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| LA PREDICACION | DEL EVANGELIO | EN LOS PADRES | DE LA IGLESIA EDICION PREPARADA POR ss. Mons. MIGUEL PEINADO PEINADO I UMA Me Me LL VOLUMENES DE PROXIMA APARICION POR EL SUMA DE TEOLOGIA (5 vols.). T. IV: Parte II-II (b), por un equipo de expertos. HISTORIA DE LA IGLESIA EN HISPANOAMERICA (2 vols.). T. If: Aspectos territoriales. EL MAGISTERIO PONTIFICIO CONTEMPORANEO. Coleccién de enciclicas y documentos desde Leén XIII a Juan Pablo II. T. Il. TIEMPO Y VIDA DE SAN JUAN DE LA CRUZ, por E. de la Madre de Dios y O. Steggink. YOM SOc MARIA EN EL NUEVO TESTAMENTO, por I. de la Pa EL CARDENAL CISNEROS (2 vols.), por J. Garcia Oro. BAC Minor AUTOBIOGRAFIA y DIARIO ESPIRITUAL, de San Ig- nacio de Loyola. BAC Popular EL DOMINGO, FIESTA DE LOS CRISTIANOS, por J. Lépez Martin. ‘ La BAC A Biblicteca de Autores Cristianos retine orgdnica- mente, er las diversas secciones que la integran, el principal acervo Je la sabiduria cristiana perenne y selec- cionados estudios de la investigacién moderna. Al lado de las fuentes tradicional. del pensamiento cristiano ha ido in- corporando obras fundamentales de tedlogos y pensadores de nuestra época. La BAC no es de escuela, de institucién determinada ni de un grupo particular. Es de todos y para todos, y, atenta a los signos de la época, quiere servir de instrumento para canalizar la respuesta del pensamiento cristiano a los proble- mas de hoy. Nuestra obra no es oficial ni de mecenazgo; descansa tini- camente en la confianza, estimulo y apoyo de sus lectores. Es una comunidad moral de autores, editores y lectores. An- tepone al provecho prepio el servicio general. Por eso pro- cura conjugar el criterio de mayor perfeccién con la maxima baratura. En esta linea de superacién, la BAC ha ido mejo- rando sensiblemente tanto la calidad interna de sus textos como el cuidado tipogrdfico de sus ediciones. La BAC esté patrocinada por la Pontificia Universidad de Salamanca, que ayuda y asesora eficazmente a los editores. Se ve respaldada por centenares de juicios elogiosos en re- vistas cientificas nacionales y extranjeras, y en repetidas oca- siones ha recibido de la Santa Sede palabras de bendicién y aliento, que constituyen nuevo motivo para continuar la obra comenzada hace mas de cuatro decenios. Mayo 1992 El pay de nuestra cultura cristiana Pida toda clase de informes a la BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS La previcacion vet Evaneen.io EN LOS Papres ve 1a Texesia Ice finalidad primera de esta Antologia de textos patristi- cos es poner en manos de los sacerdotes y de cuantos aspiran al sacerdocio un instrumento eficaz y un medio apti- simo para preparar la predicacién dominical. En los tiltimos tiempos, afortunadamente, los documentos del magisterio pontificio y, sobre todo, las orientaciones pas- torales del Concilio Vaticano II han puesto de nuevo de ma- nifiesto la trascendencia de la homilfa para la formacién de los fieles que frecuentan las celebraciones sacramentales. La homilfa, en palabras del Concilio, constituye la mejor pre- paraci6n para que cuantos asisten a la Misa dominical parti- cipen en ella de manera plena, consciente y activa; de ella depende, en buena medida, la vida cristiana de nuestro pueblo. Ahora bien, después de los libros de la Sagrada Escritura, son los Padres la fuente obligada en la que han de beber to- dos los que aspiran a ser fieles en el ministerio de la palabra. Fueron ellos, los Padres, quienes recogieron la tradicién de los Apéstoles, ejercieron admirablemente el ministerio de la predicacién y nos dejaron en herencia el inmenso tesoro del contenido de la fe cristiana. Y no sélo eso. También son ellos los modelos indiscutibles del estilo y del espiritu de la evan- gelizacién y la catequesis, un estilo y un espfritu muy distin- tos de cualquier forma de ensefianza y oratoria. Por todo ello, el volumen que la BAC presenta hoy a sus lectores, verdadera suma de la doctrina de los Santos Padres, constituye una gufa segura para que el anuncio de la Palabra se adapte al magisterio de aquellos que son testigos fieles de la tradicién apostélica, maestros de la fe y constructores de la Iglesia. Estas paginas se ofrecen también a todes los auténticos oyentes de la Palabra; en ellas encontraran un caudal inago- table de riquezas espirituales que refleja, en su expresi6n mas pura, la sencillez, la altura y la profundidad del Evangelio de Jesucristo. LA PREDICACION DEL EVANGELIO EN LOS Papres DE LA IGLESIA BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS Declarada de interés nacional 519 ESTA COLECCION SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCION DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA LA COMISION DE DICHA PONTIFICIA UNI- VERSIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIA- TA RELACION CON LA BAC ESTA INTE- GRADA EN EL ANO 1992 POR LOS SENORES SIGUIENTES: PRESIDENTE: Excmo. y Rvdmo. Sr. D. FERNANDO SEBASTIAN AGUILAR, Arzobispo coadjutor de Granada y Gran Canciller de la Universidad Pontificia. VICEPRESIDENTE: Excmo. Sr, Dr. JOSE MANUEL SANCHEZ CarRO, Rector Magnifico. VOCALES: Dr. JOSE ROMAN FLECHA ANDRES, Vicerrector Académico y Decano de la Facultad de Teologia; Dr. JUAN Luts ACEBAL LUJAN, Decano de la Facultad de Derecho Canonico; Dr. LUCIANO PERENA VICENTE, Decano de la Facultad de Ciencias Politicas y Sociologia; Dr. ALFONSO PEREZ DE LABORDA, Decano de la Facultad de Filosofia; Dr. José Oroz RETA, Decano de la Facultad de Filologia Biblica Trilingiie; Dr. VICENTE FAUBELL ZAPATA, Decano de la Facultad. de Pedagogia; Dra. M.* FRANCISCA MARTIN TABERNERO, Decana de la Facultad de Psicologia; Dra. M.* TERESA AUBACH GUIU, Decana de la Facultad de Ciencias de la Informacién; Dr. MARCELIANO ARRANZ RODRIGO, Secretario General de la Universidad Pontificia. SECRETARIO: Director del Departamento de Publicaciones MADRID * MCMXCII LA PREDICACION DEL EVANGELIO EN LOS PADRES DE LA IGLESIA Antologia de textos patristicos EDICION PREPARADA POR Mons. MIGUEL PEINADO PEINADO BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID * MCMXCII A cuantos el Sertor concedio, por la imposicién de mis manos, la gracia de la ordenacién sacerdotal. © Biblioteca de Autores Cristianos, Don Ramén de la Cruz. Con censura eclesidstica Depésito legal: M. 15887/1992 ISBN: 84-7914-063-1 Impreso en Espufia - Prinied in Spain Madrid, 1992 INDICE GENERAL Pags, PROLOGO XI INTRODUCCION ... 2 PRIMERA PARTE EL MISTERIO DE JESUCRISTO I. El testimonio de las Escrituras .. 13 Il. Jesucristo, el Hijo de Dios .. 21 III. El Padre y el Espiritu .. 28 IV. La obra de la Creacion . 51 V. El hombre, imagen de Di ) VI. Misterio de la Encarnacién 89 VII. Marfa, la Madre del Seftor .. 99 VIII. Nacimiento y vida oculta de Jesis . 107 IX. Bautismo y tentaciones . 117 X. Las Figuras 122 SEGUNDA PARTE EL EVANGELIO DE JESUCRISTO XI. Evangelio de la salvacién ... 141 XII. La conversién del pecador .. 154 XIII. Regeneracion y vida sobrenatural 161 XIV. Los discipulos .. 169 XV. Las obras de Cristo 178 XVI. Las Bienaventuranzas . 185 XVII. La oracion . 198 XVII. Fe cristiana 226 XIX. La caridad . 239 XX. Humildad, paciencia, silencio 262 XXI. Justicia y misericordia 282 Pd Indice general Pags. XXII. Limosna y ayuno XXII. Las parabolas del Reino 305 XXIV. Seguimiento de Cristo 311 XXV. El combate cristiano ... 320 XXVI. La Cruz, signo fundamental . 336 XXVIL. Misterio pascual ....... XXVIII. EI pecado y la muerte XXIX. La vida eterna ....... XXX. Los nombres de Cristo . TERCERA PARTE LA IGLESIA DE JESUCRISTO XXXI. El misterio de la Iglesia . 399 XXXII. Unidad de la Iglesia .. 416 XXXII. El pueblo cristiano . 423 XXXIV. Los Pastores ...... 438 XXXV. Servicio de la Palabra 453 XXXVI. Vida sacramental 469 XXXVI Ministerio pastoral - 485 XXXVI Iglesia particular. Iglesia domestica . 492 XXXIX. Estados de vida en la Iglesia ... 499 XL. La practica de la vida cristiana .. 507 INDICES: De autores y obras . 529 Biblico 533 De temas .. 541 PROLOGO La publicacién de la presente Antologia de textos de los Padres de la Iglesia, relacionada con el ministerio de la predicaci6n del Santo Evangelio, viene motivada por una promesa hecha al cesar en el ejercicio de mis deberes pastorales como Obispo de la Didcesis de Jaén, a causa de mi jubilacion. 1. Desde que por invitacion de la Santa Sede me hice cargo de la misma, consideré que la celebracidn de la Eucaristia todos los domingos en la Santa Iglesia Catedral habja de ser el centro, la base y la culminacion de toda mi labor pastoral. La homilia era transmitida por radio a todas las comunidades parroquiales, gra- cias al servicio valioso de la COPE, y publicada luego en las pagi- nas del periddico Ideal, abiertas siempre a la colaboracién con la Iglesia. Yo pensaba que, de esta forma, cumplia en lo fundamental mi deber de predicar el Evangelio de Jesucristo a todos los cristia- nos encomendados a mi cuidado. Y, gracias a la ayuda del Sefior, pude cumplir mi propésito durante los diecisiete afios que estuve al frente de la Didcesis de] «Santo Reino», tan querida para mi. Cuando paso algun tiempo, los sacerdotes que celebraban cada domingo con el Obispo me pidieron que les facilitara algunos de los textos patristicos que habia recordado en mi homilia. No solo ellos, también los alumnos del Seminario Mayor, incorporados ha- bitualmente a dicha celebracion, se me acercaban despues de la Misa para que les repitiera algunos de aquellos textos que mas habian llamado su atencion. En éspecial los diaconos, que se reunian conmigo cada semana para preparar la homilfa que luego habian de predicar en las pa- rroquias, fueron interesandose gradualmente en el contacto con los Santos Padres. Era, sin duda, uno de los mejores frutos de mi xl Prélogo trabajo, en trato personal con los futuros colaboradores del Obis- po en el ministerio sacerdotal. 2. Una de mis convicciones mas firmes, fruto de una larga ex- periencia sacerdotal, es que, después de los libros de la Sagrada Es- critura, son precisamente los Padres de la Iglesia la fuente obliga- da en la que hay que ir a beber si se aspira a ser fieles en el ministe- rio de la Palabra. Fueron ellos, los Padres, quienes, recogiendo la tradicion de los apéstoles y ejerciendo ejemplarmente el ministe- rio de la predicacién, nos dejaron en herencia el inmenso tesoro del contenido de la fe cristiana y eclesial. No sdlo esto. También, y al mismo tiempo, nos dejaron en sus obras cual debe ser siempre el estilo y el espiritu de la evangeliza- cion y de la catequesis. Estilo —dicho sea de paso— bien distinto de cualquier otra forma de ensefianza y oratoria. Los Padres su- pieron imitar con fidelidad los ejemplos de los apéstoles y sus ma- neras de hablar al pueblo. Estilo y maneras que, a su vez, ellos ha- bfan aprendido del mismo Jesucristo, unico Maestro y Pedagogo singular. En tiempos posteriores, al paso de la Historia de la Iglesia, otros muchos que habian bebido de los Padres continuaron la predica- cién del Evangelio, ateniéndose al contenido y al estilo de aquella predicacién en sus homilias, en sus sermones y en sus escritos. Asi nos transmitieron los dogmas, la moral, la ascética y la mistica del Evangelio. Gracias a su labor y a su ejemplo, nosotros hemos po- dido conocer con seguridad la fe de la Iglesia, en virtud de la cual esperamos obtener la salvacién de Dios. Por desgracia no todos, ni siempre, caminaron por estos cau- ces. En la medida en que la predicacion fue apartandose del estilo de los Santos Padres, la formaci6n y la vida de gran parte del pue- blo cristiano se fue empobreciendo en muchos de sus aspectos. Al tratar de imitar otros modelos, muchos de los llamados oradores sagrados se olvidaron de la sencillez, de la altura y profundidad del Evangelio de Jesucristo. Iban a beber a otras fuentes. Acabaron por dar mas importancia a otras predicaciones de ocasi6n extraor- dinaria —solemnidades, novenas, fiestas patronales— que a la ho- milfa dominical. No se caia en la cuenta de la trascendencia de la misma para la formacién de todo ese pueblo que, entre nosotros, ha frecuentado y sigue frecuentando nuestras celebraciones sacra- mentales en virtud de su fe cristiana. 3. Afortunadamente, en los ultimos tiempos, los documentos de los Sumos Pontifices y, sobre todo, los trabajos del Concilio Prélogo XII Vaticano II han venido a centrar de nuevo la labor pastoral, de manera que responda mis eficazmente a los fines sefialados por Jesucristo a su Iglesia y, en concreto, a todos sus pastores. En el caso del servicio de la Palabra y del ministerio liturgico —aunque, todavia, nos queda bastante camino por andar—, son ya muchos los que procuran cumplir fielmente con el deber sagrado de la pre- dicacién, conforme a los mandatos y orientaciones de la Iglesia, que es Madre y Maestra. Asi, pues, ofrezco este trabajo con el deseo de seguir ayudan- do, desde mi puesto de Obispo jubilado, a los sacerdotes. En espe- cial, a todos aquellos que recibieron de mis manos la ordenacion sagrada. Que se me perdone insistir aqui en algo que he repetido frecuentemente a los alumnos del Seminario, en contacto personal con ellos: la importancia de la homilia dominical. Tuve la suerte de aprenderlo, sobre todo, de dos pastores ejemplares. El primero de ellos fue el Arzobispo de Granada, de quien recibi la ordena- cién presbiteral, el inolvidable don Agustin Parrado y Garcia, que fue luego Cardenal de la Santa Iglesia. E] otro, don Angel Herrera Oria, Obispo de Malaga, con quien tuve la suerte de relacionarme desde que fue nombrado Presidente de la Accion Catdlica Espa- ftola, antes de ser ordenado sacerdote en la plenitud de su vida. También fue nombrado Cardenal. Efectivamente, la predicacién de la homilfa dominical, que han de predicar a su pueblo cuantos ejercen el oficio pastoral, debe ha- cerse con toda seriedad y con todo entusiasmo. De su preparacién, llevada a cabo durante toda la semana en la oraci6n, en el estudio y en contacto y conocimiento de los que han de escucharla, sin acepcion de personas ni de clases sociales, depende en gran parte la vida cristiana de nuestro pueblo. jBien vale la pena el que esta consigna sea tomada en cuenta por los sacerdotes, de forma que todos los otros trabajos y actividades se subordinen a ella! Como se ha dicho mas de una vez, la homilia debe ser breve, sencilla, profunda y adaptada a los oyentes. Es ésta la mejor pre- paracién para que cuantos asisten a la Misa dominical participen en ella de manera plena, consciente y activa (SC 14). Asi, después, podran vivir cristianamente en el puesto que Dios les ha designa- do en la vida y llegar a ser (a sal de la tierra y la luz del mundo (Mr 5,13-16). Espero que con esta obra no sdlo se facilite el uso de los textos Patristicos, a la hora de preparar la predicacion dominical, sino que, a un mismo tiempo, tanto los sacerdotes como cuantos aspi- OC, = —— xIV Prélogo , ran al sacerdocio lleguen a familiarizarse con la lectura asidua de LA PREDICACION DEL EVANGELIO los Padres de la Iglesia. EN LOS PADRES DE LA IGLESIA 4. Por ser consecuente con el criterio expuesto en este Prolo- g0, quiero cerrarlo con algunas palabras de los mismos Padres, re- lativas al ejercicio de la predicacion cristiana, que se encontraran después en el capitulo dedicado al Servicio de la Palabra: «Mas en la cura de almas no se da otro medio ni camino de sa- lud sino la ensefianza de la palabra. Este es el instrumento, éste es el alimento, éste es el mejor temple del aire. La palabra hace veces de medicina, ella es nuestro fuego. Lo mismo si hay que quemar, que si hay que cortar, de la palabra tenemos que echar mano. Si este remedio nos falla, todos los demas son initiles» (S. JERONIMO, Sobre el sacerdocio, IV 3). «Quien mucho lee y entiende, se llena; y quien esté lleno, pue- de regar a los demas; por eso dice la Escritura: “Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo” (Ecl 11,2). Que tus predi- caciones sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la exhorta- cin moral, infundas la bondad a la gente y el encanto de tu pala- bra cautive el favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas» (S. AMBROSIO, Cartas, 2: PL 16,881). «Lee muy a menudo las divinas Escrituras 0, por mejor decir, nunca la leccién sagrada se te caiga de las manos. Aprende lo que has de ensefiar. Mantén firme la palabra de la fe que es conforme a la doctrina, para que puedas exhortar con doctrina sana y con- vencer a los contradictores. Persevera en lo que has aprendido y | te ha sido confiado, pues sabes de quién lo has aprendido» (S. JE- | RONIMO, Cartas, 52: PL 16,881). | «No cabe duda de que seremos ofdos mas gratamente si noso- tros también nos gozamos en nuestra labor. Porque el hilo de nues- | tras palabras vibra en nuestro gozo. Y observamos que brotan mas | espontaneamente y son recibidas con mas atencién» (S. AGUSTIN, De catechizandis rudibus, 1 3,6). «Pierde el tiempo predicando exteriormente la palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior. Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la condi- cién humana y de la reflexién apoyada en la fe, que no advirtamos nuestros peligros. Pero nos consuela el que, donde esta nuestro pe- ligro por causa del ministerio, alli tenemos la ayuda de vuestras oraciones» (S. AGUSTIN, Sermones, 179). Granada, 20 de junio de 1991 MIGUEL PEINADO PEINADO Obispo Emérito de Jaén INTRODUCCION E] dia 2 de enero de 1980, el papa Juan Pablo II, con ocasién del XV Centenario de San Basilio, publicaba una carta apostélica que da comienzo con las siguientes palabras: «Se Ilaman justamente Padres de la Iglesia a aquellos santos que, en los primeros siglos, con la fuerza de la fe y la profundidad y riqueza de sus enseflanzas, la regeneraron e incrementaron grande- mente. En verdad son padres de la Iglesia porque de ellos, median- te el Evangelio, ésta ha recibido la vida. ¥ también son sus cons- tructores porque por ellos, sobre el tinico fundamento puesto por los apostoles, que es Cristo, ha sido edificada su estructura funda- mental... Y asi, todo anuncio y todo magisterio posterior, si quie- re ser autentico, debe adaptarse a su anuncio y magisterio». Estas palabras del sucesor de Pedro nos dicen, mejor que nin- gunas otras, la importancia que tiene para nosotros, sobre todo en nuestro tiempo, el contacto y la asidua lectura de sus obras. Efectivamente, fueron ellos los que, recogiendo la tradicion de los apéstoles y partiendo de la atenta lectura y meditacion asidua de la Escrituras Santas, nos han conservado, con toda fidelidad, el con- tenido de la revelacién divina, llegada a su plenitud en Jesucristo. 1. El valor de la doctrina de los Santos Padres de la Iglesia esta intimamente ligado a la importancia que la Iglesia da a la Tradi- cién, como transmision real de todas las verdades reveladas por Jesucristo a sus discipulos con la promesa de la asistencia del Espi- ritu Santo. Sabido es que la Tradicién, junto con las Sagradas Es- crituras, constituyen el depdsito unico de la revelacién cristiana (DV 9). Los Santos Padres son testigos fieles de esa tradicién apostdli- ca. Y, al mismo tiempo, fueron sus protagonistas, toda vez que, al meditarla bajo la inspiracion del Espiritu Santo prometido por El Evangelio en los PP. de la Iglesia 2 4 Introduccion Jesucristo a sus discipulos de forma que los /levara a la verdad com- pleta (Jn 16,13), la conocieron cada vez con mayor claridad, la tes- timoniaron ejemplarmente, la consignaron en sus obras y la pro- clamaron de viva voz en sus sermones y catequesis. Con toda razon los llama el Papa constructores de la Iglesia. Por- jue con su vida, su predicacién, sus escritos y su lucha contra to- te las desviaciones y herejias aparecidas en su tiempo, orientaron y cuidaron pastoralmente a sus propias Iglesias. Pastores ejempla- res, siguiendo el ejemplo de los apéstoles, reunieron el rebaiio dis- perso, congregaron sus respectivas comunidades cristianas, orga- nizaron la vida liturgica de las mismas y fomentaron la actuacion misionera y apostdlica. Lo que defendian con sus obras apologéticas y su predicacion, lo testimoniaron con su vida santa. Y también con su muerte: bas- tantes Padres dieron su vida en el martirio por amor a Jesucristo. 2. No sélo esto. Como en su mayoria fueron hombres cultos, ue habian trabajado por alcanzar el conocimiento de los sistemas fllosBficos —en especial, la filosoffa griega—, defendieron y expli- caron las verdades reveladas con sus razonamientos profundos. De este modo, pudieron penetrar en los ambientes cultos y en todos los medios sociales de su tiempo para defender a los cristianos de los ataques de sus enemigos. Echando mano de los mismos argumentos de la recta filosofia, mostraron a los hombres de su mundo que, en ultimo término, la auténtica filosofia se encuen- tra en Jesucristo, Verdad y Camino tnico para encontrar la fe- licidad. Los Padres de la Iglesia, valiéndose de la cultura de su tiempo y teniendo en cuenta los ambientes sociales en los que se movie- ron, nos ofrecen un magnifico ejemplo a la hora de trabajar por la inculturacion de la fe. Todos recordamos bien como el Ilorado Pablo VI, en su exhortacién apostolica Evangelii nuntiandi, acer- ca de la evangelizacién del mundo contemporaneo, insistié en la necesidad de evangelizar la cultura y las culturas del hombre (n. 20). 3. Por otra parte, el trabajo de los Santos Padres y su activi- dad solicita en defensa de la fe cristiana facilité la celebracién de los primeros Concilios Ecuménicos, en los que ellos mismos tu- vieron una presencia activa. En aquellos concilios, gracias a su tra- bajo y a sus esfuerzos frente a fadverei (as primeras, quedaron defi- nidas como dogmas de fe las verdades fundamentales de nuestro Credo cristiano. Respecto a la Sagrada Escritura, los Padres no solo trabajaron ara conservarnos con toda fidelidad el texto sagrado, sino que nos la ensefiado a leerlo con atencion, descubriéndonos su sentido. Introduccion 5) Y no solo el sentido literal e historico, sino tambien el sentido es- iritual en sus tres aspectos: alegdrico, moral y anagogico. Son ellos los que nos ayudan a leer los libros de la Sagrada Escritura, de for- ma que esa lectura sea para nosotros la base de toda nuestra vida moral y ascética y nos prepare seriamente para el ejercicio de nues- tra cooperacion al ministerio pastoral de la Iglesia en el servicio de la Palabra. : Fueron los Padres los que pusieron las bases para los estudios teolégicos posteriores. Tanto la exégesis biblica como la teologia dogmatica no hubieran sido posibles sin ellos. Y es precisamente a ellos a quienes hemos de acudir siempre que sea necesario corre- gir desorientaciones en las formas de abordar el estudio de las cien- cias sagradas. : 4. Descendiendo al ejercicio del ministerio pastoral, digamos que el primero de todos es el servicio de la Palabra. Este ministe- rio tiene tres momentos y formas distintas, en relacion con las ne- cesidades de los oyentes. Lo primero es la evangelizacion o anun- cio del Evangelio a los que aun no lo conocen 0 estan alejados de la fe. Después, a cuantos lo aceptan, una vez convertidos, es nece- sario catequizarlos convenientemente para que, conociendo los mis- terios revelados, puedan vivir la vida cristiana. Finalmente, aque- los que tienen una seria formaci6n y tratan de acoplar su vida al Evangelio de Jesucristo, necesitan también escuchar con asiduidad la Palabra de Dios, predicada en forma de homilia por sus pasto- res, para mantener en alto su espfritu cristiano. Pues bien: si se leen con atencién los escritos de los Santos Pa- dres, tanto sus obras apologéticas como las didacticas —en espe- cial sus homilias, sermones y catequesis—, se constata la fidelidad con que Ilevaron a cabo su servicio de la Palabra. Partiendo siem- re de la Palabra de Dios, ellos sabian predicarla y ensefarla con- i a las necesidades de quienes les escuchaban. Sus catequesis para cuantos, convertidos a la fe cristiana por su predicacion, pedian el bautismo y su incorporaci6n a la Iglesia abarcan, con notable equilibrio, tanto el dogma como la moral y la liturgia. Especial interés ofrecen sus catequesis mistagogicas, con las que introducian a los ya iniciados en el conocimiento personal de los misterios recibidos con los sacramentos de la iniciacion cris- tiana. En todo caso, tanto sus sermones como sus catequesis y sus ho- milfas tienen dos notas importantes: son cristocéntricos y ponen de manifiesto su unién y amor ala Iglesia. Gracias a ellos, la espi- ritualidad de los Padres viene a ser para nosotros, después de Jesu- cristo y los Apéstoles, el gran ideal. Cuantos aspiran a la perfec- 6 Introduccion cién de su vida cristiana, lo mismo religiosos que laicos, tienen en la lectura y meditacion de sus escritos, junto con la de la Sagra- da Escritura, el mejor medio para su propia santificacién. De ma- nera muy especial, para los sacerdotes y pastores de la Iglesia. Ya decfa San Ignacio de Antioquia en su Carta a Policarpo: «A los hom- bres del pueblo hablales al estilo de Dios». Y San Agustin, en uno de sus sermones: «Pierde el tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior» (179,1). 5. Es manifiesto el interés de la Iglesia por los Santos Padres, sobre todo en nuestro tiempo, y la preocupacion por que su lectu- ra y estudio sean viva realidad, fundamentalmente en el caso de los sacerdotes y de cuantos se preparan para el sacerdocio. Ya el Concilio de Calcedonia, el IV ecuménico, celebrado en el afio 451, al definir las dos naturalezas de Cristo frente al mono- fisitismo, iniciaba su declaracidn asi:

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