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7. La voz de los clientes: consejos practicos de los expertos para crear conversaciones dialégicas y relaciones colaborativas «Para aleanzar lo que no sabes, debes seguir el earnino de la. ignorancia», TS. Eliot «Bn realidad, nadie ve una flor—es tan pequefia— no tene- ‘mas tiempo, y ver leva tiempo, como tener un amigo lleva. tiempo» Georgia O'Keeffe ‘Lavor del cliente ha sido muy importante para la evolu- ign de mi enfoque colaborativo de la terapia (Anderson, 1991, 1995, 1996a, 19965; Anderson y Goolishian, 1988, 1992; Anderson, Goolishian y Winderman, 19860; Gooli- shian y Anderson, 1990), Esto se ha debido a la curiosidad y fascinacién que me inspiran lasdescripciones que hacen los clientes de sus experiencias con la terapia y los terapeutas, ya mi convieci6n de que las opiniones del consumidor son ‘esenciales para el desarrollo y perfeccionamiento de todo producto. Esto no quiere decir que mi propésito sea formu- lar una terapia disefiada por los clientes. Lo que ocurre es ‘que en el curso de mi préctica me he dado cuenta de lo mu- cho que aprendf de mis clientes, y dela influencia que su voz, hha tenido sobre mis pensamientos y acciones como terapeu- ta, De ahf que me dedique a la investigacién como parte de ‘mi préctica clinica cotidiana. Siempre que puedo, entrevisto alos clientes de mi propia préctica, y a los derivados para consulta, sobre sus experienciascon tratamientos exitosos y no exitosos, incluyendo sus experiencias con los profesiona- Jes que los tratan. 184 Porque presto atencién a lo que dicen los clientes, he aprendido que ellos saben scbre su vida més deloqueyo sé, | © puedo Hegar a saber, y qve mi saber puede estorbar sus narrativas yla movilizacién de sus propios recursos. Por es0 } he puesto Ia voz del cliente en el contro del escenario; para decirlo una vex. més, los clientes ensefian y los terapeutas aprenden, invirtiendo los papeles tradicionales del terapeu- ta que sabe y el cliente que 10 sabe.! Aqui presentaré lo que he aprendido escuchando los re- latos de los clientes en primera persona, sus reflexiones s0- bro la terapia y sobre sus relaciones con terapoutas.? Inclu- yo las voces de mis propios clientes, las de clientes de otros ‘erapeutas con quienes he conversado una sola vez y las de cliontas a quienes entrevisté espectficamente acerca de sus cexperiencias terapéuticas. Partiondo de estos consejos de ex- ppertos, propongo un andlisis y un marco de referencia para rear lo que llamo conversecones dialégica yrelaciones na-f rrativas eolaboratioas —un proceso y una relacién caracte-[ rrizados por la conexidn, la colaboracién y la construccién. Un coneepto clave para este enfoque conversacional y relacional es el de no-saber (Anderson, 1990; Anderson ¥ Goolishian, 19885, 1992; Goolishian y Anderson, 19874, 1990). Elne-saber és la diferencia fundamental entre mi en" foque colaborativo y otras terapias, y define radicalmente la intencién, la direccién y el estilo del terapeuta. ¢En qué consiste el no-saber? {Qué hace un terapeuta eon lo que ya sabe? El «no-saber» «No son respetuosos. Dicen io que estd escrito [lo que apren- dieron de los libros). Descriten los problemas en sus propios términow». El saber —Ia ilusién de entender, o la seguridad de un método— reduce la posibilidad de ver, y empeora nuestra 2 Beta es una kdea presentada por mi colega Artene Katz 2 Los nombres de los ientesyctrascaractristicasidentificadoras han sido modifendos. 185 { sordera para lo inesperado, lo no-dicho y lo todavia no-dicho | (Anderson y Goolishian, 1988) Si siempre ofmos y escu- chamos de la misma manera, no podemos ver ni ofr lo dife- ente y lo tinico. La posicién de no-saber, apoyada en movi- mientos posmodernos como la hermenéutica contemporé- nea y el construccionismo socia: (Gergen, 1982; Shapiro y Sica, 1984; Shotter y Gergen, 1989; Wachterhauser, 1986a), ‘euestiona el dualismo sujeto-objeto o conocedor-conccido. Se basa en el supuesto de que la creaciGn dialogica de signifi- cados es siempre un proceso intarsubjetivo, que da lugar a * posibilidades que el «saber» no permite. Una de esas posibi- lidades es el didlogo. El no-saber alude ala actitudy ereencia del terapeuta de que él no tiene acceso a una informacién privilegiada, que nunca puede comprender plenamente a otra persona, que necesita mantenerse en un estado constante de ser infor- ‘mado por el otro y de aprender més sobre lo que se ha dicho o puede no haberse dicho. El nosaber es una postura inter- pretativa que se apoya en el aralisis continuo de la expe- rriencia tal como ocurre en un contexto, y tal como es narra- da por el cliente. La interpretasién es siempre un didlogo contre terapouta y clionto, y no el resultado de alguna na- rrativa te6rica privilegiada por lo que el terapeuta entiende, \ por su pericia, su experiencia o su modelo conceptual. El no- saber ineluye varios aspectos que lo ayudan a mantenerse constantemente informado por su cliente, ya seguir apren- diendo. Incertidumbre ) Voluntad-de dudar La incertidumbre requiere que pon- gamos en suspenso, «colgando» frente a nosotros, nuestros discursos profesionales y personales dominantes —lo que sabemos o creemos saber—; que nos mantengamos cons- cientes de nosotros mismos y de los otros, y abiertos a exa- minarnos y a ser examinados par los otros. Tenemos que ser capaces de no entender demasiado répidamente, de aban- donar supuestes y estereotipos prematuros, de cuestionar- Jo que pensamos que sabemos y de no apreciar nuestro co- nocimiento mas que el del cliente. Necesitamos una mente abierta a los cuestionamientos, al cambio y a lo inesperado. 186 Esto nos permite abrir en auestra mente un espacio para el ‘otro, ese espacio para las posibilidades que constituye un aspecto eritico del didlogo. Voluntad de arriesgar. En mi consultorio, el terapeuta no estd seguro, no est4 protegido por su saber. La posicién de no-saber es vulnerable; los torapeutas también corren el riesgo de cambiar. Hay cierto riesgo en dejar a los clientes el centro del escenario y la decisin sobre lo que van a contar y el modo en que lo harén, ea lugar de guiarse por lo que uno piensa que es importante ofr. Creo necesario desechar los supuestos y categorias generalizantes, derivados de textos previos al contexto actual (Becker, 1984, pag. 435). Lamen- tablemente, los terapeutas tienden a valorar en demasia la formulacién temprana de diagnésticos, interpretaciones, metas y estrategias de tratamiento (Gergen, Hoffman y An- derson, 1995). Las evaluaciones prematuras pueden hacer que un terapeuta formule preguntas cuyo propésito sea ve- rificar las realidades del terapeuta mas que aprender las del cliente. El saber —hajo la forma de un diagnéstico del ‘DSM-IV, un supuesto clinico o una hipétesis de investiga cién— puede hacer que el terapeuta o investigador actiie de ‘modo tal que lo confirme (cones, 1986; Scarr, 1985). Cuando ‘escuchamos y respondemes selectivamente a la historia de un cliente desde una postura de saber, buscamos, intencio- nalmente ono, confirmar nuestras creencias, prejuicios, ex- pectativas y verdades aprendidas, Una actitud de escucha y respuesta selectiva puede obstaculizar el intereambio dia: 1igico, con la consecuencia de restringir la amplitud del di curso, provocar un cierre prematuro del relato del cliente y empobrecer las opciones tanto para el cliente como para el terapeuta, Aqui lo decisive no es tanto que el terapeuta ten- ga ideas preconcebidas, sino lo que haga con esas ideas. ‘Cuando buscamos lo que nos es familiar, nos cegamos para Jo que es especial de cade cliente y tinico de su situacién. Gergen (19885) advierte: «Una vez fijados en una deter- minada interpretacién, aumentar la eantidad de aconteci- ientos no refuerza la interpretacién. Meramente demues- tra la agilidad conceptual del observador que le permite ge- nerar una aparente coherencia entre las interpretacionese (pag. 36). ‘La postura de no-saber hace que la terapia y las pregun- tas del terapeuta se distingan de la exploracién diagnéstica 187 tradicional. Si realmente no sabemos, entonces debemos aprender. Para aprender, tratanos de entender lo que el cliente nos dice. En esta modalided, el saber y el entender siempre estén en camino. El terapeuta debe arriesgarse a ser un aprendiz con cada nuevo cliente; es una experiencia radical que nos hace humildes ynos libera, Humildad { _ Elno-sabor implica humildad acerea de Io que uno sabe. } El terapeuta est més interesado en aprender Jo que un cliente tiene que decir que en buscar, exponer, validar 0 promover su propio conocimiento o intereses. Por ejemplo, yono pensarfa que una madre que teme que su hijo de once ‘fios camine solo a Ta escuela o duerma en casa de un ami- ik ‘go sea «sobreprotectora», No tratarfa de que sienta o piense como yo. En cambio, hablaria cor ella de manera tal que pu- diéramos explorar y desarrollar juntas posibles acciones, sentimientos y pensamientos que se adapten a sus preocu- ppaciones, sus creencias y sus cireunstancias vitales, no a las, J mias Tratarfa de aprender més sobre sus miedos;averigua- ria su miedo més grande y lo que influye en su estilo pare tal. gHay otra gente que la aconseja, y de ser ast, qué Te aconseja? ;Se hablaba do estos temas en su familia, y de ser asi, c6mo se manejaban? La intencién de mis preguntas serfa aprender més, participar ea su narrativa tal como es y tal como podria ser. No querrfa que estas u otras preguntas le dieran Ia impresiGn de que yo estuviera buscando una respuesta particular, o que existiera una respuesta correc- ta. Tampoco supondria que mis experiencias, opiniones y teorias acerca de la relacién madre /hijo se corresponderén con las de ella. Silas ofreciera, lc harfa humildemente, Esto no quiere decir que me muestre débil, insegura o timida, si- _no que prefiero no darme demasiada importancia. La posicién de no-saber me protege de los cierres artifi- ‘ciales y prematuros que suelen ser la consecuencia de un resultado preplaneado. Operar desde una posicién de saber independiente predetermina las posibilidades y destruye el codesarrollo de nuevos significados a partir de las historias vy narrativas generadas en terapia. Las terapias orientadas hacia metas (tales como interrumpir pautas disfimcionales, 188 impulsar una solucidn, buscar una excepeién o erear una narrativa sustitutiva) y basadas on el conocimiento, tecria 0 experiencia preexistentes, limitan las opciones disponi- bles en el discurso terapéutico porque acentian y buscan solamente lo que ya se sabe. Los requisitos del no-saber El terapeuta debe ser un exporto on no basar sus com- prensiones, explicaciones 2 interpretaciones en experien- cias, conodimientos y verdades previos. Para ello, atiende al desarrollo natural de la historia de su cliente dialogando, aprendiendo y tratando de entender las preocupaciones, los puntos de vista y las expectativas del cliente. El terapeuta realmente quiere aprender el sentido que tienen las cosas para el cliente; quiere captar la historia del cliente, no de- terminar su causa. Bl terapeuta no sabe a priori cual es la intencién de cualquier conversacién o accién, sino que de- pende de Ia explicacién del cliente; apronde el significado de lo que dice un cliente, del mismo cliente.® El terapeuta aprende que los aparentes sinsentidos tienen sentido para cl cliente. 2 hotter (19924, pag. 150, n. 1) se refire alo que esta posicién de no- saber requiere del trapeuta, Susiere que la tarea del terapouta es “sentc" al otro Gnizo que tiene frente a s, como es ser esa otra persona. De manera que el terapeuta no debe solamente ropensaranatursleza de coma oe ie arabes eet to Soartige ge nal cor tou soos de balsa, ‘tontarin que scone iepo hand integra cau ttlad“ontda’ Unto ge nconar su unbaee’s x tcaSaeaasal poo us. ‘gorse la adecniieion de una formulacién lingitistica de su naturaleza (...) Pemsteac ance tre as el art les Os traps) pee, totum pore pear acunren orm aldara co lao ‘eines Rl hor tara gucaprnter sander ener ar: Feeney scene snus desea ye hecho a goa vase ope tnd proc al elf expr, Sis raat dose ress tnn pees gor “inqu tas cna 189 Lo queel no-saber no significa: el conocimiento profesional preaprendido ‘No-saber, en las palabras de Jecques Derrida (1978), «no significa que no sabemos nada, s:no que estamos mas allé del conocimiento absolute ..) aeredndonos al criterio que anuncia y decide su cierre». No-saber no significa retener informacién, simular estupidez, engafiar o ser neutral. ‘Yo no cuestiono que Jos terapeutas tengan un conoci- miento preaprendido —te6rico y vivencial, profesional y personal. Grandes cantidades de tiempo, dinero y energia hhan sido dedieados al avance del emnocimientoen diagnosti- car, predecir y tratar. No sugiero que este aprendizaje deba o pueda ser borrado, El terapeutano puede ser tina pantalla en blanco, vacia de ideas, opiniones y prejuicios. No puede ser neutral. Por el contrario, cada uno de nosotros trae al consultorio experiencias vitales personales y profesionales, valoros, proferencias y convieciones. Debemos ser eapaces de tener, compartir y promover nuestras opiniones, ideas y sentimientos. ‘A:mi me interesa lo que incorporames. Debemos poder ser cuestionades y cuestionarnos a nosotros mismos; em barearnos en un juego dialégico que aliente la bisqueda igualitaria y mutua de la comprensién. Un proceso colabo- rativo tal disminuye el riesgo deque, aun sin quererlo, ex- plotemos nuestro poder social como terapeutas con la fina- lidad de preservar nuestra propis base de conocimiento 0 la de nuestras instituciones y discursos culturales. El siguiente es un ejemplo della posicién de no-saber. «El me creyée Un colega psiquiatra —competente y creativo, pero frus- ‘trado— pidié una consulta con Harry Goolishian acerea de un cliente que a su juicio tenfa un problema intratable, y con quien se sentia en un atolladero.* El cliente, Lars, un ‘marino mereante noruego, crefa que tenja una enfermedad cerénica y que estaba contagiandc a otros, incluso matando- “Bate cliente ha sido mencionado en tmbajos anteriores (véanse Ander- ‘on, 1995; Anderson y Goolishian, 1992; Utiizo la historia aqué porque ‘jerplificaen forma dramdtica la posicin dela que estoy hablando. 190 Jos, Aunque Lars habfa hablado algo sobre dificultades en su matrimonio y su incapacidad actual de trabajar, fijaba su atencién en la enfermedad, Estaba perturbado y asustado. Durante la entrevista, Harry pregunt6 a Lars: «{Cudnto tiempo ha tenido esta enfermedad”. Evidentemente sor- prendido, y tras una larga pausa, Lars cont6 cémo comenzé todo, incluyendo los numerosos intentos de médicos y psi- ‘quiatras de aliviar su creciente miedo y su eonviccién de pa- decer tna enfermedad contagiosa. Cuando era un joven ma- rrino mercante en el Lejano Oriente, habia tenido sexo con ‘una prostituta. Enseguida, y recordando las conferencias sobre enfermedades venéreas que habia escuchado en su bbarco, temié haberse expuesto a una horrible enfermedad sexual. Presa del pénico, acudié a una clinica local, donde la cenfermera no le ereyé, le cijo bruseamente que alli no «tra- taban a perversos sexualess, que él no necesitaba medici- na, sino confesién y Dios, y lo expuls6 de la sala de espe- ra. De regreso a su hogar, y todavia temeroso de infectar a otros, vio a varios médicos, «Nadie me erey6», dijo. En diver- sas ocasiones fue derivado a consulta psiquidtrica. Nadie pudo aliviar sus miedos y convicciones acerca de su enfer- medad contagiosa. Con el siempo se convencié de que nadie comprendia la seriedad de su contaminacién, ‘Harry mostr6 interés en el dilema de Lars y le dej6 con- tarsu historia a su manere. Lars se fue relajando, incluso se animé un poco, y comenz6a compartir la curiosidad de Ha- my. El propésito de Harry no era cuestionar la realidad ola historia de Lars, ni manipularlo para que abandonara su delirio. Harry queria aprender la historia de Lars, ser sensi- ble a esa historia, manten2r coherencia con Ia historia, ‘Los colegas que observaron la entrevista eriticaron la pregunta de Harry «{Cudnto tiempo ha fenido esta enfer- medad?>. Temfan que la pregunta reforzara el «delirio hipo- condriaco» del hombre. Suzirieron que hubiera sido mas se- guro, més neutral, preguntar «{Cudnto tiempo ha creido que ten{a esta enfermedai?s, Pero la posicién de no-saber no le permitia a Harry tomar la postura de que la historia de Lars era delirante. Lars dijo que estaba enfermo. Por lo ‘tanto, Harry queria aprender més acerca de su enfermedad, Esto requerfa preguntas de no-saber. ‘Tratar de comprender « Lars y lo que podria aparecer co- mo su adislates o su «psicosis» era un paso esencial en el 191. proceso continuo de establecer y continuar un dialogo, Im- plicaba moverse con la verdad na-rativa de la experiencia de Lars en lugar de cuestionarla y asignarle el significado dedelirante, Moverse con la narrativa de Lars es un proceso mutuo, y por lo tanto no es lo mismo que consolidar el deli rio. Por medio del no-saber, Harry abrié un espacio donde la historia pudiera ser recontada de manera tal que permitie- ra la emergencia de nuevos significados y de una nueva narrativa, proveyendo el punto de partida para el didlogo abierto. ‘Una pregunta mAs segura como «jcudinto tiempo ha cref- do que tenia esta enfermedad?» hubiera impuesto un punto de vista predeterminado, sabedorde que la enfermedad era un invento de la imaginacién del diente, una distorsién que requerfa ser corregida. Lars se habria sentido excluido dela historia y habria tenido que actuar segiin sus ideas y expec- tativas previas acerca del consultante. Harry se hubiera agregado a la lista de profesionales que no crefan a Lars, que sabfan més, y que hacfon preguntas sabedoras, Una ‘yea més, Lars se hubiera sentido incomprendido y alienado. Después de la entrevista, el psiquiatra de Lars le pregunté emo habfa sido hablar con Harry. Lars eontesté: «{Sabe? {El hijo de perra me ereyé!>. No quiero sugerir que toda pregunta de no-saber vaya a producir una cura milagrosa o que toda pregunta de saber ‘Yaya a producir un atolladero en la terapia. Ninguna pre- gunta por s{ misma puede determinar el didlogo o la ausen- cia de didlogo. La pregunta en si misma no es la causa de {que alguien cambie su manera de entender, abandone una idea o tenga una nueva idea, Més bien, las preguntas con- ‘versacionales —al igual que los comentarios, declaraciones ‘ygestos— con elementos de un proceso general que ejempli- ‘ican la postura honest y consecuente del terapeuta de no ‘entender demasiado répidamente, no determinar el marco para el didlogo y no-saber. Cade pregunta es un elemento del proceso conversacional global y representa la postura ‘general del terapeuta. Seis meses después, el psiquiatra relaté los efectos de la entrevista sobre él y Lars: «Me senti liberado de tener que probar que su miedo era un delitio irracional». Las sesiones terapéuticas ahora parecfan menos dificiles. La situacién vital de Lars era mucho mejor y su enfermedad ya noera un 192 tema. Lars trabajaba regularmente, se ocupaba de su ma- trimonio y tenfa una nueva hija Dos aiios después recibf una carta del psiquiatra: Hoy via Lars y eso me movi6 a escribirle unas pocas l- neas. Le dije que Harry habia fallecido el otofio pasado, y reaccioné muy fuertemente, dieiendo: «Era un hombre maravillosoy. Le pregunté a Lars qué lo habia impresio- nado més, y dijo: «El me creyé, pero ademés me dijo algo que fue muy diferente. Sabe, después de contarle mis problemas y lo que hice, Harry dijo: “Como hombre, hizo To que un hombre tenia que hacer”s. Esa frase fue lo di- ferente, De tanto en tantalo veo frente @ mi diciendo eso, El no-saber de Harry creS un punto de partida para un intercambio dial6gico: la conversacién interna de Lars, la del psiquiatra, y sus conversaciones el uno con el otro y con ‘otros. Las conversaciones de Lars con el terapeuta lo lleva ron a tener nuevas conversaciones consigo mismo y a com- poner una nueva narrativa io sf, a través de la cual ya no erael prisionero de una enfe-medad crénica sino el héroe de su vida. En mi conversacién con clientes, como en la conversa- cién de Harry con Lars, no trato de deconstruir, ode instruir a la voz marginal para hacer de ella lo que sé 0 pienso que debiera ser. En cambio, quiero crear espacio para esa vor, Y aprender acerea de ella. Qtiero sumergirme en el mundo del cliente, con una actitud y unas aceiones que demuestren, interés y respeto sinceros, y que hagan que el cliente se sienta escuchado y confirmado. Este crear espacio para el ‘otro es el primer paso para ser eapaz de hablar con, de dialo- ‘gar, de cambiar. ‘A continuacién usaré palabras y experiencias de los clientes para identificar seis rasgos entrelazados del no-sa- ber, que caracterizan a los terapeutas que participan en convorsaciones dialégicas y relaciones colaborativas, y que pueden servir como gufas para la creacién de esas conversa- ciones y relaciones: 1) Confiar y creer; 2) hacer preguntas conversacionales; 3) escuchar y responder; 4) mantener ‘a; 5) mantener la sineronfa, y 6) honrar la historia 193 Confiar y creer «Me creyéx. «Bota gente me creyén, «Wo tenfa confianza psicolgican. ~ Los clientes quieren que se confie en ellos y se les crea. Una historia nunca puede ser histéricamente exacta. Cada relatoy cada versién son tinicos. Cada persona oye y respon dea la misma historia de modo diferente. ¥ los relatos pue- den variar de momento a momento, de contexto a contexto y de cireunstancia a cireunstancia. Los terapeutas aprenden a saber, a orientar su radar para detectar incoherencias en la historia que narra el cliente, os aspectos dela historia, que no se corresponden con lo que los terapeutas piensan ‘que debiera ser. Frustrados por las incoherencias en las his- torias de los clientes, los terapeutas a menudo responden —debido a su propia necesidad Je claridad— con un cues- tionamiento de las incoherencias, con un intento de encon- trar o verificar la versién correcta, o simplemente descre- yendo del cliente. La postura de no-saber —similar a la . ‘Mas adelante la hija mayor se refirié a las enfermeras del hospital que actuaban como intermediarias entre ella y cel médico. Le dije: «Me interesa mucho tu deseo de hablar més. Si tuvieras esa oportusidad, de qué querrias hablar? {Qué querrias que oyeran les doctares?». «Quiero que me escuchen y crean en lo que digo. Y en que no estoy tratando siempre ce manipular. Bueno, es un poco como si una fuera dos personas, y una buscara mejorar, y ellos deberian escuchar a esa parte y tratar de alentarla. Yo ‘soy la que me conozco mejor y la que sabe lo que es mejor para mir. ‘Imagino que los terapeutas y médicos tienen sus propias ‘versiones, igualmente vélidas. «Cuando ta vieron, me creyeron» Consulté con una parejay su equipo terapéutico del hos- pital que estaban en conflicto acerea de sila esposa debiera ser dada de alta y derivada a terapia de consultorio externo. Billa habia sido hospitalizada por tres semanas con un cua- dro de depresién severa. El marido no queria que su esposa dejara el hospital a menos que le aseguraran que si volvia a eprimirse ast serfa readmitida, Interesada en su reticen- cia, le hice preguntas. Desbordando emocién, el marido ha- ‘blé de su preocupacién y de la dificultad de encontrar un hospital que admitiera a su esposa. Dijo que durante mu- chos dias ella se habia rehusado a dejar la cama oa comer, y habia amenazado con matzrse. El se habfa quedado en casa sin ir a trabajar porque tema por la vida de ella. Llam6.a varios lugares buscando ayuda para su esposa. Incapaz de convencer a nadie de la seriedad de la situacién, deseribié ‘vividamente que levanté su cuerpo inerte de la cama, la pu- 50 en el auto y Ja llev6 en sus brazos a la guardia de emer- gencia del hospital. «Cuando la vieron, me creyeron». «.. 5 Entiondo por aubjetividad los pensariontos interiores del cliente, 10, no-dicho ylo todavia no-dicho. Nc pienso en Ia subjetividad como un esta- ‘do mental interno, como algo poseido y delimitado en forma singular por ‘una mente, o como loreal, A mi parecer, le que pasa por la eabeza de una ‘persona, por asi dosti, os rolacensl 199) Hasta cierto punto, sin embargo, nuestras preguntas siempre son influidas desde fueradel contexto inmediato de Ia conversacién. Cuando él conociento o discurso de afue- ra toma precedencia, puede crear una visidn estrecha, limi- ‘tando Jo que nos interesa y lo que preguntamos. Ese cono- cimiento da lugar a preguntas que exigen historias que se correspondan con lo que ya sabemos, sobre la base de nues- tras experiencias previas con clientes, También inspira pre- guntas que limitan los significados y comprensiones que podrian génerarse a través de uria conversacién mas local. Cuando las preguntas se basan en el saber previo, en la bis- queda de ciertas respuestas o et. la verificacién de los su- uestos del terapeuta, ese terapeuta pierde contacto con las, experiencias del cliente y con las propias. A esto, creo, alu- den los clientes en sus comentarios. El concepto de preguntas conversacionales se aleja de la tradicional practica éstatica de hacer preguntas basadas en una metodologia, o generadas por técnicas preestablecidas para recoger datos o validar hipéresis —preguntas para las ‘que creemos tener una respuesta antes de formularlas—. Las preguntas conversacionales convierten a la terapia en un proceso mas dindmico, donde la narrativa del cliente, a medida que se va desurruliando, cuestiona los horizontes de comprensién del propio terapeuta. La tarea del terapeuta es encontrar la pregunta o la he- rramienta que le permita aprenjer més sobre el recontar inmediato de la experiéneia del clionte, Esto significa que se nos acaba de decir algo que es la respuesta para la que debe- mos encontrar la pregunta siguiente. Es decir que las pre- ‘guntas resultan del acontecimiento dialdgico inmediato, la narrativa en desarrollo informa ia siguiente pregunta, y la narrativa se construye a partir de las preguntas que le son dirigidas. En este proceso local y continuo de preguntas y respuestas, de recontar y redesciibir, las posibilidades para Ja comprensi6n, el significado y ol cambio son abiertas ¢ in- finitas.® De modo similar, Bruner (1999) distinguié entre las pre- guntas que buscan comprender lo dicho desde un paradig- A veces me pregunto, sin embargo, silas posbildades pueden ser inti nitas, ya que cada uno de nosotros, o cualquier combinacién de nosotros, sélo cuenta con una cantidad finite de experience para tomar. En todo ‘aso, las posbilidades son inmensas 200 ma de comprensién externoa la narrativa y las que son es- pecfficas de un intercambio local. La primera categoria de Bruner es similar a lo que yo llamo «respuestas que prece- den a las preguntas»: preguntas retéricas’ 0 pedagégicas. Las preguntas retéricas se dan sus propias respuestas; las preguntas pedagégicas imp ican la direccién de la respues- ta. En a terapia tradicional, las preguntas son a menudo de esta naturaleza; esto es, implican una direccién (por ejem- plo, a realidad correcta), aunque Te dejan al cliente un poco de espacio para elegir la respuesta. «Tene que hacer la pregunta correcta» En un seminario que oftecé en el norte de Noruega esta- ‘ba charlando con una partisipante sontada frente a mi du- rante el almuerzo, una mujer amistosa, sonriente y aparen- temente segura de sf misma, Debe de haberse dado cuenta de que no la reconoefa, asf que se presenté:7 «Sé que usted no me recuerda, pero yo soy Anna. Usted me entrevisté una vez y lo primero que le dije fue; “tiene que hacerme las pre- guntas correctas", En parts tenfa rarén. Al principio no la Feconoef, pero al ofr esto la recordé instanténeamente aun- que se la vefa muy diferente de la mujer a quien habia en- contrado varios afios antes on una entrevista de consulta. ‘Anna era una enfermera cuyo terapeuta estaba preocupado or sus tendencias suicidas crénicas y pensaba que otra visién podria ser titi. Anna me conté entonces su experiencia de aquella entre- vista y los cambios draméticos que habia tenido en su vida desde entonces. Me dijo que al principio no queria hablar conmigo, Yo recordé lo poco vital que me haba parecido cuando fuimos presentadas, que habia compartido la espe- ranza de su terapeuta de que nuestra conversacién le sirvie- raaella yala terapia, pero también que yo no estaba segu- ra de que Ie haria las pregantas correctas. Le habia dicho algo asi como «{Le importarfa empezar contandome un poco acerea de sf misma, dénde vive, y o6mo se encontraron us- ted y el doctor X?», Ella habfa hablado sobre su trabajo, su ‘Hie hablado sobre Annan otro contexto(véase Anderson, 1995). 201 divorcio y su hija. Yo habia manifestado curiosided por la hija y el malestar de Anna por el hecho de que la hija se hubiera ido a vivir fuera de Ia casa. ;Podia cada una ser responsable de su propia vida?, se preocupaba ella. Recordé esa sensacién de desesperanza, la creencia de Anna en que no tenfa para qué vivir; recordé que no le importaba comer ocuidar su aspecto perconal, y cue habfamos hablado sobre su malestar, sus preocupaciones y sus preguntas. Yo me ~habfa preguntado en vor alta: «Por qué?» «ZY si. . 2, 668i ‘yo conceiera a su hija?». Le agraieci a Anna por presentarse ¥ por compartir sus experiencias conmigo. Le dije que me gustaria escuchar més si alguna vez queria contarme. ‘Unos meses después de nuestro encuentro casual recibf una carta de Anna en la que me decia que nuestra reciente conversacién habfa «despertade nuevos pensamientos». En retrospectiva se sentfa «contenta de estar vivay. Las pala bras que siguen son de su carta. El inglés no es la lengua materna de Anna; creo que eso explica lo que considera la poesia de su carta, ‘Yo era como una persona sin mimica ni lenguaje corpo- ral, en una profanda tristezs. No queria estar viva. Pero traté de hacer posible ol tener una nueva vida, el ser in- dependiente. Comer y caminar por mi misma. Ver colo- res y flores, Sol y verano. Pero adentro estaba oscuro. Por aiios y meses anhelé la muerte. Me senté como un ‘payaso con una sonrisa por fuera y dentro estaba oscuro. Querfa la muerte. Usted tenfa que hacer las preguntas correctas porque yo tenfa un seereto que escorder. No podia hablar con us- ted de todos los problemas. Tenia que esconder. Usted regunté y yo le conté sobre mi independencia y mi nue- va vida sin mi hija, Yo estata preocupada por ella y ha- bblamos mucho sobre esa parte del problema. ‘Cuando usted me entrev'st6, me aseguré de estar en vida y de tratar de luchar contra la muerte. Usted me ayudé a descubrir que yo tenia que comer por mi misma, salir a caminar. Refiriéndose a su continuo trabajo con su terapeuta, es- cribié: «Lo més importante fue al hablar. El me ayudé a sa- lirme de la tristeza hablando y hablando, y me dio responsa- Dilidad por mi propia vida». 202 ‘También comenté sobre el modo como hablé con ella, el profundo impacto que nuestry hablar habfa tenido sobre su propio trabajo profesional con pacientes: He mirado hacia atrés y me alegro de estar en vida, y ahora puedo ver que todosmis encuentros con gente [sus pacientes] estan gobernacos por la responsabilidad que cada uno tiene por su progia vida. jE] respeto por los: nificados y sentimientos de la gente! Puedo decir c6mo me siento, estar contents, triste o enojada. Hoy puedo pararme én iis sentimientos y tratar de ser su héroe. ero los sentimientos fuertes... ellos me han gobernado. jTrata de ser honesta! Persevera en la situacién sin co- rer hacia la muerte. Haz preguntas, ati misma, a otros. ‘No sé sobre el futuro, perc me siento bien en el presente. Estoy pintando un poco, ¥ trato de confeccionar alguna ropa con la méquina de tejer. ‘Terminé asi su carta: «Elaz preguntas». La historia de Anna ejemplifica el poder transformador dela narrativa, Nuestra conversacion fue parts as mitichias onversacioni las que terian ella.y su tera- ‘misma y con otros, y las que su terapeuta tenia consigo mismo y con otros, Nuestra conver- sacién llevé a Anna a tener nuevas conversaciones consigo misma y con su terapeuta. Anna compuso una nueva narra- jae sTa GAVESCTA cual se liberé de su prisién suicida y se convirti¢ en la heroina de su propia historia —no una es- crita, editada o guiada por m’o por su terapeuta—. Sus sen- timientos heroicos dieron pie a un sentido de posibilidades (para la vida y el futuro), una sensacién de autonomia que no habia sentido antes. Fue eapaz de actualizar la esperan- za y la libertad de la que hablan muchos clientes. ‘Dos afios después, en forma totalmente inesperada, re- cibi una breve nota de Anna escrita en una servilleta.® «Bs- toy sin problemas ahora... Nadie sabe cudles han sido los, problemas, pero ahora puedo vivir mi vida (,..) He apren- ' Bl lector por pensar que una nota eserita on una servilleta doblads, cestampilladay enviada por correo desdo el norte de Noruega hasta Texas ‘ealgo un poco extra, Yo no le vies. Simplemente me asombré que le gaa intacta, 208 ido mucho de] mis problemas». Continuaba con noticias sobre su hija, sus dos nietos, lo bien que estaban todos. {Cuél fue la pregunta correcta?, se preguntard el lector. Nolosé;Anna nunca lo dijo. La pregunta correcta nose pue- de conocer antes de tiempo no se define por ser lista, inteli- gente o sabia, No hay una guia de preguntas. Cada pregun- ta resulta de un intonté de entender lo que acaba de ser di cho y lo no-dicho; cada una es un elemento del proceso con- versacional general. Las preguntas correctas son las que surgen cuando una se sumerge en el mundo del cliente. Conjeturo o, para ser més honesta, me gustarfa pensar, que Jo que Anna llamaba la pregunta correcta no era una pre- gunta en particular: Ms bien, pisnso que queria decir pres- tar atencién cuidadosa, interesa-se en aprender mds sobre To que la preocupaba o la hacia sentir mal, més que perse- guir ideas preconcebidas acerca de la depresiGn, el suicidio, el tema del abandono o la torapia ataseada. Me gustarfa pensar que Anna se referia a que mi manera de aprender le dio la sensacién de ser invitada a una conversacién, de per- tenocer. «Mucha gente es predecible» El desafio de Anna, «Tiene que hacer la pregunta correc- tar, me recuerda una vez més ¢ Thomas, quien buscé por cinco afios al doctor correcto, al terapeuta correcto. Refirién- dose a su bisqueda, conjeturé tentativamente: «Si esto es algo con lo que ha estado luchando por cinco atios, debe de estar un poco cansado de todo o muy frustrado o enojado, No estoy segura de cudl seria la palabra correcta», Respondié con agudeza: «Mucha gente es predecible cuando uno habla de esto». «gPredecible? {En qué sentids?». «Yo s6 lo que me van a preguatar. +h, realmente, ..», #¥ qué clase de respuestas quieren. Hs un poco aburrido. Hace que uno se sienta un poco herido, Es una sensacién de pesadez, Es un poco triste que la gente no tenga més fanta- sia y no piense de manera més critica sobre lo que ocurre G..) Piensan que saben cudl es el problema y se aferran a eso», 204 ‘A medida que contaba s1 historia, Thomas identificé dos tipos de gente que no se interesaban en su historia tal c- ‘mo é1a queria contar, sinoen la versiGn que ellos ya sabian © querfan escuchar. Como no queria repetir los errores de ‘otros, propuse: «Entonces empecemos por abt. {Qué piensa usted que es lo més importante que debo saber sobre usted, ¥ qué le paroce quo la gonto se pierde por no prestarle sufi- ‘iente atencién?». ‘Poco después Thomas hablo de los dos tipos de terapeu- tas y médicos que habia encontrado cuando traté de contar su historia: los que la usaban como «una especie de entrete- nimientor y los que querian «oir todos los detalles». Ningu- no «ojaw su historia, y por lc tanto todos se perdfan lo que era ‘importante para él ‘Progunté: «;Qué se pierde la gente, 0 incluso yo podria perderme? {Qué desea usted que la gente no se pierda?». «Lo que significa estar colo en una situacién, porque uno realmente esté solo». Habl6 de la imposibilidad de que los médicos supieran ‘eudl era realmente su proslema, cémo era para él. Sugirié ‘que por ese motivo, un médico no debiera resumirle su case a otro profesional, sino dejar que él mismo lo contara. Dijo {que cuando los médicoo woo fian en los relatos de otras perso nas, a menudo hacen diagndsticos equivocados, sobre todo cuando esas personas sélolo conocen a uno a través del in- forme de otro». ¥ hablé sotre la tensién que surge cuando el paciente no esta dé aeuerGO cor a miédico. Thomas dijo que los médicos no le hacian Saber sus opiniones sobre él, y que no eran «colegas», alo cual yo pregunté «{Quiere decir eom- paiieros al mismo nivel», «Creo que usted entiende», contests, «Creo que sf, pero quiz no». Continué su historia, que ofrece un buen ejemplo de los peligros que acechan a un terapeuta que ya «sabe» 1a histo- a de a Preguntas para cptewtenere on esa historia, oque sélo $2 interesa por los detalles de la His toria que quiere oir y,entoaces no.oye la historia del cliente. 205 «Usted modela la explicacién con las preguntas que hace» Nuestras preguntas comunican algo sobre nosotros mis- mos y lo que pensamos; participan en la construecién de nnuestras propias respuestas. Yo quiero hacer preguntas que permitan al cliente construir la respuesta. Un impresionan- te intereambio de The witching hour (Anne Rice, 1990) muestra cémo las preguntas queelegimos preguntar no s6lo nos impiden ofr lo que el cliente quisiera que oyéramos, sino ‘que a veces también influyen sobre la seleccién y construc- ‘ign de la persona que encontramos en la terapia, y la histo- ria que esa persona nos cuenta «Pero hay muchas explicaciones posibles [sobre quién soyl. Usted modela la explicacién con las preguintas que hace. Yo puedo hablar con usted por mi propia voluritad, pero lo que Jediga estard modelado por lo que me han ensefiado las pre- guntas de otros a lo largo de sigios. Es una construccién. Si usted quiere una nueva construccién, pregunte. .. »Si usted insiste en que le hatle usando frases completas, yrefinadas, y en que me acomode a sus malentendidos, sus exrores 0 sus distinciones crudas, puedo hacerlo, Pero puede courrir que lo que digas uu enlé lau verea de la verdad como a usted le gustaria, »4Pero c6mo harfa usted eso? »A través de lo que he aprendido sobre el pensamiento de otros seres humanos, por supuesio. Lo que digo es: elija, em- piece conmigo desde el principio si lo que quiere es la pura verdad. Recibiré respuestas exigméticas y erfpticas. Y quizA sean intitiles, Pero serén verdaderas. O empiece por el medio y recibir respuestas educadas y refinadas. En ‘cualquier caso, sabré de mi lo que yo aprendo de usted acer- ca de mis (pags. 926-7). Bs posible preguntar cualquier pregunta, hacer cual- quier comentario, hablaF de cualquier eos. Lo importante, sin enibargo, es la postura desdé la quie se have Ia miaiie= 1a, el tonoy la regulacién de los tiempos—. Lo mejor es plan- tear toda pregunta, comentario, pensamiento u opinién de * Quiero agradocor a mi eolega Karen Parkor por introducirme a Anne Rice 206 ‘un modo tentativo, Ser tentativo no es Jo mismo que ser im- pieciso, sino ser abierta ala otra persona.y-dar espacio a su participacién, Creo que las preguntas formuladaé de esta ten al cliente. responder a ellas, reconstruir- «Preguntas condicionales» Recuerdo as palabras ée Bll, un hombre de treinta afios que habia sido hospitalizado varias veces por psicosis y no habia podide trabajar durante afios.1° En el curso de su te- rapia actual habfa mejorado y habia podido reanudar su ca- rrera como’programador de computadoras. Dijo que ahora se sentia més capaz de manejar su vida (autonomia). Tam- Dién dijo que su terapeuta actual era diferente de los ante- riores. En respuesta, su terapeuta le pregunté: «{Qué po- rian haber hecho distinto aquellos, que le hubiera sido mas ttil?». Quizé la respuesta de Bill se refiera al no-sabe ‘Esa es una pregunta interesante y complicada. Si una persona como usted hubiera encontrado una manera de hablar conmigo cuando yo empeod a puncture loco ( todas esas veces que yodeliraba que era una gran figura militar...) Yo sabia que esa era mi manera de tratar de decirme a m{ mismo que podia sobreponerme a mi pé- nico y mis miedos (. . En lugar de hablar conmigo so- bre eso, mis doctores siempre me hacian lo que yo llamo «preguntas condicionales». El terapeuta pregunté: «{Qué son preguntas condiciona- les?s, Ustedes {los profesionales] estaban siempre poniéndome ‘a prueba (,..) poniéndome a prucha para ver si yo sabia lo queustedes sabian, en lugar de encontrar una manera de hablar conmigo. Mepreguntaban «Esto es un cenice- ro?» para ver si yo sabia o no. Es como si ustedes supic- ran y querian ver si yo podfa (. ..) Eso solamente me 10 E1 terapeuta de Bill era Harry Goolshian, He utilizado este ejemplo ‘en olro lugar, y eleg inclirlo agai porque ejemplifies muy dramaticamen- te lo que intento comuniear 207 asustaba més. Si hubiéran podido hablar con mi yo que sabia lo asustado que estaba (...) podrfamos haber ma- nejado a ese general loco. Shotter (1994) describe a Bil. como alguien envuclto en ‘una conversacién que lo «toca», una conversacién que es continua con su ser» (pag. 6). La llama una «forma de ha- bla» en la que Bill estaba envuelio, en contraste con formas previas de habla donde Bill quedaba fuera del shabla en tér- Rainos de medios y fines, de resoiucién de problemas, el ha- bla de los profesionales que estén decididos aplicar sus “teortas” y a egar a un “cuadro" prociso del supuesto “esta- do mental interno” de Bill sobre la base de sus “observacio- res” [las bastardillas son mfas}» (pag. 9). La posicién de no- saber reduce el riesgo de lo que Bill llama preguntas condi- cionales, y permite que el terapeuta formule preguntas con- versacionales. i Escuchar y responder «Usted me escuchin, «Oy6 exactamente lo que dijen. «Do tinico que querta realmente es que alguien me oyera>, Los clientes dicen que quieren ser escuchados y ofdos. En lamayoria de mis conversaciones con clientes que contaban sus experiencias en terapia yo que habfan recibido de elas, el factor més contin en las terapias malogradas fue el no ser escuchado u ofdo, Pero {qué es escuchar? {Qué es oft? Escuchar es un aspecto de la psieoterapia quo se da por supuesto, tanto que escribir sobre el tema puede parecer in- jgenuo, Introducido por Freud, él tema de la escucha se traté ‘poco hasta la década de 1950, cuando se reconocié su rela- cién con la empatia (Jackson, 1992, pége. 1626-7). El papel fandamental asignado a la escucha —sélo cede en impor- tancia a la observacién— ha sidoalcanzar una forma de sa- ber, ganar informacién clinica. En su mayor parte, escuchar hha sido una posicién 0 proceso pasivo. La parte activa, por asi decir, oourre en la cabeza del que escucha « medida que lo ofdo es silenciosamente clasificado y comprendido, El su- 208 puesto ha sido que si un terapouta puede ser un buen eseu- cha —un escucha empaties, un escucha atento— o si, como sugirié Reik (1951), puede tener un stercer ofdo, ese escu- char llevard a descubrir y alcanzar los sentimientos, pensa- :ientos y significaciones que yacen més allé o pordebajo de Jas palabras habladas por al cliente (por ejemplo sentimien- tos, pensamientos y significaciones de los que no es eons- ciente o que prefiere ocultar). Este saber aleanzado por medio de una clase especie] de escucha, de un ofdo terapéu- tico, guia las intervenciones. Es easi como si la cura de conversacin y Ia escucha curadora fueran procesos separa- dos, ordenados secuencialmente. ‘Yo pienso, en cambio, que escuchar y ofr son procesos in- terrelacionados, actives, mutuos. Defino escuchar como atonder a, interactuar con, responder a, y tratar de apren- der acerca dela historia del clientey su importancia pereibi- da. El proceso de contar una historia presupone que alguien, cuenta y alguien escucha, pero es mucho més complejo que una persona contando una historia y otra persona escu- chando, Implica ofr, algo que Levin (1992) define como «un proceso que implica una elaboracién de comprensiones» (pag. 48), un «esfuerzo interactive por alcanzar un significa- do compartido, que ocurre cuando dos personas (0 mas) in- tentan Hegar a una comprensién mutua de algo» (pag. 50). Escuchar y oft van mano amano y no pueden ser separados. Elescuchar-otr como respuesta activa La elaboracién de comprensiones a través del didlogo Gineluye la escucha) requiere actitudes y acciones especia- les del terapeuta, a Jas que yo amo escuchar-otr como res- ‘puesta activa. Es una actitud que invita a los clientes a de- cirnos cémo son las cosas para ellos, qué les preocupa a ellos. Shotter (19956) sugiere que en este escuchary respon- der no actuamos en respuesta a un plan interior, sino que somos sensibles sen» una situacién, y hacemos lo que la si- tuacién requiere (pég. 62). Cada clionte tiene una base ideol6gica que incluye pre- conceptos, prejuicios, experiencias y expectativas, y que in- fluye sobre la construccién de sus puntos de vista acerca del problema y de su historia, Para que la historia pueda com- 209 partirse, el terapeuta tiene que sambullirse en el mundo del cliente e interesarse por los puntos de vista de este sobre el, problema, su causa, su localizacién y su solucién. Igualmen- te importante es que el terapeuta conozca las expectativas del cliente hacia la terapia y e! terapeuta. Este tipo de escuchar y ofr requiere que el terapeuta en- tre al dominio de la terapia desde una postura y una forma de escuchar genuinas, abiertas a la base ideolégica de la otra persona: su realidad, sus creencias, sus experiencias. Es una postura y una manera de escuchar respetuosa, hu- rmilde, apoyada en Ia ereoncia de que vale la pena ofr lo que el cliente tiene para decir. Requiere que prestemos aten- cign, mostrando que valoramos el econocimiento del cliente sobre su dolor, su miseria o su cilema. E incluye dar mues- ‘tras de que queremos aprender mds sobre lo que el cliente acaba de decir, o puede no haber dicho todavia, y que la me- jor manera de aprenderlo es por medio de la interaccién ac- tiva con el cliente —respondiendo a lo que dice el cliente con, preguntas, comentarios, oftecimientos de ideas y pensa- mientos en voz alta—. Este modo de interesarse permite que el terapeuta clarifique y evite malentendidos respecto de lo que se ha dicho, y que aprenda més sobre lo no-dicho. La lingiiista Deborah Tannen (1990) sugiere: «Queremos, por sobre todo, ser oidos —pero no solamente ser ofdos. Que- Temos ser comprendidos—, que se oiga lo que creemos que deeimos, porque nosotros flas tastardillas son mas) sabe- ‘mas lo que nosotros significamase (pag. 48). Para no caer en la trampa de suponer que ha entendido, on la de apresurarse a rellenar las lagunas, y para estar segura de oft lo que el cliente quiere decir, el terapeuta pue- de preguntar: «jLo que usted dice es que. ..2», «Quiere de- cirque. . 2 0 «Hace un rato ustad dijo que. . . {Bs eso lo que quiso decir?», Estos comentarios y preguntas, cuyo propéei- toes evitar malentendidos, debsn ofrecerse de una manera tentativa, curiosa, que comunique un interés genuino por entender correctamente, ‘Unescuchar-ofr activo sensibleno significa simplemente repantigarse y no hacer nada. No significa que el terapeuta no pueda decir nada, ofrecer una idea o expresar una opi- nin. Ni significa que es simplemente una técnica, Es una manera de ser, una actitud genuina que comunica y de- muestra un interés, un respete y una curiosidad sinceros. 210 El terapouta brinda tanto espacio y tiempo para la historia del cliente como sea necesario—y si, a veces lo hace sin inte- rrumpir—. Esto es, a miro me preocupa si un cliente elige hablar por mucho tiempo, ni extraigo de ello inferencia al- guna. {Cémo es que este escuchar-oir promueve el didlogo? {Cémo promueve relaciones? Volvamos a las voces de algu- nos personajes ficticios contempordneos que hablan sobre el escuchar, el ofr y el dialogar. Voces de ficeién He notado que a veces los personajes de ficeién capturan In esencia del escuchar qu invita a un didlogo. Escuchemos ala protagonista de Interview with a vampire, de Anne Rice (1976): «De pronto me encontré perdiida; pero consciente siempre de la escucha de Armand; él escuchaba de la manera que sofia- ‘mos que otros lo hagan, con cara de reflexionar sobre todo lo que yo decia. No se precipitaba a aferrarla més leve de mis pausas, ni a confirmar que habfa entendido algo antes de que el pensamiento estuv-era completo, ni a diseutir impul- sivamente; no hacia ninguna de esas cosas que con tanta frecuencia imposibilitan el didlogo» (pags. 283-4). Smilla, la groenlandesa de Smilla’s sense of snow (Peter ‘Hgeg (1993), poseedora de un sentido de Ja nieve como el sentido de su propia piel, expresa esta esencia del escuchar cuando se refiere al detective que la interroga y a sus pro- pias reflexionos sobre la experiencia de ser interrogada. «No digo nada. Dejo que el silencio trabaje un poco sobre el investigador. No hay un efecto visible. Sus ojos color arena ‘me miran sin pestafiear 7 sin turbacién. El seguird en esa posicién por el tiempo que sea necesario. Este solo hecho To convierte en un hombre imuswab> (pags. 43-4). Contin «Muy pocas personas saben escuchar, Su apuro las arranca de la conversacién, o tratan de mejorar la situacién interna- 21 ‘mente, o se preparan para entrar en escena cuando uno se calle y sea cl turno de ellas, »El hombre que esté de pie ‘rente a mf es diferente. Cuando hablo, escucha lo que digo, y sélo lo que digo, sin distraerses (pag. 44). A medida que trata de describir, con palabras y gestos, las huellas en la nieve y cémo se hacen, Smilla constante- mente anticipa el juicio del deteesive y busca signos de que pola encuentra confiable. Hasta yo misma puedo oft que esto debe sonar poco convin- cente, Espero una observacién despectiva. No llega. »Deja vagar su mirada por el techo. No tiene ties ner- ‘vios0s, ninguin hébito de tocar su sombrero o encender su pi- pa ode apoyarse en un pie y después en otro. No saca un ‘cuaderno de notas, Es simplemente un hombre muy peque- fio que escucha y piensa las cosas cuidadosamente> (pégs. 445). Una persona mas de quien huir Cuando un terapeuta no escucha activamente y no res- ponde a lo que oye, corre el riesgo de apresurarse demasiado en formular preguntas, ofrecer comentarios, hacer suposi- ciones y dar sugerencias, todo lo cual puede hacer que el cliente se sienta no ofdo,frustrado y criticado. Son acciones que bloquean el dilogo e inhiben la mutualidad. Cuanto ‘més carga de emocién, valor y cultura lleva una historia (por ejemplo una historia de violencia familiar), tanto més 4ificil le es al terapeuta escuchary ofr. Nan, una mujer en- trevistada por Sue Levin (1992), nos ofrece un ejemplo con- vincente de esto. Levin le pregunta sobre las terapias falli- das y las situaciones en que Nan se sintié no oida. «Usted mencioné haber probado con una cantidad de gente: familia, amigos, terapeutas, iglesias; jsinti6 al- guna vez que alguien comprendia?». «Nunca, realmente, replies Nan, «Nunca», 212 «Nunca encontré a otra persona que hubiera pasado por Jo mismo. Los terapeutas eran los peores porque Yo. «- cada ver que elegiamos uno nuevo yo me sentia esperan- zada. Y entonces tbamos alli y las cosas por lo general se ponfan peor. Se ponian mucho peor porque mi marido no era capaz de enfrentarse con la realidad. Simplemente no podia, quiero decir, el hombre estaba muy enfermo. Entonees, ibamos a terapeutas que trabajaban con al- ‘gin modelo. Sabe, donde se supone que uno toma lo que ‘causé la pelea, y lo elabora. ¥ el hecho es que la pelea estaba alli antes que cualquier causa estuviera allt. E] hecho, como lo entiendo ahora, es que cuando él empeza- baa acumular tensién, entonces empezaba a buscar algo que él pudiera elegir como un motivo de pelea. ¥ la dind- mica. .. no venia de causas que uno pudiera escribir en ‘un papel, o trabajar er. un consultorio (,..) La mayoria de nuestros terapeutas eran hombres y 1a mayoria me ceulpaban a mi (pags. 71-2). ‘Sue podria haber cuestionado los hechos y las percepeio- nes que Nan tenia de estos terapeutas; podrfa haber empu- jado a Nan a reconocer que ella estaba distorsionando la verdad, Si Sue hublera seguido ese seulero, lo més probe- ble es que hubiera terminado siendo una persona mis que desconfiaba de Nan, que se sentia frustrada por su historia, y de la que Nan hubiera Euido, Mantener la coherencia «Oh, una cosa més antes de irmes. Los clientes dicen que quieren la oportunidad de contar «sus historias. Con esta firalidad, un terapeuta debe crear y resguardar el espacio de una narrativa en primera persona, del cliente, Para ello es eitico que el terapeuta se compro- mota auténticamente a abrirse a la historia de la otra per- ona, a ser curioso sobre lo que la otra persona quiere con- tar. Esto implica trabajarcon la realidad del cliente: su len- ‘guajo, su vocabulario y ss metéforas. Este hacer lugar a la historia del cliente, esta inmersin, este dejarme guiar por 213, 1a historia del cliente, es lo que a mi me permite mantener lacoherencia. En otras palabras, cuando no se sabe y se tra- ta de aprender, se mantiene la ccherencia. La actitud de honrar la realidad del cliente a menudo se ‘confunde con la de reificar el problema —queriéndolo o no, ‘en forma explicita 0 implicita—, o con el ahogarse en la his- toria del cliente, o el ser Hevado por la nariz. Pero hablar desde dentro de Ia historia de un hombre que le pega a su ‘esposa 0 que abusa de las drogas, por ejemplo, no es lo mis- smo que participar en la negacién, condonar la inhumanidad segin la define la cultura, o abdicar de responsabilidades sociales y éticas. Nies lo mismo cue perpetuar el problema. ‘Muy por el contrario: en mi experiencia, mantener coheren- cia es un paso importante hacia la superacin de posiciones rigidas y la estimulacién del did'ogo. Las personas hablan de lo que quieren y necesitan, siles damos la oportunidad. Si pensamos, por ejemplo, que un abusador necesita confe- sary tratamos de obtener osa confesién, coartamos la histo- tia, y de esa manera participamos sin querer en la creacién de monélogos paralelos entre cliente y terapeuta, Mantener coherencia abre un espacio para las experiencias y descrip- ciones que le son familiares al otro; como dice Bateson: «Pa- ra poder sostener ideas nuevas y n0vedosas, hay que dar es- pacio a lo familiar». Asi, la coherencia le da espacio al cliente para que se movilice y no tenga que consumir ener- ia en promover, proteger o convencer a un terapeuta de su Punto de vista. ‘Mantener la coherencia ayuda a reducir el riesgo de que lavozdel terapeuta dominey dé forma ala historia contada, y asi cierre el pasoa la versién del cliente y al desarrollo de futuras versiones mas matizadas y utiles. Nuestro cliente ‘Thomas refleja este punto cuando relata sus intentos fali- dos de obtener ayuda de esos terapeutas que sabian la his- toria de antemano y trataban de dar forma a su narrativa para que encajara con la versién que ellos ya conocian. Con palabras de Shotter (1994), Thomas habia quedado excluido del «reino conversacional» (pag. 9). Shotter se refiere a tres clientes que sintieron que sus terapeutas comprendian: «Cuando fueron reintegrados ala arena conversacional Bata cit ha sido atribuida a Gregory Bateson, pero le fuente no est ‘identificads. 214 dentro de la cual habian tenido, originalmente, su ser, cada uno sintié que el lenguaje que se utiizaba era continuo con, su ser (. . .) y queen él se abrian ahora nuevas posibilidades de formulacién, nuevas formas de hablar» (pag. 9). ‘Cuando el cliente no es incluido en la arena conversacio- nal, puede hablar o actua: en formas que veces sentimos y rotulamos como no cooperativas, resistentes, negadoras 0 incluso paranoides. O, cuando quien escucha se pierde Jo que es importante para el cliente, ole impide decirlo, puede ‘ocurrir que al final de la sesin el cliente deje caer una bom- ba («Ob, una cosa més antes de irme»), 0 abrix una nuova rea de conversacién para la que no queda tiempo: «Lo que realmente quiero hablar con usted es. .». En un enfoque colaborativo, el terapeuta no controla la entrevista moviendo la conversacién en direccién a un con- tenido o un resultado particular, ni es responsable de la di- rreccién del cambio. Braten (1984) describe la terapia como ‘un proceso intersubjetive, un didlogo donde todos los parti- cipantes pueden hacer lugar ala creatividad y la conciencia de los otros. Asi surge la novedad, co-creada en un didlogo entre terapeuta y cliente, en lugar de ser desarrollada, in- ‘troducida u ofrecida por al Lerayeula. ‘Los terapeutas son simplemente «una parte de un sis- tema interactivo circular» (Gadamer, 1975, pag. 361), sélo parte del «circulo de sentido» (Gadamer, 1988), el proceso dialégico donde la intorpretacién comienza con las precon- cepciones del terapeuta. Terapeuta y cliente siempre entran en la arena de la terapie con expectativas acerca do lo que ‘se va a discutir, basadas on sus respectivas experiencias previas. El sentido depende de la interaccién entre aquello que cada uno trae y aquello que emerge. La produccién de ‘un nuovo sentido se apoya en la novedad (el no-saber) de lo ‘que el terapeuta esta a punto de ofr, y en su capacidad de atender simulténeamen:e a las conversaciones interiores y exteriores de cada miembro del sistema. Quiero destacar que mantener coherencia no es una charla ociosa, superficial y sin propésito que no eve a nin- ‘guna parte, 0 que solidiique atin més las preconcepeiones del cliente o del terapeuta, Es parte de una conversacién in- tencional que lleva el proptsito de restablecer el didlogo. Es- te aspecto del mantenimiento de la coherencia y el énfasis 215 puesto en el sentido y el lenguaje locales merece especial atencién, Sentido y lenguaje locales Las historias generadas en terapia deben ser relatos, su- ficiontemente especificos y locales, de experiencias en pri- mera persona que permitan, siquiera provisoriamente, entender los esfuerzos del cliente, y que eulminen en una nueva narrativa. El sentido local y el lenguaje local son im- portantes debido a la variedad de ies experiencias y las muil- tiples formas de conocerlas, que difieren de conocedor en co- nocedor y de terapia en terapia, Mantener coherencia con el Ienguaje de un cliente, con el de otro terapeuta, 0 con un es tudiante, nos permite acercarnos él desarrollo de una com- prensién compartida localmente (dialsgicamente)y a un vo- cabulario local (dial6gico); un vocebulario desarrollado en- ‘tre porsonas que dialogan, mas que a partir de sensibilida- des culturales genéricas (aunque necesariamente influido por ellas). Para compartir una cor:prensién local, es funda- sueutal que el terapenta se involucre en un didlego mante- nido en el lenguaje que los clientes usan en sus deserip- ciones ¢ interpretaciones cotidianas del problema. Esta in- volucracién requiere que el discurso de la terapia rio se ubi- que dentro de una cultura o un lenguaje de descripciones y metiforas externas, tales como la teoria psicolégica o los modelos familiares (por ejemplo el psicodinamico, el estruc- tural) (Gergen, 19884; Smodsluné, 1988). El lenguaje pro- fesional es muestra lente conceptual, que tiene sentido para nosotros pero frecuentemente no Jo tiene para un cliente. ‘Tiende a ser un lenguaje jerarquico, que puede dominar, constrefiir lo que puede ser expresado y, por consiguiente, silenciar sin querer. Nuestro lenguaje profesional puede lle- varnos ficilmente a comprensiones que se reduzean a un ‘concepto tedrico estereotipico, y porlo tanto a perder contac- to con la experiencia vivida de un cliente. También puede hhacernos perder contacto con nuestra propia experiencia de terapeuta. Nuestro lenguaje profesional no invita a la cola- boracién, Por consiguiente, trato de usar un lenguaje cooperative y colectivo: palabras, frases y oraciones que invitan al otro a 216 Ja conversacién y que tienden a incluir —refiriéndose a todos los participantes, incluida yo misma e incluidos los otros que puedan estar presentes: colegas, estudiantes, alumnos de un seminario— Esto quiere decir hablar con, mas que acerca de. Por ejemplo, cuando me encuentro con un terapeutay su cliente puedo preguntar «{De qué han estado hablando us- tedes dos?»; 0, si el sistema terapéutico tiene cuatro miem- ‘bros, «{De qué han estado hablando ustedes euatro?». Puedo preguntar «{Cudnto tiempo se han estado reuniendo uste- des dos’». Si hay observadores presenciando nuestra con- versacién, puedo proguntar «{@ué creen ustedes que noso- tros necesitamos saber?». Cuando alguien presenta un easo ‘en .un grupode consulta, puedo preguntar «;Cémo le parece a usted que nosotros podemos ayudar?». Otro ejemplo es la pregunta de Harry a Lars: «{Cuénto tiempo ha tenido esta enfermedad?» Encuentro que este tipo de lenguaje hace va- ras cosas: incluye a todos en el sistema conversacional co- ‘mo iguales y establece un tono colaborativo, no ubicéndome ‘am{ misma o al terapouta aparte en una posicién jerérqui- ‘cao dualista, Nose refiere¢ la torapia o problema, y me per- mite aprender el lenguaje del cliente y no impartir un len- guaje profesional. Bsto no quiere decir quo ai un clionto wea palabras como ferapia o preblema, yo vaya a ignorar orehu- sarme a usar esas palabras. “ © Contenido y proceso [Los terapeutas suelen preguntar: «Pero ;odmo elige qué escuchar realmente?», «{Cémo sabe a qué responder?» y . Otra cliente sintié que su terapeuta estaba «caminando junto conmigo, a mi lado». ‘En mi experiencia, como la tortuga, lego a destino més ‘répido yendo mas despacio.!”¥ lego adonde nosotros elegi- ‘mas ir mas que adonde yo elijo liderar o fuerzo al cliente a seguir; Ilego més rapido caminando al lado del cliente que empujandolo desde atras otironcando desde adelante, ‘Los observadores de mi trabajo a menudo comentan sobre mi paciencia. Una colega, refiriéndose a un cliente con ‘una historia complicada y detallada, dijo: «Qué paciencia tiene usted para sentarse ellfy escuchar todo eso!v. O, como dijo un cibernetista: «Esa mujer es una méquina de abu- rrir». Esos comentarios representan ideas de cémo debe ser una conversaciOn, Para mi, mantener la sincronizacién 0 adoptar el ritmo de un cliente no es lo mismo que la pacien- cia. La paciencia usualmente significa ser tolerante, espe- rar hasta que la otra pertona haya terminado y podamos decir lo querealmente queremos decir 0 creemos que es cier- to, Yo no vivo la paciencia de esa manera. Fluctear con los clientes, dejarles contar la historia a su paso, no es aburri- dor. Si Ia terapeuta realmente se sumerge y participa en lo ‘que el cliente considera importante, la sincronizacién con el 1 No me reliero al -ir despacos en el sentido eldsico do Watzlawick, oakland y Fiseh (2974), quienes lo conSideran sla iterveneién paradi- a profericae (ig, 135). 219 ritmo del cliente ocurre de modo aatural. Me siento consus- tanciada con la filosofia de ‘Tom Andersen (1995a, 19956) «La vida no es algo que uno pueta forzar, tiene que venir. Honrar la historia del cliente «Témeme en serion, «Convalidemen. Los clientes dicen que quieren que se los tome en seria se los convalide. Recuerdo el caso d2 Hans, un hombre de cua- renta y tres afios, y los ancianos sfos que lo habfan criado.1? Fueron derivados, para una consulta, por un hogar transi- torio que, segin explicaron, «se vio forzado a dar de alta a ‘Hans prematuramente». A los ties no les preocupaba dénde iba a vivir Hans en el futuro inmediato, pero s{les angustia- ‘ba muchfsimo lo que ocurrirfa después que ellos murieran, encaso de que estas crisis continuaran repitiéndose —como habia venido sucediendo por mis de veinte afios—. Hans, Giagnosticado formalmente com> esquizofrénico crénico, se autodiagnostieé en los siguientes terminos: «Estoy con- fundido en cuanto a quién soy», El problema, segiin Hans, era que «me echaron porque se enojaron, porque me quedé dormido y Hegué tarde al trabajo». Rofiriéndose a ese incidente, Hans dijo: «No me com- prenden», a lo cual el terapeuta replicé: «;Hay alguien que Jo comprenda?». «Mi tiae, dijo Hans. Volviéndose hacia la tia, el terapeuta pregunté: «{Qué hace usted, que a él lo ha- ce sentir que usted lo comprend»?s. «Me tomo lo que él dice muy en serio», contesté ella, y Hans asintié con la cabe ‘Shotter (1995a) destaca «la impertancia de que las personas puedan dar voz a su propia “posicién” hacia quienes los ro- dean, y sea tomada en serio (las bastardillas son rias] con tuna respuesta activa, como Jo expresa claramente la tia de Hans (pig. 387). 18H hablado sobre Hans en otro contoxto(véase Anderson, 1995). ta- rapeuta ora Klaus Deissler, del Verband i Internationaler Institute fir Systemische Therapie, en Barburgo, Alemania. 220 Los peligros inherentes a las historias dictadas por profesionales Elotorgar precedencia ala historia de un profesional por sobre Ia comprensién de un cliente no es un fenémeno nue- vo, Numerosas investigaciones han demostrado que el ob- servador no solamente ve loque de acuerdo con sus precon- cepeiones espera ver, sino que incluso participa en la erea- cign de aquello que espera ver (Jones, 1986, 1993; Rosen- han, 1973; Snyder, 1984). Por ejemplo, si pensamos segrin pautas de interaccién familiar y las buscamos, las vemos. Si ponsamos segtin diagméstico, diagnosticamos; si un cliente nos da la mano débilmente y nosotros creemos que es0 es se- ial de pasividad, lo mds probable es que veamos signos adi- cionales de pasividad. Si pensamos que un comentario como el de Sabrina: Usted no sabe mucho scbre mf. Esta abi sentada, escu- chando. {Qué le pasa por la mente? Cémo trabaja? {Es- cucha mis palabras? ,Qué elige de lo que digo? 2Qué quiere? {Hacia dénde intenta llevar esta sesién? {Qué ‘busca demostrar? {Qué clase de maestra es? es un intento de control, veremos control. Snyder y Thom- sen (1988) pasan exhaustiva revista a los estudios sobre la rapidez con que los terapeatas «llegan a saber» cusll es el problema del cliente, ya sea bajo la forma de una hipétesis 0 de un diagnéstico formal. Un hallazgo significativo es que Jos terapeutas suelen formular su juicio elinico inicial du- rante los primeros tres minutos de contacto con el cliente, usualmente bajo la influencia de la informacién proporcio- nada por la fuente de derivacion 0 ellegajo del cliente, y que ese juicio a su vez influye sobre la eleccién de tratamiento y sobre el resultado (Gauron y Dickinson, 1969; Sandifer, Hordern y Green, 1970). En relacién con este fonimeno de «creer es ver», Van der ‘Merwe y su colega (1995) ctan a Wittgenstein: «El “ver co- mo” es un aspecto notable del percibir (...) “ver” significa al mismo tiempo ver algo “como” acorde con cierta vision que uno realmente tiene, y ver algo alli, en el campo visual» (pig. 43). 221 Otras historias dictadas por profesionales Las historias dictadas por profesionales mas que por clientes no existen solamente en psicoterapia. En su ané~ lisis del discurso que se desarrolla entre paciente y médico en situaciones de diagnéstico, Beckman y Frankel (1884) muestran concluyentemente que los médicos contribuyen a inhibir la recolecci6n do informacién pertinente —inte- rrumpiendo, formulands hipétesis prematuras, no pidiendo informacién detallada ni dando oportunidad para ello, y ha~ blando mas que el paciente—, Especificamente, los datos muestran que «los médicos tomaban control dela visita al eabo de muy po- co tiempo (un promedio de dieciocho segundos), coméinmen- teen respuesta a la primera preocupacién expuesta por el paciente, procediendo a formuler preguntas cada vez mas especificas y cerradas, cuyo efects era detener el flujo espon- téneo de la informacién provista por el paciente» (pg. 694). En el campo de la profesién legal, Peggy Davis (1992) ha descripto el derecho como un «praeeso inleractivy, ise tale en la cultura» y ha estudiado los procesos que promueven o desalientan relaciones de jerarquia en la profesién (pag. 186). Al analizar el lenguaje utilizado en interacciones si- muladas entre clientes y abogados, encontré que en general equiones jugaban el papel de abogados adoptaban una po- sicién decididamente dominante en la interaccién eon los clientes. Controlaban el fluir delos temas y, tras la historia inicial del cliente, hablaban més que los clientes. Quienes Jjugaban el papel de clientes se eomportaban en forma cohe- rente con el supuesto del abogado como figura dominante, Hablaban con mds vacilaciones y ambigtiedades, y utiliza- ban con mas frecuencia otras formas lingtistieas de tipo tentativor (pég. 187). Davis identifies -pautas de interaccién de estilos de en- trevista relativamente controlados y relativamente abier- tos, que pueden observarse en las momentos iniciales de la entrevista» (pig. 187). En el estiiocontrolado, centradoen el abogado, los abogados hacfan muchas preguntas y pedidos, 222, xy dominaban Ja eleccién y el fluir de los temas. Los clientes ‘mostraban vacilacién e incertidumbre, usaban términos imprecisos y tendian a conseptualizar el problema usando ellenguaje del abogado, En cambio, el estilo abierto, centra- do en él cliente, se caracter:zaba por na seleecién compar- tida de los temas, un contre] mutuo de Ia entrevista, menor incertidumbre por parte del cliente y menor intervencién de] abogado en la conceptualizacién del problema por parte del cliente. ‘De modo similar, el profesor de derecho Richard Sherwin (1998), interesado en las interacciones entre profesionales y clientes desde el punto de vista del poder, describié de qué manera la gente en posiciones de poder guia o cuenta las historias ajenas, controlando el fluir de los temas y marcan- do el paso de manera tal que la historia refleja su sentido de realidad més que el del cliente, Tanto Davis como Sherwin abogan por una relacién cliente-profesional que deja es- pacio para combinar la pericia del cliente con la del profe- sional. Conectar, colaborar y construir Los consejos pricticos de los expertos sugieren formas de invitar a los clientes a entablar conversaciones dialdgicas y rrelaciones de colaboracién narrativa, como lo ejeraplifica 1 siguiente fragmento de cocversacién. La terapeuta, Sylvia, y su cliente, Theresa, habian sobre las luchas de Theresa con su problema gastrointestinal erénico, su insomnio, ya ansiedad que le ocasionan.* Las palabras de Theresa cap- tan la esencia del procesc rélacional donde terapeutas y clientes, médicos y pacientes, o abogados y clientes se conec- tan y asocian para contar, indagar, interpretar y dar forma a Jas narrativas. Me impresiona la similitud entre las pala- bras de Theresa y aquellasde Anna sobre que hablar le per- mite a uno ser abierto y noesconderse. Theresa se refiere a 1un tipo de interaccién conversacional entre cliente y tera- peuta que se asemeja a lo cue Kathy Weingarten (1991) lla- ma intimidad y Judith Jordan (1991) llama mutualidad. 14 agradezco aml colega Sylvia London y a su cliente por compartir esta transeripcién Cambign citada encl capitulo 6). 223 ‘Theresa: Cuando empecé a venir estaba fisicamente enfer- ma, y eso me limitaba y asustaba. E] miedo limitaba mi oa- pacidad de mirarmea mf mismay me hacia débil yfrégil. El primer paso era reeuperar mi salud. Sylvia: {Cémo lo hicimos? (as bastardillas son mias] ;Dén- de construimos el trampolin de donde saltar? ‘Theresa: Me sentia tan desposetia, por el piso. No tenfa na- da que perder. Esta (terapia metaforica) me ofrecié un espa- cio de confianza. Un lugar para comenzar el didlogo. La po- sibilidad de no esconder nada y el sentido de trabajar hacia Ta resolucién de problemas, Es dificil comunicar las tonalidades, la riqueza, los mo- mentos de ests tipo de proceso relacional. Por eso he tratado de otorgar un lugar prominente las voces de los clientes, ¥ de representar las significaciones de los clientes tan fiel- mente como los puedo comprender. Estas narrativas, que alguna vez. fueron un dilogo vivo, animado —historias de cexperiencias en las que clientes, yo y otros participamos—, no son ahora més que mis recue-dos ¢ interpretaciones con- signados a estas paginas. Las voces de los clientes se re- fieren a un proceso y una relacin earacterizados por el co- néctar, el colaborar y el constru:r (Anderson, 1992).!> En el capitulo siguiente continuaré enfocando este pro- coso y esta relacién, a través de una transcripcién parcial y comentada de una entrevista de consulta, i 15 Ea otro lugar me he roferido a estocomo a terapia do las «C» (Ander. son, 1092) 224

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