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VAUCANSON, poema de John Ashbery

Mientras escriba, nevaba.


Se sinti sosegado y singular en la habitacin gris
pero, claro, nunca nadie se fa de estos humores.
Aquello tena que tener entendimiento.
Pero, por qu? De todos modos, sucede siempre,
y quin se apunta el tanto? Seguramente
no aquello que se comprende,
y nos empequeece saberlo
como saben los rboles de la tormenta
hasta que pasa y vuelve la luz a caer
desigualmente sobre toda la susurrante parentela:
las cosas con las cosas, las personas con los objetos,
las ideas con las personas o con las ideas.
Duele esta voluntad de proporcionarle a la vida
dimensiones, cuando la vida consiste precisamente en esas
dimensiones.
Somos criaturas, as que caminamos y hablamos
y la gente se nos acerca, o nos escucha
y luego se va.
La msica llena los espacios
en los que se estiran las figuras hacia los bordes,
y puede solamente decir algo.
Los tendones se relajan entonces,
la conciencia empieza a albergar buenos pensamientos.
Ah, tiene que ser bueno este sol:
calienta de nuevo,
hace el nmero, completa su triloga.
La vida debe de estar ah detrs. La escondiste
para que nadie la encontrase
y ahora no recuerdas dnde.
Pero si volviera uno a inventarse la infancia
sera casi como volverse una reliquia viva
para librar a esta cosa, librarla del rubor
por el procedimiento de bajar el teln,
y durante unos segundos nadie se dara cuenta.
El final parecera perfecto.
Nada de consternacin,
ni sueo trgico alguno del que despertarse sobresaltado
con un ataque de culpa apasionada, slo la clida luz del sol
que se desliza con facilidad por los hombros
hasta el corazn blando, derretido.

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