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tico estd en la base de una dindmica social para la cual el nosotros sélo
puede ser pensado como un artificio, como un resultado nun
tizado, {Cémo construir una sociedad a partir de las voluntades indi-
Viduales? ¢Qué tenemos en comtin? Son las preguntas con las que en
torno al siglo xvi va tomando forma expresa y reconocible nuestro
mundo actual. Son preguntas que parten de una abstraccién: la prima
cia del individuo, como unidad desgajada de su vida en comdn, Ha
blar de «vida en comin» no es sinénimo de identidad cultural o politi
ca, asf como tampoco de fa sumisién de la singularidad al uno, a la
homogeneidad del todo. «Vida en comin» es algo mucho més basico:
conjunto de relaciones tanto materiales como simbslicas que hacen
posible una vida humana. Una vida humana, tnica e irreductible, sin
embargo no se basta nunca a si misma. Es imposible ser slo un indi
Viduo. Lo dice nuestro cuerpo, su hambre, su fro, la marca de su om-
bigo, vaco presente que sutura el 1azo perdido. Lo dice nuestra voz,
con todos los acentos y tonalidades de nuestros mundos lin
al
fsticos y
tivos incorporados. Lo dice nuestra imaginacién, capaz de compo-
se con realidades conocidas y desconocidas para crear otros senti-
dos y otras realidades.
EL ser humano es algo més que un ser social, su condicién es re
tacional en un sentido que va mucho mas alla de lo circunstancial: el
ser humano no puede decir yo sin que resuene, al mismo, tiempo un
nosotros. Nuestra historia moderna se ha construido sobre la negacién
Ue este principio tan simple. Por eso, el enosotros» funciona en nues
tras lenguas s6lo como el plural de la primera persona. Como pronom-
hire personal, «nosotros» no se sostiene por s{ mismo: como desarroll6
Henveniste en su famoso ensayo sobre los pronombres, «en nosotros
Siempre predomina yo porque no hay nosotros sino a partir del yo y
teste yo se sujeta al elemento no-yo por su cualidad trascendente. La
presencia del yo es constitutiva det nosotros»,' En otras palabras, el
husolros, como pronombre personal, es un yo dilatado y difuso, una
Jimena persona amplificada.
Como yo dilatado, como persona amplificada, el nosotros nom-
‘ona ba puesta en plural de l: conciencia individual y arrastra consige
Feasts aporias de esta operaciGn: solipsism, comunicacign, emp
1 tone
‘le Magustie ee
vale Alina, Pasa, 1906, IN,30 — El problema del nosotros
Ufa, accién comin... En la escena de la intersubjetividad, ¢! nosotros
siempre resulta ser el lugar de una imposibilidad, de una utopfa, de un
Fracaso, ;Y si ésta escena misma, como presupuesto del nosotros, fue-
ra ya ka causa de su imposibilidad? ;Y si nosotros no somos unos y
otros, puestos frente a frente, sino la dimensién del mundo mismo que
compartimos? Asf, el nosotros no seria un sujeto en plural, sino el
sentido del mundo entendido como las coordenadas de nuestra activi-
dad comin, necesariamente compartida,
Este desplazamiento es el que abre la vfa a un pensamiento de lo
comtin capaz de sustraerse a las aporfas de nuestra he
lista, Sobre esta otra via, e! problema del nosotros no se plantea como
un problema de la conciencia basado en el drama irresoluble de lain:
tersubjetividad, sino como un problema del cuerpo inscrito en un
mundo comdn, El nosotros, en tanto que horizonte cfvico y revolucio-
nario, ha sido entendido en nuestra cultura, de raiz cristiana, como una
conciencia colectiva, reconciliada, que puede surgir de la superacién
de los cuerpos separados, Pero gy si los cuerpos no estén ni juntos ni
separados sino que nos sitdan en otra l6gica relacional que no hemos
sabido pensar? Ms alld de la dualidad unién/separacién, los cuerpos
se continiian. No s6lo porque se reproducen, sino porque son finitos.
Donde no Ilega mi mano, llega la de otro. Lo que no sabe mi cerebro,
Io sabe el de otro. Lo que no veoa nXespalda sn lo percibe desde
otro gngulo... La finitud como gondieién no de la separacién sino de
fa continuacién es Ia base para otra concepcién del nosotros, basada
alianza y la solidaridad de los cuerpos singulares, sus lenguajes
y sus mentes,
El contrato social: ficcién calculada
La sociedad occidental, tal como la conocemos, nace de una ficeién
calculada: et contrato social. A partir del siglo xvi, esta Ficcign sustenta,
cel marco de comprensién y de legitimidad para el uso politico de la pala:
bra «nosotros». Si acudimos a los textos del contractualismo moderno,
especialmente a Hobbes, :quién suscribe el contrato, cémo y para qué?
Quien suscribe el contrato es cada uno de los individuos propietarios.
Como propietarios de su propia persona,’ transfieren su poder y st
luntad al soberano para neutralizar la guerra entre si. El contrato es,
vo-
tn ¢jercicio de sumisiGn y de obligacién hacia el soberano, hacia la ley,
que garantiza la igualdad y la libertad de los propietarios y proteg
intercambio entre si. El contrato, en tanto que operacién entre individuos.
disociados, se da sobre la base de! temor. Lo repetira Hegel dos siglos
después, aunque buscando otra salida: el drama de la intersubjetividad es
el miedo a la muerte frente al otro, Neutralizando el miedo, el contrato lo
cconsagra, porque el miedo es la base inetudible de los intercambias entre
individuos posesivos y la razn de ser de la obligacién politica, de la
construceién artf
Desde ahi, el contrato, como expresisn de la obligacién politica
sobre la que se asienta la sociedad, tiene tres consecuencias funda-
mentales: la privatizaciGn de La existencia, la concepcién del orden
‘como inmunidad individual y la idea un nosotros articulado a partir de
li relacidn de cada uno con el todo.
ial de un nosotros abstracto y transcendente,
|. Sigo. em esta idea et lio de CB, Mepherson, fur tenis politic del individua
poset, Libis de Conontacin, Harlan, 179,