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En cuclillas, ordeño

una cabrita y un sueño.

Glú, glú, glú,


hace la leche al caer
en el cubo. En el tisú
celeste va el amanecer.
Glú, glú, glú. Se infla la espuma,
que exhala
una finísima bruma.

(Me lame otra cabra, y bala.)

En cuclillas, ordeño
una cabrita y un sueño.

Las penitas de la muerte


me dan a mí que no a otro,
cuando salgo al campo a verte
con mi negra, negra suerte,
con mi negro, negro potro.

1
LAS ABARCAS DESIERTAS

Por el cinco de enero,


cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,


que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,


ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,


para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,

2
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado


tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,


toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta


cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,


de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas


hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

3
EL SILBO DEL DALE

Dale al aspa, molino,


hasta nevar el trigo.

Dale a la piedra, agua,


hasta ponerla mansa.

Dale al molino , aire,


hasta lo inacabable.

Dale al aire, cabrero,


hasta que silbe tierno.

Dale al cabrero, monte,


hasta dejarle inmóvil.

Dale al monte, lucero,


hasta que se haga cielo.

Dale, Dios, a mi alma,


hasta perfeccionarla.

Dale que dale, dale,


molino, piedra, aire,

cabrero, monte, astro,


dale que dale largo.

4
Dale que dale, Dios,
¡ay!
Hasta la perfección.

El pez más viejo del río


de tanta sabiduría
como amontonó, vivía
brillantemente sombrío.
Y el agua le sonreía.

Tan sombrío llegó a estar


(nada el agua le divierte)
que después de meditar,
tomó el camino del mar,
es decir, el de la muerte.

Reíste tú junto al río,


niño solar. Y ese día
el pez más viejo del río
se quitó el aire sombrío.
Y el agua te sonreía.

5
El mar también elije
puertos donde reír
como los marineros.
Cogedme, cogedme.
El mar de los que son. Dejadme, dejadme.

El mar también elije Fieras, hombres, sombras.


puertos donde morir. Soles, flores, mares.
Como los marineros. Cogedme.

El mar de los que fueron. Dejadme.

El azahar de Murcia Déjame que me vaya,


y la palmera de Elche madre, a la guerra.
para exaltar la vida
Déjame, blanca hermana,
sobre tu vida ascienden.
novia morena.
El azahar de Murcia ¡Déjame!
y la palmera de Elche
Y después de dejarme
para seguir la vida
junto a las balas,
bajan sobre la muerte.
mándame a la trinchera
besos y cartas.

¡Mándame!

6
Llegó con tres heridas:
la del amor, Escribí en el arenal
la de la muerte, los tres nombres de la vida:
la de la vida. vida, muerte amor.

Con tres heridas viene: Una ráfaga de mar,


la de la vida, tantas claras veces ida,
la del amor, vino y los borró.
la de la muerte.

Con tres heridas yo:


la de la vida,
la de la muerte, No puedo olvidar
la del amor. que no tengo alas,
que no tengo mar,
vereda ni nada
con que irte a besar.

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

7
Con dos años, dos flores
cumples ahora.
Dos alondras llenando
toda tu aurora.
Niño radiante:
va mi sangre contigo
siempre adelante.

Sangre mía, adelante,


no retrocedas.
La luz rueda en el mundo,
mientras tú ruedas.
Todo te mueve,
universo de un cuerpo
dorado y leve.

Herramienta es tu risa,
luz que proclama
la victoria del trigo
sobre la grama.
Ríe. Contigo
venceré siempre al tiempo
que es mi enemigo.

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