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La esencia del triangulo, 0 tomarse en serio el riesgo del esencialismo: teoria feminista en Italia, los E.U.A. y Gran Bretafia* Teresa de Lauretis estancia de dos meses en Italia, donde la teoria feminista estaba floreciendo en forma més impresionante que la primavera, me vine a encontrar con dos ensayos que re-enfocaron mi reflexi6n sobre el contexto anglo-americano del debate y que la condujeron hacia el tema de este ensayo. La discusién del estimulante trabajo reciente de las feministas italianas sobre el papel constitutivo de la diferencia sexual en el pensamiento feminista, discusién que espero abrir en las paginas de este texto, arrancard entonces desde el aqui y ahora de la teria feminista en los Estados Unidos de América y de algunas consideraciones sobre la «esencia» que est4 en cuesti6n tanto en el «esencialismo» como en «la diferencia esencial». Pp or pura coincidencia, si es que existe tal cosa, al regresar de una I. Notas polémicas sobre la teorta feminista en el contexto anglo-americano Aqui, no (digamos) en Italia, y ahora, no (digamos) en los afios setenta, el término esencialismo cubre un rango de significados metacriticos y usos estratégicos que avanza por la muy corta distancia que hay entre una oportuna etiqueta y una palabra-hueca. Muchas que, como yo, han tenido que ver con la teorfa feminista desde hace algiin tiempo y que han utilizado el término, inicialmente, como un serio concepto critico, han comenzado aimpacientarse con esta palabra —esencialismo— unay otra “Este ensayo fue publicado en la revista differences, Vol. 1,ntim. 2, 1989, 7 feminist, sepliembee 1990 vez repetida con su tonillo reductor, con su autosuficiente tono de superioridad, con su desprecio para «ellas» —aquellas personas culpa- bles de ella. Sin embargo, como el titulo de este trabajo desea sugerir, la teorfa feminista trata toda ella sobre una diferencia esencial, una diferen- cia irreductible, aunque no es una diferencia entre la mujer y el hombre, ni una diferencia inherente ala «naturaleza de la mujer» (ala mujer como naturaleza), sino una diferencia en la concepci6n feminista de la mujer, las mujeres y el mundo. : Pues en realidad hay, inegablemente, una diferencia esencial entre Ja comprensi6n feminista y la no-feminista del sujeto y su relacién con las instituciones; entre los conocimientos, discursos y practicas feminis- tas y no-feministas de las formas culturales, las relaciones sociales y los procesos subjetivos; entre una conciencia hist6rica feminista y una no- feminista. Esa diferencia es esencial en tanto que es constitutiva del pensamiento feminista y, por tanto, del feminismo: es lo que hace al pensamiento feminista, y lo que constituye ciertas formas de pensar, ciertas practicas de escritura, de lectura, deimaginar, de relatar, de actuar, etc,, situdndolas dentro del histéricamente diverso y culturalmente he- terogéneo movimiento social que, no obstante sus calificaciones y dist ciones (v.gr., Delmar), continuamos con buenas razones Ilamando feminismo. Otra forma de decir esto es que la diferencia esencial del feminismo yace en su especificidad historica —las condiciones particu- ares de su emergencia y desarrollo, que han configurado su objeto y su ‘campo de anilisis, sus supuestos y sus formas de cuestionar; las resttic- ciones que se le han impuesto asus luchas conceptuales y metodolégicas; el componente erdtico de su autoconocimiento politico; y la absoluta novedad de su reto radical a la vida social misma. Esto es lo que se cuestiona en los escritos recientes de algunas teGricas feministas italianas, mientras que sus contrapartes anglo-americanas pare- cen estar més comprometidas en tipologizar, definir y marcar los varios «feminismos» a través de una escala ascendente de sofisticacién teérico-po- Iitica donde el «esencialismo» gravita pesadamente en el punto mas bajo." 1B] proyecto tipol6gico es central para, por ejemplo, Alice Echols, Alison Jaggar y Paula Rothenberg, Hester Eisenstein, Zillah Esisenstein y mis recientemente Chris Weedon ¥y Michele Barrett. En esta proliferacion de tipologias, el esencialismo, en tanto la creencia ‘en una «naturaleza femenina», esté asociado con el feminismo cultural, el feminismo «ceparatista», el feminismo radical (con sus matices), y ocasionalmente el feminismo liberal, mientras que el feminismo socialista y ahora el feminismo postestructurali % ‘Teresa de Lauretis Esto no quiere decir que no haya critica de las posiciones feministas 0 una puesta en cuestién de lo significados précticos y teoréticos del feminismo, o ni siquiera un Hamado a la hegemonia por parte de las participantes en un movimiento social que, después de todo, potencial- mente afecta a todas las mujeres. (Hay mucho de eso ocurriendo ya en Italia, como diré més tarde.) Mi punto de polémica en esta cuestiGn es que lo que se dice del «esencialismo» imputado a la mayoria de las posiciones feministas (de forma notoria aquellas etiquetadas como culturales, sepa- ratistas o radicales, pero también a las otras, ya sea que estén etiquetadas © no), es demasiado o muy poco, de modo que el término sirve menos a Jos propésitos de una critica efectiva en la continua elaboraci6n de la teoria feminista que a aquellos de la conveniencia, simplificacién concep- tual o legitimacin académica. Por tanto, discernir el «esencialismo» desde un punto de vista mas preciso aparece como una muy buena idea. Entre las diversas acepciones de «esencia» (de las cuales se deriva aparentemente «esencialismo») que se encuentran en el Oxford English Dictionary, las mas pertinentes para el contextode uso o campo semantico que aqu( se halla en cuestion son las siguientes: 1 Ser absoluto, substancia en sentido metafisico; la realidad que se halla detrés de los fendmenos. 2, Aquello que constituye el ser de una cosa; que «por ello eslo que es». En dos aplicaciones diferentes (distinguidas por Locke como esencia nominal y esencia real respectioamente): a, de una entidad conceptual: La totalidad de las propiedades, elementos constitutivos, etc,, sin los cuales cesaria de ser la misma cosa; los atributos indispensables y necesarios de una cosa como opuestos a aquellos que puede o no tener... cesconstructivo aparecen en el punto més alto dela escala. El feminismo det tercer mundo es tun término también ampliamente utilizado: pero rara vez se le da el estatuto de un tipooficial dentro de las tipologias. Una excepcién es la antologta de Jaggar y Rothenberg que, en sux cedicién revisada de 1984, agrega una nueva categorfa: «feminismo y mujeres de color» alas cinco eategorias de la edicidn de 1978 de Feminist Frameworks («Encuadramientos feministase): conservadurismo, liberalismo, marxismo tradicional, feminismo radical y {feminismo socialista, Por su parte, las feministas negras, latinoamericanas, asisticas y de colros lugares del tercer mundo no han participado para nada en la elaboracién de tales tipologias, posiblemente por su constante y creciente argumentacién en contra de la ambivalencia presentada por la mas amplia categorfa de «feminismo blanco». Y de abi, tal vvez, la respetuosa etiquetacién por parte de Jaggar y Rothenberg de la nueva categoria «feminismo y mujeres de color», sugiriendo cierta distancia entre los dos términos y evitando hacer algin juicio sobre el Gltimo. debate feminist, septiombre 1990 b.deunaentidad real: Cardcter objetivo, naturalezaintrinseca como una «cosa-en-sfv; «esa constitucién interna, sobre la cual reposan todas las propiedades sensibfes». Ejemplos de a,, fechados desde 1600 a 1870, incluyen la declaracion de Locke en el Ensayo sobre el entendimiento humano: «La esencia de un triangulo yace en un comps muy breve... tres lineas encontrandose en tres Angulos constituyen esa esencia»; y todos los ejemplos dados para b., desde 1667 a 1856, estan referidos al hecho de que la esencia de una entidad real, la «cosa-en-si», es tanto desconocida como incognoscible. éCuéles de estas «esencias» son imputadas a las feministas «esen- ialistas» por sus criticos? Si la mayoria de las feministas, de cualquier modo como se pueda clasificar tendencias y posiciones —cultural, liberal, socialista, postestructuralista, eteétera—, estan de acuerdo en que las mujeres se hacen, no nacen, que el género no es un rasgo innato (como Jo puede ser el sexo) sino una construcci6n sociocultural (y precisamente por esta raz6n es algo opresivo para las mujeres), que el patriarcado es histérico (especialmente cuando se cree que ha desplazado un dominio matriarcal previo), entonces la «esencia» de la mujer que es descrita en os escritos de muchas de las asillamadas esencialistas no es laesencia real, entérminos de Locke, sino una més parecida ala nominal. Es una totalidad de cualidades, propiedades y atributos que tales feministas definen, se representan mentalmente o establecen por si mismas (y de hecho algunas tratan de vivir afuera de ello en comunidades «separatistas»), y prob- ablemente también desean para otras mujeres. Esto es mds un proyecto, entonces, que la descripcién de una realidad existente; se admite como un proyecto feminista de «re-visi6n», donde las especificaciones feminista y revision sefialan ya su localizacién histérica, aunque la (revisin se proyecte a si misma hacia afuera de lo geografico y lo temporal (univer- salmente) para recobrar el pasado y reclamar el futuro. Esto puede ser utépico, idealista, tal vez equivocado o nada mas bien intencionado, puede ser un proyecto del que una no quiera participar, pero no es esencialista como sf lo es la creencia en un Dios-dado o cualquier otra naturaleza inmutable de la mujer. En otras palabras, exceptuando el caso en que la «esencia» de la mujer es tomada como un ser absoluto o una substancia en el sentido de la metafisica tradicional (y éste puede ser actualmente el caso de unas cuantas pensadoras verdaderamente fundamentalistas a quienes el tér- mino esencialista se les puede aplicar apropiadamente), para la gran Teresa de Laucetis mayoria de las feministas la «esencia» dela mujer es mas como la esencia del tridngulo que como laesencia dela cosa-en-si, esto es: las propiedades especificas (v.gr., un cuerpo sexuado femenil), las cualidades (una dispo- sicion para la crianza y el cuidado de los otros, una cierta relaci6n con el cuerpo, etc.) 0 los atributos necesarios (0.g7., la experiencia de la femini- dad, de vivir en el mundo como una mujer) que las mujeres han desarro- Mado oa que han sido ligadas hist6ricamente, en sus diferentes contextos socioculturales patriarcales, que las convierten en mujeres y no en hom- bres. Una puede preferir un tridngulo, una definicion de mujer y/o de feminismo en lugar de otra, y, dentro de sus particulares condiciones y posibilidades de existencia, luchar para definir el tridngulo que ella quiera o quiera ser—las feministas quieren cosas diferentes. Y yo sugiero que estas serias luchas conforman el desarrollo hist6rico y Ia diferencia especifica de la teorfa feminista: la esencia del tridngulo. Seria dificil explicar, de otra manera, por qué las pensadoras 0 escritoras con historias politicas y personales, con proyectos, necesidades y deseos tan diferentes como los de las mujeres blancas y las mujeres negras, de las lesbianas y las heterosexuales, de mujeres diferentemente capacitadas, y de sucesivas generaciones de mujeres, pueden todas plan- tear el feminismo como el mayor —si no el Gnico— campo de diferencia; por qué dirigen tanto sus criticas o acusaciones como sus demandas de reconocimiento a otras mujeres, feministas en particular; por qué son tan intensas las contingencias emocionales y politicas en la teorizacion femi- nista, tan cargado el didlogo y la confrontacién tan apasionada; por qué, en verdad, la proliferacién de tipologias y la amplia circulacién del «esencialismo» por un lado, en contraste con la igualmente amplia circu- laci6n del término «teoria varonil> por el otro (v.gr., Lugones y Spelman). Uno de los propésitos de este ensayo es trasladar el foco del debate del «esencialismo feminista», como una categoria por medio de la cual se clasifica a las feministas 0 a los feminismos, hacia la especificidad hist6- rica, la diferencia esencial de la teoria feminista en si misma. Esto signi- ficard comprometerse con algunanocién de esencia, como en mi metéfora de la esencia del tridngulo, e involucrarse no s6lo tomando el riesgo del esencialismo, sino tomdndoselo en serio. Con este fin me dirigiré primero alos dos ensayos mencionados al principio, que impulsaron mi reflexion sobre los usos del «esencialismo» en los actuales escritos criticos femini tas de procedencia anglo-americana, Feminist Practiceand Poststructuralist Theory (Practica feminista y teoria postestructuralista) de Chris Weedon, oT debate feminists, septembre 1990 publicado en Londres en 1987, y «Cultural Feminism versus Post-Struc- turalism: The Identity Crisis in Feminist Theory» («El feminismo cultural contra el post-estructuralismo: La crisis de identidad en la teoria feminis- ta») de Linda Alcoff, publicado en el ndimero de la primavera de 1988 de la revista Signs; entonces pasaré a reconsiderar el esencialismo y sus riesgos en el contexto del pensamiento feminista italiano contempordneo. La noci6n de una «condicién esencial de la mujer, comén a todas las mujeres, y suprimida o reprimida por el patriarcado» aparece en el libro de Weedon como la marca de la «teorfa feminista radical», cuyas representantes citadas son Mary Daly, Susan Griffin y Adrienne Rich. La «teoria feminista radical» es inicialmente enlistada junto con las «teorias feminista-socialista y feminista-psicoanalitica» como «variosintentos por istematizar percepciones individuales acerca de la opresi6n de las mu- jeres dentro de teorias relativamente coherentes sobre el patriarcado», a despecho de la afirmacién dela autora, en la misma pagina, acerca de que las escritoras feministas radicales son hostiles a la teorfa porque la ven como una forma de dominacién varonil que coopta a las mujeres y suprime lo femenil (p. 6). Como una puede leer, sin embargo, el feminis- ‘mo socialista abandona el terreno ahi mismo, mientras que el femini psicoanalitico es integrado dentro de un discurso nuevo y mas «politica- mente» sofisticado, Iamado «feminismo postestructuralista». Asi, una vez recorridas tres cuartas partes del libro, una se encuentra con esta declaraci6n sumaria: Para el feminismo postestructuralista, nicl intento feminist liberal de redefinir la verdad dela naturaleza delas mujeres dentco delos términos delasrelaciones sociales coistentes y para establecer la completa igualdad de las mujeres con los hombres, ni cl nfasis del feminismo radical sobre la diferencia inmutable, realizado en un contexto separatsta, son politicamente adecuados. El feminismo postestructuralista . También me gustaria agregar que «una teoria de las relaciones entre la experiencia, el poder social y la resistencia» es precisamente una posible definicién de la teoria feminista y no de la postestructuralista, como Weedon querria, pues esta iltima no considera la nociGn de experiencia dentro de su horizonte conceptual o de sus presupuestos filos6ficos; y que, todavia mas, estos temas han sido propuestos y discutidos por varias te6ricas feministas sin etiqueta en los Estados Unidos de América desde hace ya buen tiempo: por ejemplo, en los trabajos de Biddy Martin, Nancy K. Miller, Tania Modleski, Mary Russo, Kaja Silverman, tanto como por mi misma, y todavia con mayor fuerza en los trabajos de las teGricas y escritoras feministas de color, tales como Gloria Anzaldia, ‘Audre Lorde, Chandra Mohanty, Cherrie Moraga y Barbara Smith. ‘Asi mi polémica con el libro de Weedon es acerca de su oposicién reduccionista —tanto més notable al provenir de quien propone la de(s)construcci6n— entre un esencialismo feminista lumpen (radical-li- beral-separatista y norteamericano) frente a un fantasma del feminismo postestructuralisma (critico-socialista-psicoanalitico y franco-britdnico), y con los productos adyacentes de tal parti-pris («toma de partido»): la canonizacién de unas cuantas, feministas famosas como muestra de las. categorfas convenientes puestas en juego por la tipologfa; la estructura debate feminist, sept narrativa agonista de sus recuentos de «teorfas feministas»; y finalmente su falla para contribuir ala elaboracién del pensamiento feminista critico, sin importar qué tan dtil pueda ser el libro a las otras lectoras a quienes se ditige, y que asi pueden descansar fécilmente con la fantasia de que el postestructuralismo es la teoria y el feminismo solamente una practica. El titulo del ensayo de Alcoff, «Cultural Feminism versus Post- Structuralism: The Identity Crisis in Feminist Theory» («Feminismo cul- tural contra post-estructuralismo: La crisis de identidad en la teorfa feminista»), indica algunos problemas del mismo tipo: una manera de pensar por medio de categorias mutuamente opuestas, una trama agonis- tica de argumentacion y un enfoque sobre la division, una «crisis de la teoria feminista» que puede ser lefda no s6lo como una crisis acerca dela identidad, una duda metacritica y una disputa entre feministas en rela- ciéna la idea de identidad, sino también como una crisis de identidad, de auto-definici6n, que implica un impasse tedrico para el feminismo como un todo. El ensayo, sin-embargo, es més juicioso, va mucho més lejos de lo que su titulo sugiere, y hasta lo contradice en su parte final, como la nocién de identidad, mas alla de fijar el punto de un impasse, se convierte en un cambiador activo sobre el discurso feminista de la mujer.” Tomando como punto de partida «el concepto de mujer», o mas bien, su redefinici6n en la teoria feminista («el dilema que encaran las te6ricas feministas hoy en dia es el hecho de que nuestra mismisima auto-definicin esté fundada en un concepto que debemos de(s)cons- truir y des-esencializar en todos sus aspectos»), Alcoff encuentra dos categorias principales de respuesta al dilema, 0 lo que yo llamaria la paradoja de la mujer (406). Las feministas culturales, sostiene ella, «no han cuestionado Ia definicién de la mujer, sino s6lo la definicién dada por los hombres» (407), y la han reemplazado con lo que ellas creen que es una descripcin més cuidadosa y ponderada, «el concepto de lo femenino esencial» (408). Por otro lado, la respuesta postesctructuralista ha sido rechazar la posibilidad de definir del todoa la mujer y reemplazar «das politicas del género o de la diferencia sexual... con una pluralidad de diferencias donde el género pierde su posici6n de significado» (407).Una 3 Desde que Alcolf se refiere en forma extensa a mi propio trabajo, este ensayo es.en tun sentido un didlogo con ellay conmigo misma —ese dislogo que ocurre en la excritura critica feminista que continuamente trabaja como una variaci6n de aumento de conciencia 6 mejor, su transformacién en una forma signficante de préctica cultural feminists, y una de un tipo no siempre reductibe a a actividad eacadémicar, ‘Teresa de Lauretis tercera categoria es sugerida, pero sélo en forma indirecta, en la renuen- cia de Alcoff para incluir entre las feministas culturales a ciertas escritoras de color, tales como Moraga y Lorde, a pesar del énfasis que ponen sobre Ja identidad cultural, pues en su punto de vista «el trabajo de ellas ha rechazado consistentemente las concepciones esencialistas de género» (412). Por qué un énfasis sobre la identidad racial, étnica y/o sexual no es visto como esencialista, es discutido con mayor amplitud mds adelante en el ensayo en relaci6n a las politicas de la identidad y en conjunci6n con una tercera tendencia en la teoria feminista que Alcoff ve como una nueva via para el feminismo, «una teoria del sujeto generizado que no resbala hacia el esencialismo» (422) En tanto que la estructura narrativa subyacente al recuentohecho por Weedon de las teorias feministas es la de una contienda donde un actor sucesivamente enfrenta y derrota o conquista a varios rivales, la de Alcoff se desarrolla como una dialéctica, Tanto las posiciones culturalistas como postestructuralistas despliegan contradicciones internas: por ejemplo, no todaslas feministas culturales «hacen formulaciones explicitamente esencia- listas de lo que significaser una mujer» (411), y su énfasis sobre la afirmacin de la fuerza de las mujeres y los roles y atributos sociales positivosha hecho mucho para contrarrestar las imagenes de la mujer como victima o como macho cuando usa ropa varonil; pero en tanto refuerza las explicaciones esencialistas de esas actitudes que son parte de la noci6n tradicional de la feminidad, el feminismo cultural puede, y para algunas mujeres asi es, alentar otra forma de opresién sexista. Reciprocamente, sila critica postes- tructuralista del sujeto auténtico y unificado del humanismo es mas que compatible con el proyecto feminista de «de(s)construir y des-esencializar» ala mujer (como Alcoff sostiene, en claros términos postestructuralistas), su rechazo absoluto del género y su negacién del determinismo biologico a favor de un determinismo cultural-discursivo resultan, en lo que a las mujeres concierne, en una forma de nominalismo. $i la «mujer» es una ficci6n, un lugar de pura diferencia y resistencia al poder logocéntrico, y si no hay mujeres en tanto tales, entonces el mismo tema de la opresién de las mujeres pareceria obsoleto y el feminismo en s{ no tendria raz6n de existir (lo que, hay que hacerlo notar, es un corolario del postestructuralismo y la posicién declarada de quienes se llaman a si mismas «post-feministas»). «4Qué podemos demandar en el nombre de las mujeres», pregunta Alcoff, «si las “mujeres” no existen y las demandashechas asu nombre simplemente refuerzan el mito de que ellas existen?» (420). debate feminist, septiembre 1990 La salida —o si se me permite decir: la subsuncién— de las contra- dicciones en que han caido estas dos corrientes principales de perspecti- va feminista radica en «una teoria del sujeto que evite tanto el esencialismo como el nominalismo» (421), y Alcoff apunta a ello en el trabajo de unas cuantas te6ricas, «unas cuantas almas valientes», a quie- nes ella se une al desarrollar su nocién de «la mujer como posicionali- dad»: «la mujer es una posicién de la que puede emerger una politica feminista mas que un conjunto de atributos que sean “objetivamente identificables”» (434-35). Al volverse feministas, en tal sentido, las muje- res toman una posicion, una perspectiva, desde la cual interpretar 0 (re)construir valores y significados. Tal posici6n es al mismo tiempo una identidad asumida politicamente, y relativa asu ubicacién sociohistérica, mientras que las definiciones esencialistas colocarian la identidad de las mujeres o sus atributos independientemente de su situaci6n externa; sin embargo, las posiciones disponibles para las mujeres en cualquier ubica- ci6n sociohist6rica no son ni arbitrarias ni indecidibles. Asi, Alcoff con- dluye: Si combinamos el concepto de politica de identidad con una concepcién del sujeto ‘como posicionaidad, podemos concsbiral sujeto como no-esencializado yemergente de una experiencia histrica y todavia retener nuestra habiidad politica para tomar algénerocomoun puntodepartda importante. Asi podemos decide una yala misma vez queel género no es natural, biolégico, universal, ahistérico 0 esencal,y todavia declarar queel género.esrelevante porque estamos lamandodl generocono una postion desde donde actuar plticumente. (43). Estoy, por supuesto, de acuerdo con sus énfasis en los temas y argumentos que han sido centrales en mi trabajo, tales como la necesidad de teorizar la experiencia en relaci6n a las précticas, el entendimiento de la subjetividad generizada como «una propiedad que emerge de una experiencia historizada» (431), y la nocién de que la identidad es una construcci6n activa y una interpretacién politica de la historia de una, mediada discursivamente. Lo que debo preguntar, y lo hago menos como una critica del ensayo de Alcoff que para los propésitos de mi argumen- tacién en este escrito, es: 2por qué todavia es necesario plantear dos categorias opuestas, feminismo cultural y postestructuralismo, o esencia- mo y anti-esencialismo, tesis y antitesis, cuando una ya ha alcanzado el punto de ventaja de una posicién te6rica que las contiene o las subsume? ‘ 2Acaso la insistencia del feminismo cultural sobre el «esencialismo» no reproduce y conserva en primer plano una imagen de un feminismo Teresa de Lauretis « [11]) que me- dian su acceso a la literatura y la poesia. Unicamente en tal habitacién puede la mujer «peculiarmente susceptible al lenguaje» (como Adrienne Rich lo ha puesto por escrito) ser capaz de encontrar, o de buscar, «su (de ella) forma de estar en el mundo» (39). En otras palabras, tal como sugieren las mujeres de Mil4n, el espacio conceptual y discursivo de una genealogia femenil puede mediar efectivamente la relaci6n de una mujer con lo simbélico, permitiendole su autodefinicién como un ser femenil, © como un sujeto parlante femenilmente generizado. Y para que no sea malinterpretada, permitaseme decir aqui brevemente, y ampliarlo des- pués, que esta nocién de genealogia no esté limitada a las figuras litera- rias, sino que incluye las relaciones entre las mujeres en su vida diaria. Woolf, Dickinson, y especialmente Rich, son puntos de referencia principales en la genealogia critica del feminismo, en Italia como en cualquier otra parte del mundo. Y mientras los términos simbélico, genealogia, libertad, y otros replanteados en el libro de Milan vienen de la tradici6n filoséfica de Nietzsche, Lévi-Strauss, De Beauvoir, Lacan, Kristeva, Irigaray, Foucault, etc., el sentido de su replanteamiento puede serremitido al ensayo de 1971 de Rich, «When We Dead Awaken: Writing as Re-Vision», («Cuando nosotras muertas despertemos: la escritura co- mo re-visi6n»), que no fue publicado en traducci6n italiana sino hasta 1982." En su lectura de Rich sobre y contra un texto comparablemente influyente en la genealogia varonil de la critica postestructuralista, «La muerte del autor» de Barthes, Nancy K. Miller utiliza este mismisimo ensayo escrito por Rich para argumentar a favor de una doble tempora- lidad de historia intelectual desenvolviéndose al mismo tiempo, aunque discontinuamente, en el «tiempo de las mujeres» de la critica feminista y en el «tiempo estindar» de la critica literaria académica. En lo que concierne al trabajo posterior de Rich, sin embargo, Miller cuestiona la «poética de la identidad» fundada en una comunidad de mujeres ejem- plificada por «Blood, Bread, and Poetry» («Sangre, pan, y poesia», 1983) y las limitaciones impuestas a la teorfa feminista por lo que ella toma por ser «una estética prescriptiva —un programa de representacin “politi- camente correcto”» (109-11). En cambio, Miller propone la ironfa como un modo de realizacién (perfomance) feminista y de produccién simb6lica. Ahora, definitivamente hay ironia —no importa qué tan intencio- nal ono— en una teorfa de la diferencia sexual tal como la propuesta por las feministas italianas, que deriva tanto sobre las categorias filoséficas y conceptuales del postestructuralismo y dela critica de! humanismo, como lo hace sobre los textos cldsicos del feminismo anglo-americano —y los 5 Véase, por ejemplo, el pasaje citado arriba acerca de «la muchacha o mujer que trata de escribir porque ella es peculiarmente susceptible al lenguaje. Ella vaa la poesfa ola fieién buscando su (de ella) forma de estar en el mundo, pues ella también ha estado poiendo palabras e imégenes juntas; ella busca ansiosamente gulas, mapas, posbilidades; y una y ora vez en ala fuerza persuasiva masculina de las palabras» dela literatura ella choca contra algo que niega todo lo que ex ella encuentra la imagen de la Mujer en libros escritos por ‘arones, Ella encuentra un terror y un suefio, encuentra un hermosa cara psida, encuentra a La Belle Dame Sans Merci («La bella dama sin misericordia»), encuentra a Julieta o Tess 0 Salomé; encuentra todo menos precisamente esa creatura absortafatigada,confundida, que sla misma, que se sient al escrtorio tratando de poner juntas las palabras. ZAsf que qué Je queda hacer? EQué tengo que hacer? Leo a las viejas mujeres poetas con su peculiar agudeca y ambivelencia: Safo, Christina Rosse Dickinson, Elinor Wylie, Edna Millay, H. D> (9). Las nociones dela celacign de la mujer con lo simbico marcadas con «peculiar agudeza y ambivalenciay, de una genealogta femenil de poetas, hacedoras del Jenguaje de su papel activo en la mediacion del acceso de la mujer joven ala poesta como tuna forma simbolica de ser (ser femenil o ser-mujer) tanto como escrtura (autora, autor-idad), todas estén en ese pasaje de Rich si bien las primeras dos estén formuladas ‘xplictamente la Gitima s6lo es sugerida por negacién. Aproximadamente dos décadas mis tarde, ls feminist de Mildn revierten la sugestion en una afirmacion posiiva, Teresa de Lauretis refunde todos de acuerdo a su proyecto politico parcial; una ironia bastante notable aqui, a la luz de las oposiciones categéricas levantadas por las feministas anglo-americanas mismas entre teoria feminista y «teoria varonils, América y Europa, 0 feminismo cultural y postestructu- ralismo, como se discutieron anteriormente. Miller, por supuesto, no hace generalizaciones tan toscas; la suya es una percepcién muchisimo mas sutil de la compleja temporalidad o historicidad de la practica dis- cursiva, Pero mientras tanto Miller, las autoras de Non credere, son te6ri- cas feministas totalmente conocedoras del pensamiento critic postestructuralista las diltimas trazan su descendencia de Irigaray més que de Barthes. Es la lectura que hace Irigaray de la relacién oblicua, denegada, reprimida, desautorizada de las mujeres con el orden simbé- lico desde Platén a Hegel y Lacan, la que resuena, para las teOricas italianas dela diferencia sexual, con la «peculiar agudeza y ambivalencia» del lenguaje sefialada por Rich, y motivasu posicién politica compartida como (en palabras de Rich otra vez) «desleal a la civilizacién». He aqui, por ejemplo, otra feminista italiana, la fildsofa Adriana Cavarero, al escribir «Hacia una teorfa de la diferencia sexual» en Diotima.” La mujerno esel sujetode sulenguaje. Sulenguaje noes de ela lla por tanto habla Y se representa a si misma en un lenguaje que noes suyo propio, es decir, através de ‘ategorfas del lenguaje del otro. Ella se piensa asf misma como pensada por el ot, Eldiscurso conlleva en sf mismo el signo de sus sujetos,el sujeto hablante que habla en el discurso por él misimo y habla del mundo partiendo de él mismo. Entonces sf hay algo de verdad en a inmortalidad del varén, que mencioné anteriormente como ‘una broma:al universalizar la finitud desu ser generizado (della sua sessuazione}, el varéa lo excede yse siti as mismo comouna eencia tal que por necesidad pertencce ala (29). «La diferencia de las mujeres esté en su ausencia milenaria de la historia. Tomemos ventaja de esa diferencia... ZAcaso queremos realmente, después de milenios, compartir la gran derrota del hombre?» (20). Durante la década de los 70, la mejor parte del feminismo italiano tomé6 el camino sefalado en diltimo lugar, un politica anti-institucional radical, aunque un gran nimero de mujeres continuaron trabajando por los derechos de las mujeres y por la igualdad social desde el interior de los partidos de izquierda, consiguiendo grandes reformas sociales, tales como la despenalizaci6n del aborto en 1978. Pero aun para esas mujeres {y fueron muchas) que continuaron activas en la politica de los partidos y sindicatos de izquierda, el desarrollo de la conciencia feminista tuvo lugar en pequeiios grupos de mujeres, en la forma de la practica separa- tista feminista conocida como autocoscienza; y debido a que las dos formas de activisrno estaban necesaria y estrictamente separadas en tiempo y lugar, no s6lo durante la primera década del movimiento sino todavia bien entrada la de los 80, el feminismo italiano estuvo caracterizado por % ‘Teresa de Lauretis el extenso fenémeno de la doble militancia», una variante particular de Jo que en los Estados Unidos fue Hamado «the double shift» («la doble jornada»), con sus contradicciones y dificultades distintivas. ‘Autocoscienza (auto-conciencia o conciencia de si, pero la palabra italiana, a diferencia de las inglesas «self-consciousness» y «conscious- ness of self», y al igual que la castellana eautoconciencia», sugiere algo ast como un proceso auto-inducido o auto-dirigido de consecucién de con- ciencia) fue el término acufiado por Carla Lonzi para la practica de los grupos de toma de conciencia que las mujeres italianas adaptaron del feminismo norteamericano para encajar en su propia situaci6n sociocul- tural. dIntencionalmente fueron grupos pequefios, sin ninguna relaci6n con alguna organizacién més amplia, y consistentes exclusivamente de mujeres que se reunian para hablar acerca de si mismas o de cualquier otra cosa; el material lo provefa bisicamente su propia experiencia per- sonal» (Non credere 32). Y conforme esta forma de reunién podfa ser fécilmente injertada dentro de las précticas culturales tradicionales deun pais més profundamente consciente de la distinciOn de géneros y de la persuasiva segregaciGn-genérica, y todavia més profunda y ampliamente politizado que los Estados Unidos de Norteamérica, el impacto de esta primera prdctica politica, especificamente feminista, fue quizé mucho més fuerte y ultimadamente més significativo para el desarrollo de la teoria feminista en Italia que en Norteamérica. Aqui, en los Estados Unidos, un més fécil acceso institucional y una historia menos segregada-genéricamente de las mujeres blancas en la esfera pablica (.gr., en la educaci6n, el trabajo social, y en lo que ahora es llamado trabajo de cuello color de rosa (pink-collar work) favorecieron la difusion, bastante temprana, de las situaciones y modos de la concien- cia feminista. Desde el relativamente privado ambiente de los pequefios grupos de mujeres, el feminismo se pudo desplazar hacia los més pibli- cos, como los programas académicos de Estudios de la Mujer, las empre- sas editoriales y los medios de comunicacién colectiva, el servicio social y las firmas de abogados, etc. Concurrentemente, una mayor movilidad social y geogréfica volvié més facil de realizar la vida en comunidades separatistas de lo que jamas se pudo en Italia —o de lo que actualmente puede ser en los Estados Unidos, para el caso. De ahi el diferente signi- ficado y peso relativo del término separatismo en si dentro del discurso feminista en Italia y Norteamérica: allé es, en la mayoria de los casos, una palabra «buena», casi sinénimo de feminismo, y con connotaciones posi- Aebate feminist, septiembre 1990 tivas de fuerza intelectual y politica para todas las feministas, sin relacin alguna con laorientaci6n sexual o las diferencias de clase. Carece, en otras palabras, de la mayor parte de las connotaciones negativas que se han acumulado al separatismo en los Estados Unidos y que, en mi opinién, son debidasa temores més o menos fundados, por parte de las feministas, de pérdida de estatus profesional, pérdida del privilegio heterosexista,o pérdida de identidad comunitaria. En Italia, por el otro lado, la relativamente privada practica de la autocoscienza, si bien sirvié para valorizar las interacciones de las mujeres entre ellas y el acto de compartir la experiencia personal, confiriéndole a esta tiltima un significado social y un poder analitico sin precedente, sin embargo no pudo llenar la necesidad de efectividad politica inmediata en el mundo que era la meta del Movimiento (y de af la practica de la doble militancia); y tampoco pudo promover el reconocimiento puiblico del feminismo como un anilisis critico de la sociedad y la cultura, y no meramente como un estrecho anilisis politico. Por encima de todo, no pudo contemplar (como Jas autoras del libro de Miln ahora pueden hacerlo) un orden simbélico diferente con referencia al cual las mujeres puedan ser legitimadas como mujeres. Asf, el pensamiento feminista «se encontré metido en un atolladero: necesitaba de herramientas concep- tuales para desarrollarse a si mismo y sus relaciones con el mundo pero, deseando guardar su propia autenticidad, no podia utilizar ninguna otra que no fuera la autocoscienza. Que para muchas se habja vuelto insufi- cientes (Non credere 41). En un sentido, se puede argumentar retrospectivamente, el separa- tismo «estdtico» de la préctica de los pequefios grupos que marcé al movimiento italiano durante los 70, en contraste con el separatismo mas din4mico (0 «feminismo difuso») de la actualidad, reprodujo y solidificé la separacién entre la existencia privada y la publica, tipica de las vidas de las mujeres en general: una penosa y contradictoria hendidura entre, por un lado, la experiencia de un lenguaje compartido y la aprehensiOn de la existencia y subjetividad femenil que se llevaron a cabo dentro del Movimiento, y, porla otra, la confirmacién diaria de su incompatibilidad con, su extrema otredad y alienaci6n de, todaslas otras relaciones sociales fuera del Movimiento, donde el nuevo conocimiento critico de las muje- res —su «sentido de la existenciay o su «forma de estar en el mundo»>— no fue legitimado ni reconocido. Y donde, por el contrario, el sexismo y un pronunciado desprecio por el feminismo continus prevaleciendo, 100 Teresa de Lauretis como atin lo sigue siendo, en todos los intercambios sociales. Pero sin embargo, puedo sugerir, esa experiencia de dspera y prolongada separa- tividad, de derrota social-simbélica —en la imposibilidad de las mujeres para conseguir lo que Lonzi llamé «igualdad filos6fica» y para ganar su auto-representaci6n en el orden simbélico establecido— puede haber sido lo que permitié a los sujetos de esa experiencia alcanzar el actual entendimiento critico de su propia condicién de sujetos diferentes (la teoria de la diferencia sexual) e intentar la definicion de fos modos de su existencia posible, las formas de vivirla abiertamente en la préctica de la vida diaria (la préctica de la diferencia sexual). Eventualmente, entonces, bajo la presion de sus propias contradic- ciones, la practica de la autocoscienza evolucioné en otras practicas, mas abiertas y conflictivas, que expandieron o crearon nuevos espacios para la socialidad femenina: actividades culturales, fiestas, bailes, conferen- cias, periédicos, vacaciones grupales y viajes, ensefianza, y contactos directos con feministas de otros pafses, de forma notable con el grupo «Psychanalyse et Politique» de Francia. Este modo de socialidad y comu- nicaci6n entre mujeres, mas din4mico e interactivo, aunque no menos separatista, es visto por las autoras de Milén como una salida en el desarrollo de su propia teoria de la practica feminista. Pues entre los resultados de la nueva practica de las relaciones femeniles (practica dei rapporti tra donne) estaba la necesidad de llegara un acuerdo con el poder y la disparidad —la desigualdad social y personal— inherente en ellas, tanto como con la dimensiGn erética de todas las relaciones entre mujeres y su relaci6n con el poder. Esto mostré ser especialmente conffictivo, ademas de «escandaloso», en vista del ethos de paridad (igualdad entre mujeres), no-agresividad, y hermandad en la opresion que habia carac- terizado la practica pasada y la auto-imagen del Movimiento. Nada sorprendentemente, estos temas estén actualmente vivos como carbones encendidos, y los puntos de vista de las autoras de Milan han sido muy criticados. Una primera formulacién de los temas y la perspectiva que informa Ja teoria dela practica de la diferencia sexual desarrollada posteriormente en Non credere di avere dei diritti aparecié en 1983 como un panfleto publicado por la Libreria de Milan, Sottosopra (Abajoarriba), intitulado «Pid donne che uomini» («Mds que hombres, mujeres») pero mejor conocido como «el Sottosopra verde» por el color de su impresiGn, que por consenso nacional marcé un definitivo punto de viraje para todas las 101 feminist, septiembre 1990 feministas italianas, sin importar cudl fuera su posici6n, a favor o en contra o ambivalente con respecto a la posici6n de sus autoras.” Varios afios de intenso debate siguieron, en muchas ciudades italianas y con muchos grupos representantes de variadas tendencias dentro del Movi- miento. Y el debate se ha reavivado desde la publicacién del libro, ‘Uno de los principales puntos a discusién es la nocién de confia- miento (affidamento), un término propuesto para designar una relacién entre dos mujeres que, aunque registrada y variadamente tomada en cuenta tanto en escritos feministas y sobre las mujeres, atin no ha sido nombrada 0 formalmente tomada en cuenta en la teoria feminista. En breve, la relacién de confiamiento es ésa en que una mujer le da su confianza o se confia ella misma simbélicamente a otra mujer, que enton- ces se convierte en su guia, mentora, o punto de referencia—en resumen, enla figura de mediaci6n simbélica entre ella y el mundo. Ambas mujeres se comprometen en la relacion —y aqui est lo novedoso, y el aspecto més controvertido de esta teorfa sobre la préctica feminista— no por rencor, sino més bien debidoa y en total reconocimiento de la disparidad que pueda existir entre ellas en tanto a posicién de clase o social, edad, nivel de educacién, estatus profesional, ingresos econémicos, etc. Esto quiere decir, la funcién de mediacién femenil simbélica que una mujer realiza para la otra es considerada, no con rencor sino mas bien por el poder diferencial entre ambas, contrarioa la creencia igualitariafeminista de que a confianza mutua es incompatible con un poder que no seaigual. ‘Non credere cuestiona esta creencia con base en la experiencia de la derrota social y falta de poder personal que las mujeres en el Movimiento han reconocido que existen, y que conducen al debilitamiento de la energia,a una nivelaci6n delas fantasfas delas mujeres, y al sofocamiento del deseo femenil («dentro del feminismo, la politica de paridad no tiene una fundamentaci6n te6rica, pero halla su alimentaci6n en la debilidad del deseo femenil, en su reticencia a exponerse, en su falta de autorizaci6n simbélica» [52)); y argumenta enérgicamente que la disparidad, que 7 Ningén nombre de autoras individuales aparece en el pantleto, oen Non credere, tal ‘como se acostumbra la autoria colectiva en el Movimiento italiano, una préctica no seguida tan estrictamente comolo fue durantelos 70, excepto por grupos de larga permanencia como la Libreria delle Donne de Milén. Cualquier feminista italiana, sin embargo, sera capaz de ‘mencionar los nombres de cuando menos algunas de las individualidades en el grupo y ‘conoce que las autoras tanto de el Sottosopra verde como de Non credere, incluyen a las dos ‘mujeres ms directamente asociadas con la Libreria, Luisa Muraro y Lia Cigarini completa documentacién del Movimiento en Milén, véase Calabro y Grasso, 102 Teresa de Lauretis. existe en el mundo tal como ha sido construido y gobernado por las interrelaciones sociales varoniles (el comercio social varonil, en italiano) es impuesta alas mujeres por fuerza de su sujecci6n a las instituciones del contrato social varonil, i,, por el hecho de ser objetos del intercambio sitnb6lico varonil. Confrontar esta disparidad y practicarla en la relaci6n de confiamiento establece la base de un intercambio simbélico entre mujeres, un contrato social femenil cuyos términos pueden ser definidos en forma aut6noma del contrato social varonil. Nombrar cl hecho de la disparidad entre las mujeres.. significa hacer estallar la igualaciGn de todas las mujeres y su consccuente sujecién a la dstinciones impues- las por el pensamiento dirigido-varonilmente de acuerdo a su criterio y alas deman- das del comercio socal de los warones (dei commerci tra uorsni. Ello significa que el intercambio entre mujeres podria y deberia ser establecido [de tal modo que] de objetos de intercambio, lo que eran en el mundo centralizado del varén, puedan y ddeban convertirse en suetos de intercambio (133). El libro plantea que s6lo una practica social generalizada del con- fiamiento a través de la disparidad puede cambiar los contenidos afecti- vos, el significado simbélico, y el valor social de las relaciones de las mujeres entre ellas y hacia si mismas, y producir otra estructura de intercambio simbélico y otras practicas de significacion. Pero éc6mo se puede otorgar confianza a una mujer poderosa cuando el poder ha sido el medio para la opresién de las mujeres, por otras mujeres tanto como por los varones? Los ejemplos de la relaci6n de confiamiento dados en la introduc- cién van desde la historia biblica de Naomi y Ruth ala relacion entre H.D. y Bryher en Grecia descrita en Tributo a Freud de HLD., entre Virginia Woolfy Vita Sackville-West, Emily Dickinson y (los escritos de) Elizabeth Barrett Browning, Mme. de Deffand y Mille. de I'Espinasse, y desde los

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