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SOR JUANA INES DE LA CRUZ OBRA SELECTA La BIBLIOTECA AYACUCHO fue creada por el gobierno venezolano con motivo del ssesquicentenario de la batalla mediante la cual, en Ayacucho (@erG, 1824), un ejército patriota al mando del Gran Mariscal venezolano Antonio José de Sucre puso fin a la guerra de independencia hispanoamericana. La BIBLIOTECA AYACUCHO concebida como una contribucién CBee ome ce Coord fortalecimiento y desarrollo de la OS Teenie Rael es (| continente, procura recoger el vasto patrimonio cultural de esta regién, én las miltiples disciplinas en que se ha expresado —literatura, filosofia, CreCM ey CocteMi sre terest unite) politico, folklore, antropologia, etc.— desde los aportes de las civilizaciones indigenas hasta la poderosa creatividad de nuestros dias, atendiendo a las numerosas Y variadas manifestaciones de una cultura que es, por definicién, mestiza, producto de una original Eee cree La BIBLIOTECA AYACUCHO es, finalmente, un homenaje de Venezuela a la cultura de nuestra América, a la vez que pretende Poros ets Lathhe soe R IB (c)elecsiele (ole 9 su rica tradici6n literaria, subrayando lo que tiene de oreo N em Memon ect Slory generaciones actuales y lo que en ella convoca a una plena qutonomia intelectual y a una amplia unidad continental. Funpaci6n, Brstioteca AyacucHo: Consejo Drrectivo José Ramén Medina (Presidente) Simén Alberto Consalvi Pedro Francisco Lizardo Oscar Sambrano Urdaneta Oswaldo Trejo Ramén_J. Velasquez Pascual Venegas Filardo Direcror Lirerario José Ramén Medina OBRA SELECTA Tomo I AGRADECIMIENTO Al Fondo de Cultura Econémica por Ja autorizacidn pata reproducit Jas notas de Alfonso Méndez Plancarte realizadas para Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, publicadas en cuatro tomos (1951-1957), y las notas de Antonio Alatorre a la Carta del padre Niifiez, publicadas en la 3* reimpresién de Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, de Octavio Paz. SOR JUANA INES DE LA CRUZ OBRA SELECTA Seleccién y prélogo Marco GLaNntz Cronologia y bibliografia Marfa Dotores Bravo ARRIAGA BIBLIOTECA AYACUCHO © de esta edicién, 1994 BIBLIOTECA AYACUCHO Apartado Postal 14413 Caracas - Venezuela - 1010 Derechos reservados conforme a Ja ley ISBN Obra 980-276-283-0 (empastada) ISBN Obra 980-276-282-2 (ristica) Disefio / Juan Fresin ISBN Tomo I 980-276-285-7 (empastada) Impreso en Venezuela ISBN Tomo I 980-276-284-9 (riistica) Printed in Venezuela ADVERTENCIA Este trabajo est4 construido a manera de emblema; en su sentido més lite- ral, definido por Covarrubias en su Diccionario quiere decit: “Es nombre griego, significa entretejimiento 0 enlazamiento de diferentes piedrecitas 0 esmaltes de vatios colores que formaban flores, animales y varias figuras en los enlozados de diferentes mérmores ..”, La razén de la fabrica, como a su vez decia Sor Juana, es la verificacién de que Ja sociedad virreinal no era una sociedad ascética, antes bien, adolecia de un exceso de corporeidad... Quiero agradecer a mis amigos venezolanos, José Ramén Medina, Oswaldo Trejo, Oscar Rodriguez Ortiz su gentileza y su paciencia; a Sergio Pitol, su con- sejo para que aceptara hacer esta cdicién; a Beatriz Aguad, su severo y tenaz encaminamiento; a Luz del Amo y Ménica Mansour, sus sugerencias y su infa- tigable amistad; a Maria Dolores Bravo, Asuncién Lavrin y Gaby Eguia, su amable y genetosa disposicién para conseguirme algunos textos inaccesibles para mf, tarea en la que también sobresalié Georgina Sabat, quien, ademés, me autorizé a usar su prosificacién del Suefio; a Antonio Alatorre le agradezco haberme permitido usat sus notas de la Carta al padre Nujiez, y a todos los alumnos de mi seminario sobre Sot Juana, de la Facultad de Filosofia y Letras, su entusiasmo y capacidad de diélogo. Gracias son debidas a Tony, Renata y Gaby quienes colaboraron en Ia organizacién final, PROLOGO I NO SE HARA SIN HIPERBOLES VEROSIMIL TIRAR EL GUANTE ES SENAL DE DESAFIO “A ‘ropos es nototio que los poctas proceden por hipérboles”, anota, desdefioso, Borges, antes de encomiar la sencillez del Dante, y prohibir en Ia literatura cualquier “palabra ijustificada” Es evidente que Bor- ges no aceptaria las inevitables exageraciones del barroco y descartaria de entrada cualquiera de los sustantivos y calificativos que para definir a Sor Juana Inés de la Cruz se usaban antes y ahora con gran prodiga- lidad “~No se publicé el primer tomo de sus obras, en Madrid, en 1689, con el excesivo nombre de Inundacton Castdlida de la timca poe- tsa, Musa Décima, Soror Juana Inés de la Cruz, relrgiosa profesa en el Monasterto de San Jerénumo de la Impertal Ciudad de Méxtco, que en varios metros, tdiomas y estilos, fertiliza varios asuntos, con ele- gantes, sutiles, claros, ingentosos, utiles versos, para ensefianza, recreo y admuractén, dedtcales a la Excma Sefora, Doha Maria Luisa Gon- zaga Manrique de Lara, Condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, 9 los saca a la luz Don Juan Camacho Gayna Caballero del Orden de Santiago, Mayordomo y Caballerizo que fue de su Excelencta, Gober- nador actual de la Cindad del puerto de Santa Maria? Es verdad que quizi a la monja misma tales calificativos le sonaron pretenciosos, y puede ser que para la segunda edicidn del primet tomo de sus obras haya mandado simplificar notablemente el titulo! Con todo ¢cémo ‘La Inundactén fue publicada en Madrid Juan Garcia Infanvon, 1689 La segunda omite el nombre de Inundacton Castalida y se intitula Poemas de la timca poettsa amercara musa decima (sigue el largo titulo que he consignado en el texto) 2* ed corregida y mejorada por su autora Madrid Juan Garcia Infanzén 1690 En este texto utilizate a Ja edicidn crftica de Alfonso Méndez XL podriamos examinar a una escritora como Sor Juana Inés de la Cruz sin caer de bruces en esa figura paradigmética del barroco? ¢Es posi- ble no imitar a su bidgrafo, el padre Diego Calleja, cuando muy espan- tado exclama, cémo “se hard sin hipérboles verosimil... su habilidad tan nunca vista 2”? Su fama fue creciendo a medida que sus proezas intelectuales pro- vocaban el pasmo en la Corte virreinal. Desde muy joven, como doncella de honor de la Marquesa de Mancera, es motivo de atraccién univers: Ja admiran por igual los visitantes extranjeros y los principales corte- sanos de la Capital novohispana, la muy Noble y Leal Ciudad de Mé- xico, alguna vez conocida como la Ciudad de los Palacios. Ese joven prodigio empieza su carrera con un examen publico, idéntico en su teatralidad grandilocuente a los frecuentes y fastuosos espectdculos carac- teristico de la época barroca con que se deslumbraba —espantaba— a los espectadores y se afirmaba el poderfo de la Monarquia °, El mis- Plancarte, hasta ahora Ia més completa y fidedigna que existe: Sor Juana Inés de la Cruz, Obras compleras, 4 vol., México, Fondo de Cultura Econémica, Bi- blioteca Americana (edicién de Alfonso Méndez Plancarte, tomos I, II y TIT; Tomo IV, edicidn de Alberto G. Salceda), T. I. Lirica Personal, primera reimpre- sién, 1976. T. IL, Villancicos y Letras Sacras, primera reimpresin, 1976, T. III, Autos y Loas, primera edicién, 1955. T. IV, ‘Comedias, Sainetes y’Prosa, primera reimpresién, 1976. Los subrayados, salvo aclaracién contratia, son mfos. 2 Diego Calleja, “Aprobacién”, en Fama y Obras Péstumas del Fénix de México, décima musa, poetisa americana, Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el convento de San Jerénimo de la Imperial Ciudad de México, conségralas a la majestad catdlica de la Reina Nuestra Sefiora Dofa Mariana de Neoburg Baviera Palatina del Rhin, por mano de la Excma, Senora Dota Juana de Aragon y Cortés, Duquesa de Monteledn y TerraNova, marquesa del Valle de Oaxaca, el Doctor Don Juan Ignacio de Castorena y Ursa, Capellin de Honor de su Majestad, Proto- notario, Juex Apostdlico por su Santidad, tedlogo, Examinador de la Nunciatura de Espana, Prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana de Mexico, Madtid, Manuel Ruiz de Murga, 1700. Modernizo la ortograffa, los subrayados, salvo indicacién en contrario, son mios. Los primeros folios carecen de paginacién 3 Angel Rama, La ciudad letrada, (Inte. de Mario Vargas Llosa, prélogo de Hugo Achugar) Hanover, Ed. del Notte, 1984. “Mis influyente, sin embargo, fue el puesto que el grupo (el de los letrados) ocupd en la intermediacién por el manejo de los instrumentos de la comunicacién social y porque mediante ellos desarrollé la ideologizacién del poder que se destinaba al puiblico. En 1680 lo protagonizaron los dos mayores intelectuales de la Nueva Espafia. Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigtienza y Géngora, al edificar los respectivos atcos triunfales para recibir al nuevo Virrey, Marqués de la Laguna y Conde de Pare- des, una con el Neptuno alegdrico. Océano de colores, Simulacro politico, y otro con el Teatro de virtudes politicas, textos iluminadores ambos de la tarca social y politica que correspondia a Jos intelectuales y de la conjugacién que, procuraban en sus obras de las diversas fuetzas dominantes en Ja sociedad para obtener mer- cedes, al tiempo que exaltaban Ja omnipotencia de la figura carismética del Vi- trey. El uso politico del mensaje artistico fue extraordinariamente frecuente en Ja Colonia, como obviamente se desprende de su estructura social y econémica, aunque no ha tenido Ja suficiente atencién ctitica”, p. 32-33, Cf. Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, Fondo de Cultura Eco- némica, 1990 (tercera reimpresién). Ver también: Maria Dolores Bravo, “El arco triunfal novohispano como representacién”, en José Amezcua, Serafin Gon- ilez, ed. Especticulo, texto y fiesta, México, Universidad Auténoma Metropoli- tana, 1990; Beatriz Mariscal, “El espectéculo teatral novohispano: los jesuitas”, en José Amezcua, Serafin Gonzdlez, ed. Especticulo, texto y fiesta, op. cit. XII mo Calleja lo afirma “con certitud no disputable”, cuando relata la muy célebre escena en que Sor Juana contesta, ante la Corte, ese “gran teatro del mundo”, las preguntas que cuarenta sabios le hacen pata comprobar si su “‘sabiduria, tan admirable”, era “infusa” 0 “adquirida”, esto es, sobrenatural o humana: Concursieron, pues el dia sefialado a certamen de curiosa admiracién: y atestigua el Sefior Marqués, que no cabe en humano juicio creer lo que vio, pues dice: gue ala manera que un Galen Real (ttaslado las palabras de ‘su Excelencia) se defenderia de pocas Chalupas que le embisticran, ast se desembarazaba Juana Inés de las preguntas, argumentos y réplicas, que tanios, cada uno en su clase, le propusieron 4. Entonces no es exagerado afitmar que, mientras vivid, su fama alcanz6 los limites del inmenso mundo hispénico y que esa fama per- duré todavia muchos aiios, como puede comprobarse por las sucesivas ediciones, las numerosas reimpresiones y la recepcién de sus obras, cuyo impacto se verifica ademés en las advertencias y aprobaciones de sus versos y en los poemas que le dedicaron sus contempordneos, durante el perfodo comprendido entre su muerte y el primer tercio del siglo xvitt. Después, un paulatino silencio, apenas roto por algunas voces; para la segunda mitad del siglo xvi, la moda neoclésica —que abomind del barroco y sus excesos— empieza a despojarla de su fama, sus obras van cayendo en el olvido como las de Géngora, y, aunque solemos vetla mencionada, es casi un Iugar comtin advertir que ya no se le toma en cuenta como poeta sino como una docta, erudita, grande mujer >. EI siglo xx ha respondido a ese silencio prolongado con una enor- me bibliografia y la ha “redescubierto” —como a América—, triunfal resurgimiento; en estas tiltimas décadas finiseculares, milenaristas, se advierte una gran proliferacién de esctitos ctiticos y el hallazgo de algunas obras suyas que se creian perdidas (o totalmente desconocidas como la llamada Carta de Monterrey), aunque haya quienes planteen dudas sobre su autenticidad®, A medida que se va recobrando ese 4 Calleja, “Aprobacién”, en Fama, op. cit., sf, En la Fama hay dos sonetos que comentan este célebre examen, De uno de ellos dice Antonio Alatorre: “El primero pondera la discceta humildad de la Poetisa en buscar Maestros, por st sola a entender tantas Facultades como supo sin ellos, segtin lo manifest dispu- tando con muchos Sabios” (se adivina, en el fondo, agrega el critico, la escena del nifio Jesis entre los doctores) Cf Antonio Alatorre, “Para leer la Fama y obras pdstumas de Sor Juana Inés de la Cruz”, en Nueva Revista de Filologia Hispinica, N° XXIX, México, 1980, pp. 428-508. Nota 140, p. 492. En esta cita es posible comparar a Sor Juana’ con su propio arco alegético, un Océano de colores donde avanzan chahipas y galeones. 5 Francisco de la Maza, Sor Juana Inés de la Cruz ante 1a historia, Biograjtas anti- guas (La Fama de 1700, Noticias de 1667 a 1892), México, UNAM, 1980. Cy. Prélogo de Alfonso Méndez Plancarte a las Obras Completas. 6 La “Carta de Sor Juana al P, Nufiez de Miranda” fue encontrada en 1980 en Monterrey por el Padre Aureliano Tapia Méndez; Antonio Alatorre hace un estudio muy completo y profundo en "La carta de Sor Juana al P. Nufiez (1682)” Nueva Revista de Fulologia Hispénica, Tomo XXXV, N° 2, 1987, pp. 591-673, El Colegio de México, 1987. Ver Octavio Paz, “Testigo ‘de cargo”, Vuelta 78, mayo, 1983, pp. 46-49, quien, ademés, la incluye como apéndice en la tercera reimpresién de Sor Juana Inés de la Crux o Las trampas de la fe, op. cit. En Estudios XIII mundo que se nos aparece como evasivo, monstruoso, grandilocuente, y atin vivo en varias manifestaciones populares, Jas facetas oscuras que recubrian a Sor Juana, semejantes en su proyeccién a las de las pira- midales y funestas sombras del Primero Suefio, empiezan a dibujar un nuevo contorno quizé menos deformante. Cabe subrayar la contraparte: la excesiva proliferacién de escritos sobre su obra puede también pro- vocar confusién. Las innumerables voces se convierten en ruido, un equivalente relativo de Ja mudez, tema varias veces tratado por ella —por ejemplo, en el Neptuno alegérico y la Respuesta a Sor Filotea. Admirablemente lo sintetiza en El Divino Narciso, en las palabras de su personaje Naturaleza Humana: ...ea proporcionada pena,/ correspond:é en dwwisiones/ la confusién de las lenguas”... (DN, p. 38) Y bien sabemos que la confusién de Jas lenguas —la de la Torre de Babel— produce ecos informes, sonidos “borrados”, disonantes, o quizd para decirlo de nuevo con Sor Juana se queda uno “a media voz”, estado en gue la ninfa Eco permanece cuando se ve privada para siempre de Narciso, el Divino Redentor, en el mencionado auto sacramental. Para exacerbar la hipérbole, hay que insistir en el hecho de que su vida y su obra no pueden estudiarse sin tomar en cuenta la gran admiracién y hasta el estupor que su figura ha provocado, estupor que en parte la halagaba y, sobre todo, la indignaba: “No os veréis/en ese Fénix, betgantes” 7, El proceso de mitificacién que la convierte en un ser extrafio, mons- truoso, excepcional, tranquiliza en parte a quienes intentan clarificar su paso por el mundo de Jas letras barrocas de la Nueva Espafia. Al Jegendarizarla 0 eximirla de la normalidad Ja neutralizan: se telativiza el hecho, para muchos asombroso, de que tan gran talento haya pette- necido a una mujer prodigio, “salida de madre de lo natural”. Antes de entrar a examinar su obra, en esta introduccién a una nueva anto- logia de sus obras, debo detenerme y trazar una someta revista a la produccién critica que ha suscitado y analizar la reiterativa alusién a su talento e, ineludiblemente, a su condicién de criolla y de mujer; sorjuanianos, Morelia, Instituto Michoacano de Culeura, 1988, Herén Pérez Martinez la incluye y la comenta. Ver asimismo, Mabel Moraia, “Orden dogmatic y mat- sinalidad en la Carta de Monterrey de Sor Juana Inés de la Cruz” Hispanic Review, 58, Spring 1992, N° 2. Casi todos los criticos coinciden en considerar auténtica esta carta, copiada cn el siglo XVIII por un amanuense. Discrepa Georgina Sabat- Rivers. Por su parte, también se ha desatado una gran polémca alrededor de otras obras que algunos ereen auténticas: Cf La segunda Celestina, (SJIC y Agus tin y Salazar y Torres) ed. de Guillermo Schmidhuber | México, Vuelta, 1990, esta edicién provocé una polémica muy larga entre el editor y Antonio Alatorre en las revistas Vuelta y Proceso; también ver, El ordculo de los preguntones, atribuido a SJIC, editado y prologado por José Pascual Buxé, México, UNAM, El Equilibrisia, 1991; Méndez Plancarte considera que es una obta apécrifa. T “Romance 49” que respondié nuestra poetisa al Caballero recién Ilegado a fa Nueva Espafia que le habfa escrito el Romance "Madre que haces chiquitos”.. OC, T. I, p. 143. XIV condicién ésta, inseparable de su genio, admirado con ‘‘espanto”, como puede corroborarse por las palabras de su contempordneo y admirador, Don Carlos de Sigiienza y Géngora. Las uso para redondear la hipér- bole: manifestar al mundo cudnto es Io que atesora su capacidad en la enciclo- pedia y universalidad de Jas letras, para que se supicra que em um solo mdt- viduo goza México lo que, en siglos anteriores, repartieron las Gractas a cuantas doctas mujeres son’ el asombro venerable de las historias 8. EL SIGLO OLVIDADO... Los cambios ideolégicos y politicos que recientemente se han pro- ducido en el mundo alteran, aunados a los acaecidos en nuestro pats, nuestra lectura del México colonial. Este proceso afecta, es obvio, la recepcién de la obra de Sor Juana y la de todo su perfodo. Es preciso entonces hacer una aclaracién: a partir de la Independencia de México se fue conformando una visién negativa de la época colonial. Después del largo perfodo de anarqufa iniciado al ocurrir la Independencia de Espafia, la Iegada de los liberales al poder genera cambios definitivos y provoca la separacidn de la Iglesia y el Estado, a través de las Leyes de Reforma. Las consecuencias fueron no sélo politicas sino materiales: con la destruccién de los conventos y la exclaustracién se perdié una gran cantidad de documentos; los restantes fueron refundidos en desorden en archivos y bibliotecas y la fisonomfa concreta del pais y de sus ciudades principales cambié de manera radical. La ideologta libe- tal, oficial en nuestro pais, sobre todo a partir de la Reforma (1857) y la Reptblica Restaurada (1867), se continué durante el Porfiriato (1870-1910), a tal punto que el Ministro de Instruccién Publica, Justo Sierra, resume, acudiendo a un Jugar comin y a una institucién, la animadversién de los que entonces estaban en el poder contra el pe- rfodo colonial, haciendo suya esa Leyenda Negra construida por los enemigos tradicionales de Espafia desde finales del siglo xv1: La tremenda clausura intelectual en que aquella sociedad vivia, altisimo, impenetrable muro vigilado por un dragén negro, la Santa Inquisicién, que no permitia la entrada de un libro o de una idea que no tuviera su’ sello siniestro, produjo no la atrofia, porque en tealidad no habla érgano, puesto gquegjamishubo funciéa, sino'Ja imposbilidad de nacer al esprit cient ico 9. 8 Carlos de Sigtienza y Géngora, Teatro de virtudes polittcas, alboroto y motin de los indios de México. México, UNAM y Angel Portia, 1986, p, 23. Tlustrado, avant la lettre —eprecursor del nacionalismo criotlo?—, Don Carlos era a la ver un fandtica del orden, como puede comprobarse por el siguiente texto, en Relaciones histéricas, México, UNAM, 1972, p. 133, citado por Rama, op. cit. p. 45, los sub som mos: “Plebe tan en extremo plebe, que sdlo ella’ lo puede ser de Ia que se reputare la més infame, v lo es de todas fas plebes, por com- ponerse de indios, de negros, criollos, bozales de diferentes naciones, de chinos, de mulatos, de motiscos, de mestizos, de zambaigos, de lobos y también de espa. fioles que en, declaténdose zatamullos (que es lo’ mismo que pfearos, chulos y arecbutcapas)y degenerando de sus obligtciones, son los peores entre tan rain canalla”. 9 Justo Sierra, Evolucién politica del pueblo mexicano, edic, establecida y ano- tada por Edmundo O'Gorman, México, 1948, (T. XIE de las Obras Completas), XV De manera casi invisible, esas ideas se han revertido en México; un viraje manifiesto con diversos signos. Me contento con anotarlos aqui y subrayar las consecuencias que ese proceso ideolégico ha tenido en la nueva visin que sobre Sor Juana se est4 conformando, aunque, quisiera reiterarlo con especial cuidado, es digno de una reflexién mu- cho més profunda. Enumero los signos, mejor seria decir los sfntomas: Un primer plano a considerar: el periodo colonial fue concebido por los escritores liberales como nuestra Edad Media, una época de oscurantismo. De manera global se piensa que, como resultado de la “represiva” politica de la Iglesia, de la Inquisicién y del Gobierno Virreinal, se engendra “una perversidad” en Ja cultura que enturbia el gusto, calificado, de manera repetitiva, por distintas personalidades deci- monénicas, de “depravado” (Icazbalceta) por su “enmarafiado e insu- frible gongorismo” (Pimentel), por “‘su letal estancamiento” (Gonzé- lez Pena) y, para rematar, por “un naufragio de la produccidn total”, segtin el decir de Don Julio Jiménez Rueda. Este ultimo, con otros esctitores mexicanos de la primera mitad del siglo xx —Francisco Mon- terde, entre otros—, formaba parte del grupo de los “colonialistas”, preocupado por rescatar, en pleno perfodo revolucionario, la produc- cidn literaria mexicana de la Colonia, continuando en parte la investiga- cién histérica de algunos novelistas del siglo xrx: Justo Sierra O'Reilly, detractor_de la Colonia, pero decidido admirador de los jesuitas, o Vicente Riva Palacio, autor de célebres novelas, en donde los estereoti- pos aplicados a las instituciones coloniales —por ejemplo, la Inquisi- cidn—, las hace jugar un papel siniestro y represor. Esta opinién encabalgada entre dos siglos es sancionada por el fildlogo espafiol Menéndez y Pelayo, la maxima autoridad literaria de ese periodo, para quien el gusto barroco era sdlo “‘pedanteria y aberra- cién’””. Sor Juana parece ser la tinica figura colonial rescatable por ‘no haberse contaminado” de gongorismo (José Maria Vigil) o porque cuando utilizé los procedimientos del maestro cordobés no lo hizo “sin- ceramente” (Jiménez Rueda, Gonzdlez Pefia), pasando por alto su de- claracién expresa en la Respuesta a Sor Filotea: “no me acuetdo haber escrito por mi gusto sino es un papelillo que Ilaman E] Suefio”, de molde totalmente gongorino , Ya lo habfamos sefialado: los liberales reexaminan el perfodo colo- nial de manera semejante a aquella con que los europeos revisan su p. 125, Este tema se analiza de manera exhaustiva en el libro de Octavio Paz, Las trampas... op, cit. El libro que le dedica a Sor Juana es, para él, un ensayo de “restitucién”: "...pretendo restituir a su. mundo, la Nueva Espafia del siglo xvtt, Ia vida y obra de Sor Juana. A su vez, la vida y obra de Sor Juana nos res- tituye a nosotros, sus lectores del siglo xx, la sociedad de la Nueva’ Espaiia en el siglo xvit. Restitucién: Sor Juana en su mundo y nosotros en su mundo, Ensayo: esta restitucién es histérica, relativa, parcial. Un mexicano del siglo xx lee In obra de una monja de la Nueva Espaiia del siglo xvi”. p. 18. Cabe notar que Paz utiliza en su obra algunas palabras que como “restituir” 0 “borrar” son palabras usadas continuamente por Sor Juana, palabras que, a mi vez, me propongo ana- lizar, segiin el papel que juegan en su obra, en las prdximas pdginas. _ "Parte de los datos utilizados en, Jos dos ultimos parrafos proviene de Ia invaluable y necesatia Introduccién de Alfonso Méndez Plancarte, T. I., p. viii y ix. XVI Edad Media: los mexicanos, para subrayar los beneficios de la Inde- pendencia, la excelencia de la Republica Restaurada y el oscurantismo del Virreinato, las tinicblas de la Inquisicién, Podria decirse, de ma- nera esquemética, que justifican y consolidan asi el movimiento legal que trajo como consecuencia la separacién de la Iglesia y el Estado y la desamortizacién de los bienes del cleto, transformados més tarde en latifundios. En cierta forma, la exacerbacién de esta ideologia provoca como paradoja Ia Reforma agraria y un movimiento de contrarreforma teligiosa, la de los Cristeros, en la década del 1920. EL PATRIMONIO PERDIDO Los estudios_gongorinos repuntan a partir del primer cuarto de este siglo con la Generacién de los poetas espafioles del 27, y en Amé- rica con el movimiento neobarroco, especialmente en Cuba, con la re- vista Origenes y Lezama Lima, Carpentier, y mas tarde, Severo Sarduy. En México sucede algo semejante con los estudios sobre el arte colonial tevalotados por Manuel Toussaint y Francisco de la Maza, aunque se mantenga una visién negativa de sus instituciones. Politicamente, pa- tecla imposible reivindicar a la Colonia; artisticamente si, aislando las manifestaciones escritas y plasticas del barroco. Para mediados de este siglo, se produce en México una bifurcacién ideoldgica que enaltece a Ja estética barroca y mantiene el viejo prejuicio liberal contra la socie- dad que la produjo. Asf lo apuntan Andrés Lira y Luis Muro en el capitulo “El siglo de Ja integracién”: Nuestro siglo xvi exige una historiografia propia. Hasta Ja fecha aparece en = manuales y obras generales como una etapa de vacios y de rupnas. Esta imagen es el producto de visiones superficiales, en las que no se ha inten- tado superar Ia dificultad de la informacién que los historiadores consideran como caracteristica de este perfodo. Se le ha llamado “siglo olvidado”, “cica- tero”, etc. Los estudiosos, que asi lo califican, estin de acuerdo en el tono opaco del xvit, adquitido no por serle sustancial, sino por la constante com- paracién con otras épocas de la vida novohispana, los siglos xvi y xvumt. Algo asi como esa imagen negativa que tejieron con tanta atgucia ¢ insen: bilidad quienes juzgaban con “‘las luces” de siglos glotiosos a la Edad Me- dia... la edad de las tinieblas, que s6lo empezé a rehabilitarse y a mostrar sus propias luces... por un esfuerzo de comprensién y hasta de exaltacién, como lo fue el movimiento roméntico con su literatura histética y hasta historicista 11, Las cosas han cambiado: el tradicional desprecio se ha trocado en admiracién: no es casual que la proliferacién de estudios sobre la monja coincida con la proliferacién de estudios sobre la Colonia, incrementa- dos en Ia década de 1970 e innumerables a partir de la del 80. Es més, el acentuado interés por ese tipo de estudios traspone, en México, los limites meramente académicos para convertirse en un progtama ofi- cial trasmitido por todos los medios y sostenido por espectéculos cultu- rales. Al principio de los 70, el gobierno del presidente Echeverria se 11 Andrés Lira y Luis Muro “El siglo de la integracién”, en el Tomo II de la Historia General ‘de México, México, 1a. ed. 1976. Scp., Colegio de México, 1981, p. 85. XVII preocupa por testaurar el Centro Histético de la Ciudad de México y por proteger sus monumentos, y reitera su cardcter de patrimonio na- cional; con el presidente Lépez Portillo, a finales de la década del 70, se reorganiza el Archivo General de la Nacién, rico filén de documen- tos novohispanos; se oficializan los estudios sorjuanianos en el Con- vento de San Jerénimo; y, para el inicio de la década del 80 se instaura el Festival del Centro Histdérico que recicla los monumentos coloniales y los jerarquiza como espacios idéneos para representar los espectéculos barrocos nacionales e internacionales. Esta oficializacién se hace efec- tiva mediante una extensién a los medios de difusién y El patrimonio perdido, documentado libro de Guillermo de Tovar y de Teresa, uno de Jos actuales y més destacados estudiosos de la historia del arte colo- nial mexicano, es editado por la revista Vuelta y se convierte, a través de la publicidad televisiva, en el simbolo de una reconstruccién material € ideolégica del periodo. Puede aventurarse que dos de sus ultimas consecuencias politicas son la reforma del articulo constitucional que regula las relaciones entre la Iglesia y el Estado y, una revisién radical de lo que, a partir de la institucionatizacién del movimiento atmado de 1910, se lamé la Reforma Agraria. Por ultimo, quizd uno de los acontecimientos més importantes en este sentido, y especificamente, en relacidn con la obra de Sor Juana, sea la aparicién, al principio de la década de 1980, del libro de Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Su intento de “restitucién” (Ver nota 9) de la poetisa coincide, para él, con un intento de “restituir” a la Colonia dentro de Ia historia de México. Su libro tiene repercusiones positivas y negativas: su gran fuerza hace posible la internacionalizacién de Sor Juana y, de refilén, de la historia de México, pero a Ja vez suele opacar cualquier otra lectura que sobre la monja y In Colonia se pretenda hacer. Puede quizd aplicdrsele a su libro la misma paradoja que él maneja con relacién a nuestro pasado: Nuestra historia es un texto Meno de pasaies esctitos con tinta negra y otros escritos con tinta invisible Pérrafos pletéricos de signos de admiracién segui- dos de patrafos tachados Uno de los pertodos que han stdo tachados, borro- neados y enmendados con mas furia ha sido el de la Nueva Espaia (Paz, op cit, p 23, sub. mio). Es evidente que estos hechos provocan profundos cambios polf- ticos, o mds bien revelan un cambio cualitativo esencial de las relaciones del Estado todavia Iamado “liberal” con su tradicional enemigo, la Iglesia Catélica. LA CONSTRUCCION DE LA FABRICA Para entrar en la misteriosa recepcién de la obra de Sor Juana y en algunas de sus modalidades, tanto en su tiempo como después, debo subrayar la imposibilidad de agotar el tema en este ensayo y apuntar la arbitrariedad inevitable de pasar por alto numerosos textos importan- tes. Historiar la forma en que fue recibida su obra, de cualquier manera que se emprenda, conduce inevitablemente a resefiar el asombro —vuelvo XVII a repetir, el pasmo— con que ella, la escritora, fue mirada, al grado de que ni entonces ni hoy es posible deslindar su obra de su_ vida. Cualquiera que sea la metodologia empleada —casi siempre intere- sante—, salta a la vista la enorme (y a veces hasta malsana) curiosidad que el personaje despierta: en los hombres porque fue mujer; en las mujeres, porque es posible convertirla en una de las primeras feminis- tas y erigirla como modelo; en los criticos catdélicos porque, por afiadi- dura, fue una monja; en los poetas o criticos literarios porque, siendo una extraordinaria poeta, fue ademas una gran intelectual y cientifica; y_ los intelectuales la injertan —por su actividad filoséfica y su capa- cidad de transgresisn— a sus propias teorias sobre el mundo. En cada enfoque se percibe una declaracién de principios y el deseo expli- cito o implicito de insertarla como elemento esencial dentro de una teorfa, a pesar de que la enormidad de sus proporciones hace incierta también su exacta localizacién. Algunos investigadores se han ocupado especificamente de analizar el impacto de su Fama. Destacan Francisco de la Maza y Antonio Ala- torre 2, Ambos son lectores polémicos; el primero, obsesionado como Octavio Paz por la poetisa, hizo una larga —casi exhaustiva— investi- gacién, publicada péstumamente. Alatorre propone “una lectura filolé- gica” de la Fama y obras postumas, muy atenta y precisa, de la que, entre otras cosas, parece desprenderse que, a pesar de ser una mina de oro pot la importancia de lo recopilado, el libro de De la Maza, historiador del arte, presenta varias fallas, entre ottas, su inexactitud —¢acaso por que su investigacién fue interrumpida por la muerte?—, y aunque, “hay gran cantidad de materiales vitiles..., da muestras de haber enten- dido mal...; la transcripcién material de los textos deja mucho que desear... y la ignorancia literaria del recopilador es a veces impresio- nante...” 3, Es fundamental afiadir el trabajo de edicién de Alfonso Méndez Plancarte cuya muerte impidiéd que concluyera sus anotaciones a las Obras completas de Sor Juana, (terminadas por Alberto G. Sal- ceda) y su proyecto de “poner al dia” la Fama, “copiando o extractando lo mds hermoso y certero” que se ha escrito en verso y en prosa sobre Ja poetisa a lo largo de tres siglos "4. Sea lo que fuere, la manera minu- ciosa con que estos investigadores ordenan el material, la pesquisa misma y muchas de sus observaciones disipan algunas de mis incertidumbres, provocadas por la enorme tarea que estudiar a la monja supone, y me 12 De la Maza, op. cit., Antonio Alatorre, “para leer... 13 Alatorre, p. 430 y nota 5, misma pagina. 14 OC, prologo de Alfonso Méndez Plancarte, pp. xlvii-slix. Alatorre rompe lanzas por el “héroe externo” de esta caballeria, Castorena_y Urstia, el ordenador y tecopilador del texto, y critica a De la Maza y a Méndez Plancarte porque ‘aprovecharon el material por él compilado, fundamentalmente para gloria y exalta- cién del “héroe interno” del texto, Sor Juana, “.. esas personas que localizan y ordenan y publican valiosos materiales inéditos... que ademas de idear el volumen de homenaje a una personalidad destacada se ponen en contacto con los distintos colaboradores, y se ocupan de cien detalles, y vigilan incluso el trabajo de la imprenta —todo ello, ademés, no por interés monetatio, sino por amor al oficio—, merecen un lugar en'la historia...” Alatorre, “Para leer...”, op cit,, p. 431. XIX op. cit. proporcionan coartadas para aislar ciertos temas. Los propongo, sin agotarlos 15, Publicar en la época en que vivid Sor Juana era muy dificil. El papel costaba caro y los tr4mites burocrdticos necesarios para empren- der la publicactén eran muy complicados: el obstaculo de vatias censuras, tanto de las autoridades civiles como de Jas religiosas y, entre ellas, Ja Inquisicién. Se precisaba por lo general, un mecenas, y no es raro oft quejas como la siguiente, formulada por un predicador: Cuando todo lo que dedico a Vuestta merced (que smprimo, después de ockoctentos [sermones} que predico en exte Reino), no es més que un buen deseo 16 O, mucho més patético, aunque més conocido, el lamento del poli- grafo Carlos de Siguenza y Géngora, cuando expresa su frustracién por no poder publicar sus multiples obras, debido a su “‘extremada” po- breza. Es més, las mujeres permanecian la mayor parte de las veces inéditas y, aunque solfan escribir, sus manuscritos eran luego “desci- frados” por algtin predicador que los reformulaba y los utilizaba en sus escritos !7, Dentro de este contexto es atin mds sorprendente verifi- car que la obra de Sor Juana, publicada primero en México en ediciones sueltas, y luego en volimenes cuidadosos en la metrépoli, haya tenido tantas reediciones Cabe sugerir que su “discrecién”, es decir, su capa- cidad de discernimiento (si manejamos el vocablo como se utilizaba en el barroco) era tan grande como su gento y supo adaptarse con perfec- cién a las convenciones de su época, dicho con otras palabras, ahora 45 Por su parte, Georgina Sabat-Rivers, acuciosa investigadora, cuya investiga: cién Te ha permitido aportar datos bibliogréficos de primera importancia acerca de las diversas ediciones de la monja, es también, en alguna medida, fuente de este capitulo Sabat ha publicado y sigue publicando textos puntuales y documen- tados sobre Sor Juana, cito algunos, entre ellos destaca su edicién de la Inunda cion, Castalida, Madrid, Clésicos Castalia, 1982 Es de lamentar que sdlo incluya Ta obra de la’monja y’ ninguna de las licencias, aprobaciones, censuras y poemas que la pteceden Hay también una antologia de Sor Juana preparada por Sabat y Elias L Rivers Obras selectas de Sor Iuana Ines de‘ la Cruz, prdlogo, seleccién y notas de GSR y ELR, Madnd, Cldsicos Noguer, 1976 Varios de esos. textos acaban de aparecer compilades en Estudios de literatura huspanoamericana Sor Juana Inés de la Cruz ¥ otros poetas barrocos de la coloma Barcelona, PPU, 1992 Debo agregar a_esta lista los muy importantes trabajos de Elias Trabulse, Sergio Fer- nandez, Gruseppe Bellin, Dario Pucci, etc, cuya obra acuciosa 'e inteligente cs fundamental y que iré mencionando a medida que se desarrolle este trabajo 16 Ignacio de Santa Cruz Aldana, Sermén en la festividad de la presentaciin de Nuestra Sefiora que predicé el sdbado 21 de noviembre de 1671 afios en el Convento de Religiosas de San Lorenzo de esta Corte, el bachiller Predicador de este Arzobispado de México, Beneficiado en merced, que fue del Real y_ minas de Tesicapan y Capellén mas antiguo que_es del dicho religioso convento del Sefior San Lorenzo, México, Juan Rutz, 1672, sp 17 Cf Josefina Muriel, Cultura fememna novobispana, México, UNAM, 1982 Ya terminado este trabajo, cayé en mis manos un ensayo de Kathleen A Myers, “Sor Juana’s respuesta Rewriting the vitae”, Revista Canadrense de Estudios His- panicos Vol XTV, N° 3, Primavera 1990, su tesis doctoral, en_prensa, es muy importante también, y fue utilzada ampliamente por Jean Franco, Plotting Women, Gender and Representation in Mexico, Londres, Verso, 1989, Electa Arenal y xX “modernas”, respetaba totalmente al sistema —el establishment—, Unica manera de transpredirlo con propiedad y con menos riesgo 8. Siguiendo el modelo tradicional de impresién en la época, sus obras estén siempre precedidas de aprobaciones y elogios; aprobaciones nece- sarias para tranquilizar a las autoridades civiles y ‘religiosas, y elogios suficientes para justificar la publicacién y, de refildn, en el caso de la Inundacién Castdélida —el primer tomo compilado de sus obras ¥—, para exaltar a la Marquesa Manrique de Lara, su mecenas y autora intelectual de la impresién. La portada de este libro exhibe el largo y gongorino titulo” que antes he transcrito por entero Su exagerado gari- Stacey Schlau, Untold Sisters, Hespanse Nuns in thetr Own Works, trad Amanda Powell, University of New ‘Mexico Press, Albuquerque, Stephanie Merim, ed Feminist perspectives on Sor. Tuana Inés de la Crux Detroit, Wayne University Press, 1991, Pilar Gonzalbo Avpuru, Las mujeres en la Nueva Espafia Educacion y vida cottdrana, E) Colegio de Mexico, 1987 Asuncién Lavrin, comp Las meu eres latinoamericanas, perspectivas histéricas México, Fondo de Cultura Econé- mica, Tierra Firme, 1985 También ver mt_art Margo Glantz, “La conguista de Ta eseritura Sor Juana y otras monyas”, en Debate femmrsta, Afio 3, Vol 5, marzo 1992, aparecerd también con el titulo de “Labores de manos, ehagiogtafia 9 auto- biografia?”, en las Actas del Homenaje a Sor Juana organtzado por El Colegio de Méxtco’en noviembre de 1991 Es obvio que muchos trabajos de mujeres coin- cidan en este punto, la reinclusin de la obra de Sor Juana en Ja de ottas monjas contempordneas a ella, y también es I6gico que varias estudiosas Heguen a con clusiones similares Lo mismo pasa en Espaiia, constiltese el libro en prensa de S Herpoel, Auobrografias por mandato, una escritura femenina en la Espaita del Siglo de Oro, Ed Anthropos, Madrid 18 Cf Paz, Las trampas ' op cit, y el interesante artfculo de José Pascual Buxé, “El otro Suefio de Sor Juana”, en Revista de la Unwersidad de México, Diciembre, 1987, pp 4351 Al comentat un romance de Sor Juana escrito proba- blemente hacia 1673 y dirigido al Arzobispo Virrev Fray Payo de Rivera, un tanto descuidado por Ia critica, Buxé dice “No hubiera sido ‘decente’ —vale dectr, honesto y apropiado— hacerle al nuevo virrey arzobispo el magnifico halago en el lenguaje serio de Ia cortesania, pero era perfectamente aceptable expresarlo por medio de los signos ingenuos del regocyo infantil gue, a semejanza de los matometos jsfmil utilizado en el poema', hacen ‘sefial de placer los brincos’” p 51 Viene también aqui a cuento un texto de Roland Barthes, sintetza perfecta mente Ta actividad equiibrista de Sor Juana "en cierto sentido, todo es cultural La cultuta es una fatalidad a Ja que estamos condenados "A partir del momento en que se plantea el problema en términos de tarea histérica un poco més amplia, pienso que no hay mds solucién que aceptar esa fatalidad de la cultura Hay que trabaar por su destrucctén o su mutacion desde el intertor Desde el exterior, la actitud no es mas que decoratwa” (El énfasis es mfo), Roland Barthes, Fi grano de la voz, México, Siglo xxt, 1983, pp 159 160 19 Sor Juana Inés de Ja Cruz, Inundacién Castdlida (ed de Georgina Sabat de Rivers) En este texto Sabat difiere en varios puntos de los critetios que rigen a edicién de AMP Tengo entendido que, en conyuncién con Antonio Alatorre, Georgina prepara otra edicién critica completa de las obras de la monja Sin embargo, repito, hasta que aparezca, Ia edicién més confiable, con todo y sus probables errores y prejuicios, es la’ anotada por Méndez Plancarte 20 Una imitacién de los titulos que sola poner Don Luis de Gdngora segin Ia aclaracién de Ermilo Abreu Gémez en Sor Juana Inés de la Cruz Bubhografta y Biblioteca México, 1934, p 14, citado por Maza, op cit, p 45. La fuente de Castaha dice Pierre Grimal, (se reftere a) una muchacha de Delfos, perseguida por Apolo, cerca del santuario del Dios, se arroy6 a la fuente que, desde entonces, eva su nombre y fue consagrada a el’ Diccionario de mntologia griega ¥ romand, Barcelona, Ed Paidés, 2* reimpresién, 1984, p 90 XXI goleo responde a una intencién enmascarada, pero efectiva: la Fuente Castalia, consagrada a Apolo, era simbolo de fecundidad artfstica y de pureza Se sejiala asf un lazo sutil, inestable, a la vez insistente e in- cierto entre la literatura y la religién. Una monja es casta, 0 por lo menos debe de serlo, y su feracidad es figurada, intelectual; al equipa- ratla con una profetisa, una Musa, la Décima, se corrige el trastorno que su vocacién por las letras y las ciencias provoca en el orden “natu- ral” y social, donde Jas mujeres tienen un sitio perfectamente definido, como se deduce de estas palabras de 1a Carta que el Obispo de Santa Cruz le ditigid a Sor Juana, cuando publicé a sus costas la que él lamd Carta Atenagérica “Letras que engendran elactén [soberbia, presun- cién], no las qutere Dios en la mujer.” Como elegida de Apolo, esta “Minerva indiana” garantiza que sus “furores” mentales sean a “lo Divino”, a fin de “fertiliza(r)”, a través de dwersos metros, estilos, idiomas, varios asuntos, con elegantes, claros, igentosos, tities versos, para ensefianza, recreo y admuracién ”. Insisto, una monja-poeta es un artefacto sorprendente pero peligroso; bien clasificada, puede controlarse su productividad, inscribirse en una seccién especial, una galeria de retratos en donde las mujeres ocupan el Tugar que les corresponde como modelos de imitacién se completa asi una taxonomia sobre lo femenino que tranquiliza a sus detractores y, de paso, protege a las mujeres: La costumbre que tenfan los antiguos, que las casas de los sefiores se ador- naban de los retratos de sus mayores, ya en estatuas, ya en pinceles, ya en inscripciones, para que tenéndolas siempre a la vista, se animasen a Ja imitacién todos los que de nuevo fuesen entrando a In famtha , en Jas cuadas de vivienda 0 salas de esitado de las sefioras se ponian las més singulares heroinas 21 21 Dedicatoria de Fray Andrés de San Miguel, en Juan Antonio de Oviedo, Los milagros de la Cruz y maravillas del padecer, Sermén que en las solemnes honras que el dia 26 de abril de 1728 le kicteron a la VM Sor Marta Inés de os Dolores, México, José Bernardo de Hogal, 1728, sp Son muy numerosos. los ejemplos de estos catdlogos donde se coloca a las mujeres ilustres como membros de una serie Esté Ja propia Sor Juana, cuando ella misma se insetta en la Res puesta @ Sor Frlotea en una lista de mujeres sabias En la Inundacidn, en las diversas ediciones de sus obtas y en la Fama se la menciona también inchuida en esas listas, pongo sélo unos ejemplos entre ellos_un escrito de Don Ambrosio de la Cuesta (Inundacién, citado pot Maza, p 93), Antonio Alatorre Hama la atencién sobre el hecho de que en la edicin de la Fara, Castorena y Urstia cuidé de que las colaboraciones femeninas del volumen se publicaran curdadosamente agrupadas (op cit, nota 20, p 437), para finalizar, vuelvo a acudir a Fray Luis Tineo de Morales quien, en su ya muchas veces citada Aprobacrén, hace mencién de Ravisio Textor, autor de un hbro may consultado en esa poca, De officina, en el que clasifica’a las mujeres notables de la historia, todo esto viene a corto borar_mt proposicién Ver Maza op cit, p 5960, Alatorre (art cit nota 103, p 473) se refiere al prologuista de la Inundactdn Castileda, Francisco de las Heras, sectetario de Ia Marquesa de Paredes, que rechaza esa’ necedad, Ia confeccién clisica e inétl —para él, ¢o serfa pata la Marquesa?— “de un ‘catdlogo de mujeres que en varios siglos han escrito con elegancia docta, erudicién que dan os indices tan de balde ” Para rematar, es muy importante tnsertat aqui un fragmento de Jas instrucciones impa.tidas a’ Pedrarias Davila en 1513, cuando se Je encomendé Ja conquista y colonizacién de Ja Tierra Firme “Vistas las cosas XXII Los elogios y las defensas prodigadas a la monja en este tipo de publicaciones configuran un catélogo de estereotipos, la serie de cuali- dades que se aplicaba a la mujer, acrisoladas cuando se trataba de una monja, y refinadas al méximo cuando la monja era Sor Juana. Parten de una normalidad, vertida en una préctica: las cualidades y los defec- tos femeninos determinados de antemano por la sociedad colonial que todo lo delimitaba por escrito, a través de sus catecismos y manuales —la distribucién de las horas del dia, las practicas de confesién y de oracién, las conductas discretas y honestas; en fin, configuran una ritualizacién expresada en gestos especfficos, la retérica de la cortesania, sintetizada en Jas palabras decoro y discrecia, y exacerbada en el con- vento. A partir de sus primeras actuaciones en Ja vida publica del virreinato, Sor Juana distribuye en el espacio y en el tiempo que le tocé vivir un texto y una imagen que cristaliza y la hace inseparable de una mirada decantada en posiciones y formulas reiterativas; atin no podemos liberarnos de ellas, siguen funcionando a manera de clisés en nuestra mente y anquilosan nuestra lectura sobre le monje, son, para decitle con sus palabras, “silogismos de colores”. EI retrato que de Sor Juana nos dan los otros se vuelve un este- teotipo, un retrato en el que ella no se reconocia cabalmente. Los ras- gos del retrato pintado por el “vulgo”, aislados y articulados como en un catélogo, podrfan ser los siguientes: LA MUSA Y LA SIBILA Sor Juana fue concebida primero como musa, es decir, se advirtid que una de las cualidades que mejor la definfan era su inclinacién a Jas letras. Desde que empezé a publicar, se le elogia con comentarios hiperbdlicos, exacerbados atin en esa época en que el elogio superlative era una de las caracteristicas de Ia cortesanfa, los cuales son producto de la genuina admiracién que despertaba. El bachiller Diego de Ribera, en un soneto de florido tftulo, incluido en la compilacién, la eleva, cuando eta muy joven y quiz4 por primera vez, a la categoria de Musa. En el epigrafe avisa: “De Dofia Juana de Asbaje, glotioso honor del Mexicano Museo” 2. En la Inundacién Castdlida se la designa no sélo que para Ios asientos de Jos lugares son necesarias, y escogido el sitio mds pro- vechoso y en que incurren més de las cosas que para el pueblo son mencster, habréis de repattir los solares del lugar para hacer las casas, y estos han de ser repartidos segtin las calidades de las personas y sean de comienzo dadas por orden; por manera que hechos los solares, el pueblo parezca ordenado, asi en el lugar que se dejare para plaza, como en el lugar en que hubiere la iglesia, como en el orden que tuvieren las calles; porque en los lugares que de nuevo se hacen dando Ja orden en que el comienzo sin ningiin trabajo ni costa quedan ordenados los otros jamds se ordenan”. Colecctdn de documentos inédstos relatios al _descubri- miento, conquista y colonizacién, Madrid, 1864-1884, T. XXXIX, p. 280, citado en Rama, op. cit., p. 6. 2 Poétuca descripcién de la pompa plausible que admir6 esta nobilisoma Ciudad de México, en la suntuosa dedicacidn de su hermoso, magnifico y ya acabado Templo, México, Francisco Rodriguez Lupercio, 1668, citado por Maza, op. cit., p. 35. Leemos en Sebastidn de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana 0 XXII asi, a secas, sino como la “Décima Musa”, el nombre que Platén le diera a Safo de Lesbos y, en México, dato curioso, el que a veces se le daba a la Virgen Maria”, El apelativo de musa, manejado primero timidamente —quiz como una simple retérica cortesana—, se acufia y aparece después en los escritos consagrados a la monja como un epiteto normal, el que le cuadra, de manera semejante en su uso al que Ho- mero daba a sus héroes 0 a sus dioses (Aquiles, el de los pies ligeros= Sor Juana, la Décima Musa)™ Esta exaltacién produce comparaciones cada vez mds extremas y trasmutaciones sucesivas: de Musa se convierte en Pitonisa (“profetisa arrebatada con divino espfritu” 5), Juego en Stbila (“Pudo verse en la Madre Juana un como resumen de las diez Sibilas” >) y, por fin, en rara avts, el Fénix. Ya es, en suma, un Monstruo ¢Qué caracterfsticas tenfan las musas? Vivian en un museo, y aun- que esa palabra no tenfa la connotacidn actual, recuérdese que ya exis- tian en cl México prehispénico lugares especiales en donde se albergaba a los monstruos, los seres “diferentes” que muestran las “salidas de madre de Jo natural” (Calderén), explicadas por Pierre Boaistuau asi. no existe nada que asombre tanto al ser humano, que provoque mayor admiracién 0 un terror mas grande que los monstruos, los prodigios y las abominaciones, a través de ellos las obras de Ja naturaieza se nos muestran como mutiladas, trastrocadas 0 truncadas 27 Espaftola Madrid, México, Turner, 1984, que “Museo es el lugar consagrado a las musas, del gricgo musa que vale canto, de musa se dijo mtisica y mtisico” 23 Carta a la Décoma Musa Maria Santissma, la obsequosa Euterpe de un devoto, en el rectbuntento que (een®), su feliz entrada, hizo esta nobilistma ciudad de México, 1663, en Maza, p_ 46, Francisco Gonzdlez de Cossio, La imprenta en México (15241825) Cien adictones a José Tortbio Medina, México, 1947, N° 203, p89 24 “Ta Mexicana Musa, hya emimente/ de Apolo y que las Nueve aun més dhvina,/ porque fuese del sol la benjamina/ Je nacié en la vejez de su ponente ”, Dofia Catalina de Alfaro Ferndndez de Cérdoba, Religiosa del Convento del Santo Espmitu de la Ciudad de Alcaraz Inund sf, también José Pérez de Montoro “Citaras europeas, las doradas/ cuerdas templad y el delicado pulso/ prucbe a ver si_acompafia un nuevo asombto,/ que es numérica vor del Nuevo Mundo”, sbid Sor Juana misma se sabe musa y en un Romance dedicado a la Marquesa de Paredes por el nacimiento de su hyo, vaticna “Aqui si que st yo vivo,/ aunque esté ya con muletas,/ piensa me musa a su fanal/ afiadir plumas y lenguas” OC, T I p 71 25 Diego Lépez de Avilés, Debrdo recuerdo de agradecinnento leal a los bene fictos hechos en Méxtco por su diemstmo y amadisimo_ prelado fray Payo Enriquez Afin de Ribera, México, Vda de Francisco Rodriguez Lupercio, 1684, en Maza, p 41 2% Parecer de Fr Vicente Bellmont, Maestro en Teologia del orden de Ja Santisima Trinidad de Redentores Descalzos, Examinador Sinodal del Arzobispado de Valencia — y_Revisor de Libros por el Santo Tubunal, precede a la edicién de Valencia de 1709 del primer tomo de Sor Juana, es decir a la I* Inundactén Castalida, modificada y aumentada, que serd la edicién de Madrid, 1690 27 Prerre Botastuau, Histowes prodigteuses Parts, 1561, citado por Georges Bataille, Documents Paris, Gallumard, 1968, p 107, traduccién mfa En un libro fundamental para entender estos fenémenos, una’ antropéloga inglesa, explica “toda cultura toma las medidas necesarias para enfrentar los fenémenos XXIV ¢EL MONSTRUO DE LAS MUJERES? 28 Convertida en Fénix, esté en la cima de la monstruosidad. Bien lo entiende ella asi, sabe que es mirada como si fuera un bufén, un objeto de circo, el centro de atraccién. Se le ha otorgado un lugar especial entre Jas mujeres, se la ha etiquetado, separado, y el disturbio que su genial inteligencia y su excepcional discrecién han provocado puede mantenerse bajo control: se le ha dado un nombre. Sin embargo, la atencién que se le presta puede asemejarse, repito, a la que reciben Jos fenémenos en las ferias o los bufones en la Corte; devocién del vulgo y de los poderosos que puede muy bien sintetizarse, como anillo al dedo, con una definicién de Covarrubias: El enano tiene mucho de monstruosidad, potque naturaleza quiso hacer en ellos un juguete de burlas, como en los demés monstruos . Destos enanos se suclen servir los grandes seffores... En fin, tienen dicha con los prin- cipes estos monstruos, como todos los demés que crfan por curiosidad y para su recreacién. .. La posicién de Sor Juana en la Corte, en las épocas en que fue dama de Leonor Carreto, la marquesa de Mancera, y luego, desde su locutorio, como privada de los marqueses de la Laguna, se inscribe perfectamente en Ja descripcién de Covarrubias, “(de ella) se solfan ser- vir los sefiores” ¢No la exhibe Mancera ante cuatenta sabios? ¢No prepara Sor Juana el Arco triunfal para recibir a los Virreyes? ¢No es acaso la Inundacién Castdlida un monumento a Lysi? ¢No es la autora de numerosos sonetos cortesanos en que se celebran los afios del rey, la reina o los virreyes? Sor Juana es consciente de esa situacién, sabe ejercer de manera altisima Ia autoctitica: rechaza ese lugar e intenta recolocarse en otro, el que a ella le parece acorde con su libre albedrio, el de ser racional, encerrado, ademés, “por su propia volun- tad”, en un convento: {Qué dieran los saltimbancos,/ a poder, por agarrarme/ y Ievarme, como Monstruo,/ por esos andurriales/ de Italta y Francia, que son amigas de novedades) » que pagaran por ver/ la Cabeza del Gigante,/ dictendo; Quien ver el Fénis/ quisiere, dos cuartos pague,/ que lo muestra Maese Pedro/ anormales © ambiguos que puedan acaccer En primer Iugar, la cultura trata de reducit al maximo la ambigiiedad adoptando una u otra de las interpretaciones posibles. Por ejemplo, la linea de demarcacién que separa a los seres humanos de los animales se ve amenazada cuando nace un monsttuo, La restauracién del orden natural se produce cuando el monstruo recibe una etiqueta cualquiera”. Cuto por la traduccién francesa, Mary Douglas, De fa souillure, Paris, Maspero, 1971, p 59, la traduceién al espafol es mia Entre otros, Bachelard, Canguilhem y Foucault han trabajado estos temas también, 28 Fray Pedro del Santisimo Sacramento, carmelita, la clogia asi, utilizando el calificativo que también se le aplicaba a Lope de Vega, otro Fénix de los Inge- nios, y que tan constante es en Calderén, cuando, en’ sus dramas, se refiere a las mujeres de “temple varonil”. Ademés, para este fraile, la mujer fuerte que buscaba Salomén era Sor Juana, (Citado por Maza, p. 94; "este autor publica en la edicién sevillana, la 1° del segundo volumen de sus obras, 1692). XXV en Ja posada de Jaques!/ ;Aquesto no! No os veréis/ en ese Fénix, ber- gantes;/ que por eso esta encerrado/ debajo de treinta Haves LOS BESTIARIOS DE AMERICA ¢Cémo identificar a un monstruo? ¢En qué consiste su anormalidad? Para empezar, en América abundan los monstruos; alli se generan y forman parte de un bestiario iniciado desde el descubrimiento, en él se insertan hombres con un solo ojo, perros que no ladran, manaties- sirenas, animales con el espinazo al tevés, gigantes, amazonas, enanos, amén de sodomitas, antropéfagos y sacrificadores de hombres. Debe advertirse ademds que lo que es normal en un hombre puede ser mons- truoso en una mujer y viceversa. La monstruosidad es articulo de mu- seo, de feria, de catalogacién; se inserta en un espacio predeterminado de antemano, y en la época colonial se incluye en él, de manera muy especial, a las mujeres. Citemos, a guisa de ejemplo, una definicién de Fray Luis de Leén, que incluye varios de los lugares comunes clésicos, muy reiterados en el siglo xvi: Porque como Ia mujer sea de su natural flaca y deleznable més que ningin otto animal .. al mostrarse una mujer Ia que debe entre tantas ocasiones y dificultades de vida, siendo de suyo tan flaca, es clara sefial de un caudal de rarisima y casi heroica virtud... Porque cosa de tan poco ser como es esto que Ilamamos mujer, nunca ni emptende ni alcanza cosa de valor, ni de set, sino es porque le inclina a ello y la despierta y Ja alienta alguna fuerza’ de increfble virtud que, o el cielo ha puesto en su alma, o algxin don de Dios singular 30, Sor Juana es entonces un producto divino, ha recibido dones de virtud extraordinarios, singulares; es por ello digna de admiracién: no se ajusta en absoluto a la definicién de lo femenino en su tiempo. Su sabiduria provoca “espanto”; aquello que causa horror, miedo o admi- racién (Covarrubias) 0, reiterando la frase de Fernéndez de Santa Cruz, se entrega a esas actividades que provocan soberbia, y que #o las quiere Dios en la mujer... Sigiienza piensa, por su parte, que en Sor Juana se ha cumplido la cuota: la Naturaleza, preocupada a veces por con- formar seres de excepcidn, decidié otorgarle a la monja todos los dones; Jos cuales, si repartidos con parsimonia entre las dem4s mujeres, no hubiesen provocado tan desproporcionada admiracién. La abundancia de bienes derramados sobre un solo ser es aceptada como un don di- vino, pero también provoca desconcierto, furia, envidia, acoso. Admirada por su gran habilidad para versificar, por ella aceptada como natural, se da por descontada su habilidad como poetisa y aunque se le critica el que sea monja y cultive la poesia, pronto este don esencial se mul- 29 Romance 49, ...que respondid nuestra Poetisa al Caballero recién Megado ala Nueva Espaiia que le babia escrito el Romance “Madre que haces chiquitos”.. . I, p. 147. 30'Fray Luis de Ledn, La perfecta casada, p. 50... citado por José L., Sénchez Lora, Mujeres, conventos y formas de la religiosidad barroca, Madrid, Fundacién Universitaria Espafiola, 1988. XXVI tiplica; su inclinacién a las letras no es el vinico aspecto de su Fama, asentada de manera muy especial en su erudicin, es decir, en su con- dicién de mujer sabia. José Pérez de Montoro lo expresa en un Ro- mance: Pues en ti sola este Mundo/ tiene mujer, que afemine/ 1a docta opinién de nuestros] sabios Varones insignes... Er ti sola (estudio sea/ 0 sea ingenio) restdej todo el comprender, st lees, /y todo el pasmar, st escrtbes/ Tt sola al Arbol Sagrado/ de la Gran Minerva, exprimes/ el fruto, Sabta, ingeniosa,/ y mas que Prudente, Virgen 31 La sabidurfa de la poeta, reconocida por todos, la equipara con la deidad pagana, tributo que su admirador y detractor Fernandez de Santa Cruz le rinde, cuando al dar a la imprenta la Crisis de Sor Juana a un Sermén del jesuita portugués Antonio de Vieyra la intitula Carta Atenagérica. Otro de sus admiradores rendidos, Cristdbal Béfiez de Salcedo, destaca “la universalidad de noticias de todas ciencias y artes gue con tanto resplandor sampen en Jas obras de Ja Madre Juana”, y afiade, incrédulo: “Confieso que si a esta Censura no se siguiese el libro, donde los doctos hallaran facil la ptucba de lo propuesto, me contuviera el peligro de no ser creido” 3. Expresién que desata ese fa- moso adagio de Mujer que sabe latin... Sin embargo, hay que subrayar el hecho de que cuando ella misma se dirige a otra mujer, en cierta medida parecida a ella, sobre todo por su interés en las ciencias, Sor Juana utiliza los mismos adjetivos, las mismas metéforas utilizadas por sus admiradores pata clasificarla, por ejemplo, en su romance dedicado a la Marquesa de Aveyro: “gran Minerva de Lisboa”, “‘cifra de las nueve Musas”, “de los hombres docto ultraje”, “‘primogénita de Apolo”, “clara Sibila espaiiola” 3, Sor Juana ha internalizado, como ditfan los psicoanalistas, a ese tipo de mujer_como monstruo. Cabe otra aclaracién: algunas mujeres destacan en esa época; en varios escritos se enumeran sus cualidades y se aguilatan por lo que valen; su valor depende, empero, de su “normalidad”, es decir, del respeto al orden instituido, caractetisticas de lo que entonces se concedia a las mujeres. Se clasifican sin asombro, aunque se haga uso de hipér- boles en los casos excepcionales. La hiperbolizacién descansa en la exacer- bacién de una cualidad considerada como natural y que el empefio de la mujer transforma, por acumulacién y reiteracién, en milagrosa. Estas cualidades, o mejor, virtudes, son las que caracterizan a las monjas edificadas: la abnegacién, la paciencia, Ia dacilidad, la mortificacién, la obediencia, la castidad, 1a soledad, etc. Aun asi, las mujeres sefialadas 31 Romance de don Juan del Valle Caviedes, intirulado: “Carta que escribié el autor a la Monja de México, habiéndole ésta enviado a pedir algunas obras de sus versos, siendo ella en esto y en todo el mayor ingenio de estos. siglos”. En Fama, sf. 2 Citado por Maza (p. 92), de la edi de Sevilla, Tomo III, 1691. 33 “Romance (donde) aplaude lo mismo que la Fama’ en la Sabiduria sin par de la Sefiora Dofia Marfa de Guadalupe Alencastze, la tnica Maravilla de nues- tos siglos”. OC. T. I, p. 102. XXVII desde su infancia para ser santas, deben propasarse para ser reconocidas como tales, segtin consejos del padre Oviedo, autor de una vida del jesuita Nuiiez de Miranda, confesor de Sor Juana, “excediendo los fimi- tes de la medida, peso y miimero ordinario” 4, Practicar en exceso las virtudes normales puede dar como resultado Ja santidad. De esas virtudes, de las ordinarias en las mujeres, carece Sor Juana. Muy bien lo dice el padre Calleja en su Aprobacién a la Fama: Veinte y siete, aos viviS en la neinién sin los retros que empeta el estrucndoso y buen nombre de extética, més con el cumplimiento sustancial a que obliga el estado de religiosa (Fama, op cit, s.£,) El estruendo esté en otra parte, se deriva del gigantismo, de la exa- cerbacién de cualidades negativas en una mujer, de su monstruosidad. Sélo manejéndolas dentro de otra clasificacién, como productos de un “aborto”, es decir un parto prodigioso, excepcional, esos seres pasmo- sos pueden aceptarse y hasta entenderse, aunque provoquen susto. SOR JUANA, EL ORO RACIONAL Fe ere te rizacién, como de manera muy inteligente asienta Antonio Alatorte *; mediante este ejercicio retérico, acufiado desde la Inundacién Castdlida, Sor Juana se convierte en el paradigma de lo americano; adopta las caracteristicas esenciales de Ja tierra en donde fue engendrada: el tesoro que los espafioles, desde su Ilegada, buscan en cl Nuevo Mundo. Es, ni més ni menos, igual que el oro, arrancado de las vetas minerales de la gigantesca y prodigiosa América. Segin la ley de la analogia, un monstruo sdlo puede ser engendrado en la monstruosidad y el Nuevo Mundo siempre ha sido mirado, como Sor Juana, con asombro —pasmo, susto— pero también con desprecio —el clima inculto”, “lo barbaro”, “Jo irracional’”. Aqui se produce otro vuelco de sentido. Al ser objeto de una me- taforizacién tan extremada, al verse equiparada con el producto arran- cado de la tierra, tiene lugar una sustitucién, La ecuacién metaforizada, América=oro natural, se transforma por extensién en Sor Juana=oro racional: Ob América’ ,Ob basta cuando! de esa tw prefiez fecunda/ imventando estards nuevas/ a la admtractén disculpas'/ Hasta cudndo! zNo te basta/ ver que la Lucente pluvia/ de tus arterias dos Mundos/ preciosamente fluc- téan?/ ¢No el ver han saciado tanta/soberbia anebicién difusal de tus buesos las brillantes/ endurecidas médulas,! sin el mostrar que, desta alma/ 34 Juan Antonio de Oviedo, op cit, p. 3 35 "Con ef anterior (ser considerado como un tesoro) esté trabado otro tema: el obvio, elementalisimo, de Jos tesoros del Nuevo Mundo La poesia de Sor Juana estaba, por ast decir metafortzada de antemano” (El énfasis es mio), Alatorre, op cit, 464. XXVIII tu seno tallei, oculta/ también de oros racionales/ las mds apreciables su- mas?... 36, Ese enaltecimiento equivale sin embargo a una reduccién: es un tesoro extraido de las entraftas de la tierra, en suma, materia prima, y toda materia prima, lo sabemos bien, es’ un producto natural (‘la pura mina de conceptos suyos,/cuyas entrafias oro resplandecen”) *7. Exaltar a Sor Juana, hacerla igual que América es reducirlas a ambas —asimilarla a ella— a_algo concreto, hacer la alquimia, transformarla en un objeto natural. Las expresiones “tus huesos”, “tus endurecidas médulas”, “tus artetias” conforman un cuerpo: al precisar que en él hay un “seno taller”, dotado de “prefiez fecunda” se precisa que es un cuerpo femenino, metéfora trillada sobre la tierra y su fecundidad, la de América, productora de tesoros enviados a Espaiia; en América se engendra a Sor Juana, en cuyo entendimiento se gesta el oto tacio- nal, Puede advertirse aqui una operacién retérica, caracteristica del barroco: hiperbolizar mediante imagenes muy frecuentadas de tipo mi- neral —el oro o las piedras preciosas— para elogiar con desmesura su talento. Vista con detenimiento, la metaforizacién empleada para exal- tar a Sor Juana remite a algo mds profundo; esa metdfora no sdélo se utiliza para designarla a ella, califica también a otras mujeres, entre ellas a ciertas monjas destacadas, éstas si santas o aspirantes a la santidad: Esta América Septentrional, tan celebrada por sus ricos minerales, puede sgloriarse de haber sido patria de una mujer tan heroica que podemos aplicarle el epiteto de la mujer fuerte... 38. La fecundidad de Ja tierra, concebida siempre como elemento feme- nino, se extiende a la fertilidad de las mujeres, semejantes en todo a 36 Cf Alatorre, op cit, p. 468 Cf. asimismo, pp. 464-470. Cito, entre muchos otros, a Don Alonso de Otazo, “En elogio de la poetisa, que hacla versos entre suefios” en Fama, op cit p. 12: “Y ti, Espafia, que en ntimeros conduces/ el més noble tesoro amerscano,] logra tu mineral, ‘porque no envidies/ en Persia pomos, ni en Ceilén topacios”. Cf. Franco, op. cit. La propia Sor Juana maneja como lugar comin la idea de la fecundidad americana, “abundancia de los fru- tos”, “abundancia de las provincias” (Loa al DN) “Que yo Sefiora, naci/ en la América abundante...” “Europa mejor lo diga,/ pues ha tanto que insaciable,/ de sus abundantes venas/ desangra los minerales...” Romance 37 a la Duquesa de Aveyro, I, pp. 102 y 103, respectivamente. 37 Citado por Alatorre, op ‘cit, p. 468 En este contexto son significativas estas palabras de Horst Kurnitzky, en relacién con algunos mitos primitives actuales, en su texto de antropologia filoséfica, La estructura libedinal del dinero Una con” intbucién a la teoria de Ia feminedad, México, Siglo xxi, p82. “Estas historias describen el acto de represién del sexo femenino, que a continuacién se incorpora en la materia como lo reprimdo Sobre esta represtén se edifica toda la cudtura que se halla en el enfrentamiento con la naturaleza, como también, en definitiva todos los productos naturales se deben a esa represién”. 38 En Relacion fustorica de la fundacién de este Convento de Nuestra Sefora del Pilar, Compaiita de Maria, Wamada vulgarmente la Enseftanza. Escrita por un grupo de monjas del mismo, en 1793 Citado por Josefina Muriel, op cit, p80 Notese la persistencia del estereotipo, casi un siglo més tarde de que le fuera aplicado a Sor Juana. Hay numerosos ejemplos, me conformo con citar éste. XXIX la tierra, extremada, a su vez, en una tierra extraordinariamente fertil, América La imagen mineral, reiterada en varios de los poemas dedica- dos a Sor Juana en la Fama —y en algunos anteriores—, se convierte asi en un lugar comtin, su riqueza intelectual como pioducto fértil attancado de la rica tierra de América; afirmado con la también reite- rativa alusién a su nacimiento, presidido por los famosos volcanes nevados Tztaccthuatl y Popocatépetl. emblema de la mexicanidad_y asombro de la naturaleza prédiga de este continente. Los menciona Calleja, unidos: Sabed, que donde muere el sol, y el orof deyar por testamento al cima ordena,| le nacié en Juana Inés’ otro tesoro,) que gavaba al del sol en la cuantia | entre dos montes Jue su primer loro | Estos de neve, y lumbre y noche y dia,] volcanes son, que al fin la primavera/ vive de frio y fuego gp teresa! gut, pues, goreeo ta aure primers] Juana Inés (Fame, p 74) Alatorre dedica varias paginas a analizar este simil muy revelador *; a mi me interesa especialmente porque reitera mi tesis. Sor Juana, ese prodigio de la Naturaleza, esté mucho més arraigada a ella —por ser mujer—, que cualquier hombre De alli, el asombro”. LAS MUJERES FUERON HECHAS PARA ESTAR ENCERRADAS En su poderoso libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Octavio Paz afirma que la sociedad en que Sor Juana vivi6 tenfa “un ca- récter acentuadamente masculino La tintca posibilidad que ellas (Jas mu- eres) tenfan de penetrar en el mundo certado de la cultura masculina era deslizarse por la puerta entreabrerta de la Corte y de la Iglesta” AA este he- cho, que, afiade, “ha sido poco advertido por los biégrafos de Sor Juana”, 39 Cj Alatorre, pp 485-489 40 Cf Kurnitzky, op cit, pp 9798 Al refertrse a Eva, la pecadora, 1a cul pable del pecado original, explica “Esta relacién (entre Addn, Eva y Ja sexpiente) €s asimismo, en el novisimo concepto del conocimento como busqueda del funda- mento y la’ posibilidad de una vida satisfactoria, todavia de actualidad cuando el conocimiento plantea la cuestién de lo reprimido, o sea se lo concilia Pero no ocurre igual con la teorfa del conocimento en ella la teorfa privada como teorfa filoséfica de todo remanente material, se convierte en ciencia del sefiorfo, en ins trumento de soyuzgamiento de to sexual y con cllo del sexo femenino” Y Severo Satduy agrega “Este control generalszado, prdximo a la visién pandptica de que mucho més tarde hablard Foucault —aqui el ojo central y observador es el Con- cilio—, no es més que el deshordamuento, en la préctica, de la —mds que semiolé- guca— ’sacrosanta eficacia de los signos No es ya solo To que ocurre en las almas, sino el recurso concreto a los signos lo que hay que vigilat”, Ensayos generales sobre el barroco, México Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémica, 1987, p 17 Sor Juana ejerce por eso un curdadoso control de sus metéforas cortesanas, al tiempo que las impugna con esmero y eficacia C/ también, Roland Barthes, Sade, Lovola, Fourter, Caracas, Monte Avila, 1977 (Loyola, pp 4383) 4 Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz 0 Las trampas de la fe Barcelona, Serx Barral, 1982, p 69 Cf el atticulo inédito de Ménica Mansour “Sor Juana ante el discurso paradéico un ejemplo contemporineo”, presentado en el Ho- menaje a Sor Juana organizado por El Colegio de México, noviembre, 1991 XXX habria que ponerle mucho mayor atencién. No puede dudarse, como dice Paz, de que la sociedad novohispana se mantuviera estable por un rigido aparato de control generalizado en donde, de muy especial ma- nera, se vigilaba a la mujer para excluirla de los espacios visibles de poder. Retomando esa aseveracién, yo refotmularia la pregunta: Si la sociedad novohispana teprimia de tal manera a sus mujeres, cosa impo- sible de negar, gpor qué entonces les concedia, a la vez, tanta impor- tancia? No me cabe la menor duda de que los severos intentos de represién que norman cualquiera de las manifestaciones femeninas del perfodo exhiben una forma de terror, el que las mujeres producfan en los hombres *. Es obvia la necesidad de tenerlas perfectamente encasi- Hadas en espacios supervisados con estrechez, donde pudieran estar aisladas, al alcance de la mano, incapaces de causar dafio. Y solamente causa dafio aquello que por su misma naturaleza infringe las estrictas reglas que una sociedad ha erigido como vélidas para controlar todo lo que se salga de su concepto de normalidad. Esta estricta subordinacién, este estrecho encasillamiento, esta par- celacién compartimentada, se aplicaba también a los indios, quienes, como las mujeres, eran un producto natural. En muy raros casos esta compar- timentacién permanecia estanca; se trataba de mantener una jerarquiza- cién, reforzdndola siempre pata evitar la anarquia. La insercién de Sor Juana en la monstruosidad americana forma parte de esta politica y da cuenta de ese terror; espanto y a la vez fascinacién que debieran raz0- narse con atencién. Una rigida disciplina y la vigilancia estrecha de los miembros de la sociedad se hace més critica en la Nueva Espajia, que en la Metrdpoli, porque en su territorio han nacido los “naturales”, producto, como los minerales, de este suelo, de la misma manera que Sor Juana es un tesoro “natural”, extraido de las entrafias de la tierra americana, aunque por su sofistada inteligencia se haya transformado en oro intelectual, en tesoro simbdlico. Los indios son separados de los blancos y existe para ellos una ciudad indigena, supuestamente cercenada en su totalidad de la ciudad espafiola. De hecho no es asf, como lo demuestra el pdnico expresado por Sigiienza y Géngora durante el motin del 8 de junio de 1692, cuando al precipitarse a salvar de un incendio los archivos del Cabildo, advirtid que a su alrededor era imposible “ver una cara blanca”. Contra cualquier posible motin futuro, Sigiienza propone una rigida reglamen- tacién mediante la cual se aparta a los indios de los espafioles, regla- mentacién establecida desde Cortés, pero relajada por Ia falta de vigi- lancia, a finales del siglo xvit: Para todo lo cual, teniendo por justo, santo, bueno y prectsamente necesario retirarlos de lo principal desta ciudad de México, 7 reduciendo otra vex a practica lo que en su fundacidn se hizo, después de haber contemplado muy de espacio fa planta topogrifica de esta ciudad, y después de haber andado 42 Fernando Benitez, Les demontos en el convento Sexo y religidn en la Nueva Espaiia, México, Era, tezcera reimp. 1989, ver cap. 4, “‘Los salvadotes de almas”, pp. 95-116, ad One XXXI sus barrios y contornos tres 0 cuatro veces en estos dias... Y para que no haya en ello confusién alguna... se dé un traslado de estos linderos, para que, después de reconocerlos y hacerse capaces de cdmo cotren, se observe imoioleblemente, lo que Vuestea excelencia mande, que ser& siempre lo me- jor... #3, La busqueda de esa inviolabilidad da origen a subdivisiones cutio- sas, sancionadas por varios epitetos determinantes, utilizados por Si- giienza: son decretos “santos, sabios, justos, necesarios”; los “natura- Tes” de la tierra deben habitar en espacios separados, distintos a los lugares habitados por los que también nacidos en la tierra o los que en ella viven, procedentes de la Metrépoli, son vistos como seres racio- nales. La racionalidad del indio, lo sabemos bien, dio origen a discusio- nes perpetuas que atin subsisten como estereotipos y la expresidn “gente de razén” sigue siendo un lugar comtin en Ia literatura mexicana, ya avanzado el siglo x1x y principios del xx. El concepto de irracionalidad esta ligado con el de barbaro; ambos conceptos aparecen en varios de los poemas de la Fama dedicados en Espafia a la poetisa, veamos un ejemplo: Murié y una mujer que tanta gloria] al medio mundo de su clima inculto,} y al débil de su sexo le concede;/ que rendido a su mértto, y memorta, el medio mundo racional y el culto,/ al barbaro respeta, al débil cede (‘‘Soneto del Conde de Torrepalma”, Fama, op. cit., s. £.). Leido asi, se aprecian por lo menos dos parejas de conceptos: lo racional-y-culto, enfrentado a lo barbaro-y-débil; ambos polos situados en espacios geopraficos diferentes, precisamente cercenados el uno del otro, el lugar donde se localiza la Metrépoli —“racional” y “culto”—, opuesto al lugar del otro Mundo, el Nuevo —‘“‘barbaro” y “débil”. eNO SOY YO GENTE? La mujer, tradicionalmente concebida como un ser débil y, a juz- gar por la literatura de la época —reforzada por las quejas de Sor Juana—, también irracional (barbara), se asemeja al indio. Las fuerzas de la naturaleza, irracionales, no son nunca débiles sino espantosas, cadticas, violentas, como las de un volcén en erupcién*, No controla- 43 Ramén Iglesia, “Mexicanidad de Sigiienza y Géngora”, pp. 119-143, en El hombre Colén y otros ensayos, México, Fondo de Cultura Econémica, 1944, PR. 140, 142-143. Carlos de Sigiienza y Géngora, Alboroto y motin de los indios de Méxtco (publicado junto con Teatro de virtudes politicas) México, Miguel Angel Pornia y UNAM, 1986. Ver Antonio de Robles, Diarto de sucesos notables, 1665- 1703), 3 vol., ed. y prdlogo de Antonio Castro Leal, México, Porrtia, 1972, 2° ed, subrayados mfos. Reitezo el texto de Sigienza donde muestra su’ desprecio y su miedo a los naturales, citado supra, nota 8. 44 Es pertinente aqui mencionar a Calderén, quien en varios de sus dramas, en aquellos en que se maneja con obsesin el tema del salvaje, hace nacer a sus protagonistas como si fucran producto de una erupcién y muy ‘constantemente los asocia con parasismos naturales; pondré un solo ejemplo, procede del drama En esta vida todo es verdad y todo mentira, y el parlamento Jo dice el tirano Focas, XXXII das, ocasionan dafios, alborotos, descuadramientos Mads vale tenerlos a raya, a los indtos, fuera de la ciudad, a las mujeres en lugares cetrados, en fortalezas que en lugar de protegerlas a ellas, parecen proteger a los habttantes de Ja ciudad contra su influjo o servirles de pararrayos La fuerza femenina pareciera tanto o més disruptiva que la de los mis- mos naturales Basta hacerse algunas preguntas para contestar en parte esa aparente anomalfa ,Cémo explicar el pavor que asaltaba al temt ble arzobispo Aguiar y Seyjas cuando se cruzaba ante él una mujer, al gtado de que las amenazaba con la excomunién? ¢Cémo explicar la satisfaccién de los habitantes de las mds impottantes ciudades novohis panas cuando sus conventos de monjas —mientras més dura la regla, mejot—, se convertian en ¢l orgullo visible de su comunidad? Cast podria decirse, cuando uno lee los textos de la época y verifica los resultados de las investigaciones de Jos historiadores, que Ja sociedad colonial trataba de organizarse como un atmario provisto de miles de cajones donde se iban colocando en lugares perfectamente de- fimidos los distintos estamentos sociales, un lugar para los indios, otro para las mujeres, otro para las castas, otro pata los espafioles, subdi- vidido concienzudamente a la vez, como el propio palacio nacional, en si mismo, una réplica de la crudad, en mimiatura Las tiendas se lama- ban sintométicamente cajones, término que atin persistia en el vocabu- lario comercial del centro de la ciudad de México hasta mediados de este siglo y atin conservamos el término estanquillo para las trendas que venden productos misceldéneos, de baja categoria Eran estanquillos porque las cosas debfan permanecer inméviles —estancas— y estancar es, segtin el diccionario de la Academia, “detener y parar el curso y corriente de alguna cosa, y hacer que no pase adelante o bien prohibit el curso libre de determinada mercancfa, concediendo su venta a deter- minadas personas 0 entidades, también significa suspender, detener el curso de una dependencia, asunto, negocio, ete , por haber sobrevenido algén embarazo 0 reparo en su prosecusién —aquello que debe per- manecer inmévil”, semejante a las mujeres, por su cetcanta con Jo natural “El monte arrojé de st / embrién de su pereza/ una fiera en forma de hombre / un hombre en forma de fiera (p 1184), y, del misma drama can que aborto de estos mon tes,/ doy a estos montes la vuelta / Aquellas dos altas cimas/ que, en desigual competencia / de fuego el volcén corona/ y (aie) de nieve el Etna/ fueron mi primera cuna (p 1180), Don Pedro Calderon de la Barca Obras completas Tomo I, Dramas, Edicién, prologo y notas por Angel Valbuena Briones, Madrid, Aguilar, 1959 Cabe agregar que el uso retorico y reiteradisimo que Calderon hace de la palabra parasismio (paroxismo) en sus dramas, equivaldria_a aborto, en su acepcion de parto prodigioso tal como se utiliza en telacion con Sor Juana ‘Ademas advicrtase la similtud de acontecimientos que preside el nacimiento del tirano con el nacimiento de Sor Juana aunque a esta [a todeen de metaforas fes tivas, incluyo otro ejemplo ‘De dos monstruos bien cefida/ naces en otro He misferio. 7 saliendo monstruo al mundo,] hiya de aquel brazo excelso,/ en lo racional se adnure/ ot1o mejor Mongibelo , es decir otto volcan Romance anontmo intitulado A la pradosa demostracion o cartdad excestwa con que la madre Sor Juana Ines vendio sus libros para dar lrmosnas Fama op cit p 102 Alatorre atribuye este poema a Don Juan Antonio de Castorena y Urstia, compilador de este tomo Tercero de las obras péstumas de Sor Juana, op cit pp 441, nota 29 XXXII En este contexto, ocupan un lugar primordial los lugares donde se reclufa a las mujeres, primero, los conventos de monjas por su es- pecial significacién y, luego los recogimientos 0, término muy revelador, los emparedamientos de mujeres donde éstas quedaban literalmente ence- rradas entre cuatro paredes, como reclusas 0 convictas, sin comunicacién con el exterior, sin la nobleza y aprecio social que aparejaba pronunciar Jos votos de clausura, aceptados por las monjas cuyo status social era ase como virgenes y castas viudas, gno eran acaso las esposas de iristo? Vuelvo a plantear la pregunta, ¢por qué se crefa necesario empa- redar, esto es, enterrar en vida, a las mujeres? *, Visto desde esta pers- pectiva, parecerfa que, en la época colonial, las mujeres ocuparan el lugar de los orates medievales quienes, para preservar del contagio a los habi- tantes sanos, debian ser aislados y colocados en medio del mar en barcos especiales —las naves de los locos; o para manejar un simil adecuado en esa €poca, como leprosos o pestiferos, cercenados pot su enfermedad de la poblacién sana. Porque comtinmente las mujeres estén y fueron hechas para estar encerradas e andar ocupadas en sus casas, y los varones para andar e procurar las cosas de fuera. 4 Basta analizar uno de los votos que tenfan que pronunciar las mon- jas al entrar al convento, el de la clausura, y luego examinar la estruc- tura arquitecténica de Jos edificios que las albergaban para visualizarlo con perfeccién Cierto es que la separacién exigida por el aparato legal no solfa respetarse en la practica como es facil verificar, acudiendo al mismo ejemplo del motin descrito por Sigtienza y Géngora en 1692 (y que parece haber tenido, segtin los criticos, tanta influencia en la “con- versién” de Sor Juana): los indios no estaban separados totalmente de los espafioles, lo cual era imposible por Ia estructura misma de servicio a la que estaban sometidos; las mujeres escapaban con bastante frecuen- cia a las constricciones sobre ellas impuestas, y es posible exhibir mu- chos ejemplos de su amplio margen de accién, en donde obviamente puede incluirse a las monjas, entre las cuales es ejemplo destacado Sor 45. Ver Josefina Muriel, Recogimentos de muyeres, México, UNAM, 1974 Ast mismo “En términos de fo idealado, Ia mujer colonial siempre tenfa que sufrir la influencia de algiin hombre, las mujeres o vivian con sus padres, 0 marido, u otro pariente masculino Pero ‘habfa situaciones en que el hombre no estaba pre sente para ejercer su control Para resolver esa situacion, a fines del siglo xvi se creaton Jos recogimientos 0 emparedamientos para mujeres Claro que al mismo tiempo habfa conventos de monjas, tanto como monasterios para frailes Los recogimicntos funcionaban de una manera distinta En algunos se posaron pros: ttutas que se habjan reformado, en otros mujeres divorciadas, y en otros hasta familias enteras que carecian por épocas largas 0 cortas de la presencia de un hombre”, John Frederick Schwaller, “La identidad sexual: familia y mentalidades a fines del siglo xvr”, en Pilar Gonzalbo, Atpura, coordinadora, Familtas novo- Iuspanas Siglos XVI al XIX México, El Colegio de México, 1991, p 60. 46 Fray Hernando de Talavera De vestir y de calzar, en Escritores misticos espafoles, Madrid, Biblioteca de Autores Espafioles, 1911, Tomo I, p. 62. XXXIV Juana, a pesar de que estuviera(n), como ella misma dice, “encerrada debajo de treinta Llaves”. SE HARA DISCIPLINA... Si se lee de cortido el Diario de sucesos notables de Antonio de Robles”, [ama la atencién la forma como se organizan los sucesos y también la manera como se maneja la estricta —y escueta— separacién de Jas razas y las clases. La alusién a los naturales y a las castas engen- dradas por la hibridacién es de cardcter colectivo y anénimo: “. ..maté o degollé un mulato a un negro”; “Este dia prendieron a un lobo porque alcahueteaba mujeres”; “Este dia emplumaron a un mulato, llamado Caguefias, con coraza, debajo de la horca, por alcahuete”; “...a las once del dia azotaron al pie de la horca tres indios”; “Este dia entraron tres indios presos de Tacuba”. ‘Han preso indios y mesti- zos, hombres y mujeres con ropa de los cajones...”; “Han prohibido el baratillo y echado a los indios fuera de la ciudad”; “Este dicho dia, a la tarde, cortaron las manos a los cuatro indios, y las pusieron en unos palos en la horca y puerta de palacio; era uno de los indios cojo, zapatero del barrio de Montserrate”. Indios, mulatos, negros, lobos. . . andnimos o con su nombre de pila, integrantes de grupos estrechamente vigilados y temidos. En cambio, Jas alusiones a los miembros de la clase dominante individualizan, dan cuenta del nombre y titulos de los alu- didos: “Murié el Dr. D, Diego Osorio, catedrdtico de vispera de Me- dicina, clérigo protomédico... lo enterraron en Ia Catedral en Ia ca- pilla de la Antigua; fue admirable entierro”; “Este dia fue el capitulo en San Hipélito, y salié electo provincial Fr. José Crocoles...”; “Esta tarde enterraron a Juan de Navarro, en San José de Gracia; deja 250.000 pesos”; “Este dia se dio la sacristia del colegio de las Nifias, a D. Matfas de Peralta, capelldn real”. Muchas de las noticias relacio- nadas con los espafioles tienen que ver con cosas religiosas, y suele ser frecuente que los personajes distinguidos y ricos hagan donacién de sus bienes para la fundacién o enriquecimiento de alguna obra pia, a menudo un convento de monjas. Los extremos se tocan, varios negros, lobos 0 mulatos, miembros de castas, son castigados por dedicarse a prostituir mujeres, y muchos potentados dejan al morir su dinero para que otras se mantengan perpetuamente virgenes: “Murié D. Andrés de Carabajal, fundador del Colegio de San Andrés de la Compaiifa de Jestis de esta ciudad, y grandisimo limosnero; se juzga dio més de dos millo- nes para obras pias. Se enterré dicho dia de cabildo en la casa Profesa a las cuatro de la tarde: dejd 100.000 en reales; los 50.000 para que se acabe el convento de religiosas de Santa Isabel con 30.000 que habia dado; dicen que con la comunidad de San Francisco, asistié la ciudad y teal Audiencia, cosa nueva y todos los ministros de dicha audiencia” (op. cit, T. IL, p. 221). 47 Antonio de Robles, Diarto de sucesos notables (1665-1703), 3 vol., ed. y prélogo de Antonio Castro Leal, México, Porria, 1972, 2* ed. XXXV ¢Qué relacién existe entre estos dos extremos tan diversos en apa- riencia? Por un lado, esté esa enorme masa de mexicanos, amorfa, pulu- Jante, controlada hasta cierto punto y temida por sus exabruptos, cuando “degeneran de sus obligaciones” (Ver supra, Nota 43). Dentro, se destacan los indios por ser los verdaderos “naturales”; los otros, agru- pados en castas, son el producto de una imputeza, la hibridacién sexual. El control se ejerce, primordialmente, sobre el cuerpo azotado, arcabu- ceado, ahorcado, mutilado, y puesto como escarmiento a maneta de espectdculo teatral; la cabeza, las manos, los pies se exhiben: son saldo inevitable de un motin o de un orden alterado. Vuelvo a hacer Ja pre- gunta, gqué relacién entre el cuerpo perseguido de los “naturales” y las castas con el de Jas mujeres? Y dentro de este sexo, ¢qué relacién puede existir entre las monjas y los indios? sel ascetismo y... las disciplinas de tipo mondstico... tiene por funcién garantizar renunciaciones més que aumentos de utllidad, y que, si bien im- plican Ja obediencia a otro, tienen por objeto principal un ‘aumento del dominio de cada cual sobre su propio cuerpo .. (explica Foucault, esta- bleciendo las diferencias de modalidad del control del cuerpo) 48, Recluidas en su convento, encerradas en sus casas, emparedadas en los recogimientos, Jas mujeres se concentran en lugares estancos. Existe una intencién precisa en esa separacién. Cuidadosamente pues- tos en su lugar estos grupos estén marcados, como también Jo estén sus funciones. ¢Y cudles son estas funciones? Ambos grupos, mujeres y naturales, tienen como tarea una productividad, las mujeres la ma- ternidad, los indios la extraccién de los tesoros de Ja tierra, tan natu- rales como ellos. ¢Qué utilidad tienen entonces en este contexto las monjas? El objetivo de Ia disciplina, ademés de castigar el cuerpo pecador, era su- frirlo por el mundo de fuera, por aquellos que Jo necesitaban: por el aumento de la fe en [a cristiandad, ‘por los bienhechores y por las énimas del pur- gatorio. ¢Cémo no se iba a “consentir” a ese monasterio (San José de carmelitas descalzas en la ciudad de México) sabiendo que las virgenes” ofrecfan sus vidas por la sociedad, que entre rezandera y pecadora, prefe- ria pagar monetariamente al convento para descargar sus pecados? #, Las monjas constitufan una comunidad de mujeres de la clase do- minante, criollas o espafiolas, que se clausuraban entre cuatro paredes para dedicarse a Dios, en oracién, en contemplacién y en disciplina, La fundacién de un convento de monjas era un acontecimiento publico, un motivo de alborozo y de despliegue de intereses, escena de litigios por posiciones de poder y expresién de Ia feroz lucha entablada entre 48 Michel Foucault, Vigilar y castigar, México, Siglo xxi, 1976, traduccién de Elsa Cecilia Frost, p. 141. Cf. también Michel Foucault. Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber, México, Siglo xxt, 1977. 49 Manuel Ramos Medina, Imagen de santedad en un mundo profano, México, Universidad Iberoamericana, 1990, p. 144 XXXVI lo eclesidstico y lo cortesano®. Esa lucha que elige como campo de batalla, aparentemente neutral, al convento —tierra santa— tiene su lugar estricto en la sexualidad —la carne y el mundo, El intento por hacer desaparecer al sexo —al cuerpo inmundo— mediante la obser- vancia rigurosa de los cuatro votos y la disciplina, produce una retérica ambigua donde el sexo se nombra. Cabe de nuevo formular una pre- gunta, ¢con qué objeto una parte importante de la sociedad activa se negaba a los fines de la reproduccién? Dedicar tan gran ntmero de hom- bres y mnjeres de la més alta sociedad a la clausura y al celibato pro- vocaba el mestizaje y la proliferacién del desorden, y el desorden, tan temido, equivalia a una catdstrofe natural o era provocado por ella. Lo débil y barbaro, caracteristicas de América, de lo incivilizado, entrafian en si mismos una paradoja. Un ser débil puede ser dominado con facilidad, pero si es ademés bérbaro, esa debilidad se neutraliza, pues en la naturaleza del bérbaro esta la violencia, el salvajismo. A dife- rencia de las catdstrofes naturales que son imposibles de controlar, ex- cepto con plegarias destinadas a producir milagros, todos los barbaros- irracionales pueden estar sujetos al orden racional. Como espafiolas o criollas, las mujeres deberfan ser “gente de razén”, por su clase y por su origen estén en una categoria superior, entran al convento con dote, tienen esclavas y criadas a su servicio y gracias a su habilidad producen riqueza, ya sea por obra de sus manos, por la administracién de los negocios o por la usura. La humedad y la frialdad de su sexo las hace incompatibles, sin embargo, con Ja racionalidad y las coloca, por ello en la clase de los irracionales y por tanto barbaros (Cf. infra). La rigu- rosa vigilancia de los confesores, que dirige y descifra su razén, unida a las disciplinas reglamentarias tanto de oracién como de flagelacién, mantiene a raya el aspecto instintivo caracteristico del irracional. La inteligencia de Sor Juana tan admirada produce elacién en la mujer, y ese pecado de soberbia es soportado mientras la monja es uno de Ios adornos més destacados de su convento, y por tanto, su maxima atraccién, rico tesoro de limosnas, privilegios, prebendas. Su erudicién sin medida la hace capaz de dialogar por escrito con las més altas mentes de su tiempo y dirimir en lo cotidiano todas las discre- pancias que en torno de ella se generan: las que enfrentan a los poderes en juego. Cuando ese equilibrio social se rompe, y cuando la cohesién y_coherencia del gobierno virreinal se ve amenazada por fuerzas impo- sibles de contener, el cuerpo irracional es maniatado, torturado, cancelado. % La historia de la fundacién del convento carmelita de San José en la ciudad de México atrajo Ia_atencién de los histortadores y de los novelistas del siglo pasado, por ejemplo Don Vicente Riva Palacio: también ha sido objeto de este estudio documentado de Manuel Ramos Medina, Cf supra Su ejemplo es medular para entender la vida de las monjas y su funcién dentro de la sociedad virreinal, porque la extrema severidad de su regla nos permite deduct las estruc- turas generales de esa institucién tan importante en In Colonia, XXXVII Il LA NARRACION DE (SU) MI INCLINACION: SOR JUANA POR SI MISMA QUE NO LA QUIERE IGNORANTE EL QUE RACIONAL LA HIZO La cultura mediatiza la experiencia individual. Un individuo aislado puede poner en entredicho una estructura social, a partir de una con- ducta limitrofe, controlada a la perfeccién para mantener su frdgil equi- librio. Este es el caso de Sor Juana. Observadora infatigable de las leyes naturales en todos los niveles, desde su cotidianidad (frefr unos huevos, guisar, hacer unas vainicas) y preocupada por la méxima abs- traccién cientifica a la que le era dado llegar en su época (Cf. las me- téforas de El Suefio), Sor Juana interioriza admirablemente las reglas més estrictas y definitivas de su sociedad, acepta y amenaza el orden establecido para la mujer, con la misma ‘ranquilidad con_que asimila a la perfeccién las métricas, los ritmos, las retéricas, en fin, el estilo, de su tiempo. Dentro de esas normas se mueve, sigilosa, organizada, alerta, con la cautela de quien sabe que esté en el filo de Ja navaja, y cuya existencia depende de una estricta vigilancia sobre el hilo que hilvana su vida y la define (‘*...Vivo siempre tan desconfiada de mi...” T. IV, p. 460). La construccién de ese ejemplar edificio puede considerarse como su autobiografia. Es necesario entonces esbozar ciertas fisuras, la separacién que existe entre la biografia —tal como se la concibe actualmente— y la hagiograffa en su época. Es normal que una sociedad religiosa adecue las vidas de sus hombres y mujeres destacados a los ideales de edifica- cién y santidad que le son caracterfsticos y que subordine cualquier otro tipo de experiencia a una marginalidad, la clasifique en una jerarquia inferior o la condene. Dentro de este contexto bien podria trazarse una subdivision entre tres tipos de escritura donde se insertan textos bio- praficos: a) la literatura de edificacién (sermones, obituarios, y los dis- cursos propiamente hagiogréficos: las vidas de santos o las de los aspi- rantes a la santidad); b) los textos de aventuras, en donde puede inscribirse los Infortunios de Alonso Ramirez, de Carlos de Sigiienza y Géngora, género hibrido que cabria dentro de la tradicién de la novela picaresca, pero también dentro de esas relaciones que ahora se ha dado en llamar crénicas del fracaso*! y, c) La respuesta a Sor 51 Cf. Beatriz Pastor, BY discurso narrativo de la conquista de América, Habana, Casa de las Américas, 1983, Reeditado y cotregido, aparecié con el nombre de Discursos narratwos de la conquista, mutificactén y emergencia, Hanover, Ediciones del Norte, 1988. XXXVIII Filotea que se encabalga entre los dos tipos de textos mencionados. En realidad, y no puede ser de otra forma, la escritura colonial es una literatura eyemplar y su objeto declarado es ensefiar, deleitar y persua- dir *, lo cual equivale a decir que toda vida digna de relatarse debe constituir un ejemplo para los demas, con el fin de que, al conmoverse por las virtudes y actos extraordinarios de esa vida, se vean constrefii- dos a imitarla. ¢En qué medida un monstruo, un ser fuera de Jo normal, puede ser ejemplar? Probablemente éste sea uno de Jos puntos més intere- santes de analizar. Partamos de un dato preliminar. En el momento de profesar, Sor Juana, sin duda como las demds monjas, firma con su nombre sus solemnes votos, es decir un contrato definitivo en donde entrega su vida a la orden que la alberga para siempre Termina ese contrato encomendandose al Sefior, elemento corriente en ese tipo de escritos, peto no universal: Dios me haga santa’, El texto completo de la profesién es el siguiente; Yo, soror Juan Inés de la Cruz hiya leettima de Don Pedro de Asbaje y Vargas Machuca y de Isabel Ram{rez, por el amor y servicio de Dios nues- tro Sefior y de nuestra Sefiora la Virgen Maria y del glorioso nuestro padre San Jerénimo y de la bienaventurada nuestra madre Santa Paula hago voto y prometo a Dios nuestro Sefior, a vuestra merced el Sefior doctor don Antonio de Cérdenas y Salazar, candnigo de esta Catedral, juez provisor de este Arzobispado, en euyas manos hago profesisn, en nombre del Tustrisimo y, Reverendisimo Sefior don Fray Payo de Ribera, obispo de Guatemala y ele.to Atzobispo de Méjico, y de todos sus sucesores, de vivir y de mort todo el tiempo y espacio de mt vida en obedtencia pobreza sin cosa propia, castidad v perpetua clausuta so la regla de nuestro padre San Agustin y constituctones a nuestra Orden y Casa concedidas En fe de lo cual lo furmé de mi nombre hoy a 24 de febrero del afio de 1669 Juana Inés de ta Cruz Dios me haga santa” (IV, p 522). En ese texto de profesién solemne parecerfa que la Madre Juana difiere de la verdad, por lo menos, en tres cosas: 1) declara set hija legitima de sus padres; no lo es, es hija natural o “hua de la iglesia”, como puede leerse en su acta de bautizo descubierta en el Archivo Pa- rroquial de Chimalhuacén por Alberto G Salceda y Guillermo Ramirez Espafia, donde, adems, se revela que nacié no en 1651, como ella aseveraba, sino en 1648, 52 Ver Fray Martin de Velasco, Arte de los sermones para saber hacerlos y pre- dicarlos, México, 1728, cit por Gabriela Eguia Lis, “Anélisis de un sermén_ ba- rroco", trabajo inédito, p 1 Cf Edelmira Ramirez Leia, Persuastén, violencia y deleite en un sermén barroco del siglo xvitt, Vol 1 México, Inba UAM, 1986 530C, T I, p. LIT 54 Respecto a la fecha de nacimiento atin existe discustén, especialmente por parte de Georgina Sabat-Rivers Por su parte, algunos histotiadores, entre ellos Pilar Gone zalbo, han demostrado que la tlegitimidad era bastante frecuente en la época y, a pesar de las estrictas regulaciones de los conventos y de ottas instituciones, se solfa pasar por alto ciertos requisitos mediante una cantidad bastante apreciable de dinero Pilar Gonzalbo Awpuru, Las mujeres . op cit, éHizo lo mismo Sor XXXIX Se deduce entonces que al firmar Sor Juana su acta de profesién comete perjurio. Las otras discrepancias se refieren al cumplimiento de sus votos y comprenden la casi totalidad de su vida de clausura. Espe- cialmente el segundo, el de obediencia, le causé a Sor Juana muchos problemas: seguir al pie de la letra lo prescrito por sus superiores, sobre todo su confesor, fue tarea superior a sus fuerzas y a su inteli- gencia de ser racional, como me propongo explicarlo con minucia. Tam- poco cumplid, como muchas de las monjas de su tiempo, con el voto de pobreza: no tener cosa alguna, o textualmente como se lee en el documento de profesién: mantenerse sin cosa propia. Para terminar, y en cietta forma, puede agregarse una cuarta infraccién, la que ella hace depender de Dios: no logté convertirse en santa, antes bien..., “vivid en la religidn, segiin las certeras palabras del padre Calleja, siz los re- tiros a que empefia el estruendoso y buen nombre de extatica’” °, 0 como ella literalmente lo decia en la llamada Carta de Monterrey, encontrada en 1980 por el padre Tapia: “Ojald que la santidad fuese cosa que se pudiera mandar, que con eso Ia tuviera yo segura” *, Estos datos confirman la escisién permanente que existfa entre Ja teorfa y Ia prdctica de la vida colonial. En 1694 Sor Juana vuelve a hacer profesién de fe; allf abjura, con otro documento, del firmado en 1669. Lo cito en su integridad: Yo, Juana Inés de la Cruz, seligiosa profesa de este Convento, no sdlo ratifico mi profesién y vuelvo a reiterar mis votos, sino que de nuevo hago voto de creer y defender que mi Sefora la Virgen Marfa fue concebida sin mancha de pecado original en el primer instante de su ser en virtud de Ia pasién de Cristo (...) En fe de lo cual lo firmé en 8 de febrero de 1694 con mi sangre. TUANA INES DE LA CRUZ. Ojalé y toda se_derramara en defensa de esta verdad, por su amor y de su Hijo (IV, p. 522). Sor Juana ha aceptado, ahora sf, ser santa. Acudamos de nuevo al padre Calleja quien lo relata, citando Jas palabras de su confesor Nujiez de Miranda, relatadas a su vez por el Padre Oviedo cuando escribié la Vida de este Ultimo: Es menester no mottificarla para que no se mortifique mucho, yéndola a Ia mang en sus penitencias, porque no pierda la salud y se inhabilite, porque Juana Inés no corte en Ia’ virtud, sino vuela (sub en el original) 57, Juana? o gla buena fama de sus parientes, los Mara, Ja eximié de ese requisito? eContribuy6 a ello el favor que gozaba con los Virreyes, su creciente fama, o el Prestigio de austeridad de su confesor?, en fin, épodtia afirmarse Ja improbable posibilidad de que desconociera su verdadero origen? En realidad, podemos pen- sar, sin exagerat demasiado, que de alguna manera Ja mayorfa de los novohispanos, incluyendo a los mds renombrados por santos y debido a razones naturales en Ja época, eran perjuros. 58 Calleja, op. cat., s.f. Cf. supra. 56 En Alatorre, “La carta de Sor Juana al P, Niifiez”, Nueva Revista de Fulologta bispénica, XEXV, p. 624. 37 Calleja, op. cit, s. £5 Cf. Juan Antonio de Oviedo, Vida exemplar, beroicas virtudes, y ‘apostélicos mimsterios de el V. P. Antonto Nifiex de Miranda, de la Gonaiig de Jess, Mésico, herederos de ln Viude de Francisco Rodeiguez Tuper cio, 1702. XL Sélo los Angeles y, a veces, los santos, pueden volar. La vida de Sor Juana podria entonces enmarcarse entre esas dos profesiones de fe, entre esos dos documentos en donde acepta enclaustrarse. El primero es formal, burocrdtico, cumple con las reglas establecidas por la iglesia para constrefiir a las monjas a cumplir con cuatro votos no siempre observa- dos; el segundo documento, considerado como la prueba de su conver- sién, la inserta en ese formato especifico que conforma a las monjas merecedoras de un discurso edificante, aquellas que aspitan a —volar hacia— la santidad. EL DISCURSO EDIFICANTE Este tipo de discurso se fundamenta en un monumento escrito, parte de lugares comunes, las virtudes, y se apoya muchas veces en los milagros, acontecimientos extraordinarios **, Es, por tanto, un discurso armado con base en esquemas prestablecidos, cuyas variantes definen un tra- mado singular, el necesario para configurar una vida individual rigurosa- mente constreftida al modelo y, pot tanto, borrada por él. El obispo de Puebla Fernéndez de Santa Cruz, conocido con el pseudénimo de Sor Filotea por la carta que le enviara a Sor Juana, disparadora de la famosa Respuesta, se especializaba en Jas monjas: una de sus ocupacio- nes favoritas era hacerles escribir su vida para que fuera luego “desci- frada” por un sacerdote. Sor Juana entiende muy bien la orden impli- cita en su carta y se siente obligada a responderla dentro de los cénones del discurso edificante (Y protesto que sdlo lo hago por obedeceros T. IV, p. 464; “Bien habra V.md. crefdo, viéndome clausurar este dis- cutso, que me he olvidado de esotro punto que Vind. me mandé que escribiese...”, ibid. p. 435); pero también la transgrede, siguiendo su propio “dictamen”, aunque advierta que Fernandez de Santa Cruz le exige conformarse estrictamente al “precepto” (“...que aunque viene en traje de consejo, tendrd para mi sustancia de precepto”, T. IV, p. 443). De hecho, Ia derivacién de un precepto ajeno al propio dictamen queda implicita en la declaracién de Sor Juana de que siempre le ha repugnado copiat a los otros, forma ésta de definir su imposibilidad de- finitiva de acatar el voto de obediencia, tal y como lo postulan los prelados: en cambio defiende su racionalidad, aquello que le permite discernir los mandatos verdaderos de la Iglesia: 38 Cf. mi texto sobre este tema, “La conquista...” supra, nota 18, Los impor- tantes estudios de Kathleen A. Myers, “Sor Juana’s respuesta: Rewriting the vitae”, Revrsta canadtense de Estudios Hispéntcas, Vol. XIV, N° 3, Primavera 1990; "The Addressee Determines the Discourse: The Role of the Confessor in the Spiritual ‘Autobiography of Madre Maria de San Joseph”, ain inédito y préximo a publi- carse en la revista BHS, ed. Woman's World and Word in Mid-colonial México: the Spiritual Autobiography of Madre Marta de San Joseph (1656-1719), a punto de editarse, no he tenido_la oportunidad de consultar los dos tiltimos, los cita en su op. cit. Jean Franco. Fundamental desde el punto de vista tedrico es el libro de Michel de Certeau, La eserstura de la historia, México, Universidad Iberoame- ricana, 1985, especialmente el capitulo VIT: “Una vatiante: La edificacién hagio- gréfica”, pp. 287-300. XLI Si el crimen esté en la Carta Atenagérica, gfue aquélla més que referir sen- cillamente mi sentir con todas las venias que debo a nuestra Santa Madre Telesia? Pues si ella, con su santfsima autoridad, no me lo prohibe, zpor qué me lo han de probibir otros? ¢Llevar una opinién contraria de Vieyra fue en mf atrevimiento, y no Io fue en sui Paternidad llevarla contra los tres Santos Padres de Ia Iglesia? Mi cntendimiento tal cual éno es tan libre como el suyo, pues viene de un solar?... pues como yo fui libre para disentir de Vieyra, lo serd cualquiera para disentir de mi dictamen (ibid, p. 468-469). Més que desobediencia, entonces, la decisién de Sor Juana de no obedecer otros preceptos o dictémenes que los de la razén, la coloca en un contexto especial dentro de este tipo de discurso y, en conse- cuencia, la aleja del comportamiento normal esperado de las otras mon- jas, dispuestas, en teorfa, a obedecer ciegamente, sobre todo si aspiran a la santidad. Su razén y su albedrio no pueden doblegarse a otros arbi- trios; por ello, espera que “...los Sabios, (...) no se avergitencen de mitarse convencidos (...) que es triunfo el obedecer/ de 1a raz6n el do- minio”. (Villancico VI a Santa Catarina, T. II, p. 171). La jerénima cree estar en la verdad; su razonamiento la justifica. Es discreta y por ello “discierne” como ser racional; su obediencia ha de supeditarse a su juicio, siempre que éste se proteja “debajo de Ja correccién de la Santa Madre Iglesia”, y no de Ios que se sienten sus vicarios indiscuti- bles, eno procedié asf Santa Catarina ante sus perseguidores? Y, eno escribié la monja_los villancicos a ella dedicados en 1691, afio de su Respuesta a Sor Filotea? Las luces de la verdad] no se obscurecen con gritos,/ que su eco sabe valtente] sobresalir del ruado.. | no. se averguenzan los Sabios/ de mirarse convencidos,/ porque saben, como Sabios,/ que su saber es finito | Es- tudra, arguye y ensefia,] y es de la Iglesta servicio,/ que no la quiere igno- rante/ El que racional la hizo... (Ibid , p. 171). Si se revisan los apretados preceptos y los severos y rigurosisimos dictémenes formulados por el padre Nitfiez de Miranda a las novicias a punto de profesar, el voto de obediencia cancela toda posible racio- ralidad en aquella que profesa: :+-Por el (voto) de obediencia (sacrifica) su propia voluntad, albedrio y toda su alma 59. Sor Juana no puede verlo asf, quiz4 tampoco la sociedad en que vive; estas instancias multiples —cartillas, catecismos, platicas doctrina- Jes, distribuciones de las horas del dia, etc—, moldes dentro de los que el padre Nufiez vierte con manidtica insistencia su obsesién, revelan muy claramente que esas mismas reglas religiosas eran imposibles de cumplirse al pie de la letra, en ese virreinato al que tanto Sor Juana (a 59 Antonio Nujiez de Miranda, Plética doctrinal que hizo el P de la Compania de Jess, Rector del Colegio Maximo de $ Pedro y San Pablo, Caltfcador del S Oftcio de la Inqussicién, Prefecto de la Purssstma En la profesién de una sefiora religtosa del Convento de San Lorenzo, México, Imprenta de la Viuda Calderén, 1679, f.2. XLII

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