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1. Suele afirmarse que la ciencia nacié en Grecia, con Tales, Pit4goras y los fisicos-filé- sofos del siglo v a. C. Sin embargo, las inves- tigaciones modernas dicen que no fueron los griegos quienes inventaron las primeras no- ciones de geometria, astronomia, eteétera; las aprendieron de los egipcios y de los asirio- babilonios, que en estos campos de investiga- ciones ya habian realizado descubrimientos indudablemente muy importantes con varios siglos de anterioridad. Cusl fue entonces la aportacién decisiva de los griegos? ¢Qué justifica la atribucién de la gloria —a ellos asignada— de haber dado nacimiento al pensamiento cientifico cabal y verdadero? Proclo, un neoplaténico del siglo v d. C., en el célebre “Resumen histérico” contenido en el prologo a su comentario del Libro I de Eucli- des, escribe que —después de Tales y de otros estudiosos de matemitica contemporineos— “Pitdgoras transformé ese estudio convirtién- dolo en una enseiianza liberal que se remonta- ba a los principios generales y estudiaba los problemas abstractamente y con la inteligencia pura”. Precisamente en esta transformacién, que luego sera desarrollada con tanto éxito por Platén, Aristételes, Euclides, etc., debe buscarse, segiin los historiadores modernos, la yerdadera novedad que introdujeron los grie- gos. Tal transformacién sefialé el comienzo CAPITULO I COMIENZOS DEL PENSAMIENTO CIENTIFICO (Pitdgoras) de la investigacién cientifica auténoma, pues afirmé la exigencia de un saber racional, irre- ducible a la simple y mera coleccién de expe- riencias de la vida cotidiana. Si es probable —segin se ha sostenido como consecuencia de investigaciones mas modernas— que tam- bién los egipcios y los asirio-babilonios dispo- nian de algin método para probar los resulta- dos obtenidos por lo menos en ciertos campos, queda’en pie, sin embargo, que tal método no ha Hegado hasta nosotros, y que, ex todo caso, no fue capaz de garantizar la validez general de los teoremas y de las leyes cientificas. Tomemos como ejemplo la célebre proposi- .cién conocida comuinmente como teorema de Pitagoras: sin duda, su validez era conocida, limitada a algunos 0, mejor, a varios casos par- ticulares (por ejemplo, cuando las medidas de los catetos son los mimeros 3 y 4 y.la de la hipotenusa es 5), por los sacerdotes egipcios y hasta por los chinos muy antiguos. Sin em- bargo parece cierto que solamente los griegos supieron remontarse de la comprobacién de tal validez en varios casos particulares 2 la (emostracidn de la validez general del teorema 'Y, Io que es mas importante, sdlo ellos supie- ron luego extraer las consecuencias mas atre~ vidas del reconocimiento de dicha validez, hasta deducir un hecho matematico que con- tradecia evidentemente no sélo la experiencia de la vida diaria, sino las teorias filosdficas z entonces mis difundidas, es decir, Ia existen- cia de segmentos inconmensurables entre si. Mies Este amado a la(raz6n) ya en la busqueda de un fundamento general de nuestras proposi- ‘iones, ya en el inexorable desarrollo de todas Sus consecuencias, constituye el primordial y mas importante carécter del pensamiento cien- tifico. 2. Dijimos que los antiguios fisico-filsofos &riegos afirmaron la exigencia de la demostra- cin. Pero, zcusl fue el verdadero significado que atribuyeron a este término? Es facil res- ponder que no podian atribuirle el significado actual; més atin: no pudieron atribuirle nin- gtin valor ldgico determinado, pues carecian todavia de una nocién exacta de lo que debia ser la légica (ésta, como disciplina auténo- ma, slo fue elaborada con posterioridad y deducida precisamente del conjunto de racio- cinios ya impuestos a Ia consideracién gene- ral). El anilisis de los escasisimos’ fragmentos y * Supongamos dadps dos segmentos: @ (mayor) y . & (menor). Llevemos & sobre a y supongamos que esté contenido, por ejemplo, dos veces con un resto R. Lle- vemos este resto R sobre b, y supongamos que, por Jo tres veces con un resto R’. La ién matemética de la medida nos dice que si al repetir la operacién ocurre que en ci 19 existe resto, los dos segmentos dados son conmensu= tables. Por ejemplo, si con Ia hipétesis anterior R’ se anula, la medida de a respecto de 6 seri 2+ 1/3 = 13, ¢8 decit ¢ seri los 7/3 de b. Ahora bien, como | cada testo es més’ pequefio que el anterior, acabard por | set indiscernible para cualquier observaciéa prictica y, por lo tanto, podemos admitir que” pricticamentey en t momento, no habri mis resto. Esto equivale a decie que, desde el punto de visea emipirico concreto, (dos segmentos son siempre conmensurables, Las veoriaa filoséficas’pitagéricas dominantes en Ia época a Ia que nos referimos confirmaban tal conclusién. En efecto, sostenian que todo segmento se compone de un mimero finito de puntos; y es evidente que, de sex las cosas | asi, dos segmentos resultarian siempre conmensurables, | siendo su medida la razén del niimero de puntos de “uno de ellos al del otro, De ahi que la existencia de segmentos inconmensu- rables entre si estaba en evidente contradiccidn, ya con el punto de vista empirico conceeto, ya con ‘as teorias filoséficas pitagéricas, 8 de los pocos testimonios que han Iegado hasta nosotros respecto de las primeras “de- mostraciones matemdticas” indican que étas partian de algunas antitesis fundamentales admitidas como evidentes (ser- no ser; uno- muchos; par-impar; Ileno-vacio; reposo-mo- vimiento, etc.), y trataban de demostrar por (el absurdo, apoyéndose en tales antitesis, Ia posibilidad de aceptar o de no aceptar cier- 3 conclusiones. ‘Aun las discusiones mis caracteristicamente “fisicas” endian, sobre todo, a explicar los fendmenos que presentaban aspectos aparen- temente contradictorios. Por ejemplo, el fe- némeno del “devenic”, del “transformarse”, respecto del cual se idearon las teorias mis variadas. Notable fue la fisica de Anaxagoras, que, para explicar Ia trasformacién de un ser en otro —del pan que comemos en carne de nuestro cuerpo; de la semilla, nutrida por la tierra, en planta, etcétera—, sostuvo que "todo esta en todo”, y que, por lo tanto, una cosa puede suscicar la apatiencia de transformarse en otra porque contiene, aunque sea en forma invisible, los distintos elementos que compo- nen esta ultima, En conclusidn: el caracter “cientifico” de los ptimeros raciocinios se manifestaba “demos- trando“con mayor generalidad —y no sélo para los casos particulares— la imposibilidad de admitir la coexistencia pacifica de catego- rias'contradictorias; por lo tanto, en verificar toda nocién de la experiencia comin, son- deindola en todos sus( supuestos) y en todas sus(Gonsecuencias, con ef objeto de probar sus eventuales contradicciones y, segin los casos, rechazarla 0 buscar el camino de su justifica~ cin. it 3. A titulo de ejemplo seré vitil exponer un racio- cinio muy antiguo, segin el cual Pitdgoras (0 algunos de los primeros pitagéricos) —partiendo del teorema, entonces de conquista reciente, acerea de la equiva- lencia entre ¢l cuadrado de Ia hipotenusa y Ia suma de los cuadrados de los catetos de un triéngulo rectingu- Jo demostrd Ia oxistencia de segmencos incon mensurables, en contra de toda apariencia empirica y en contra de los propios principios de la filosofia pita- gorica. Se lo halla en un apéndice del Libro X de los, Elementos de Euclides, y ya Aristételes lo menciona en los Primeros Analiticos. Considérese el cuadrado de Indo I y diagonal d. Supongamos que ! y d sean conmensurables, es decir, que exista una unidad de medida contenida un nimero exacto de veces en J y un niimero exacto de veces en 4, Usilizando unidades modernas de medida,’ suponga- ‘mos que un centimetro esté contenido m veces en | y m veces en d. Dedicese que un centimetro cuadrado staré contenido m? veces en el cuadrado construido sobre Jy n? veces en el construido sobre d. Por canto, aplicando el teorema de Pitigoras se deducir’ a) 2 mn? Podemos suponer que hemos suprimido en m y n sus factores Comunes de manera que resulten primos entre si, de donde se deducir’, en particular, que si uno es pat el otro debe ser impar. De (1) resulta que n® es par (por sex doble de m2 ¥, por tanto, exactamente divisible por 2) y de ahi de- beri serlo también m, por resultar imposible que el cuadrado de un niimero impar sea pat. Luego » es par Y, Por tanto, m impar (por ser n par, m que es primo con 1 debe ser impar). Pero decir que » es par significa que es exactamente divisible por 2, En férmulas, llamando a [a mitad den 2k de donde: maakt Sustituyendo este valor en el segundo miembro deducimos 2m=4B ts decir: @) =28 Lo cual significa que m® es par y, por Io tanto, que también m es par. Pero esto es absurdo, pues hace poco habiamos concluido’ que m era impar. Como no existe ningtin mimero que al mismo tiempo sea pare impar, se deduce que In hipdtesis de Ia cual se ha partido es errénea y que, por lo tanto, no puede existir ninguna unidad de medida, contenida un nimero exacto de veces en I y en d. El mismo raciocinio podia repetirse si, en lugar del centimetro, hubiéramos toma- do una unidad de medida por pequefia que fuera, En definitiva, estos dos segmentos son inconmensura- bles entre si, hecho sorprendente también para nosotros iy no digamos para la mentalidad de los picagéricus "! 4. Conforme. lo escribe Aristételes en la Metafisica, “lo que originariamente impulsé a los hombres hacia las primeras investigacio- nes fue el asombro”. Es indispensable advertir, pot lo tanto, en qué sentido pudo actuary desarrollarse aquel impulso inicial. La simple comprobacién de un hecho que causa asombro, inesperado por salir de lo co- miin, no es de por si suficiente para iniciar un proceso de investigacién cientifica. Si el hom- bre se limita a contemplarlo con estupor, a expresar con palabras més 0 menos vivas la conmocién de su animo, no da el menor paso hacia la ciencia. A lo sumo podra hacer poesia bella o fea (tanto da, pero nada més que poesia). Para hacer ciencia es necesario no permane- cer inméviles ante el motivo del asombro; hay que pasar del estado puro de contemplacién al de Ia accién, El acta de bautismo de la ciencia se vincula con tal accidn, es decir, con la pro- duccién de los medios para sondear lo asom- broso, analizindolo en sus elementos, compo- nigndolo con otros hechos, reproduciéndolo en circunstancias semejantes o distintas. La més moderna filosofia de la ciencia da a estos medios el nombre de técnicas, independiente- mente de que se obre con instrumentos empi- ricos 0 con instrumentos conceptuales. Para tratar de explicar con ejemplos qué queria decir con. la proposicién citada a co- mienzos de este pirrafo, Aristételes afirma que uno de los hechos universalmente considerados mis asombrosos fue, precisamente, el descu- 1 Cuenta una leyenda que la existencia de magnicu- des inconmensurables se smantuvo en secreto durante mucho tiempo en la escuela pitagérica. Un discipulo infiel, Hipaso de Metaponte, os6 divulgarla: fue expul- sado por el Maestro y tuvo que huir de la ciudad. Lo aleanzaron las iras de Jupiter, quien envié una gran cor menta que hundié la nave en que habia embarcado el brimiento de Ia inconmensurabilidad encre Ia diagonal y el lado del cuadrado (que hemos expuesto detalladamente en el § 3). Y es pre- ciso reconocer que este ejemplo es perfecta- mente convincente, pues resulta indudable gue las reflexiones sobre Ia inconmensurabili- dad de los segmentos, es decir, sobre los nuime- ros irracionales, figuran entre las mas fecundas que registra la historia de la matemitica. Pero el mismo Aristételes afiade que el asombro inicial desaparecié muy pronto con las pri- meras investigaciones de los gedmetras; tanto es asi que fue susticuido por un asombro con- trario, “ya que nada produciria mas estupor aun gedmetra que sila razén entre la diagonal ye lado del cuadrado fuera conmensurable.” “Del mismo modo podemos encontrar en la iniciacién de todas las investigaciones cienti- ficas alguna comprobacién susceptible de cau- sar asombro; el nacimiento de la ciencia con- sistié'siempre en la eliminacién de tal estupor, sustituyéndolo por un estupor contrario (es decir, haciendo comprender tan claramente Ia razén’ de los hechos estudiados que nos asombraria que las cosas se produjeran de otra manera). El pasaje de un asombro a otro es obra esencialmente humana, es el fruto de la tenaz reflexién de los cientificos, es el resul- tado de sus “técnicas”, Comprender, pues, qué es el “pensamiento cientifico” significa com- prender el modo de proceder de estas técnicas, su creacién, su desarrollo, el encabalgarse de una técnica sobre otra. Por lo tanto, nuestra investigacién versara sobre las técnicas, y muy pronto ésta nos indicara cuin amplia ha sido la revolucién que esas técnicas produjeron. CAPITULO IL DIFICULTADES DEL LENGUAJE COMUN Y FORMACION DEL LENGUAJE GEOMETRICO 1. La primera técnica —y la mis esponté- nea— a que acudieron los hombres para do- minar la experiencia fue el lenguaje. Este ser- via al individuo para comunicar sus propias observaciones personales a otros individuos. Con ello era posible comparar los hechos per- cibidos por personas distintas en el mismo instante o en instantes sucesivos, coordinar sus esfuerzos para corregir ciertas situaciones y provocar otras; en una palabra, salir del estado de asombro ingenuo y pasar al estado de co- participacién humana en el conocimiento. Sin embargo, el lenguaje comtin no tardé en demostrar su propia ineficacia ante los fi- nes que acaban de bosquejarse, Con frecuencia, el mismo conjunto de palabras se usaba con 10 (Los sofistas - Euclides) significados distintos; la expresin més espon- tinea debia abandonarse por ser incapaz de reflejar las innumerables complejidades, ma- tices y tortuosidades de la experiencia; a veces, el desarrollo del raciocinio ponia de manifiesto gravisimas contradicciones, cuyo origen se ig- noraba si residia en el hecho expresado 0 en el lenguaje empleado para expresarlo. Con esta crisis del lenguaje comin se vincula una de las etapas mas importantes en la formacién del pensamiento cientifico considerado como actividad auednoma y consciente: fue, en efec- to, esa crisis la que impulsé al hombre a in- tervenir decididamente en las estructuras lin- gilisticas hasta aduefiarse, en cierto sentido, de ellas; Io cual posibilité Ia.construccién de sis

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