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2 Alfonso Pérez de Laborda mento de la profundidad del genio que nos ha revelado la més grande ley del universo». Augusto Comte tendré una admiracién parecida por Newton, pero se verd en la necesidad de poner, evidente- mente, algiin pero a esa grandeza, Admira el genio del britanico, capaz de ofrecer «un inmenso perfeccionamiento filos6fico» a la astronomia. Newton esté «fuera de toda comparacién con los demas grandes gedmetrasy. Sin em- argo, es partidario de una «ininteligible concepeién onto- logica», que es, ademés, vaga y arbitraria; «wvanas inspira- ciones metafisicas», que tenemos que poner entre parénte- sis para que brille el genio de Newton en su esplendor. Sobre todo, es de criticar el uso continuado de la palabra «atracciény, en lugar de «gravitacién», uso «consagrado desgraciadamente por Newton, y viciosamente conservado Por sus sucesores», que muestra la wtendencia a penetrar el misterio inaceesible del modo esencial de produccién de los fenémenos correspondientes, y que por ello tiende a prolon- gar el imperio del viejo espfritu filosdfico», lo que ha dado «aun cierto bamiz cientifico a vagas concepciones metafisi. cas, radicalmente contrarias a las condiciones elementales de cualquier logica positivan. Ast puede leerse en el Trata- do filosofico de astronomia popular, cuya introduccién se titula «Discurso sobre el espiritu positivo», publicado en 1844, aTiene, pues, algo de extrafio que (desde una postura diametralmente contraria a la de Comte, y mucho més cercana @ nosotros) Bonhoeffer tronara contra el «Dios- tapachuecos»?, {qué nos dijera que esa aparente «prueba» de Dios es, por el contrario, el camino més directo hacia su innecesariedad, la prueba de su inexistencia? A.P.deL. Estilo newtoniano 0 ideologia newtoniana? Alberto Elena Con Newton esta isla puede alardear de haber producido el genio mas grande y tinico que haya ‘existido nunca para ornamento e instruccion de la especie. Precavido hasta el punto de no edmitie nningtin principio que no estuviese basado en experi. ‘mentos, aunque resuelto a aceptar tales prineipios por, nuevos © insélitos que fuesen; ignorante por modestia de su superioridad sobre el resto dela Iumanidad y, por tanto, poco preccupado por acomo dar sus razonamientos la capacidad de captacion ‘ordinaris; més ansioso por merecer que por adquirit fama, fue por estas eausas desconocido para el mundo durante mucho tiempo, pero su reputacidn terming irrumpiendo con un brillo que dificilmente habria ‘lcanzado en vida cualquier otro escriter. Aunque pparezea que Newton levanté el velo que eubria alg nnos de los misterios de la natursleza, mostrd a la ver las imperfecciones dela filosofia mecdnica, con lo que restituyé sus tltimos secretos a esa oscuridad ea la que siempre han permanecido y permaneceran. Murio en 1727 a la edad de ochenta y cinco aos, Davin HOME, Historia de Inglaterra (175942) Diccis Hume aue los sinicos euerpos celestes de cuyos ‘movimientos no habia sido capaz de dar cuenta New. ton eran las mujeres. Hipétesis sugerente en extremo 6 Alberto Elena —pues conocida es la escasa autoridad de Newton en tal materia—, pareceria no obstante necesario buscar alguna otra razén que nos permitiera explicar cabalmente el deslumbrante éxito de la ciencia newtoniana durante el siglo XVI. Empresa ardua donde las haya, dada la plurali: dad de factores a considerar, ésta ha sido sin embargo una de las mayores aficiones de historiadores de la ciencia y del pensamiento en general, hasta el punto de encontrarse el debate atin lejos de un previsible final. Las paginas que siguen —convendria advertirlo de antemano— no aspiran sino a replantear por enésima vez tal cuestién cuando se cumple el tercer centenario de la publicacién de los Princ ios matematicos de la filosofia natural La explicacién mas generalizada del éxito de a empresa newtoniana es probablemente la sugerida por I. Bernard Cohen —sin duda, el maximo especialista mundial en la obra de Newton—, retomando no obstante ideas y argu- mentos que ya fueran barajados en la época. Asi, para Cohen, la clave de tan extraordinaria fortuna historica residié en la feliz articulacién de lo que él ha dado en llamar «estilo newtonianon. Aunque éste no fue, en rigor, una invencién del genial Sir Isaac —Cohen se remite a diversos precedentes en el propio siglo XVII ¢ incluso en la Grecia clasica—, si que se debié a éste la definitiva sintesis, entre un enfoque matematico y un enfoque fisico en la investigacién natural. Cohen hace de este modo suya la clogiosa valoracién de D’Alembert al conceder a Newton la prioridad en «el arte de introducir la geometria en la fisica para dar lugar, mediante la combinacién de la experiencia y del célculo, a una nueva ciencia exacta, profunda y resplandeciente», En efecto, el «estilo newtoniano» se caracteriza por esa prodigiosa habilidad para reducir los problemas fisicos a problemas mateméticos, para tratarlos como tales y aplicar luego los resultados asi obtenidos a la investigacién empfrica. Era, en una palabra, la materiali- zacién del suefio galileano de una fisica matematica, si bien todos los laureles le serian ahora concedidos al gran Newton, eclipsando al pisano y a tantos otros precursores. {Estilo newtoniano 0 ideologéa newtoniana? a E] estilo newtoniano ejercié sin duda —como quiere Co- hen— un poderoso influjo, rayano en la fascinacién, sobre los contemporéneos y seguidores del autor de los Princi- ios, mas la pregunta tiene con todo que ser formulada: iconstituy6 este peculiar estilo la clave del triunfo de la ciencia newtoniana o bien se dieron otros factores no menos significativos en dicho proceso sin los cuales no es posible una cabal comprensién del mismo? Indudablemente Newton legé a sus sucesores no s6lo un estilo, una forma de hacer ciencia, sino también un sistema del mundo particularmente comprensivo y_satisfactorio desde numerosos puntos de vista. Su aceptacién en Inglate- ra no fue demasiado problemética, ni era previsible que lo fuera, teniendo en cuenta, ademas, la privilegiada posicién de Newton como presidente de la Royal Society y la ulterior labor de sus discfpulos en el seno de las universida- des (Whiston en Cambridge, Gregory en Edimburgo, ete.); tan s6lo el obispo Berkeley —entre las grandes figuras— 086 oponerse al nuevo sistema. Sin embargo, las cosas eran. muy diferentes en el continente, donde el cartesianismo segufa siendo claramente hegeménico y la filosofia inglesa no gozaba atin de gran predicamento. La recension de los Principios de Newton en el Journal des Scavans — a los pocos meses de su publicacién— es en este sentido paradig- matica: se admitia la perfeccién de la mecdnica newtonia- na desde el punto de vista genérico, pero se le reprochaba a su formulador haberse fundado en supuestos arbitrarios e inadmisibles desde el punto de vista fisico. Dicho de otro modo, Sir Isaac habria puesto su extraordinaria competen- cia matemética al servicio de una hipétesis fisicamente absurda e inaceptable como era la de la atraccién gravita- toria, accién a distancia que la fisica cartesiana excluia por principio. La filosofia natural de Descartes, compendia- da en el popularismo Tratado de fisica (1671) de Jacques Rohault, parecfa inmune a cualquier embate y, sin embar- go, el newtonianismo comenz6 a introducirse lenta, pero firmemente, en la Europa continental. Primero fueron SGravesande y Musschenbrock quienes lo difundieron en ee h EDITORIAL Alianza Tres _ ianz FrnyLardelaia. he rg rare "Camis —| Joins Panic sie | | Alianza Universidad Te ue Ge eran (emp Stele trad oa iene Engine ere ‘YorgosSeens. ieee ee Joa Ferien: Hivoes Con ELLibro de Bolsillo_ Goma Wesachy —— (ian ‘Shiostery Bose ‘Historia stad de as formas Ses Inc Ainor, Hetomaictenpe | Detsien. hi ge ir PalinoGango Irenducins seis Dain Thamar Gia, eaten dl ropes | 29088 Madre 2000045 “Rococo Miguel Camere Riiegrensl cement] Dad eS zeRi | Eros iia Remn Goal Sole nero catego Milin, 38 eEstilo newtoniano o ideologia newtoniana? 29 los Paises Bajos; después, ya en Francia (y al margen del influjo previo sobre algunos disefpalos de Malebranche), serian Maupertuis y Voltaire quienes recogieran la antor, cha. Aquél tuvo la osadia de defender el concepto newto. niano de atraccién ante la muy cartesiana Académie des Sciences, en tanto que éste rompié una lanza a favor de Sir Isaac en sus Cartas inglesas (1734) y expuso admirablemen- te su sistema en los Blementos de la filosofia de Newton (2788). Asi pues, cuando su amiga la marquesa de Chatelet tradujera al francés los Principios matemticos de la filoso- fia natural (1759), el nuevo sistema del mundo era ya conocido a través del filtro volteriano. Esta es precisamente una de las caracteristicas mas singulares del proceso de difusién del newtonianismo, dado que invariablemente se levé a cabo a través de sus divulgadores y s6lo en contadas ocasiones a partir de los propios textos originales. Por lo demés, también es signifi. cativo el hecho de que la Optica se conociera en el continente antes que los Principios (ya en una fecha tan temprana como 1720 habia aparecido una traduccién fran- cesa en Amsterdam) y que fuera dicha obra la que merecie- ¥a una mayor atenci6n por parte de los propagandistas: asi, las dos tercera partes de los Blementos de Voltaire estén dedicados a 1a exposicin de la éptica newtoniana, mien. tras que la famosa obra de Algarotti El newtonianismo para Jas damas (1737) es, in extenso, una presentacién de la misma, A la larga, sin embargo, seria el sistema del mundo pergefiado en los Principios el que més estrechamente acabara asocidndose con el nombre de Isaac Newton, aunque las dificultades que presentaba su lectura les parecieran escollos insalvables a pensadores de la talla de Hume o Locke (quien, como es bien sabido, hubo de recurrir a Huygens para recabar la opinién de un experto acerca de las demostraciones mateméticas de la obra). Excepto en el caso de aquéllos més cualificados, los newto. nianos del siglo Xvi no lo fueron tanto por haber leido los Principios como por haberse familiarizado con su conteni do a través de sus —excelentes— divulgadores. Asi las 5 Alberto Elena cosas, no es de extraiiar que su proyeccién se viera clara- mente enturbiada por las diferentes lecturas e interpreta ciones de éstos y que, como més adelante veremos, el newtonianismo deviniera en seguida una inagotable fuente de disputas fuertemente ideologizadas. Sea como fuere, la hegemonia cartesiana comenz6 a resquebrajarse y, paralelamente, Newton vino a erigirse en tl arquetipo de cientifico moderno a los ojos de los hombres, tiel siglo XVII. Su obra representaba para ellos el final de un largo trayecto hacia la verdad; a partir de entonces pensaron algunos— sélo cabria ya depurar y pulir los conocimientos adquiridos, asf como aplicar sus principios 1 otras disciplinas, mas la tarea fundamental se entendia que ya habia sido hecha por Newton. El célculo infinitesi- imal. clave de béveda del edificio de la ciencia newtoniana, experimenté notabilisimos avances en manos de L’Hopi- tal. Euler, Bernoulli, ete. La mecdnica racional, concebida tnisicamente como una rigurosa sistematizacién de las aportaciones newtonianas conforme a un modelo axiomati- co —véase la Mecénica analitica (1788) de Lagrange—, se lesarrollé considerablemente, al tiempo que aparecian \iseiplinas como la mecénica de fluidos, que Newton apenas si habia vislumbrado en el Libro II de los Princi- pias, En lo que toca a la mecénica celeste, Laplace —tras los importantes trabajos de Clairaut, D'Alembert y el propio Lagrange— logré demostrar que las perturbaciones producidas en el sistema del mundo newtoniano por efecto diel complejo juego de atracciones gravitatorias entre los sliversos astros se corregian por sf solas a modo de mecanis- wno autorregulable, quedando asi garantizados el equilibrio y Ia estabilidad de nuestro sistema solar. Por si fuera poco, franklin inauguraria un programa newtoniano en el estu- Jio de la electricidad, Ia dptica haria suyo el paradigma corpuscularista (pese a las notables virtudes de la hipdtesis Sndulatoria de Hooke y Huygens) y hasta en la quimica -disciplina apenas abordada por Newton en las cuestiones que cierran su Optica— la influencia del genial cientifico inglés se dejaria sentir en toda Europa. {Estilo newtoniano o ideologia newtoniana? oI La reputacién de Newton carecia de parangén, mas no por ello hay que pensar que no siguiera habiendo cartesia- nos recalcitrantes opuestos a la nueva filosofia importada de Inglaterra. De ahi que desde un primer momento los partidarios de aquél se sintieran en la necesidad de embar- carse en un plutarquiano ejercicio de vidas paralelas, cuyos protagonistas eran obviamente Newton y Descartes. Lo hizo, por ejemplo, Voltaire en la decimocuarta de sus Cartas filoséficas, donde —como es bien sabido— presenta- ba con deliciosa ironia los contrastes entre ambas escuelas nacionales. Un francés que llega a Londres encuentra las cosas muy cambiadas en filosofia, como en todo lo demas. Ha dejado el tmundo eno; se lo encuentra vacio, En Paris se ve el uuniverso compuesto de torbellinos de materia sutil; en Londres no se ve nada de eso. También Diderot acometié tal comparacién, aunque esta vez en clave novelesca a través de las paginas de Los dijes indiscretos (1748): A la sazén [la Academia] se encontraba dividida en dos facciones, una integrada por los vorticosos y otra por los atraccionarios. Olibri, hébil geémetra y gran fisico, fundd Ja secta de los vorticosos; Circino, hébil fisico y gran geémetra, fue el primer atraccionario. Tanto Olibri como Circino se proponian explicar la Naturaleza, Los principios de Olibri tienen a primera vista una simplicidad que seduce; concuerdan en lineas generales con los principales fenéme nos, pero se ven desmentidos en los detalles. En cuanto a Cireino, parte en apariencia de un absurdo, pero solo el primer paso es el que cuesta, pues los detalles minuciosos que arruinan el sistema de Olibri confirman el suyo. Sigue un camino que de entrada parece oscuro, pero que se ilumina a medida que se avanza por él, al contrario que el de Olibri que, claro al principio, se va aseureciendo progre- sivamente. La filosofia de éste-exige menos estudio que inteligencia, mientras que para ser discipulo de aquél se necesitan inteligencia y estudio, No se requiere preparacién, . Alberto Elena para entrar en la escuela de Olibri, de la que todo el mundo Eiene la clave, pero la de Circino sélo se abre a los grandes gedmetras. Los torbellinos de Olibri estén al alcance de todas las inteligencias; las fuerzas centrales de Circino sélo estan hechas para los algebristas de primer orden. Siempre habra, pues, cien vorticosos por cada atraccionario, pero un atraccionario valdra siempre por cien vorticosos. Sin embargo, no bastaba con la retérica y la propagan- da, por eficaces que éstas fueran. Eran pruebas lo que algunos cartesianos recalcitrantes exigian y no estaban dispuestos a doblegarse ante otro tipo de razones. Y asi, para mayor infortunio de éstos, los newtonianos obtuvie ron también las pruebas que habrian de permitir zanjar la cuestion y relegar al olvido el antafio popularisimo roman de la physique cartésienne (denominacién que, obviamente, habia sido acufiada por sus enemigos). Entre tantas otras divergencias, cartesianos y newto- nianos sustentaban hipétesis antagénicas acerca de cudl era la figura de la Tierra. En los Principios —y sobre la base de las mediciones efectuadas en 1673 por Jean Richer en Cayena— Newton habia afirmado que nuestro planeta tenia la forma de un esferoide achatado por los polos. Los cartesianos franceses, encabezados por Jacques Cassini, director del Observatorio de Paris, sostenian exactamente lo contrario, por lo que la cuestin devino eje de miiltiples discusiones en el seno de la Académie des Sciences de Paris, y no tardé en considerarse la posibilidad —y aun la conveniencia— de levar a cabo una suerte de experimento crucial (aunque en rigor no se tratara de un experimento, sino de un programa de observaciones que permitiera contrastar empiricamente ambas hipétesis): bastarfa, se pensaba, con medir un grado del meridiano terrestre en el Polo Norte y otro en el Ecuador, comparando luego los resultados. Y Luis XV, en pleno delirio imperial e imbuido de un indisimulado afin nacionalista, accedi6 a financiar sendas expediciones a Laponia y Peri con tal propésito. La expedicién a Peri, dirigida por Bouguer y La Condamine (a los que se unieron, como representantes del rey de Espaiia GEstilo newtoniano o ideologia newtoniana? 38 —ya que el virreinato del Pert era dominio suyo—, Jorge Juan y Antonio de Ulloa), partié en 1735, mientras que la expedicin a Laponia lo hizo al aio siguiente con Mauper- tuis a la cabeza. Desgraciadamente para los franceses —a quienes la aventura supuso un importantisimo esfuerzo econémico—, las ediciones terminaron por dar la razén a Newton y los cartesianos hubieron de rendirse ante la evidencia, con el agravante de haber contribuido a malver- sar los fondos del Estado. Ya se sabe, sin embargo, que nadie abandona asi como as{ las teorias cientificas en las que ha creido durante largo tiempo. Por ello, Clairaut, nifio prodigio que a los diez afios ya dominaba el célculo infinitesimal, que acompaiié a Maupertuis a Laponia, y que —como ardiente newtonia- no—habria de colaborar con la marquesa du Chatelet en la versién francesa de los Prineipios, se tomd muy en serio la necesidad de ofrecer una prueba adicional en favor del nuevo sistema del mundo. La ocasién se la brindé la prediccién de Halley acerca de la reaparicién en 1758 del cometa que lleva su nombre: Clairaut se tomé la nada pequefia molestia de calcular las perturbaciones que debia de haber experimentado a lo largo de su érbita desde su tima aparicién y predijo el momento exacto en que habria de pasar por su perihelio. Aunque el cometa se adelanté un mes y un dfa a la fecha fijada por Clairaut, todos convinieron en que su conjetura se habia visto corro- borada y con ello la teoria newtoniana de los cometas, uno de los principales corolarios del sistema del mundo expues- to en el Libro III de los Principios. Por fin, el mundo entero acabé postrandose a los pies del imponente edificio de la ciencia newtoniana. Pero si el «estilo newtoniano» se convirtié en modelo indiscutido del quehacer cientifico y el nuevo sistema del mundo era, conforme a toda evidencia, verdadero, no hay por qué pensar que las cosas quedaran ahi. Antes bien, proliferaron los intentos de hacer extensivo el newtonia- nismo a diversos ambitos extracientificos con el propésito, expreso 0 técito, de dignificarlos a los ojos de sus contem: Py) Alberto Elena pordneos. Asi, Hume se propuso —como apuntara Passmo- re en los afios cincuenta— convertirse en el Newton de las ciencias morales, y, al margen de que el éxito le sonriera o no, lo cierto es que su empefio marcé la ténica de numero- sas extrapolaciones del pensamiento newtoniano fuera del Ambito de la ciencia. De hecho, fue siguiendo los pasos de Hume como Adam Smith llegaria a introducir una perspec- tiva abiertamente newtoniana en la economia politica (para Sergio Cremaschi, el autor que mejor ha estudiado este aspecto, fue precisamente el enfoque newtoniano de Smith lo que le permitié dotar a la teorfa econémica de una nueva y més fructifera orientacidn). Y, en iltima instan- cia, no habrian de ser éstas las empresas mas espectacula- res, pues hubo incluso a quien se le ocurrié servirse del newtonianismo como guia y principio renovador en metafi- sica: Immanuel Kant. En su Unica prueba posible para demostrar la existencia de Dios (1762) leemos: El auténtico método de la metafisica coincide en el fondo con el que Newton introdujo en la ciencia de la naturaleza y que tan fecundos resultados dio en ella. Este método consiste en investigar mediante experiencias segu- ras, y en todo caso con ayuda de la geometria, las reglas conforme a las cuales tienen lugar en la naturaleza determi. nados fendmenos, Aunque no siempre se vean sus primeras ‘causas en los cuerpos, es indudable que actian con arreglo ‘a estas leyes, y la manera de explicar los complejos fenéme- nos naturales consiste en hacer ver claramente cémo se adeciian a estas reglas bien establecidas. Lo mismo ocurre en el campo de la metafisica: investigad mediante una experiencia interior segura, es decir, mediante la concien- cia patente y directa, aquellos rasgos caracteristicos que ‘son claramente inherentes al concepto de ciertas cualidades generales, y, aunque no conozeais inmediatamente la esen- Cia total de la cosa, podréis serviros de ellas con toda seguridad para derivar de ahi mucho de lo que forma la esencia de la cosa misma. {Quién podria dudar de la fascinacién ejercida por la obra de Sir Isaac atin mucho después de que viera la luz? GEstilo newtoniano o ideologia newtoniana? 35 Ahora bien, sentada la existencia de un estilo newtonia- no enormemente fecundo, reconocidas las notables virtudes del sistema del mundo pergefiado en los Principios y depurado a lo largo de todo el siglo xvill, e incluso admitidas las posibilidades del newtonianismo fuera de la esfera de las ciencias fisicas, atin nos faltaria un elemento clave para comprender las razones de su éxito, Una vez mas es Voltaire quien nos proporciona una pista segura en sus Elementos de la filosofia de Newton, donde el nuevo sistema es explicitamente ensalzado por su superioridad en el plano teolégico frente al de su més directo rival, Descar- tes. Una concepcién voluntarista de la divinidad era, a los ojos de Voltaire, mucho més satisfactoria que el Dios racionalista creador de un Universo mecénico del que hablara Descartes. Por decirlo con palabras de P. M. Rattansi, el universo newtoniano era absolutamente contingente ¥ dependia enteramente de la voluntad divina, En cambio, él mundo de Descartes podfa fécilmente concebirse como auito- suficiente: era «indefinidamente» extenso y completamente material, no existiendo peligro de colapso dado que la cantidad de movimiento se conservaba etermamente. Asi pues, la concepcién newtoniana hacia mucho mas necesa Tio el concurso de un creador, con respecto al cual la depen- deneia de la materia era absoluta, y de este modo sumini traba una mayor proteccién frente al panteismo y el mate- rialismo. Para Voltaire, firmemente convencido siempre de la necesidad de la idea de Dios («si Dios no existiera, habria que inventarlo», escribiria al duque de Richelieu en 1770), la filosofia newtoniana constituia una de las mejores armas en ese sentido y desde luego no era cosa de desapro- vecharla, Sin embargo, Voltaire tampoco estaba dispuesto a seguir a Newton y a sus discfpulos hasta sus titimas consecuencias, prefiriendo no traspasar el umbral de un frio deismo. En efecto, la plana mayor del newtonianismo habia apostado fuerte en su reivindicacién del Dios volun- - Alberto Blena tarista de Abraham e Isaac, sin que —pese a las ironfas de Leibniz— parecieran hallar inconveniente alguno en con- cebirlo atento a la permanente supervision y revision de su Universo (aunque, como ya se ha apuntado, Laplace habria de mecanizarlo algiin tiempo después, haciendo de nuevo jinnecesario el concurso de la divinidad para su funciona- miento). Por supuesto, la interpretacién volteriana de la filosofia natural de Newton no fue tinica ni excluyente. No todos sus colegas coincidian en sus apreciaciones: Maupertuis, D’Alembert, Diderot, Buffon o D'Holbach representaban otras tantas lecturas posibles de aquélla. Pero, sin embar- go, hay que convenir que Voltaire logré imponer su New- ton y con ello vender un nuevo tipo de racionalismo supuestamente libre de metafisica, fundado en la piedra angular de la experiencia y aparentemente ortodoxo desde el punto de vista teol6gico. Asi, ya en el propio siglo XVII aparecié una infundada —pero hasta hace poco todavia frecuente— vision del otro Newton (estudios de cronologia biblica, trabajos sobre las profecfas de las Escrituras, Investigaciones alquimicas...) como mera consecuencia del famoso colapso mental de Sir Isaac en 1693. Newton era, ante todo, un modelo a imitar y dentro de tales esquemas no cabjan tamafias veleidades. Lo curioso es que la defensa volteriana de la filosofia experimental frente al dogmatismo cartesiano, fruto, sin duda, de su abierta anglofilia, habia sido ella misma importada de las Islas. Dicho de otra forma, la idea de que Ja filosofia experimental constitufa un antidoto inmejorable contra la irreligiosidad, el atefsmo y toda clase de fanatis- mos —sin perder de vista, claro est, sus repercusiones politicas— era ya un lugar comtin en Inglaterra, donde a través de la influyente Historia de la Royal Society (1667), de Thomas Sprat, 0 de los escritos de Boyle, Hooke y tantos otros gozaba de gran predicamento. Ese y no otro es el punto de partida de la lectura ideolégica del newtonianismo que los filésofos y hombres de ciencia del siglo XVII no hicieron sino retomar. Seré, pues, preciso volver la mirada UEstilo newtoniano o ideologia newtoniana? 37 a Inglaterra —retrotrayéndonos también en el rotray 1s también tiempo— para analizar la génesis de lo que se ha nm «ideologia newtoniana», gue ge ha dado en Tamar Margaret C. Jacob, a quien debemos el me f a jor estudi acerca de la significacién social y politica de la nueva filosofia, ha caracterizado asi el proceso: 1a contribucin mis importante dels fieofos nature les de la Restaracibn hombres como Wilkin, Boyle Brow feats on hw de ste mace aque requeria In paricipacin activa de Dios eh las Operations de la natursent En ea emospcin crane tna de Ta cieneia Universo te saponis conpuesta de materia y movimiento; Ia materia pola une, eotrictura ‘mien “los itomos eolisonaban en el vacio~ pero a ‘movimiento era algo distint de aquila,sendole confers A'fos tomos ya ses compueston por fuera exter de Cardetereapriinl, Et orden y la‘armonia tan evidents para Io filsofos dela Testuracin exit tnicamente for er la Provdencia quien supervsab teas cada una de tas operaciones ce la naturalera. Pra ello be seria de leyes quo exprosaban su voluntad y que a ta ciencia le correspondin. descubrir_y mostrar fin de explica al hombre las operaciones de ta Provdencia en Cossibn La ciencia asi entendida habria de contrib _La ria ribuir como ningtin otro factor a restafiar las graves heridas de la guerra civil, legitimando a la Iglesia y el Estado de la Restauracién monarquica, a la vez que excluyendo de un plumazo a radicales, librepensadores, fandticos y ateos, materialistas, etc. De este modo, pues, el sector latitudina- rio de la Iglesia anglicana vio en la nueva filosofia experi ‘mental su mejor aliado para el mantenimiento del orden y la estabilidad social, ast como un factor clave para el lesarrollo econdmico y colonial que habilmente solay con Ja lucha contra el papismo, a ista orientacién ideol6gica gozaba ya de cierto predica- mento antes de la publicacion de los Principios matemdticos de Ia filosofia natural en 1687, pero su auténtica difusién es Alberto Elena \inicamente Ilegarfa como consecuencia de la revolucién de 1688, momento en que los latitudinarios se convertirfan en el sector hegeménico de la Iglesia de Inglaterra. Estos hallaron su mejor tribuna en las Boyle Lectures (estableci- das por éste algunos meses antes de su muerte y cuya singladura se inicié en 1692), cursos en los que los principa- les te6logos newtonianos asumieron desde el comienzo un auténtico protagonismo. Bentley, Harris, Clarke, Whiston © Derham promovieron desde ellos una feliz alianza entre la filosofia natural newtoniana y el pensamiento religioso y social del latitudinarismo. A decir verdad no parece plausible que —exceptuando a Clarke—los propagandistas eclesidsticos estuvieran en condiciones de comprender cabalmente las contribuciones cientificas de Newton, mas lo cierto es que les bastaba con intuir que éstas les podrian suministrar un 6ptimo fundamento para el orden social que tanto ansiaban y un antidoto eficaz contra las doctrinas de ateos y radicales. Sin embargo, tampoco hay que olvidar que fue su versin la que procuré al newtonianismo su extraordinario éxito popular, Ia que —en una palabra— le confirié una dimensién social tal vez. nunca sofiada por el propio Sir Isaac. De nuevo es preciso citar a Margaret Jacob: ‘Las Boyle Lectures pronunciadas por los comentaristas de Newton suministraron a sus oyentes y a los subsiguien- tes lectores la primera clara formulacién de lo que se daria en llamar la filosofia natural newtoniana. Junto a las exposiciones més mateméticas y més técnicas de otros newtonianos —como Whiston, Henry Pemberton, Colin Maclaurin y Jean-Téophile Desaguliers—, asi como a la famosa Cuestién 31 de la Optica (1717-1718) del propio Newton, las Boyle Lectures crearon la cosmovisién newto- niana. Sin estas aportaciones los logros cientificos de Newton y su filosofia natural hubieran permanecido desco- noeides fuera del reducide cfrculo de sus amistades o tan sélo comprensibles para aquellos pocos cientificos que 2 ambos lados del canal estaban a la altura de su competencia matematica y cientifica, UEstilo newtoniano o ideologia newtoniana? 39 Por lo demas, los ecos de las Boyle Lectures no tardaron en llegar al continente a través de sus versiones impresas, (las conferencias de Bentley se tradujeron al latin, alemén, francés y holandés; las de Derham, al holandés, sueco y aleman; las de Clarke, al francés). Aunque no todos podian ni querian aceptar a pies juntillas sus ensefianzas —Der- ham habia Hegado a afirmar, por ejemplo, que la difusién del provestantismo a través de las campafias comerciales inglesas en China formaba parte del admirable plan de la Providencia, cuya existencia habia quedado claramente demostrada por la filosofia newtoniana—, la repercusién de éstas fue muy considerable. Asf, D'Holbach se referira explicitamente a ellas a la hora de dejar constancia de sus reservas frente a la ideologia newtoniana que —a esas alturas nadie lo dudaba— se habfa superpuesto al puro contenido cientifico de los Principios 0 de la Optica D’Holbach reprochaba a Newton haber dado cabida en su sistema a una causa supranatural, pues ello significaba de hecho abrir las puertas a la teologia y, de resultas, a una ideologia del dominio: «El sublime Newton es sdlo un nifio cuando abandona la fisica y la evidencia para perderse en las regiones imaginarias de la teologian, escribiria D'Hol- bach. Sin embargo, sabia muy bien que la opcién newtonia- na no era en absoluto inocua y que en realidad representa- ba una seria amenaza para él materialismo heredero en una u otra medida de la tradicién cartesiana. Asi, los enemigos del newtonianismo —que siempre los hubo (baste pensar en Toland, que encabezaria toda una nueva genera- cién de radicales y librepensadores en suelo inglés)— mostraron una clara coincidencia en las razones de su oposicién y reconocieron en el legado de Sir Isaac una opcién ideolégica que trascendia su formulacién de un riguroso sistema del mundo e incluso su admirable estilo. Ellos sabian que si la filosofia natural newtoniana se habia hecho acreedora de tan répida aceptacién y popularidad no era sélo por sus méritos intrinsecos, sino también porque servia de soporte a una determinada ideologia social. El conflicto se prolongé durante largo tiempo —todavia Wi- a Alberto Elena liam Blake vefa en Newton el simbolo de un execrable capitalismo tecnolégico e imperialista— sin que las opcio- nes variasen sustancialmente: o se estaba con Sir Isaac 0 se estaba contra él. Por eso Newton es la figura clave, el punto de referencia obligado, de toda la historia intelectual (que no sélo de la ciencia) de los siglos XVII y XIX, y por eso su importancia trasciende los estrechos limites de la em- presa cientifica para erigirse en el artifice de la mentalidad de toda una época. El estilo newtoniano cautive —justa- mente— a los hombres de ciencia de la Iustracién, pero fue la ideologia newtoniana 1a que hizo del autor de los Principios un personaje popular y le convirtié en simbolo de un preciso momento histérico: si Pope pudo escribir en el epitafio de Newton que éste habia introducido la luz alli donde antes tnicamente habia tinieblas, cudn natural resultaba que el siglo llamado «de las Luces» le venerara por encima de cualquier otro mortal AE Leche para los nifios, pernil de oso para Mr. Newton Carlos Solis Santos ‘There is no way (w'* out revelation) to came to y* Knowledge of a Diety but by y* frame of nature (Manuseritos Yahuda, 1, €. 67), ‘Pex Newton la mayoria de los mortales somos como los corintios: «leche os di a beber, no manjar s6lido, pues sois como nifios» (San Pablo, 1 Corintios, 3: 1-2). La leche es el conjunto de los sencillos principios minimos que hay que creer para salvarse: que existe un Dios que manda, al que hay que obedecer y adorar por la cuenta que nos tiene. El credo catdlico estd eno de metafisica absurda e incluso de corrupcién inducida por la Puta de Babilonia, figura cripti ca con la que el Libro de Daniel alude al Papa. Pero aparte de la turba de tiernos y estipidos corintios, hay un pequefio grupo de rudos elegidos del Sefior reconocibles por peque- fos detalles; como Newton, cuyo nombre latino, Isaacus Nevutonvs, consta de letras que debidamente ordenadas devienen en Ieova Sanctus Vnus. Ellos pueden hincar el diente en viandas mas fuertes, adentrandose por el empina- do sendero de la teologia. «Hay muchas verdades de enor- me importancia, aunque de mas dificil inteleccion», sefiala Newton, «que el Apéstol compara a la carne fuerte para

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