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David Bloor CONOCIMIENTO E IMAGINARIO SOCIAL ees Serie: CLASDE*MA Socio1ocla, ‘Editorial Gedisa ofrece los siguientes titulos sobre socIoLoGia “Mique. DOMENECH Y Francisco JAVIER TIRADO (comPs.) Havip Buon ‘Dommvique MEDA JeAN-PiERHE DUPUY "Teun van DUK JORGEN W. FALTER Cantos SANTIAGO NINO ‘Tne VASILACHS DE GHALDINO ‘panop0R W. ADORNO ENRIQUE LEFF (COMP) EMMANUEL LIZCANO Ronert A. DAHL (MICHAEL TAUSSIC mung FETSCHER Jon Ester ox ELste Jon ELSTER Sociologia simétrica Ensayox sobre ciencia, tecnologia y soci ‘Lonoeimiento e imaginario social El trabajo. ‘Un valor en peligro de extineion El sacrificio y la envidia Ideologia. Elextremismo politico en Alemania El mereado dela virtud ‘Conocimiento cientifica y accién social La constitucién de la democracia deliberativa La construccion de representaciones sociales. ‘Discurso politico y prensa escrita Introduceién a la sociologia Ciencias sociales y formacién ambiental Imaginario colectivo ycreacion matemdtica Después de la revoluci6n Un gigante en convulsiones Latolerancia « Justicia local Tuercas y tornillos CONOCIMIENTO E IMAGINARIO SOCIAL por David Bloor Traducci6n castellana acargo de Emmanuel Lizcano y Rubén Blanco gedisa editorial Indice Otras obras de David Bloor ....... Presentacién por Emmdnuel Lizcano y Rubén Blanco . Prélogo a la edicin espafola (1998) .............. Prefacio a la segunda edicién (1991) ........ Reconocimientos ........ Capitulo primero. El programa fuerte en sociologia del conocimiento El programa fuerte ......... ‘La autonomia del conocimiento La objecion empirista ..... La objecién de la autorrefutacién La objecién del conocimiento futuro Capitulo segundo. Experiencia sensorial, materialismo yverdad La fiabilidad de la experiencia sensorial Experiencia y creencia Materialismo y explicacién sociologica .. Verdad, correspondencia y convencién .. Capitulo tercero, Fuentes de resistencia al programa fuerte 7 Una aproximacién durkheimiana a la ciencia . Sociedad y conocimiento 13, 19 28 27 31 33 35 39 46 50 53 59 70 B 7 a9 95 Capitulo cuarto. Conoeimiento e imaginario social: Posfacio: Los ataques al programa fuerte . un estudio de caso... Seana Beart Hae) "Como no atacar al programa fuerte? .... Bl debate Popper-Kuhn «.. : 102, Covarianza, causalidad y ciencia cognitiva ...... Tdeologia ilustrada contra ideologia roméntiea ....... 110} La srefutacién definitivar de las explicaciones La ubicaci6n histérica de las ideologias . .. El vinculo entre los debates epistemoldgicos La acusacién de idealismo : y los ideolégicos Sete eee sae. Simetria perdida y simetria recuperada......... Otra variable, el saber amenazado .. 5. 128 Las matemAtieas y el ambito de lo necesario . La leccién a aprender . - 132 Conclusién: ciencia y herejia 15 porintereses ........... Capitulo quinto, Una aproximacin naturalista alas matematicas . ‘La experiencia tipica de las mateméticas . La teoria de J.S. Mill sobre las matemsticas Las criticas de Frege a Mill .. ae ‘Aveptada la definicion de objetividad de Frege {qué es lo que la satisface? La teoria de Mill modificada por factores sociolégicos . 1! Resumen y conclusiones ......0e1s0creeeerereecee I Bibliografia indice tematico .. indice onomastico es Capitulo sexto. gPuede haber otras mateméticas? {Qué aspecto tendrian unas matemsticas alternativas? ..... Gaerne aa El «uno», jes un mimero? ae El] niimero pitagérico y platénico ....... La metafisiea de la raiz de dos . Los infinitésimos Conclusion ........06++ Capitulo séptime, La negociacion en el pensamiento l6gico y matemtico El consejo de Lord Mansfield . : a Las paradojas del infinite . oa Ta logica azande y la ciencia oceidental La negociacién de una demostracién en mateméticas . Capitulo octavo. Conclusién: dénde nos encontramos? 10 - 239 240 241 248, 252 255 260 266 269 281 285 ul Capitulo primero El programa fuerte en sociologia del conocimiento {La sociologia del conocimientd puede investigar y explicar el contenido y la naturaleza mismos del conocimiento cientifico? ‘Muchos sociélogos creen que no. (Afirman que un conocimiento de eso tipg,\tan distinto de las cireunstancias que rodean su produccién,pestd més alla de su comprensién_Voluntariamente limitan el aleance de sus propias investigaciones. Yo argiiiré gue esto significa una traicién a la perspectiva de su disciplina, uesftodo conocimiento, ya sea en las ciencias empiricas ¢ in- cluso én las matematicas, debe tratarse, de prineipio a fin, como asunto a investigarLas limitaciones que existen para el socié- logo consisten s6lo en tomar material de ciencias afines como la Psicologia o en depender de las investigaciones de especialistas de otras disciplinas.{No existen limitaciones que residan en el cardeter absoluto 0 trascendente del conocimiento cientifico mismo, 0 en que la racionalidad, la validez, la verdad o La obje- tividad tengan una naturaleza especialy, Se deberia poder esperar que la tendencia natural de una disciplina como la sociologta del conocimiento se expanda y ge- neralice, pasando de los estudios de las cosmologias primitivas a las de nuestra propia cultura. Pero éste es precisamente el aso que los sociélogos se han estado resistiendo a dar,Ademés, la sociologia del conocimiento pudo haber penetrado con mas fuerza en el area que actualmente ocupan los fil6sofos, a quie- nes se les ha permitido ocuparse de la tarea de definir la natu- raleza del conocimiento, De hecho, los socislogos han estado de. masiado dispuestos a lifhitar su preocupacién por la ciencia a su 33 marco institucional y a factores externos que se relacionan con, su tasa de crecimiento 0 con su direccién, Jo cual deja sin tocar Ja naturaleza del conocimiento que asi se crea (véase Ben-Da- vid, 1971; De Gré, 1967; Merton, 1964 y Stark, 1958). aCual es la causa de esta duda y de este pesimismo? Se debe acaso a las enormes dificultades intelectuales y prdcticas que pudieran cernirse sobre un programa asi? Es verdad que éstas no deben subestimarse. Podemos hacernos una idea de su tama- fio partir del esfuerzo empleado para alcanzar metas mas limi- tacas; pero, de hecho, éstas no son las razones que se alegan. éLe faltan al sociélogo teorias y métodos con los cuales manejar el conocimiento cientifico? Ciertamente no. Su propia discipli- na le proporciona estudios ejemplares del conocimiento propio de otras culturas que podrfan usarse como modelos y fuentes de inspiracién\El estudio clasico de Durkheim, Las formas elemen- tales de la vida religiosa, muestra cémo un socidlogo puede pe- netrar en Joma profundo de una forma de eonocimientoyMs aun, Durkheim ofrecié numerosas sugerencias sobre como se podrian relacionar sus descubrimientos con el estudio del conocimiento cientifico, pero a estas sugerencias se hicieron ofdos sordos. La causa de la vacilacién en colocar a la ciencia en el punto de‘mira de un estudiv socivlégico exhaustivo es solo la falta de valor y de voluntad, pues se la considera una empresa conde- nada al fracasoyDesde luego, la falta de valor tiene unas raices més profundas de lo que sugiere esta caracterizacién puramen- te psicolégica, y las indicaremos mas adelante. Cualquiera que sea la razén de la enfermedad, sus sintomas adoptan la forma de una argumentacién filoséfica a prioriyAsi, los socidlogos es- tan convencidos de que la ciencia es un Gaso especial y de que se les vendrian encima cantidad de contradicciones y absurdos si ignoraran este hecho. Naturalmente, los fildsofos estan su- mamente dispuestos a alentar este acto de renuncia (por ejem- jlo, Lakatos, 1971; Popper, 1966). G B| propésito de este libro es combatir estas razones e inhibi- nes, por lo que las discusiones que siguen tendrén que ser } —algunas veces, aunque no siempre— mas metodolégicas que {_ sustantivas; pero espero que su efecto sea positivo. Mi propési- to es suministrar armas a todos aquellos que emprendan un | trabajo constructivo para ayudarles a atacar a sus criticos y a Jos escépticos. 4 Primero me referiré a lo que llamo el programa fuerte en ciologia del conocimiento. Este proporcionara el marco dentro del cual se consideraran luego las dificultades con detalle. Como Jos argumentos a priori estan siempre empapados de suposicic- nes y actitudes subyacentes, habré que traer éstas a la superfi- cie para poder examinarlas también. Este sera el segundo tema importante y es aqui donde empezardn a surgir hipstesis sociolégicas:sustanciales respecto de nuestra concepcién de la ciencia. El tercer gran tema se referira a lo que acaso sea el obstaculo més dificil para la sociologia del conocimiento, a sa- ber, las matematicas y la légica. Pondremos de manifiesto qu2 los problemas de principio involuerados no son, de hecho, excesi- vamente técnicos4Y sefialaremos cémo se pueden estudiar estos temas sociolégicamente. /El programa fuerte j {B1.socislogo se ocupa del conocimiento, ineluso del conoci- miento cientifico, como dé un fenomeno natural, por.lo que su definicién del conocimiento sera bastante diferente tanto de la del hombre comtin como de Ja del filésofo. En lugar de definirlo como una creencia verdadera, 0 quiz como una ereencia jus- tificadamente verdadera, para el socidlogo el conocimiento es cualquier cosa que la gente tome como-eonocimiento. Son aque- las creencias que la gente sostiene confiadamente y mediante las cuales viveri. En particular, el socidlogo se ocupars de las ercenciaé que se dan por sentadas o estan institucionalizadas, 0 de aquéllas a las que ciertos grupos humanos han dotado de autoridad4 Desde luego, se debe distinguir entre conocimiento y mera creenicia, lo que se puede hacer reservando la palabra «co- nocimiento» para lo que tiene una aprobacién coleetiva, conside- rando lo individual e idiosinerasico como mera creeneia. Nuestras ideas Sobre el funcionamiento del mundo han va- riado muchisimo, tanto en la ciencia como en otros ambitos de la cultura, Tales variaciones-eonstituyen el punto de partida de la sociologia del conocimiento y representax sii problema principal. {Cites som tas causas-de ésta variacién, y c6mo y por 38 qué se produce? La sociologia del conecimiento apunta hacia distribuetérr-de-tas creencias y los diversos factores que influ yen en ellas. Por ejemplo: 2e6mo se transmite el conocimient ‘qué estabilidad tiene; qué procesos contribuyen a su creacién y) mantenimiento; cémo se organiza y se categoriza en diferentes) disciplinas y esferas? a el socidlogo estos temas reclaman investigacién y ex- plicacién. El trata de caracterizar el conocimiento de manera tal que esté de acuerdo con esta perspectiva. Sus ideas, por tanto, se expresarén en el mismo lenguaje causal que las de cualquier otro cientifico. Su presepeeién.consistird en locali- zar las regularidades y principios o procesos generates que pa: recen funcionar dentro del campo al qué pertemecenr ss datos, Sy meta sera construir teorfas que expliquen dichas regulari- ‘dades; si estas teorias Satistacen tt requisite de méxitna gene- ralidad tendrén que aplicarse tanto a las creencias verdaderas come.a las falsas y, en la medida de lo posible, el mismo tipo de explicacién se lendrii que aplicaren ambos casosyLa meta de la fisiologia es explicar el organismo sano y el enfermo; la meta de la mecénica es comprender las maquinas que funcionan y las que no funcionan, tanto los puentes que se sostienen como los que se caen.(De manera similar, el gociélogo busca teorias que expliquen las-creeneias que existen de hecho, almarger de cémo las evalie el investigadors Algunos problemas tipicos en este campo que ya han propor- cionado algunos hallazgos interesantes pueden servir para ilustrar este enfoque. Primero, se han hecho.estudios sobre las conexiones entre la estructura social goneral-de-tor grapes yta forma general de las cosmologias que sostienen. Los antropélo- g0s han encontrado viertas vorrelaciones sociales y las posibles causas por las cuales los hombres tienen concepciones del mun- do antropomérficas y magicas que no son La coneepeién imper- sonal y naturalista (Douglas, 1966 y 1970), Segundo, se han hecho estudios que han trazado las conexiones entre el desa- rrollo econémieo, téenico ¢ industrial y ef dontenidede-las-teo- rfas cientificas, Por ejemplo, se ha éstudiado con mucho detalle el impacto de los desarrollos practicos de la tecnologia hidréuli- cay de vapor sobre el contenido de las teorfas termodinamicas. El nexo causal no es objeto de discusién (Kuhn, 1959; Cardwell, 1971). Tercero, hay muchas pruebas de qué caracteristicas eul- 36 teorias y deseubrimi ffic son preocupaciones eugenésicas las que subyacen a -y expli- can- la creacién por Francis Galton del concepto de coeficiente de correlacién en estadistica. ¥ tambien seré el punto de vista politico, social e ideolégico general del genetista Bateson el que se emplee para explicar su papel escéptico en la controversia sobre la teoria genética de la herencia (Coleman, 1970; Cowan, 1972 y Mackenzie, 1981), Cuarto, la importancia que tienen los-procesos.de entrenantiento y socializacién en la préctica cientéficerse documenta de-ana manera crétiente, Los modelos de continuidad y discontinuidad, de aceptacién y rechazo pare- cen ser explicables recurriendo a estos procesos. Un ejemplo in- teresante de la manera en que el trasfondo de los requisitos de una disciplina cientifica influye sobre la evaluacién de un tra- bajo puede verse en las criticas de Lord Kelvin a la teoria de la evolucién. Kelvin ealeulé la edad del sol considerdndolo como ‘un cuerpo incandescente en proceso de enfriamiento y descu- brié que se habria consumido antes de que la evolucién alean- zara su estado observable actual. El mundo no es lo suficiente- mente viejo como para permitir que la evolucién termine su curso, luego la teoria de la evolucién debe de estar equivocada. El supuesto de la uniformidad geolégica, con su previsién de amplias franjas temporales, le habia sido violentamente sus- traido al bidlogo. Los argumentos de Kelvin causaron conster- nacién; su autoridad era enorme y en la década de 1860 eran irrefutables; se segufan con un rigor convincente de premisas fisicas convincentes. Para la tiltima década del siglo, los gedlo- gos se habjan armado de valor para decirle a Kelvin que debia haber cometido un error. Este valor recién adquirido no se de- bia a ningtin nuevo descubrimiento decisivo; de hecho, no ha- bia habido ningtin cambio real en la evidencia disponible. Lo que habia ocurrido en ese lapso de tiempofue una consolida- cién general de la geologia en tanto que disciplina, con una can- tidad ereeiente de observaciones detalladas de registros fésiles. Este crecimiento fue el que causé una variacién en las evalua- ciones de probabilidad y posibilidad; Kelvin simplemente debia haber dejado fuera de consideracién algin factor vital pero desconocido. Sélo mediante la comprensi6n de las fuentes nu- 37 cleares de la energia solar se hubiera podido refutar su angu- mento fisieo; los gedlogos ¥ los bidlogos no lo podfan prever, simplemente no esperaron a que hubiera una respuesta (Rud- wick, 1972; Burchfield, 1975). Este ejemplo sirve, asimismo, para llamar nuevamente(la atencién sobre los procesos sociales internos de la ciencia, de modo que no quepa confinar las consi- deraciones sociolégicas a la mera actuacién de influencias ex- ternas. Finalmente, se debe mencionar un estudio fascinante y con- trovertido sobre los fisicos de la Alemania de Weimar. Forman (1971) usa sus discursos académicos para mostrar que adopta- ron Ia «Lebensphilosophie» dominante y anticientifica que los rodeaba. Arguye «que el movimiento para prescindir de la cau- salidad en la fisica, que surgié tan abruptamente y florecié tan profusamente cn la Alemania posterior a 1918, fue sobre todo un esfuerzo de los fisicos alemanes por adaptar el contenido de su ciencia a los valores de su medio ambiente intelectual» (p. 7). El arrojo e interés de esta afirmacién se deriva del lugar cen- tral que oeupa la a-causalidad en la moderna teorfa cudntica. Los enfoques que se han perfilado sugieren que la sociologia del conocimiento cientifico debe observar [as 08 si: guientes. De este modo, se asumiran Jas-rmsmos valores que Se dan por supuestos en otras disciplinas cientificas. Estos son: 1. Debe ser causal, os decir, ocuparse de las condiciones que dan lugar a las creencias 0 a los estados de conocimiento, Natu- ralmente, habré otros tipos de causas ademas dé Tas sociales que contribuyan a dar lugar a una creencia. 2. Debe ser imparcial con respecto a Ja verdad y falscdad, 1a racionalidad y la irracionalidad, el éxito @ el fracaso, Ambos la- dos de estas dicotomfas exigen explicacién. 8, Debe ser simétrica en su estilo de explicacién. Los mismos tipos de causas deben explicar, digamos, las creencias falsa’ y las verdadaras. 4. Debe ser reflexiva. En principio, sus patrones de-explica- cién deberian ser aplicables a la sociologia misma. Como el re- quisito de sinietria, éste es una respuesta a la necesidad de bus- car explicaziones generales, Se trata de un requerimiento obvio de principio porque, de otro modo, la sociologia seria una refu- tacién viva de sus propias teorias. 38 Estos cuatro principios, de causalidad, impareialidad, sime-\ tra y reflexividad, definen lo que se llamara el programa fuer- te en sociologia del conocimientogNo fon en absoluto nuevos, pero-representan- rani rasgos més optimistas y cientificistas que se pueden encontrar en Durkheim (1938), ‘Mannheim (1936) y Znaniecki (1965) En Jo que sigue trataré de sostener la viabilidad de estos principios contra las eriticas y los malentendidos. Lo que esta en juego es si se puede poner en marcha el programa fuerte de una manera plausible y consistente. Volvamos nuestra aton- ci6n, por tanto, a las principales objeciones a la sociologia del conocimiento para delinear la significacién plena de los princi- pios y para ver cémo se sostiene el programa fuerte frente a las criticas. La autonomia del conocimiento ‘Un conjunto importante de objeciones a la sociologia del co- nocimiento se deriva de la eonviecién de que algunas creencias no requieren explicacién, o no necesitan de una explicacién eau- sal. Este sentimiento es particularmente fuerte cuando las ereen- cias en cuestién se toman como verdaderas, racionales, cientifi- cas u objetivasy, Cuando nos comportamos de una manera racional o légica resulta tentador afirmar que nuestras acciones se rigen por exi- gencias de razonabilidad o de légica. Podria parecer que la ex- plicacién de por qué, a partir de un conjunto de premisas, lega- mos a la conelusién a la que legamos reside en los prineipios mismos de la inferencia l6gica. Parece que la l6gica constituye un conjunto de conexiones entre premisas y conclusiones y que nuestras mentes pueden trazar estas conexiones. Mientras se- amos razonables, parecerfa que las eonexiones mismas ofrecen Ja mejor explicacién de las creencias de quien razona. Como una locomotora sobre rafles, son los rafles mismos los que dictan adénde iré. Es como si pudiéramos trascender el ir y venir sin direecién de la causalidad fisica y embridarla o subordinarla a otros principios, y dejar que éstos determinen nuestros pensa- 39 mien:0s. Si esto es asi, entonces no es el socislogo ni el psicélo- go sino el légico quien proporcionars la parte mas importante de la explicacién de las ereencias. Desde luego, cuando alguien yerra en su razonamiento, en- tonces la misma ldgiea no constituye una explicacién. Un lap- sus ouna desviacién se pueden deber a la interferencia de toda una variedad de factores; tal vez el razonamiento sea demasia- do dificil para la inteligencia limitada del que razona, tal vez se haya despistado, o esté demasiado involuerado emocionalmen- te enel tema de discusién. Cuando un tren descarrila, segura- mente se podré encontrar alguna causa para el accidente, pero no tenemos -ni necesitamos—comisiones de investigacién para averiguar por qué no ocurren aecidentes. Argumentos como éstos se han vuelto un lugar comin en la filoso‘a analitica contempordnea. Asi, en The concept of mind (1949) Ryle dice: «dejemos que el psicélogo nos diga por qué nos engafiamos; pero nosotros podemos decirnos a nosotros mismos ya 6lpor qué no nos estamos engafiando> (p. 308). Este enfoque se puede resumir en la afirmacidn de que no hay nada que pro- voque que la gente haga cosas correctas, pero que hay algo que provoca o causa que se equivoquen (véase Hamlyn, 1969; Pe- ters, 1958). La estructura general de estas explicaciones resalta clara- mente: todas dividen al comportamiento 0 a la creencia en tos tipos: correcto y equivocado, verdadero o falso, racional 6 iffa- cional. A continuacién, aducen causas sociolégicas 0 psicolégi- cas para explicar el lado negativo-de la divisidn; tales causas explican el error, la limitacién y la desviaci6n. El lado positivo de la division evaluativa es bastante diferente; aqui, la légica, la racionalidad y la verdad-parecen ser su propia explicacion, agui to se necesita aducir causas psicosociales. Aplicados al campo de la actividad intelectual, estos puntos de visia tienen el efecto de constituir un cuerpo de eonocimien- tos en un reino auténomo. El comportamiento resulta explicado recurriendo a los procedimientos, resultados, métados y maxi- mas de la actividad misma, Esto hace que la actividad intelec- tual convencional y acertada aparezca como auto-explicativa y auto-impulsada: ella se convierte en su propia explicacién. No se reqziere habilidad alguna en sociologia o psicologia: solamen- te habilidad en la actividad intelectual misma 40 Una versién actualmente de moda de esta posicién se en- cuentra en la teoria de Lakatos (1971) sobre cémo deberia es- cribirse la historia de Ja ciencia. Esta teoria se proponia ex- plicitamente tener implicaciones también para la sociologia de Ja ciencia.,El primer requisito previo, dice Lakatos, es elegir tuna filosofia o metodologia de la ciencia, esto es, descripeiones de lo que la ciencia deberia ser y de cudles son los pasos racio- nales dentro de ella. {La filosofia de la ciencia elegida se con- vierte en el marco del cual depende todo el trabajo subsiguien- te de explicacién. Guiados por esta filosofia, deberfa ser posible desplegar la ciencia como un proceso que ejemplifica sus prin- cipios y se desarrolla de acuerdo a sus ensefianzas. En la medi- da en la que esto se puede hacer, se muestra que la ciencia es racional a Ja luz de dicha filosofia. A esta tarea, que consiste en ‘mostrar que la eiencia ineorpora ciertos principios metodolégi- cos, Lakatos Ja llama «reconstruccién racional» o «historia in- terna». Por ejemplo, una metodologia inductivista tal vez su- brayaria el surgimiento de teorfas a partir de una acumulacién de observaciones. Por tanto, se centraria en acontecimientcs como el uso que hace Kepler de las observaciones de Tycho Bra- he al formular las leyes del movimiento planetario. Nunca sera posible, sin embargo, capturar por estos medics toda la diversidad de la practica cientifica real, y por esocLaka- tos,insiste en que la historia interna necesita complementatsé ‘Siempre con una «historia externa». Bsta se ocupa del residuo irracional. Se trata de una cuestién que el historiador filoséfico pondré en manos del chistoriador externo» o del socidlogo. Asi, a partir de un punto de vista inductivista, el papel de las creen- cias misticas de Kepler sobre la majestuosidad del sol requeri- rian de una explicacién externa o no racional. Los puntos que se deben destacar en este enfoque son, pri- mero, que la historia interna es autosuficiente y.aut6noma: mostrar el yr ragional de un desarrollo cientifico es sufi- ciet -en-si: misma de por.qué los hechas tuvieron lugar. En segundo lugar, las reconstrucciones racionales no s6lo son auténomas, sino que también tienen una prioridad im- portante sobre la historia externa o la sociologia. Estas me- ramente cierran la brecha entre la racionalidad y la realidad, ‘area que no queda definida hasta que la historia interna haya cumplido la suya. Asi: a «La historia interne es primaria, la historia externa sélo secunda- ria, dado que los problemas mas importantes de la historia exter- na vienen definidos por la historia interna. La historia externa, 0 bien proporciona una explicacién no racional de la velocidad, loca- lizacién, selectividad, etc., de los acontecimientos histéricos tal y ‘como se los interpreta en términos de la historia interna, o bien, ‘cuando la historia difiere de su reconstruceién racional, ofrece una explicacién empirica de por qué difiere, Pero el aspecto racional del crecimiento cientifico queda plenamente explicado por la propia légica del descubrimiento cientifico» (1971, p. 9) Lakatos responde nego a la pregunta de cémo decidir qué filosofia debe dictar los problemas de la historia externa o de la sociologia. Para desgracia del externalista, la respuesta re- presenta una humillacién més. No s6lo su funcién es derivada, sino que ademés resulta que la mejor filosofia de la ciencia, para Lakatos, es la que minimiza su papel. El progreso en la filosofia de la ciencia se debera medir por la cantidad de his- toria real que pueda mostrarse como racional. En la medida en que la metodologia directriz sea mejor, una mayor parte de la ciencia real se salvard de la indignidad de la explicacién emp{- rica, Al sociélogo siempre le quedaré el consuelo de que Laka- tos se complazca en eonceder que siempre habré algunos aconte- ‘cimientos irracionales en la ciencia que ninguna filosofia sera capaz de —o estard dispuesta a— redimir y menciona, como ejemplos, ciertos episodios molestos de la intervencién estali- nista en la ciencia, ecmo el asunto Lysenko en biologia. Sin embargo, estas sutilezas son menos importantes que la estructura general de su posicién. No importa emo se elijan los principios centrales de racionalidad, 0 cémo puedan cam- biar, la clave esta en que, una vez elegidos, los aspectos racio. nales de la ciencia.sesostienen como auto-impulsados y auto: — explicativas.Las explicaciones empiricas o sociolégicas se con- finan a lo irracional. éQué puede querer decir que no haya nada que provoque que Ja gente haga o crea cosas que son racionales 0 correctas? {Por qué, en ese caso, ocurre dicho comportamiento? {Qué promue- ve el funcionamiento interno y correcto de una actividad inte- lectual si la bisqueda de causas psicolégicas y sociolégicas s6lo se considera apropiada para casos de irracionalidad o de error? La teoria que subyace tacitamente a estas ideas es una vision 42 teleol6gica, o encaminada a metas, del conocimiento y de la ra- cionalidad. ‘Supongamos que la verdad, la racionalidad y la validez son nuestras metas naturales y la direccién de ciertas tendencias también naturales de las cuales estamos dotados. Somos ani- males racionales que razonamos conectamente y nos aferramos ala verdad en cuanto se nos pone a la vista. Las creencias que son claramente verdaderas no requieren entonees ningin co- mentario especial; para ellas, su verdad basta para explicar por qué se cree en ellas. Por otro lado, este progreso auto-impulsa- do hacia la verdad puede ser obstaculizado o desviado, y en ese ‘caso se deben localizar causas naturales; éstas dardn cuenta de la ignorancia, el error, el razonamiento confuso y cualquier im- pedimento al progreso cientifico. Una teoria asi comparte mucho del sentido de lo que se ha escrito en este campo, aunque parece improbable a primera vis- ta que pueda ser mantenida por pensadores contemporéneos. Parece incluso haberse introducido en el pensamiento d&Karl ‘Maninheim; pese a su determinacién en establecer cénones Gau- sales y simétricos de explicacién, le falté valor cuando se acereé a temas tan aparentemente auténomos como las matemsticas y la ciencia natural. Esta renuneia queda expresada en pasa- jes como el siguiente, de Ideologta y utopia: Se puede considerar la determinacién existencial del pensa- riento como un hecho demostrado en aquellos émbitos del pensa- miento en donde podemos mostrar ... que el proceso de conocer no se desarrolla, de hecho, histérieamente de acuerdo a leyes inma- nentes, que no resulta sélo de Ia «naturaleza de las cosas» o de las «posibilidades légicas purasr, y que no esta orientado por «una dialéctica interna. Por el contrario, el surgimiento y la eristaliza- cin del ponsamiento real esta influido on muchos puntos decisivos por factores extra-teéricos de indole bien diversa+ (1936, p. 338). Aqui, las causas soci tooricase. Pero. gdén¢ segzin la ldgica interna de una teorfa o regido por factores ted cos? Esta claro que corre el peligmde quedax axcliiido dé | lae' Plicaci6n sociolégica, puesto que fu sin que permite Tocalizar aquellas cosas que.si requieren una explicacién, Es como si Mannheim legara a compartir los senti- wwiparan con factores «extra 43 mientos expresados en las citas de Ryle y Lakatos, y se dijera a ‘si mismo: «cuando hacemos lo que es légico y procedemos co- rrectamente, no se necesita decir nada més». Pero considerar ciertos tipos de comportamiento como no problematicos es ver- los como naturales; en este caso, lo que es natural es proceder correctamente, es decir, orientados hacia la verdadkDe modo que aqui probablemente también actiia el modelo teleologico. ¢Cémo se relaciona este modelo de conocimiento con los prin- cipios del programa fuerte? Est claro que los viala de diferen- tes e importantes maneras. Prescinde de una orientacién cau- sal profunda; sdlo se pueden localizar las causasteterrorAsi, Ja sociologia del conacimiento qui del errar. Ademés, viola los requisitos de Simetria e imparciali- dad. Se apela a.una evaluacién previa de la verdad o la raciona- Yidad de. una creencia antes de.decidir ei-puede condiderarse comto-auto-explicativa o si requiere-una teorfa-causal. No hay duda de que si el models teleoldgico es verdadero, entonces e programa fuerte es falso, Los modelos causales y teleol6gicos representan, por tanto, alternativas programaticas que se excluyen entre s{. En reali- dad, se trata de posiciones metafisicas opuestas. Podria parecer que es necesario decidir desde ahora cual es la verdadera. {Aca- so la sociologia del conocimiento no depende de que la posicién telzolégica sea falsa? {No habria entonces que dejar esto zanja- do antes de que el programa fuerte se atreva a actuar? La res- puesta es «no», Es mas sensato ver las cosas dando un rodeo. Es poco probable que puedan aducirse «a priori» razones decisivas e independientes que prueben la verdad o falsedad de tales al- temativas «metafisicas». En caso de que se propongan objecio- ‘nes y argumentos contra una de las dos teor{as se vera que de- penden de —y que presuponen— la otra, de modo que se cae en un cireulo vicioso. Todo Io que se puede hacer es verificar la consistencia interna de las diferentes teorias y luego ver qué sucede cuando la investigacién y la teorizacién practicas se ba- san en ellas. Si es posible decidir su verdad, sélo se podr hacer después de que se hayan adoptado y usado, no antes. Asi, la so- ciologia del conocimiento no esta obligada a eliminar una posi- cién rival; s6lo tiene que tomar distancias, rechazarla y asegu- rarse de que su propia «casa» esté en orden (logico). Estas objeciones al programa fuerte no se basan, pues, en la “4 ducida a una sociologia naturaleza intrinseca del conocimiento, sino solamente en el conocimiento visto desde la posicién del modelo teleolégico. Si ‘se rechaza dicho modelo, con él desaparecen todas las distincio- ‘nes, evaluaciones y asimetrias que lleva consigo. Sélo si el mo- ‘elo reclama toda nuestra atencién nos atarian sus correspon- dientes patrones de explicacién, pero su mera existencia, asi ‘como el hecho de que algunos pensadores vean natural el usar- Jo, nole otorgan la fuerza de una prucha, {W no cabe duda de que, en sus propios planteamientos, el mo- delo teleolégico es perfectamente consistente y tal vez no haya razones légicas por las cuales alguien deba preferir el enfoque causal a la posicién orientada conforme a fines. Existen, sin em- bargo, consideraciones metodeldgieas que pucdetr fhairaa horade elegiren-favar-del programa fuerte? Si se deja que la explicacién sobre las evaluaciones previas, entonces los procesos causales que se cree que operan en el mundo vendrén a reflejar el modelo de dichas evaluacio- nes.\Los procesos causales se presentarén de modo que los erro- res pereibidos queden en un segundo plano y, en cambio, resal- ten la forma de la verdad y de la racionalidad. La naturaleza adoptara entonees una significacién moral, apoyando y encar- nando lo verdadero y lo correcto. Aquellos que tienden a ofrecer explicaciones asimétricas tendrdn asi todas las oportunidades: de presentar como natural lo que dan por supuesto, Se trata de una receta ideal para apartar la vista de nuestra propia socie- dad, de nuestros valores y creencias y atender sélo a las desvia- ciones, Débemos ser cuidadosos en no exagerar este punto, porque el programa fuerte hace exactamente lo mismo en ciertos as- pectos. Se basa, asimismo, en valores; por ejemplo: el deseo de cierto tipo de generalidad y una coneepeién del mundo natural como algo moralmente vacio y neutro. Insiste, asimismo, en otorgar a la naturaleza un cierto papel con respecto ala morali- dad, aun cuando sea un papel negativo, lo que quiere decir que también presenta como natural lo que da por supuesto. Lo que se puede decir, sin embargo,es que el programa fuer- te posee cierto tipo de neutralidad moral, a saber, el mismo tipo que hemos aprendido a asociar con les demés ciencias; asi, tam- bien ge impone a si mismo la necesidad del mismo tipo de gone- ralidad que las demas ciencias: Seria una traicién a estos valo- 46 res, al enfoque de la ciencia empirica, elegir adoptar la posicién teleoldgica. Es obvio que éstas no son razones que puedan obli- gar a nadie a adoptar la perspectiva causal; para algunos, in- cluso, éstas serian precisamente las razones por las cuales se inclinarian a rechazar la causalidad y a adoptar concepciones teleologicas asimétricas. Pero se trata de que estos puntos pon- gan de manifiesto las ramificaciones de nuestra eleccién y ex- pongan aquellos valores que habrén de informar nuestro modo de enfocar el conocimiento. A partir de las anteriores confron- taciones, la sociologia del conocimiento ya puede actuar, si lo desea, sin estorbos ni obstéculos, La objecién empirista premisa que subyace en el modelo teleolégico era que 8010 deben-buséarse eausas-pare-ol.error o la limitacion, lo cual representa una forma extrema de asimetria ¥; par taiita, ofrece Ia alternativa més radical al programa fuerte'y a swinsistencia en estilos simétriens de explicaciém:s Puede suceder, sin embar- 46, que se critique el programa fuérte desde un punto de vista menos extremo. En vez de asociar toda causalidad con el error, {noes més verosimil decir que algunas causas dan lugar a creen- cias erréneas en tanto que otras diferentes dan lugar a creencias verdaderas? Si ademés ocurriera que ciertos tipos de causa es- tan correlacionados sistematicamente con ereencias falsas 0 con verdaderas, respectivamente, entonces tendriamos otra raz6n para rechazar la postura simétrica del programa fuerte. ( tConsideremos la siguiente teoria: las influencias sociales dis- torsionan nuestras creencias, en tanto que el libre uso de nues- tras facultades de percepcién y de nuestro aparato sensorio- motriz produce creencias verdaderas| Puede considerarse que este elogio de la experiencia como fuente de conocimiento alien- taal individuo a confiar en sus propios recursos fisicos y psico- logicos para llegar a conocer el mundo; se trata de una afirma- cién de fe en el poder de nuestras capacidades animales para el conocimiento, Dése libre curso a éstas y su actividad natural, ‘aunque también causal, proporcionard un conocimiento con- 46 trastado y comprobado en interaccién practica con el mundo. Apartese uno de este camino y confie en sus semejantes, y en- tonces serd uno presa de historias supersticiosas, mitos y es- peculaciones. En el mejor de los casos, estas historias serén creencias de segunda mano mas que conocimiento directo; en el peor de los casos, los motivos que se oculten tras ellas seran co- rruptos, producto de mentirosos y tiranos. No es dificil reconocer esta historia: se trata de una versién de la advertencia de Bacon para evitar los fdolos de la tribu, del mereado y del teatro. Gran parte del empirismo tipico no hace sino presentar una versiGn refinada y alambicada de este enfo- que del conocimiento. Pese a que la moda actual entre los filé- sofos empiristas es evitar la versién psicoldgica de su teorfa, su visién basica no es demasiado diferente de la que acabamos de bosquejar arriba; por tanto, me referiré a la teoria enunciada anteriormente como empirismo sin mayores matices. Si el empirismo es correeto, entonees, una vez més, la socio- Jogia es una sociologia del error, la creencia o la opinién, pero no del conocimiento en cuanto tal. Esta conclusién no es tan ex- trema como la que se deriva del modelo teleolégico del conoci- miento; conlleva una divisi6n del trabajo entre el psicélogo y el socidiegy, donde el primero se ocuparia del conocimiento real y el segundo del error o de algo que no seria propiamente conoci- miento, La empresa en su conjunto seria, no obstante, natura- lista y causal. No se trata entonces, como sucedia con el modelo teleolégico, de verse enfrentados a una eleccién entre una pers- pectiva cientifiea y una posicién que enearna valores bien dife- rentes; aqut la batalla se libra completamente dentro del terre- no de la ciencia. {Esta concepcién empirista del eonocimiento ha establecido correctamente la frontera entre la verdad y el error? Hay dos limitaciones en el empirismo que sugieren que no. Primero, serfa equivocado suponer que el funcionamiento na- tural de nuestros recursos animales siempre’ i miento; produce una-meztla de conocimiento y € naturalidad, y mediante la actuacién de una cqusa.del mismo tipa_Por ejemplo, eomparado con un nivel muy bajo, un nivel medio de ansiedad a menudo incrementaré el aprendizaje y la realizacién fructifera de una tarea, pero la efectividad bajaré de nuevo si el nivel de ansiedad sube demasiado. En tanto que fenémeno de laboratorio, el asunto es bastante general. Un cier- a to nivel de hambre facilitaré que un anima! retenga informa- cién sobre su medio ambiente, tal como sucede en el aprendiza- je de una rata colocada en un laberinto de laboratorio para ob- tener comida. Un nivel demasiado alto de hambre muy bien puede producir un aprendizaje rapido y acertado de dénde se encuentra la cot , pero reduciré la habilidad natural para yetener senales que sean irrelevantes de cara a su preocupa- cién central. Estos ejemplos sugieren que les diferentes ciertamente se pueden asociar con diferentes patra- nes de creeneias verdaderas y falsas;-sin embargo, no-muestran qué diferentes tipos de causas se correlacionan de una manera simple con creencias falsas-o verdader’és. En particular, mues- tran que es incorrecto poner todas las causas psicoldgicas de un ade de esa ecuacidn, como si naturalmente condujeran a la verdad. Sin duda, esta limitaci6n puede corregirse. Tal vez lo que muestren esos contraejemplos es que los mecanismos psicalégi- cos de aprendizaje tienen una disposicién 6ptima de funciona- miento y que producen errores cuando se salen de foco. Se pue- de insistir en que cuando nuestro aparato perceptivo acta bajo condiciones normales y lleva a eabo sus funciones como es debi- do, aporta creencias verdaderas. Se puede conceder esta revision de la doctrina porque hay una. objecién mucho mas importante aconsiderar. El punto crucial sobre el empirismo es su caracter indivich lista. Aquellos aspecto8 del conocimjento que cada uno puede y debe darse asimismo acaso puedan explicarse adecuadamente mediante ese tipo de modelo. Pero {cudnto del conocimiento hu- mano y cuanto de su ciencia se construye por el individuo con- fiando simplemente en la interaccién entre el mundo y sus ca- pacidades animales? Probablemente muy poco. La pregunta siguiente es: {qué andlisis debemos hacer del resto? Puede de- cirse que el enfoque psicoldgico deja sin explicar el.componente social del conocimiento: De hecho, gio sucede que la experiencia individual tiene lugar dentro de wr marco de supusieiones, modelos, propésitas y sig- nificados compartidos? La sociedad proporciona estas cosas ala metite del initividtio y aporta, asimismo, las condiciones median- te las cuales pueden sostenerse y reforzarse. Si su comprensién por cl individuo vacila, siempre hay instancias dispuestas a re- 48 cordérselo; si su visin del mundo empieza a desviarso, existen ‘mecanismos que alentaran su realineacién. Las necesidades de comunicacién ayudan a que los patrones colectivos de pensa- miento se inantengan en la psique individual. Tanto como exi te la experiencia sensorial individual del mundo natural, tam- bién hay alge que apunta més allé de dicha experiencia, que le da un marco de referencia y una significacién mas amplia, completande el sentido individual de lo que es la realidad gene~ ral, aquello de lo cual su experiencia es experiencia. El conocimiento de una sociedad no proyecta tanto la expe- riencia sensorial de sus miembros individuales, o la suma de lo que pudiera lamarse su conocimiento animal, sino més bien su vision o visiones colectivas de la realidad. Asi, el.conocimiento propio de nuestra cultura, tal y como se representa en nuestra ciencia, no es un onoeimiento de una realidad que cualquier individuo pueda experimentar o aprender por sf mismo, sino lo que nuestras teorias mejor contrastadas y.nuestros pensamign- tos mas elaboradosnax dicen, pose alo que puedardecis las apa- riencias. Se trata de un relato tejido a partir de las sugerencias y vislumbres que creemos nos ofrecen nuestros. experimentos. El conocimiento, pues, se equipara mejor con \s cultura que con Ja experiencia. Si se acepta esta acepei6n de la palabra «conocimiento», en- tonces la distincidn entre la verdad y el error no es 1a misma que la distineién entre la experiénéia individual Gptima) y la influencia social; se convierte, mas bien, en unadistincién den- tro de-la-aralgema-de experiencias x creencias-socialmente mediadas que constituyen.¢) cuntenide de una cultura. Se trata de una discriminacién entre mezelas de exp ‘¥reencia que rivalizan entre si_Esos dos mismos ingredientes se dan en creencias verdaderas y falsas, y el camino queda as{ abierto para estilos simétricos de explicacién que apelen a los mismos tipos de causa, Una manera de plantear este punto que puede ayudar a su reconocimiento y accptacién es decir que lo que para nosotros cuenta como conocimiéiito-cientifico es, on gran medida, «tedri- co», Es una vision muy teorica del mundo Ta qué, én cada mo- mento dado, puede decirse que conocen los cientificos; y es a Sus teorias adonde deben acudir cuando se les pregunta qué hos pueden decir acerea del mundo. Pero las-teorias y el conoci 49 sino qué son lo que da sentido a la experiencia alc re, lato-de lo que la Subyace, ta cohestona y-da.cuenta de ella. Esto no quiere decir que la. teorta no rasponda a. 1a.experionci of responde, pero no se da junta con la experiencia que ella expli= ‘ca, ni tampoco se apoya tinicamente.cn-ella. Se requiere otro agente, aparté del mundo fisico, que oriente y apoye este com- ponente del conocimiento. El componente teérico del conoci- miento es un componente social, y es una parte necesaria de la verdad, no un signo de un mero error. Hasta aqui hemos discutido dos importantes fuentes de opo- sicién a la sociologia del conocimiento, y ambas han sido recha- zadas\ £1 modelo teleolégico era ciertamente una alternativa radical al programa fuerte, pero no existe la menor obligacién de acepiarlo. La teoria empirista no es verosimil en tanto que des- cripcién de lo que consideramos, de hecho, como conocimiento. Provee alguno de los ladrillos, pero nada dice sobre los disenos de los diferentes edificios que construimos con ellos, EI siguien- te paso sera relacionar estas dos posiciones con 1a que tal vez sea la mas tipica de las objeciones a la sociologia del conoci- miento: la que afirma que se trata de una forma de relativismo que se refuta a sf mismo. La objecién de la autorrefutacion Si las creencias de alguien obedecen siempre a ciertas causas o determinaciones y hay en ellas necesariamente un componen- te proporcionado por la sociedad, a numerosos criticos les ha pa- recido que estas creencias estén, en consecuencia, condenadas a ser falsas o injustificadas. Cualquier teoria sociolégica amplia sobre las ereencias parece quedar asf atrapada. Porque, {no tie- ne que admitir el sociélogo que sus propios pensamientos estan determinados y, en parte, incluso socialmente determinados? iNo debe admitir, por tanto, que sus propios supuestos son fal- 508 en proporcién a la fuerza de tales determinaciones? De lo que resulta que, al parecer, ninguna teoria sociolégica puede ser de aleance general si no quiere sumergirse reflexivamente en el 50 error y destruir su propia credibilidad. La sociologia del eonoci- miento no es, asi, digna de crédito o debe exceptuar de su alcan- ce las investigaciones cientificas u objetivas; por tanto, debe confinarse a ser una sociologia del error. No puede haber una sociologia del conocimiento auto-consistente, causal y general, especialmente cuando se trata del conocimiento cientifico. Bs facil ver que este argumento depende de una de las dos coneepciones del conocimiento discutidas anteriormente, a sa- ber, del modelo teleoldgico o de una forma individualista de em- pirismo, La conclusién se deduce si, y s6lo si, primero se acep- tan dichas teorfas, pues la objecién tiene como premisa Ia idea central de que la eausalidad implica error, desviacién o limita- cién, Esta premisa puede formularse en la forma extrema de que cualquier causalidad implica error o, en su forma mas dé- bil, de que sélo la causalidad social implica error: una u otra son cruciales para la objecion, Estas premisas han sido responsables de una plétora de ata- ques débiles y mal argumentados contra la sociologia del cono- cimiento, la mayoria de los cuales omiten hacer explicitas las premisas sobre las que descansan. Si lo hubieran hecho, cus debilidades hubieran quedado més a la vista. Su fuerza aparen- te deriva de que su base real estaba oculta o simplemente no se conocia, El siguiente es un ejemplo de una de las mejores for- mulaciones de esta objecién que deja bastante claro el punto de partida del que deriva Griinwald, uno de los primeros eriticos de Mannheim, esta- blece explicitamente el supuesto de que la determinacién so- cial tiende a llevar a un pensador al error. En la introduecion a los Essays on the sociology of knowledge de Mannheim (1952) se recoge la siguiente cita de Grinwald: «es imposible hacer ninguna afirmacién significativa sobre la determinacién so- cial de las ideas sin tener un punto arquimédico que se situ més all de cualquier determinacién social ...» (p. 29). Grin wald extrae la conclusi6n de que cualquier teoria que, como la de Mannheim, sugiera que todo pensamiento est sujeto a una determinacién social, debe refutarse a si misma. Asi: «no se necesita mucha argumentaciGn para mostrar mas allé de toda duda que esta versién del sociologismo es también una forma de escepticismo y, por tanto, se refuta a sf misma. Porque la te- sis de que todo pensamiento esté determinado existencialmente 51 y no puede pretender ser verdadero, pretende ser verdaderay (p29. Esta serfa una objecién convincente en contra de cualquier teorfa que afirmara, de hecho, que la determinacién existencial implica falsedad. Pero esta premisa debe atacarse como lo que es: una suposiei6n gratuita y una exigeneia no realista.i el co- nocimiento depende de la existencia de un punto de vista privi- legiado exterior a la sociedad, y si la verdad depende de salirse del nexo causal de las relaciones sociales, entonces podemos darlos por perdidos/ Esta objecién adopta toda una variedad de formas diferen- tes. Una versién tipica consiste en observar que la investiga- cin sobre las causas de las creencias se ofrece al mundo como correeta y objetiva. Por tanto, aduce la objecién, el sociélogo su- pone que el conocimiento objetivo es posible, de modo que no to- das las creencias deben estar determinadas socialmente. En palabras del historiador Lovejoy (1949): «Incluso ellos, por tan- to, presuponen limitaciones o excepciones posibles a sus genera- lizaciones en el acto mismo de defenderlas» (p. 18). Estas limi- taciones, segiin se dice, que los «relativistas sociolégicos» nece- sariamente presuponen, estarian diseftadas para poder abarcar criterios de verdad factual e inferencia vélida. De modo que tam- bién esta objecién descansa en la premisa de que la verdad fac- tual y la inferencia valida serian violadas por creencias someti- das a determinacién, o al menos a determinacién social. Estos argumentos han sido tan asumidos que su formula- cién ha adquirido una forma abreviada y rutinaria, Ahora se presentan en versiones eondensadas como la siguiente, que da Bottomore (1956): «y si todas las proposiciones estin determi: nadas existencialmente y ninguna proposicién es absolutamen- te verdadera, entonces esta misma proposicién, si es verdade- ra, no es absolutamente verdadera, sino que est determinada existencialmente» (p. 52). La premisa de que la causalidad implica error, sobre 1a cual descansan estos argumentos, ya ha sido expuesta y rechazada. Dichos argumentos, por tanto, pueden despacharse junto con ella. El que una creencia sea juzgada como verdadera o falsa no tiene nada que ver con que tenga o no una causa. 2 La objecién del conocimiento futuro E] determinismo social y el determinismo histdrico son dos Adeas estrechamente relacionadas. Quienes creen que hay le- yes que rigen los procesos sociales y las sociedades se pregun- taran si también hay que leyes rijan su sucesién y desarrollo histéricos. Creer que las ideas estén determinadas por el medio social no es sino una manera de creer que son relativas, en al- gan sentido, a la situacién histér de los actores. No es, por tanto, sorprendente que la sociologia del conocimiento haya sido criticada por quienes creen que la propia idea de ley histérica est basada en el error y la confusién. Uno de estos eriticos es Karl Popper (1960), y en esta seccién trataremos de refutar sus eriticas en la medida en que se apliquen a la sociologia del co- nocimiento, rporde-que-se-mantione que la biisqueda de leyes,¢5 -es que; si pudieran encontrarse, plicaria la posibilidad de prediecién; una sociologia que Saif nistrara léves perniitivia la prédicoion de futuras ereencias. En principio, parece que habria de ser posible saber qué aspecto tendré la fisica del futuro, igual que es posible predecir los esta- dos futuros de un sistema mecdnico: si se conocen sus leyes y su osicién inicial, asi como las masas y las fuerzas que lo compo- nen, se deben poder determinar su posiciones futuras, La objecién de Popper a esta ambicién es, en parte, informal y, en parte, formal. De manera informal, observa que el com- portemiento y Ia sociedad humanos no ofrecen el mismo espec- taculo de ciclos repetidos de acontecimientos que ciertas partes Jimitadas del mundo natural. Asi que las predicciones a largo plazo son muy poco realistas; y hasta aqui no podemos dejar de estar de acuerdo con él. Pero el nude-de su argumentacién descansa en una gbserva- ci gin one n-saturalne del conacimient, Brimpostle, dice Popper, predecir el conocimiento futuro, y la razén esta en que cualquier prediecién de ese tipe-deberia dar cuenta del des- cubrimiento de ese conocimiento. El modo en que nos comper- tamos depende-de-lo.que.sabemes, asi que.el.camportamiento futuro depenidera d¢ ese conocimiento impredecible y, por-tan- to, también seré impredecible. Este argumento descansa apa- 53 duce a crear un abismo entre las ciencias naturales yJas socia les en Ia medida en que'éstas 3@ atrevan a afectar a los huma- nos en tanto que poseedores de conocimiento. Gugicre qué Ta aspiraciones del programa fuerte, cont su biisqueda de causas y leyes, est mal encaminada y que deberia proponerse algo mas modestamente empirico. Quizd la sociologia deberfa, de nuevo, limitarse a ser una crénica de errores o un catélogo de las cir. cunstancias externas que ayudan u obstaculizan a la ciency La observacién de Popper es correcta, aunque trivial, y, bien entendida, sélo sirve para destacar las semejanzas, mas que las diferencias, entre las ciencias sociales y las naturales. Consideremos el siguiente razonamiento, que sigue los mis- ‘mos pasos que el de Popper y que, si es correcto, probaria que es imposible hacer previsiones en el mundo fisico. Esto nos mitira poner en accién nuestras facultades criticas. El razo} namiento es éste: es imposible hacer previsiones en fisica qui ttilicen 0 se refieran a procesos fisicos de los que no sabemos/ nada. Ahora bien, la evolucién del mundo fisico depende, en\ parte, de la accién de estos factores desconocidos. Por tanto, el ) mundo fisico es impredecible Se objetard, por supuesto, que todo lo que se pruebacorresto es que nuestras predicciones serdn.con frecuencia erréneas, no— quela naturaleza sea impredecible. Sern erréneas en la medi- da en que-no acierterratener en cuenta hechos relevantes que ignorabamos que estuviesen involucrados, Y puede darse exac- tamente la misma respuesta al razonamiento contra les eyes histtieas-De hecho, lo que Popper estiratreciéndo es un razo- namiento inductive basado en el cémula de-nuestras ignoran- cias y omisiones; se limita a sefalar-que nuestras previsiones histéricas y sociolégicas serén habitualmente falsas. La razén que da para élftres correcta, a saber, que'tas acciones futuras de la gente a menudo dependern de cosas que se sabrén en- tonces pero que no sabemos ahora, por lo que no podemos te- nerlas en cuenta cuando hacemos la prediccién. La conclusién correcta que debe sacarse para las ciencias sociales es que ape- nas podremos avanzar en la previsién de los comportamientos y creencias de otros a no ser que sepamos al menos tanto como ellos sobre su situacién. Nada hay en esta argumentacién que deba desanimar al sociélogo del conocimiento de cara a elaborar 54 conjeturas a partir de estudios de casos empfricos ¢ historicos y contrastarlos con posteriores estudios\El conocimiento limita- do y el amplio campo de error asegurah que estas previsiones serdn falsas en su mayor parte. Perc, por otro lado, el hecho de que la vida social dependa de la regularidad y el orden nos per- mite esperar la posibilidad dé un progreso. Vale la pena recor- dar que et propio-Popper.cansiderala etencis como una pers- pectiva incesante de conjeturas refutadas) Comoquiera que este planteamiento no pretendfa intimidar a los cientificos na- turales, no hay raz6n para que pudiera hacerlo con los cientifi- cos sociales, por més que sea asf como Popper ha querido pre- -sentarlo, Pero atin debemos enfrentarnos a esta objecién: gel mundo social, no se nos presenta en forma de simples orientaciones y tendencias en vez. de hacerlo con esa apariencia de regularidad conforme a leyes propia del mundo natural? Las tendencias, por supuesto, son corrientes meramente contingentes y super: ficiales mas que necesidades inherentes a los fenémenos. La respuesta est en que esta distineién es espuria. Tomemos las “orbitas de los planetas, que suele ser cl ejemplo paradigmético de obediencia a leyes y no tendencias. Pues, de hecho, el siste- ma solar no es sino una mera tendencia fisiea: permanece por- que nada le perturba. Hubo un tiempo en que no existia y no es dificil imaginar emo podria desbaratarse: bastarfa que un gran cuerpo pesado pasara cerca de él 0 que el sol explotara. ‘Tampoco las leyes fundamentales de la naturaleza imponen a Jos planetas que se desplacen segtin irayectorias elipticas. Tan ‘s6lo ocurre que giran alrededor del sol debido a sus condiciones de origen y formacién; y bien podrian tener trayectorias dife- rentes sin dejar de obedecer a las mismas leyes de atraccién. No: la superficie empirica del mundo natural esté dominada por tendencias. Esas-tendencias se refyerzan-o.debjlitan. en fancién.de una lucha subyacente entre leyes, tingencias: Nutra omagunisen Centos tana antoosea aquellas leyes que, como estamos tentados de decir, estén «de- tras» del estado dé éotas. AT oponier Tos fiiindos natiiral y soctal, la objecién omite comrparstlos a) misit isiio nivel, pues compara las ~ leyes subyacentes a las tendencias Aalcas son la Ripertcia pa ramenté émpirica de las teliteneiasapgiales—— Es interesante qué Ta palabra «planeta» significara original- 55 ‘mente -errante». Los planetas llamaron la atencién precisamen- te porque no se ajustaban a las tendencias generales que eran visibles en el cielo nocturno, El estudio hist6rieo de Kuhn sobre astronomia, The copernican revolution (1957), es un inventario precisamente de lo dificil que es encontrar regularidades bajo Jas tendencias. El que haya o no leyes sociales subyacentes es ‘una cuestién de investigacién empirica y no de debate filoséfi- co. {Quién sabe qué fenémenos sociales erraticos y sin propési- to aparente se convertirn en ejemplo paradigmatico de regu- laridad conforme a leyes? Las leyes que surjan podrén no regir tendencias histérieas globales, pues éstas son probablemente ‘mezclas complejas, como el resto de la naturaleza, Los aspectos del mundo social que se ajusten a leyes se referirén a factores y procesos que se combinan para producir efectos empfricamente observables. El brillante estudio antropolégico de la profesora Mary Douglas, Natural symbols (1973), da una idea de cémo pueden ser esas leyes. Los datos son incompletos, sus teorfas estan atin evolucionando y, como todos los trabajos cientificos, el suyo es provisional, pero ya se pueden entrever ciertas pau- tas o modelos. Para concretar la discusién sobre leyes y predicciones, pue- de ser itil finalizar con un ejemplo que muestre qué tipo de ley es el que busca realmente el socidlogo de la ciencia. También ayudaré a clarificar esa terminologia abstracta que habla de «ley» y de «tecrfa» y que es tan poco habitual en la sociologia ola historia de la ciencia. ia biisqueda de leyes y de teorias en la sociologia deta-cien— cia’Gs, enrsus procedifiientos, absolutamente idéntica ale-de_ cualquier otra ciencia, lo que significa que deben seguirse los pasos siguientes. La investigacién empirica debe localizar, en primer lugar, los acontedinientos tipicosy repétitives. Tal in- vestigacién puede haberse inspirado en una teoria anterior, en la violacién de una expectativa técita o en necesidades practicas. A continuacién, debe inventarse una teoria que explique. esas regularidades empfricas, para lo cuaf formulara-un-principio general o-recurriré-a-un modelo que dé cuenta de los hechos. Al hacerlo, la teorfa proporcionaré un lenguaje con el que poder hablar de ellos, a la'ver-quéafinaré la percepcién de esos mis: mos heches. El aleance de la regularidad se vera con mayor cla- ridad cuando se logre dar una explicacién de la vaga formula- 56 cién inicial. La teoria o el modelo pueden, por ejemplo, explicar no s6lo por qué se da la regularidad empirica sino también por qué no se da en ciertas ocasiones, sirviendo asi de guia para de- termi liciones de las que depende esa regulatidad en— conseatncia; las uae Ts arcOnEr de las devia nes que. pueda-smfrie-De esta manera, la teoria puede sugerir investigaciones empfricas més refinadas que, a su vez, pueden reclamar mas trabajo tedrico, como puede ser la refutacién de la teorfa original o la exigencia de su modificacién y reelaboracién} ‘Todos estos pasos pueden observarse en el siguiente caso. Se ha observado a menudo que las disputas sobre la prioridad de los descubrimientos son un rasgo habitual en la ciencia, Hubo una famosa disputa entre Newton y Leibniz en torno a la invencién del edleulo infinitesimal; la que hubo en torno al descubrimien- to de la conservacién de la energia no fue menos aspera; Ca- vendish, Watt y Lavoisier se vieron envueltos en la contro- versia sobre la composicién quimica del agua; bidlogos como Pasteur, médicos como Lister, mateméticos como Gauss, y fisicos como Faraday o Davis se han visto enzarzados en discusiones sobre la prioridad. Puede entonces formularse una generaliza- ign de este tipo: los descubrimientos engendran controversias en torno a la prioridad, Es muy posible que se deseche esta observacién empirica, declarando que es irrelevante para la auténtica naturaleza de la ciencia, que la ciencia como tal se desarrolla segiin la légica interna de la investigacién cientifica y que las eontroversias no pasan de ser meros episodios, meras intrusiones psicolégicas ‘en los procedimientos racionales, Sin embargo, un planteamien- to mas naturalista se limitar a tomar Jos hechos tal y como son y a inventar una teorfa para explicarlos. Una de las que se han propuesto para explicar las disputas sobre la prioridad con- sidera el fancionamiento de la ciencia como un sistema de in- tercambio. Las «contribuciones» se intercambian por «reco- nocimiento» y status, y de aqui la existencia de tantas leyes epénimas como la ley de Boyle o la ley de Ohm. Como el recono- cimiento es importante y un bien escaso, se lucha por conse- guirlo, lo que origina las disputas sobre la prioridad (Merton, 1957; Storer, 1966). La cuestién que entonces se plantea es la de por qué no esta claro quién es el que ha hecho un contribu- cién concreta y cémo es posible que llegue a plantearse una 67 disputa. A esta cuestién puede responderse, en parte, diciendo que la ciencia depende en buena medida de la publicaci6n y co- municacién de los conocimientos, por lo que cierto niimero de cientificos a menudo se encuentran en situacién de realizar vances similares. Se trata de una carrera renida entre corre- dores muy igualados. Pero, en segundo lugar, aunque mds im- portante, esté el hecho de que los descubrimientos implican algo mas que hallazgos empfricos: implican cuestiones de in- terpretacién y reinterpretacién tedricas. Las diversas signifi- caciones atribuibles a un resultado empfrico se prestan a todo tipo de malentendidos y descripciones erréneas. E] descubrimiento del oxfgeno puede ilustrar esta compleji- dad (Toulmin,.1957). Este descubrimiento suele atribuirse a Priestley, pero él mismo no lo veia asf. Para él, el nuevo gas que habia conseguido aislar era aire desflogistizado, una sustancia intimamente relacionada con los procesos de combustién tal y eomo se concebfan en la teorfa del flogisto. Fue necesario que tal teorfa se viera rechazada y reemplazada por la explicacién de Ia combustion que dio Lavoisier para que los cientificos se vieran a si mismos tratando con un gas llamado oxigeno.|Son. Jos componentes tedricos de la ciencia los que dan a los cientifi- cos los términos mediante los que perciben sus propias accio- nes yas de los domés)De ahi que la descripcion de las aeciones involucradas en la imputacién de yn descubrimiento sea preci- samente lo que se vuelve problemiitico cuando tienen lugar des- cubrimientos importantes, Es ahora cuando se deberia poder ofrecer una explicacién so- bre por qué ciertos descubrimientos estén menos sujetos que otros a desencadenar disputas sobre la prioridad. La genera- lizacién empirica original puede refinarse, sin limitarse a una simple o arbitraria limitacién del aleance de la generalizacién sino, mas bien, discriminando entre diferentes tipos de descu- brimiento a partir de las consideraciones precedentes sobre la teoria del intercambio. Esto nos permitiré mejorar la formula- ci6n de nuestra ley empirica diciendo: los descubrimientos que tienen lugar en momentos de ¢ambio tedrico desencadenan disputas; aquellos que se hacen en momentos de estabilidad te6rica no lo hacen. Evidentemente, la cosa no se queda aqui. Primero, habra que contrastar la versi6n refinada de la ley para ver si ¢s plau- 58 sible empiricamente; lo cual significa, por supuesto, contrastar una predicci6n sobre las creencias y comportamientos de los, cientificos. Segundo, habré que desarrollar otra teoria que dé sentido a la nueva ley. Sin necesidad de entrar en mas detalle, indiquemos solamente que una teoria que leva a cabo esa ta- rea es la formulada por T:S. Kuhn en su articulo «The histori- cal structure of scientific discovery» (1962a) y en su libro The structure of scientific revolutions (1962b). Diremos més sobre esta visi6n de la ciencia en otro capftulo, No se trata ahora de saber si el modelo de intercambio o la interpretacién de Kuhn son correctos. De lo que se trata es del ‘modo general en que los hallazgos empfricos y los modelos te6ri- cos se relacionan entre si, de cémo interactdan y se desarrollan. Lo importante es que en las ciencias sociales lo hacen exacta- ‘mente del mismo mode que en, cualquier otra ciencia. 69 Capitulo segundo Experiencia sensorial, materialismo y verdad Este capitulo se propone proseguir el examen del programa fuerte, discutiendo con més detalle la relacién entre las compo- nentes empiricas y sociales del conocimiento. El capitulo ante- rior apuntaba hacia los presupuestos erréneos que subyacen 8 las objeciones al programa fuerte; aquf intentaremos consoli- dar aquellas conclusiones proponiendo un desarrollo més posi- tivo. Debemos completar la breve discusién anterior sobre el ‘empirismo y decir algo sobre la nocién de verdad. Empezaré por destacar las vitales aportaciones que el empi- rismo ha hecho a la sociologia del conocimiento, pues se corre el peligro de considerar sélo sus insuficiencias sin percatarse de sus virtudes. Para el socidlogo de la ciencia este peligro se cen- tra on torno a la cuestién de la fiabilidad de las percepciones sensoriales y a la manera de analizar correctamente los casos de percepcién errénea en la ciencia. La percepcién errénea ha Tamado la atencién de los sociGlogos porque ofrece un tenta- dor camino de acercamiento al modo en que actitan los factores sociales en la cieneia. Esto es legitimo e interesante, pero si los socidlogos hacen de las percepeiones erréneas el centro de sus andlisis se arriesgan a no dar cuenta del earéetor fiable y repro- ducible de los fundamentos empiricos de la ciencia, y dejarén de lado el papel que las procedimientos empiricos, los controles y las précticas tienen en la ciencia. Ciertamente, cumplen un papel de proteccién contra las percepciones errdneas, las iden- tifican, las exponen y las corrigen; pero si se centran excesiva- mente en su desmitificacién y desenmascaramiento pronto pa- 61 garén el precio: su investigacién se vera confinada en una so- ciologia del error y no atendera al conocimiento en general, Ha- bran dejado de ser justos tanto con la ciencia como con ellos mismos. {Cuél ser4, pues, el significado tedrico que para la so- ciologta del conocimiento tiene la falta de fiabilidad de los sen- tidos? Primero describiré a grandes rasgos los andlisis sociolé- Bicos al uso sobre las percepciones erréneas, para después com- batirlos. La fiabilidad de la experiencia sensorial Los psicélogos, los historiadares y.los soeislogos han sumi- nistrado ejemplos fascinanies de interaccian entre procsSox so- ciales y. percepeiones,o-entre percopciones y reewerdasE-ips— cientificos se les educa de una cierta ™manera,.que estructura ‘sus intereses y expectativas, de modo que no ven_ciertos acon- tecimientos inesperados que veurren ante sus.ojas —o, si los ven, no reaccionan ante ellos, Estas experiencias carecen para cll6® de sentido x-no-suscitan ninguna respuesta. Hinversa: mente, donde algunos observadores no ven nada, o no detectan el menor orden ni concierto, otros perciben —o recuerdan ha- ber percibido— algo que se ajustaba a lo que esperaban. Por ejemplo, cuando algunos geélogos visitaron los «aminos paralelos» de Glen Roy en Escocia, que son unos fenémenos cu- riosos, con forma de caminos horizontales, que pueden verse en las laderas de las colinas de Glen Roy. Darwin, apoyandose en su experiencie a bordo del Beagle sobre temblores de tierra y emergencia de playas en América del Sur, mantuvo la teoria de que los camincs paralelos estaban provocados por el mar. Agas- siz, a partir de su experiencia con los glaciares en Suiza, viola causa en la accién de los lagos encerrados Por los hielos durante el periodo glaciar. Las diferentes teorias conducfan a diferentes conjeturas sobre Ia extensién y posicién de los caminos, y los distintos observadores fueron aportando distintos hallazgos. Agassiz, cuya teoria glaciar triunfo més adelante, vio —o creyé que habia visto— caminos donde nadie desde entonces ha sido capaz de distinguirlos (Rudwick, 1974). 6 {Como deben entenderse estos acontecimientos? Como mu- chos de estos casos se refieren a cientificos que no ven cosas que contradicen sus teorias, uno de los enfoques que se han ensaya- do consiste en asimilarlos al fenémeno de «resistencia al descu- brimiento cientifico». Asi es como los trata Barber cuando dis cute una serie de casos en que los cientificos violan el ideal de apertura mental (Barber, 1961). Estos casos incluyen resisten- cias a ideas, teorias y enfoques nuevos; resistencia a técnicas no habituales, como el uso de las mateméticas en biologia; asi como resistencia a ciertas interpretaciones que pudieran dar- se de la experiencia sensorial. Enum caso que estudiaron Barber y Fox (1958), relatan eémo un biélogo Llegé al descubrimiento accidental e inesperado de que al inyectar por via intravenosa cierta encima a conejos de laboratorio sus orejas se ablandaban. Aunque el propéaito original de estas inyecciones era otro, este sorprendente fend- meno llev6 con toda naturalidad al investigador a seccionar Jas orejas y examinarlas al microscopio para observar cul ha- bia sido la causa de semejante efecto. Basandose en el supues- to, compartido por otros cientificos, de que el cartilago de las orejas era una sustancia inerte y carente de interés, concentré su atencién en el tejido conjuntivo eldstico. También examiné el cartflago pero, como era previsible, no se mostré afectado: «las células parecian sanas y sus nticleos en perfecto estado. Decidé que no habia ningtin dato en el cartilago. Eso fue todo». La apa- Tiencia uniformemente sana de los tejidos era desconcertan- te, {Qué mecanismo de la enzima habia causado un efecto tan visible? Hasta que no pasaron varios afios, cuando sus otras investi- Baciones dejaron de acapararle tanto y estaba buscando mate- rial para su seminario de patologia experimental, el problema de las orejas de los conejos no resucits. Esta vez preparé dos setviones de oreja de conejo para una demostracién; de acuerdo con el procedimiento ensefiado en los manuales, a uno de estos conejos se le habfa tratado con la enzima y al otro no. Entonces Se hizo evidente que, mirados al mieroscopio, los dos fragmen- tos eran diferentes. El cartilago antes descartado habia cam- biado de aspecto, manifestando una pérdida de materia inter- celular, un aumento del tamaiio de las células y toda una serie de efectos. La anterior suposicién de que el cartilago era inacti- 63 vo revelaba, como dice Barber, que el cientifico habia sido eoga do por sus ideas cientificas preconcebidas». Lo que aqué nos interesa es la interpretacién tedrica general de Barber, lo que nos retrotrae a la cuestién de si es 0 no apro- piada la referencia a la «ceguera» para este caso, Barber aduce que las violaciones de la norma de apertura mental son muy frecuentes en la ciencia y que se deben a eausas bien precisas, como los. requisitos tedricos y metodoldgicos, la alta posicion. profesional, la especializatién; ete, Hay aspectos de la ciencia que son valiosos y eficaces para ciortas cosas pero que se mues- tran muy perjudiciales para otras, Aplieado-a la-perceptién, esto Sugiere que son les.propios pro- cesos que favorecen la investigacién los que provocan, como cor: secuencia directa, cierta cantidad de percepciones errdn ‘idea de que Tas percepciones errénieas son normales, es teresante; retengémosla. - Pero el anilisis de Barber contiene una nota discordante. Dice que las percepeiones erréneas con un fenémeno patolégico y que hay que entenderlo en términos de enfermedad para po- der tratarlo y suprimirlo; que acaso serén inevitables ciertas resistencias, pero que su nivel iré disminuyendo progresiva- mente. Sin embargo, jes posible que la percepcién errénea sea una consecuercia natural de un rasgo eficaz y saludable de la ciencia y, a la vez, se quiera erradicar? Seguramente no. Barber debe haber razonado con la misma l6gica que emple6 Durkheim en su libro Las reglas del método sociol6gico para analizar el eri- ‘men. Intentar suprimir el crimen supondria sofocar aquellas va- josas fuerzas que dan origen a la diversidad y a la individuali dad en la sociedad. Si se presiona lo suficiente para eliminar lo que se entiende por erimen, sera otros comportamientos los que se pondrén en cabeza de las amenazas al orden social. La cues- tin no es si debe haber crimenes o no, sino cudles. Los crimenes son inevitables, casi constantes y necesarios. Podra ser deplo- rable, pero aspirar a reducirlos sin limite es no entender nada de eémo funciona la sociedad. Otro tanto puede decirse de las percepciones erréneas, Esa coneepcién es del todo consistente con la literatura psico- logica sobre las que se llaman «tareas de deteceién de sefales», consistentes en detectar una sefial sobre un fondo de ruido, por ejemplo, un leve punto sobre una pantalla de radar borrosa. La 64 tendencia a decidir que se ha visto efectivamente una sefial esta intimamente relacionada con las consecuencias que uno sabe que conlleva esa decisién. Bl que los sujetos perciban real- mente una sefial depende de si saben que es importante no ig- norar ninguna o si més bien piensan que lo que es vital es no dar nunca una falsa alarma. La variacién de estos pardmetros produce distintos patrones de percepcién y de percepeién erré- nea. Lo interesante es que los intentos de hacer disminuir las falsas alarmas conducen inevitablemente a que se ignoren se- frales, y que los intentos de que no se omita ninguna sefial dan lugar a falsas alarmas. Hay una interrelacién entre los distin- tos modos de pereepeién errénea que estd en funcién de la ma- ‘riz social de consecuencias y significados en cuyo contexto tie- ne Jugar la percepcién. Las percepciones erréneas son, pues, inevitables, casi coris> tantes, y no pueden ser reducidas ilimitadamente. Estén en profunda conexién con la organizacién socio-psicolégica de la actividad cientifica y proporcionan un precioso indicador sobre ella, asi como una herramienta de investigacién muy util, pues pueden usarse para detectar la influencia de factores como los compromisos, la orientacién del interés o las diferencias en los enfoques tedricos. Este punto de vista es valioso, pero si es facil sustraerse a algunas de sus implicaciones, como hizo Barber, no lo es menos extrapolarlo de un modo irreflexivo que lo vuelve contra si mis- mo. Para mantenerlo en sus justas proporciones, conzideremos algunas de sus limitaciones. En primer lugar, el significado de los ejemplos histéricos y de los estudios de caso dados anterior- mente no es tan directo como pudiera parecer. Esos ejemplos, gson verdaderamente casos de percepcién crrénea o ilustran més bien la debilidad de cierta facultad psicolégica como es la memoria? De haber caminado juntos Agassiz y Darwin por Glen Roy cs dificil creer que no hubieran sido capaces de ponerse de acuerdo sobre Jo que tenfan ante sus ojos. Incluso, aunque hu- bieran interpretado de manera distinta el éngulo de una pen- diente, la presencia de ciertos tipos de conchas, de cantos roda- dos o de arena, seguramente habrian estado de acuerdo sobre qué objetos estaban interpretando de modo diferente. Era la Percepcién de Agassiz la que estaba influida por su teorfa 0 era el proceso de rememoracién ¢ interpretacién el que actuaba re- 65 trospectivamente simplificando 0 amplificando lo que habia visto? Puede plantearse lo mismo respecto del investigador que mi- raba especimenes de cartilago al microscopio. ;Vefa algo dife- rente cuando miraba el espécimen aislado y cuando comparaba directamente las muestras tratadas y las no tratadas? Aunque Barber habla en ocasiones de cientificos cegados por sus ideas preconcebidas, en otras lo hace en términos de fallos de memo- tia. Dice que, en el primer caso, el investigador s6lo puede eom- parar la tinica muestra de tejido con la imagen que tiene en la memoria, por lo que, si esta imagen era débil o estaba distor- sionada, ello podria dar raz6n del error de juicio que le llev6 a obviar la evidencia que tenfa ante sus ojos. (El carécter cons tructivo de la memoria ha sido investigado desde una perspec- tiva psicoldgica por Barlett (1932) en su cldsico Remembering.) Estas precisiones no son tan pedantes como pudiera pare- cer. Significan que toda critica de la percepcién que descanse en ejemplos de este tipo es equivoca y simplista; estos ejemplos no hacen justicia a la percepcién sensorial. Es perfectamente consistente sostener que la percepeién sensorial es fiable sin dejar de reconocer que la memoria puede fallarnos. Cualquier procedimiento experimental que descanse en los fragiles regis- tros de la memoria, cuando haya evideneia directa disponible, es dudoso. Asi que podemos insistir razonablemente en que-las experi menitos de déteccién de senales no captan con precisiéin Tas cit curfstameias-en-que-suelen-hacerse las observaciones cient cas. Todo el interés de los protocolas experimentales correstas,— del uso de instrumentos y grupos de contre}; se.centra en evitar poner al observador en situacién-de tener que hacer discrimi- naciones dificiles o juicios instanténeos. Acaso Agassiz tuviera sencillamente prisa, pero un buen observador debe situarse en condiciones éptimas para hacer sus observaciones, sus juicios y comparaciones. Todos estos registros deben efectuarse en el mis- mo momento en que se hacen y no retrospectivamente; ui’ maes= tra-debé Somiéterse’a control de manera que_no-intervenga le memoria; y otras precaucioues por el.estila, Dadas unas condi- ciones de observacién normalizadas y si se respetan las consa- bbidas precauciones que forman parte del saber acumulado por la técnica cientifica, entonces es seguro que el testimonio de los 66 sentidos serd el mismo para todos y no dependera de teorias ni de compromisos. Cuando un procedimiento experimental no produce resultados uniformes, o parece producir resultados di- ferentes para diferentes observadores, es que el protocolo 0 di- sefio no era bueno o que el experimento estaba mal concebido 0 no era fiable. Para ver el poder de este empirismo de sentido comtin bas- ta recordar uno de los mas famosos —o infames— ejemplos de una ciencia que se ajustaria al modelo de deteccién de sefia- les. Se trata del caso del descubrimiento de los rayos N en 1903 por Blondlot, fisico francés y miembro de la Academia de Cien- cias, Blondlot crefa haber encontrado un nuevo tipo de rayos, bastante parecidos a los rayos X, que habfan sido objeto recien- temente de investigaciones apasionadas. Su dispositive consistfa en un filamento de platino caliente situado en el interior de un tubo de hierro provisto de una pe- quefia abertura. Los rayos N, que no podian atravesar el hie- rro, pasaban a través de la abertura. El medio de detectar los rayos era dejarlos llegar a una pantalla débilmente iluminada situada en una sala oscura, de modo que un ligero aumento de la intensidad en la pantalla indicaba la presencia de rayos. Blondlot encontré que los rayos tenian toda una suerte de pro- piedades: podian ser almacenados por los objetos, emitidos por Jos seres humanos, ¢ interferian con el ruido, Inchuso observé ra- yos N negativos que, bajo ciertas condiciones, disminuian la in- tensidad de iluminacién de la pantalla (Langmuir, 1953). EI fisico R.W. Wood visité los laboratorios franceses en el mo- mento en que Blondlot estaba estudiando la refraccién de rayos Na través de un prisma de aluminio. Por aquel entonces Blond- ot habfa encontrado que los rayos N no eran monocromaticos, sino que se componfan de varios elementos con indices de re- fraceién diferentes. Durante uno de estos experimentos, y sin ser visto por Blondlot en la oscuridad de} Laboratorio, Wood quité el prisma del dispositivo. Esta maniobra deberia haber detenido el experimento, pero el infortunado Blondlot siguié detectan- doen la pantalla las mismas seiiales que antes (ver Wood, 1904). Cualquiera que fuera la causa de los fenémenos registrados, no eran los rayos N. Es de presumir que el resultado obtenido, asi como el resto de fenémenos, estuviera causado por la ereencia de Blondlot en los rayos N. 67 Pee eee ee ee eee eee rey eee EI problema estaba en el diseo experimental de Blondlot. El proceso de deteccién se encontraba en el limite de la sen- sacién y cuando la relacién sohal/ruido es tan desfavorable ocurre que la experiencia subjetiva esta a merced de las ex- pectativas y esperanzas. Las consecuencias sociales que es- peraba, la «matriz de pago» social, resultaron ser variables cruciales. El rasgo significativo del descubrimiento por Blondlot de los supuestos rayos N fue la rapidez y unanimidad con que los fisi- cos britanicos, alemanes y norteamericanos cayeron en la cuen- ta de que algo iba mai en los informes experimentales (Wat- kins, 1969); para una temprana teoria fisioldgica de los resul- tados de Blondlot, ver Lummer (1904). Mas atm, le fue muy fécil a Wood demostrar el error, basté que Hlevara a cabo un ex- perimento controlado y bien simple: tomar las lecturas con y sin el prisma, es decir, con y sin los supuestos rayos N refracta- dos. Como los resultados eran los mismos, la causa no tiene nada que ver con los rayos. El fallo residia en una falta de com- petencia personal y psicoldgica de Blondlot y sus compatriotas, que no recurrieron a los procedimientos normalizados habitua- les: Jo cual pone en duda la fiabilidad de algunos franceses, no Ja dela percepeién en su conjunto. Los socidlogos pueden meterse en un callején sin salida si se dedican a acumular casos como el de Blondlot y centran en ellos su vision de la ciencia. Podrian estar menospreciando la fiabili- dad y replicabilidad de su base empirica; seria como limitarse & considerar el principio de la historia de Blondlot y olvidar eémo ¥ porqué termind. No cabe duda de que, asf, los socidlogos se co- locarfan alli donde sus eriticos querrian verlos: acechando en- tre los desechos del patio trasero de la ciencia. Es ahora cuando podemos hacer converger las dos Iineas de 1a argumentacién. A partir de-estudios.de casos-aobre-ebserva~ ciomes deformadas por le teorfa, habfamos egado a la conelu- sign de que era inevitable cierto grado de distorsién perceptiva Un pore de sentido comtin empirista-nos hie: que la ciencia tiene sus normas de procedimiense para evar a cabo buenos experimentos y que muchos easos de supuesta fal- ta de fiabilidad de la percepcién sensorial no s¢ debian sino a apresurados atajos y ligerezas a la hora de tomar las debidas precauciones. Estos ca80s son evidentemente transitoriog, de- tectables y corvegibles. Y, afortunadamente, las dos lineas de ar- gumentacién no se oponen en modo alguno. Es imposible evitar que se dé toda una corriente permanen- te de percopeiones erréneas en los mérgenes de la actividad cientifica, Al estar limitada en sus dominios de interés, la cien- cia tiene unas fronteras, y a lo largo de ellas siempre habra acontecimientos y process que reciban una atencién parcial y fluctuante. Aqui puede aplicarse la analogia con la deteccién de sefales: bien puede ocurrir que, acontecimientos que més tar- de Ileguen a verse como significativos, hayan pasado antes de- sapercibidos o se hayan descartado. Pero la situacién no es la misma en el centro de atencién. Aqui sélo hay unos euantos procesos empfricas que sean objeto de interés y debate, por lo que se respetardn estrictamente los requisitos de replicabilidad, de fiabilidad, de correecién en el diseho experimental y de eliminacién de efectos adyacentes. ‘Aqui los errores son evitables y evitados. Y, cuando no ocurre asi, se aplican sanciones, ya las ejeeuten otros, ya lo haga la pro- pia conciencia, ésa imagen internalizada del reproche. El cien- lifico de Barber que trabajaba con los conejos, y que finalmente acabé realizando su descubrimiento con procedimientos correc- tamente controlados, confesaba un sentimiento de vergitenza: “Todavia me siento mal cuando pienso en ello». Blondlot, de ma- nera mas dramética y més triste, vio arruinada su carrera. Nada muestra con mayor viveza la actuaci6n de las normas sociales que la vergiienza y el ostracismo. estudio de caso no es que la percep- ‘en funcién de nues- cia de que se sigan siis procedimientos normalizados. Estos proeedimidntes declaran que und expertietesélo.es admisi- ble en la medida en que sea reproductible, publica. imperso- nal-Bs immegable qe existé este género de experiencia; sin embargo, el hecho de que el conocimiento deba estar ligado de modo determinante a esos factores es una norma-social, una exigencia variable-y-eonvencional. Hay otras actividades y otras formas de conocimiento que enfatizan el cardcter impal- pable, interior e individual de la experiencia. Tampoco puede negarse que algunas de nuestras experiencias tienen también ese cardeter, y vale la pena recordar que la ciencia no ha sido 69 siempre hostil a esas formas de conocimiento (ef. French, 1972; y Yates, 1972). Ofreceré ahora una breve caracterizaci6n positiva del papel de la experiencia, que mostrara cémo puede hacerse justicia a su influencia sobre la creencia sin rebajar por ello las preten- siones del programa fuerte. Asi, lo que acabo de decir sobre la fiabilidad de la experiencia se enlazaré con las observaciones anteriores referentes a la insuficiencia de una concepcién em- pirista del conocimiento. Experiencia y creencia La aportacién més relevante del empirismo esta en decir que nuestra psieologia garantiza que hay algunas respuestas a nues- tro entorno material que son comunes y constantes; estas res- ‘puestas son nuestras pereepciones. Se considera, sin duda con vaz6n, que las variaciones culturales se imponen sobre un es- train de capacidades sensoriales biolégicamente estables. Apo- yarse en la hipétesis de que la facultad perceptiva es relati- vamente estable no impide decir que sus aportaciones no cons- tituyen —ni pueden constituir—conocimiento, lo cual se debe a que la experiencia siempre tiene lugar sobre un estado ante- rior de creencias. lla es una de las causas que pueden provo- car alteraciones en ese estado de creencias, de modo que el nue- vo estado resultante siempre serd el resultado de una compo- nenda entre la reciente influencia y el estado precedente. Esto significa que la experiencia puede provocar cambios, pero que por sf sola no determina el estado de creencia. Una manera de representarse este proceso es establecer una analogia con el efecto de una fuerza que incide sobre un siste- ma de fuerzas. Esta fuerza influiré en la fuerza resultante, pero no seré la nica en hacerlo. Pensemos en et paralelogramo de fuerzas; la analogia se ilustra en la figura 1, donde la com- ponente que representa la experiencia varia en la misma me- dida que la creencia resultante. Cualquier valor de la compo- nente experiencial no se corresponde con un tinico valor de la creencia resultante si antes no se ha fijado el estado previo de 70 creencias. Hay que tener esto siempre en cuenta cuando se pien- se en el efecto que produciré una experiencia. Asimismo, nin- gin patrén o secuencia de experiencias cambiantes determina- 4 por si mismo un patron nico de cambio en las creencias. No hay nada de extrafio en que el simple hecho de observar el mun- do no nos conduzea a ponernos de acuerdo sobre cual debe ser la verdadera descripcién que debamos dar de él. Creencia resultante Creencia anterior Experiencia Figura 1 Consideremos un ejemplo sencillo. Un miembro de una tri bu primitiva consulta al oréculo administrando una sustancia vegetal a un pollo. El pollo muere. Nuestro primitivo lo ve tan claramente como nosotros; pero él dice que el ordculo ha respon- dido «no» a su pregunta, mientras que nosotros decimos que el pollo ha sido envenenado. La misma experiencia conlleva reaccio- nes diferentes al enfrentarse con diferentes sistemas de creen- cias. Y esto se aplica tanto al nivel superficial de lo que podamos decir casualmente sobre el acontecimiento como al nivel mas profundo de lo que podamos creer que significa y de cémo ac- tuemos en consecuencia. ‘No es dificil encontrar ejemplos semejantes en el campo de Ja ciencia. Quiza el mas obvio sea el de los diferentes significa- dos atribuidos en distintos momentos al movimiento del Sol du- ranie el dia. La experiencia subjetiva del movimiento del Sol ocurre de manera que el horizonte actiia como un marco esta- ble contra el que el Sol parece desplazarse. Es plausible y com- probable suponer que esto es asi para cualquier observador, Sin embargo, lo que se cree sobre las posiciones relativas que, en realidad, se dan entre el Sol y la Tierra es muy distinto para los seguidores de Ptolomeo y para los de Copérnico. n La componente social que-hay en todo esto es-evidente © inrecuctible: Dele wetrdinse-a procesos como la educacién y-el_ entrenamicrto pare explicar-taimplantacién y distribucion-de_ estados de treeneias-previas: sur-absolutamente necesarios si laexpori jeterminados efectos. Y son también necesarios para entender cémo sé Sostfenen las creencias resul- tantes y para dar cuenta de las pautas que ligan especialmente ‘una experiencia con cierta creencia y no con otras. Aunque esta concepeién toma algunas aportaciones del empirismo, conlleva que ninguna creencia cae fuera de la perspectiva puramente sociolégica. En todo conocimiento hay una componente social Alestar el empirismo desacreditado hoy en muchos ambien- tes, ¢no estard fuera de lugar incorporar a la sociologia del co- nocimiento una componente tan descaradamente empirista? {No deberia evitar el sociélogo concepciones que han sufride tan amplias criticas por parte de los fil6sofos? Si eso significa que el socidlogo debe mantenerse resueltamente a distancia de las modas filos6ficas, entonces se trata de una recomendacién acer- tada, Pero si significa que debe desechar ciertas ideas tan solo porque no cuentan con el favor de los filésofos, entonces es una incitacién a la cobardia. Sociélogos y psicdlogos deberian, mas bion, explotar cuantas ideas puedan serles dliles y valerse de ellas para aleanzar los objetivos que se hayan mareado. La version del empirismo que aquf se incorpora a la sociolo- gia del conocimiento es ciertamente una teorfa psicolégica, teo- ria que dice que nuestras facultades de pergepcién son diferen- tes de nuestras facultades de pensamiento y que nuestras per- cepciones influyen sobre nuestros pensamientos mas de lo que Sstos influyen en nuestras percepciones. Esta forma de empiris- mo tiene un sentido biol6gico y evolucionista, pero esta tan des- Preciado por los empiristas modernos como por sus adversa- ios. Los filésofos contemporneos han transformado esa tesis psicolégica en la afirmacién de que existirfan dos lenguajes de aaturaleza diferente: el lenguaje de los datos y el de la teoria Ahora bien, de lo que hablan de nuevo es del distinto rango de dos tipos diferentes de ereencias: aquellas que vienen dadas in- mediatamente por la experiencia, que son incuestionablemen- te verdaderas, y aquellas que se conectan sélo indirectamente con la experiencia, cuya verdad es problemética. Esas son las tesis que actualmente debaten los filésofos, Pero la verdad ab- 2 soluta —e incluso la alta probabilidad— de las creencias pre- tendidamente derivadas de la experiencia sin mediacién algu- nna es algo que ya ha sido puesto en tela de juicio, y mas recien- temente también lo ha sido toda esa concepcién global de los dos lenguajes (Hesse, 1974) Dejemos que los fildsofos negocien a su gusto estas cuestio- nes de justificacién, de logica y de lenguaje. Lo importante para un estudio naturalista del eonocimiento es que puede ofrecer una representacién sélida y plausible del papel que juega la ex- periencia sensorial. Y si esto lo expresa en el mismo lenguaje que un empirismo psicol6gico y anticuado, tanto mejor para nues- tra tradicién filoséfica, a cuyo espiritu nos mantenemos fieles (Bloor, 1975). Materialismo y explicacién sociolégica Ninguna sociologia consistente podria presentar el conoci- miento como una fantasia deaconectada de nuestras experien- cias sobre el mundo material que nos rodea. No podemos vivir, en un mundo de ensuerio, Consideremos cémo podria habers transmitido esa fantasia a los nuevos miembros de la sociedad: esta transmisién dependeria de la edueacién, el entrenamien-\ to, el adoctrinamiento, la influencia y la presién sociales, Todos 7 ellos presuponen la fiabilidad de la percepcién y la capacidad if de detectar y retener las regularidades y distinciones pereibi- | das, asi como la de actuar a partir de ellas. Los euerposy las vo- ces humanas forman parte del mundo material y el aprendizaje social forma parte del aprendizaje general sobre eémo funciona el mundo. Si tenemos la aptitud y la inclinacién a aprender los uunos de los otros, tendremos también en principio la habilidad de aprender a partir de las regularidades del mundo ro social ~ Esto es lo que hace la gente de todas las culturas para sobre- vivir. Si el aprendizaje social puede descansar en los érganos Perceptivos, también podré hacerlo el conocimiento natural 0 ¥ eI que exista este punto de contact ‘permite que puetan aplicarse a la ciencia otros andlisis exis- tentes sobre la religién. En efecto, si la ciencia se trata como si fuera sagrada, ;se ex plica eon ello por qué no debe aplicarse a si misma? {No puede lo sagrado ponerse en contacto consigo mismo? {Dénde est 1a profanacién que impide a los sociélogos volverse sobre la cien- cia? Puede responderse a esta cuestién de la manera siguiente. ‘Muchos fildsofos y cientificos no consideran que la sociologia del conocimiento forme parte de la ciencia, asi pues, la socialo- gia del conocimiento pertenece a la esfera de lo profano y conce- derle el derecho de referirse a la ciencia propiamente dicha se- ria poner en contacto lo profano con lo sagrado. Pero esta res- puesta plantea otra cuestién crucial: gpor qué se considera que Ja sociologia del conocimiento es algo exterior a la ciencia? Il argumento de los capitulos previos ha sido que nada hay en los métodos de la sociologia que debs excluirla de la ciencia, lo cual sugiere que es su tematica la responsable de su exclusidn. Qui- 24, entonces, la tendencia a negarle la condicién privilegiada de ser una ciencia no sea algo fortuito. No es que la sociologia del conocimiento esté simplemente al margen de la ciencia y, por tanto, suponga una amenaza para ésta, sino mas bien que debe mantenerse fuera de la ciencia porque el objeto de estudio que ha elegido la convierte en algo amenazador: es su propia naturaleza la que la convierte en una amenaza. De igual mane- ra, puede decirse que la sociologia del conocimiento no es considerada como una ciencia porque es muy joven y est ain poco desarrollada. Esta falta de talla la excluiria de la ciencia y Ja relegaria al ambito de lo profano y amenazador. Pero esto de nuevo trae a colacién otra cuestién crucial: (p. 239). Podemos poner en marcha esta poderosa visién de Durk- heim y suponer que, cuando pensamos en la naturaleza del co- nocimiento, lo que estamos haciendo es reflexionar indirecta- mente sobre los prin in la sociedad. Y, efecti- ‘efectivo es el A Teligiosa transfigura nuestra experiencia de la sociedad, asf lo hacen también —segiin mi hipétesis— la filosofia, la epistemo- logia y cualquier concepeién general del conocimiento. Por tan- to, la respuesta a la cuestién de por qué el conocimiento debe ser visto como sagradu es que al pensar en el conocimiento, pensamos en la sociedad y, si Durkheim esté en lo cierto,la so siedad tiende a ser percibida como sagrada. PERE Ver Sos anatisis dat comocinientose manifiestan efec- tivamente con ese cardcter de concepeiones transfiguradas de la sociedad, obviamente habré que estudiarlo en casos concre- tos. Eso es lo que haremos en ol siguiente capitulo, pero antes debemos discutir algunas cuestiones preliminares. Primero, decir que cuando pensamos en el conocimiento en términos de manipulacién de representaciones sociales no sig- nifica que hablemos de un proceso consciente o que se mani- fieste neceseriamente en toda investigacién epistemolégica o filos6fica. La direccién de una linea no puede adivinarse a par- tir de un pequetio segmento; y tampoco los modelos sociales ba- ssicos se dejan ver a partir de argumentaciones de detalle o ais- ladas, sino en trabajos de amplio aleance. Segundo, ,qué verosimilitud tiene en principio la conexién entre religién y conocimiento que he postulado? Por qué ha- bria que recurrir a modelos sociales para pensar el conocimien- 96 to? Estas cuestiones pueden responderse, en parte, subrayan- do la necesidad de un modelo y, en parte, sugiriendo que los modelos sociales son especialmente apropiados —que existe una afinidad natural entre los dos grupos de ideas. Pensar en la naturaleza del conocimiento es a la vez sumer- girse en una empresa abstracta y oseura, Hacerse preguntas del tipo de las que se hacen los fildsofos lleva normalmente a una pardlisis mental. En este ambito es dificil referirse a clementos familiares que puedan suministrar un marco en el que encua- drar la reflexién. 81 problema persiste incluso cuando la natu- raleza del conocimiento cientifico se trata de una manera muy concreta, como hacen los historiadores, pues para poder enca- Jar los datos en una historia coherente se necesitan principios organizadores. La historia presupone una imagen de la ciencia en la misma medida en que la ofrece, y el historiador parte ha- bitualmente de alguna filosofia implicita o de alguna de las tra- diciones propias de las distintas escuelas de filosofia. \cluso admitiendo que es necesario un modelo de algin tipo, por qué una representacién social debe ser el modelo apropia- do para una deseripcién del conocimiento? {Por qué deberta apoyarse la reflexién en lo que sabemos de la sociedad cuando Jo que nos tiene perplejos es la naturaleza del conocimiento? En primer lugar, parte de la respuesta se encuentra en las cir- cunstancias de las que surge esa perplejidad. Estas se dan de manera caracteristica cuando quienes ofrecen pretensiones de conocimiento antagénicas son grupos sociales diferentes, como los elérigos y los laicos, los eruditos y los profanos, los especia- listas y los generalistas, los poderosos y Jos débiles, los bien si- tuados y los contestatarios.... Ademds, existen muchas conexio- nes intuitivas entre conocimiento y sociedad JEI conocimiento| tiene que integrarsé, organizarse, sustentarse, transmitirse y distribuirse, y todos estos procesos estén visiblemente eonecta- dos con instituciones establecidas: el laboratorio, el lugar de trabajo, la universidad, la iglesia, la escuela... Ast, la mente hi registrado on algun lugar que existe cierta conexién entre el co nocimiento y la autoridad o el poder. Cuando la sociedad es ri gida y autoritaria parece més probable que también el conoci- miento sea mas rigido y autoritario que cuando se trata, por ‘ejemplo, de una sociedad més liberal o més fluida. Hay un cier- to sentido de la analogia y de la proporcidn que relaciona entre 97 fi nuestra idea de! conocimiento y de la sociedad. Y si no nos /paramos a pensar demasiado, podemos incluso no distinguirlas (Gnabsoluto. Ese filésofo extravagante y patriota que era Fichte nos pro- porciona un ejemplo de e6mo el conocimiento se prolonga en ca- tegorias socizles y teol6gicas. La Universidad, decia en un dis- curso rectoral en Berlin en 1811, «es la representacién visible de la inmortalidad de nuestra razar, es «¢] objeto mas sagrado ‘que posee la raza humana». Como el ejemplo de du Bois-Rey- mond que expusimos antes, también éste, mas explicito, perte- nece al estudio de Turner sobre el desarrollo de la investigacién académiea en Prusia, Puede muy bien ser que estos sentimien- tos, 0 su intensidad, estén condicionados por el momento y el lugar en que se expresaron, pero en mi argumentacion son s6lo residuales: nosotros mismos estamos seguramente mucho mas habituados de lo que ereemos a emitir 0 descodificar mensajes de este tipo. Aqui se puede plantear la siguiente objecién: si el canoci- miento es demasiado abstracto para que podamos reflexionar sobre él directamente —y de ahi la necesidad de recurrir a mo- delos sociales— {por qué, entonces, no nos parece la sociedad demasiado abrumadora como para pensar en ella también di- rectamente? {Por qué no necesitamos también un modelo para Ja sociedad? Esta cuestion nos va a pormitir atadir un elemen- ‘to importante al andlisis que estamos iniciando, pues, segura- mente, la objecion esta justificada. Inmersos como estamos en Ja sociedad no podemos reflexionar conscientemente sobre ella como un todo a no ser que empleemos una representacién sim- plificada, una imagen o lo que se puede denominar una «ideolo- gia». La religion en el sentido de Durkheim es una ideologia de este tipo. Lo cual significa que esa vaga sensacién de identidad entre conocimiento y sociedad suministra, de hecho, un canal a través del cual nuestras ideologias sociales simplificadas en- tran en contacto con nuestras teorias del conocimiento. Son es- tas ideologias, mas que la totalidad de nuestra experiencia so- cial real, las que presumiblemente controlan y estructuran nuestras teorias del conocimiento. Lo que acabamos de perfilar es una teorfa sobre eémo piensa la gente, Nuestras hipétesis no pretenden ser verdades necesa- rias: su cardcter sustancial supone que no pueden demostrarse 98 sino tan s6lo sostenerse mas menos en pruebas inductivas. Ademas, el ambito de aplicacién del cuadro que aqui hemos tado est todavia por determinan idencia a rei icar depende de co conocidas, y sera necesario—para avanzar en nuestra argumen- tacién— aventurar otra hipétesis que nos permita tratar este tema : El propésito del siguiente capitulo sera apoyar la posicién de- sarrollada en éste, para lo cual analizaré dos importantes teo- rias modernas sobre la naturaleza del conocimiento y mostraré cémo se fundamentan en representaciones y metéforas socia- les. Al final del mismo, discutiré las condiciones bajo las cuales deberia ser posible vencer la sensacidn de que el conocimiento cientifico es demasiado objetivo para ser investigado sociolégi- camente. 99. Capitulo cuarto Conocimiento e imaginario social: un estudio de caso Voy a examinar en este capftulo un debate elasico entre dos ‘concepeiones rivales de la ciencia. Intentaré mostrar eémo las eon- copciones implicadas estan regidas por imagenes y metéforas sociales, que determinan su estilo, su contenido y sus relacio- nes mutuas. Una de las posiciones es la que Karl Popper expo- ne en su libro The logie of scientific discovery (1959) y profundi- za en trabajos ulteriores. La otra es la que LS. Kuhn desarro- Ma en su polémica obra The structure of scientific revolutions (1962). Me interesaré aqui en la estructura general de sus res- pectivas posiciones més que en cuestiones de detalle (véase para ello Lakatos y Musgrave, 1970). Como el debate dura ya mas de diez aftos, sin que haya habi- do vencedor ni vencido, no es mi intencién terciar en él; no es facil hacerlo con éxito dado su estado actual y, ademas, ya me manifesté sobre ello (Bloor, 1971). Mas bien, me centraré en si- tuarlo en una perspectiva mucho mas amplia de lo habitual, re- laciondndolo con otras controversias clasieas de la economia, la Jurisprudencia, la teorfa politica y la ética. Creo que no puede ‘entenderse bien cuail es la naturaleza del debate epistemolégi- 0 si no se piensa como expresién de profundos intereses ideold- gicos en el seno de nuestra cultura, 101 El debate Popper-Kuhn La manera de concebir la ciencia de Sir Karl Popper es clara convincente: el propésito dé a cioncia es captar verdades si nificativas sobre el mundo, y para hacerla debe formular teorias potentes. Estas teorias son conjeturas sobre la naturaleza de la realidad que, permiten.resolver los problemas que crea el que nuestras expectativas no se realicen. Algunas de éstas expec tativas son titMaras, pero la mayoria de ellas surge de teorias anteriores. Forma parte del proceso consciente de construc- cién de teorfas el que para ello utilicemos con toda libertad cualquier material: mitos, costumbres, prejuicios" o suposicio- nes; pero lo importante es lo que hacemos con esas teorias, no su procedencia, Una.vez formulada una teoria, debe ser criticada severa- ‘mente tanto mediante ou andlisis Iogico como por su contrasta- én empirica. Fl anilisis logico reduce los puntos oscuros y saéa «"hiriuz las afirmaciones implicitas en la teoria, mientras que la contrastacién empirica impone que los enunciados gene- rales de la teoria se articulen con enunciados que describan la situacién concreta en que debe contrastarse. Si la teoria es lo bastante precisa, ahora ya debe poderse buscar sus puntos dé- biles intentando falsar sus previsiones. En caso de que pase la prueba, queda corroborada y puede mantenerse provisional- mente. ‘La importancia de contrastar las teorfas esta en que el cono- cimiento no a8 llega sin mds, sino que hemos de luchar por ob- tenerlo, pues sin esfuerzo no tendremos mas que especulacio- nes superficiales y erréneas. Pero los esfuerzos que eonsagre: mos a nuestras teorias deben ser criticos, dado que protegerlas del mundo seria un dogmatismo que nos llevaria a una sensa- cién ilusoria de saber. Para la ciencia, los objetos y procesos del mundo no tienen una esencia fija que pueda captarse de una “© Tradueimos prejudice como sprejuicio» 0 como stradiciéne segiin el con- texto, pues a menudo Bloor utiliza el término para designar aquellos naberes {que se dan por supuestos y, por tanto, son previos a la emisién de un juici: Dresjuicio;en estos casos el uso del término no arrastra esa connotacién nega tiva que es habitual en espanol. (N. de los T) 102 vex. por todas. Esa lucha en que consiste la ciencia no es, por tanto, sélo una lucha erftica sino también una lucha sin fin. La ciencia pierde su cardcter empirico y se convierte en metafisica en cuanto deja de sufrir cambios; la verdad es ciertamente su objetivo, pero esta a una distancia infinita, El tono y el estilo de la filosofia de Popper forman parte im- portante de su mensaje general, y en buena parte se debe a las metaforas centrales que utiliza. Por ejemplo, la imagerrde-te~ lucha darwiniana es una imagen dominante:Larciencia-¢6-una__ proyecsian de esa lucha por la supervivencia, con Ja diferencia de ‘que son nuestras-teorias las que muéren por nosotros. Para ace- lera¥ la Ticha por sobreviviry eliminar Tas teorTiS @Ablles, esta- mos forzados a tomar riesgos intelectuales, En su vertiente ne- gativa; Pepper critica diferentes fuentes de autoridad. La ciencia no debe-somoters@alaautoridad de la razén ni a la de la expe- rriencia: lo que a la razén de una géiteracion te parece evidente, sera Coritingerite —o incluso falso— para Ta siguiente; y nues- tras experiencias pueden indutirnos-werror’o-ver alterado ra- dicalmente-swsignificado. Otro aspecto de esté lado antiautori tario del trabajo de Popper esté en su representacién de la cunidad racional de la humanidad: nadie habla con més auto- idad que otro, nadie tiene acceso a una fuente privilegiada de verdad, toda afirmacién debe someterse tanto a critica como a contrastacién. Elestilo del pensamiento de Popper se caracteriz por su in- sistencia.en que.puede haber progreso, resolverse Tos” proble- jas eiestione’ sf $e Teatiza sufi- muestra dé ello, pues ha sacado a la luz las reglas del juego cientifico y ha senalado los errores que pueden llevar al dogma- tismo y al oscurantismo. Ademdis, como parte de ese proceso de clarificaci6n, Popper establece varies criterias y fronteras im- portantes. El principal es el criterio de contrastaci lidad, que separa los enunciados cientificos de las afirmaciones pseudo-cientificas 0 metafisicas. No es que la metafisica carer ca de sentido, pero no es cientifica, es algo que pertenece ~-por asi decirlo— al émbito de las preferencias individuales. Puede ser una importante fuente psicolégica de inspiracién, pero 20 debe confundirse en absoluto con la propia ciencia. Las otras fronteras 0 demarcaciones que establece, como las 103 que hay entre las distintas especialidades, se ven tratadas de modo bastante diferente. Esa plaga que es la especializacién representa una barrera artificial para el libre trafico de las ideas, por lo que debe permitirse que las teorfas audaces las atravie- sen. Popper desprecia también las barreras impuestas por los distintos lenguajes y jergas te6ricas: cualquier cosa importante debe poder traducirse de un lenguaje te6rico a otro, pues nin gtin lenguaje tiene recursos misteriosos con los que captar ver- dades que serian incomprensibles para los otros, La unidad ra- cional de la humanidad no tiene nada que ver con los lenguajes 0 jergas tedricas. Esta concepcién rigurosa de la ciencia resulta muy atracti va, y seguramente lo es, pues incorpora muchos de los valores. que mantiene de modo natural cualquiera que esté relacionado con la ciencia, La concepcién de la ciencia del profesor Kuhn tiene en co- mun con la de Popper-le cualidad-dé presentar una estructura general simple y convincente; en cuyo interior se pueden abor- dar con gran finura cuestiones de detalle. Su andlisis gira en tor- neal concento de paradigma, que consiste en una parte repre- sentativa de trabajo cientifico que resulta ejemplar y genera una tradicién dentro de cierto ambito especializada de inves- tigacion. La linea de investigacion definida por el paradigma. ‘ofrece un modelo préctico de cémo hacer ciencia en ese dmbito, suministrando rientaciones concretas sobre el método experi- mental, los aparates y la interpretacién tedrieayademas, posibi- lita el desarrollo,de variaciones y reelaboraciones que permiten nuevos descubrimientas. Es evidente que este proceso de creci miento en torno al paradigma no se limita a ser una duplicacién ‘mecanica: las sutiles relaciones que surgen entre los distintos experimentps que se llevan a cabo en torno suyo son mds ficiles de percibir que de establecer explicitamente; su intereonexién forma una red de analogias con un cierto aire de familia La tradicién que se desarrolla en tornd @ un paradigma cons- tituye, para un ambito de investigacin acotade-pero indeter=- minado, un conjunto de actividades relativamente autonomo al que Kuhn ama ciencia normal. La ciencia normal encuentra su juslificacién en el valor y eficacia del paradigma, por lo que no tiene ningun interés en ponerlo en cuestién. Esta correspon- dea un estado mental que ve el progreso de esa tradici6n de in- 104 | vvestigacidn en términos de rompecaberas* quehey.que ir enca- Jando més que como surgimiento de auténticos problemas: con, siderar algo como un rompecabezas supone que existe una so. lucién y que ésta puede encontrarse de modo parecido a eémo yasse resolvieron con éxito otras cuestiones en el marco del mis. mo paradigma. Pero estos rompecabezas propios de la ciencia normal no se resuelven con sélo seguir cierto conjunto de re- glas, ni las soluciones estén contenidas implicitamente en el Paradigma de investigacién: la ciencia normal es esencialment ereadora, debe irse haciendo a sf misma edntarmevaextendi do aquella investigacién original que tomé como modelo. Kuhn compara esta actividad, a la vez creadora y detimitada, con la aplicacion de precedentes legales en el ejercicio dela jurispra- lencia, Kubirve la ciencia normal comouna-sucesién de rompecabe- zaatesueltos, de modo que esa acumulacién de aciertos es la que da al jhvestigador la confianza y la experiencia necesarias para seguir realizando experimentos cada vez més precisos y especializados. ¥ la progresiva elaboracién de los aspectos te6- ricos de esa tradicién de investigacién es la que va dando senti- do y coherencia a esas experimentos parcieles:~ Esta confianza y compromiso mutuo, nacidos de los éxitos anteriores, no tienen por qué quebrarse cuando falla el intento de explicar una anomalia desde los términos del que, por el mo- mento, es un paradigma muy elaborado. El fracaso en resolver un.rompeeabezas se atribuye, ea-primora instancia, a la posi- ble incoripetehicia de un investigador concreto; también cabe que Une anonialia sin resolver legue a verse como un caso par, ticularmente complicado que puede dejarse legitimamente a un Jado durante un tiempo. Pero si, pese a todo, la perspectiva pro- pia del paradigma no consigue dar cuenta-de por qué causa tan- tos problemas esa anomalta, si el problema parece pronto a re- solverse y, sin embargo, se sigue resistiendo a los investigadores més reputidos, entonees-puede sobrevenir une crisis de confian- 28, Ta anomalia se convierte entonces en un foco especial de aten- * Para traducir puzzle hemos preforido el térmaino -rompecabezas» al de enigmia>, habitual en tas tradueciones de Kuhn al espafiol, pues la connota. cidn de «misterioso:o sineoraprensible» que tiene este ultimo es precisamente opueste al sentido que quiere darla Kuhn. (N. de los) 105 cién, se redoblardn los esfuerzos por estudiar empiricamente el fenémeno rebelde y se tendrén que ir elaborando teorizaciones cada més periféricas para poder entender su significado. El_ modelo de crecimiento dee ¢iencia normal queda .asttruneado” ‘se crea un ambiente distinto, al que Kuhn llama ciencia ex- traordinaria. “Enitonces es cuando, para resolver la crisis, puede surgir un nuevo modelo de hacer cieneia en el campo que se ha visto asi perturbado, La comunidad de especialistas puede llegar a acep- tar un nuevo paradigma de investigacién si éste consigue resol- ver la anomalfa crucial. Cuando esto ocurre, Kuhn habla de una revolucién, Tiene lugar una revolucién en ia ciencia cuan- do una comunidad de especialistas decide que el nuevo para- digma ofrece un futuro mas prometedor para la investigacién que el antiguo. {Cudles son los elementos que llevan a tomar una decisién asi? Hay que tener una comprensién muy precisa de los detalles involuerados para poder captar la profundidad de la crisis de los vicjos procedimientos y las expectativas que abren los nuevos. Pero estos aspectos intelectuales de la decision de- ben ir acompanados de un juicio, pues el peso relativo de las ra- zones a favor y en contra de un cambio de estrategia cientifica s6lo lo justifican hasta un cierto punto, més all del cual hay que dar un paso que ya no se puede justificar porque faltan las pruebas necesarias. ¥ los eientificos tampoco pueden esperar mucha ayuda desde fuera de su especialidad, pues es en la pro- pia comunidad donde se define la que son conocimientos y expe- riencias relevantes; es el tiltimo tribunal de apelacién, ELanilisis de Kuhn tiene, come-también et de-Popper, un -aracteristico que se debe en parte a las metéforas cuyo uso-el-autor considera natural. Los cientificos forman una co- munidad de profesionales, y ese téFitino de ararse el mayor mimero posible de pueblos. iv. El método hist6rico se abstendra de alabar o censurar las instituciones econémicas, Estos eriterios contrastan con la formulacién de un econo- mista briténieo de la época eitado por Haney: «la economia poli- tica no pertencce a ninguna nacién ni a ninguin pais, se funda en las facultades del espiritu humano y ningin poder puede cambiarla» (p. 10). ‘Sin embargo, serfa demasiado simple considerar que esta po- larizacién del pensamiento econémico refleja con preeisién las diferencias entre los intereses de alemanes y briténicos. Tam- bién hubo alemanes que eran partidarios de Smith, aunque se tratara de una minorfa y fuera la escuela histérica la que domi- naba las universidades, Reeiprocamente, también hubo brité- nicos que criticaban la escuela clisica, como los economistas ir- landoses J, Kells Ingram (1824-1907) y Cliffe Leslie (1825-1882) De hecho, huba una amplia opoaicién al crecimiento y a los abusos dela industrializacién y a la ideologia del laissez-faire Uno de sus primeros portavoces fue el poeta Samuel Taylor Co- leridge, que utilizé su elocuencia para estigmatizar la division social derivada de a ideologia individualista, con sus implica- ciones mecénicas e inhumanas (véase Mander, 1974). En los campos de la jurisprudencia y la legislacién también se hizo sertir esta misma polarizacién ideolégica entre la ilus- tracién y el romanticismo, Contra la insistencia de Burke en lo conereto y particular, Bentham afirmaba que «la legislacién, que hasta ahora ha descansado principalmente en las arenas movedizas del instinto y la costumbre, debe situarse por fin so- bre la base inmutabie de los sentimientos y la experiencia. La consigna de Bentham era la «codificacién», con la que queria si- tuar a la ley sobre una base clara, sencilla, racional y poco cos- tosa. Con la difusion de la influencia francesa a través de las conquistas de Napoledn, cada vez més territorio europeo fue quedando sometido a «cédigos» legales. Esto provoed una reae- cion nacionalista que, con la caida de Napoieén, encontré su ma- 122 nifestacién en un enfoque historico de las leyes, enfoque seme- Jante a uno de los modelos que Roscher adopté para su metodo- logia econémica. La ley debe emanar del espfritu de los pue. blos, debe ser nacional y no cosmopolita, debe consistir en una jurisprudencia conereta y no en un cédigo abstracto. Citemos de nuevo a Adam Miller: «Cualquiera que piense en la ley, pien- sa inmediatamente en cierto lugar, en cierto caso donde se apli- 6 la ley. Quien piensa en una ley positive de las que se formu- lan por escrito s6lo posee el concepto de ley, esto es, nada mas que una palabra sin vida». Quiz el més famoso defensor de la ley entendida como expresién del VolAsgeist sea Carl von Sa- vigny, quien encabezé un debate sobre este asunto con Thibaut, jurista de Heidelberg. El problema era saber si Alemania debia tener un eédigo alemén, a lo que Savigny se oponia argumen- tando que los cédigos que habia habido en Prusia y Austria habian fracasado. Segiin él, toda ley debia proceder del dere- cho consuetudinario, que se crea con los usos y ereencias popu- lares, por lo que sélo que puede comprenderse como un fend- meno histérico complejo (véase Montmorency, 1913 y Kantoro- wiez, 1937). La oposicién de los modelos ilustrado y romédntico también se manifiesta en el campo de la teorfa moral. La moral utilita ria del radicalismo filosofico (Bentham, los Mills o Sidgwick) fue combatida ferozmente al final del siglo xix por los idealis- tas ingleses (F.H. Bradley y B. Bosanquet). Los célebres Ethical studies (1876) de Bosanquet derrochan desprecio hacia la idea de que las acciones pueden basarse en céleulos o derivarse de principios utilitaristas abstractos, lo que no puede llevar sino a la hipocresia, Los principios morales tampoco son universales, pues la esencia de la moralidad esta en las diferencias; como tampoeo puede considerarse que una misma conducta sea apropiada para todos los pueblos, épocas y lugares, pues es una cuesti6n de habitos y costumbres que cambian de unas socieda- des a otras y se basan en la situacién particular de cada uno. Asimismo, en su Philosophical theory of the state, Bosanquet ataca el planteamiento individualista de Bentham sobre el com- promiso politico, recuperando la nocién roussoniana de la «vo- luntad general» de una sociedad para ponerse a la idea de que Ja voluntad es un fenémeno individual y hedonista: la voluntad general es lo que escuchamos como vor de la conciencia, lo me- Ba jor de nosotros mismos. Eso que esta por encima de los indivi- duos y se les impone viene, tanto para Bosanquet como para Durkheim, de algo que es exterior a los individuos mismos y ‘més grande que ellos. Ambos pensadores sittian esa entidad mas amplia on la sociedad, si bien —-como observara Durkheim— para Bosanguet la sociedad esta atin empapada de resonancias teoldgicas La propaganda de guerra suministré una ocasién més para que ambas ideologias se enfrentaran. Por ejemplo, la propa- ganda alemana en 1914 estaba impregnada de oposiciones t6- picas: Kultur alemana contra Zivilisation francesa e inglesa, valores de comerciantes y de héroes (Handler und Helden), asi como versiones vulgarizadoras de la distincién de Tonnies entre comunidad y sociedad (Gemeinschaft y Gesellschaft) (véase Staude, 1967). En el otro bando, los sentimientos antigermani- cos y las declaraciones individualistas se fundian abiertamen- te, como puede verse en el prélogo del psicélogo McDougall a su libro The group mind (1920), McDougall era muy critico con es- critores como Bosanquet, cuyos valores hegelianos, y por tanto alemanes, rechazaba despectivamente. La influencia del idea- lismo en Oxford, decia, ha sido «tan perjudicial para el pensa- miento claro y honrado como ya ha demostrado ser destructivo para la moralidad politica de su pais de origens (p. ix). Al lector de 1918 que quiera ver expuesta «a los ojos de todos los hombres de todos los tiempos la falsedad de esas afirmaciones (idealis- tas» se le remite a The metaphysical theory of the state del pro- fesor LT, Hobhouse; el lector actual puede consultar The open society and his enemies (1966) con el mismo objetivo, pues esta obra también se ha escrito en defensa de los valores individua- listas y Popper la concibi6 como parte de su contribucién bélica en apoyo de los aliados. Esta breve panordmica muestra el cardeter sistematico y pe- netrante de la oposicién ideolégica entre dos conjuntos de valo- res y dos estilos 0 modelos de pensamiento. Aunque esta oposi- cién no era ciertamente estatiea sino que el equilibrio de fuerzas entre las representaciones en pugna variaba segtin los momen- tos y lugares. El liberalismo econémico se fortaleci6 en Inglate- rraa mediados del siglo pasado y decliné en los afios 1870 y 1880 como consecuencia de las politicas proteccionistas que s¢ gene- ralizaron en toda Europa. El idealismo filoséfico florecié en este 124 pais, al parecer, a la par que el proteccionismo, para declinar tras la guerra de 1914. Tampoco es una conexién simple la que se da entre los pensadores individuales y ambos estilos de pen- samiento, que por usarse frecuentemente en polémicas ten- dian a presentarse como casos puros. Asi, Burke fue un liberal fen lo econdmico pero un conservador en lo politico. Adopté el utilitarismo pero lo us6 con un propésito conservador. También Bentham empezé como un politico conservador opuesto a la idea de los derechos humanos, para quien la gente no tiene de- rechos naturales sino s6lo derechos garantizados por una cons- titucién escrita por legisladores, como él mismo lo era. Pero, por otro lado, a partir de estas premisas legaba a conclusiones que en esencia eran las mismas que las obtenidas por la ret6ri- ca de los derechos. Cada uno sigue su propio camino para dar en conclusiones comunes. Los estereotipos representan agrupamientos tipicos de ideas, agrupamientos que naturalmente no les parecen verdaderos a quienes se oponen a ellos, aunque quienes los mantengan estén mas cualificados y sean ms exigentes. Podrfa pensarse que los pensadores individuales scleccionan su propia muestra perso- nal de entre las ideas que existen en su entorno, como si se tra- tara de recursos culturales disponibles en los escritos y discur- sos de sus contempordneos y predecesores. Pero con el tiempo estos recursos se van reclaborando hasta constituir esos dos mo- delos globales de pensamiento social que he venido caracteri- zando ¢ ilustrando. Para conmpletar el resumen de las similitudes estructurales entre Popper y Kuhn, por un lado, y las ideologias ilustrada y romantica, por el otro, estableceré brevemente ciertas seme- janzas de contenido que revelan sus metaforas sociales subya- centes: 2) La antitesis entre democracia individualista y autoritaris- mo paternalista y colectivista aparece de modo claro en ambas | teorfas del conocimiento: la teorfa de Popper es antiautoritaria y atomista, mientras que la de Kuhn es autoritaria y holista. b) La antitesis entre cosmopolitismo y nacionalismo tam- bién es facil de identificar. La teorfa de Popper sobre Ja unidad racional de la humanidad y el libre intereambio de ideas con- trasta con la condieién de cierre intelectual propia de un para- 125 digma y con la riqueza especial de su lenguaje propio. Estos rasgos pueden ponerse en paralelo con la condieién de cierre comercial de Fichte (véase Reiss, 1955) y con el analisis de Her- der sobre ol lenguaje (véase Pascal, 1939), representantes am- bos de la ideologia roméntica. ) La antitesis entre el ansia de codificacisn y de claridad de Bentham y el papel que Burke atribuye a la tradicién se corres- ponden con la legislacién metodolégica y la delimitacién de fronteras en Popper y el énfasis kuhniano en el dogma, la tra- dicién y el juicio, El problema ahora es saber por qué este patrén de conflicto ideolégico aflora en un campo tan especializado como es el de la filosofia de la ciencia, por qué Ia filosofia de la ciencia reprodu- ce estos temas. Debemos busear alguna explieacién, pues el asunto es demasiado relevante y sugestivo como para dejarlo pasar. El vinculo entre los debates epistemolégicos y los ideolégicos Lo que hasta aqui hemos mostrado es que hay una estrecha semejanza de estructura y contenido entre dos posiciones epis- temolégicas importantes y una serie de debates ideolégicos liga- dos entre si. La hipétesis que ya hemos avanzado para explic esta similitud es que las teorfas del conocimiento son, de hecho reflejos de las ideologias sociales. Lo que queda por estudiar es el mecanismo de transferencia de ideas de un émbito al otr No es dificil hacer ciertas conjeturas plausibles. Dicha opo- sicién ideologica esta ampliamente difundida en nuestra cultu- ra, es un patron destacado y repetido, de modo que cualquiera que se pare a pensar no tarda en encontrarlo ya sea en los li- bros de historia, en novelas o en poriddieos, ya en los discursos de los politicos. Quiza no se encuentre ese patréin como tna opo- sicién completa y perfectamente articulada, quiz se aprecie primero un lado de la polaridad y sélo después se pereate uno Gel otro, puede manifestarse aqui de un modo implicito y alli 126 explicitamente, o sélo parcialmente en un contexto y mais inté>, gramento en otro. En el ritmo pausado de las experieneias s0-| ciales y a través de la busqueda de modelos y estructuras de comprensién, los dos arquetipos se van instalando en eada uno} de nosotros hasta constituir un fundamento y una fuente de ref cursos para nuestro pensamiento. Para integrarlos en nosotros acaso baste con que nos sumer- jamos de leno en el lenguaje. Los significados de las palabras estan indisociablemente cargados de asociaciones y eonnotacio- nes, que siguen ciertas pautas o ligan entre si ciertas ideas y ex- periencias mientras que rechazan o disocian otras, como bien lo sefiala Raymond Williams en Culture and society (1958). Este, al investigar los cambios de significado de la palabra «cultura», observa que inicislmente solia usarse s6lo para el cultivo de la tierra, eonnotacién que atin mantiene. La metafora del ereci- miento orgdnico, con sus resonancias agricolas, hace de él un ‘rmino apropiado para ser usado por la tradicién de pen- samiento que, a partir de Coleridge, lamenta el auge de la in- dustrializacién y el individualismo. Si nos preguntamos qué significa ahora Ja palabra «cultura» para nosotros, veremos in- mediatamente que tiene connotaciones de tradicién, unidad y espiritualidad o de algo noble y elevado, La auténtica nocién de cultura ya contiene en embrién las ideas que so desarrollarén en la visién roméntiea de la sociedad, pero no porque esa ideo- logfa se haya construido a partir de un estudio de las deriva- ciones de ese concepto sino que, més bien, ese concepto tiene ahora esas implicaciones como consecueneia de su vineulacién ala ideologia romantica. Es la légica del concepto la que funci a como un residuo de su papel social, y no a la inversa. Analo- gamente, no se puede pensar en Ia palabra «cultura» sin rela- cionarla técitamente con su antitesis, esto es, con algo que sub- vierte la tradicién y promueve el cambio y el dinamismo, algo que socava la unidad y lleva a la division, al conflieto, a le In- cha y a la atomizacién. Esa antitesis ha de ser opuesta a lo es- biritual y mas elevado, por lo que evocars algo utilitario y mun- dano, ligado al dinero y al espiritu practico, y gqué puede repre- sentarlo mejor que la imagen de la industrializacién, la ética del capitalismo y la libre competencia? En resumen, esos ar- uetipos sociales que parecen influir en las teorias del conoci- Miento que estamos considerando {no Jos tenemos ya interiori- 127 zados, a través de nuestra propia experiencia social y lingtisti- caen la vida cotidiana? El vinculo entre las ideologias sociales y las teorfas del cono- cimiento no ¢s, pues, ningin misterio sino una consecuencia ‘completamente tfpica y natural del modo en que vivimos y pen- samos. Las ideologias sociales son tan penetrantes que estruc- turan nuestros conceptos, y es casi imposible evitar que las em- pleemos continuamente como metéforas implicitas. Sus temas y sus maneras nos son tan familiares que las ideas que toma- mos de ellas ros parecen meras evidencias, pues forman parte, sin que nos demos cuenta, de las propias ideas de las que he- mos de servirnos para poder pensar. El filésofo que cree dedi- carse a un puro andlisis de conceptos, interesado sélo por sus significaciones estrictas, 0 el que piensa que se limita a sacar ‘meras conclusiones logicas, en realidad no es sino un actor que one en escena una parte de las experiencias acumuladas por 8u época, Otra variable: el saber amenazado Hasta aqui, nuestra discusién de los anélisis popperiano y kuhniano de la ciencia han sido estrictamente simétricos: he- ‘mos presentado a cada uno firmemente enraizado en su corres- Pondiente concepeién de la sociedad. Pero esta misma simetria exige algunos comentarios a la luz de la teoria durkheimiana que habiamos reformulado: si el conocimiento esta tacitamen- te revestido de un cardcter sagrado, como consecuencia de la imbricacion de sus representaciones con las representaciones sociales, entonces tanto el programa popperiano como el kuh- niano habrian de oponerse por igual a la sociologia del conoci- miento. Pero, de hecho, no se oponen por igual. Una de las principales quejas de los seguidores de Popper es que, en lo fundamental, al trabajo de Kuhn es una obra de historia socio- logica, y de ahi las criticas de subjetivismo, irracionalismo y re- lativismo que se le han dirigido. Asi que mi andlisis durkhei- miano sobre las motivos de la oposicién a la sociologia del cono- cimiento debe ser incompleto, pues prevé que haya simetria 128 donde resulta haber asimetria. Esto se debe a la existencia de otra variable importante: la amenaza que parece cernirse so- bre el conocimiento y la sociedad. Antes de considerar la accién de esta variable, quisiera se- falar por qué es muy plausible esperar que ambos enfoques del conocimiento se opongan por igual a un estudio cientifico de la ciencia. Ambas maneras de pensar el conocimiento son simétri- cas en cuanto a su capacidad para hacer de éste algo misterioso que se sustrae a la investigacién eientifica, aunque sean has- tante distintas tanto las estrategias que cada uno sigue para conseguirlo como las respectivas lineas de ataque y defensa, Los recursos que empiea Kuhn para esa sustraceién o mistifi. cacién* son manifiestos por su semejanza con la posicién de Burke: el medio tipicamente roméntico de impedir molestas in- vestigaciones de lo social —sean cientificas 0 no— consiste en subrayar su complejidad, sus rasgos irracionales y no suscepti- bles de célculo, sus dimensiones técitas, ocultas ¢ inexpresa- bles, El estilo popperiano de eseamotear el anéllisis social de la ciencia consiste en atribuir @ la logica y a la racionalidad una objetividad a-social y, a la postre, trascendente; hasta el punto de que en sus tltimos trabajos lo objetivo forma un mun- do propio, distinto del mundo fisico y del mundo de los procesos mentales. Con ello sus fronteras metodolégicas se convierten en distinciones metafisicas y ontoldgicas (véase Popper, 1972; Bloor, 1974). Por otra parte, ambos estilos de pensamiento se pueden po- ner en sintonia con un enfoque perfectamente naturalista. El cardeter sociolégico y atenido a los hechos que conlleva el anéli- sis kuhniano es algo que se destaca frecuentemente, si bien suele hacerse como preludio a una critica, Acaso no sea tan fé- «il de ver el potencial naturalista de la familia de teorias a que Pertenece la de Popper. El carécter individualista del pensa- miento de las Luces sugiere que su desarrollo natural le leve a la psieologia, sugerencia que se ve reforzada por la semejanza * Bloor emplea el término mystfication on su sentido estrieto: -hacer de ‘algo un misterio», en este easo, sustraorlo a la investigacisa clentifea, La so lemos traducir por «mistificar» déndole ese mismo sentido, y nol de ofalsear- © sengafiar que suele tener en espanol, acaso por su indebida asociaeién con losmistor o «mixtifiendos. (N. de los T.) 129 BS entre la teorfa de Popper y 1a economia elisica. Si recordamos a los primeros utilitaristas, queda claro que su modelo de hom- bre econdmico, racional y calculador, estaba en relacién muy estrecha con su representacién psicolégica de lo que pudiera lamarse el hombre hedonista, cuyos cdleulos sobre placeres y sufrimientos se basaban en las reglas definidas por la psicologia asociacionista. Ademds, se ha destacado a menudo lo préximos que estan el hombre asociacionista y el hombre conductista, pues el mecanismo de la asociacién de ideas es muy parecido al de los reflejos condicionados y las conexiones estimulo-respues- ta que plantea el conductismo. El resultado extremo de esta se- rie de vinculaciones hist6ricas es quiz el psicologo B. F. Skin- ner, cuyo conductismo recalcitrante es completamente natura- lista: toda condueta, ya sea la de las palomas en el laboratorio 0 la de los humanos dedicados a un razonamiento légico, debe in- vestigarse con los mismos métodos y expliearse con las mismas teorias. Aunque esta teoria psicologica sea individualista tanto en sus origenes como en muchas de sus resonancias, no es ne- cesariemente incompatible con la consideracién de procesos so- ciales. La sociedad, como deja claro Skinner, es la fuente de esos “programas de refucerzo» que cumplen un papel crucial para mo- delar Ia conducta, por lo que, desde algunos puntos de vista, tie- ne prioridad sobre el individuo. El psicdlogo ha de Uegar a las normas sociales partiendo de los individuos, pero también aquellas que parten de las entidades sociales han de garanti- zar que sus teorfas descicndan al nivel individual. Sélo es cues- tidn dela direecion que se elija. Puede objetarse que es bastante inverosimil considerar la Psicologia como una forma naturalista de la teoria de Popper. Qué hay entonces de su famosa hostilidad al «psicologismo»? Pero yo no estoy estudiando las preferencias de Popper, sino la direccién que toma su teoria basica cuando se la desarrolla en un sentido naturalista. Podemos coneluir entonces que ni las ideas ilustradas ni las roménticas determinan por sf mismas el que hayan de emplear- sea favor 0 en contra de ia sociologia del conocimiento, pues de ellas no se deduce necesariamente una lectura naturalista pi una de tipo mistificador. El factor que determina la direccién en que se concreten esos estereotipos depende del modelo social subyacente en quien los emplee, esté en funcién de si la repre~ 130 sentacién social que presupone es la de una sociedad amenaza- da o bien la de una sociedad estable y con confianza en si mis. ma, una sociedad —o una parte de ella— que parece en deca. dencia o bien una que se percibe en ascenso, ~ Aqui parece funcionar una ley que se formularia asi: quiene’ defienden la sociedad —o una parte suya—de algo que perciben como amenaza tienden a mistificar sus valores y sus normas, en particular, su forma de conocimiento; quienes se sienten satisfe. chos y seguros, o quienes estan ascendiendo y se enfrentan alas instituciones establecidas, se complaceran, por unas razones u otras, en tratar los valores y las normas como algo aceesible, como algo de este mundo y no como algo que lo trasciende. Acaso algunos ejemplos aclaren esto. Burke escribia como reacci6n a la Revolucion francesa, temeroso de que cruzase el Canal, y por ello mistifieaba, Popper escribié su Logie of seien* tifie discovery en la época de entreguerras, tras el derrumba- miento del Imperio de los Habsburgo y bajo la amenaza de ide. logias totalitarias de derechas y de izquierdas. Como podia es. perarse, dio a sus valores y a las fronteras trazadas por sus criterios de demarcacién una dimensién intemporal y trascen- dente. Kuhn, por su parle, no siente el menor temor respecto del status 0 el poder de la ciencia, Hsta es una diferencia mani fiesta entre los escritos de ambos autores que quien los lea no Puede dejar de percibir. Los primeros utilitaristas, que critica. ron con dureza los «derechos adquiridos» de las instituciones establecidas, tendian a ser bastante naturalistas, y hasta su Tacionalismo tenfa un eardcter psicolégico de ese tipo. James Mill escribié su Analysis of the human mind (1829) con el cbje. tivo de —como deeia él mismo— de hacer «la mente humana fan franca como la carretera de Charing Cross a St. Paul» (Fla. lévy, 1978, p. 451). La meneionada ley de mistifieacién podria Tepresentarse de una manera idealizada como en la figura 3. De esta ley puede sacarse un corolario respecto de las ideo. logias de los grupos establecidos y los disidentes, $i un grupo mergente amenaza a un grupo establecido que profesa una ideologia romantica, ese grupo utilizard eapontaneamente como arma los conceptos ilustrados; el estilo ilustrado se volver en- tones un tanto naturalista mientras que el estilo roméntico Guedard reificado. Reciprocamente, para eriticar un orden tablecido que se apoya en una ideologia ilustrada, se elegira de 131 Conocimiento mistifieado Conocinionto aturalisia SES See Poder debit Poder marginal Poder fuerte pero pero eritico oamenszado seguro de sf Figura 3. Mistificacién y amenaza forma natural alguna variante del romanticismo. Ast hay revo- Iucionarios que son romanticos y naturalistas e ideologias ilus- tradas reaccionarias. Esto explica por qué los eriticos del capi- talismo industrial, tanto de derechas como de izquierdas, utili zan todos ellos argumentos que se parecen tanto a los de un Burke profundamente conservador; y también explica la aparen- te paradoja de que los combativos estudiantes de finales de 1960 suscribieran la concepeién kuhniana de la ciencia, pese a sus resonancias fuertemente conservadoras, (Los criticos de Kuhn, que no han dejado de explotar este hecho, parecen pensar que hay una relacién intrinseca entre las ideas y su uso, en vez de una relacién que cambia con el momento hist6rico.) La leccién a aprender La conclusién que se desprende de la anterior seccién es que la variable de la amenaza percibida, que subyace a las metifo- ras sociales, explica las diferentes tendencias a tratar —o no— el conocimiento como algo sagrado que esta més alld del alean- ce de la indagacién cientifica sobre él. Ahora quiero considerar las consecuencias de adoptar esa estrategia mistificadora y al- gunos medios de evitar su influencia. 192 La tesis que quiero avanzar es que, si no enfocamos dein modo cientifico el estudio de la naturaleza del conocimiento,, todo lo que digamos sobre él no pasard de ser una proyeccién de, nuestros supuestos ideolégicos. Nuestras teorias del conoci-| miento experimentaran los mismos éxitos y fracasos que sus correspondientes ideologias, al faltarles cualquier autonomia y*. fundamento para mantenerse por s{ mismas. La epistemologig no ser sino mera propagenda. j Consideremos, en primer lugar, el andlisis kuhniano dea ciencia, que —como sefialan sus eriticos— es naturalista y'yo- ciolégico. Sus defensores pueden decir que el sacar a la luz las foras sociales en fa que se funda no es una eritica, pu cualquier manual convencional de filosofia nos ensevia que np importa el origen de wna teor‘a siempre que esa teoria se some, ta al control de los hechos y de la observacién. ¥ la de Kuhn sé somete efectivamente a ese control porque su objetivo es expli-\ car un amplio abanico de materiales histéricos. Los historiado- res podrén discutir en qué medida lo consigue, pero su destino / como andlisis de la ciencia dependera de su viabilidad de cara a, la investigacién futura. De manera que sus origenes, cuales-' quiera que sean, no son relevantes en lo que respecta a su grado de verdad. Y esta conclusién es sin duda correcta. La historia, como cualquier otra diseiplina empiriea, tiene su propia dind- Mica; acaso no trascienda nunca del todo las influencias exter- / zhas, pero no es una mera marioneta. — Bien distinto es el caso de las concepciones del conocimiento que intentan desgajarlo del mundo y rechazan un acereamien- tonaturalista, Una vez que el conocimiento ha suftido ese trato especial, se pierde cualquier posible control de las teorias que se claboren sobre su naturaleza, que quedar4n totalmente a merced de las metforas sociales basicas en las que necesaria- mente se fandan. A diferencia del andlisis histérico y naturalis- ta de Kuhn, que también arranca bajo la influencia de ciertas metaforas sociales, los andlisis mistificadores estan condenados aterminar su existencia bajo las mismas cadenas con que la co- merzaron, De esto puede sacarse una moraleja para todos los anlisi dei conocimiento que se dicen filoséficos. La filosofia, tal y como, se la concibe habitualmente, no sigue la misma dinamica que | 1os estudios empiricos e historicos, pues para ella no hay incor- 133 poraciGn controlada de nuevos datos. As{ que nada modificaré ‘la influencia ejercida por las metéforas sociales que estén en su \origen. Si esto es asi, la critica y la autocritica en filosofia son sim- ples afirmaciones de los valores y perspectivas de cierto grupo social. Al reflexionar sobre los primeros principios, nuestra ra- 26n pronto aleanza ese punto en el que ya no puede plantearse més preguntas ni encontrar més justificaciones. Entonces la men- te llega al nivel de To que se le muestra como evidente, es decir, de lo que depende es de los procesos de pensamiento que se dan por supuestos por cierto grupo social: lo que Burke lamaba los Prejuicios o la tradicién. Por supuesto, en una sociedad como la nuestra, donde las divergencias de valores son habituales, es de esperar que también se dividan las opiniones sobre ciertos asuntos filoséficos, Asi como también es de esperar que las po- siciones entre los distintos oponentes permanezcan estiiticas, sin experimentar otros cambios que los que se limiten a reflejar 1a distinta fortuna que vayan corriendo las ideologias sobre las que descansan las respectivas teorias del conocimiento. ¥ esto sélo depence de lo que pase fuera de la filosofia, Si la consecuencia de rechazar un enfoque naturalista del conocimiento es efectivamente ésa, esta claro que la filasofia no puede recurrir a la distincién entre origen y verdad, o entre des- cubrimiento y justificaciGn, para eludir la acusacién de que sus concepciones descansan sobre ideologias sociales. Una ciencia dinsimica puede ignorar perfectamente el origen de sus ideas, pero una disciplina que se limita a atrincherarse en su punto de Partida y a reelaborarlo permanentemente deberia ser mucho més sensible a la cuestién de los origenes. Cualquier alusién a su parcialidad, a su carécter selectivo, a sus limitaciones oa su unilateralidad se recibira necesariamente como un reproche, aunque a lo que esté apuntando sea a un error al que no dejaré de darse vueltas sin eliminarlo nunca. Estos argumentos no son, desde luego, decisivos. No sirven de nada contra la ereencia firme de que tenemos acceso a cierta fuente especial de conocimiento distinta de la experiencia, y sélo intereserdin a quienes, de hecho, ya suseriben ese valor de contraste que tienen los métodos empiricos. Sdlo a éstos les su- geriré la conveniencia de adoptar un enfoque naturalista, em- Pirico y cientifico para el estudio del conocimiento cientifieo. 134 {Cémo puede superarse el miedo a violar Ia sacralidad del conocimiento?, ;0 bajo qué condiciones puede reducirse al mini- mo? La respuesta se deduce facilmente de lo que llevamos di- cho. Ese miedo s6lo pueden superarlo aquellos cuya confianza en la ciencia y en sus métodos es casi total, aquellos que la dan completamente por supuesta, aquellos que no cuestionan en ab- soluto su creencia explicita en ella. Eso es lo que se manifiesta en The structure of scientific revolutions, donde Kuhn estudia algo que le parece totalmente consolidado, y lo hace con méto- dos que considera no menos consolidados. No es raro encontrar entre los historiadores esa confianza en si mismos. Por ejem- plo, estan acostumbrados a aplicar sus téenieas de andilisis his- térico a Jos trabajos de los propios historiadores anteriores a ellos. Asi, el historiador G.P. Gooch (1948) no sélo estudia a Bis marek como un actor histérico sino que también estudia al histo- riador prusiano Treitschke, que también habia escrito sobre Bismarck. El historiador actual ve al del pasado como un hijo de su época, cuyos saberes y perspectivas estaban tan condicio- nados histéricamente como lo estaba el estadista al que ambos | estudian. Los historiadores no temen por la historia cuando se | dan cuenta de que su disciplina puede ser reflexiva. Esta es, sin duda, In actitud con la que debo abordarse la 8o- ciologia del conocimiento, una actitud que podriamos caracteri- zar como una forma natural e inconsciente de autoconciencia — aunque hemos de admitir que es una caracterizacién un tanto grotesca. En cualquier caso, esa actitud puede conseguirse me- diante la aplicacion de procedimientos contrastados y acertados ¥ de técnicas de investigacién consolidadas. No es sino el equi-. / valente en el plano intelectual a representarse la sociedad como algo tan seguro y estable que nada puede subvertirla o destruir- Ja, por mas lejos que se vaya en la exploracién de sus misterios. En la anterior discusién sobre la variable de la amenaza se- Aalébamos dos condiciones bajo las cuales el conocimiento po- dia perder ese aura sagrada. Junto a esa actitud de confianla, en si mismo que acabamos de considerar, también apuntdba- | mos la actitud critica de grupos emergentes, escépticos hacia el | conocimiento establecido, Esta es la actitud de desenmascara- miento que suele asociarse con la sociologia del conocimiento, | pero los sociGlogos del conocimiento mas finos, como Mannheim, | han visto que este enfoque no es viable. El escepticismo siem- 135 pre encontraré util la sociologia del conocimiento, y vieeversa, pyro hay profundas diferencias entre ambas actitudes. El es. céptico intentard utilizar las explicaciones de una ereencia para egiablecer su falsedad, con lo que acabara destruyendo toda stensién de conocimiento, pues el ambito al que pueden apli- farse explicaciones eausales no eonoce limite natural. La con- clusién no puede ser otra que un nihilismo auto-destructor una especie de alegato inconsistente. Solo una seguridad episte- mol6gica en nosotros mismos, que nos haga sentir que podemos explicar sin destruir, aportara una base s6lida para la sociolo- «ia del conocimiento. 4¥ qué hay del miedo —dificil de expresar pero bien real para algunos— a que nuestra fuente de energia e inspiracidn, asi como la conviecién y 1a fe que ponemos en nuestro conocimien- to, puedan desvanecerse si se aclaran sus misterios fundamenta- les? Este miedo intuye algo importante, en el sentido en que Durkheim dice que el creyente religioso intuye algo importan- te, Pero esa intuici6n es s6lo parcial y s6lo un andilisis mas com- pleto podré responder a ese temor difuso. Hay ciertamente algo de verdad en la conviceién de que el conocimiento y la ciencia dependen de algo exterior a la mera ervencia, pero esa fherza exterior que Io sostiene no cs trascen- dente. Efectivamente hay algo de lo que el conocimiento parti- ipa, pero no en el sentido en que Platén dice que las cosas de este mundo participan de las Ideas. Ese algo que es exterior al conocimiento, que es mayor que él y que lo sustenta, no es, por supuesto, sino la propia sociedad. Si uno teme por ella, temeré con raz6n por el conocimiento; pero, en Ia medida en que uno crea en su permanencia y desarrollo, cualesquiera que sean las investigaciones que puedan adentrarse en el seno del conoci- miento, éste siempre estard ahi para seguir sosteniendo las creencias que se investiguen, los métodos que se usen y las con- clusiones a que pueda llegar la propia investigacién. ¥ ésta es, sin duda, una buena raz6n para tener confianza, Burke entrevi6 este nexo crucial, aunque se sentia mas ame- drentado que confiado. Decia a propésito del saber y de las ins- tituciones que lo protegen y lo sostienen: «jfelices si siguen 8a- biendo de su unién indisoluble y de su lugar adecuado! jFelices si el saber, no corrompido por la ambicién, se contenta con se- guir instruyendo y no aspira a gobernar!» (p. 154) 136 En la conciencia de la unién indisoluble entre sociedad y co- nocimiento est la respuesta al temor de que éste pueda perder su eficacia y autoridad si se vuelve sobre si mismo. Si el eonoci- miento fuera una ley para sf mismo, esa actitud ros llevaria a la confusién; pero la actividad reflexiva de la ciencia aplicada sobre si misma no puede secar la fuente real de energia que sostiene el conocimiento, He determinado con esto el campo de fuerzas que inciden en los debates sobre la sociologia del conocimiento, No deja de ser irnico que sea la propia naturaleza social del conocimiento la que suponga un obstaculo para la sociologia del conocimiento, pero saber que existe ese lazo profundo también aporta la fuer za necesaria para superar el temor que suscita. Asi seré mas facil elegir entre las opciones que se nos abren y poner de mani- fiesto los modos alternativos que hay para abordar el problema —en este caso, el de la naturaleza de la racionalidad, la objeti- vidad, la necesidad légica y la verdad. Ahora voy a estudiar el mas resistente de todos los obstacu- los a la sociologia del conocimiento: el pensamiento légico y ma- tematico. Son el sancta sanctorum, aqui més que en ningan otro lngar el aura de lo sagrado provoca un desco supersticioso de apartar al conocimiento de una investigacién naturalista. Ni los argumentos especifieos de los dos primeros capitulos ni Jos anélisis generales de los dos siguientes resultarian convin- centes si no podemos llevar a cabo un andlisis sociolégico de amas formas de conocimiento. 137

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