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10 CLASE Y ESTRATIFICACION gustarfa también expresar mi agradecimiento a David Held y Tony Giddens de Polity Press por sus consejos y comentarios, y también el anénimo corrector de Polity por sus comentarios detallados sobre el primer borrador. Gerald Crompton ha escuchado muchos més moné- logos sobre clase y estratificacién de los que cualquier historiador econdmico tiene derecho razonablemente a esperar. Expreso también mi agradecimiento a Justine Clements por llevar a cabo los tiltimos cambios sobre la versién del procesador de texto. Muchos otros han contribuido directa e indirectamente a la composicién de este libro y espero que baste un reconocimiento general. Lo bueno (si lo hay) es de ellos, y los defecto son todos mios. ROSEMARY CROMPTON Universidad de Kent RUSEMARY CREMP TEN S CLaSe A Ls y eSTRATFCACIUN UNA PERATES ACTUALE 1, LA EXPLICACION DE LA DESIGUALDAD INTRODUCCION Todas las sociedades complejas se caracterizan, en un grado varia- ble, por la desigual distribucién de las recompensas materiales y sim- bolicas. Es también el caso de que nunca ha existido una estructura persistente de desigualdad econémica y social sin que hubiera también algtin tipo de sistema(s) de significados que persiguiera tanto explicar como justificar la desigual distribucién de los recursos societales. El de «estratificacién social» es un término general que des- cribe estas estructuras sistemiticas de la desigualdad, En las socie- dades tradicionales o preindustriales esté muy extendida la idea de que las desigualdades y por ende la estratificacién social son natu- rales y/o reflejan aspectos ¢ la cosmologia que proveen una expli- eacién de la sociedad misma. Asi, por ejemplo, en Ia antigua Gre- cia, Aristételes afirmé: «Es asf claro que hay, por razén de la naturaleza, hombres libres y esclavos, y que la servidumbre es justa y aceptable para los tiltimos... Asimismo, Ia relacién del ma- cho con la hembra es, por razén de la naturaleza, tal que uno ¢s superior y la otra inferior, uno domina y la otra es dominada» ( tado en Dahrendorf, 1969:18). Se afirma asf una armonia preesta- blecida entre los casos naturales y las cosas sociales. Bs ésta una perspectiva que efectivamente descarta todo tratamiento sociolé- gico de la cuesti6n: si las desigualdades son «naturales», entonces no es necesario seguir investigéndolas. Junto a este supuesto de la «naturalidad>, se ha considerado que las desigualdades derivaban de una estructura de la sociedad establecida por la divinidad, como en el sistema de castas hindi de Ia India clasica. En dicho sistema, el rango social corresponde a la pureza religiosa (ritual). Las castas inferiores contaminan a las su- periores y, como resultado de ello, se imponen una serie de restric- ciones a los individuos de las castas bajas y a sus familias. De ma- nera que el sistema de castas se corresponde (aunque no con precisién absoluta) con 1a estructura general de Ia desigualdad so- 71 ty CLASE ¥ ESTRATIFICACION cial’, Dos conceptos religiosos sostienen el sistema, el Kharma y el dharma. El kharma le ensefia a un hind que ha nacido en una de- terminada casta 0 subcasta debido a que ello es lo que se merece como consecuencia de sus acciones en una vida anterior. El dharma, que significa «existir conforme a lo que es moral», ensefia que vivir la vida presente de acuerdo con las normas (dharma) tiene como resultado el renacimiento en una casta superior y, por tanto, una progresién Gltima en el sistema de castas. De modo que tanto las desigualdades de casta como cualquier posibilidad de cambio en el futuro guardan relacién con verdades religiosas uni- versales y se sittian asf més allé del aleance del examen sociolé- gico sistematico. De este modo, Ia justificacién de la desigualdad material en tanto que nace de cierto orden divino 0 «natural» constituye un rasgo co- min de las sociedades tradicionales 0 preindustriales. Estas concep- ciones no s6lo explican la desigualdad, sino también afirman que forma parte del orden natural de las cosas, segiin el cual el «mejor» debe obtener la mayor parte de las recompensas que la sociedad puede ofrecer, En la Europa feudal, asf como en la Indica clisica, la estratifi- cacién venfa acompaiiada de justificaciones morales y religiosas. Desde el siglo 1x, Europa occidental fue una sociedad esencialmente rural en Ia que la condicién de un individuo estaba determinada por e! acceso a la tierra. Este sistema se encontraba en gran parte controlado por una minoria de propietarios laicos y eclesiésticos. Era una socie- dad jerérquica en la que el campesinado hecho siervo estaba sometido ala dominacién de los sefiores eclesidsticos y seculares. La Iglesia po- sefa poder moral y econdmico, Como sefiaié Pirenne (1936), la con- cepcién del mundo feudal que tenia la Iglesia «se adaptaba admirable- mente a las condiciones econémicas de una era en la que la tierra eta el Unico fundamento del orden social». Dios hab(a concedido la tierra al hombre para que a habitara con el propésito de lograr su salvacién eterna, El objeto del trabajo no era hacerse rico, y la renuncia monacal 4 las riquezas constituia el ideal al que debia tender toda Ja sociedad. Pretender hacerse rico significaba caer en el pecado de la avaricia, mientras la pobreza era de origen divino (Pirenne, 1936: 423) "Los origones ideolbicos y la naturaleza del sister de castas han sido rechas- 408, particularmente por los antropélogos marxistas (Meillasssoux, 1973). Se argu= tmnt gus en reali rennin de css ea diferencia de pode o- voinacién material ates que pureze ritual LA EXPLICACION DELLA DESIGUALDAD 19 De este modo, el relativo estancamiento econémico de las socie- dades tradicionales guardaba relaciGn con la rigidez, social de los siste- ‘mas de estratificacién. Sin embargo, estas sociedades no sobrevivie- ron y en el transcurso de los siglos xVil, Xvi y XIX, Europa occidental y gran parte del resto del mundo cambiaron debido al desarrollo del industrialismo capitalista, e1 elemento més relevante del proceso que se ha definido como la Ilegada de la «modernidad». Estos profundos cambios sociales y econémicos acaecidos durante estos siglas se pro- ujeron junto al desarrollo de la critica de los sistemas tradicionales de ereencias que durante casi dos milenios habian explicado y legiti- mado las desigualdades materiales. ‘Asi, frente a la idea de que los seres humanos nacen desiguales por causas divinas o naturales, se desarroll6 desde el siglo xvi el ar- gumento de que, en virtud de su humanidad, todas los seres humanos nacian iguales, no desiguales’, De este supuesto se derivan los inicios del enfoque sociolégico sobre la explicaciGn de Ia desigualdad. Si se supone que la igualdad, no la desigualdad, es la condicién «natural» de los seres bumanos, entonces ,cémo se explican y justifican las de- sigualdades persistentes? Si todo individuo nace con derechos natura- les, gpor qué algunos individuos dominan a otros? Estas preguntas si- guen siendo los problemas centrales de la teoria social y politica, En el émbito del pensamiento polilico, los tedricos del contrato soci ofrecieron algunas de las primeras respuestas a estas preguntas. Hob- bes (1588-1679) afirmaba que la vida en el estado de naturaleza era -«peligrosa, brutal y corta», se caracterizaba por la guerra de] hombre contra el hombre». La solucién a este «problema del orden» era la su- misi6n al estado, sin la cual no habria més que caos. Locke (1632- 1704) también afirmé que era la autoridad del estado la que mejor po- dia garantizar los «derechos naturales» a 1a vida, Ia libertad y la propiedad, Rousseau (1712-1778) expres6 en una conocida frase que desde entonces ha resonado @ lo largo de la historia, que «el hombre nacié libre, y en todas partes se le encuentra encadenado». No pen- saba que se pudiera, alcanzar la libertad absoluta, pero afirmaba que la democracia directa, expresada por medio de la «voluntad general», proporcionaba la mayor proteccién al individuo. Ast, en el siglo xvit se establecieron los fundamentos del argumento de que todos ios «citi- > Como veremos en et capitulo 6, algunas categor(as de sores humsanos, en especial las mujeres, fueron inicialmente excluidas de este «contrato socal fraternal», Véxse Pateman (1988, 1989), 20 CLASE Y ESTRATIFICACION dadanos» tenfan derechos politicos, tal y como se expresa en el sufra- gio universal y las instituciones democriticas. EI fin de la sociedad tradicional y e! desarrollo del industrialismo capitalista se produjo junto al énfasis en la racionalidad det orden so- cial modemo. El eélculo racional, no Ins normas de la costumbre, se erigié como cl principio que debfa regir la condueta econémica en las sociedades capitalistas en desarrollo, Dificitmente se hubieran desarro- Hlado In expansién de los mercados y Ia transformacién de los procesos de produccién que acompafiaron a Ia Revolucién industrial sin la ero- sidn de los derechos consuetudinarios en el dominio del comercio y la manufactura, que afecté a todos sus aspectos ¢ incluy6 los cérteles, el establecimiento de salarios y precios, las restricciones a la movilidad del trabajo, etc. Asf, los cambios politicos que crearon el individuo for- malmente libre también alumbraron al trabajador sin tierra que, no obs- tante, tenfa el derecho de vender Jo tinico que poseia: su trabajo o capa- cidad de trabajar: El trabajo se convirti6 en una mercancta. Las revoluciones inglesa y francesa fueron los principales cambios politicos que se produjeron en la transicién al industrialismo capita- lista, Sin embargo, las «libertades burguesas» que se lograron fueron duramente criticadas por el mas destacado de los teéricos sociales de- cimonénicos, Karl Marx, Tal y como sefialé en EI manifiesto comu- nista, Karl Marx consideraba el desarrollo de: Ia historia humana como un resultado de Ios conflictos econémicos y no simplemente de los politicos: «Toda la historia de la sociedad humana, hasta el dia, es una historia de Iuchas de clases» (Marx y Engels, 1962: 34), La desigual- dad era y siempre habfa sido un reflejo del diferente acceso a los me- dios de produccién y a lo que se producfa. Para Marx, el poder del es- tado era inseparable del poder econémico, y el «individuo soberano» del capitalismo no era sino una condicién necesaria del desarrollo del modo de produccién capitalist. La igualdad politica podia coexistir con la desigualdades materiales y, en efecto, al definir las desigualda- des relacionadas con el sistema dominante de produccién, distribueién ¢ intercambio como «no politicas», Ia ideologia burguesa las legit. maba, Los trabajadores sin tierra que aparecieron como consecuencia del cambio politico y econémico constituian una nueva clase que emergia como resultado del desarrollo del capitalismo industrial: el proletariado, una clase que estaba llamada a transformer finalmente la sociedad capitalista El desarrollo del industrialismo capitalista ha sido definido como et elemento principal de la transicién a la amodernidad». La idea de modernidad describe no sélo el desarrotlo del industrialismo per se, LA EXPLICACION DE LA DESIGUALDAD a sino también los correspondientes modos de vigilancia y regulacién de Ja poblacién de los estados nacionales: los Estados nacionales han sido identificados como una de las formas sociales caracteristicas de Ja transicién a la modemnidad, La modernidad se caracteriza también por el desarrollo de organizaciones, es decir, de sistemas reflexive- mente controlados que tienen Ia capacidad de actuar sobre el mundo social. La transicién a la modernidad alumbré un mundo peculiar- mente dindmico, un mundo que se encuentra en un proceso constante de cambio y transformacién, En este libro analizaremos la «clase» como un fenémeno distinti- vamente modemo. Como veremos, el concepto de clase tiene varios significados diferentes. Sin embargo, describir la clase como un con- cepto «moderno» equivale a sugerir que constituye principalmente una caracteristica de los sistemas modemnos de estratificacién, de las sociedades «industriales», frente a las estructuras «tradicionales» de desigualdad asociadas a caracteristicas adscritas supuestamente na- turales tales como las de los estados feudales o las jerarquias definidas religiosamente, y las del género y ta raza. En el mundo moderno, las ‘organizaciones basadas en la clase —es decir, las organizaciones que pretenden representar a las clases y a los intereses de clase— han constituido la fuente dindmica de muchos de los cambios y las trans- formaciones que han caracterizado la Edad Modema. Esto no significa que las «clases» no existieran antes de la modernidad, sino que el dis- ‘curso de la «clase» se ha convertido en uno de los conceptos més im- portantes para empezar a comprenderla’ Por consiguiente, Ia «clase» constituye un importante concepto organizador en la exploraciGn de los sistemas de estratificacién con- tempordneos. No obstante, a pesar de la importancia que adquieren las desigualdades relacionadas con las estructuras de produccién, distribuci6n e intercambio con la transicién al industrialismo, eso no significa que las formas establecidas de distincién y diferenciacién social desaparecieran de la noche a la mafiana, Las desigualdades con- suetudinarias, en particular las que se relacionan con los status adscri- tos asociados a la edad, el género y la raza, han persistido en Ia Edad Mo- derma. Como veremos en cl capftulo 2, Marx afirmé que, igual que las sociedades capi talisias, las sociedades feudales estabanestratifcadas en clases. Sin embargo, debemos sugerie que el discurso de la «clase» es peculiarmente modeme, y ésta es la principal raz6n por la que desde ahora el trmino se referirexelusivamente & les sociedades i ustriales modemas, 22 CLASE ¥ ESTRATIFICACION No sélo han persistido en la edad modema las desigualdades con- suctudinarias, sino también muchas de las ideas que las apuntalaron, Hirsh (1977) ha sefialado que el «legado moral» de las instituciones pre- capitalistas proporcioné los fundamentos sociales para el orden capita- lista en desarrollo. Las ideologfas asociadas a la religién y la costumbre en las sociedades tradicionales identificaban los distintos niveles de re- compensa material que debian corresponder a los diferentes rangos de Ia sociedad, oftecian esperanza tras la muerte y proporeionaban una po- derosa justificacién moral para la distribucién desigual de recursos. ‘También inclufan normas relativas a la conducta individual tales como Ja verdad, la confianza, obligaciones sociales consuetudinarias y Ias res- twicciones a los apetitos. Hirsch afirmé (1977: 117) que el capitalismo tardfo del siglo 2x se habria de enfrentar a un «legado moral en vias de agotamiento»: «La moralidad social que ha proporcionado los funda- mentos al individualisino econémico era un legado del pasado preindus- tial y precapitalista. Con ef tiempo, y debido al contacto corrosivo de los activos valores capitalistas, este legado ha perdido fuerza.» Golét- horpe (1978) amplid Ia légica del andlisis del Hirsch para sostener que el perfodo de répida inflacién que sufrié Gran Bretaiia durante los afios setenta se debid en parte a la decadencia del orden de status, es decir, reflej6 la erosi6n de los supuestos consuetudinarios que habian propor- cionado una base normativa a la distritucién designal de recampensas en una sociedad de mercado, Si los supuestos consuetudinarios relativos aa desigualdad fueron y estin siendo erosionados, gc6mo lograr cohe- sionarse las sociedades desiguales, sobre todo dada la presuneién de la igualdad fundamental de los seres humanos? ORDEN SOCIAL Y TEORIAS DE LA DIFERENCIACION SOCIAL La desigualdad constituye un rasgo caracteristico de toda sociedad compleja, Por lo tanto, una de las respuestas a la pregunta formulada mas arriba podria ser que las desigualdades materiales no han de ser algo necesariamente negativo. En efecto, ése ha sido uno de los temas alrededor del que giran los argumentos neoliberales sobre la desigual- dad. Estos argumentos distinguen entre las igualdades legales o forma- Jes —por ejemplo, la igualdad ante la ley y In igualdad de oportunida- des— y la igualdad de resultados. Sin embargo, los neoliberales afirman que la bisqueda de la igualdad de resultados —por ejemplo, mediante los programas de gccién afirmativa— contradice el principio de igualdad legal 0 formal. Esta es la razén por la que la accién afirma- LA EXPLICACION DE LA DESIGUALDAD 23 tiva 0 positiva dirigida a los grupos que supuestamente estan en situa- cién de desventaja trata a los supuestamente aventajados como si estu- vieran por debajo de sus iguales.“Asi, por ejemplo, recientemente he mos presenciado en los Estados Unidos el fenémeno de estudiantes varones blancos que solicitan Ia asistencia a cursos universitarios y se sirven de la legislacién sobre igualdad de oportunidades para desafiar la asignacién de cuotas de plazas a las minorfas étnicas en los cursos més prestigiosos. Otra idea relevante de los argumentos neoliberales ha sido que, en cualquier caso, las desigualdades materiales son beneficio- sas y positivas para las sociedades modemas./Economistas como Ha- yek han afirmado que la persecuciGn del interés propio en la sociedad ‘capitalista propicia Ia innovacién y el avance tecnolégico. Los invento- res y los empresarios pueden tener éxito o fracasar, pero en todo caso la sociedad en su conjunto se beneficia de los avances que logran estos individuos dindmicos en materia de transporte y comunicacién de ma- sas, bienes de consumo como coches, lavadoras, etc’. Fl capitalismo es dindmico porque es desigual, y los intentos dirigidos hacia ta ignaldad pueden tener como consecuencia iltima la pérdida de la iniciativa. Asf, neoliberales como Berger han llegado a mantener: «Si se interviene para lograr una mayor igualdad material, se corre el riesgo de estropear el motor econdmico de la abundancia y hacer peligrar los niveles mate- riales de vida de Ia sociedad (1987: 48), Estos argumentos neoliberales tienen su paralelo en la teorfa so- ciolégica funcionalista de Ia estratificacién (Davis y Moore, 1945; reimpreso en 1964), «La desigualdad social —afirmmaron— es, por tanto, un mecanismo inconscientemente desarrollado por el que las sociedades se aseguran de que las posiciones mas importantes son ocupadas de modo responsable por las personas mas cualificadas» (1964). En el caso particular de las sociedades industriales avanzadas los individuos deben ser inducidos a prepararse para ocupar posicio- nes que requieren un nivel alto de cualificacién, y deben recibir com- pensaciGn a cambio de aceptar los riesgos que entraita ocuparlas, Di- cho en pocas palabras, su teorfa sugiere que en las sociedades industriales, caracterizadas por una divisién compleja del trabajo, se produjo un nuevo consenso respecio de la igualdad que sustituy6 al anterior. Mientras el antiguo consenso'se fundaba en Ia costumbre y las percepciones religiosas (por ende, no racionales) del valor (ri- n contraargumento obvio es que muchos de fos bienes y servicios creados por los innovadores no haa bereficiado ni al enfomno ni a la sociedad en general. Pusten citerse como ejemplos el tabaco y la talidomida, aa CLASE Y ESTRATIFICACION queza), el nuevo consenso refleja la racionalidad de las sociedades in- Gustriales modemas. Los grupos diferentes no son percibidos como necesariamente antag6nicos; son, por tanto, descritos desde la pers- pectiva funcionalista como “estratos” socioeconémicos mas que “cla- ses”. Los origenes de las teorfas funcionalistas de la estratificacién se encuentran en el funcionalismo estructural parsoniano que dominé la teoria sociolégica en los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mun- dial. En los capitulos 2 y 3 analizaremos detenidamente estas ideas, Las teorfas funcionalistas de la estratificaci6n también reflejan algu- nos elementos del andlisis durkheimiano de las consecuencias sociales Uitimas de la divisién del trabajo en Ia sociedad industrial. Durkheim (1968) era plenamente consciente de las consecuencias negativas de la division del trabajo (la pobreza, el descontento social, etc.) generadas por el desarrollo del capitalismo industrial, pero afirmaba que, no obs- tante, las formas «normales» de la divisién del trabajo conducirian al desarrollo de la «solidaridad orgénica>, Ia solidaridad a través de la __ interdependencia, en las sociedades industriales complejas. Asi, las teorfas funcionales de la estratificacién sugerfan que la de- sigualdad en las sociedades complejas se legitimaba en virmd de un consenso emergente de valores relativo a la importancia societal de de~ terminadas funciones, Fs importante reconocer que estar teorfas incor Poran una justificacién moral de la desigualdad econémica muy ma- nida desde Ia Ilegada del liberalismo econémico: en una sociedad competitiva de mercado el que tiene més talento y ambiciones —en suma, el mejor— es el que llega més alto y, por lo tanto, el que consi gue la mejor parte de las recompensas de [as sociedades. Sin embargo, muchos estudiosos han comentado que estos argumentos se basan en la presuncién de la igualdad de oportunidades (como Durkheim afirmé, la ccigualdad de los socios ante el contrato» en la divisién del trabajo). De este modo las condiciones y la posibilidad de la igualdad de oportuni- dades cobran mucha importancia en los debates sobre la estratificacién, La igualdad de oportunidades es una justificaci6n poderosa de la desigualdad. Si todos tienen las mismas oportunidades de ser desigua- les, entonces el resultado desigual puede considerarse justo y justifi- carse como un reflejo de las desigualdades «naturales» entre los talen- tos personales y no de procesos sociales estructurados, Aunque de hecho nunca se ha alcanzado una verdadera igualdad de oportunida- des, el supuesto de que se trataba de una Cosa Buena dominé et con- senso liberal que prevalecié en la mayoria de las sociedades occiden- tales tras Ia Segunda Guerra Mundial y que vio cémo se ampliaba el LA BXPLICACION DE LA DESIGUALDAD 25 gasto estatal en educacidn, salud y bienestar. Sin embargo, los neoli- berales siempre se han pronunciado en contra de estos supuestos, y en los iiltimos afios ha crecido la influencia politica y las politicas con- cretas de este tipo. En el terreno de la sociologfa Saunders (19902) ha defendido el retomo a la perspectiva funcionalista en la teoria y la in- vestigacién empirica de la estratificacion, Los funcionalistas han utilizado dos argumentos estrechamente re~ lacionados para explicar y justificar las desigualdades materiales en una sociedad que reconoce politica y juridicamente la igualdad. En primer lugar tenemos el argumento de que las recompensas desiguales proporcionan una estructura de incentivos que garantiza que los indi- viduos con talento se esforzardn e innovaran, contribuyendo asi a la mejora de los niveles materiales de la sociedad en su conjunto; y en segundo lugar, aparece Ja idea de que existe un amplio consenso sobre la legitimidad de las diferentes recompensas porque esos innovadores son funcionalmente més importantes para la sociedad Otros han subrayado, sin embargo, las tensiones, la inestabilidad y Jas tendencias a la crisis asociadas a las estructuras permanentes de la desigualéad. Marx predijo que la estructura fundamental de la desi- gualdad de clase, asociada al acceso diferente a la propiedad y al con- trol de los recursos productivos, conduciria a través de la lucha de cla- ses enlie el abajo y el capital a la derrota revolucionaria y a la transformacién final del industrialismo capitalista. Muchos teéricos de la estratificacién no marxistas han subrayado también la intrinseca inestabilidad de las sociedades de mercado capitalistas antes que la tendencia hacia el consenso emergente y la estabilidad. A diferencia de los funcionalistas, «tedricos del conflicto» en el campo de Ia estra- tificacién como Dahrendorf (1959), Rex (1961) y Collins (1971) han subrayado la importancia del poder y la coercién en toda explicacién de la desigualdad. No obstante, aunque estos escritores insisten en la persistencia del conflicto y se muestran escépticos ante la emergencia de un verdadero acuerdo concemiente a la estructura de las desigual- dades existente, a diferencia de Marx no pronostican la ruptura inmi- nente del orden social y de su estratificacién. Y ello se debe en parte a que el conflicto permanente convive en una dificil tensién con las tendencias a la regulacién de las sociedades de mercado capitalistas. E] de T. H. Marshall (1963), para sefialar que el desarrotlo de la ciudadanfa social (por ejemplo, los derechos universales como la educacién y las instituciones del bienestar) ha contribuido de modo particular & mitigar las desigualdades de clase (capitulo 6). Durante e! siglo veinte ha habido largos periodos histéricos (que duraron varias décadas en paises como Suecia) en Jos que se ha mantenido un acuerdo corporativo entre el trabajo y el capital (Therbom, 1983). Un rasgo comin a fos autores que trabajan en el campo de la es- tratificacién social desde la perspectiva del «conflicto» es que todos ellos identifican las clases sociales como los «actores» principales de los sistemas de estratificacién de las sociedades industriales. Sin em- bargo, brilla por su ausencia la precisién o el acuerdo en lo que se re~ fiere a la definicién y el significado de «clase», LA ESTRATIFICACION Y EL DEBATE SOBRE LAS CLASES SOCIALES Durante los éiltimos alos un tema comiin en el ambito de la socio- logia (y, en general, en los comentarios sobre la sociedad y la politica) es que la «clase» esté perdiendo relevancia a finales del siglo xx. Pahl (1989: 710) ha afirmado que la «clase como concepto esté dejando de ser stil para la suciologfa», y Holton y Tumer han seftalado que la «clase» constituye «una cuestién cada vez més redundante» (1989: 194). Puede sugerirse que la retirada de la clase se esté convirtiendo en el equivalente sociolgico del nuevo individualismo. En este libro se defiende que, si bien es cierto que reina la confusidn en tomo al uso del término, no hay suficientes razones para rechazar totalmente la clase como'un «concepto decimonénico pasadé de moda», No deja de ser pazad6jico que afirmaciones recurrentes en el andlisis sociolégico como Ia de la redundancia de la «clase» surjan en un tiempo en el que el interés no sociolégico por el tema muestra escasos sintomas de estar disminuyendo, Por ejemplo, durante la contienda por el lide- razgo del Partido Conservador (y el cargo de Primer Ministro) de 1990 en Gran Bretafia, se sacs mucho partido de la «carencia de clase —o ms bien de la movilidad ascendente— del ganador final, John Mayor’, Se * En este argumento se escucha el eco de lo que sucedié en la campaas electoral £81 Gabinete conservador de aquellos aios estaba formado en su mayor parte or antiguos alumnos de Eton, y el ifder laborisia (Harold Wilson) sac6 mucho partido {en la campafa de sus origenes humildes frente la procedencia social de los conse-vi sloces. F1 Partido Laborisa gané las eleccfones, LA EXPLICACION DE LA DESIGUALDAD a trataba de un argumento poderoso, y los defensores de los otros candida- tos se vieron en la necesidad de inientar demostrar que habian carecido de «ventajas de clase» a pesar de sus origenes y anteedentes patcicios. Esto condujo a Douglas Hurd (otro candidsto a iider) a deseribir a su pa- dre como un granjero (jsin clase”), que habia «logrado a duras penas reunir» el dinero necesario part mandar a su hijo con wna beca a Eton, y a un defensor de Heseltine (un tercer candidat) a sefialar repetidas veces que su candidato habfa empapelado personalmente la casa de huéspedes que sirvid de plataforma para la construccién de su imperio inmobiliato. En aquella misma semana de batalla por el liderazgo, el Ministro de Jus- Harman resolvié que el Concejo Municipal Conservador de West- minster no podia vender las propiedades cuyo contrato de arrendamiento especificaba que slo podrian ser utilizadas como «morada para la clase obrera... y no para otro propésiton. Desde Westminster se afirmé que el término “clase obrera» ya no tenfa sentido, Sin embargo, la justicia re- solvié que aunque el Parlamento no utilizara ya el término en ta legisla- cién inmobiliaria, ello no significaba que no iuviera significado en el in- {és coloquial (los protagonistas eran conscientes de que una vez. en el ‘mercado, las propiedades aumentarfan de precio hasta un nivel que se si- tuarfa fuera del alcance de la «clase obrera»). Todo hace suponer que la «clase» continda siendo un tema que merece un articulo de toda una pd- gina en un prestigioso dominical (Observer, 6 de octubre de 1991) y una serie de la cadena de television BBC de varias semanas de duracién. Los socidlogos podrian replicar que el uso del término «clase» en el discurso académico difiere considerablemente de su uso en el habla coloquial: la utilizacién cotidiana de la palabra se aproxima més a la nocién de prestigio o distincién social. Esto parece confir- ‘marse en la opinién periodfstica de que «con el paso de tos afios, el asunto de la diferencia de clase ha’quedado reducido a una cuestién de estilo. Los nuevos antropélogos de la clase han dejado de ser s0- cidlogos. (Observer, 6 de octubre de 1991). Pero gpor qué razén ha- bria de considerarse el estilo fuera de los limites de la sociologia? En todo caso, los mismos periodistas que definen la clase como «es- tilo» afiaden: «Quien crea que nos encaminamos hacia una sociedad sin clases s6lo tiene que pararse a considerar la procedencia social de los que inician estudios superiores para rectificar su opinién. La politica de fos tories en materia educativa, caso de que haya servide para algo, ha convertido la educacién en algo que se basa mas que nunea en la clase.» Estos argumentos tienen escasa relacién, de tener alguna, con el «estilo». 28 CLASE Y ESTRATIFICACION Por consiguiente, «clase» es un término con muchos significados Si bien analizaremos detenidamente todos y cada uno de esos signifi cados a lo largo de este libro, ses4 itil intentar enumerarios en este primer capitulo. En primer lugar, «clase» puede utilizarse para describir a los gru- os que se sittéan dentro de un orden jerérquico, por ejemplo, la clase de los plebeyos en la Roma Antigua (Calvert, 1982). Bl sistema de or- denacién feudal —sefiores, villanos, hombres libres, siervos, etc.— también era una estructura donde tos distintos derechos legales y desi gualdades formales se relacionaban con determinadas «clases» de la sociedad. Como veremos, Weber describié estos drdenes legales y cuasi legales como formados por «grupos de status»; no obstante, to- davia se utiliza con frecuencia el término «clase» para describir el or- denamiento jerérquico de los grupos de la sociedad. Esta asociacién de la clase con la jerargufa nos lleva a un segundo uso comin del término: el que indica prestigio o nivel social. Asi, el término «clase alta» o «clase baja» se utiliza con frecuencia para des- cribir los atributos sociales de un individuo, Pero en su uso contempo- ranco, la utilizacién de este sentido del término «clase» no indica nada respecto al status legal o los derechos formales. Cuando las ocupacio- nes se ordenan de acuerdo con su prestigio percibido o su nivel social, se describen como escalas de status. Un tercer uso comuin de «clasen denota una descripcién general de las, estructuras de Ta desigualdad material. Asi, en las sociedades modemas, los grupos desigualmente recompensados son por lo general descritos como «clases». Sin embargo, estas agrupaciones no se caracterizan por ninguna distincién legal o formal; antes bien, resumen el resultado, en tér- ‘minos materiales, de la competencia por los recursos en las sociedades de mercado capitalistas. Las «clases» pueden referitse a grupos econémicos, pero un criterio muy comtin para la clasificacién en las sociedades moder- has es la ocupacién, por ejemplo, las agrupaciones por «clases sociales» del Registro General. Estas agrupaciones de ocupaciones se encuentran entre los indicadores mas itiles de las pautas de ventaja y desventaja ma- terial en las sociedades moxemas, y son ampliamente usadas en la politica social, la investigacién de mercados, la publicidad, etc, Sin embargo, el término «clase» no séto se ha utilizado para des- eribir niveles de desigualdad material, prestigio social u ordenaciones legales o tradicionales. Las «clases» también han sido identificadas como fuerzas sociales potencialcs 0 reales —o actores sociales— con capacidad para transformar la sociedad. Marx pensaba que la lucha centre [as clases constitufa la principal fuerza motriz de la historia hu- LA EXPLICACION DE LA DESIGUALDAD 29 mana. Los conservadores obviamente no compartfan sus ideas; no obstante, antes y desde de la Revolucién francesa, las «clases» —en especial las clases bajas— han sido siempre consideradas como una posible amenaza para el orden establecido, Asi, el término «clase» también tiene importantes comotaciones politicas. Por tanto, cl uso del término «clase» puede describir ordenaciones tradicionales 0 lega- les, prestigio social o desigualdades materiales, asi como fuerzas so- ciales revolucionarias 0 conservadoras. No es propiedad exclusiva de ninguna rama individual de la ciencia social, a diferencia, por ejem- plo, del concepto de utilidad marginal en economfa. Tampoco es posi- ble identificar una sola perspectiva sociolégica «correcta», ni un uso del término en el que todos estén de acuerdo, Puede afirmarse, pues, que Ia variedad de significados ligados al concepto de clase ha contribuido a ta falta de claridad caracteristica de muchos debates contemporéneos sobre estratificacién, Sin embargo, ‘otros dos conjuntos de factores han enturbiado atin més unas aguas que nunca estuvieron claras: en primer lugar, los debates en el terreno de la teorfa social y, en segundo, la rapidez de los cambios sociales y ‘econémicos que esas teorfas intentan explicar, Los debates teGricos han ejercido una gran influencia sobre los modos en que los sociélogos y otros han enfocado el estudio empitico del mundo social. I que Giddens (19R2a) y otros han deserito como el «consenso ortodoxo» que surgi en las ciencias sociales durante los affos cincuenta y sesenta, influy6 de manera considerable en el anéli- sis de las clases en la sociologia del perfodo de la posguerra. El «con- senso ortodoxo» se vio influido por la I6gica del positivismo; asf, el modelo de Ia investigacién en ciencia social se aproximé al de las ciencias naturales y los-hechos sociales se trataron como «cosas», He- mos descrito ya brevemente el predominio de un enfoque funciona- lista, siendo el tercer elemento de este consenso, de acuerdo con Gid- dens, la influencia de una concepcién de la «sociedad industrial» en la que la tecnologia del industrialismo y sus correspondientes caracteris: licas sociales (la racionalidad de la técnica, Ia division extensiva del trabajo, etc.) se consideraron como la principal fuerza motriz de la transformacién del mundo contemporéneo. Si bien el consenso orto- Goxo tiene sus criticos —por ejemplo, los «tedricos del conflicto» mencionados més arriba— tales criticas se desarroliaron y tomaron forma en el seno de su propia perspectiva. En particular, como vere- mos en los capitulos 2 y 3, este enfogue estructuré la investigacion y Ja teorfa de las clases y la estratificacién en varios sentidos importan- tes, En primer lugar, se concebja a las clases como entidades objetivas 30 CLASE Y ESTRATIFICACION que podfan ser investigadas empiticamente, y para este propésito se consideraba Ia estructura ocupacional como un marco dentro del que odie localizarse la «estructura de clase», En segundo lugar, buena parte del debate entre los enfoques «funcional» 0 del «consenso» y las teorfas del «conflicto» tuvo lugar en el terreno de la teorfa de la estra- tificacién. Los desarrollos de los sistemas de estratificacién ocupacio- nales constituyeron un rasgo clave de la tesis de la sociedad industrial, Se sefial6 que los sistemas de estratificacién de las sociedades indus- triales avanzadas tenderian a converger, y ello se producird en la di reccidn de estructuras mnds abiertas donde predominarian las ocupacio- nes de «clase median (Mayer, 1963), Puede sugerirse que sobre todo en el Area de la investigacién empi- rica, el «consenso ortodoxo» en sociologia no se eclips6 tanto como Giddens ha sefialado. No obstante, en el campo del anilisis de clase uno de los aspectos sobre los que la critica tavo considerable influencia fue en la cuestién de la accién de clase, que era inseparable de la misma conceptualizacién de la «clase». La teorfa principal de la clase y la es- tratificacién —cuyos representantes podrian ser, por ejemplo, escritores como Bendix y Lipset (1967b)— se ha apropiado de la distincién snar- xista entre clase «en si» y clase «para sir, es decir, entre la clase que existe como una realidad histérica, por una lado, y la clase que ha ad- ‘quirido conciencia de su identidad y eapacidad para actuar, por otro. Sin embargo, Bendix y Lipset crefan que la cuestién de la accién de clase era contingente: una clase podia manifestar una conciencia particular 0 no hacerlo (debe advertirse que este enfoque encuentra facil acomodo en los modos «positivistas» de investigacién social). Sin embargo, la critica al positivismo —expresada, por ejemplo, en la teoria de Ia ; se afirma que el «nuevo socialismon debe reconocer gue no existen los intereses objetivos de clase como tales, pero que, no obstante, hay ‘muchos diferentes puntos de antagonismo y, por lo tanto, un cierto po- tencial para la organizacién de la oposicién entre el capitalismo y la poblacién en las sociedades industriales de finales del siglo xx. Estos argumentos no s6lo pretenden defender ta supuesta disminucién de la importancia politica de la vieja clase obrera, sino también idemtificar nuevos focos de interés politico. En contraste con las cuestiones relativas a la distribucién que inte- resaban a la «vieja politica», hoy se afirma que el desarrollo de «nue- vos movimientos sociales» ha transformado el escenario politico, Es- tos movimientos defienden la conservacién del entorno, la paz mundial y los derechos de una serie de grupos que han sido histérica- 36 CLASE Y ESTRATIFICACION mente excluidos de la plena participaci6n econémica y politica, en es- pecial las mujeres y 105 grupos étnicos subordinados (Offe, 1985a). La nocién de los derechos se esté extendiendo més alld de los adultos para incluir los de los animales y Jos nifios. Un rasgo comin de los nuevos movimientos sociales es que su apoyo transciende de los limi- tes de las clases, debilitando asi atin més los fandamentos de la vieja politica de clase y la accién politica basada en la clase, Estos argumentos politicos han sido muy utilizados en los debates, concemientes a la importancia decreciente de la «clase». También ha tenido una importancia considerable el desarrollo det feminismo de la «segunda ola» que acompafié a la cada vez mayor participacién de las mujeres en el trabajo asalariado. Se podria afirmar que la politica de clase (asf como la misma institucién de la ciudadanfa) adopts su forma decisiva de acuerdo con los intereses de los empleados varones, asf como de los propietarios y administradores varones de los medios de produccién material. Los varones pudieron someter a otros hom bres y luchar por el poder y el control en la esfera y las précticas de consumo, en la estructurécién de las desigualdades. Por ejemplo, Bourdieu (1973, 1986) ha seftalado que el papel que el capital cultural desempeiia en la produccién y la reproduccién de las desigualdades es similar al del capital econémico. Se ha apuntado que la cultura representa un papel cada vez mas importante en las circunstancias cambiantes del «capitalismo del con- sumidor», En particular, se ha sugerido que los productores culturales consituyen un elemento relevante dentro de la «nucva clase median, ‘un grupo que, junto a Ja «infraclase», ha sido identificado por numero: 805 comentaristas como un nuevo ¢ importante desarrollo en la estrati- ficacién asociado con el industrialismo tardfo del siglo Xx. La «nueva clase media» incluye no s6lo a los productores de simbolos, sino tam- bign los «comerciantes de necesidades» que existen para preparar las exigencias de trabajo de la nueva economia de servicios. Esta econo- mfa demanda cada vez mas habilidades sociales en lugar de habilida- des técnicas o précticas, y junto a estas demandas aparecen y aumen- tan los que proporcionan tsles habilidades: terapeutas, expertos en una buena condicién fisica, consejeros, etc, En el capitulo 7 estadiaremos estos nuevos debates sobre la nueva clase media, RESUMEN El término «clase» siempre ha tenido una gran variedad de signifi- cados. Ha servido para describir, de una forma casi directa, Ins estruc- turas de Ja desigualdad material y simbélica, asf como las fuerzas so- ciales con capacidad de actuar sobre el mundo. Sin embargo, durante las dos tiltimas décadas la teorfa y la investigacién sobre las clases y Ja estratificacién han acusado uita mayor fragmentacin debido no sélo a las transformaciones politicas y econémicas, sino también a los cambios que se han producido en las percepciones de los cientificos sociales sobre el mejor modo de investigar el mundo social. Esta frag- mentacién ha dado lugar a la protiferacién de enfoques sobre el andili- sis de la estratificacién y la clase. El propésito de este libro es, por lo tanto, relativamente modesto. No pretende trazar un nuevo «mapa de clases» 0 desarrollar un nuevo enfoque original (zy definitivo?) sobre el anslisis de Is estratificacion social. Antes bien, su objetivo es proporcionar al estudiante universi- tario un mapa de} andlisis de clase y la estratificaci6n, Ello incluye también Ja identificacién de sus puntos fuertes y sus debilidades, aun- ‘que nuestra idea es que la investigacién y la exploracién de la desi- gualdad social estructurada ha de constituir una de las areas centrales de la sociologéa, 2. EL ANALISIS DE CLASE: LA HERENCTA CLASICA Y SU DESARROLLO INTRODUCCION Tal y como hemos descrito en el capitulo primero, el término «clase» se utiliza ampliamente como una denominacién general para describir las estructura de Ia desigualdad en las sociedades modernas. Sin embargo, esta referencias descriptivas de la desigualdad incorpo- ran implicita o explicitamente ciertos supuestos sobre las razones por Jas que un individuo determinado, una ocupacién 0 una categ cial deben ubicarse en una clase determinada. La palabra «clase» tam- bien se ha utilizado en términos més abstractos para referirse a una fuerza social —sobre todo por Marx, que describié la historia como la historia de la lucha de clases»—. La nocién de que las «clases» pue- den tener capacidades transformadoras no es exclusiva del marxismo. Sin cmbargo, Ins fuerzas (0 los «actores») sociales que identificaron te6ricos de las clases como Marx y Weber no corresponden con exac- titud a las categorias de clase definidas en las explicaciones descripti- vas de la «estructura de clase», No obstante, como veremos en este ca~ pitulo, las definiciones te6ricas de clase social de Marx y Weber han hecho surgir las ideas que han guiado la distribucién particular de in- dividuos, ocupaciones y categorfas sociales dentro de esquemas espe- cificos de clase. A resultas de esta préctica, las «clases» que surgen como producto de la aplicacién de los esquemas de clase a la estrue- tura del empleo a menudo han sido consideradas, implicitamente, como si también constituyeran actores de clase reales o potenciales. Més adelante hablaremos sobre las numerosas dificultades relaciona- das con tal supuesto. La clase y 1a desigualdad social figuran entre las dreas de estudio centrales de ia sociologia. Por consiguiente, no es sorprendente que la investigaci6n sobre estas cuestiones se haya visto influida durante la ultima mitad del siglo, y de un modo relevante, por los debates que te- nfan lugar en el Ambito de la sociologia misma. Ast, las disputas en el ‘campo de la teorfa social y las contribuciones tebricas especificas de aly

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