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3. 2QUE ES LA RAZA? 3.1. Introduccién Durante la primera mitad del siglo XIX, la raza era un concepto difuso. En ocasiones fue utilizado para referirse a la totalidad de la especie,”la raza huma- na”; a veces a una nacién o tribu, “la raza de los ingleses”, “la raza de los mapuches”; o bien, simplemente a una familia, “es el wiltimo de su raza”. Adem: los trabajos de filologia de la época dieron lugar a un mayor conocimiento de las lenguas (indoeuropeas, semiticas, ete.) que fueron absorbidas en la clasificacién somitica de ese siglo, comenzdndose a hablar de raza indoeuropea, raza semita, ete. A partir de la aceptacién de la teorfa de la evolucién de Darwin, los bidlogos comenzaron a utilizar el concepto de raza de un modo distinto, pasé a significar “clase”, un tipo diferente de organismo identificable dentro de una especie; por ejemplo: raza de ratones de vientre claro u oscuro, o razas de caracoles de concha listada o lisa. Como vemos, estas razas eran definidas bsicamente sobre la base de caracteres observables. Las clasificaciones tradicionales de las razas humanas se inspiraron en los criterios de los cientificos naturalistas, coincidiendo en lineas generales con lo que el sentido comin parecfa dictar; la existencia de, por lo menos, tres grandes razas: la raza blanca, la raza negra, la raza amarilla. En los ultimos cincuenta afios, los criterios en que se basa la clasificacién de la especie humana han sido objeto de la eritica de la genética, y en particular de la genética de poblaciones. Estos inves- tigadores no niegan Ia existencia de diferencias entre los miembros de la especie humana, lo que buscan demostrar es que la nocién comin de raza no tiene dema- siado sentido en biologia. Antes de presentar estas posturas criticas, creemos importante realizar una breve resefia sobre las clasificaciones tradicionales de raza. 8.2. Clasificaciones tradicionales de raza Los cientfficos que defienden la nocién de raza en la especie humana, con- sideran que la especie Homo Sapiens es una més entre las otras, y que puede ser estudiada con criterios similares a los aplicados al estudio de las otras especies. La definicién de razas humanas dada en 1944 por Henry Vallois, es un claro ejemplo de estas posturas: “Las razas humanas son agrupaciones naturales de hombres que presentan un conjunto de caracteres fisicos hereditarios comunes cualesquiera sean, ademds, sus lenguas, sus costumbres, sus nacionalidades” (Valois, H., 1972:5). 349 Vallois distingufa cuatro grandes grupos raciales: primitivo, negroide, europoide y mongoloide; esta clasificacién se basé en la deseripcién de una asociacién de ciertos caracteres morfolégicos tales como el color de la piel, la forma del cabello y la forma de la nariz. Asf, las razas negras son caracterizadas como de piel oscura, cabellos crespos o muy ondulados y nariz casi siempre ancha; las razas blancas, de piel clara o morena, cabello rizado u ondulado y nariz generalmente delgada; las razas amarillas, con piel de fondo amarillento, cabello lacio o apenas rizado y nariz de ancho variable y las razas primitivas, con disposiciones anatémicas poco espe- cializadas respecto de las otras. Este tipo de clasificaciones se basa, a semejanza de los naturalistas, en ciertos rasgos “claves”, favoreciendo la idea que una combinacién particular de dichos caracteres morfolégicos hereditarios corresponderia a un “tipo fisico” propio de cada raza. Es decir, los individuos que la componen serfan biolégicamente muy similares, en tanto serfan muy diferentes de los de otras razas. Pero en realidad las poblaciones no son homogéneas y los individuos considerados “tipicos” son muy escasos. Tomemos el caso de un estudio realizado en Suecia entre reclutas del ejército, en el que se demostré que el pretendido “tipo nérdico” (estatura alta, cabellos rubios, ojos azules, créneo alargado, ete.) slo estaba presente en el 10% de las personas en estudio. La idea de las grandes razas como “agrupaciones naturales”, se ve reforza- da, en el trabajo de Vallois, porque considera que cada una de ellas ocuparia 0 habria ocupado un drea geografica determinada: Europa para las razas blancas; Africa, India y Oceania para las razas negras; Asia y América para las razas amarillas. Las criticas realizadas a estas orientaciones desde los afios 50, se pueden resumir en dos puntos: 1. Las grandes razas a pesar de lo que las “apariencias” parecen indicar, no constituyen entidades naturales, sino que son categorias construidas conceptualmente, 0 sea arbitrarias. El siguiente ejemplo permitiré escla- recer lo anterior: los aint, del norte del Japén, tienen la piel blanca, y fueron clasificados tradicionalmente dentro de las razas blancas. Pero el genetista L. L. Cavalli-Sforza demostré en los afios 70 que los ainti estaban estrechamente relacionados, por sus caracteristicas sanguineas, con las poblaciones orientales. Esto demuestra que no hay nada “natu- ral” en la seleccién de rasgos o caracteres realizada a los fines de la clasificacién, sino que responde a los eriterios utilizados por el cientffico. 2. Las diferencias biolégicas, entre poblaciones “negras”, “blancas” y “ama- rillas”, son minimas, y por ende no permiten mantener la idea de la existencia de grandes razas. Los ejemplos que a continuacién daremos demuestran que la supuesta homogeneidad dentro de las poblaciones que conforman las grandes razas, es sélo eso, una suposicién. En Melanesia los habitantes de piel negra, tales como los canaca de Nueva Caledonia, suelen tener el cabello rubio y los papes de Nueva Guinea, a los cuales se ha lamado pseudosemitas tienen la nariz convexa y prominente, Dentro del grupo amarillo encontramos a los que han sido clasificados como “raza siberiana” pero presentan piel casi blanca, cabe- Nos que pueden ser castafios y ondulados, ete. Estos son solo algunos de 350 los casos, pero las evidencias demuestran que si se quiere abarcar la diversidad humana habria que multiplicar el numero de razas. En la actualidad hay algunas clasificaciones que distinguen cientos de razas y algunos cientificos postulan que se podria distinguir hasta un millon. Desde otra perspectiva, los avances realizados por la genética en las tiltimas décadas nos han permitido acceder a una visién muy diferente a la que postularon: los defensores de la existencia de las grandes razas. A continuacién veremos algu- nas de las conelusiones a las que han arribado. 3.3. Aportes recientes a la problematica de las razas Alrededor de 1940, muchos biélogos, bajo la influencia de la genética pobla- cional, modificaron profundamente su concepeién de la raza. Los diferentes expe- rimentos sobre la genética de organismos extraidos de poblaciones naturales de- mostraron que habia una gran variacién genética incluso entre los individuos de una misma familia, y mucho més en una poblacién. Lo que se logré establecer era que muchas de las que fueron consideradas “razas” animales eran solo formas hereditarias alternativas que podian aparecer dentro de una familia y por ende de una poblacién. Se pas6 a considerar que las diferentes poblaciones geogréficas locales no difieren absolutamente una de otra, sino sélo en lo que respecta a la frecuencia relativa de los distintos caracteres. Tomemos el ejemplo de los grupos sanguineos humanos, algunos individuos son del tipo A, otros del tipo B, algunos AB y otros del tipo 0, es decir, ninguna poblacién tiene exclusivamente un solo grupo sanguineo. Los nuevos avances en el conocimiento permitieron establecer entonees el concepto de raza geogréfica: “Una poblacién de individuos diversos que se emparejan libremente entre sf, pero diferente de otras poblaciones en cuanto a las proporciones medias de diversos genes” (Lewontin y otros, 1987:148). Esta nueva visién produjo dos grandes efectos: 1. El concepto de miembro tipico de una raza perdié por completo sentido, puesto que se demostré que cada poblacién tenfa una amplia variabili- dad interna. 2, Dado que cada poblacién se diferencia escasamente por término medio de cualquier otra, todas las poblaciones locales que procrean entre s{ son razas, por ende el concepto de raza pierde relevancia. Los kikuyu del Africa oriental difieren de los japoneses en la frecuencia de genes, pero también se distinguen de sus vecinos, los masai, y aunque la extension de la diferencia puede ser menor en un caso que en el otro, sélo es cuestién de grado. Esto vuelve a ratificar lo expresado anteriormente, que las clasificaciones que planteaban la existencia de grandes razas eran biolégicamente arbitrarias. 351 No obstante, algunos importantes investigadores del tema como Ernst Mayr siguen sosteniendo la utilidad del concepto de raza, en tanto sea utilizado en forma estadfstica y dindmica, es decir como “poblaciones variables que difieren de otras andlogas de la misma especie por sus “valores medios” y por la “frecuencia” de ciertos caracteres y genes” (Mayr, E., cit. en Lischetti, M. comp., 1987:220). A la luz de los nuevos descubrimientos se fueron planteando nuevos interro- gantes. Uno de estos fue cudnta diferencia habria entre los grandes grupos geogré- ficos —por ejemplo, africanos y australianos— en oposicién a las diferencias exis- tentes entre los individuos de estos grupos. Esta pregunta, que se constituyé en un problema a resolver, encontré respuesta gracias a los avances realizados por los genetistas, los cuales mediante la utilizacién de la inmunologia y de la quimica de la proteina, identificaron un gran numero de genes humanos que codifican enzi- mas especificas y otras proteinas. Del estudio de unas 150 protefnas diferentes codificadas genéticamente se pudo establecer que el 75% de los distintos tipos de protefnas son idénticas en todos los individuos examinados, independientemente de la poblacién, salvo alguna mutacién ocasional. Son las llamadas proteinas monomérficas que demuestran que la especie es fundamentalmente uniforme en cuanto a los genes que la codifican. En cambio, el otro 25% son proteinas polimé6rficas, éstas presentan dos o mas formas alternativas de proteinas, codifica- das por formas alternativas en un gen, que son comunes pero que tienen frecuen- cias variables en la especie humana. Se utilizaron estos genes polimérficos para dilucidar el problema planteado. Las conclusiones a las que se llegaron fueron que no hay ningwin gen conocido que sea cien por cien de una forma en una raza y cien por cien de una forma diferente en otra raza. Por otra parte, hay genes que varian mucho de individuo a individuo y no presentan en absoluto ninguna “diferencia media” entre las grandes razas. Por ejemplo, tomemos el caso de un gen polimérfico como el que determina los tipos sanguineos A, B, O. que dependen de tres formas alternativas del gen, simbolizadas por A, B, O. Cada poblacién del mundo se caracteriza por una determinada combinacién particular de proporciones de las tres. Por ejemplo, cerca de un 26% de los belgas son del tipo A, un 6% del B, y el 68% restante, del O. Entre los pigmeos del Congo, encontramos un 23% del grupo A, 22% del B y 55% del O. Como vemos, lo que los diferencia es que hay una variacién en la frecuencia de las formas alternativas del gen, pero no unos genes particulares para cada grupo. ‘Alo largo de las décadas del 50 al 70, los antropélogos y otros cientificos han contado con mapas mundiales de numerosos genes relativos a los grupos sangui- neos, bioquimicos, tisulares, etc. A través del estudio de estos mapas se pudo determinar que la distribucién de los genes en las poblaciones mundiales no se superpone, es decir, no coinciden los resultados de unos con otros y mucho menos con las grandes razas. Considera que el siguiente estudio ejemplifica claramente lo expuesto: la distribucién de los genes que determinan los grupos sanguineos A o B permite agrupar a las poblaciones subsaharianas con las poblaciones orienta- les, en tanto las europeas se agrupan con las amerindias del norte y australiana. Pero con el gen correspondiente al grupo sangusneo O, una parte de las poblaciones situadas més al oeste de Europa occidental pueden agruparse con las poblaciones subsaharianas y una parte de las poblaciones australianas, en tanto que las pobla- ciones europeas de mds hacia el este, pueden agruparse con muchas poblaciones orientales. Diferentes son las agrupaciones a las que se ha llegado con el grupo sanguineo Rhesus, con los grupos tisulares y otros. Todo lo visto nos permite 352 concluir en que existe una discordancia geogréfica de la variacién de los diferentes genes estudiados. Otros aportes relevantes fueron los estudios que Ievaron a cabo tres grupos distintos de genetistas que, por medio de muestras representativas del patrimonio genético humano y con métodos estadisticos diferentes, se plantearon estudiar el alejamiento genético entre poblaciones que pertenecfan a un mismo grupo racial segin la Antropologia clésica (negros, amarillos, blancos) y entre estos grupos raciales. Los tres grupos de investigacién arribaron a un mismo resultado: a partir de toda la variacién genética humana conocida en relacién a enzimas y otras proteinas se puede establecer que el 85% se da entre individuos de la misma poblacién local, tribu o Nacién; un 8% se da entre tribus o Naciones de las grandes razas, y el 7% restante, entre las grandes razas. Si se extinguieran todos los individuos de la tierra menos los kikuyu del Africa oriental, aproximadamente el 85% de la variabilidad humana estaria presente, sélo se perderian algunas pocas formas genéticas como las que dan lugar al grupo sangufneo Duffy, solo conocido entre los europeos o el Diego, presente tinicamente en los aborigenes americanos. 3.4, Conclusién Una de las caracteristicas mAs importantes de la evolucién y de la historia humana ha sido el minimo grado de divergencia que existe entre las poblaciones geogrdficas en comparacién con la variacién genética entre los individuos. Para comprender esto hay que tener en cuenta que ninguna poblacién humana ha es- tado tanto tiempo aislada de otras para dar lugar a una raza. Ha habido un alto grado de mestizaje desde la emergencia de Homo Sapiens. Tomemos el caso de los europeos actuales, que son una mezcla de hunos, ostrogodos, vandalos del este, &rabes del sur e indoeuropeos del Céucaso, hasta donde sabemos actualmente, e incluso los australianos que fueron considerados como una raza, se mestizaron con papties e inmigrantes polinesios de] Pacifico atin antes de la llegada de los euro- peos. El genetista italiano Cavalli-Sforza (1992) adhiere a las posiciones que re- marcan que si se comparan los genes de las diferentes poblaciones no se encuen- tran diferencias netas, tajantes, sino una gama continua de variaciones. Por ende niega la existencia entre los hombres de razas puras. Para él, una raza pura es algo que podria ser producto de una investigacién de laboratorio, por ejemplo si cruzamos unas veinte generaciones de ratas a partir de una pareja original. Esto no existe entre los hombres, pues siempre hay cierta dosis de mezcla. Por otra parte, las diferencias genéticas entre los grupos humanos, como hemos visto, son débiles y en su mayorfa corresponden a caracteres neutros desde el punto de vista de la seleccién natural. Es decir, no son el resultado de un proceso adaptativo, y por ende no pueden reflejar una superioridad de aptitudes, sean ellas intelectua- les, psicolégicas o morales. E] resultado de estas investigaciones Ilevadas a cabo por diferentes cienti- ficos deberfan haber dado fin a las posturas en torno a la superioridad de unas razas por sobre otras pero, hoy en dfa, planteos de este tipo siguen subsistiendo en algunos dmbitos. El por qué de esta persistencia no encuentra respuesta en lo biolégico, sino que nos obliga a adentrarnos en Ia problemética sociocultural. 4, EL RACISMO COMO PROBLEMATICA CIENTIFICA 4.1. Un campo de andlisis controvertido Con frecuencia los especialistas han presentado al racismo como una inven- cién occidental. Sin embargo, es muy probable que ello no sea del todo cierto. La idea del racismo, en tanto forma de distanciamiento y desigualdad social basada en distinciones visibles como el color de la piel, la estatura, etc., seguramente, fue descubierta y redescubierta a la largo de la historia por distintos pueblos de manera independiente. Sin embargo, la magnitud, los alcances y las consecuencias del racismo occidental desborda todo lo conocido y merece un tratamiento especial, en la medida en que su ideologia y praxis ha afectado a las sociedades en su conjunto, y esta presente hoy en la vida cotidiana de buena parte de la humanidad. “Aparte de su extensién geogréfica, ninguna otra especie de racismo ha de- sarrollado tan floreciente mitologia e ideologia. En el folclore,ast como en la litera- tura y en las ciencias, el racismo liegé a ser un componente profundamente enraizado en la Weltanschauung occidental. El racismo occidental tuvo sus poetas como Ki- pling, sus fildsofos como Gobineau o Chamberlain, y sus estadistas como Hitler, Theodore Roosvelt y Verwoerd; es este un historial que ni remotamente se ha aproxi- mado, ni en dimensiones ni en complejidad, ninguna otra tradicién cultural” (L. van den Berghe, 1971:32). Por ello, més allé de la polémica abierta sobre si el racismo es paternidad de una sola cultura o si por el contrario es una expresién antropolégica més generalizada, y teniendo en cuenta su relevancia, cuando los cientificos sociales se refieren al racismo lo restringen al gestado desde occidente —el que hemos histo- riado en pérrafos anteriores—. En las ciencias sociales, la constitucién de un drea de investigacién espect- fica denominada relaciones raciales, vineulada a la problemstica del racismo, es- tuvo desde sus orfgenes fuertemente articulada a procesos sociopoliticos espectfi- cos. Coneretamente en Estados Unidos, que es donde surge dicha expresién, el marco social estaba configurado por grupos de distinta procedencia étnica y cultu- ral, interactuando dentro de una nacién en formacién, y que se iban articulando de manera compleja y conflictiva, convirtiéndose para los sectores dominantes de la sociedad en un problema, un obstaculo a resolver, en una cuestién que merecia un tratamiento cientifico para la busqueda de soluciones practicas. Posteriormen- te, el surgimiento y consolidacion del régimen nazi en Alemania y su derrota militar que puso fin a la segunda guerra mundial, fue motivacién més que sufi- ciente para despertar el interés de intelectuales de distintas nacionalidades en la tematica del racismo, enfocado desde muy diversas perspectivas. 354 E] racismo no se fundamenta en relaciones sociales simétricas e igualitarias, mas bien se trata de relaciones basadas en la desigualdad, la injusticia y la explo- tacién en las que los grupos hegeménieos articulan mecanismos ideolégicos de consenso combinados con el uso directo de la fuerza. Como vimos anteriormente, el telén de fondo histérico lo constituyé la expansién europea con sus implicaciones de migraciones voluntarias 0 forzadas, choque cultural, dominio, expropiacién y genocidio. De esta manera no es infundada la insistencia de algunos estudigsos en destacar que las interrelaciones raciales son un tema sumamente sensible a des- pertar emociones encontradas en los actores sociales. Los cientificos no son ajenos a esto y se muestran, en distinto grado, permeados por las ideologias dominantes de su grupo social: “..en el campo de las relaciones interraciales, mas que en muchos otros, la teoria de la ciencia social, es poco m&s que una veleta que gira segtin todos los vientos ideolégicos” (Van der Berghe, 1971:23). De acuerdo con lo dicho e inaugurando este interés por entender el racismo a partir de las relaciones, gran parte de la frondosa produccién norteamericana en este campo, potenciada a partir de los afios 30 por una declamada tendencia antirracista, evidencia una inequivoca filiacién politica liberal y una creencia implicita 0 explicita en las bondades de la sociedad norteamericana. Vefan con optimismo desmedido una sociedad que suponfan irfa mejorando paulatinamente y en ese proceso los conflictos raciales desaparecerian configurando una sociedad futura mds justa y armoniosa. La visién funcionalista y organicista de la sociedad era el marco te6rico dominante, en este contexto se veia a los conflictos como “enfermedades sociales”, y en particular, al problema de las minorfas raciales 0 6tnicas como un asunto de integracién y asimilacién a la corriente principal de una sociedad basada en el consenso. En este sentido, no debe sorprendernos que hasta hace algunas décadas la produccién de trabajos en este tema estuviera dominada ampliamente por cienti- ficos sociales norteamericanos, ejerciendo una considerable influencia en los inves- tigadores de otras nacionalidades. Esta situacién ha sido puesta de relieve por algunos estudiosos que a partir de los anos 70 y haciendo un balance critico de la produccién en este campo han senalado, entre otras cosas, que gran parte de esos trabajos carecen de una perspectiva comparativa y en algunos casos se sugieren generalizaciones a partir del caso norteamericano. Por otra parte, en la década anterior ya comienza a generalizarse el interés por lo interétnico y lo interracial y la produccién en pafses de Latinoamérica como México y Brasil aporta una nueva visién de la problemética. También en Estados Unidos se producen virajes impor- tantes en cuanto a la manera de enfocar las relaciones raciales. Las élites negras, otrora partidarias de la integracién y el consenso, emprenden un camino de afir- macién de la identidad negra y de confrontacién activa con las mayorfas blancas. Estos procesos coinciden en el campo académico con fuertes cuestionamientos a los modelos de interpretacién usados hasta el momento. El optimismo anterior es visto como ingenuo o interesado y cada vez se duda mas de la ideologia liberal conven- cional, el clima intelectual se modifica, las teorfas del conflicto comienzan a ser més relevantes en algunas universidades y otros émbitos intelectuales. Una pers- pectiva mds dindmica, compleja y menos ordenada de la sociedad y la cultura va ganando terreno bajo la influencia de una nueva generacién de intelectuales que renuevan las perspectivas de los conflictos étnicos y raciales en las sociedades contempordneas. En cuanto a lo que le compete a cada ciencia social en el tema del racismo, 355 la situacién no esté del todo clara. Efectivamente, esta problematica no parece pertenecer netamente a la sociologia, 0 a la antropologia, o a la psicologia, ni tampoco a la ciencia politica. De hecho, especialistas de todas estas disciplinas han hecho valiosos aportes a la cuestién, constituyendo una tematica fronteriza que se encuentra en la interseccién de enfoques psico-sociales y socioantropolégicos. Algu- nos autores han visto esta situacién como una traba para su desarrollo, debido a que constituirfa una especie de “tierra de nadie”, en la cual los especialistas temen sobrepasar sus barreras disciplinarias, predominando trabajos que no van més alla de las generalizaciones empiricas. Lo que si podemos afirmar es que, por un lado, la mayorfa de los sociélogos se han concentrado en la sociedad industrial actual, dejando de lado una perspectiva histérica y comparativa de las relaciones interraciales y por otro lado los antropélogos hasta no hace mucho, en su afain de la biisqueda de las “esencias” y de lo “auténtico” se preocuparon més en la recons- truceién minuciosa de las culturas nativas pre-coloniales perdiendo de vista las complejas transformaciones de esas minorfas en sus relaciones histéricas con el Estado-Nacién al que involuntariamente fueron incorporadas. Haciéndose eco de estas criticas, en las wltimas décadas han surgido nuevos modelos de interpreta- cién que pretenden superar las carencias del pasado. Desde estas perspectivas la posicién intermedia de la tematica racista y sus derivaciones, en cuanto a las incumbencias de las distintas ciencias humanas, es valorada positivamente a pe-_ sar de los “problemas” jurisdiccionales y la falta de comunicacién entre disciplinas cercanas, Ello permitirfa un enriquecimiento interdiciplinario resistente a la suje- cién a modelos parcelarios que frecuentemente abundan en cada una de las cien- cias sociales. En este replanteo, otra cuestién importante en cuanto a la delimitacién del campo de las relaciones étnico-raciales esta referido a la medida en que esta tematica puede aspirar a un tratamiento més o menos auténomo con respecto a una serie de fenémenos socioculturales mas amplios, dentro de los cuales lo étnico y lo racial seria sélo un interesante capitulo. Nos referimos a cuestiones mds abarcadoras como la de los prejuicios en general y vinculada a ella, la problematica de la discriminacién, segregacién y exclusi6n social. Para comprender su dinémica, debemos observar las transforma- ciones de la economia y la politica de las ultimas décadas, que en los paises del cono sur de América se manifiestan en politicas de ajuste econémico y retirada del Estado de dreas sociales criticas, en el marco de democracias formales. Este es el contexto de interpretacién necesario para analizar la situacién de polarizacién social y conflictos en estas sociedades complejas. En los tiltimos afios ha producido modificaciones importantes, siendo protagonistas y testigos del surgimiento de “nuevas minorias” basadas en diversos criterios de identidad grupal: mujeres, homosexuales, jubilados, desocupados, etc, se nuclean asumiéndose como discrimi- nados y reclamando justicia e igualdad de derechos. En estas sociedades llamadas complejas, multiétnicas y estratificadas la diversidad y entrecruzamiento de los grupos, sumado a problematicas sociales insolubles, que se agravan en las grandes concentraciones urbanas, generan con- flictos de identidad, de anonimato y alienacién que potencian la produccién de imaginarios sociales plagados de prejuicios que tienen su origen sobre todo en las crecientes desigualdades de acceso a los servicios, al trabajo y al consumo. En este contexto el prejuicio racial se presenta, en muchos casos, como parte de un conjun- 356 to complejo de visiones negativas donde interactiian también lo étnico, lo religioso, la clase social, etc. Por ello, tal como se presenta comtinmente el prejuicio racial en lo cotidiano, resulta dificultoso separarlo de una constelacién mayor de valores que refieren a otras distinciones e identidades sociales. De esta manera coincidimos con R. Bastide (1973) euando dice que el prejuicio racial no existe en estado puro y en los estudios de casos concretos los limites entre prejuicios de raza, clase, religién, etc. se tornan borrosos y las distinciones analiticas pueden resultar arbitrarias. Ademés, una de las eriticas fundadas que se han hecho a una parte impor- tante de andlisis interraciales ha sido justamente su enfoque parcial y fragmenta- rio. Unos pocos socidlogos y antropélogos ya clasicos en el tema, como R.E. Parck, Oliver Cox y Roger Bastide, y més numerosos en la actualidad, han intentado vincular las relaciones étnico-raciales con aspectos fundamentales de la estructura social, tales como composicién de clases, sistemas de produccién y mercado de trabajo, distribucién del poder, lucha ideolégiea y control cultural. Por lo tanto, se va imponiendo entre los estudiosos del tema el punto de vista segun el cual es poco probable la construccién de una teoria de las relaciones étnico-raciales que no remita a un conjunto de fenémenos més amplios de los cuales forma parte. Y, en este esfuerzo tedrico se encuentran los mas destacados especialistas. 42. Racismo y etnocentrismo El panorama esbozado hasta aqui nos sitia en un campo en el cual los conceptos fundamentales son atin materia de discusién y no se observa un total acuerdo en cuanto a sus significados y sus relaciones. No obstante, y a pesar de la relativa novedad y ambigiiedad en cuanto al uso de algunos términos conside- rados claves actualmente, en la produccién cientifica de los ultimos afios se mani- fiestan algunos acuerdos generales, matizados con diferencias de énfasis en algu- nos aspectos que trataremos de exponer resumidamente a continuaci6n. En principio, creemos importante traer a esta discusién un concepto clave para la historia de la Antropologia. Nos referimos al etnocentrismo, fenémeno vinculado al racismo, que se ha constituido en una herramienta vitil para la inves- tigacién sociocultural. Como han hecho notar los antropélogos, debido a su especial interés en la diversidad, todas las culturas suelen tener una muy buena opinién sobre si mismas, en comparacién con las sociedades vecinas. La actitud hacia los “otros” puede ir desde un desinterés e ignorancia manifiesta, una curiosidad inge- nua por conocer otras costumbres, hasta el afin de hacer la guerra, vencerlos y apropiarse de las personas y los bienes. La toma de conciencia y la explicitacién del etnocentrismo como fenémeno universal en las sociedades humanas, contribuy6 a dar forma a la idea de la diversidad y especificidad de los valores culturales, cuestionando las concepeiones segtin las cuales habria valores universalmente validos. El relativismo cultural tom6 cuerpo en los trabajos de antropdlogos pione- ros como Franz Boas que, coherentes con su préctica cientifica, afirmaron la im- portancia de la cultura en la condueta humana y se opusieron firmemente a las ideas racistas de su época. Mas alla de los diferentes grados de etnocentrismo, lo universal es conside- rarse “el ombligo del mundo”, creer que las costumbres y cosmovisién propias son las tnicas validas 0 por lo menos las mejores que definen la Humanidad. Alguien 357 podria dudar de tal generalizacién, argumentando que dicha afirmacién es inobjetable en la historia humana pasada o en lo que queda de los llamados “pueblos primitivos” que tenfan poco conocimiento de otras culturas, pero que el desarrollo de las comunicaciones y el advenimiento de una cultura planetaria supondrfa que en esa “aldea global” —usando una conocida metéfora— el etnocentrismo habria sucumbido. Nada de ello se ha constatado hasta el presente. Que la vision del mundo de los hombres se ha modificado con las transformaciones sociales y el ereciente desarrollo de las comunicaciones es algo fuera de discusién, pero que ello haya obrado en favor de una mayor tolerancia a las diferencias y al desvanecimiento del etnocentrismo, si es dudoso. Prueba de ello son los ingentes esfuerzos de organismos internacionales como la UNESCO, en su insistente y a veces estéril prédica contra todo tipo de discriminacién. Por lo tanto y de acuerdo con lo dicho, todo fenémeno racista supone clara- mente etnocentrismo. Por el contrario, no todo etnocentrismo involucra el racismo, y de hecho, ésta es la situacién més frecuente. Los antropélogos, historiadores y sociélogos han demostrado que en la dilatada experiencia sociocultural humana el racismo ocupa un lugar reducido. No son muchas las experiencias registradas en las que se conjugaron las condiciones sociales e histéricas para su emergencia, pero también debemos destacar que en algunos casos bastante conocidos trajo apareja- das consecuencias devastadoras y secuelas ideolégicas que atin perduran e inte- gran nuestro imaginario colectivo. Tanto el etnocentrismo como el racismo tienen como condicién necesaria la puesta en contacto entre grupos diferentes, que se potencia por el fendmeno de las migraciones; caracteristica consustancial a la naturaleza humana desde sus orige- nes. Tales movimientos poblacionales han adquirido, a lo largo de la historia y en distintas culturas, variados alcances y escalas. Dos aspectos han influido en tal proceso. Por un lado, las particularidades socioculturales —desde la especial adap- tacién ecolégica, el nivel tecnolégico, la organizacién sociopolitica, la manera de relacionarse con las otras culturas, en fin, la légica especifica de los pueblos invo- lucrados—. Y, por otra parte, los procesos histéricos de contacto, choque y entrecruzamiento entre grupos étnicos, que en cada caso espeeffico se fueron cons- truyendo en funcién de circunstancias tinieas e irrepetibles. Por ejemplo, la expan- sién colonial europea generé en cada drea conquistada situaciones migratorias y de relacién con las poblaciones nativas muy diversas, las cuales los cientificos soci debemos investigar en su especificidad, mas alla que como tales y en un nivel abstraccién més alto comparemos los fenémenos e intentemos sintetizar las Vineas de fuerza determinantes de tal proceso como un todo. No es nuestra intencién aqui hacer una tipologia sobre el fenémeno de ia migraciones. Pero, dada su importancia en cuanto a la formacién de estruc sociales cimentadas en procesos de enfrentamientos étnicos que pueden conducir en algunos casos a una ideologia racista, queremos mencionar las formas més_ frecuentes de movimientos poblacionales. Por otra parte, constituye una recurrente y central para un andlisis posterior de las migraciones en la década los 90, tema insoslayable para explicar los rebrotes de xenofobia y racismo en Europa actual y en otras regiones del planeta. Las migraciones pueden ser violentas, cuando revisten el cardcter de expansién, que puede ser répida en el caso de conquistas militares, en las que vietorioso establece un dominio sobre las poblaciones nativas (v. g. potencias ropeas en Africa en el s.XIX) 0 graduales, en los casos en los que hay un pro} 358

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