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aii S16L LOS ORIGENES DEL Sct or Bee (siglos xvi-x1x) : ie l-Vlelsen cose ee 1 | | 3 Peesints Sua a Me F ann La carcel- como lugar donde se a ares ets eet ce ‘como vA. cre natural”: quien‘comete un‘delito " Se BolT ria lt Gale} pena pa- sando parte desu yida-recluidd Pree Cyc Reitratcutl TT remor mo carcel, gPor qué? gCual racionalidad estd Creare IRIS Mieka ory Cree ml} roa TYR UMBC UinrerLit eater a Tomer o usta Ced a POC ET eR Ee macs Cie ota go Colona ore Uy Cet Ce eee eC eer er a eats CSS MM OMT Ree Cn ERetn etre alt CTL MR Lol Coley produccién capitalista. Apenas en el siglo.XVIl' nace la ingtitucion carce+ Det) UTM oe OL MUA MACUL Ce meLeUat Lote (oMM Som LATS 6 ele sarrollo capitalista Ree ensleor ere ice MST aol ented Cota ol CCM MIS eM Ure-lirelel oR ptt Tao Ry trabajar. Be ahi Tmo sass rreuateies ems ML ML uC a Ree leLi eee Ree RMT RCo Mustakeaconoulicd Da eco aie eee Se eed Pee ee in ee a ce Ce ee aS Bs een Rel une ERO cited fNiemacelets) y, fabrica’’ al principio no se observa ninguna distincién: ‘Sin AR MARR Un stele Me MU mer iss (caer hece globalmente ligada al mundo de la produccién, hasta llegar,,en,fa Beane Meee oe or ome Rue Lee Tle meeCMaaeeColoMsCae ls tenciario en-los ReeuCe ciety aCe cule Mc kesscus tec ii gi Se aeRe RAC ence Melek ige ttc} desde el siglo XVI hasta la mitad del XVIII y la experiencia norteameticana del’siglo pasado) es el To ee el eae el Re Mle ere eR a Me Res A eS UR MR RTT econémi- co.que tiene —y no ha podido dejar de tener— precisos;reflejos sobre la Tr rcunete em Oncutl Sete uid Meu cen oie Cio iets estructura econémica-y realidad penitenciaria esta én condiciones de de- finir los espacios reales:\de-un posible Re CO aC) eet eNel i Pree CU a ne Meee ee ees ea Roce eee i eR CR et OLS ee ao COR Re Coe a Ue odo ae mt CMa oleae BOC i a Roce ME Tee ee ree Rake maine cB CO atc k A atte CCl o loka RUM oa Colao Clemo colceir Kel Rte MAVIaC Rota cot UL Relgelo falco eso Titel ee) are) Tem RoR LU eee cae k Uraate Rs Re on : wt a Dario Melossi:.y Massimo Pavarini, redactores de La Questione Crimina- Ce a et Ue ee Con a Pe CnC EC een : yee a Lcd ae -_ Pons : He ies , MEXICO ro 5 ff fi : ARGENTINA Fi 6 a fereltol ry Beri ed siglo veintiuno editores, sa CERRO DEL AGUA 248; WENICO 20. OF siglo veintiuno de espafia editeres, sa CIPLAZA'S, MADRID 33, ESPARA siglo veintiuno argentina editores, sa ees ‘Av. Yo, 17-73 PRIMER PISO. BOGOTA, D.E, COLOMBIA siglo veintiuno de colombia, Itda edicién al cuidado de jorge tula portada de anhelo hernandez primera edicién en espafiol, 1980 © siglo xxi editores s. a, Iszn 968-23-0959-X primera edicién en italiano, 1977 © il mulino titulo original: carcere e fabbrica. alle origini del sistema penitenziario derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico printed and made in mexico INDICE PRESENTACION CARCEL Y FABRICA. LOS ORIGENES DEL SISTEMA PENITENCIARIO (SIGLOS XVI-XIX) INTRODUCCION PARTE I. CARCEL Y TRABAJO EN EUROPA Y EN ITALIA EN EL PERIODO DE LA FORMACION DEL MODO DE PRODUCGION CAPITALISTA, for DARIO MELOSSI 1. cREACION DE LA INSTITUCIGN CARCELARIA MODERNA EN INGLATERRA Y EN EUROPA CONTINENTAL ENTRE LA § MITAD DEL SIGLO XVI Y LA PRIM GUNDA A MITAD DEL SIGLO XIX 1, Bridewells y woekhouses en la Inglaterra isabelina, 29; m. La Rasp- huis de Amsterdam y la manufactura, 35; 11. Génesis y desarrollo de Ja instituci6n carcelaria en los otros paises de Europa, 44; 1v. Ulterio- res vicisitudes de la institueién en la experiencia inglesa, 55; v. Cons- truceién de la moderma practica carcelaria en Buropa continental, entre el Numinismo y la primera mitad del siglo xrx, 73 SIS DE LA INSTITUGION CARCELAGIA EN ITALIA 1. Siglo xvr y siglo xvm, 92; 1. El siglo xvnt, 97; mt. Desde el periodo napolesnico hasta antes de la Unidad, 1i4 PARTE H, LA INVENCION PENITENCIARIA: LA EXPERIENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMERICA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX, por MASSIMO PAVARINI 1, LA BRA JACKSONIANA. DESARROLLO ECONOMICO, MARGINALIDAD Y POLETICA DE CONTROL SOCIAL 1. Propiedad inmobiliaria ¢ institucién familiar como aspectos del control social en el periodo colonial, 135; 1. El cuadro estructural: de una sociedad agricola a una economia industrial, 147 [¢) El pe- riodo postevolucionario: procesos de acumulacién y economfa mer- cantil, 147; b) El despegue industrial (1820-1860), 153]; 1. Pro- cesos disgregativos y nueva politica de control social: la hipdtesis ins- titucional, 158; 1. Bl nacimiento de Ja penitenciaria: de Walnut Street Jail a la prisién de Auburn, 165; v, Las formas de explota- cién y la polities del trabajo carcelario, 173 1) ~ 29 135 6 ixpice: 2. LA PENITENGIARIA COMO MODELO DE LA SOCIEDAD IDEAL 1 La cércel como “fabrica de hombres”, 189; 1. La doble identi- dad: “criminal-encareelado” y “no propietario-encarcelado”, 1915 mt, The penitentiary system: el nuevo modelo del poder disciplinario, 195 [a) Solitary confinement: la hipétesis carcelaria filadelfiana, 198; 6) Silent system: el modelo de Auburn, 204]; 1. Et producto de la ma- quina penitenciaria; el proletariado, 209; Apéndice 1: la subordina- cién del hombre para convertirse en ser institucionalizado, (Encuesta en la penitenciaria de Filadelfia en octubre de 1831,), 211; Apén- dice 1: la soberania administrativa en el régimen del silent systems (Gonversaciones sostenidas con G. Barret, B.C, Smith y E, Lynds.), 219 oo CONCLUSIONES: RAZON CONTRACTUAL Y NECESIDAD DISCIPLINAR, EN LOS OR{GENES DE LA PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD INDICE DE NOMBRES 189 226 234 PRESENTACION Para el investigador (italiano) que esté interesado en los origenes de las institaciones penitenciarias, e] momento presente es un periodo interesante. En noviembre de 1976 se public por fin en Italia el texto de Foucault Vigilar y castigar. Y hoy aparecen, reunidos orgdnica- nrente, en un volumen, dos ensayos importantes de Dario Melossi y Massimo Pavarini: uno dedicado a las relaciones existentes entre céxcel y trabajo en Europa y en Italia, entre el siglo xvi y Ja primera mitad del siglo xrx, y el otro a las experiencias penitenciarias de Esta- dos Unidos de América en la primera mitad del siglo xtx. El interés, por cierto, no es solamente hist6rico: revisar los ori- genes del sistema penitenciario en Europa y en Jos Estados Unidos sig- nifica, en realidad, encontrar las razones de fondo que explican la crisis del sistema carcelario actual, y plantearse el problema de la ho- mogeneidad entre las instituciones carcelarias y los modclos econémicos y politicos de nuestra sociedad. Al decir esto no queremos afirmar que cualquier investigacién histérica deba tener, o tenga siempre, como finalidad una mejor comprensién del presente, pero Jos ensayos de Melossi,y Pavarini, y en otro sentido la obra de Foucault, son ttiles para este fin, pues el método que utilizan suministra modelos de in- vestigacién susceptibles de aplicarse, en sus presupuestos generales, a sociedades y a periodos distintos de los que ellos examinan. La reflexién del momento actual se hace una consecuencia obligada, y ello les da a estas investigaciones una actualidad indiscutible. El dato comin, que se hace evidente tanto en la obra de Foucault como en la extensa y en muchos sentidos original sistematizacién hecha por Melossi y Pavarini de un material bibliogrdfico poco conocido o desconocido por completo en Ttalia, es la inversion que hacen de un cierto modo de considerar a la carcel como una institucién aislada y separada del contexto social, La careel, y las demés instituciones de confinamiento, son lugares cerrados, y por lo tanto estén aislados y separados de la sociedad libre, pero esta separacién resulta mAs apa- rente que real, ya que la cdrcel no hace mas que manifestar o levar al paroxismo modelos sociales o econémicos de organizacién que se intentan imponer o que ya existen en la sociedad. Foucault por una parte, y Melossi y Pavarini por la otra, siguiendo métodos y proyectos ideolégicos muy diferentes, Hegan a la misma conclusién, que se puede considerar ya como el punto de partida de Je 7 3 PRESENTAGION investigacién hist6rica actual de Jas instituciones penitenciarias.: Para Foucault la cércel es el mejor ejemplo del poder disciplinar ejercido en el contexto social por quien detenta cl poder; modelo que asume aspectos casi metafisicos, y que pierde, precisamente por su abstrac- cién y generalizacién, una dimensién histérica precisa. Foucault exa- mina el nacimiento de las instituciones carcelarias y de las otras ins- tituciones de confinamiento en Francia al final del siglo xvm y prin- cipios del 1x, pero, para él, cl haber descubier'o el modelo de orga- nizacién penitenciaria tiene tal importancia que pretende haber des- cubierto un esquema universal que se va a reproducir, sin modificarse, a pesar de los cambios que suceden en Ja sociedad francesa desde el principio del siglo xrx hasta nuestros dias. Para Foucault importa mas e] descubrimiento de este modelo de control disciplinar y de sus mecanismos abstractos de funcionamiento que las modalidades concretas de gestién del sistema peniten- ciatio y de los otros instrumentos de conirol social (escuela, hospital, hospicio, cuartel, fAbrica, etc.) en el periodo que analiza.’ Asi, no re- sulta sin fundamento preguntarse si efectivamente han funcionado los organigramas de control normal aplicados por la sociedad burguesa, e interrogarse también a qué exigencias de poder corresponden, y si concretamente han obtenido los resultados para los cuales se institu- yeron. Muy distinto es el método que siguen Melossi y Pavarini en la individuacién de las relaciones coneretas existentes entre cdrcel y or- ganizacién econémica y politica de la sociedad. Para ellos la preocu- pacién por situar la cdrcel en un contexto histérico preciso constituye el hilo conductor de la investigacién, a la vez que constantemente intentan comparar los esquemas tedrico-interpretativos que proponen para explicar primero la génesis y después el desarrollo de Jos distintos sistemas pemitericiarios y la concreta incidencia que tienen las institu- ciones penitenciarias en la organizacién econémica y social que estén analizando. Veremos cémo tampoco este método esta libre de un cierto meca- nismo, en particular para los periodos histéricos y para aquellas reali- dades nacionales —entre las que se encuentra Italia~— en las que las hipétesis de trabajo y las tentativas de explicacién. propuestas para otras situaciones encuentran menos correspondencia en la realidad con- creta. Pero, de todos modos, estamos frente 2 contribuciones de gran interés que estimulan el andlisis de las relaciones existentes entre la carcel y las diferentes situacioncs socioeconémicas, y el papel que des- empefian actualmente las institucionés penitenciarias. Este método de trabajo aparece claramente desde las primeras paginas de la obra de Melossi Carcere ¢ lavoro in Europa e in Italia PRESENTACTON nel periodo della formazione del modo di preduzione capitalistico [Gar- cel y trabajo en Europa y en Italia en el pericdo de la formacién del modo de produccién capitalista]. Los Bridewells y los Workhouses de Ja Inglaterra isabelina, como los Rasp-huis de Amsterdam, se encuen- tran y se conectan con exigencias econémicas y de mercado muy pre- cisas, en una perspectiva completamente nueva, al menos en el con- texto de la bibliografia carcelaria italiana, Los origenes del internamiento obligado en la Inglaterra de la se- gunda mitad del siglo xvz, en el que se recogen ociosos, vagos, ladrones y delincuentes menores para obligarlos a hacer trabajos forzados bajo una rigida disciplina, y la multiplicacién, siguendo el modelo que se experiments en el castillo de Bridewell, de correccionales en numerosos lugares de Inglaterra, se consideran a la luz de las hipétesis de Marx, tan avanzadas en su tiempo, sobre la necesidad de enfrentar con ins- trumentos represivos a las grandes masas de ex trabajadores agricolas y de desbandados que, como consecuencia de la crisis irreversible del sistema feudal, se desplazan hacia las ciudades, sin que la naciente manufactura sea capaz de absorberlos con la misma rapidez con que ellos abandonan el campo. En esta primera. fase, la segregacién no se debe tanto a una necesidad de destruccién o eliminacién fisica sino mas bien a la utilizacién de mano de obra, 0 quizds incluso a la ne- cesidad de adicstrar para e] trabajo manufacturcro a ex campesinos reacios a someterse a los nuevos mecanismos de produccién. Se hace el mismo andlisis, de manera més cuidadosa, de las casas de trabajo holandesas de la primera mitad del siglo xvm, de cuya or- ganizacién emerge nitidamente que el propésito era el aprendizaje forzado de la disciplina de fabrica.,Con toda objetividad se demuestra que este fin era mas importante que el de contro] del mercado de tra- bajo, aunque no sea mas que por la importancia relativamente restrin- gida que en aquel periodo histérico tuvieron tales instituciones. La precisién es importante, porque cuando se cede a una excesiva sobrevaloracién, generalizacién del fenémeno, se corre el riesgo, una vez, encontrada una férmula interpretativa, de extender su alcance y aplicarlo mecénicamente a situaciones en que la cércel, 0 la casa de trabajo, si se prefiere, tiene dimensiones tan insignificantes que no es posible atribuirle funciones de control social o alguna incidencia so- bre el mercado de oferta y demanda del trabajo. Habria que ser m4s bien cauto cuando se precisa que “el secreto de las Workhouses o de las Rasp-huis [. ..] consiste en representar en términos ideales la concepcién burguesa de la vida y de Ja sociedad, en preparar a los hombres, en concreto a los pobres y a los proletarios, para que acepten un orden y una disciplina tales que los haga ins- trumentos déciles de la explotacién”, o en sostener fout court —y es 10 . PRESENTAGION la conclusién a la que Iegan Rusche y Kirchheimer— que “la primera forma de la cdrcel moderna [...] esté estrechamente ligada con las casas-de-correccién-manufactureras”. Hacer esto es atribuir a.la na- ciente burguesia manufacturera y a su organizacién social una impor- tancia y una capacidad que en realidad sélo se dio en experiencias ciertamente embleméaticas, pero cuya importancia fue muy limitada cuantitativa y territorialmente. La relacién existente entre circel y mercado de trabajo, entre in- ternacién y adiestramiento para la disciplina fabril no se puede poner en duda después de la investigacién de Melossi y Pavarini, pero al lado de esta légica econémica existen probablemente otras que no son simplemente coberturas ideolégicas o justificaciones éticas. La clave para una reconstruccién de Ja funcién global de Jas instituciones se- gregatorias en el largo periodo de su gestacién entre el siglo xvt y el si- glo xva, probablemente est en una perspectiva que considere también otros componentes, ciertamente contradictorios y menos racionales, que volvemos a encontrar en las actuales instituciones carcelarias y que abarcan un amplio ahanico de motivaciones, a veces claramente mistificatorias, pero una vez que otra reales, y que van desde las exi- gencias de defensa social hasta el mito de la recuperacién y recduca- cién del delincuente, desde et castigo punitivo en si hasta los modelos utépicos de microcosmos disciplinarios perfectos. Es cierto, sin embargo, que el andlisis interpretativo que destaca las reducciones entre el origen de las instituciones carcelarias, la difu- sién de la pena consistente en detener al culpable y e! modo de pro- duccién capitalista contribuye de manera determinante a la compren- sién del fenémeno y desmantela definitivamente los mitos y los lugares comunes de la inmutabilidad de Ia cércel a través de los siglos. En este sentido, es particularmente convincente la relaci6n de interdependencia entre las cambiantes condiciones del mercado de trabajo, el brusco descenso de Ia curva del incremento demografico, la introduccién de las maquinas y el pasaje del sistema manufacturero al sistema de fa- brica propiamente dicho, por un lado, y el sitbito y sensible empeora- miento de las condiciones de vida en las cdrceles, por el otro, a partir de la segunda mitad del siglo xvi en Inglaterra y en los otros paises europeos que s¢ industrializan répidamente, Es en este periodo, en efecto, cuando en las earceles se dejan de practicar formas de trabajo productive y competitive y comienza a prevalecer un sistema intimi- datorio terrorista de gestién que se perpettia durante el siglo xx y también. posteriormente. La correlacién entre los sistemas de organi- yacion carcelaria y las exigencias del despegue industrial y del control terrorista del proletariado, tiene fundamentos indiscutibles y se basa en situaciones de hecho, tales como el notable desarrollo cuantitativo de AL las instituciones carcelarias y las terribles condiciones de vida en las prisiones, descritas por reformadores del siglo xvm, en primer lugar por Howard. La tentacién de explicar segtin este esquema interpretativo otras situaciones en las que faltan los presupuestos econdmicos y producti- vos para ligar el sistema carcelario con la linea de desarrollo de la economia capitalista, hace menos convincente la investigacién de la rea- lidad italiana, y no tanto porque en la segunda parte del ensayo de Melossi, éste se proponga aplicar sus concepciones a las primeras ex- periencias italianas del siglo xvr y xvi sino mas bien porque al faltar los presupuestos econémicos y sociales que hagan plausibles la expli- cacion de la c4rcel en funcién de las exigencias del mercado de tra- bajo y del modo de produccién capitalista, no se plantean otras expli- caciones tentativas. Se Iega asi a la necesidad de hacer referencias genéticas a exigencias de orden y de control social, las cuales por eso. mismo ‘son revaloradas, puesto que, aunque en forma extremadamente reducida y con una minima incidencia cuantitativa, la experiencia de internacién existe también en Italia. Estas limitaciones estén en parte presentes en Ja indagacién sobre periodos posteriores, desde el setecientos hasta las experiencias de los estados que precedicron a la unificacién italiana. Hay que ser cons- cientes de la enorme dificultad que representa la organizacién de un material tan disperso y heterogénco, debido a las distintas experiencias politicas que hubo y a los distintos niveles de desarrollo econédmico de los estados y regiones italianas, a lo que hay que afiadir la carencia de intentos de sistematizacién o valoracién critica, por lo que se ne- cesita, en primer lugar, recurriendo a las pocas fuentes existentes, com- pletar la informacién necesaria para hacer la descripcién de las insti- tuciones carcelarias de internacién existentes. A pesar de todas estas dificultades, en la parte final del ensayo aparecen algunas lineas seguras de interpretaci6n, a partir de las cuales se puede concluir que en Jtalia nunca existié la fase histévica en la que la institucién penitenciaria funcioné como adiestramiento para la fAbrica o como control del mercado de la fuerza de trabajo. En Italia, la cArcel, que nacié notablemente mds tarde que en otros paises debi- do al retraso con que se inicié el desarrollo de las manufacturas y por ende de las fabricas, tuvo inmediatamente Ja funcién represiva y te- rrorista que se le dio a principio del siglo xix al internamiento en las haciones europeas mds avanzadas. Se salté asi el pasaje, o Ja ilusion, si se prefiere, de utilizar la institucién carcelaria en el cuadro de las exigencias de produccién de la naciente economia capitalista. Esta hipétesis, que podria ser una explicaci6n convincente del erénico atraso de las cfrceles en Ttalia, desde su origen hasta nuestros 12 PRESENTAGION dias, se apoya en consideraciones de importancia, tales como la per- manencia de las relaciones precapitalistas en el mezzogiorno y la fun- cién que tiene el proletariado meridional como integrante del ejército de reserva laboral de Ja economia del norte del pais y de los mas avanzados paises extranjeros a través del fenémeno de la emigracién masiva, Las funciones de regulacién del mercado de trabajo y de adiestramiento para la fébrica que, en ciertos periodos histéricos y a veces de manera mds simbélica que real, ha ejercido la cércel en pai sés con una estructura econémica y social més homogénea, en Italia Jas suministraron otros instrumentos de control, entre los cuales so- bresale la emigracién interna ¢ internacional. Cuando en la segunda mitad del siglo xxx algunas zonas de Italia alcanzaron los niveles de produceién de otros paises europeos, la cdrcel se adecuaré en toda la nacién al modelo de instrumento terrorista de control social, sin que sea posible distinguir diferencia alguna de gestién entre las zonas industrializadas del norte y las mas atrasadas del sur, ya que estaban unificadas bajo Ja misma administracién centralizada de las institu. ciones penitenciarias. Convendria més bien preguntarse si esta tentativa de sistematiza- cién del origen y constante atraso del sistema carcelario italiano se da también en otros paises de la cuenca del Mediterraneo, en los que se dio un atraso en el desarrollo econémico similar al de Italia, como Espafia, Grecia o Turquia. Si estas analogias se dieran reforzarian Ja hipétesis de una linea de desarrollo de la cArcel caracteristica de los paises subdesarrollados (evidentemente en los primeros decenios del siglo pasado), ¢ inducirian a wna profundizacién también en perspec: tiva comparada de la indagacién sobre la situacién italiana, hasta ahora demasiado relegada al ser comparada con el nivel notablemente mas avanzado de la investigacién en paises en los que la cércel tvo fun- ciones econémicas y sociales que no tienen comparacién 0 correspon- dencia, o en tode caso existe muy alejada, con la realidad italiana. Estas conclusiones problematicas referidas a Jas vicisitudes histéricas de las instituciones carcclarias italianas encuentran una explicaciéa indirecta en los resultados a los que arriva Massimo Pavarini en su ensayo sobre “La invenzione penitentiaria: Pesperienza degli Stati Uniti D’America nella prima mmeta del xrx secolo” [El origen de la penitenciaria: la experiencia de los Estados Unidos de América en la primera mitad del siglo xxx]. Y resultan mas convincentes porque la historia carcelaria de los Estados Unidos cuenta no sdlo con una vasta elaboracién critica, inexistente para la situacién italiana, sino también con un desarrollo Iégico y una articulacién de los sistemas peniten- ciarios que ponen de manifiesto, fuera de toda discusién posible, las PRESENTAGION 13 conexiones existentes entre la cdrcel y el desarrollo econémico de Estados Unidos del siglo xrx. El eslabonamiento entre las formas de control social y el tipo de economia agrario-familiar del periodo colonial, entre jas primeras experiencias de internacién del periodo posrevolucionario y su pro- gresivo perleccionamicnto en funcién de las exigencias productivas del despegue industrial, estén ampliamente documentadas y forman un esquema ejemplar de subordinacién de la ideologia punitiva y peni- tenciaria a las leyes del mercado de trabajo. Asi, no es casualidad que sea en Estados Unidos, a fines del siglo xvun_y principios del xrx, donde se inventan y se experimentan en répida sucesién histérica los dos sistemas penitenciarios clisicos de Filadelfia y de Auburn, en Ios cuales el trabajo reviste respectivamente una nueva funcién punitiva o bien se organiza segtin esquemas pro- ductivistas y competitivos. Tampoco es casualidad que mientras en los Estados Unidos los dos sistemas se usan y se aplican hasta sus tiltimas consecuencias (basta pensar en la intervencién directa de la industria privada en la oxganizacién y gestion del trabajo carcelario en el es- quema del contract system), en Europa, como lo hace notar muy bien Melossi, la discusién sobre los méritos y los defectos de los dos sistemas se desarrolla en un terreno preferentemente ideolégico y moral. En efecto, en la Europa de la primera mitad del siglo xr faltaban los presupuestos econdmicos y de mercado necesarios para cualquier uti- lizacién o instrumentacién positiva del trabajo carcelario. Pero también en los Estados Unidos, como lo muestra el mismo Pavarini, Ja relacién directa entre cdrcel y trabajo productive tuvo una incidencia cuantitativa y temporal limitada, por lo cual més que hablar de la c4rcel como fabrica de mercancias se deberia hablar de Ja cércel como productora de hombres, en el sentido de transforma- cién del criminal rebelde en un sujeto disciplinado y adiestrado para el trabajo de la fAbrica. Esta conclusién permite a Pavarini, en la segunda parte de su trabajo, dedicado a la penitenciaria como modelo de la sociedad ideal, disefiar una comparacién articulada entre cArcel y fdbri entre preso y obrero, entre contrato de trabajo y pena retributiva, entre subordinacién en el trabajo y subordinacién de encarcelado, entre organizacién coactiva carcelaria y organizacién coactiva econdé- mica del trabajo. La tesis resulta sugestiva, pero nos parece que peca de un cierto dogmatismo y de la misma tendencia a la generalizacién abstracta que constituye el limite de la obra de Foucault. Si este tipo de com- paraciones entre cdrcel y fabrica fueran yélidos para el periodo hist6- rico que se examina, es decir para los afios de formacién del modo dt PRESENTACION de produccién capitalista, gqué conclusiones se pueden sacar de alli para fundamentar la tesis en el momento histérico actual, y en espe- cial para la realidad italiana? Desde hace més de medio siglo asistimos —sobre todo en los paises en los que el modelo cércel-fAbrica tuvo aplicaciones mAs concretas ¢ jmportantes— a un proceso de mutacién de la sancién detentiva hacia otros instrumentos de control en libertad del transgresor y del delin- cuente. Y no es posible sostener —-como Jo hace Foucault— que se trata simplemente de un afinamiento y una atomizacién de los con- tenidos de la pena carcelaria, que mantendria asi, intacto, su papel, su funcién de instrumento totalizante de poder disciplinar. En otros paises, como Ttalia, la cércel, por sus deficiencias organizatives bien conocidas, nunca ha sido un modclo de control disciplinar y mucho menos de adiestramiento para el trabajo productive sino, por el contra- rio, un modelo de desgobierno y de anarquia, incluso a nivel adminis- trativo y de control. La estructura del trabajo de fAbrica ha tenido ciertas modificaciones en los iiltimos 150 afios, y aunque sigue en pie el principio de la explotacién de Ia fuerza de trabajo, la condicién del trabajador subordinado no es comparable con Ja del periodo del despe- gue industrial. Por wiltimo, en los paises socialistas, el problema de la represin penal y de la organizacién penitenciaria ha seguido y sigue esquemias que en parte calcan los del mundo occidental. Estos datos, ofrecidos aqui en forma sumaria y desordenada a la atencién del lector, exigen una sistematizacién teédrica y un. intento de conciliacién con la hipétesis totalizante del modelo carcelario del siglo 20x, Se trata de una verificacién que se torna urgente, si es cierto, como deciamos al principio, que la teflexién histérica sobre una materia como las instituciones penitenciarias debe tener como objeto una ma- yor comprensién-de lo que est4 sucediendo en el momento histérico presente. Se trata de una verificaci6n que esperamos Ja puedan cum- plir los autores de este -volumen. GUIDO NEPPI MODONA CARCEL Y FABRICA LOS ORIGENES DEL SISTEMA PENITENCIARIO (SIGLOS XVI-XIX) Al publicar estas paginas queremos agradecer a todos aquellos que ayt- daton y favorecieron su publicacién. : En primer lugar a los profesores A. Baratia y F. Bricola, directores cientlficos de la Investigacién CNR, de la que forma parte este tra- bajo. Su confianza nos permitid, entre otras cosas, tener la oportunidad de viajes de estudio al extranjero, algo de gran importancia para los fines de este trabajo. : Queremos agiadecer particuiarmente al profesor G. Neppi Modona por haber acompatiado desde los primeros pasos nuesiro esfuerzo para la elaboracién de este trabajo. Queremos recordar con gratitud al profesor M. Sbriccoli, que con- tribuyd con sugerencias y con criticas al mejoramiento de varios aspec- tos del presente trabajo. . Agradecemos, finalmente, a nuestros colegas ingleses de las univer- sidades de Edimburgo, Sheffield, Cambridge y Londres, por habernos ayudado con cortesia amistad, en oportunidad de nuestros estudios en los institutos a los que ellos pertenecen. INTRGDUCCION. {} Nuestro interés por la historia de las instituciones carcelarias coin- cidié con el inicio de la crisis de estas instituciones en Jos tltimos afios de Ja década del'sesenta, de Ja que no han salido todavia, Como siempre sucece en los momentos de crisis, nos sentimos im- pulsamos a plantearnos algunas preguntas que tenian que ver con la naturaleza-profunda, con la esencia misma del sistema carcelario. Nos sorprendié entonces comprobar -—y tal comprobacién abareaba tam- bién el modo de pensar que habiamos tenido, hasta entonce: mas — que alld de las posturas reformistas y también desoladoras del sistema carcelario,! nadie planteara con claridad el problema que nos aparecia cada vez mas como fundamental: 3 Por qué la cdrcel? ;Por qué en todas las sociedades industrialmente desarrolladas esta instituci6n cum- ple de manera dominante la funcién punitiva, hasta el punto de que cel y pena, son considerados. comtinmente casi sinénimos? Nos parecié que la critica practica de Ja institucién, que en esos afios sé manifestaba radicalmente con motines, haciendo ver cada vez més claramente su irracionalidad, sugeria la necesidad de inventar instrumentos de critica tedrica; instramentos que fueran capaces de contestar a la pregunta, sencilla e ingenua, que la crisis profunda de un fenémeno social siempre plantea respecto del fenémeno mismo: {Para qué sirve? Frente a este fenédmeno, cud] debe ser la postura de aquel que en’ su trabajo intelectual se interesa por Ja clase trabaja- dora y utiliza por tanto al andlisis marxista? También nos parecia que el proyecto de reforma penitenciaria, que después de haber sido pospuesto por decenios, surgié agitada- mente en esos dfas en el Parlamento debido a la presién que se sen- tla por los motines y al temor que éstos provocaban en ja opinién piblica, estaba muy lejos —si no en Jas formulas legislativas si en el planteamiento tedrico del proyecto— de responder aunque no fue- ra mas que en forma minima a la radicalidad con que se planteaba cl problema, radicalidad més estructural que politica, intimamente conectada con la misma razén de ser de Ja institucién. En suma, era justo pregunta or qué y de acuerdo con qué y v * Para Jas publicaciones italianas recientes sobre la cércel, véase G, Mos- coni, “Il carcere nella recente pubblicistica italiana”, en La que vale, 1976, pp. 2-8. me crimi- 18 cAnorn ¥ FABRICA criterios politicos, racionales, econdmices (que se wsan —o que se espera sean usados— para cualquier otro problema social), el que comete un erimen debe cumplir la pena en la cdrcel (aunque esta pregunta, hecha varias veces, hace surgir interrogantes sobre los con- ceptos mismos de “delito” y “pena”; mds adelante apareceré por qué resulta mds productive un anélisis de la “pena concreta”, de la cdrcel). Asi resultaba fundamental plantear como objetivo de Ja investi- gacién. en si misma el origen de la institucién (j porque debia tener un origen!, pues plantear la pregunta destruia el mito de que la car- cel siempre ha existido, como un objeto dado in rerum natura). Y esto no por un amor visceral al historicismo (del cual es dificil sustraerse en nuestra cultura), sino porque en Ja medida en que nos plantcdba- mos el problema histérico, os decir la génesis de Ja institucién, apa- recia cada vez mds en primer plano el aspecto estructural: la inves- tigacién histérica, separando capa por capa las incrustaciones que las varias ideologias juridica, penalistica y filoséfica hablan ido deposi- tando sobre la estructura de la instituci6n, manifestaba su trabazén interna, su Baw marxista. Nos dimos cuenta entonces que de ningiin modo nosotros habfamos sido los primeros en andar este camino; estbamos siguiendo las hue- llas de dos autores de la escuela de Franckfurt de los afios treinta: George Riische y Otto Kirchheimer.? En el interior de nuestro texto aclaramos nuestra posicién con respecto a los puntos mds importantes de la investigacién teérica sobre la institucién carcelaria contenidos en la obra de Riische y Kirchheimer y en la de Michel Foucault, de reciente traduccién al italiano.* La perspectiva de esta mayéutica inicial consistié, por lo tanto, en construir una teorfa materialista (en el sentido marxista de Ja pa- labra) del fendmeno social llamado carcel; 0, mejor, extender para la comprensién de este fenémeno los criterios basicos de Ia teoria marxista de la sociedad.* Llegamos asi a establecer una conexién entre el surgimiento del modo capitalista de produccién y el origen de Ja institucién carcelaria moderna. Kate es el objeto de los dos ensayos que siguen, Lo cual de- 2G, Rusche, O. Kirchheimer, Punishment and social structure (1939), Nueva York, 1968, de préxima aparicién segin Ja versién italiana de D. Me- lossi y M, Pavarini en Il Mulino, Bologna. 9 Michel Foucault, Surveiller ct funir, Paris, Gallimard, 1975 [Vigilar » castigar, México, Siglo XXI, 1976]. 1 Sobre la metodologia de aproximacién al problema, véase D. Melossi, “Criminologia e Marxismo: alle origini della questione penale nelle societa de ‘Il Capitale’”, en La question criminale, 1975, 2, p. 319. iNTRODUGCION 19 linié temporal y espacialmente nuestro objeto de manera bastante pre- visa: el rea temporal y espacial o’coinciden con e inciden en la forma- clon de una determinada estructura social, pues son un aspecto particular de una estructura global. El objeto de. este texto es la defi nicién en términos expresos de esta realidad. Pero entonces es necesario hacer previamente una doble advertencia: sobre lo que precedié y lo que ha seguido a tal objeto. 2] Em un sistema de produccién precapitalista la crcel come pena no existe; esta afirmacién es histéricamente verificable con la adver- lencia de que no se refiere tanto a la cdrcel como institucién ignorada en el sistema feudal cuanto a la pena de la internacién como priva- cién de la libertad, En la sociedad feudal existia la cArcel preventiva o la cArcel por deudas, pero no es correcto afirmar que la simple privacién de la li- bertad, prolongada por un periodo determinado de tiempo y sin que le acompafiara ningin otro sufrimiento, era conocida y utilizeda como pena autéaoma y ordinaria, Esta tesis, que hace resaltar el cardcter esencialmente procesal de la carcel medieval, es casi universalmente aceptada por la ciencia histérico-penal; incluso quienes no aceptan esta interpretacién, como Pugh,® se ven obligados, después, a reconocer que Jos primeros ejem- plos histéricos validos de pena carcelaria se encuentran en las postri- merias del siglo xiv en Inglaterra, en oportunidad en que el sistema feudal mostraba ya sintomas de profunda desintegracién. Sin querer afrontar —dada la naturaleza introductoria de estas paginas— la discusién histérica del sentido de algunas penas particu- lares (cdrcel pro correctione, cdrcel para prostitutas y sodomitas, etc.) se puede proponer una hipétesis teérica que dé razén, aunque no sea mas que en términos generales, de la ausencia de la pena carcelaria en Ja sociedad feudal. Una correcta aproximacién al tema ve como momento nodal la definicién del papel de la categoria ético-juridica del ¢alién en la con- cepcién punitiva feudal; la naturaleza de equivalencia, propia de este concepto, puede ser que en el origen no haya sido més que la subli- macién de Ia venganza, y que se fundara mds que nada en un deseo de equilibrio en favor del que habia sido victima del delito cometido. Hl delito —para citar la conocida tesis de Pasukanis— se puede considerar como una variante particular del cambio, en el cual la relacién de cambio ~como la relacién de un contrato-~ se establece post factum, o sea después R. B. Pugh, Imprisonment in medioeval England, Cambridge, 1970. 20 cARGEL ¥ FABRICA! de una accién arbitraria cometida por una de las partes[....] la pena, por 10 tanto, acttia como equivalente que equilibra el dafio suftido. por la victima. EI pasaje de Ja venganza privada a la pena como retribucién, el pasaje de un fenédmeno casi '“biolégico” a categoria juridica, exige como pre- supuesto necesario el dominio cultural del concepto de equivalencia’ medido como cambio por valores. La pena medieval conserva esta naturaleza de equivalencia incluso, cuando el concepto de retribucién no se conecta directamente con el daiio sufrido por Ja yictima sino con la ofensa hecha a Dios; por eso, la pena adquiere cada vez més el sentido de, expiatio, de castig divino. Esta naturaleza un tanto hibrida —retributio y expiatio— de la san- Gién penal en la época feudal, por definicién, no puede encontrar en la cétcel, o sea en la privacién de un quantum de libertad, su propia ejecucién, En efecto, respecto de Ja naturaleza de la equivalencia, “para que pudiese aflorar Ja idea de Ia posibilidad de expiar el delito con un quantum de libertad abstractamente predeterminado era necesario que’ todas las formas de la riqueza fueran reducidas a la forma mas sim- ple y abstracta del trabajo humano medido por el tiempo”;7 en pre- sencia, pues, de un sistema socioeconémico —como el. feudal-— donde’ no existia atin completamente historizada Ja idea: de “trabajo humano medido por el tiempo” (l¢ase: trabajo asalariado), la pena-retribucin, como intercambio medido por valor, no estaba en condiciones de en- contrar en la privacién del tiempo un equivalente del delito. Al con- trario, el equivalente del dafio producido por el delito se encontrabal en la privacién de los bienes socialmente considerados como valores: la vida, la integridad fisica, el dinero, la pérdida de estatus. Por el lado de la naturaleza de la expiatio (venganza, castigo di- vino) la pena no podia sino agotarse en una finalidad meramente satis factoria. A través de la pena se quitaba el miedo colectivo del contagio, pro- vocado originalmente por Ia violacién cel precepto. En este sentido, el juicio sobre el crimen y el criminal no se hacia tanto para defender los intereses concretos amenazados por el acto ilicito cometido sino para evitar posibles, pero no previsibles y por ende no controlables, efectos negativos que pudieran estimular el crimen cometido. Por eso era necesario castigar al transgresor; porque sélo asi se podia evitar una © EB. B. Pasukanis, La teoria generale del diritto ¢ il marzismo, Bari, 1975, pp. 177-178. T Jbid., p. 189. INTRODUCGION 21 calamidad futura que podia poner en peligro la organizacin social. Fis debido a esc temor del peligro futuro que el castigo debia ser es- pectacular y cruel, y provecar asi en los espectadores una inhibicién total de imitarlo: Si ademas la justicia divina era el modelo con el que se median las sanciones, si el sufrimiento se consideraba socialmente. como medio elicaz de expiacién y de catarsis espiritual como ensefia la religién, no existia ningtin limite para la ejecucién de Ja pena; de hecho, ésta se expresaba en la imposicién de sufrimientos tales que pudieran de algim modo anticipar el horror de la pena eterna. La cércel, en esta ‘per pectiva, no resulta medio idéneo para tal objeto. Existe, ademas, una hipétesis —en cierto sentido alternativa del sistema punitivo feudal— en la que est4 claramente presente la expe- riencia penitenciaria: el derecho canénico penal. La afirmacién no es contradictoria con el cardcter teocrdtico del estado feudal; en efecto, es cierte que, aunque no completamente, en ciertos sectores particulares y en algunos periodos determinados el sistema canénico penal tuvo formas auténomas y originales que no se encuentran en ninguna experiencia de tipo laico. Es dificil identificar estos sectores y estos periodos debido a la profunda compenetracién del poder eclesidstico con la organizacién politica medieval: la impor- tancia del pensamiento juridico candénico en el sistema punitivo ‘me- dieval varié de acuerdo con Ja influencia que el poder eclesidstico tuvo ante el poder civil. Las primeras y embrionarias formas de sancién utilizadas por la iglesia se impusieron a los clérigos que habian delinquido en alguna forma; es muy aventurado hablar verdaderamente de delitos; mas bien se trataria de infracciones religiosas que resultaban desafiantes de la autoridad eclesidstica o que despertaban una cierta.alarma so- cial en la comunidad religiosa, Esta naturaleza necesariamente hibrida —a] menos en un: prinier momento— explica bien por qué estas ac- ciones provocaron, por parte de Ja autoridad, una respuesta todavia de tipo religioso-sacramental. Se entiende también: que se inspirara étaen el rito de la confesién y de la penitencia, pero acompafidndola ~-debido a la indole especifica de estas acciones— con otro elemen- to: la forma ptblica. Asi nacié el castigo de cumplir la penitencia en una celda, hasta que el culpable se enmendara (usque ad correc- tionem). Esta naturaleza terapéutica de la pena eclesiéstica fue después hecho, englobada, y por lo tanto desnaturalizada, por el caracter vin- dicativo’ de la pena, sentida socialmente como satisfactio; esta nue- va finalidad, este tiempo coactado usque ad satisfactionem, acentud necesariamente la naturaleza publica de la pena. Esta sale entonces del 22 CARCEL ¥ FABRE foro de la conciencia y se convierte en institucién social, y por esos ejecucién se hace publica, se tora ejemplar, con el fin de intimid, y Preveniz. Algo de la finalidad original —aunque no sea mds que nivel Ae valor— sobrevivié. La penitencia, cuando se transformé e1 sancién penal propiamente dicha, mantuvo en parte su finalidad di correccién; en efecto, ésta se transformé en reclusién en un monastert por un tiempo determinado. La separacién total del mundo, el cont facto més estrecho con el-culto y la vida religiosa, daban al condenadi la ocasién, por medio de la meditacién, de expiar su culpa. El 2égimen canénico penitenciario conocié varias formas. Adem: de diferenciarse porque la pena se debfa cumplir en la reclusion d un monasterio, en una celda o en Ia cércel episcopal, tuvo distinta maneras de ejecutarse: a la privacién de Ja libertad se ajiadieron su frimientos de orden fisico, aislamiento en calabozo (cella, carcer, er gastulum) y sobre todo la obligacién del silencio. Estos atributos, pro: pios de la ejecucién penitenciaria canénica, tienen su origen en | organizacién de la vida conventual, muy en especial en sus forma; cle més acendrado misticismo. EI influjo que la organizacién religia sa de tipo conventual tuvo sobre la realidad carcelaria, fue de tip particular; la proyeccién sobre el Ambito publico-institucional del ori ginal rito sacramental de la penitencia encontré su real inspiracién e Ja alternativa religioso-monacal de tipo oriental, contemplativa y as cética. Pero hay que tener presente, como un elemento necesario pare el andlisis, que el régimen penitenciario canénico ignoré completa mente el trabajo caicelario como forma posible de ejecucién de la pena, Ta circunstancia de Ja ausencia de la experiencia del trabajo cars celario en la ejecucién penal canénica puede clarificar el significadg que la organizacion eclesidstica atribuyé a Ia privacién de la libertad Por un periodo determinado. Parece, en efecto, que la pena de cér- cel —como se realizé en la experiencia candénica— atribuyé al tiempo: de internamiento la funcién de un quantum de tiempo necesario para’ la purificacion segiin los criterios del sacramento de penitencia; no cra por eso tanto la privacién de la libertad en si Jo que constituia la pena, sino s6lo la ocasién, la oportunidad para que, en el aislamiento! de la vida social, se pudiera alcanzar el objetivo fundamental de la} pena: el arrepentimiento. Esta finalidad se debe entender como en. nienda 0 posibilidad de camienda delante de Dios y no como regene. racién étiea y social del condenado-pecador; en este sentido. la pena no podia ser més que retributiva, fundada por eso en la gravedad de la culpa y no en la peligrosidad del reo, La naturaleza esencialmente penitencial de la cércel canénica ma- nifiesta claramente Ia posibilidad de su utilizacién, con fines politicos; por el contrario, su existencia siempre tuvo un sentido religioso, com- JNTRODUCCION 28 prensible tnicamente en un, rigido sistema de. valores, orientados toleolégicamente a la afirmacién absoluia e intransigente de la pre- sencia de Dios en Ia vida social; una finalidad, por tanto, esencialmen- te ideoldgica. 3] La segunda advertencia, es, al contratio, para despuds del texto. No es una conclusién. Es mas bien una premisa para otra investiga- cidn, que mira a la crisis de la institucién antes que a su origen. Tiene que ver més con Ia desintegracién de Ja estructura carcelaria que con la construccién de ésta, que es el objeto del trabajo que sigue. Este se desarrolla a partir del punto de vista del capitalismo com- petitive de fines del siglo pasado y comienzos del actual (y ahi termina). Rin el periodo, que va desde los “iltimos decenios del siglo xx hasta la mitad del siglo xx asistimos, cn toda el area capitalista, a profundas modificaciones del cuadro econémico-social de fondo.’ Modificaciones en cuanto a aspectos fundamentales de nuestra situacién actual: la composicién del capital, la organizacién del trabajo, la aparicién de un movimiento obrero organizado, la composicién de las clases, el papel del estado, la relacién global estado-sociedad civil. La distribucién y el consumo caen bajo el dominio directo del ca- pital: Ia decisién sobre precios, la organizacién de! mercado a la par del consenso devienen en la unificacién. No sdlo se potencian los ins- trumentos tradicionales de control social, aquellas “Areas de la esfera de produccién” que existen desde el origen del capitalismo, sino que se crean nuevos instrumentos. El nuevo criterio que rige es el de la capi- laridad, de la extensién y la invasién del control. Ya no se encierra a los individuos, se les sigue a donde estén normalmente recluidos: fuera de la fabrica, en el territorio, La estructura de la propaganda y de los medios de comunicacién, una nueva y mis eficaz red policiaca y de asistencia social, son los portadores del control social neocapitalista: se debe controlar la ciudad, el Area urbana —éste es el motivo de fondo por el que en los afios veinte nace la moderna sociologia de las “des- viaciones” en el melting pot americano. Si el modo capitalista. de produccién y la institucién carcelaria (y otras instituciones subalternas) surgieron al mismo tiempo en una relacién. determinada, objeto del presente trabajo, las modificaciones tan profundas que se han dado en el nivel estructural han proyocado cambios importantes en las mismas instituciones y en el complejo de 3 Las observaciones que siguen se desasrollan més ampliamente en Dario Melossi, “Istituzioni de controllo sociale e organizzazione capitalistica del la- voro: alcune ipotesi di ricerca [Instituciones de control social y organizacién capitalista del trabajo: algunas hipétesis de investigacion], en La questione criminale, 1976, 2-3. 24 cdgorn ¥ FABRICA Jos procesos de control social y de seproduccién de la fuerza de tra. bajo. Las relaciones existentes entre un control social primario y con- trol social secundario, asi como la misma gestién de las diversas formas de control, se alteran radicalmente. Riische y Kirchheimer nos muestran cémo, desde fines del siglo Pasacio hasta los afios cuarentas de este siglo, la poblacién carcelaria disminuy6 sensiblemente en Inglaterra, Francia y Alemania. En Italia sucede lo mismo desde 1880 hasta hoy, con la (pequeiia) excepciéni del periodo fascista. La disminucién de la poblacién en ‘prisién se acompafia del hecho, siempre mds extendido (fuera de Italia), de medidas penales de control sin pérdida de Ja libertad, como Ja proba- tion, ampliamente practicada en los Estados Unidos. Es el surgimiento: de un profundo malestar cuyos sintomas ya se percibian en las post merfas del periodo objeto de nuestra investigacién:° el sistema carces latio oscila més y més entre Ja pempectiva de la transformacion on organismo productivo propiamente dicho, siguiendo el modelo de Ja f4brica —lo que en el sistema modemo de produceién significa enca- minarse hacia la abolicién de la cércel como tal—, 0 Ja de caracterizarlo como un mero instrumento de terror, iniitil para cualquier intento de readaptacién social. Asi, durante todo el siglo xx, y de acuerdo con Jas distintas sistuaciones politicas y econémicas, las perspectivas de reforma caminan en zigzag, con una progresiva disminucién (para cada reo y en la poblacién) de penas carcelarias, por un lado, y del aumento de represién para ciertas categorias de reos o de deli tos (sobre ‘odo en los momentos de crisis politica) por el otro. Los periodos en gue se tlenden a vaciar las cdrceles y a introducir regimenes benignos y de readaptacién social, se sobreponen, cada vez en forma mis corm. pulsiva, a los periodos en que el aplicar frenos y el régimen duro se vuelven otra vez “necesarios” (en este sentido es tipica Ja historia de la reforma carcelaria en Inglaterra desde el fin de la guerra hasta el dia de hoy) 2° Todo esto se hace particularriente evidente con la crisis de los afios sesentas, con Ia crisis actual. En esta ocasién el problema carce- Tatio no hace explosién solo sino que, sobre todo en Ttalia, va acom- pafiado de un nivel muy importante de luchas obreras y de una crisis | social profunda que ataca a una serie de instituciones (escuela, hos- pitales psiquidtrices, cuarteles y Ja misma estructura familiar bur: uesa) . No podemos detenemos en este punto, el cual exigiria una discusién general que va mucho més all§. del objeto especifico que. tratamos, ¥ Véase mas adelante la p. 71. ® Néase R. Kinsey, “Risocializzazione ¢ controllo nelle carceri inglesi", en La questione criminale, 1976, 2-3, INTRODUCGION 25 Iyaste observar que —dado que todo el sistema de control se funda- menta en las relaciones de produccién (histricamente determinadas) y dado que se rompié este equilibrio en las fabricas— e] intento de restablecer el poder en las relaciones de produccién obliga al capital a jugar la carta de un nuevo tipo de control social y a plantear en forma radical, aunque desde su punto de vista, cl problema carcelario. Asi, un elemento fundamental para Ja investigacién —y es respecto de este punto sobre el que es importante concluir— es hoy el intento de des- cubrir —basdndose en la nueva composicién de la relacién capital- trabajo, con Ja que se esté saliendo de la crisis (y naturalmente el primer trabajo es mostrar esta tiltima)— cémo se esta dando el mo- vimiento de control social, ¢Se podria decir, por ejemplo, que nos en- contramos delante de un intento por reconstruir una nueva correspon- dencia entre produccién y control, como tan Iimpiamente se imaginaba en el modelo clasico del Panopticum benthamista? Porque solamente con una claridad de anélisis de este tipo sera posible que el movi- miento obrero proyecte una linea propia sobre el problema carcelario ~-pero, sobre todo, y mas en general, sobre el problema del control social— que no sea ciegamente subalterna sino que se encuadre en el marco de un proyecto social global. PARTE [ DARIO. MELOSSL CGARCEL Y TRABAJO EN EUROPA Y EN ITALIA EN EL PERIODO DE LA FORMACION DEL MODO DE PRODUCCION CAPITALISTA 1, CREACION DE LA INSTITUCION CARCELARIA MODERNA EN INGLATERRA Y EN EUROPA CONTINENTAL ENTRE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI Y LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX 1. “BRIDEWELLS” ¥ “WORKHOUS. EN LA INGLATERRA ISABELINA EI proceso que crea a la relacién del capital, pues, no puede ser otro que el proceso de escisién entre el obrero y la propicdad de sus condiciones de trabajo, processo que, por otra parte, transforma en capital los medios de pro- duccién y subsistencia . y por otra convierte a los productores directos en asalariados. La Hamada acumulaciéa originaria no es, por consiguiente, més que el proceso histérico de escisidn entre producior y medios de pro- duccién, Aparece como “originaria” porque configura la prehistoria det ca- pital y del modo de produccién coriespondiente al mismo. La estructura econémica de la socicdad capitalista surgié de la estructura. econémica de la sociedad feudal. La disclucién de esta filtima ha libetado Jos elementos de aquélla.t Este famoso parrafo de Marx, en el que se describe el significado esen- cial de la “Hamada acumulacién originaria”, es la clave necesaria para’ leer los acontecimientos histéricos que son objeto de esta investigacion. El mismo proceso, de escisién entre productor y medios de produccion, esta en Ja base del doble fendmeno de Ja transformacién de los medios. » produccién en capital, por una parte, y de la transformacién del productor directo ligada a la tierra en obrere libre, por la otra. El pro- se manifiesta fenoménicamente en la disolucién econdmica, poli- tica, social, ideolégica y de costumbres, del mundo feudal. Aqui no interesa el primer aspecto de la cuestién: la creacién del capital. Un horizonte todavia mAs amplio de nuestra inv acidn estA constituido por el segundo aspecto: la formacién dei proletariado.? “El licencia- + Karl Marx, Id Cafitale, Roma 1970, I, 3, pp. 172-173 [El capital, Mé- xico, Siglo XXT, 1975, 1/3, p. 893]. Pero consiiltese en general todo el capitulo xxiv del libro primero, 2 Véase Maurice Dobb, Problem di storia det capitalismo, Roma, 1972 [Estudios sobre ef desarrollo del capitelismo, México, Siglo XXI, 1975], en par- cular los capitulos centrales: “El surgimiento del capital industrial”, “Acu- mulacién de capital y mereantilismo” y sobre todo “Crecimiento del prote- tariado”., [28] 30 GARGEL. ¥ TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMAGON DEL stra miento de las mesnadas feudales, Ja disolucién de los monasterios, los cercamientos de tierras para la, cria de ovejas, asi como los cambios en los métodos de labranza: cada uno de estos factores desempefié su papel” * en Ja gran expulsién de los labradores de la tierra que se pro- dujo en Inglaterra cn los siglos xv y xvi. Pero, antes que nada, la ineficiencia misma del modo de produccién fcudal era la base —segtin Ia clsica tesis de Dobb—* de Ia cada ver més pesada carga de tra- bajo que se imponfa a la masa campesina, la cual s6lo podia sustracrse de la misma a través del vagabundaje por el campo o Ja fuga hacia la ciudad. Es la misma rudeza que las relaciones sociales asumen en el modo de produccién feudal la que -~con la agudizacién de la lucha de clases en el campo, que encuentra su primera expresién en la fuga de una situacién ya insostenible— marca el fin de este tiltimo.® El campo, pero sobre todo la ciudad, que ya representaban con el desarrollo de la actividad econémica, en particular del comercio, un polo de“atraccién importante, comienza a poblarse de miles y miles de esos trabajadores expropiados convertides en mendigos, vagabun- dos, a veces bandidos, pero en general en masas de desocupados, Més que en ningiin otro fenémeno, la despiadada ferocidad de clase con la que el capital —con la rapifia— se incrementa a si mismo, penetrando en el campo y expulsando de él a las primeras tropas del futuro proletariado industrial de las ciudades, se manificsta en las enclosures of commons (expropiaciones de las tierras comunales), que Marx definié en relacié6n a su sancién legislativa en el siglo xvm1, como “decretos expropiadores del pueblo”.° Ya en 1516, Thomas Moro, en su Utopia, describia licidamente el fenémeno: Las ovejas[...] acostumbraban ser mansas y comfen poco, pero ahora, se- gitx se dice, se han hecho voraces ¢ indomables hasta el punto de comerse a los hombres[,..J En efecto, en los parajes en que se da una lana més fina y por Jo tanto més apreciada, los nobles y Ios sefiores{...] han rodeado toda la tierra de cercas, para usarla como pastizales, y no han dejado nada para el cultivo[. ..] Y asi, de un modo o de otro, tienen que abandonar la tierra aquellos pobres desgraciados: hombres, mujeres, maridos y esposas, huér- fanos, vindas, padres de familia ricos en hijos pero no en bienes, porque la agricultura necesita muchas manos|...] Y cuando, andando de aqui para ® Maurice Dobb, of. cit., p. 263 [p. 269]. Véase Karl Marx, I! Gapitale cit, 13, pp. 1745s. [t. 1/3, pp. B96ss_]. 4 Para la discusién sobre la crisis del modo de produccién feudal, véase Ia introduccién de R. Zangheri al libro de Dobb, y la bibliografia que alli se da. ® Véase Maurice Dobb, of, cit., pp. 76-80 [pp. 70ss.] ® Karl Marx, I! Capitale cit., 1, 3, p. 183 [t. 1/3, p. 906]. Sobre las enclo- sures, véase G. Ti. Mingay, Enclosures and the small farmer in the age of the industrial revolution, Londres, 1968 y la amplia bibliografia ya citada. GREACIGN DE LA INSTITUGIGN CARCELARIA MODERNA BL all, han gastado rapidamente todo lo que tienen, gqué ms les-queda sino yobar, y ser ahorcados, cual conviene, o ir mendigando por esos mundos de Dios?* Marx describe con claridad la manera cémo, cn un primer momento, cl poder del estado reacciond ante este fenémeno social de proporcio- nes inaudita: Los expulsados por la disolucién de las memadas feudales y por la expro- piacién violenta e intermitente de sus tierras —ese proletariado libre como el agua—, no podian ser absorbidos por la naciente manufactura con la misma rapidez con que eran puestos en el mundo, Por otra parte, las per- sonas sGbitamente arrojadas de su érbita habitual de vida no podian adap- tuse de manera tan sébita a Ia disciplina de su nuevo estado. Se transfor- maron masivamente en mendigos, ladrones, vagabundos, en parte por incli- nacién, pero en los més de los casos forzados por Jas cireunstancias. De ahi que a fines del siglo xv y durante todo el siglo xv1 proliferara en toda Eura- pa Occidental una legislacién sanguinaria contra la vagancia, A los padres de la actual clase obrera se los castigé, en un. principio por su transformacién forzada en vagabundos ¢ indigentes. La legislacién Jos trataba como a delin- cnentes “voluritarios’: suponia que de la buena voluntad de ellos dependia el que continuaran trabajando bajo las viejas condiciones, ya inexistentes.* Siguen después, en las paginas de Marx, ejemplos de la legislacién terrorista que en los ‘siglos xtv, xv y Xvi se va desarrollando contra el fenémeno del vagabundeo, la mendicidad y —aunque sdlo en forma secundaria— criminalidad, respecto del cual las estructuras tradiciona- les medievales, basadas en la caridad privada y religiosa, eran impo- tentes. Ademés, la secularizacién de los bienes eclesidsticos que sigaié a la Reforma, en Europa continental y en Inglaterra, tuvo el doble efecto de contribuir a la expulsion de los campesinos de los fundos de propiedad de la igiesia y a dejar sin sostén alguno a todos acuellos que vivian de la caridad de los monasterios y de las érdenes religiosas. Por eso, a medida que crece el fenémeno de proletarizacién, las me- didas de terror van disminuyendo en eficacia’ y, por otro lado, el desa- yrollo econémico, y en particular de la manufactura, absorbe cada vez més fuerza de trabajo procedente del campo. Ya en 1516 Thomas Moro indicaba como tinica solucién légica la necesidad de ocupar 7 Thomas Moro, L’Utopia o la migtiore forma di Repubblica, Baxi, 1971, pp. 42-43. . a 8 Karl Mam, If Capitale cit., 1, 8, pp. 192-193 [t. 1/3, p. 918] 9 Véase Thomas Moco, of. cit., p. 52. a2 GARGEL ¥ TRABAJO EN EL PERIODO DE FORM. IN DEL MPG) titilmente a “esta turba de desocupados”.'° Un estatuto de 1530-esta- blece el registro de los vagabundos, introduciendo una primera distin-| cién entre aquellos que estaban inhabilitados para trabajar (impotent); a quienes se les autorizaba mendigar, y los otros, que no podian re- cibir ningin tipo de limosna; bajo pena. de ser azotados hasta sangrar."4 Los azotes, el destierro y la ejecucién fueron los principales instrumentos de la politica social en Inglaterra hasta la mitad del siglo; en que los tiempos maduraron, evidentemente, para que surgiera una experiencia que se manifests como ejemplar. A peticién de algunos lementos del clero inglés, alarmados por las proporciones que la men- dicidad habia alcanzado en Londres, el rey les permitié usar el castillo] de Bridewell para recoger alli a los vagabundos, los ociosos, los ladro- nes y los autores de delitos menores.? La finalidad de ia institucién, conducida con férrea mano, era la reforma de los internados por medio bajo y de la disciplina, Ademés, estaba concebida para desa- nimar a otros del vagabundeo y de la ociosidad, asi como para asegu rar, de modo no secundario, su propio mantenimiento.!* EL tral; jo que alli se hacia exa del rama textil, como lo exigia la época. El expe- timento se debe haber visto coronado por el éxito si, en poco tiempo, houses of correction, que se lamaban indistintamente bridewells, sur. | gieron en varias partes de Inglaterra. 4 Pero fue slo con las disposiciones de la Poor Law de la reina | Isabel, que permanecié casi sin cambio hasta 1834, que se le dio una primera direccién univeca y general al problema. Con una ley de 1572 se organizé un sistema general de relief [subsidio] que tenia como base a la parroquia, por el cual los habitantes de ésta, mediante el pago de un impuesto para los pobres, debian mantener a los “impotent poor” que vivian en esa localidad, mientras que a los “rogues and vagabonds” se ‘les debia suministrar trabajo. Sin embargo, debido a que para este fin era destinado sélo el dinero que sobraba del relief para 20 Ibid. pp. 45ss, 11 Véase F. Piven y R, A. Cloward, Regulating the poor, Londres, 1972, p. 15, 32 Véase A. Van der Slice, “Elisabethan houses of correction”, en 0 of American Institute. of Criminal Law and Criminology, xxvat (1936-1937), p. 44; A. J. Copeland, “Bridewel! Royal Hospital”, en Past & Present, 18882 Max Grinbut, Penal reform, Oxford, 1948, p. 15; S. & B. Webb, English prisons under local government, Londres, 1963, p. 12. 38 Véase Max Griinhut, of. cit., pp. 15-18, y A. Van dor Slice, of. cit, p. 51, 14 Véase F. M. Eden, The state of the poor, Londres, 1928, p. 18; G. Riische y O. Kirchheimer, Punishment and social structure, Nueva York, 1968, p. 411 F, Piven y R. A, Cloward, of, cif., pp. 15-16; Max Griinhut, of. cit, p. 16; A. Van der Slice, op. cit., p. 16. mal | GREAGION DE LA INSTITUGION GARGELARIA MODERNA parroquia, extendiendo a todo el pais la debfan servir sea para dar’trabajo a los desocupados, sea para obligar a trabajar a quien se rehusaba a hacerlo.” Se trataba de instituciones que, siguiendo el modelo de la primi c una poblacién bastante heterogénea: hijos de pobres “con la intencién de que la juventud se acostumbre y se eduque en el trabajo”, desocu- 33, los inhdbiles,4* de hecho el segundo fin no se logré y los desocupados continuaron siendo objeto de represion.® Cuatro afios después el problema fue afrontado a través de la casas de correccién que a Bridewell, se componian de pados en busca de trabajo, aquellas categorias que ya vimos que po- blaron. Jas primeras bridewells: petty offenders, vagabundos, ladron- zuclos, prostitutas y pobres rebcldes que no querian trabajar.** La diferencia en el trato, si se daba alguna, era interna a la ‘institucién y consistia en el distinto grado de rudeza del trabajo. Negarse a tra- bajar parece haber sido el timico acto que se consideraba de intencién criminal, pues en la ley de 1601 —jugada equivacadamente como el estatuto principal de la Old Poor Law, cuando de hecho no es mas que el complemento de Ja legislacién anterior— se facultaba al juez para enviar a la cdrcel comin (common gaol) a los ociosos tes- tarudos. Pero es necesario ademas aclarar qué significaba “negarse a trabajar” en el siglo xvi. Una serie de leyes publicadas entre el siglo xiv y el xvi establecian una tasa maxima de salario arriba de la cual estaba prohibido pactar (y penalmente sancionado) ; no habia ninguna posibilidad de contratacién colectiva de trabajo: y hasta se legé a determinar la obligacién del trabajador de aceptar el ofrecimiento del primero que le pidiera trabajar.?° Es decir, el trabajador estaba obli- gado a aceptar cualquier trabajo, y con las condiciones que establecia el que daba el trabajo. El trabajo forzoso de las houses of correction o workhouses estaba pues dirigido a doblegar la resistencia de la fuerza de trabajo, al hacer aceptar las condiciones que permitian el maximo grado de extraccién de plusvalor. Es interesante considerar, en este sentido, la tesis propuesta por G. che y O. Kirchheimer, segin la cual la introduccién del trabajo R 10 Véase F. M, Eden, of. cit., p. 54. 40 Véase A. Van der Slice, of. cit., p. 54. 41 Véase A. Eden, of. cit., p. 17; A. y B. Webb, of. cit., p. 13 y O. Kirchheime: hut, op. cit, . 18 “Véase F. M. 1 Ibid., p. 19. , 20 Véase F. Piven y R. A. Cloward, of. cit., p. 97. Sobre el mismo tema, véase también Karl Marx, If Capitate cit, 1, 3, pp. 197-201 [t. 1/3 pp. 918-928], Maurice Dobb, op. cit., pp. 2695s. [p. 276ss.]. Eden, op. cit, p. 17. 34 OAROEL ¥ TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMAGON DEL MPG ORUACION DE LA INSTITUGION GARGHLARIA MODERNA 35 forzoso en Ja segunda mitad del siglo xvr y la primera del xvi en Europa continental, se debe a la declinacién demogrAfica que cai racteriz6 a la poblacién europea después del siglo xvt y que coniribuyd mucho a aumentar, como se dirfa hoy, la “tigidizacién” de la fuerzd de trabajo." Esta hipétesis sostiene que en el periodo comprendidd entre el siglo xv y la primera mitad del xvr la represién sanguinaria ¥ sin escrdpulos en contra de la desocupacién masiva corresponde a und situacién de mucha oferta de mano de obra en el mercado, pero 4 medida en que se acerca el siglo xvu disminuye la oferta y el capita necesita la intervencién del estado para que éste le garantice las altf simas ganancias que le habla reportado la asi Hamada “revoluciéilj il. LA “RASP-ICUIS” DE AMSTERDAM Y LA MANUFAGTURA de precios” del siglo xv.” Si esto es verdad, es necesario sin embargd considerer también que, como motaba Marx en el pasaje citado, 1a oferta y la demanda de trabajo no caminan al mismo ritmo, sobrd todo en este periodo “originario” del capitalismo, y es sélo més lenta mente que se logra proveer una masa de capital suficiente para valo| tizar toda Ja fuerza de trabajo que habia sido likerada. Tin la segund: mitad del siglo xvi, por tanto, a pesar de que la oferta de trabajd continiia creciendo, es insuficiente para hacer frente, en la medida ne4 cesaria, a la demanda que produce el rico y borrascoso periodo isa belino. Para que este nuevo proletariado no tome la ventaja en esta situacién, se recurre al trabajo forzoso, que desde el principio asumel Ja funcién de regulacién respecto del precio del trabajo en el mercadg libre. Y no se debe olvidar, por otro lado, como lo anota Marx,** que este nucvo proletariado, de muy reciente formacién, es muy renuent@| a entrar en un mundo de trabajo que le es absolutamente extrafid, cual es el de la manufactura. Como observan Piven y Cloward; zoso en Jas instituciones segregantes, como las houses of correction del periodo ‘isabelino. Baste por ahora observar cémo este tipo de institu- ciones fue el primero y muy significativo ejemplo de detencién laica n fines de custodia que se puede observar en la historia de la car- cel, y que sus caracteristicas, en lo que respecta a las clases para quienes se instituyé, su funcién social y lz organizacién interna son ya grosso modé las mismas que las del clasico modelo carcelario del siglo xxx. Fs en Holanda, en la primera mitad del siglo xvu,?5 donde la nueva institucién de la casa de trabajo llega, en el period de los origenes del capitalismo, a su forma més desarzollada. Y que la creacién de esta nueva y original forma de segregacién punitiva responde mas a una exigencia relacionada al desarrollo general de la sociedad capi- talina que a Ja genialidad individual de algim reformador —como con frecuencia trataria de convencernos una cierta historia juridica enten- dida como historia de las ideas o ‘historia del espfritu”— se evidencia en el hecho de que parece segura una influencia directa entre las experiencias inglesas anteriores (bridewélls) y las holandesas del siglo xvu.?° Pero la creacién holandesa del T'uchthuis tiene el mas alto grado de desarrollo que el capitalismo habia alcanzado en ese tempo, En Uolanda, a finales del siglo xvi y principios del xvn, hay dos factores que, unidos, empujan a la utilizacién del trabajo forzado en una es- tructura distinta del modelo que funcioné en toda la Europa reformada de aquel tiempo. Hay, por un lado, Ia lucha por la independencia, liderada por Ja clase mercantil urbana y sancionada en la junta de Utrecht en 1579, que hizo que las provincias del norte de los Paises Bajos recogieran la herencia de desarrollo ya en ese entonces secular de las provincias de Flandes, pero para entonces empobrecido y trun- cado por la represién de Felipe IL." Los afios que siguieron, fueron la edad de oro de Amsterdam. Por otro lado, el gran desarrollo del tra- fico mercantil vino a incrementar la demanda de trabajo en un mer- cado en el que no habia una oferta tan grande como en Inglaterra, y Acostumbrados a trabajar al ritmo solar y de las estaciones, por mds qud este modo de trabajo sea duro, se resisten a la disciplina que exige la £44 brica y la mAquina, que, aunque posiblemente no sea més dura, aparec como tal, por desconocida. El proceso de adaptacién humana a estas trans formaciones econémicas ocasioné largos periodos de desocupacién masiva, dd malestar y de desorganizacién.2# Mis adelante retornaré a esta problematica, que es fundamental para Ja comprensién de Ja funcién que histéricamente tuvo el trabajo fors 25 Marx define a Holanda como “la nacién capitalista modelo del siglo xvi"; véase Il Capitale, 1, 3, p. 211 [t 1/3 p. 940}. 28 Véase T, Sellin, Plonecring in penology, Filadeliia, 1944, p. 20 Max Grinhut, of. cit, p. 17; R. von Hippel, “Beitrige zur Geschichte der Frei- heitsstrasse”, en Zeitschrift fiir die gesamte Strafrechtwissenschaft, xvut (1898), p. 648. : 27.-Véase T. Sellin, Pionnering in penology cit., pp. 1, 2 21 Sobre el problema demogréfico véase el ensayo de A, Bellettini, “La pou polazione italiana dell'inizio della era volgare ai gorni nostri. Valutazioni @ tendenze”, en Storia D’Ttalia, vol v, 1, Torino, 1973, p. 489. El ensayo tomal en cuenta las variaciones demograficas en Italia y en Europa, 22 Véese Maurice Dobb, of. cif, pp. 2740s. [p. 281s]. 28 Véase supra, p. 31. 24 F, Piven y R. A. Gloward, of. cit, p. 6. 36 CARCEL Y TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMACON DEL MMPRILACION DE LA INSTITUCION CARCELARIA MODERNA 37 €n un momento en que toda Europa estaba pasando por una ser disminucién demogrfica.** Esto representaba el peligro, para el capit holandés incipiente, de encontrarse ante un alto costo de “trabajo ante un proletariado capaz, més alla de las medidas de represién, contratar la venta de su fuerza de trabajo. Hsta es la situacién eed némica y social —segiin Ja hipétesis interpretativa de Riische y Ki chheimer—* que empujé a Ja joven repiblica holandesa a cambit los modelos punitivos, intentando desperdiciar la menor cuota posib} de fuerza de trabajo para controlarla y regular su uso de acuerdo ¢ las necesidades de valorizacién del capital. Es necesario aclarar, naturalmente, que tal hipétesis, basada sobs todo en la relacién existente entre fuerza de trabajo y trabajo forza (entendido como trabajo no libre), no agota la compleja realidad los workhouses. De ningim modo, como ya vimos para Inglaterra, el Gnico instrumento con el cual se intenta bajar los salarios y co! trolar Ja fuerza de trabajo, ni tampoco las mismas casas de trabaj tienen éste como tinico objetivo. Gon respecto al primer punto, vimos c6mo en Inglaterra —pero en este petiodo es vilido en un s¢ tido mds general— las casas de trabajo se acompafian de topes salari les establecidos por ley, de la prolongacién de la jornada de trabaj de prohibiciones para que los trabajadores se retinan y se organica etc." En realidad, Ja relativa exigitidad cuantitativa que siempre racterizé esta experiencia, induce a considerarla mds bien como u muestra del nivel general que habja alcanzado la lucha de clases q come uno de los factores que la impulsan. La funcién de la casa trabajo es indudablemente més compieja que la de tasar simplement el salario libre. O, al menos, se puede también decir que este ultim objetivo se debe entender en la plenitud de su significado, es dec} como control de la fuerza de trabajo, de la educacién y domesticacié} de ésta, Como afirma Marx en un texto ya citado,* el aprendizaje Ja disciplina de su nuevo estado”, es decir la transformacién del trabajador agricola expulsado de su tierra en obrero, con todo que eso significa, es uno de los fines fundamentals que en sus pri cipios el capital se tavo que proponer. La organizacién de las casas trabajo, y de tantas otras organizaciones parecidas, responde, ant que nada, a esta necesidad. Is jeparado del que plantea el mercado de trabajo. Y esto no s6lo porque través de la institucionalizacién en las casas de trabajo de un sector, unque limitado, de la fuerza de trabajo, se tiene contempordneamente in doble resultado: respecto del trabajo libre en el sentido ya enuncia- lo, hacia el trabajo forzade, en general cl més rebelde, en el sentido del hprendizaje de la disciplina, sino también porque la docilidad o la bposicién de la clase obrera naciente a las condiciones de trabajo de- yende de la fuerza que tenga en el mercado de trabajo, pues en la medida en que la oferta de mano de obra es escasa, aumenta su capa- clad de oposicién y de resistencia, y su posibilidad de lucha para no loblegarse; esto, aunque no se exprese todavia en formas conscientes organizadas, tiende, de todos modos, a poner en peligro el orden jocial y a transformarse objetivamente en politica, expres4ndose es- yontaneamente en el delito, en una agresividad en ascenso, en la vuelta.%* Continuando los trabajos de Hippel y Hallema, Thorsten Sellin hos ha dado, en Pioneering in Penology,Z* la reconstruccién més rica importante de las funciones y de la estructura de una casa de traba- lo en el siglo xvm. El cardcter intimamente burguds del movimiento jue comienza a manifestarse en torno a la cuestién penal en el pe- Nodo del Renacimiento y que tiene en el humanismo inglés y sobre ‘odo holandés del siglo xvr y xvit sus primeras expresiones, aparece laramente en la tesis principal de un opisculo sobre el vagabundeo le D. V. Coornhert. Tiste, en 1567, de manera semejante a Moro en a Utopta, sostiene que si los esclavos valen en Espafia de cien a dos- ientos florines, los hombres libres holandeses, muchos de. los cuales lenen un oficio, valen mds vivos que muertos, y por lo tanto lo mas onveniente es hacerios trabajar una vez que cometen un delito.** El yensamiento de Coombert (y de otros reformadores que lo siguieron) »0 qued6é mucho tiempo sin efecto, ya que en julio de 1589 los magis- rados de la ciudad de Amsterdam decidieron fundar una casa % Este es el aspecto en que més insisten Piven y Cloward (op. cit., paps 1). Poa Ma citamos el trabajo de Sellin, Véase también R. von Hippel, of. Hit., pp. 437s, Son numerosas también las contribuciones sobre este tema ol holandés A, Hallema; citemos de este autor nada més que In em om de yevangenis, Van vroeger dagen in Nederland en Nederlandsch-Indie, La Haye, 1936, pp. 174-176. Las casas de trabajo holandesas se recuerdan, en general, hn todas las investigaciones histéricas de penalogia, Entre los italianos, véase 1. I. Petitt de Roberto, “Della condizione artuale delle carceri ¢ dei mezzi i migliorarla (1840), en Opere Scelte, Turin, 1969, p. 369; M, Beltrani- alia, Sul goberno e sulla riforma delle carceri in Italia, Turin, 1867, p. 393. #4 Véase T, Sellin, Pioneering in penclogy, pp. 23-24. Todas las informa- piones subsiguientes sobre la Rasp-huis se toman de Sellin. vidente que este problema no est 28 Véase G. Riische y O. Kirchheimer, of. cit., p. 42, y A. Bellettini, 0 cit. 29 Véase G, Riische y O, Kirchheimer, op. cit. p. 42. 30 Karl Marx, Il Capitale cit., 1, 3, p. L92ss. [t. 1/3, pp. 918s], y el ca ym: “La giornata lavorativa”, t. 1, 1, p. 251 [“La jomnada laboral”, t. 1/1, p 27 Iss.) 4 Véase supra, p. 31, 38 CARGEL ¥ TRABAJO EN BL PERIODO DE YORMAGEN DEL Ma@flINEACION DE LA INSTITUGION GARGELARIA MODERNA 39 donde todos los vagabundos, los malechores, los holgazanes y gentuza d mismo tipo pudiera ser recluida como castigo y pudieran ser ocupados algiin trabajo durante el tiempo que los magistrados juzgaran convenient después de considerar sus culpas y fechorias.®° jigmmento necesario para tefiir los hilos utilizados en la industria tex- lil. Este proceso de pulverizacién se podia hacer de dos maneras: con lina piedra de molino, y éste era el método generalmente usado por quien contrataba, trabajo libre, o bien en el modo ya descrito, en la casa de trabajo. La madera, muy dura, importada de América del Sur, se ponfa sobre un burro y dos trabajadores internados lo pulve- hizaban manejando los dos cabezales de una sierra de mucho peso. El trabajo se consideraba conveniente para los ociosos y los perezosos, (los cuales como consecuencia de ello a veces rompian literalmente la espalda), Este era el motivo por el que se escogia el método de trabajo mas fatigoso. Es interesante notar que los que compraban el ‘Tras varias discusiones, en 1596 se inauguré la nueva institucién e un antiguo convento. Gon el trabajo de los internados la institucié: debia estar en condiciones de asegurar su propio financiamiento, pe no hable ganancia personal ni de los directores, cuyo nombramient era honorifico, ni de los guardias, que recibian un salario, Esto distin guia a Ja nueva institucién, de la misma manera que habia sucedid en Inglaterra, de las antiguas cdrceles de custodia, en las que la p sibilidad que tenfan los guardianes de extorsionar continuamente los prisioneros no era la causa mencs importante de la terrible situa cién en que se encontraban las county gaols inglesas, por ejemplo el Medivevo tardio. La composicién de la poblacién de estas institu’ ciones era bastante semejante a sus similares inglesas: jovenes autoreé! de infracciones menores,** mendigos, vagabundos, ladrones, los cuale legaban a la casa de trabajo ya sea por un mandato judicial o po un mandato administrativo, Las sentencias generalmente eran breve y por un periodo determinado, que sera modificado segiin el comporta polvo de madera de las Rasp-huis se lamentaban de la mala calidad del producto respecto del que se producia con un molino. El hecho es que la casa de trabajo de Amsterdam se adjudicé el monopolio de jeste tipo de trabajo, y en muchas ocasiones hubo pleitos legales entre la mmunicipalidad de esta ciudad y aquellas que intentaban implantar el mas moderno sistema de trabajo. Este sistema, de la concesién de privilegios y monopolios, es tépico de la concepcién mercantilista, sea de una época en que la debilidad del capital naciente exige una activa intervencién del estado para afirmarse.*’ La‘ misma iniciativa pablica respecto al manejo del problema de la pobreza por medio de una politica de asistencia y de las casas de trabajo es parte integrante de esta vision particular de las relaciones econémicas. Lo que aqui interesa, sin embargo, es examinar la relacién particular que se ins- taura entre la técnica productiva elegida y la funcién o finalidad de la casa de correcién. Esto en cuanto se manifiesta, como se ve, desde el principio, la problemdtica de las relaciones, en términos econémicos, entre trahajo libre y trabajo forzado, problematica que se hace cada vez més evidente en la medida en que con el desarrollo del capital crecer4 su parte fija. Durante el periodo que podriamos llamar de “estudios preparato- rios”, antes de la apertura de Ia institucién, el doctor Sebastian Egberts- zoon, cuyas:proposiciones fueron las que acepté la administracién de Amsterdam, habia criticado algunos puntos del programa del utopista Spiegel, especialmente con relacién al trabajo, sosteniendo que los prisioneros no estarian suficientemente empleados mds que si se les daba un solo oficio, porque muchos de ellos tenian una inteligericia limitada y aprender un oficio exigfa tiempo y dinero; que ademds la industria practicada en Ja institucién debla garantizar el minimo de inversién de capital y el maximo de ganancias; que la paga, en fin, no se debia fijar de una vez por todas sino dojarla a la discrecionalidad miento del detenido. Naturalmente, y esto vale también para Ingla; terra y para todo el desarrollo posterior que la casa de trabajo o I casa de correc j6n llega a tener en toda Europa, duraate mucho tiem4 po no Ilegé a sustituir completamente toda la gama de castigos hast: entonces vigentes, Se situaba en una posicién intermedia entre I simple multa y el leve castigo corporal y la deportacién, el destierr y la pena de muerte. Lo que es importante es que pertenece al “tip criminolégico” caracteristico de ese periodo, que nace al mismo tiemp que el capitalismo, y que tiende a desarrollarse simultAneamente coi éste. 3 La instituci6n tenfa base celular, pero en cada celda habia varios detenidos. Hl trabajo se ejecutaba en las celdas o en el gran pati central, dependiendo de las estaciones. Se trataba de una aplicacié del modelo productivo entonces dominante: l¢ manufactura. La casi de trabajo holandesa se conocié en todas partes con el nombre d Rasp-huis, porque Ja actividad laboral fundemental que alli se desa rrollaba era raspar con una sierra de varias hojas un cierto tipo: d madera fina hasta hacerla polvo, del que los tintoreros sacaban él 36 Tbid., p. 26. 86 En el momento en que se abrié la casa, se calculaba que en Amster: dam, wna ciudad de 100000 habitantes, habia alrededor de unos 3500, j6 venes delincuentes (ibid., p, 41), 87 Véase Maurice Debb, of. cif.. pp. 2135s. [pp. 215ss.]. 40 CARGHL ¥ TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMACGN DEL MPK de los directores, que la deberian regular de acuerdo con l “compor tamiento” de los presos.** Es significativo que ya en la forma d manufactura, en la cual, practicamente sin existit maquinas, la inven sin de capital se reduce més que nada al consumo de materia primal el trabajo forzado se caracteriza por la baja inversién de capital por la produccién escasa y de baja calidad, mientras el mantenimient de las ganancias es asegurado por la excepcional compresién de lo! salarios. Es e] mismo cardcter protector de esta clase de industria | que le permite sobrevivir en un mercado libre. Los contrastes con qui intentaban introducir la técnica de molienda son en este sentido evi dentes, Estos tendian a responder a la escasez de la oferta de la fuerz de trabajo, a la que la misma casa de trabajo debia en gran part su existencia, con la introduccién de la mdquina, en este caso de un: de las maquinas mas antiguas: el molino;* en otras palabras, con | intensificaci6n del proceso de extraccién de plusvalor.° El refrena: miento de la lucha de clases por medio de los lazos forzosos de I segregacién institucional se manifiesta asi desde el principio com freno para el mismo desarrollo del capital y opone al principio de trabajo en la casa de correccién no s6lo, como es obvio, a los trabaja: dores libres, sino también a los sectores del capital que se ven exchuidos del sistema de privilegios. La eleccién del proceso productivo mA tudo y fatigoso depende asi de la posibilidad de obtener altas ganan cias sin gran inversién de capital en una situacién en que el clisic monopolio del mercantilismo protege de la competencia externa. Est: eleccién tiene también otro motivo, escondido en las medias verdade: proclamadas por los idedlogos de la época sobre el carActer punitiv del trabajo rudo y sobre la “poca inteligencia” de la fuerza de trabaj que poblaba la Rasp-huis. La manufactura reclutaba su fuerza de tra: bajo esencialmente entre dos grupos sociales que habian sido arrui nados por el desarrollo del capitalismo, dos tipos de pequefios produc tores: los ex artesanos y los ex campesinos. Eran esencialmente esto: iltimos, menos expertos para trabajar en una situacién que era mus cho més parecida obviamente a la de los artesanos que a las de log campesinos, los que poblaban Jas casas de correccion, Ademas, Ia ma: nufactura habfa desarrollado, como dice Marx, una clase de trabajadores que la industria artesanal excleia por entero, Io: Hamados obreros no calificades, Ast como aquélla, a costa de Ja capacidad conjunta de trabajo, desenvuelye hasta el virtuosismo la especializacién tos 8 Véase T. Sellin, Pioneering in penalogy cit, pp. 29-30. 89 Véase Karl Marx, 1 Capitale, 1, 2, pp. 43 [t. 1/2, p. 424]. 49 Para una discusién tedrica de este punto, véase Maurice Dobb, of. cit.) PP. 3165s, 3225s. [pp. 2235s. y 329ss.]. HMRAGION DE LA INSTITUCION CARGELARIA MODERNA AL talmente umilaterizada, comienza también a hacer de la carencia de todo dosenvolvimiento una especializacién.*? Bitos “obreros no calificados” son justamente los que trabajan en ay ctos de la produccién como los que estamos describiendo, y que gonstituyen. generalmente las primeras operaciones del proceso pro- ductivo. Estos obreros son, en la produccién manufacturera, una mi- foria, mientras que los que conservan habilidad artesanal siguen teniendo una cierta capacidad de resistencia y de insubordinacién ‘inte Ja produccién manufacturera hasta que la aparicién de las ma- quinas la viene a destrozar.*? Esto clarifica por qué cuando se trata de manejar un sector de Ja fuerza de trabajo que es necesario discipli- far para introducirlo coactivamente en el mundo de la produccién manufacturera se tiende a escoger aquel proceso productiyo que hace Al trabajador més décil y menos provisto de conocimientos y de ha- bilidad que el que los provee de instrumentos de resistencia, Asi, sea que se tratara de fuerza de trabajo proveniente del campo, sea de origen citadino-artesanal, la practica monétona y pesada del rasping respondia mejor que cualquier otra a lo que ya desde enton- 6¢s aparece como la funcién fundamental de la institucién correccio- nal: el aprendiza de la disciplina capitalisia de produccién. Como tam- bién nota Sellin,** las proposiciones contenidas en el programa primi- tivo de Spiegel para un adiestramiento y una preparacién profesional de los internados fueron completamente refutadas. Se destacé, en cam- bio, que la instituci6n tenia como finalidad Preparar a sus hos- pedados a llevar después “una vida de laboriosa honestidad? “4 fin que se debia alcanzar por medio de un comportamiento regulado y por el sometimiento a la autoridad. Esta actitud debia manifestarse sobre todo en la actividad laboral; no es casualidad que la infraccién més grave al reglamento de la casa, la tinica que merecia no una san- cin interna o Ja prolongacién de la pena sino una nueva compare- encia ante el tribunal, era negarse a trabajar por tres veces. Esto se unia a una visién ascética de la vida, propia del calvinismo de la joven repitblica holandesa,!* cuya funcién en el complejo de la sociedad era reforzar el dogma del trabajo, y por ende la sumisién ideclégica, dentro del proceso manufacturero, pero que en la casa de correccién fa como objetivo propio, antes que nada, la aceptacién de la ideo- logia, de la Weltanshawung burguesa-calvinista, y sdlo en un segundo Karl Marx, Il Capitale cit., 12, p. 49 {t. 1/2, p. 426). 42 Jbid., pp. 68 y 69 [t. 1/2, pp. 447-448}. 48 Pioneering in penology cit, p. 59. Tbid., p. 63. 45 Sobre esto, véase infra ct { 3 de esta parte. 42 CAROL Y TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMACON DEL NP momento la explotacién y la extraccién de plusvalor. Parece ast q ya desde estas primeras experiencias’ aparece claramente que la inefi ciencia y el retraso de la forma en que se da la explotacién dent de la casa de trabajo —retraso que puede subsistir slo por la violenci: con que el estado permite un régimen de salarios extremadamente ba: Jos en relacién con el exterior—— no significa una disfuncionalidad d Ja instituci6n con relacién al sistema, en cuanto que no se trata pro: piamente de un lugar de produccién, sino més bien de un lugar e que se aprende la disciplina de la produccién. Los bajos salarios, por el contrario, son muy ttiles, ye que hacen particularmente opresivo € método de trabajo y preparan para obedecer una vex que se esté fuera: La dureza particular de las condiciones en el interior de la casa d correccién tiene, ademas, otro efecto sobre el exterior, lo que los jus istas aman de “prevencién general”, 0 sea uma funcién de intimi dacién, por la cual, el trabajador libre, antes que terminar en la casal de trabajo o en la cércel, prefiere aceptar las condiciones impuestas all trabajo y, mas en general, a Ja existencia. El régimen interno de la casal de correccién tiende asi, més all de la absoluta preeminencia que en ella se le da al trabajo, a acentuar el papel de esa Weltanshauung bur guesa que el proletariado libre no aceptaré nunca. completamemnte, La importancia que se da al orden y a la limpieza, al vestuario uni- forme, a la sanidad de la comunidad y del ambiente (pero no a lo que tiene relacién con el proceso de trabajo), la prohibicién de blas+ femar, del uso del calé popular y del lenguaje obsceno, de leer libros| y cartas, de cantar baladas fuera de Jas que ordenaban los directores (en un pais y en un siglo en que las baladas son manifestacién de la lucha por la libertad de pensamiento), la prohibicién de jugar y de| usar apodas fueron intentos hechos para representar concretamente, en la casa de trabajo el estilo de vida recién descubierto, y para des- pedazar una cultura popular subterrdnea que se opone a lo que st cede, y que ademés es el enlace con las formas tradicionales de vidal campesina, abandonadas hacta poca, y con formas nuevas de resis- tencia a los ataques incesantes que el capital hace al proletariado. Si no se comprende el estrecho nexo que liga al trabajador primero con la manufactura y después con Ia fabrica y con el compiejo de rela- ciones sociales externas; si ao se comprende el cuidado con el que, en la época ain primitiva del desarrollo del capital, éte intenta, a to- dos los niveles, construirse su propio proletariado y asegurarse las con diciones éptimas para Ja obtencién del phisvalor, no se llega a ver cémo una serie de elementos y hechos sociales, lejos de ser insignificantes, son manifestaciones que tienen sentido y que los liga con el proceso de la manufactura. Marx describe bien e] significado general de esta relacién cuando define la situacién del obrero manufacturero: GRUAGIGN DE LA INSTITUCION GARCELARIA MODERNA 43 [,..] la manufactura Jo revoluciona desde los cimientos y hace presa en las valces mismas de la fuerza individual de trabajo. Mutila al trabajador, lo convierte en una aberracién al fomentar su habilidad parcializada —cual ni fuera una planta de invemadero— sofocando en él multitud de impulsos y aptitudes productivos, tal como en los estados del Plata se sacrifica un ani- mal entero para arrebatarle el cuero o el sebo."* Asegurar la sofocacién de una multitud de impulsos y aptitudes produc tivas, para valorizar sélo la pequefia parte de] individuo que es util para el proceso de trabajo capitalista, es Ja funcién que los buenos burgueses calvinistas del siglo xvm asignaron a la casa de trabajo, y fera més tarde la funcién de la institucién carcelaria. El lugar donde se da Ja depauperacién global del individuo es la manufactura, y Ja fébrica; pero la preparacién, e] adiesiramiento, se garantiza en una estrecha red de instituciones subaliernas de la fabrica, cuyas caracteris- ticas modernas fundamentales se construyen exactamente en este tiem po: la familia mononuclear, Ia escuela, la cércel, el hospital, mas tarde el cuartel y el manicomio; todas ellas van a asegurar Ja produccién, la educacién y la reproduccién de Ia fuerza de trabajo que necesita el ca- pital4? Frente a esto, se alzard la resistencia, primero esponténea ¢ incoasciente, criminal, después siempre mas organizada, consciente, politica, que el proletariado sabr& oponer en la fabrica y en todas las instituciones mencionadas. Una vez que la nueva sociedad ha nacido y que estén puestos los muevos términos de Ja Iucha de clases, capital y trabajo, Ia evolucién general de la sociedad va a depender de la evo- lucién que tenga esta relacién. Algunas de las ditimas observaciones de Sellin, sobre las Rasp-huis holandesas parecen apuntar en este sen- tido, al hablarnos de castigos colectivos impuestos debido a la nega- tiva de trabajar."* Es interesante anotar que desde el principio del fun- cionamiento de la casa hasta la segunda mitad del siglo xwur el ntmero de las hojas de la sierra para pulverizar Ja madera se reducen de 12 a 8, luego a 6, y por fin a 5. Al mismo tiempo se reduce la cantidad de polve que cada internado debe producir por semana: de trescientas a doscientas libras, Naturalmente esto se debié a la obsolescencia de un método productivo que era ya atrasado en sus principios y al desa- rrollo general que la institucién tuvo en los sigles siguientes. Pero también jugé un papel importante la oposicién que siempre se ma- nifest6 en el interior de la institucién y que Sellin solamente insinia. (por no estar particularmente interesado en reconstruir este aspecto del problema). 48 Karl Marx, I Capitale, 1, 2, pp. 60-61 {t. 1/2, pp. 438-439]. St Sobre esto, véase infra el § 4 de la Parte 1 48 T, Sellin, Pioneering in penology cit., p. 68. 44 CARCRL ¥ ‘TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMAGSN DEL wpa UNUACON DE LA INSTITUCION CARCELARIA MODERNA 45 ii Jos pobres de las manos privadas, se tomaron medidas no sdlo en los paises protestantes sino también en paises catélicos come I’rancia, don- te el desarrollo de una burguesia comercial y de un estado nacional planteaba el mismo problema y la misma solucién. Es tipico el caso de la ciudad de Lyon, centro comercial y de trafico que doblé su po- blacién en la primera mitad del siglo xvi* Después que en los afios 1529, 1530 y 1531 continuas agitaciones de pobres, artesanos y jorna- Jeros pusieron en peligro el orden social de Ja ciudad, se decidié crear una politica de asistencia orgnica y centralizada. Dos afios después, ln decreto de Francisco I extendié el mismo sistema a todas las pa- troquias de Francia. Al mismo tiempo se creé la figura francesa de la workhouse: PH6pital, en la cual, sin embargo, prevalece cada vez mds el principio del simple intermamiento que el del trabajo, como habia tido tipico en las instituciones de los paises reformados. Sélo en la fegunda mitad del siglo siguiente, con un notable atraso respecto de Inglaterra y de los paises protestantes y con las limitaciones que ve~ vemos, se generaliz6 el internamiento en Francia. Este debié segura- mente depender, mas que de influencias religiosas, del desarrollo ca- pitalista ms avanzado de otras zonas, como Flandes, los Paises Bajos y Alemania septentrional, donde las casas de trabajo y de correccién te habian multiplicado bastante antes. Por otro lado, también es cier- to que, sea el movimiento reformador, sea el nuevo modo de entender la pobreza, encuentran en estas sociedades dindmicas y en profunda transformacién su raz6n de ser y su alimento. Las religiones protes- tantes, en particular el calvinismo, suministran mucho més que la re- ligién catélica una visién del mundo y de la vida basadas en la ética del trabajo, esa religién del capital, que anima por si a las institucio- nes segregantes.** En el pasaje de Ja sociedad agricola medieval a la sociedad bur- guesa industrial, el trabajador no est4 sujeto ya a un vinculo directo ¢ inmediato con el sefior, vinculo juridica y militarmente garantizado y justificado a nivel ideolégico por una visién teocratica global de la vida, Ella debe ser conducida ahora por una fuerza mucho més in- ME. GENESIS Y DESARROLLO DE LA INS'TITUCION CARGELARIA EN LOS OTROS PAISES DE EUROPA Se consideraré abora la situacién mis general rre, algunas formas de produccién capital ciertas zonas de Italia, Alemania, tarde, también en Francia.” No través de cudles comple} . Antes que en Inglate lista se desarrollaron e1 Holanda y, aunque un poco mé oes el lugar aqui para examinar jas vicisitudes histéricas el precoz desarrolld de estas zonas fue después muy inferior al inglés 0, como en el cas italiano, incluso, regresivo; lo que importa apuntar es cémo a este primer desarrollo corresponde la creacién de “una clase de hombre miserables, vagabundos sin tierras que disputaban entre «por o empleos” ® y de una fraccién importante de trabajadores proletario: excluidos de las corporaciones como los “Ciompi” de Florencia. E el siglo xvz, en Francia, Flandes y Alemania, al descenso del salarid real corresponde Ja asi llamada “revolucién de los precios”, que se ve acompafiada de gran oferta de fuerza de trabajo. La “represién san- guinaria de los vagabundos” se acompafia de una represion casi tant despiadada y complementaria de las masas ocupadas: la asociacién, la huelga, el abandono del lugar del abajo se castigaban de maneras rnuy severas, se utilizaba con facilidad la pena de la galera, y se multipli- caron las casas de correccién. En Paris, donde se habia establecido un royaume des. truands [reino de bandides], los vagabundos constitufan la tercera parte de la poblacién. __ Frente a esta situacién, una de las reacciones inmediatas es la sus: titucién del antiguo sistema de caridad privada y religiosa por una asi tencia piblica coordinada por el estado. Este es uno de los éxitos so- ciales mas importantes del proceso de incautacién de los bienes ecle- sidsticos que acompafia a la Reforma. El mismo Lutero, en su Caria 4 la nobleza cristiana, se hizo intérprete y portavoz de las nuevas ideas sobre la caridad diciendo con mucha claridad que se debia abolir la mendicidad y que cada parroquia debia alimentar a sus propios nece- sitados.®* F] mismo claboré después un esquema detallado de asistencia, que Carlos V impuso en todo el imperio.** Para sustraer la asistencia 58 Tbid., p. 11. Sobre el caso de Lyon, véase J. P. Gutton, La Société et los pouvres, Lexemple dz la generalite de Lyon, 1534-1789, Paris, 1971; N. Z, Davis, “Poor relief, humanism and heresy: the case of Lyon”, en Studies in medieval and renaissance history, 1968, p. 217; R. Gascon, “Inmigration @t croissance au xvi siecle: Pexemple de Lyon (1529-1563)”, en Annales, 1970, p. 988. 86 Sobre el tema especifico, véase Rusche y Kirschheimer, of. cif., pp. 2, Mas.en general, véase J. B. Kraus, Scholastik, Puritanismus und Ka- Pitalismus, Munich, 1931; P. C. Gordon Walker, “Capitalism and the refor- tation”, en Economic Historrp Review, vin (1937), p. 18 y_naturalmente Max Weber, L’etica protestante ¢ lo spirito del capitalismo, Wirenze, 1965. 4° Maurice Dobb, of. cit. pp. 18%ss. [pp. 285ss.]. % Loc. cit, Si Idid., p. 193 [p. 193]. Sobre los “Ciompi”, véase V. Rutenberg, Popolo emovimenti popolari nel’Italia del '300 ¢ '400, Bologna, 1971, pp. 157-329. 8% Maurice Dobb, of. cit., pp. 275:s. [pp. 281ss.] y bibliografia citads, ® Recordado por G. Riische y O, Kirchheimer, of. cit., p. 36; F. Piven’ y R. A, Cloward, of. cit, p. 9; M. Griinhut, of cit., p. 14. “1 F, Piven y R, A. Cloward, op. cit., p. 9, ARTA MODERNA 47 6 GARGRL ¥ TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMACON DEL. MI IRBAQION DE LA INSTITUCION GARCEI acion de Ja explotacién en la fAbrica, fuera de ésta avanza la lucha jor el liberalismo y la democracia (por lo menos mientras valen Jas eglas del capi siglo xix). Esto significa el inicio lo una profunda contradiccién entre el mundo de Ia fébrica y el mundo exterior, contradiccién que Hegarf a ser después uno de los mayores terrenos de lucha del proletariado organizado. Ademés, la \ultoridad en Ja fébrica es una autoridad muda e impersonal, que ha perdido el rico cardcter idealégico que poseia el mundo religioso me- \ieval, Por eso ella debe ser necesariamente acompafiada por un con- trol extemno de la fuerza de trabajo que se comienza a aplicar preci- hamente en este periodo y que se desarrolla progresivamente. Se trata fle formar una tendencia natural y espontdnea del trabajador para Hometerse a la disciplina de la fabrica, reservando el uso de la fuerza polo para una minorfa de rebeldes. Este control, y aqui se hace-evi- lente Ja importancia de Ja reforma religiosa y su conexién con la primera, forma de internacién, sc hace siguiendo dos Iineas directrices: Ja interioridad del individuo (y de la familia) y la institucién segre- pante.®7 Marx, en un escrito juvenil, expresé todo esto muy bien y en directa: la coaccién econémica. Pero sélo cuando el capitalismo cance su pleno desarrollo, con el logro de la hegemonia material ideolégica de éste sobre toda la sociedad, sélo entonces la fuerza la necesidad deviene una forma realmente eficiente de regulaciéi social. En el largo periodo de transicién que estamos examinando, of el que permanece una compenetracién de economia campesina y éc1 nomia urbana, el trabajador “fuera de la ley” experimenté la exce cional sistuacién de ser “libre”, “sin ligaduras”, como observa Ma: Era una libertad ficticia, la libertad de morirse de hambre y q frecuentemente era abordada por la autoridad con drésticas medid, terroristas. Sin embargo se va desarrollando en este periodo una rel ciém social en que se colocaba al trabajador ante una serie de alte nativas, frecuentemente draméticas, desesperadas, gue en la estructu social anterior no existian. Es el momento del vagabundeo, del bai didaje, del robo de cosechas, de las revueltas campesinas; de los inicio en las ciudades, de los choques de clases. La violencia juega ahora u pepel determinante en el manejo, por parte del poder mondrquic. burgués, de las clases subalternas y todavia se debe construir un mund| en que tal instrumento se haga cada vez més excepcional. Esta “I hertad’” del trabajador se verd expresada por el derecho del Tlumini mo en el concepto de contrato, Aun cuando, como lo pondré en cla Ja critica marxista, esta aparente libertad no es més cue la sanciél de otra fuerza, no ya juridico-militar, no més politica, sino econd mica, sin embargo la diferencia en la organizacién de una, socieda en la que el alquiler de Ja fuerza de trabajo debe pasar a través d instrumento impersonal —-aunque terriblemente concreto— del me cado respecto de aquella en la que la explotacién de la fuerza trabajo se realiza a través del control y la subordinacién personal y pe petua del explotado a su explotador, la diferencia, deciamos, es consi derable y comporta una serie de problemas completamente nuevos. Fist es la base estructural sobre la que asienta todo el movimiento de la di Iéctica entre principio de libertad y principio de autoridad que apa| rece con la sociedad burguesa, y que encuentra en la Reforma st primer y fundamental momento. En el sistema medieval, la autorida es la trama de las relaciones sociales de una comunidad agricola ind ferenciada, que encuentra, en Ja compenetracién existente entre 16 Srdenes religioso, politico, econémico, su cohesién y omnicomprensivi estructura, Con Ia problematica, dialéctica, liberacién de las m: sas campesinas y de su transformacién en proletaziado tal ordenamient jerdrquico desaparece y el principio de autoridad, que deviene la bas misma del proceso de produccién, capitalista dentro de la fabrica, dis minuye y se refugia en algunas zonas de la vida social externa, ¥ en ki medida en que el principio de autoridad progresa y dirige la oxgari lismo “clasico” del \inas cuantas Iineas: Lutero vencid,- efectivamente, a. la servidumbre por la devocién, porque la justituy6 por la servidumbre en la conviccién., Acabé con la fe en la auto- Hidad, porque restaurd la autoridad de la fe [...] Liberé al hombre de la jeligiosidad externa, porque erigié Ia religiosidad en hombre interior, Eman- vipo de Jas cadenas al cuerpo, porque cargé de cadenas cl corazén [...] Ahora, ya no se trataba de la lucha del seglar con el cua fuera de él, sino de la lucha con su propio cura interior, con su naturaleza curesca§ Al desmoronamiento de la comunidad campesina, y al aislamiento le cada trabajador respecto de cada capitalista, corresponde la lucha contra la Iglesia Gatélica y sus formas comunitarizs “externas” y ca- " Véase infra el { 4. En el mismo sentido se desarrolla Ja influencia del metodismo en Gran Bretafia, durante la revolucién industrial: véase BE. P. Thompson, The making of the English working class, Penguin Books, pp. 855s. Por eso Marx se refiere en La Sacra Famiglia (Roma, 1969, p. 242 [La Sagrada Familia, México, Grijalbo, 1967, p. 252]) al “sistema celular meto- dista”, aunque, como se ver, este sistema ora més bien cudquero que metodista. Muchas de las posiciones mas estrictamente tedricas asumidas en este trabajo lenen la misma matriz en, la discusién de la posicién marxista en maateria penal en Dario Melossi, La questione criminale nel pensieto di Marx, de préxima pu- blicacién, 68 Karl Marx, Critica della filosofia del diritto di Hegel, Introduzione, on Scritti politic’ giovanilli, Torino, 1950, p. 404 [En torno a la “Critica de la ilosofta del derecho”, de Hegel en La Sagrada Familia cit., p. 10]. 48 GARGEL Y TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMACON DEL MMpNAGION DE LA INSTITUGION CARGELARIA: MODERNA 49 rentes de fe interior, la sustitucién de esta relacién por la soledad dfifancia, muy particularmente en Ia infancia. Para Lutero y para Cal- los hombres entre si y delante de Dios; cuando Lutero narra la actlno “Dios, padre y sefior” eran la triada perfecta.%? Pero al lado de la vidad divina, esta hablando en realidad del capital: “Dios ha dispuesitnilia se van formando las otras instituciones. La primera de todas, que los inferiores, los stibditos, estén completamente aislados, separgi la casa de trabajo y de correccién, que tiene la ambivalencia de ser dos entre si, les ha quitado la espada, y los ha arrojado en la cércel*Werdadera y propiamente lugar de produccién, por un lado, ¢ instru- La lucha por la libertad de conciencia y de religién, la lectura “pegtiento educativo de tipo “paterno” por el otro. Veremos como pre- sonal” de los textos sagrados, la relacién directa entre el hombre y Ipitlece el segundo aspecto. La ambigiiedad todavia contintia. divinidad, el desprecio de las obras y del mundo ante la fe, son trang’ ‘También con la Reforma cambia completamente el modo de en- formaciones muy profundas del habitus religioso, social y sobre todgiinder la pobreza, que no posce més la “positividad mistica” del psicolégico del individuo, que tienden a interiorizar la autoridad y [pristianismo medieval pero se convierte en signo de la maldicién divina. violencia, y a sustituir, para las grandes mayorias, las cadenas tan vjfoucault nos dice que con la Reforma “‘la pobreza designa un cas- sibles de los siervos de la gleba por las cadenas psicolégicas del hombygigo”,°* y es comprensible que sea excluido y castigado por los hom- pio. Contempordnea y funcionalmente a este proceso, se da una ingpres quien es excluido de la predileccién divina y castigado por su portancia enorme a los instrumentos “educativos”. En primer lugar, Polera. Y esto es tanto mds verdadero si él —el pobre— no puede o la familia. Es notable como en este periodo, y bajo el influjo de lgio quiere participar cn Jas obras humanas destinadas a dar gloria a doctrinas protestantes, la forma clésica de la familia patriarcal bugios.°* Obras que, por otra parte, no tienen ningiin valor en si mis- guesa adquiere un nuevo y singular vigor; es entonces cuando el padifiias; la total desvalorizacién de la praxis, expresa la irracionalidad de se convierte en wma figura social y de control de gran autoridad, pina sociedad en la que la produccién tiene como fin la acumulacién quien los poderes piiblicos delegan la regulacién de la educacién dp no el uso y el consumo de los bienes producidos.®* Pero justamente los. hijos y el control de la esposa. is por eso que la socializaciégior esto, por la absoluta indiferencia de la actividad terrena respecto de los jévenes se hace en este periodo uno de los cbjetivos fundamerfil tinico fin que tiene valor, el logro del estado de gracia y la comu- tales de las casas de trabajo y de las otras instituciones que estam@pién con Dios, el hombre estA libre para obrar y vivir en el mundo examinando, El caso que originé la famosa Rasp-huis de Amsterdaifion el fin de aumentar la gloria de Dios y con ello el signo de su fue justamente el de un joven y fue la preocupacién por la delincuempterna salud. No hay ninguna justificacién racional para respetar el cia juvenil la causa decisiva que determiné la construccién de Ja ingorden y el trabajo en si mismos: la ideologia protestante tiene la visién titucién, Casas de correccién para jévenes, precisamente “correcciq jpesimista de un mundo sumergido en el pecado: absurda epifania nales”, surgen por doquier simulténeamente con las de pobres, fiivina en la que los hombres cantan las glorias de Dios, trabajando, muchas veces en Jas casas de trabajo ordinarias habla secciones patfahorrando y acumulando (algunos). Lutero se representa la. situacién Jévenes, también de buena familia, que eran recluidos alli por volumumana como una cdrcel, cdrcel candnica probablemente, ya que él tad de sus padres.! Y esto era asi porque se tenia conciencia de qiffiabia sido monje y habla de aislamiento. Ademas, una vez suprimidos este nuevo orden de ideas, esta “espiritualidad” nueva de orden y rigs sacerdotes, Lutero llega a la “naturaleza sacerdotal” de todos. Ava presién, experiencia sin correspondencia en los siglos anteriores (po lo menos a nivel de masas), debia ser ensefiada e inculeada desde ] 82 Véase Herbert Marcuse, op. cit, pp. 465s. 8% Michel Foucault, Storia della fellia, Milén, 1963, pp. 91-92 [Historia 59 Martin Lutero, Scritti politici, Torino, 1949, p. 566. le la locura en ta época cldsica, México, FCE, 1967, t. 1, p. 91] . 0 Rsta es la postura que Herbert Marcuse asume en su ensayo L’autg °* Véase Max Weber, of. cit., pp. 2595s. y Herbert ‘Marcuse, op. cit., vita ¢ la famiglia (Torino, 1970, pp. 465s), primera traduccién italiana pp, 27-31, oe la parte que Marcuse redacté sobre Ia encuesta publieada en 1936, por Gomo Marx lo va a aclarar espléndidamente, esta desvalorizacién del Instituto de Ciencias Sociales de Frankfurt, sobre autoridad y familia, obspyignificado de ta obra como tal respecto a su valor para la divinidad, como que se tradujo completa en Studi sulla autorite e 1a famiglia (Torino, 1974}iigno, corresponde perfectamente a la situacién de las obras en una sociedad Baste apuntar cl hecho de que ésta es la estructura familiar que se encuemptn que cllas ya no se producen directamente para ¢l consumo (como en la tra en la base de la teorfa freudiana, es decir de una teoria que surge, on esiociedad agricola) sino para el mercado, para el intercambio (ésta es la di- siglo, como conciencia burguesa de Ja crisis de esta determinada forma djlerencia entre velor de uso y valor de cambio): las obras no valen por lo familia, “Tue son en, si sino por lo que pueden procurar (para la religion del capital, #1 Al respecto, véase cl f 2 de la segunda parte, Fro hay gran diferencia entre acumulacién y gracia).. 50 GARGEL ¥ TRABAJO EW HL PERIODO DE-FORMAGON DEL 14 religiOn la sustituye la eticidad y todos son sacerdotes del nuevo cult Lo que era experiencia de organizacién eclesidsica se convierte experiencia comtn de todos. El aislamiento, que més que nada es aislamiento de la antigua comunidad camipesina, de la propiedad los instrumentos de produccién, en Lutero es ya uno de los valor méximos de.la nueva sociedad. Si, hablando en sentido metaférico, la cdrcel es el modelo de sociedad, unos afios después la concepcién protestante, sobre to calvinista de la sociedad, modela la forma de la futura carcel moder en la casa de trabajo. Dos siglos més tarde, en un momento y en w region plex6ricas de promesas para el desarrolld del capitalismo y su espititu, las ex colonias inglesas de Norteamérica en los primes afios del siglo xtx, los colonos cudqueros de Pensilvania realizan lit ralmente las palabras de Lutero en sus cérceles celulares, la forn finalmeate descubierta de castigo burgués. Pero ya desde el princip) el seereto de las Workhouses 0 de las Rasp-huis esté en la represen cién en términos ideales de la concepcién burguesa de Ja vida y Ja sociedad, en el preparar los hombres, principalmente a los fobr a los proletarios, para que acepten un orden y una disciplina que | haga déciles instrumentos de la explotacién. Los pobres, los. jévenq las. prostitutas Henan en el siglo xvir las casas de correccién: son I catégorias sociales que deben ser educadas o reeducadas en la vi burguesa laboriosa y de buenas costumbres. No s6lo deben aprendg deben convencerse; desde el principio le es indispensable al sister capitalista la antigua ideologia religiosa con nucvos valores y nuevos instrumentos de sometimiento. La espada no puede ser usa con las multitudes, y el temor que una nueva solidaridad, una nite comunidad surga para romper el aislamiento de las clases subalterni es desde el comienzo una concreta realidad. Después de proclamar Ja voluntad divina del aislamiento de | hombres, Lutero afiade: “Pero cuando se subleven, cuando se und} con otros, cuando se enfurezcan y tomen la espada, a los ojos de Di son merecedores de condenacién y de muerte.” * Aqui, Lutero, tinicamente define Ja practica penal de su tiempo (si la “carcel” para todos, es justo que el pobre, por el hecho de serlo, termine en I cdrcel; y si se rebela, que 1o cuelguen, como efectivamente sucedia sino qué también toma posicién contra el movimiento que sus propi palabras habian eyudado a nacer: la revuelta de los campesing rebeli6n que en las palabras de su Jider Thomas Miinzter apare come la rebelién de los expropiados en contra del proceso multiform 26 “An ideal house of terror’, véase infra el § 4, n. 105. ©? Martin Lutero, op. ¢it., p. 566, Las cursivas son del autor. Wiisia rebelién es para Lutero la cosa mas grave. Citando MARACION DE LA INSTITUCION CARGELARIA, MODERNA 5k {ue ya. describimos. y que Marx llama. la “acumulacibn originaria”. ‘on la rebelién, colectiva, la rebeli6n asume un significado politico jue va mucho més-all de Ja respuesta inmediata del hurto o incluso fol bandidaje, y es mucho més peligrosa. La conciencla de Mitnzter fs muy clara; refiriéndese a Lutero, afirma: 4] en el Libro del comercio dice continuamente que los, principes deben joder andar tranquilamente entre los Jadrones y los bandidos. Pero no dice Mil es el otigen del hurto y la rapifia[...] Los peores usureros, ladrones y iandidos, son nuestros principes, que se posesionan de todo lo que. existe. Los mpces del agua y las aves del cielo, deben ser de ellos (Isaias V). Y después, Vanen la desvergiienza de predicarles a los pobres el mandamiento de Dios: J) deben robar, mientras ellos no lo observan, Devastan todo, despojan y Hesangran al pobre campesino, al artesasno y a todos los seres vivientes.®* a Lutero, Marcuse dice: | bandido y el asesino no ofende a la cabeza, que puede castigarlo, y por ld tanto deja la posibilidad del castigo. La sedicién, al contrario, “ataca al astigo mismo”, no a una parte del orden existente sino al orden mismo, que jg funda esencialmente en la posibilidad de su poder punitivo, en el reco- hocimiento de su autoridad.% Purante todo el periodo de las monarquias absolutas aumentan cada, Ver més los crimina lesae majestatis que conllevan generalmente la pena capital; para éstes, no hay ninguna posibilidad de “correccién”. Mientras la rebelién se expresa en desadaptacién, aunque sea grave, dle las relaciones sociales dominantes, la domesticacién a fuerza de Tpalos y trabajo. puede tener alguna posibilidad de éxito (dependiendo ie Ja necesidad existente de fuerza de trabajo en un mundo determi- nndo), pero si la rebelién se encausa —por més que sea de modo jngaiioso y poco claro— en contra de las relaciones sociales en si mis- mas, en contra de la autoridad, no queda alternativa. Quien se rebela goatra la disciplina misma, no contra alguna de sus particulares apli- caciones, no es susceptible de correccién: merece Ja muerte. 68 En Herbert Marcuse, of. cit., p. 35 (3). Es sintomdtico cémo los es- fotos sociales sefialados por Miinzter como ‘victimas de los principes depre- dladores son “el pobre campesino y el artesano”, exactarente los que esta~ han padeciendo e) peso de la expropiacién primero, y de la transformacién. én proletarios después. Sobre Ja rebelién de les campesinos en Alemania, véase el cldsico trabajo de Friedrich Engels, La guerra det contadini in Ger- mania, Roma, 1949. 09 Herbert Mareuse, of. cit., p. 96. Se refiere a Lutero, op. cit., pp. 522- 24, Esta concepcién es la base de la teoria penal hegeliana. 52 CARGEL Y TRABAJO EN EL PERIODO DE FORMAGON DEL wi 5 3 PRMACION DE LA INSTITUGIGN GARCELARIA. MODERNA 53 El ejemplo de 1a casa de trabajo de Amsterdam fue seguido muchas otras cudades europeas, sobre todo de lengua alemana.” Es expansién no se dio por casualidad, sino que se fue dando en aquell: zonas en donde ya habia un notable desarrollo de tipo mercantil-cap talista: en las ciudades de la Liga Ansedtica surgieron casas de corre! cién (Zuchtéuse), en Lubeck y Bremenn (1613), Hamburgo (1622 Danzing (1630). Otra zona en que, unos afios después, se difunde experiencia holandesa, es Suiza: Berna en 1614, Basilea en 161i Briburgo en. 1617. A diferencia de la relacién entre las casas de corre cién inglesas y la de Amsterdam, sobre la que se puede tinicamen| suponer una influencia indirecta, la Rasp-huis holandesa fue visita muchas veces por invitados de distintas ciudades, que después impla taron instituciones semejantes.’? Tambjén desde este punto de. vist] es indudable que la red econémica y religiosa, en especial calvinist que ligaba a estas diversas zonas, tuo gran peso en la difusién Ja experiencia. Todas esas instituciones tenian caracteres semejante} Ellas hospedaban mendigos, ociosos y vagabundos, prostitutas, ladr nes, petty offenders [ofensores menores], jévenes criminales 0 q debian corregirse, locos. También aqui el trabajo consistia, princip: mente para los hombres, en raspar la madera para los tintes, y par] Jas mujeres, generalmente prostitutas 0 vagabundas, en tejer. La raz6l inmediata del éxito de Ja institucién fue sobre todo su capacidad di producir ganancias, que para la casa de Amsterdam, protegida por monopolio, resultaban excepcionales, La finalidad de estas instituci nes era doble: por un lado, el intento puramente disciplinar, que es elemento que le daré continuidad a Ia institucién; y por el otro la e casez de mano de obra en la primera mitad del siglo xvi obligaba Poner un cierto acento en la necesidad de dar a los internados uni preparacién profesional (inotivo por el cual las municipalidades qu dirigian Jas casas se tuvieron que enfrentar muchas veces a las co! poraciones de artesanos)."* Cada vez mis, en el curso del desarroll de la institucién, se van internando en ella condenados por delitot més graves y de condenas mis largas, llegando en gran parte a sus tituir, con la cércel, los otros tipos de castigo. Durante mucho tiemp no se hizo ninguna rigida clasificacién de las distintas categorias juri dicas o humanas de los internados. Como notan Rusche y Kirchheimet se puede suponer una cierta diferencia entre Zuchthaus, cércel propiat mente dicha, y Arbeithaus, para vagabundos, pobres y detenidos pol jazones policiacas, pero se trataria de diferencias formales que no. uvieron ninguna correspondencia en la realidad.'* Los siglos xv y Kyun fueron creando poco a poco la institucién que primero el Ilumi- iismo y después los reformadores del siglo xix transformaron en la orma actual de Ja cércel. Asi, “la primera forma de la prisién mo- lerna est4 intimamente ligada con la casa de correccién manufactu- por”. Al principio, la experiencia de las casas de trabajo fue pa- rimonio protestante, y mAs que nada calvinista. Es significativo un pptisculo holandés de 1612, en que se atacan las posiciones catélicas, Hdiculizando la creencia en los milagros ce los santos, compatdndolos jon los milagros de San Raspado, Santa Pena y San Trabajo, los tres ntos que en la casa de correccién de Amsterdam hacen de veras el nilagro —segin el polemista protestante— de corregir a los vagabun- los y a los criminales.” Pero Ja experiencia del internamiento se generaliza rapidamente ambién en los paises catélicos, sobre todo en Francia. Ya vimos cémo ) mediados del sigle xv1, se fund6 en Lyon un Aéspital, pero este hecho juedé un tanto aislado. Slo en 1656 se funda en Paris el Hépital gé- jira, institucién que se extender a todo el reino, con un decreto de 1676."° Ademis del retraso con que se funda la institucién en Francia, [ve marca la diferencia existente con otras zonas mds desarrolladas, el jospital de Paris, que es la fusién de distintas instituciones que ya exis- {an, tiene un cardcter mucho més claro de asistencia a los pobres, jue en Paris habian legado a ser un problema impresionante, que iqucl aspecto correcional y productive que tenian las Workhouses o IAs Tuchthaus. Viudas y huérfanos son hospedados en gran néimero rh los hospitales. Su poblacién es vasta y heterogénea."? Aunque se fislste mucho en la importancia del trabajo, el hospital de Paris, diez ifios después de su fundacién, tenia ya fuertes pérdidas econémicas.™* usche y Kirschheimer insisten en que la diferencia de religion no fone importancia para la difusién de la institucién. Sin embargo, los rilsmos datos que ellos brindan muestran cémo la situaci6n econémica ph que se sittia Ja experiencia francesa sea diferente de la holandesa 1 de la de la Liga Ansedtica; y es sobre la base de ésta que, tanto la Wisa de trabajo como sobre todo la nueva vision de la vida propia del 18 [bid., pp. 63ss. "4 Tbid., p. 65. "© Tbid., p. 51, n, 189, En el ya mencionado trabajo de R. von Hippel, ). cit., se cita un amplio trozo de Ia versién alemana del libelo. 1 Michel Foucault, Storia della follia, p. 82 {p. 80]. t G, Rusche y O. Kirschheimer, of. cit, p. 43;,Michel Foucault, Storia lla follia, p. 82 [p. 80}. 1G, Rusche y ©. Kirschheimer, of. cit., pp. 45, 48. % Véase G. Rusche y O. Kirchheimer, op. cit., p. 42, n. 84; M. Grinhu op. cit. pp. 18ss.z pero, sobre todo, Ia cuidadosa reconstruccién de las expe rienoias ansedticas efectuadas por von Hippel, of. cit., pp. 429ss. 7 R, von Hippel, of. cit., p. 648. 7 G, Rusche y O. Kirchheimer, op cit., p. 44, B4 CARORL Y TRABAJO EN EL PERIODO DU KORMACON DEL MHREAGION DE LA INSTITUCION CARCELARIA MODERNA 55 capitalismo, espera afirmarse. Esto resulta mds claro atin para los o' paises catélicos.’* Aunque la fundacién de los hospitales es de inic tiva real, fue la enérgica accién de los jesuitas Chauraud, Dunod] Guevarre’ lo que hizo que se extendieran a toda Francia.°° En opisculo escrito en 1639, Guevarre justifica clara pero ingenuame Ja conveniencia del internamiento de todos los pobres, “buenos” “malos”, siguiendo la teorfa que estaba vigente en todas las casas trabajo, protestantes o catdlicas: los pobres buenos deben agrades el internamiento que los asiste y les da la posibilidad de trabajar, malos se verén justamente privados de la libertad y castigados con trabajo. Guevarre resuelve asi saloménicamente la contradiccién - entonces no se sentia tal— entre la casa de trabajo para pobres y casa de correccién para vagabundos y criminales, justificaciones eran en, realidad la misma cosa, pues el verdadero delito era la poly za, y la finalidad de Ja casa era el aprendizaje de una disciplina, c siderada como castigo. Como observa Foucault: IY. ULTERIORES VICISITUDES DE LA INSTITUCION EN ‘LA EXPERIENGIA INGLESA a casa de trabajo es una de las manifestaciones tipicas del modo en jue el estado de las jévenes monarquias nacionales, en la época del mercantilismo, apoya el desarrollo del capital, todavia incierto, inse- yuro y necesitado de proteccién y de privilegios. No sélo respecto.del woletariado “para ‘regular’ ef salario[...] para prolongar la jornada laboral y mantener al trabajador mismo en el grado normal de depen- Jencia”,®* sino también en las relaciones entre estado y estado y —de nanera mas evidente todavia— en relacién con las colonias,* el modo Je produccién capitalista naciente tiene que recurrir al poder del es- lado, a la violencia concentrada y organizada de la sociedad”.*° Mas ir in cl transcurso. de la produccién capitalista se desarrolla una clase traba- jndora que, por educaciéu, tradicién y habito reconoce las exigencias de fie modo de produccién como leyes naturales, evidentes por si mismas. La niganizacién del proceso capitalista de produccién desarrollado quebranta toda resistencia; la generacién constante de una sobrepoblacién relativa Imantione la ley de la oferta y la demanda de trebajo, y por lo tanto el Halario, dentro de carriles que conviene a las necesidades de valorizacién lel capital; la coercién sorda de las relaciones econémicas pone cl sello a I dominacién del capitalista sobre el obrero, Sigue usindose, siempre, la Wiolencia directa, extraecondmica, pero sélo excepciénalmente. Para el curso tial de las cosas es posible confiar el obrero a Jas “Leyes naturales de la pro Huceibn”, esto es, a la dependencia, en que el mismo se encuentra con res- ecto al capital, dependencia surgida de las condiciones de produccién mis- Mas y garantizadas y perpetuadas por éstas.°° El internamiento queda asi doblemente justificado en un equivoco indis ble, a titulo de beneficio y a titulo de castigo, Es al mismo tiempo rec pensa y castigo, segtn el valor moral de aquellos a quienes se impo Hasta el final de la época olisica, la practica del internamiento seré tima de este equivoco; tendra aquella reversibilidad que le hace caml de sentido segiin los méritos de aquellos a quienes se aplique.*t En este periodo, entre el siglo xvn y el siglo xvmr, una gran sensibilid invade el mundo caiélico respecto de los problemas de! conercto obj de la pena. En un escrito de finales del siglo xvi, publicado en fo péstuma en 1724, el benedictino francés Dom Jean Mabillon, rec siderando la’ experiencia punitiva de tipo carcelario que habia s propia del derecho penal canénico, formula una serie de conside ciones que anticipan algunas de las afirmaciones tipicas de! Thu nismo scbre el problema penal. Mabillon es gran defensor de Ia pi porcionalidad de la pena al crimen cometido y a la fuerza fisic espiritual del reo, y el problema de la reintegracién de éste en la munidad, encuentran en Mabillon uno de sus primeros defensoré No se puede expresar de mancra més clara y sintética el desarrollo de Jay relaciones de clase entre el siglo xvi y la primera mitad del xrx, que explica las vicisitudes que tuvo Ja casa de correccién en Inglaterra, on aquella situacién —modelo del origen del capital, es decir lo mismo que Marx privilegia en sus andlisis. ilons sur Jes prisons des ordres religieux”, en Ouvrages Posthumes de D. Jean Mabillon et de D. Thierry Ruinert..., Paris, 1724, pp, 321-335. dicién en inglés de T. Scllin: “Don Jean Mabillon — A prison reformer of the seventeenth oontucy”, en Journal of American Institute of Criminal Lae and Criminology”, vn (1926-1927), pp. 581-602. 88 Karl Marx, Il Gapitale, 1, 3, p. 196 [t. 1/3, p. 923). a4 Tbid., p. 210 y cap. xxv, pp. 2s. [t. 1/3, p. 940 y cap. xxv, pp. 95550]. 8 Tbid., p. 210 [t. 1/3, p. 949]. 80 Tbid., pp. 19665. [t. 1/3, pp. 922-923]. 1 Véase § 5 y la sogunda parte de esta investigacién, Respecto de Ital Rusche y Kirchheimer concluyen: “E] hecho que Ja nueva y la vieja doct religiosas colaborcn ambas en el desarrollo de la nueva institucién. testimo} que los puntos do vista puramente ideolégicos son secundarios con, relacié Jos econémicos como causantes de todo este movimiento” (op. cit, p. 52), 50 Ibid., p, 43; Michel Foucault, Storia della jollia, p. 85 y pp. 95ss. 84 y 95ss.], 81 Michel Foucault, Storia della follia, pp. 98-99 [p. 98]. 82 G, Rusche y O. Kircheeimer, op. cit., pp. 69ss.: Jean, Mabillon, “Ra 56 87 ‘4 sur SELARIA. MODERNA CARORL ¥ TRABAJO EX RL PERIODO DE FORMACON DuL. AREACION DE LA INSTITUGION GARGETARIA NODE Jn coro undnirne de voces se alza para alabar los efectos benéficos ue traeria un uso mucho més exienso y tendencialmente exclusive le las workhouses.*' Un primer resultado se aleanzé con el workhouse General Act de 1722-1723, en cl que se permitié a un grupo de pa- oquias 1a construccién de casas de trabajo para infemar en elas a Indo aquel que pidiera alguna forma de asistencia. Como obsiiv larshall, las disposiciones de la ori eran en gran parte importantes inte una desocupacién que tenia origenes estructurales ;”* Of a} fe sapitales suficientes para dar trabajo a todos Tos pobres, y e! number fe cases de trabajo que se constrayeron fueron smuy inferiores en nie nero 2 lo que debia ser segdin la op," Como Jo afirma un texto © A hpoca, los mismos condenados a los azotes o al destierro, por ser con Minetios ociosos 0 vagabundos, maldecian abiertamente a los magi rados en tanto eran incapaces de suministrarles trabajos. Y todo ° lo tieedia en un period en que se hablaba de escasez de mano de ob. kesulta. muy dificil dis inguir el desarrollo de la casa . come jropiamente dicha de la workhouse para pobres 0 poorhouse, © Oke @ aclaré anteriormente, por otro lado tal di incién no estaba inc! Mie a on la opt, que sdlo decia que Ja casa de correccion a construe en Cc ‘a parroquia debla ser para desocupados, vagabundos y ad ones, es Turante um tiempo el sistema funciond, pero después se fue deteri _ tando, El trabajo en las casas de coxreccién empez6 a escascar y § homenz6 nuevamente a castigar a los yagabundos con nares, con hierros candentes y con e} internamiento; pero Ja prdctica a a casa ile correccién leva a que cada vex mas frecuentemente e castigo fuera de tipo detentivo y fue asi como absorbié poco a poe & ba an {igua gaol, la prison de custodia. Aunque formalmente he silo Prison Act de 1865 el que climind la diferencia entre gaol y bridewell, ya en 1720 era posible condenar a los responsables de dete menor ea a cualquiera de las dos instituciones en base a criterios ce Pitt iiscrecionalidad. Desde entonces, frecuentemente la institucion penal, *) Bridewell, se confundia con Ja casa de trabajo, dividida. sélo ior malmente de ella como una de sus secciones, 0 viceversa.’* Sin embar- Durante todo el siglo xvii y buena parte del xvm uno de los pr blemas graves que tuvo el capital fue la escasez de la fuerza trabajo, con el ‘peligro continuamente subyacente de! posible aument del nivel de salarios.** El problema {ue menos grave en el siglo x1 sea porque estaba comenzando a darse ya un incremento demogra co, sea porque se continudé, en forma importante, el proceso de expul sién y de expropiaciéa de la clase campesina. Con todo, es signific tiva la insistencia, durante todo este tiempo, con Ja que se si exigiendo el trabajo forzado;% el modo de produccién capitalista n cesita mucho tiempo para terminar de destruir aquella residual capi cidad de resistencia del proletariado que tenfa origen en el viejo mm de produccién. Cuanto mas vanzan las expropiaciones, en forma correlativa di minuyen las posibilidades de defensa de quienes son expropiados, y economia campesina de subsistencia se va destruyendo en la medi en que se propaga el sistema de mercado!* No tiene nada de sorpre dente, por tanto, que la gran acusada del periodo sea la ley sobre | pobres de la reina Isabel: hay criticas y ataques continuos al sister isabelino de relief, hasta que en 1834, inmediatamente después de toma formal de poder por parte de la burguesia, la nueva Poor La no aceptard ya las solicitudes que se hicicron en miltiples ocasiond La Old Poor Law —como se llamé cominmente a la serie de disp: siciones promulgadas entre 1572 y 1601— hab{a transformado el sig tema de la caridad privada en caridad piiblica y habia obligado, a i. comunidades locales, a dar trabajo a los pobres que estaban en co! diciones de trabajar. Sin embargo, el lado asistencial prevalecia, en prdctica, sobre el laboral, y era opinién undnime de quienes criticabal la ley que ésta tendia a reducir la cantidad de fuerza de trabajo di ponible y por lo tanto que sostenia, los salarios por encima del nivé que hubiera sido posible sin el relief system. Esta vergtienza de los altos salarios de los artesanos se debe, en Inglaterr al ocio de tan gran néimero de pezsonas que. pertenecen a tales condicion: sociales: por es0, los industriosos y los que tienen deseos de trabajar, hacen pagar lo que les viene en gana: pero pénganse a trabajar a los pi brés y entonces estos hombres se vern obligados a disminuir sus tarifas [. . -} i 2 ble Economic Tracts, ‘harity, en A Selects Collection of Scarce and Valuable Ei ch eo, . 40, el yolumen de Bendix es may sugerente para toda Ia politica social inglesa de los sslos 0308 (primera parte, cap. 11). of. M, Eden, op. cif., pp. 255s. mF ee ree the ald’ poor law 1795-2894, Londres, 1968, p. 14: 98 Jbid., p. 15. ana of. M. Eden, op. cit,, pp. 25, 94-35. 18 Tbid., p. 27. oT lish prison, fe Ba Webb, op. cit pp. 9-17; L. W. Fox, The modern englid , 1934, po 33 M. Gritahut, op. eft, p. U7. ST Maurice Dobb, op. cit, pp. 2685s. [p. 2775s] 88 Loe. cit. 8 Tbid., p. 264 [p. 274]. % Gitado por ‘T. E. Gregory, “The economics of employment in. Englant 1660-1713”, en Economica, 1921,1, p. 44. Para una resefia de las posiciond sobre este tema, véase R. Bendix, Work and authority in industry, Nus York-Londres, 1956, pp. 60ss,; el interesante escrito de D. Defoe, Giving alm CARCEL Y TRABAJO EN EL PERIOPO DE FORMAGON LEL M go, mientras habia, como ya vimos, una continua presién para “pont a trabajar.a los pobres” y se hacen tentativas en este sentido durant todo este pericdo, la siempre mayor cercania existente entre la c: de correccién y la antigua cércel de custodia hace cambiar el régim interno de Jas instituciones penales, al menos. en la Inglaterra del M dioevo tardio.% El trabajo desaparecié completamente de la prisié se regresé a la prictica funesta de las ganancias privadas de los gui dias, desaparecié todo rastro de clasificacién y diferenciacién, por mi burda que hubiera sido antes. Las secciones femeninas de la carcel transformaron en burdeles regidos por el carcelero; se establecié ai Ja situacién que provocéd la intervencién y los escritos de los reform: dores de Ja segunda mitad del siglo xvi, situacién siniestramente 1 presentada por cl azote de la gaol fever, que mataba casi a la quin' parte de los presos cada. aiio, sin respetar a jueces, carceleros, testig y todos aquellos que de algiin modo tenfan que ver con la carcel, tendencia historica que no cambia, y que se consolida, afirma en esi periodo la sustitucién de las antiguas penas corporales y de la muert por la detencién. Detencién que se hace progresivamente mas itil ms dolorosa para los internados. Hay que buscar ia rafz de esta decadencia progresiva en las gran des transformaciones que se operaron en la segunda mitad del sigh xvin. La excepcional aceleracién del ritmo del desarrollo econémico el fenédmeno de la revolucidén industrial ® rompe todas los tradicion: les eqiilibrios sociales anteriores. Una repentina disminucién de | curva del incremento demogrdfico, unida a la introduccién de | maquina y al pasaje del sistema manufacturero al sistema de fabric propiamente dicho, marcan contemporaneamente la edad de oro d joven capitalismo y el periodo més negro de la historia del proleta: riado. La notable aceleracién de la penetracién del capital en el camp y correspondientemente Ja expulsion de éste de la clase campesina| sobre todo a través de los bills for inclosures of commons, leyes par: el cercamiento de las tierras comunes,°® contribuye a pres ntar en é] mercado de trabajo una oferta de mano de obra sin precedentes. Ha; un nuevo periodo de gran compresién de salarios que dura desde 1761 hasta 1815. Los fenémenos del urbanismo, el pauperismo, la “crirni nalidad”, crecen en medida antes desconocida. La “silenciosa coac cién de las relaciones econémicas” sustituye a la violencia de reglat mento: es la era del liberalismo; el capital capaz ya de caminar coy sus propios recursos se proclama orgullosamente seguro de sf mism °7 Sobre lo que sigue, véase 8. y B. Webb, of. cit., p. 17. 98 Maurice Dobb, of. cit., pp. 296ss. [p. 305ss.]. % Véase, supra, nota 6. é eRN. 59 wuMaciON DE LA INSTITUGION, CARCELARIA MODERNA y autosuficiente, y se burla del sistema de los privilegios, desigual ¥ \utoritario, que en los siglos precedentes lo habia alimentas o, Bs un Jnpso que dura poco; rapidamente se deberd comenzar a utl zar la Nyjolencia inmediata, extraecondmica”, contra los_primeros ie s {lo organizacién del proletariado. Ya los acontecimientos revoluc’ond vlos en Francia son bastante claros en este entido, y el neve sta japolednico es bastante mas fuerte ye clente que one bein e Desde ef principio, liberalismo significa que el capital a re ane eb estado, el estado le pertenece —como algunos decenios espués, lo. vi i decix cl joven Mars—¥° y debe, por Jo tanto, prestar sus senvick™! a Monsieur le Capital. Este hecho va a.aparecer con bastante c aria in toda la cuestién de 1a asistencia y de la cdrcel. ‘El delito, as ree yueltas, Ios incendios dolosos” son la respuesta necesaria y espontinen de la fraccién mas pobre del proletariado en una situacign ante a cual no ha aprendido todavia a reaccionar a través de la lucha laces organizada.t* Al gran jncremento del pauperismo, que correspo fe, entre otras cosas, al aumento de precio de Jos granos, © responde: on um primer momento con los instrumentos renovados de vA OP our 1760 y 1818 los impuestos para los pobres se vextuplican; a asistencia debe financiarse provecando ins pauperismo. Se introd me una sree instrumentos que ya se habian us ade bastante antes: Ja terror L house, el roundsman system, la allofance in aid of wakes.” on nueva situacién y sobre todo con el costo creciente del relief oe em isabelino, las criticas que iban dirigidas contra éste en Jos siglos an- teriores egan. al extremo. Sobre todo la allowance in aid a4 soages © Speenhamland system, una contribucién en dinero que se ae ales pobres de acuerdo con el precio corriente del pan (en real ida un modo de evitar la instauraci6n de un salario mfnimo) , suscité, desputs de 1815, las criticas mds feroces. A la critica tradicional y recurrent de que tales formas de asistencia favorecian el ocio y Ja negative a a hajo y mantenian altos los salarios, se sobreponta ahora a vsiin a thusiana, aspecto extremo del liberalismo cconémico: rete pe mitia la’ sobrevivencia y la reproduccién' de una poblacién. ave se multiplicaba, intitil y dafiosa para el desarrollo econémico, lista fue, esencialmente, la visi6u que del problema | tuvo la Comision d a cucsta de 1832-1834 de cuyos resultados salié Ia nueva Poor Law. 100 Karl Marx, Dibaviti sulla legge contro i ferti de legna, en Scritti po- liticé giovanili, p. 213. ; ; ee a ; i ee Piven y R. A. Cloward, op. cit, p. 29. Véase también BE, P. Thomp son, of. cit., pp. 595s. ; oe cee ee tema, véose J.D. Marsball, oP. ci wid, py 108 Sobre la elaboracién de la. nueva ley para los pobres, véase bi. Pe tS F. Piven y R. A, Cloward, op. cit,, pp. 33-84; G. Rusche y ©. Kirchheimer, 60 CARCEL Y TRABAJO EN EL PERIODO DR FORMACON DEL Mi Gonvencidos, con Malthus y otres partidarios de 1a libre competencia, ora lo mejor dejar 2 cada uno el cuidado de sf mismo, de introduciy P consiguiente el laissez-faire, hubieran querido de toda gana abolir del t las leyes sobre Ios pobres, Como todavia no tenian autoridad ni valor, pusieron una Jey sobre los pobres, malthusiana al maximo, que es inde 4 bara que el laissez-faire, porque es activa, mientias éste es s6lo pasive.*&* 2 éCual fue la solucién propugnada y adoptada por Nicholls y los ot: velormadores? Ya en 1770 aunque este modo de concebir la wor) house era también anterior— la ideal workhouse era definida com house of terror, casa del terror” Y la solucion dada por la burguesi Poquuisimo tiempo después de su acceso definitive al poder politien ful la deterrent workhouse, la casa de trabajo terrorista; o sea la sustituciéy de cualquier forma de asistencia fuera de las casas de trabajo (ou door relief) con la internacién y €l trabajo forzado en éste. :Cudl era el fin de esta medida y en qué sentido la workhouse era definida, por los mismos reformadores, deterrent? Las condiciones de vida yd trabajo en esas casas eran de tal naturaleza, que nadie, fuera de un: extrema necesidad, aceptaba hacerse internar en ellas, Las palabras di fos mismos comisarios son claras en este sentid En tma casa asi, nadie entraré voluntariamente; el trabajo, el aistamienta la disciplina atemorizeran al indolente y al malvado, y nadie, si no se em cuentra en absoluta necesidad, obtendr io que necesita, pagando com Precio la renuncia de la libertad de contratarse por si mismo, y del sacri. ficio de la gratificacién y de Ias prdcticas habituales0¢ El fin de la casa de trabajo era, una vex més, forzar al pobre a ofre cerse a quienquiera que quisiera darle trabajo en las condiciones quel fueran.”” Para eso era necesario que la casa ofreciera, como modo de| vivir, un nivel mds bajo que el que podia obtener el trabajador libre del més bajo estrato social.¢* E] internamiento en la casa de trabajo; actia sobre el mercado, pero a diferencia de lo que pasaba antes, en! gue un sector de la produceién fumcionaba a un costo muy bajo debido al trabajo comprimido, ahora debido al caracter de terror que compor- ta, el trabajador evita caer en las garras de la institucion cueste lo que of. cit, p. 945 Friedrich Engels, La situazione della classe operaria in In- ghilterra, Roma, 1972, pp. 340ss, 14 Friedrich Engels, La situasione della classe operaia in Figihilterra, p. $12 (ee, sbuacn de la clase obrera en Inglaterra, Buenos Aires, Futuro, 1965, P. . i Karl Marx, H Capitale, 1, 1, p. 301 [t. 1/1, p. 333). “6 TP. Piven y R. A, Cloward, op. cit., pp, 33-34, 107 Loe. eit, 108 Jbid.’p, 34, Este principio se lamaba de less eligibility. HAAGIGN DE LA ANSTITUGION CARCELARIA MODERNA 61 tiste. Se quiere obtener esta vez un control de] proletariado que no tif falto, después de la experiencia de la revolucién francesa y de las jlmeras luchas obreras en Inglaterra, de un contenido directamente jwlitico. Sir George Nicholls, el artifice principal de la nueva Poor 1aw, consideraba a cada pobre como un “jacobino potencial” “dis. {isto a atentar en contra de la propiedad de su vecino rico”2% Wingels describe bastante bien la vida en la casa de trabajo, que era "np todo como Ja de una prisién, tanto que el pueblo las rebautizé con #] nombre de poor-law-Bastilles, bastillas de la ley sobre los pobres.1*° Ki reglamento interno de la casa, ademas de asegurar un nivel de vida inferior, si fuera posible, al de una cércel, pone una serie de limita: Hipnes a la libertad personal, tfpicas de la carcel; ademés, el trabajo {jie sc desempefia en cllas, es totalmente inttil, insignificante, pen- mundo més en funcién de disciplina y de domesticacién que de pro- tluccién.44 En resumen, como Disraeli Ilegé a decir, la reforma de 1034 “anuncia al mundo que en Inglaterra ser pobre es un delito”.™? Me he detenido tan largamente en la cuestién de Ia asistencia no fblamente porque el inicio de la institucién carcelaria moderna esté intimamente ligada con ella —més atin, se confunde con ella— sino upbre todo porque.en el periodo de la revolucién industrial esta rela- tjon permanece de manera clara, a pesar de la diferenciacién que se ‘i dando en las instituciones y de la distinta extensién que tiene su tito. En todo el periodo precedente, se observaba una aparente con- Hndiccién en el desarrollo de una politica de asistencia que se iba Hogando cada vez mds en nombre de la introduccién de casas de tra- hujo a la par de un retiro del trabajo de las cérceles que decaia pro- {yndamente, decadencia —~al menos en lo que respecta a las casas de vorreccién— si no en la difusién cuantitativa, que contintia, en el em- eoramiento del régimen de vida interno. La contradiccién no es mas ue aparente, y el destino de las dos instituciones, cArcel y casa de Liabajo, no solamente coincide sino que sufre al mismo tiempo un vambio profundo en el momento de la revolucién industrial. Las prin- tipales caracteristicas de las casas de trabajo impuestas por Ja nueva Poor Law de 1834 son también las de Ia evolucién carcelaria del 1° En J. D. Marshall, op. cit., p. 30. Sobre la relacién entre lo que ahora Hlomamos “criminalidad politica” y “criminalidad comin ~~y que en ese tiempo bran formas diversas, primitivas y poco diferenciadas de la lucha de clases, tn la Gran Bretaiia de la) revolucién industrial— véase las bellas piginas de Wi, P. Thompson, of. cit., p. 61ss. M0 Friedrich Engels, La situasione della clase operaie in Inghilterra, p. 312 tp. 271). M1 Joid., p. 313 [p. 272]. 41 Gitado en F, Piven y R. A, Cloward, op. cit., p. 35. 62 CARGHL ¥ TRABAJO EN EL PERIODO DE TORMAGON DEL MIB diiauihn pu LA, INSTTTUGION CARCELARIA MODERNA 63 mismo ‘periodo. Clon el pauperismo que crece en la era'de la revo! cién industrial, crecen también el delito y la rebelién. El grito “ o sangre”. serpentea por los distritos industriales de Inglaterra en 181 El espectro jacobino turba los suefios no sélo de la aristocracia cont nental sino también de la burguesia inglesa. Con todo, en este prim periodo, el delito individual y la violencia son Jas Gnicas armas Jas que las masas empobrecidas logran expresar su oposicién."“* No exiraiio, por eso, que en el clima de restauracién posnapolednico se cen yoces pidiendo el regreso del antiguo método de tratar la del} cuencia: los azotes, la horca y lo demas. Uno de los leit-motiv de | ataques reaccionarios contra la revolucién francesa es, entre otras cos! su actitud filanurépica con relacién al problema de la criminalidad de la carcel, que habia sido antes la postura de los duministas, tanl por las garantias individuales que postulaba, como por la reforma in cfircel que pedia. El principal representante de-esta corriente en {ijlaterra es J. Howard. Esta reaccién no pretende el retorno a lin formas de castigo precarcelarias sino un endurecimiento y una fun- tii punitoria aumentada de la misma carcel, y, si se prescinde de una Horin decencia y dignidad que cl movimiento iluminista impuso a la wiloyma carcelaria, ésta no es mds que Ja continuacién de la situacién dliigiglo xvm. La raz6n de fondo se encuentra en el hecho, ya comen- inp, del aumento excepcional de Ia oferta de trabajo que hacia to- luliiente obsoleta la vieja formula del trabajo carcelario, en beneficio ils, aspecto intimidatorio y terrorista de la casa de trabajo y, més to- ihivia, de la carcel. No se trata de que no se trabaje més en la cdrcel; MW (rabajo carcelario no se descarta a priori, slo emerge al primer ‘kino cl cardcter punitive, disciplinante del trabajo antes que su va- inizacion econémica. Y todo esto porque el nivel de inversién de tupital, con la introduccién de la maquina, para cualquier trabajo jreductivo, habia aumentado de tal manera que el trabajo en las ‘ilceles —como lo afirmaba un estudio de la época— no. podia ha- Here més que con grandes pérdidas.’* Ademés, Ja abundancia de fucr- wide trabajo libre era tal que el trabajo forzado ya no necesitaba jircer la funcién de regulacién de los salarios, como habia sido en {y.¢poca mercantil. Esto permitia despreocuparse de la competencia #ue el trabajo de las cdrceles habia hecho al trabajo libre, y con ello jwitlieron fuerza las protestas que Ja clase trabajadora hacia contra Hi Por otro lado, cardcter intimidatorio y trabajo indtil son carac- lwrjoticas de las mismas workhouses para pobres, donde el trabajo de- hivia haber sido el tinico fin de la institucién. Ademés, es util conocer ln proporcién del fenémeno del pauperismo y de las poorhouses res- jweto del carcelario: segiin las estimaciones de los Webb, en 1820 el Jwrcentaje de la poblacién inglesa que recibia asistencia en las parro- qjuias (o sea en el sistema de la ops) era del orden del 12 al 13% del fatal de la poblacién.* En 1845, se calculaba que de un total de 1170970 habitantes que recibian asistencia, 215 325 ciudadanos in- ylises, debido a la nueva Poor Law, estaban internados en las workhou- 248 G, Rusche y O. Kirchheimer, op. cii., pp. 95ss. 443 En ibid., pp. 96-97; véanse los datos del r4pido aumento de los in ccs de criminalidad en Inglaterra desde 1610 en adelante. En el estupe ensayo del joven Engels de los afios 1844-1845, que ya hemos citado, no casual que retornan continuamente les temas del pauperismo, el alcoholis la prostitucion y el delito: eran las raices histéricas de la situacién que Bi gels tenia delante de si, en la cual une préctica criminal masiva era una for poco superada de lucha de clases, Engels lo expresa sintéticamente cuando dice: “Yel que, entre los ‘superfluos, tiene bastante coraje y pasién para reb} Jarse abiertamente contra Ja sociedad y responder a la guerra oculta que burguesia le hace, con Ja guerra abicrta contra la burguesia, roba, saqui y mata” (p. 124 [p. 99]). Tlustra después Jas fases a través de las cuales el proletariado inglés p: el delito a la revuelta y finalmente a la lucha politica por medio de la cot quista del derecho de asociacién (pp. 224-245 [pp, 210-11]), Resulta oportu notar de paso que los famosos juicios de Marx sobre el subproletariado ¢ dicron pie.a Ia reciente querella politico-filolégica, (véanse los néimeros 16 al 23 de enero y del 6 de febrero de 1972 del diatio IJ manifesto). siemp} se sitGan, igual que los de Engels que estamos comentando, en un contex! politico-social determinado y, de él sacan su validez. La tarea del movimicn| socialista de] siglo pasado fue Ja transformacién mis o menos bien he del comportamiento criminal en una prdctica polfiica de masas, mientras el comportamiento criminal sigue siendo la caracteristica de una seccién proletariado: el subproletariado, muchas veces usado con fines antiobrer: Es claro, pues, que en tal perspectiva politica, Marx y Engels se lancen contra del elemento lumpen. También hay que recalear que la cuestién d subproletariado, como cuest.on de andlisis de clase, no tiene nada que ¥ con la violencia y la ilegalidad como formas de lucha politica, conceptes qi resultan absurdos si no se clarifican. Sobre estos temas, véanse las brillan: paginas del Michel Foucault: Surveiller et punir, Paris, 1975, pp. 2615s. [Vigil y castigar, México, Siglo XXI, 1976, pp. 261ss.]. (Sobre el texto de Foucau véase infra.) M6 John Howard, Prisonsand lazarettos, 1: The state of the prisons in Hingtand and Wales, Montclair (Nueva Yersey), 1973, reimpresién de la edi- «lin de 1972, Véase en particular Ja tercera seccién: “Proposed improvements {i the structure and management of prisons”, p. 19. 116 G, Rusche y O. KirchLeimer, of. cit., p, 110. ur Thid., p. 111, 18 En J.D, Marshall, of. cit., p. $8. El texto fundamental sobre estos iwobleraas para el periodo de la revolucién industrial, es, para Inglaterra, la wlirn de 8. y G. Webb, English poor law history, vols. vu, vim y m de su Hinglish local government, Londzes, 1929.

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