldeanos vuelven, al campo a su tarea de sacar patatas. Yo volvi a tomar mi burrito, camino de Avila, en donde ANTOLOGIA DE RUBEN DARIO an robé Jas mds ricas aceitunas que os poddis imaginar, con mi amigo el campesino, No dejé ce recordar al cuerdo Horacio: Non afra avis descendat in ventrem meum Non attagen Jonicus Iucundior quam lecta de pinguissimis Oliva ramis arborum... ‘TRIANON * La sota palabra Trianén evoca el espititu y la vida de toda tuna época. Se acerca, en el tiempo, como un perfume antiguo; se oye un son de viola de amor, un minué en el clavicordio de Ia abuela; se mira, con los ojos entrecerrados de Ia memoria melancélica, un conjunto de suntuosidades y elegancias, Los arriesgados ejercicios de la coqueteria, las declaraciones de los caballeros y las sutiles conversaciones de Jos abates; horas de encaje y seda; embarques para Citeres; idilios rasticos entre ppastores gongorinos y pastoras “preciosas”. Collar de horas que fue como una gnirnalda de rosas que cubriese de puouto wan ola de purpura. Tiempo encantador, ciertamente, que tiene stt parangén en los libros de cuentos de hadas y que adoraban los Goncourt, Hoy, ese tiempo floride hace escribir algunos buenos libros inspira a ciertos poetas musicales deleitosas poesias; inte- esa a los compradores de cuadros y a los modistos y peluqueros, ‘con ocasién de los bailes de trajes o cabezas empolvadas. ;Buen, baile de cabezas dio fin a la perenne fiesta en que la reina Marla Antonieta imperaba de todas guisas! Los lugares que sirvieron de teatro a tantas maravillas tie- znen hoy, en su severa soledad, una dulce tristeza que no querria ser perturbada, Versalles y sus rincones de amor y de recuerdo, parece que no deberfan profanarse con ruidos modernos, con vulgares paradas contempordneas. Déjense las umnbrias de los no- bles bosques, las gloriosas y abandonadas arquitecturas, a los sofiadores, a Ios enamorados, a los solitarios. Esas lindas gra.

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