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interrogndola la seora Encarnacin. Digo al revs: Con Dios y con Santa Mara,
respondi la mujer. Entonces -dijo la seora Encarnacin- me est permitido ayudarte y te
ayudar, porque desde ahora quedas con Dios y con Santa Mara. La seora Encarnacin
era muy pobre; y con la carga de aquella mujer que se ech encima, su vida de privaciones
empeor ms y ms. Pero una noche la mujer le dijo, como quien no quiere la cosa: Ya
tengo otra vez mi sangre completa. La seora Encarnacin, bajando los ojos, dijo:
Cudate mejor, no vuelvas a perderla. La seora Encarnacin termin su historia as: Era
una excelente mujer. Durante muchos aos -Dios me lo perdone- fue el amparo de mi
invlida vejez; pero un da no volvi y no s qu habr sido de ella.
Ahora, la de la seora Indalecia. Siendo ella muy nia sola pasar y repasar en sus idas y
vueltas camino de su escuelita, por frente a la casucha donde viva sola una viejita que
frecuentemente la llamaba y le ofreca rajas de meln, torrejas de patilla y otras frutas que
coma con gusto. Una tardecita, cuando no eran todava las seis pero el da estaba ya
oscuro, pas como de costumbre la seora Indalecia -que entonces era llamada Indalecita- y
la viejita la invit a entrar un momento. Entr, la viejita la llev al patio y en su presencia
comenz a desnudarse e iba poniendo la ropa en un matorral. Despus le dijo: Mijita, el
favor que te pido es que me cuides mi ropita. Esprame aqu, voy a buscar unas patillas y
no tardar en encontrarlas porque ahora es el tiempo. Enseguida la viejita, toda en cueros,
sac del mismo matorral un garabato y picndose con l una parte que la seora Indalecia
no quiso nombrar, se convirti en zorra y se fue corriendo. La seora Indalecia dice que por
un lado sali la zorra y por otro ella disparada y no par hasta su casa a donde lleg muerta
del susto; que jams volvi a pasar por aquella calle, ni como Indalecita ni como seora
Indalecia; y que al fin la viejita fue muerta como zorra, cosa que todo el mundo supo, y
sucedi de este modo: una noche Tobas, el muchacho de la rosa del compadre Sstenes,
sali a echarle un vistazo a los sembrados; aunque la luna estaba en menguante alcanz a
ver un animal por los lados del patillar; le tir con la escopeta y qued seguro de haberle
dado porque lo vio voltearse y caer detrs de un barranquito, pero dej el cogerlo para
cuando aclareara: y a la salida del sol lo que encontr all fue a la viejita muerta. "Estaba
desnuda y con un garabato enganchado en salva sea la parte", dijo la seora Indalecia.