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MEDIEVAL BOLETIN DE LA SOCIEDAD ESPANOLA DE ESTUDIOS MEDIEVALES Afio 1, nim, 1 Madrid 1991 CONSEJO DE REDACCION Presidente: D. Eloy Benito Ruano. Vicepresidentes: D. Manuel Gonzalez Jiménez. D. Miguel Angel Ladero Quesada. Tesorera: D.* Concepcién Quintanilla Raso. Secretaria: D.* Margarita Cantera Montenegro. Vicesecretaria: D.* Ana Arranz Guzman, Vocales: D. Santiago Aguadé Nieto. D. José Maria Azcarate Ristori. D. Juan Carrasco Pérez. D. Salvador Claramunt Rodriguez. D.* Carmen Crespo Nogueira. D. Isabel Falcon Pérez. D. José Angel Garcia de Cortézar y Ruiz de Aguirre. José Hinojosa Montalvo. José Enrique Lopez de Coca y Castafier. ‘Angel Martin Duque. Bonifacio Palacios Martin. Juan Ignacio Ruiz de la Pefia Soler. ppp op Duque de Medinaceli, 6 - 28024 MADRID Telfs. 585 61 98 - 585 61 06 Depésito Legal: M. 39.581 - 1991 Fotocomposicién e impresién: TARAVILLA - Mesén de Pafios, 6 - 28013 Madrid cpm cpm, fla Cas seme see Y aqui el tenor formulario se inte- rrumpe para dar paso a lo que las si- guientes lineas pretenden comportar en realidad: un apresurado e ilu- sionado mensaje a nuestros asociados, expresivo de lo que el presente BOLETIN aspira a constituir para todos. Ante todo, un instrumento de comunicacién. Pero en modo al- guno en forma de unilateral mondlogo de la Junta Directiva de nuestra SEEM constituida en Consejo de Redaccién. Esta primera en- trega es, ciertamente, fruto del esfuerzo concentrado de unos (muy) Pocos; pero las sucesivas esperan plasmar ya el eco miltiple de mu- chos. A la larga, précticamente de todos. En nuestra ultima Asamblea de Palma de Mallorca hicimos pu- blico, en lineas generales, el esquema de lo que deseamos llegue a ser este BOLETIN. El actual fasciculo viene a ser un “ensayo general con todo”, como se dice en la jerga teatral. Un verdadero “nti- mero 0” al que otorgamos, no obstante, la cifra 1 por razones de ul- terior claridad catalogrdfica. Presentamos, pues, en este momento, una especie de reticula Formal, cuyas casillas deben ser rellenadas, a partir de ahora, por los colaboradores en potencia que son los miembros de nuestra SOCIEDAD. Hemos plasmado el proyecto.abocetado de unas cuantas Secciones cuyos respectivos sentidos quedan explicitos en los breves manifiestos puestos al frente de cada una. A mayor abundamiento, las casillas se han cubierto con un primer contenido que puede servir de ejemplo —de muestra— a los que en adelante les sucedan. Unas —estamos seguros— prosperardn y otras puede ser que no. Pero aqué- Nas y las que tas reemplacen quedardn enriquecidas con las sugeren- cias que las acompafien o que las sustituyan. Invitamos a todos a re- mitirnos esas sugerencias. EI primer paso esté dado. Los siguientes dependerdn de nosotros mismos. Y en el plural del pronombre van implicitos los nombres de cada uno de los miembros, actuales y futuros, de nuestra comunidad. En todos los sentidos: en el de la colaboracién escrita, en el del su- ministro de ideas, en la gestién difusora y “proselitista” de nuestros 2 fines, en Ia eficaz cooperacién econémica, en la biisqueda de apoyos y mecenazgos, etc. En este ultimo aspecto, la presente singladura inaugural se hace bajo el patrocinio del COMITE ESPANOL DE CIENCIAS HISTORICAS, que, en cumplimiento de uno de sus fines estatutarios, el de “secundar los esfuerzos que se hagan parar organizar e incrementar la investi- gacién histérica en Espafia”, ha asumido el generoso designio de ca- tapultar este primer vehiculo medievalista de comunicacién y de es- timulo, Nuestra gratitud al CECH se dobla con el compromiso que ante él asumimos de hacernos dignos de tal impulso, manteniendo en adelante nuestra trayectoria con recursos propios. GAndadura semestral o anual? De nosotros depende. El micleo rector en quien nuestro colectivo ha delegado su gestién ha cumplido este primer objetivo. Cuenta con sus poderdantes para continuar al- canzando los siguientes. Y ello, no de modo enteramente enunciativo. Paginas adelante, nuestro asociado o primer lector encontrardn concreta invitacion y cauce adecuado para dar forma a las sugerencias, ideas y desiderata que desde este momento les estamos solicitando. El firmante de esta carta pide disculpas por la reiteracién con que su nombre aparece en el presente mimero al pie de diversas colabo- raciones. Es fendmeno que no desea repetir (ni podria hacerlo en de- masiadas entregas). Interprétese hoy como lo que efectivamente es: una puesta en prdctica de lo que viene predicando en las lineas que anteceden. Amigos, esperamos vuestra compahiia en la segunda entrega. Cordialmente, ELoy BENITO RUANO Madrid, Noviembre 1991. IDENTIDAD De la memoria mecanografiada de la SOCIEDAD ESPANOLA DE ESTUDIOS MEDIEVALES correspondiente al afio 1984 extraemos lite- ralmente los siguientes datos: 1) Los origenes de la Sociedad La primera idea sobre la necesidad de constituir una asociacién de medievalistas espafioles, que facilitara los contactos de los mismos entre si y con especialistas extranjeros, fue expuesta por el actual pre- sidente de la Sociedad, a fines del afio 1964, en la presentacién del vol. I del «Anuario de Estudios Medievales». Se aludia alli al aisla- miento de nuestros medievalistas y a las aspiraciones del «Anuarion para servir de lazo de unién a los diferentes grupos, «que actian, de ordinario, aislados los unos de los otros y fuertemente encastillados en sus respectivas especialidades». Y se afiadia: «Con referencia a este estado de cosas, diremos accidentalmente que consideramos de suma urgencia y necesidad la constitucién de una SOCIEDAD ESPANOLA DE EsTUDIOS MEDIEVALES, semejante a otras que ya funcionan entre nos- otros, la cual podria ser el centro coordinador de todos estos disjecta membra» (pag. IX). La idea fue relanzada por el mismo Emilio Sdez, el 20 de junio de 1968, en la sesién de apertura del «Congreso Luso-Espanhol de Estudos Medievais», celebrado en Oporto. Se sometid entonces a la consideracién y aprobacién de los congresistas la creacién de una «So- ciedad Luso-espafiola de Estudios Medievales», que se encargaria de promover reuniones cientificas, y a la cual «podrian y deberlan per- tenecer no s6lo los medievalistas peninsulares, sino también los me- dievalistas hispanistas y lusistas, a los cuales se deben ya valiosos es- tudios». Como consecuencia de esta ultima propuesta, un afio después, du- rante los dias 26 y 27 de septiembre de 1969, se reunieron en Valla- dolid, invitados por el entonces Rector de la Universidad, D. Luis 4 LA SOCIEDAD ESPAROLA DE ESTUDIOS MEDIEVALES Suarez Fernandez, varios medievalistas portugueses y espafioles, con la finalidad de estudiar la fundacién en Espafia y Portugal de dos Sociedades paralelas de Estudios Medievales, las cuales tendrian como misién intensificar el desarrollo cientifico de estos estudios y afianzar la cooperacién entre los cultivadores de los mismos, en ambos pue- blos hermanos. Asistieron a esta reunién, por parte de Portugal, el Exemo. y Rvdo. Sr. D. Domingos de Pinho Brand&o, Obispo Auxi- liar de Leiria y profesor de la Universidad de Oporto, y el Dr. Artur Moreira de Sa, Catedratico de la Universidad de Lisboa. Espafia es- tuvo representada por los profesores D. José Maria Lacarra, Cate- dratico de La Universidad de Zaragoza; D. Luis Sudrez Fernandez, Catedratico de la Universidad de Valladolid; D. Emilio Séez, Cate- dratico de la Universidad de Barcelona, y D. Eloy Benito Ruano, Ca- tedrdtico de la Universidad de Oviedo. Como secretario de la reunién actué el Profesor Adjunto D. Luis Maria Larrieta Larrea. Los reu- nidos redactaron un anteproyecto de estatutos, establecieron las di- rectrices iniciales para el comienzo de una accién concertada comin y acordaron iniciar los trémites legales para la ejecucién de los acuerdos adoptados. Con posterioridad a la citada reunién, se constituyé la Comisién Organizadora espajiola, formada del modo siguiente: Presidente, D. José Maria Lacarra; Vicepresidente, D. Luis Sudrez Fernandez; Secretario, D. Emilio Saez; y Vocales, D. Eloy Benito Ruano, D. Luis Sanchez Belda (Director General de Archivos y Bi bliotecas) y D.* Maria del Carmen Crespo Nogueira (Secretaria del Archivo Histérico Nacional). Los primeros Estatutos de la Sociedad fueron presentados a la autoridad competente el 21 de febrero de 1970 y aprobados por la Direccién General de Politica Interior y Asistencia Social, del Mi- nisterio de la Gobernacién, con fecha 7 de enero de 1971. La So- ciedad quedé inscrita con el numero 1.389, en el Registro Provincial de Asociaciones, de la Jefatura Superior de Policia de Madrid, en 13 de enero del mismo ajio. 2) + Reactivacién de la Sociedad A causa principalmente de la dispersién geografica de sus miem- bros fundadores (Zaragoza, Valladolid, Barcelona, Oviedo y Madrid), la Sociedad no se puso en marcha, es decir, no se nombré Junta Di- rectiva ni se abrié fa afiliacin a la misma. IDENTIDAD 5 A principios del afio 1982, D. Emilio S4ez, como Secretario de la Comisién promotora de la Sociedad, y D. Manuel Gonzalez, como Vicerrector de la Universidad de Sevilla encargado de la Universidad de la Rabida, convocaron una reunién de profesores numerarios de Historia Medieval, a la que fueron invitados todos los restantes pro- motores de la Sociedad, incluidos D. Luis Sanchez Belda y D.* Maria del Carmen Crespo Nogueira. Asistieron 26 profesores en total y ex- cusaron su asistencia algunos de los convocados. Se acordé alli la puesta en marcha inmediata de la Sociedad, a cuyo efecto se abrié la afiliacién, que qued6 encabezada por los seis miembros fundadores, seguidos de los asistentes restantes. Se procedié después al nombra- miento de la Junta Directiva, a cuyo efecto se voté la candidatura presentada por D. Juan Ignacio Ruiz de la Pefia. El resultado de la votacién fue de 20 votos a favor y 6 abstenciones; y la Junta quedé constituida del modo siguiente: Presidente: D. Emilio Sez Sénchez. Vicepresidente: D. Manuel Gonzélez Jiménez. Secretario: D.' Cristina Segura Graifio. Vicesecretario: D. Concepcién Quintanilla Raso. Tesorero: D. Luis Sanchez Belda. Vocales: D. Eloy Benito Ruano. D. Salvador Claramunt Rodriguez. D.* Carmen Crespo Nogueira. D. Juan Torres Fontes. D. Julio Valdeén Baruque. La nueva Junta se propuso como empefio fundamental la reforma de los Estatutos y la ampliacién de la Sociedad, tras de lo cual se procederia a la eleccién de una nueva Junta Directiva con arreglo a los Estatutos reformados. Tras la citada reunién de la Rabida, se enviaron a los departa- mentos de las Facultades y a los Centros de investigacién boletines de inscripcién. Esta campafia dio como resultado un aumento consi- derable del nimero de asociados. Con fecha 18 de febrero de 1982, tuvo lugar la Asamblea Extraor- dinaria para la reforma de los Estatutos, pero no fue posible tomar acuerdos definitivos por la falta de quorum establecido en el articulo 30 de los Estatutos originales. Por ello, el dia 4 de marzo de 1983 se celebré, en segunda convocatoria, la Asamblea General extraordi- naria, que procedié a la reforma de los citados Estatutos. El nuevo texto fue aprobado por la Direccién General de Politica Interior, del 6 LA SOCIEDAD ESPAROLA DE ESTUDIOS MEDIEVALES Ministerio del Interior, el dia 1.° de junio de dicho afio. Los Esta- tutos han sido impresos y distribuidos entre todos los miembros de la Sociedad. Para cumplir los compromisos contrafdos por la Junta Directiva de la Sociedad, se convocé Asamblea General Ordinaria en Cova- donga, reunién que se celebré bajo los auspicios del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo y del Cabildo de la Real Colegiata de Covadonga. Asistieron 57 miembros numerarios y 5 adheridos, y delegaron su voto 20 miembros numerarios. . La Junta Directiva consideré conveniente presentarse a la reelec- cién, con las ampliaciones determinadas por los nuevos Estatutos, a fin de asegurar la consolidacién y una mayor implantacién de la So- ciedad. La candidatura propuesta fue aprobada casi por unanimidad y la Junta renovada quedé constituida del modo siguiente: Presidente: D. Emilio Saez. Vicepresidentes: D. Manuel Gonzalez Jiménez. D. Francisco Lépez Estrada. Secretario: D. Cristina Segura Graifio. Vicesecretario: D.: Concepcién Quintanilla Raso. Tesorero: D. Luis Sanchez Belda. Vocales: D. Santiago Aguadé Nieto. D. José Maria Azcdrate Ristori. D. Eloy Benito Ruano. D. Salvador Claramunt Rodriguez. D. Carmen Crespo Nogueira. D. Miguel Angel Ladero Quesada. D. José Luis Martin Rodriguez. D. Amando Represa Rodriguez. D. Juan Ignacio Ruiz de !a Pefia. D. Juan Torres Fontes. D. Julio Valdeén Baruque. En dicha Asamblea se acordé también nombrar Presidentes de Honor de la Sociedad a D. Claudio Sanchez-Albornoz y Menduifia y aD, José Maria Lacarra y de Miguel; y asociados honorarios a diversos profesores e investigadores espafioles y extranjeros. tk € IDENTIDAD, 7 Como continuacién y puesta al dia de estas notas «histéricas» acerca de los origenes de nuestra SOCIEDAD, debemos afiadir que, hasta el presente, se han celebrado las siguientes reuniones y Asam- bleas ordinarias, posteriores a la ya citada de Covadonga: 1984, Jarandilla (Caceres), junio, 4-6. 1985, Sitges (Barcelona), junio, 17-19. 1986, Pamplona, 2-4 julio. 1987, Santiago de Compostela, julio, 13-18. 1988, Jaca, junio, 20-23. 1989, El Escorial, julio, 20-21. 1990, Palma de Mallorca, mayo, 4-6. Durante el curso de las mismas han tenido lugar los siguientes Co- loquios 0 ciclos de conferencias: Identidad histérica de los reinos his- pdnicos medievales (Pamplona); Galicia en la Edad Media (Santiago, La Corufia, Pontevedra, Vigo, Betanzos) y La Reconquista y la re- poblacién del pats (Zaragoza, Jaca). Independientemente, la SOCIEDAD ha participado en las I Jor- nadas Luso-Espafiolas de Estudios Medievales (Oporto, 14-17 no- viembre 1985)! compartidas con la Sociedad homénima portuguesa, cuyos miembros son correspondientes de la nuestra desde su consti- tucién en 7 de junio de 1985. También mantuvo una reunién cienti- fica en La Granda (Avilés, Asturias) los dias 15 y 16 de agosto de 1988 sobre Estado actual de los estudios medievales espafioles. La préxima Asamblea anual tendra lugar simultaneamente con las IN Jornadas Luso-Espajiolas de Estudios Medievales, a celebrar en Sevilla durante los dias 25 al 30 de noviembre del presente afio 1991, bajo el titulo de La Peninsula en visperas del Descubrimiento (1391- 1492). En la actualidad, la Junta Directiva tiene la siguiente compo- sicién: Presidente: D. Eloy Benito Ruano. Vicepresidentes: D. Manvel Gonzalez Jiménez. D. Miguel Angel Ladero Quesada. Tesorera: D. Concepcién Quintanilla Raso. Secretaria: D.* Margarita Cantera Montenegro. Vicesecretaria: D.* Ana Arranz Guzman. ' Actas publicadas por el «Centro Nacional de Investigagdo Cientifica», Porto, 1987-1989 (3 vols.). 8 LA SOCIEDAD ESPAROLA DE ESTUDIOS MEDIEVALES Vocales: D. Santiago Aguadé Nieto. D. José Maria Azcérate Ristori. D. Juan Carrasco Pérez. D. Salvador Claramunt Rodriguez. D.* Carmen Crespo Nogueira. D. Isabel Falcon Pérez. D. José Angel Garcia de Cortazar y Ruiz de Aguirre. D. José Hinojosa Montalvo. D. José Enrique Lépez de Coca y Castafier. D. Angel Martin Duque. D. Bonifacio Palacios Martin. D. Juan Ignacio Ruiz de la Pefia Soler. Los fines de la SOCIEDAD, segiin el art. 3.° del Titulo 1 de sus Estatutos, son: a) Promover ¢ intensificar el desarrollo cientifico y la difusion de los estudios medievales en su entera problematica, con es- pecial atencién al Ambito hispdnico, 4) Colaborar con todas las entidades espafiolas y extranjeras que se ocupen de estos estudios. Al mejor servicio de estos objetivos va a consagrarse «MEDIE- VALISMO. Boletin de la Sociedad Espafiola de Estudios Medievales», REUNION PREPARATORIA PARA LA FUNDACION DE LAS SOCIEDADES ESPAROLA Y PORTUGUESA DE ESTUDIOS MEDIEVALES (VALLADOLID-SIMANCAS, 26-27 SEPTIEMBRE 1969) De pie, de izquierda a derecha: Artur Moreira de Sa (Lisboa), Eloy Benito Ruano (Oviedo), Luis Suarez Fer- nandez (Valladolid), Emilio S4ez (Barcelona), Amando Represa (Simancas), Luis Maria Larrieta (Valladolid), Sentados: José M.« Lacarra (Zaragoza), D. Domingos de Pinho Brando (Leiris Primera Asamblea General ordinaria de la «Sociedad Espafiola de Estudios Medievales». Covadonga, 30-31 mayo 1983. SABERES Al frente de nuestro BOLETIN ha de ir en cada en- trega una muestra de lo que es el objeto basico de nuestra SOCIEDAD: el saber. Un saber, naturalmente, centrado en el campo de los estudios medievales, en cuanto predio especifico de nuestros afanes. Pero también cristalizado en una forma de concre- cién que sea a su vez, ya que no exclusiva —lo que no pretendemos—, si propia del modesto dmbito de nuestra publicacion. Organos hay para la investigacién medievalistica es- pafiola en los que recoger los frutos de la erudicién y la temdtica hoy apellidada (aunque con calificativo que no nos complace) puntual: andlisis critico de micro-realidades mds 0 menos trascendentes, aporta- ciones documentales de importancia heuristica, etc. Reservemos nuestras paginas a materias y enfoques relativamente generales, de interés no rigurosamente especializado, aunque con tratamiento no divulgativo ni superficial. Lo medieval nos concierne a todos. Pero no todas las manifestaciones ni los matices de lo medieval nos sensibilizan a todos por igual. Intentemos suministrar en nuestro drgano un tipo de saber que atafia a la mayor parte posible de nuestros conmilitones. 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO + MiGueL ANGEL LADERO QUESADA INTRODUCCION La Hegada de los europeos a América puede ser estudiada desde muchos puntos de vista. Es un hito en el proceso de expansion de la civilizacién occidental a partir del cual fue posible, por primera vez en la Historia humana, caminar hacia un «sistema mundial» en lo econémico y en lo politico, Se considera aquel acontecimiento y a sus consecuencias, por otra parte, en el contexto del desarrollo del «Estado moderno» como forma de organizacién politica, y en el de los origenes del capitalismo como sistema econédmico. También se va- lora lo que significé, tanto desde los puntos de vista indigenas como desde los europeos, el contacto entre culturas muy diferentes'. Sin abandonar por completo estos modos de estudiar la cuestién, me pro- pongo esbozar otro, mds concreto, que se refiere al pais europeo pro- tagonista del descubrimiento, cuyo marco de instituciones, problemas e ideales vigentes en tal coyuntura iba a ser trasplantado al Nuevo Mundo, en un esfuerzo por incorporar a éste ¢ insertarlo en su propia vida ¢ historia. Se trata, pues, de reflexionar sobre la realidad historica espafiola en tono a 1492: qué era y como era el pais, su sociedad, sus orga- * Este articulo aparecié publicado en el Bulletin d'information del Comité In- ternational des Sciences Historiques, anunciador del XVI Congreso Internacional de Ciencias Histéricas que tuvo lugar en Madrid durante los dias 26 de agosto al 2 de septiembre de 1990. "Sobre el descubrimiento intelectual del mundo extraeuropeo, vi The Old World and the New, 1492-1650, Cambridge, 1970, y las observaciones con- tenidas en la notable sintesis, de contenido més amplio, de J. BESTARD y J. Contreras, Bérbaros, paganos, salvajes y primitives. Una introduccién a la Anttro- pologia, Barcelona, 1987. J. H. Etuior, 14 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA nizaciones politicas y sus mentalidades dominantes, su bagaje histérico, en suma, con el que se iba a enfrentar a situaciones enteramente nuevas y distintas, de gigantescas dimensiones en todos los érdenes, en cuanto ocurriese la llegada al Nuevo Mundo. Acaso nunca en la historia humana, hasta el descubrimiento de América por los espafioles, se vio tan apremiado un pufiado de hombres a la vez por el deseo de mantener la realidad histérica que ya habian producido y conocian y por la necesidad de transformarla ante circunstancias imprevisibles y desconocidas; y todo ello en el plazo de dos generaciones, entre 1492 y 1550, aquéllas en las que sucedié lo que el cronista Lépez de Gé- mara expresaba orgullosamente, con términos e ideas de su tiempo *: «Nunca nacién alguna extendié tanto como la espafiola sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminé tan lejos por el mar y tierra, las armas a ccuestas. O bien, afios mds tarde, Belmonte Bermudez cuando afirmaba, mds como navegante y explorador que no como guerrero: «Nombre dimos al mar, nombre a los rios / midiendo estrellas y afijando imanes.» «Las armas a cuestasn: breve frase que sugiere la imagen bélica y vio- lenta de un medievo tépico y, sobre todo, del medievo hispénico, asi como la otra cita —«nombre dimos al mare— encamina nuestro pensamiento hacia la ancestral tarea colonizadora de nuestra remota Edad Media. La cuestién sobre los precedentes medievales de la conquista y organizacion de Jas Indias espafiolas es tema antiguo, indudablemente, pero siempre nuevo en la preocupacién de los historiadores de América, y no sélo los espajioles: «Descubrir las raices medievales de Ia cultura mexicana no es una tarea arqueolégica ni una encuesta Gnicamente de interés para anticuarios. El le- gado que nuestro pais ha recibido del Medievo —bisicamente de Espafia pero no sdlo de ella— forma parte atin de la experiencia diaria del mexicano, Ha perfilado su idiosincrasia en tal medida que no es exagerado decir que, 2 S6lo con el dnimo de orientar hacia el conocimiento de bibliografia més detallada indico aqui algunas obras generales sobre Historia de !a América hispana: F. ESTEVE Bara, Historiografia indiana, Madrid, 1981 (3. ed.). M. HERNANDEZ SANCHEZ-BARBA, Historia de América, Madrid, 1980, t. Il. G. CESPEDES DEL CASTILLO, «La conquistan, en Historia de América Latina, 1, 269-371, Madrid, 1985 (Dit. N. Sénchez-Albornoz), El Descubrimiento y la fundacién de los reinos ultramarinos hasta fines del siglo XVI (Historia General de Espaiia y América, VII, Madrid, 1982). 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO. 1S en multiples aspectos, somos mds“medievales” que buena parte del Occidente, y desde luego mAs que los propios espafioles» (L. WECKMANN)?. I. ALGUNOS TEMAS DE ESTUDIO TRADICIONALES Espafia y sobre todo, dentro de ella, Castilla, como pais medieval. Castilla, también, como pais de frontera, conquista y colonizacién durante su Edad Media. Estos son dos temas habituales a la hora de abordar la cuestién de los antecedentes de la legada e instalacién de los europeos en lo que ellos tlamaron Nuevo Mundo. El primero atafie a la proyeccién sobre las Indias del mundo mental ¢ imaginario del medievo, y el segundo a la del modus operandi ibérico sobre naturaleza y sociedad en aquellos siglos. Muchos autores han puesto de manifiesto la importancia de los «frutos tardios» que el espiritu medieval hispdnico produjo hasta bien entrada la Edad Moderna. Aquellos hechos eran el resultado de la permanencia de ideas y maneras de concebir la realidad que se correspondian con una situacién donde los valores més tipicos del pleno medievo habian arrai- gado con fuerza merced a las transformaciones sociales y politicas de los siglos XIV y xv. A largo plazo producirian cierto desfase hispénico con respecto a la evolucién de otros paises del Occidente europeo, pero a fines del siglo XV eran compartidos por todos los occidentales, tenian vi- gencia y vitalidad creadora, y por ello tuvieron su incidencia sobre Amé- rica a la que, también en frase de Weckmann, «los espafioles, de manera harto medieval, pudieron transmitir... instituciones y valores arquetipicos de la Edad Media... El Nuevo Mundo se presenta en tos albores de su historia como el teatro geografico idénco para realizar las grandes ex- pectaciones medievalesn. Es bien sabido que los conquistadores tendian a designar con términos medievales y, por 1o tanto, a asimilarlos con ellos, a las nuevas realidades que encontraban, Tenochtitlan es comparada con Venecia, los templos indigenas son «mezquitas», etc. Pero, sobre todo, se buscaba en el Nuevo Mundo «la confirmacién de la existencia de lo maravilloso», tal como el medievo la habia forjado, y los exploradores actian sobre la base de una «geografia imaginarian, que tardé en desvanecerse y que trabé su vision de América durante algunos decenios. 2 L. WECKMANN, La herencia medieval de México, México, 1984, 2 vols.: obra muy rica en ideas, interpretaciones y noticias. 16 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA La influencia de las imagenes mentales del medievo se manifiesta igual- mente en el peso que tiene sobre las ideas y modos de percepcién un producto de la sociedad feudal, aristocrdtica y caballeresca tan difundido en el siglo xv hispdnico como fueron los libros de caballeria, Amadises de América, titula su libro Ida Rodriguez, y en él coteja pasajes de crb- nicas con textos e inspiraciones de tales novelas. Ante Tenochtitlan, escribe Bernal Diaz del Castillo: «nos quedamos admirados y deciamos que pa- recian a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadis», Todavia cien afios después, en 1621 y en el mismo Méjico, una mascarada hacia desfilar por las calles a «don Belianis de Grecia, Palmerin de Oliva, el caballero Febo, la hechicera Melia, los enanos encantados Adrién y Bucendo, y Urganda la Desconocida». Mientras tanto, las Sergas de Es- plandién habian servido para dar nombre a California. Pero éstas son cuestiones sobradamente conocidas y no he de insistir mas sobre ellas‘. e+. * En un orden de cosas més concreto se sittia el segundo de los temas que sugeria lineas atrds, el de la influencia que la tradicién histérica cas tellana, como pais de frontera y colonizacién, tuvo sobre el modo de actuar de los espafioles en Indias. Muchos hombres que vivieron de nifios el tiempo de los Reyes catéicos (1474-1516) protagonizaron 0 narraron en su madurez los hechos castellanos en el Nuevo Mundo: la figura de Gonzalo Fernandez de Oviedo es ejemplar, a este respecto, tanto en su biografia como en su obra escrita, que abarca desde los retratos literarios de personajes de la Corte de los Reyes Cat6licos (Batallas y Quinqua- genas) hasta la gran Historia... de las Indias, obra de su edad anciana’. ‘1, Ropricuez PRAMPOLINI, Amadises de América, La hazaita de Indias como empresa caballeresca, México, 1948, M. HERNANDEZ SANCHEZ-BARBA, «La influencia de los libros de caballeria sobre el conquistadory, Anuario de Estudios Americanos (Sevilla), XIX (1960). A. SANCHEZ, «Los libros de caballerfa en la conquista de Amé- ica», Anales Cervantinos, VIl, 1968, 237-270. 5 GoNnzALO FERNANDEZ DE OVIEDO, Historia General y Natural de las Indias, Mi drid, 1959, 5 vols. (ed. de J. Pérez de Tudela Bueso). Barallas y Quinquagenas, Madrid, 1983, I. (Ed. y prélogo de J. Pérez de Tudela Bueso). J. B. AVALLE-ARCE, Las me- morias de Gonzalo Ferndndez de Oviedo, Chapel Hill, 1974, 2 vols. A. Geral, La naturaleza de las Indias nuevas. De Cristébal Colén a Gonzalo Fernindez de Oviedo, México, 1978. América y la Espaita del siglo XVI. Homenaje a Gonzalo Ferndndez de Oviedo, Madrid, 1982 (Ed. de F. Solano y F. del Pino). 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPAROL DE CARA AL NUEVO MUNDO 17 Se pas6 casi sin transicién de la Reconquista al Descubrimiento, y se hizo uso facilmente de los mismos argumentos y justificaciones. Lemos de nuevo en Lépez de Gémara: en acabindose la conquista de los moros, que habia durado més de ocho- tos afios, se comenzé la de los indios, para que siempre peleasen los espafioles con los infieleso. Hernan Cortés conocia, utilizaba y seguramente sentia como suyos los argumentos religiosos que habian estimulado las cruzadas y conquistas medievales: su ensefia de combate era el lébaro, rodeado por la leyenda que él mismo compuso («amici sequamur crucem et si nos fidem habemus vere in hoc signo vincemus»). Cierto es que Cortés posela una cultura histérica y literaria de la que otros conquistadores carecieron, pero no hacia falta mucha para invocar a Santiago en la batalla —«Santiago y a ellos», «Santiago y cierra Espafian— como tantas veces se hizo, o para atribuir victorias a las intervenciones del apéstol, siempre a caballo, o de la misma Virgen Maria, segin usos y creencias que habian surgido en el medievo y que tardaron en desaparecer: desde el mismo siglo XVI se usé en algunos pueblos mejicanos el celebrar fiestas «de moros y cris- tianos» y, todavia no hace mucho tiempo, se recordaba en Nuevo Méjico como reconquista las operaciones llevadas a cabo en el siglo XVIII contra tribus indias hostiles. Pero la frontera y la conquista eran s6lo el paso previo para la colo- nizacién del territorio en el medievo hispdnico, y asi también en las Indias porque —escribe de nuevo Lépez de Gémara—, «quien no poblare no hard buena conquista, y no conquistando la tierra no se convertiré la gente, asi que la maxima del conquistador ha de ser poblar». Bien lo hizo Pedro de Valdivia durante la dificil conquista de Chile: «Como vi las orejas al lobo pareciéme, para perseverar en la tierra y perpetuarla a Vuestra Majestad, hablamos de comer del trabajo de nuestras manos, como en la primera edad, procuré de darme a sembrar, e hice de la gente que tenla dos partes, y todos cavabamos, ardbamos y sembrébamos en su tiempo, estando siempre armados y los caballos ensillados.» Las empresas medievales de conquista y colonizacién no eran lejanas porque, sobre la base de experiencias obtenidas en los siglos XI al XIII‘, * S. DE Mox6, Repoblacién y sociedad en la Espafia cristiana cristiana medieval, Madrid, 1978. J. A. GARCIA DE CoRTAzAR y ottos, Organizacién social del espacio en la Espafia medieval. La Corona de Castilla en los siglos VIII a XV, Barcelona, 1985, 18 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA Castilla acababa de realizar dos de singular importancia, en el reino de Granada y en las Islas Canarias. Ambas proporcionaron modelos para las colonizaciones indianas, tanto en lo que se refiere a la ordenacién administrativa del territorio como en lo tocante al contacto con los indi- genas y su evangelizacién: menos en el caso granadino, donde los mu- sulmanes todavia vivieron por algunos afios a tenor de las viejas practicas medievales de coexistencia, en su condicién de mudéjares, y més en el canario, pues los indigenas no eran infieles sino paganos: el fundamento de derecho que justificaba su evangelizacién dio lugar a reflexiones y a la creacién de una doctrina juridica eclesidstica y civil nueva sobre los derechos humanos de los no cristianos. Sin embargo, por entonces tam- bién, en los ultimos decenios del siglo xv, las plazas de la Andalucia atldntica comenzaban a experimentar el crecimiento del fenémeno escla- vista, sobre precedentes medievales mediterraneos pero con dimensiones mayores, propias de los tiempos modernos?. No hay que negar que todo aquello influyé en el modo de hacer de los espafioles en Indias, como antecedente, pero tampoco hay que exagerar ¢l paralelismo: entre la conquista y poblacién de Granada y las americanas hay grandes diferencias, y que los indios en poco se parecian a los mu- sulmanes bien lo sabian los conquistadores, a pesar de las invocaciones a Santiago. Y, a mi entender, slo es una verdad a medias que Canarias fuera un campo de experiencias previas para la colonizacién indiana: ni la situacién, ni las dimensiones, ni el medio prehispdnico, ni, en definitiva, los objetivos fueron los mismos, aunque la imagen inicial de las Antillas como «Canarias de allende» pudiera inducir a pensarlo asi durante algunos afios. Es cierto, sin embargo, que la relacién continua e intensa de las Islas con América en tiempos posteriores crearia otras afinidades que no atafien a nuestro relato actual. ek * Ms alld de estos temas concretos, mi propésito es mostrar aqui otros que tampoco son desconocidos, més amplios, de cardcter estructural, que facilitan marcos de referencia interesantes para comprender distintos as- pectos en la accién de unos hombres que llegaron a las Indias procedentes, 7 M. A. LaDeRo QuEsaDA, Granada. Historia de un pais islimico, Madrid, 1989 Gy ed.), E. Azar VALLEIO, La integracién de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526), La Laguna de Tenerife, 1983, A. RUMEU DE ARMAS, La politica indigenista de Isabel la Catélica, Valladolid, 1969. A. FRANCO SiLva, La esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad Media, Sevilla, 1979. 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO — 19 en su mayoria, de Andalucia, Extremadura y las dos Castillas, y que pertenecian muy a menudo o bien a familias de hidalgos y caballeros, como segundones, o bien al ambito de los pecheros artesanos y cam- pesinos. Estas dos dimensiones, geografica y social, nos encaminan hacia ciertas realidades del siglo xv mds propias de la Corona de Cas- tilla, acaso, que no de otras tierras espafiolas. Exploradores, conquistadores y colonizadores procedian de un pais que habia superado la crisis bajomedieval mediante un proceso de ex- pansién precoz, desigual y en pleno curso de desarrollo hacia 1492. Formaban parte de una sociedad feudal avanzada y renovada, capaz de integrar en ella fenémenos de capitalismo incipiente y de hacer compatibles los efectos del «Estado moderno» que nacia con las rela- ciones de poder establecidas anteriormente. Y eran, también, hombres que exaltaban aiin los valores ideales de la caballeria, y que partici- paban de una religiosidad cristiana intensa, reformada en el siglo XV castellano por medios peculiares, no siempre equiparables a los que eran propios de la Europa noroccidental. He aqui otras tantas cues- tiones sobre las que es necesario escribir *. II. DE LA CRISIS BAJOMEDIEVAL A LA EXPANSION El final de la depresién demografica del siglo xv se produjo en muchas regiones de la Corona de Castilla antes que en otras partes del Occidente europeo y dejé paso a un fuerte crecimiento de pobla- cidn, pues parece que ésta se duplicé a lo largo del siglo xv hasta alcanzar probablemente los cuatro millones y medio de habitantes hacia 1500. Para comprender la importancia de este fenomeno y de su influjo en el predominio y expansién castellanos hay que situarlo en las dimensiones de la época: la poblacién de Castilla era un 70 por 100 de Ja peninsula ibérica sobre un territorio que, incluyendo a Granada, suponia el 65 por 100, y se concentraba en més de un 50 por 100 al N. del Sistema Central, todavia, a pesar del crecimiento rapido de Andalucia, Extremadura y el reino de Toledo que permiti6, por ejemplo, la riada de colonizadores hacia el reino de Granada en los afios que siguieron a su conquista —sus descendientes eran més de 100.000 en torno a 1530—, y el répido envio de poblacién a las Islas Canarias— unos 25.000 h. hacia 1525, de los que s6lo la cuarta parte eran de origen indigena—. Es probable que algunas zonas de la * Los Trastdmara y la unidad espaiiola (1369-1517) (Historia General de Espafia y América, V, Madrid, 1981). M. A. LaDERO QuESADA, Espaita en 1492, Ma 1979, y Los Reyes Catélicos. La Corona y la unidad de Espafa, Madrid, 1989. 20 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA Baja Extremadura, de la sierra al N. de Sevilla o de la tierra lana y la costa de Huelva conocieran fenémenos de superpoblacién a princi- pios del siglo xvi que estimularon indirectamente la emigracién al Nuevo Mund. Lo mas significativo de aquellos hechos demograficos es el auge y triunfo de las ciudades, a la vez réplica a la crisis y motor de la ex- pansién que la sucedié. Ha habido un crecimiento del porcentaje de poblacién urbanizada a lo largo del siglo xv hasta llegar a un 20 por 100 de la total del pais hacia 1492, lo que es mucho para aquel tiempo, pues s6lo los Paises Bajos y la Italia del N. lo superaban ampliamente, al ser las dos areas de mayor densidad urbana. Las mayores aglomeraciones urbanas se daban en las tierras del S., pobladas en el siglo xIM, esto es, Extremadura, la Andalucia del Guadalquivir y Murcia: Sevilla era la gran metropoli, con mas de 40,000 h. en 1492, mayor que Barcelona y semejante a Valencia o Lisboa. Cérdoba era una ciudad de primer orden, con unos 25.000 h., y habia otra media docena de ciudades importantes situadas entre los 12.000 y los 20.000 (Murcia, Ecija, Jaén, Ubeda, Baeza, Jerez), Por debajo de los 10.000 se situaba una docena de ciudades de tipo inter- medio, tales como Céceres, Trujillo, Badajoz o Carmona, y, por debajo de los 5,000, la mayorfa de los puertos mas importantes de Andalucia, Retengamos, en conclusién, la imagen de un pais donde las ciudades formaban una red densa y suficiente, con la poblacién y la fuerza necesarias para dirigir la actividad econémica en los comienzos del primer capitalismo mercantil. * oe * Consideremos por unos momentos el Ambito de las realidades y cambios en la ralidad econémica, pues Castilla vivid en el siglo XV una época de gran expansion que la permitié actuar como pionero de Europa entera en la primera época de la llamada hoy «civilizacién atlnticay. Después de una primera fase de recuperacién que alcanza aproximadamente hasta 1420, parece observarse otra de gran creci- miento econdémico hasta 1460. La salida a la crisis de 1462 fue mucho mas favorable en Castilla que en otros reinos hispanicos, a pesar de las guerras civiles y desérdenes del reinado de Enrique IV (1454-1474), de modo que los Reyes Catélicos pudieron permitirse una politica enér. gica que, en algunos aspectos, dafiaba importantes intereses econdmicos (conquista de Granada, establecimiento de la Inquisicién, expulsién de los judios...), En el ultimo decenio del siglo xV se reanudé el mo- 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO — 21. vimiento expansivo de la economia hasta la crisis agraria y demogré- fica de los afios 1503 a 1507 y, de nuevo, una vez pasada ésta, de modo que se alcanz6 una situacién equivalente a la anterior a la crisis tal vez en torno a 1512. En aquel proceso de crecimiento hubo un respeto primordial a los intereses de los duefios de tierra y ganado, de la aristocracia y de los grandes mercaderes castellanos y extranjeros, que supieron encauzar en su beneficio el auge de la economia, No se produjo todavia ningin fenémeno importante de arcaismo econdmico en el siglo XV pero se pusieron los cimientos que harian més sencilla su aparicién en el fu- turo, lo que se demuestra tanto si consideramos las formas que ad- quieren la propiedad de Ja tierra y las relaciones sociales en torno a ella como si contemplamos el auge de la ganaderia trashumante, las peculiaridades de un comercio exterior basado en la exportacién de materias primas y productos agrarios, los limites con que tropieza la manufactura textil, a pesar de su auge, o la confianza que se otorgaba ya entonces a unas disponibilidades de metales preciosos, sobre todo el oro de origen africano, que eran superiores a las de otros paises europeos. Hay algunos aspectos en las transformaciones de la economia cas- tellana que influyeron mds sobre los modelos aplicados en Indias. Es cierto que, durante el siglo XV, se arruinaron algunas formas tradi- cionales de explotacién agraria, en especial en tierras de secano, pero también lo es que la tipologia agraria mediterranea permitia tanto me- jores defensas como 1a busqueda de procedimientos eficaces para ‘aumentar la productividad en algunos casos, o para enlazar mejor la produccién agraria y los estimulos mercantiles, en otros. Asi, obser- vamos el auge, junto a los cultivos de subsistencia, de algunos mas rentables cara a los mercados urbanos y al comercio exterior. Es, por ejemplo, el trigo exportado desde Andalucia, los vinos andaluces y de otras regiones, o son los productos mediterraneos —frutos secos, cafia de azicar—, o la hverta, en terrenos préximos a ciudades, las fibras textiles y los productos colorantes como la grana. Pero el hecho més notable fue el crecimiento de la cabafia ganadera y del comercio de los productos derivados (lanas, cueros, quesos, carnes). El aspecto mejor conocido es el de la gran trashumancia or- ganizada en la Mesta general desde 1270. Se ha sugerido, no sin raz6n, que la crisis demogrfica habria favorecido su expansi6n, al requerir poca mano de obra en amplios territorios de pasto, pero las raices de la trashumancia en Castilla eran mucho més antiguas y sus motivos més variados, y su incremento se debid, sobre todo, al auge de la 2 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA demanda de lana en los mercados interiores y exteriores, especialmente en Flandes, desde la segunda mitad del siglo xiv. Por eso, los rebafios encuadrados en la Mesta se multiplican por dos a lo largo del siglo xv, y es preciso recordar que existian ademas fenémenos de trashumancia menor y una cabafia de ganado estante que superaba en nimero a los ganados trashumantes y que pastaba en los ejidos y comunales administrados por los municipios. «Como pudo ocurrir.esto al tiempo que crecia la poblacién y sus necesidades de productos agricolas bAsicos?: siempre Ilegamos a la conclusién de que Castilla era entonces un pais subpoblado. Los primeros problemas de equilibrio entre ganaderia y agricultura no comenzaron a surgir hasta finales del siglo xv, al tiempo que empezaban también a emigrar fuera del pafs los primeros colonos, conocedores de aquellas formas de organizacién de la tierra, mixtas de agricultura y ganaderia, que daban lugar a tipos de explotacién extensivos con los que se domi- naban grandes territorios disponiendo de medios humanos escasos. Otro hecho que es imprescindible mencionar se refiere al gran in- cremento de las pesquerias maritimas, tanto en la fachada cantAbrica y gallega como en la andaluza, més abierta al Atlantico medio y a los bancos pesqueros canario-saharianos: nunca hay que olvidar el papel de los pescadores andaluces en los primeros descubrimientos en Indias. ee * Aunque el sistema econémico en su conjunto siguié siendo preca- pitalista, Castilla era un buen ejemplo de pais que vinculaba su eco- nom{a y sus mercados interiores, bien organizados en el marco de las ciudades, al desarrollo del gran comercio exterior por via maritima. La vitalidad de sus centros urbanos lo permitia, asi como la fluidez del régimen monetario, Ademas, Castilla disponia de dos grandes fa- chadas maritimas, una en el Cantabrico castellano y vasco y otra en el Atlantico andaluz, inmejorablemente situadas respecto a las grandes rutas entre Italia y Flandes. La primera de ambas, con puerto principal en Bilbao y capitalidad econémica en Burgos, permitia un comercio continuo con todos los puertos del Golfo de Vizcaya, Canal de la Mancha y Mar del Norte. La segunda, servida por los puertos andaluces que se organizaban en torno al centro econdémico de Sevilla, estaba en la mitad misma del largo camino maritimo que unfa Mediterréneo y Atlantico, y era, a la vez, cabeza de puente hacia los mercados norteafricanos. La posi- cién geogrdfica era, por lo tanto, parte de la oferta castellana, asi 1492, EL HORIZONTE HISTORICO ESPAROL DE CARA AL NUEVO MUNDO 23 como también la abundancia de su flota mercante, sobre todo en el Cantabrico, fletada a menudo por mercaderes de otros paises. Pero existia ademés el atractivo de un mercado interior amplio, que tendia a organizarse en algunos aspectos principales en torno a las ferias de Medina del Campo, nacidas hacia 1407, y se disponia, en fin, de una oferta muy amplia de productos agrarios y materias primas: lana, cueros, cereales, frutos, vinos, sal, hierro, incluso oro africano en An- dalucia. A cambio, los mercaderes castellanos traian de Brujas y otras plazas, o bien los ingleses e italianos transportaban consigo a Castilla diversas manufacturas, comenzando por los pafios y lienzos, tapices y paramentos, sederia, metalurgia, especias adquiridas en Levante. Cas- tilla demandaba también técnicos en la actividad mercantil y capitales que la movieran: por eso nada tiene de extrafio que, sobre todo en Andalucia, los mercaderes italianos protagonizasen muchas iniciativas. Es bien sabido que la presencia de genoveses en Sevilla y de sus modos de actuacién mercantil, tan intensificada desde mediados del siglo XV, es el precedente inmediato de la que tuvieron en la expansion atlantica’. Porque, en efecto, las grandes lineas organizativas del comercio castellano bajomedieval se proyectaran sobre la organizacién del tréfico con el Nuevo Mundo. Se ha escrito a veces que las relaciones mer- cantiles de Castilla en el siglo xv tenfan ya rasgos coloniales, por estar basadas en el intercambio de materias primas por manufacturas, pero esta observacién no es adecuada, si se tiene en cuenta que tales rela- ciones se desarrollaban en un sistema econédmico de incipiente capita- lismo mercantil, ajeno a cualquier industrializacién, en el que la ri- queza més sélida estaba en manos de los paises extensos, medianamente poblados y duefios de grandes recursos agrarios, como ocurria con Castilla. Sin embargo, tampoco cabe duda de que habia sectores de la economia castellana que se veian perjudicados o limi- tados por aquel estado de cosas, en especial la manufactura textil, aunque tuvo una notable expansién en el siglo xv, sobre todo en ciu- dades del centro y sur como Segovia, Cuenca, Ubeda, Cérdoba o Murcia. Y es igualmente cierto que detras de aquella organizacién de la actividad econémica habia protagonistas y beneficiarios principales. Por supuesto que en las ciudades castellanas del siglo xV hubo burgueses y «clases medias» pero nunca burguesias consolidadas al margen del bloque aristocratico salvo, tal vez, en Burgos y alguna Estado de cuestién en E. OTTE, «ll ruolo dei genovesi nella Spagna del xv e Xvi secolon, La repubblica internarionale del denaro tra XV e XVI secolo (Annali dell'Istituto storico italo-germanico, 20, 1986, Bologna). 24 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA otra plaza, durante cierto tiempo, y al servicio de los mismos intereses que aquél, Ademds, la persecucién y marginacién de los judeocon- versos desde mediados del siglo acentué la imposibilidad de que aquellos grupos pudieran sugerir entonces formas de orden social dis- tintas a las promovidas por la aristocracia. Es més, la aspiracién de sus miembros mas destacados consistia siempre en integrarse en el 4m- bito aristocrdtico adquiriendo la condicién de caballeros 0, a ser po- sible, la de hidalgos. Algo semejante ocurriria, andando el tiempo, con los grupos de campesinos mas acomodados o hacendados y asi, en resumen, al concluir la Edad Media hallamos como elemento im- pulsor de la expansién hispanica un tipo de sociedad feudal renovada en la que las aristocracias han incrementado su papel directivo y su peso en el conjunto social. III. UNA SOCIEDAD FEUDAL AVANZADA En todo Occidente sucedié que las transformaciones y crisis sociales y econémicas de la baja Edad Media desembocaron en la consolida- cién del sistema social ya existente, aunque a costa de grandes cambios internos mediante los que las aristocracias europeas consiguieron re- afirmar su preeminencia. Asi sucedié con la castellana en sus dos ni veles, alta nobleza y pequefios patriciados u oligarquias urbanas. iCémo ocurrié esto y qué consecuencias inspiradoras tuvo sobre la organizacién social que los espafioles establecieron al otro lado del Atlantico en el siglo xvi?" Hay que valorar, ante todo, la plasticidad y capacidad de renova- cién que mostré la aristocracia castellana en lo relativo a sus fuentes de renta, aspecto éste fundamental para comprender cémo mantiene y perpetiia sus formas de dominio. Al igual que en otros paises, la depresién bajomedieval provocé en Castilla el hundimiento o pérdida de importancia de algunas formas tradicionales de renta sefiorial: me refiero a las rentas por cesién del dominio util de la tierra y a las solariegas sobre campesinos dependientes, en general, pero, de todos modos, muchos sefiores propietarios de tierra pudieron beneficiarse de las reconversiones del sector agrario, incrementaron sus propiedades y participaron indirectamente en el comercio, e incluso pusieron las "© Diversos ejemplos y aspectos en M. CL. GeRBET, La noblesse dans le royaume de Castille. Etude sur ses structures sociales en Estrémadure de 1454 & 1516, Paris, 1979. M. A. LADERO QuesADA, «Aristocratie et régime seigneurial dans I’Andalousie du xw sitcleo, Annales E.5.C., Paris, 6, 1983, 1346-1368. 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO 25 bases, ya avanzado el siglo xv, de algunas formas de pre-capitalismo agrario. Sin embargo, lo mds evidente fue el auge de nuevos fendmenos sefioriales y la percepcién de rentas basadas en el principio de juris- diccién publica ejercida por tales sefiores —miembros de la nobleza alta y media— sobre sus vasallos campesinos: esto no significaba, en modo alguno, una «segunda servidumbre» campesina, sino la admi- nistracién por parte de los sefiores de un sector de la fiscalidad pi- blica, y, asf, el incremento enorme del numero de sefiorios jurisdic- cionales en Castilla, desde 1369 hasta 1475, sucedié sin que hul un estado general y permanente de tensién entre sefiores y campesinos, aunque sf se produjeran revueltas y resistencias por diversos motivos concretos. Era incluso frecuente que las zonas de sefiorio prosperasen tanto o mds que las de realengo, aunque fuera gracias a los abusos de sus sefiores, y que éstos hicieran suyo el cobro de derechos sobre las transacciones y el transito de mercancias, con lo que se convertian en parte interesada en la promocién del comercio, que fue la clave de los esfuerzos realizados para salir de la depresién y vitalizar a la economia campesina. No hubo, en resumen, un hundimiento de las rentas sefioriales sino una transformacién en sus procedencias y en la importancia relativa de cada una de ellas. Pero, ademas, en aquella época se pusieron a punto y se generalizaron procedimientos de conservacién y concen- tracién del patrimonio nobiliario por via familiar y hereditaria, y éste €s un aspecto que conviene tener muy presente. La «nobleza nueva» bajomedieval se organiza en fuertes linajes y vincula a favor del he- redero principal la mayoria de*sus bienes y rentas, utilizando el pro- cedimiento tradicional del tercio de mejora en la herencia o el nuevo del mayorazgo, que se extendié durante el siglo XV hasta que en las Cortes de Toro (1505) se permitié el uso general también a las fam de los patriciados urbanos de pequefia aristocracia. Asi, la aristocracia como grupo alcanzé una estabilidad que nunca antes habia tenido y cristaliz6 en linajes capaces de defender su posicién social durante si- glos, aunque todavia en el XV era muy frecuente el acceso de hombres nuevos al grupo. ek * El tercer aspecto que permite explicar el porqué del fortalecimiento de la aristocracia en aquel tiempo se refiere a su actitud ante la crisis de los antiguos procedimientos de ejercicio del poder politico y a la 26 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA capacidad para intervenir y encontrar beneficio en los nuevos. La si- tuacién bajomedieval europea puede describirse mediante algunas pin- celadas generales que afectan sobre todo a las monarquias occidentales: crisis de los poderes locales basados en las relaciones feudo-vasallaticas, renacimiento de 1a idea de Estado, encarnado sobre todo por la Co- rona, en sus instituciones piblicas de administracién, justicia y ha- cienda, recepcién del derecho romano, formacién de un «derecho comin» y crecimiento de un sistema juridico nuevo y nivelador de muchas antiguas peculiaridades. Pero la situacién de Castilla, sin alejarse de estos principios, ofrecia aspectos singulares, El primero, la mayor fuerza y permanencia del poder regio en épocas anteriores y la manera firme con que la realeza, en la obra de Alfonso X (1252-1284) habfa reivindicado la construc- cién del principio de soberania y el ejercicio de un poder regio cre- ciente. A continuacién, la larguisima pugna, durante toda la baja Edad Media, entre monarcas y grandes nobles sobre la forma de ejercer y compartir el poder concentrado institucionalmente en la Corona: al cabo, los aristécratas aceptaron que la autoridad del monarca se ejer- ciera efectivamente en un plano superior y general, pero consiguieron mantener grandes parcelas de poder como primeros colaboradores de la Corona, dentro del gran edificio de la soberania monarquica que cubria a toda Castilla. Y esto lo lograron no sélo en sus sefiorios jurisdiccionales sino también en las amplias zonas de realengo, ocu- pando altos cargos piiblicos y, especialmente, percibiendo tanto en aquéllos como en éstas, buenas porciones de las rentas de la Corona por via de cesién, merced o remuneracién de servicios: recordemos que la fiscalidad real evolucioné y adquirié dimensiones y fuentes de renta mucho mayores desde mediados del siglo xttt en adelante. En resumen, la aristocracia siguié siendo hasta el final del Antiguo Ré- gimen la primera beneficiaria del sistema juridico institucional en vigor. Todo lo anterior puede aplicarse también, en el plano local y de forma menos completa, a las oligarquias o patriciados de caballeros que dominaban la vida municipal en cada ciudad, especialmente desde las reformas de sus regimientos efectuadas por Alfonso XI entre 1337 y 1348, Adoptan los mismos procedimientos de obtencién de renta, de organizacién familiar, de transmisién vinculada de su patrimonio y de participacién en el poder, las mismas pautas de comportamiento que la alta nobleza, basadas en la caballeria, la hidalguia y el culto al linaje. La urbanizacién de las formas de vida y residencia de la alta nobleza y sus relaciones con aquellos patriciados urbanos aumen- taron tal influencia, y con ella un espiritu continuista en todos los 1492, EL HORIZONTE HISTORICO ESPAROL DE CARA AL NUEVO MUNDO 27 grupos dirigentes: puede afirmarse que no hubo entre la baja aristo- cracia valores sociales 0, al menos, conductas habituales que pudieran significar alternativa frente a los de la alta nobleza, y esto importé mucho, de cara al futuro, porque en algunos otros paises europeos la via hacia la modernidad fue abierta en ocasiones por aquellos «patri- ciados urbanos», que tenfan todavia mucho mas de nobles que no de burgueses, ee oF Las soluciones castellanas del bajo medievo relativas al orden social y politico no se aplicaron automdticamente en Indias pero inspiraron todo su proceso de colonizacién y de nueva organizacién porque eran el modelo que tuvieron presente los conquistadores en su camino de promocién personal, y también la principal fuente de inspiracién a que podia acudir la propia Corona. Alli se consolidaron dos modos de organizacién de las relaciones productivas que estn basadas en los mismos principios aplicados en la Castilla bajomedieval, aunque adopten formas institucionales distintas. Por una parte, la formacién de grandes haciendas cuya economia agraria estaba vinculada al co- mercio y, gracias a ellas, el predominio de una auténtica aristocracia territorial. Por otra, la institucién de la encomienda, forma de patro- nato sobre el indigena que permite obtener de él renta y servicios a través de una via de dominio personal feudalizante pero limitada por la jurisdiccién mondrquica. Ademés, sélo el triunfo bajomedieval de la ciudad, y su dominio por las aristocracias, permite comprender el paso del régimen municipal castellano a Indias, la situacién central que las ciudades y el régimen concejil tuvieron en el proceso coloni zador espafiol en América, e incluso la mayor vitalidad de las insti- tuciones locales alli que no en la Castilla de la misma época. Claro esté que la Corona, al no estar trabada por el respeto a situaciones anteriores, supo desde el primer momento controlar aque- las formas de dominio aristocratico y encuadrarlas en los proyectos politicos y en los marcos institucionales nuevos. En América no se fomenta la aparicién de aspectos tradicionales de la sociedad feudal dafiinos para el orden politico regio: apenas hay sefiorios jurisdiccio- nales, apenas hay, tampoco, nobleza titulada. Es cierto que la hidalgula se reconoce, y se ensalza a efectos formales, ¢ incluso se respetan sus privilegios judiciales, pero no se admiten los tributarios o los de otro tipo. As{, aunque en el Ambito privado y en el del ejercicio cotidiano de los poderes permanece incélume y protegida la organizacién aris- 28 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA tocrética de la sociedad, en el del derecho pablico se bloquea y mar- gina cuanto pueda menoscabar a la jurisdiccién regia. El ejercicio del Regio Patronato sobre las instituciones eclesidsticas en el Nuevo Mundo responde al mismo principio ordenador: es cierto que se respeta la normativa general de su funcionamiento en el seno de la Iglesia Catélica y se promueve mucho tanto la evangelizacién como las expresiones religiosas, puesto que eran un interés primordial y respetado, pero sin admitir que el fuero eclesidstico y, menos todavia, la administracién pontificia romana pudieran intervenir y perturbar la supremacia de la jurisdiccién regia. Los antecedentes medievales eran muchos y se habian manifestado, muy poco antes, en el Regio Patronato de Granada y Canarias. La Iglesia en la América espafiola seria, parafraseando una idea bien conocida, «un gigante social y un enano politico», aunque algunos eclesidsticos ocuparan a titulo personal cargos de gobierno, como era habitual en la época ". La aceptacién de aquel nuevo modo de llevar a cabo las relaciones politicas e institucionales en el ambito de la res publica vino facilitada por la inexistencia de antecedentes histéricos a mantener, por la exi- glidad de la wrepublica de los espafioles» ante la magnitud de la «re- publica de los indios» sujetos, por lo inmenso del territorio y lo arduo de las tareas a realizar. Sélo asi podian conseguirse los objetivos fun- damentales, que eran pasar de la conquista a la permanencia en el te- rritorio, y defender la organizacién y los valores basicos del sistema social que los castellanos traian consigo. Se explica, pues, la disciplina con que se acata la répida implantacién de instituciones de gobierno mondrquicas, aunque no siempre con agrado. Su enumeracién sugiere numerosos antecedentes medievales, castellanos y aragoneses, en cuyo andlisis no me detendré: Almirante, Adelantados, Gobernadores y Ca- pitanes Generales, Virreyes y Reales Audiencias. Alcaldes Mayores, Co- rregidores y Hermandad en el plano local. Una Real Hacienda inspirada en la castellana, y el Consejo de Indias —uno de los principales de la Monarquia Hispanica— coordinando el conjunto desde Castilla. Asi sucede, igualmente, la implantacién de un sistema de Derecho que es el castellano en sus principios y en su normativa general, aunque se J. SUBERBIOLA MARTINEZ, Real Patronato de Granada. El arzobispo Talavera, la Iglesia y el Estado Moderno (1486-1516). Granada, 1985. A. DE EGARA, «El regio patronato hispénico-indiano. Su funcionamiento en el siglo xviv, Estudios de Deusto, 6, 1958, 147-204, 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO 29 complemente, poco a poco, con la frondosa legislacién especifica de Indias”, IV, CABALLERIA Y RELIGIOSIDAD Hasta ahora nos hemos interesado por las estructuras del vivir y del convivir —econémicas, sociales, politicas—, pero es igualmente im- portante conocer aquellas otras que explican el porqué del vivir de una sociedad, Elementos ideales, concepcién del mundo y del hombre, de la calidad, funciones y categoria de cada ser humano o grupo social, conciencia de la realidad, en suma, que tifie la libertad moral del hombre, aunque sin determinarla en su albedrio personal, que mueve a optar, a tomar unas u otras decisiones, que explica entusiasmos y actividades tanto como desdnimos e¢ inhibiciones en este continuo que- hacer de los seres humanos que es histérico en tanto en cuanto es re- sultado de su libertad. {Qué motivaciones de raiz medieval impulsaron a los congquistadores en su accién? «La conquista —escribe Morales Padrén— fue deseo de mejora econémica, anhelo de ganar honra y fama, celo misionero, pre- ocupacién de ascender socialmente, afén de aventura, «lucha por la jus- tician, proyeccién de una plenitud cultural...». De este conjunto deseo destacar dos elementos que predominaban en la mentalidad aristocra- tica bajomedieval, entendidos de una manera especifica: caballeria y religiosidad. Lo propio del caballero, en el mundo feudal, es ser hombre de pro, actuar con honor y con valor hacia los de su mismo rango, de lo que se sigue fama y honra para uno mismo y beneficio para el buen orden social sancionado incluso por la cristianizacién de la caballeria. Aque- los principios vivian en la conciencia de los conquistadores, que bus- caban, junto con el poder y la riqueza, la fama —un valor tanto me- dieval como renacentista—. De nuevo es Hernan Cortés el que mejor lo expresa: 4Y yo los animaba diciéndoles que jamés en los espafioles en ninguna parte hubo falta, y que estébamos en disposicién de ganar para Vuestra Ma- jestad los mayores reinos y sefiorios que habia en el mundo. Y que demas de hacer Jo que como cristianos éramos obligados ... por ello en el otro "2A. Garcia Gatto, Estudios de historia del derecho indiano, Madrid, 1972. E. DE LA ToRRE VILLAR, Las leyes del descubrimiento en los siglos XVI y XVII, México, 1948. J. M. PEREZ-PRENDES, Curso de Historia del Derecho Espaiiol, 1, Madrid, 1983 (3 ed.), cap. veintidés. L. GARCIA DE VALDEAVELLANO, Curso de historia de las ins- tituciones espaftolas de los origenes a la Baja Edad Media, Madrid, 1970. 30 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA mundo gandbamos la gloria y en éste conseguiamos el mayor prez y honra que hasta nosotros ninguna generacién gané.» «Vamos a comenzar guerra justa, buena y de gran fama ... a deshacer agri ¥ quitar tiranias.» Recuerdan estas frases de Cortés, que supo crear de si mismo la imagen de un «caballero de armada caballeria» a tantas otras de los textos castellanos bajomedievales. Leo en algunos de ellos, relativos a los Ade- lantados de Andalucia a comienzos del siglo Xv: «Murié habiendo gastado mucho tiempo de su vida en guerras, por las cuales cosas los hombres se hacen inmortales.» «Gran mencién se hace en las escrituras romanas de la honra y sefial de vencimiento que a los cénsules ¢ otros principes se daba cuando conquistaban algunos lugares e provincias ¢ las ponfan so el poderfo de Roma. Asi acaescié, que en el verano de este aiio que habla la histori Poco importa ahora de qué hablaba aquella historia, sino lo que ins- piraba a quien la escribié. Pero la caballeria era, ante todo, oficio de armas, y habia que estar preparado para ejercerlo, de modo que en tierras americanas, como en Castilla, la practica de ejercicios ecuestres paramilitares fue frecuente. Eran en ambos casos los mismos: combates singulares, justas, torneos y simu- lacros de escaramuzas, juegos de cafias y de sortija, paradas, toreo o caza a caballo. Ademés, las obligaciones de la caballeria estaban reguladas por la Corona desde muchos siglos atrs y algunas de sus formas alcanzan a los encomenderos en Indias, obligados a hacer alardes 0, mas adelante, a pagar el derecho de lanzas que compensaba y sustituia a su obligacién militar directa, Del mismo modo que ocurria a los caballeros bajomedie- vales, la viuda, la hija soltera y el hijo menor heredaban sus privilegios siempre que algin escudero, a sueldo suyo, mantuviera los deberes de armas correspondientes. De modo que fue propio del castellano en el Nuevo Mundo, al menos al comienzo, actuar «en términos feudales», y emplear el vocabulario sefio- rial propio de la Castilla del siglo xv: se hablaba de vasallos para referirse a personas que estén sujetas a la jurisdiccién de otro, rey o sefior, es decir, a su juicio, a su administracién y exacciones fiscales. Por eso los enco- menderos nunca llegaron a ser sefiores, en el pleno sentido castellano del término, y se pudo escribir, a mediados del siglo Xvi, que «el in libre y vasallo de Vuestra Alteza»; pero este vocabulario feudo-sefiorial, aplicado a describir una realidad nueva, no puede ocultar la situacién de dependencia personal y de sujecién de muchos indigenas. 1492, EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO 31 La herencia medieval explica también los vocablos y usos de los con- quistadores en el ejercicio del poder que habfan conseguido: las tomas de Posesién de nuevas tierras copian el procedimiento medieval relativo a la Posesién de sefiorios, los pleito-homenajes en nada se diferencian de los castellanos del siglo xv y sirven como vehiculo y medio de fidelidad po- litica pero también personal, tanto como los juramentos. Se conserva, por otra parte, la antigua préctica castellana segin la cual el vasallo no podia construir castillo o fortaleza sin permiso de su sefior, el rey, y se siguen aceptando dos précticas antiguas, una de raiz romana, como era la regalia © monopolio regio sobre las minas, y otra islmica, que se refiere a la obligacién de reservar para el rey el quinto de las presas, botin y tesoros obtenidos. Nobleza y caballeria eran, por iiltimo, ostentacién de largueza en un mundo de escasez, con lo que sobresalia la magnificencia del aristécrata, que se vela a si mismo como padre protector de sus sujetos. También aqui esta presente el medievo: las descripciones de fiestas piblicas virreinales © privadas de los grandes sefiores recuerdan de modo inmediato a las de la alta nobleza en Castilla. Su hospitalidad hacia los iguales era un rasgo de mentalidad propio de los tiempos anteriores. El personal de sus casas era en todo semejante al de la aristocracia castellana y, asi por ejemplo, Hernan Cortés disponia en su palacio de Cuernavaca de maestresala, re- Postero, halconeros, mozos de espuelas, escuderos, botiller, caballerizo y acemileros, e incluso de juglares, prestidigitadores y titiriteros, +e *® Las creencias y actitudes religiosas de la época nacian en un ambiente de exaltacién de los valores propios del régimen de cristiandad medieval frente a herejes, infieles y paganos, lo que permitia apreciar mejor las jus- tificaciones teocréticas de la conquista: el papa, como autoridad universal, concedia a los reyes de Castilla y a sus sibditos el dominio de aquellas tierras, cuyos habitantes paganos eran requeridos para aceptar a la vez la soberania del principe cristiano y la evangelizacién como tinico modo, si no habia mediado guerra, de conservar parte de sus libertades personales, Sobre el dificil camino hacia el reconocimiento de la dignidad humana de los indigenas en este contexto mental vid. L. HANKE, La lucha espafiola por la justicia en la conquista de América, Madrid, 1959, y La humanidd es una. Estudio acerca de Ja querella que sobre la capacidad intelectual y religiosa de los indlgenas americanos Sostuvieron en 1350 Bartolomé de Las Casas y Juan Ginés de Sepiilveda, México, 1985 (2.* ed.). Simposio sobre la ética en la conquista de América, Salamanca, 1983 (Corpus Hispanorum de Pace, 25). 32 MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA jHasta qué punto se sentia sinceramente aquella motivacién religiosa? Aunque aparece siempre mezclada con méviles de otros géneros, hubo de tener mucho peso, y no s6lo para justificar las propias acciones o promover las de otros, sino también por conviccién puesto que, sin ella, no habria sido objetivo tan primordial la evangelizacién, una de las em- presas més gigantescas de conquista espiritual que jamds se haya empren- dido y que contrasta con el escaso éxito que tuvieron los intentos me- dievales de convertir a judios 0 musulmanes en la propia peninsula ibérica. Desde luego, sin la fuerza y el vigor del espiritu misional —entendido en un contexto mental ¢ histérico muy distinto del nuestro— no se habria producido el impulso de respeto al indigena que, a pesar de todo, se pro- dujo, basado en la idea de que la Humanidad es una y todos los hombres imagen del Creador y posibles cristianos". Los textos que muestran la motivacién religiosa de la conquista menudean, y también los que con- ciben la evangelizaién como continuacién de la misma, de tal manera que los frailes tomasen el lugar de los guerreros, a modo de ecaballeros de Cristo que vienen a conquistar ... armados con el escudo de la fe, con loriga de justicia, con la espada de la divina palabra, con el yelmo de ta salvacién y con lanza de perseverancian (Fr. Jerénimo de Men- dieta). Asi pues, conviene conocer bien qué tipo de Iglesia era el que pasaba a América. En Castilla habia acontecido una reforma importante de las Ordenes religiosas durante el siglo XV, sobre todo en sus iiltimos dece- nios, que renové muy especialmente el franciscanismo peninsular, y fran- ciscanos fueron muchos de los misioneros. Habla ocurrido también una mejora notable en la calidad personal y profesional del alto clero, pro- movida por la firme actitud de los Reyes Catélicos tocante a la provision de sedes episcopales. Nuevos procedimientos pastorales se habian practi- cado con los moriscos granadinos que tendrian influencia sobre los des- arrollados en América. El auge, en fin, de hechos de religiosidad y devo- cién concordes con la organizacién aristocrética de la sociedad habia sido muy intenso, como lo demuestra, por ejemplo, el rapido crecimiento de la Orden de los Jerénimos. \ P. BORGES, Métodos misionales en la cristianizacién de América, Madrid, 1960, y Misién y civilizacién en América, Madrid, 1986. A GARRIDO ARANDA, Moriscos indios. Precedentes hispdnicos de la evangelizacién de México, 1980. ‘5 T. DE AZcoNA, La eleccién y reforma del episcopado espaiiol en tiempo de los Reyes Catdlicos, Madrid, 1960. J. Garcta ORo, La reforma de los religiosos espafioles en tiempo de los Reyes Catdlicos, Valladolid, 1969, y Cisneros y ta reforma del clero espafiol en tiempo de los Reyes Catélicos, Madrid, 1971. 1492. EL HORIZONTE HISTORICO ESPANOL DE CARA AL NUEVO MUNDO. 33 Ademas, en la Espaiia de finales del siglo xv se vivia la oleada final de las corrientes bajomedievales de milenarismo y mesianismo, que afec- taron, sin duda, a las creencias e ideas del mismo descubridor de América, y también a las de los Reyes Catélicos y otros muchos contempordneos ", Era, en suma, una organizacién eclesidstica experimentada y renovada la que se transferia al Nuevo Mundo, y eran unas creencias y prcticas re- ligiosas que inclufan lo mas profundo del cristianismo medieval y, por lo tanto, también su notable capacidad de absorcién y aprovechamiento de elementos precristianos compatibles con la nueva fe, en el curso del pro- ceso evangelizador. Asi se comprende porqué en Méjico —la Nueva Espafia— sucedié el ultimo brote de milenarismo, protagonizado por al- gunos franciscanos «observantes». Alli se produjo también el triunfo del culto a Nuestra Sefiora de Guadalupe, que era una advocacién mariana de la Castilla bajomedieval, sobre las ruinas del rendido antes a Tonantzin, «madre de los dioses» indigenas, y la misién mejicana, como la de otras partes de América, se relata a veces en términos que reproducen episodios y prodigios propios de la Legenda aurea compilada por Jacobo de Vora- gine casi tres siglos atrds. CONCLUSION Es cierto que las motivaciones personales serfan distintas en cada caso, desde las més nobles a las mas reprobables, y también sus consecuencias, Pero todas se encuadraban en aquel marco histérico que, en el contacto con las realidades del Nuevo Mundo, se irla transformando, a menudo profunda y rdpidamente. Sin embargo, poco se podria entender de las nuevas sociedades americanas sin apreciar el bagaje medieval con que na- cieron en el siglo xvi y el peso que ha tenido sobre diversos aspectos de su evolucién. Y, desde luego, tampoco seria inteligible la accién de los espafioles en el Nuevo Mundo, sus resultados y sus limitaciones, sin com- prender cémo enraizaba —ya al otro lado del Océano— en el terrazgo hist6rico creado durante los siglos anteriores. "A. MILHOU, Colén y su mentalidad mesidnica en el ambiente franciscanista es- Paiiol, Valladolid, 1983. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» EN CASTILLA Y LEON CESAR GONZALEZ MINGUEZ INTRODUCCION Existe en nuestros dias una renovada preocupacién por la historia politica. No se trata, ni mucho menos, de una vuelta a la vieja his- toria de los acontecimientos, especialmente los de indole politico- militar, sino de una historia del poder 0, dicho de otra forma, de las estructuras politicas de las sociedades feudales medievales. Pre- ocupa este tema, entre otras razones, porque en tales estructuras est4 la génesis de lo que corrientemente se denomina «Estado moderno», expresién Ultimamente algo devaluada ', 0, como prefieren algunos autores, «Estado absolutistan?, En relacién con la formacién del Estado castellano bajomedieval un elemento clave a determinar es el equilibrio de fuerzas que en cada momento histérico concreto se establece entre el poder real, que absorbia, de derecho, la mayor parte del -poder, y los poderes osten- tados, respectivamente, por la clase sefiorial y los concejos. La ndmica que se establece entre tales esferas de poder constituye el ele- mento fundamental de vertebracién del Estado. La participacién de los concejos en la estructura de poder se a través de las Cortes y de las Hermandades. Como es bien sabido, el desarrollo de los concejos castellano-leoneses introdujo nuevas va- riantes en la articulacién del poder feudal que hasta el siglo XII, se habla distribuido o «parcializado», por utilizar la expresién de Reyna ' S. DE Dios, «El Estado Moderno, jun cadaver historiografico?», Realidad e imé- genes del poder. Espafia a fines de la Edad Media, Valladolid, Amito Ediciones, 1988, pp. 389-408. 2 fp, aSobre la génesis y los caracteres del Estado absolutista en Castilla», Stvdia Historica. Historia Moderna, vol. Wi, nim. 3 (1985), pp. 11-46. 36 CESAR GONZALEZ MINGUEZ Pastor’, entre cl rey (poder real) y la nobleza (poder nobiliario). Desde esta perspectiva se puede interpretar las hermandades como un intento serio por parte de los concejos, aunque no Ilegara a triunfar, de participar adecuadamente, de acuerdo con su potencia social, eco- némica, politica y militar, en la estructura de poder feudal. La soli- daridad concejil, manifestada a través de la constitucién de las her- mandades, lo que pretende es colocar adecuadamente a los concejos, entendidos como bloque de poder, en el sistema de «parcializacién del poder feudal» propio de la formacién politica castellano-leonesa. Este contexto general es el que servird de marco para aproxi- marme al estudio de las hermandades concejiles castellano-leonesas du- rante la Edad Media, centrado especialmente en el momento de apogeo de las mismas, es decir, entre 1282 y 1325. En ultima ins- tancia, se trataria de explicar las razones del fracaso de las herman- dades como instrumento de control de la accién monarquica. ESTADO DE LA CUESTION: POSICIONES HISTORIOGRAFICAS Desde que a comienzos del siglo xIx el historiador F. Martinez Marina, en su famosa Teoria de las Cortes, dedicara unas paginas al tema de las Hermandades*, el mismo ha sido objeto por parte de los historiadores de creciente atencién, que se ha incrementado de forma notable en las ultimas décadas, especialmente a partir de la publicacién, en 1951, del estudio de L. Suarez Fernandez’, que cons- tituyé en su dia un hito historiografico sumamente importante en el tratamiento de tan sugestiva institucién medieval. Las mds recientes publicaciones* y algunas intervenciones congresuales’ acreditan la ac- tualidad del tema en estos momentos, aunque todavia puede decirse > R. Pastor, «Reflexiones sobre los comienzos de la formacién politica feudo- vasallatica en Castilla y Leénu, Realidad e imdgenes..., pp. 11-22. “ F. Martinez MARINA, Teoria de las Cortes 0 Grandes Juntas Nacionales de los Reinos de Ledn y Castilla, Madrid, 1813, vol. 11, pp. 465-490. + L. SUAREZ FERNANDEZ, «Evolucién histérica de las Hermandades castellanas», Cuadernos de Historia de Espaiia, XV1 (1951), pp. 5-78. * J. L. BERMEsO, «Hermandades y comunidades de Castilla», Anuario de Historia del Derecho Espaiiol, LVIII (1988), pp. 277-412, 0 M. Garcia FERNANDEZ, «Las Her- mandades municipales andaluzas en tiempos de Alfonso Xlo, Anuario de Estudios Me- dievales, 19 (1989), pp. 329-343. Con posterioridad a la redaccién de este trabajo ha aparecido Ia interesante apor- tacién presentada por J. M. MiNGuEz, «Las Hermandades Generales de los concejos de Castilla, (Objetivos, estructura interna y contradicciones en sus manifestaciones ini- ciales)», Concejos y ciudades en la Edad Media Hispénica. I! Congreso de Estudios Medievales, Méstoles, Fundacién Sénchez-Albornoz, 1990, pp. 537-567. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 37 que sigue siendo objeto de una bibliografia relativamente escasa y, en algunos casos, de tono excesivamente descriptivo. No es mi intencién detenerme en el comentario de cada una de las aportaciones habidas hasta 1a fecha, aunque si trataré de hacer una ordenacién de las mismas, tanto desde la perspectiva de su con- tenido como desde el punto de vista interpretativo de cada una de ellas. Siguiendo el primer criterio, podemos agrupar los estudios sobre hermandades en cuatro grandes apartados que, segin la perspectiva adoptada, podemos calificar como globales, regionales, individuales y comparativos. En nuestros dias la linea de investigaci6n menos frecuentada, en razén seguramente de las propias dificultades que entrafia, es la del estudio global de la institucién, tratando de ofrecer una visién de con- junto de la misma para toda la Edad Media. Es el camino seguido por L. Sudrez Ferndndez' y A. Alvarez de Morales*. Se trata, en efecto, de una perspectiva minoritaria actualmente, lo que contrasta con la de la mayor parte de los estudios realizados en el siglo XIX y en la primera mitad del xx, que pretendian ofrecer un cuadro evo- lutivo completo de las hermandades medievales, aunque a veces re- sulte excesivamente simplista. Baste recordar, entre otros, los trabajos de F, Martinez Marina", C. Ximénez de Sandoval", L. Montalvo y Jardin", M. Colmeiro”, K. Haebler", J. Puyol y Alonso", etc, La segunda de las perspectivas utilizadas es de cardcter regional © comarcal, por cuanto se trata de estudiar la participacién de un territorio, de clara definicién geogrfica e histérica, en el conjunto del «movimiento hermandino». Asi se estudia, por ejemplo, la parti- 5 Véase nota 5. ° A. ALVAREZ DE MorALes, Las Hermandades, expresién del movimiento comu- nitaric en Espafia, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1974. '@ Véase nota 4, "" C. XIMENEZ DE SANDOVAL, Las instituciones de Seguridad Publica en Espafta yen sus dominios de Ultramar, Madrid, 1858, especialmente cap. II, "7 L, MONTALVO y JARDIN, Hermandades de Castilla. Juicio de esta institucién. Apoyo que prestaban a la unidad mondrquica, Madrid, 1862. 8M. COLMEIRO, Curso de Derecho Politico segiin la historia de Leén y Castilla, Madrid, 1873, pp. 510-528. “ K. HAEBLER, «Uber die Ulteren Hermandades in Kastilien», Historische Zeitsch- rift, LIL, pp. 385-401, '§ J, PuyoL ¥ ALONSO, Las Hermandades de Castilla y Leén. Estudio histérico seguido de las Ordenanzas de Castronuito hasta ahora inéditas, Madrid, 1913. 38 CESAR GONZALEZ MINGUEZ cipacién en el mismo de Alava", de Asturias”, del reino de Jaén", etc. La constitucién de determinadas hermandades de cardcter regional ha sido interpretada por algunos autores como expresién clara de una conciencia regionalista, potenciadora de una nacionalidad histérica, como ha sido puesto de relieve para el caso de Andalucia”. La tercera de las vias, acaso la més utilizada en nuestros dias, es el estudio individualizado de una hermandad, en algin caso no siempre desconocida del todo™, que se ilustra generalmente con la edi cién del correspondiente texto documental que alude a su constitucién © bien a algin aspecto concreto de su funcionamiento. Muchos de estos estudios han surgido como consecuencia del feliz y fortuito ha- Hazgo documental y ponen de relieve, mds que otros ejemplos, el in- terés historiogréfico que sigue teniendo actualmente el tema de las hermandades, aunque algunos tienen un marcado cardcter descrip- tivo”, En este apartado hay que incluir también, aunque tienen cierto cardcter de globalidad, sendos estudios relativos a la Hermandad de la marina de Castilla” y a la Santa Hermandad Vieja de Toledo, Ta- '* G. Martinez Diez, «La Hermandad Alavesa», Anuario de Historia del De- recho Espafiol, XLII (1973), pp. 1-107, y Alava Medieval, Vitoria, Diputacién Foral de Alava, 1974, vol. II, pp. 87-190, C. GoNzALEz MINGUEZ, «El movimiento herman- dino en Alava», En la Espaiia Medieval. Estudios en memoria del Profesor D. Salvador de Moxé, Madrid, Universidad Complutense, 1982, vol. 1, pp. 435-456. "" E. BENITO RUANO, Hermandades en Asturias durante la Edad Media, Oviedo, 1972. "© C, ARGENTE DEL CasTiLio, «Las hermandades medievales en el reino de Jaén, Actas del I Congreso de Historia de Andalucia. Andalucia Medieval, Cordoba, 1978, vol. Il, pp. 21-32. "© M, Nieto CumPLipo, Origenes del regionalismo andaluz (1235-1325), Cordoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Cérdoba, 1979, 2. ed. ® J. I. Rur DE LA PeRA, «La hermandad leonesa de 1313», Leén Medieval. Doce estudios, Leén, 1978, pp. 141-164. Cabe recordar, entre otros, los siguientes estudios: A. M. ANASAGASTI VALDERRAMA y M. J. SANZ FUENTES, «La Hermandad de Andalucia durante la norfa de Alfonso XI: nueva aportacién documentaln, Saitabi, XXXV (1985), pp. 13: 21; M. Garcia FERNANDEZ, «La Hermandad General de Andalucia durante la mi- noria de Alfonso XI de Castilla (1312-1325)», Historia. Instituciones. Documentos, 12 (1985), pp. 351-375; M. GonzALEZ Jimenez, «La Hermandad entre Sevilla y Carmona (iglos x1u-xvijn, Actas del I Congreso de Historia de Andalucla, Andalucia Medieval, vol. Il, Cérdoba, 1978, pp. 3-20; C. GonzALez MINGUEZ, Contribucién al estudio de las Hermandades en el reinado de Fernando IV de Castilla, Vitoria, Diputacién Foral de Alava, 1974, etc. 2K, MORALES BELDA, La Hermandad de las Marismas, Barcelona, Ediciones Ariel, 1974. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 39 lavera y Ciudad Real, que tratan de recoger la trayectoria de las mismas a lo largo de toda la Edad Media. Por ultimo, y sin que ello suponga agotar por completo todas las Perspectivas que el historiador puede utilizar para sus enfoques*, alu- diré a una reciente y sumamente atractiva, que trata de establecer las telaciones y contrastes entre las hermandades medievales y las comu- nidades modernas, tal como han hecho J. I. Gutiérrez Nieto® yJ.L. Bermejo*. Desde el punto de vista interpretativo, cabe analizar varias co- rientes historiograficas. La primera en el tiempo es la constituida por Ja mayor parte de los autores del siglo xIX y primeras décadas del XX incluidos en la denominada historiografia liberal-burguesa, Exa- minemos algunos de sus criterios fundamentales. Para F. Martinez Marina las hermandades van dirigidas contra el despotismo de los reyes y la opresién y violencia de los poderosos”. C. Ximénez de San- doval justificé 1a creacién de las hermandades por la necesidad de los habitantes de los concejos de proteger «sus vidas y bienes de los ataques que recibian por los malhechores o de las tropelias y exac- ciones de los poderosos vecinos»™. Para L. Montalvo y Jardin las her- mandades son «ligas o confederaciones hechas con el fin de defender » J. M. SANcHez BENITO, Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real (siglos xut.xv), Toledo, Caja de Ahorro de Toledo, 1987. % ‘Otros eriterios pueden ser el estudio de tas hermandades durante un reinado © periodo de tiempo (Véase el trabajo de M. GARCIA FERNANDEZ citado en la nota 6) 0 el de un determinado tipo de hermandad, como pueden ser las religiosas (sobre estas tltimas puede verse Ia monografia de T. Ruiz JUSUE, «Las cartas de Her- mandad en Espafian, Anuario de Historia det Derecho Espaiiol, XV (1944), pp. 387- 463). Del mayor interés es el estudio de las hetmandades desde el punto de vista de la historia de las mentalidades. En este sentido son pioneros los trabajos de C. Barnos, dedicados al estudio de la mentalidad justiciera en Galicia expresada a través de la Santa Irmandade de 1467 (A mentalidade xusticiera dos irmandifios, Vigo, Ediciéns Xerais, 188, y Mentalidad justiciera de los irmandifios, siglo XV, Madrid, Siglo veintiuno editores, 1990, que es en realidad la versi6n castellana del trabajo anterior pero que equivale a una segunda edicién revisada y mejorada) % J. 1. GUTIERREZ NtETO, «Seméntica del término “comunidad” antes de 1520: las asociaciones juramentadas de defensa», Hispania, 136 (1977), pp. 319-367. % Véase nota 6. 7 Ast se desprende de la definicién que da de las hermandades: «comunidades © congregaciones universales en que Ia nacién sustrayéndose por justas causas a la obediencia del monarca o de las autoridades establecidas, y reasumiendo el supremo poderio que naturalmente compete a toda sociedad y que nunca puede renunciar, tra- taba de mejorar el estado de la cosa piblica, promover los intereses del reino, ase- gurar los derechos de la comunidad y del ciudadano, y poner en salvo las libertades nacionales contra ¢l despotismo de los reyes, y contra la opresién y violencia de los Poderosos». F, MARTINEZ MARINA, Teoria de las Cortes..., vol. Il, p. 465. % C. XIMENEZ DE SANDOVAL, Las instituciones.... p. 19. 40 CESAR GONZALEZ MINGUEZ las vidas y haciendas de los ciudadanos» y si, en lineas generales, «los monarcas favorecieron siempre esta institucién», los nobles, por el con- trario, se opusieron enérgicamente al establecimiento de las mismas, al ver en las hermandades una «fuerza que podria con el tiempo servir de contrapeso a su grande autoridad y poder y aun venir a aminorarle en gran manera»®, Este mismo autor, al referirse en con- creto a la hermandad de los concejos de Castilla de 1295, la consi- dera si no la primera si «la mas grande protesta del pueblo contra las arbitrariedades y demasias de la nobleza»™. Mayor contundencia utiliza A, Benavides, para quien la finalidad de las hermandades de concejos fue «defender sus fueros contra los poderosos de la tierra», insistiendo en que iban dirigidas «contra el elemento dominante y ‘opresor, contra la nobleza, contra el enemigo comiin, el adversario jurado del rey y del pueblo». Y en otro trabajo recalca que las her- mandades trataron «de poner a salvo las personas y sus intereses de la violencia de los poderosos, de los desafueros de Jos ricos-hombres, y aun de los del Monarca» y no duda en calificar el poder alcanzado por las hermandades de fines del siglo XII1 como de «revolucionario, perturbador y andrquico»®. En una linea similar, Agustin Mujfioz Gémez no duda en calificar la constitucién de hermandades en ese momento como una auténtica «revolucién popular contra el poderio y desafueros de la Nobleza»”. Por ultimo, J. Puyol entiende que la causa de las hermandades «debe buscarse, de un lado, en el instinto de conservacién de ciudades y villas, y de otro, en el despotismo de los sefiores més bien que en el despotismo de los monarcas»™. Es decir, el origen de las hermandades, segin este autor, esta en la opo- sicién entre la nobleza a la que considera como oligarquia cerrada, y los concejos, que tratan de contrarrestar su poder. Por otro lado, considera a las hermandades como «precursoras del sistema represen- tativon de las Cortes, «ejerciendo, como verdaderos Estados, las fun- ciones legislativa, ejecutiva y judicial». » L. MonTALvo y JARDIN, Hermandades de Castilla..., pp. 7-8. © Ibidem, p. 13. 3A, BENAVIDES, Memorias de D. Fernando 1V de Castilla, Madrid, 1860, vol. 1, pp. LXXXIII y XC. Ip. «Contestaciénn, en Discursos leidos ante la Real Academia de la Historia en Ia recepcién piiblica del Excmo. Seftor don Antonio Alcalé Galiano, Madrid, 1864, pp. 43-44, » A. MuRtoz Gomez, «Concejos de Cérdoba, Sevilla y Jerez de Ia Frontera. Carta inédita de su hermandad en 1296», Boletin de la Real Academia de la Historia, XXXVI (1900), p. 307. J, Puyol ¥ ALONSO, Las Hermandades..., pp. 20-21. 5S bidem, p. 9. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 4) En resumen, para la historiografia liberal-burguesa las herman- dades surgieron de la necesidad de los concejos de agruparse para hacer frente a los abusos de la nobleza y, eventualmente, de la propia monarquia. En 1951, L. Suarez Fernandez publicé su famosa monografia sobre la «Evolucién histérica de las hermandades castellanas», que tanta influencia ha ejercido en todos los estudios posteriores sobre el tema y que ha sido considerada por S. Moreta como expresién acabada de las «formulaciones ideoldgicas de la historiografia y del medievalismo académico-oficial» de la época™. Al definir su posicién conceptual, L. Sudrez Fernandez se situa claramente en contra de los postulados sostenidos por J. Puyol. En consecuencia, considera que las hermandades no fueron una organizacién creada exprofeso para combatir a la nobleza, situdndose asi en clara oposicién a los puntos de vista de la historiografia liberal-burguesa, y, en segundo lugar, re- futa el pretendido antecedente de las hermandades con respecto a las Cortes”, error en el que también habia caido el propio F. Martinez Marina, que calificé las juntas de las hermandades de Cortes gene- rales y extraordinarias*, y que fue combatido ya por M. Colmeiro en el siglo pasado”. Ha sido la primera de las consideraciones, de evidente aristocratismo, presentada por L. Sudrez Fernandez con la rotundidad y brillantez habituales en él, la que més criticas ha des- pertado entre algunos historiadores“, pero también es cierto que a Jo largo de su monografia matiza en alguna ocasion su sorprendente punto de vista, Asi, por ejemplo, al referirse a la hermandad muni- cipal de cardcter general de 1282, sefiala que «no se organiza contra S. Morera, Malhechores-feudales.... p. 178. L. SuAREZ FERNANDEZ, «Evolucién histérica...», pp. 7-8. % F. MARTINEZ MARINA, Teoria de las Cortes, vol. Il, p. 465. » M, COLMEIRO, Curso de Derecho politico.... pp. 527-528, «Los estudios més recientes acerca de la sociedad castellana medieval, han de- ‘mostrado que la nobleza, en Castilla, no tuvo jamés ese cardcter de oligarquia cerrada que el sefior Puyol In suponia. No debe olvidarse que, aun cuando no exenta del todo de ciertas practicas y costumbres feudales, la aristocracia castellana se vié libre de un régimen sefiorial completo de tipo curopeo. Esta circunstancia, y la necesidad de unirse para la defensa comin, hizo que de hecho la comunicacién entre unas y otras clases de Ja sociedad se verificara con mayor facilidad que en el resto de las monarquias del viejo continente. La nobleza es, en Espafia, mucho més suave, mas familiar; ni pose excesiva independencia con respecto al monarca, ni oprime a los hombres bajo ella colocados. Seria por lo tanto absurdo creer que precisamente el pals en donde la nobleza queda encuadrada dentro de tales caracteristicas, haya creado tuna organizacién exprofeso para combatitlan. L. SUAREZ FERNANDEZ, «Evolucion térica...n, p. 8. “"'S. Moreta, Mathechores-feudales..., pp. 177-178. 42 CESAR GONZALEZ MINGUEZ nadie especialmente, sino sélo para la defensa de los fueros y privi- legios municipales o del orden de las comarcas, quienquiera que sea quien les ameanace, el rey, como en este caso concreto, los nobles, como en otros, o los malhechores como en el de la Hermandad Vieja de Toledo. Lo que sucede es que, casi siempre, el peligro procede de la nobleza, y al luchar contra ella, coinciden las ciudades con uno de los objetivos mas caros de la monarquia» ®. Institucionalistas e historiadores del derecho se han acercado tam- bién al estudio de las hermandades. Baste recordar, por ejemplo, al- gunos trabajos de L. Garcia de Valdeavellano® o de J. L. Bermejo“. Especial atencién merece 1a ya citada monografia de A. Alvarez de Morales, publicada en 1974. Supuso, en su momento, un meritorio esfuerzo por realizar un andlisis global de la institucién, tanto en el tiempo, pues el estudio comprende la etapa medieval y la moderna, como en el espacio, incluyendo todas las manifestaciones hermandinas surgidas en el reino de Espaiia, Alvarez de Morales, desde una pers- pectiva historizante, aunque escasamente interpretativa, enmarca el es- tudio de las hermandades dentro del desarrollo general del derecho de asociacién, insistiendo en los aspectos jurisdiccionales propios de cada hermandad, que son los que le permiten la defensa de unos in- tereses de cardcter publico*. Otro grupo de autores, mds o menos influidos por el materialismo histérico, han hecho también algunas aportaciones al tema, aunque de forma tangencial, pues aparecen en estudios no dedicados especi- ficamente a las hermandades. Asi, J. Valdeén, en su monografia sobre los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV, alude a la «compleja» y «sorprendente» institucién de las her- mandades, «promovidas por los concejos para la defensa mancomu- nada de unos determinados intereses», que, en el caso de las herman- dades generales, se concretan en «poner término al desorden reinante y garantizar el ejercicio de la justicia en sus territorios», expresando de este modo una clara «actitud de resistencia, cuando no de franca oposicién, de los concejos a los grandes y a los ricos hombres». En resumen, J. Valdeén considera a las hermandades como un instru- @ o L. SuAREZ FERNANDEZ, «Evolucién histérica...n, p. 18. L. Garcia DE VALDEAVELLANO, «Carta de Hermandad entre los Concejos de la Extremadura castellana y del Arzobispo de Toledo en 1295, Revista Portuguesa de Histéria, XII (1969), pp. 57-76. 4” Véase nota 6. A. ALVAREZ DE MorALES, Las Hermandades..., pp. 9-1. “ J, VALDEON, Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los sigios xiv Y Xv, Madrid, Siglo veintiuno editores, 1975, p. 68. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL oMOVIMIENTO HERMANDINO» 43 mento de lucha antisefiorial, enlazando asi con los puntos de vista sostenidos por la historiografia liberal. Aunque con una mayor ela- boracién conceptual, a la misma conclusién llega S. Moreta en su estudio dedicado a los malhechores-feudales de Castilla en los si- glos XIII y XIV, publicado en 1978. Para este autor las hermandades tienen un cardcter coyuntural, transitorio y supraconcejil y las define como «una unificacién de clases sociales diferentes —“fraccién no- hegeménica” de la nobleza integrada por los hidalgos, caballeros vi- Nanos, mercaderes, campesinos...— sobre la base de unos objetivos generales en contra de los malhechores-feudales y de otros mas con- eretos de cada clase social hermanada»”. Como caracteristicas de las de las hermandades subraya, por un lado, la «tendencia de los her- manados a constituir y organizar sus propios aparatos defensivos auté- nomos, aunque sin prescindir ni rechazar en bloque el “aparato- coactivo-gubernativo-jurisdiccional” del estado feudal», y, por otro, la «utilizacién de la fuerza y recurso a la violencia por parte de los her- manados contra los malhechores-feudales, incluso frente a los oficiales del rey, siempre que actuasen como tales malhechores»*. Algunas conclusiones se pueden deducir ya, a partir de todo lo escrito hasta ahora. El convencimiento, en primer lugar, de la com- Plejidad del «movimiento hermandino», asi como la falta de estudios sobre el mismo con vocacién globalizadora. La afirmacién, en se- gundo término, de los puntos de vista de la historiografia liberal, en cuanto vio a las hermandades como instrumentos de lucha contra los poderosos, tal como se sostiene en algunos trabajos, procedentes prin- cipalmente de historiadores de inspiracién marxista. La necesidad, por Ultimo, no sélo de completar la edicién de nuevas fuentes documen- tales relativas a las hermandades, sino también, lo que es mucho més importante, de enriquecer las perspectivas de los andlisis, profundi- zando en la reflexién histérica con rigor conceptual y planteamientos novedosos, sin olvidar que, aun cuando el «movimiento hermandino» tuvo en el territorio de la Corona de Castilla un excepcional des- arrollo, no se trata de un fenémeno exclusivo, por cuanto se produjo también en los otros reinos hispanos y del Occidente europeo durante la Baja Edad Media. “ S, Moreta, Malhechores-feudales..., p. 179. * Ibidem, pp. 189-190. 44 CESAR GONZALEZ MINGUEZ ALGUNAS CUESTIONES DE METODO En cualquier investigacién histérica las fuentes documentales cons- tituyen siempre una cuestién esencial, por cuanto aportan sustancial- mente la base de los datos a analizar. En relacién con las herman- dades las fuentes son, fundamentalmente, de tres tipos. En primer lugar, las procedentes de los archivos, ya sean generales o munici- pales. De estos ultimos, mediante registros exhaustivos cabe todavia esperar importantes novedades informativas, como se ha puesto de relieve en recientes ediciones documentales”. El caso del Archivo Mu- nicipal de Najera, que cuenta entre sus escasos fondos, si valoramos la importancia del lugar en 1a Edad Media, nada menos que con cinco documentos relativos a hermandades, algunos totalmente iné- ditos, no es, con seguridad, un caso Unico. En consecuencia, se hace totalmente imprescindible intensificar la busqueda de nuevos docu- mentos, que completen la base informativa que ha de permitir el avance en el conocimiento de las hermandades medievales. De cual- quier forma es necesario también valorar una circunstancia. En la mayor marte de los casos, al menos en los que se conocen hasta el momento, los documentos aluden a la creacién de las hermandades, se trata de los textos fundacionales, pero faltan en absoluto o son totalmente insuficientes aquellos otros documentos posteriores que per- miten registrar la concreta actuacién de la hermandad en cada mo- mento, desarrollo y operatividad, evolucién de la organizacién interna, etc, En segundo lugar hay que mencionar las fuentes cronisticas y na- rrativas de la época. Autores como Ferran Pérez de Guzman, Ga- lindez de Carvajal, Alonso de Palencia, Lope Garcia de Salazar, etc., proporcionan puntos de vista interesantes sobre como vieron los con- tempordneos las hermandades, especialmente las més tardias. Por ultimo, es necesario tener en cuenta también la informacién procedente de las reuniones de Cortes, No hay que olvidar que en las mismas se aprobaron en unos casos o se suprimieron en otros al- gunas hermandades, desde luego las mas importantes. En los cua- A titulo de ejemplo, cabe resefiar Ja informacién relativa a hermandades con- tenida en Jas siguientes colecciones documentales municipales: A. Barrios Garcia, A. MarTIN ExposiTo y G. DEL SER QUUANO, Documentacién medieval del Archivo municipal de Alba de Tormes, Salamanca, Universidad, 1982; A. MARTIN EXPOsITO y J. M. MONSALVO ANTON, Documentacién medieval del Archivo municipal de Le- desma, Salamanca, Universidad, 1986, y A. BarRios Garcia y A. Martin ExPOsiTo, Documentacién medieval de los Archivos municipales de Béjar y Candelario, Salt manca, Universidad, 1986. # “Arch. Mun, Najera, docs. nims, 4,5, 6,9 y 11. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 45 dernos de Cortes son relativamente abundantes, aunque menos de lo que cabria esperar, las referencias a las hermandades, bien regulando ciertos aspectos relativos a las mas o bien aceptando las pro- puestas presentadas por las propias hermandades. Una tarea de enorme utilidad seria la confeccién de un inventario © catdlogo de las hermandades. En la ficha de cada una se incluirian una serie de datos entre otros, fecha de creacién, elementos que la componen, objetivos esenciales a alcanzar, esquema organizativo, re- ferencias de archivo y edicién, etc. A partir de tales elementos se po- dria organizar su distribucién en el tiempo y en el espacio. La pri- mera coordenada nos serviria para comprobar y tratar de explicar por qué motivos en unos momentos existe una mayor creacién e implan- tacién de hermandades que en otros. Su distribucién en el espacio permitiria cartografiar la ubicacién y extension de las hermandades. La representacién cartografica de las mismas, al permitir visualizar las relaciones entre distintos sistemas referenciales, puede facilitarnos cierto tipo de explicaciones. Desde luego se hace relativamente facil comprobar la hipétesis de L. Suarez Fernandez", apoyada con nuevos ejemplos por J. 1. Ruiz de la Pefia®, sobre el origen de la institucién entre los municipios preferentemente ganaderos de las ti tras mas occidentales de la Extremadura castellana y de su prolon- gacién por la Transierra, Todo parece indicar que hubo algunas zonas, al menos en la fase de génesis de las hermandades, que por Tazones socioeconémicas propiciaron la creacién de las mismas. En sentido contrario, podemos comprobar igualmente la existencia de otras zonas 0 de concejos concretos ausentes o reacios a participar en el movimiento hermandino. A la hora de estudiar las hermandades, la mayor parte de los autores han destacado que se trata de un fendmento complejo y, hasta cierto punto, sorprendente, lo que multiplica su indudable in- terés. Por una simple cuestién de higiene metodolégica conviene tener en cuenta que el movimiento hermandino medieval tiene una larga trayectoria histérica (aproximadamente, del siglo XII al XV), con unos difusos antecedentes y, posteriormente, sus perduraciones en época mo- derna, Cualquier estudio sobre el mismo, por tanto, debe valorar la heterogeneidad o cardcter plural de sus manifestaciones a lo largo de esos siglos. En efecto, no todas las hermandades son iguales en cuanto a los elementos que las componen ni, por supuesto, fueron creadas para cubrir unos mismos objetivos. Tales premisas justifican SL, SUAREZ FERNANDEZ, «Evolucién de las Hermandades.. J. 1, Ruiz DE LA PERa, p13. ‘Aportacion al estudio de las Hermandades...», p. 1508. 46 CESAR GONZALEZ MINGUEZ. la necesidad de establecer una tipologia lo mds completa posible, util también por cuanto tiene de visién general del tema. Han sido varios los autores que, utilizando diversos criterios, han ofrecido sus propuestas de clasificacién de las hermandades. Aludiré a algunas de ellas, Asi, por ejemplo, L. Sudrez Fernandez, al referirse a las hermandades municipales, establece tres tipos fundamentales, de acuerdo con su finalidad: «la liga de ciudades eminentemente mer- cantiles con intereses econdmicos comunes (Hermandad de la marina de Castilla), la unién de municipios que en época de turbulencia o anarquia, defienden a un mismo tiempo sus privilegios y la seguridad de las comarcas que les circundan (Hermandades generales de Castilla y Leén), y, por ultimo, la asociacién de propietarios que crean un cuerpo especial de guardas para la proteccién de sus haciendas (Her- mandad Vieja de Toledo)»®. Mas adelante, al referirse a las herman- dades surgidas durante el reinado de Fernando IV, las clasifica en dos grupos: el de las hermandades mayores, es decir, las generales de Castilla, la de Galicia con Leén, la de Toledo con su Extremadura y la de la marina de Castilla, y el de las hermandades menores, in- tegrado por todas las demds*, Esta distincién obedece no tanto a cuestiones de tamafio, aunque si se tengan en cuenta, como a la es- tructura y finalidad de las mismas. Las mayores se caracterizan por su vocacién de pervivencia, fuerza comunal coercitiva, organizacién completa y definitiva, cardcter supramunicipal y tienen unos objetivos de cardcter general. Las menores, por el contrario, tienen mucha menos fuerza y extensién y nunca fueron confirmadas por los reyes. Poseen un cardcter provisional, una sencilla organizacién y sus ob- jetivos son muy concretos. A. Alvarez de Morales, por su parte, ha propuesto una sencilla division en tres grandes tipos de hermandades, que vienen a coincidir con cada uno de los periodos en que suele dividirse el movimiento hermandino: al primer periodo, hasta 1282, correspondan las herman- dades de personas y concejos; al segundo, entre 1282 y 1325, corres- ponden las hermandades generales, que tratan de intervenir en la cons- titucién politica del reino, y al dltimo periodo, entre mediados del siglo XIV y fines del xv, corresponden las hermandades contra mal- hechores, incluyendo aqui la Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real, que, aunque de origenes anteriores, tuvo en los dos Ultimos siglos medievales su periodo de mayor desarrollo’. % L. SUAREZ FERNANDEZ, «Evolucién histérica...», p. 7. * Ibidem, p. 19. % A. ALVAREZ DE Moraes, Las Hermandades... APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 47 A pesar de tratarse de un mero esquema es mas eficaz 1a tipolo; que ha ofrecido J. I. Gutiérrez Nieto, basdndose en un triple criterio diferenciador, geogrAfico, social y de finalidad: «Seguin el primero en- contratermos hermandades locales, interlocales, regionales y generales. Segtin el segundo podran ser estamentales, interestamentales e intraes- tamentales. Seguin el tercero encontraremos hermandades-policia, her- mandades politicas, hermandades mercantiles y hermandades profe- sionales»*, La combinacién de tales caracteristicas permite la ade- cuada aproximacién a la compleja entidad de cada hermandad. La més reciente clasificacién tipolégica es la ofrecida por M. Garcia Ferndndez, aunque se refiere unicamente a las herman- dades andaluzas durante el reinado de Alfonso XI. Distingue este autor, utilizando un critetio de resonancias «braudelianas», entre her- mandades concejiles en las que prevalecen los intereses estructurales © a largo plazo, como las hermandades de cardcter policial, de aque- Mas otras en las que predominan los intereses o fines a corto plazo © coyunturales, como las hermandades de cardcter fronterizo, que constituyen uno de los ejemplos més significativos del fendmeno her- mandino andaluz, o las de cardcter politico, como la Hermandad Ge- neral de Andalucia”. Este nuevo modelo tipoldgico, sin embargo, presenta algunas con- tradicciones evidentes. Por ejemplo, al referirse a las hermandades de cardcter policial surgidas durante la minorfa de Alfonso XI, M. Garcia Fernandez dice de las mismas que «con la mayoria del mo- narca estos ordenamientos politicos carecieron de sentido por lo co- yuntural de sus objetivos»*. Por el contrario, sitta a la Hermandad General de Andalucia entre las que tenian una finalidad a corto plazo © coyuntural*, cuando la misma se extiende, al menos, entre 1282 y 1325, y, aunque tiene objetivos militares especificos de atencién a la forntera con Granada, no se puede separar del contexto global de la formacién de las hermandades generales en el conjunto de la Corona de Castilla y, por tanto, de la consecucién de unos objetivos politicos duraderos a los que se puede atribuir un cardcter estructural, % J, 1. Gumierrez Nieto, «Puntos de aproximacién en torno al movimiento hir- ‘mandino. (Relaciones entre Ia Santa Hermandad y la Santa Hirmandade)», Actas de las I Jornadas de Metodologia aplicada a las Ciencias Histéricas. 11 Historia Me- dieval, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1975, p. 315. 57” M. Garcia FERNANDEZ, «Las hermandades municipales...», pp. 333-341. % [bidem, p. 336. ® Ibidem, pp. 338-341. “ M, NIETO CUMPLIDO, Origenes del regionalismo andaluz..., pp. 60-84, 48 (CESAR GONZALEZ MINGUEZ al menos en cuanto afectaban a la estructura de poder en el sentido apuntado més arriba. Antes de exponer mi propuesta tipolégica, considero imprescindible aludir al propio concepto de hermandad, complejo tanto por la di- versidad de elementos que integran las hermandades, como por el ca- récter y objetivos de las mismas, que acusan notable mudanza a lo largo de los siglos medievales. El término hermandad (fraternitas, ger- manitas), que a veces tiene sus equivalentes en vocablos como «co- fradia», «vecindad», «amistad», «unién», «compafiian, «conjuracién», etc., alude directamente a dos principios generales que es necesario tener en cuenta, el de asociacién y el de solidaridad, que aparecen siempre como elementos vertebradores en el fondo de cualquier es- tructura social. El primero hace referencia a la pluralidad de miem- bros, ya sean de igual o de distinta naturaleza, que integran una her- mandad, mientras el segundo principio alude a la unién responsable y voluntaria de los mismos, compartiendo una misma responsabilidad, con el fin de conseguir unos objetivos, que pueden ser de indole po- litica, econémica, profesional, religiosa, etc., que de otra forma, es decir, cada miembro por separado, no podrian alcanzarse. El com- plejo y heterogéneo panorama de las hermandades queda condensado en la propuesta definitoria de L. Sudrez Fernandez que, situandose en el punto de vista del hombre medieval, las considera como «reu- nién de personas, ciudades o entidades sociales de cualquier tipo, que poseen intereses comunes, para cuya defensa la unién es indispen- sablen*, Generalmente, cuando la historiografia alude a las hermandades esté haciendo referencia en especial a aquellas que estuvieron inte- gradas por concejos, a los que hay que considerar como entidades englobadoras de una compleja y heterogénea realidad social. La for- macién de las mismas obedece a una decisién espontanea de los con- cejos, que buscan en la unién la fuerza necesaria para la defensa en comin de sus intereses, ya sean generales o de clase, o para la re- solucién pacifica de los conflictos interconcejiles, ya sean juridicos, econdémicos o de otro tipo. Tales hermandades estan constituidas por un escaso ntimero de miembros, dos suele ser el mas frecuente, y los objetivos perseguidos son muy concretos, de ayuda mutua, de defensa y proteccién de unos intereses econdmicos, etc. *. Pero las hermandades concejiles o municipales por antonomasia son las de cardcter general, integradas por un gran numero de con- “| L, SuAREz FERNANDEZ, «Evolucién histérica...», p. 6. ® El elenco de este tipo de hermandades, hasta 1322, est recogido por J. I. Ruiz DE LA PENA, «Aportacién al estudio...», pp. 1507-1511. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 49 cejos, que surgen a partir de 1282. Estas hermandades integradas por concejos, de las que en ocasiones pueden formar parte algunos miem- bros de la nobleza, se pueden definir como instituciones asociativas, surgidas por lo general en momentos de debilidad del poder de la monarquia, dotadas de jurisdiccién propia, que, ademés de la defensa de los fueros, usos, costumbres y privilegios de los hermanados, tratan de intervenir en cuestiones de interés general, como el mante- nimiento del orden publico, garantizar el correcto ejercicio de la jus- ticia, luchar contra los abusos de la nobleza feudal y participar ade- cuadamente en la constitucién politica del reino o estructura de poder. Si las primeras hermandades, aportando el modelo més simple de la institucion, constituyeron el obligado prélogo de las segundas, tam- bién es cierto que en el fondo de todas ellas subyace el mismo afan por crear unos mecanismos institucionales precisos para superar los exclusivismos locales®, al tiempo que se trataba de proyectar adecua- damente a los concejos en la esfera politica del reino, de acuerdo con la importancia alcanzada por los mismos. La elaboracién de una tipologia de las hermandades es una tarea bastante ardua, en buena medida por las limitaciones documentales y por la misma heterogencidad que presenta esta formula asociativa medieval y su mudanza la través de los tiempos. Cualquier tipologia que pueda hacerse se basa esencialmente en los datos que ofrecen los documentos fundacionales de las hermandades, sin que en los mismos se refleje, como es natural, la trayectoria evolutiva de cada una de ellas. Tres son los criterios que he utilizado para formular una tipologia de las hermandades: composicién, extensién y objetivos. En cuanto a los elementos integrantes de la hermandad podemos considerar como tales a las personas, ya sean nobles, burgueses o campesinos, eclesidsticos 0 laicos, a los concejos asi como a cualquier otro tipo de instituciones u organismos (érdenes militares, iglesias, monasterios, etc,). Desde este punto de vista una hermandad puede ser homogénea, cuando todos sus miembros son de la misma naturaleza, o hetero- génea o mixta, cuando no lo son. El criterio de extensién o dmbito geografico de la hermandad per- mite distinguir entre hermandades locales, interlocales, comarcales, re- gionales y generales, segin que su base de aplicacién afecte desde un Unico lugar al conjunto de uno o de varios reinos. De acuerdo con la naturaleza de los objetivos, que constituyen el elemento sustantivo y determinante de cada hermandad, éstas pueden © Tbidem, p. 1507. 50 CESAR GONZALEZ MINGUEZ ser religiosas, profesionales, politicas, econdmicas, de defensa, contra malhechores, etc. Aplicando a las hermandades de concejos los criterios de exten- sién territorial o 4mbito geogrdfico y de objetivos o finalidad se puede hacer una doble clasificacién de las mismas. Desde el punto de vista de la extensién hay que distinguir hermandades locales, cuando afectan al conjunto o a una parte de la poblacién de un nico lugar, por lo que se confunde con una hermandad de per- sonas; interlocales, cuando afectan a varios concejos y pueden tener un alcance comarcal o regional; generales, cuando reiinen a los con- cejos de uno o varios reinos, y fronterizas, como las integradas por concejos fronterizos de un mismo reino o por los concejos fronte- tizos de dos reinos contiguos. En cuanto a los objetivos o finalidad, cabe distinguir entre her- mandades politicas, aquellas que atienden a problemas generales del reino, inherentes a su gobernabilidad y constitucién politica; econé- micas, para la defensa de intereses mercantiles, ganaderos, de explo- tacién de la tierra, etc.; contra los malhechores, y, por ultimo, de de- fensa del territorio. Suele suceder que algunas hermandades asumen una finalidad multiple, aunque siempre puede considerarse una de ellas como fundamental o dominante. El estudio de las hermandades si, por una parte, debe tener una vocacién de globalidad, analizando la institucién en su conjunto te- matico, por otra debe atender a las distintas manifestaciones o a los matices diferenciadores que tienen las mismas a lo largo del movi- miento hermandino medieval, lo que implica la adecuada periodiza- cién del mismo en secuencias cronolégicas que ofrezcan una carac- terizacin lo mas homogénea posible. La palabra hermandad, insisto de nuevo, constituye un término complejo, de claro valor polistmico, por cuanto sirve para designar las mas variadas manifestaciones de un tacito derecho de asociacién que afecta tanto a las personas como a las més diversas instituciones, ya sean religiosas o civiles. Las primeras formulaciones de herman- dades en Espafia aparecen circunscritas al 4mbito estrictamete reli- gioso, ya se trate de asociaciones de personas con iglesias 0 monas- terios, cuyos primeros antecedentes se remontan al siglo IX, o bien se trate de las establecidas entre comunidades religiosas o cabildos, mucho mds importantes que las primeras, y cuya difusion desde fines del siglo x fue esencialmente obra de los monjes cluniacenses “, “ T. Ruiz Jusue, aLas cartas de hermandad...», pp. 392-394, APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» St Sin entrar en la valoracién de la influencia que pudieran tener las hermandades religiosas en la génesis del denominado «movimiento hermandino»® 0 «proceso hermandista medievaln, expresiones glo- balizadoras de toda la variada realidad hermandista vigente en la Edad Media, es necesario tener en cuenta que el nacimiento de las hermandades concejiles va indisolublemente unido a dos hechos sig- nificativos. En primer lugar, el desarrollo de los concejos y la toma de conciencia por parte de éstos de su importancia politica. El pa- ralelismo del nacimiento de las Cortes de Leén, cuya primera reunién tuvo lugar en 1188, y el de las de Castilla con la aparicién de las primeras hermandades concejiles, me refiero a las que, en torno a 1200, fueron suscritas por Escalona con Avila, Segovia y Pla- sencia”, no es una simple coincidencia, sino la expresién, a través de dos cauces institucionales diferentes, de la maduracién politica de los concejos castellano-leoneses. En segundo lugar, las hermandades concejiles, al menos las de cardcter general, surgen en «periodos de inquietud o de debilidad de la monarquia»*. Tales periodos son sis- tematicamente aprovechados por los concejos para tratar de ejercer el protagonismo que les corresponde en la articulacién politica del Estado feudal. Prescindiendo de algunas pequefias matizaciones, es evidente que existe una fundamental concordancia entre los autores a la hora de periodizar el movimiento hermandino, en el que cabe distinguir tres etapas bien diferenciadas: 1+ Comprenderia desde fines del siglo Xt hasta 1282, coinci- diendo, en gran parte, con el periodo de crecimiento y expansién de la sociedad feudal. Se trata de la etapa en que se produce la génesis de las hermandades, por lo que J. I. Ruiz de la Pejia la ha definido como «etapa germinal del fendmeno hermandinon®. La misma se ca- racteriza por la formacién de whermandades burguesas», uniones po- Miticas que forman un sector de ciudadanos de un lugar, y que tienen un marcado caracter antisefiorial®. Los ejemplos mas tipicos de estas © C, GonzALez MINGUEZ, «EI movimiento hermandin “ J.1, Gutiérrez NieTO, «Seméntica del término...», p. 336. © L, SuARez FernAnbez, «Evolucién histérica...», pp. 11-13. “ Ibidem, p. 5. J. 1, Ruiz DE LA PERA, «Aportacién al estudi p. 1507. % J. L, GuTiérRez NIETO, «Seméntica del términ« », P. 336, 52 CESAR GONZALEZ MINGUEZ hermandades de tipo local, aunque no los tnicos, son las de Sa- hagin” y Santiago de Compostela”, de comienzos del siglo XII. También se dan las hermandades religiosas, como la que en 1173 establecieron los cabildos de Salamanca y Avila, y por la que se acordé que los beneficiados catedralicios abulenses o salmantinos siempre que acudieran a Salamanca o Avila, respectivamente, disfru- tarlan de los mismos privilegios que tuviesen los propios beneficiados en su cabildo”, Otro ejemplo de este tipo de hermandad es la esta~ blecida en 1229 entre la iglesia, obispo y cabildo de Zamora con el monasterio de Sahagin, a fin de solucionar sus diferencias”. El apogeo de este tipo de hermandades comprende todo el siglo XIII y las primeras décadas del XIV, aunque tal institucién sobrevive, prac- ticamente, hasta nuestros dias”, Avanzada esta primera etapa, en torno a 1200, comienzan a apa- recer las primeras hermandades concejiles de cardcter supralocal, de las que sigue constituyendo el primer ejemplo conocido las ya citadas suscritas por Escalona con Avila, Segovia y Plasencia y cuyos obje- tivos concretos, en palabras de L. Sudrez Fernandez, son los si- guientes: «el primero es asegurar el ejercicio del derecho por parte de los vecinos de una ciudad dentro de la otra; el segundo busca la Proteccién del ganado y los pastores dentro de los limites de los mu- nicipios hermanados; el tercero aspira a desenvolver una especie de justicia intermunicipal mediante curiosos procedimientos de arbitrajen®, «En este tiempo todos los risticos labradores, ¢ menuda gente se ayuntaron, faciendo conjuracién contra sus Sefiéres, que ninguno de ellos diese a sus Sefiores servicio debido. E a esta conjuracién llamaban hermandad...». R. ESCALONa, Historia del Real Monasterio de Sahagiin, Madrid, 1782, p. 305. 7 «Expulsados, pues, los sobredichos para disminuir el proder del obispo, forman, Por instigacién de aquellos que he llamado enemigos domésticos del prelado, cierta ién a que dan el nombre de hermandad. Para confirmar y consolidar esta conspiracién, liganse todos mediante juramento, al objeto, se entiende, de ayudarse los unos a los otros contra cualesquiera hombres, de guardarse y defenderse undni- memente, y de que si alguno de ellos recibiese daiio o agravio de algin poderoso 0 de otro que no pertenezca a Ia liga, los demas cémplices le ayuden segiin su posibi- lidad». Historia Compostelana, traducida del latin al castellano por M. SUAREZ con Notas aclaratorias ¢ introduccién por J. CAMPELO, Santiago de Compostela, Editorial Porto, 1950, p. 208, ™ A. BaRRIos Garcia, La Catedral de Avila en la Edad Media: Estructura socio-juridica y econdmica, Avila, Caja Central de Ahorros y Préstamos de Avila, 1973, pp. 103-104. 4 R, ESCALONA, Historia... de Sahagtin, p. 139. % T. Ruiz Jusve, aLas cartas de la Hermandad...», pp. 422 y ss. 7 LL. SuARez FERNANDEZ, «Evolucién histérica...», p. 12. APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 53 La politica restrictiva de Fernando III y de Alfonso X hacia las hermandades, por causa de la jurisdiccién que se arrogaban”, no esti- mulé, precisamente, la formacién de hermandades concejiles, de las que recientemente se han aportado, no obstante, algunos nuevos ejem- plos que se suman a los ya conocidos, como las constituidas por Pla- sencia y Talavera en 1248 y 1274", Cronoldgicamente, la ultima de las hermandades concejiles de esta primera etapa es la suscrita el 14 de mayo de 1277 entre los concejos de Avilés y las pueblas de Pravia, Grado, Salas, Somiedo, Valdés, Tineo, Cangas y Allande. Tal hermandad, netamente asturiana, constituye hasta la fecha el antece- dente més préximo de las grandes federaciones municipales que se formaran en la etapa siguiente”. El nacimiento de las hermandades concejiles de esta primera etapa responde, a falta de otras instancias de orden estatal, a la necesidad de articular el espacio, en unos momentos de empuje demogréfico y crecimiento econémico, muy especialmente de la ganaderia. Se hace necesario buscar acuerdos que permitan resolver los conflictos juris- diccionales que se planteen entre concejos que permitan resolver los conflictos jurisdiccionals que se planteen entre concejos més 0 menos préximos, garantizar la libertad de movimiento de los vecinos asi como asegurar el normal desarrollo de los intereses ganaderos de los concejos hermandos. El ejemplo de la hermandad de Escalona con Avila, Segovia y Plasencia es bien elocuente en este sentido y, como ya ha sido apuntado, uno de sus objetivos esenciales era el de or- denar el desarrollo de la ganaderia trashumante en ambas vertientes del Sistema Central. 2" Entre 1282 y 1325 se extiende la etapa que podemos consi- derar de predominio de las grandes hermandades generales o mayores, como las de 1282, 1295, 1313 y 1315, que tratan de ejercer un papel destacado en la constitucién politica del Estado feudal castellano- leonés®, El protagonismo ejercido por las hermandades generales hace que esta etapa sca considerada como el «momento clasico» del mo- iento hermandino", a lo que contribuyé también la proliferacion 7 A, ALVAREZ DE MoraLes, Las Hermandades. pp. 21-24, % J. 1. RUIZ DE LA PERA, «Aportacién al estudio...», pp. 1512-1513. ® E, BENITO RUANO, Hermandades en Asturias..., pp. 17-19. © A. Atvarez DE MorAtes, Las Hermandade pp. 39 y ss. "J..1 GuTiérrez NIETO, «Seméntica de! términ si p. 337. 54 CESAR GONZALEZ MINGUEZ en estos afios de los mas variados tipos de hermandad: menores®, locales, de clase o estamentales“, econdmicas o mercantiles*, contra los malhechores*, etc. 3." La ultima etapa corresponde al gobierno de la dinastia Tras- tamara. Entre 1325 y 1370 no se oye hablar de hermandades gene- rales", resurgiendo nuevamente a partir del reinado de Enrique II, primer monarca.de la dinastia, Pero conviene marcar las diferencias con las de la etapa anterior, pues tanto los objetivos como el soporte juridico de las mismas son distintos. En las hermandades generales de 1282 a 1325 el modelo es el de la hermandad de 1282, cuyas fuentes de inspiracién estan por estudiar, y sus objetivos pasan por hacer participar a los concejos de manera més objetiva y equilibrada, en relacién con las restantes fuerzas politicas, en la estructura de poder del Estado feudal castellano-leonés. En las hermandades de época trastdmara la base juridica est4 proporcionada por el ordena- miento de justicia otorgado por Pedro I en las Cortes de Valladolid Es la terminologia que emplea L. SuAREZ FERNANDEZ para referirse a «todos los tipos imaginables de Hermandad» surgidos durante la minoria de Fernando IV Y que no entran en el grupo de las Hermandades mayores («Evolucién historica...», P. 23), El estudio de una hermandad menor puede verse en C. GONZALEZ MINGUEZ, Contribucién al estudio de las Hermandades.. © Como las hermandades que constituyeron en 1296 los vecinos de Talavera, al igual que los de Cuenca, A. ALVAREZ DE MoraLes, Las Hermandades..., pp. 269- 2m. ™ Es Ia terminologia que emplea J. I. GUTIERREZ NIETO («Seméntica del tér- mino...», p. 338) para aludir a la hermandad que formaron en Valladolid varios obispos de Castilla en 1314, para defenderse de los peligros que pudieran venir a a iglesia desde el punto de vista fiscal por parte del rey Alfonso XI, de sus tutores 0 de los demds gobernantes del reino, si exigian el pago de servicios sin su consenti- miento previo. El texto de esta hermandad en L. SUAREZ FERNANDEZ, «Evolucién histérica...», pp. 58-60. Otra hermandad de este tipo, formada igualmente por varios obispos de Castilla y Leén, es 1a constituida en Zamora en 1311, con el fin de que ala tierra sea tornada en justicia € en bon estado € que non se fagan in las cosas desaguisadas que se en ellas fazeno (Ibidem, p. 57). Ambos ejemplos se ajustan tam- bién perfectamente al modelo de hermandades religiosas. %S EI prototipo seria la Hermandad de la marina de Castilla, suscrita en Castro Urdiales, el 3 de mayo de 1296. El texto en A. BENAVIDES, Memorias de D. Fer- nando IV..., vol. I, pp. 81-85. % El modelo es la Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real, formada a partir de la unin de las hermandades constituidas por los propietarios de colmenas de Toledo y Talavera, en noviembre de 1300, a Ia que se adhirié la que formaban los de Ciudad Real, en agosto de 1302. J. M. SANCHEZ BENITO, Santa Hermandad Vieja..., pp 59 y ss. © L. SuARez FERNANDEZ, «Evolucién hist », p. 29, APROXIMACION AL ESTUDIO DEL «MOVIMIENTO HERMANDINO» 55 de 1351; los objetivos son la represién del bandidaje y la lucha an- tisefiorial; y el modelo de funcionamiento, especialmente en lo que se referia a la rapidez y ejecucién del procedimiento judicial, est4 inspirado en la hermandad vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real Las hermandades de esta ultima etapa no parecen plantearse a pri- mera vista unos objetivos politicos ambiciosos de control y pattici- pacién en la estructura de poder, lo que no quiere decir que en oca- siones los monarcas no pensaran en la posibilidad de que las hermandades se transformaran en un instrumento contra ellos mismos®. En cualquier caso, y a la vista de los resultados finales, cabe preguntarse si la consolidacién del sistema de regimiento en el gobierno municipal y ta oligarquizacién del mismo no impidié a las ciudades el mantener cualquier tipo de punto de vista o de reivindi- cacién politica al margen de los intereses de la nobleza. Esta margi- nacién del mundo urbano de la estructura de poder en el siglo XV consolidé la dialéctica sobre 1a misma en torno a dos unicos soportes, nobleza y monarquia. No obstante, en resumen, conviene tener en cuenta que la dilatada presencia del movimiento hermandino a lo largo de los cuatro tltimos siglos medievales, y a pesar de algunos periodos de oscurecimiento, invita a pensar que el mismo no es algo meramente coyuntural, aunque determinadas situaciones pudieron estimularlo. Por el con- trario, todo parece indicar que se trata de un movimiento serio y con- tinuado, de cardcter estructural, por parte de los concejos para lograr una instancia superior que les permitiera la adecuada articulacién en la estructura de poder del Estado feudal, al mismo tiempo que tra- taban de superar los exclusivismos y particularismos locales. (Concluiré) ® Cortes de los antiguos reinos de Len y de Castilla, publicadas por ta R.A.H., Madrid, 1863, vol. II, pp. 2-6. © L, SUAREZ FERNANDEZ, «Evolucién histérica, © J. 1 Guriterez Nieto, «Seméntica del términ . 39. Pe 338, UTALAYA Un punto eminente para divisar el panorama de los diversos campos de nuestro pretendido dominio. Quienes los roturan cualificadamente ofrecerdn aqut @ cuantos se aventuren a transitar alguno de ellos, una guia segura y un estado de la respectiva cuestion, por los que, “desde ya”. se hacen beneméritos de la comunidad. LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPANA (1969-1989) + MIGUEL ANGEL LADERO QUESADA M.* CONCEPCION QUINTANILLA RASO. INTRODUCCION En las sociedades medievales, como en casi todas las que corres- ponden a sistemas pre-capitalistas, lo econémico no aparece como un nivel auténomo de la realidad, sino imbricado en otros aspectos de las relaciones sociales, politico-juridicas y mentales e ideolégicas. Esto es bien sabido, y si nos referimos a ello es porque permite com- prender mejor que tampoco en el nivel de la investigacién medieva- lista es facil encontrar trabajos de pura «historia econémican: tradi- cionalmente han estado vinculados y mezclados con los de historia de las instituciones, primero, y con los de historia social, en tiempos més recientes. Tales vinculos permanecen, y es deseable que asi sea, aunque muchos estudios monogréficos puedan ocuparse de aspectos puramente econdmicos, tal como ha ocurrido en los iiltimos afios, de fuerte expansién de la especialidad, Otro aspecto que explica las peculiaridades y limitaciones de la historia econémica referida a los tiempos medievales es el relativo a las fuentes de conocimiento, documentales casi todas, aunque hoy co- mienza a hacerse uso de otras no escritas. Casi todas ellas son, por su contenido 0 por su finalidad, tangenciales o indirectas con respecto al Ambito de lo econémico. Muy pocas son cuantitativas, y casi nin- guna permite andlisis seriales. El investigador se ve obligado, asi, a la prdctica de métodos indirectos de encuesta, recuperacién u obten- * El trabajo se ha claborado conjuntamente, La redaccién de los epigrafes | a 4 es de M» C. Quintanilla; la introduccién, a redaccién de los nims. 5 al 7 y la con- clusién, de M. A, Ladero. 60 MIGUEL ANGEL LADERO - M.* CONCEPCION QUINTANILLA cién de elementos de conocimiento valiosos. Ademas, son fuentes es- casas antes de la segunda mitad del siglo XII, y tal escasez continua, sobre todo en el dmbito de la Corona de Castilla, durante la Baja Edad Media, para comenzar a aliviarse slo en la segunda mitad del siglo XV. A pesar de todo lo anterior, no es exagerado decir que el cono- cimiento de las estructuras y tendencias econdmicas de la Espajia cris- tiana medieval ha dado pasos gigantescos en los ultimos veinte afios, y alcanzado un nivel muy superior al que sintetizaban, en la década de los cincuenta, Jaime Vicens Vives y sus colaboradores, Ademas, se ha logrado una inteligibilidad mucho mayor tanto respecto a los tiempos, periodificaciones y coyunturas, como respecto a los ambitos regionales, superando visiones demasiado esquematicas o la simple ausencia de estructuracién ¢ interpretacién de datos, que era antafio lo mas comin. Es muy poco lo que se puede saber con certeza antes del siglo x. Desde entonces hasta el iltimo tercio del siglo XIN ha habido una larga frase de crecimiento econémico, subrayado por la expansién te- rritorial, con unos ritmos internos que podemos suponer semejantes a los de otros Ambitos del Occidente mediterréneo, pero no hay por ahora estudios que permitan afirmarlo, salvo indicadores muy indi- rectos relativos a la historia politico-militar y repobladora. El cambio de tendencia de larga duracién se ha producido entre 1265 y 1325, y el estudio de la época de Alfonso x de Castilla tiene, a este res- pecto, un interés primordial, asi como el de sus inmediatos sucesores. (J. Valdeén sobre los origenes de la «crisis del siglo XIV», M. A. Lae dero sobre la politica econémica de Alfonso X). La depresién del siglo xIv ni fue lineal ni idéntica en todas partes, como tampoco lo fueron los efectos de las grandes epidemias, relacionados con ella, Los casos estudiados (despliegue del comercio catalan, decadencia del campo navarro, chispazos repobladores en An- dalucia en determinados momentos) ast lo prueban. Tampoco es igual su terminacién y el comienzo de una fase de crecimiento a lo largo del siglo XV: en algunos puntos, como la baja Andalucia o Valencia, parece esbozarse ya en la antepenultima década del siglo XIV, mien- tras que en otros es mas tardia, ya bien entrado el xv, e incluso en su segunda mitad hay fuertes retrocesos en la actividad econémica y en el nivel de poblacién en algunos puntos de la costa cantébrica, 0 en determinados momentos, como la década de los ochenta en An- dalucia. Pero, aunque sea posible definir para cl ultimo siglo medieval tendencias a mas corto plazo, e incluso coyunturas peculiares, como la de 1462, lo cierto es que cn estos esfuerzos de periodificacién se- LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPANA 61 guimos moviéndonos en el terreno de las hipétesis, sin bases de in- vestigacién y conocimiento suficientes, pero verificando, en algunas regiones, hechos ya conocidos: aumento de la poblacién, de la produccién cerealista, de la circulacién monetaria, descenso de precios de productos de consumo, aumento de precio de la tierra cultivable y de bienes raices, estabilidad de los salarios artesanos... Faltan, sin embargo, muchas piezas para componer el rompecabezas, Y es atin més dificil porque, aunque las tendencias generales sean comunes, los espacios econémicos en aquella época eran varios, no tanto por la falta de unidad politica de los reinos espajioles, sino por las mismas caracteristicas de la economia de la época. Es preciso acudir al andlisis de Ambitos regionales, que a veces coinciden con un reino o en otras —caso de la Corona de Castilla— con los di- versos Ambitos surgidos a lo largo de los sighos medievales, cuya si- tuacién interna y relaciones mutuas son diversas en cada caso. El his- toriador ha de actuar, por lo tanto, apelando continuamente a muestreos regionales, y comparandolos, cuando esto es posible. Son casos especificos, por lo menos, los siguientes: el N.O. gallego y sus mérgenes, la orla cantabrica y su inmediato traspais leonés 0 caste- llano, la cuenca del Duero, con matices entre el sector central y los laterales, el reino de Toledo con Cuenca, las tierras del Guadiana, la Andalucia del Guadalquivir, Murcia... todo ello dentro de la Co- rona de Castilla, y sin contar las peculiaridades de frontera en Gui- pizcoa y Alava, Rioja, y otros ambitos inmediatos a Aragon y Va- lencia. Posiblemente Navarra y cada uno de los paises de la Corona de Aragén hayan sido mbitos regionales homogéneos, pero en los més antiguos hay que distinguir los modos de ocupacién y organi- zacién del espacio entre los siglos IX y XII, que necesariamente ori- ginaron matices o diferencias internas. Teniendo en cuenta lo anterior, hemos preferido, no obstante, hacer una breve resefia de investigaciones y autores mas importantes, aunque no exhaustiva, clasificados por sectores de la actividad eco- némica. Parecia lo mas propio de una comunicacién informativa pues, de otro modo, habria sido preciso hacer una historia econémica en miniatura de las Espafias medievales, lo que superaba nuestras fuerzas, Preferimos simplemente informar de las lineas principales de trabajo que se estan siguiendo hoy o que han dado buenos resultados en el pasado inmediato. 62 MIGUEL ANGEL LADERO - M.* CONCEPCION QUINTANILLA BIBLIOGRAFIA J. VALDEON, «La crisis del siglo XIV en Castilla, Revisién del problema», en Revista de la Universidad de Madrid, XX, 1971, pp. 161-184. M. A. LADERO, «Aspectos de la politica econémica de Alfonso X», en Re- vista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 1X, 1985, pp. 69-82. 1, OBRAS GENERALES La renovacién del panorama historiografico de la economia me- dieval en Espafia tuvo su punto de partida en la década de los cin- cuenta, cuando J. Vicens Vives edité una sintesis sobre Historia eco- némica de Espafia y poco después una Historia social y econémica de Espafia. La primera fue realizada con la colaboracién de J. Nadal Oller, y en la segunda participaron J. M.* Font Rius y E. Bagué para la Alta Edad Media, mientras la épova bajomedieval fue anali- zada por S. Sobrequés. Vicens Vives, por su parte, ofrecié a manera de introduccién, sus opiniones sobre algunas de las cuestiones mas caracterizadas del panorama socioeconémico medieval. En definitiva, dichas obras significaron, especialmente la ultima, un punto de partida indiscutiblemente valido para la renovacién del panorama de la his- toriografia econémica medieval en nuestro pais, aunque la investiga- cién posterior haya ido haciendo necesaria la revision de algunas de las ideas y conclusiones en ellas expuestas. En 1976 Ch. E. Dufourcq y J. Gautier-Dalché publicaron una va- liosa sintesis sobre aspectos econdmicos y sociales, centrada esta vez en la época medieval hispana (1983 en espafiol). El libro aparece como una empresa conjunta que, tras la introduccién sobre el marco geopolitico, arranca del periodo visigodo hasta los contrastes y des- equilibrios de los siglos finales del periodo medieval. Esta obra cons- tituye una aportacién muy valiosa en relacién con la tematica que aqui se esta considerando, y a ello contribuye también, en la edicién espafiola, la abundante y cuidada bibliografia de mas de cien paginas debida a la iniciativa de E. Sdez y realizada, en parte gracias al Re- pertorio de Medievalismo Hispanico, por P. Balai y A. Riera. Un enfoque econémico de la historia medieval hispana, a base de la sucesién de ciclos econémicos de expansién y depresién, fue pu- blicado hace veinte afios por A. Ubicto Arteta, suscitando pronto al- gunas reacciones, como la de J. L. Martin. Precisamente este autor LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPARA 63 publicaba afios después su primera valoracién de conjuto, muy breve, sobre la evolucién econémica de la Peninsula Ibérica en la Alta y la Plena Edad Media. A ella seguirian siete afios mAs tarde sus dos volimenes que recogen un conjunto de articulos sobre aspectos eco- némicos y sociales de los reinos hispanicos en el periodo bajome- dieval. Algo parecido sucede con la recopilacién de trabajos publicada por J. Gautier-Dalché sobre las estructuras socioecondémics de los paises de la Corona de Castilla. Del mismo modo merecen atencién las publicaciones generales sobre Historia de Espaiia en la Edad Media, en cuanto que en casi todas ellas tiene cabida, con mayor o menor extensién, el estudio de las caracteristicas y evolucién de las estructuras materiales de la so- ciedad. Desde la gran coleccién de Historia de Espafia fundada hace sesenta afios por don Ramén Menéndez Pidal, en varios volumenes, y reeditada varias veces como obra clasica, hasta las sintesis sobre Ja Espafia medieval publicadas recientemente por J. A. Garcia de Cor- tazar, J. L. Martin, E. Mitre, J. Valdeén, J. M.* Salrach y J. Zabalo —Corona de Castilla y Leén, paises de la Corona de Aragon y Na- varra, respectivamente—, y una de las ultimas debida a P. Iradiel, S. Moreta y E. Sarasa. En este panorama, un tratamiento detenido sobre estas cuestiones, se encuentra en los dos voltimenes de la His- toria de Espafia editada por Rialp y correspondientes a los siglos xI- XV: el periodo plenomedieval, ha sido elaborado por M. Riu, con al- gunos apartados realizados por M. A. Ladero, coordinador también del tomo, y la situacién de la Baja Edad Media, de 1369 a 1517, ha corrido a cargo de este segudo autor. La aproximacién a la historia desde bases de andlisis regional, muy desarollada en los ultimos afios, hace necesario tener en cuenta la publicacién de colecciones, sobre las respectivas regiones y co- marcas, que a veces coinciden con los antiguos reinos y demarca- ciones medievales —Andalucia, Galicia, Catalufia, Asturias, Valencia, Aragén, etc.—, mientras otras responden a realidades administrativas posteriores, y, por tanto, su interés es menor. Véanse como algunos de los mas validos ejemplos la Historia de Andalucia correspondiente al periodo medieval, bajo la direccién de M. Gonzalez Jiménez y J. A. Lépez de Coca, con participacién de A. Collantes de Teran y E. Cabrera, y la colaboracién de J. Sanchez Herrero; o la reciente Historia de Catalufia dirigida por P. Vilar, de la que interesan aqui el vol. II, (siglos 11-x11), a cargo de J. M. Salrach, y el vol. Ill, sobre la expansién bajomedieval, debido a C. Batlle. Partiendo de dis- tinto enfoque existen algunas muestras validas de tratamiento de las estructuras socioeconémicas en época medieval en 4mbitos concretos, 64 MIGUEL ANGEL LADERO - M. CONCEPCION QUINTANILLA como el libro de J. A. Garcia de Cortézar sobre el sefiorio de Viz- caya en el siglo xv o su estudio de la Vizcaya medieval desde el punto de vista demografico, econdmico, social y politico, con obje- tivos ms ambiciosos, con la colaboracién de B. Arizaga, M.* L. Rios eI. del Val. Los estudios sobre la economia del periodo medieval hispano han encontrado un interesante marco de insercién en las publicaciones pe- riédicas, que, en los tiltimos afios han aumentado sensiblemente en mimero, Para apreciar un estado de la cuestién sobre cualquier as- pecto socioecondmico interesan todas las revistas de cardcter histérico general —«Hispania», y su anexo «Cuadernos de Historia», «Anuario de Historia del Derecho Espafiol», «Cuadernos de Historia de Espafian, «Boletin de la Real Academia de la Historia», por citar slo algunos ejemplos—, y de modo especial las especializadas en la época medieval, como el «Anuario de Estudios Medievales» (Barcelona- Madrid), «Asturiensia Mediaevalian (Oviedo), «Historia Instituciones Documentos» (Sevilla), «Studia Historica», seccién de Historia Me- dieval (Salamanca), «Cuadernos de Estudios Medievales» (Granada), «Miscelanea Medieval Murciana» (Murcia), «En la Espajia Medieval» (Madrid, Universidad Complutense), «Aragén en la Edad Media» (Za- ragoza), «Anales de la Universidad de Alicante» (Alicante), «Acta His- torica et Archaeologica Medievalia (Barcelona), «Estudios de Historia y Arqueologia Medievales» (Cadiz), y otras mds que han ido apare- ciendo por la labor editorial de distintas Universidades e instituciones, por ejemplo, «Archivo Hispalense» (Diputacién Provincial de Sevilla). Mas interés puede tener la valoracién de las revistas especializadas en historia econémica o de economia en general, en las que los temas y realidades medievales intentan hacerse un hueco en un panorama més orientado hacia perfodos posteriores. Entre ellas, «Moneda y Cré- dito», surgida en 1942, desde los afios sesenta ha dado acogida a tra- bajos de historiadores del periodo medieval. Algo parecido sucede con «Hacienda Publica Espafiola» (Ministerio de Economia y Hacienda, Instituto de Estudios Fiscales), en cuyos numeros de las ultimas dé- cadas pueden encontrarse articulos de medievalistas sobre temas ha- cendisticos, En 1968 aparecié el «Anuario de Historia Econémica y Social», revista dirigida por Carmelo Vifias, que tras un comienzo pro- metedor, con la publicacién de tres notables numeros, se interrum) sin lograr por ello cubrir los vacios que en la investigacién histérica se observaban en relacién con esas cuestiones. En 1983, bajo la di- reccién de G. Tortella surge la «Revista de Historia econdmica» del Centro de Estudios Constitucionales, que sirve de érgano de proyec- cién sobre todo a las investigaciones de época moderna y contem- LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPARA 65 pordnea, aunque esporddicamente van apareciendo articulos y resefias criticas sobre temas medievales. Junto a éstas podria darse noticia también de otras revistas muy especializadas, bien por temas —como los «Cuadernos de Numismatica» 0 «Numisma»—, 0 por ambitos —como los «Cuadernos de Historia Econémica de Catalufiax—, pero casi todas ellas tienen menos cabida en esta perspectiva general que aqui presentamos. Un panorama muy similar es el que cabe trazar si hacemos refe- rencia al interés de los Coloquios, Congresos, Jornadas, etc., que se han celebrado en nuestro pais en estos ultimos veinte afios, desde los de corte general, hasta los centrados en un Ambito geogréfico —por ejemplo, los seis sobre Historia de la Andalucia Medieval, y muy en especial los de Historia de la Corona de Aragén, con muchas apor- taciones sobre temas econémicos—. Una aproximacién més directa se encuentra en Congresos surgidos en torno a aspectos concretos, como el celebrado en 1981 en La RAbida (Huelva) sobre la ciudad hispdnica medieval, publicado por la Universidad Complutense afios después, o el desarrollado en homenaje al profesor L. Garcia de Val- deavellano en Madrid en ese mismo afio, que tenia por tema el es- tudio de la historia de la hacienda espafiola en las épocas antigua y medieval; o el organizado también en 1981 por la Universidad Com- plutense y la Casa de Velazquez sobre la historia rural entre los si- glos XV-XIX, por mencionar sélo algunos, de cuyas ponencias y co- municaciones més interesantes se informa en el apéndice bibliografico. Es necesario, por ultimo, tener en cuenta las aportaciones realizadas por espafioles e hispanistas en los congresos internacionales sobre his- toria medieval, y concretamente sobre estas tematicas, celebrados es- pecialmente en Italia (Settimane di Spoleto, Instituto Internacional de Historia Econémica «Francesco Datinin de Prato, etc.). Cada uno de los aspectos correspondientes a la historia econémica medieval en Espafia seria merecedor, por su interés y por el avance experimentado en las Ultimas décadas, de una revision historiografica como la que aqui es preciso hacer desde una perspectiva general. Dada esta circunstancia, intentaremos pasar revista a las cuestiones y temas de mayor relieve para valorar los avances de las iltimas in- vestigaciones, tanto por la aparicién y estudio de nuevas fuentes, cuanto por la puesta en practica de nuevos y mds adecuados mé- todos, y la aparicién de conclusiones mas esclarecedoras, 66 MIGUEL ANGEL LADERO - M.* CONCEPCION QUINTANILLA BIBLIOGRAFIA J. VICENS VIVES, Manual de Historia econdmica de Espafia, Barcelona, 1959. (En colaboracién con J, Nadal Oller). WV. AA., Historia social y econdmica de Espafia y América, Barcelona, 1957-1959, 5 vols. (dirigida por J. Vicens Vives). Cu. E. Durourcg et J. 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GARCIA DE CorTAZAR et alii, Vizcaya en la Edad Media, Evolucién demogréfica, econémica, social y politica de la comunidad vizcaina me- dieval, San Sebastian, 1985, 4 vols. LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPANA 67 2. POBLACION Poblacién, economia, sociedad, tres realidades que hay que exa- minar conjuntamente. Necesitamos conocer a los hombres, su nimero y su distribucién en los distintos territorios, antes de aproximarnos a su papel protagonista de actividades econdmicas de produccién, dis- tribucién y consumo, y de su funcién como titulares de propiedades y valores materiales y beneficiarios de rentas. En los ultimos afios la demografia histérica ha entrado con fuerza en las corrientes historiograficas, y en nuestro pais existe una So- ciedad Espafiola de Demografia Histérica. Es evidente que para el periodo medieval no se cuenta con fuentes estadisticas estrictamente demograficas, de modo que los estudios sobre la poblacién han de realizarse a través de otras de diverso tipo y valor desigual: por ejemplo los padrones fiscales, de bienes o de cuantias, y los de ca- rdcter militar, todos los cuales entrafian riesgos para una exacta in- terpretacién por los vacios y deformaciones que presentan. De todos modos, los recuentos de poblacién efectuados con distintos objetivos, resultan susceptibles de utilizacion, mediante un tratamiento con mé- todos apropiados, a falta de noticias mAs directas. Por tanto, las pu- blicaciones en torno a los criterios de interpretacién de dichas fuentes variadas y dispersas constituyen una referencia obligada, y entre ellas pueden verse algunas publicaciones de A. Collantes de Teran y M. Borrero, a modo de ejemplo. Con estos presupuestos, cada inves- tigador ha tratado de aproximarse al andlisis de la poblacién de su 4rea concreta de estudio, e incluso se han realizado aproximaciones por épocas — E. Mitre para fines del siglo xIV—, y tratamientos de amplias zonas, como en el caso de la Andalucia del siglo xv por parte de M. A. Ladero, y del reino de Sevilla en el primer tercio del siglo xvI, por A. Dominguez Ortiz. Incluso resulta perfectamente va- lida para el final de la Edad Media la visién de conjunto sobre la poblacién espafiola a comienzos de la época moderna, que ofrecié en 1967 F. Ruiz Martin. El resultado de estas investigaciones para época medieval resulta, con todo, insuficiente, en general, y muy de- sigual; la mayor expresividad de las fuentes de la Corona de Aragon ha supuesto un nivel de conocimiento para estos territorios superior al de la Corona de Castilla. Algunos ejemplos interesantes se refieren al 4mbito valenciano —M. D. Cabanes, L. Piles, A. Rubio Vela—, © a la zona castellonense —F. Arroyo, y R. Ferrer—-; sobre el te- tritorio catalan véase las publicaciones de J. Iglésies i Fort, y de J. M. Pons Guri, y para el reino de Aragén las de J. Garulo e 68 MIGUEL ANGEL LADERO - Ms CONCEPCION QUINTANILLA I. Falcén, entre otras. Otro Ambito bien conocido es el reino de Na- varra, sobre todo en el siglo XIV, gracias a la tesis de J. Carrasco. En el panorama de los estudios demograficos, algunos fenémenos han atrafdo especialmente la atencién de los investigadores, convir- tiéndose en lineas de investigacién acreditadas. Asi, para la Baja Edad Media el estudio de los fenémenos poblacionales derivados de la Peste Negra y su secuela de convulsiones socioeconémicas, ha sido desde hace afios uno de los temas mas atendidos por la investigacién, dando lugar a interesantes publicaciones, como la de J. Sobrequés, que ofrece un panorama general, o el articulo de A. Ubieto sobre el desarrollo cronolégico, mientras J. Trenchs y A. Rubio Vela han pre- sentado datos y documentos para su estudio en Valencia. Uno de los trabajos mas reveladores sobre dicha problematica se debe a M. Berthe y tiene como marco el reino de Navarra; en él se examina de forma detallada las consecuencias de esta crisis, especialmente en el marco rural. Otra vision de las repercusiones de la peste negra en la Corona de Aragén se debe a M. V. Shirk. En la Corona de Cas- tilla, N. Cabrillana puso de relieve la posibilidad de estudiar los fe- némenos de despoblacién de muchos lugares, y después de él los des- poblados han sido analizado con interés, a pesar de las escasas fuentes disponibles, por otros autores, por ejemplo A. Vaca. Incluso se ha utilizado el método arqueolégico como modo de aproximacién a esta problematica de los despoblados bajomedievales, como ha hecho J. Valdeén. BIBLIOGRAFIA A. COLLANTES DE TERAN, «Los padrones militares de la Andalucia bajome- dieval como fuentes demograficas», en / Congreso de Historia de Anda- lucia, Andalucia Medieval, 1, 1978, pp. 287-294, — Sevilla en la Baja Edad Media. La ciudad y sus hombres, Sevilla, 1977. M. BORRERO, El mundo rural sevillano en el siglo xv: Aljarafe y Ribera, Sevilla, 1983. E. MITRE, «Algunas cuestiones demograficas en la Castilla de fines del siglo xiv», en Anuario de Estudios Medievales , 7, 1970-1971, pp. 615- 621. M. A. LaDERO, «La poblacién de Andalucia en el siglo xv», en Anuario de Historia econémica y social, 11, 1969, pp. 479-496. A. DoMincuez ORTIZ, «La poblacién del Reino de Sevilla en 1534», en Cua- dernos de Historia, VII, 1977, pp. 337-355. F. Ruiz Martin, «La poblacién espafiola al comienzo de los tiempos mo- dernos», en Cuadernos de Historia, 1, 1967, pp. 189-202. LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPARA 69. M. D. CaBanes, «Un siglo de demografia medieval: San Mateo, 1373-1499», en Estudios de Edad Media de la Corona de Aragén, \X, 1973. L. PILES, La poblacién de Valencia a través de los “libres de avehinament”. 1400-1449, Valencia, 1977. A. RuBio VELA, «Sobre la poblacién de Valencia en el cuatrocientos (Nota demografica)», en Boletin de la Sociedad Castellonense de Cultura, LVI, 1980, pp. 158-170. F. Arroyo ILERA, «Estructura demografica de Segorbe y su comarca en el siglo Xv», en Hispania, XXIX, 1969, pp. 287-313. R, FERRER NAVARRO, «La Plana: su estructura demografica en el siglo xv», en Cuadernos de Historia, V, 1975, pp. 67-92. J. IGLEstES 1 FORT, «El poblament de Catalunya durant els segles XIV i xv», VI Congreso de Historia de la Corona de Aragén, 1959, pp. 247-270. — «El “fogatge” de 1365-1370 (Contribucién al conocimiento de la poblacién catalana en la segunda mitad del siglo xtv)», en Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 694, 1962, pp. 110-113. J. M.* Pons Guri, «Un fogatjament desconegut de l’'any 1358», en Boletin de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXX, 1963-1964, Pp. 323-498. J. GaRULO SANCHO, «La poblacién de Aragén en el siglo xv», en 1V Con- greso de Historia de la Corona de Aragén, 1959, 1, pp. 301-323. 1. FALCON, Zaragoza en el siglo xv. Morfologia urbana, huertas y término municipal, Zaragoza, 1981. J. Carrasco, La poblacién de Navarra en el siglo xiv, Pamplona, 1973. J. Soprequés, «La Peste Negra en la Peninsula Ibérica», en Anuario de Es- studios Medievales, 7, 1970-1971, pp. 67-102. A, UBIETO, «Cronologia del desarrollo de la peste negra en la Peninsula Ibé- rica», en Cuadernos de Historia, 5, 1975, pp. 47-66. J. TRENCHS, «El Reino de Valencia y la peste de 1348. Datos para su es- tudion, en Estudios de Historia de Valencia, 1978, pp. 23-79. A. Rupio VELA, Peste negra, crisis y comportamientos sociales en la Espafta del siglo xiv. La ciudad de Valencia (1348-1401), Granada, 1979. M. BERTHE, Famines, et épidémies dans les campagnes navarraises & la fin du Moyen Age, Paris, 1984, 2 vols, M. V. SHIRK, Royal reaction to the Black Death in the Govern of Aragon, 1348-1351, Michigan, 1976 (microficha). N. CABRILLANA, «La crisis del siglo XIV en Castilla: la peste negra en el obis- paod de Palencia», en Hispania, XXVIII, 1968, pp. 245-258, — «Los despoblados de Castilla la Vieja», en Hispania, XXX1, 1971, pp. 485-550; XXXII, 1972, pp. 5-60. A. Vaca, «La “peste negra” en Castilla. Aportacién al estudio de algunas de sus consecuencias econémicas y sociales», en Studia Historica, 11-2, 1984, pp. 89-107. J. VALDEON, «Un despoblado castellano del siglo xiv: Fuenteungrillon, en En la Espafia Medieval, 3, 1982, pp. 705-716. 70 MIGUEL ANGEL LADERO - M.* CONCEPCION QUINTANILLA 3. SECTOR AGRARIO Y MUNDO RURAL En el momento actual puede decirse que el nivel historiografico alcanzado en este amplio sector de la estructura socioeconémica de la Espafia medieval es muy alto. La atencién a estos temas ha dado como resultado gran numero de publicaciones, y la celebracién de co- loquios especializados, como el organizado por la Fundacién March sobre «La economia agraria en la historia de Espafia», Madrid 1978, o el ya mencionado congreso de historia rural centrado en los si- glos xv-xIX. La historia rural, que encierra una tematica de gran am- plitud, ha sido uno de los campos més atendidos por la investigacion de los ultimos veinte afios, aunque se observen desigualdades notables por temas y por reas, De ello se da cuenta en la sintesis reciente de J. A. Garcia de Cortdzar, editada en 1988. El estudio de la realidad econémica de la Espafia medieval cris- tiana no puede realizarse al margen de los hechos politicos que de- terminaron los sistemas de organizacién del espacio y la configuracién de la sociedad. Y ello es tanto mas necesario en el caso de la eco- nomia agraria, en la que el elemento espacial ha de ser tenido en cuenta necesariamente como punto de partida. Un fenémeno de tanto interés en la evolucién histérica de la Espaiia medieval como el de la repoblacién, ha sido objeto de varias revisiones de conjuto. En 1951 un grupo de historiadores de la maxima talla publicaron un estado de la cuestién sobre los avances reconquistadores de los reinos cristianos y la consiguiente organizacién de los territorios ocupados: J. M.* Lacarra, J. Gonzalez, J. M.* Font Rius, J. Pérez de Urbel, A. de la Torre, examinaron entonces dicho proceso por areas —valle del Ebro, Castilla-Leén y Extremadura, Levante, Murcia y Andalucia—, en los siglos x-xv. Al mismo tiempo, algunos de ellos fueron publi- cando nuevos trabajos sobre la repoblacién de cada uno de esos 4m- bitos; por ejemplo, J. Gonzalez realizé la edicién del Repartimiento de Sevilla, verdadero hito en la historiografia sobre la ciudad y su reino, y afios después dedicé dos volimenes escritos desde una pers- pectiva de gran erudicién, a la repoblacién de Castilla la Nueva. Otros muchos autores comenzaron después a analizar en profun- didad dicha probleméatica en distinos lugares y demarcaciones, y seria interminable la relacién de trabajos en este apartado, puesto que, ademas de los centrados especificamente en la edicién y estudio de textos de repoblacién —fueros, cartas pueblas, repartimientos—, cada investigacién de cardcter local o regional va precedida de un andlisis de la repoblacién del territorio como portico obligado para conocer su organizacién socioeconomica y evolucién posterior. Resulta, pues, LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPANA 71 imposible una valoracién pormenorizada de esos estudios, y s6lo tiene sentido destacar las sintesis que, como continuacién y revisién de ese primer intento, se han venido realizando posteriormente. En esta linea, casi treinta afios después, S. de Moxé publicaba otra visién de conjunto de gran interés sobre el complejo proceso de la repoblacién. En 1985 J. A. Garcia de Cortazar emprendia, con la colaboracién de varios autores —E. Portela, E. Cabrera, M. Gonzdlez y J. E. Lopez de Coca— una nueva puesta al dia de los conocimientos sobre la re- poblacién de los territorios occidentales, es decir, de la organizacién del espacio ocupado por una sociedad en proceso de articulacién, que organizé su poblamiento, régimen de propiedad y sistemas de explo- tacién de la tierra en la Corona de Castilla, desde el Cantabrico hasta el Reino de Granada, a lo largo de la Edad Media. En cuanto a las aproximaciones monogréficas, merece la pena sefialar la reali- zada por A. Barrios para el territorio de Avila, donde ha procedido a aplicar rigurosamente el método toponimico para el estudio del po- blamiento, con interesantes resultados. También para el 4mbito an- daluz algunos trabajos de M. Gonzélez, y para Asturias los de J. I. Ruiz de la Pefia, entre otros ejemplos. Con todo, los sucesivos y cons- tantes avances en este tema hacen conveniente la revision periédica del mismo, como la que en estos momentos se est4 Ilevando a cabo para todo el territorio peninsular, a iniciativa de la Sociedad Es- pafiola de Estudios Medievales, atin en proceso de edicién. La historia rural cuenta con bastantes especialistas, algunos de los cuales han encabezado un profundo proceso de renovacién de las me- todologias. Entre ellos cabe destacar, para el dmbito catalan, a P. Bonassie y J. Vilé Valenti, y para los territorios occidentales a J. A. Garcia de Cortdzar. Este ultimo irrumpié hace veinte afios en el panorama historiogréfico de la economia agraria con su espléndido libro sobre el domi: monastico riojano de San Millan de la Co- golla, que continuaba la linea de trabajo de J. Gautier-Dalché en su estudio sobre el dominio de Santo Toribio de Liébana, aunque am- plidndola y mejorandola. Con él establecié un nuevo y acertado mé- todo de interpretacién de las abundantes y expresivas fuentes docu- mentales sobre las propiedades mondsticas. El trabajo se convirtié muy pronto en un modelo a seguir para el estudio de los numerosos monasterios enclavados en el tercio norte peninsular, desde la pers- pectiva de su papel como grandes propietarios y entidades sefioriales. Otras publicaciones suyas posteriores siguieron demostrando siempre su preocupacién por cuestiones de método, y su interés por los te- rritorios del norte del reino entre los siglos xI-xull. Sin embargo, en sus ultimos trabajos ha incorporado los resultados de las investiga- 72 MIGUEL ANGEL LADERO - M* CONCEPCION QUINTANILLA ciones mas recientes sobre otros Ambitos espaciales y cronolégicos, junto a sus propias consideraciones. En los ultimos afios han aparecido numerosas publicaciones sobre aspectos econémicos —como el interesante articulo de J. Garcia Fer- nandez— y sociales, por ejemplo sobre el campesinado de los terri- torios leoneses y castellanos —ver las dedicadas a labradores ricos © hacendados por S. de Moxé y M. Asenjo, o las muchas aporta- ciones de diverso interés y valor recogidas en articulos de revistas y en actas de coloquios, como el dedicado al pasado histérico de Cas- tilla y Leén con comunicaciones de J. Valdeén y otros autores, es- pecialmente sobre las relaciones entre sefiores y campesinos—. Como obras de més envergadura cabe sefialar el estudio de conjunto de J.C. Martin Cea sobre la diversidad de situaciones campesinas en la cuenca del Duero y, entre otras, la obra de A. Barrios sobre el territorio abulense. Uno de los mas notables y claros ejemplos de re- novacién y desarrollo de los conocimientos se aprecia en el caso de la economia y la sociedad rural en Andalucia en la Baja Edad Media, concretamente en el reino de Sevilla, que han sido analizadas en estos Ultimos afios con todo detalle en numerosas publicaciones por varios autores, de entre los que conviene destacar a A. Collantes de Terdn, M. A. Ladero, M. Borrero ¢ I. Montes, cuyos trabajos no s6lo ofrecen una gran riqueza de datos, sino también un certero anilisis de los mismos, y, sobre ellos, una interesante sintesis explicativa. El desarrollo de la gran propiedad fue un fenémeno muy general en nuestro suelo que, por su directa relacién con el hecho econémico en si y al proporcionar informacion documental abundante, ha ser- vido de base de partida para el estudio de las realidades agrarias en época medieval. Segiin se ha dicho, desde fines de lo: jos sesenta la investigacién sobre historia rural estuvo volcada hacia el estudio de los dominios mondsticos, que por su rica documentacién consti- tuian una interesante invitacién a los medievalistas interesados en esta parcela de la realidad histérica. Entre los primeros trabajos destacan algunos referidos a monasterios gallegos, debidos a E. Portela y M.* C. Pallares; a ellos siguieron otros muchos sobre territorios nor- tefios, asturianos —M.° E. Garcia, e I. Torrente—; de la zona can- tabra —C. Diez Herrera, J. Abad—; y, en general, hay que tener en cuenta las muchas publicaciones dedicadas a centros de este tipo si- tuados en diversas regiones leonesas, castellanas, o de la Rioja, como Sahagin, Moreruela, San Pedro de Cardefia, San Pedro de Arlanza, Aguilar de Campoo, San Pedro de Montes, Santa Maria la Real de Najera, Fitero, y otros; una util aproximacién bibliogréfica puede en- contrarse en un estado de la cuestién sobre los mds diversos aspectos LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL ENESPARA 73 y realidades de la Iglesia castellano-leonesa en los siglos XIII al XV, elaborado por M. A. Ladero y J. M. Nieto. Para el Ambito catalan interesa conocer, entre otros, el estudio de A. Altisent sobre las granjas del monasterio cisterciense de Poblet. Gracias a estas inves- tigaciones se ha conseguido un notable desarrollo en el conocimiento de la vida rural en la Espafia medieval; sin embargo, la mayorfa de dichos trabajos sélo ofrecen informacién para los territorios del tercio norte y durante los siglos X-xIIl —es decir, el periodo de apogeo de dichos dominios—, de modo que la acusada decadencia de esos cen- tros en la Baja Edad Media habia quedado, en buena parte, sin co- nocer y sin interpretar; en este sentido, parecia necesario aportar ma- tizaciones o perfeccionamientos enriquecedores a ese esquema metodolégico, y a ello ha contribuido eficazmente la obra publicada en 1986 por J. Pérez-Embid, al estudiar conjuntamente todos los mo- nasterios masculinos cistercienses castellano-leoneses, y ademas cen- trando su atencién preferentemente en los siglos XIV y XV, como con- tinuacién al estudio que —con objetivos y resultados més limitados— habia hecho V. A. Alvarez Palenzuela para la época plenomedieval. Sobre estas cuestiones es preciso mencionar también otra lina de in- vestigacién centrada en ¢] andlisis de las rentas mondsticas en su con- junto: asi, J. J. Garcia Gonzdlez, con un sentido més descriptivo, y el tratamiento tedrico-metodolégico de S. Moreta. La importancia de los patrimonios y rentas de las sedes episco- pales, asi como la gran riqueza de esos archivos, han estimulado el desarrollo de investigaciones sobre fuentes eclesidsticas que resultan muy esclarecedoras para el conocimiento de las estructuras agrarias, y del mundo rural en general. A los trabajos centrados en el andlisis del diezmo eclesidstico, como los de M.* L. Guadalupe Beraza, J. L. Martin, E. Cabrera y M. A. Ladero y M. Gonzalez, referidos a To- ledo, Zamora, Cérdoba y Sevilla, respectivamente por citar algunos, hay que afiadir otros que proporcionan un cuadro informativo muy completo sobre la economia y la sociedad rural a partir del andlisis de los patrimonios de la mesa episcopal o de los cabildos catedrali- cios. Precisamente esta ultima linea de investigacién se encuentra ac- tualmente en proceso de desarrollo, y esté actuando a modo de relevo de los trabajos sobre dominios monisticos, produciendo interesantes frutos en Ambitos muy diversos para los wltimos siglos medievales: J. Ferndndez Conde para Oviedo, J. A. Fernandez Florez sobre el Patrimonio del cabildo de Leén, H. Casado para Burgos, J. M. Nieto sobre la sede episcopal de Cuenca, A. Barrios para Avila, R. Izquierdo sobre Toledo, y la tesis inédita de M. Santamaria re- ferida al cabildo segoviano. Para tierras del sur J. Rodriguez Molina 74 MIGUEL ANGEL LADERO - M.* CONCEPCION QUINTANILLA ha manejado la documentacién de la catedral de Jaén, J. Sanchez He- trero la de Cadiz, mientras M. Gonzalez y, sobre todo, I. Montes han hecho lo mismo para Sevilla. A todo esto hay que afiadir tam- bién el articulo de corte general de M. A. Ladero sobre la renta ece- sidstica, Referencias bibliograficas en el articulo de M. A. Ladero y J. M. Nieto antes citado. Los estudios sobre los dominios de las Ordenes Militares consti- tuyen otro de los grandes conjuntos sobre la economia y la sociedad rural en la Espafia de la Edad Media desde la perspectiva de la gran propiedad. La utilizacién de unas fuentes documentales igualmente muy ricas y bien conservadas en general, entre las que sobresalen los «libros de visita», han permitido profundizar en la vida rural de mu- chos 4mbitos entre los siglos XIII-XV. Para el reino castellano-leonés, el primer trabajo de este cardcter, con amplia dedicacién a la for- macién, estructura y explotacién de los dominios fue, en 1978, el de E. Solano sobre los dominios de Calatrava en el siglo XV; sobre pre- supuestos similares aparecieron después los de P. Porras, M. Rivera, D. Rodriguez Blanco, R. G. Peinado y M. Rodriguez Llopis, acerca de los sefiorios de la Orden de Santiago en Castilla, Extremadura, Andalucia y Murcia, respectivamente; ver también M. F. Ladero para la Orden de Alcantara, y algunos articulos con informacion de interés a este respecto de rentabilidad e ingresos, de M. A. Ladero y M.* C. Quintanilla, entre otros. En otros Ambitos, esta clase de estudios esta contribuyendo eficazmente a rellenar lagunas de la investigacién sobre el mundo rural; asi, en el caso de Aragén hay que recordar, entre otras, las publicaciones de R. Sainz de la Maza sobre la orden de Santiago y de C. Laliena sobre la estructura agraria en los dominios de Calatrava y del Temple en el Bajo Aragén, y para el territorio valenciano los trabajos sobre la orden de Montesa, debidos a L. Garcia-Guijarro y E. Guinot. El andlisis de la gran propiedad perteneciente a la poderosa no- bleza hispana se ha venido revelando como otra férmula de aproxi- macién muy valida para el conocimiento de la realidad rural en la Espafia medieval. La documentacién que sirve de base a estas inves- tigaciones es mds dispersa y de dificil localizacién, asi como de de- sigual cardcter e interés; no obstante, una busqueda sistematica de fuentes arroja resultados muy positivos y permite iluminar la realidad de la explotacién y gestion de las muchas tierras que, a lo largo de la Plena y Baja Edad Media, como fendmeno no necesariamente de- tivado de la sefiorializacién pero muy frecuentemente conectado con esta circunstancia, pasaron por distintos procedimientos a poder de la nobleza laica. Las numerosas publicaciones que en estos tltimos LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPARA 75 veinte afios han visto la luz sobre nobleza y sefiorios en la Edad Media hispana no pueden ser aqui mencionadas en su totalidad, pero entre las de mayor interés véanse, sobre todo, la obra muy sélida de M. C, Gerbet sobre nobleza y sefiorios de Extremadura, junto con la de F, Mazo sobre un dominio sefiorial extremefio, entre otras sobre esta region, en la que hay que incluir la tesis inédita de G. Lora sobre los sefforios de los Stuiiiga; el libro P. Martinez So- pena para la comarca de Tierra de Campos; el de E. Gonzélez Crespo sobre el Area burgalesa; la tesis de M." L. Villalobos sobre los Stiiiiga; para la regién leonesa, la monogafia de C. Alvarez sobre el condado de Luna, a la que pueden afiadirse algunos trabajos de A. Franco, y la tesis inédita sobre el condado’ de Benavente debida a I. Beceiro, autora también de trabajos sobre el significado de los dominios sefioriales en general; de M. A. Ladero interesan sus arti- culos sobre sefiorios de la baja Andalucia, Cédiz y Huelva, y para el dmbito andaluz conviene también tener en cuenta la obra de E. Cabrera sobre un dominio sefiorial cordobés, y las de M.* C. Quit tanilla sobre sefiorios de Cérdoba y de Jaén. Son interesantes ademés, en relacién con la controvertida problematica de la propiedad de la tierra, el extenso articulo de C. Carlé sobre la gran propiedad, y la obra de D. E. Vassberg, aunque referida a una época posterior. En general, para la Corona de Castilla en la Baja Edad Media puede encontrarse un estado de la cuestién sobre aspectos nobiliarios y sefio- riales, con una amplia bibliografia, en el articulo publicado en 1984 por M.* C. Quintanilla. Centrados especificamente en cuestiones de ingresos y rentas nobiliarias, las publicaciones de E. Solano para las casas de Medina Sidonia y Arcos, M. A. Ladero y J. Martinez Moro sobre el condado de Plasencia, y una perspectiva general en el trabajo de M.* C. Quintanilla sobre las haciendas nobiliarias en el Ambito castellano-leonés en la Baja Edad Media. Aunque en los trabajos de investigacién que se han sefialado arriba, estin incluidas practicamente todas las cuestiones de interés relacionadas con el sector agrario y la vida rural, existen otras po- sibilidades de acercamiento a estos temas, a partir de fuentes y mé- todos distintos. Por ejemplo, el manejo de textos de cardcter juridico constituye una interesante forma de conocimiento de la vida rural; los numerosos textos normativos de los siglos xI-xV, los fueros y or- denanzas, en cuanto que instrumentos para asegurar la ordenacién de los nicleos de poblacién, contenian numerosas disposiciones referentes a la organizacién de las actividades profesionales y los hechos eco- némicos en general. Ellos nos ponen en contacto con los diversos aprovechamientos del suelo, més alld de las labores propiamente agri- 16 MIGUEL ANGEL LADERO - M.* CONCEPCION QUINTANILLA colas, como la pesca, recoleccién de frutos silvestres, tala de Arboles, caza y uso del bosque en su més amplio sentido. Véase el articulo de M. A. Ladero referido a la reglamentacién de la caza en época medieval y moderna. Ante la imposibilidad de hacer referencia aqui a todas las publicaciones insertas en este apartado, citaré, a modo de ejempo, los articulos recientes de I. Galan y M. A. Ladero, sobre las posibilidades que permiten las ordenanzas bajomedievales para el conocimiento del sector agrario, y el de M.* C. Quintanilla, sobre el caso concreto de un dominio sefiorial de la baja Andalucia, o el mas reciente de C. Lépez Rodriguez sobre la informacién que propor- cionan los fueros de la Extremadura castellana para conocer la or- ganizacion del espacio rural. Otro tema de investigacin especifico dentro del sector agrario lo constituye el estudio pormenorizado de determinados cultivos, como el cereal, con una orientacién hacia la problematica de la politica regia de abastecimiento en la obra de E. Ibarra, o con un trata- nto encaminado hacia otras cuestiones en algunos trabajos de M. A. Ladero para el Ambito andaluz, y en otro conjunto suyo con M. Gonzilez, ya citado, sobre fiscalidad eclesidstica. Otra linea de in- vestigacién sobre cultivos concretos es, por ejemplo, la iniciada por Huetz de Lemps sobre el vifiedo en territorios del noroeste peninsular, aunque, légicamente, en cada obra sobre el émbito rural se examinan las repercusiones de la implantacién de determinados cultivos en la zona; cl interés por el estudio de la viticultura ha estimulado la or- ganizacién de algunos congresos especializados, Sobre cultivos de vid y cereal en el area toledana ha trabajado J. P. Molénat. El estudio de los paisajes agrarios es otra de las cuestiones de interés creciente en la investigacién y encontramos una buena muestra, referida al Am- bito sevillano, en la obra de I. Montes. Poco cultivado por los medievalistas ha sido el analisis en detalle de los instrumentos, sistemas y técnicas de labor, aspectos que quedan abordados en las investigaciones de corte més amplio, ya comentadas en los apartados anteriores. Respecto a las técnicas, ademas de algin trabajo anterior, como el de T. F. Glick, ultimamente se ha desper- tado un notable interés por los sistemas de regadios, que ha dado lugar incluso a la celebracién de algunos congresos especializados. En este orden de cosas, es preciso mencionar algunas publicaciones de cardcter mds bien antropolégico, como las ya clésicas de J. Caro Ba- roja, y hay que tener en cuenta que algunos investigadores estén con- siderando la necesidad de recurrir a la investigacién arqueolégica para conocer mejor estas realidades materiales; en general el método ar- queoldgico est prestando gran ayuda en la identificacién de los pro- LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPANA 77 cesos de repoblacién, o de abandono de niicleos habitados, segiin se ha indicado ya en algin ejemplo antes pero también est4 arrojando resultados en relacién con aspectos diversos de la economia agraria, y su utilizacién se acentéa al compds del progreso de la Arqueologia Medieval en nuestro pais —trabajos de Riu, entre otros—. Sin em- bargo, a veces Ja documentacién escrita arroja también luz sobre al- gunas de esas cuestiones, por ejemplo, en cuenta a los titiles de la- branza, pues aparecen descritos y valorados econdmicamente con todo detalle, entre el conjunto de propiedades de las casas campesinas, en los padrones de bienes confeccionados a efectos fiscales: véase, entre otras, la obra de M. Borrero ya mencionada (1983) y algun otro tra- bajo suyo més concreto, asi como de C. Argente. En cuanto a la ganaderfa, constituye una actividad econémica del maximo interés en la historia de la Espafia medieval, y su estudio Presenta multitud de cuestiones, perspectivas y matices. Las especificas circunstancias que concurrian en muchas regiones, debidas a razones geograficas € histérico-politicas, determinaron una dedicacién prefe- rente de los territorios débilmente poblados o localizados en sectores avanzados de las fronteras musulmanas a la practica de la ganaderia como recurso econémico més apropiado. La trascendencia de la ex- plotacién ganadera, sobre todo del ganado lanar, sujeto a la trashu- mancia, por los complicados mecanismos y relaciones que esta prdc- tiva entrafiaba, y el conjunto de intereses que se proyectaban sobre ella, tuvieron como resultado la intervencién monarquica que, en el teino castellano-leonés en el siglo Xill, supuso una proteccién y un encuadre institucional para un tipo de practica ganadera habitual en muchos Ambitos, que ahora quedaba sujeta bajo el control de un nuevo organismo, el Concejo de la Mesta, de larga trayectoria his- torica. La mayor parte de los trabajos que se han realizado sobre la ganaderia en la Corona de Castilla han estado centrados, por su mayor relieve, en el ganado lanar trashumante, para cuyo conoci- miento se cuenta como punto de partida obligado con la clasica obra de J. Klein. Los archivos de la Mesta han sido foco de atencién de primer orden para todos los interesados en estas cuestiones, desde los aspectos técnicos —itincrarios establecidos oficialmente, labores de cui- dado de los animales, tipos de animales y calidades de la lana, la reglamentacién del pastoreo, etc.— hasta los socioeconémicos. Otras publicaciones de interés notable sobre esta temdtica, aunque para época moderna, son la de F. Ruiz Martin, y la de J. P. Le Flem sobre datos econdémicos de la Mesta. Un planteamiento de cardcter regional muy valioso en el trabajo de Ch. Bishko sobre el Area fron- teriza de La Mancha y Extremadura, 4mbitos de dedicacién ganadera 78 MIGUEL ANGEL LADERO - Mt CONCEPCION QUINTANILLA interesan ademas su revision de la obra de Klein y su aportacién sobre las mestas municipales andaluzas, presentes en nu- merosos concejos y poco conocidas hasta entonces, a pesar de estar muchas de ellas bien documentadas, sobre todo a partir de orde- nanzas concejiles, como las de algunas localidades cordobesas, segiin se recoge en un articulo de M.* C. Quintanilla. La trashumancia ara- gonesa plasmada en la institucién de los ligallos se describe, entre otros, en un trabajo de M. Gual. Aparte de las cuestiones concretas y técnicas, la aproximacién a la economia ganadera puede y debe hacerse también desde la éptica de la funcién desempefiada por los propietarios —en muchos casos pertenecientes a los grupos aristocraticos a pesar de la existencia entre ellos también de pequefios propietarios—. Esto equivale a decir que los ganados, al igual que la tierra, encuentran una acogida obligada en el tratamiento de la gestién y la explotacién de los patrimonios de la nobleza laica, asi como de los centros e instituciones y miem- bros de la aristocracia eclecidstica, en el marco de las investigaciones ya comentadas, La tesis de M. C. Gerbet sobre la nobleza extremefia, contiene numerosos datos y noticias en este sentido, por tratarse de un dmbito donde Ja explotacién de las dehesas para pasto del ganado tashumante era una realidad econémica de primer orden, y ademas por el interés de esta autora en dichas cuestiones, que la ha llevado también al estudio de la politica ganadera desarrollada por las Or- denes Militares y por los jerénimos, en este Ultimo caso en un denso articulo. Sobre los intereses aristocraticos y la realidad fronteriza en la base del desarrollo de la ganaderia, versa el trabajo de J. M.* Min- guez. La ganaderia estante y de trashumancia menor o ariberiegan, que quedaban insertas en el marco local o comarcal, han sido menos estudiadas, pero, en todo caso, constituian una a lad econdmica de gran interés para los pequefios propietarios y para el propio cam- pesinado. Acerca de la explotacién ganadera y el desarrollo agrario en Asturias en la Plena Edad Media, ver la obra de S. Aguadé. En general, el interés por el estudio de la ganaderia se encuentra muy desarrollado en el panorama de la actual investigacién medieval his- pana; en este sentido hay que constatar la importancia que se le con- cede en los trabajos recientes, y el desarrollo de amplias investiga- ciones, como la tesis doctoral realizada recientemente por C. Argente sobre la ganaderia de la Andalucia bética, Y, finalmente, cabe decir que la economia ganadera, sobre todo en el caso del ganado lanar, es un tema muy conectado con el estudio de otros sectores econd- micos, como artesania y comercio, por su importante funcién de un lado como materia prima de la industria textil y, de otro, como mer- LA INVESTIGACION SOBRE HISTORIA ECONOMICA MEDIEVAL EN ESPANA 79° cancia de primer orden entre las exportaciones del reino castellano- leonés. Por ultimo, una mencién sobre una faceta de tratamiento conec- tado con todo lo anterior, por su caracter de objetivo tltimo de las producciones agricolas y, en buena parte, ganaderas: alimentacién y consumo. Interesan en relacién con esto los aspectos mercantiles, dentro de un marco juridico-institucional, como seria todo lo rela- cionado con los sistemas y normas de aprovisionamiento de los nu- cleos de poblacién —ver en este sentido el articulo de J. P, Molénat sobre Toledo—, y, sobre todo, otra perspectiva de andlisis mas cen- trada propiamente en la alimentacién, en su dimensién social y en su vertiente de usos y costumbres, como se recoge en las actas de un coloquio celebrado en Niza en 1982. Véase para el Ambito hispano un estado de la investigacién de M. A. Ladero, y para Catalufia otro més reciente y amplio (1988). BIBLIOGRAFIA J. A. Garcta DE CortAzar, La sociedad rural en la Espafia Medieval, Ma- drid, 1988. WV. AA., La Reconquista espafiola y la repoblacién del pais, Zaragoza, 1951. J. GonzALEZ, Repartimiento de Sevilla, Madrid, 1951, 2 vols. — Repoblacién de Castilla la Nueva, Madrid, 1975, 2 vols. S. DE Mox6, Repoblacién y sociedad en la Espafia Cristiana Medieval, Ma- drid, 1978, J. A, GARCIA DE CorTAzar et alli, Organizacién social del espacio en la espatia Medieval. La Corona de Castilla en los siglos vin a Xv, Barce- lona, 1985. A. 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