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Confundir el género*(Confounding™ gender) Mary Hawkesworth** El género es un a priori que califica lo que se daa entender, afecta no sélo lo que se percibe sino lo que se es, en parte como un hecho de la propia vida y en parte ‘como una cuestién que domina el significado de la propia vida, SMIvi, 1992355, [No es posible vivir las 24 horas del dia empapada en la conciencia inmediata ‘del propio sexo. La conciencia determinada por el género tiene, afortunadamente, un cardcter fugaz RILEY, 1988:96 En el momento de la conmocién politica, las mujeres chinas perdieron el sentido de género y se unieron a todos los demas como perscnas “chinas” Cow, 1991:95 La actitud natural i verano pasado, en una reuni6n familiar, mi madre me pregun- t6 qué iba a investigar durante mi sabatico. “Género”, le respondi, “Quieres decir prejuicio de género?”, pregunt6 servicialmente. “No, género”, dije. Se provocé un gran silencio y después mi sobrino de dieciséis afios intervino mofandose: “Hay hombres y hay mujeres, equé mas hay que decir? Un libro breve”. Tanto el extrafio silencio como la respuesta tranquila de mi sobri- no se pueden entender como manifestaciones de lo que Harold Garfinkel llamé la “actitud natural” hacia el género. La actitud natural abarca * Estos ensayos aparecieron en Sigus: Journal of Women in Culture and Society, 1997, vol. 22, ntim. 3. Agradecemos alas y los autores el permiso para su publicacién. “+ Confound tiene varias acepciones: maldecir, abominar, detestar, confundir, en- redar, confrontar. Hemos dejado cl titulo original en inglés, asi come las referencias a lo largo de los distintos ensayos para no perder la multivocidad del término. "* Quiero agradecer a Nancy Theriot, Susan Griffin, Philip Alperson y varios ctiticos y crticas de Signs sus comentarios a versiones anteriores de este articulo. istnero? una serie de axiomas “incuestionables” sobre el género, incluidas las creencias de que hay dos y solo dos géneros; de que el género es inva- riable: los genitales son los signos esenciales del género, la dicotomia hombre/mujer es natural, ser femenina 0 masculino es natural y no es una cuesti6n de elecci6n, todos los individuos pueden (y deben) ser clasificados como masculinos o femeninos, cualquier desviacién de esa dlasificacién es o una broma o una patologia. Segtin Garfinkel, las creen- cias que constituyen la actitud natural son “incorregibles” en la medi- da en que se esgrimen con tanta conviccién que es casi imposible desafiar su validez (1967:122-128). Escabullirse deslizsndose ‘Aunque la naturaleza del género sigue siendo una cuestin de pura evidencia para las personas que lo entienden desde una actitud natu- ral, se ha convertido en un concepto sumamente controvertido dentro de la teoria feminista. En la década pasada, el género se convirti6 en el concepto analitico central en los estudios de mujeres y en realidad ha sido el punto focal para el desarrollo de nuevos programas interdisci- plinarios (estudios de género) en facultades y universidades de todo Estados Unidos. Aunque originalmente fue una categoria lingiistica que denotaba un sistema de subdivisién dentro de una clase gramati- cal, las estudiosas y los estudiosos feministas adoptaron el concepto de género para distinguir caracteristicas culturalmente especificas, asocia- das con la masculinidad y la feminidad, de rasgos biologicos (cromoso- ‘mas masculinos y femeninos, hormonas, as{ como érganos sexuales y reproductivos internos y externos). Las primeras investigadoras femi- nistas emplearon el género para repudiar el determinismo biol6gico demostrando la gama de variacién en construcciones culturales de la feminidad y la masculinidad. En trabajos mas recientes, otras y otros emplean el género para analizar la organizaci6n social de las relaciones entre hombres y mujeres (Rubin, 1975; Barrett, 1980; MacKinnon, 1987); para investigar la reificacion de las diferencias humanas (Vetterling- Braggin, 1982; Hawkesworth, 1990; Shanley y Pateman, 1991); para conceptualizar la semidtica del cuerpo, el sexo y la sexualidad (De Lauretis, 1984; Suleiman, 1985; Doane, 1987; Silverman, 1988); para ex- plicar la distribucién de cargas y beneficios en la sociedad (Walby, 1986; Connell, 1987; Boneparth y Stoper, 1988); para ilustrar las microtécnicas Mary Hawhesworth del poder (De Lauretis, 1987; Sawicki, 1991); para iluminar la estructu- ra de la psique (Chodorow, 1978); y para explicar la identidad y la aspi- racién individuales (Epperson, 1988; Butler, 1990). Las discusiones sobre el género en historia, lenguaje, literatura, artes, educacién, medios de comunicaci6n, politica, psicologia, religién, medicina y ciencia, sociedad, derecho y lugar de trabajo se han conver- tido en temas centrales del saber feminista contemporaneo. A medida que la investigacién sobre el género prolifera, lo hace también la ten- dencia a suponer que el significado del género no es problematico. Sin embargo, diferentes estudiosas y estudiosos emplean el género de ma- neras notablemente diferentes. El género ha sido analizado como un atributo de los individuos (Bem, 1974, 1983), como una relacin interpersonal (Spelman, 1988) y como un modo de organizacién social (Firestone, 1970; Eisenstein, 1979). El género ha sido definido en térmi- nos de estatus social (Lopata y Thorne, 1978), papeles sexuales (Amundsen, 1971; Epstein, 1971; Janeway, 1971) y estereotipos sexua- les (Friedan, 1963; Anderson, 1983). Ha sido concebido como una es- tructura de la conciencia (Rowbotham, 1973), como una psique triangulada (Chodorow, 1978), como una ideologfa internalizada (Barrett, 1980; Grant, 1993). Ha sido discutido como producto de la atri- bucion (Kessler y McKenna, 1978), de la socializaci6n (Ruddick, 1980; Gilligan, 1982), de practicas disciplinarias (Butler, 1990; Singer, 1993), y posturas tradicionales (Devor, 1989). El género ha sido descrito como un efecto del lenguaje (Daly, 1978; Spender, 1980); una cuestién de con- formismo conductual (Amundsen, 1971; Epstein, 1971); una caracteris- tica estructural del trabajo, el poder y la catexis (Connell, 1987); y un modo de percepci6n (Kessler y McKenna, 1978; Bem, 1993). El género ha sido descrito en términos de una oposicién binaria, de continuos variables y variantes, y en términos de capas de la personalidad. Ha sido caracterizado como diferencia (Irigaray, 1985a, 1985b) y como re- laciones de poder manifestadas como dominacion y subordinacion (MacKinnon, 1987; Gordon, 1988). Ha sido construido en el modo pasi- vo de la serialidad (Young, 1994), y en el modo activo, como un proceso que crea interdependencia (Lévi-Strauss, 1969, 1971; Smith, 1992), 0 como un instrumento de segregacién y exclusion (Davis, 1981; Collins, 1990). El género ha sido denunciado como una cércel (Cornell y Thurschwell, 1986) y aceptado como esencialmente liberador (Irigaray, 1985; Smith, 1992). Ha sido identificado como un fenémeno universal (Lerner, 1986) y como una consecuencia hist6ricamente especifica de la sgtnero? sexualizacion cada vez mayor de las mujeres en la modernidad (Riley, 1988) 4Debe ser esta multiplicidad de significados fuente de preocupa- cién para las estudiosas y los estudiosos feministas? ;Puede un con- cepto abarcar un terreno tan vasto? gIntensifica el despliegue del género como categoria analitica nuestra comprension de los diversos modos de opresion que restringen las vidas de las mujeres? Hay una serie de estudiosas y estudiosos feministas que hace poco han planteado pre- guntas sobre la utilidad del género como categoria analitica, aunque la multiplicidad de los significados del término no ha sido el punto focal de su critica, Susan Bordo ha identificado dos corrientes que alimentan la aparicion de un nuevo “escepticismo sobre el género” (1993:216). Una corriente emana de las experiencias de mujeres de color y de feministas lesbianas que han sugerido que el “riesgo miltiple”, caracteristico de sus vidas, plantea serias preguntas sobre la validez de las generaliza- ciones del género. Si el género siempre esta mediado por la raza, la clase, la etnicidad y la orientaci6n sexual, entonces un marco analitico que aisla el género o que construye el género en términos de un “mode- lo aditivo” tiene graves fallas y puede servir tinicamente para enmas- carar los numerosos privilegios de feministas blancas, heterosexuales y de clase media que se dan el lujo de experimentar s6lo un modo de opresion (King, 1988; Spelman, 1988; Higginbotham, 1992; Brewer, 1993). La otra corriente emana de la critica postmoderna que describe las na- rrativas de género como ficciones totalizadoras que crean una falsa unidad a partir de elementos heterogéneos. Ademas de poner en duda la oposici6n binaria que fija a hombres y mujeres en relaciones perma- nentes de dominacién y subordinacién, los criticos postmodernos tam- bién han desafiado la “base” de la distincion sexo/género. Si el género se invent6 para iluminar la construcci6n social de la masculinidad y la feminidad y de manera ingenua dio por supuesto el cuerpo sexuado, entonces tiene poco qué ofrecer en un mundo postmoderno que entien- de el cuerpo, el sexo y la sexualidad como socialmente construidos. Al reconocer la importancia de las cuestiones planteadas por mu- jeres de color, feministas lesbianas y feministas postmodernas, varias estudiosas y estudiosos feministas han hecho una defensa de los usos feministas del género, planteando que una concepci6n sofisticada del género puede incorporar los puntos centrales expuestos en esas criti- cas. En un ensayo importante e influyente, Joan Scott define el género

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