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El hablar bien ha sido de gran importancia, para el hombre, desde siempre. Tanto
en el ámbito de la política, como en el de los círculos privados. Durante una
celebración, ya sea privada o no, una negociación, no faltan las ocasiones en que el
ser humano se ve comprometido en tomar la palabra en nombre de determinada
comunidad.
Por desgracia, una y otra vez se pone de manifiesto que, incluso los mejores
profesionales le supone un gran esfuerzo defender sus ideas y propuestas ante un
público numeroso. Siendo, precisamente, la capacidad de expresar, con claridad, los
propios pensamientos, la llave para prosperar, laboral y profesionalmente, y que le
abrirá o cerrará numerosas puertas relacionadas con su futuro.
1.2. Hablar de campos que conoce, por tanto, se requiere de una intensa
documentación.
1.5. Conocer al auditorio o, por lo menos, ser capaz de juzgarlo en poco tiempo.
1.6. Saber claramente, cuáles son los objetivos que se persiguen con la
disertación y, sobre todo, cómo se van a desarrollar.
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1.16. Motivar al público, atrayéndolo mediante la persuasión.
2. FUNDAMENTOS EN EL LENGUAJE
Manifestar, con sencillez, hasta los temas más complejos; esto facilita y hace
posible que se preste atención y, también, que se entienda lo que se está diciendo.
Tenga en cuenta la siguiente frase: “Se debe hablar con sencillez, pero pensar de
forma complicada, ¡no al revés!”.
Hablar con sencillez y con acierto son dos aspectos que van articulados. Escoja las
palabras con sumo cuidado y meticulosidad, ya que éstas deben ir ligadas a un
determinado significado emocional. Cualquier palabra despierta sentimientos que no
tienen por qué ser los mismos en todos los oyentes ni tampoco coincidir con los suyos;
por tanto, tenga en cuenta las emociones que puede generar en su auditorio el
vocabulario que usted elija.
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2.3. ESTILO FLUIDO
3. 1. LIMITARSE A LO ESENCIAL
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tenga algo que decir, pero no más. Un discurso que no haya sido convenientemente,
preparado acaba, siempre en un desastre. Si mientras está hablando se le ocurre que
podría mencionar esto, aquello o lo de más allá, su discurso no acaba, además, resulta
vacío de contenido, sin que pueda resaltar lo importante de lo secundario y poco a poco
va quedando atrapado en un callejón sin salida.
Evite recurrir a frases como las siguientes, que son las que lo llevan al caos y a
peder los papeles:
El buen humor es el mejor remedio para relajar situaciones tensas y dejar ver al
ser humano que se esconde tras el orador. Cualquier discurso admite un toque de
humor, lo que contribuye a que sea más viva la presentación. La risa también,
proporciona un breve respiro antes que tener que concentrarse de nuevo en seguir
el hilo de la conferencia.
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Un lenguaje vivo y alegre se basa en una actitud positiva ante la vida y un
acentuado sentido de los contrastes. Una persona con buen sentido del humor
despierta numerosas simpatías. Vale aclarar que darle, al discurso, un toque de
humor no quiere decir, ni mucho menos, que el orador comience a contar chistes ni
a convertirse en un payaso de circo.
3.5. EL EGOISMO
El individualismo es una forma elegante de todos los egoístas. Solo nos
movemos y actuamos cuando miramos con ojos de sacar provecho de una
situación. Se compra un objeto, solo si me resulta útil; intervenimos cuando se trata
de satisfacer nuestras necesidades.
Además de lo anterior, debo tener presente que el oyente debe sacar algún
provecho o beneficio del tiempo que dedica a prestarme atención, lo que me obliga,
como orador, a dar lo mejor de mí en la intervención.
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3.6. HABLAR CON UN OBJETIVO CLARO
En pocas palabras, al final del discurso quedará claro cuáles son los objetivos del
mismo y hasta qué punto, éstos son también, una invitación a que el interlocutor actúe.
Hablar frente a un grupo de personas del agro exige un lenguaje distinto al que se
utiliza ante el consejo administrativo de un banco o frente a una comunidad académica.
Por lo anterior, siempre piense en el nivel lingüístico en donde se debe situar y lo más
importante, si lo domina o no.
No pretenda predicar o moralizar, desde una actitud superior, que, por cierto, hoy no
suele gustar a nadie, por el contrario, inclúyase en lo que dice. Sobre todo, si tiene
cosas desagradables que comunicar, usted no se debe quedar por fuera.
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Cuente, narre, describa, mediante argumentos sólidos y no se limite a reproducir un
simple listado de datos.
Todos utilizamos figuras de dicción, pero no todos lo sabemos. Una forma magnífica
de relacionar nuestro discurso es por medio de las figuras retóricas. Añaden una gran
plasticidad a nuestras palabras, son ilustrativas y aclaratorias. Las figuras de dicción
forman parte de nuestro lenguaje cotidiano; de lo anterior, se puede corroborar que
debemos hacer un buen uso de este recurso estilístico.
4. EL LENGUAJE CORPORAL
Aquellos gestos que se repiten, continuamente, sin que estén en relación con un
contexto determinado se denominan “tics”, éstos son inconscientes. El ajustarse,
permanentemente, las gafas, el rascarse la nariz, la oreja, llevarse la mano al cabello,
humedecerse los labios con la lengua o carraspear pueden resultar, a la larga,
molestos para el interlocutor, ya que distraen y, por lo tanto, irritan. Por esto, se debe
intentar abandonarlos, si es necesario con la ayuda de algún amigo o familiar que nos
llame una y otra vez la atención sobre ello.
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Las cejas enarcadas indican sorpresa o que se desea más información, mientras
que el ceño fruncido señala enfado o concentración. La mímica que usted adopte
depende, en gran medida, de cómo se sienta o de lo que se esté haciendo en un
momento determinado. El empleo consciente de la mímica puede crear un ambiente
positivo.
El hábito hace al monje. Es importante la forma como se debe vestir cuando tengas
que pronunciar un discurso ante un auditorio más o menos nutrido. A continuación se
dan algunas pautas para cuando llegue el momento:
5. EL MIEDO ESCÉNICO
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Unas recomendaciones, previas a la presentación del discurso, aunque no
contribuyan a solucionar en forma total los nervios, sí por lo menos generan momentos
de seguridad, gracias a los preparativos para la intervención, podrían ser las siguientes:
1. Conocer bien el tema. Debe mostrar su buena preparación. Tanto el nivel como
el contenido de su exposición coincidirán con lo que el público espera de usted.
2. Tener unos objetivos claros. No pierda nunca el objetivo planteado para la
intervención, esto contribuye a no desviarse del tema y a no caer en la tentación
de pensar que todo se debe decir de repente.
3. Dominar principio y final. Esto le ayudará a dominar los nervios iniciales –que es
el momento más delicado- y a acabar, en forma airosa la presentación.
4. Inicio pausado. Llegue tranquilo al escenario, ubíquese con calma y seguridad
antes de comenzar a disertar.
5. Medios auxiliares adecuados. Asegúrese, previamente, qué medios técnicos se
van a utilizar: video beam, micrófonos, grabadoras, luces, etc., esto le dará
confianza.
6. Ropa adecuada. La vestimenta debe estar en consonancia con el evento y con
el público; en lo posible se recomienda llevar una prenda con bolsillo para llevar
las fichas que se van a utilizar. Tenga siempre en mente que la ropa le puede
proporcionar seguridad o le puede hacer pasar momentos de nerviosismo y
sentirse en el lugar equivocado.
7. Una de las más importantes recomendaciones: el entrenamiento. Cuanto más
pueda practicar más seguro se sentirá. Recuerde: no deje escapar cualquier
oportunidad de hablar en público, pero con la preparación necesaria para la
ocasión.
6. LA HOJA EN BLANCO
De lo que se ha hablado, sobre los nervios, puede deducirse que no hay orador
que se vea a salvo de quedarse atascado en alguna ocasión. Sin embargo, no siempre
la causa radica en el miedo escénico. Quien, sencillamente sabe demasiado poco,
quien no sabe o no puede concentrarse, quien está cansado o se irrita por los gritos y
el murmullo que reina en el escenario, no obtendrá buenos resultados, con o sin
nervios.
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cuando se pasa de este tiempo, ya comienza a ser excesiva. Durante este lapso de
tiempo el orador puede buscar y encontrar la salida a la situación sin que el público se
dé ni siquiera cuenta de lo sucedido.
De todos modos, ensaye una y otra vez aquellas situaciones críticas que se puedan
presentar. Piense cómo reaccionaría si llegase a perder el hilo o si el hablante previo a
usted se le anticipara en sus conclusiones. Busque situaciones alternativas de este tipo:
1. Reconózcalo. A veces basta con decir “¡Vaya, perdí el hilo!” o “No sé por dónde
iba”, con esto logra relajar la situación. Pero no pidas disculpas por ello, ni intente
ofrecer explicaciones, como por ejemplo: “Es que he tenido poco tiempo para
prepararme” o “Es que no he podido dormir bien porque estoy enfermo”.
2. Repita lo mismo con otras palabras. “esto quiere decir concretamente que…”
3. Sáltese una parte, pero en forma discreta y comience con el punto siguiente. En
este caso, utilice expresiones como: “Vamos ahora con el punto…”. Si le es
posible, retome el punto omitido con alguna frase adecuada, del tipo: “Se
preguntarán por qué no mencioné el punto…bien…”
4. Precise lo dicho mediante un ejemplo.
5. Muestre el proceso de cómo ha llegado a ciertas conclusiones, cuál ha sido el
camino recorrido. “Les voy a relatar cómo se ha llegado…”
6. Tenga mucho cuidado con las frases inconclusas. Busque terminaciones
adecuadas. Pero no se eternice. En caso de duda haga un cierre prudente al
punto en cuestión y comience con el siguiente.
7. Recalque o resuma. Si piensa que su conversatorio fue algo confuso es
necesario que en la parte final recapitule y concrete el tema tratado.
“Recordemos cuáles fueron los puntos centrales de… 1…2…3… y 4…” Si está
utilizando medios audiovisuales, acuda a ellos.
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