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para la produccién de auténticas obras de arte, al haber Sufrido ya toda época posterior un cierto desvfo en sus esfuerzos por influjo de las realizaciones previas; con lo que a partir de entonces el novicio en cualquier arte, empiece por donde empiece, puede regresar a ese mundo de inocencia original tan poco como el adulto dar cabida en si de nuevo a las actitudes, inclinaciones y demas rasgos caracteristicos del niffo. La cuestién de si, enturbiada ya la mirada de esa forma, atin queda no obstante alguna esperanza de verdadera salvacién para los que hayan de venir en el futuro, y de dénde haya que buscarla, es cosa sobre la que podemos compartir nuestras ideas mis adelante Tu Albert 116 VI Querido Ernst, durante afios he ido aplazando el volver a escribirte, pues sentla que habla emprendido algo muy dificil cuando te prometi seguir adelante en la exposicién de mis ideas acerca de cémo podria surgit una, obra relevante del arte del paisaje en la época actual, y en el futuro, a pesar de la ‘multitud de modelos que eternamente nos confunden, que eterna- mente tratan de arrastrarnos a su propia esfera. Asi de claro estaba entonces que también aqui habian de tener aplicacién las palabras de Schiller: Que ninguno sea semejante a otro, mas cada cual, a lo més alto. ¢Cémo lograrlo?; Sea cada cual perfecto en mismo. Sélo que, alterados por tantas cosas, jedmo empezar a realizar esa perfeccién interior, cémo evitar que nos arrastre cualquier clase de logro brillante, cémo poner por obra esa concepcidn inocente y pura de la infancia del arte en esta época de conceptos? el sentimiento acertado titilaba como una respuesta en mi, sdlo que nunca queria dejarse ver con nitidez ni representar en palabras. Es una de esas situaciones que me gusta comparar con las noches de plenilunio en que el cielo entero esta cubierto por un velo de nubes, y si bien no es visible el disco lunar en parte alguna, no obstante su luz tenue se vierte uniforme sobre la capa de nubes, ¢ ilumina Io suficiente la tierra por todas partes sin arrojar sombras; pues tal como ahi no sentimos la fuente de luz, pero si la luz misma, ante intuiciones de este tipo tampoco prescindimos del goce de los resultados de una ley que intuimos, por més que no seamos atin capaces de verla. Y de todas formas, 2 menudo sucede que una idea asi, que hemos llevado largo tiempo velada en nuestro interior, de repente emerge gracias a algiin choque externo como Minerva de la cabeza del seitor del Olimpo, y tan es asf, que los mismos antiguos quisieron hacer palpable con esa imagen ese tipo de aparicién tan repentina. Mas o menos de la misma forma creo haber visto desencadenarse mis pensamientos sobre el estado actual de la pintura de paisaje desde que lef en buena hora las observaciones que sobre la forma de las nubes hace Goethe en el tercero de sus cuadernos de Ciencias de la Naturaleza, y luego, el bello poema que afiade en homengje a la memoria de Howard. Si me preguntas ahora qué es lo que me ha conmovido tan asombrosamente en ese poema, sdlo sabria decirte algo asi: en el curso de las actividades de la vida legamos a advertir que la accién clara y perfecta sdlo se produce en dos clases de situaciones, una, en los primitives estados de ingenuidad infantil, cuando el oscuro senti- miento de lo divino que mora en nosotros nos’ sefiala inmediatamente, sin ninguna reflexidn ulterior,.Jo co- rrecto y verdadero, y otra, cuando tras los diversos descarrfos de la vida se nos abre el claro conocimiento de nuestras relaciones con Dios y con cl mundo, y aquella temprana pureza inconsciente de si misma queda troquelada en la vida con claridad y conciencia; y todo ello nos lleva a presumir que en lo referente al arte bien pudiera pensarse en dos tipos similares de situaciones en las que se logra la perfeccidn, En cuanto al primero de esos polos, el de la ingenua perfeccidn artistica de 118 e rT los origenes, ya he tratado de seguir el hilo de diversas ideas en cartas anteriores; pero precisamente ese poema de Goethe me llevd de golpe ante la idea, totalmente vivida, de una segunda clas¢ de belleza artistica fundada en un conocimiento superior, y de Goethe precisamente hemos recibido en su tiltima época diversos poemas en los que el conocimiento mas absoluta y puramente cientifico de determinados procesos vitales ha impregnado el alma del poeta para transfigurarse luego, en un renacimiento espiritual més elevado, en visién y com- prensién poéticas Para que ese poema sobre las nubes pudiera surgir, fueron precisos largos y serios estudios atmosféricos, hubo que observar, juzgar y diferenciar, hasta alcanzar no sélo un conocimiento acerca de la formacién de las nubes como el que garantiza la simples observacién sensorial, sino ese otro conocimiento que sdlo es fruto de la investigacién'. Tras todo lo cual, la mirada del espiritu reunid y compuso las distintas facetas que irradiaba el fendmeno, y devolvié reflejado el nicleo del conjunto en una apoteosis artistica. Entendido asi, el arte aparece entonces como cima de la ciencia, y al escrutar con claridad y rodear con un velo de encanto los secretos de ésta, se vuelve, en el verdadero sentido de Ja palabra, mistico, 0 como también lo ha llamado Goethe, drfico. «Pero entonces —ya. te estoy oyendo decir— gno hhabrfa que trasladar esto a la pintura de paisajes? lo que quieres no son entonces paisajes misticos y drficos?» eY porqué no? ;Claro que no me gusta esa mistica Pequefia, quiero decir supersticiosa, que quisiera meter N. del T-s El texto aleman distingue entre ambos cono. tos con los términos «Kenntniss, para el primero, y para el segundo, e 119 de estraperlo en los circulos del arte vivo alguna clase de simbolos dados por tradicién y convencién, esto es, esa mistica de cruces y rosarios que habria que mandar como minimo a la esfera de la fe de Ia que han brotado, la tinica en que atin son comprensibles! No, yo pienso en una mistica eterna como la Naturaleza misma porque sélo es Naturaleza, «misteriosa a plena luz del dia», porque no quiere nada més alld de interioridad natural y divina, y precisamente por eso ha de seguir siendo comprensible para todos los tiempos y todos los pueblos. {Qué es lo que da forma ‘a la pintura de paisaje, sino Ja gran Naturaleza de la Tierra que nos rodea? :Y qué més elevado que captar la misteriosa vida,de esa Natu- raleza? E impregnado del conocimiento de los maravi- llosos efectos reciprocos de tierra y fuego y mar y aire, gno nos hablaré con mas fuerza el artista con sus imagenes, no ha de ser él quien mas pura y libremente abra el alma del que las contemple, de forma que también a éste se le abra la contemplacién de los secretos de Ia Naturaleza viva, y reconozca que no es un azar vano y sin ley quien define el curso de las nubes y la forma de las montafas, la figura de los arboles y el oleaje del mar, sino que late en todo ello un sentido mis alto y una significacién eterna? Pues son creaciones del espfritu, de quien esté escrito Creo ast en e! raudo telar del tiempo, y en él tramo el vive manto de Dios. iQué paisajes no podrén imaginarse en esta perspec tiva! Si los paisajistas mas antiguos, en su ingenuidad, o bien se atuvieron incondicionalmente a la Naturaleza que nos rodea a diario, y al ligarse asi con fidelidad a su entorno representaron inconscientemente algo lleno de significado, o bien quisieron prestarle un interés superior asus imégenes relaciondndolas con la bistoria y los 120 mitos de los hombres, al pintor que se elevara hasta el conocimiento de la Naturaleza afluiria de todas partes el material mas puro y elevado. ;Con qué poderosa elocuencia nos habla Ia historia de las montafias, cémo pone inmediatamente al hombre, como algo divino que es, en telacién con Dios, aniquilando de golpe toda nidad pasajera de su existencia terrena, y qué clara mente se expresa esa historia en algunos parajes y configuraciones montafiosas, que por fuerza han de hacer que despunte un atisbo de esa historia incluso en quien no la conozca! gy no ha de ser el artista libre de realzar ‘tales puntos y ofrecer paisajes histéricos en el sentido mis elevado del término? ;Cudn significativo el tipo de vegetacién respecto al cardcter de una comarca! y con certeza seria una noble tarea del arte presentartios en’un hermoso ropaje de sensaciones Ia historia de las grandes formaciones del mundo vegetal; pues existe una relacibn secreta entre todas esas apacibles criaturas, y en sus hojas y flores se oculta una rica vida poética. ;Y cudn infinitamente divetsos y delicados no han de ser, en fin, los fendmenos de la atmésfera! Todo cuanto resuena en un pecho humand, todo cuanto es resplande cer y entenebrecerse, desarrollo y disolucidn, todo crear y destruir flota vacilanterante nuestros sentidos en las fragiles figuras de las regibnes nubosas; y correctamente captadas, espiritualizadas por el genio artistico, excitan asombrosamente incluso al 4nimo sobre el que tales fendmenos se deslizan inadvertidos en la vida real Me exigirfas demasiado, desde luego, si tuviera que describirte ahora en detille cémo tendrla que crearse tuna obra de arte asl, qué objetos concretos clegiria, cémo habria de ser su realizacién en cuanto a forma y color; pues entonces yo vendria que ser ya ese artista del que sdlo espero que venga alguna vez; ;pero vendra, seguro! Y alguna’vez surgirin paisajes de una belleza | 121 Claude y Ruysdael, y con todo, seguirdn siendo puras imagenes naturales; pero en ellas la Naturaleza, escrutada con los ojos del espiritu, aparecerd en su verdad superior, y la creciente perfeccién de la técnica le conferiré un esplendor que no pudieron tener obras anteriores. Pero como ese arte del paisaje ideal que le seguira se encuentra ain en tiempos lejanos, no quisiera que creyeras que es imposible deducir de estos pensamientos provecho alguno para la formacién de los paisajistas en Ia actualidad, y proximamente te haré participe de mis puntos de vista al respecto. ;Y por hoy, ya basta Tu Albert VIL Tienés mucha razén, querido Ernst, cuando me recuerdas que deberfa expresarme con mis claridad sobre el tipo de obra de arte futura con el que fantaseaba en mi carta anterior, para que ast no se me malinterprete hasta el extremo de creer que yo pudiera exigir del paisaje una finalidad didéctica. También me reclamas ejemplos de tales paisajes drficos, para prevenir de antemano y de una vez por todas cualquier malen- tendido; y todo eso esté muy bien y seria muy justo, sdlo con que no fuera tan condenadamente dificil ofrecer respuestas y discursos pormenorizados sobre lo que ha de venir; entretanto, los lectores os las tendréis que apaiiar como aquel corjocedor del poema de Goethe, que ante la insistencia de un artista para que le ensefiara y le hiciera ver por dénde Iegar de inmediato a la perfeccién, replicd con elegancia: ;Pues mire usted... Mientras tanto, vamos a mirar de todas formas hasta dénde llegamos con nuestras discusiones, y ademds creo que yo me las arreglaré algo mejor, aunque sdlo fuera porque puedo pensar que tu y yo nos entendemos ya en lo principal, y que tu completards lo que me falte, me echards el alto cuando no diga lo bastante, y desarrollaris en tu espiritu lo que tenga yo que dejar inacabado. Y ei 123 eS) aunque todo libro cuente con hallar correspondencia por parte del lector, con que enganche y se entregue a Frimanera de pensar del autor, por de contado que sin tina cercania espiritual, con una perspectiva completa- mente opuesta en el receptor, jamas seria posible enten- derse. Asi que como se ve trato de curarme en salud en materia tan dificultosa. Lichtenberg dijo una vez. a propésito de la ensefianza: al ensefiar, la cuestion no es tanto que los estudiantes estén impuestos exhaustiva y pormenorizadamente en la materia como que, mas bien, el propio maestro haya hecho suyo exhaustiva y pormenorizadamente el objeto de su ensefianza. Quién podria desconocer que Lich- tenberg lleva toda la razén? Pues zquién ‘no habré experimentado lo esclarecedoras que a menudo nos resultan unas pocas palabras, cuando vienen de un hombre que se encuentra como en su casa en aquello de lo que habla? Pero visto y concedido esto, podemos it de cosas apuntan a una cierta inmediatez de la com- prensidn entre los espiritus, en virtud de Ia cual, por el nis débil signo externo y desde luego sin precisarlos todos uno barrunta ya lo que pasa por el otro, En cualquier caso, hay en ello un gran misterio, de la méxima importancia para la formacién mutua. de los seres humanos, sobre el que aqui no podemos extender- hos, y del que ademés tampoco se deja poner en palabras lo mejor. Pero entonces, por seguir construyendo | razonamiento anterior, no deberfa también una obra de arte seguir surtiendo su efecto en el mismo sentido en que lo hizo por primera vez sobre el artista? y si en ste late una profunda visién de las poderosas corrientes vitales que se entrecruzan interminablemente en la Tierra, de sus diferentes atmésferas, de sus aguas, de cada una de sus criaturas vivas, gno deberia ganar con 124 ello la obra de arte paisajistica un carécter especifico, un efecto nuevo y caéacteristico sobre el animo del espec- tador? Estoy seguro de que concuerdas conmigo, y de que también sientes decididamente qiie aqui no se puede hablar de ensefianza en el sentido habitual, sino que se trata de elevar de forma inmediata al espectador a la esfera de una vision mds elevada del mundo y de la Tierra, con lo cual creo también haberme acercado un poco mas al objetivo de hacer entender con mayor acierto qué es exactamente lo que yo quiero. Si ahora tuviera que aportar ejemplos al respecto, me permitirla escogerlos de entre los retratos poéticos de paisajes naturales, pues siendo la poesta como es muy anterior a toda.pintura de paisajes, y mas proxima al espiritu que cualquier pintura, nos ofrece también en esto los modelos mas nobles. Pero, para ser precisos, nos ofrecerd un patrén de ese tipo un poeta en quien aparezca resuelta la tarea de la época moderna, ser conducido por el arte al conocimiento y dejar que del conocimiento se desarrollen a su ver logros artisticos mis altos. eY de quién se podria decir esto mejor que de Goethe y de sus obras? y en concreto de las tiltimas, en las que se encuentran no tanto paisajes poetizados sino las més profundas intuiciones posticas de ciertos aspectos de la gran vida de la Tierra, tan llena de misterio. Dejando a un lado ese poema de las nubes, donde el sentido més elevado de los fenémenos atmosféricos va pasando ante los ojos del espiritu, hay que tomar en cuenta de manera sefialada esas escenas de los clementos que pinta con enérgicos trazos el arcngel en el prélogo del Fausto, asi como por lo demas todo el resto de la obra, que contiene una plétora de perspectivas poéticas sobre la vida de la Tierra. En esa y otras descripciones uno siempre se siente como impregnado directamente 125 de la misma familiaridad {ntima del poeta con todos los aspectos de esos fendmenos. Quien no haya llegado a conocer tan a fondo y a experimentar de verdad la vida de las aguas y el significado de los colores no podria brindar tan insuperable descripcidn del espejo de su superficie: ~Acaso no te arrastra al cielo hondo el htimedo azul, transfigurado, acaso no te atrae tu propio rostro, en eterno rocio, de lo alto? Y asi se deja sentir siempre toda la vida espiritual del poeta en cada una de sus obras, cuando le han surgido de lo mas hondo. ¢Quién no ha sentido al nartador henchido de visin directa por todos los costados cuando Humboldt, por tomar otro caso, pinta con palabras ante nuestras almas sus cuadros de las estepas y de las gigantescas cataratas de América?! ‘Ahora que te he presentado esos ejemplos, 0 mucho me engaiio o ya me habré expresado con claridad acerca de lo que me imagino yo como ideal de un nuevo arte del paisaje, pero atin tengo que afiadir algo sobre la denominacién del mismo. Pues considerado desde esta perspectiva, el nombre trivial de «paisajee no puede resultarnos satisfactorio, hay en él algo de oficio manual que rechaza todo mi ser. Ast que habria que buscar e introducir una nueva palabra, y me adelanto “aqui a UN, del A: Como realmente me parece adecuado afiadir alge testimonio respecto a lo que he dicho, te oftezco como anexo a esta carta un pasaje del muy atinado «System der Pilze und Schwimmer («Sistema de hongos y setas») de Nees von Esenbeck. Lees lo que dice sobre la vegetacién otofal, y sientes cémo el puro conocimiento de la Naturaleza, configurado con arte, se convierte por si mismo en la més noble poesia. 126 e proponer algunas: geobiografia, arte geobiogrdfico?. Al menos hay algo mis del ideal que quisiera proponer en esas palabras que eri «paisaje. Pero, al releer por encima lo que he escrito, se me ceurre que de lo anterior podria surgir atin un malen- tendido de otro tipo, al cual he de salir al paso de inmediato. En concreto, podria interpretarse lo dicho de las imagenes geobiogréicas como que éstas debieran representar puramente escenas colosales en el mayor formato posible, como si slo pudieran representar un esbozo de tales imégenes estampas de los Alpes, de tempestades marinas, grandes bosques de montafia, vol- canes y despefiaderos. Ahora bien, ése no es en absoluto mi pensamiento, y aunque tampoco tendria reparos en afirmar que tales escenas, correctamente captadas, re- presentarian lo més elevado del arte geobiogrifico, sin embargo cualquier faceta de la vida terrestre, hasta la mis sencilla y apacible, es un objeto hermoso y digno del arte con sdlo que esté correctamente captado su seatido més propio, la idea divina oculta en ella. Como Goethe de la humana, también podrfamos decir nosotros de la vida de la Tierra Hundid la mano en plena vida humana: N. del'T.: «Landschaft», paisaje, se compone de «Land» tierra, y schafts, terminacién relacionada con el verbo «schaffen», hacer © producir, que aparece en el nombre de muchas actividades: «Wissenschafto, ciencia, «Wirtschafts, economia, agricultura. La’ connoracién quizis pudie : 45 pudiera evocarse en castellano ‘oyendo el sufijo sajer en clave de avcién en ciertos sustantivos come embulse saprendzai canes, © quids, con una aero acia fonérica, pensar en eapaisar» y su posible derivado «apaisaje» cismamiedtotemeoe legge Respecto a las palabras propuestas por Carus, el original alemin dice «Erdlebenbild, Erdlebenbildkunsts, lit. «cuadro 0 nagen de la vida terrestres, y «arte de» lo mismo. e a7 la viven todos, pocos la conocen, cojais lo que cojais os dard goces. Un tincén apacible del bosque en plena pujanza de su variada vegetacién, el mas simple altozano con sus plantas tan delicadas, abovedado por un cielo vaporoso frente a azules lejanfas, podrian proporcionar la mis hermosa imagen geobiografica, que realizada en tamafio pequefio o grande no dejarfa nada que desear, con tal que estuviera captada con toda el alma. Pero ademés, tampoco se quiere decir aqui que una imagen geobio- grifica deberia dar cabida tan sdlo a objetos de la Naturaleza pura, libre, sin rastros de vida humana; el hombre es la mas hermosa criatura de la Tierra, y la Tierra es tan incompleta sin el ser humano como imposible pensar al hombre en cuanto hombre sin la Tierra. Asi pues, los testimonios de vida humana no harian sino venir a completar la vida terrestre y su representacién artistica, de modo que hombres y obras humanas podrian perfectamente aparecer en una auténtica imagen geobiografica, con que predominara el retrato de la vida de la tierra tal como exige la unidad de una obra de arte, que no puede cumplir varias tareas a un tiempo. De todas formas, por esta iiltima causa, hombres y obras humanas han de aparecer en tales imagenes en tanto determinados por la naturaleza de la Tierra, y es cosa sabida empiricamente hace ‘mucho que, por ejemplo, un edificio recién pintado con sus agudos perfiles no pega nada en una pintura de paisaje, precisamente por una contradiccién interna a ese respecto, 0 que encajan mis en ella figuras humanas que indican vida en la Naturaleza (como por ejemplo cazadores 0 pastores) que digamos héroes homéricos y similares, todo lo cual se entiende por si mismo si se han comprendido correc- tamente las premisas anteriores. Desearla asi pues que con esto hubiera quedado ya claramente expresado el ideal quie tenfa en mientes acerca d Paisaje 0 geobiogréfico; lo demés que se pudiera des- prender de aqui en relacién a su estudio tendra que quedar reservado para una préxima carta 7 el futuro arte del Tu Albert 129 echo ANEXO A LA CARTA VII Del «Sistema de los hongos y las setas» de Nees v. Esenbeck Vegetacién de primavera y de otorio Toda formacién vegetal cae dentro del ciclo de Vernatio y Defoliatio. El prototipo de_germinacién (Vernatio) es la formacién de las algas. El otofio des- ciende sobre los hongos; las hojas caen. El mundo de las plantas suefia su primavera. Lo que digo no es imagen poética, ni simil. Quien se haya entregado a la contemplacién de la Naturaleza buscard alguna interpretacién de esos suefios sobre los que el otofio extiende su niebla, Seria deseable que observadores experimentados com- probaran eudiométricamente con precisién la indole de la atmésfera en las capas que tocan directamente la tierra en diversas épocas del aio. Sin duda los resultados serfan importantes para la teorfa sobre el origen de los hongos. Desde luego, cuanto aqui se ha dicho sobre el desarrollo de ese tipo de vegetacién no debe entenderse segtin el estricto concepto temporal del «aiio», sino que mis bien, como por doquier en la Naturaleza, los procesos de formacién son también aqui bésicos y omnipresentes; de ahi que tanto setas y hongos como algas se desarrollen en cualquier época del aio. Pero en. otofio predominan procesos de ese caricter en concreto, en los que se dan a un mismo tiempo todas las 130 e@ condiciones externamente observables para su formacién, al igual que en primavera es sobre todo la vida de las algas politricas la que se ve favorecida, En primavera, la tensién atmosférica que la vegetacién establece se ve compensada por lo apacible de la vida de las plantas. El agua, elemento predominante, disuelve y libera los elementos de las formas organizadas ya dege- neradas, y el sol viene a renovar la contradiccién que hace aparecer la vida. Todo cuanto entonces toma forma brota como de una nueva creacién, en un campo de juego despejado al que no impone una direccién predominante ninguna de las formas de organizacién existentes, y en el que tampoco pueden impedir, al estorbarse mutuamente, la aparicién de nuevas forma- ciones. De ahi que éstas se desarrollen a nivel de elementos, y que la cienciaj pueda ordenar las formas ya existentes y las que regresan en el cambio en base a sus elementos primitivos. Pero en otofio la atmésfera ha superado el conflicto con los procesos de Ia vida vegetal, ¢ incluso estd atrapada en una involuciép hacia un estado contrario; pues en parte alguna se caaaaeeeioetieseee a siempre reciproca, y si el resultado de la actividad vegetal tiene una expresién quimica en las plantas, tiene que aceptarse también que tenga otra en la atmésfera, que cortesponda con aquélla por contradiccién, incluso si nuestra Quimica de la Naturaleza no es capaz atin de representarsela. Steffens (ver el Jahrbiicher d. M., Vol.3, n° 2, de Schelling y Markus) ha obtenido resultados muy acertados. concernientes a la actividad de la vegeta- cién desde una perspectiva quimica, a partir de las observaciones existentes, Pero la Quimica mas reciente ha dado algunos enérgicos pasos incluso més hacia fa de las proporciones en los elementos de las plintas. Oken y e 131 delante, y abrird brecha para una futura teo1 | Schelwer han tocado el tema de la significacién de la actividad vegetal desde las posiciones més elevadas de la Filosoffa. De modo que aqui no puedo sino remitir a sus definiciones, y sin miedo a malentendidos darle a ese proceso de tensién:que ahora se equilibra nombres tomados de la Quimica. La tierra se ha refinado hasta una pureza méxima en carbono (orginico), y el oxigeno, oprimido por la accién orgénica, tiende en igual medida ala descarga y la combustién Asi comienza el otofio, la tierra se cubre paulatinamente del follaje caido; la niebla y la peculiar humedad de la luvia, mds tenaz, empapan toda particula muerta que permanecié sin desarrollo alguno durante el verano, y los elementos primarios recién disueltos de la vegetacién superior que entonces hacen su aparicion encuentran un humus al que adherirse en cada ramita, en cada hoja, en los productos de la destruccién de su mismo tronco mientras en éste asin prosigue la tendencia a la actividad vegetal, y la violenta lucha de la atmésfera define orgdnicamente y al tiempo acaba su existencia. Observacién. Muy a menudo me he entregado apaci- blemente en otofio, por los bosques en calma, a los influjos de la vida de la Naturaleza que se extendia a mi alrededor, y asimismo en el periodo correspondiente de primavera. También esas sensaciones, muchas de las cuales ciertamente no me sirven sino como recuerdo, tienen cabida aqui, En primavera, el suelo himedo produce calor bajo nuestros pies, la piel se tensa, el sol atrac, uno cree sentir en torno suyo por, todas partes movimientos que convergen sobre él, pero a si miismno, sin embargo, pesado y tardo sobre el colorido del oscuro suelo. Con una claridad uniforme, el recuerdo retrocede hasta la lejania, y el ofdo escucha todos los sonidos menos diferenciados 132 En otofi, jqué diferencia, con la misma temperatura! Indluso el suelo seco produce una hiimeda opresion en quien ‘lo pisa, y la humedad se alza hacia nosotros con una frialdad creciente. Uno se siente fino y flexible, también’ més dgil. Suave, el sol se difunde a través de tenues capas de nubes; pero su radiacion se abre paso a través de ese velo, y en la calma nos calienta hasta el suplicio y nos libra de hacer cualquier movimiento, en lugar de hacer de todo movimiento una molestia que exige descargarse, como el sol de primavera. Asi, todo estd en calma alrededor; las hojas que caen pautan el tiempo, cada sonido es diferente de los demas, discernible con claridad, como a distancias bien definidas. Nublado 0 com Iuz, el campo visual se estrecha. En la nitida proximidad de todo, observar y recordar vienen a una, e incluso la vista mds débil reclama en cualquier parte de la Naturaleza con més afin, quiero decir, con mayor nos- talgia, lo pequeito, cuyo tiempo ha llegado. ¥ luego, de la noche a la mafiana, en una mudanza continua, como un escalofrio que sacudiera a los elementos disueltos, bajo la capa de hojas en que la bumedad permanece atin, brota la generacién del mobo ¥ el bejin, un linaje del crepsisculo. Por las ramas moribundas se despliegan y se extienden hongos pardsitos y algas cloroficales, -y las diltimas setas diminutas germinan en donde ain exista alguna forma vegetal determinada en el mantillo. Pero equién no conoce el peculiar olor del otofio, como a carburo, que el olfato asocia con los efectos de un electréforo de resina, ni su penetrante advertencia que exhorta a la precaucién en la apacible oscuridad de la autoconciencia? Este es el tiempo en que se apaga la iéltima vibracién de la primavera En la estacién en que el sol declina, la superficie de “tierra esté envuelta en el proceso de formacién del mantillo. Que comienza por uno andlogo al de infusién, 133 a saber, la disolucién gradual de las materias ligadas organicamente; en cuyos primeros pasos, mientras pre domina atin una organizacién definida en los organismos en trance de disolucién, surgen formas capaces incluso de conflicto orgénico con el mundo externo, y en consecuencia de una vida més o menos duradera. Tales materias orginicas son para nosotros los elementos mas propios de la organizacién de las plantas, carbono y oxigeno. Pero tales elementos vegetales basicos no entran en ese nuevo conflicto en sentido general interviniendo sobre la potencia de accién de la tierra, sino en su cualidad vegetal, en cuanto pura substancia de planta o producto de la vegetacién, y como elementos de la fuerza creativa jams saciada en que se funda la vida periddica de las plantas. Quisiera servirme de las expresiones tierra vegetal y gas vegetal para encarnar en cllas el espiritu y la materia de pistilo y estambre. As{ pues, en la infusin sometida al influjo predomi- nante del aire se diferencian en un primer momento tierra y gas, y renuevan la contradiccién entre tierra y aire como carbono y agua Como atin predomina la tensién vegetal, y el medio liquido, que carece de direccién determinada, cede terreno, los elementos liberados han de desarrollarse bajo las leyes de la vegetacién, y no pueden aleanzar ni la produccién independiente del fenémeno de la vida en Ja agitacién de la infusidn, ni tampoco esa combinacidn en la que el producto comiin, internamente animado y nutrido, brota al exterior en un desarrollo y metamorfosis cambiantes. Observacién. Con esto no se pretende decir que durante la disolucién de los componentes vegetales no puedan surgir también infusorios,:como a la inversa, de la disolucién de cuerpos animales pueden hacerlo vege- tales, 0 que no puedan completar su ciclo natural de 134 a ‘vida en un elemento Iiquido suficiente para ellos. Su- mérjase en agua un manojo de hojas recién cogidas de la tierra, y se hallardn infusorios. Pero estos infusorios se encuentran en escasa proporcién comparados con el hormigueo que reina en una gota de infusién, y su relacién con los hongos més estrechamente afines, como por ejemplo mohos, és del todo diferente a la interco- nexién entre infusorios y algas. Las setas y hongos de infusién son originalmente vegetales, retofios en formas elementales de semillas,,polen y flor. oe 135 Vil A menudo se ha comparado la pintura, de paisaje a la mtisica, y hoy quisiera aftadir a las diversas afinidades que en verdad existen entre ambas artes una poco atendida, y sin embargo tan particularmente chocante como silenciada, que no es otra sino su comin profana- cién'. En verdad, si se para mientes en el alto significado de la musica, en cuan grande, noble y sefiorial aparece este arte cuando se le hace un sitio digno, parte el alma advertir los miles y miles de profanaciones ¢ indignidades cometidas con los fines mas vulgares e indignos. No obstante, a la pintura de paisaje no le va ni una pizca mejor, y para ser precisos, si consideramos seriamente el elevado sentido que este arte lleva en si como biografia de Ia tierra y echamos luego un vistazo a los miles y miles de cuadritos que corren por ahi como paisajes, si nos paramos a pensar en como cualquier ceporro a quien Dios no ha otorgado vista ni destreza para aprender a dibujar se atreve sin embargo con un paisaje con plena confianza, 0 en cémo cualquier dama que no gusta de entregarse precisamente a dibujos mas exigentes se concede, en cualquier caso, el talento suficiente para de adesacralizaciéne, pero su tono descriptive no parece muy adecuado para la queja de Carus Ti: La traduccién literal de «Ent-heiligung» pod 136 aprender a garabatear o bordar un paisaje en la hoja de un album familiar, entonces se nos revuelve la bilis. Tendrés que tomarme a bien que empiece esta carta refunfuriando, después de haber tenido que ver una auténtica multitud de tales caricaturas paisajisticas desfilar por mi campo visual. De todas formas, puede que no sea un mal comienzo, ya que han de venir a renglén seguido algunas observaciones sobre el estudio del arte del paisaje en el futuro, y ahi volverd a ofrecerse material rds que de sobra para observaciones hipocon- driacas, en la medida en que no se puede hablar del futuro de forma adecuada sin hacerlo del tipo de estudios del presente, que no es precisamente para alegrarse. En los ltimos tiempos se han alzado aqui o alld quejas contra las Academias, consideradas como una de las causas esenciales de la decadencia del auténtico arte pictérico, y aunque en conjunto puede que esas quejas no anden muy descaminadas, sin embargo se puede afirmar que las Academias han perjudicado muy poco a la pintura de paisaje, gy por qué? porque no se han preocupado nunca por ellay La verdad es que a esta rama artistica la han venido tratando cada vez mis como a una hijastra; parece como si creyeran que a un pintor de paisaje no hay mucho que ensefarle, o pensaran que si se cometen fallos en dibujos paisajisticos, nadie los va notar (as{ piensa el enterrador en Hamlet: que mandan al principe loco a Inglaterra porque alli no se notaré su locura, ya qud todos estin algo idos); 0 como si pensaran que no hay mucho que se pueda echar a perder en un paisaje, 0 bien, por ultimo, como si no pensaran nada en absoluto al respecto y se atuvieran a la tradicién, cosa que de hecho atin debe suceder a menudo en las Academias y no sélo en ellas. De manera que hasta la fecha, si tino queria formarse en el arte del 137 | | i 4 paisaje, se encontraba sobradamente abandonado a la buena fortuna y genio propios; habitualmente, durante un tiempo se guiaba en lo esencial por modelos impresos, malos, amanerados, se le ponfan unas gafas para ver y pintar la Naturaleza a través de ellas, y por lo comin estaba orgulloso si podia usar tales gafas ajenas en provecho propio. Pero si llegaba a atenerse sdlo a la Naturaleza misma, en la mayoria de las ocasiones contra la voluntad de su profesor, se le iban los mejores aiios de su vida antes de que emergiera en él una comprension intima del espiritu de la Naturaleza, y muy lejos ain de alcanzar el meollo, no legaba siquiera a dominar la céscara. Sélo a unos pocos les guiaba una luz clara, espiritual, hasta la auténtica fuente de la vida, y aun asi, cuanto de bueno creaban alli muy a menudo volvia a ser ignorado y desatentido, precisamente porque se apartaba de la cémoda caligrafia en cursiva que se habia introducido como forma de nube, ola de mar, el llamado contorno de Arbol? o formas montafiosas. {En pocas palabras! lo que presupone la forma actual de estudiar el arte del paisaje es sobre todo, por una parte, el aprendizaje oportuno de una cierta manera, mediante a constante copia de dibujos y pinturas de otros artistas; y por otra, un modo defectuoso e insuficiente de contemplar y captar la Naturaleza. Gracias a lo primero obtenemos esas copias desvaidas de verdaderas obras de arte, que se relacionan con ellas como maniquies muy bien aderezados con seres humanos de carne y hueso, y que en lugar de haber nacido de lo mas hondo y primordial del 4nimo, fecundado por el espiritu de | Naturaleza, proceden de un apareamiento contra natura IN, del T «Baumschlage, amaneramiento ned establecido de formas de irbol en uso en las Ac minimo, hasta bien entrado el siglo x1x 138 e sico, repertorio entre la forma de una obia de arte singular y un alma humana; y en esto parece hallarse una de las raices principales de todos los males de la moderna pintura de paisaje, pues de ahi han surgido esos miles de cuadros que vuelven a recordar una y otra ver. a otros cuadros y nunca a la Naturaleza misma. Pero en estrecha relacién con ello esté Id segundo, pues a quien se acostumbra a mirar In Naturaleza a través de gafas ajenas solamente, jamas se le aparecer revestida de sus propias galas, y a él menos que a nadie le hard la merced de levancar siquiera una esquina de sus velos para que pueda irrumpir en sus secretos. Pero nadie ignora que no es talea facil captar a la Naturaleza tal y como ella quiere, © que desde siempre sélo al genio le ha sido dado: verla intimamente lena de misterio a plena luz del dia, y. asi, Tu Albert e 159

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