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rase una familia feliz que viva en una casita de suburbio. Pero una noche estall
de improviso en la cocina un incendio espantoso. Cuando las llamas empezaron a
propagarse, padres e hijos salieron fuera corriendo. Se abrazaron e, impotentes,
contemplaban desconsolados su hogar envuelto en llamas y humo. Entonces, con
horror y pena indescriptibles, cayeron en la cuenta de que faltaba el ms pequeo,
un nio de cinco aos. En el momento de salir, asustado por el crepitar de las
llamas y sintindose ahogar por la acidez del humo, volvi atrs y subi al piso de
arriba. Qu hacer? El padre y la madre se miraron desesperados e impotentes, las
dos hermanitas comenzaron a llorar: lanzarse a aquel horno era imposible. Y los
bomberos no acababan de llegar... Pero he aqu que arriba, en lo alto, se abri la
ventana del desvn, y el nio se asom gritando con fuerza: Pap, Pap!. El
padre, esperanzado, respondi: Salta, hijo, salta. Debajo de s el nio slo vea
fuego y humo, pero oy la voz de su padre y contest: Pap no te veo! Te veo yo,
hijo y basta. Salta, grit el hombre con toda su alma. El nio salt y cay sano y
salvo en los cariosos brazos de su padre, que lo haba recogido al vuelo.
Este relato subraya la confianza que hay que tener cuando se reza. El nio
asomado a la ventana de una casa en llamas, no es la imagen del cristiano
ante Dios? En el momento de peligro, la voz del Seor se deja or y grita:
Confa en m y arrjate a mis brazos. Con demasiada frecuencia el cristiano
tiene la tentacin de responder: Padre no te veo. En la tierra nosotros
caminamos a oscuras, pero Dios nos ve; esto es importante. Dios no nos
abandona ni un instante. Nos lleva de su mano, aunque no la sintamos.