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Libro XI L1. éAcaso, Sefior, ignoras, siendo tuya la eternidad, lo que te digo, o ves segiin el tiempo lo que pasa en el tiempo? éFor qué, en- tonces, te narro tantos acontecimientos?! No, ciertamente, para «que los conozcas por mi. Enciendo mi amor por ti, y el de los que esto leen, para que todos digamos: “iGrande es el Sefiory muy dig- no de alabanzal” Lo he dicho ya y lo reitero: por amor de tu amor hago estas confesiones.? Pues también rezamos, aunque la Verdad dice: “Ya sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que le piddis”? Es, pues, nuestro afecto por ti lo que manifestamos al confesarte nuestras miserias y tus misericordias para con nosotros. Lo hacemos para que acabes de liberarnos, puesto que has comen- zado, para que dejemos de ser desdichados en nosotros y seamos felices en ti, Porque nos has llamado, para que nos contemos entre los pobres de espiritu, los mansos, los que Horan, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de cora- z6n, los que trabajan por la paz. He aqui que te he narrado muchas cosas, las que pude y quise, por haberlo querido Tai primero, con el fin de que yo te confesara, Sefior Dios mio, porque eres bueno, porque es eterna tu misericordia.* Il, 2. Pero, écudndo lograré enunciar, con la lengua de la plu- ‘ma, todas las incitaciones, las intimidaciones, los consuelos, las orientaciones con que me has levado a predicar la palabra y a dis- pensar tu sacramento a tu pueblo? Y, aunque lograra hacerlo en or- den, muy caras me son las gotas del tiempo. Hace mmucko que ardo [323] en deseos de meditar tu ley y confesarte lo que de ella conozco y lo que de ella ignoro, las primicias de tw iluminacién y los restos de mis tinieblas, hasta que mi debilidad sea devorada por tu fuerza. No quiero perder de otro modo las horas que me dejan libres las necesidades de la reparacién del cuerpo, la atencién del espiritu, el servicio que debemos a los hombres y el que no debemos y no obs- tante prestamos. 3. Sefior Dios mio, atiende a mi oracién y escuche tu misericor- dia mi deseo, porque no arde s6lo para mi sino que quiere ser Gil a la caridad fratema. Ta ves en mi corazén que es asi. Deja que te ofrezca en sactificio el servicio de mi pensamiento y de mi lengua. y dame qué oftecerte, porque indigente soy y pobre y Ti rico para to- dos los que te invocan, Ti, que sin afanes, cuidas de nosotros. Lim- pia de mis labios toda temeridad, toda mentira exterior e interior, que tus Escrituras hagan mis santas delicias, que no me engaiie so- bre ellas ni engatie con ellas. Sefior, escucha y ten piedad, Sefior Dios mio, luz de los ciegos y fuerza de los débiles, y atin luz de los que ven y fuerza de los fuertes,atiende a mi alma y escucha que cla- maa ti desde lo profundo. Porque, si tus oidos no estn presentes también en lo profundo, Zadénde iremos? Za quién clamaremos? Tu- yo es el dia y tuya la noche; a un gesto tuyo vuelan los instantes. Concédenos un espacio de ellos para nuestras meditaciones sobre tu ley oculta,’ no la cierres a quien llama a su puerta, pues no has que- rido que en vano se escribieran opacos secretos en tantas paginas. O zo tienen sus ciervos esos bosques que los alberguen, en donde ir a restablecerse, deambular y pastar, a recostarse y a rumiar?® iOh Se- fior, perfecciéname y revélame esas paginas! He aqui que tu voz es mi gozo, tu voz, sobre la afluencia de los placeres. Dame lo que amo, porque amo. Y eso me lo diste Tu. No abandones tus dones, no dejes sedienta tu hierba, Que yo te confiese cuanto descubra en tus libros y pueda oir la vor de la alabanza’ y beber de ti y conside- rarlas maravillas de tu ley, desde el principio, en que hiciste el cielo yyla tierra hasta el reino de tu santa ciudad, contigo perdurable’ 4, Sefior, ten piedad de mi escucha mi deseo. No creo que sea deseo de la tierra, ni de oro, plata y piedras preciosas, ni de vestidos hermosos, ni de honores y poder, ni de placeres camales. Tampoco es deseo de cosas necesarias para el cuerpo y para nuestra peregri- nacién en esta vida, lo que se nos da por afiadidura a los que bus- (324] ‘camos el reino y tu justicia, Mira, Dios mio, de dénde nace mi de- seo. Me han hablado los injustos de placeres, pero no son como tu ley, Seftor. He aqui de dénde nace mi deseo. Mira, Padre, mira y aprudbalo, que sea agradable alos ojos de tu misericordia el que yo hhalle gracia ante ti, para que, al llamar, se me abra el interior de tus palabras. Te lo ruego por nuestro Sefior Jesucristo, tu Hijo, que es- tia tu derecha, el Hijo del hombre, a quien has confirmado como mediador tuyo y nuestro, por quien nos buscaste a nosotros, que no te buscdbamos, para que te busquemos; tu Verbo, por el que hi- iste todas las cosas, y también a mi, tu Hijo tinico, por quien Ila- ‘maste en adopcién al pueblo de creyentes, entre los que estoy. Te Jo ruego por el que se sienta a tu derecha e intercede ante ti por no- sotros, por aquel en quien estin escondidos todos los tesoros de la sabiduria y del conocimiento, es0s tesoros que busco en tus libros. Moisés escribié de El: “Esto dice El, esto dice la Verdad”? IIL. 5. Oiga yo y comprenda'® cémo en el principio hiciste el cielo y la tierra. Esto lo escribié Moisés. Lo esctibio y parti6, para pa- sar de tia ti, y ahora ya no esta delante de mi. Si lo estuviese, lo re- tendria, le rogara, le suplicaria en tu nombre que me revelara eso, y prestaria los oidos de mi cuerpo a las palabras que brotaran de su bo- ca, Pero, si hablara en lengua hebrea, en vano Ilamaria a la puerta de iis sentidos, pues ninguna de ella tocaria mi mente; s,en cambio, hablara en latin, sabria lo que dice. Sin embargo, écomo sabria si es verdad lo que dice? Y, si supiera que es verdad, éacaso |o sabria por (€2!" Bs denitro de mi, dentro, en la morada del pensamiento, donde \taNerdad, que no es ni griega, ni hebrea, ni latina ni bitbara, dria, sin el organo de la boca y de la lengua, sin estrépito de silabas: “Di- ce verdad”. Y al instante yo, segura y confiadamente, dir'a a ese hom- bre tuyo: “Dices verdad”. Y puesto que no puedo preguatarle a él, te ruego a ti, Verdad, de la que estaba colmado cuando dijo cosas cier- tas, te lo ruego, Dios mio: perdona mis pecados y, asi como conce- diste a tu siervo decir estas cosas, concédeme a mi el comprenderlas. TV. 6, He aqui el cielo y la tierra, Claman que han sido hechos, pues cambian y varian. Lo que no ha sido hecho pero existe no tie- ne en si nada que antes no tuviera; en esto tiltimo consiste cambiar y variar. Claman también que no se han hecho a si mismos. “Exis- [325] ‘timos porque hemos sido hechos; antes de ser, no existiamos para poder habernos hecho a nosotros mismos”. La voz que as{ habla es la misma evidencia. As{ pues, Tu eres, Sefior, quien los ha hecho, Ta, que eres hermoso, pues ellos lo son; Ta, que eres bueno, pues- to que ellos lo son; Ti, que existes, puesto que existen ellos. Pero no son tan hermosos, ni buenos, ni existen tan plenamente como Ta, su Creador. Pues, comparados contigo, no son ni hermosos, ni buenos, ni existen. Lo sabemos, y te sean dadas gracias por eso: nuestra ciencia, comparada con la tuya, es ignorancia, V.7. Pero écémo hiciste el cielo y la tierra? équé instramento empleaste para obra tan grande? No ha sido como el artifice, que forma un cuerpo de otro cuerpo al arbitrio de su alma, capaz de imponerle cualquier imagen que ella discierna dentro de si mis- ma. cY de dénde saca esa capacidad sino porque Tit la has crea- do? Pero el artesano impone una forma a una cosa que ya existe y que tiene lo necesario para existir, como la tierra, la piedra, la ma- dera, el oro 0 cualquier otra cosa de este género. 2Y de dénde sa- carfan su ser estas cosas, si Ti no lo hubieras establecido? Ti dis- teal artesano un cuerpo, Title diste un alma que impera sobre sus miembros, Tu la materia de la que hace algo, Ti el ingenio con el que adquiere el arte y ve en su interior lo que hard fuera, Ti los sentidos del cuerpo, a través de los que, como intérprete, traduce Jo que hace de su espiritu a la materia; confronta después con aquél lo que ha hecho, para que el espiritu consulte con la verdad «que interiormente lo preside si la obra ha sido bien hecha. A ti, Creador de todas las cosas, te alaban todas éstas. Pero, écémo las haces Ti? écémo hiciste, oh Dios, el cielo y la tierra? No los hi- iste, ciertamente, en el cielo y en la tierra, ni en el aire, ni en las aguas, puesto que también estas cosas forman parte del cielo y de la tierra. Tampoco en el universo hiciste el universo, porque no habia nada donde pudiera ser hecho antes de que fuera hecho pa- ra que existiera. Ni tenias en la mano algo con lo que‘hacer el cie- oy la tierra, porque éde dénde lo habrias tomado, si no hubiera sido hecho por ti para crear algo con él? Qué slo ae existe si- no porque Ti existes? Luego, hablaste y las cosas-fuefon hechas; en tu Verbo las hiciste.!? [326] VL. 8. Pero, écémo hablaste? * XXII 28, Arde mi espiritu en deseos de conocer este complica- do enigma. No cierres, Sefior, Dios mio, Padre bueno, por Cristo te lo ruego, no cierres a mi deseo estas cosas, tan usuales y tan ocultas. Que penetre en ellas y se iluminen a la luz de tu misericordia, Seftor. ZA quién interrogaré sobre estas cosas? ¢A quién confiaré con mayor provecho mi ignorancia sino a ti, al que no le es molesta mi infla- (336] mada y vehemente dedicacién a tus Escrituras? Dame lo que amo, pues amo y eres Ti quien me ha dado ese amor. Concédemelo, Pa- dre, Tu, que sabes dar cosas buenas a tus hijos; concédemelo, por- {que me he propuesto conocerlas la labor esté ante mi, hasta que Tit me las abras. Por Cristo te lo ruego, en su nombre, en cl del Santo de los santos, que nadie me estorbe en esto. También yo he creido y por eso hablo. Esta es mi esperanza, por ella vivo, para contemplar las delicias del Sefior. He aqui que envejeciste mis dias, y pasan, y no sé cémo. Decimos “tiempo” y “tiempo”, “los tiempos” y “les tiempos”, {Hace cuanto tiempo que dijo él es02”, éHace cunto tiempo que hizo él tal cosa2", “iCuinto tiempo hace que no lo veo!”, “Esta sila- ba tiene doble tiempo que aquella otra simple, breve”. Decimos es- tas cosas, las escuchamos, se nos entiende al decirlas y las entende- mos. Nada hay més claro y vulgar que ellas. Pero se ocultan de nuevo y nuevo es su descubrimiento, XXIIL 29, Escuché decir a un hombre docto que los movi- -ientos del sol, la luna y la estrellas constituian los tiempos mi mos, pero no estuve de acuerdo con ello.” Pues, épor qué los tiem- pos no han de ser mas bien el movimiento de todos los cuerpos? Si se detuviesen las luminarias de cielo y siguiera girando la rueda del alfarero, éacaso no habria tiempo con el que medir esas vueltas y decir o que son de la misma duracién o que, si unas gitan més len- tamente y otras mis rapido, unas se prolongan més y owas menos? Y, mientras decimos estas Cosas, éno hablamos también nosotros en el tiempo? £No habria en nuestras palabras sflabas més largas y mis breves por el hecho de que aquéllas sonaron durance més tiem- poy éstas durante menos tiempo? Oh Dios, concede aos hombres vyeren lo pequefo las nociones comunes, tanto de las cosas nimias como de la grandes.§® Hay astros y luminarias en el cie'o como sig- nos que marcan los tiempos, los dias y los afios, Ios hzy, sin duda. Pero ni yo podria decir que un giro de aquella rucda de madera es tun dia, ni aquel sabio podria asegurar, por eso mismo, que esa vuel- tano es un tiempo.” 30. Lo que yo deseo saber es el valor y la naturaleza del tiempo por el que medimos el movimiento de los cuerpos y decimos, por ejemplo, que aquel movimiento dura dos veces mas que éste. Pues pregunto: dado que se llama “dia” no s6lo a la duracién del sol so- (337] bre la tierra ~en ese sentido, una cosa es el dia y otra la noche~ si- no también a su recortido completo de oriente a oriente -en este otro sentido, decimos "Han pasado tantos dias”, incluyendo en es- to las noches, que no se cuentan aparte-, puesto que el dia se com- pleta con el movimiento del sol y su circuito de oriente a oriente, pregunto sicl dia es el movimiento mismo o sies la duracién en cu- yo transcurso se completa dicho movimiento o si es ambas cosas. Pues, si el dia fuera lo primero, habria dia aun cuando el sol com- pletara su curso en el espacio temporal de una sola hora. Si fuera lo segundo, no serfa un dia si, desde una salida del sol a la siguiente, hubiera tan breve duracién como la de una hora, sino que el sol tendria que dar veinticuatro vueltas para completarlo. Si el dia fue- a ambas cosas, ni el movimiento se podria llamar “dia”, suponien- do que el sol realizara todo su giro en el espacio de una hora; ni la duracién, si el sol pasara tanto tiempo detenido cuanto emplea ha- bitualmente en cumplir el circuito entero de la mafiana a la mafia- na. No buscaré ahora saber qué es eso que se llama “dia”, sino qué 5 el tiempo, por el que medimos la rotacién del sol y por el que di sfamos que la cumplié en la mitad det lapso habitual, sila hubiera consumado en el espacio de doce horas. Después, comparando los dos tiempos, diriamos que éste es simple y aquel doble, si se diese el caso de que el sol hiciera su recorrido de oriente a oriente algu- nas veces en tiempo simple y otras en tiempo doble. Por tanto, que nadie me diga que los tiempos consisten en el movimiento de los ccuerpos celestes. Porque también, cuando, por el deseo de un hom- bre, el sol se detuvo para que él culminara su combate en victoria, el sol estaba detenido, pero el tiempo corria, tal es asi que la bata lla se libro y terminé en el espacio de tiempo que le bastaba. Veo, pues, que el tiempo es cierta distensién.* Pero, ilo veo o me pare- Ge verlo? Ti, Luz, Verdad, me lo mostraris. XXIV. 31. 2Mandas que apruebe si dice alguien que el tiempo es el movimiento de un cuerpo? No lo mandas. No escucho que el tiem- po esl mismo movimiento del cuerpo: Tit no lo dices. Pues, cuando semueve un cuerpo, mido porel tiempo cudnt dura su movimiento, desde que empieza a moverse hasta que termina. Y, si no he visto cuindo empezé y continia moviéndose de manera que yo no veo cuando termina, no lo puedo medir, salvo quiz’ desde el momentoen [338] que yo haya empezado a verlo hasta que acabe de contemplarto. Silo ‘miro largo rato, declaro solamente que el tiempo es largo, pero sin de- cir cuinto. Porque, cuando decimos también cuanto, lo decimos por comparacién, por ejemplo, “Esto es tanto como aquello”, 0 “Esto es el doble de aquello’, y asien otras cosas de esta clase. Pero si hemos podido notar los espacios de los lugares, desde dénde y hacia dénde ‘se mueve tn cuerpo -0 sus partes si s6lo se mueve alrededor de algo-, ppodemos decir cudnto tardé en efectuarse el movimiento del cuerpo, 6 de sus partes, desde tal lugar hasta tal otro. Asi, puesto que una cosa ts el movimiento del cuerpo y otra aquello a través de lo cual medi- ‘mos cunto dura, équién no percibe a cual de estas dos cosas se ha de llamar, preferiblemente, “tiempo”? Mas ain, si un cuerpo varia y al- gunas veces se mueve y ots esté quiet, no es solamente su movi rmiento lo que medimos con el tiempo sino también su quietud, y de- cimos: “Tanto estuvo moviéndose cuanto estuvo parado’, o “Estuvo parado el doble o el triple de lo que se movi6” y cualquier otra cosa {ue nuestra medida pueda precisar o que estime, como sue decirse, mis 0 menos. El tiempo no es, pues, el movimiento del cuerpo. XY. 32. Pero te contieso, Sefior, que yo todavia ignoro qué es el tiempo. En cambio, te confieso asimismo que sé que digo estas cosas enel tiempo, y que ya hace mucho que estoy hablando deél, y que es te mismo “hace mucho” no es tal sino por la duracién del tiempo. &Cémo, entonces, sé esto, siendo que ignoro lo que es el tiempo? O ¢s quizd que ignoro cémo decir lo que sé? iAy de mi, que ni siquiera sé qué es lo que ignoro! Heme aqui, Dios mio, delante de ti, porque ‘no miento. Como mis palabras asi es mi corazén. Ti iluminarés mi Limpara, Sefior, Dios mfo, iluminaris mis tinieblas.*# he. col SvRVEVS | XXVI. 33. {Acaso mi alma no te confiesa con confesién veridi- ‘ca que mido los tiempos? Si, Sefior, Dios mio, los midoy no sé qué ces lo que mido. Mido el movimiento de un cuerpo por el tiempo. &No mido acaso el tiempo mismo? éAcaso podria medir el movi- rmiento de un cuerpo, cuanto dura y cuinto tarda en lear de aqui a alla, si no midiera el tiempo, en el que se mueve? Pero, entonces, icon qué mide iempo mismo? éMedimos quis el éempo largo por el breve, como medimos el espacio de una viga pore espacio de tun codo? Porque vemos que de esa manera la extensién de una sfla- [339] ba larga es medida por la de una breve, yse dice que aquella es el do- ble, Asi medimos las extensiones de los poemas por la de los versos; la de éstos, por la extensién de los pies; la de éstos, por a extensién de las silabas; la de las largas, por la de las breves. Y esto no lo hace- ‘mos en las paginas, pues de ese modo medimos los lugares, no los tiempos; lo hacemos en la pronunciacién, cuando pasan las palabras y decimos: “Es un poema largo, porque consta de tantos versos; son, versos largos, pues constan de tantos pies; son pies largos, porque se extienden por tantas silabas; es una silaba larga, porque es el doble deuna breve”, Sin embargo, ni siquiera asi se determina una medida cierta de tiempo, toda vez que puede suceder que un verso mas bre- ve, ise lo recita mis lentamente, suene durante un espacio de tiem- po més extenso que el que abarca otro més largo, si se lo pronuncia con mayor rapidez, Y asf ocurre con un poema, un pie, una silaba. Por lo cual me ha patecido a mi que el tiempo no es otra cosa que tina distensién. Pero, de qué, no lo sé, y me sorprenderia que no fue- adel espiritu mismo.** Porque, équé es, te suplico, Dios mio, lo que ‘mido cuando digo, de manera indefinida “Este tiempo es mis largo que aquél’, 0, de modo més definido, “Este es el doble de aquel” Mido el tiempo, lo sé; pero no mido el futuro, porque todavia no es; no mido el presente, porque no se extiende en ningin espacio; no ido el pretérito, porque ya no es. {Qué mido, entonces?

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